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D O C U M E N T O S ¿Hay una crisis de los partidos políticos latinoamericanos? Por Carlos Gervasoni Año II Número 18 22 de julio de 2004 Carlos Gervasoni es Presidente de CADAL. Licenciado en Ciencias Políticas. Master in Political Science y Master in Latin American Studies (Stanford University). Profesor en la Universidad Católica Argentina, la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad del CEMA. Profesionalmente se desempeña como consultor metodológico y estadístico de varias empresas de opinión pública, y como analista para la Argentina de Eurasia Group (New York), una consultora de riesgo político del grupo Lehman Brothers que produce el Lehman Brothers Eurasia Group Stability Index (LEGSI). Es natural que los partidos políticos se desgasten en el ejercicio del poder. En regiones como América Latina, en las cuales hay agudos problemas económicos, sociales, políticos y de seguridad, los partidos gobernantes enfrentan desafíos particularmente difíciles. Las crisis de partidos parecen ocurrir en América Latina cuando se conjugan grandes fracasos gubernamentales en diferentes áreas, o cuando hay una sucesión de fracasos.

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¿Hay una crisis de los partidospolíticos latinoamericanos?

Por Carlos Gervasoni

Año II Número 1822 de julio de 2004

Carlos Gervasoni es Presidente de CADAL. Licenciado enCiencias Políticas. Master in Political Science y Master in LatinAmerican Studies (Stanford University). Profesor en laUniversidad Católica Argentina, la Universidad Torcuato DiTella y la Universidad del CEMA. Profesionalmente sedesempeña como consultor metodológico y estadístico devarias empresas de opinión pública, y como analista para laArgentina de Eurasia Group (New York), una consultora deriesgo político del grupo Lehman Brothers que produce elLehman Brothers Eurasia Group Stability Index (LEGSI).

Es natural que los partidos políticos se desgasten en el ejercicio delpoder. En regiones como América Latina, en las cuales hay agudosproblemas económicos, sociales, políticos y de seguridad, los partidosgobernantes enfrentan desafíos particularmente difíciles. Las crisisde partidos parecen ocurrir en América Latina cuando se conjugangrandes fracasos gubernamentales en diferentes áreas, o cuando hayuna sucesión de fracasos.

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Aplica a la temática de este Documento la tendenciahumana a percibir selectivamente aquello más visible,más interesante o más consistente con lo que se esperapercibir. Así, a partir de recientes y muy comentadascrisis en algunos sistemas partidarios de América Latina,se ha saltado a la conclusión de que “los partidospolíticos de la región están en crisis”. Esta esdefinitivamente una afirmación demasiado general ydemasiado apresurada. Hay algunos países donde talcrisis es indudable, otros en los que se puede opinar enuno u otro sentido, otros en los que algún partido estáen crisis, pero no el sistema partidario, y finalmentemuchos otros en los que sería difícil argumentar queexiste una crisis de partidos, cualquiera sea la acepciónde la palabra “crisis” que se adopte.Las democracias de América Latina (básicamente todoslos países de la región menos Cuba), como las del restodel mundo, se apoyan en partidos políticos. Cuando la“tercera ola” de democratización alcanzó a la región afines de los 70 y comienzos de los 80, los tres paísesque ya gozaban de un sistema democrático desdemediados de siglo, Costa Rica, Colombia y Venezuela,eran clásicos ejemplos de democracias de partidos: enlos tres había un fuerte y claro sistema bipartidista conalternancia (más allá de que alguno de los dos partidostendiera a ser más fuerte).Un segundo grupo de países estuvo constituido por losque, habiendo tenido experiencias democráticasanteriores a la seguidilla de golpes de los 60 y 70,recuperaron la democracia con la “tercera ola”. Lamayoría de estos, como Argentina, Chile, Perú yUruguay, recuperaron a grandes rasgos el mismo sistemade partidos que tenían antes de los golpes. En Brasil, encambio, el sistema se reconfiguró a partir de la ingenieríapolítico-electoral del gobierno militar, que obligó durantemuchos años a la dirigencia política a integrarse alpartido oficialista, ARENA, o al opositor, el MDB. Elactual sistema brasileño es en gran medida el productodel estallido de esos dos grandes y heterogéneosconglomerados.Finalmente, la “tercera ola” alcanzó también a paísescon nula o muy escasa experiencia democrática previa,como El Salvador, Nicaragua, México y Paraguay. Enestos casos el sistema de partidos se estructuró en buenamedida en torno del partido sostén y/o continuador delrégimen autoritario (y a veces también de su tradicionalpartido opositor), siendo el PRI mexicano (y el PAN) yel Partido Colorado paraguayo (y el Partido LiberalRadical Auténtico) ejemplos claros de esta situación.Lo que es común a las tres situaciones descriptas, sinembargo, es la existencia en la mayor parte de los paísesde uno, dos o más partidos sólidamente establecidoshacia principios de los 80 (hay algunas excepcionestotales o parciales a esta afirmación, como los casos de

Guatemala y Ecuador). En los años posteriores a latransición democrática, sin embargo, varios sistemaspartidarios sufrieron crisis que los transformaronsustancialmente. Dos países sufrieron tales crisis conparticular intensidad: Perú y Venezuela. Allí los partidostradicionales que dominaron la política en los 80 fueronbarridos del escenario nacional en los 90. Algo similar,aunque con menor intensidad, ocurrió en Argentinadurante 2001: el derrumbe financiero, político yeconómico de ese año arrasó con uno de los dos grandespartidos, el radicalismo, y con otros dos de relevanciamás reciente, el Frepaso y Acción por la República.Las crisis de partidos son eventos ampliamente cubiertospor los medios y analizados por intelectuales yacadémicos. El natural interés que generan estosfenómenos se ve a menudo incrementado por la apariciónde atípicos y pintorescos líderes carismáticos: el espaciovacío que dejan los partidos en crisis es generalmentellenado por un outsider, como Fujimori o Chávez (o, enotras latitudes, Berlusconi). Estos llamativos personajescontribuyen a centrar aún más la atención en los casosde crisis y no en los casos de normalidad. Pero la realidades que hay normalidad, y bastante más de la que pudieraparecer.En efecto, mientras algunos de los principales partidosde la región sucumbían a la crisis, muchos otrosprosperaban políticamente. No ha habido crisis departidos en Chile ni en Costa Rica. Los partidosuruguayos y los mexicanos están lejos de desaparecer.Algo similar puede decirse de los partidos brasileños, ode los partidos dominantes en Argentina (Justicialismo),El Salvador (ARENA) o Paraguay (Colorado).En resumen, no puede ni debe hablarse de una situacióngeneralizada de crisis de los partidos latinoamericanos.Sí, en cambio, han existido crisis importantes en algunospaíses. Las ha habido de dos tipos: 1) las que afectarona uno o algunos de los partidos del sistema (generalmentelos partidos gobernantes) y, 2) las que afectaron alsistema completo.

Las crisis de partidos gobernantesEs natural que los partidos políticos se desgasten en elejercicio del poder. En regiones como América Latina,en las cuales hay agudos problemas económicos,sociales, políticos y de seguridad, los partidosgobernantes enfrentan desafíos particularmente difíciles.Así, por ejemplo, prácticamente todos los oficialismosde mediados de los 80 fueron desalojados electoralmentedel poder debido a su incapacidad de contener el decliveeconómico y la inflación. A los problemas de naturalezaeconómico-social deben sumarse los vinculados a lacorrupción y la inseguridad. Pocos gobiernos lograncontrolar la venalidad pública, y a menudo sufren lasconsecuencias del estallido de escándalos de corrupción.

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La inseguridad en la forma de criminalidad común afectaa toda la región, y algunos países sufren el flageloadicional de la criminalidad organizada (especialmenteel narcotráfico) y de la guerrilla.Cuando los fracasos en estos frentes son particularmenteintensos y/o simultáneos, el deterioro político de lospartidos gobernantes puede llevarlos al borde de ladesaparición. Esta fue en buena medida la situación delPerú de la transición democrática: tanto el gobierno dela Acción Popular de Belaunde Terry (1980-1985) comoel gobierno del APRA de Alan García (1985-1990)fracasaron estrepitosamente en la arena económica y enla lucha contra el terrorismo. Ambos dejaron al paíssumido en la pobreza, el estancamiento, la inflación yla inseguridad. La segunda vuelta de las elecciones de1990, en consecuencia, fue disputada por dos outsiders,Fujimori y Vargas Llosa.La situación de la Unión Cívica Radical en la Argentinaes comparable: luego del fracaso del gobierno deAlfonsín el partido se vio fuertemente debilitado. Letomó 10 años y una alianza con un nuevo y dinámicopartido de centro-izquierda (el Frepaso) volver a ocuparla presidencia. El nuevo fracaso del radicalismogobernante, esta vez en la figura de Fernando de la Rúa,asestó un golpe decisivo al partido: en las eleccionespresidenciales de abril de 2003 obtuvo el sexto lugarcon el 2% de los votos. Aunque el radicalismo semantiene fuerte en varias provincias, prácticamente hadesaparecido de escena en los distritos más importantes(como Buenos Aires, Santa Fe y la Capital Federal) y anivel nacional. La desintegración del gobierno de De laRúa no sólo arrastró a su partido, sino también a susaliados: el Frepaso, del renunciado vicepresidente Carlos“Chacho” Alvarez, y Acción por la República, el partidofundado por el ministro de economía Domingo Cavallo.Hay una diferencia importante entre la situación peruanay la argentina. En el país andino todos los partidospolíticos tradicionales fueron destruidos (AP, PPC) ofuertemente debilitados (APRA) por los fracasosmencionados. En Argentina, en cambio, el peronismosalió fortalecido del proceso, no tanto por méritospropios como por la decadencia de sus competidores.La explicación es muy clara: a diferencia del APRA, elPartido Justicialista estuvo lejos de fracasarrotundamente durante su experiencia de gobierno (1989-1999): aunque Menem terminó su presidencia en unjustificado clima de crítica social, su gobierno habíaalcanzado no pocos logros, entre los cuales se destacaronla derrota de la inflación, la recuperación del crecimientoeconómico, la renovación de la infraestructura deservicios públicos y la alianza con Brasil en elMERCOSUR. Los aspectos más oscuros de la décadamenemista, como el alto nivel de corrupción y el elevadodesempleo, fueron percibidos y castigados por la opinión

pública, pero la combinación de estos fracasos con loséxitos mencionados más arriba alcanzaron para salvaral peronismo de una situación de crisis.

Las crisis del sistema de partidosEn algunas situaciones lo que entra en crisis no es elpartido gobernante, sino el sistema de partidos o, parausar una palabra más cargada de sentido normativo, lapartidocracia. Un ejemplo extraregional, claro yconocido, es el de Italia a principios de los 90. El casoregional es, por supuesto, Venezuela. Este país tuvo pordécadas un sistema dominado por dos partidos, AcciónDemocrática y COPEI. A partir del fracaso del gobiernoadeco de Carlos Andrés Pérez a principios de los 90, lapoblación se volvió contra los partidos tradicionales,primero votando por el fundador de uno de ellos Caldera(devenido en outsider) y luego por un coronel golpistaque intentó desalojar por las armas al gobiernodemocrático de Pérez. Lo peculiar del caso venezolano,especialmente cuando se lo contrasta con la similarsituación ecuatoriana, es el punto de partida: Venezuelatenía uno de los sistemas de partidos más sólidos einstitucionalizados del continente, al punto que unclásico libro de Mainwaring y Scully lo colocaba, aúnen 1993, sólo por debajo de Costa Rica, Chile y Uruguayen América Latina1. Así, en sólo unos pocos años, elsistema partidario venezolano perdió a sus dosprincipales componentes e incorporó un nuevo actorprincipal: el heterogéneo conglomerado conocido como“chavismo”.Debe destacarse, sin embargo, que el resto de los paíseslatinoamericanos han evitado crisis de este tipo. Las otrasnaciones con sistemas partidarios institucionalizados, olos conservan casi intactos, como Chile, Costa Rica yUruguay, o por lo menos han mantenido incólumes unode sus partidos centrales, como Argentina y Colombia.

Los casos de ausencia de crisis: muchos y variadosQuizás no muchos lectores estén al tanto de que El Salvadorviene siendo gobernado desde hace 15 años por el mismopartido. En efecto, el derechista ARENA obtuvo lapresidencia en 1989 con Alfredo Cristiani, la renovó en1994 con Armando Calderón Sol, volvió a triunfar en 1999con Francisco Flores, y en 2004 obtuvo un cuarto períodocon la elección de Antonio Saca. El rol de principal partidoopositor pasó del Demócrata Cristiano, al Frente FarabundoMartí para la Liberación Nacional (ex movimientoguerrillero convertido en partido luego de los acuerdos depaz de 1992). Este país, al que no le han faltado ni le faltangraves problemas sociales, económicos y políticos, no hasufrido ninguna crisis de partidos. Otras pequeñasdemocracias latinoamericanas, como Costa Rica, Hondurasy Uruguay, siguen siendo gobernadas, como desde haceaños, por sus dos partidos tradicionales.

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Se dirá que estos países no representan a sus hermanosmayores. Pues bien, Chile es gobernando por la mismacoalición de partidos desde hace 13 años, los que, porcierto, existían desde mucho antes del golpe militar de1973 (el Partido Demócrata Cristiano y el PartidoSocialista). Los partidos de la oposición, RenovaciónNacional y UDI, también son los mismos desde elcomienzo del presente período democrático.Definitivamente no ha habido nada que se parezca a unacrisis de partidos en Chile.Los gigantes de la región, Brasil y México, aportanevidencia adicional. El primero, un típico caso de sistemade partidos débil y poco institucionalizado (el segundomenos institucionalizado de Sudamérica de acuerdo aMainwaring y Scully, sólo por encima del Perú deFujimori), no ha sufrido ninguna crisis partidariaimportante: desde la redemocratización de 1985 losprincipales partidos, aunque estructuralmente débiles yfragmentados, han sido a grandes rasgos los mismos: elPFL y el PPR/PPB en la derecha, el PMDB y el PSDBen el centro, y el PT y el PDT en la izquierda. La alianzade varios de estos 6 partidos ha sido la base de losgobiernos de Sarney, Collor, Franco, Cardoso y Lula DaSilva. Aunque su suerte electoral ha variadoconsiderablemente, ninguno ha sufrido una crisis quelo lleve al borde de la desaparición.México, que durante los 80 y 90 realizó una lenta ygradual transición a la democracia, mantiene los mismosdos partidos principales de siempre, el PRI y el PAN(siendo el PRD una escisión del PRI). El sistema, porsupuesto, se ha transformado cualitativamente con lademocratización, pero ninguno de los partidospreexistentes entró en crisis o desapareció. Por elcontrario, el PAN llegó a la presidencia en el 2000 conFox, y el PRI se mantiene como el principal candidato areemplazarlo.

Causas y condiciones de las crisis partidariasLas crisis de partidos parecen ocurrir en América Latinacuando se conjugan grandes fracasos gubernamentalesen diferentes áreas, o cuando hay una sucesión defracasos. Un ejemplo completo es el peruano, en el quelos fracasos económicos sucesivos de Belaunde y Garcíacontribuyeron a debilitar a los partidos de ambos, y elfracaso en varios frentes del último (economía,corrupción, falta de efectividad en la lucha contra elterrorismo), terminó de minar el poder del APRA. Lasucesión de fracasos también parece ser la causafundamental de la crisis del radicalismo argentino.Las situaciones “partidocráticas” parecen crearcondiciones más favorables para una crisis de partidos.Así, si las mismas fuerzas se alternan en el poder pormuchos años y, en algún momento, decepcionan lasexpectativas de los ciudadanos, la tolerancia de éstos

parece ser menor. Es probable, por ejemplo, que losajustes de precios implementados al inicio del gobiernode Pérez en Venezuela y el episodio de corrupción quelo sacó del poder, no hubieran tenido un efecto tandevastador sobre el sistema de partidos venezolano si elmismo no hubiese sido tan inmutable y venal durantetantos años.No es casual, entonces, que allí donde los partidos hantenido razonables desempeños gubernamentales o, porlo menos, donde han evitado grandes desatinos, no sehan dado crisis de partidos. No es casual tampoco, queChile, con su excelente desempeño macroeconómico,su razonable evolución social y su relativamente bajonivel de corrupción, haya sido ajeno a cualquier atisbode crisis partidaria. Algo similar podría decirse deUruguay y Costa Rica, que sin alcanzar los éxitos deChile, han obtenido algunos logros modestos y evitadolas calamidades que afectan o afectaron a sus vecinos.No hay, entonces, ninguna afinidad electiva entredemocracia latinoamericana y crisis de partidos. Buenaparte de las naciones de nuestra región gozan desaludables sistemas partidarios.

Comentario final sobre la muerte y resurrección delos partidosEn varios pasajes de este Documento se hizo referenciaa la crisis, muerte o desaparición virtual de variospartidos. Debe destacarse, sin embargo, que estosfenómenos son a menudo temporales, y que no es raro(y no hay que descartar para el futuro) que haya partidosque “resuciten”. El castigo de la opinión pública no eseterno, especialmente si los partidos caídos en desgraciaactúan inteligentemente y/o cuentan con recursospolíticos significativos. Este último es el caso de lospartidos con larga historia, gran masa crítica dedirigentes, organización de alcance nacional y raícespopulares. Desde este punto de vista no debierasorprender el regreso a la prominencia política del APRAperuano en las últimas elecciones presidenciales.Partidos tales como AD y COPEI en Venezuela o la UCRen Argentina no desaparecen de un día para el otro:pueden ocultarse por vergüenza, retrocederestratégicamente, y hasta sumarse a alguna fuerza conmejor presente, pero nunca debe descartarse que unarenovación dirigencial interna los regrese al primer planode la política nacional.

Notas:1 Mainwaring, S. y Scully, T.: Building Democratic Institutions.Party Systems in Latin America. Stanford University Press. 1995.