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LA HISTORIOGRÁFICA RENACENTISTA: NICOLÁS MAQUIAVELO

ZVONOMIR MARTINIC DPRIC

26 DE JUNIO DE 1981

Conferencia sobre Nicolás Maquiavelo, dada por don Zvonimir Martinic el

día 26 de Junio de 1981, en la Biblioteca del Liceo de Hombres de San Felipe.

Ahora, pasaremos a ver la obra historiográfica de Nicolás Maquivelo. Dentro de

ella, voy a tratar de analizar someramente, tres obras que son consideradas las más

importantes ya que de una producción literaria político-histórica de cuarenta obras, sería

total y absolutamente ilógico establecer un análisis de ellas.

En la práctica, podemos señalar, que la historiografía italiana renacentista, y en

especial la historia florentina, se puede dividir en tres etapas: en primer lugar la historia

denominada vernacular o preclásica, que es propia del siglo XIV. Posteriormente, en

segundo lugar, tenemos a la historia humanista que es propia del siglo XV en donde

encontramos las figuras de los grandes cancilleres florentinos, en este caso, Coluccio

Salutati y Leonardo Bruni, al igual que a Lorenzo Bala, quién descubre que la

denominada donación de Constantino, es falsa. Y posteriormente tenemos la historia

denominada pragmática o poshumanista, que es propia del siglo XVI, y en este sentido,

entre el 1494 y el 1530, va a aparecer en Florencia, una nueva generación de

historiadores producto, justamente, de la serie de acontecimientos que se suscitaron en

esa ciudad, motivados por la implantación de la familia de los Médicis, eran expulsados

posteriormente, eran vueltos a imponer en el poder, y esta serie de acontecimientos

generó, entonces esta tradición histórica, en la cual podemos señalar nosotros los

nombres de los siguientes historiadores de este periodo: Nicolás Maquiavelo, Giaco

Bonardi, Francisco Guicciardini, Filipo Neri, Donato Giannotti, Benedetto Barqui,

Bernardo Segnii y Giaco Babidi. Sin lugar, a duda los más importantes de este periodo

son: Nicolas Maquiavelo y Francisco Guicciardini. Yo me voy a referir a Maquiavelo,

pero para referirme a este personaje es necesario establecer algunas características de la

historia política de Florencia en la época en que a él le tocó vivir.

Si hacemos un corte cronológico, para guiarnos más o menos en el siglo XIV,

tendríamos que señalar que Florencia comienza a desarrollarse políticamente dentro de

lo que se denomina el régimen de los oligarcas, el cual va desde el año 1375 al 1430 y

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los principales actores de este proceso son: Maso Degli Albizi y posteriormente en el

1417 su hijo Rinaldo. Este régimen de los oligarcas expande territorialmente a

Florencia dentro de la península y conquista algunas ciudades vecinas como son

Arezzo, Cortona y Pizza; es importante en la conquista de Pizza, en el año 1406, porque

le permite a Florencia convertirse en una potencia marítima dentro de la provincia. Sin

embargo, el régimen de los oligarcas, acarrea consigo un malestar y comienzan a surgir

algunos descontentos y algunos opositores, en relación a este régimen. Aparece en la

escena política de Florencia, por lo tanto, Giovanni de Médicis, quién aparece como la

cabeza visible de esta oposición al régimen de los oligarcas. Cuando Giovanni de

Médicis muere, en el 1429, lo sucede su hijo Cosimo, lo sucede tanto en la dirección de

los negocios de la familia, sobre todo en la banca, como también lo sucede en la

oposición al régimen de los oligarcas. Cuando en el año 1433 Florencia fracasa en una

guerra contra Lucca, se le encomienda a Cósimo que firme la paz; no da resultado esta

gestión y los oligarcas, con tal de desembarazarse de Cósimo de Medicis, lo condenan a

muerte culpándolo de este fracaso. Sin embargo, la creciente simpatía que Cósimo

había logrado, en la población de Florencia, hace que la presión popular cambie el

veredicto y se lo destierre de Florencia. Entonces, se dirige a Venecia en donde es

recibido con honores principescos, lo que revela su importancia dentro de la política

italiana, y un año después de su destierro, con la caída del régimen de los oligarcas,

Cosimo de Médicis vuelve a Florencia en gloria y majestad.

Podríamos señalar muchas cosas de esta especie gobierno de Cosimo de Médicis,

porque en la práctica él nunca va a llevar el poder realmente, siempre va a ejercer

aquellas magistraturas que cualquier vecino de Florencia podía ejercer, pero sin

embargo, los consejos políticos de Cosimo de Médicis son tan acertados que

prácticamente él es el arbitro de toda la política de Florentina. Hay una serie de

manifestaciones mecenásticas, en la época de Cosimo, pero sin lugar a duda, uno de los

acontecimientos capitales durante su período, es el desarrollo, en el año 1439, del

denominado Concilio de Florencia, que tiene como finalidad unir la iglesia oriental con

la iglesia occidental. Llegan, para este efecto, por lo tanto a Florencia, una serie de

grandes exponentes, es el caso de mencionar al Cardenal Basilio Besarion, y traen

conjuntamente con ello, toda una serie de textos, con lo cual la cultura humanística

comienza a desarrollarse con mayor propiedad.

Cosimo de Médicis muere en el año 1464 y lo sucede su hijo Piero, llamado el

Gotoso, el cual, prácticamente, pasa sin ninguna pena a la posteridad y en el año 1469,

que se produce la muerte de Piero el Gotoso, deja, de hecho el poder, en mano de sus

dos hijos Lorenzo y Giuliano.

La juventud de Giuliano y la aparente apatía por los asuntos políticos, dejaron el

poder, por lo tanto, en manos de Lorenzo quién comenzó a desarrollar un técnica

política que ya había sido esbozada por Cosimo, es decir, con la finalidad de poder

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manejar más de lleno el gobierno de la república, comienza a crear instituciones

paralelas a las ya existentes en la república, así por lo tanto, tenemos la creación del

consejo de los ’70, que fue creado inmediatamente después de la muerte de su hermano

Giuliano, producto de una conspiración de las familias rivales: los Pazzi y los Salviati.

Posteriormente, en el año 1490, crea un consejo mucho más restringido, del cual

también él es miembro, el denominado consejo de los 17. Así, Lorenzo de Médicis,

comienza a gobernar.

La muerte de Lorenzo en año 1492, deja al poder en manos de su hijo Piero,

denominado “el desafortunado”, ya que en el año 1494 se produce la invasión francesa

a Italia, el rey, Carlos VIII entra a Italia y Piero traiciona la ciudad, en el sentido de no

consultar con la señoría y de entregarles la ciudad a los franceses. La ciudad se levanta

en armas, por lo tanto, y Piero es expulsado en noviembre de 1494. Desde esa fecha

hasta 1498 encontramos nosotros en el escenario político de Florencia, lo que se

denomina como la república teocrática, instaurada por el fraile dominicano Girolamo

Savonarola. A su muerte, en 1498, se establece una república aristocrática y

posteriormente un gobierno popular, entre 1502 y 1512, que está a cargo de Piero

Soderini, con el título de gonfalonero, es decir, justicia mayor, jefe de la señoría de

Florencia. En el año 1512, Florencia capitula ante los españoles, y los Médicis son

nuevamente impuestos en el poder. Ya a partir de esta época, Florencia, pasa a ser

únicamente un apéndice del papado, ya que en el 1513, “el Papa León X, asume el

pontificado y para los efectos políticos, Florencia no es otra cosa, como señaló, que un

apéndice de la Santa Sede.

La situación continua en la misma tónica durante el pontificado el nuevo Papa,

Clemente VII, es decir hasta el año 1531, pero hay algunos hechos importantes en esta

época. En el año 1527 se suceden algunos hechos relevantes, en primer lugar, el ejército

español penetra en Roma y la saquea; se produce en Florencia, el mismo año, una nueva

expulsión de los Médicis y se establece el gonfalonierato de Niccolo Capponi, el cual

nombra, y establece, que el rey de Florencia es Jesucristo, no en balde hay una

inscripción en el atrio del palacio Vecchio en Florencia que dice: “Jesucristo, rey de la

ciudad”.

También, esta situación, no puede durar, ya que en el año 1529, en el denominado

Congreso de Bologna, se reconcilia el Papa con el emperador. Esta reconciliación trae

como consecuencia la nueva imposición de los Médicis en Florencia, la resistencia de

esta ciudad, y finalmente la capitulación, en el año 1530, de la ciudad y el definitivo

restablecimiento de los Médicis. Estos hechos hay que tenerlos un poco en

consideración, tomarlos en cuenta para poder comprender la obra de Maquiavelo.

porque en la práctica, la obra histórica de Maquiavelo, se encuentra algunas claves

fundamentales que son válidas para la comprensión de la totalidad de su pensamiento,

pero por ser la personalidad de Maquiavelo sumamente compacta, es necesario analizar

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su obra histórica, dentro del conjunto de sus ideas y de sus obras, sin perder de vista su

personalidad. Y uno de los elementos más significativos de la personalidad de

Maquiavelo, es justamente, su identificación con el tiempo y las contingencias que se

viven a fines del siglo XV y las primeras décadas del siglo XVI. Existe, por lo tanto,

por parte de Maquiavelo un compromiso con esa surrealidad, que nosotros, bajo ningún

punto podemos perder de vista para poder analizar el conjunto de circunstancias en las

que recoge su experiencia y elabora las conclusiones.

Nicolás Maquiavelo nació en Florencia el 3 de Mayo de 1469, muriendo en la

misma ciudad el 22 de Junio de 1527, y tenía veinticinco años cuando se produjo, a raíz

de la invasión francesa, la expulsión de los Médicis. Poco después, en el año 1498, va a

comenzar su carrera política y comenzará a intervenir en el gobierno de la comuna. Con

esto obtendrá una serie de experiencias necesarias para conocer a fondo la marcha de la

ciudad en el período en que le estaba tocando asistir, así como también aquellas

circunstancias o aquellas lacras, por las cuales declinaba Florencia. Maquiavelo va a

obtener, de su acción pública, un conocimiento directo de cuales son las nuevas fuerzas

que comienzan a aparecer en el escenario político internacional, y va a aprender a

juzgar el pasado desde el presente.

“Muy pronto, nosotros, vamos a intentar ver la predicción del futuro, según el

pasado, y postular a aquellas soluciones, para llegar a tiempo, en esta agitada marcha,

que conducía hacia la caída política de Florencia y también de Italia”. Por lo tanto,

expresar el resultado de estas reflexiones, maduradas en esa época, será la labor de

Maquiavelo en el período comprendido entre su exclusión de la gestión pública, en

1512 y su muerte en 1527.

Ajeno a la vida pública, Maquiavelo comienza, a raíz de la invasión francesa, a

interesarse por ella y realiza sus primeras observaciones, cuando Savonarola dominaba

la situación en Florencia. Maquiavelo admira la virtud del fraile, coincide con el en la

necesidad de sacudir la apatía general, pero no está, bajo ningún punto de vista, de

acuerdo con Savonarola, en los medios usados ni en la concepción del poder político.

Y quizás muchas de sus opiniones sobre la necesidad de una conducta más enérgica en

lo político, haya nacido de este primer encuentro con el que el posteriormente llamará

“el profeta desarmado”. Ya en esta época, Maquiavelo, condenaba, en Savonarola, la

debilidad y la inconsecuencia con respecto a sus propias convicciones. Percibía en la

práctica el fracaso irremediable, que estaba conduciendo la política de Girolamo

Savonarola. Poco después da la caída y de la muerte de Savonarola, ocurrida en 1498,

Maquiavelo inicia ese mismo año su actividad pública como jefe de la segunda

secretaría de la señoría. Con una serie de funciones bastante complejas vinculadas a la

política interna, a las cuestiones militares y, por sobre todo, a las relaciones exteriores.

Es así, por lo tanto, que entre el 1499 y el 1512, tenemos a Maquiavelo, cumpliendo una

serie de misiones diplomáticas, por encargo de la señoría, es embajador en Italia y fuera

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de ella, es tres veces embajador ante el Rey de Francia, Luis XII, es embajador,

también, ente el emperador, ante el Papa, ante Catalina Sforza y ante César Borgia, por

lo tanto, estas experiencias diplomáticas, y aquellas que resultaban de su gestión

cotidiana en la señoría, fueron conformando la orientación política de Maquiavelo, el

cual deseaba para Florencia una política más firme, pero sin atreverse, en la práctica, a

pensar en una monarquía, y en consecuencia va a apoyar la creación de una

magistratura ejecutiva y perpetua que se conoce con el nombre de gonfalonierato, la

cual sería ejercida desde 1502 hasta 1512 por Piero Soderini. Poco a poco se va

constituyendo Maquiavelo una consciencia sobre la línea de desarrollo de la historia de

Florencia, sobre su pasado y sobre su presente.

El atento examen de la realidad lo va a inducir a apoyar la política francófila,

que la república seguía desde la expulsión de Pedro de Médicis. Dentro del sistema de

alianzas posibles, todo parecía aconsejar a Florencia la mantención de esa alianza, y en

la práctica la ciudad se mantuvo fiel a ella hasta el año 1512 en que finalmente, con la

caída de Prato, se dio a la fuerza, y Giuliano de Médicis, entró en la ciudad y organizó

los cuadros del nuevo gobierno.

Como todos los colaboradores de la organización republicana, Maquiavelo va a

ser depuesto. Poco después va a ser complicado en una conspiración, en la conspiración

de Luca Copponi y Pietro Paolo Goscoli, a consecuencia de lo cual va a sufrir la tortura,

pero, una vez comprobada su inculpabilidad se le permitirá retirarse a San Casciano,

cerca de Florencia, en donde vivió largos años de su vida procurando algunas veces

reconquistar las posiciones oficiales y preocupado otras veces por el duro vivir de cada

día. En este retiro, Maquiavelo piensa como la Florencia, a comienzos de siglo, le ha

tocado con sus desventuras. Y así escribe a uno de sus amigos Francisco Vettori:

“Desde mis últimos infortunios he llevado una quieta vida campestre; me levanto con el

sol y entro en uno de los bosques a inspeccionar la tarea hecha el día anterior; paso

algún tiempo con los leñadores, que tienen siempre alguna cuita que contarme, ora de

ellos mismos, ora de sus vecinos; cuando salgo del bosque, me dirijo a una fuente y

luego subo a un recinto, que es trampa de pájaros, con un libro bajo el brazo: Dante,

Petrarca, o uno de los poetas menores, tales como Tíbulo u Ovidio; leo sus amorosos

transportes y la historia de sus amores recordando los míos, y el tiempo pasa

agradablemente en estas meditaciones. Luego visito la posada del camino, charlo con

los viandantes, pido noticias de los lugares de donde vienen, escucho cosas varias, y

observo los variados gustos y diversos antojos de la humanidad, esto me lleva a la hora

de comer. Sentado en la mesa, en compañía de mis hijos, engullo los manjares que este

pequeño lugar mío, y mi pobre patrimonio me permite. Por la tarde, vuelvo a la

posada, allí generalmente encuentro al posadero, un carnicero, un molinero y un par

de ladrilleros. Departo con estos rústicos durante todo el día, jugando a la clica y al

trick track, juegos que dan lugar a un millar de peleas y a muchos intercambios de

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palabras gruesas y generalmente nos peleamos por ardides, y nuestros gritos pueden

oírse desde la villa de San Cascian, sumergido en esta degradación, mi espíritu se

enmohece y descargo mi rabia contra la indignidad de lado. Al anochecer, vuelvo a

casa y me dirijo a mi escritorio, y quitándome a su puerta mis rústicas prendas,

manchadas de barro y cieno, visto indumento cortesano y así, adecuadamente

atablado, entro en las antiguas cortes de los antiguos, y recibidos por ellos

cordialmente, nútrome de los manjares realmente míos y para los que nací, y no me

avergüenzo de departir con ellos e indagar los motivos de sus actos, y estos hombres,

en su humanidad, me contestan, y por espacio de cuatro horas no siento cansancio ni

recuerdo congoja, ni temo ya la pobreza, ni me aterra la muerte, todo mi ser queda

absorto en ello”.

En este retiro, donde tenía una pequeña villa y algunos metros de tierra, los

recuerdos de tantas y tan variadas experiencias, podían agolparse con particular

insistencia en la mente de Maquiavelo, pidiéndole una ordenada y lógica expresión, y

por lo tanto, de la fusión de sus cartas históricas y políticas, no determinadas aun con

mucho rigor, y de sus experiencias en el mundo político que él había examinado con sus

despachos diplomáticos, al igual como las lecciones de las cosas antiguas y de las cosas

modernas, fusionadas en una misma consideración crítica, va a nacer, entre los últimos

meses de 1512 y los primeros de 1513, los primeros capítulos de su obra “Discurso

sobra la primera década de Tito Livio. Era esta obra, una prepotente necesidad de ver

claro, en la estructura misma del obrar político, lo que le hacía asumir, a materia de su

reflexión en la historia de la Roma republicana. Esta Roma republicana, que había sido

fijada en las páginas de Tito Livio, y es justamente la perfección de la constitución

romana, la implacable claridad de la acción política de aquel pueblo, que Maquiavelo

vuelca, con excepcional fuerza polémica, un siglo de historia florentina, es decir, la

miseria de una vida constitucional vuelta inestable, y a veces directamente

convulsionada por los continuos volcamientos de los gobiernos y de las estructuras

ciudadanas, lo cual significa en la práctica que hay un despedazamiento del poder y una

imposibilidad en el obrar político. Es así, que a través de la teoría de la imitación a las

antiguas órdenes, enérgicamente sostenidas desde un principio, en esta obra, que

Maquiavelo reúne la realidad del pasado a las posibilidades del presente, y revela así su

actitud hacia la historia contemporánea , en esta obra, en los discursos sobre la primera

década de Tito Livio, existe una intención que es bastante clara, Maquiavelo trata de

comprender las profundas razones de la crisis política italiana, y la historia romana que

Maquiavelo describe y analiza, como a la historia del pueblo que mejor que cualquier

otro, logró la difícil empresa de fundar un gran estado, esta historia de Roma no es otra

cosa que el esquema ideal de su doctrina política, el deber ser con relación al cuan la

historia real de Florencia y de Italia, revelaba todas sus contradicciones y todas sus

miserias, porque en la práctica, en Florencia, la lucha de los partidos se habían agotado

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siempre en el vano juego de las victorias y de las derrotas, de los bandos y de las

confiscaciones, de las persecuciones y de los destierros, sin que en la práctica, jamás,

por sobre el estrecho interés de las partes, se lograra percibir el interés más alto del

estado.

La Roma antigua tenía luchas, una de ellas fue la lucha entre las órdenes del

patricio y del plebeyo, pero, al mismo tiempo, era esta la razón de la grandeza y de la

potencia en la que estaba. En virtud de la útiles indicaciones que las leyes ofrecieron a

los hombres romanos, estos tradujeron en una serie de apreciaciones, todas las

consideraciones críticas dentro de la ciudad; el estado, no es en efecto, señalaban, sólido

y duradero cuando se funda sobre una clase, y no deja otra a su imagen, pero sí lo es

cuando sus leyes y sus órdenes son el resultado de todas las tendencias, y de todos los

humores, encerrados en su seno. Es por esto, ya señalado por los romanos, que la

historia de Roma, aparece a Maquiavelo, como lo que la historia de Florencia, habría

debido ser para concretarse en resultados válidos. En esta obra, Maquiavelo expresa la

amargura de su ánimo y la convicción rabiosamente polémica que el destino de

Florencia, perfectamente se podía haber evitado si los príncipes hubiesen seguido el

gran ejemplo de los romanos. Pero luego Maquiavelo interrumpió su trabajo para

escribir de un solo tiro, los veintiséis capítulos de “El príncipe”, en el año 1513. Este es

un problema bastante complejo, sobre el cual siempre los interpretes se han cansado,

pero para resolverlo basta pensar que los discursos, sobre la primera década de Tito

Livio, nacen como una obra sistemática, más para hacer comprender los términos

generales del obrar político, que para abrir, al hombre de acción, un camino contrario, y

a Maquiavelo, a quién la situación histórica, parecía pedir y exigir una virtud antigua,

que la rescatase de todas sus contradicciones, necesitaba, por lo tanto, el plano

doctrinario de los discursos, para descender al terreno concreto de la lucha,

interrogando la realidad, observando lúcidamente las dificultades y preparando los

medios para resolver. La nota final del príncipe, está por lo tanto, en la observación de

los problemas del presente. Pero “El príncipe”, es un proceso absoluto; dentro de él es

absoluta la diagnosis, es absoluto el remedio, es absoluto el deber, un deber que

Maquiavelo indica al hombre que no debe ser nunca inferior a las situaciones históricas

que se presentan. Aquí encontramos, por lo tanto, la crudeza de la política de

Maquiavelo; su implacable frialdad en asumir los medios más despiadados; crudeza e

implacabilidad que no son sino una fidelidad rigurosa a las premisas sobre la situación,

del hombre en el mundo, sobre su deber de no parecer jamás inferior a la circunstancia.

“El príncipe”, por lo tanto, es una construcción rigurosísima de la virtud humana, una

indicación de los modos con los cuales se debe resistir y reaccionar a las circunstancias.

El 10 de diciembre de 1513, Nicolás Maquiavelo escribía a Francisco Vettori,

embajador ante la corte pontificia, lo siguiente: “He compuesto un opúsculo, “El

príncipe”, dónde yo profundizo, cuanto puedo, en el pensamiento de este sujeto,

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debatiendo que cosa es el principado, de que especie son, o como se obtienen y se

mantienen, y por qué se pierden”. Por esta explícita declaración, Maquiavelo, por lo

tanto, partía de la realidad concreta del principado y no de la figura abstracta del

príncipe; en cuanto, a que la naturaleza del principado era justamente la que

condicionaba el gobierno del príncipe.

Él presentó en la práctica una tipología del principado, y no una clasificación de

los príncipes. Según Maquiavelo, todos los estados son repúblicas o principados, y él

entiende, bajo la denominación genérica de principado, todo estado no republicano.

Esta distinción, que recoge también en los discursos, subraya la separación entre la

tipología monárquica y la tipología republicana; principado y república son dos formas

de estado diferentes, caracterizadas pro razones históricas, y de esta bipartición,

Maquiavelo se remonta a la antigüedad, examina él los diversos géneros de principados

y distingue tres: primero los principados hereditarios, segundo los principados mixtos, y

en tercer los principados nuevos. A los principados hereditarios va a dedicar un solo

capítulo de su obra, el capítulo segundo, porque señala: “En los estados hereditarios ,y

acostumbrados a la sangre de su príncipe, son demasiado menores las dificultades

para mantenerlos, que en los nuevos, porque basta solamente con no omitir el orden de

sus antepasados, y luego contemporizar con los accidentes”.

A los principados mixtos, que son en la práctica como miembros agregados al

estado hereditario del príncipe que los sostiene, dedica tres capítulos – el tercero el

cuarto y el quinto –; “y los principados mixtos –señala- pueden tener, o no, la misma

lengua del estado al cual se agregan, si la lengua es la misma”. Maquiavelo también

dice: “Es una gran facilidad tenerlos, máxime cuando no están acostumbrados a vivir

libres, y para poseerlos con seguridad, basta con haber apagado la línea del príncipe

que los dominaba, y porque en las demás cosas, manteniendo ellos sus viejas

condiciones, y no habiendo deformidad de costumbres, los hombres viven

quietamente”. Si en cambio, en las provincias anexadas al principado existen

deformidad de lenguas, deformidad de costumbres, deformidad de orden, entonces,

surgirán las dificultades y se necesitará tener gran fortuna para solucionar esta

dificultad.

A los principados nuevos, Maquiavelo, va a dedicarle seis capítulos – del seis al

once -, los cuales consideran en la práctica el principado que se obtiene con las propias

armas y con la virtud, el principado que se obtiene con las armas ajenas y con la

fortuna, el principado que se obtiene por cualquier medio malvado, el principado civil

que se adquiere con el favor de los ciudadanos, el principado eclesiástico que se

adquiere por beneficio. Y después de haber razonado sobre los principados nuevos,

viejos y mixtos, pasa en los tres capítulos sucesivos- vale decir doce, trece y catorce- a

examinar como se defiende un principado. El príncipe, señala Maquiavelo, defiende su

principado con las armas propias o con las armas mercenarias. Si un príncipe funda su

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propio poder sobre las armas mercenarias, no estará nunca seguro ni tranquilo, puede

también recurrir a las armas auxiliares de un poderosos, pero estas armas son casi

siempre dañinas para quien las llama porque perdiendo permanece deshecho,

venciendo, queda prisionero de ellos. Después, por lo tanto, un príncipe pensar que al

defender su estado debe defenderlo con sus propias armas y con la milicia, que es el

único oficio que se refiere al que manda. Y desde el capítulo quince al veintitrés,

Maquiavelo indaga sobre los modos de actuar de los príncipes para con los súbditos y

los amigos. Pero esta investigación de Maquiavelo, es conducida yendo más a la verdad

de las cosas que a la imaginación de ellas, y en coherencia con la premisa que no se

pueden tomar como modelos principados que no han sido nunca vistos ni conocidos.

Estos nueve capítulos han proporcionado las bases de la imagen maquiavélica del

príncipe; el príncipe que no debe cuidarse de incurrir en la infamia de aquel oficio sin

los cuales difícilmente puede salvar el estado. Es por lo tanto notorio que en estos

capítulos aparezca una liberalidad y una parsimonia, una crueldad y una piedad, una

fuerza y una astucia que son las alternativas morales que se presentan al príncipe.

Bueno, en la elección de estas alternativas el príncipe no debe comportarse

como si todos los hombres fuesen buenos, en cada caso, es necesario salvar las

apariencias porque todos ven lo que parece ser, como saben lo que es, y si el príncipe

logra no hacerse odioso respetando los bienes y las mujeres de sus súbditos, se puede

sentir seguro, ya que de su parte está la majestad del principado. Maquiavelo tratará

luego de responder, sin olvidar las particulares condiciones de cada uno de los estados a

una serie de interrogantes, vale decir, sé sabio armar o desarmar a los propios súbditos,

temática capítulo veinte; si es oportuno hacer grandes empresas, capítulo veintiuno; qué

tipo de ministro conviene escoger, capítulo veintidós y cómo cuidarse de los consejeros

aduladores en el capítulo veintitrés.

Los últimos tres capítulos de “El Príncipe” - el veinticuatro, el veinticinco y el

veintiséis -, están dedicados a los príncipes de Italia que han perdido su estado en esos

tiempos, y que cuidan a la fortuna mientras que en realidad se trata, según

Maquiavelo, de una negligencia porque hay momentos en los cuales es necesario

proceder impetuosamente. De ahí entonces, que de estas consideraciones, nace la

exhortación dirigida a un príncipe italiano, para constituir un principado a fin de volver

a Italia a la libertad. Esta reconstrucción de la estructura compositiva, de la obra “El

Príncipe”, permite no solamente subrayar las intenciones de Maquiavelo, sino

confrontar su temática con la de los tratadistas de su época, y en la práctica, podemos

señalar que se nota en la obra de Maquiavelo un rechazo a todos los modelos

precedentes construidos en función de una ideología religiosa o de una ideología

jurídica. El secretario florentino, para el análisis, se va a remitir a su propia experiencia

política a la enseñanza que los historiadores de la Antigüedad le han convulsionado. Se

va a remitir por lo tanto al buen sentido, a la realidad de los hechos y no a los valores

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abstractos. Maquiavelo declara a Francisco Vettori, que su opúsculo, “El Príncipe”, es

el resultado de quince años de experiencia transcurridos en el estudio del arte del

estado, que además es producto esta obra de una asidua lectura de los autores clásicos.

Sobre estos dos aspectos de su competencia para hablar de los principados, él va a

volver en la dedicatoria de la obra a Lorenzo de Médicis, es decir, allí expresa que la

condición de las acciones de los grandes hombres aprendida con una larga experiencia

de las cosas modernas y una continua lección de las antiguas, es la verdadera

experiencia. Y por lo tanto, la cultura humanista debía ser entendida como una lección

de vida política extraída de los antiguos. Una lección mucho más explícita todavía, es

“Los discursos sobre la primera década de Tito Livio”. El historiador italiano Freddy

Quiteli,, publicó una obra titulada “Estudio sobre el lenguaje de Maquiavelo”, en el año

1952 en Florencia y en esta obra, Quiteli, afirmaba que el lenguaje del príncipe es

considerado en la práctica como el producto de todas las otras experiencias

significativas de Maquiavelo. Así como las concepciones del mismo tratado, son el

producto de todas las experiencias sociales y políticas, esta afirmación de Quiteli, se

encuentra el término de un examen de la palabra “estado” y de ese examen, extrae que

la palabra estado es adoptada promiscuamente en los diversos significados que había

ido adquiriendo del tardo Medioevo al Renacimiento. Pero la concreción de la noción

de estado en “El Príncipe”, conlleva una clara implicación del territorio ordenado en un

organismo político completo.

En otra obra, publicada en el año 1969: Nuevos estudios sobre el lenguaje de

Maquiavelo, Quiteli agrega que durante el periodo en que Maquiavelo fue secretario de

la República florentina, vale decir de 1498 a 1512, aprovechó la tradición humanista de

Salintati, canciller de la república y el familiar lenguaje burgués que se imaginó la

práctica como un satisfactorio instrumento técnico que era adherente a la realidad y a

los problemas del organismo estatal. De allí entonces, que el problema es saber con qué

espíritu es usado por Maquiavelo el instrumento lexical de origen burgués: estado y el

historiador italiano Gennaro Sasso, en la introducción a “El Príncipe”, publicada en

Florencia en el año 1969, ha observado que la impostación política de esta obra, es

duramente utilitaria en el sentido que prevalece el interés del estado. Se trata, según

Sasso, de una misión racionalmente utilitaria. El concepto del bien común que

Maquiavelo tiene en mente es un concepto político- utilitario. Esta visión utilitaria

estaba ya presente en el lenguaje de Maquiavelo cuando desarrollaba sus funciones

como secretario de la señoría. Y este lenguaje utilitario de Maquiavelo, como

secretario, estaba en la práctica en sintonía con el lenguaje realista de toda la cancillería

florentina. Desde la primera mitad del siglo XV, el lenguaje político florentino estuvo

dominado por el sentido realista de lo útil, ya que los hombres políticos estaban

convencidos que en las empresas se necesita obtener un beneficio. Durante la segunda

mitad del siglo XV, la cancillería de Florencia examinó cada situación política a la luz

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de lo útil. Se trataron los asuntos públicos con la mentalidad del beneficio; se usó un

vocabulario vuelto al provecho; los historiadores antiguos, desde Tito Livio a “Polig”, y

en general los escritores clásicos como Cicerón y Lucrecio, proporcionaron al

pensamiento de Maquiavelo, una estructura conceptual apreciada por los hombres

cultos de su época. Pero el lenguaje de la secretaria florentina va a ofrecerle los

instrumentos para expresar la visión ideológica, esencialmente utilitaria, también, para

Maquiavelo, Secretario de la República florentina, la acción política, debía tener un

resultado positivo, y debía proporcionar una utilidad.

Según Maquiavelo, para mantener un principado, es necesario adoptar, por lo tanto,

una ideología utilitaria; el príncipe debe aprender a no ser bueno, y a actuar según la

necesidad. También, al príncipe, le es necesario ser tan prudente, que sepa huir de la

infamia, y de aquellos vicios que le harían perder el estado, ya que, Maquiavelo señala,

que los hombres, en efecto, son todos ingratos, y están siempre dispuestos a romper los

vínculos morales, y jurídicos, siempre en la propia utilidad. En esta perspectiva se

puede leer el famoso capítulo decimoctavo, de “El príncipe”, donde Maquiavelo afirma

que solamente han hecho grandes cosas aquellos que han sabido, con astucia, engañar a

los demás hombres. Esto, en la práctica, era un juicio expresado corrientemente sobre el

proceder de aquellos que pensaban en su propia utilidad, y que para hacerlo esperar, sus

propios negocios, obraban contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad y contra

la religión, sería, sin lugar a dudas, señala Maquiavelo, poseer en forma diferente, esto

sería demasiado loable, pero los hombres son pérfidos, y en las acciones de todos los

hombres, sólo se atiende al resultado, y he aquí, por lo tanto, la amarga justificación de

la ideología utilitaria. Por otro lado, la conclusión de que los hombres están ávidos de

beneficios, no podía ser contradicha en Florencia, una ciudad definida como urbs

mercantorum, donde las familias dominantes desempeñaban actividades comerciales, y

el pueblo estaba dedicado a la mercancía, según lo había señala Girolamo Savonarola,

por lo tanto, la intención de Maquiavelo, al escribir el opúsculo “El príncipe”, sino

estudiar las técnicas gubernativas para adquirir y conservar un principado.

Los príncipes italianos, según Maquiavelo, habían perdido sus estados porque no

habían constituido un ejército propio, y porque no se habían asegurado el apoyo de los

grandes y la amistad del pueblo. Un príncipe italiano, podía en la práctica, instar sobre

la finalidad nacional, afirmando que su intención era la de restituir la libertad de Italia,

y vengarla de los bárbaros, pero antes de seguir una ideología religiosa o invocar una

ideología jurídica, habría sido prudente, según Maquiavelo, para conservar el

principado adquirido, adoptar los métodos utilitarios.

En la última etapa de su vida será el historiógrafo oficial de Florencia, y

escribiría su última obra: “La Historias Florentinas”. Esta fue iniciada en 1520 y

concluida en 1526, cuando su narración apenas había llegado a la muerte de Lorenzo de

Médicis. Será finalmente alejado de la política, y se le considerará un oportunista.

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Nicolás Maquiavelo, muere en 1527 profundamente decepcionado e

imposibilitado de influir con sus prácticas y sus reflexiones, con sus ideas o

desempeñando un cargo público, un 21 de Junio en Florencia.

TRANSCRIPCION: MILTON MAHAN SOTO.-