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EL VIAJE A AMERICA DE ALEXANDER VON HUM- BOLDT Y AIMÉ BONPLAND Y LAS RELACIONES CIENTÍFICAS DE AMBOS EXPEDICIONARIOS CON LOS NATURALISTAS ESPAÑOLES DE SU TIEMPO por Enrique Alvarez López

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Relación entre Humbolt y Cavanille

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  • EL VIAJE A AMERICA DE ALEXANDER VON HUM-BOLDT Y AIM BONPLAND Y LAS RELACIONESCIENTFICAS DE AMBOS EXPEDICIONARIOS CONLOS NATURALISTAS ESPAOLES DE SU TIEMPO

    por

    Enrique Alvarez Lpez

  • En 1959 realizamos una tentativa de estudio sobre este tema.Tuvimos el honor de dar a conocer sus primicias en una de las con-ferencias organizadas por la Real Academia de Ciencias Exactas,Fsicas y Naturales de Madrid con motivo del centenario del falle-cimiento de Alejandro de Humboldt y el de que esta disertacinfuera seguidamente publicada por tan ilustre Corporacin en 1960 (1).La necesaria limitacin de tiempo y espacio nos oblig entonces,sin embargo, no slo a reducir la extensin y detalle de la redaccinprimitiva, sino a abreviar u omitir las citas y referencias que auto-rizaban nuestras consideraciones y que hubieran resultado enojosasen una lectura acadmica.

    Expresamente nos reservbamos all para hacerlo en una publi-cacin aparte, por creer de gran inters esta puntualizacin quetoca a nudos vitales para el conocimiento de nuestra labor cientficaen Amrica, y que, sin la pretensin de ninguna novedad absolutani de una profundidad exhaustiva, viniera a enderezar el entuertode olvidos, confusiones y omisiones inconcebibles. La dedicacin delos dos tomos anteriores de estos Anales a especiales finalidades hadiferido hasta el presente la posibilidad de traer a la luz este com-plemento de lo dado a conocer en la publicacin hecha por la RealAcademia., En la redaccin primitiva comenzbamos por una breve sinopsis

    encaminada a dar una idea de las orientaciones y designios cient-ficos del Barn de Humboldt en los aos anteriores a su venida aEspaa; fue aqulla omitida en la exposicin acadmica y lo sercon mayor motivo aqu, puesto que por otro honroso encargo habernosdesenvuelto en forma ms general y amplia este tema en otro lugar (2 ).

    Despus de estas publicaciones habernos recibido noticias corres-pondientes a una extensa bibliografa humboldtiana conmemorativadel centenario o contempornea con l (3 ), algunas seguramente muy

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    valiosas, pero no tenemos conocimiento de ninguna que parezca refe-rirse a un tema tan especial como el aqu tratado, ignorado al parecerpor muchos y del que, de no admitir por principio en todos el debidorespecto a la verdad histrica, nos parecera voluntariamente sosla-yado por otros.

    Enhebrar el hilo de nuestra historia requiere entonces slo re-cordar los antecedentes inmediatos de la venida de Humboldt a Es-paa y de su partida, rumbo a Amrica. En 1798 el Barn se encon-traba en Pars, estrechando sus relaciones con los cientficos fran-ceses y verosmilmente, a la par, buscando camino para la realizacinde sus designios de viajes y exploraciones por las regiones inter-tropicales (4). El Directorio proyectaba por entonces un periplo cien-tfico, bajo la direccin del capitn Baudin; Humboldt pretenday consigui ser admitido en el cuadro de futuros expedicionariostrabando estrecha relacin con el botnico Bonpland, llamado a par-ticipar en la misma misin.

    Las circunstancias polticas y militares, y principalmente el es-tado de guerra entre Inglaterra y Francia, aplazaron la realizacinde tal proyecto y aun impidieron el ms reducido de un viaje aEgipto, con fines semejantes, de los dos colaboradores. Pensando, alparecer, en la posibilidad de llevar a cabo esta empresa por otrava, decidieron entonces pasar a Espaa, en demanda de ocasinpropicia para burlar el bloqueo ingls en algn barco que pudieratrasladarles a las orillas orientales del Mediterrneo.

    En Madrid estos objetivos aparecen bruscamente cambiados yAmrica convertida en la meta de los expedicionarios, verdad quesiempre con la esperanza de enlazar en sus aguas, y en su da, conel capitn Baudin. Se atribuye parte esencial en esta decisin y enlas gestiones hechas para alcanzar la oportuna autorizacin de Car-los IV y de sus ministros a la intervencin y sugestiones del Barnde Forell, ministro plenipotenciario de Sajonia en la Corte de lasEspaas. El ministro Urquijo se convirti en valedor decisivo del -proyecto y se concedieron a los viajeros permisos y recomendacionespara viajar por la Amrica espaola en trminos de amplitud ylibertad sin precedentes hasta entonces. Mucha fue la parte que entan generosas concesiones debi tomar con sus informes o consejosel vicedirector del Real Gabinete (hoy Museo Nacional de CienciasNaturales), Clavijo, segn aparece en la correspondencia de Hutm-

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    boldt con este erudito escritor, tan estimado en su tiempo, a quienen una de sus cartas deca: Vos, mi digno amigo, no habis con-tribuido poco a procurarme la proteccin de que gozo en estas bellasColonias. Recibid de nuevo los homenajes de mi agradecimiento. Vosy nuestro digno amigo el seor Barn de Forell! (5).

    Espritu tan agudo y profundo como el Barn era, botnico tanentusiasta e infatigable como Bonpland se mostr a lo largo de suviaje, rpidamente aprovecharan cuantos medios se hallaban a sualcance en la metrpoli para un mejor conocimiento previo de aque-llas tierras adonde se dirigan y de sus producciones. 1 Real Ga-binete, con su ya citado vicedirector; el Real Jardn Botnico, angobernado por Gmez Ortega, con sus cuadros henchidos de pro-ducciones peregrinas del Nuevo Orbe; el contacto con maestros yeruditos en historia de Amrica como don Juan Bautista Muoz,debieron ser especialmente fecundos dentro de un tiempo breve, peroque Humboldt saba aprovechar como nadie.

    Quedan noticias, a partir de esta estancia en la Corte, de sucomunicacin con Cavanilles, tanto por su correspondencia personalcon ste como por la cruzada con Mutis. El sabio valenciano, porentonces ya consagrado por un renombre internacional, haba pu-blicado por aquellas fechas en sus Icones un gran nmero de plantasnuevas correspondientes a la flora de Amrica, entre ellos, en suprimer tomo, los gneros Lopezia, Cobaea, Cosmos, Dahlia, Will-denova, Alcina, todos de Mjico, cultivados en el Jardn de Madridy en el Huerto de la Priora a expensas de los envos hechos porCervantes, Longinos y lzate, con otras especies de gneros ya co-nocidos (en total, unas 40) del Per y de Mjico; en el siguientetomo, los gneros Usteria, Ximenesia, Milleria, tambin mejicanos,con otras formas especficas del mismo origen y algunas del Per;en el tercero, hasta 56 especies americanas, en su mayora de NuevaEspaa tambin, con los nuevos gneros Noeta, Eustephia, Piquera,Heterosperma y alguna especie del Per.

    Estaban tambin en Madrid los ricos materiales aportados enfecha an reciente por la expedicin de Malaspina, y particularmenteel esplndido herbario reunido por Luis Ne, y que dieron a Cava-nilles motivo para nuevas publicaciones sobre plantas americanas,en los tomos siguientes de los Icones, de Chile, Per, Chimborazo,Panam y Mjico; en total, esta monumental obra cavanillesiana,

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    de la que slo quedaba por publicar en 1799 el ltimo tomo, llega comprender 712 especies nuevas, de las cuales unas 300 eran ame-ricanas, para un total de especies vegetales conocidas en el mundo,que en fecha un poco posterior se cifraba en unas 30.000 (6).

    De la misma procedencia, y muchas un testimonio ms de lasriquezas conocidas o inditas que contenidas en los cuadros y abri-gos del Jardn de Madrid, eran la mayora de las dadas a conoceren sus Decades por Gmez Ortega, de las cuales llevaba ya publi-cadas por entonces las ocho primeras, con varios gneros y especiesnuevas procedentes de las Expediciones del Per y de Mjico (7) .

    Pero dentro del marco de la ciencia botnica ningn contactotan importante podan los viajeros establecer por entonces en Europacomo con los miembros de la Expedicin al Per. Si ste fue mso menos extenso personalmente, no podemos precisarlo en forma di-recta (8), pero en cualquier caso habernos de rechazar la ligereza conque de l se trata en la obra de Von Hagen (9), tan interesantedesde muchos puntos de vista, pero llena, por otro lado, de multitudde errores y de deficiencias de informacin, algunas de las cualeshubieran sido tan fciles de subsanar como sta; pinta este autor elconocimiento de los futuros expedicionarios con los antiguos, colocan-do a Ruiz y a Pavn para ello en el museo polvoriento dondeestaban an las cajas con los materiales trados desde Amrica sinabrir. Nos figuramos el deplorable efecto y la triste imagen de laEspaa del xvm que el libro de Von Hagen, llamado a divulgarsemucho por su atractivo literario, contribuir a formar, y aunqueno achaquemos esos resultados a esa actitud hispanfoba, por des-gracia tan frecuente donde menos puede esperarse, no podemos dis-culpar afirmaciones tan fciles de rectificar con un poco de cuidado.Lejos del abandono y la inaccin que gratuitamente se suponen, nues-tros botnicos llevaban por entonces considerablemente avanzada lapublicacin de los materiales de su flora, que aun cuando incompletano por eso deja de ser uno de los monumentos ms importantes de^_la fitografa americana y es, seguramente, en el orden histrico laprimera de las grandes floras de Amrica del Sur, o al menos la se-gunda, si se quiere inscribir en este nmero la obra de Jacquin.

    Por entonces haban aparecido ya de ella el Prodromus, en 1774,conteniendo una importante serie de gneros nuevos, de los cualesan se estiman hoy como vlidos alrededor de un centenar, y que

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    constituyen por s solos un avance decisivo para el conocimiento deuna comarca florstica extenssima y aun en parte afectan a la ge-neral del Continente; el primer tomo de la Flora, con descripcionesdetalladas y lminas de muchas especies nuevas, publicado en 1798,y en el mismo ao de la visita de nuestros huspedes cientficos visla luz el segundo; en cuanto al Systema VegetabiUum, con descrip-ciones ms breves de numerosas especies, de las que cerca de mediomillar eran nuevas, haba salido a la luz en 1798 tambin (10).

    Constituan estas publicaciones instrumentos fundamentales detrabajo cuya importancia no poda escapar a mentes tan despiertas,y consta, en efecto, en carta de Caldas a Mutis su cuidadosa utili-zacin por Bonpland (11).

    Tal era el ambiente cientfico en la capital de Espaa y taleslas orientaciones que sus ilustres visitantes pudieron hallar en ella;conocidas la extraordinaria agudeza y capacidad de asimilacin deHumboldt y la inteligente laboriosidad de Bonpland, aun cuandosu estancia en la Corte fue breve, es indudable que debi servirlesde gran provecho para sus trabajos ulteriores.

    Venezuela y la cuenca del Orinoco. Comienzan las campaasamericanas de la Expedicin Humboldt a partir de su llegada a Cu-mana el 15 de julio de 1799. Sus trabajos cientficos haban comen-zado ya durante el viaje y en su escala en las Canarias; segn escribeen carta al Barn de Forell, ningn instrumento de su numerosoequipo cientfico sufri deterioro, y el brigadier don Rafael Clavijoles proporcion todas las comodidades imaginables.

    Se pinta como un propsito deliberado de la primera campaade Humboldt la exploracin de la cuenca del Orinoco y el estudiode sus relaciones con el Amazonas. La correspondencia del sabio ale-mn no autoriza tal conclusin; una cosa es que en virtud de susestudios previos tuviera presente esta cuestin geogrfica, como otras,y que llegado el momento oportuno se planteara la conveniencia deacometerla, y otra que en este caso, como en otros, fueran las cir-cunstancias las que le llevaran por un determinado camino.

    En su carta a Fourcroy (Cumana, 16 de octubre de 1800) dice:Cuando sal de Espaa haba hecho nimos de pasar directamentea Mxicb, de all al Per y a las Islas Filipinas; pero una fiebremaligna que se manifest en nuestra fragata me oblig a quedarmeen esta costa de la Amrica meridional, en donde viendo la facilidad

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    que haba para penetrar en el interior emprend dos viajes... (12).En la dirigida a Forell se sostiene lo mismo: Quanto ms nos

    internamos en las misiones Chaymas Kfhto ms celebramos el nohaber ido a la Havana. Cmo era posible estar tan cerca de lacosta de Paria; de las maravillas del Orinoco; de la inmensa cordi-llera que desde Quito corre al . hacia Carupana; de la magestuosavegetacin que Jacquin bosquej en sus obras y abandonar estosobjetos apreciables en el espacio de tres das que el correo se detieneen Cumana? As, pues, vindome bien provisto de lo necesario, ysin obstculos para la empresa, que supo vencerlos la amistad delrespetable Gobernador, el Capitn de Navio D. Vicente Emparan;temiendo al mismo tiempo el contagio de unas calenturas malignasque se manifestaron en nuestra embarcacin apenas llegamos a lostrpicos; resolv detenerme en una costa cuyo saludable clima, libreen la actualidad de lluvias, nos permita empezar nuestras opera-ciones, que hubiramos debido suspender en la isla de Cuba por ellargo espacio de tres meses.

    En prrafo entusiasta despliega ante los ojos del barn de Forell al que llama gran amante de la naturaleza la magnificencia dela que contempla y enumera los frutos obtenidos en la primera etapade esta campaa, la de Cumana: Ms de seis mil plantas desecadas,comprendidas las dobles (13); seiscientas descripciones exactas deespecies muy curiosas o nuevas; insectos, muchas conchas; medidasbaromtricas y trigonomtricas de la alta cadena de montaas; des-cripciones geolgicas; operaciones astronmicas de basta extensin...experimentos sobre la declinacin e inclinacin magntica; sobre lalongitud del pndulo; sobre la temperatura, elasticidad, transparen-cia, humedad, carga elctrica y cantidad de oxgeno de la atmsfera;y, en fin, unos cincuenta dibujos sobre la anatoma de vegetales yconchas... tal es el fruto de nuestros trabajos en la provincia deCumana.

    As lo ha escrito tambin al ministro Urquijo, dice, aadiendo:no puedo alabar bastante la bondad con que los Oficiales del Rey ~han favorecido nuestras excursiones literarias. Hablamos ya el. cas-tellano con bastante facilidad para seguir una conversacin, y ad-miro en los habitantes de estos remotos pases aquella lealtad y hom-bra que en todo tiempo han sido peculiares de la nacin Espa-ola (14).

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    De la segunda etapa da noticias en la dirigida a Fourcroy, antescitada, si bien sta se refiere de un modo general a los resultadosobtenidos hasta entonces en toda la comarca venezolana, es de notarque el nmero de plantas desecadas que se da es el mismo, pero elde formas descritas se eleva a 1.200, de las que la mayora, o almenos una gran parte, les han parecido pertenecientes a gnerosno descritos por Aublet, Jacquin, Mutis, ni Dombey (es de notaraqu la omisin deliberada de Ruiz y Pavn, no sabemos si por nohaber podido consultar dentro de este perodo el Prodromus), handisecado cocodrilos, lamantines (esto es, manates) y gimnotos elc-tricos, cuyo fluido aade el Barn es todo galvnico y no elc-trico, as como monos, y descrito serpientes, zorros y peces.

    Da una rpida noticia de los territorios explorados, en la que nofaltan algunas notas antropolgicas.

    Si en la anterior referencia se omite a Ruiz y a Pavn, tampocoen ella al lado de Jacquin, y antes que l en el tiempo, se cita aLoeffling, aun cuando esto se subsane en las Plantas Equinocciales,donde al hablar de los trabajos botnicos en esta extensa regin, seescribe: Loeffling no pas de las bocas del Orinoco, Jacquin slopudo recorrer las costas de Venezuela. Los estudios de Loeffling, dis-cpulo dilecto de Linneo, tuvieron, sin embargo, indudable importan-cia ; su labor como naturalista de la Expedicin espaola dirigida porIturriaga y a la que haba sido agregado por el ministro Carvajalcincuenta aos antes de que Humboldt pisara tierras americanas,aun interrumpida por su temprana muerte, alcanz resultados va-liosos conservados por Linneo en el Iter hispanicum. Por otra parte,Iturriaga, su ilustre colaborador Solano y otros de sus brillantescompaeros realizaron en esta regin amplios y difciles estudios geo-grficos y cartogrficos, aun cuando por su naturaleza no estuvierandedicados a la publicacin inmediata.

    Entre las Plantae americanae recogidas en la segunda parte de laobra citada (15) figuran diversos gneros nuevos, de los que se con-servan Allionia, Lecythis, Laetia, Seguieria, Monnieria, Ayenia yEvolvulus; colaboraron en la labor cientfica del sabio sueco los di-bujantes Carmona y Castel.

    No amengua ello en nada el inters de la labor llevada a cabopor Humboldt y Bonpland, all donde se ofrecan no a dos sino a

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    muchas expediciones sucesivas objetos excepcionalmente interesantes,pero s tratamos al consignarlo de rechazar cualquier leyenda capazde pintar aquellas selvas y caudalosas cuencas fluviales como parajesde un mundo totalmente incgnito.

    Nada deshace mejor tal leyenda que seguir los fecundos pasos.de los dos viajeros a travs del pas enmaraado e inhspito, peroque les abre el laberinto de la selva ecuatorial a travs de los hilos,generosamente tendidos en su seno por los misioneros, que les pro-porcionan los recursos para remontar las poderosas corrientes de losros salvajes, les facilitan la ayuda de los nativos, cuyos brazos mue-ven las frgiles embarcaciones, les guan por los pasos ms cono-cidos y seguros, y hacen posible, aun sin desmerecer, entre trabajosesforzados, el xito que dos hombres solos, aun cuando uno de ellos,desenvuelva a veces la resistencia sobrehumana de un titn y el otrosea capaz de secundarle en su empresa, no hubieran podido alcanzarde por s, o hubieran requerido al menos no sabemos cuntos tanteos,cuntos ensayos, cuntos aos, cuan dobladas tribulaciones.

    Pas salvaje y bravio, lleno de riesgos por todas partes, desdelas fiebres que minan la salud hasta el inseguro camino por las aguas,impetuosas, frecuentemente revueltas y henchidas de caimanes. Pero-en su trayecto las misiones les ofrecen estacin y descanso; en lade Concepcin se les incorpora el Padre Bernardo Zea, cuyos con-sejos les servirn en adelante de mucho; pasan despus tres das enla aldea levantada por Solano en 1754; llegan a la misin jesutade San Fernando de Atabapo; desde all, segn la indicacin delPadre Zea, continan por Tem y Tuamini, y a los treinta y tres dasde haber dejado atrs su base de partida en la de Apure alcanzan,para reposar, la de San Antonio de Yavita.

    Entran, por fin, en la zona donde el Casiquiare, brazo divagantedel Orinoco, se une a otras corrientes para formar el Ro Negro, granafluente del Amazonas. Con la exploracin de esta regin el objetivogeogrfico principal est logrado y la interrogacin de La Condaminecontestada. Pero lo est para los sabios de Europa; un pintorescoincidente muestra hasta qu punto aquella incgnita no lo era paraespaoles y portugueses: en el calor de sus exploraciones el Barnpenetra en tierra brasilea y es detenido como presunto espa y lle-vado ante el comandante portugus, ante quien justifica sus actosdicindole trataba de demostrar que el Casiquiare enlazaba los ros

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    Amazonas y Orinoco, a lo que con espontneo exabrupto contesta elmilitar lusitano: . . . ! Ha venido desde Alemania para eso? Nadiede las misiones ha dudado desde hace medio siglo de que existiera esacomunicacin entre los dos ros. Humboldt aclar en su contestacinque su finalidad era sealar por medio de observaciones astronmi-cas precisas estas relaciones geogrficas, pero slo la autoridad y di-plomacia del Padre Zea salvaron a la expedicin de terminar all,con la prisin del Barn y su conduccin a Lisboa (16).

    Recogemos esta ancdota por ser expresiva del diferente modode enjuiciar con que podan verse algunos descubrimientos desde laperspectiva de los pobladores y los colonizadores, para los que podanincluso no ser tales y para el resto de los pueblos de Europa, quepor una u otra causa no los conocan; ello no quita el mrito a lasnovedades reales o a la mayor precisin cientfica de los datos apor-tados, en su caso, sobre lo ya conocido, pero s limita ocasionalesfrases literarias.

    Al comentar esta parte de la Expedicin, Von Hagen dice que losdos hombres de ciencia en un solo ao haban dado a conocer mscosas que las desenterradas durante siglos. Ello pudiera ser verdad,pero una verdad condicionada, merecedora de aclaracin. Al hablardel viaje y de sus resultados se suele pensar en el reflejo y la reper-cusin que ellos haban de tener en Pars y en su tiempo, y, a travsde su fama y resonancia en sus academias y museos, en el restade los pases de Europa; pero habremos de reconocer que el desco-nocimiento de muchas de las noticias recibidas en aquellos mediosdesconocimiento debido a mltiples causas, no implicaba necesaria-mente que ste fuera absoluto fuera de aquellos crculos. Acabamos.de ver cmo Humboldt no se haba movido en un pas inexplorado,y que no un ao, sino muchos y siempre con un xito problemtico(el genio por s solo no puede arrollar los obstculos dp la natura-leza) le hubieran costado esfuerzos semejantes de no haber hallado

    / itinerarios abiertos, ayudas y guas. Que haya habido grandes erro-res por parte de nuestra nacin en no dar a conocer a su tiempodebido los hallazgos hechos (una parte de los materiales recogidosen el viaje de Loeffling estn an inditos), y que otros por su natu-raleza misma (trabajos cartogrficos, de lmites, etc.) no estuvieranya inicialmente dispuestos para la publicidad, es una cosa que notratamos de examinar ahora, ni hasta dnde algunos de estos proce-

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    deres, asentados en una poltica general, fueran o no acertado;, perootra muy diferente es suponer que por s misma cualquier novedadpublicada por entonces en Pars haba de serlo necesariamente urbiet orbi.

    Muchas de ellas podan medir simplemente, la ignorancia de unatradicin cientfica, siguiendo esa lamentable hiperestesia que loshombres de ciencia suelen tener para lo actual, enlazada con unaamnesia completa para lo que es historia. Naturalmente, esta cen-sura no va dirigida contra el Barn, que supo ser, como pocos, fiely justo crtico; sino para los que, en todo tiempo, no saben medirla resonancia perturbadora de lo que fue actualidad, en lo que debeser contemplacin serena del pasado.

    Aun en casos donde la novedad es aparente y subjetivamente cier-ta, puede no resultarlo al remontarnos a fuentes anteriores; sirva deejemplo uno de los hallazgos ms interesantes de los expedicionarios(en cualquier caso es la voz popular la que les lleva hacia l), el delgiimnoto o anguila elctrica, sobre el que Von Hagen comenta contodo entusiasmo : Nada semejante se haba descubierto en los aosen que Amrica haba sido explorada! (17). Ahora bien, estos ex-traordinarios pescados no slo tenan ya el nombre vulgar y expresivode tembladores, acreditativo de su conocimiento y del de sus pro-piedades, sino que de ellos hallamos una noticia admirablementeexacta nada menos que en Fernndez de Oviedo sobre un ejemplartomado en el ro Huyapari [alias Urinoco, como dice en otrolugar], como moreno pintado, que en tanto estuvo vivo tocndolocon una espada o lanza, quanto quier que apartado estoviesse quienle tocaba, en el instante daba tanto dolor en el brac,o, lo atormen-taba adormeca con tal dolor, que convena presto soltarle (18).Es verdad que el Barn no tena ningn motivo para conocer estetexto, indito por entonces, pero no por ello es menos cierto que losespaoles del xvi conocan perfectamente estos animales y su Cronistade Indias registraba sus noticias fieles y exactas.

    Hablemos, pues, de historia con un sentido ms exacto de loque el tiempo puede haberse llevado consigo y no nos dejemos arras-trar por el reflejo deformador de lo episdico.

    Y puesto que antes habernos hablado de los descubrimientos fito-grficos de Loeffling, no cerraremos esta parte sin indicar algunasde las novedades halladas por la Expedicin humboldtiana en esta

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    parte de Amrica y consignadas en sus Plantes Equinoxiales, dondedieron a conocer las primicias de sus trabajos botnicos, correspon-diendo a los de esta serie de viajes el Gynerium Saccharoides, gneronuevo de gramneas hallado en el Manzanares, cerca de Cumana,y la Evosmia caripensis, que toma su nombre especfico de su loca-lidad originaria, prxima a Cumana tambin; en las selvas del Ori-noco, la Jacaranda obtusifolia (en el pas, rbol roseto) y el Pa-lycarpum orinocense, de la misma familia que la Bignonia chica(vulgo chica), planta bien conocida, descrita por los expedicionariosy utilizada por distintas tribus de indios para teirse o pintarse demodo caracterstico; Retiniphyllum secundiflorum, recogida junto aSan Baltasar, entre el Orinoco y el Ro Negro, y cerca de las grandescataratas del primero, Abolboda pulchella y otras importantes y bienconocidas, pero de las que se daba la descripcin cientfica, comouna de las llamadas vulgarmente almendrn, Bertholletia excelsa,hallada en los bosques del gran lo; el angeln de Caracas, Ange-lonia salicariaefolia, y el importante productor de la corteza deAngostura de la regin o cuspar de los indgenas, sobre cuyosejemplares remitidos por Humboldt form Willdenov el gnero Bon-plandia en 1802, siendo as que Cavanilles haba dedicado ya otrocon anterioridad e igual nombre al mismo botnico (19).

    Tambin se pusieron en contacto con el gnero Befaria de Mutis(correctamente, Bejaria, aun cuando la confusin, meramente orto-grfica, ha prevalecido), del que hallaron dos especies en las mon-taas, B. glauca, de la Silla de Avila, y B. ledifolia, de la Silla deCaracas, que en la obra citada ha merecido esta acotacin de Hum-boldt, hecha acaso al tiempo de su hallazgo, y antecedente entoncesde sus ideas sobre geografa botnica: Es as cimo, por el decreci-miento rpido del calor, los diferentes climas estn dispuestos comopor pisos, los unos sobre los otros, y la zona equinoccial encierra,en un pequeo espacio de terreno, las producciones equinoccialesque le son propias y las que, por su fisonoma, parecen pertenecerexclusivamente a las regiones boreales (20).

    No habremos de detenernos en sus otros trabajos geogrficos, cuyointers seala l mismo brevemente de este modo: Estoy trabajandoen formar el mapa del pas que he recorrido, y como mis observa-ciones llenan el vaco que se encuentra en los mapas entre Quito yCayena, al norte del ro de las Amazonas, me lisonjeo que intere-

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    sarn a los Gegrafos (21); en la carta, ya comentada, del barn deForell dando cuenta de sus primeros trabajos apunta otras observa-ciones geognsticas, geogrficas e incluso hiptesis paleogeografasy en otra a Clavijo, intermedia entre estas dos, se expresa de estamanera: El tiempo que me detuve en las cercanas de Caracas,antes de continuar mi viaje hacia los ros Meta y Orinoco, me pro-porcion en las diferentes excursiones que hice para medir la cordi-llera alta de la costa, examinar la vegetacin y determinar su posi-cin astronmica el colectar varios minerales, tanto ms preciososcuanto que en el da se ignora de todo punto la construccin delglobo en aquella parte del mundo (22); en la tambin referida aFourcroy dice haber sido diecisis meses los dedicados a los trabajos,entre la costa, el Orinoco, Ro Negro y Amazonas.

    Terminada esta campaa con la que haba realizado por prime-ra vez su designio fundamental de realizar observaciones en los cli-mas clidos, coronada la empresa con xito y vencidas las dificul-tades de un ambiente trrido y malsano que lleg a poner en gravepeligro la salud de Bonpland, los expedicionarios embarcaron paraCuba, como si ello reanudara el primitivo itinerario de su viaje, lle-gando a la isla el 18 de diciembre de 1800.

    El retorno al Continente y la visita a Mutis. A lo que parece,al dirigirse a Cuba era el principal propsito de Humboldt dar lospasos necesarios para reunirse con la Expedicin Baudin, preocupa-cin que segua dominndole aun entre el entusiasmo de sus hallaz-gos y exploraciones: por desgracia, ya sali el capitn Baudin, ynosotros an estamos aqu; muy sensible nos es, pero puede (23)ser que le encontremos en el mar del Sur.

    Sin embargo, tras su visita a Cuba, aparece con su compaero enCartagena de Indias; cules fueron las causas que dieron lugar aesta modificacin del plan primitivo de pasar a Mjico y de otrosulteriores? Von Hagen reproduce una carta de Humboldt a Baudinfechada en Cartagena a 12 de abril de 1801, que ms que aclararlas dudas las aumenta. En ella se dice que cuando estaban a puntode salir de La Habana para Mjico y las Filipinas (lo cual suponala renuncia a todo proyecto de nuevo viaje por Amrica del Sur)tuvieron noticia de que su perseverancia [la del capitn Baudin]haba vencido todos los obstculos. Pero, segn lo que acabamosde transcribir, en la carta a Fourcroy esta noticia la tena ya el Barn

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    antes de partir de Venezuela para Cuba. En todo caso, segn lacarta a Baudin, cambiaron su decisin de la visita a Mjico, calcu-lando que el marino francs tocara en Valparaso, Lima o Guayaquil,y con el proyecto de reunrsele en alguno de estos puntos, siguiendopara hacerlo la ruta de Panam a Guayaquil. Desbaratado esteplan, al parecer por el estado del mar, que despus de una difciltravesa del pequeo barco que les llevaba les hizo recabar en Car-tagena, y ante el temor de carecer de vientos favorables para navegarpor el mar del Sur (el Ocano Pacfico, como es sabido), decidieronhacer el viaje por tierra, siguiendo por el ro Magdalena, Santa F,Popayn y Quito, en cuya ltima capital esperaran noticias de lallegada a Lima del navegante francs (24).

    De muy otra manera se pintan los motivos conducentes a losmismos resultados en una misiva del sabio alemn dirigida a Clavijoen 25 de noviembre de 1801 desde Popayn, donde escribe: Yohubiera tomado el camino de Panam y Guayaquil a Quito para evi-tar los horrores del camino del Magdalena, de Popayn, de Pasto...Pero no habernos podido renunciar a ver de cerca al respetable Mu-tis y admirar la gran obra que prepara a la Posteridad (25).

    Y la complejidad de este cuadro se aumenta considerando la dePombo a Mutis de 20 de abril del mismo ao, desde Cartagena deIndias. Comuncale en ella la llegada del Barn, que ha estado enRionegro... y desde all vino a La Habana, de donde se dirigi asta, y hace un viaje por tierra hasta Guayaquil, donde piensa em-barcarse en una de las dos corbetas francesas que a las rdenes delclebre M. Baudin salieron de Francia en Septiembre ltimo a darla vuelta al mundo, y deben tocar en Chile, el Callao y Guayaquil.Tiene la ms alta y justa idea del mrito de Vuesamerced, que meha dicho es ms conocido entre los extraos que en Espaa y unode sus principales objetos de hacer su viaje a sa es por conocer aVuesamerced.

    Le he dado la Quinologa de Vuesamerced, que slo haba vistoen extracto, y la ha apreciado mucho, lo mismo que el compaero,Mr. Bonpland, que es un buen botnico y muy apreciable. Este essuizo y acompaa al Barn en sus viajes.

    Les recomiendo particularmente a Popayn, donde encontrarnun pas virgen y acaso el ms rico de este Reino de produccionesnaturales raras y extraordinarias (26).

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    De todo ello parece claro que Humboldt desisti de su proyectoprimitivo ante las promesas que la informacin recibida le ofrecanen un viaje por tierra, siendo las noticias de Pombo un factor de-cisivo para este cambio, y una vez adoptado el nuevo plan considerindispensable, como razonablemente lo era, conocer los trabajos rea-lizados por Mutis, que tanta luz podan darle para la futura orien-tacin de los suyos. Pombo, espritu generoso y abierto a todo cuantosignificaba progreso, labor cientfica y conocimiento de las riquezasy recursos naturales del pas, se dedic desde el principio a facilitarsu misin en cuanto a su alcance estaba y a poner a su servicio suvasta informacin sobre las tierras que haba de recorrer y sus rela-ciones personales en ellas. Otro conocedor de la comarca, De Rieux,comisionado en trabajos relacionados con la explotacin y el co-mercio de las quinas, acompa a Humboldt y Bonpland a lo largode su camino por el Magdalena.

    Durante su estancia en Cartagena los expedicionarios visitaronTurbaco, donde Pombo tena un jardn, y herborizaron en los alre-dedores ; el Barn trab all tambin relacin con don Joaqun Hi-dalgo, comandante de la expedicin de Los Llanos, comparando losdos sus observaciones astronmicas, y las hallaron muy exactas yconformes, lo que hace honor a entrambas (27).

    De Cartagena parte Humboldt para el viaje que si algn dapudo concebir como un episodio ms en su demanda para unirse alcapitn Baudin, se va a Convertir en la parte ms sustantiva de suvida y de su obra como gegrafo y naturalista. Ser este cambio elque le coronar con la inmortalidad y la fama, y si, con ser tantossus merecimientos, no podramos suscribir la frase apasionada deBolvar al llamarle el segundo descubridor de Amrica (28), qui-z sera ms exacto el afirmar que Amrica haba descubierto aHumboldt, ofrecindole el alto teatro que desde Cartagena a Quitoy a travs de los Andes brindaba su escenario magnfico a sus extra-ordinarias dotes de observador y de pensador capaz de llegar porlas speras rutas de las cumbres de los montes a las de sus sntesisgeniales.

    Mutis acoge desde el primer momento con el mayor gusto lanoticia de la visita, y hace lo posible por facilitarla, si bien modes-tamente atribuye el honor de ella al nico objeto de reconocer laFlora de Bogot, y proporcionar al autor los agradables momentos

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    de su generosa amistad, avisar, le dice, a sus amigos de Honday de Guaduas para que le ofrezcan las mayores comodidades posi-bles (29). Durante el curso del viaje Bonpland Vbferma, lo que re-trasa la entrevista; Mutis se interesa por l, da consejos a Humboldtsobre la forma ms cmoda de continuar el viaje y enva una porcinde Quina anaranjada, por si fuere necesario recurrir a ese remediocon la mayor prontitud en caso de malignidad. Se cuida en suobsequio de los menores detalles: Suplico a Vm. que el da de lasalida del Aserradero no se detenga a comer en Facotiba, porque enFontiboa estar preparada la comida, descansando all para entrarmenos molestado a Santaf. Aqu hablaremos largamente, y entre-tanto no ai por qu atarearse demasiado, sino pensar en algn des-canso, y templarse al temperamento de estos Payses altos, en queha de vivir Vm. por algn tiempo asta conpletar sus ideas en lasProvincias de Quito, y volver a bajar a los clidos (29).

    A su llegada a la capital fueron Humboldt y Bonpland objetode un caluroso recibimiento, saliendo a su encuentro una cabalgatade numerosas y distinguidas personas. Dos meses dur su estanciaall, hospedados en casa de Mutis, como puede verse en este prrafode una carta del Barn a Sebastin Lpez Ruiz, que pretenda dispu-tar a Mutis la prioridad en el descubrimiento de la quina en NuevaGranada; Humboldt, que con su habitual cortesa escribe a LpezRuiz en trminos de gran consideracin, le hace notar, sin embargo,la indudable precedencia de Mutis, que hall la quina en 1772, enpresencia de D. Pedro Ugarte, cerca de Tena, y 1773, entre Honday Santa F, presentndola entonces al Virrey D. Manuel Guirior,en tanto Lpez Ruiz la reconoci en 1775, cerca de Santa F, yaade luego: Mis ocupaciones cientficas han estado la nica causaque me han detenido en primer trmino de gozar ms de sus bon-dades. Digo la nica porque le aseguro a Vd. que en los dos mesesque he vivido en casa del Dr. Mutis, aquel venerable sabio no meha hablado de Vd. que con la fineza y estimacin que merecen lascircunstancias de Vmd. (30).

    De esta manera se pusieron en contacto los expedicionarios, y nosponemos nosotros aqu, con la venerable y admirada figura del quefue llamado prncipe de los botnicos americanos, patriarca y pro-motor del movimiento cultural que conquist ms tarde para Colom-bia el ttulo de la Atenas de Amrica del Sur y cuya obra, en gran

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    parte indita, comienza a estar al alcance de nuestros ojos por labenemrita labor de los Institutos de Cultura Hispnica de Espaay de Colombia.

    Acerca de este perodo de convivencia son varios los testimoniosformulados por los dos sabios viajeros tanto del fecundo trabajo rea-lizado como de las innumerables atenciones durante l recibidas.Refirindose a l cerca de dos aos ms tarde en una carta a Cava-nilles, an vibran la admiracin y la gratitud del Barn con losms extremados trminos; Mutis, dice, les manifest todas sus ri-quezas en Botnica, Zoologa y Fsica, compar sus plantas con lassuyas y permiti, en fin, que tomsemos cuantas notas desebamostener sobre los gneros nuevos de la Flora de Santa F de Bogot,admira el que un hombre solo haya sido capaz de concebir y exe-cutar tan vasto plan (31). Como se ve, estas enseanzas y demos-traciones no podan ser ms valiosas ni desprendidas, al hacerse antequienes trabajaban ocasionalmente sobre la misma flora e iban adedicarse despus a las limtrofes, mas como habernos visto que elBarn seala espontneamente, no era slo en botnica donde delvasto saber del insigne maestro podan recogerse noticias y experien-cia, sino en zoologa, en meteorologa, en astronoma.

    Declaraciones semejantes se hacen en una carta a Clavijo, yacitada: Cmo pintar los momentos instructivos y deliciosos quehabernos pasado en la mansin del ilustre Mutis, que nos ha colmadode bondades, comunicado todo lo que contiene su inmensa biblioteca,sus manuscritos, sus herbarios... (32).

    No menos calurosas y amistosas pruebas de esta ntima relacincientfica se acusan en la correspondencia de Bonpland: He vistoaqu con el mayor gusto las plantas que nos dio Vd. en los ltimosdas de nuestra demora en Santa F, algunas eran determinadas conlos nombres escritos de la mano de Yd.: sas, principalmente, connombre y todo las he colocado en el pequeo herbario, adonde lasconservar pretiosamente, oxal que uviese ms! Oxal que pudiesseantes nuestra salida a para phyllipinas salir de las muchas dudasque tingo sobre la mayor parte de las plantas que vamos collectandotodos los das y sobre una infinidad de plantas que hacen parte dela inmortal flora de Bogot; algunas de estas ltimas que acompaanlas muchas especies de Laurus, Lobelia, etc., que nos ha regala-

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    do Vd. nos han intrigado mucho, y nos quedamos con unas dudasgrandssimas que slo Vd. puede levantar (33).

    Ms efusivos son an los trminos de otra, escrita en 27 de juniode 1802: Las bondades con las que habis querido honrarnos enparticular, tanto a Mr. Humboldt como a m, me hacen esperar querecibiris con satisfaccin el nuevo testimonio de mi reconocimientoy de mi gratitud. Desde nuestra separacin, seor, cuntas veceshabernos hablado de vos ya entre nosotros, ya con las personas queos conocen. Cuntas veces me agrad hacer el relato de los inmensostrabajos que preparis para la posteridad! Sobre todo, en el pasode Guindiu [Quindo], en la provincia de Pasto y en el suelo deQuito, donde a cada paso habernos hallado gneros y especies de lainmortal flora de Bogot, que habernos echado de menos las aclara-ciones de un amigo tan generoso como afectuoso; cuntas nostal-gias!, cuntos deseos de ver de nuevo esa rica biblioteca y su di-rector, que sabe aclarar todas las dudas! Siempre tendr presentemi estancia en Santa F, ser durante toda mi vida una fuente dealegra y de recuerdos!!. Siguen diversas consultas sobre determina-das plantas, y aade: Si yo no supiera, seor, vuestro gran amor porla botnica y vuestra gran amistad hacia nosotros, no me atreveraa hacer preguntas semejantes, pero os conozco demasiado para noesperar las respuestas (34).

    Adems de las plantas desecadas aludidas por Bonpland recibie-ron los expedicionarios otros obsequios, de los que es conocido elde cien de las magnficas lminas de la Flora de Bogot, papel paralos herbarios (pide a Pombo le enve repuesto por haber dado aHumboldt el que tena) (35), y acaso algn otro material cient-fico, en el que desde luego figuraba un teodolito (36).

    Los viajeros correspondern a estos obsequios remitiendo plantasde las recogidas en algunos puntos de su itinerario, varias de ellascomo habernos visto a efectos de consulta, e indirectamente con prs-tamos o ayudas de material cientfico a Caldas (37).

    Quedan otras huellas de estas relaciones cientficas en la obrade los viajeros; as, respecto a sus coloquios botnicos se dice sobreel gnero Marathrum, hallado por ellos: Mutis, a quien hemos hechover esta planta, la ha reconocido tambin como gnero nuevo y hatenido la bondad de hacerla dibujar por uno de sus pintores; asi-mismo, de Passiflora qlauca, dada como nueva, se dice: Mutis nos

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    ha mostrado un dibujo de esta planta, frecuentsima en Quindo,pero del que un solo pie se hallaba en La Mesa, a alguna distanciade Santa F; igualmente era notoria la precedencia o procedan deMutis otras novedades como el t de Bogot, cuyas propiedades habaestudiado con gran atencin, llamado Alstonia theaeformis por Lin-neo y Symplocos Alstonia por L'Heritier y por Willdenow, los ex-pedicionarios la usaron en el paso de las Cordilleras en lugar decaf, comprobando sus benficos efectos; al mismo gnero aadieronellos despus otras especies, entre las que figura Symplocos mucro-nata, de Nueva Granada (Hanc speciem dicen a celebrrimo Mu-tis accepimus); el laurel o canela de Nueva Granada, Drimys grana-tensis, estudiado tambin cuidadosamente por el sabio gaditana(sin. Wintera granatensis Murr.), confirmada especficamente por La-marck; la Brunellia acutangula (la debemos, escribe Bonpland, alclebre Mutis), el fraylejn de Nueva Granada, perteneciente algnero Ezpeletia, uno de los nuevos descritos por Mutis (E. gran-diflora) ; la Myristica otoba, cuyo nombre especfico se haba toma-do del vulgar (38), de la que se apunta que las tentativas hechasen Santa F para utilizar su fruto (como sucedneo de la nuez mos-cada) no haban dado resultado, en tanto lo haba conseguido Mutiscon el laurel de Bogot (productor de la canela, ya citado). Otro delos famosos hallazgos mutisianos, el huaco o guaco, Mikania guacoo bejuco del guaco (39), lo vieron por primera vez en la villa deTurbaco, cultivado en el jardn de don Ignacio Pombo, y aaden:Es al clebre Mutis al que debemos el conocimiento del Mikaniaguaco y las ventajas tan inapreciables como inesperadas que esta plan-ta ofrece a la medicina, aun cuando Widenov se apresurara a des-cribir esta planta por su cuenta, como hizo en otros casos semejantes;de igual o mayor notoriedad e importancia era la ipecacuana de estaregin, Psychotria emtica, dada a conocer por Mutis en 1765, cuyafigura declaran haber tomado de un bello dibujo de Mutis y deejemplares recolectados en las orillas del Magdalena (40).

    Entre las otras plantas de Nueva Granada citadas en PlantesEquinoxiales (una veintena) haba otras como el chupa-chupa, noslo provista de nombre vulgar, sino cultivada, descrita por los ex-pedicionarios como gnero Matisia (dedicado a Matis, uno de lospintores y colaboradores ms distinguidos de Mutis); el basedero,Ruellia gigantea, frecuentsimo en las selvas del Magdalena, y la

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    guadua, Bambusa guadua, slo podan ser, si lo eran, novedadesrelativas, aun cuando las formaciones de esta ltima en Quindo yciertos detalles anatmicos lo fueran.

    An de las halladas en Popayn y fuera de la zona incluida enla flora bogotense dice Bonpland en otra de sus cartas: Hay unaanaloga tan grande entre la vegetacin de Prar y esta de SantaF y de Quindu, que por cierto avremos en este viaje descriptomuchas plantas de Vd.; procurar de mandar de todas si es de suagrado y con esto se enriquecer mi pequeo herbario de plantasbien descriptas y bien determinadas (esto es, a travs de las con-sultas).

    Popayn y Quito. Las relaciones con Caldas. Jos Ignacio Pom-bo haba sealado en sus conversaciones al Barn su patria regional,Popayn, como el principio de la tierra prometida: Les recomiendoparticularmente a Popayn, donde encontrarn un pas virgen yacaso el ms rico en este Reino de producciones naturales raras yextraordinarias... (41), y en una carta posterior a sta dice, con donprof tico: Le he dicho [al Barn] q.e en este continente tiene sutesoro la naturaleza, y q." mientras ms penetre en l, hallar pro-digios y cosas ms singulares, que le compensarn abundantementede sus trabajos e incomodidades. Que de su mano debe salir el mejorcuadro de aqulla, pues al paso que lo ha dotado de una grandealma y cuerpo robustsimo, l no perdona fatiga ni gasto para ob-servarla)/ (42). No es este prrafo una anticipacin del destino deHumboldt y una previsin de sus cuadros de la naturaleza, a la parque un dibujo hecho en dos breves rasgos de su personalidad extra-ordinaria?

    1 Barn narra esta parte de su viaje, de Bogot a Popayn, enuna carta a Clavijo, con su elegancia habitual: Habernos atrave-sado la Cordillera de los Andes por el Pramo de Quindo, monteque ningn Botnico haba visto antes que nosotros y que ofrecalugares deliciosos entre los nevados Tolima y San Juan. Hemos fal-deado los Andes en el valle de Cauca, a la vista de las nieves deBaragan, Paez, Guanaca y Purac, la mayora ms elevados que Pi-chincha y Corazn. Por todas partes donde la pizarra miccea salea luz habernos admirado de nuevo el gran fenmeno del paralelismode las capas (43).

    La impresin que Popayn le produce est retratada en otra carta

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    a Mutis: La situacin de Popayn es deliciosa. Una campia ri-suea y variada, bella vegetacin, elisma templado, el trueno msmajestuoso que jams se ha odo, las producciones de los trpicosfrente a las cimas nevadas de los Andes y de bocas que vomitanhumo y aguas sulfurosas: esta mezcla de lo grande y de lo bello,estos contrastes tan variados, que la mano del Todopoderoso ha sa-bido colocar en la ms perfecta armona, llenan el alma de las msgrandes e interesantes imgenes (44).

    Encuentra a sus habitantes cultos, aun cuando menos de lo quese imaginan; ninguno ha querido acompaarle en sus excursiones,ni le ha preguntado el nombre de una planta, ni una piedra. Nin-guno ha examinado las maravillas que tiene alrededor de s... Estejuicio, donde el Barn se deja arrastrar de su primer golpe de vistay de su estilo juvenil y chispeante, es demasiado prematuro eneste caso.

    Pronto las anotaciones en su Diario lo rectifican: ha encontradoen la ciudad un joven extraordinario, y este joven es Caldas. Caldases una maravilla en astronoma: desde hace aos trabaja aqu enla oscuridad de una ciudad remota. El mismo ha arreglado sus ins-trumentos para las medidas y observaciones: ora traza meridianos,ora mide latitudes. Cunto podra realizar semejante hombre enun pas donde se le proporcionara ms apoyo! Ello da motivopara aadir una rectificacin general: Hay, pues, en esta Sur Am-rica un ansia cientfica completamente desconocida en Europa, y ha-br aqu grandes transformaciones en lo porvenir (45).

    Con ello aparece en la escena humboldtiana la gran figura deeste bispanocolombiano, a travs de cuya correspondencia tantos re-flejos del viaje del Barn se pueden captar en lo sucesivo, por cuyomotivo parece indispensable recoger aqu algunos de los rasgos quela completan. Protegido por Pombo, su paisano, y recomendado porl a Mutis, haba establecido poco tiempo antes relacin cientficacon el director de la Flora de Bogot, haciendo su propia presen-tacin ante el sabio gaditano con esta breve semblanza: un cate-drtico ilustrado y no escolstico de filosofa le llev hacia las ma-temticas y la fsica; aun cuando despus, por decisiones de familia,hubo de trasladarse a Quito para estudiar leyes, l puso toda sudevocin en las ciencias, cultivando especialmente la astronoma yla fsica; por su cuenta haba hecho trabajos con vistas a levantar

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    la carta de su pas y determinaciones altimtricas en La Mesa, To-caima, Gigante y Pital. Vuelto a Popayn, como con instrumentosmiserables la astronoma no poda llenar su tiempo, fue preciso bus-car una ciencia que no exigiese el aparato de aqulla; tal me parecila botnica, antes de que supiera lo que era la botnica; comenzsta siguiendo las obras de Gmez Ortega y de Palu, conoci luegolas Instituciones de Tournefort, ya anticuadas para quien habaaprendido el sistema de Linneo, acusa recibo en esta carta de la Filo-sofa botnica del sabio sueco que Mutis acababa de facilitarle, nohabiendo podido antes conseguirla (46). Esperaba con ilusin la lle-gada de los expedicionarios europeos para entablar relacin con ellosy aprender de ellos, pero un pleito le llamaba a Quito y tema nopoder verlos antes de su estancia en aquella ciudad. Esta carta enque acusa la recepcin de libros de botnica y tubos de barmetroenviados por Mutis para que pudiera continuar sus estudios es de 5 deagosto de 1801, que a travs de sus amigos comienza entonces atener noticia de l y a protegerle.

    Esto rectifica el error de Pennell, que habla, en su HistoricalSketch (47), de que Francisco Jos de Caldas, hasta entonces unseguidor de Mutis, fue afectado por la visita de Humboldt, comoun destacado efecto del viaje de ste; en efecto, la influencia delBarn sobre Caldas es innegable y ya le iremos viendo, pero Caldasno era por entonces ms que botnico incipiente y en nada, comono fuera en la admiracin hacia su fama, seguidor de Mutis. Sloms tarde empez a trabajar bajo su direccin y en relacin conla Expedicin de Nueva Granada, y nicamente en 1805 comienzaa colaborar personalmente con l, para llegar a convertirse en el msdestacado de sus discpulos.

    En Popayn continan los expedicionarios sus fecundos trabajos:Habernos hecho desde aqu grandes excursiones en la CordilleraReal para reconocer la naturaleza del volcn Purac, situado al E. dePopayn, escribe a Clavijo; prepara (sin duda sobre este tema)una tercera memoria, semejante a las dos enviadas, trabajo que slopodr terminar en Quito. Enva una coleccin de rocas, muy seme-jantes a las de Tenerife: veris con qu uniformidad la naturalezadestruye y produce en los climas ms alejados. Siempre la preocu-pacin humboldtiana por hallar la unidad en la variedad! Mi salud

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    es mejor de lo que eia en Europa, y por todas partes he halladoamigos y una recepcin por encima de mis esperanzas (48).

    De los trabajos botnicos hechos durante ese perodo nos da cuen-ta la carta ya citada de Bonpland a Mutis desde Popayn y los datosque podemos entresacar de las plantas publicadas; entre stas, en laruta de Santa F a Popayn, figuran en Ibagu Symplocos tomen-tosa y Vernonia rubricaulis; en la zona de Quindo, con la guaduaotra especie prxima, Bambusa latifolia; al pie de los Andes deQuindo, la Deisfontania splendens, especie nueva de un gnero deRuiz y Pavn; la Mutisia grandiflora, un Symplocos ms, y en lu-gares muy fros, el Quercus tolimensis. En Popayn la pasionariaPassiflora emarginata, otro Symplocos (S. Serrulata) y una especiecon la que formaron otro gnero nuevo, de colocacin dudosa, Rhap-tostylum.

    En carta a su hermano Guillermo repite Humboldt las noticiasde su viaje desde Santa Fe y aade la continuacin desde Popayna Quito. Nos detuvimos dice en Popayn todo noviembrede 1801 para visitar las montaas baslticas de Julusinto, las bocasdel volcn Puras, los granitos porfricos de Pinche. Quedaba loms arduo: atravesar por los Pramos de Pasto a Quito en la estacinde las lluvias, que ya haban comenzado, pasando por lo ms altode la cordillera y espantosos precipicios de Popayn a Almaguer,y de all a Pasto, donde pasaron la Navidad muy atendidos. Despusde dos meses de sufrir las lluvias, mojados da y noche y a puntode ahogarse en una inundacin que les alcanz en la villa de Ibarra,llegaron a Quito el 6 de enero de 1802. El Barn hall la ciudadhermosa, pero su cielo nebuloso y triste (49).

    En Quito, donde son recibidos como visitantes dilectos, se hos-pedan en la casa del marqus de Selva Alegre, donde hallaron ademsen su hijo don Carlos de Montfar un amigo inseparable y un com-paero en las muchas e importantes excursiones cientficas que hi-cieron tomando la capital como centro. A lo que sabemos, esta amis-tad, estrecha relacin con los Montfares, familia acaudalada y po-derosa, fue tambin resultado de las gestiones hechas en favor delos expedicionarios por el autntico procer don Jos Ignacio de Pom-bo, quien en una carta poco posterior a la llegada del Barn a Quitoescriba a Mutis dicindole supone que por aquella fecha habra lle-gado ste a aquella capital, donde sus amigos los Montfares tienen

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    dispuesto para el alojamiento y preparacin para atenderle, servirley obsequiarle en cuanto puedan (50). En otra carta posterior agra-dece a Mutis lo mucho que ha hecho por su protegido Caldas. El Ba-rn, a su vez, le habla de ste con sumo elogio, y admira los pro-gresos que ha hecho en fuerza de su ingenio, sin auxilios, medios,libros ni instrumentos en las partes ms sublimes de las cienciasnaturales y exactas. La compaa y trato de dicho Barn le ser,sin embargo, tilsima; a v. merced le ser principalmente deudorde sus adelantamientos en todo gnero, y espero que l sabr corres-

    v ponder a tan generosos beneficios y que el Reino saque muchasventajas de su viaje con el Barn. Por mi parte, he contribuido enlo que he podido para que lo lleve a efecto, recomendndole a dichoBarn y a mis amigos de Quito, Lima y Panam, y lo har tambina Mjico, Veracruz y La Habana, y le auxiliar en lo que ms pueda.Propnese despus pensionar a Caldas (en una vuelta por Europa,con su sobrino Miguel Pombo y un hijo, que ya ha enviado a Espaaa instruirse en matemticas, lenguas, etc.), y l har toda o la mayorparte del gasto (51).

    No sabe Pombo, cuando escribe esta carta, henchida por sus ilu-siones progresistas, su amor a la ciencia y su generosidad dispuestaal mecenazgo, el ingrato incidente, el nico de esta clase que cono-cemos en el curso de la Expedicin, desarrollado entre Humboldt yCaldas. Para Caldas era sueo dorado sumarse a los expedicionarios,su admiracin por el Barn, su inclinacin, ya en parte anterior asu conocimiento con ste, como vimos, hacia los mismos problemascientficos, hija de una formacin que, aun cuando de distintos ni-veles de altura y perfeccin, arrancaba de ciertas orientaciones bsi-cas semejantes, le atraan a moverse en su rbita, contando paraincorporarse a ella con la simpata y la estimacin de que el sabioalemn le haba dado muestras repetidas y con la proteccin, tandigna de pesar en su nimo, de Mutis y de Pombo.

    As las cosas, y hallndose todos en Quito, Mutis, que apoya estasaspiraciones y las cree acaso ms que hacederas, realizadas, remitea Caldas un cuantioso libramiento para los gastos que se ofrezcanen sus exploraciones, a l apa r que le recomienda encarecidamentea Humboldt.

    Pero he aqu que, por un cambio difcil de comprender, esteltimo niega a aquellos a quienes pareca tan obligado una concesin

    3

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    sobre la que sin duda albergaban esperanzas fundadas. Mutis escri-ba a Caldas: Se cumplirn los ardentsimos deseos de usted si miamadsimo el Sr. Barn de Humboldt nos franquea su consentimien-to. Visita ste al Barn en su hospedaje e incomprensiblemente stele responde: No me dice nada el Sr. Mutis, no me ha escrito sobreel viaje de usted. Caldas, desorientado pero no convencido, cuentahaber vuelto a entrevistarse con el ilustre viajero y que ste le con-fiesa: Mi amigo, yo le he mentido a usted; el seor Mutis mehabla a la larga del asunto, pero yo, que he resuelto viajar solo,no quera dar a usted esta pesadumbre (52).

    Caldas, naturaleza vehemente y apasionada, que ve derrumbarseel edificio de sus sueos, reacciona en trminos de tal dureza ensu carta, que por respeto a los dos personajes ilustres (el alemny el colombiano) apenas podemos recoger esta reaccin en algunamedida, y en sta slo por cuanto pudiera contribuir a pintar sustemperamentos distintos. Jams pens que un hombre que me ha-ba apreciado tanto, que recoga mis pequeos trabajos con ardor;que los pona al lado de los suyos; que me haba hecho un elogioen sus diarios superior a mis mritos; que ms de una vez habadicho era lstima no se me protegiera y se me armase de instru-mentos ; que haba escrito a Popayn para que se me costease unviaje a Europa, sin saberlo yo mismo; que me inspiraba ideas gi-gantescas y gloriosas de trabajos futuros; jams, digo, cre que menegase su lado y que no me permitiese acompaarlo al Per y aMjico... Estima ser sus diferencias de carcter con el Barn lacausa de la negativa y haberlo declarado as Humboldt a un amigo.Una conducta severa y tranquila no es del gusto del Barn. Perol no puede cambiar su modo de ser (53).

    De su desmoronamiento espiritual le salva la ayuda de Mutis;no se sumar a la Expedicin humboldtiana, pero trabajar por cuen-ta y bajo la direccin de la de Nueva Granada; todo su entusiasmoy sus alabanzas apasionadsimas se vuelven hacia su sabio protector,y es entonces, y no antes, contra lo credo por Pennell, cuando seconvierte en seguidor de Mutis quien pudo haberlo sido ferventsimode Humboldt.

    No habernos de enjuiciar por nuestra parte la conducta del cos-mlogo insigne, menos an sin conocer sus descargos, aun cuandos reconocemos derecho a la extraeza de la parte contraria; dueo

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    era el Barn de viajar solo o de buscar la compaa ms de su agrado,pudieron las nuevas deudas de amistad y gratitud cancelar las an-tiguas, prefiriendo poner en el lugar de Caldas al joven Montfar,si bien no se ve la incompatibilidad de la agregacin de un com-paero ms que viajara con recursos independientes. Pudo acasoalbergar recelos cientficos semejantes a los de los acadmicos fran-ceses de la Expedicin de La Condamine frente a los comisionadosespaoles, pero es lo cierto que su conducta aqu parece hosca ypoco caritativa, sin correspondencia con la espontnea generosidadajena.

    Resalta por ello ms la benevolencia con que Mutis, en una cartadonde lamenta el silencio de Humboldt, atribuyndolo a esta des-agradable incidencia, da explicaciones sobre aquello por lo que entodo caso pudiera sentirse agraviado: Qu es esto, mi amadsimoBarn? Qu! Una propuesta hecha con la mayor sinceridad yfranqueza ser capaz de alterar nuestra constante amistad? Tendrayo la culpa de que Caldas se uviese aficionado con entusiasmo alilustre Barn asta pensar en seguirlo por las dos Amricas? Pudeyo proceder con mayor franqueza que la que indican las expresionesde mi carta, y remitir apertorias para que Vd. las leyese la respuestay la libranza a Caldas? (54). Y no sera mi verdadera intencinagregarle un alumno que cre sera de su agrado? Ronpa Vd., pues,su silencio, y como si tal cosa no uviese pasado, contine Vd. co-rrespondiendo a su amado amigo.

    Tambin se doler Pombo al conocer la noticia, por l no espe-rada : No puedo ver con indiferencia la negativa del Barn de Hum-boldt a que le acompae el paisano Caldas en su viaje a Mjico.Mucho celebrara que mudase aquel modo de pensar, aunque nolo espero. Es seguramente digno de aprecio dicho Caldas, y nadale sera ms til que viajar por Europa (55).

    Aun cuando para Caldas esta herida resultara de cicatrizacindifcil, exteriormente sus relaciones no parecen haberse perturbadocon el Barn, y ste le invita a tomar parte en algunas, al menos,de las numerosas excursiones que en este perodo realiza, tomandoa Quito por centro. El seor Barn de Humboldt parti de aquel 8 del corriente con Mr. Bonpland... Yo he mantenido hasta elmomento de nuestra despedida una buena armona con este via-jero (56).

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    Despus toma parte con los expedicionarios en una segunda as-censin al Pichincha; admiran su boca de cerca de 2.000 varas dedimetro, a 500 600 varas de hondo sube una llama azul conmucho humo, de rato en rato tiemblan las rocas. 1 Barn, en unode los pasos difciles escribe a Mutis , estuvo a punto de perecer,salvndole un indio que le preceda. Mr. Bonpland call en de-liquio tres veces, y me acord que ste me haba dicho que no seme llevaba a Lima y Mjico por dbil. Tuve la satisfaccin de queviese el Barn que no era dama, y saba escalar las montaas msterribles... (57).

    Desde entonces Caldas trabaja por separado, con arreglo al planque remite a Mutis; la botnica ser lo primero; las observacionesbaromtricas e hipsomtricas, lo segundo; las baromtricas estarndestinadas para el depsito de la expedicin [de Nueva Granada],como usted me indica. Dedicar, dice en una carta posterior, unlibro a anotar descripciones botnicas, otro para la relacin del viaje,un tercero para observaciones meteorolgicas y nuestras observacio-nes favoritas sobre el termmetro y el barmetro, el cuarto serpara observaciones astronmicas, para descripciones de animales elquinto, se reservar el sexto para los materiales geogrficos de sucarta (58).

    Un relato a la vez sucinto, excelente y poco conocido de las an-danzas y trabajos del Barn durante este perodo, es el contenido ensu carta a Clavijo, fecha en 12 de junio de 1802, donde narra elresultado de las excursiones hechas durante cinco meses en el gigan-tesco coliseo volcnico de la comarca qutense. Las produccionesvolcnicas del Antisana, Cayambur, Cotopax, Pichincha... no hanadornado an ningn gabinete de Europa, y os doy en ello la prefe-rencia. He levantado el plano topogrfico de la mayora de estoscolosos, lo he mejorado baromtricamente y geomtricamente, y exa-minado las rocas que lo componen. Realiza as uno de sus viejosanhelos viajeros, seguir las huellas de La Condamine y superarla.En el Antisana habernos llegado alturas adonde ningn hombre ha-ba subido. Bonpland y Mr. Montufar (hijo del marqus de SelvaAlegre, joven lleno de celo y de inteligencia que he agregado a miExpedicin, y yo y habernos llegado a 2.773 toesas de altura, per-diendo sangre por labios y odos, por falta de contrapeso atmos-frico. Bouguer y La Condamine no han llevado sus instrumentos

  • EL VIAJE A AMRICA DE ALEXANDER VON HUMBOLDT 37

    a ms de 2.470 toesas. Otras dos excursiones muy peligrosas sehan hecho, aade, al borde del Pichincha despus de La Condamine.Es el espectculo ms melanclico, solemne y espantoso que sepuede imaginar (59), escribe, completando la impresin que deCaldas habernos recibido antes.

    Quince o veinte das fueron dedicados a la excursin a cadavolcn, comunica a su hermano, descansando en Quito en los in-termedios. 1 9 de junio salieron para recorrer el sur de la pro-vincia, examinar y medir el Chimborazo y el Tunguragua y levantarel plano del distrito de la catstrofe (60). Ne haba trabajadoya en estas zonas durante la Expedicin de Malaspina, hallando,segn notific en carta a Mutis, en el Tunguragua ms de 200 plan-tas entre las piedras y rendijas de las peas arrojadas en 1774,llegando all desde Guayaquil por el camino de Quito; el Chim-borazo deca nada me ha dado por causa de estar cubierto denieve... y slo he recogido algunas plantas en lo que llaman el Are-nal ; ya apuntamos que alguna de stas haba sido descrita porCavanilles (61).

    No descansaba, en tanto, Bonpland, en una labor similar a sta,y Caldas reconoce que hizo su centro de Quito y lo tiene agotado,saliendo muy poco de sus cercanas; l, por su cuenta, dice habertrabajado quince das en las faldas del Pichincha y Panecillo (62).

    En cuanto a la visita al distrito de la catstrofe, se refiere ala zona ms afectada por el terrible terremoto de 1797, del que diceCavanilles: Deformse la faz del terreno, sobre todo el Cotopax,Macas y Tunguragua; en Riobaimba no qued piedra sobre piedra, y,segn datos oficiales que detalla, resultaron muertas unas 12.500personas (63) (el Barn parece haber elevado, equivocadamente, des-pus esta cifra a 30.000 40.000).

    En Riobamba, donde era corregidor el hermano de Montfar, losexpedicionarios se detuvieron unas semanas; en este lugar es dondeescribe Bonpland a Mutis, como antes dijimos, la larga carta dondedetalla sus trabajos botnicos; que no repetimos aqu textualmentepor transcribirla ntegra entre las notas; slo subrayaremos como sustrazos esenciales la gran riqueza en plantas endmicas recogidas enel Antisana, Pichincha, Cotopax y otros lugares, con muchas Crip-tgamas, Singenesias, Gramneas, Stehelnias, Gencianas, Alstroemerias,Budlegas, Lobelias, etc. Acusa tambin ya la presencia y encuentro

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    de gneros de los incluidos en la flora del Per: Columeia, unaespecie nueva en el Tunguragua, ms de 30 de Molina, cinco de Huer-tea, Pourretia, Calyplectus y una especie del gnero Citrosma (que,segn l, corresponde a Leonia, de la Flora Bogotense, de Mutis).

    Entre las primicias dadas en Plantes Equinoxiales figuran, tresespecies de Chsetanthera (gnero de compuestas labiatifloras descu-bierto por Ruiz y Pavn), de las regiones fras del Antisana, Pichin-cha y Cotopax; un gnero nuevo, Culcitium, de compuestas del Pi-chincha hallado entre 4.000 y 4.600 ni. de altura; una malvcea,Sida pichinchensis, con motivo de la cual comenta Bonpland: Am-rica Sur encierra muchas especies alpinas de Sida, de las que Ca-vanilles ha dado tres; un Astragalus (A. geminiflorus), tambin delas zonas fras, abundante en el Antisana, y de los lugares clidos deQuito, la hierba de Santa Mara, Andromachia igniaria, gneronuevo, que califican de excelente estptico, usado por los espaoles,pero no conocido por los naturalistas, Pallasia dentata y Styrax to-mentosum.

    Humboldt resume su entusiasmo en la carta a Clavijo con estafrase: J'ai vu ce qu'il y a de plus curieux au monde: le Quito....

    De Quito al Per y del Per a Mjico. Para el viaje a Riobambaa que ya nos habernos referido partieron los viajeros de Quito a me-diados de junio de 1802, despus de su permanencia all siguieronpor el famoso pramo de Assuay a Cuenca, donde permanecierondiez das; en Assuay hallaron un notable gnero de cruciferas, En-dema, con dos especies simptricas en los lugares ms fros y unanueva de Lycium a 4.000 m. de altura; las selvas umbrosas prximasa Cuenca, una nueva orqudea, Epidendrum grandiflorum.

    De Cuenca siguieron a Loja, penetrando con ello en la deseadaregin de las quinas, de las que dan como nuevas tres especies,Cinchona ovalifolia o cascarilla peluda, hallada cerca de Cuencaan, y dos especies halladas en la continuacin de su viaje a Jande Bracamoros; cerca de esta ltima localidad hall aiton, adems, lasupuesta especie oficinal (C. officinale), cerca de Loja misma, a laque proponen cambiar este nombre por el de C. condaminea, y aa-den: Debemos a Olmedo, naturalista distinguido y empleado enLoja para el cultivo y recoleccin de la quina, detalles interesantessobre estos vegetales (64).

    Otros hallazgos de Loja eran un mirto nuevo, del prximo p-

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    ramo de Saraguru (M. microphylla), as como del mismo pramoBrunellia ovalifolia; en las selvas hallaron Symplocos cernua.

    Atravesaron a continuacin la provincia de Jan, en cuya explo-racin y la de las orillas del Amazonas invirtieron un mes, consi-derando Humboldt sta una de sus ms fecundas campaas bot-nicas ; de ella procedan Buguinvillaea peruviana, vulgo papelillo;Geoffroya superba, magnfica leguminosa arbrea de las orillas delAmazonas, y Symplocos cernua. Sobre esta parte de su viaje aparecennoticias en Pombo, recibidas del Barn y comunicadas por l a Mutis:Se ha detenido bastante tiempo en la Cordillera, pasando muchasincomodidades; desde las Montaas de Loja y Bracamoros se internen el Maran; situ astronmicamente los puntos de Torrependay Quebrada de Chuchunga, en que empieza el mapa de La Conda-mine, que ha hallado defectuosos, y son los que sirven para orientarel curso de dicho ro; se1 intern y naveg por l hasta Pongo deManterna, cuya longitud logr situar tambin; le dice que ha hechoall una coleccin riqusima de plantas no vistas por ningn bot-nico (65).

    El resto del viaje, primero a Caxamarca, despus a Trujillo, des-de Trujillo a Lima, donde llegaron el 23 de octubre de 1802 (66),segn refiere en carta a su hermano Guillermo, tiene para nosotrosmenos inters, dado nuestro fin principal de sealar especialmentesus relaciones con los naturalistas, y en general con sus correspon-dientes espaoles. Dejamos, pues, a un lado sus observaciones sobreel clima del Per, el descubrimiento de la corriente marina que llevasu nombre y sus estudios sobre el guano.

    Caldas se refiere a esta parte de su trayectoria en dos cartas aMutis; en la primera, escrita desde Otvalo, donde a la sazn estu-diaba el Mojanda, acusa recibo de una de Humboldt: El SeorBarn de Humboldt me escribe de Trujillo una carta largusima,llena de expresiones de cario y de noticias de su viaje... (67), dela que es de lamentar no conozcamos el detalle; en la otra, escritaen Quito en 20 de febrero de 1803, aade: las noticias frecuente-mente recibidas de Humboldt nos ensean que la fama del Pery de su capital ha sido exagerada por los viajeros que le han pre-cedido, y que no merece la visita de un filsofo (68); suponemosque si Caldas refleja bien en este juicio el pensamiento ajeno, de-bieron influir en l una cierta escasez de novedades, halladas en

  • *0 ANALES DEL INSTITUTO BOTNICO A. J. CAVANILLES

    tierra ya relativamente muy estudiada. No faltan, sin embargo, ciertonmero de plantas peruanas en la lista de las encontradas por estaExpedicin, entre las que recordaremos Befaria coarctata, de los fr-gidsimos pramos de Yaguanga, y Bocconia integrifolia, una papa-vercea de lugares altos y fros igualmente; Embothrium, grandiflo-rum y Ruellia formosa, arbusto muy bello, hallado a ms de 3.000metros de altura.

    La cortesa de Pombo le haba seguido por todas partes y mu-cho antes haba escrito a sus amigos de Lima: en Lima esperan alBarn con impaciencia, comunicaba a Mutis, el doctor Unane, Mo-reno y otros patricios de los que all hay (69); sea por estos motivos,sea por la mucha fama que el sabio alemn iba allegando, sea porambas cosas, su recepcin en la capital del Per, bien habituada yaa las visitas de comisiones cientficas, fue muy calurosa.

    En tanto Humboldt, a lo largo de su viaje y en vista de los re-sultados obtenidos en el mismo, haba seguido madurando sus pro-yectos y orientndolos sucesivamente en un mismo sentido, muydiferente de su idea primitiva y cada vez ms acusado. Su decisinfundamental se encuentra ya en la carta a Ca vi jo a que reiterada-mente venimos aludiendo, y es una de las muestras ms manifiestasde su consideracin y confianza hacia el director del Real Gabinetede Madrid: El nmero de nuestros manuscritos, planos, dibujos,colecciones, ha aumentado de tal modo que el miedo de exponerlosen un viaje a las Filipinas y al Cabo, como la consideracin de quenuestros instrumentos comienzan a desarreglarse, nos ha hecho tomarla resolucin de no volver por Asia, sino por Lima, Acapulco, M-jico y La Habana. Estamos tanto ms resueltos, cuanto que hemosfaltado al capitn Baudin, y con la nao atravesaramos el Ocanosin ver nada. Espero abrazaros en 1803, porque estoy tan espao-lizado que quiero absolutamente ver otra vez Espaa (70). Estadecisin fundamental estaba, por consiguiente, tomada en Quito antes .de la partida para Riobamba, el viaje ocasional en busca de Baudinhaba tomado por s mismo un valor definitivo, se haba cumplidola profeca de Pombo y las realidades de la Amrica espaola ha-ban sustituido definitivamente a los ensueos de incorporarse a lademanda del capitn francs.

    En carta posterior a su hermano Guillermo de Humboldt con-taba con llegar a Acapulco en diciembre de 1802, seguir a Mjico,

  • EL VIAJE A AMRICA DE ALEXANDER VON HUMBOLDT *1

    alcanzar La Habana en mayo del ao siguiente, y sin ms detencinembarcar para Espaa; en la de Pombo se recogen estos mismosproyectos, pero los trabajos efectivos los retardan en el tiempo, yano pensaba alcanzar Europa hasta noviembre de 1803 (71).

    El Barn, Bonpland y Montfar partieron de Lima el 25 de di-ciembre de 1802 (72), despus de una estancia de dos meses, condestino a Guayaquil, escala y base para nuevas observaciones. Nueva-mente en Caldas hallamos informes de esta etapa: el Barn se hallaal presente en Guayaquil, prximo a embarcarse para Acapulco;dice que el suelo es fecundo en producciones naturales, que casihan agotado Tafalla y Manzanilla, continuadores de la Flora delPer (73). Estas noticias y mis nuevas reflexiones sobre los pasespor donde debo transitar me han hecho variar considerablemente elplan de viaje que voy a proponer a V. m. y que espero se aprobar.

    Tienen el mrito estas noticias de poner de-relieve el de la Ex-pedicin de Ruiz y Pavn y sus brillantes continuadores, a quienessu modestia y nuestra desatencin han dejado en una sombra dedonde no les habernos rescatado an suficientemente (74).

    Como nuestro boceto de las relaciones entre Humboldt y los tra-bajos de los naturalistas espaoles no tiene la pretensin de estudiarla labor admirable de aquel sabio, sino el fondo cientfico sobre'elque se mova, que se completar en su originalidad con sus propiasfrases despus, bueno es que el lector se pueda dar cuenta por smismo de lo que entonces se saba, se trabajaba y se indagaba enla Amrica espaola, o por los espaoles en torno a ella.

    Las impresiones recogidas con esta ocasin a travs de Caldastienen tanto mayor inters cuanto que desde el principio los bot-nicos de la escuela de Bogot, con la extremada, aunque laudable,admiracin que han puesto en la obra de su maestro, han miradocon ojos celosos la obra de los expedicionarios al Per y Chile; ni el

    , mismo Mutis, a pesar de su generosidad extraordinaria, al fin hom-bre y no semidis, ha sabido escapar a algunos de estos reflejospasionales, enconados con la famosa discusin sobre las quinas, pordebajo de la cual no dejaba de tensar alguna subconsciente tirantez,que afectaba a la primaca y superioridad sobre estos valiosos recur-sos mdicos y econmicos de los Virreinatos de Lima y Santa F.Pombo, tan abierto, patriota y ecunime, no pudo hurtarse a estatintura de localismo.

  • 42 ANALES DEL INSTITUTO BOTNICO A. J. CAVANILLES

    Tiene, por consiguiente, alto valor lo que sobre este tema y lostrabajos acerca de la botnica americana puede verse entre las lneasde hombre tan inteligente pero tan apasionado, al menos duranteeste perodo de su vida, como Caldas era; llegan estos continuadoresde Ruiz y Pavn a obsesionarse de tal modo que, hallndose en Quitoconvaleciente de las fiebres paldicas contradas en sus laboriosascampaas, parte para Malbucho en busca de las quinas de sus bos-ques porque los botnicos continuadores de la Flora del Per ca-minan de Guayaquil para sta en solicitud de las mismas quinas,e incluso piensa debiera prohibrseles por el Gobierno trabajar enaquellos lugares por haber en ellos un agregado (el propio Caldas)de la Flora de Bogot (75), propuesta algo difcil de comprender enun espritu liberal y abierto a la investigacin cientfica, pero alreunirse con ellos ms adelante en la localidad citada reconoce, no-ble pero desoladamente, los trat y pidi me manifestasen los to-mos que tuviesen de la Flora del Per. Satisficieron mis deseos, y yoqued verdaderamente afligido al ver que haba perdido los dos ter-cios de mi trabajo por carecer de esta obra absolutamente necesariapara un botnico en Amrica (76).

    Ciertamente es extrao que Mutis, que sucesivamente le habaido remitiendo instrumentos y libros, no le hubiera dotado de stos;es posible, sin embargo, que ello fuera debido a mirar como prin-cipal labor de Caldas, por entonces, la correspondiente a los traba-jos de campo y recoleccin de plantas, destinados a completarse des-pus en el centro competente donde se elaboraba la Flora de SantaF. Caldas sigue rivalizando con estos viajeros, de los que tan prontoreconoce que llenos de urbanidad le visitaron, como les llama nadamenos que nuestros enemigos en las excursiones a Ibarra e Intac,en demanda de nuevas especies de quinas (77). Mas baste con loapuntado para nuestras necesidades de esbozar un cuadro de las ex-ploraciones y estudios que contemporneamente a la Expedicin Hum-boldt se realizaban y tornemos a ste.

    Volviendo al Barn y a sus compaeros, diremos que se detu-vieron un mes en Guayaquil, donde tuvieron la satisfaccin de her-borizar en compaa de los Seores Tafalla y Manzanilla, que trabajancon tesn y acierto, escribe el primero a Cavanilles (78). En unprrafo de Bonpland, inserto en Plant. Equinox. ms tarde, tratandode las quinas, se dice que Don Juan Tafalla, botnico distinguido

  • EL VIAJE A AMRICA DE ALEXANDER VON HUMBOLDT 43

    y alumno de Ruiz y Pavn, les remite plantas todos los aos, entrelas que ya hay varias especies nuevas de Cinchona; cuando le vimosen Guayaquil hace dos aos se dispona a examinar las de Cuencay Loja, sera de desear prolongar su excursin por toda la cordi-llera hasta Santa F; aun cuando este deseo de Bonpland no secumpli, los materiales allegados por Tafalla y Manzanilla fueronparte importante para la elaboracin de la Nueva Quinloga, dePavn, editada y aadida ms tarde por Howard.

    Fruto de los trabajos en Guayaquil fue el gnero Machaonia, ru-bicea anloga a las quinas, pero, sobre todo, la estancia en esta lo-calidad es particularmente importante porque a efla va unida, comoveremos luego, la redaccin en su forma primitiva de una de lasgrandes concepciones humboldtianas, su Geografa de las Plantas.

    De Guayaquil partieron para Acapulco, adonde arribaron en 22de marzo, despus de haber padecido una tempestad horrible en elGolfo de Nicoya (79).

    En Mjico vena trabajando desde 1788 (sin contar la actividadaislada de otros cientficos, como lzate) la Expedicin dirigida porSess; por otra parte, en el curso de la de Malaspina en 1791 sehaban realizado varias herborizaciones en tierra mejicana, y espe-cialmente Pineda y Ne se internaron en una larga campaa quedur desde mediados de mayo, por Tixtla, Real del Monte, cerrosde Tecozotla, Quertaro, Guanajuato y otras localidades, hasta re-tornar a Acapulco y embarcar de nuevo a fines de diciembre delmismo ao.

    En cuanto a las exploraciones y trabajos verificados por Sess,Castillo (prematuramente muerto, por las fatigas de uno de sus via-jes) y Longinos, con algunos colaboradores ms, primero, reforzadosluego por la valiosa incorporacin de Mocio, y en todo tiempopor la desarrollada principalmente dentro de la ciudad de Mjicopor Vicente Cervantes, alternando la labor en su ctedra de bot-nica con la investigacin de la flora del pas, eran tan numerososcomo dilatados. Ellos surtan prvidamente, como ya habernos dicho,el Jardn de Madrid, al que representaban y en el que Cervantesy Castillo se haban formado, y de ellos proceda, como ya se indic,parte importante de las novedades que, completando su obra, dierona conocer en la capital de Espaa, Cavanilles y Ortega.

    Slo las tres primeras campaas de esta Expedicin, las nicas

  • 44 ANALES DEL INSTITUTO BOTNICO A. J. CAVANILLES

    que habernos podido estudiar con suficiente detenimiento hasta aho-ra (80), arrojan estos resultados: la primera, de 1788, correspon-diente al circuito de Mjico, 583 especies, de ellas 66 nuevas; sloen la lista de las usadas por Cervantes en el mismo ao para sucurso de botnica y no hay duda que ello implicaba ya una pu-blicacin efectiva haba ya una cincuentena de novedades. La se-gunda campaa, Mjico-Acapulco, alistaba 372 especies, con 106 nue-vas ; la tercera, por Quertaro, Cuanajuato, Jorullo, Apatzingan,Patzcuaro, etc., 172 especies, de ellas 53 nuevas. Sin contar las delos gneros nuevos, an innominados por entonces, en total ms deun millar de especies y ms de dos centenares de ellas nuevas.

    A pesar de todo, la riqueza de la flora mejicana ofreca extra-ordinarios recursos, y durante sus herborizaciones Humboldt y Bon-pland encontraron muchas novedades importantes. No figura entreellas, aunque se les atribuya, el rbol de las manitas, ya conocidopor Hernndez y al que ellos dieron el nombre de Cheirostemon pla-tanoides, del que slo se conoca un ejemplar en Toluca, estudiadopor Sess en 1787 y descrito despus por Cervantes con el nombrede Cheiranthodendron (ellos justificaban el cambio de nombre slopor encontrar el suyo ms expresivo); Bonpland reconoci aguda-mente que deba formar un orden (esto es, dado el valor sistemticoque hoy tienen los rdenes de Jussien, una familia) distinto, peroprximo, al de las malvceas (es, en efecto, una esterculicea). Guar-diola es, como ellos mismos reconocen y conservan, un gnero nuevode Cervantes, dedicado por ste a uno de sus alumnos ms distin-guidos, el marqus de Guardiola.

    En cambio, de Acapulco aparecen en Plant. Equinox. la ono-grcea Combretum mexicanum; una simarubcea, Gomphia mexi-cana y la nictagincea Salpianthus arenarius. En Chilpancingo co-nocen el cacalaco, una Caesalpinia, a la que conservan como espec-fico su nombre vulgar (con motivo de su descripcin dicen haber - _hallado durante su expedicin de seis a ocho especies de este gnero).De Actopan proceden tres gneros que consideran nuevos: Leucophy-llum, Menodora y Vauquelinia.

    Muy interesante es el gran nmero de especies de Quercus des-critas, indudablemente por Bonpland, a las que han deparado espe-cial atencin a lo largo del viaje, seguramente influidos por el prin-cipio de los contrastes que tanto pesa en el nimo de Humfioldt

  • EL VIAJE A AMRICA DE ALEXANDER VON HUMBOLDT *

    v que tan fecundos resultados le han permitido alcanzar en el es-tudio de los climas, fijando especialmente la atencin de los expe-dicionarios en las plantas alpinas acantonadas en las cimas de lascordilleras tropicales o en las producciones semejantes a las de lospases templados y fros que se escalonan sobre los altos niveles delas tieriras calientes. Ne, sin embargo, les haba precedido en Mjicoen este estudio, con resultados importantes, catalogando hasta 15 espe-cies nuevas y citando las asociaciones de algunas de ellas en 1801 (81),y Michaux, en veinte aos de trabajo en Amrica del Norte, habasealado otras tantas especies, de las que consideraba nueve desco-nocidas hasta entonces. Bonpland y Humboldt citan en la obra co-mentada 21 especies miradas como novedades, que unidas a las ha-lladas en el resto de su viaje hacen un total de 25; de una de ellas,Q. xalapensis, cuyo nombre especfico corresponde a la localidaddonde fue hallada, dice Bonpland que varias de sus semillas germi-naron desde Veracruz a La Habana, y las dej a Don Joseph Nicolsde Peralta, hijo, cuyo celo por la botnica le haba hecho plantarun jardn donde cultivaba plantas de diversos pases.

    Consta de la estancia de Humboldt en la capital mejicana suconocimiento con Vicente Cervantes, del que escribe: tiene muchainstruccin y mrito, que es justo se reconozca en Europa (82).

    Aun al final de su viaje, Veracruz les proporcion un gneronuevo, Podopterus. Pero el plan primitivo al llegar a este trminohaba sufrido un nuevo retoque, los clidos deseos del Barn devolver por Espaa se frustraron, as como ms adelante no se rea-lizara tampoco su anhelo de dar una segunda vuelta al mundo.La invitacin de Jefferson desvi su rumbo hacia los Estados Unidos,y con l, al parecer, el sentido de la ltima parte de su brillante viaje-

    La .Geografa de las plantas y las .Plantes Equinoxiales. Comoya anticipamos, no es, ni poda ser, el objeto de este ensayo un exa-men de la proteica obra de Humboldt y de la interna colaboracinde Bonpland en ella; mucho menos an tiene la pretensin d abar-car las aportaciones y las consecuencias que con motivo de ella, comoresultado de los materiales adquiridos y de las ideas desenvueltas,hayan llegado a elaborar otros cientficos. Pero quedaran excesiva-mente incompletas nuestras elementales anotaciones si no les aa-diramos algunos comentarios acerca de dos de las producciones msimportantes y ms inmediatamente debidas al trabajo directo y ex-

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    elusivo de los Expedicionarios, a la par que las ms interesantespara un bilogo. Nos referimos a la Geografa de las plantas y a lasPlantes Equinoxiales, ya reiteradamente citadas en la exposicin pre-cedente. No slo el inters objetivo, sino sus manifiestas conexioneshistricas, hacen que alguna noticia de ellas encaje no slo conve-niente, sino necesariamente dentro de nuestro tema.

    Por otra parte, estas dos obras destacan sobre las restantes conel carcter de dos piezas fundamentales; la primera marca la esen-cia de su concepcin geogrfica, mejor dicho, desemboca en el caucey lo ahonda de lo que ha de ser por necesidad toda consideracingeogrfica; la segunda no slo es un anticipo de la labor sistemticade la Expedicin, sino algo que se ha querido voluntariamente, seancuales fueran los motivos para esta seleccin, destacar en ella; nocaprichosamente hemos hablado antes de primicias al referirnosa su contenido, estos dos volmenes no son simplemente los primerosde la serie que Kunth dar a conocer despus, elaborados con losmateriales de toda clase aportados por los expedicionarios; la pruebade ello la tenemos en la expresa declaracin de Bonpland en susanotaciones sobre Barnadesia Spinosa, especie de la que incluso senos dice que no es nueva, pero han descrito otra en su Genera etspecies plantarum (83), es decir, en la obra que corresponda sinduda, al menos intencionalmente, a la despus publicada por Kunth,por desistimiento de Bonpland o por otras causas.

    Respecto a la primera de ellas, la Geografa de las plantas, lahabernos mencionado voluntariamente con aquel ttulo y no con elgeneralmente conocido de Essai sur la gographie des plantes, porser el que corresponde a la traduccin castellana merced a la cualse ha conservado su redaccin primitiva. Tuvo lugar su publicacin,al parecer poco conocida, en el Semanario del Nuebo Reyno de Gra-nada, impreso en Santa F con fecha de 23 de abril de 1809 (84),y es nada menos que la forma inicial de la obra humboldtiana de^mayor inters botnico, cuyo largo ttulo, suficientemente expresivode por s, es el siguiente: Geografa de las Plantas, o quadro fsicode los Andes Equinociales, y de los pases vecinos, levantado sobrelas observaciones y medidas hechas sobre los mismos lugares des-de 1799 hasta 1803, y dedicado con los sentim.tOE del ms profundoreconocim.10 al ilustre Patriarca de los botnicos JD.n Jos CelestinoMutis./Por Federico Alejandro Barn de Humboldt.

  • EL VIAJE A AMRICA DE ALEXANDER VON HUMBOLDT 4 ?

    Este tratado o memoria primordial aparece dividido en dos par-tes, la primera fechada en Guayaquil y Enero de 1803; la segunda,en la misma localidad y en febrero del ao citado.

    Referencias a esta produccin aparecen en la correspondencia deCaldas, que en carta fechada en Quito y 21 de noviembre de 1803comunica a Mutis cmo Humboldt, que haba partido dos mesesantes de Guayaquil, remiti al marqus de Selva Alegre un cande lata, que contena una memoria sobre la geografa de las plantas.Este, no s por qu motivo, la retuvo en su poder mucho tiempo,y no me la entreg para su remisin por mi mano, segn la voluntaddel mismo Barn. Yo la he detenido quince das para tomar copia,y la remito ahora, acompaada de una friolera ma, casi en el mismognero, que espero la reciba vuesamerced con bondad (85).

    Es indudable la influencia de esta memoria sobre Caldas, quetrabajaba, como habernos dicho, sobre bases y con orientaciones nodesemejantes, aun cuando con el retraso consiguiente a su posterioriniciacin cientfica (prescindiendo de otras comparaciones que niaventuramos ni son nuestro objetivo); este magisterio indirecto, quel ni niega ni disimula, no supone ni mucho menos una aceptacinincondicionada de las afirmaciones del Barn, de las que disiente ydiscrepa en muchas de sus observaciones: Debo anunciar a v. m. quenada hay ms voluntario que los trminos que estableci el seorBarn de Humboldt a la vegetacin del precioso gnero Cinchonaen su Geografa de las plantas. Asegura haber hallado, por su parte,lmites muy diferentes en la distribucin de las quinas. Paralela-mente a los estudios del Barn, aunque sus directrices puedan enparte estar inspiradas por l o en parte por ideas anteriores de Mutis,habla de sus estudios sobre las variaciones baromtricas: es, pues,necesario atender a la elevacin y tambin a la latitud del lugar,para valuar la cantidad de las variaciones atmosfricas, e inclusoapunta el posible hallazgo de una ley sobre estos fenmenos (86).Segn la misma carta, dice estar herborizando en tierras slo visi-tadas por La Condamine, porque Humboldt no sali de Cuenca nivio Taday, Paute, Gaulaceo, ni el Pan, en cuyos bosques ha reco-lectado tres especies de Cinchona.

    La memoria del Barn permaneci indita hasta que despus dela muerte de Mutis y de la publicacin por Humboldt de su definitivoEssai sur la gographie des plantes (87), comunicado a la Academia

  • 48 ANALES DEL INSTITUTO BOTNICO A. J. CAVANILLES

    de Paris en 1805, los miembros de la Expedicin de Bogot se cre-yeron implcitamente autorizados para publicarla; estando el origi-nal en francs, fue traducido Por D.n Jorge Tadeo Lozano, indi-viduo de la R.1 Expedicin botnica de Santaf de Bogot, con unaprefacin,