heller, herman - teoría del estado

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TEORÍA DEL ESTADO Traducción de Luis Tobio HERMAN HÉLLER RESUMEN DEL LIBRO TEORIA DEL ESTADO Edición y prólogo de Gerhart Niemeyer FONDO DE CULTURA ECONOMICA LIBRO: LA TEORIA DEL ESTADO AUTOR: HERMAN HELLER PRÓLOGO La amargura que me invade al tener que prologar, en lugar del autor, su Teoría del Estado, queda superada por la conciencia que tengo de que la muerte fue vencida, pues a la Gran Destructora no le fue dada estorbar la formidable labor de aquel poderoso espíritu. Herman Héller compuso la obra de su vida, la Teoría del Estado, luchando con sobrehumana energía contra la muerte. Aquejado de una dolencia cardiaca que, con los sinsabores de los últimos años, se convirtió en enfermedad mortal, no dejó, sin embargo, de trabajar intensamente, día tras día, en el edificio de esta obra, con una acuciadora impaciencia que era ya el anuncio del próximo fin. "Anhelando vivir el más hermoso momento de su vida", la terminación de la Teoría del Estado, y lleno su espíritu, en total madurez, de planes para el futuro, de ideas y energías, la muerte le perseguía con la celeridad que le era precisa para alcanzar a aquel hombre tan lleno de vida. Página 7 La circunstancia de que no haya podido terminar nuestro autor, hasta su último detalle, la presente Teoría del Estado, no puede sustraer a sus últimos días el tono del triunfo, ni reducir la importancia de este libro. Lo que Héller quería decir sobre el mundo del Estado se halla contenido, si no con todo el desarrollo que él hubiese querido, sí en lo principal, en la forma en que lo dejó. El pensamiento de Héller revela, ya en sus primeras producciones, los gérmenes de sus frutos últimos, aunque a menu- do en forma menos precisa. Del mismo modo, en esta Teoría del Estado se halla también la clave para conocer su pensamiento sobre los problemas que no llegó a tratar en particular. Si, por ejemplo, no dejó redactado el importante capítulo referente a la soberanía, se encuentra en los demás un tan gran número de consideraciones sobre este tema y, por otra parte, las tesis sociológicas y metodológicas de la obra conducen tan necesariamente a una precisa concepción de la soberanía, que ningún lector atento puede tener dudas sobre cuál era el pensamiento de Héller en ese particular. Para facilitar tal labor de complemento de la obra se incluyen en un apéndice todos aquellos datos que figuran en los papeles que de él quedaron, concernientes a los capítulos que no pudo llegar a escribir. Aparte de eso, presenta el manuscrito tantas adiciones y correcciones de su propia mano, que puede fundadamente conjeturarse que sólo faltaba una última elaboración para su forma definitiva. Lo poco que ella habría de añadir se deduce de lo meditado de la redacción de esta obra en la que, como en todos los escritos de Héller, cada palabra mantiene su esencial imprescindibilidad. Con frecuencia la formulación de una sola frase era, para nuestro autor, el resultado de todo un día de trabajo concentrado. La conciencia de la responsabilidad sobre lo que decía a sus oyentes o lectores no conocía limites, ni en la autocrítica ni en la intensidad de la labor. Según Héller, la decadencia presente de las ciencias políticas, y también, en parte, la crisis política actual, se deben a la falta de relación de las teorías políticas con la realidad y al carácter relativo de sus afirmaciones causado por su manera subjetiva de plantear los problemas. Página 8

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  • TEORA DEL ESTADO Traduccin de Luis Tobio

    HERMAN HLLER

    RESUMEN DEL LIBRO

    TEORIA DEL ESTADO Edicin y prlogo de Gerhart Niemeyer FONDO DE CULTURA ECONOMICA

    LIBRO: LA TEORIA DEL ESTADO AUTOR: HERMAN HELLER

    PRLOGO La amargura que me invade al tener que prologar, en lugar del autor, su Teora del Estado, queda superada por la conciencia que tengo de que la muerte fue vencida, pues a la Gran Destructora no le fue dada estorbar la formidable labor de aquel poderoso espritu. Herman Hller compuso la obra de su vida, la Teora del Estado, luchando con sobrehumana energa contra la muerte. Aquejado de una dolencia cardiaca que, con los sinsabores de los ltimos aos, se convirti en enfermedad mortal, no dej, sin embargo, de trabajar intensamente, da tras da, en el edificio de esta obra, con una acuciadora impaciencia que era ya el anuncio del prximo fin. "Anhelando vivir el ms hermoso momento de su vida", la terminacin de la Teora del Estado, y lleno su espritu, en total madurez, de planes para el futuro, de ideas y energas, la muerte le persegua con la celeridad que le era precisa para alcanzar a aquel hombre tan lleno de vida. Pgina 7 La circunstancia de que no haya podido terminar nuestro autor, hasta su ltimo detalle, la presente Teora del Estado, no puede sustraer a sus ltimos das el tono del triunfo, ni reducir la importancia de este libro. Lo que Hller quera decir sobre el mundo del Estado se halla contenido, si no con todo el desarrollo que l hubiese querido, s en lo principal, en la forma en que lo dej. El pensamiento de Hller revela, ya en sus primeras producciones, los grmenes de sus frutos ltimos, aunque a menu-do en forma menos precisa. Del mismo modo, en esta Teora del Estado se halla tambin la clave para conocer su pensamiento sobre los problemas que no lleg a tratar en particular. Si, por ejemplo, no dej redactado el importante captulo referente a la soberana, se encuentra en los dems un tan gran nmero de consideraciones sobre este tema y, por otra parte, las tesis sociolgicas y metodolgicas de la obra conducen tan necesariamente a una precisa concepcin de la soberana, que ningn lector atento puede tener dudas sobre cul era el pensamiento de Hller en ese particular. Para facilitar tal labor de complemento de la obra se incluyen en un apndice todos aquellos datos que figuran en los papeles que de l quedaron, concernientes a los captulos que no pudo llegar a escribir. Aparte de eso, presenta el manuscrito tantas adiciones y correcciones de su propia mano, que puede fundadamente conjeturarse que slo faltaba una ltima elaboracin para su forma definitiva. Lo poco que ella habra de aadir se deduce de lo meditado de la redaccin de esta obra en la que, como en todos los escritos de Hller, cada palabra mantiene su esencial imprescindibilidad. Con frecuencia la formulacin de una sola frase era, para nuestro autor, el resultado de todo un da de trabajo concentrado. La conciencia de la responsabilidad sobre lo que deca a sus oyentes o lectores no conoca limites, ni en la autocrtica ni en la intensidad de la labor. Segn Hller, la decadencia presente de las ciencias polticas, y tambin, en parte, la crisis poltica actual, se deben a la falta de relacin de las teoras polticas con la realidad y al carcter relativo de sus afirmaciones causado por su manera subjetiva de plantear los problemas. Pgina 8

  • Esto es aplicable tanto a la lgica normativa sin Estado de Kelsen como al decisionismo sin normas de Carl Schmitt.[1] Ambos son ejecutores testamentarios del positivismo cientfico, en cuanto consideran, en un caso al orden normativo y en otro al centro de poder, de un modo aislado y prescindiendo de su correlacin entre s y de su referencia a un sentido, con lo cual elevan un fenmeno parcial a la categora de punto medular de una sistemtica del Estado puramente abstracta. Prescindiendo de la lnea cientfica concreta que no lleva a Hller a aproximarse a Kelsen ni a seguir a Schmitt, sino ms bien a adoptar una posicin intermedia entre las de ambos, su actitud de conocimiento, que es radicalmente distinta de la de aqullos, se caracteriza por la cuestin, para l fundamental, del porqu y del para qu del Estado y del derecho, superando as el formalismo poltico, cuestin que, en nuestra poca, slo puede ser resuelta mediante la determinacin de la funcin social del Estado. Por esta funcin social, y slo por ella, hay que explicar causalmente todas las propiedades, instituciones y notas conceptuales del Estado y, asimismo, la referencia a la funcin es la nica actitud fundamental posible para una comprensin esencial del Estado. Pgina 9 Los conocimientos obtenidos por medios sociolgicos, en primer trmino de la realidad social y, luego, de las condiciones sociales de la actividad estatal, constituyen la clave para todas las posiciones particulares de la teora de Hller. Pgina 10 A la naturaleza dialctica del individuo, es decir, formada por muchas acciones particulares como un todo, y que, a su vez, tambin reacciona sobre los factores formativos, corresponde la estructura del todo social que consiste en la actividad de los individuos. Pgina 11 El Estado, que, segn la acertada expresin de Marx, es "la sociedad en accin", slo puede ser comprendido en su estructura esencial, si se parte del concepto supra ordinado de organi-zacin. Pgina 13

    La determinacin de la funcin social del Estado, como aseguramiento de la convivencia y de la cooperacin entre hombres, es la clave inmediata para comprender los fenmenos estatales que ms problemas plantean, como la soberana, la supremaca territorial, el monopolio coactivo, etc. La funcin de decisin y ordenacin de un grupo social, en pocas de trfico intenso y amplia divisin del trabajo, reclama, inmediatamente, el carcter territorial para su autoridad, es decir, la posibilidad de asegurar tambin su eficacia en los conflictos que no procedan de miembros del grupo, la extensin de su competencia sobre toda posible fuente de perturbacin. Esta funcin de individualizacin de preceptos jurdicos es la que, ms an que la otra, sin duda importante, de garanta, supone la soberana de un poder que establezca y desarrolle el derecho. Pgina 13-14 Gerhart Niemeyer

    SECCION PRIMERA

    OBJETO Y MTODO DE LA TEORIA DEL ESTADO

    I. OBJETO DE LA TEORA DEL ESTADO

    1. LA TEORA DEL ESTADO COMO CIENCIA POLTICA La teora del Estado se propone investigar la especfica realidad de la vida estatal que nos rodea. Aspira a comprender al Estado en su estructura y funcin actuales, su devenir histrico y las tendencias de su evolucin. Pgina 21 Del ttulo de la presente obra se desprende ya que no nos proponemos construir una teora "general" del Estado, con carcter de universalidad para todos los tiempos, porque no lo estimamos, en absoluto, posible. No son de temer confusiones con una teora "particular" del Estado, aunque existiera una ciencia semejante. La teora del Estado se ha cultivado en Alemania, desde hace tiempo, como una disciplina especial que, a partir de mediados del siglo XIX, se denomina expresamente "general" porque, desde entonces, el crculo de sus problemas se restringe progresivamente, viniendo, al fin, a quedar reducido a poco ms de la historia y construccin de algunos conceptos fundamentales de derecho poltico.

  • La ciencia poltica slo puede tener funcin de ciencia si se admite que es capaz de ofrecemos una descripcin, interpretacin y crtica de los fenmenos polticos que sean verdaderas y obligatorias. Pgina 22 Dnde halla, pues, la ciencia poltica los criterios de verdad y obligatoriedad para sus afirmaciones? En un caso, la conciencia crtica descubre ideas que sirven como criterios que puede presentar, a los intereses "de todos los miembros", como verdaderos y obligatorios. No es necesario que esta "totalidad" trascienda de la historia y la sociedad. Cuando slo comprende los grupos que contienden en determinado tiempo y lugar, incumbe a la ciencia poltica la funcin, llena de sentido, de establecer las afirmaciones que para esos grupos son verdaderas y obligatorias. El que se en-cuentren criterios que puedan unir los tiempos, partidos, clases o pueblos depende de que, en el acontecer poltico que engendra la lucha de los grupos, quepa o no sealar un sentido atribuible a todos los contendientes. Pero si a la ciencia poltica no le es posible presuponer un sentido tal y, por consiguiente, no posee criterio alguno que sea aplicable a todos los contendientes para la verdad y obligatoriedad de sus afirmaciones, pierde su condicin de ciencia. Pgina 23 En la Edad Media, el pensamiento poltico, como todo otro pensamiento, estaba subordinado a los dogmas religiosos y, como mancilla theologice, sometido a los criterios, universalmente obligatorios, de la fe revelada. La conciencia poltica se crea tambin al servido de concepciones y normas que estaban por encima de todos los antagonismos y que eran admitidas por todos los grupos en pugna. La historia trascendente de la salvacin, del cristianismo, y la creencia jusnaturalista en el progreso y perfectibilidad del gnero humano permitan formular juicios de validez universal y explicar el devenir poltico como una conexin llena de sentido. Las ideas implcitas en la fe revelada estaban fuera de toda pugna y se consideraban como establecidas en inters de todas y cada una de las partes en contienda. Por esta razn, cada parte poda apelar a las mismas frases de la Biblia o del derecho natural, y la funcin de todo pensamiento poltico consista en demostrar que tal o cual objetivo poltico o poder poltico estaba en armona con aquellos dogmas. El pensamiento histrico-social del siglo XIX elimin definitivamente esta simplicidad dogmtica. Pgina 23-24 La ciencia poltica crtica consagra su atencin, ms que a lo comn, a lo que los criterios y formaciones polticos tienen de peculiar, tratando, justamente, de describir las diferencias histrico-sociales en toda su variedad y explicarlas en sus causas y consecuencias. Pgina 25 Pero a finales del siglo XIX se inicia una autor relativizacin de la conciencia con respecto al ser social-vital cuyo resultado sera la autodestruccin de la ciencia poltica. La confianza que, en tiempos pasados, se tena en la ciencia haba dado lugar a que se propendiera a adscribir valor absoluto a la autonoma de la teora frente a la prctica poltica; en el presente existe la tendencia, an ms peligrosa, a negar lisa y llanamente, la legalidad propia de la teora poltica, poniendo con ello, en cuestin la posibilidad, en general, de una ciencia poltica. Hoy se sociolgica, historicista y polemiza, de modo radical, sobre todas las formas de pensar de. las ciencias polticas, y hay que medir bien el volumen y las consecuencias de tal hecho para darse cuenta, en toda su magnitud, de la gravedad del peligro que entraa tanto para la teora como para la prctica poltica. Pgina 25-26 En el siglo XX, y especialmente bajo el influjo de la filosofa de la vida, de Nietzsche y Bergson, con la relativizacin radical del espritu a la "vida" aparece un peligro mortal. Segn Georgees Sorel y Vilfredo Pareto, todo postulado de la ciencia poltica es slo la sublimizacin de una situacin vital, completamente individual y absolutamente irracional, y toda idea, en el sector de lo poltico, nicamente la "correspondencia" de una singularidad histrico-social y personal con la que nada tiene que ver el pensamiento. De ser ciertas tales afirmaciones, la ciencia poltica vendra, con ellas, a suicidarse, renunciando, definitivamente, a su carcter cientfico Pgina 26 A fin de evitar estas consecuencias, tanto en la teora como en la prctica, se apela, en primer trmino, al recurso de sustraer a aquella radical relativizacin un fenmeno histrico-social cual-quiera y elevado a la categora de criterio absoluto y de constante, del cual se derivan todos los dems fenmenos histrico sociolgicos. Pgina 26-27 Vilfredo Pareto, el llamado padre del fascismo, ha fundamentado, en forma penetrante y articulada, este neomaquiavelismo burgus, al hacer depender toda conciencia del "residuo", del estado general individual-irracional del que obra. Para l, todas las doctrinas polticas, de Platn a Marx, son slo

  • mala metafsica, y todas esas ideologas nicamente medios de lucha para el bellum ornniurn contra omnes. Las coberturas ideolgicas del querer poltico irracional no son ms que ficciones necesarias para la domesticacin de la bestia humana, de ellas ha de valerse la lite que se halla en posesin del poder en cada momento, para poder triunfar en la lucha siempre igual y, en s, carente de sentido, que sostienen las lites por el poder. Pgina 27 Si todo pensamiento humano es slo la expresin de una situacin individual histrico-social, la fundacin de una ciencia terica (aunque tal denominacin le sera impropia) slo puede consistir en suministrar las ideologas que, para su vestimenta, precise el poder poltico que se ha impuesto de un modo cualquiera. Si se ahoga por completo el espritu en la lucha por el poder poltico y si en ella no se le deja ninguna autonoma, advendr, como ineludible consecuencia, la anarqua terica, y tambin la prctica, y su correlativa forma autoritaria, la dictadura. Pgina 28

    Si se acepta aquella reduccin del espritu a mera funcin, como propugna la filosofa de la vida, no cabe explicar cmo es posible que lo que, sobre temas polticos, nos dicen un Aristteles, un Hobbes o incluso un Marx pueda tener validez para los pensadores del da siendo tan diversas las situaciones polticas.Pgina 29 Si podemos aprender an algo de Bodino, si la historia es algo ms que un conglomerado confuso de situaciones momentneas sin conexin entre s, se debe a que existen, de hecho, constantes idnticas en el acontecer poltico, sustradas para la razn prctica a la relatividad histrico-socio-lgicaLa prehistoria podr interesarse por otras formas humanas e infrahumanas, pero la historia poltica slo puede tener que ver con un hombre que, a diferencia de los animales, transforma el mundo que le circunda segn sus pensamientos y aspiraciones. De esta suerte, la ciencia del Estado, como, en general todo conocimiento histrico-sociolgico, tiene que partir de una conducta humana que, segn una acertada frase de Marx (captulo 1), "pertenece exclusivamente al hombre". Pgina 29 Por otra parte, las realidades naturales y culturales que encuentra el ser del hombre consciente transformador del mundo, y que condicionan su obrar en forma de leyes, revelan tambin, aunque en medida muy diferente, una constancia histrico-sociolgica, gracias a la cual, precisamente, es posible la cultura. El hombre es siempre producto y productor de su historia, forma impresa relativamente constante que viviendo se desarrolla Pgina 30

    2. DESARROLLO Y OBJETO DE LAS CIENCIAS POLTICAS Desde los tiempos de la antigedad clsica se nos viene transmitiendo, de palabra o por escrito, un cmulo de doctrinas y conocimientos a los que hoy se da el nombre comn de ciencias polticas, sin que haya sido posible determinar, de modo preciso e inequvoco, el objeto o el mtodo de esta singular ciencia enciclopdica. Pgina 31 El problema de la diversidad de ramas de las ciencias polticas y la discusin de lo que ellas deben ser, por su objeto y mtodo, se encuentran hoy, sustancialmente, en el mismo esta do en que se hallaban en los ltimos tiempos de la antigedad helnica. Pgina 31-32 Como primeros maestros de la poltica, encontramos, entonces, a los llamados sofistas, tales Protgoras y Gorgias, que enseaban la poltica como una especie de arte para la vida del individuo, como una tcnica poltica cuyo fin esencial era la carrera poltica del discpulo y que, por esta causa, poda limitarse a exponer la manera de emplear los medios necesarios para alcanzar ese fin. La base de aquella enseanza estaba constituida por una formacin enciclopdica general que comprenda rudimentos de matemticas, medicina, botnica, zoologa y astronoma, as como de economa y pedagoga y conocimientos sobre el arte de la guerra y sobre diversos pueblos. En sus esfuerzos por preparar, de la mejor manera, a sus alumnos para la poltica del momento y dotarIos de las habilidades necesarias para la accin poltica, los sofistas dedicaron especial atencin a la retrica, como arte de hablar en pblico, por la que el discpulo aspiraba a influir sobre la multitud para llegar a un puesto dirigente. Pgina 32 Scrates presenta una tica poltica que no se agota con la enseanza sobre el empleo de los

  • medios polticos, sino que investiga los principios para el obrar poltico, estableciendo objetivos tico poltico y sentando, como norma suprema, la absoluta dedicacin del individuo al Estado. Con esto se vincula en Scrates, necesariamente, el problema de delinear la imagen ideal del Estado perfecto, con lo que se vino a crear, para innumerables continuadores, el modelo de una filosofa moral del Estado. La problemtica poltica y tica aparecen en Grecia indisolublemente unidas, debido al hecho de que la polis helnica era un grupo religioso y poltico a la vez. Lo que Platn hace, en este aspecto, es tambin, fundamentalmente, tica poltica y metafsica poltica, as como filosofa de la historia del Estado. A Aristteles debemos una descripcin y crtica, extensas y exactas, de las constituciones polticas histricas de los atenienses y espartanos, de los cretenses y fenicios. Al estudiar ms de cien constituciones histricas, ha venido a ser el fundador de la ciencia histrico-descriptiva de la poltica. En l apunta, tambin, la explicacin sociolgica de los fenmenos estatales por las transformaciones de la sociedad y, en este sentido, atribuye las innovaciones en la organizacin poltica de Atenas a las luchas polticas y sociales entre nobles y plebeyos, entre pobres y ricos. Pgina 33

    Vemos, pues, que ya en la antigua Grecia se desarrolla una ciencia poltica que presenta, en sus objetos y mtodos, una gran variedad. Segn el punto de vista particular de las correspondientes direcciones de la investigacin, nos encontraremos con una tcnica del poder, un arte cvica o filosofa moral, con una metafsica histrica, una sociologa o una disciplina especial. Todos estos tipos existen hoy tambin, slo que, debido a la mayor amplitud intelectual e histrica de nuestra conciencia, su diferenciacin y especializacin es mucho mayor. Pgina 34 En los ltimos tiempos de la Edad Media se produce una progresiva secularizacin del pensamiento. En lo fundamental, la bibliografa poltica de aquella poca consagra su atencin a dos problemas. El primero es el de si el papa tiene el derecho de nombrar y deponer al emperador romano, como en 1314 haba pretendido Juan XXII; y el segundo, relacionado con el anterior, es si el emperador manda sobre toda la cristiandad y, por tanto, tambin sobre todos los prncipes extranjeros, lo que cobr actualidad con motivo de la contienda entre Bonifacio VIII y Felipe el Hermoso de Francia. Pgina 35 El moderno Estado soberano nace de la lucha de los prncipes territoriales para la consecucin del poder absoluto dentro de su territorio, contra el emperador y la Iglesia, en lo exterior, y con los poderes feudales organizados en estamentos, en lo interior. Pgina 36 Ya en 1501 formula el alemn Gabriel Biel aquella atrevida afirmacin de que habra un derecho natural, cognoscible por la razn humana y obligatoria por s mismo, aun cuando Dios no existiese o la divinidad fuera irracional e injusta. Maquiavelo y todos los autores de la razn de Estado que de l arrancan llegan, incluso, a eliminar toda clase de lmites normativo-morales que puedan trabar la autoridad del prncipe, y slo lo someten a las normas tcnicas del poder, a la ratio status. Los prncipes reclaman para s, como un derivado de su soberana poltica, el poder de imponer a sus sbditos la creencia religiosa; y, en contra de esta pretensin, luchan los monarcmacos, tanto catlicos como protestantes, al defender la libertad de religin sobre la base de la soberana del pueblo. Como antes haba sucedido, ambos bandos utilizan como armas, en la lucha, concepciones jurdicas de origen hebreo, grecorromano, cristiano y germano. Pgina 36-37 Aunque de tendencia absolutista, Hobbes renuncia, por completo, a la tesis de que el soberano sea de institucin divina. Lo importante es que, con la doctrina contractual de Hobbes, el Estado recibe, por primera vez, una fundamentacin inmanente, es decir, referida a la funcin de la organizacin estatal en el seno de la totalidad social. Pgina 38

    Lo ms genial de su teora fue su mtodo, tomado de las ciencias naturales de la poca, que aspira a explicar y justificar lo existente partiendo, nicamente, de las fuerzas que laten en su interior. Pgina 39 Es verdad que, en la base del derecho natural, hay una confusin entre lo racional-normativo y lo

  • histrico-causal. As, la doctrina de Locke, que tanto influjo ejerci y que, por lo dems, se apoya en la idea hobbesiana de la funcin social del Estado, ha pretendido explicar, de hecho, el nacimiento histrico del Estado mediante un contrato. Pgina 39 Por mucho tiempo continuaron teniendo validez simultnea en la teora de la poltica el mtodo racional normativo y el histrico-sociolgico, y an hoy aparecen unidos en muchos investigadores franceses y angloamericanos. Pgina 41

    La doctrina de Hobbes segn la cual el fin del Estado constitua la ley suprema de ste, as como la concepcin kantiana del contrato poltico como piedra de toque para determinar la juridicidad de todas las instituciones del Estado, tenan que dar lugar a una crtica racional de los poderes polticos existentes. Pero cuando el mundo se vio sacudido, asustado e incluso desengaado por la Revolucin francesa; cuando vio que sus exigencias de libertad e igualdad para todos los hombres y el culto a la diosa razn conducan, en lo interior, al rgimen del terror, y, poco despus, en lo exterior, al imperialismo napolenico, surgi una tendencia del pensamiento poltico que hizo que los escritores, no slo los contrarrevolucionarios, sino tambin los mismos revolucionarios, se percatasen de los numerosos y complejos factores histrico-sociales que condicionan la actividad poltica. La vieja cuestin: soberana del dominador o soberana del pueblo, sigue siendo el tema central de discusin de la teora poltica, pero se la trata desde puntos de vista metdicos completamente distintos. Pgina 41

    En la actualidad, la ciencia poltica presenta cierta limitacin en cuanto a su objeto, pero sus mtodos se han multiplicado sobremanera. Slo cuando se reconozca a lo poltico su legalidad relativamente peculiar, podr decirse que existe un objeto especfico del conocimiento poltico. Pgina 42-43 El objeto de las ciencias polticas cambia, ms a causa de los problemas y complicaciones, de carcter concreto, histrico sociolgicos que plantea la misma vida poltica, que segn los intereses subjetivos y los puntos de vista personales de cada investigador. El planteamiento de los problemas en la teora de la poltica no nace, pues, del hecho de que el investigador "lleve" sus preocupaciones subjetivas a la realidad poltica, sino de la circunstancia de que, en esta realidad, ha aparecido algo que, desde un punto de vista objetivo, es cuestionable y precisa de explicacin. En los tiempos actuales, la problemtica de la ciencia poltica aparece reducida debido a que, desde hace alrededor de un siglo, el inters especulativo se ha orientado, casi exclusivamente, hacia la cuestin del ser poltico emprico, y slo en grado mucho menor par atencin en la de lo que debe ser el Estado. Pgina 43 La ciencia poltica se ocupa por principio -y esto no es un juicio deontolgico sino existencial- nicamente de aquellas actividades polticas y formas institucionales de actividad que suponen un ejercicio autnomo de poder, que no aparece predeterminado de cabal manera mediante precisas reglas jurdicas normativas. La mera aplicacin de las reglas jurdicas existentes, actividad poltica que nada nuevo engendra, que no supone una direccin creadora de los asuntos pblicos, en el sentido de introducir una transformacin esencial en la distribucin del poder del Estado sobre la base de decisiones autnomas, esa actividad, pues, y la institucin en que encarna pueden, en algn caso, ser polticas pero, normalmente, no forman parte del objeto de la ciencia poltica. Pgina 44

    3. LA TEORA DEL ESTADO EN LA REALIDAD ESTATAL

    La actual teora del Estado no puede aceptar aquella estrecha delimitacin en su problemtica que conocieron las dos ltimas generaciones. Pues las teoras del Estado de esa poca dejaron sin examinar gran parte de los ms importantes problemas tericos y prcticos, como los de la naturaleza, funcin y unidad del Estado, el de sus relaciones con la sociedad, la economa e, incluso, con el derecho, los del Estado de clase, de la opinin pblica, de los partidos polticos, etc.; o bien, si se ocuparon de ellos, lo hicieron en medida insuficiente. Pgina 47 Todo conocimiento sobre el Estado tiene que partir del supuesto de que la vida estatal incluye siempre al que investiga; ste pertenece a ella de un modo existencial y no puede nunca

  • abandonarla. Con lo expuesto queda dicho que nunca haremos teora del Estado por amor a la teora. Pgina 48 Desde hace dos generaciones la burguesa alemana aparece polticamente saturada y los tratadistas alemanes de teora del Estado, que se jactaban de no tener nada que ver con la poltica prctica, dedicaron los mayores esfuerzos a "despolitizar" su disciplina, Hay todava quien pueda abrigar alguna duda sobre cul de esas dos corrientes de teora del Estado fue ms fructfera, ms profunda y de ms valor para la vida, la de los polticos Dahlmann, Stahl, Stein y Mohl o la de los apolticos Gerber, Laband, Jellinek y Kelsen? Estos ltimos autores pretendan, queriendo como engaarse a s mismos, que les era posible eludir la problemtica poltica de su tiempo; pero, de hecho, se vieron forzados a aplicar soluciones histricamente desplazadas a los problemas tradicionales o, al contrario, a adoptar soluciones tradicionales sin recoger, con ellas, las cuestiones a que respondan, Naci, de esta suerte, una teora del Estado cuya parte ms valiosa, cultivada sobre todo por Georgee Jellinek, era una historia de conceptos Pgina 49 De hecho, ciertamente, las teoras del Estado de todos los tiempos, aun aquellas que se decan expresamente generales en el sentido de una universalidad espacial y temporal, se limitaban, tanto en el material utilizado como en su problemtica y en sus perspectivas polticas, al aqu y ahora, claros e inequvocos, del investigador, aunque ste creyera moverse en el terreno de la ms pura teora y no tuviera el ms insignificante propsito poltico. Esta creencia, sin embargo, ha originado considerable confusin. Pgina 50 De esta suerte, el Estado de la Edad Moderna tiene tan poco que ver con el medieval -si es que se puede hablar de un Estado en la Edad Media-, tanto en lo concerniente a su estructura como a su funcin, que, en este caso, slo puede hablarse de cambio y no de evolucin. Lo mismo cabe decir respecto a las relaciones entre la estructura del Estado antiguo y la del medieval Pgina 50 el afirmar que la estructura presente o futura del Estado depende, en forma decisiva, del hecho de que su nacimiento primario deba atribuirse a la lucha de clases o de razas o a otra causa, no pasa de ser un prejuicio historicista ms. Es de realidad notoria que una formacin poltica con un origen nico puede desarrollarse, transformarse y cambiarse de muy diversos modos. Pgina 51 Dado, pues, que en la teora del Estado, lo mismo que en la ciencia del derecho y en todas las dems ciencias que no operan slo con formas mentales desnudas de realidad, los contenidos de los conceptos no pueden derivarse del principio de la formacin racional y, por consiguiente, son irracional es , no puede haber en esas ciencias un sistema cerrado de conceptos; el contenido irracional interviene siempre, aqu, en la formacin y en la estructura de las diferentes formas particulares, lo mismo que en sus relaciones recprocas y, por esta razn, tambin en la estructura de la sistemtica. No es posible, en estas ciencias, un sistema en el sentido de una definitiva fijacin sistemtica de las cuestiones; porque aun las mismas ciencias cambian con las aspiraciones e ideas de los hombres. Pgina 52 II. MTODO DE LA TEORA DEL ESTADO

    1. LA IMPORTANCIA DEL PROBLEMA DEL MTODO La necesidad de investigaciones metodolgicas surge de la situacin en que se encuentra la teora del Estado, lo mismo que la ciencia del derecho que en ella tiene su base. Cuando se habla, y con razn, de la crisis actual de la teora del Estado no se debe ver en ella un fenmeno de decadencia, sino al contrario. La confusin catica de las discusiones sobre temas de la teora del Estado en la posguerra alemana significa, sin duda, en comparacin con la situacin precedente y con la que actualmente reina en el extranjero, un estadio espiritual ms elevado, y si no cabe afirmar que ella represente un renacimiento cientfico, no puede negarse que constituye el sntoma de una problemtica ms hondamente vivida y de un sentido ms serio para los problemas metodolgicos. As se reconoce tambin en el extranjero. Pgina 54 Hoy no tenemos ya esta confianza lgica en la ciencia. Los fundamentos de la vida del Estado y del pensamiento sobre l, que nos haba llegado la tradicin, se han visto conmovidos y, poco a poco, se abre paso la idea de que no tiene sentido cientfico discutir sobre resultados si no se est de acuerdo

  • sobre los supuestos bsicos. Hasta nuestros das era posible -aunque ello no resultara precisamente muy cientfico- que los contrincantes no se preocupasen gran cosa por poner en claro los supuestos tericos, y deducan sus resultados de conceptos fundamentales formados de un modo completamente ingenuo, porque todos crean ya saber perfectamente lo que era el Estado, el derecho, etctera. Pgina 55 Dentro del mtodo hay que ocuparse de la relacin que existe entre el sujeto que conoce y el objeto conocido, del problema de la actitud cognoscitiva y los modos de trabajo y del modo de formacin de los conceptos. Pgina 55 El Estado es nicamente un contenido parcial de la compleja realidad de la vida, de la cual lo asla la teora del Estado. Pero los conocimientos que integran esta teora slo pueden tener valor si ese aislamiento se complementa con una constante referencia a la realidad total, ya que slo en ella tienen vida y verdad. Pgina 56 Los ms importantes estmulos para la teora del Estado vienen hoy de Hegel y su mtodo. Sin embargo, del renacimiento hegeliano, que tantos invocan, tal vez no haya quedado mucho ms, en lo metodolgico, de le> que, en sustancia, haban llevado a cabo Marx y Engels, en la llamada izquierda hegeliana, ya a mediados del siglo XIX. Pgina 56

    2. LA TEORA DEL ESTADO ES CIENCIA CULTURAL Y NO CIENCIA NATURAL La doctrina natural del Estado, as nacida, conceba la naturaleza humana como un esquema, regulado por leyes, de diversas "fuerzas" o "facultades" constantes del hombre, siendo esas fuerzas las que, bajo el influjo del "medio", es decir, de la geografa, la economa, la tcnica, etc., creaban el Estado. Este esquema fundamental, en cuanto objetivo de una concepcin inmanente de lo social, se ha mantenido sustancialmente hasta hoy, no obstante sus muchas y aun radicales transformaciones. Pgina 57 Entonces, como ahora, sostenan que no existe diferencia alguna esencial entre el Estado de los hombres y el "Estado" de las abejas, hormigas, castores y otros animales. Pgina 58 Una araa ejecuta operaciones que semejan las manipulaciones del tejedor, y la construccin de los panales de las abejas podra avergonzar, por su perfeccin, a ms de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construccin, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso exista ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tena ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que l sabe que rige como una ley las modalidades de su actuacin y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad" Pgina 59

    La cultura no es, pues, en modo alguno, una libre creacin de realidad, condicionada nicamente por el poder del espritu humano, sino una conformacin de la realidad sujeta a las leyes psquicas y fsicas del hombre y de su material. Debiendo aadirse que el conocimiento de estas leyes por el hombre, la manera como son utilizadas, en suma, su accin social y su significacin cultural es algo que cambia tambin con la historia. La diferencia metdica que existe entre las ciencias de la cultura y las de la naturaleza radica en la diversa actitud del conocimiento humano frente a esas dos esferas de objetos. Nuestra relacin con la cultura, como formacin humana, es fundamentalmente distinta de la que guardamos con la naturaleza. En aqulla el sujeto que conoce no se halla frente a un objeto externo y extrao, sino que el espritu conoce vida espiritualizada, se conoce, en realidad, a s mismo. Pgina 60-61 Nadie ha combatido de modo ms certero y completo que Marx esa supersticin, de tan difcil desarraigo (cf. tambin Oppenheimer, System der Soziologie, 1, 1922, p. 69), que sostiene que el Estado y la sociedad pueden ser mejor comprendidos si se les compara con las sociedades animales. Pgina 61 En apoyo de la consideracin cientfico-naturalista del Estado se afirma que ella implica una superior certeza en el conocimiento y una objetividad mayor. Y esto no es exacto. Pues, al modo como lo han

  • hecho primeramente con las significaciones culturales, estos investigadores suelen tambin, y aun con mayor motivo, imputar a la naturaleza valoraciones polticas antes de deducidas de ella "segn la ley". Pgina 62

    3. LA TEORA DEL ESTADO ES SOCIOLOGA Y, COMO TAL, CIENCIA DE LA REALIDAD Y NO CIENCIA DEL ESPRITU La doctrina dominante rechaza, casi unnimemente, la consideracin de la teora del Estado como una ciencia de la naturaleza. Pero justamente contra esta misma doctrina dominante hay que demostrar, con todo empeo, que tampoco el Estado puede ser objeto adecuado para un conocimiento del tipo que es caracterstico de la "ciencia del espritu". Pgina 63 Para nosotros, la cultura es aquella porcin del mundo fsico que cabe concebir como formacin humana encaminada a un fin. El hombre al labrar la tierra, construir casas, crear obras de arte o formarse a s mismo o a los dems de modo consciente o inconsciente, es portador de cultura, posee y crea cultura.Pgina 64 El Estado, en esa esfera, no es ms que uno entre muchos, existiendo, adems de l, el arte, la ciencia, la economa, la sociedad, la religin, cuyo contenido jams podr agotar, en sus vivencias, un individuo Pgina 66 Los motivos de sociologa del saber a qu tal doctrina responde, se desprenden, tal vez, de las palabras de Dilthey, quien, admitiendo que la historia nos habla tambin de trabajo econmico, de colonizaciones, guerras, fundaciones de Estados, etc., declara, sin embargo, que lo que a nosotros -es decir, a los intelectuales alemanes- principalmente nos mueve es lo "inaccesible a los sentidos", lo que puede ser vivido y comprendido; "en torno a ellas gira todo el alboroto de la historia Pgina 67 Intentando una solucin del enigma propuesto, no tardaremos en encontrarla al descubrir la existencia de dos confusiones inadmisibles; pues, de un lado, se equiparan, al menos metodolgi-camente, las formaciones sociales, como el Estado, con las estructuras o totalidades de sentido abstractas, como el derecho; y, de otro, se confunden las totalidades de sentido lgico-matemticas con totalidades de sentido de carcter histrico. Pgina 67 La formacin social que se llama Estado debe ser diferenciada tajantemente, no slo desde un punto de vista objetivo sino, adems, metodolgica, de toda estructura de sentido. El Estado no es espritu objetivo y quien intente objetivizarlo frente a su sustancia humana psico-fsica, ver que no le queda nada en las manos. Pues el Estado no es otra cosa que una forma de vida humano-social, vida en forma y forma que nace de la vida. Pgina 69 La misin de la teora del Estado es investigar el Estado en cuanta realidad. Si su objeto es el Estado, resulta obvio que no ha de referirse slo a una conexin de sentido o a un contenido afectivo que tenga su expresin en el Estado, ni tampoco a las causas psquicas de la actividad estatal, nicamente, sino que ha de proponerse la aprehensin de esa formacin de la realidad que se llama Estado. Es, por esta razn, ciencia sociolgica de la realidad y no ciencia del espritu o del sentido. Pgina 70 Esa comprensin del sentido, que realiza la ciencia de lo real, tiene que ser comprensin de la realidad social. La totalidad de la que hay que partir, necesariamente, para poder comprender el sentido del Estado, segn el modo de la ciencia de la realidad, es la convivencia humana real, "la produccin y reproduccin de la vida real" Pgina 71 Las formaciones sociales son grupos de voluntad y, en ellos, la voluntad humana acta como causa final; su estructura ideolgica no excluye, en manera alguna, la causalidad, antes la tiene por base. Sin duda que en las ciencias de la cultura no se trata nunca, en ltimo trmino, con referencia a la cuestin causal, del problema de las leyes causales ms generales, sino de las conexiones individuales concretas a las que podemos atribuir este o aquel fenmeno.Pgina 72-73

    As, pues, la ciencia del sentido y la ciencia de la realidad, la jurisprudencia dogmtica y la teora del Estado, aparecen, tanto por sus objetos cuanto por sus mtodos, claramente separadas. Pgina 74 No obstante, o justamente a causa de esta separacin, cumple manifestar que la emancipacin del conocimiento propio de las ciencias del sentido, respecto a la realidad social, no es jams

  • absoluta. Pgina 74

    La ciencia del sentido sostiene su autonoma en virtud del peculiar y exclusivo objetivo de su co-nocimiento, puesto que los prstamos que toma de la ciencia de la realidad los utiliza nicamente como un medio para el fin de su especfica interpretacin y para la cabal comprensin de la conexin de sentido. Pgina 75 De este modo la teora del Estado es, en todos sus aspectos, una ciencia sociolgica de la realidad que, considerando el Estado como una formacin real, histrica, se propone comprenderla y explicarlo causal mente mediante la interpretacin de la "conexin de actividad" histrico-social. Pgina 76

    4. LA TEORA DEL ESTADO ES LA CIENCIA DE ESTRUCTURAS Y NO CIENCIA HISTRICA

    Segn una consideracin inmediata y, por consiguiente, ingenua, la realidad social toda y, en primer trmino, su status poltico, el Estado, presentan el carcter de una rgida entidad objetiva. No se conciben las formaciones sociales como algo que ha devenido y que deviene, no se le reconoce su condicin de formas de la actividad humana. La mayor parte de la enorme masa de vivencias de nuestros antepasados, que acta en nosotros como experiencia y formacin, ha penetrado tan slo en nuestro saber inconsciente. Sobre la base de estas experiencias, todas las formaciones sociales y formas espirituales posibles guan la corriente de vivencias del hombre en cuanto ser de cultura, y casi siempre sin que se aperciba de ello, por los cauces predeterminados por el lenguaje, las costumbres, el derecho, la familia, el Estado, etc. Se comprende, por eso, que la conciencia inmediata considere todas aquellas formas y formaciones sociales como algo que no ha devenido, como algo inmutable, regido por leyes eternas. Pues "la reflexin sobre las formas de la vida humana, as como su anlisis cientfico, abre un camino contrapuesto al de la evolucin real. Pgina 76-77 Pero la teora del Estado no es ciencia histrica y, por esta razn, resulta esencialmente inaceptable una teora del Estado que, al modo de la de R. Schmidt, nos d un resumen histrico del "desarrollo" del Estado, el cual, segn eso, se considera, de uno u otro modo, como algo constante; y tambin debe estimarle equivocada una teora del Estado que considere como clave de su construccin la integracin, es decir, el proceso de renovacin permanente (Smend, pp. 18 s.), pues en la multitud de los procesos de integracin, que se suceden unos a otros, tiene que disolverse y desaparecer lo nico que puede ser objeto de la teora del Estado, a saber, la unidad del Estado que se afirma a s mismo en todo cambio. Pues toda historia es historia de algo; no existe una "historia en general". La corriente de la historia, lo mismo que la corriente de vivencias del individuo, no puede ser concebida como una totalidad indiferenciada en movimiento, sino que se nos muestra como una estructura, sobremanera diferenciada, de funciones y formas que se condicionan recprocamente. Cuanto ms alto sea el grado de civilizacin, tanto ms fuerte ser la integracin y diferenciacin de esta estructura. La ciencia de la historia no puede hacer otra cosa sino describir la sucesin y la momentnea coexistencia de las diversas actividades y objetivaciones de carcter poltico, econmico, religioso, etc. Y menos podr renunciar a tal diferenciacin una historia universal que, en la actualidad, apenas existe ms que como aspiracin. Pgina 78 Con lo expuesto queda demostrado que es posible encontrar en la realidad histrica el punto de partida de la teora del Estado como ciencia de estructuras.Pgina 79 El problema de la teora del Estado consiste, pues, en concebir el Estado como una estructura en el devenir. Pues, por una parte, slo existe el Estado si hay hombres que, en determinada situacin y mediante sus actos reales de voluntad, operan para que llegue a ser. Pero, por otra parte, todos esos actos presentan un enlace y ordenacin especiales, mediante los que se ordena su pluralidad en la unidad caracterstica del todo activo que es el Estado. Si esta estructura tiene cierta permanencia, la teora del Estado habr encontrado ya su objeto; pero como dicha estructura o forma del Estado se halla constantemente inmersa en el ro de la historia y sometida a un cambio incesante, aunque, de ordinario, apenas perceptible, no puede ser concebida como una forma

  • cerrada. La historia fluye a travs de ella. Por eso es absolutamente ineludible que la teora del Estado busque, en lo devenido lo que deviene, las tendencias de la evolucin de la estructura del Estado. Pgina 80 5. LA TEORA DEL ESTADO Y LA POLTICA

    El problema sera sencillo si por teora general del Estado se entendiera, nicamente, el anlisis dogmtico de los conceptos generales positivos del derecho poltico, pero ste slo es lgicamente posible en una teora del Estado sin Estado, es decir, cuando se identifica a ste con el orden jurdico (Kelsen, Staatslehre, 1925). En los dems casos, las fronteras entre la ciencia poltica y la teora del Estado son imprecisas. Como resabio del pensamiento jusnaturalista fue usual hasta hace poco equiparar la teora del Estado con la filosofa del Estado, oponiendo sta a la ciencia emprica de la poltica. Pero dado que la teora del Estado se vale tambin de mtodos empricos, tal oposicin carece de sentido. El ser y el deber ser aparecen tan entraablemente entrelazados en todas las ciencias de la sociedad como la teora y la prctica. No implica esto, sin embargo, desconocer la legalidad relativamente especfica de los conocimientos polticos tericos. Cualquier conocimiento o saber slo tendr valor para el poltico prctico si puede ser utilizado como arma, de manera inmediata, en la lucha poltica del da; por esta razn, hace, sobre todo, apelacin al sentimiento y a la voluntad del hombre. Pgina 81 La voluntad de poder del terico de la poltica debe subordinarse a su voluntad de conocimiento y, por esta razn, habr de atender ms a la fuerza intelectual del juicio que a la capacidad de exaltacin tica o emotiva del hombre. El objetivo del poltico prctico consiste en el logro de una conexin ordenada de la actividad poltica; el del terico de la poltica es una conexin ordenada del conocimiento poltico. Pero de tal distincin entre la teora y la prctica participan, en igual modo, la ciencia poltica y la teora del Estado, aun cuando los conceptos, ms concretos, de la ciencia poltica puedan estar ms cerca de lo prctico. No podemos conocer una realidad social si no parti-cipamos, a la vez, en su formacin. Y tal situacin no podra ser, en lo fundamental, alterada ni siquiera por una humanidad dotada de mayor sentido crtico para el conocer, a quien fuese dado realizar la proeza de convertirse en un sujeto puro de conocimiento, libre de todo influjo de la voluntad, y mantenerse, por s solo, fuera de esa realidad. Pues una vez realizado tal prodigio, ese fantasma confinado fuera de la realidad no podra vivida y pensada ms que como la puede pensar el hombre real, es decir, como realidad. Pgina 82 El propio George Jellinek se daba perfecta cuenta de que todos los procesos importantes de la vida del Estado han sido, antes de su nacimiento y en ste, objeto de consideraciones y decisiones polticas, y de que toda accin estatal acarrea efectos polticos George Jellinek reitera constantemente el intento de salvar la separacin entre la teora del Estado y la poltica, al menos en lo externo Pgina 83 Quien quiera describir el ser del Estado, por fuerza ha de tener en cuenta las comunidades de voluntad y de valores que se actualizan en el presente del Estado y adems referirse a su futuro. Pues toda representacin presente de la estructura del Estado, cuya actualizacin se realiza en modo constantemente renovado, nace nicamente del hecho de que estimamos a un determinado poder de voluntad, frente a los dems, como el formador del futuro, es decir, que entre diversas tendencias de evolucin, sealamos una como nicamente vlida para el futuro, pudiendo ella ser, en relacin con la situacin presente, reaccionaria, conservadora o revolucionaria. Pgina 85 El conocimiento de la realidad poltica y su valoracin se hallan, pues, entraablemente unidos. Tanto el terico como el prctico de la poltica encuentran siempre ante s, de modo ineludible, la cuestin de determinar cul de las diversas tendencias del presente habr de conformar el futuro. Tales decisiones, naturalmente, no han de referirse a sealar si el querer formativo de la actualidad poltica es moralmente bueno, estticamente bello o aparece como valioso segn cualquier otro criterio de valor; lo nico que hacen es descubrir, en tales tendencias, el "prximo estadio de la historia del mundo". Pgina 87 La ciencia poltica precisa, esencialmente, de una teora del Estado, ya de modo expreso o como algo tcitamente supuesto. Si quiere ser una verdadera ciencia, ha de procurar emplear las palabras

  • Estado, derecho, poder estatal, Constitucin, soberana, territorio, pueblo, etc., segn acepciones inequvocas y sin contradicciones. Pero tan necesaria como la teora del Estado para la ciencia poltica, lo es la filosofa del Estado para ambas. Es filosofa toda actitud del pensar respecto al mundo considerado como unidad. Pgina 89 Como, en todo lo hasta ahora expuesto, hemos insistido constantemente en el carcter indisoluble de la conexin entre lo terico y lo prctico, entre la teora del Estado y la poltica, es necesario que proclamemos ahora, con singular nfasis, la relativa autonoma de la actitud terica; pues hay, en verdad, una gran diferencia entre la actitud del terico y la del prctico de la poltica. Es innegable que el terico tampoco puede prescindir de las valoraciones; pero, para el prctico, la justeza de sus ideas conductoras se deduce de la prctica, es decir, del xito que puedan tener, para lo cual ha de apelar ms al sentimiento y a la voluntad que al intelecto. Los argumentos del terico no van dirigidos, en primer lugar, a nuestra capacidad de entusiasmo, a nuestro afn de actividad o a nuestra conciencia moral, sino a nuestro juicio racional. No es, para aqul, el conocimiento un instrumento actual de dominacin, sino una formacin de sentido que guarda una autonoma relativa frente a las cambiantes situaciones de poder. Pgina 90 6. LA FORMACIN DE LOS CONCEPTOS EN LA TEORA DEL ESTADO

    La teora del Estado es ciencia de la realidad. Aspira a conocer la realidad especfica de la vida estatal que nos circunda. Sucede, sin embargo, que toda ciencia es una ordenacin y transformacin de lo real en la mente. Pgina 90 Con conceptos-leyes no es posible aprehender ni una realidad cultural ni una realidad natural. Pues toda realidad es, sin excepcin, individual, desde la ltima hoja de un rbol al hombre. La individualidad es algo irracional, y por muchos Crculos concntricos de conceptos genricos que se establezcan, nunca podr ser aprehendido en ellos. Como lo que a las ciencias de la cultura principalmente interesa es la realidad histrico-social individualizada, aunque las leyes y los conceptos genricos de carcter general sobre la cultura pueden proporcionar ciertos supuestos fundamentales para el conocimiento de esa realidad, en ningn caso, sin embargo, pueden proporcionar este mismo conocimiento. Pgina 91-92 La teora del Estado, que tiene como objeto el Estado occidental de la Edad Moderna, reclama una forma conceptual que, sin ser indiferente para con el contenido histrico concreto, no venga a confundirse con la individualidad del Estado real y particular; es decir, una forma que capte los rasgos caractersticos esenciales de una estructura histrica de la realidad, pero que tenga una validez que trascienda de lo meramente singular. Pgina 92 El Estado occidental de la Edad Moderna tiene determinadas leyes de estructura que caracterizan la estructura del Estado alemn, francs, italiano; pero su peculiaridad individual lo diferencia de todas las dems estructuras de Estados de otros tiempos y crculos de cultura. Cuanto ms general es el concepto-estructura, tanto ms se acerca al concepto-ley, y cuanto ms concreto, tanto ms se aproxima al concepto histrico individual. Pgina 94 Constituye el propsito de la teora del Estado la descripcin e interpretacin del contenido estructural de nuestra realidad poltica; el Estado no debe ser concebido ni como una conexin racional de leyes ni como una conexin de sucesin lgica o temporal. Pero, indudablemente, en la forma estatal operan leyes, y, de otra parte, su estructura es una forma abierta que permanece a travs de los cambios histricos Por tal razn, tanto los conceptos genricos como los individuales son, en la teora del Estado, no slo posibles, sino incluso necesarios; pero su funcin es, sin embargo, aqu, la de servir nicamente como medios para un fin, que es el de concebir el Estado como forma, como una conexin real que acta en el mundo histrico-social. Pgina 96-97

    SECCION SEGUNDA

    LA REALIDAD SOCIAL III. LA REALIDAD SOCIAL COMO EFECTIVIDAD HUMANA La realidad social no puede ser considerada ni como una realidad subjetiva de vivencia ni como realidad extra subjetiva. Un realismo consecuente habr de ver, en la realidad, un "ser independiente

  • de toda relacin con el yo", con lo que quedar desplazado el centro activo por y para el cual nicamente existe la realidad social. Esta realidad social-humana, que acta causalmente sobre la naturaleza y la sociedad, no puede determinarse, naturalmente, mediante el anlisis fenomenolgico de la conciencia; por eso tiene razn Litt cuando excluye de sus investigaciones a todas las agrupaciones sociales que precisan en los individuos miembros de "un saber y un querer" encaminados hacia aqullas, y por tanto, "todo lo que se refiera a un obrar unificado y regulado en el sentido de la comunidad y concerniente a sta como tal" (pp. 408, 410, adems 66 s.). De este modo, queda excluida de las consideraciones de Litt casi toda la realidad social y, especialmente, la del Estado. Pgina 101-102 En cambio Marx y Engels, por los aos 1845 Y 1846, Y en una crtica de la ideologa alemana que, dado el estado presente de la ciencia, no ha perdido todava actualidad, haban descrito ya, en muy claros trminos, el carcter de la realidad poltico social. "La organizacin social y el Estado nacen, en forma ininterrumpida, de los procesos vitales de determinados individuos, pero no de stos tal como los imagina la representacin propia o ajena, sino tal como ellos realmente son, es decir, tal como obran y producen materialmente, tal como actan dentro de determinados lmites y bajo determinados supuestos y condiciones independientes de su albedro" Pgina 102 En relacin con la teora del Estado, slo nos cumple ocupamos de la realidad poltico-social del hombre. Pgina 103 Y al modo como el hombre slo puede actuar con sentido a travs de lo corporal, la realidad social, por l actuada, slo puede ser concebida como una unidad corporal y de sentido. Cualquier otra concepcin es inadmisible a causa de lo inseparable de la conexin entre cultura y naturaleza. Aunque, en lo que sigue, analicemos separadamente las condiciones naturales y culturales de la efectividad social, no se debe nunca olvidar, por ser cosa fundamental, que se trata de dos momentos de una unidad dialctica que slo nuestro pensar discursivo separa y nuestra representacin distingue. Pgina 105 IV. CONDICIONES NATURALES, DE CARCTER GENERAL, DE LA REALIDAD SOCIAL

    En contra de toda suerte de racionalismo, cuyo propsito es explicar la realidad por la razn, debe sostenerse la tesis de que la realidad social es una unidad dialctica de naturaleza y cultura, condicionada siempre por la total conexin csmica. "Las guerras, por ejemplo, constituyen una parte capital de todas las historias, pues stas, en su aspecto de poltica, tienen que ver con la voluntad de los Estados y esta voluntad se presenta en armas y se impone mediante ellas. Ahora bien, la teora' de la guerra depende, en primer lugar, del conocimiento de los fsicos, que ofrece a las voluntades pugnaces su sustrato y sus medios [,..] Sin embargo, el problema se complica sobremanera cuando se plantea a fondo la cuestin de la importancia de las condiciones naturales para la realidad social. Hay que plantear, necesariamente, en primer trmino, ciertas cuestiones. Por una parte, hay que saber de qu manera el valor de efectividad social del hombre aparece determinado, en concreto, por la circunstancia de que su cuerpo est incluido en la estructura causal objetiva de la naturaleza. Y por otra, y ello interesa especialmente a la teora del Estado, hay que determinar si las uniones operantes de la realidad social deben explicar por las "fuerzas socializadoras" de la naturaleza, y de qu modo; o, con otras palabras, si cabe referir las comunidades polticas a comunidades naturales. Como se ve, tales problemas parten de un punto de vista "materialista": que la cultura debe concebirse como una directa continuacin de la naturaleza. Pgina 107 Una forma geogrfica slo adquiere importancia social, y se convierte en realidad social, al ponerse en contacto con una determinada productividad humana.Pgina 108 Pretender concebir la realidad poltica y social prescindiendo de las fuerzas que entraan los impulsos elementales del hombre, el de reproduccin, los de desarrollo y poder y el de nutricin en un sentido amplio, ha sido el principal error de aquellas concepciones espiritualistas y personalistas del Estado que creen poder derivar directamente del desarrollo del espritu la reproduccin o la expansin guerrera y econmica. Hechos muy importantes de la realidad estatal slo pueden explicarse, por ejemplo, mediante el contagio colectivo, es decir, por la simple circunstancia de pertenecer a una masa que obra como una unidad ligada por un vnculo espacial, Pgina 111

  • Una interpretacin de la realidad social en su conjunto, partiendo de estas condiciones naturales, no es posible, debido al hecho de que esas fuerzas socializadoras tienen que ser consideradas como constantes y universales, y, en cambio, la realidad social es una individualidad histricamente cambiante.Pgina 112

    No cabe duda que la realidad social, corporal y de sentido a la vez, no puede concebirse si se prescinde del momento naturalista; pero tampoco lo puede ser exclusivamente con l. Pgina 113 V. CONDICIONES CULTURALES, DE CARCTER GENERAL, DE LA REALIDAD SOCIAL

    La realidad social es accin social, tanto individual como colectiva, en unidad dialctica inseparable. Si se pregunta qu es lo que le falta a la masa psicolgica -la cual, por otra parte, tambin constituye una unin colectiva- para la efectividad social, diremos que le falta permanencia y capacidad para decidir y obrar, es decir, que le falta el ser una trabazn de actividades de carcter permanente e intencional. Pgina 114 Los hombres se encuentran unidos socialmente entre s en cuanto se saben dependientes unos de otros, en cualquier modo que sea, ya poltico, econmico, moral, sexual, etc., y en cuanto la conciencia de esta dependencia acta sofrenando y conformando las fuerzas de los impulsos y de la voluntad. As, pues, la unin social aparece, en principio, en el momento que cualquiera de los integrantes de la masa, mediante un gesto, atrae la atencin de la masa sobre "algo", y ella, siguiendo su indicacin, lo ha comprendido Pgina 115 La realidad social consiste en esos actos humanos intencionales, a la vez corporales y de sentido. Penetrmonos bien de esta verdad: que el acto y el sentido slo se pueden separar dialcticamente, es decir, que en cada uno de esos dos momentos se halla contenida la unidad del todo y, sin embargo, existe entre ellos una anttesis. En los gestos indicativos, como en toda actividad social, no existe sentido alguno sin acto ni acto social sin sentido. Pgina 116 Se crea as la realidad social, como vida humana, segn formas ms o menos duraderas. Cada acto social encuentra, entonces, una vida ya formada en los instrumentos, formaciones y ordenaciones, y, sobre todo, en el lenguaje, que una larga serie de generaciones ha ido creando y transmitiendo, y a esa vida afluye, y, en ella, la vida personal se ve llevada por cauces comunes, realizndose un proceso de igualacin y adaptacin espiritual-social que es por completo diferente, y relativamente independiente, de las comunidades naturales. Pgina 117 Cuanto ms numerosas sean las fatalidades domeadas por un grupo, en su lucha contra la naturaleza y los enemigos humanos, y cuanto ms extensa sea la creacin de formas de vida comn, tanto ms clara y firme se desarrollar la comunidad de la actitud psquica y el "espritu" del grupo. La conciencia de "nosotros" que, por tal modo, llega a formarse en el individuo se constituye como una comunidad de valores, de voluntad y, finalmente, tambin de accin, la que, siendo por su parte un fragmento de accin social, que se afirma a s misma, aparece opuesta de modo consciente y activo a otros grupos, aun cuando todos hayan estado sometidos a las mismas condiciones natu-rales. Pgina 118

    La sancin religiosa del orden social, la creencia en la validez absoluta de los valores que fundamentan ese orden, as como su afirmacin por motivos puramente sentimentales, constituyen garantas de validez mucho ms fuertes que el inters mejor o peor entendido. Los motivos por los cuales se atribuye legitimidad a una ordenacin son muy diversos. El ms antiguo y general, y tambin ms eficaz, modo de legitimacin de una ordenacin es el que tiene lugar por la tradicin. En este sentido habla, y con razn, Georgee Jellinek de la "fuerza normativa de lo fctico". De entre varias representaciones de ordenaciones, presenta, sin duda, siempre singular relieve aquella que puede pretender la santidad de lo que siempre ha sido as; como su santidad se halla, para la mayora, fuera de toda discusin, la legitimidad que se basa en la tradicin no aparece, por lo regular, ni afirmada ni negada por la conciencia. La validez legitimada por la tradicin aparece, casi siempre, unida a una validez basada en la creencia de raz sentimental de que el fundador de la ordenacin era un elegido y .posea una gracia especial o singulares capacidades. A medida que

  • progresa la cultura racional se apela, para legitimar las ordenaciones sociales, a principios morales de la razn, siendo un ejemplo clsico de esto el que ofrece, ya desde los estoicos, el derecho natural. Pgina 121 Una ordenacin social constituida por reglas cuya observancia es exigida, es la forma de manifestacin necesaria de toda dominacin permanente. Lo que desde arriba aparece como dominacin, visto desde abajo se presenta siempre como ordenacin normativa. Ninguna orga-nizacin autoritaria puede asegurar su poder y su ordenacin exclusivamente con su aparato coactivo. Precisa siempre buscar una legitimacin, es decir, esforzarse por integrar a los sbditos en una comunidad de voluntad y valores que ennoblezca sus pretensiones de podero; lo que significa que debe intentar justificar sus pretensiones de dominacin mediante contenidos ideales y hacer que los sbditos las acepten interiormente como una obligacin normativa. Toda convivencia social es convivencia ordenada. Pgina 122 Debe hacerse notar que la necesidad de una ordenacin organizada para la constitucin y permanencia de un grupo de voluntad o de una accin colectiva no surge primariamente de la necesidad de la coaccin, sino de la de un obrar consciente que seale fines de opinin contraria, como la mayora, Pgina 124

    La teora del Estado no debe, pues, ni sobrestimar ni subestimar la importancia de la organizacin. Porque ni todas las actividades sociales pueden ser organizadas, ni cabe organizadas todas de igual modo, ni hay tampoco una sola actividad social, a pesar del actual fordismo, en la que pueda llegar la organizacin hasta el ltimo extremo. No son los hombres mltiples ladrillos y no se les puede ordenar segn criterios completamente arbitrarios, sino que hay que tener siempre presentes sus cualidades nacidas de las leyes de la naturaleza. Cada hombre ha de ser, sin duda, utilizado como medio por la formacin consciente e unidad para el fin del efecto unitario. Pero la determinacin de cundo es posible y en qu medida esa utilizacin del hombre corno medio es cosa que depende esencialmente de lo que se organiza. Existen aqu fines precisos, racionalmente determinados y declarados, con frecuencia de naturaleza econmica, que el individuo persigue mediante el grupo y que le unen a ste. Lo nico que hace que el individuo participe en ese grupo final es la utilidad econmica e, por medio de l, espera. Por tal razn no es necesario que exista en este caso una relacin de hombre a hombre. Pgina 125 Mientras que en la sociedad no se da ms que un fro e indiferente contacto, la comunidad se caracteriza por una convivencia y ayuda ms cordiales. El individuo pertenece a la sociedad nicamente por su conciencia racional tendiente a un fin. Los vnculos ms sustanciales de la comunidad se hallan, en cambio, fuera de la razn y, especialmente, los de la sangre, la tierra y el haber vencido conjuntamente las dificultades de la vida, es decir, la "comunidad de sangre", la "vecindad" y la "cooperacin. En la comunidad, que abarca capas ms profundas y extensas del individuo, predomina la "voluntad esencial". En el "grupo esencial" el individuo no se halla inserto mediante actos parciales que pueden ser aislados, como acaece en el "grupo final", sino segn importantes porciones vitales de su ser. Pgina 126 Resumiendo, llegamos, pues, a la conclusin de que la unin segn sentido y espritu, que hemos descrito, y la forma consciente de unidad que sobre aqulla se construye son los que, al formar y sofrenar los impulsos y la voluntad del hombre, dan al grupo social una firmeza, seguridad y permanencia que faltan a las agrupaciones meramente naturales. La unin segn el sentido y el espritu permite, junto con la unidad de la organizacin, una extensin del grupo en el tiempo. La identidad del grupo se mantiene gracias al hecho de que las nuevas generaciones nacen y se forman dentro de las conexiones de sentido y de las actitudes espirituales del grupo de antemano existentes. Esta prolongacin del grupo en el tiempo sera inconcebible si el cambio de las personas que lo integran tuviese lugar de un modo repentino. Pero como las generaciones e entreveran en el tiempo y, en su gradual transformacin, los recin llegados constituyen siempre una minora, es posible explicar, sin necesidad de apelar al espritu del pueblo o al alma de la comunidad, simplemente por la "mediacin social' (Litt, p. 267), que, no obstante el cambio constante de personas, se produzca una relativa continuidad, tal como las del lenguaje, las costumbres y el derecho. Pgina 127-128

  • La conexin extensiva de vivencia de tales uniones, gracias a la cual aparecen unidos los individuos, se capta en primer trmino de un modo intensivo y simblico mediante imgenes de su sentido, tales como la bandera, el escudo, el jefe, o bien los hechos ms destacados de la historia del grupo (d. Smend, pp. 48 s.}. Estos smbolos actan sobre nosotros contribuyendo a formar la sustancia del grupo aunque los vivamos con desvo u odio. Pues el sostener que lo nico que contribuye a formar la comunidad es la afirmacin consciente de pertenecer a ella, y no la protesta contra ella, constituye una inadmisible restriccin del concepto de comunidad nacida de su eticizacin racionalista La pertenencia psicolgica del ciudadano durmiente al Estado constituye para aqulla un enigma psicolgico insoluble. Pgina 130

    La concepcin de la estructura individualista del Estado y de la sociedad constituye, en buena parte, la base de la sociologa y e la teora del Estado de la actualidad; domina, sin excepciones, la teora del Estado ms o menos puramente jurdica, sobre todo la de la lnea Laband-Kelsen, e incluso se encuentra en aquellas direcciones donde es aparentemente combatida. Pgina 131

    Los tres antpodas Hegel, Savigny y Marx estuvieron de acuerdo en que una conexin "orgnica" es algo necesario desde el punto de vista natural-social e histrico y en contra de lo arbitrario y casual de la mera conexin racional. As, por ejemplo, sostiene Marx que cada forma de produccin engendra sus propias relaciones jurdicas, formas de gobierno, etc. "La incultura y la ignorancia consisten precisamente en considerar lo orgnico como casual y convertido en una mera conexin reflexiva" Pgina 133 La realidad social no es ms que accin humana y slo admite una separacin dialctica, nunca mecnica, entre subjetividad y objetividad. La existencia de una realidad y de una efectividad social independiente del hombre podr constituir un problema teolgico, pero nunca un problema sociolgico. La realidad social del grupo humano es tambin accin sensible y significativa de la unidad en y por la pluralidad de los actos humanos. Ella no es nunca, sin embargo, meramente orgnica, sino siempre unidad organizada en la pluralidad. El momento decisivo para la cuestin de la realidad social consiste, precisamente, en esta ordenacin conjunta, de acuerdo con un plan, y en esa actualizacin unitaria, conscientemente realizada, y no en el desarrollo ms o menos orgnico. El grupo es una realidad, un hecho social si y en cuanto es algo que pertenece a la accin; su "realidad" consiste en su actualidad (Hller, Souverdnitiit, p. 81). Quien niegue esta realidad de los grupos sociales niega la del individuo activo, "efectivo", y, con ello, su propia existencia social. Pgina 135 La realidad social de los grupos humanos se basa, pues, en la cualidad que stos tienen de ser estructuras capaces de decisin y accin. Pgina 136

    VI. LA ARTICULACIN DEL TODO SOCIAL

    Hasta aqu nos hemos ocupado nicamente de la realidad social en general. Es hora ya de que, cindonos a nuestro objeto, tratemos de determinar, dentro de la totalidad concreta de la realidad, el lugar que ocupa la realidad estatal. Y en este punto hemos de proclamar, en forma ms categrica y precisa an que como lo hemos hecho anteriormente, que la realidad social no puede ser considerada, bajo ningn concepto, sino como accin humana. As, pues, la cuestin del lugar que ocupa el Estado en el todo social debe ser formulada del modo siguiente: en qu relacin se halla, o qu significa la accin poltica del hombre en el conjunto de la realidad social, es decir, frente a otras formas de su accin? Pgina 137 Hay que partir, pues, de esta vida real del hombre para comprender la estructura y funciones peculiares del Estado y de las dems formas de accin humana. Pero si no se quiere tener una falsa imagen de la realidad personal y social, no se debe convertir una funcin vital en sustancia haciendo de las dems meras funciones de ella. La vida real del hombre debe ser comprendida en su total existencia, corporal, psquica y espiritual, en la unidad total de las funciones de su vida, tanto sexuales, tcnico econmicas, pedaggicas o polticas como religiosas, artsticas o de otra clase.

  • Pues de todas estas actividades voluntarias internas y externas se compone la realidad del hombre, que aunque presenta grandes variaciones a travs de la historia, su anatoma existencial no puede ser nunca estudiada a travs de las unilateralidades y degeneraciones de su patologa. Pgina 138 Ahora bien: todas las funciones de la vida del hombre son funciones sociales, o sea que slo las tiene el hombre en cuanto vive en sociedad con otros hombres. Fuera de ella sera, segn la frase clsica de Aristteles, un animal o un dios. Pero esas funciones de la vida del hombre son tambin funciones sociales en el sentido de que representan, aunque en grado histricamente muy diverso, momentos importantes del todo social que a s mismo se sostiene y transforma. Pgina 138-139 La teora del Estado tampoco puede renunciar a un anlisis del conjunto de la conexin de efectividad social, tanto para poder aislar el Estado en la totalidad social como para comprenderla, partiendo de ella, en su funcin, en su estructura y en la tendencia de su evolucin. Pgina 139

    Por esta razn la respuesta a la cuestin de la funcin del Estado dentro de la total estructura social concreta no es nunca una mera afirmacin del tipo de las de las ciencias del ser. Si la teora del Estado pretende que debe rechazar por anticientfico ese "destino del hombre", por fuerza ha de proclamar su bancarrota como ciencia de la cultura; en ese caso slo podr considerar el Estado como "una comunidad de vida que se desarrolla con necesidad natural sobre los individuos humanos", y ser tan improcedente inquirir su fin o su sentido "como demandar a la ciencia natural el de las montaas, mares, plantas y animales" Pgina 141-142 Con esto no se convierte la teora del Estado, en modo alguno, en una ciencia normativa y mucho menos en una ciencia lgico-normativa. Pues no se trata de oponer al ser un deber ser, sino de descubrir en el ser el querer que ha de formar el futuro. Tampoco se ocupa la teora del Estado de indagar aquello en lo cual este y aquel individuo ven su destino personal, sino qu contenido de voluntad de la realidad social concreta debe considerarse como tendencia vlida de la evolucin, como "verdadera realidad". Pues estas condiciones son los nicos criterios objetivos para determinar si la conciencia humana que se ha establecido a s misma tales o cuales objetivos concretos, es una conciencia verdadera o falsa. Pgina 142 Nunca puede, por eso, considerarse el Estado nicamente como funcin de la economa. Es indudable que la estructura econmica mantiene con la estructura estatal relaciones muy estrechas e importantsimas, pero ni tienen carcter exclusivo ni con tampoco relaciones de causalidad unvoca. Pgina 143 El materialismo histrico est, sin duda, en lo cierto cuando rechaza la tesis de que cualquier idea pudiera, en cualquier tiempo, ser socialmente eficaz. El espritu determina slo el modo de ser de la cultura. El material de la formacin concreta, la realidad social no es cosa que determine el espritu, sino las oscuras fuerzas impulsivas del hombre y las relaciones de produccin econmico-tcnicas a que ellas dan lugar y, asimismo, las relaciones cualitativas y cuantitativas de la poblacin y la divisin del poder poltico Pgina 144 La cultura en su totalidad no es ms que una forma que se alcanza y mantiene y que luego acta formativamente sobre las generaciones que se suceden. Es, cabalmente, en esta forma impresa, psquico-espiritual que viviendo se desarrolla, y en el afianzamiento y progresos unitarios de un estilo de vida que conforma el material social-vital con que se encuentra, en lo que la cultura consiste, y no en una especie de museo del espritu objetivo. Pgina 145 Y la teora del Estado habr de investigar la funcin del Estado dentro de la realidad social concreta. Pgina 145

    VII. LA SOCIEDAD CIVIL

    La sociedad, en cuanto concepto recproco del Estado, es un fenmeno muy reciente en la historia de Europa. Su aparicin se halla estrechamente unida al pleno despliegue de la forma econmica capitalista, a la definitiva liquidacin del orden social estamental y al nacimiento de la "sociedad civil". Pgina 146

  • El extenso "catlogo de los conceptos de sociedad" (Geiger, pp. 203 ss.) presenta, en primer trmino, un concepto genrico de sociedad segn el cual sta vendra a ser el gnero humano entendido como el contenido abstracto de todas las formas de la convivencia humana, o sea que por sociedad se entendera la unin entre los hombres, en general. La gran importancia que este concepto de sociedad tuvo a principios del siglo XIX consisti en que l supuso una correccin del concepto jusnaturalista del individuo aislado. No hay duda que en esa unin se incluye tambin, en general, la comunidad, en el sentido de Tonnies. Debido a la interpretacin racionalista-individualista, que ha seguido ejerciendo influjo hasta nuestros das, y por efecto de la liquidacin de todas las formas sociales tradicionales, percbase en tal concepto de sociedad el eco del concepto de la societas del derecho romano, que poda incluso comprender a la societas Jess. Pero la societas romanstica consiste en una relacin contractual entre sujetos de derecho que se hallan frente a frente como partes jurdicamente libres e iguales, es decir, la forma de agrupacin que a partir de Hegel se estima como la estructura fundamental caracterstica de la sociedad civil. Pgina 146-147 "La sociedad civil consta de varias sociedades y testamentos ms pequeos, unidos por la naturaleza o por la ley o por ambas a la vez." Pgina 147 El origen del concepto de sociedad, como nacido de la tensin poltica provocada por las exigencias de libertad e igualdad de la burguesa frente al Estado absoluto y a los privilegios de sangre, es cosa que no se ignora mientras los derechos de libertad constituyen para la burguesa objetivos de la lucha poltica. As lo declaraba el propio Bluntschli en sus primeros escritos: "EI concepto de sociedad en sentido social y poltico tiene su base natural en los hbitos e ideas del tercer estado. No es, propiamente, un concepto del pueblo, sino slo un concepto del tercer estado aunque ya sea usual, en la literatura, identificar el Estado con la sociedad civil" Pgina 147

    En lo sucesivo, la relacin entre el Estado y la sociedad civil constituir el ms importante problema, tanto en lo terico como en lo prctico, de la poltica de Occidente. Para el pensamiento burgus abstracto-liberal, la sociedad, concebida de modo universal, segn el modelo del concepto hegeliano no dialctico de la "sociedad civil", es aquella esfera del libre juego "natural" de las fuerzas iguales que el Estado deja en libertad e incluso considera como supuesto suyo.Pgina 148

    Una teora del Estado que quiera responder a los puntos de vista de la ciencia de lo real ha de concebir el Estado partiendo del conjunto de la realidad histrico-concreta de la sociedad. El espritu y la forma de esta sociedad civil real slo podrn comprenderle cabalmente si se les investiga sobre la base de su evolucin desde el Renacimiento y la Reforma. En los tres siglos que corren hasta la Revolucin francesa se van preparando la secularizacin y emancipacin respecto a lo eclesistico, el individualismo y el liberalismo supuestos de la democracia igualitaria y de la economa capitalista de cambio que han de alcanzar luego su plena eclosin en el siglo XIX y que determinan de manera decisiva la actual estructura del Estado. Pgina 148 La sociedad civil, segn su idea econmica, es la sociedad pura de relaciones de mercado entre sujetos econmicos iguales y libres. Pgina 148

    Segn la idea o, mejor, la ideologa, la conexin de la sociedad econmica capitalista surge como consecuencia de los contratos libres entre individuos soberanos, como un grupo de carcter final, determinado exactamente en cuanto a su contenido y para un cierto tiempo. La sociedad viene a ser algo as como el sedimento que se produce "por s mismo" al realizarse todos los contratos particulares. La nica norma que se reconoce es el inters individual egosta, la nica ordenacin la del mercado, que surge del libre juego conjunto de los intereses particulares.

    La economa de cambio, cuando alcanza un nivel elevado, acarrea necesariamente la destruccin en crculos humanos cada vez ms amplios, de todas las conexiones vitales forjadoras del ser del hombre, de naturaleza irracional, sentimental y tradicional. Millones de "fuerzas de trabajo" abandonan los rdenes firmemente estructurados de la familia y de las relaciones de vecindad y de patria, los de la tradicin profesional o religiosa, y se desplazan a los lugares donde se hallan las

  • empresas. Pgina 149 La idea del libre juego de las fuerzas autor responsables, la del equilibrio armnico de intereses mediante el mercado libre y la de la constitucin no coactiva del todo social por la automtica ordenacin del mercado, todas estas ideas, decimos, en cuanto se proyectan sobre la organizacin del Estado y de la sociedad, no son ms que estupendos disfraces que encubren una situacin casi completamente opuesta a lo que aparentan, ideologas justificadoras que, aunque no lo tengan como un fin consciente, cumplen, sin embargo, la funcin de tranquilizar la conciencia de la sociedad burguesa. Pues en la sociedad civil real no existe ningn libre mercado de cambio, ni competencia libre, ni autorresponsabilidad y autodeterminacin libres y, sobre todo, no se conoce la formacin no autoritaria del todo social mediante el juego libre e igual de las fuerzas. La sociedad civil real es una sociedad de clases cuya unin se mantiene mediante el predominio de una de ellas, para cuya subsistencia es, sin duda, necesario el mantenimiento de la ideologa de la libertad y de la igualdad. Pgina 150 Cuanto ms enrgicamente se hayan atacado las formas tradicionales del poder y ms se haya proclamado la igualdad de derecho pblico y, a la vez, de modo ms exclusivo se haya basado el poder sobre la economa, ms patente se har la contradiccin, y ms fuerte la oposicin entre la clase dominante. En todos los rdenes sociales conocidos hasta el da existieron grados de poder social. En las situaciones sociales ms primitivas se encuentran ya relaciones de dominacin asentadas sobre las diferenciaciones naturales de la edad, sexo y aptitud personal. Tales intenciones no engendran clases sociales porque los privilegios que se les adscriben no son hereditarios ni pueden compararse "-Quin eres t?, se preguntaba antes. -Un poderoso. -Luego eres rico. -Qu eres t?, se interroga ahora. -Un rico. -Luego eres poderoso" Pgina 151

    El estamento aparece en Europa, de manera paradigmtica, en el orden social feudal. Por su estructura econmica, jurdica y espiritual, el tipo estamental de sociedad es, internamente, una forma estable, con una estratigrafa clara y firme, delimitada en sus capas de manera jurdicamente precisa. No obstante todas las oposiciones y las constantes luchas, la jerarqua del poder de los estamentos, como tal, no se pone en tela de juicio. Pgina 152-153 En lo sucesivo pudo ya todo el mundo, sin que en ello influyera para nada el estamento a que se perteneciera, adquirir bienes inmuebles de los nobles, la Iglesia o los campesinos o ejercer la artesana. La libertad personal y de la propiedad, la libertad de contratar y la de domicilio eliminaron los ltimos restos de las ordenaciones estamentales y gremiales, permitieron el crecimiento de las ciudades y crearon las condiciones jurdicas para una sociedad civil desarrollada. As, pues, la do-minacin clasista, a diferencia de la estamental, supone la igualdad de poder jurdico; su base efectiva consiste casi exclusivamente en la desigualdad econmica, afianzada por la herencia. Pgina 153 Donde aparece bien clara la estructura de la sociedad civil como dominacin de clase es en las partes del contrato de trabajo industrial. En este contrato aparecen frente a frente, jurdicamente libres e iguales, el que posee el capital y, por l, el mando de la economa y quien, como trabajador intelectual o manual, no dispone de otra cosa que de su trabajo. Desarrollase aqu, de la manera ms patente, la idea del orden caracterstico del liberalismo que al llevar a cabo, en el mximo grado posible, la privatizacin, de la economa, conduce, en ltimo extremo, tambin, a la privatizacin del poder poltico. El dominio de clase, basado en lo econmico privado, se extiende luego a todos los dems campos econmicos y polticos. Su mxima perfeccin se alcanza en la dominacin del capital financiero. El pequeo comercio y el pequeo taller carecen siempre de importancia para la estructura total de la sociedad civil. El estilo econmico capitalista imprime su sello incluso a la economa agraria, pero en este terreno, por falta de un predominio absoluto de la gran empresa, no puede imponerse en forma completa. Pgina 153-154 Es indudable que ni los obreros ni los patronos se hallan en la sociedad civil en situacin de aislamiento individualista. La situacin concreta de intereses obliga a los primeros a oponerse al podero de los poseedores de los medios de produccin mediante la constitucin de grupos solidarios, organizndose en sindicatos y corporaciones. Pero estos grupos, lo mismo que los

  • formados por los patronos y los crteles, son slo, por principio, grupos para un fin, destinados a compartir los riesgos, y no entraan ni la voluntad subjetiva, ni la posibilidad objetiva de producir una forma social que pudiese modelar la sociedad total. Pgina 154 Gracias a esta conciencia de clase, intencional, la sociedad civil se convierte en un concepto poltico y la clase en un factor decisivo de la realidad poltica y social. Pgina 155 Por esa razn la aspiracin a la libertad e igualdad, tanto la de carcter burgus como la proletaria, slo puede comprenderse de modo cabal sobre el fondo de la evolucin total del espritu cristiano-occidental. Hay, pues, que estimar sobremanera superficial esa concepcin tan extendida de que las ideas de libertad e igualdad nacieron con la Revolucin francesa y van camino de ser enterradas definitivamente en nuestros das. Por el contrario, las races de este ideal social llegan ininterrumpidamente hasta la Antigedad y se hincan hondamente en la conciencia europea a travs de la historia de la Iglesia cristiana.Pgina 156 La Iglesia cristiana fusion la doctrina de la obediencia libre e igual de todos a Dios y el dogma del paraso con el derecho natural absoluto de la Stoa y su idea de la aurea tetas. El trabajo y la propiedad, el matrimonio, el poder social y la desigualdad se explican y justifican, segn la Iglesia cristiana, por medio del pecado original, de tal modo que ahora el Estado y el derecho pueden considerarse como pena et remedium peccati. En la doctrina tomista la libertad, la igualdad y la propiedad comn se consideran como ideales propiamente cristianos, sin duda irrealizables bajo las condiciones del estado de pecado. Al aparecer la desigualdad social como pena y remedio del pecado, el poder temporal recibe con ello un considerable fortalecimiento de su autoridad. Pero slo la posee, cosa que no hay que olvidar, en virtud de la humilde sumisin que la Iglesia exige de los pecadores. Por esta razn, el derecho natural cristiano se puede convertir fcilmente en una crtica intensamente revolucionaria de todas las relaciones existentes de poder, cuando se ataca a la autoridad eclesistica o cuando se cree que el derecho positivo contradice el derecho natural absoluto. Pgina 157 Pero una vez que disminuye la autoridad de la Iglesia, como consecuencia del debilitamiento del sentimiento del pecado, y se tambalea la creencia en el oscurecimiento de la razn del hombre pecador, en grado paralelo ha de desaparecer la fuerza legitimadora del derecho natural cristiano relativo, ha de aparecer discutible la justificacin cristiana de los rdenes tradicionales de poder y ha de quebrarse el contenido racional-crtico del derecho racional absoluto de los estoicos. Ya no domina el pensamiento de la Edad Moderna la oposicin entre el derecho divino y el humano, que haba caracterizado al derecho natural medieval, sino la oposicin entre la coaccin del derecho, de carcter poltico, y la crtica racional, temporal y humana. Pgina 158 La nica verdadera realidad para Hegel es la realidad de la idea, el Estado en la forma que en su tiempo presentaba. Slo en su discpulo Lorenz van Stein aparece la sociedad civil como "la fuente verdadera de toda libertad y opresin", y el Estado real, impotente para "ocupar un lugar fuera de la sociedad", no es ms que "la consecuencia o la manifestacin de ordenacin de la sociedad en el organismo del poder estatal". Pgina 161 De este modo, la interior inestabilidad de esta sociedad de clases, esencialmente revolucionaria, vino a constituir el tema especfico de una nueva ciencia, la sociologa, la cual ha sido llamada por ello, no sin fundamento, ciencia de oposiciones Pgina 161 Despus de que en Francia, tras media docena de revoluciones polticas y constituciones jurdicas, viese que apenas se haba alterado nada en lo concerniente a la desigualdad y opresin efectivas, llega Marx, hacia 1859, al resultado de que las relaciones jurdicas, y lo mismo las formas de Estado, no pueden explicarse ni por s mismas ni por la llamada evolucin general del espritu humano, "sino que ms bien se enrazan en las relaciones materiales de la vida que Hegel, siguiendo precedentes franceses e ingleses del siglo XVIII, comprendi, en conjunto, bajo el nombre de 'sociedad civil', cuya anatoma, empero, hay que buscar en la economa poltica" (Prlogo). Pgina 162

    SECCION TERCERA

    EL ESTADO

  • VIII. SUPUESTOS HISTRICOS DEL ESTADO ACTUAL

    Para comprender lo que ha llegado a ser el Estado actual no es preciso, segn se dijo ya (d. supra, p. 51), rastrear sus "predecesores" hasta tiempos remotos, cuando no hasta la poca primitiva de la humanidad. Siempre que se intent hacer tal cosa, se desatendi, en general, aquello que a nuestro objeto principalmente interesa: la conciencia histrica de que el Estado, como nombre y como realidad, es algo, desde el punto de vista histrico, absolutamente peculiar y que, en esta su moderna individualidad, no puede ser trasladado a los tiempos pasados. Eduard Meyer conduce hasta sus ltimas consecuencias esa universal ampliacin del concepto del Estado al concebirlo, contra lo que suele hacerse, no como algo que nace con el hombre, sino incluso como aquel grupo social "que corresponde a la horda animal y que, por su origen, es ms antiguo que el gnero humano, cuyo desarrollo cabalmente slo se hace posible en l y por l" Pgina 165 Es patente el hecho de que durante medio milenio, en la Edad Media, no existi el Estado en el sentido de una unidad de dominacin, independientemente en lo exterior e interior, que actuara de modo continuo con medios de poder propios, y claramente delimitada en lo personal y territorial. Utilizan para ello como criterio el monismo de poder del Estado actual; pero, si tal se hace, la divisin del poder poltico en la Edad Media no era, ciertamente, dualista sino ms bien pluralista o, mejor, como dice Hegel, una "poliarqua" (Obras, IX, p. 403). Casi todas las funciones que el Estado moderno reclama para s hallbase entonces repartidas entre los ms diversos depositarios: la Iglesia, el noble propietario de tierras, los caballeros, las ciudades y otros privilegiados. Mediante el enfeudamiento, la hipoteca o la concesin de inmunidades el poder central se vio privado, poco a poco, de casi todos los derechos de superioridad, siendo trasladados a otros depositarios que, segn nuestro punto de vista, tenan carcter privado. Pgina 166 Los reinos y territorios de la Edad Media eran, tanto en lo interior como en lo exterior, unidades de poder poltico, por decido as, slo intermitentemente e incluso, durante siglos, slo excepcionalmente. El "Estado [de entonces] no poda mantener su ordenacin de modo ininterrumpido, sino slo temporalmente, interviniendo de vez en cuando para eliminar la perturbacin del orden estatal que se deseaba mantener" (Harman, p. 16). Su poder estaba limitado, en lo interno, por los numerosos depositarios de poder feudales, corporativos y municipales y, en lo exterior, por la Iglesia y el emperador. Pgina 167 Sin embargo, los seoros feudales de nobles, caballeros y eclesisticos, y ms tarde tambin las ciudades, supieron oponerle en forma mucho ms eficaz al nacimiento de una organizacin poltica firme y de un poder estatal independiente. El resultado final de todo ello es un conglomerado de numerosas unidades de dominacin grandes, pequeas y minsculas, conexionadas entre s, las ms de las veces contractualmente, por el flojo vnculo feudal. La idea del contrato poltico del derecho natural racional, de ms adelante, tiene aqu su fuerte raz, absolutamente germnica. El Estado feudal no conoci una relacin de sbdito de carcter unitario, ni un orden jurdico unitario, ni un poder estatal unitario, en el sentido en que nosotros lo entendemos. Los tribunales de las cortes de los seores territoriales, la justicia exenta del clero, los tribunales del pueblo, los tribunales municipales y el tribunal re