holocausto nuclear jorge viguer

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A inicios de la Segunda Guerra Mundial, muchos científicos y gobiernos eran conscientes de la posibilidad de crear un arma nuclear. Sin embargo, sólo Alemania y Estados Unidos estaban en condiciones de embarcarse en el proyecto con seriedad. Estados Unidos, contaba con los recursos industriales y los mejores cerebros de su tiempo: Albert Einstein, Leo Szilard, Robert Oppenheimer, Enrico Fermi, Arthur Compton y muchos más. Eso les permitió iniciar en secreto el monumental Proyecto Manhattan, con el objeto de construir bombas atómicas que les otorgaran una ventaja decisiva en la Segunda Guerra Mundial. El Proyecto Manhattan les permitió fabricar al menos tres núcleos experimentales de uranio y plutonio, pesados y primitivos. El primero de ellos, denominado simplemente The Gadget, fue detonado en el Desierto Jornada del Muerto de Nuevo México. Fue la primera detonación nuclear producida por la especie humana. Poco después, los días 6 y 9 de agosto de 1945, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos lanzó bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Ambas ciudades resultaron aniquiladas instantáneamente, con un saldo aproximado de entre 150.000 y 220.000 muertos, la gran mayoría civiles. Un número indeterminado de personas fallecieron con posterioridad debido a sus heridas y a los efectos de la radiación. Se ha producido un elevado número de mutaciones en bebés, durante varias generaciones. Estos hechos, que constituyen el primer y hasta ahora único uso de armas nucleares en un conflicto real.

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Holocausto nuclear Jorge Viguer

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Page 1: Holocausto nuclear Jorge Viguer

A inicios de la Segunda Guerra Mundial, muchos científicos y gobiernos eran conscientes de la posibilidad de crear un arma nuclear. Sin embargo, sólo Alemania y Estados Unidos estaban en condiciones de embarcarse en el proyecto con seriedad. Estados Unidos, contaba con los recursos industriales y los mejores cerebros de su tiempo: Albert Einstein, Leo Szilard, Robert Oppenheimer, Enrico Fermi, Arthur Compton y muchos más. Eso les permitió iniciar en secreto el monumental Proyecto Manhattan, con el objeto de construir bombas atómicas que les otorgaran una ventaja decisiva en la Segunda Guerra Mundial.

El Proyecto Manhattan les permitió fabricar al menos tres núcleos experimentales de uranio y plutonio, pesados y primitivos. El primero de ellos, denominado simplemente The Gadget, fue detonado en el Desierto Jornada del Muerto de Nuevo México. Fue la primera detonación nuclear producida por la especie humana.

Poco después, los días 6 y 9 de agosto de 1945, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos lanzó bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Ambas ciudades resultaron aniquiladas instantáneamente, con un saldo aproximado de entre 150.000 y 220.000 muertos, la gran mayoría civiles. Un número indeterminado de personas fallecieron con posterioridad debido a sus heridas y a los efectos de la radiación. Se ha producido un elevado número de mutaciones en bebés, durante varias generaciones. Estos hechos, que constituyen el primer y hasta ahora único uso de armas nucleares en un conflicto real.

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“Una luz cegadora, que se vio a decenas de kilómetros, iluminó por un instante para después explotar con gran estruendo a 580 metros de altura sobre el centro de la ciudad. La bola de fuego que se formó tenía 28 metros de diámetro y una temperatura cercana a los 300.000 grados centígrados. Los rayos caloríficos y la onda expansiva de la primera bomba atómica quemaron y redujeron a cenizas todo lo que se hallaba en dos kilómetros alrededor del epicentro.

Estos hechos dieron lugar a la denominada Guerra Fría, un cambio en el planteamiento de los conflictos internacionales .La segunda mitad del siglo XX vivió de manera temeraria un conflicto basado en la tecnología nuclear entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética que podría ser lo suficientemente destructivo para extinguir la vida en el planeta Tierra.

En 1961 se produjo un momento crítico de tensión durante la Guerra Fría. Un problema diplomático en relación a Cuba estuvo a punto de colocar a Estados Unidos y la Unión Soviética en conflicto bélico directo. La falta de entendimiento entre ambas potencias estuvo cerca de originar un nuevo conflicto nuclear.

Holocausto es un término que se utiliza para describir un acto de exterminio. Al principio, sólo los Estados Unidos y la Unión Soviética, fueron los países que poseían la tecnología nuclear con fines militares. No obstante, con el tiempo otros países han desarrollado la tecnología nuclear creando sus propias bombas atómicas. Algunos países de Oriente Medio extremistas también han invertido en tecnología nuclear y colaboran con la tensión. Es una preocupación para la humanidad y, esta vez, a razón del número de países que poseen armas nucleares y sus actitudes políticas y culturales.

Desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, la tecnología nuclear se ha desarrollado de manera significativa y la capacidad de estas armas ha sido ampliada. No hay duda de que un nuevo conflicto internacional que haga uso de esos artificios sería desastroso para la vida humana resultando en el exterminio en función de las explosiones o de las radiaciones generadas.

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No obstante, gente como nosotros, a tanta distancia y que ni si quiera gozábamos de existencia cuando ocurrió, no nos llegamos a dar cuenta del destrozo que provocó. Lo ocurrido también destrozó y marcó por el resto de sus vidas a todas aquellas personas “afortunadas” de sobrevivir a aquella masacre.

Después de décadas de silencio, víctimas de la barbarie nuclear se deciden a hablar sobre su dramática historia.

Shizuko tenía entonces 18 años. La explosión la lanzó a 10 metros. Cuando despertó, estaba abrasada. Caminó hacia su casa, bordeando la ciudad en llamas: “Oí la voz de mi padre. No le veía. Tenía la cara tan hinchada que no podía abrir los ojos. Sentí alivio y vergüenza. Estaba desnuda y me había hecho encima mis necesidades. Cuando mi novio, volvió de la guerra aquel diciembre, yo apenas comenzaba a gatear y mi mano derecha era un muñón. Mi padre le dispensó de su compromiso, pero él insistió y nos casamos al otoño siguiente. Pese al nacimiento de mi primer hijo, mi suegra siguió diciendo a mi marido que me abandonara, que se merecía una mujer completa. Viví por él, pero sufrí tanto que mi padre decía que habría sido más feliz si hubiera muerto”.

Era la madrugada del 7 de agosto. A 10 kilómetros de Hiroshima, el tren se paró y les indicaron que continuasen a pie. El coreano Lee, de 16 años, iba con otros parientes. Tenían que atravesar Hiroshima para llegar a Yamaguchi. No sabían nada, sólo les extrañaba el olor a carne quemada: “Cuando entramos en la ciudad comenzamos a ver escenas terribles. Llegamos a la estación y allí la imagen era dantesca. Al acercarnos al río, creí que bajaban troncos, pero eran cadáveres. Estaban hinchados y negros. No se podía distinguir si eran hombres, mujeres, ancianos o niños. Caminábamos sobre el infierno. Si te descuidabas, pisabas la alfombra de cuerpos. Aún me aterrorizan las manos de los moribundos que más de una vez me agarraron por el tobillo. No podía pensar. No podía ayudar. Sólo quería huir. Salir de aquel espanto. Finalmente, nos subimos en uno de los camiones que retiraban muertos”.

Yuko tenía entonces 13 años. El día 6 les tocaba descanso, pero el maestro las convocó: “Yo estaba leyendo y mi amiga me dijo que mirase el paracaídas que había lanzado un avión. No medió tiempo. Una luz me cegó y las ventanas reventaron. Me saltaron vidrios por todo el cuerpo. Huimos a un refugio cercano y, cuando salí a lavarme las heridas, me cayeron gotas enormes de lluvia negra, radiactiva. Creí que los norteamericanos querían exterminarnos y nos rociaban con gasolina”. Yuko tuvo cáncer de ovarios a los 30 años. La radiación fue la causa de la tremenda fatiga que padeció durante varias décadas.

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Seiko, de 13 años, vivía a 20 kilómetros de Hiroshima, pero había llegado en tren esa mañana con el resto de su clase. Cuando recobró el conocimiento después de la explosión, gritó y gimió al contemplar su piel colgando y el indescriptible horror que la rodeaba. Como un desfile de penitentes, guiadas por el maestro, emprendieron la huida, pero al llegar a la orilla del río el grupo se deshizo. La mayoría murió allí. Un camión la llevó a Seiko hasta una fábrica, donde por la noche la recogió su padre en una carreta: “Todo el mundo pensó que iba a morir pero, cuando gracias a los cuidados de mis padres, al cabo de un mes lograba incorporarme, mi amiga Chie, que parecía haber salido indemne, se llenó de manchas rojas y murió en tres días. Mi familia me escondió el espejo para que no me viera. A los cuatro meses salí por primera vez a la calle y los niños me gritaron que parecía un diablo rojo. Se me avinagró el carácter y maldecía a todos por haberme salvado”.

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Como conclusión a esta reflexión sobre el holocausto nuclear, debo decir que he tratado un tema del cual lo desconocía prácticamente todo. Al ir profundizando, te das cuenta como el ser humano en incontables ocasiones no tiene piedad y denota una falta de consideración increíble con otros seres humanos. Desde mi punto de vista, esta masacre fue, sin lugar a dudas, la peor expresión de la maldad humana junto a lo vivido en el holocausto judío. Se lanzó una bomba nuclear, como si se estuviese lanzando agua en una piscina, sin tener en cuenta las consecuencias. Sobre todo, sin tener en cuenta la vida de esos civiles sin culpa alguna sobre la guerra. Se acabó con vidas, tanto de los muertos como de los afectados y futuras descendencias, vidas que no les poseían más que a ellos y que jamás podrán recuperar. De este hecho histórico podemos aprender varias lecciones. Una de las principales es que la vida, nuestra vida, en numerosas ocasiones, no depende de nosotros y otros las manejan a su antojo y beneficio. Nadie nos puede asegurar que un día cualquiera alguien lancé otra bomba acabando con todo, incluido contigo y conmigo pese a que no tengamos culpa.

Lo más destacado de toda esta historia es, que el causante de todo lo ocurrido a Japón, Estados Unidos, jamás ha pedido perdón por lo ocurrido. Este hecho hace que nos cuestionemos que clase de gente dirige tanto nuestras vidas como el mundo en el que habitamos.