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Hechos La materia de la ciencia, el discurso y la experiencia Vicente Manzano, 2005 Científicamente probado El reto principal de la publicidad es conseguir que los receptores del anuncio no sólo presten atención y muestren interés por lo que se está anunciando, sino que superen la barrera que les separa de tomar la decisión de compra (García Uceda, 2000). Para ello, es necesario acudir a todo tipo de recursos de persuasión, nacidos en su mayoría de las técnicas de aprendizaje estudiadas en el cont exto de la psicología (Cavazza, 1999). Veamos un anuncio publicitario tomado de la dirección http://www.jccm.es/revista/156 /articulos156/consumo_junio.htm y presentado en la figura 1. Figura 1: alimentos sanos (científicamente probado) El argumento de peso de este recorte se encuentra en la referencia “ además de nutrir, aportan algún beneficio a la salud científicamente probado”. Es importante consumir estos alimentos porque nutren (función 1) y son buenos para la salud (función 2). Pre- gunta: un momento, esto es un anuncio, están intentando convencerme y yo me resisto, tengo capacidad para pensar y decidir de forma autónoma, libre y voluntaria, así que no caigo... ¿Cómo? ¿Está científicamente probado? ¡Ah! ¡Bueno! ¡Eso ya es otra cosa! Los alimentos funcionales son aquellos que, además de nutrir, aportan algún beneficio a la salud científicamente probado. Foto:VICTORIA MONTAÑÉS

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Page 1: Hechos - Universidad de Sevillamujeres. Las feromonas le ayudan a atraer a las muje-res o a mejorar su actual relación amorosa. ¡Al utilizar el potencial de las feromonas, cambiará

Hechos

La materia de la ciencia, el discurso y la experiencia

Vicente Manzano, 2005

Científicamente probado

El reto principal de la publicidad es conseguir que los receptores del anuncio no sólo presten atención y muestren interés por lo que se está anunciando, sino que superen la barrera que les separa de tomar la decisión de compra (García Uceda, 2000). Para ello, es necesario acudir a todo tipo de recursos de persuasión, nacidos en su mayoría de las técnicas de aprendizaje estudiadas en el cont exto de la psicología (Cavazza, 1999). Veamos un anuncio publicitario tomado de la dirección http://www.jccm.es/revista/156 /articulos156/consumo_junio.htm y presentado en la figura 1.

Figura 1: alimentos sanos (científicamente probado) El argumento de peso de este recorte se encuentra en la referencia “además de nutrir, aportan algún beneficio a la salud científicamente probado”. Es importante consumir estos alimentos porque nutren (función 1) y son buenos para la salud (función 2). Pre-gunta: un momento, esto es un anuncio, están intentando convencerme y yo me resisto, tengo capacidad para pensar y decidir de forma autónoma, libre y voluntaria, así que no caigo... ¿Cómo? ¿Está científicamente probado? ¡Ah! ¡Bueno! ¡Eso ya es otra cosa!

Los alimentos funcionales son aquellos que, además de nutrir, aportan algún beneficio a la salud científicamente probado. Foto:VICTORIA MONTAÑÉS

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El recurso de la ciencia actúa por la vía persuasiva racional (la más duradera, Figueroa, 1999). Su fuerza se encuentra en la imparcialidad de la ciencia, basada en que no con-cluye caprichosamente, sino que sus afirmaciones se encuentran fuertemente asentadas en... hechos. Y esos hechos son observados, analizados, estudiados, considerados a la luz del conocimiento, también imparcial, acumulado hasta el momento. La ciencia es un argumento de terminación: cuando aparece, hay que callarse, son palabras mayores. En palabras de Lampanario y otros (2001:46), “El conocimiento científico ha pasado a ser el paradigma de conocimiento riguroso, fiable y exacto”. En publicidad, hay un recurso indirecto, denominado “testimonio de experto” (Tellis y Redondo, 2001), que permite un efecto similar: un actor vestido con un mono de fonta-nero y herramientas de fontanero aconseja un producto para que las cañerías no se atas-quen; un actor vestido con bata blanca aconseja lavarse los dientes con un dentífrico concreto; etc. Los receptores de estos mensajes saben que es una representación. Si se les preguntara, dirían “No es un fontanero... No es un médico... Son actores”. Sin em-bargo, el peso del experto tiene efecto en estos anuncios. Emisores y receptores juegan a codificar y descodificar el mensaje utilizando el mismo sistema. El receptor conecta con la circunstancia de que se le quiere transmitir seguridad, se le quiere transmitir confian-za, basándose en que el producto está avalado por gente experta, aunque en el anuncio se represente a esta gente mediante actores. En algunos casos, aparecen realmente ex-pertos en la materia del anuncio y sus nombres y su profesión o cargo se indican a pie de anuncio. La ciencia, pues, permite a la publicidad avalar lo que dice. Lo llamativo es que la cien-cia se puede utilizar y se utiliza para avalar conclusiones de todo tipo, que incluso son incompatibles entre sí. El interesante libro de Darrell Huff “Cómo mentir con estadísti-cas”, muestra algunos ejemplos de cómo mentir con argumentos basados en expertos, en resultados de experimentos y en números. Observa el ejemplo de la página siguiente. Lo hemos conseguido en la dirección de In-ternet: http://www.seduccion-poderosa.com/. Si recuerdas alguna película del Oeste con un vendedor ambulante que ofrece crecepelos y afrodisíacos de efectos impresionantes, no podrás evitar encontrar sugerentes similitudes. Observa cómo recurre al poder de convicción de la ciencia cuando afirma: “Imagine un afrodisíaco natural, científicamente probado” o, más adelante, añade “Los científicos ya lo saben hace mucho tiempo”. Se hacen referencias a la ciencia buscando la credibilidad en el receptor. Y funciona. Pero ¿por qué? ¿Qué hace que una persona asuma la veracidad de una afirmación cuan-do ésta proviene del conocimiento científico? La respuesta es que las personas pensa-mos que la ciencia es imparcial, objetiva y que, aunque pueda llegar a equivocarse en algún momento, ella misma encuentra los cauces para encontrar el error y corregirlo. No hay nada que se le parezca, ningún cuerpo de conocimiento con tal grado de credibili-dad. No depende de la fe, sino de la razón, del experimento, de la comprobación... No es una cuestión de elucubraciones, sino de hechos, de evidencias. Desde la metodología científica podríamos afirmar que no sólo de hechos se nutre la ciencia, pues requiere en dosis al menos iguales de teoría, de marcos desde los que se observan retos, se resuelven, se discuten... y de procedimientos, que tienen la caracterís-tica de ser consensuados, de haber obtenido carta de válidos, replicables, generaliza-bles... Todo lo que contiene este párrafo es discutible. El ansia de objetividad es más

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emotiva que racional. Y todo tiene sus aspectos negativos y positivos. Así, “nunca hubo una sociedad tan uniformada, viendo los mismos objetos, componiendo la misma ima-gen ‘objetiva’ de lo real. Padeciendo el mismo imperativo de la objetividad” Maesso (2004:9). Pero lo dejaremos ahí, porque lo que nos interesa ahora es esa característica que más apoya la credibilidad de la ciencia ante la población general: una procedencia imparcial y poderosa, basada en hechos. Nuestra intención, aquí, es tomar esa base fundamental, los hechos, y ponerlos en cues-tión, observar cuán frágiles o sólidos son, cómo de objetivo o subjetivo es su origen y su destino. Nos preguntaremos si un hecho es un dato o una conclusión, un elemento o una interpretación, si su versión numérica le confiere mayor objetividad o ésta no cambia un ápice. Si los hechos son fundamentales en ciencia, procede preguntar por ellos.

Figura 2: anuncio con reclamos sexual y científico.

¡Ahora Podrá seducir y atraer a mujeres en un santiamén!

Imagine un afrodisíaco natural, científicamente proba-do, para atraer y seducir a las mujeres, sería algo de estupendo, ¿no? ... ¡Pero que sí existe! ¡Deje de per-der horas y dinero intentando conquistar sin éxito a las mujeres! ¡Ahora le garantizamos que irá aumentar increíblemente su poder de atracción sobre el sexo opuesto! A partir de este momento, tiene la oportuni-dad de conocer la fórmula para atraer más mujeres sin cambiar nada, absolutamente nada, en sí mismo. Notará un aumento de los contactos visuales, de las sonrisas y de las conversaciones por parte de las mujeres. Las feromonas le ayudan a atraer a las muje-res o a mejorar su actual relación amorosa. ¡Al utilizar el potencial de las feromonas, cambiará la manera como las mujeres actúan consigo, ¡ Y esto para siem-pre! ¡Pronto tendrá más romances y sexo como nunca había pensado ser posible!

“¡No es Magia, Es Ciencia Pura!”

Los científicos ya lo saben hace mucho tiempo, que determinados tipos de hormo-nas, llamadas feromonas, desencadenan fuertes deseos sexuales entre los anima-les. Las feromonas envían señales aromáticas subconscientes al sexo opuesto, que naturalmente activan sentimientos de atracción. Esta es la razón por la cual los perros pueden volverse “locos”, cuando una perra está en celo.

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Pero no sólo la ciencia vive de hechos. La experiencia cotidiana, que constituye nuestra fuente de aprendizaje, la base de nuestras vivencias, también se basa en hechos. Y el discurso periodístico o el político están basados en hechos, pues a ellos se refieren para apoyar sus respectivos argumentos. Por ello, recurriremos también a la prensa para rea-lizar alguna reflexión. La lógica más poderosa es la se asienta sobre los hechos. La fuer-za argumentativa consiste en cubrir el esquema “no me lo estoy inventando, lo dicen los datos, la realidad es así, me remito a los hechos”.

Cosas que hacemos con los hechos En principio, cabría esperar que un hecho es lo que es y punto. Si dos personas obser-vamos un hecho, eso es precisamente lo que observamos. Y ambas estamos capacitadas para comunicar lo que ha pasado. “En términos generales hay consenso en considerar algo como un ‘hecho’ cuando se ha cumplido efectivamente y su ‘realidad’ es innega-ble” (Vinocur, 2001:1). Y el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE, 1992) equipara hecho con “cosa que sucede”. No parece que sea difícil identifi-car cuándo tiene lugar un hecho y qué cosa es esa. Pero, tal vez, del dicho al hecho haya mucho trecho. Pensemos, por ejemplo, en un campo metodológico dentro de la ciencia: la metodología observacional. Consiste en un procedimiento de investigación para la generación de conocimiento científico que se basa en la observación. Cualquier obser-vación no vale, cualquier forma de hacerlo no es válida. Así, se tiene en cuenta una es-pecial preocupación por el control de variables extrañas que podrían restar credibilidad a las conclusiones. Se diseñan muestreos de tiempo (no se está observando todo el rato, puesto que esto provocaría cansancio y éste llevaría a cometer errores). En los intervalos representativos de tiempo en los que se está observando, se cuenta con un sofisticado sistema de categorías con los que registrar qué está haciendo la persona observada en cada caso. Por ejemplo, podemos estar registrando los tipos de conducta que realiza un niño rodeado de juguetes en un sala, mediante un cristal unidireccional (el niño no nos ve, pero nosotros sí). A pesar del sistema de categorías, del muestreo de tiempo, del marco teórico previo y del adiestramiento y experiencia de los observadores, se conside-ra fundamental recurrir a más de un observador. Así, varias personas llevan a cabo su tarea científica al mismo tiempo. Después se comparan sus hojas de registro. Un criterio de validez (a través de la fiabilidad) es que exista coincidencia, es decir, que varios ob-servadores registren la misma conducta observada en los mismos intervalos de tiempo. Aún así, es rarísimo que exista una coincidencia total. En otros términos: incluso en ese contexto de control sobre el método de investigación, los adiestrados observadores pue-den no llegar a un acuerdo acerca de qué hecho están observando, cuál es el hecho en un momento dado (Buendía, 1999; Sarriá y Brioso, 2001; León y Montero, 2002). Lee ahora el relato breve del cuadro 1. Observemos: “qué les ha pasado” a Pablo y Eva. Ha sido un hecho o un conjunto de hechos o un hecho compuesto. O tal vez no haya sido un hecho, sino una alucinación. Pero una alucinación es también un hecho (ha alu-cinado). O tal vez hayan mentido o hayan olvidado detalles importantes o... La transmi-sión del hecho, suponiendo que ocurriera y que ocurriera como lo he contado, puede generar también problemas. Y la recepción. En definitiva y aunque este largo e imagina-tivo párrafo no agota todas las posibilidades, considerar la ocurrencia de un hecho no es suficiente como para dar credibilidad al conocimiento construido a partir de él.

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Cuadro 1: la experiencia de Pablo y Eva. Con los hechos se puede mentir, tergiversar, seleccionar, omitir, añadir, reorganizar, jugar... Incluso, es lícito dudar de un hecho, aunque todo su proceso de creación se deba a la buena intención y al buen hacer de una fuente creíble. Es importante plantearnos, entonces, qué cosas se hacen con los hechos, qué cosas son o qué cosas parecen ser los hechos, de tal forma que podamos valorar el conocimiento que se construye a partir de ellos. Y a eso nos dedicamos en el resto de este documento. Mentir La primera de las posturas que vamos a ensayar es ésta: los hechos están ahí, existen con independencia de quién los observa o se tropieza con ellos, pero en función de las intenciones del transmisor, lo que se transmite como hecho puede no serlo, pueden ser sencillamente mentiras. En la mentira hay intención, conciencia de que se está mintien-do y que se realiza tal labor con un objetivo, posiblemente crear una respuesta definida en los receptores. Vamos a distinguir tres tipos de mentira. Observa las figuras 3, 4 y 5. En los tres casos hemos construido un rectángulo, donde se van a situar los hechos. Jugamos a dioses. Lo sabemos todo. El rectángulo abarca cuanto ocurre, lo sepa o no el transmisor del hecho. En este juego, observaremos qué está pasando exactamente (lo que hay dentro del rec-tángulo) y qué hecho se está afirmando en cada caso (el texto que se sitúa sobre el rec-tángulo). Observa la figura 3. Se afirma que existe un cuadrado gris, pero es mentira, no vemos nada en el rectángulo. No hay nada. Así que se ha mentido. Y se ha mentido creando algo que no existe, por ello bautizamos este acto como una mentira por crea-ción. En la figura 4 se ha hecho exactamente lo contrario: negar algo que existe. Observamos que el rectángulo muestra un cuadrado gris. Sin embargo, el transmisor miente afirman-do que no hay nada. Procede, pues, denominar este acto como mentira por eliminación. Por último, la figura 5 muestra un ejemplo de cómo mentir combinando los dos actos anteriores: eliminar algo que ocurre y crear en su lugar otro acontecimiento u objeto, es

Pablo y Eva caminan cogidos de la mano por el bosque de abedules que bordea el pueblo. Un ruido les llama la atención. Levantan la cabeza y observan un platillo volante que se acerca. Se abre la compuerta infe-rior. Un haz de intensa luz forma una columna blanca y espesa que co-necta el platillo con el suelo, a escasos metros de Pablo y Eva. Sin capa-cidad para moverse, dado su elevado nivel de asombro, ven cómo por el haz se desliza una figura de color rojo intenso, con forma de racimo de uvas, con patas y tres o cuatro cabezas. Ese ser llega al suelo, se acerca a la pareja, le da un pellizco en el culo a Pablo, se dirige al haz, sube, desaparece. El platillo se va. Pablo mira su trasero y observa que el pan-talón está un poco quemado. La pareja chilla y, sin soltarse de la mano, corren hacia el pueblo como locos. Al llegar, se forma un tumulto y am-bos cuentan qué les ha pasado.

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decir, sustituir lo que realmente está ocurriendo (puesto que lo estamos viendo desde nuestra posición privilegiada) por otra cosa. Por ello lo llamamos mentira por sustitu-ción. Maesso (2004:5) viene al caso cuando nos recuerda aquello de “Esto que arde no es una ciudad, sino el régimen de Sadam, nos decía Rumsfeld por la tele, una de las voces del imperio, mientras veíamos arder Bagdad”.

Figura 3: mentir por creación

Figura 4: mentir por eliminación.

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Otro ejemplo, aparecido en ABC (2004), se refiere al comportamiento de la empresa tabaquera Phillip Morris: en su laboratorio alemán de los ochenta, sus investigaciones mostraban el daño que el tabaco producía a los no fumadores (o fumadores pasivos) que podía incluso llegar a ser aún más nocivo que el respirado directamente por el fumador. Pero no sólo no publicó estos resultados, sino que generó otros que los contradecían.

Figura 5: mentir por sustitución. Los problemas con los hechos La valoración de una mentira parece fácil: no debería ocurrir. Comprobar que alguien ha mentido a la hora de comunicar un hecho, bien sea por creación, eliminación o sustitu-ción, mueve cuando menos a sentimientos de repulsa. Solemos coincidir con aquello de que “mentir es cosa mala” o “no se debe mentir”. Sin embargo, si bien se miente en ciencia, en periodismo, en política, en la profesión o en la vida cotidiana, no parece muy innovador llamar la atención sobre ello. Lo que sigue, sin embargo, es cosa bien distinta. Ya no asumimos que el transmisor, oscuro ser vencido por las pasiones egoístas, nos ha mentido, sino que hay problemas para identificar qué está ocurriendo realmente. La realidad es compleja, está llena de matices, de variabilidad, de excepciones, de ramificaciones, de movimiento... Para des-cribirla o explicarla, para transmitirla solemos utilizar estrategias que nos deberían hacer dudar sobre si los hechos son tal y como se nos transmiten. Vamos a ver algunos ejem-plos esquemáticos sobre ello. Observa la figura 6. Hay un ojo en la esquina inferior izquierda que quiere representar a un observador, el mismo que nos va a transmitir lo que ocurre. Es un periodista en el frente de batalla o un investigador en una tarea de observación natural, etc. Los círculos que se encuentran ante su vista le impiden ver lo que hay detrás. Todo lo que alcanza a

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ver son círculos, por lo que no podemos acusarle de estar mintiendo. Eso sí, nosotros, que jugamos a dioses que lo ven todo, podemos comprobar que hay muchas más cosas, además de círculos, por lo que podríamos matizar mucho la afirmación que se realiza sobre lo que está ocurriendo. En definitiva, parte de lo que ocurre está cegando al ob-servador para ser consciente o para percibir otras cosas que también están ocurriendo y que generarían una afirmación diferente.

Figura 6: seleccionar por ceguera. La ceguera puede estar provocada por el hábito de observación, investigación o estudio. En ciencia llamamos paradigma a un cuerpo de conocimientos, lógicas, procedimientos y valoraciones. El paradigma indica qué cosas son problemas y qué no, cómo nos de-bemos acercar a los acontecimientos, cómo hemos de generar el conocimiento, etc. En periodismo, los corresponsales que acompañan al ejército invasor sufren el mismo pro-ceso: sólo ven lo que se supone que deben ver. Así, los transmisores realizan una selec-ción previa de lo que van a transmitir. Muchos acontecimientos u objetos están conde-nados a no alcanzar el rango de hechos porque se encuentran fuera del área de conside-ración. Es lo que se ha intentado expresar en la figura 7. Desde nuestra posición privile-giada observamos que la zona cuenta con todo tipo de figuras y de colores. Sin embar-go, el transmisor sólo habla de triángulos. Es lo que más ve, dentro de donde mira. Otro de los frecuentes efectos que tienen lugar cuando se investiga, se hace ciencia o se genera conocimiento, es obviar la existencia de acontecimientos u objetos porque supo-nen una minoría. Lo característico de la situación no son esos entes, sino otros. Hay que simplificar para que el conocimiento generado y transmitido sea útil. En ciencia prefe-rimos las explicaciones más sencillas, las que implican menos conceptos en su enuncia-do. En la figura 8 observamos siete cuadrados y un círculo. Así podría haberse transmi-tido. Sin embargo, se ha optado por indicar que todo lo que hay es cuadrado. No es ne-cesario acudir a la mala intención o cosa similar. Es cierto que los objetos son cuadra-dos, si bien no todos ellos lo son, sólo la mayoría. Alguno no cumple con la regla. Qué

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le vamos a hacer. Recordemos que estas situaciones están también simplificadas, las figuras a las que recurrimos no expresan la complejidad de la realidad (sea lo que sea eso) que nos rodea. Pero representan situaciones que ocurren en la práctica y que consti-tuyen el día a día en el quehacer de las personas que se las ven con los hechos y que deben trabajar con ellos.

Figura 7: seleccionar por hábito procedimental.

Figura 8: seleccionar por mayoría.

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En la figura 9 tenemos una variante de la anterior. La selección no se realiza esta vez porque se observan más objetos del tipo A que del B y, por tanto, se afirma que cuanto hay es A. La selección se realiza porque los objetos que finalmente acaparan la afirma-ción son considerados más significativos, más importantes, más característicos de la situación que no los otros. En la figura 9 hay más objetos azules que rojos. Sin embargo, son los rojos los elementos que más llaman la atención, más grandes. Así que son los que menciona el transmisor.

Figura 9: seleccionar por significación . Nos quedan dos de los aspectos más característicos del trabajo con los hechos en el en-torno de la generación y transmisión del conocimiento. Observa la figura 10. ¿Qué ves? Hay seis figuras. Tres son rojas, tres azules. Tres son grandes, tres pequeñas. Y tienen formas diferentes: dos triángulos, dos cuadrados y dos círculos. Se podrían decir mu-chas cosas (“variando el tono”, que diría Cyrano), pero el transmisor ha escogido sólo una de ellas, la que ha considerado más relevante o la que ha atendido por cualquier otra razón. No ha mentido, ha seleccionado una parte desde un todo más amplio. Y esto ocu-rre en esta figura extraordinariamente simplificada. Imagina en una situación más real. Imagina, por ejemplo, cuando tiene lugar un asesinato y el periodista afirma “un inmi-grante rumano mató a...”. Podría haber señalado que era hombre, o su número de calza-do o su edad o su trabajo, a qué dedicaba el tiempo libre (¿no te recuerda a Perales?), donde vivía y un largo etcétera, sin entrar en las descripciones basadas en la relación entre el asesino y el asesinado. Sin embargo, la selección no es inocente y si bien ocu-rren continuamente muchas cosas, sólo los hechos transmitidos, tal y como se transmi-ten, son los que construyen realidad en la mente del receptor. Sea cual fuere el aconte-cimiento, siempre existe una infinidad de variables que podrían definirlo, describirlo o servir para catalogarlo. Es imposible transmitir toda la realidad en su complejidad. Ima-gina que haces una fotografía sobre un instante, en una plaza llena de gente. Alguien podría escribir un libro sólo con la imagen. Y estamos hablando de un solo instante. La selección es una práctica inevitable. Sólo nos queda ser conscientes de esa inevitabili-

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dad y de que los hechos que nos transmiten obedecen a una lectura entre las muchas posibles.

Figura 10: seleccionar por reducción.

Figura 11: transformar por simplificación. En la figura 11 se expresa la otra gran práctica: la simplificación. Observa que los obje-tos no son, en sentido estricto, ni círculos ni rectángulos, pero se parecen, se aproximan, son similares a esos objetos modélicos. Por tanto, lo asumimos como correcto. Acepta-mos, todos los días, que el cuerpo de conocimiento, la opinión pública o nuestra expe-

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riencia personal se asienten sobre simplificaciones que hacen más o menos justicia a los acontecimientos u objetos que han sido transformados en hechos. Para pensar y tomar decisiones necesitamos utilizar sistemas de categorías. Las categorías ahorran mucho esfuerzo cognitivo y nos permiten avanzar (hacia donde sea). Los matices son un lastre engorroso que frena. Los objetos de la figura 11 pueden forzarse algo para que puedan caber en las categorías que mejor expresan lo que ocurre. ¿Buenas intenciones? Algo sobre selecciones Comenzamos nuestras dudas sobre los hechos planteándonos malas intenciones por par-te de quien los transmite. A éstas las llamamos mentiras: o se afirma algo que no ha ocurrido, o se niega lo ocurrido, o se afirma cosa diferente. Después hemos entrado en un bloque de problemas que han consistido en conocer qué es lo que ocurre y observar qué transmite quien lo percibe, asumiendo que posee buenas intenciones, que quiere hacerlo bien pero no sabe hacerlo mejor. Muchos de los comportamientos que podrían asignarse al último bloque, se basan en los mismos mecanismos, pero no es asumible buena intención. Ocurre con frecuencia en publicidad y en política, además de la vida cotidiana y la ciencia. Se afirman cosas que han ocurrido realmente, pero sólo unas y no otras, porque las que se comunican tienen un interés positivo para el comunicante, mientras que las negativas se callan.

Cuadro 2: selección intencionada en la vida cotidiana. Lee el cuadro 2. Observa que Juan no miente. Todo lo que dice es cierto. Damos por cierto también que hasta ese momento el hijo siempre ha obedecido literalmente al pa-dre. El comportamiento de Juan consiste en ocultar información (que ha comido cara-melos y que se ha guardado algunos para el día siguiente) y en mostrar sólo los hechos que coinciden con los deseos del padre: “siempre le obedece”, “ha ido a la cocina”, “la bolsa contiene caramelos” y “en el cajón no ha quedado ninguno”. Juan no ha mentido, pero sí ha realizado una selección consciente basada en sus propios intereses. La selec-ción sirve a Hernando para hacerse una composición de lo ocurrido, una imagen de la realidad que, sabemos, está sesgada.

Hernando pide a su hijo Juan que coja todos los caramelos que están en el cajón de la cocina y los ponga en la bolsa que Hernando va a llevar para el trabajo. Juan se dirige hacia la cocina con la bolsa de su padre. Abre el cajón donde se encuentran los carame-los y va echando unidades a la bolsa, si bien se come uno de vez en cuando. Vamos, uno de cada tres. En medio del proceso, piensa en el día siguiente. Irá al recreo y le vendría muy bien algún que otro caramelo. Así que echa un puñado en su bolsillo. Cuando ya ha ter-minado la tarea, sigue todavía masticando con energías y convic-ción. Al cabo de un rato, su padre le pregunta: “Juan ¿has hecho lo que te dije?” ‘Papi, sabes que siempre te he hecho caso ¿No me has visto que he ido a la cocina? Mira, aquí está la bolsa. Y no ha quedado ni un caramelo en el cajón’

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En el apartado próximo analizaremos el comportamiento de cuatro periódicos que reali-zan la misma labor: una selección de ocurrencias (se comunican unas y se callan otras) que deriva hacia una imagen de los acontecimientos muy diferente de uno a otro. En la ciencia, este comportamiento es muy frecuente. Suele ocurrir, por ejemplo, en la comunicación de los resultados de investigaciones. Los grupos de investigación se plan-tean hipótesis. Recogen datos. Los analizan. Llegan a conclusiones estadísticas, previas a las conclusiones finales. Cuando los resultados confirman las hipótesis, los investiga-dores tienen abiertas muchas puertas para comunicar los hallazgos. Cuando las hipótesis no se confirman, hay problemas. Da la impresión de que no se ha encontrado nada, cuando realmente sí ha ocurrido: se ha encontrado que las hipótesis eran erróneas, un conocimiento muy interesante al menos para el resto de la comunidad científica. Este proceder señala buenas intenciones tal vez, pero una selección que lleva a que nos hagamos una idea de la realidad que no es la misma a la que accederíamos si se hicieran otras selecciones. Pero la mala intención también tiene lugar. Ocurre, por ejemplo, cuando sólo se tienen en cuenta los datos que confirman las hipótesis, y se rechaza el resto, con diferentes excusas o sin ellas. Algunos investigadores chocan también con la barrera de los clientes: las instituciones públicas o privadas que han encargado el estu-dio, al observar que los resultados apuntan en una dirección contraria a la deseada, se quedan con la información y no la hacen pública. Darrel Huff (1954) nos cuenta el caso de una empresa que no publicó los resultados de un estudio hasta que, a fuerza de repe-tirlo, los resultados en una muestra concreta terminaban confirmando que el producto de esta empresa era mejor que el de la competencia.

Figura 12: motivo principal de un anuncio de néctar. Observa ahora la figura 12. Muestra la imagen superior de un tetrabrick de néctar de naranja. El néctar es la denominación que recibe el zumo aguado, aunque el nombre evoca más bien lo contrario (el concentrado de zumo o lo mejor del zumo). La empresa resalta que ese producto carece de azúcar añadido. Si lo bebes observarás que está dulce y llegarás a la conclusión, posiblemente, que las naranjas están muy dulces. Es algo

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raro, puesto que si se añade más agua al zumo, aunque éste fuera originalmente dulce, el resultado debe serlo bastante menos. La duda se disipa al leer la letra pequeña del enva-se, que se ha mostrado en la figura 13. En ella consta el listado de ingredientes. ¡Vaya! Pues resulta que no tiene azúcar, pero sí edulcorantes. Otra vez lo mismo: hemos llega-do a construir una imagen de los hechos en función de una selección intencionada: algo se calla, algo se dice.

Figura 13: ingredientes del néctar DISFRUTA. La existencia o la ilusión Hasta el momento, asumimos la postura de que los acontecimientos y los objetos son lo que son y no hay discusión al respecto. El problema surge en la capacidad (propia o contextual) del receptor o en sus intenciones de transmisión. Hemos jugado a dioses que lo ven todo, que pueden juzgar lo que es verdad o mentira, lo que se ajusta mejor o peor a la realidad. Pero es posible que ni siquiera los dioses como nosotros podamos llegar a discernir de manera tan precisa, hilar tan fino. Aún cuando accedamos a los aconteci-mientos u objetos, podemos tener problemas. Es más, es posible que entre nosotros, los dioses, lleguemos a discrepar acerca de qué cosas estamos viendo, de qué acontecimien-tos estamos siendo testigos. Las figuras 14 a 17 muestran situaciones donde somos capaces de afirmar que lo que ocurre no es lo que vemos, sino una cosa diferente. Observa la figura 14. Es un conjunto de cuadrados negros dispuestos en 12 columnas y 9 filas (108 objetos). Y no hay más. O tal vez sí. Si observas el conjunto tendrás la sen-sación de que entre las esquinas de los cuadrados hay pequeños círculos de suave gris. Lo curioso es que esos círculos desaparecen cuando te fijas únicamente en uno de ellos. Son escurridizos, no se dejan atrapar. Más tarde o más temprano (posiblemente, de in-mediato) llegarás a la conclusión de que tu vista te engaña, de que no existen realmente esos círculos, aunque tengas la impresión de que sí están ahí. Los ves, pero no existen.

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Figura 14: cuadrados negros y círculos grises.

Figura 15: circunferencias concéntricas en movimiento. Observa ahora la figura 15. Con un fondo gris, dos conjuntos de rombos dibujan dos circunferencias concéntricas. Justo en el centro hay un punto. Fíjate en él. Ahora, sin apartar la vista del punto, acerca tu cabeza y retírala (o acerca y retira este documento). ¿Qué ves? ¿Realmente se están moviendo? Obviamente, este texto no tiene magia (de lo contrario, tal vez la dedicara a otros menesteres más beneficiosos para la humanidad o

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para mi lucro personal). Eres objeto de una ilusión. Las circunferencias no se están mo-viendo. Eres tú. Ves el movimiento, pero sabes que no existe.

Figura 16: monstruos a la carrera.

Figura 17: cuadrado blanco sobre negro . Observa ahora la figura 16. Un monstruo persigue a otro. La sensación es que el del fondo es más grande que el que corre desesperadamente delante. Incluso, la expresión del monstruo perseguidor es desafiante y rabiosa, mientras que el perseguido tiene ros-

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tro de susto, de pánico. Sin embargo, ambos monstruos son exactamente el mismo. El mismo dibujo se ha repetido. Es el contexto lo que da la sensación de que uno es más grande que el otro, especialmente las líneas del túnel que generan la sensación de pers-pectiva. Fíjate bien. Toma incluso una regla o, en caso extremo, recorta cualquiera de ambos monstruos (es muy cruel, desde el punto de vista del documento, pero sospecho que no se quejará). Comprobarás que ambas figuras son la misma. Es la experiencia la que permite generar esta sensación. El dibujo “representa” una si-tuación. Si la representación es buena, diremos que el perseguidor es realmente más grande que el perseguido. Pero ¿cuál es el hecho? Depende de la posición. En términos de dos dimensiones, ambos monstruos son idénticos. Si pensamos que estas dos dimen-siones representan un espacio de tres, asumiremos la diferencia de tamaños. La figura 17 señala también el efecto del contexto. Dado que este texto está tomando ahora un tinte de ilusiones ópticas, como lector capaz de aprender, deberá tener ahora la sensación de que hay gato encerrado. ¿De qué color es el cuadrado interior? El mejor efecto se consigue en una sala oscura, proyectando esta imagen sobre una pared. Todo está negro. Y el cuadrado se percibe perfectamente blanco. Aquí, sobre un fondo de papel blanco, el cuadrado interior se percibirá ligeramente gris. Pero observa ahora la figura 18. ¿De qué color es ese objeto interior? Gris oscuro. Pues bien. Ambos cuadra-dos tienen exactamente el mismo color, son el mismo. Lo que cambia es el fondo. Cuanto más oscuro es éste, más claro se ve el objeto interior.

Figura 18: cuadrado gris sobre fondo blanco. La importancia del contexto es fundamental para entender por qué se consideran unos hechos y no otros. En derecho penal, por ejemplo, existen los atenuantes y los agravan-tes, es decir, circunstancias que van más allá del acontecimiento que se juzga pero que hacen ver a éste de un modo u otro. Matar es un asesinato o un acto de justicia, según

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quien empuñe el arma (un ilegal, por ejemplo, o un funcionario del Estado en el ejerci-cio de su profesión).

Figura 19: dos cuadrados superpuestos. Por último, con la intención de cerrar este apartado sobre si somos capaces o no de ser verdaderos dioses (que jamás dudan cuando se encuentran ante los acontecimientos), observemos la figura 19. ¿Qué hay en ella? Respuesta: dos cuadrados grises. Uno de ellos se encuentra ligeramente por encima del otro. Lo siento, pero no. Lo que hay, tal y como se muestra en la figura 20 es un cuadrado y un polígono irregular de cinco lados, una especie de cuadrado con un bocado en la es-quina inferior derecha. Al juntarlos, como si fuera de nuevo por arte de magia, el cua-drado manco parece recobrar su forma íntegra, dándonos la sensación de que siempre fue cuadrado. Después de fijarte en la figura 18 durante un rato, vuelve a la 19 e intenta reproducir el cuadrado y el polígono irregular de cinco lados. Verás como tienes pro-blemas. Sigues persistiendo en la idea de los dos cuadrados. No te preocupes. Le pasa a todo el mundo. Observa que sabes que lo que ves no es lo que ocurre y, sin embargo, es difícil hacerse a la idea. El objetivo en este apartado es replantearnos la existencia de los hechos como producto de nuestra capacidad para dejar constancia de ellos. No queremos mentir. No tenemos problemas contextuales como vimos en el caso de las selecciones (como el hábito pro-cedimental o la reducción). Aún cuando todo el campo de visión sea nuestro, aún cuan-do no se nos escape nada a los sentidos, podemos dudar de lo que estamos registrando como hechos. Es decir, no sólo tal vez veamos todo lo que ocurre, sino que podemos saber que no ocurre lo que estamos viendo.

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Figura 20: cuadrado gris y cuadrado sin esquina . Hechos y puntos de vista Las ilusiones ópticas, entre otras muchas cosas, constituyen un apartado de lo más inte-resante y entretenido. Podríamos dedicar mucho espacio a ello. Y, sin embargo, no guardan lo más sorprendente en la historia de los hechos. Es fácil jugar al ilusionismo con imágenes y es igualmente fácil llegar a la conclusión de que una cosa es la magia, prestidigitación o juego de imágenes, y otra bien distinta la realidad, esa cosa que nos rodea y que nos da pie a confusiones como las vistas hasta ahora. Terminaremos de anu-lar esta impresión cuando lleguemos al máximo exponente de la objetividad: los núme-ros. Ahora, nos interesa comprobar en qué medida podemos asumir que lo que estamos diciendo es la verdad, es lo que realmente ocurre y, por tanto, cualquier otra cosa distin-ta que alguien diga, es mentira. Esto enlaza bien con la reducción y la simplificación, que ya hemos abordado. Observa las figuras 21 y 22 ¿Qué son? ¿Qué ocurre en ellas? La figura 22 es imposible, es un truco y, por tanto, no nos sirve para intentar representar la realidad o lo que nos puede ocurrir cuando intentamos representarla. Pero sí para estrenar el objeto de interés en este apartado: el punto de vista. Observa que cada personaje mira hacia un lado dife-rente, si bien los dos tienen la cara pegadita a la ventana, como en el poema de León Felipe. Según el personaje que llame nuestra atención, tendremos la impresión de que la ventana está orientada hacia la derecha o hacia la izquierda. Si no lo ves, implica un poco de tiempo y verás el efecto. La figura 21 ¿qué es? ¿Una silla? ¿Un sillón? ¿Un objeto de tortura? ¿Una pieza de ar-te? ¿Un objeto de culto? ¿Un elemento expuesto en un museo? ¿Un ejemplo de carpin-tería? ¿Un elemento decorativo? ¿Una oportunidad de negocio? ¿Un elemento disuaso-rio o intimidatorio? ¿Por qué no todo ello? Al preguntar a varias personas por qué cosa es la que ven en la figura 21, los hechos que comunican son diferentes. ¿Quién tiene

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razón? ¿Tiene sentido hablar de tener razón aquí? En psicología se utilizan algunas pruebas para estudiar personalidad, ansiedad, problemas o trastornos diversos mediante lo que se llaman pruebas proyectivas. Son estímulos ambiguos que permiten a cada per-sona ver cosas diferentes. Suponemos que las personas proyectan sus preocupaciones, sus perspectivas ante la vida... en lo que dicen estar viendo. Para entender cómo llegar a ocurrir que personas diferentes transmiten hechos diferentes ante los mismos aconteci-mientos de base, sin que medie mala intención, hay que plantearse la alta probabilidad de que estén tergiversando los resultados en función de la perspectiva desde la que la han registrado.

Figura 21 Figura 22 El hecho de que diferentes puntos de vista sean fundamentales para entender por qué se perciben y transmiten determinados hechos, no deja de ser una aplicación de efectos anteriores. Así, cuando se seleccionan algunas características y no otras, realizando simplificaciones, no cabe esperar que todos los simplificadores coincidan. En ciencia esto es muy curioso, puesto que se pueden leer informes de investigación (por ejemplo, artículos publicados en revistas especializadas) que versan sobre el mismo asunto pero que simplifican de manera diferente, por lo que no es raro que lleguen también a con-clusiones diferentes. Los mencionados paradigmas (que seleccionan lo que consideran o no hechos) también suelen ir acompañados por determinados estándares de simplifica-ción. En otros términos, Vinocur (2001:6) lo expresa señalando que “no hay observa-ción, y consecuentemente no hay hecho, que esté por fuera del marco teórico dentro del cual se lo percibe. La observación recorta lo material de modo tal que el hecho se define en función de una preconcepción teórica ya dada aunque no siempre explicitada. Los datos se transforman en hechos cuando se sitúan y re-significan en un contexto pert i-nente. La conceptualización constituye un segundo tiempo, el tiempo del a posteriori, en el que se reflexiona sobre lo observado, los datos recogidos y reconocidos por el al-cance y los límites subjetivos de la percepción y luego considerados como hechos a par-tir de un proceso de pensamiento”. O, en palabras de Lizcano (2000:2), “Se retoma la crítica romántica (Goethe, Nietzche...) a la noción de hecho: los supuestos hechos brutos

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están, en realidad, bien domesticados, hechos por la teoría desde la que se observan, construidos por el lenguaje, por proyecciones antropomórficas, por intereses, presupues-tos... Distinciones como la de Hanson entre ‘ver’ y ‘ver que’ o la de Quine entre ‘lo que hay’ y ‘lo que se dice que hay’, y ataques como el de Sellars al ‘mito de lo dado’, el de Feyerabend al monopolio científico de la verdad o el de Lakatos a la supuesta disponib i-lidad de las teorías para dejarse refutar por los hechos... apuntan todos ellos en la misma dirección”. No parece pues que los hechos, sean lo que sean, tengan supremacía sobre los puntos de vista, las diferentes maneras de abordar lo que se observa, capta y transmi-te. Los números y los hechos Pero dejémonos de tonterías. Ha llegado la hora de la verdad, es decir, de los números. ¿Cuántos años tienes? Tal vez la respuesta sea una mentira, ante eso no hay muchas defensas, pero la cantidad de años de una persona, su edad, no da mucho pie a discu-sión. No es una cuestión de puntos de vista. Si tengo sesenta años, los tengo y punto. Es fruto de un consenso ampliamente aceptado: la edad de una persona es la cantidad de años enteros que han transcurrido desde el momento de su nacimiento. Aún así, en las encuestas hay, a veces, problemas con esta pregunta y no es extraño observar la siguien-te formulación “¿Cuántos años cumplió usted en su último cumpleaños?” Decíamos que los números son la verdad. Cuando aparecen, el auditorio calla. Tal vez sea un efecto de lo mal que nos suelen ir las matemáticas desde la tierna infancia. El respeto (o temor) que infunden hace callar, tal vez por falta de comprensión, de confian-za o de seguridad. O tal vez es que no hay o no debería haber lugar a dudas. Los núme-ros se aplican a la realidad más real, es decir, la mensurable, por lo que son difícilmente superables.

Ingresos Gastos Antes 110 80 Después 200 150

Tabla 1 Pero veamos un ejemplo concreto y de la materia más seria que se nos puede ocurrir: economía. Hablamos de una empresa que tiene ante sí una tabla muy simple, la tabla 1. En ella figuran los ingresos y los gastos de dos años diferentes. No importa mucho cuál sea la unidad de medida. Supongamos que se está hablando de millones de euros. Así, por ejemplo, los ingresos de Antes fueron 110 millones de euros. El objetivo que nos planteamos ahora es interpretar la tabla, transmitir los hechos de los que habla a través de sus números. No vamos a discutir si las cantidades son verdad o mentira, ni si son fruto de puntos de vista. Por supuesto que esto ocurre. Entre otras co-sas, sería muy interesante conocer qué partidas se han considerado como ingresos y co-mo gastos. Este ejercicio suele suministrar resultados muy interesantes. Sin embargo, lo dejaremos ahí. El lector más interesado en estos aspectos puede acudir a Rodríguez Sosa (2004), una publicación excelente sobre los hechos en economía, desde la perspectiva de su medida (es decir, de la asignación de números a los hechos). Vamos a suponer que son los dioses quienes han generado la tabla y que no hay discusión posible acerca de su contenido. Nosotros aparecemos en el momento en que los números ya se han escrito de

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manera irreversible. Ahí aterrizamos y ahí escuchamos lo que nos dicen los representan-tes de la empresa. Somos accionistas. Silencio. El representante comienza a hablar. Nos permitimos el lujo de transcribir su discurso:

Los resultados no pueden ser más prometedores. Los ingresos son (200 / 110 = 1,82) casi un 200% de los anteriores, mientras que los gastos se han incrementado sólo un ([150 – 80] / 150 = 0,467) 46,7%. Luego, el futuro que se avecina es muy alentador.

Parece que no hay lugar a dudas. La empresa va viento en popa. Es buena cosa esto de ser accionistas, nos vamos a forrar. Pero, un momento. ¡No somos accionistas! ¡Somos asalariados de la empresa! Han co-rrido rumores nada positivos por los pasillos. Nuestros representantes sindicales han ido a tratar el asunto con la dirección. Están reunidos en estos momentos. Vamos a intentar captar algo. Sí. Parece que es posible. Transcribimos lo que hemos escuchado. Es lo siguiente:

Es cierto que hemos incrementado los ingresos un ([200 – 110] / 200 = 0,45) 45%, pero los gastos son totalmente insostenibles, pues ahora son (150 / 80 = 1,88) casi el 200% con respecto a antes. Es imperioso reducir gastos. Observen que no hay más remedio que ajustar la plantilla.

Comprueba que los mismos números han servido a los representantes de la empresa para concluir dos hechos bien distintos: 1) la entidad va viento en popa y el futuro es prometedor, o 2) la empresa está atravesando un momento muy difícil y hay que echar gente, unos cuantos para no terminar echándolos a todos. No hemos cambiado la tabla, es la misma. Pero las operaciones (todas ellas válidas y anunciadas correctamente en términos, absolutos, relativos y de incrementos) y los redondeos (admisibles y, además, anunciados correctamente con la partícula “casi”) han trabajado para resultados diferen-tes. Así pues, no parece que expresar acontecimientos u objetos con números sea un antído-to eficaz frente a las dudas, las versiones o la credibilidad en los hechos. El clásico texto de Darrell Huff (Cómo mentir con estadísticas) añade muchos ejemplos al respecto. Análisis de un acontecimiento. ¿Cuáles son los hechos? Basta de teoría. Es la hora de tomar algo real, aunque sea de postre. Ejemplos hay mu-chos y por todas partes. Entre esa abundancia me he decidido finalmente por unas noti-cias que circulaban los días en que redacté este documento. Son noticias relacionadas con un acontecimiento concreto que tuvo cobertura en los principales periódicos, ade-más en sus portadas. Jueves, 28 de octubre de 2004. El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se reúne en Madrid con los representantes de las comu-

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nidades autónomas de España. La prensa se encuentra presente. Los periodistas toman nota. Los fotógrafos hacen su trabajo. Después, en cada periódico, los redactores dan forma a los textos que transmitirán la noticia. Los hechos terminan al alcance de la po-blación al día siguiente, en los quioscos. ¿Los hechos? ¿Qué hechos? Veámoslos. Pero, claro, ¿Qué periódico vamos a consultar? En principio, cualquiera, ya que todos estuvie-ron presentes y transcriben lo que ocurrió. Pero para no parecer partidistas, vamos a consultar los cuatro periódicos de tirada nacional: El País, ABC, El Mundo y La Razón. Respectivamente ocupan las figuras 23, 24, 25 y 26. Vayamos por El País. El titular indica: “Zapatero promete convertir en ley los acuerdos de la cumbre de presidentes”. Debe ser una persona muy poderosa ese Zapatero. Cual-quiera no puede convertir cosas en leyes. Cualquiera no puede prometer que va a hacer-lo. Y debe ser alguien con convicciones y seguridad cuando hace esas promesas. Ade-más, esa reunión debe ser una tarea fructífera, puesto que se toman acuerdos. Fijémo-nos, además, que los que van a la reunión no son cualquiera tampoco, puesto que son “presidentes”, claro que de un rango menor a Zapatero, ya que sólo éste puede prometer que va a convertir en ley los acuerdos. Por otro lado, la foto es también muy interesante. Y es una imagen, esa cosa que vale más que mil palabras. Las imágenes, además, no mienten, tienen un significado unívo-co, aunque se las utilice para todo tipo de fines, incluso para justificar una guerra o para animar a ambos bandos a odiar con mayor convicción al otro (Sontag, 2003). Los perió-dicos no retocan las imágenes. Son las que son. Son las que se tomaron. Muestran cosas que realmente ocurrieron. Las imágenes, en definitiva, son hechos.

Figura 22: El País. Pues bien, observemos la imagen de la portada de El País. Todos los presidentes posan. En el centro se encuentra el más importante de todos, el del gobierno. A sus espaldas, las banderas de todas las autonomías. Se respira un ambiente de cordialidad, de respeto

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con algo de informalidad. Varios de los presidentes hablan entre sí, sonríen, intercam-bian opiniones. Es estupendo. Parece todo un éxito. No cabe lugar a dudas. Los hechos están claros: un éxito de reunión, donde las persona-lidades políticas más importantes del país se encuentran y dialogan. Fruto de todo ello suponemos que surgirían acuerdos y que éstos no se van a quedar en papel mojado. El todopoderoso presidente los convertirá en ley, como corresponde a un representante democrático que ha favorecido un encuentro de buen talante donde están presentes todas las comunidades de España. Es impresionante. De verdad. Veamos ahora qué nos dice otro periódico. El ABC. Aunque tal vez no tenga mucho sentido, pues habla de lo mismo, de los mismos hechos que tuvieron lugar el mismo día sobre el mismo tema. Pero analicémoslo, de todas formas.

Figura 24: ABC. El titular señala: “Una foto, buenas intenciones y escaso contenido”. ¡Cuidado! No pa-rece tratarse del mismo evento. Parece que el presidente del gobierno no dio mucho de sí. Además de la foto y de las buenas intenciones (hay que aceptar, pues, que el mucha-cho quería, aunque no pudo), nada de nada o casi: escaso contenido. Además, ¿para qué quería una foto? ¿Será para lo que se quiere siempre: para figurar? Así que tenemos un presidente que trabaja para la apariencia, de cara a la galería. Pero si rascamos un poco la superficie, no encontramos nada. O casi nada. Algo de contenido hay. No sabemos si el escaso contenido se debe al presidente (torpe, pero tal vez no nulo) o otros aspectos. ¿Y la foto? Vaya, parece que ya no hay banderas, ha desaparecido ese símbolo de plura-lidad o de muchas voces o muchas representaciones. Era un encuentro de autonomías o de sus representantes, pero han desaparecido las banderas, no queda huella... Tal vez no exista esa supuesta pluralidad, o no debería existir, o de ocurrir es irrelevante o, desde luego, no lo más importante... Un momento. En la foto hay más gente. Sí, en efecto, están los Reyes. Sus Majestades no se encuentran solos, puesto que no sólo están los

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presidentes autonómicos. También el Príncipe. Y también su reciente esposa. ¡Es la familia real! No parece el mismo hecho. A juzgar por esta portada, lo importante o definitorio en España no es la pluralidad. Lo más característico es que es monárquica. Los Reyes están y están donde deben estar: en el centro. Y están sin entretenimientos superfluos, como lo son las banderas zonales. El ambiente puede ser de respeto, y muy formal. Todo el mundo en su sitio. Como debe ser. Firmes o, a lo sumo, con las manos cruzadas al fren-te. Sólo la Reina rompe la rigidez del acto dirigiéndose al Rey. Es una foto solemne para una situación solemne... ¿la de la reunión de autonómicos? No, por supuesto, hablamos de la reunión con la familia real. Ahora entendemos por qué Zapatero quería una foto y cumplir con la Galería. Se ha retratado junto a las personas más importantes del Estado. Aparece ante España nada más y nada menos que con los Reyes. A un ladi-to, no en el centro, claro. Pero avancemos más. Ya es curiosidad. Si El País y ABC coinciden tan poco en trans-mitir como hechos diferentes un mismo acto, es interesante saber qué hicieron los otros dos periódicos. Veamos El Mundo. El titular indica: “Zapatero admite en la cumbre autonómica que dentro de España hay «otras naciones»”. Vaya, Zapatero no debe ser muy lúcido ni muy ágil. No parece una persona con iniciativa. Lo más destacado de la situación es que nuestro presidente no ha tenido más salida que “admitir”. Ya no es ese ser poderoso que promete y que convierte acuerdos en leyes. Ahora sólo admite. ¿Y qué admite? No otras realidades, zonas... Si no otras naciones. Es una afirmación ambigua. Es necesario ver algo más para com-prender qué es lo que quiere decir el diario. No obstante, sabemos la importancia que tiene el término “nación” en España, especialmente con respecto a Euskadi y Cataluña (los vascos y los catalanes). En el momento de revisar este texto (diciembre de 2005), pasan muchas cosas en España. Una de ellas es que existen oficialmente ocho millones de personas bajo el umbral de pobreza, o que la vivienda tiene precios históricos, ante los que los habitantes se endeudan hasta límites hace poco inimaginables. Pero, por en-cima de ambos acontecimientos, los medios de comunicación, los foros de Internet, el Parlamento español, incluso conversaciones en la calle, giran en torno a una gran noti-cia: el Estatut de Cataluña. Y dentro de esta propuesta de cambio que realiza el gobierno catalán para su estatuto, lo más sonado es la afirmación de que “Cataluña es una na-ción”. Esta declaración, como suele decirse, hace correr ríos de tinta. Así que ya sabe-mos la fuerza que tiene el término “nación” cuando no se refiere a España, sino a cua l-quiera de las dos autonomías históricas. Por tanto, tenemos que Zapatero no tiene más remedio que admitir, y lo que admite es, nada más y nada menos, que la existencia de “otras naciones”. En la foto han desaparecido los presidentes, las banderas, el decorado. Sólo quedan tres personas. En el centro sigue Zapatero. A su derecha se encuentra el presidente de la comunidad del País Vasco, Ibarretxe. A su izquierda, el presidente de la comunidad de Cataluña, Maragall. Curiosa coincidencia. País Vasco y Cataluña tienen una prensa lla-memos difícil fuera de sus fronteras autonómicas. Para una parte importante del resto del España, se trata de dos comunidades que aspiran a independizarse, a ser naciones independientes. Ahora parece que el titular de El Mundo tiene más sentido. Zapatero está rodeado o arropado de los presidentes de las dos comunidades más conflictivas. Tal vez para eso sirve la cumbre de presidentes. A juzgar por la foto, no se llevan mal. El

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presidente del gobierno habla con Ibarretxe y se ve también a Maragall posar plácida y satisfactoriamente.

Figura 25: El Mundo. No sabemos si hubo acuerdos, pero sí que tuvo lugar sintonía entre el máximo represen-tante democrático de España (el presidente de su gobierno) y los presidentes de dos co-munidades que aspiran a hacer de España algo más pequeño. No sé. No sé. Tal vez el hecho, lo que ocurrió, no fuera buena cosa.

Figura 26: La Razón.

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Y llegamos ya al final. Nos queda el último periódico, con el prometedor nombre de “La Razón”. Tal vez, este periódico, con esa denominación tan contundente y clara, nos ayude a salir de dudas, puesto que las portadas de los tres anteriores no hacen más que sembrar incertidumbre y confusión. El titular del periódico dice: “La primera conferencia de presidentes autonómicos acabó sin un solo acuerdo”. Entonces, ¡fue un fracaso! El presidente del gobierno no aparece ya en el titular ni tan siquiera de forma elíptica. No pinta nada. A lo sumo, podemos atribuirle suficientes dosis de incompetencia como para que todo el esfuerzo económico, temporal y mediático no haya servido para nada. Si ese ha sido el hecho, mal asunto. Y recordemos que es “la primera”. No ha tenido lugar ninguna conferencia de presidentes autonómicos antes que ésta. Mal comenzamos. Y mal comienza, por tanto, el gobierno de este presidente en los primeros meses de su mandato. La foto es muy densa. La primera impresión es de desorden. Cada uno por su lado. Unos de frente, otros de espaldas, cada uno mirando a un sitio diferente... Reaparecen las banderas autonómicas, pero esta vez son testigos del caos. Eso parece ser, pues, la España de las autonomías: un puro desorden. No sabemos si cada autonomía va a lo suyo o si son sus representantes. Pero para el caso es lo mismo. Sin embargo, se observa una fuerte sintonía en el centro de la imagen: la llamativa afinidad de Zapatero e Iba-rretxe, con la visible complacencia de Maragall. Parece que los dos primeros son verda-deros amigos de toda la vida, que disfrutan encontrándose en la cumbre. Es un aparente caos, pero los amigos conversan abiertamente. ¿De qué hablarán el máximo represen-tante democrático español y el separatista vasco, con tanta gracia? Al lector que conozca aún aproximadamente estos cuatro periódicos no le asombrarán en exceso los tratamientos tan dispares que realizan del mismo acontecimiento. Pero ¿ha mentido alguien? No. Las imágenes son reales. Y suponemos ciertos los titulares. Es cierto, por ejemplo, que no hubo acuerdo ninguno, como también que Zapatero había prometido que los llevaría al rango de ley, aunque finalmente no hubo oportunidad de ponerle a prueba. No, no podemos acusar a los periódicos de mentir en sus titulares. Pero está claro que los hechos parecen muy diferentes. La realidad que están constru-yendo en las mentes de sus lectores se parece poco de uno a otro. Pero si el aconteci-miento fue el mismo ¿No deberíamos leer los mismos hechos? Recuerda: la realidad es densa y compleja. En un instante ocurre una infinidad de acon-tecimientos. De forma subjetiva les damos cuerpo, englobándolos en conceptos. Así, al acto de poner el culo sobre una silla lo llamamos sentarse. Los mismos acontecimientos pueden ser objeto de conceptualizaciones muy diferentes. Recuerda esa especie de silla-sillón-objeto de arte-máquina de tortura... Ves un niño que está jugando con la pelota, o tal vez sólo le esté dando patadas, o lo que está haciendo es desahogarse, o elimina su agresividad canalizándola, o... Pero, además, de todos los acontecimientos que ocurren continuamente, sujetos a diferentes alternativas de conceptualización, sólo percibimos unos y no otros. Y de los que percibimos, sólo seleccionamos unos y no otros. Y de los que seleccionamos, los adecuamos a unas categorías y no a otras... Los hechos no están tan claros como acontecimientos unívocos de la realidad. Es imposible separar lo que ocurre de quien lo percibe y lo transmite.

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Moraleja Una primera impresión de este documento puede arrojar un resultado con un ligero (o no tan ligero) toque pesimista. Estamos rodeados de realidad, pero no podemos aspirar a conocerla objetivamente como conjunto de hechos. Y esto es así porque nos mienten. Pero cuando no nos mienten, se equivocan. Y cuando no se equivocan, tienen proble-mas para acceder a la amplitud de lo acontecido. Y cuando no tienen esos problemas, se ven abocados a simplificar o a reducir para hacer comprensibles, útiles o manejables los hechos. Y cuando no se ven abocados a ello, lo que transmiten es fruto de puntos de vista que viajan irremediablemente con el hecho transmitido. Moreno (2001) advie rte que conocer es un verbo asociado con el proceso de adaptación, por lo que no es neutral, está asociado a cada momento, incluso se llega a que “generalmente, nuestras inferen-cias sobre el mundo no tienen casi nada que ver con lo que sucede en realidad” (pág. 4). Ramírez (1998) va más allá cuando afirma que los hechos son producto de la manipula-ción científica, aterrizando cuando pura y supuestamente ya han tenido lugar, como par-ticipio que son del verbo hacer. Sin embargo, hay esperanza. Podemos conocer la realidad y a eso aspiramos cada día desde nuestro entorno científico, profesional o personal. Lo que importa de todo ello es la plena conciencia de que lo que llamamos objetividad es una especie de subjetividad compartida, un juego de códigos de percepción, transmisión e interpretación que son fruto del consenso dentro de colectivos o resultado de la aceptación unidireccional: el colectivo acepta la subjetividad de uno o de unos pocos como criterio de objetividad. Es difícil separar el hecho de quien hace constancia del mismo. Y más aún de quien recibe la noticia del hecho, asunto que no hemos abordado aquí, puesto que aparece en una etapa posterior a la “generación” del hecho. El objetivo de este documento ha sido ayu-dar a hacer consciente esta situación. No es una llamada a la desconfianza absoluta, sino a la conciencia. Ver u oír no es creer. La figura 27 tal vez consiga expresar parte del proceso que vivimos hoy como consumi-dores de hechos y, con ello, albergar alguna alternativa. Esquemáticamente se ha queri-do representar dos modos de conocer las cosas que pasan. En el modelo A, la persona ve directamente qué ocurre. No está exenta de varios de los asuntos que hemos relatado aquí. No está vacunada contra los puntos de vista, por ejemplo. Pero vive directamente lo que ocurre. En el modelo B existen intermediarios. Y su existencia es crucial. Ocu-rren cosas (o tal vez no, o no sean esas las que ocurren), que son registradas y transmiti-das hasta llegar a las centrales de procesamiento de la información (agencias de noticias, por ejemplo), que suministran los productos preparados para su distribución. En el es-quema se ha querido representar un aparato de televisión como el último eslabón que llega hasta quien consume esos ¿hechos? Los medios reorganizarán la información reci-bida de las agencias, escogerán las palabras oportunas y dispondrán su propio discurso, de tal modo que un aparente mismo hecho toma rostros muy dispares en función del medio que lo transmite. En modelo A es propio del entorno local: el pueblo, el barrio, el lugar de trabajo... El modelo B es el único que parece viable en la sociedad global, donde el mundo se parece cada vez más a un pañuelo en el que las noticias vuelan de unos rincones a otros. Las personas, además, por nuestro actual estilo de vida, somos cada vez más ignorantes del entorno local y más dependientes de los intermediarios para conocer sobre lo global. Observemos el énfasis actual sobre la movilidad (las personas están de paso y se llevan

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consigo sus propios hábitos de consumo, de información...) o la tendencia a dividir la zona de residencia de la del trabajo, el consumo o el ocio. En definitiva, conforme nos alejamos más del modelo A y nos acercamos al B (como así ocurre en la práctica), más dependiente se hace nuestro conocimiento con respecto a múltiples intermediarios, suje-tos a todos los fenómenos abordados aquí. Por tanto, una solución parcial es recuperar el interés por el entorno local, su conocimiento y la implicación en su funcionamiento.

Figura 27: intermediarios de la realidad . Pero consumir ciencia o conocimiento profesional no queda solucionado mediante un mayor interés por lo local, además de los efectos secundarios indeseables que pueden derivarse de prescindir de las noticias globales. En tales casos, pues, no parece viable la intención de acercarse físicamente a los hechos. Hay entonces que acercarse cognitiva y éticamente. Cognitivamente porque es necesario preguntarse por la producción del hecho (quién está detrás y cómo se ha generado u obtenido) y porque es fácil descubrir muchos falsos hechos mediante un simple análisis de los discursos en los que están inmersos. Un claro ejemplo es el lenguaje de los políticos (Nieto, 2000), que se centra frecuentemente en recurrir a los símbolos en sustitución de las realidades (Maesso, 2004), elevando a aqué-llos al rango de hechos. No extraña que el comportamiento de los políticos sea objeto frecuente de análisis y que, incluso, sea calificado de mentira perfecta, que no deja ni rastro gracias a las tecnologías de la imagen que se ponen a su disposición (Guvern, 2004) y que enlaza con el célebre argumento de apoyo a los hechos: si no lo veo no lo creo. Y éticamente porque si al fin y al cabo, todo termina siendo discutido y discutible, es preferible que los errores, de haberlos, beneficien a la humanidad antes que la perjud i-quen. Las reducciones o las simplificaciones, los hábitos procedimentales o los puntos de vista, y cuantos fenómenos hemos abordado deberían apuntar (asumiendo que siem-

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pre hay alternativas para la generación de conocimiento) hacia el bien común. En otros términos, tras, ante o junto a los hechos terminan encontrándose los sistemas de valores, de forma consciente y manifiesta. Si lo que veo y lo que transmito tiene consecuencias y lo que veo y transmito puede ser objeto de múltiples versiones, la versión más deseable (más inteligente, que diría Cipolla, 1998) es aquélla cuyas consecuencias sean las más positivas o las menos negativas para quienes consumen las noticias o el conocimiento generado y para quienes recibirán la acción o la omisión de los comportamientos aso-ciados a esa recepción de hechos. Referencias ABC (2004) Sanidad. En ABC, 24 de noviembre de 2004. Buendía, L. (1999) En L. Buendía, M.P. Colás y F. Hernández, Métodos de investiga-

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Índice

Científicamente probado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 Cosas que hacemos con los hechos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 Mentir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 Los problemas con los hechos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 ¿Buenas intenciones? Algo sobre selecciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 La existencia o la ilusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Hechos y puntos de vista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Los números y los hechos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Análisis de un acontecimiento ¿cuáles son los hechos? . . . . . . . . . . . . . . . . 22 Moraleja . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Referencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 Cuadros y figuras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

Cuadros y figuras Alimentos sanos (científicamente probado) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 Anuncio con reclamos sexual y científico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 La experiencia de Pablo y Eva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 Mentir por creación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Mentir por eliminación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Mentir por sustitución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Seleccionar por ceguera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 Seleccionar por hábito procedimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Seleccionar por mayoría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Seleccionar por significación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Seleccionar por reducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Transformar por significación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Selección intencionada en la vida cotidiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 Motivo principal de un anuncio de néctar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Ingredientes del néctar DISFRUTA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Cuadrados negros y círculos grises . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Circunferencias concéntricas en movimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Monstruos a la carrera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 Cuadrado blanco sobre negro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 Cuadrado gris sobre fondo blanco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Dos cuadrados superpuestos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Cuadrado gris y cuadrado sin esquina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Figura 21 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 Figura 22 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 El País . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 ABC . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 El Mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 La Razón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 Intermediarios de la realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29