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J. M. TOMASSETTI - F. L. TORRES - A. M. MARTÍN - S. AYALA - R. ÁLVAREZ 75 CÆTARIA 6-7 (2009): pp. 75-106. ISSN 1695-2200 HORNOS DE IVLIA TRADVCTA (ALGECIRAS, CÁDIZ): LA FIGLINA GARAVILLA Y SU ENTORNO PALEOGEOGRÁFICO JOSÉ MARÍA TOMASSETTI GUERRA, Arqueotectura S. L. FRANCISCO LUIS TORRES ABRIL, Licenciado en Ciencias Geológicas, UCA. JOSÉ SUÁREZ PADILLA, Arqueotectura S. L. ANTONIA MARÍA MARTÍN ESCARCENA, Arqueotectura S. L. SONIA AYALA LOZANO, Arqueotectura S. L. RODRIGO ÁLVAREZ GONZÁLEZ, Arqueotectura S. L. RESUMEN Estudiamos los restos de un alfar romano del cambio de Era sobre la orilla derecha del paleo- estuario del arroyo Saladillo y la evolución de su medio natural circundante entre el Pleistoceno Medio y el Holoceno Reciente, con muestras de industria musteriense asociada a los depósitos más antiguos. Igualmente, correlacionamos los procesos geomorfológicos evidenciados con la interpretación geoarqueológica actual de la desembocadura del Río de la Miel, exponiendo las similitudes de sus caracteres paleogeográficos especialmente para los siglos I a VI d.C. PALABRAS CLAVE Alfar, romano, pleistoceno, holoceno reciente, musteriense, geoarqueología. ABSTRACT We have studied the remains of a roman pottery from around the time of Christ found on the right bank of the paleo-estuary of the Saladillo river and the evolution of the surrounding area from Pleistocene to recent Holocene. Also finding samples of musterien industry associated to the oldest deposits. At the same time, we correlated the geomorphological processes demonstrated with the present geoarchaeological interpretation of the mouth of the Río de la Miel, exposing the similarities of its paleogeographical characters especially from the I to the VI century A.D. KEYWORDS Pottery, roman, Pleistocene, recent Holocene, Musterien, Geoarchaeology.

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HORNOS DE IVLIA TRADVCTA (ALGECIRAS, CÁDIZ): LA FIGLINA GARAVILLA Y SU ENTORNO PALEOGEOGRÁFICOJOSÉ MARÍA TOMASSETTI GUERRA, Arqueotectura S. L.FRANCISCO LUIS TORRES ABRIL, Licenciado en Ciencias Geológicas, UCA.JOSÉ SUÁREZ PADILLA, Arqueotectura S. L.ANTONIA MARÍA MARTÍN ESCARCENA, Arqueotectura S. L.SONIA AYALA LOZANO, Arqueotectura S. L.RODRIGO ÁLVAREZ GONZÁLEZ, Arqueotectura S. L.

RESUMEN

Estudiamos los restos de un alfar romano del cambio de Era sobre la orilla derecha del paleo-estuario del arroyo Saladillo y la evolución de su medio natural circundante entre el Pleistoceno Medio y el Holoceno Reciente, con muestras de industria musteriense asociada a los depósitos más antiguos. Igualmente, correlacionamos los procesos geomorfológicos evidenciados con la interpretación geoarqueológica actual de la desembocadura del Río de la Miel, exponiendo las similitudes de sus caracteres paleogeográfi cos especialmente para los siglos I a VI d.C.

PALABRAS CLAVE

Alfar, romano, pleistoceno, holoceno reciente, musteriense, geoarqueología.

ABSTRACT

We have studied the remains of a roman pottery from around the time of Christ found on the right bank of the paleo-estuary of the Saladillo river and the evolution of the surrounding area from Pleistocene to recent Holocene. Also fi nding samples of musterien industry associated to the oldest deposits. At the same time, we correlated the geomorphological processes demonstrated with the present geoarchaeological interpretation of the mouth of the Río de la Miel, exposing the similarities of its paleogeographical characters especially from the I to the VI century A.D.

KEYWORDS

Pottery, roman, Pleistocene, recent Holocene, Musterien, Geoarchaeology.

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Figura 1. Entorno histórico-arqueólogico. Fisiografía, camino y murallas según AGS MPD X-94 (1726); topografía según JÜRGENS (1926). Círculos: hallazgos casuales; solares con relleno sólido: excavaciones; solares con relleno de trama: controles de movimiento de tierras; triángulo: hallazgo casual de pieza lítica; línea gruesa discontinua: perímetro de protección arqueólogica del PGMO. Parcelario catastral y base informativa: Carta Arqueológica Municipal de Algeciras (JIMÉNEZ-CAMINO y TOMASSETTI, inédito).

empresarial de constructores y arqueólogos el esfuerzo económico y profesional que hacen para poner en pie, más o menos airosamente según cada caso, la gran mayoría de las actuaciones sobre el patrimonio histórico y arqueológico andaluz, con la tutela, eso sí, de sus gestores en las instituciones de la Junta de Andalucía y, en esta ocasión, del Ayuntamiento de Algeciras1.

1.- Casi todas las excavaciones de que se trata en este volumen de la revista Caetaria se han generado, precisamente, en el marco de esa actividad empresarial. Desde aquí reconocemos el esfuerzo que los arqueólogos implicados en ella hacen al añadir a sus obligaciones legales la de “investigar” sobre los resultados obtenidos, tarea a la que se someten voluntariamente sumando horas a sus jornadas laborales o restándoselas a sus periodos de descanso. Cuestión aparte es la calidad del trabajo de cada cual, para cuya atinada valoración están quienes nos leen. No obstante, por mucho que les faltase profundidad o información, sigue siendo por su parte un derroche de generosidad hacia el común de la ciudadanía y hacia lo que se ha dado en (auto)denominar “comunidad científi ca”, que tanto se nutre de nuestras aportaciones (y a menudo, ingrata o envidiosa, infravalora).

1. INTRODUCCIÓN

La iniciativa privada de Desarrollos Inmo-biliarios Campotejar S. L. ha permitido, al hilo de su promoción en el solar de la antigua fábrica de conservas Garavilla, acometer la actividad arqueológica preventiva que, contratada con Ar-queotectura, Estudios de Patrimonio Arqueológico S. L., autorizó la Dirección General de Bienes Culturales a nombre de Rodrigo Álvarez el pasado 11 de abril de 2008 y llevó a término el equipo fi rmante entre los días 5 de mayo y 4 de julio del mismo año.

El solar ocupa la parcela catastral 0104003TF8000S0001JL, con fachada principal al Paseo Victoria Eugenia nº 13 (Fig. 1). Sobre su superfi cie de 17.355 m2, el diagnóstico arqueológico se ha centrado en un espacio poligonal de 3.796 m2, donde se pretende el levantamiento de tres edifi cios de viviendas. Las instalaciones de la conservera se encontraban demolidas y sus cimientos removidos y retirados, circunstancia que ha condicionado la conservación del subsuelo en buena parte de la zona de trabajo, cuya rasante, en el momento de iniciar la excavación, presentaba un leve descenso hacia el Noreste con pendiente aproximada del 5% (entre los 3’00 y los 5’00 m.s.n.m.).

Su ubicación coincide con una amplia ladera en la confl uencia entre el arroyo Saladillo y la primitiva línea de costa (antes de que las instalaciones portuarias ganaran terreno al mar), en tierras formadas sobre una secuencia de terrazas fl uviales y acúmulos detríticos cuaternarios que cegaron un antiguo estuario en la desembocadura del arroyo, como se demostrará en adelante.

La proyección de objetivos de nuestra intervención, por supuesto, se atenía a los condicionantes derivados del contrato de prestación de servicios que la ha posibilitado, no siendo una investigación sensu stricto, como en general se suele entender, sino un conjunto de actuaciones enfocadas, en última instancia, a la liberación de la parcela de sus cargas patrimonial-arqueológicas. No dude nadie que esto es así en todos los casos derivados de la promoción inmobiliaria en zonas cauteladas por la normativa municipal y/o autonómica. En este sentido, hemos de agradecer a la labor

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Todo ello no ha evitado, sin embargo, que nuestra implicación con el proceso de construcción de la historia local haya guiado el desarrollo de esta intervención, de manera que, desde planteamientos teóricos personales, diversos y sin necesidad de una formulación expresa, la colaboración entre Arqueotectura y Paco Torres ha dado el fruto inicial que ahora sometemos a la consideración pública de los lectores de esta revista2.

Por tanto, sí que teníamos objetivos “intelectuales” defi nidos desde un principio. Los mismos y amplios que, mutatis mutandi, exponemos una y otra vez en nuestros proyectos algecireños, y que se resumen en pocas palabras: identifi cación de la paleotopografía de la ladera donde se encuentra el solar afectado; elucidación de la secuencia diacrónica de ocupación humana desde sus orígenes; constatación de la presencia o ausencia de estructuras arquitectónicas en las distintas épocas y horizontes3; explicación de las discontinuidades del poblamiento entre las distintas fases históricas; y valoración del grado de afección de las modifi caciones urbanísticas sobre la estratifi cación subyacente.

El modo de aproximarnos a la consecución de tales objetivos ha pasado, obviamente, por la intervención de campo. En Garavilla se ha diseñado en tres fases, marcadas como dos en

Figura 2. Planta general de ubicación de sondeos, zanjas, hornos y excavación en extensión, con propuesta de linea de “paleocosta”.

2.- Además hemos contado con la inestimable ayuda de Vicente Castañeda Fernández (UCA) y su equipo del grupo de investigación Primeras ocupaciones humanas y sus inferencias socioeconómicas en el extremo Sur de la Península Ibérica (HUM-831), a quienes hemos cedido gustosamente los materiales paleolíticos recogidos para incluirlos como parte de sus estudios sobre los más antiguos pobladores de la Bahía de Algeciras. A Vicente en concreto debemos la primera valoración de ese conjunto lítico, que se incorporó como anexo a la memoria de resultados.3.- Para Garavilla en concreto, se pretendía además saber de un supuesto cementerio medieval islámico imaginado en su día por Antonio Torremocha (por ejemplo, en TORREMOCHA y otros, 1999: 56), cuando se esperaba que la excavación en “Huerta del Carmen” aportaría datos en ese sentido, cosa que lógicamente no podía ocurrir y no ocurrió, como puede apreciarse en la memoria que elaboramos NAVARRO y TOMASSETTI (1999) y se publicará en breve (TOMASSETTI y otros e. p.). A pesar de ello, esa idea, que ahora no ha sido viable afi rmar o negar dado el arrasamiento del cerro por la fábrica de conservas, en su día sirvió a los técnicos municipales para incluir en el polígono de protección arqueológica del PGMO la zona más meridional del núcleo urbano tradicional. La maqbara en cuestión debía ser, según opinión del citado autor, el sector extramuros conocido por la Crónica de Alfonso XI como “fonsario”, lo cual, a la vista de la nueva geografía urbana de las villas medievales (JIMÉNEZ-CAMINO y TOMASSETTI 2006), resulta ya imposible de defender pues se ubica al Norte de las murallas recién puestas en valor en la prolongación de la avenida Blas Infante (SUÁREZ y TOMASSETTI 2009); puede leerse una breve reseña de nuestros trabajos en ellas en este mismo volumen y la síntesis de las cinco campañas en el cementerio “correcto” -el del Fuerte de Santiago- en TOMASSETTI y otros (2006).

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el texto del proyecto pero modifi cadas por los resultados iniciales, dado que trabajamos en continua revisión de la sencilla metodología (por muy complejos que sean los procedimientos) que da cuerpo a la técnica arqueológica actual, en cuya escrupulosa aplicación consiste nuestro trabajo 4.

Así, comenzamos con el replanteo topográfi co de veintidós sondeos cuadrados y con lados de metro y medio, nombrados con letras mayúsculas, desde la A a la U (evitando la CH), y distribuidos en cinco columnas, cada una de las cuales contenía un número variable de ellos por su adaptación a la morfología del polígono dentro del que trabajábamos (ver Fig. 2 para ubicación de sondeos, zanjas y excavación de los hornos). Terminada su excavación manual, han sido la guía, en segunda fase, de dieciséis zanjas organizadas en tres baterías, con su misma anchura y longitudes diversas (entre diez y cuarenta metros), abiertas con una máquina retroexcavadora. Sus denominaciones coinciden con las de los sondeos a partir de los que se abrieron o las de los que unen (de la A a la M, NÑO, PQR y STU).

El rebaje mecánico se ha completado con la apertura de un amplio rectángulo de quince metros y medio por catorce que integra los restos de tres hornos localizados durante el zanjeado, entre las mitades occidentales de las zanjas B y D. Con ello se removieron los niveles contemporáneos que sobremontaban las estructuras romanas, dejando el espacio expedito para su excavación manual, que ha sido nuestra tercera fase de trabajo de campo. Hemos excavado en extensión los niveles arenosos holocenos que amortizan al

estrato de vertido de alfar estudiado en el perfi l norte de la zanja B (reconocido como B5 y C4 en sus respectivos sondeos). El objetivo puntual de esta actuación era obtener información sufi ciente para valorar una cronología relativa ante quem del abandono de la fi glina ya que se encuentra decapitada y seccionada verticalmente por las obras de instalación de la fábrica de conservas.

La excavación de los hornos (para cuya denominación se ha usado la letra V) se ha desarrollado siguiendo criterios de conservación y ubicación. Así, V1, localizado durante la apertura de la zanja C (y levemente afectado por los dientes del cazo de la máquina), sólo ha requerido su limpieza superfi cial para liberarlo de escombros recientes y defi nir su planta conservada, de apenas medio metro cuadrado. Hemos documentado su sección en el perfi l norte de la zanja C. Por su parte, V2, al Sur del anterior, ha sido integrado en un sondeo rectangular de cuatro con cuarenta por nueve con ochenta metros que también incluye los restos de una “atarjea” embutida en las arenas de base. Por último, V3, al Oeste de V1, había perdido parte de su volumen por la instalación de una riostra de hormigón que lo seccionó por la mitad; lo conservado, tras su limpieza superfi cial, quedó inscrito en un sondeo de tres por cinco metros. Este horno queda en parte fuera del espacio destinado a aparcamientos de los edifi cios promovidos; sin embargo, la superfi cialidad de los restos y la escasa entidad de lo conservado aconsejaban su estudio ya que el gasto necesario era asumible por el presupuesto económico.

Lámina 1. Panorámica general desde el Oeste del con-junto excavado, con indicación de zanjas.

4.- Arqueotectura siempre acomete sus excavaciones manuales mediante procedimiento estratigráfi co (tal como lo han formulado los autores de referencia obligada, especialmente E. Harris y A. Carandini), despejando las unidades estratigráfi cas y, una vez identifi cadas y caracterizadas, levantándolas en el sentido inverso al de su deposición, si es posible. El rebaje mecánico siempre ocurre bajo control presencial directo y permanente de un técnico experimentado. La información se registra en formatos desarrollados por nosotros mismos, equivalentes a tantos y tantos otros que utilizan nuestros colegas y algunas instituciones, y que se agrupan en un inventario de campo para materiales muebles, fi chas normalizadas de unidades estratigráfi cas, un diario de excavación (no el ofi cial de la Junta, que es meramente un libro de incidencias y, por tanto, debería cambiársele el nombre, evitando así que algún novato -como ha ocurrido- requiera de la Delegación Provincial varios ejemplares al tratar de verter en ellos las notas de campo) y, coyunturalmente, estadillos de toma de profundidades o de triangulación de puntos y ejes de dibujo. La documentación gráfi ca se pretende siempre completa (pero huyendo de la exhaustividad inoperante y cara, aparte de inútil en las ocasiones en que no se tienen criterios adecuados para seleccionarla, lo cual se traduce en gigabytes de fotografías desde que es común el formato digital), y se concreta -aparte la fotografía- en dibujos a escala de plantas, secciones y perfi les signifi cativos. El recurso puntual a restituciones fotogramétricas, que tan buenos resultados ofrece, no ha sido necesario en esta ocasión.

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Figura 3. Planta general de la fi glina.

2. ESTRATIGRAFÍA

Hemos individualizado 85 unidades estra-tigráfi cas, cuya síntesis descriptiva consta en los Anexos 1 y 2. El análisis de sus relaciones físicas e indicadores cronoculturales, en correlación con la estratigrafía geológica, ha permitido el montaje ordenado de la secuencia de acciones y fases, así como el diagrama estratigráfi co de la fi glina (Fig. 5).

En la estratifi cación estudiada se imbrican los procesos naturales y las acciones humanas dando a la secuencia un carácter geoarqueológico muy marcado. La ordenación de los datos procesados ha requerido, por ello, una interpretación cruzada entre los resultados de ambos diagnósticos -arqueológico y geológico- que, en última instan-

Lámina 2. Panorámica general desde el Oeste de la excavación de la fi glina.

cia, han proporcionado los elementos necesarios para comprender la sucesión de acontecimientos en su conjunto. La fasifi cación realizada, por tanto, combina todas las informaciones y propone una distribución en cuatro grandes fases, que se explicarán a continuación.

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(CASTAÑEDA 2008). En su conjunto lo hemos considerado como el estrato geológico I (Tabla 1). No se ha alcanzado durante la excavación manual de ninguno de los sondeos previos, pero se han podido estudiar en los perfi les de las zanjas E, G, H e I.

Se ha establecido en su análisis que los niveles conglomeráticos pleistocenos se constituyen en el área fuente de buena parte de los cantos rodados que luego terminan redepositados en los sedimentos fl uviales holocenos (Fase II), bases naturales sobre las que se fabricó la industria lítica recuperada en las unidades estratigráfi cas C4, M3 y M4, pero, sobre todo, por su abundancia, en las recogidas superfi ciales durante la prospección del terreno sometido a diagnóstico. El estudio morfotécnico de estos elementos líticos realizado por Vicente Castañeda los atribuye al modo 3, musteriense en la terminología clásica, o a la transición 2-3 (achelense-musteriense), entre los estadios isotópicos (oxygen isotope stages) OIS5 y OIS3 (hacia 120.000-50.000 años BP) atendiendo a las cronologías propuestas para las cuevas gibraltareñas.

Para su comprensión previa conviene, no obstante, indicar que hemos utilizado el horizonte romano del alfar y su vertido como organizador del conjunto, de modo que, hasta su instalación, se reconocen los depósitos como grandes paquetes geológicos (pleistocenos los más antiguos, holocenos los más recientes; agrupados todos en la Fase 0); que la Fase I está representada por la propia fi glina y que hemos considerado Fase II a los sedimentos que colmatan la vega fl uvial a techo de los restos del alfar; por último, que la Fase III está constituida por un conjunto diverso de rellenos y afecciones sobre lo subyacente en época contemporánea relativamente reciente. Una primera ordenación de datos se expone en la tabla 1, que servirá de guía en su análisis inmediato.

3. FASE 0. CUATERNARIO FLUVIAL

3.1. Subfase 0a. Pleistoceno

El estudio geológico indica que, en la base de la secuencia conocida, se encuentran diversos paquetes de arenas y conglomerados mediopleistocenos equivalentes al nivel de terraza media o T2 defi nida para el río Palmones

Figura 4. Perfi les septentrionales de las zanjas B, C, E, H e I.

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Tabla 1. Síntesis de la columna geológica en la parcela.

La asociación de dicha industria con la fase pleistocena es compleja. Interpretamos que las muestras de superfi cie aparecen en posición secundaria por la remoción contemporánea de los niveles fl uviales holocenos en que se encontraban residualmente (horizonte de C4, M3 y M4) tras

una redeposición causada por la erosión de sus contextos originales. A pesar de ello, no plantea dudas tras el reconocimiento de la parcela en su conjunto y de la zona inmediatamente colindante (jardines del Palacio Marzales, al Sur, por ejemplo, en cuyo talud occidental ya recuperó

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nuestra compañera Cibeles Fernández una lasca en cuarcita hace años: marca triangular al Sureste de la Fig. 1).

3.2. Subfase 0b. Terraza Superior Holocena

En contacto discordante sobre la terraza pleistocena se han identifi cado seis litologías distintas, básicamente arenas, a veces con limos o cantos, producto de la dinámica fl uvial del arroyo Saladillo (facies de canal principal, desbordamientos del mismo en su llanura de inundación, zonas encharcadas). En los sondeos se han reconocido como tales los estratos G3, H2, I2 (arena anaranjada); B6, D6, G2 (arena marrón con gravas y cantos); E6 (limos grises); E5, O5 (arena limosa anaranjada) y E4 (arena arcillosa beige-marrón), con inclusiones cerámicas desde E6. Las arenas masivas amarillas de grano medio (estrato geológico V), conjuntamente con otras de colores abigarrados (amarillos, marrones, grises: estrato IV), que se corresponden con E4, siendo depósitos fl uviales de llanura de inundación por desbordamientos de canal, formarían una pequeña terraza apoyada sobre el escarpe erosivo pleistoceno. Es en este paquete arenoso donde se excavará el terreno para instalar los hornos 5.

4. FASE I. FIGLINA ROMANA

La cronología de E4 (estrato V de la secuencia geológica) depende de su contenido en materiales

cerámicos. Entre lo poco reconocible aportan datación las ánforas: una Beltrán IIB (fechadas en la zona a inicios de época fl avia) y posible-mente una Venta del Carmen I (de momentos inmediatamente anteriores al cambio de Era). Este estrato, por tanto, queda ubicado en la primera mitad del siglo I d. C. (más concretamente entre los años -10 y 80, como terminus ante quem), aunque los elementos datantes, como se ve, son muy escasos.

Ciertamente desconocemos si la excavación de las cámaras de fuego y praefurnia cortaron otros estratos de formación más reciente, estando la secuencia decapitada por nivelaciones contemporáneas de la Fase III, aunque es cierto que la cronología que se propondrá para el alfar prácticamente coincide con la de E4, impidiendo

5.- Todos los sedimentos estudiados (excepto las arenas de la barra) son de origen fl uvial y, por tanto, continentales. Adelantando y sintetizando la información para su mejor comprensión, hay que indicar que en la última glaciación (OIS2), una gran bajada del nivel del mar originó la excavación por parte del paleo-Saladillo de un valle sobre los sedimentos fl uviales pleistocenos anteriores que, al inundarse en la posterior subida del nivel marino, conformarían la paleoensenada del Saladillo. A su vez, el encajamiento de la red fl uvial durante el último glacial produjo una serie de capturas por parte de afl uentes de la margen derecha del paleo-río de la Miel sobre cauces que pertenecían a la cuenca del paleo-Saladillo. Debido a esto, tras la subida del nivel del mar (actual interglacial), la cuenca del paleo-Saladillo quedaría tan reducida que no acumularía los caudales sufi cientes para, en épocas de avenidas, romper la barra arenosa que, por dinámica litoral, empezaría a formarse en su desembocadura a partir del máximo Flandriense, lo que provocó la -en términos geocronológicos- rápida colmatación de la paleoensenada y que, para época tardorromana, ya fuera un medio mayoritariamente continental, sin apenas infl uencia marina constatable en nuestra zona de estudio. Al contrario, en el caso del río de la Miel, su estuario no se colmató totalmente hasta fechas muy posteriores, debido a su mayor cuenca y por tanto a su capacidad de romper la barra arenosa en épocas de avenidas.

Tabla 2. Cronología de los estratos con cerámicas en los sondeos previos.

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En esencia, queda un arco de circunferencia perteneciente a la pared interior, de arcilla quemada, que apoya directamente sobre la interfacies de su excavación en el subsuelo (al conjunto se le ha denominado UE-V100). El revestimiento arcilloso se extiende igualmente por el fondo de la estructura, según se observa en el perfi l norte de la zanja C.

La excavación de B5=C4 en extensión (recordamos que con la pretensión de obtener un término límite para la cronología de la fi glina) se ha desarrollado al Norte de su posición, pero -lamentablemente- sin existir contacto físico con él. De hecho, B5=C4 no tiene relación estratigráfi ca directa con ninguna de las estructuras halladas, sino con el paquete arenoso en que se excavan (E4=V210).

4.2. Horno V2

Así, cortando a V210, se instala también el segundo horno, mediante el rebaje previo del terreno evidenciado por las interfacies V200 (que alojará la cámara de combustión) y V212 (donde se encaja el praefurnium).

que otros paquetes sedimentarios perdidos modifi caran sustancialmente lo dicho.

En términos generales, esta segunda fase se compone, en primer lugar, de un conjunto de acciones constructivas (repetidas para los tres hornos hallados) que afecta, excavándola, a la fase precedente; y, en segundo lugar, un momento fi nal representado por los niveles de colmatación interior de las estructuras tras su abandono. Aún, en V2, se verá la reutilización de parte de su espacio como calera una vez abandonado su uso.

El desmonte contemporáneo del terreno y otras afecciones más recientes (explanaciones, derribo y remoción de cimientos) afectaron gravemente a las ruinas del complejo alfarero, de manera que sólo ha pervivido la planta casi completa del denominado V2. En ninguno de los casos se ha conservado más de 70 cm de potencia, siendo la totalidad de lo excavado parte de las cámaras destinadas a la carga y quema del combustible y los niveles más bajos de sus colmataciones internas.

4.1. Horno V1

Localizado durante el rebaje mecánico de la zanja C, se conservan apenas 0’30 m2 de su superfi cie con una potencia máxima de 0’70 m. Tras su limpieza superfi cial y documentación gráfi ca en planta y perfi l, prescindimos de su excavación interior (un escasísimo volumen de sedimento en torno a 0’025 m3). Aparte del corte que le produjo la apertura de nuestra zanja, se encontraba previamente seccionado, y casi destruido, por una gran zanja de unos 4’50 m de anchura (UE-V202=A4), la misma que afecta marginalmente al horno V2.

Figura 5. Diagrama estratigráfi co de la fi glina.

Lámina 3. Horno V1.

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Figura 6. Planta sintética de los hornos y planos acotados de unidades estratigráfi cas.

V2 nos evidencia el tipo de horno de esta fi glina (que suponemos igual a V1 y a V3). Se trata de una planta circular de aproximadamente 3’40 m de diámetro (medido en la cara exterior de la pared: cámara de fuego o de combustión) a la que se accede por un pasillo de 2’40 m de largo y 1’90 m de anchura máxima6 y orientación NE-SW, siendo éste el prefurnio (sus anchuras mínimas aproximadas oscilan entre los 0’60 m a su entrada y 1’00 m en el acceso a la cámara). No hay evidencias de la columna central que, en la cámara de fuego, debía sustentar la parrilla de separación entre ésta y la cámara de cocción,

aunque consideramos que, por sus dimensiones, debió poseerla y perderse posteriormente por causas desconocidas. Este modelo, el denominado IA por CUOMO (1971-1972), es el más habitual en las fi glinas béticas y, específi camente, en las gaditanas (LAGÓSTENA y BERNAL 2004: 39-123).

6.- Lo irregular de la planta en la zona del prefurnio impide asegurar medidas concretas; téngase en cuenta que sobre él se habilita la calera V204 en la última subfase de uso, como ocurrió también en el horno del sector C de Venta del Carmen, en Los Barrios (BERNAL 1998: 84-86).

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Por su parte, el sistema constructivo de la cámara consiste en un recubrimiento interior de las superfi cies habilitadas por la excavación de la fosa cilíndrica inicial, creando paredes (V200) con un grosor de entre 0’10 y 0’15 m, al igual que se vio en V1, y del mismo modo con evidentes muestras de rubefacción por efecto del calor. A falta de otros indicadores, interpretamos que las UEs V213 y V214 constituyen la base de la cámara, nivel de uso a partir del cual se superponen los estratos que provocan su colmatación interior. Ésta se inicia con las UEs V207 (arcilla rojiza muy compacta sin inclusiones); V213 (arena marrón rojiza con manchas blancas, verdes, rojas

Figura 7. Restitución teórica de la sección del horno V2.

Lámina 4. Horno V2.

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7.- El hallazgo de estas piezas nos sugirió en principio encuadrarlas en el grupo de las llamadas BRTH-D de Peñafl or (BUSTAMANTE Y HUGUET, 2008), pero tras consultas con la doctora Encarnación Serrano Ramos, de la Universidad de Málaga, reconocida investigadora de la producción de sigillatas hispanas, descartamos esa opción y pudimos identifi carlas como itálicas. No obstante, con el Gabinete de Arqueología del Ayuntamiento de Algeciras, pretendemos abordar el análisis arqueométrico de las producciones alfareras locales romanas y medievales mediante un proyecto de investigación que incluya tanto la caracterización de las materias primas como la de sus pastas en el contexto del Campo de Gibraltar, Ceuta y el Norte de Marruecos, proyecto que, entre otras cosas, evitará futuras confusiones en la identifi cación de los conjuntos menos habituales.

en la primera mitad del siglo I d. C. (BERNAL y LORENZO 2002: 225); en Lacipo (tipo 10), donde son muy abundantes (PUERTAS 1982: 224); y en el extremo oriental de Málaga, en los alfares de Torrox (tipo 2.1 de Beltrán; SERRANO 2000: 58), donde se fechan genéricamente en el siglo I d. C.

Con respecto a la vajilla de mesa, destaca un conjunto de piezas incluidas dentro del grupo de las sigillatas itálicas, aunque con barnices exteriores muy oscuros, desde el negro hasta tonalidades marrones parduzcas. Las piezas presentan cubiertas brillantes al interior y más mates al exterior. La capa de engobe es muy fi na, y tiende a descascarillarse en algunos casos, siendo más adherente en otros. Se trata de piezas con pastas muy depuradas, sin desgrasante visible, blandas al tacto, con roturas de perfi l redondeado. El color de la pasta es dominantemente claro, con tonalidades desde beige a siena o rosáceo.

Los ejemplares de V201 corresponden a los tipos Conspectus 12 (Fig. 12.5), Conspectus 33 (Fig. 12.7) y un posible tipo Conspectus 20.1 (Fig. 12.8). Los identifi cables de V206 son formas lisas Conspectus 33 (Fig. 12.1), un fondo de posible Conspectus 7 (Fig. 12.3) y un trozo de galbo de un cuenco decorado con motivos estampillados que podría corresponder al tipo Conspectus R-4.1 (Fig. 12.4), fechado en tiempos de Tiberio (AA.VV. 2002: 110). En general, por tanto, nos encontramos con ejemplares producidos en torno al cambio de Era y al periodo fl avio7.

Acompañan a este grupo otros fragmentos de sigillatas importadas: un fragmento en V201 del cuerpo de una copa de TSI, tipo Conspectus 22; y, en V206, uno de borde de TSI tipo Conspectus 17.2 (Fig. 9.8) y tres de copas de TSG de las formas Dragendorff 24/25 (Fig. 9.6 y 9.7) y

y restos de rubefacción); y V214 (arena roja compacta con manchas blanquecinas), sobre las que se deposita V206 (arena rojiza semi-compacta con frecuentes inclusiones cerámicas) que, a su vez, recibe a V201 (arena marrón parduzca con manchas rojas e inclusiones cerámicas). Por su parte, el hueco del prefurnio (V212) se encuentra relleno por la V205 (arena arcillosa marrón verdosa con manchas rojas e inclusiones moderadas de fragmentos cerámicos equivalentes en su conjunto a los encontrados en V206).

El análisis de las cerámicas contenidas en V201 y V206 arroja los siguientes resultados.

Ánforas. Por un lado, en V201, se ha recuperado un fragmento identifi cado como Dressel 1A (siglo I a. C.) (Fig. 8.5) y varios de un ejemplar de Gauloise 4 (Fig. 8.4), tipo de origen gálico que se está produciendo en la tarraconense y la layetania a partir de época fl avia (LÓPEZ y MARTÍN 2008: 711). Un grupo de piezas parecidas a esta última se ha descrito como “ánforas de borde almendrado” en Lixus, en contextos estratigráfi cos centrados en época de Augusto (BONET y otros 2005: 122). Por su parte, en V206, junto a otro borde de Gauloise 4 (Fig. 10.2) se documenta un fragmento de posible Haltern 70 (Fig. 10.1). Estas últimas son producidas en la propia Bahía de Algeciras, concretamente en los alfares de Villa Victoria, entre el 10 a. C. y el 10 d. C. (GARCÍA y BERNAL 2008: 668).

La cerámica común está bien representada en el estrato V206. Se localizan fragmentos de cuencos hemiesféricos (Fig. 11.1 y 11.2), con paralelos en Lacipo (tipo 53) (PUERTAS 1982: 251) y cronología del siglo I d. C.; un jarro de cuello corto, trilobulado (Fig. 10.3), con paralelos en el yacimiento del Castillón (Málaga) en contextos que van de la segunda mitad del siglo I d. C. a la primera mitad del II (SERRANO 2000: 240) y jarras (Fig. 10.4 y 10.5) semejantes a otras producidas en los alfares de Cartuja, para las que se propone una cronología genérica de época imperial (SERRANO 2000: 241). Pero el grupo mejor representado es el de las ollas-orzas con cuerpo de tendencia globular, sin cuello, con borde entrante, moldurado y labio caído o plano (Fig. 11.3 a 11.6). Estas piezas se documentan en yacimientos imperiales de la Bahía de Algeciras

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Figura 8. Cerámica de V201.

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Figura 9. Cerámica de V206.

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En resumen, la cotejación de todas las inferencias de orden cronológico, a las que se añaden las mínimas indicaciones del estrato V211, nos lleva a proponer una cronología para la fi glina en su conjunto entre los últimos años del siglo I a. C. y los centrales del I d. C., como queda representado en la tabla cronológica (Tabla 3). Es de suponer que los estratos descritos se depositaron una vez que el horno ya no estaba en funcionamiento (aunque tal vez durante su actividad), de manera que la datación propuesta debe considerarse prudentemente como terminus ante quem para una correcta valoración del periodo de uso de las estructuras.

En clara relación espacial con el horno se ha excavado V209, una sencilla estructura con forma de pequeña zanja orientada NE-SW (con longitud conocida de 2’70 m; anchura media c. 0’60 m) excavada en las arenas de base y sin elementos interiores de fábrica que complementen al canal habilitado. Originalmente poseía cubierta de lajas que fue afectada por el rebaje mecánico y de la que se conservaron fi nalmente un par de elementos (Fig. 6).

27 (Fig. 9.9), que refuerzan una cronología de mediados del siglo I d. C. como fecha tope para la formación de este depósito. Contiene también V206 un reducido repertorio de fragmentos de “paredes fi nas”, previsibles producciones béticas del tipo Mayet XXVII o XXXVIII, con decoraciones correspondientes a los estilos VII-1 y VII-11 (Fig. 9.1 a 9.4) y cronologías situadas a partir de Claudio (41-54 d. C.) hasta la segunda mitad del siglo I d. C.

Lámina 5. Cerámicas itálicas de la unidad estratigráfi ca V206.

Figura 10. Cerámica de V206.

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Figura 11. Cerámica de V206.

Figura 12. Cerámicas itálicas de V201 y V206.

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Su relleno interior (V211), arena marrón con algunas piedras, ha aportado muy escasos restos cerámicos, como ya ha quedado dicho. El escaso grupo de ánforas, muy fragmentadas, corresponden a otro borde de posible Haltern 70 (Fig. 13.1) y a uno de una pieza con reducido diámetro que podría tratarse de una Dressel 20-A (Fig. 13.2), presente en los alfares béticos de Carmona en época augustea (GARCÍA y BERNAL 2008: 674). Junto a ellas, el borde de una gran cazuela (Fig. 13.3) con paralelos en Lacipo del siglo I d. C. (tipo 42; PUERTAS 1982: 244), y un contenedor de boca ancha y borde vuelto (Fig. 13.4), que también encuentra ejemplares análogos y de semejante cronología en este último yacimiento.

V209 inicia su recorrido junto a la boca del prefurnio, al Este y a un metro escaso de distancia, por lo que suponemos debe relacionarse funcionalmente con él, pero desconocemos su uso concreto (su interior es permeable: no podía servir para la canalización de aguas, aunque tiene pendiente que desciende hacia el NE). Otra posibilidad de difícil valoración sería vincularlo

al momento de reutilización del prefurnio como calera, pero se conocen casos de canalizaciones en otros complejos alfareros que aconsejan vincularla con el propio horno.

En efecto, cuando el horno V2 dejó de funcionar, y seguramente después de desmontar la estructura que componía el praefurnium, su espacio fue reutilizado como calera: UE-V204. Tal como ha sido encontrada consiste en una fosa irregular de algo menos de 6’00 m2 (3’60 y 1’90 m como longitud y anchura máximas) superpuesta al espacio originalmente ocupado por el pasillo de acceso al horno (y parcialmente al extremo oeste de la cámara de fuego) y rellenada por un aglomerado de piedras calizas calcinadas superfi cialmente (con algunas otras areniscas) incluidas en una matriz compacta de arcilla verde con manchas rojizas y algunos fragmentos cerámicos8. La datación aportada por dichos fragmentos resta bastante imprecisa,

Figura 3. Síntesis de elementos datantes del repertorio cerámico en el horno V2.

8.- Hay que reseñar que la caliza es una roca alóctona en este entorno; su presencia, por tanto, obedece sin duda a un aporte intencional desde, como mínimo, la zona de la cantera de Los Pastores, a unos 2 km en línea recta

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Figura 13. Cerámicas de V211.

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contando sólo con algunos fragmentos de Terra sigillata gálica de formas no reconocibles.

4.3. Horno V3

Unos 9 metros al Oeste de V2 se ubica este tercer horno, de similares características constructivas y en peor estado de conservación debido a haber sido seccionado en su mitad oriental por una correa de hormigón perteneciente al edifi cio de la fábrica (UE-V303) y al Sur por labores de explanación del terreno producidas en el siglo XX (UE-V304).

Se conservan unos 3 m2 de la cámara de combustión (UE-V300), excavada, como en los dos casos anteriores, sobre el paquete de arenas masivas que componen E4 (aquí UE-V305) hasta la cota superior de V302, que consideramos la superfi cie de uso al interior de dicha cámara. Las paredes también se han fabricado mediante revestimiento de arcilla, enrojecida por efecto del calor, aunque ha resultado difícil defi nir su latitud, con valores que oscilan entre 6 y 40 cm.

La colmatación interior de este espacio substruido-construido ha sido identifi cada como UE-V301 (arena marrón parduzca muy compacta con manchas rojas, incluyendo restos de pared rubefactada). Su contenido en cerámicas, muy escasas y coincidentes grosso modo con la procedente de los rellenos de V2, permite afi rmar contemporaneidad con el resto de los fornaces.

4.4. Vertedero

El primer indicio detectado de la existencia de la fi glina fue la UE-B5. Tal como se encuentra

descrita se trata de un nivel muy carbonoso en matriz arcillosa rojiza con restos antracológicos y fragmentos de cerámica. Posteriormente, la apertura de la zanja B permitió su lectura en perfi les, observándose cómo se adapta a una topografía en cuesta entre las cotas 4’60 y 3’04 m.s.n.m. (a lo largo de 12’48 m, lo que representa una pendiente del 12’50%). Su potencia media de 20 cm nos sugiere que forma parte de los extremos de la zona de vertidos del alfar; de hecho, el contenido artefactual procedente de B5 es exiguo y nada signifi cativo desde el punto de visto cronológico (abundan los fragmentos de galbos de ánforas). Ateniéndonos a las dimensiones de los hornos y a su posición topográfi ca, entendemos que la cota mínima original de la ladera en que se excavan se encontraría en torno a 6’00 o 6’50 m.s.n.m., altura a partir de la cual se iniciaría la acumulación de desechos procedentes de las cocciones y, consecuentemente, se perderían casi por completo cuando se explanó el terreno para la instalación de la fábrica de conservas. En extensión, dentro de la zanja B, ocupaba unos 19 m2, siendo ésta la única precisión que cabe hacer sobre las dimensiones espaciales del vertedero. Su posición estratigráfi ca entre B4 y B6 indica su deposición sobre un paquete de cantos holoceno y su amortización en época tardoantigua, como así se ha comprobado en la lectura de perfi les de la zanja.

En otro orden de cosas, se extiende justo en el límite entre la zona continental más elevada (ladera de la colina, representada a techo por E4=V210=V305=estrato geológico V) y el espacio más tarde afectado por la nueva dinámica

Lámina 6. Horno V3.

Lámina 7. Vista general de la zanja B y su entorno inmediato, con indicación de la posición del vertedero de alfar en su perfi l norte.

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de un estrato arenoso (el XI de la columna geológica) localizado durante el rebaje mecánico de las zanjas PQR y STU, en la zona más cercana al mar de la parcela en estudio. Su caracterización sedimentológica como arenas de grano medio de ambiente litoral, probablemente eólico, interpretable como un depósito asimilable a la fl echa litoral que cerraría lo que pudiera quedar bajo infl uencia marina en la parte más distal del paleo-estuario del Saladillo, lo diferencia del resto de estratos holocenos de la “terraza inferior” y queda fuera de la ordenación general al no conocerse sus relaciones físicas con los demás estratos ni haberse obtenido de él materiales arqueológicos datables10.

fl uvial de la Fase II (básicamente el estrato geológico VIII y sus correspondientes muestreos arqueológicos), de manera que se convierte en la charnela de infl exión entre fases antrópicas y dominios paleoambientales.

5. FASE II. TERRAZA INFERIOR HOLOCENA: COLMATACIONES TARDOANTIGUAS

El techo de la secuencia antes de la discordancia que representan las acciones destructivas previas a los rellenos contemporáneos es un potente paquete de acúmulos arenosos que, en la columna geológica, queda identifi cado básicamente con el estrato VIII. Son arenas masivas con cantos dispersos que empiezan siendo verdosas a muro para ennegrecerse a techo por efecto de la acumulación de materia orgánica, lo cual, unido a su falta de estructura interna, se ha relacionado con el uso de estos espacios como tierra de labor, huertas que se extendieron por las zonas no habitualmente inundables de la vega del Saladillo9.

Durante la excavación los identifi camos como dos niveles distintos: el paquete inicial de arenas verdosas, en la base, depositado sobre sedimentos de la “terraza superior holocena”, al que corresponden las unidades estratigráfi cas A5, B4, C4, D4, E3, E4, M2, M3, M4, O4, Q3 y Q4; y el nivel ennegrecido a techo (propiamente el mismo que el anterior, insistimos, afectado por la edafi zación y el uso humano), correspondiente a las unidades A3, B3, C3, D3, M2, O3, Q2 y R3.

Hay que hacer un inciso antes de seguir con la explicación de esta fase. Afecta a la existencia

Lámina 8. Estratigrafía de la zanja B, detalle: 1. Arenas amarillas de la terraza superior holocena; 2. Vertedero de alfar; 3. Arenas masivas verdoso-negruzcas de la terraza inferior holocena; 4. Relleno contemporáneo.

9.- La mejor evidencia de este uso agrícola nos la proporciona el plano del Servicio Geográfi co del Ejército numerado como AG-T9-C2-841, de 1857, donde, entre el camino que dio origen al actual Paseo de Victoria Eugenia, el trazado del arroyo y la playa, se indica la presencia de hasta siete parcelas bien delimitadas entre sí ocupando todo el espacio que nosotros hemos diagnosticado en esta ocasión (ver Fig. 15). Suponemos que en ellas está el origen del microtopónimo Huerta del Carmen con que hasta hoy se conoce a la zona. Por contra, el plano de 1910 de Oskar JÜRGENS (1926) nos enseña un edifi cio de planta poligonal del que no hemos detectado ninguna evidencia.10.- Los sondeos previos R y U deberían haberlo localizado de haberse podido profundizar hasta los 2 metros previstos. Sin embargo, al ser R2 y U2 rellenos contemporáneos impregnados en desechos de pescado de un olor literalmente insoportable que hacía insalubre la continuación del trabajo en ellos, fue necesario abandonar la excavación de ambos al alcanzar poco más de medio metro de profundidad. No obstante, ni el control presencial directo del zanjeado ni la cuidadosa inspección de los perfi les para su lectura evidenciaron fragmentos cerámicos aprovechables para su clasifi cación crono-tipológica (moderada cantidad de pequeños fragmentos de galbos más o menos rodados, de “aspecto romano”).

Lámina 9. Estratigrafía de la zanja STU, detalle: 1. Facies fl uvial holocena; 2. Arenas eólicas de la fl echa litoral.

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Nuestra experiencia de excavación en el sondeo II de la factoría salazonera de C/ San Nicolás nº 3-5, en Iulia Traducta, es decir, el cercano recinto sur de Algeciras (JIMÉNEZ-CAMINO y TOMASSETTI 2000), indica que existe un espeso paquete de arenas (UE-10) interpretado en su día como que “durante unos dos siglos de abandono (ss. III-IV d. C.), se produjo la sedimentación gradual de arenas eólicas que dieron lugar a la formación de una duna; la lentitud (...) del proceso permitió que los materiales procedentes del derrumbe puntual de partes del edifi cio quedaran embutidos en este paquete natural, sin diferencias evidentes entre la matriz sedimentaria que los cubre y aquélla sobre la que descansan”. Por otra parte, los trabajos desarrollados en el solar de La Marina por Salvador BRAVO (2006) muestran una estratifi cación que se inicia en la base con arcillas limosas (ambiente lacustre en el estuario del río de la Miel) del cambio de Era, sobre las que se depositan arenas eólicas (duna) a lo largo de los siglos I-III d. C., iniciándose un poblamiento a fi nales del siglo III al que corresponde una necrópolis de inhumación con cinco fases de uso (que terminan a mediados del siglo V d. C.); posteriormente se constata “ocupación residual” entre mediados del siglo V y el VI antes de las fases medievales.

Especialmente para lo que afecta al segundo caso, el de La Marina, en un ambiente parecido al de Garavilla, vemos cómo su dinámica geoarqueológica afecta a unos espacios inundados por la primitiva desembocadura del río de la Miel que quedarían parcialmente desconectados de la infl uencia marina por la formación de una fl echa arenosa (duna) sobre la cual se instaló el cementerio bajoimperial.

Con todo ello podemos considerar que nuestro estrato geológico XI responde a un depósito dunar relacionado con la dinámica litoral de la cercana bahía (y probablemente con un origen relacionado con el de la barra arenosa descrita para La Marina), datable, con la máxima prudencia, en el periodo cronológico que iría desde el abandono de los hornos (mediados del siglo I d. C.) hasta la fecha mínima posible para el estrato VIII (fi nales del siglo IV d. C.), si bien no tiene por qué ocupar todo este vacío de casi tres siglos. Atendiendo a estas consideraciones es

por lo que lo hemos “recolocado” en la posición que se ve en la columna geológica.

Retomando el orden de exposición de la fase, las unidades estratigráfi cas afectadas que han proporcionado materiales cerámicos se pueden ordenar como sigue:

La datación de la base del muro de este paquete arenoso (M4=Q4), basado en la aparición de ARSW-D (formas Hayes 104A y posible Atlante 46.1) arroja una cronología en general más reciente que la derivada de los materiales presentes justo por encima (B4=C4=D4=M2=M3=O4). Estos últimos incluyen, aparte de fragmentos de ánforas no clasifi cables y de materiales de construcción, algunos ejemplares de producciones africanas de mesa (formas Hayes 61 -Fig. 14.4-, Hayes 67 -Fig. 14.9-, posibles Hayes 59/67 -Fig. 14.3-, Hayes 103A -Fig. 14.2- y Hayes 104 -Fig. 14.4 y 14.6-) y un minúsculo trozo de fondo estampillado con círculos concéntricos; así como escasos ejemplos de cerámicas comunes, caso de un mortero del tipo Fullford 22 (Fig. 14.5) y un fragmento de cuerpo de jarra o ánfora con decoración incisa (Fig. 14.7) que recuerda a modelos de época vándala bien documentados en Ibiza (RAMÓN 2008: 566). Así, el primer grupo hay que fecharlo entre fi nales del siglo V y el VI d. C., mientras que el segundo adelanta su aparición a una fecha de fi nales del siglo IV d. C., con dilatación temporal hasta mediados del siglo VI como mínimo.

No merece demasiado esfuerzo la explicación de esta aparente inversión cronológica: primero, porque no la consideramos realmente signifi cativa, ya que los materiales proceden de muestreos aleatorios y, en consecuencia, responden a esa misma aleatoriedad; y segundo, porque la misma génesis del estrato VIII, de carácter erosivo, con aportes de los terrenos colindantes más elevados (hoy desmontados) y del propio cauce del arroyo, necesariamente habrá producido la mezcla de inclusiones diversas sin orden preciso11.

Tabla 4. Síntesis estratigráfi ca de la fase II: unidades con cerámicas.

11.- Es más, al hilo de este argumento podría defenderse que la lógica de los procesos erosivos provocaran el depósito de lo originalmente más reciente por debajo de lo más antiguo en uno de esos extraños casos de inversión estratigráfi ca.

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Por último, el techo del estrato, representado por las cerámicas presentes en M2 y O3, incluye elementos inespecífi cos atribuibles en general a los siglos de la Tardoantigüedad pero que no permiten mayores precisiones. Es indudable al menos, por la presencia puntual de intrusiones de edad contemporánea (alguna porcelana, por ejemplo), que las remociones provocadas por el laboreo agrícola se constituyen como un factor de alteración postdeposicional muy intenso que permitiría incluso pasar este nivel estratigráfi co a la fase siguiente sin problemas. No obstante, lo hemos conservado como el fi nal de la Fase II atendiendo a su origen geológico.

6. FASE III. CONTEMPORÁNEA

De manera discordante sobre las últimas unidades estratigráfi cas atribuidas a las Fases 0, I ó II, según los casos, se producen una serie de acciones muy erosivas que decapitan la secuencia previa y, supuestamente, eliminan todos los depósitos que quizá se sedimentaron desde el inicio de la alta Edad Media. Con objeto de ordenar la información, dividimos la fase

en cuatro momentos -subfases- que, de manera general, y aunque la composición de las unidades es relativamente diversa, explican el conjunto de lo excavado.

Dividimos las secuencias entre sector occidental (sondeos A, B, C, D, E, F, G, H e I) y oriental (sondeos J, K, L, M, N, Ñ, O, P, Q, R, S, T y U) pues en esta última no se ha conservado ningún estrato inalterado de las nivelaciones correspondientes a la instalación de la fábrica demolida. Sí aparecen en la occidental, constituyendo la subfase IIIa, y tratándose de rellenos compactados más o menos arcillosos, a veces de zahorra, que suelen rondar el medio metro de potencia. Estas unidades sedimentarias sobreelevan el terreno por encima de la interfacies de corte practicada para su explanación previa a la construcción de la conservera, momento en el que se decapitó la secuencia estudiada en las fases anteriores, originando las graves erosiones sufridas por la fi glina.

La subfase IIIc corresponde ya a los movimientos de tierra que acompañan al derribo de la fábrica, considerada ésta como subfase IIIb

Figura 14. Cerámica de C4 y M4.

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y sólo representada por V303. Sabemos que una vez desmanteladas las instalaciones se procedió a la extracción de todas las cimentaciones, en casos muy potentes, que las sustentaban. Para ello, se profundizó en el terreno hasta extraerlas (grandes fragmentos de hormigón han sido localizados en nuestro zanjeado, residuos de estas acciones), abriendo potentes zanjas, entre las cuales la detectada en el espacio donde se ubican los hornos (V202=A4), pero sin duda originando la casi totalidad de las UEs identifi cadas en el sector oriental por debajo de las capas de acumulación de arenas de escorrentía, que, en ambas zonas, componen la subfase IIId.

Incluida en la matriz de las unidades más superfi ciales (subfases IIIc y IIId) de la zona oriental, por efecto de las mismas remociones, aparecen de forma residual los ejemplares de industria paleolítica de que se ha hablado en la Fase 0a y que sirve para valorar la primera frecuentación humana en el espacio diagnosticado.

7. CONCLUSIONES

Hemos obtenido una secuencia diacrónica de la ocupación periurbana con cuatro fases geoarqueológicas que, desde la perspectiva histórica, se originan en torno a 120.000-50.000 BP (Paleolítico Medio) y, tras una discontinuidad de orden geológico, se reanuda con una fi glina datada entre fi nes del siglo I a. C. y mediados del I d. C. (altoimperial), con reutilización de parte de su espacio como calera tras el abandono del horno V2 (también en el siglo I d. C.). Suponemos que el cierre total a las escasas infl uencias costeras que pudieran tener las zonas más distales de la ensenada existente en la desembocadura del paleo-Saladillo (no incluidas en el estudio) se

produciría entre esta última fecha y un momento indeterminado en torno al siglo IV, cuando se inicia la colmatación interior del estuario, prolongándose ésta hasta el siglo VI al menos. Las graves afecciones al terreno motivadas por la instalación de la fábrica de conservas Garavilla en la década de los sesenta del siglo XX decapitan la secuencia, constatándose a techo -de manera discordante- una serie de rellenos que sellan la estratifi cación antes del derribo y remociones de cimientos.

Tabla 5. Síntesis estratigráfi ca de la fase III.

Lámina 10. Industria lítica de superfi cie. Areniscas y sílex.

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Respecto a la industria paleolítica recuperada, destaca lo novedoso de un grupo de útiles ads-critos al modo 3 y relacionable con la presencia de Homo sapiens neanderthalensis, con escasos yacimientos sincrónicos en la comarca, mejor conocido en las cuevas gibraltareñas, pero sin duda vinculados a la frecuentación de entornos fl uviales de las comunidades humanas que los produjeron.

Por lo que respecta a la secuencia post-paleolítica, la historiografía moderna asume la existencia de una colonia romana denominada Iulia Traducta en el recinto sur de las Algeciras, entramado urbano correspondiente más tarde a la al-Bunayya tardomedieval, “Villa Nueva” de la crónica de Alfonso XI y “Villa Vieja” en su denominación popular desde el siglo XIX. Su fundación se estima en torno al 27 a. C., con emisión de monedas c. 12-2 a. C.12. Su territorium queda impreciso, sólo considerándose que el límite con el de Carteia podría situarse en el cauce del río Palmones.

Las evidencias arqueológicas conocidas hasta la fecha se limitan prácticamente a sus cetariae (factorías de salazón, en torno a C/ San Nicolás) y sus fi glinae (alfarerías). No obstante, todas las referencias a alfares en el entorno periurbano de Traducta, hasta ahora, hacían referencia a hallazgos casuales (antigua playa del Chorruelo, C/ San Quintín) y a un vertedero (sin que se conozcan los hornos, en C/ Alexander Henderson 16-18; GUERRERO y otros 2007), de modo que los ahora excavados son los primeros adscritos a esta población altoimperial.

El estudio de JIMÉNEZ-CAMINO y BERNAL (2007: 179-186) establece, para el periodo tardorromano-tardoantiguo cuatro fases ocupacionales de la ciudad “en función de las grandes reestructuraciones del yacimiento”, a saber:

Tabla 6. Síntesis Geohistórica.

12.- Remitimos al último artículo publicado sobre la cuestión, el de JIMÉNEZ-CAMINO y BERNAL (2007), para la consulta de los datos básicos; en su bibliografía se encontrarán todas las referencias oportunas para la valoración de la ciudad romana. Sobre la ceca local véase BRAVO (2004-2005).

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Según se ve, casi toda la información alude a las modifi caciones sufridas por las zonas funerarias e industriales, siendo difícil valorar la aparente pérdida de pujanza de la ciudad desde los primeros abandonos en las factorías de salazones hasta el total cese de su actividad en época bizantina. A este marco cronológico pertenece nuestra fase II y el intermedio representado por la fl echa arenosa del estrato XI. Nuestra intervención no ha proporcionado ningún material mueble datable en época visigoda.

Lo que sí hemos conseguido es determinar las líneas básicas paleotopográfi cas y su cotejación con la cartografía histórica, comprobándose además la bondad de nuestra estimación -a partir de la lectura detenida de perfi les en las zanjas- sobre una línea de “paleocosta” al superponerla

con la fi siografía refl ejada en el plano de la serie de Verboom AGS MPD XXXIX-79, fechado en 1745 (según se aprecia en nuestra Figura 15), donde aún se reconocen las líneas básicas de una topografía fósil que nos muestra la amplitud de la pequeña bahía originaria -en la que debía existir un embarcadero para el transporte de los productos elaborados en los hornos- y la delineación de la fl echa que provocó su cerramiento. No obstante, hay que valorar la posibilidad de que el muelle se situara al otro lado de la barra, a una distancia en línea recta de apenas cien metros.

La geomorfología litoral asociada a deltas fl uviales es bien conocida en su evolución genérica para las costas andaluzas occidentales (OJEDA 1989) y, en concreto para el Campo de Gibraltar, se repite el mismo modelo secuencial

Tabla 7. Síntesis de acontecimientos en “Iulia Traducta” en época tardorromana-tardoantigua.

Figura 15. Análisis de Cartografía histórica con propuesta geoarqueológica: la fi glina Garavilla al borde del paleoestuario del Saladillo.

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Figura 16. Fotografías aéreas de la desembocadura de los principales ríos del extremo Sur peninsular. Obsérvese la presencia constante de barras arenosas y marismas.

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de paleoestuario, cerramiento por barra arenosa y ulterior colmatación del espacio segregado con la consiguiente formación de una marisma que, según los casos, ha pervivido (caso del río Palmones en su margen derecha, el Barbate o el Guadiaro; ver Figura 16) o se ha perdido por intervención humana (casos del río de la Miel o el mismo Saladillo). Se asume sin discusión la génesis de estas rías en el máximo transgresivo fl andriense (c. 6000 BP), pero la historia de cada una de ellas hasta su colmatación defi nitiva es tema de los estudios geoarqueológicos cuya publicación, para Algeciras y su entorno inmediato, se inaugura con el presente número de la revista Caetaria.

Cuestión diferente es datar esta sucesión de modelados y los usos asociados de los grupos sociales sobre ellos. Desde ese punto de vista, aportamos ahora nuevos datos sobre la paleogeografía humana en el entorno periurbano de Iulia Traducta, confi rmándose el hecho, tantas veces observado en el registro arqueológico, de la asociación entre un centro alfarero y un cauce fl uvial que, obviamente, condiciona su ubicación13. En nuestro caso, la natural salida a la Bahía de Algeciras, pero también su cercanía a la colonia traductina, revelan los ejes económicos que hubieron de regir la actividad de la fi glina respecto a la comercialización de sus manufacturas y a su red de distribución. Queda sin respuesta la cuestión de qué se producía en

los hornos y, aunque los fragmentos anfóricos extraídos del vertedero nos orientan un tanto, no cabe hacer más precisiones en ese sentido.

Los pocos estudios geoarqueológicos acometidos hasta el momento al Norte del río de la Miel, como hemos adelantado, empiezan a diseñar un modelo evolutivo similar (aunque algo más tardío) a lo visto en el solar de Garavilla. No obstante, aún no han aportado datos sufi cientes con que explicar por completo la secuencia litoestratigráfi ca ni el mapa geomorfológico de los sucesivos paisajes históricos en su desembocadura. La hipótesis de partida plantea también su origen como paleo-estuario fl andriense, su cierre progresivo por la formación de una barra litoral (al menos existente a fi nes del s. III d. C. y sobre la que se levantará más tarde el fl anco sureste de la muralla islámica) y su lenta colmatación interna (hasta inicios de la contemporaneidad), con ocupación desigual de sus espacios entre la Antigüedad y la Edad Media tardía. En este amplio recorrido temporal se observan ya diferentes fases que fl uctúan entre ambientes marinos, fl uviales o de marisma, en una compleja evolución que, a pesar de los intentos de correlación entre estratigrafías, impide por el momento encadenar los datos conocidos para aportar valoraciones ajustadas. La reciente actividad preventiva en el solar de C/ Duque de

13.- Algunas refl exiones al respecto para la Bahía de Algeciras en TOMASSETTI y BRAVO (2006).

Tabla 8. Síntesis geoarqueológica comparativa entre desembocaduras fl uviales.

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Almodóvar nº 21 (AYALA y otros 2008) nos ha dado ocasión de compendiar parte de los datos disponibles, valorando las similitudes en la evolución de ambas desembocaduras14.

Es evidente, no obstante, que la coincidencia de los procesos geomorfológicos no implica la sincronía de éstos en uno y otro lugar. Ello, unido a la diversidad de facies estratigráfi cas que se originan en ambientes tan dinámicos, hace aún más compleja la equiparación entre los resultados de las distintas intervenciones arqueológicas, pero tampoco impide observar las similitudes. Por

desgracia, la Fase III de Garavilla ha borrado el registro correspondiente a los últimos ocho siglos anteriores al abandono de las villas en 1379, lo que elimina la posibilidad de contrastación de parte de las hipótesis actuales y futuras sobre el tramo inferior del río de la Miel, de las que esperamos interesantes aportes en los próximos años.

14.- En el ensayo de síntesis que D. Barragán y J. L. Castro nos ofrecen en este mismo tomo se incide en las mismas ideas con motivo de lo investigado en la Plaza del Coral, donde datan la colmatación antes del siglo VI d. C.

ANEXO 1. SÍNTESIS DESCRIPTIVA DE UNIDADES ESTRATIGRÁFICAS DE LOS SONDEOS PREVIOS.

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ANEXO 2. CORRESPONDENCIA ENTRE UNIDADES ESTRATIGRÁFICAS DE LOS SONDEOS.

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ANEXO 3. SÍNTESIS DESCRIPTIVA DE UNIDADES ESTRATIGRÁFICAS DE LA FIGLINA.

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