hecho en la miseria: la ética en el sector textil después de rana plaza

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1 Trabajadores de la confección en Dhaka, Bangladesh © Banco Asiático del Desarrollo Hay cosas que sí han cambiado un año y medio después de la catástrofe en Bangladesh. 26 empresas americanas montaron la Alianza para la Seguridad de los Trabajadores de Bangladesh (Alliance for Bangladesh Worker Safety). Más de 170 empresas mayoritariamente europeas se afilia- ron al Acuerdo sobre Seguridad en los Edificios y Preven- ción de Incendios en Bangladesh, en el que también están implicadas las autoridades bangladesíes, los sindicatos, las ONGs y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Gracias a la aportación financiera de las empresas de con- fección de ropa las inspecciones en las fábricas aumenta- ron un 70%. Decenas de talleres de costura y empresas de confección tuvieron que cerrar sus puertas porque no eran seguras. Además es ahora más respetada la libertad sindi- cal en el país y el sueldo mínimo legal ha subido de 28 EUR a 50 EUR por mes. Sin embargo, la llamada de atención de Rana Plaza no so- nó igual de fuerte para todos. El hecho de que no llega sufi- ciente dinero al fondo de compensación para las víctimas de la catástrofe es una clara ilustración de ello. Algunas empresas de confección de prendas de vestir multinaciona- les que eran clientes de alguno de los cinco talleres de costura en el edificio, vacilan en transferir su contribución. La calidad de los controles también sigue siendo objeto de preocupación. En su documental H&M:¿el lado oscuro de la ropa? Marie Maurice expone el miedo de las costureras por las grietas en el edificio industrial donde trabajan, que sin embargo recientemente ha recibido un informe de inspec- ción positivo . “Pero el problema más importante”, según Amirul Haque Amin, presidente del sindicato textil bangladesí NGWF, “es que desde Rana Plaza casi no ha cambiado nada para los trabajadores de confección de ropa. ¿De qué les sirve un edificio industrial más seguro si su sueldo sigue siendo un sueldo miserable?” A escala mundial hay 60 millones de personas que trabajan en la industria textil, de las cuales el 80% son mujeres. Sus condiciones de trabajo han sido documentadas y acusadas durante años por la Campaña Ropa Limpia internacional

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Trabajadores de la confección en Dhaka, Bangladesh © Banco Asiático del Desarrollo

Hay cosas que sí han cambiado un año y medio después

de la catástrofe en Bangladesh. 26 empresas americanas

montaron la Alianza para la Seguridad de los Trabajadores

de Bangladesh (Alliance for Bangladesh Worker Safety).

Más de 170 empresas mayoritariamente europeas se afilia-

ron al Acuerdo sobre Seguridad en los Edificios y Preven-

ción de Incendios en Bangladesh, en el que también están

implicadas las autoridades bangladesíes, los sindicatos, las

ONGs y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Gracias a la aportación financiera de las empresas de con-

fección de ropa las inspecciones en las fábricas aumenta-

ron un 70%. Decenas de talleres de costura y empresas de

confección tuvieron que cerrar sus puertas porque no eran

seguras. Además es ahora más respetada la libertad sindi-

cal en el país y el sueldo mínimo legal ha subido de 28 EUR

a 50 EUR por mes.

Sin embargo, la llamada de atención de Rana Plaza no so-

nó igual de fuerte para todos. El hecho de que no llega sufi-

ciente dinero al fondo de compensación para las víctimas

de la catástrofe es una clara ilustración de ello. Algunas

empresas de confección de prendas de vestir multinaciona-

les que eran clientes de alguno de los cinco talleres de

costura en el edificio, vacilan en transferir su contribución.

La calidad de los controles también sigue siendo objeto de

preocupación. En su documental H&M:¿el lado oscuro de la

ropa? Marie Maurice expone el miedo de las costureras por

las grietas en el edificio industrial donde trabajan, que sin

embargo recientemente ha recibido un informe de inspec-

ción positivo .

“Pero el problema más importante”, según Amirul Haque

Amin, presidente del sindicato textil bangladesí NGWF, “es

que desde Rana Plaza casi no ha cambiado nada para los

trabajadores de confección de ropa. ¿De qué les sirve un

edificio industrial más seguro si su sueldo sigue siendo un

sueldo miserable?”

A escala mundial hay 60 millones de personas que trabajan

en la industria textil, de las cuales el 80% son mujeres. Sus

condiciones de trabajo han sido documentadas y acusadas

durante años por la Campaña Ropa Limpia internacional

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('Clean Clothes Campaign' o CCC), una coalición de sindi-

catos y ONGs . Mientras que las ganancias de la industria

textil y el sector de distribución alcanzan los mil millones, la

mayoría de las trabajadoras textiles gana apenas unos eu-

ros por día, por lo que están atrapadas en un círculo vicioso

de pobreza. Un día laboral ‘normal’ de 10 a 12 horas se

convierte durante picos de trabajo no raramenteen un mara-

tón de 16 hasta 18 horas. Las quejas de salud son numero-

sas. Camboya se sobresaltó recientemente por una serie de

incidentes en los que las trabajadoras se desmayaron en el

trabajo. Consumían solamente 1598 calorías por día, mien-

tras que el mínimo para el trabajo en la fábrica se eleva a

3000. A escala mundial solo un pequeño porcentaje de las

trabajadoras está afiliada a una organización de trabajado-

res, debido muchas veces al hecho de que se está en con-

tra del trabajo sindical.

Hecho en China ('Made in China') es sin duda la etiqueta

más conocida de nuestra ropa. Pero el crecimiento econó-

mico ahí ha llevado entretanto a sueldos que poco a poco

se están incrementando, o sea que también el país de ex-

portación más grande se ve confrontado con el hecho de

que el trabajo se deja hacer en otros países. Bangladesh

intenta encumbrarse como ‘el taller mundial de la costura’.

El 95 % de la exportación de Camboya comprende ropa.

Las empresas están descubriendo Pakistán, la India eIndo-

nesia. Pero sería erróneo considerar los salarios bajos y las

malas condiciones de trabajo como problemas meramente

asiáticos. En su reciente informe Stitched Up ('Cosido') la

CCC muestra cómo las empresas utilizan Europa del Este

como patio trasero repleto de costureras baratas. Es más,

la región de Batman en el sureste de Turquía se vende con

el eslogan 'más barato que China’.

Como la costura es principalmente un trabajo manual repe-

titivo hay pocas industrias que son tan fácilmente relocaliza-

bles como el sector textil. Por eso resulta fácil para las em-

presas trasladar la producción a lugares con mano de obra

más barata y rápida. A veces van de grandes naves indus-

triales a pequeños talleres caseros, otras veces van de un

país a otro. La industria de confección de ropa muchas ve-

ces tira la pelota por esta 'caída libre' a las autoridades, que

son responsables de garantizar salarios mínimos legales

más altos. Las autoridades vacilan porque no quieren poner

en peligro su competitividad. Y los trabajadores se callan

porque se les puede sustituir instantáneamente.

Bastante sintomática es la queja de un empresario bangla-

desí, anotado por el semanario británico The Economist:

“Después de Rana Plaza las inspecciones de seguridad

aumentaron en el primer cuarto del 2014 con un 70%, mu-

cho más que en Vietnam, Camboya e Indonesia. El creci-

miento de nuestra exportación bajó del 20% al 6,7%. Los

compradores buscan alternativas, Bangladesh se ha con-

vertido en tóxico.” En su documental Marie Maurice mues-

tra cómo H&M, el segundo vendedor más grande de ropa,

explora plenamente las posibilidades de Etiopía, un país

sin sueldos mínimos en el sector privado.

No obstante, la industria textil tiene el potencial de crear

empleo sostenible y oportunidades de desarrollo para paí-

ses pobres y emergentes. Para superar las acusaciones, la

alianza Asia Floor Wage, una alianza de sindicatos y acti-

vistas de derecho laboral, entre otros el CCC, siguió elabo-

rando el concepto del sueldo digno. Según la Declaración

Universal de los Derechos Humanos (artículo 23), un suel-

do digno es un derecho humano, pero ¿cómo definir el

nivel salarial? Los puntos de partida del cálculo de la Alian-

za son los siguientes: un empleado tiene que ser capaz de

mantener con su sueldo a sí mismo y a dos otras unidades

de ‘consumo’ (una unidad de consumo corresponde a un

adulto o a dos hijos) y su sueldo tiene que ser lo suficiente-

mente alto para poder gastar el 50% en alimentación (3000

calorías por día por adulto), el 40% en ropa, alquiler, trans-

porte, educación y sanidad y el 10% en ahorros. El Asia

Floor Wage se calcula en PPP$ ('Purchasing Power Parity'

o Paridad del Poder Adquisitivo), una moneda ficticia del

El sueldo de una costurera corresponde a menos del 1% del precio de venta. Si se do-blara su sueldo, el consumidor apenas se daría cuenta.

De: Wij willen Schone Kleren (Queremos ropa limpia), p. 21.

Capacitación en Bangladesh © OIT

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Banco Mundial, con la que se puede comparar el coste de

la vida en diferentes países, independientemente de la mo-

neda nacional.

Estos son algunos de los resultados: para las cinco regio-

nes de producción más importantes de China el sueldo me-

dio digno es de 376 EUR, mientras que el sueldo mínimo

legal es de 174 EUR. Para Bangladesh esto equivale a 259

EUR con respecto a 50 EUR. Indonesia, Camboya y la India

están en el mismo orden de magnitud. Y sorprendentemen-

te: también en Europa del Este (¡que incluye algunos países

de la UE!) y Turquía existe una brecha gigantesca entre los

sueldos mínimos legales y los mínimos estimados para un

sueldo digno.

En 2011 el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones

Unidas aprobó unánimemente algunos ‘Principios para la

vida empresarial y los derechos humanos’, en el que están

descritos el papel y las responsabilidades de empresas y

autoridades. Para el CCC esto confirma la legitimidad de

sus exigencias: las autoridades tienen que ajustar hacia

arriba los sueldos mínimos legales y las empresas a las que

les gusta colgarse la etiqueta ‘socialmente responsable’

tienen que garantizar un sueldo digno en su cadena de su-

ministro. Para su informe Queremos Ropa Limpia ¿Qué

hacen las cadenas de confección de ropa para garantizar el

derecho a un sueldo digno para aquéllos que fabrican su

ropa? la campaña flamenca de Ropa Limpia (Schone Kle-

ren Campagne) y el ACT valón (Acciones Consumidores

Trabajadores) preguntaron a 50 empresas de ropa interna-

cionales y 18 empresas de ropa belgas por sus compromi-

sos a nivel de sueldos y prácticas de compra. A pesar del

rechazo de algunos para contestar y los compromisos míni-

mos de otros, la campaña habla de progreso. Con su adhe-

sión al Acuerdo sobre Seguridad en los Edificios y Preven-

ción de Incendios en Bangladesh muchas empresas de

confección de ropa por primera vez reconocieron explícita-

mente su responsabilidad y la integraron en su cadena.

Pero está claro que la seguridad de incendios de un edificio

es más fácil para inspeccionar que el salario o la duración

del trabajo. Para esto hace falta un plan de acción. O como

lo resume The Economist: las empresas de confección de

ropa tendrán que acostumbrarse a la idea de botas en el

terreno – no de militares, sino de inspectores – y eso para

muchos años.

Las inspecciones no son nuevas. Desde hace años las em-

presas realizan auditorías sociales con sus proveedores, en

el marco del código de conducta de la Iniciativa de Cumpli-

miento Social de la Empresa (Business Social Compliance

Initiative o BSCI) o con el objetivo de obtener la certificación

SA8000. En ambos casos los criterios siguen siendo vagos,

sobre todo si se trata de la remuneración. Y tampoco resul-

taron correctos y estrictos: Rana Plaza había sido controla-

da y aprobada varias veces. Lo mismo vale para una em-

presa de ropa pakistaní donde en 2012 tuvo lugar un incen-

dio mortal, sólo tres semanas después de que obtuviera la

certificación SA8000. Resultó que la alarma de incendios y

la instalación de extinción de incendios no existían y que las

salidas de emergencia estaban bloqueadas. Además, este

tipo de auditorías muchas veces pasa la responsabilidad a

los suministradores locales, sin tomar en cuenta las prácti-

cas de compra de las empresas occidentales, mientras que

muchas veces las exigencias para precios bajos y suminis-

tros rápidos están en la base de los salarios bajos y las

horas extras.

Entretanto sin embargo ya hay algunas empresas de con-

fección de ropa que dieron el primer paso para colaborar

con los sindicatos y las ONGs. Por mucho el proyecto más

interesante es el de la Fundación Vestir lo Justo (Fair Wear

Foundation o FWF). De momento hay más de 80 empresas

de siete países europeos que son miembros, con productos

en más de 20.000 tiendas. Aparte de las normas de la OIT

sobre el trabajo, el código de conducta del FWF contiene

también una herramienta para calificar los sueldos. Estas

tablas salariales alistan algunos valores de referencia como

sueldos mínimos legales, normas industriales, exigencias

sindicales locales y el Asia Floor Wage. El objetivo es que

las empresas aliadas utilicen esta información para evaluar

en las auditorías los sueldos realmente pagados y luego

pedirles a sus suministradores que los suban en la ‘escala’

hacia un sueldo digno. De momento, sin embargo, no existe

ningún plan de acción o esquema de tiempo para la intro-

ducción sistemática de un sueldo digno. Al fin y al cabo,

esto es la salida del atolladero para la CCC: “Al concretizar

el sueldo digno se puede tomar en cuenta los costes del

trabajo en la elaboración del precio. Después, las empresas

pueden procurar que los suministradores reciban bastante

dinero para pagar un sueldo digno. Si hay suficientes em-

presas que lo hacen, las autoridades de los países produc-

tores reciben una clara señal que el aumento del sueldo

mínimo hacia el nivel de un sueldo digno no implica que las

empresas salgan de sus países.

Fábrica de textiles en Bangladesh © Banco Asiático del Desarrollo

Para la Campaña Ropa Limpia el mejor alumno de Bélgica es Mayerline, una empresa con 44 tiendas, una cifra de ventas de 44,5 millones EUR y una colaboración duradera con los suministradores, entre otros en China, Lituania y Turquía. El informe menciona “sus esfuerzos para garanti-zar la libertad de reunión sindical y un sistema de quejas creíble. En cuanto a la remuneración Mayerline abordó primero algunos problemas básicos: un registro correcto de las horas laborales, una restricción del sobre-tiempo, una tabla salarial para las horas extras y la aplicación de los días festivos legales. Esperamos que Mayerline como miembro del FWF dé los demás pasos para salvar el abis-mo con el sueldo digno.” De: Wij willen Schone Kleren (Queremos Ropa Limpia), p 96.

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También el movimiento de comercio justo trabaja desde

hace ya un tiempo en el sector del algodón y de la ropa.

Así hay algunos grupos de productores en el Sur que

como miembros de la Organización Mundial de Comercio

Justo (World Fair Trade Organisation o WFTO) llevan

productos textiles al mercado. En Bélgica se encuentra

esta oferta limitada en las tiendas del mundo de Oxfam-

Wereldwinkels.

Además de esto también hay una oferta limitada de pro-

ductos con la certificación Fairtrade (antes Max Have-

laar), que se vende en los negocios tradicionales. En este

caso el sello refiere al hecho de que el algodón proviene

de grupos de productores certificados. De momento Fair-

trade International (FI) colabora con unos 66.000 produc-

tores de algodón, sobre todo en África del oeste y la In-

dia. Pero el problema es que todos estos campesinos

sólo pueden vender una parte limitada de su cosecha

bajo las condiciones de comercio justo. Además el sector

de la ropa no tiene muchas ganas de poner en los colga-

dores líneas de ropa con el sello del comercio justo, ya

que resulta demasiado complejo y demasiado caro sepa-

rar por completo las líneas de provisión y de producción

certificadas de las otras.

Fuentes

Boots on the ground. Rana Plaza collapse one year on. http://www.economist.com/blogs/schumpeter/2014/04/rana-plaza-collapse-one-year. Accord on Fire and Building Safety in Bangladesh: www.bangladeshaccord.org. Alliance for Bangladesh Worker Safety: www.bangladeshworkersafety.org. H&M: le côté obscur de la fringue?, een documentaire van Marie Maurice, 2014 (uitgezonden op Canal+, RTBF,…). http://vimeo.com/96595534, http://www.rtbf.be/video/detail_questions-a-la-une?id=1963605. Schone Kleren Campagne: www.cleanclothes.org (internationaal), www.schonekleren.be (Vlaanderen), www.achact.be (Wallonië). Stitched Up: Poverty wages for garment workers in Eastern Europe and Turkey. Clean Clothes Campaign, 2014 (te downloaden via www.cleanclothes.org). Asia Floor Wage Alliance: www.asiafloorwage.org. Wij willen Schone Kleren. Wat doen de kledingketens en merken om het recht op een leefbaar loon te garanderen voor diegenen die hun kleren maken? Schone Kleren Campagne/achACT, juni 2014 (te downloaden via www.schonekleren.be en www.achact.be)). Fair Wear Foundation: www.fairwear.org. Fairtrade International: www.fairtrade.net/fsp-cotton-mark.html

Mijnbouwer Américo toont een BBC-ploeg hoe hij te werk gaat © Oro Verde Colombia

Sin embargo, según FI el sector está dispuesto a integrar

un porcentaje más grande de algodón justo en su cadena

de suministro. Por eso FI decidió, aparte de su manera clá-

sica de trabajar (un sello del comercio justo en el producto

final), iniciar un programa de suministro justo (Fairtrade

Sourcing Programme o FSP) para el algodón. Dentro de

este programa las fábricas textiles pueden comprar algodón

justo a granel y mezclarlo con otro algodón y con fibras. Los

campesinos guardan su precio y prima justos, las empresas

que entran en el programa y que compran ciertos volúme-

nes pueden utilizar el sello 'Fairtrade Cotton Program' en su

comunicación B2B o en sus informes sobre la responsabili-

dad social de las empresas (Corporate Social Responsibility

o CSR). Con este proyecto FI espera por fin progresar a

grandes pasos y generar los medios para invertir en progra-

mas de apoyo para los productores de algodón, por ejemplo

en las técnicas de cultivo ecológicas.

Después de la muerte de 1138 trabajadores de la industria

textil en Bangladesh, las grandes empresas reconocieron

su responsabilidad y la asumieron por primera vez. Ojalá

esto no lleve sólo a fábricas más seguras, sino también a

un futuro mejor para los 40 millones de productores de algo-

dón y las 60 millones de trabajadoras de la industria textil.

Almacenamiento de algodón en Malí © Fairtrade Bélgica / Frederic Raevens

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