hannah arend - una biografia - 2da parte - capitulo 6- un rostro privado en la vida publica

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§ti&r*,t:#Éii§ñél+j..iriiie,. . .. .*.. 6 {Jn 'rr;slro priuaclo en l¡t t,irJa ptíÍtlica (1945-19 51) ...Vieles aber ist Zu behalten. Und Noth die Treue. Vo¡wá¡ts aber urrd rückwárts u,o1len wir Nicht sehn. Uns wiesen lassen, wie Auf schwankendem Kahne der See. [... Pero haY mucho que mantener. Y uno deber ser auténtico. Ni el antes ni el después, empero. Yacer más bien, balanceándonos como un bote acunado por el mar.l HóloEnl.rN Los r:uRopros Los 81ücher se hallaban en la casa de campo de Salo Baron en Con- trccticut cuanclo la radío dio la r-roticia clc rlue París había sido iiberado. Cele braron con r:hampaña el 8 de mayo de 1945 y confiaron en que una ttueva vida en'rpezaría para el único país por e1 que Hannah Arendt admi- tía scntir nostalgia en los Estarlos {Jniclos. Las cartas de Francia habí,rn sirlo,'scas¿s y nlry esprrciaclas durantc los dos últilnos años de la guerra y ,Arctr,lt lrabía cspcraJo c.,n avidez lo q,re clll llalrró sicm¡rlc gtrt,'N,rth' richten, buenas noticiás; noticias de [amiiias reunidas y de regresos feliccs a París. tJn¿ bucna rroticia [iabía llcgarlo dc r\nnc Vrcil, cluicr-r (]stuvo tr¿t- bajantlo para la resistencir francesa: Erie Wcil lrabía sido libcrarlo de un

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Page 1: Hannah Arend - Una Biografia - 2da Parte - Capitulo 6- Un Rostro Privado en La Vida Publica

§ti&r*,t:#Éii§ñél+j..iriiie,. . .. .*..

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{Jn 'rr;slro priuaclo en l¡t t,irJa ptíÍtlica(1945-19 51)

...Vieles aber istZu behalten. Und Noth die Treue.Vo¡wá¡ts aber urrd rückwárts u,o1len wirNicht sehn. Uns wiesen lassen, wieAuf schwankendem Kahne der See.

[... Pero haY muchoque mantener. Y uno deber ser auténtico.Ni el antes ni el después, empero.Yacer más bien, balanceándonoscomo un bote acunado por el mar.l

HóloEnl.rN

Los r:uRopros

Los 81ücher se hallaban en la casa de campo de Salo Baron en Con-trccticut cuanclo la radío dio la r-roticia clc rlue París había sido iiberado.Cele braron con r:hampaña el 8 de mayo de 1945 y confiaron en que unattueva vida en'rpezaría para el único país por e1 que Hannah Arendt admi-tía scntir nostalgia en los Estarlos {Jniclos. Las cartas de Francia habí,rnsirlo,'scas¿s y nlry esprrciaclas durantc los dos últilnos años de la guerra y,Arctr,lt lrabía cspcraJo c.,n avidez lo q,re clll llalrró sicm¡rlc gtrt,'N,rth'richten, buenas noticiás; noticias de [amiiias reunidas y de regresos feliccsa París. tJn¿ bucna rroticia [iabía llcgarlo dc r\nnc Vrcil, cluicr-r (]stuvo tr¿t-bajantlo para la resistencir francesa: Erie Wcil lrabía sido libcrarlo de un

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[2881 (r9r3 19r1)

calr"rpo alemán de prisioneros de guerra y el matrimonio se hallaba de rruel-ta en París. A fines del ve¡ano de t945 , las buenas nuevas finaluente em-pezaton a fluir también de Alemania.

Melvin Lask¡ que en aquel tíempo era corresponsal de la Partisan Re'uieu; y se hallaba estacionado con las fuerzas de ocupación americanas en

Alenrania, Ie dio a Karl Jaspers un ejemplar de Politics,la revista de

Dwight Macdonald. En el transcurso de la conversación con Jaspers,Lasky rnencionó el nombre de I-iannah Arendt.lJaspers se qucdó de pie-clra. Le dijo a Lasky que el último contacto que había tenido con ella habíasído en 1938 e inquirió si acaso é1 y su esposa podrían escribirie a Hannaha tra\,ós clel correo militar noltcamericano. La calta fue enviada en scp-tienrbre de 1945. «IIcmos pensado a menuclo, con doloros¿ in<luictucl, en

su tlcsritro cl ci;tos atiris>:, csr,r'il.ritiJrrspcrs el si-t,.:.:iilo letrto y itrct.iitatir,'rr,<<y'durarntc r:n largt-r ticnrpr-r nuestr¿is esperilrzas rle que estuvicra toclaví¿

viva han sido escasasrr.2 Para gtan alivio de Arendt, Jaspcrs ia informaba deqrre su amigo de la escueia I lans Jonas había aparecido en Heidelberg, concl r,rnifon'ne c1c la brigada judía del cjército l¡r'itánico. Arendt pudo contcs-

tar con ulra carta tranqui.lizadora, coll saludos paraJonas y paquetes de co-mida, café y ropa

-por medio de Lasky-, a quien Jaspers llamó en broma

su Papá Noel,Weibnachtsmann. «Desde que sé que los dos hatr permaneci-do a saivo durante ese espectáculo infernal, para mí vivir en este mundosignífica de algún modo encontrarme más en casa>>, escribió ella a su anti-guo profesor.r Sus cartas y sus paquetes les fueron de gran ayrtda a los Jas-pers, en los tiempos severamente duros, de escasez y confusión

-moral y

política- inmediatamente posteriores al final de la guerra. «Es una vidade ficción>>, escribíaJaspers, <<y me digo diariamente: paciencia y más pa-

ciencia, que nada puede descorazonarnos; si uno hace 1o que puede, en'tonces siempre vendrá un tiempo mejor>>.a

Esta serena confianza deJaspers había sido una bendición para aque-

llos necesitados de una señal de esperanza para el futuro. Después de una

visita a l{eidelberg, Lasky escribió: «Las visitas al (.,6 de la caile Plock st¡r.r

constantes y fatigosas. Son tantos los que acuden a losJaspers en busca de

consejo y de ayuda: a la señoralaspers corno judía, a é1, como unafuerzaespiritual».' La gente presentía lo que Hannah Arendt describió luego en

una «Laudatio>> que oireció en 1958: «Hay algo fascinante en el hecho de

que ur hombre sea intangiblc, incornrptible, inamovible».6

l. I-askyaNfacdonald(ydespuésentegrdaaArtnclt),31 dcjulioile 1945,LibtaryolCoo"8rcss.

2. Jaspers a Arendt, 10 de octub¡e de 194), Marbach.3. Arr:trdt aJaspcrs, 18 de novienbre r1c 1945, l\{arbach.4. Jaspers a Arendt, 12 de narzo cle 1946, Ivlarbach.

-5. Laskv¿IIcDonald(yclcspuósrrArcurlt),.3 l rJc julioclel')45.1,i1-L.rrr,'Itl,rrrrt's:' .,l>. Arer¡Jt,«Karl.frspets: l\I-arrdario>>, etllr'rubrc'senlicm7a\ !,'ot,utt,'' ¡,1' Lrl'.76 // {tirr

¿rlelanre cita¡locomo «Lrrudador>).

I]N ROSI'RO PRIV,{DO I-N I-A VtDA PÚBLICA (194¡J.19'1) I2E9I

La indepenclencia política e intelecturJ que Jaspe ls había mostradoclurante los años dcl nazisr¡o

-primero, ai ser separado tle la adminisua-

ción de la Universidad, después de su cátedra, v finalmente, en 1918, alprohibírsele publicar- había sido puesta a prueba al máximo cuando lefue notificaclo que é1 y su esposa serían deportados el 14 de abril de 1945.La ocupaciírn americana de l{eideiberg, acontecida el 1 de abrii de ese

año, salvó a Karl y GertrudJaspers, dejándole a é1, a sus 62 años, con unsentimiento aptemiante de responsabilidad hacja los c,tros alemanes que

tenían que encontrar una nueva vida después de doce años de nazismo.

Jaspers se preguntaba y preguntaba a sus compatriotas: <<¿Qué haría sus

vidas dignas de ser vivídas? ¿Permanecerían siendo alemanes y en qué sen-tido? ¿TcrtlLía¡ una tarea?>>7 Aislaclo y sacudirlo toda',,ía le qucdaba lai,-rrírian¿ll r1!r (:il)cljri) r',rrll,r c]irílt,]¡¡,1,rrís I lrirrnah;\1.'n,it,,.c1rie í'l tro le.prcsent,rba una opiniírn ¡>rivada, sino una opinión pública di{erente y to-dar,ía ocu]ta, "un sencle¡o", collo clijera Kant, que sin duda alguna un díase convertirá cn una gran carreterá>>.8

A mcdida rlue Ja cotres¡rondcncia entre Jaspers y Arendt proscguía,ambos se sintie¡on deleitados al comprobar que sus respectivos senderoshabían seguido la misma dirección. Ella le escribió a Kurt Blumenfeld, su

segun.la figura patelna, para clecirle hasta qué punto 1a amistad reanuda-da con su antiguo profesor la había reconfortado: <<Jaspers escribió unacarta extraordinariamente bella y de algún modo me sentí muy aliviaáa,sintiendo que ia continuidad de mi vida, o si 1o prefieres, de mis senti-mientos, había sido reafirmada en dos puntos importantes: el primer anu-damiento de cabos sueltos me 1o facilitaste tú en Nueva York y dudo quehubieras podido adivinar lo que ello significó para mí, interiormente,cuánta calma me dio. El segundo me 1o ha facilitadoJaspers. No ha sido enabsoluto inesperado. Secretamente, siempre conté con ello, aunque no lehabía escrito desde 1911. La con{ianza no es una ilusión vacía y alalargaes la única cosa que puede asegurarnos que nuestro mundo priv.ado no sea

tambíér.r un inlierno».eLa comprensión por parte de Hannah Arendt de su condición de judía

cstaba ligado a Blumenfeld y al sionismo de Blumenfelcl; su conciencia fi-Iosófica estaba ligada a Jaspers y a su philosophische r Glaube, su fe filosó-fica. Las cartas de Jaspers constituíán invitaciones al regreso a 1o que eila

'llamaba .,r,crdade r¿r calma f,ir,.'a la activid¿cl intelectual», algo que segúnescribió a su antiguo profesor, no había conocido «ni de oídas durantedoce años>>.1'' Él se ntalavillaba de qLre Hannah A¡endt, durante esos años,lrrrbie ra poclidc, mantener srr l¡ucn juicio 1, su irnparcialidacl. «En sus pala-

K,rrl-Iaspcrs, '1'lsa Que:ttiott o/Gertidn G¡ril¡ (Nueva York; Dial Prcss, 1947), p. 1(r

;\¡t:nrlt, «Lrrrrrlati ct>>, ¡t. 71 .

.\rertit r lJlrrnrtnlirl(1, I4 (l(.cncr,r rlc 19..1(¡, l\,lrrbach.r\rcn<1t,rJ,rspclr;, l8 rle novicnrl¡rc Je 1945, N,lar[¡ach.

t-,

8.

9.

IO

Page 3: Hannah Arend - Una Biografia - 2da Parte - Capitulo 6- Un Rostro Privado en La Vida Publica

E§i.€[.,]:,&ái:iiidr*].:i3¡iti.:.- ....,, ---Tr-

L2e0l

bras>>, le escribió, <<sentí no solamente Ia lealtad Personal, síno también el

espíritu de imparcial butnanitas que causa un bien tan infinito. Las lágri-mas acudieron a mis ojos cuando ieí su carta, Porque sentí cuán infre-cuente esto es, pues precisamente acababa de experimentar decepciones

con aquellos que ahora buscan iuntos nuevos caminos>>.1rLa ncgativa de

Arendt a apoyar la «desconfianza automática» desplegada por tantos ju-

díos ante quien no fuera judío, irnpresionó aJaspers.

Para Jaspers, Hannah Arentlt era Io que é1 era para ella, es decir, unsímbolo de continuidad de los años anterio¡es a l{itler, de la época en que

Jaspers se había dedicado a su <<ascenso» a la filosofía, y ella le había con-

templado maravillada ante su eiernplo. Jaspers explesó por escrito estos

scntit¡ieuttrs. Lc decía a llannal'r A¡enclt círt¡o 'strspiral.'a por e1 clía cn que

r¡tornr.ra a Ilciriclbcrg ) s,'scntxr.r ,r srll)1'¡ \:t,i,: it'al;irj,', tt/.r [)¿kt''¡r¿tt,.iit,'.

como si rrolviera a ser su cstudiantc dc doctorarlo. ['{annah Arenclt lr: replicó diciéndole que ¡rada la cotnplacelía mhs que encontf¿fse de nuevo cn

aquel bellen Rautn, aquel luminoso espacio. Transcurrieron cuatro años

antes de que l{annaltr Arendt visítara aJaspers en 1949, y cuanclo 1o hizo,

no se sintió coino una estudiante de doctorado, sino cortro una hija. Fue a

la nueva casa de los Jaspers, en Basilea. Alií se sintió, como le dijo a una dc

sus amistades,aie man nacb Llause kctnznzt, como si volviera a su casa

Aunque la relación de Arendt con Jaspers fue familiar después de su

reencuentro, nunca dejó de ser reverencial. Ella le escribía a su Lieber Ve-

rehrtester (querido más reverenciado) y él a su Liebe Freundin (quetiáa

amiga), aunque después de que Arendt le hiciera su primera visita en 1949,

¿l uitlizA el Liebe Hannah. Se dirigían uno al otro empleando el formal z'¡s-

ted,hastaque, para enorme placei de Arendt, Jaspers la invitó a utilizar el

Du (tú). Pero pasaron quince años de encuentros y corlespondencia antes

de que se proáujera esia invitación durante Iaúnica visita que Arendt y

Bltiiher hiiieron juntos a los Jaspers. Sus cartas contenían notas relativas

a sus actividades y a sus escritos en proceso tle elaboración, comentariospolíticos, reflexiones fiiosóficas; pero muy pocas observaciones privadas o

meramente personales. Arendt réspondió a las preguntas de Jaspers sribre

su estilo de ui.lu, pero guardando iierta reserva' Cuando en lc)46 Gert¡ud

Jaspers le preguntó .rá.,to tiempo ilevaba casada con Blücher, Arendt"^¡i¿¡A

1o, i."r1ñot que habían viviclo juntos a 1os scis años c¡re llevaba <le

matrimonio, y conteitó que nueve años.12 lfsta deferenciahacta la mor¿I

de los Jaspers -o a la imaget.r que Arendt tenía cle la misma- disminul'ó

con los años, pe ro nunca desapareció cicl todo. Para e11,r, era importantclnantener rl úornbt" a quier.r ,,rbor, ella y su mari.l. Ilein¡ich Bliicher il'r'maban suLehrer, en una especíal posición de autc¡r'idacl. Pero más impor-

Jaspcrs a Arc¡tlt, 2 clc .iicir:m[¡re de l9'1Í, ]üari;¿ch

Arendt a ()errrud Jaspers, l0 tle en.ro clc 1946, I\llarbach

UN ]I()STRO PI{IVA]f(] EN LA VIDI\ PÚBI,ICA (1948.].95i) 1291)

tarlte que esto todavía ela la necesidacl de l{annah Arendt de complacerle :

<<Naturalmente me considero muy atbrtunadarr, le dijo a Blumenfekl,?,1'n!lue.!..mc ur: :urño de le inflnril h:cho rcrli<lrJ».r'rll:¡crs se ccrvertía, finalmente, en el padre que ella había querido que fuera.

lroco después de que iniciaran su correspondencia, en 1945,Jaspersy Arenclt se convirtieron en colaborado¡es. El iazo con Jaspers sostenía a

Arendt en su vida privada, pero era también crucial para su vida púbiica,su trabajo y su papel de embajadora de la cultura. Durante los años qtre

habían esta(lo separados, ambos habían coincidido eu un mismo plantea-miento: «La filosofía debería volverse concreta y práctica, sin olvidar porello ni un solo lnomento su origen>>, según palabras deJaspers.la Con c1

ainigo clc Á^rcnclt ,1t-'la í:1roca de [jrankfirrt, I)o]l Sternber'tcr, y en colal,o,,,¡¡-i¡11¡ ¡r,rr WcrirL, Kr:irrs y r\ihcd Webct,.Ja:;1rcts lullrlír irtr¿t lcvistrt, 1-);.

Vantl.lung. Sc tnostrri tluy dcseoso de q,le lIa¡rnah ¡\rcn<lt se uniera al no-tablc glupo clc ¿lrtorcs que colaboraron cn clla ch.¡rante los cu¿tro años de

srL existcncia, de IL)45 a lL)49. -Entre otros, figuraban Bertolt Brecht, Tho-rnas Mann, Martin llul¡er, Car:l Zuckmayer, 11 S. llliot, W II. Auden, Jean-Paul Sa¡tre, y Albert Canius. Jaspers dispuso las cosas para que en la co-lección Die Wandlung apareciera en forma de libro una selección deartícrrlos de Iiannah Arendt. Sechs Essays, publicado en 1948 por la Sprin'ger Verlag, fue el primer libro de Hannah Arendt desde Der Liebesbegriffbei Augustin, áe 1929. El mismo año, A¡endt consiguió que Lrn libro de

Jaspers, Die Schuldfrage (<<La cuestión de la culpabilidad alemana») fuerapublicado por la Dial Press, de Nueva York. Arendt había empezado ellamisma la traducción dei libro, con la ayuda de RandallJarrell, siempre dis-puesto a darle forma ai inglés de su amiga; pero a ia postre ésta se diocuenta de que Io mejor sería confiarle la traducción a un profesional. E. B.Ashton hizola primera de sus muchas traducciones excelentes de obras de

Jaspers.F{annah Arendt tenía sus dudas irtimas con respecto a este.libro de

-Iaspcrs, pt:ro su leaitad hacia é1 y sr: conciencia de que la insólita intangi-bilidad de esre hombre constituía un ejemplo público crucial, allanaron es-tas dudas. Arendt pensaba que todavía persistía enJaspers algo de su na-cionalismo prebéiico de cuño weberiano y algo de su piedad protestantecn su cleseo de «redimi¡ al puebio alemán». La opinión de Heinrich 81ü-chel er¿r torlavía nl¿is cluLr. En una nl()rLlrlz carta a sLi esposa apuntaba alconflicto que, según su opinión, Jaspers todavía no identíficaba con todaclaridad; utilizanrlo 1a terminología del Dtcciocho Brumario, cle Marx, 81ü-chcl l¡ablaba dcl «conflicto entre la v,.,iirntari republicana de libcrtad rlcul)t,s [)(rc()s y Ia rlisposiei<ir-l cosaco-csc]ava.le 1c.,s tuuchosr, en Alemania.Alcrn:rni¿ Labri:r 1,,,,lirlo scr un rrerclaclero campo c]e batrrll¿ de la,.gucrra

A¡urclt ,r [Jlrurtnfc]ri, (, clc agosro rlc I 9)2, Nfarl¡ach.J:rspcts r ,,\renrit, l8 tlc se1>ticrrbrc tle 194(>, Marl¡ach

¡9))-te5t)

t1t2

Page 4: Hannah Arend - Una Biografia - 2da Parte - Capitulo 6- Un Rostro Privado en La Vida Publica

r2e2) (191),1951 )

civil entre cosacos y repr-rblicanos, es decir, entre ciudadanos y bárbaros»,pero no fue ésta ia guerra que tuvo lugar. El tranquilo esfuerzo deJasperspara aytdar a sus compatriotas a hacer examen de conciencia ante Dics no

era lo suficientemente político para Blücher: «Ahora bien, ante Dios, to-dos somos pecadores. Pero entre ios hombres existe una diferencia entreel honor y el deshonor, entre la gloria y la ignominia. Hablemos tambiénde ignominia; ésa es una cosa mundana y es un hecho bien conocido que,

en última instancia, sólo ¡ruede ser lavada con sangre>>.1' La agticla antíte-sis entre ciudadanos y quienes carecen de un concepto de la verdaderavida política estaba en la mente de Arendt cuando empezó a escribi¡ losorígenes tJel totalitarismo. Cotnc: judía republicana y no cotro antigtra cs-

tudi<¡sa dr: San Agustín, esr:r:il¡ió sobrc g;1ot'ia e ignomiiria, sol¡tc het:oísm,,

y brtjc.zrr. No olrstatrte, l¡osItí¡ su ap()]'o a ia ccliciórt altlcric¿li¿ ile 'llir

Que stíon of Gerxtan Guilt (<<La cucstión r1c la ctrlpabilidad alcrnana»), clt:

Jaspers.Estos esfuerzos en pro de 1a publicación de sus obras eran pirrte del in-

terés compartido de jaspers y Arcndt por los itrtercambios cultlrralcs íuter-nacionales. Die -Wandlung no era una pr,rblicación alemana, sino europea;

traía Europa a Alemania. Jaspers había quedado impresionado por el espí-

ritu europeo que encontró en los primeros Rencontres Internationale.r cele-

brados en Ginebra en septiembre de 1,946, donde trabó amistad con Mau-rice Merleau-Pont¡ Lucien Goldmann, Jean Wahl, Albert Camus y

Stephen Spender. Le escribió a Arendt diciéndole que la conferencia le ha-

bía infundido 7a esperunza en una nueva Europa. Eila le contestó dándolesu opinión de que Camus, en particula¡ era <<un nuevo tipo de persona, al-guien que sencillamente y sin nacionalismo europeo alguno, es ut.t

europeo>>.16 Arendt escribió dos ensayos, uno sobre ei existencialismo fran-cés y otro titulado <<¿Qué es la filosofía de la existencia?>>, que eran, comola intervención de Jaspers en ia conferencia de Ginebra «El espíritu de la

Europa moderna>>, aportacíones alatarea de hacer la filosofía <<concreta y

práctica>>.17 Ambos escribieron cuanclo la oportunidad de la coopelacióttpoiítica entre naciones europeas estaba todavíaviva, claramente conscien'tes de que la oportunídad se desvanecería pronto.

Tanto Jaspers como Arendt deseaban fervientemente c¡ue Die \Y/and-

lung tuviera éxito, pero ambos tenían reservas. <<Mis capacidades eslríri-tualcs son tan linlitadas y mis conocirnientos tatr escasos)>, escribióJaspelscon la moclestia que le era característica. .<Me digo a mí mismo: así sea, loque uno pueda hacer siempre será n'rejor que nada. Las masas ticnen r¡-rc

15. 81üche¡ a Arenrlt, sin fecha, ca. ;ulio 19"1(r, I-ibrary of Corrgrcss.

1(r. Arendt aJaspers, 11 de noviembre dc 19,11¡, Marbach.l 7 (lonro se ha señalad,; en e1 capítulo 2. 1a rtrsi'in it'qlt:sa tlc «¿Qtré cs la lilos'¡iíl

' le Jr

ex|sterrcia?», dc ArcnJt, aparecici eu Pdt/i¡¿n Rct'i,tu IJ (itrvicrrto, 1946); .I'rtrnch llxisLcrrria-lism» se publicó en Nation,2l de febre¡o r.le 19,16.

tJN tiosl Ro pRtVADo EN LA \¡tf)¡\ prlBt.t(;¡t (194¡t 19tt ) 129)1

resr¡ltarnre menos pe rturbador:as; no obstante, todo 1o que nos es esencialse origina solamente en individuos y en pequeños grupos. Ei caos aumen-ta. ("Das Llhaos..r,áchst")-rrt'Jaspers se declicó I e¡..ontr:xr,-rn estile quellegara a un púb1ico anrplio, hizo todo el esfuerzo posible para ser dignodel nolr1e título que ie ftre prresto a uno de sus libros en inglés, Philosophyis for l:ueryntan (<<La filosofía es para todos»). La reserva cle Arendt ibapor otro caurino. Ella veía su coiaboración enDie tl(/and/ung como una for-ma de regreso a Alcmania

-«escribir es una r:specie de retornor>- y que-

ría cstar scgura de que ella, en sus escritos, sería bien recibida como judía:<<ninguno de nosotros flos judíos] podemos vohrer... a firenos que seamosbienr«:nidos com o judíos>>. te

,\r,:,1irr: i',tlrI J,rs1r.ti,,,ii-,] fr.:lt¡ivrt¡]]!tnlr: Licl t:,rrlrt,.idr¡ etr ijrirircil.r, !raci¿s a l,rs csli¡r:r'zos clc.fcen Wahl y cle l)ar11 llictrcur', str ol¡ra rle preuuerratenía escasa resonancia en prríses de habla irslesa y ninguno de sus librc¡shabía sírlo trarlrciclo ai inglés. E,n su artículo rlc 1946, escrito pa.ra laPartisanllet'iciu e inciuirlo cn ,lech.¡ Li.r.trtys, «¿Qué cs la filosofía de la existencia?»,Ilann¿h Ar:endt presentó una brcr,e y drnsa cxposición de la orientación y delas inquietudes fundamentales deJaspers. Esre se síntió complacido por elartícu1o, pero no cra uno de ios mejores trabajos de Hannah Arendt y éstanunca permitió r¡,re fuera recogido cn ningún volur¡ren ingiés. HannahAlendt había tenido rnucha práctica en la difícil rarea de escribir a nivel di-vulgatirrc sobre temas y cuestiones políticas, pero durante sus trece años deexiiio no se había aventurado en ei campo cle la filosofía propiamente di-cha, v ciertamente tampoco en el campo de la historia de las ideas. l.luncahabía intentado adaptar su prosa fiiosófica ai ingiés. En su papel de emba-jadora de una tradición fiiosófica reiarivamenre desconocida, dio un repa-so al quehacer filosófico alemán de Kant a Hegel, alalnrz de su importan,cia para Husserl, Jaspers y I-{eidegger. Esta vista de conjunto {ue un tour de

force, pero tan llena de afirmaciones elípticas y oscurás que para ei lectorcorrú.¡n resultaba poco menos clue impcnctlable.

El estilo del ensayo de Arendt resultaba sencillamente pesado hasta el1r()rncnto cn (lLre a[:orcló a Heíclegger. en que se vuelve sobreexcitado yírciclo. En una nota a pic de página, Arendt revelaba la pertencncia de Hei-degger al partido nazi y las actividadcs a qLre esta asociación le indujo. Notcnía ¡rrucbas fehacientes, se basaba en los rLunores: <<Jin su función derector de ia Universidad de Friburgo le prohibió a Husserl, su anriguoproltcsor v amigo, 1z cu.va cátedr:a é1 había hcredado, entrar e1l la facult,rcl,poi'scr: jrrclío. Finrlmente , se rLlnorc?l clue se ha puesto a clisposiciírn <le lasarttoli<l¿rclcs francesas cle ocupación palrr tecdr,rcar a1 pLrcbJo alentírn».2i'

I 8. f:rs¡rcrs r r\rtrr<lt. I 8 y 22 <1r: novicnrirr,r rli: 19,1L, \l¡rb¡ch.19. .\rr:nciL a.Jlspr:rs,2-q (Jr: cLt(to clc 19,1f,, M¿rrbrcll.20. lin ¡rii'aclr, Arc¡rrlt sc mostr;rl¡rr nrás inrlrricta toJaví¿¡ ¿rccrcr rlc lleirlcggcr. ,r\rcrr,lt aJas-

t--

Page 5: Hannah Arend - Una Biografia - 2da Parte - Capitulo 6- Un Rostro Privado en La Vida Publica

1294).19)) - t95 t)

Después de dejar constancia c1e estas prc:iuntas actividades de Heidegger,Arendt proseguía, con el tono i¡ónico que sicmpre acotnpañaba a sus ma)¡o-

res decepciones: <<En vista de la comedia reai de este hecho, y del no menos

real bajo nivel del pensamiento político en las universidacles alemanas, una

se siente por naturaleza inclinada a no molestarse con todo estc asttnto. Porotra parte, existe Ia cuestión de que toda conductá tiene paralelos exactos

en el romanticismo aiemán, así que una apenas puede creer que la coinci-dencia sea accidental. Fleidegger es, de hecho, ei último romántico (espe-

ramos); pol decirlo así, un extraordinatiamcnte dotado Frieclrich Schlcgelo Adam Müller, cuya completa irrespc,nsabilidad fue attibuida en parte a

ios deiirios del genio, en parte a 1a descsperación». Este último comenta-rio refleja, náturalmente, las críticas de A¡endt a 1a primera geoeración rlelsi¡ilo XfX, Iir cl,rit r,:riititr,i r:otr l<t-r Salo1,,,.; i r,.;lt]()1r()lilrtS,l,t Ii,tllcl Vlti rt]iiritcill

y es, en la rneditla cn qlrrt.H¿¡nnah se itie¡rtificahil ct,Ll ltaltcl, r¡n¿ afil¡rta-ción personal. L,l primer comentario. coll st¡ mczcl,t dc jnoccrlt'ill v s,:vcri '

dad, suena más como una amalgama cle Arendt y Blücher. Randall Jarrellcapttr una vez ,lc un. golpe la actitud dc ]liiichcr, que le permitía conside-

rar corno cosa cómi.la cl bajo nivel clc1 pcnsamiento político de 1as univer'sidades alemanas y la actividad poiítica de }leidegger: «Su aceptaciírnautomática de todo el lrundo era un jtricio sobre la humanidad más cruel,

acaso, que [.,.] e1 rechazo impaciente de todo el mundo' [Quien rcchazatieneJ grandes cxpectati\¡as para la humanidad, expectativas que cuaiquier

ser humano vulnera; cualquiera satisfizo [susl expectativas' La idea de

cómo había adquirido las mismas era desagradable».''La interpretación que Hannah Arendt hizo de S er y tiempo puso de re-

iieve todo io que en el libro se prestaba a un análisis negativo, por egoísta

y grandioso («haciendo al Hombre lo que Dios era en ia ontología ante-

rior»), pe¡ engañoso («La ontología de Heidegger oculta un funcionalismorígido én el qrre el I{ombre aparece solamente como un conglomerado de

maneras de Ser»), por rígidamente sistemático y -1o

más importante-por ir contra lu ttuái.ió., de la libertad y la inqrrietud por la l-runranidad

que Arendt admiraba en Kant y en 1os ideales originales de la revoluciónfiance sa. Ante cacla fallo de Heidegger, Arendt presentaba un logro de Jas-

pers. Después t.le cxaminar la inquictud cle Jaspers ante cuestiolles táles

como Ia comunicación, la exploración modesta y no sistemática, socrática,la claridad y la iluminación y, en espec:ial, por la libertacl hrrmana y po1'«t111

nuevo concepto cle humanidad», Arendt pudo declarar que, coll la obra t1c

este autor, Ja filosofia de la existencia ha deiado atrás e1 período dc sLr

pers,9 de julio dc 19'16, Nfarbrch, conticnc trna historiri sobre IJcidcgucr rcl¡tr,l¡ ¡ A¡crrJt,.¡ Pa

risl,orJranPaul Sartre.vrlcs¡'rrislrf,(r'11,,lrr,l¿t';,'l'rucl,¿,t¡at"l,!:,1'.rlttttltl.tll''rtLrb¡e vena patoLigica») 11c Heicltggcr.

2t. ltru,l,,ll Jarr,:\", f ir,;ut:r':i /ron ¿n ln¡tittttioz (Ntteva York: ¡\llrttl A Knoi)1, 1'5 1)' 1)

169. Para una rliscusión rie es¡¡ trovela cotuo r(trato dc ]os iJ]ücllcr, r'é¡sr: cl e¿pítr¡lo l'

t-rl.¿ ROS'I-RO PiIIVADO IrN LA \¡lDA PTJBLICA (1948 i911) L29r)

egoísmo». Jaspers y Arendt se afanalon por eso, por una filosofía de laexistencia no egoísta, y los conceptos básicos en ia obra de ambos

-con-ceptos de cornunidad, cle arnistad, de diálogo, de pluralidad- fueron for-rnulados como ulra reacción explícita corlta el legado del individualisrnororn¿íntico del siglo xTX, 1a herencia de la tradición del filosofar solitalio,alejado clel mundci y clcl prójimo.

Cuanclo Hannah Arendt trasiacló a Los orígencs del totalitarismo sucomplomiso con una fiiosofia no egoísta rle la existencia, pintó rrn retratode intelectu¿les como Martin I-Ieidegger, pero melros irónico y más imper-sonal, pucs los veía colrlo parte dc un vasto proceso histórico. Este períoclohistórjco, en la obla panr-.rámica de Arendt, estaba unido ¿r oros por unaiutir;i Lt ! irirlir;iÍ: 1it trr¡;crf'lti,;.)) lil l,ls i;rrili:s ,li,l lil,r',, (1uc tulrllrr rlt:l .r¡ilisr'-nritisrno 1, clcl irr-rpi:rialis¡rro, Arcndt rcc()lrstr¡lyc la l)auta princrpal cici pro-ccso en virtud dcl cual un csttato soci¿rl tras orro se vio socavado descle ,len-tro, alterándose su áctitucl hacia la burgLresía emergente y los gobicrnos delos cstados-nación dccilnonírnicos. Los arislírc¡atas. intentanc]o rctcncr sLl

clominio social, estaban rescntidos con los golríernos que otor:gaban Ja iguai-dad legal a sus inferio¡es; la pequeña burguesía lumiaba rencorosamente lapérclida de sus magr.as f.ortunas, causada por las desastros¿rs avcntutas ex-ternas de ios años 18(r0 y 1870, patlocinadas por el Estado. Las clases re-senticlas con éste ocliaban también al grupo que, segírn e1las, detentaba se-cretamente el poder de ese Estado, es decir, los judíos, «la conspiracióninte¡nacional de Ia banca I'udía». Hacia fines del siglo, este resentimiento secombinó con el racismo; paradójicamente , pues para entonces los judíos ha-bían perdido la mayor parte de su poder financiero. El racismo de los colo-nizadores europeos se abatió de rebote sobre la misma Europa. Cuando lasclases sociales tradicionales perdieron sus inteleses específicos de clase -alimplicarse e11as mismas en las eurpresas capitalistas burguesas, es decir, in-volucrándose en la expar.rsión por la exp:rnsión, en el beneficio por el bene-ficio, en el poder por el poder-, se derrumbaron. Inevitabl.rn"nté, 1os con-vertidos en desclasad<¡s entraron en contacto con el resitluo supertluo detodas las clases: el populacho, ésos a 1os que Karl Marx había llamatlo elLutnpenpro/ataríal, <ltticneshabían caíclo ya en la cuneta con el triunft> bur-gués. Cualrdo las desclasadas élites intelectuales de la aristocracia y de Iabrrrguesía se enc(intr¿ion con ei populacho, unos y t¡tros clescubriéro,, 1oque tcnían en co¡ntin: un resentimient<; feroz ante la presunción y la hipo-cresíe de la brrrgrresía. U¡o dc 1os aparturclos más enérgicos de Los orígettcstlcl lrttalit¿ristzr., conriene una descripción del vínculo poprrlacl-ro-ólite :

,, ,..'2,-1_'..,,r(rlrosj.iorL.\n¡.rstlctallad¿sdc Orígcnc.r,clcArcnclr,r.éasel\{argarctCarrovan,TT:c',,','',,rul.1h'r,tht af L{a.tt,th.4,c¡¡,# (Nucya Y.¡k: [[¡rcqrrrr'i]race .fova¡oyich, 1974) yStepircrrJ.\\i rlr,l,l 1t,.,, 1, .,'.;/.i,.....4,,,:,'t.t.t,l I,.¡.t!.¡,,i,, ,.;¡lrl,,J,.llr.,. l,.rrfl,.t,r)r\.r.ji..l,r.,s1980).

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EÉ&;&¡&i¡Jiíú§i*&4-.¿,ir-{&" ¿.. -

l2e6l (19)3 1911)

Lo que los portavoces del libetalismo y del htrmanismo pa:iaron gcnerel-tnente por alto, en su decepción amarga y en su falta de familiaridad con las

experiencias más corricntes de 1a época, cs qne una atmósfera err la que todos1os valores y proposiciones tradicionales se habían evaporado [...] hizo rnás fá-

cíi, en cierto sentido, aceptar proposiciones p{ltentemente más absut'das quclas viejas verdacles, convertidas en l¡arialida,les piadosas, precisamcnte porqueno se podía esperar que nadie tomata los ¿bsurdos en serio. La vulgaridad consu cínico desprecio por las normas respetadas y 1as teorías aceptadas, llevabaconsigo una franca ¿clmisión de 1o peor y una desconsideración de todas las

pretensiones, que fueron fácilmente confundidas con el valor yun nuevo esti-io de vida [...] fAquellos1 que tradicionalmente habían odiado a 1a burguesíay abandonado voluntariamente la sociedad respetable, vieron [en las absurdi-dades del populachol solamente la falta ,le hipocresía y de respetabiliclad,

i)c1\) nr, cl colrtrni,lcl t¡risll,,).21

Este pasaje era el recouocüniento dc Arcndt de la tentacií',n que sc

ofrecía a los políticamente ingenuos, tales como Heidegger, a tavés de ab-

surdas nociones rie 1a senciilez preindustrial, Ia dureza teutónica y ia pulc-za trtbal.

Por debajo de las descripciones de Hannah Arendt de la disolución delas clases y del odio a1 Estado, se entrevé la nostalgia por «lo que pudo ha-

ber sido>>, es decir, el tema del siglo xvIU de un orden europeo de estadosconstitucionaies. Pero en realidad, sería lo opuesto. Creció el populacho, a

medida que se le iban añadiendo desclasados, hasta convertirse en <<el sub-mundo de 1¿ clase burguesa>>, es decir, hasta que la clase burguesa mismaempezó a derrumbarse. En su primer estadio, el populacho era distinto al

«pueblo», y en su estadio posterioE más amplio, se fundió con <<las masás>>,

es decir, los que no tenían ninguna conciencia de clase. En el siglo xvrrf, le

peuple procedía también de todos los esratos sociales, pero duránte el pe'ríodo revolucionario, le peuple 1o constituían los ciudadanos dispuestos a

la acción política. Esto les distinguía fundamentalmente de las masas, que

nunca se habían integrado en una organización basada en intereses comu-nes y en un mundo cornpartido. La historia de Aren<1t del deteriolo del Ils-

tado está teiida juntamente con su historia de 1a pérdida, a 1o largo y anchode todas las clases, de intereses corrunes y de un mundo comparti(lo.Cuando escribió «¿Qué es la filosofía de la existencia?», Arendt habialla'mado al resultado cle la historia, «egoísmo>>; cuando escribía como histo-riadora le llamaba a esto «individualistno burgués»; posteriormente, colnoteórica de la política, utíLizóla expresión «alienación clel mundo».

El anájisis cle Arendt se rnLrcve a través de esta ir:trinc¿ila pauta de hos'tilidad a1 Estado y de clesintegración cle 1as clascs, o srrpe rfluida<1, y llcga a

un tratamierlto t.le 1as raíces ideológicas rjcl totalitarismo cn el pzrnge rura-

nismo y en ei paneslavismo, cn 1os «imperialismos continclitales>> con icico-

21. Arendt, Otígenes, p. 3 )4.

UN ROS]]IiO PRIVADO EN LA VIDA PÚBLICA (19,{8.1951) 1297]

logías de <<nacionalismo tribal», que florecieron cuando un capital super-fluo y una gente superflua fueron pr.restos al se¡vicio de la expansión na-cional. El giro fínai, del imperialisrno al totalitarismo, se produjo cuando<*las masasr>, siguiendo a líderes extraídos del populacho (como -Flitler) ode las propías filas de las masas (como Hinrtnler) se hicieron superfluas de

un modo por entero sin precedentes. Primero, los individuos se convirtie-ron en seres aislados en el seno de sus respectivas clases, y después, cuan-do las clases rnismas se deterioraron desde denmo, estos individuos se ato-mizaron y deshumanizaron. En las rnáquinas totalitarias de dominio yexterminio, <<las masas de filisteos unificados» proporcionaron los funcio-r.rarios más eficientes e ignominiosos. «El filisteo es el burgués aisiado cle

su propia clase, el individuo atomizado que ha sido producido por la rup-tiril (lrr l,,i clrrsi: b,,rgucs,,r nlisilr,r... liis] i I l:rrlgrrús al qrrr:, plrrnt r,Lr,rl rn,-:

rlio dc 1¿s luinas de su nrundo, rrada 1e prcc,cupaba tanto corno su segun-cla<.1 pcrsonal [yJ estaba dispucsto a sacrilicarlo todo

-creencias, houor,

dignidad- a la menor arnenaza.>>2a

A ias rnasas, una ideología como 1a del racismo podía resultarlcs pr-o-

funclamentc convincente. Arendt puso de relieve una y otra vez que estagente carecía de intereses políticos o sociales compartidos, que únicamen-te les irreocupaba su seguridad personai. Eso les hacía susceptibles a ideo-iogías sir-r interés inrnediato de ciase, o sin contenido utilitario. «La rebe-1ión de las masas contra el "realismo", el sentido común y todas las"plausibilidades del mundo" (Burke) fue el resultado de su atomización,de su pérdida de status social, junto con 1o cual perdieron todo el segmen-to de relaciones comunales, en cuyo marco el sentido común tiene senti-do... Ante las alternativas de enfrenta¡se con un crecimiento anárquico y laa¡bitrariedad total de la decadencia o de inclinarse ante la más rígida y {an-tásticamente ficticia consistenciá de una ideología, las masas se decantaránprobablemente por lo último y estarán dispuestas a pagar el precio con sa-

crificios individuaies; y ello no porque sean estúpidas o malvadas, sinoporque en medio del desasme general esta vía de escape les garantiza unmínimo de autoestima.»2' Quien elige una ideología puede considerarseparte de una tríbu triunfante, miembro dela raza superior, o vanguardiadc Lrn proceso histórico incvitable.

La gran ironía de este drama de un tipo de superfluidad seguido de otro,quedó rcvelada en el apartaclo sobre el totalitarismo del 1il¡ro de Arendt, queescribió en 1948 después de leer toda una biblioteca de materiales sobreIos campos de concentración. ]in efecto, los propios totaiitarios se volvieronsuperflios: se sintieron a sí mismos corrlo meros inst¡ulncr-ltos de la Natrua-ieza ,r Je la llistoria; y c()rno ñrncionarios cle los <:ampos cie conccntración,se hrllaben en un estaclo tan in¿nirlado, tan <<exAngüe>>, como sus prolrias

?,,1. lbi,l., p. )3t.25. IbiJ., p. )52.

Page 7: Hannah Arend - Una Biografia - 2da Parte - Capitulo 6- Un Rostro Privado en La Vida Publica

1298) (1.9)) 1951)

víctimas, <<seres que ya no pueden ser psicológicamente comprendidos».2r'

Aquellos que sostuvieron una institución que era ella misma srtperflua, que

no servía níngún propósito utilitarío e iba en detrimento de sus objetivos po-

iíticos y sociales, se vieron atrapados en la misma red de «locura e irrealidad»que aquellos a quienes exterminaron. oEl totalitarismo no busca un gobier-

no despótico sobre los hombres, sino que busca un sistenia en el que ios

hombres son superfluos.>>27

Hannah Arendt no dijo nLrnca que aquellos intelectuales que, comoHeidegger, estaban seducidos por el populacho, deberían ser absueitos de

toda responsabilidad por su propia actuación en la revolución nacional-so'cialista. Pero en l-r.ts orígenes del totalitari.rrno novolvió la miracla a ln trt-tlicií» i¡te lectrtal eut,,¡rr.:,r 1:rar,i ltaccrla Lcs1,,i.,tlsrl-:Jc dcl l,¡zist¡lrl, ,\ tliic-rcncia de muchos refugiados qrrc habían recibido su cciucaciírn cn hsuniversidades alemanas, no consicleró que el totalitarismo luera un pro'ducto lógico de una evoh-rción filosófica aberrante, o de la decadencia del

humanismo. Una década desprrés de 1a publicación del libro, A¡enrlt irn'pugnaría en los siguientes, y sucintos, términos los análisis del totalitarisrnorealizados por los historiadores de las ideas: <.El humanismo europeo, lejos

de ser la fuente del nazismo, estaba tan mal preparado para csta o cualquierotra forma de totalitarismo, que al tratar de entenderlo y situarlo, no pode-

mos apoyarnos en su lenguaje conceptual o en sus metáforas tradicionales..'Esta situación, sin embargo, contiene üna amenaza para el humanismo en

todas sus formas: come el peligro de convertirs e en irreleuante>>.28

A esta conclusión había llegado Hannah Arendt en los años inmedia-

tamente posteriores ala gterra, cuando reanudó su relación con KarlJas-pers y trató de encontrar la manera de entender a Martin Heidegger' Re-

chazaba el papel de filósofo para el que estos hombres la habían formado.

Escribía comá historiadora y teórica de la política. Pero lentamente, se le

iría presentando el modo de volver a la filosofía. Transcurriría casi una dé-

cada antes de que pudiera completar La condición bumana, pero su interés

se voicó ".,

lo oii".rtu.ión de dicho libro apenas concluido Los orígenes del

totalitarismo. Señaló este giro con un breve poema.

Me sobrevienen los pensamíentos,ya no soy extraña a el1os.

!;n' :,: : Í3:;',li: ;; i: li * "'

26. Ibid.,p.441. Que los nazis prrrlierart ser comprensibles psicoi<igicanlt:nte es lr lliPótcsis

dc Ilannah Arendt e n Eicbl¡ann cn lcrtsdétt. Vóa-.e capítrrlo 8.

27. lbid., p.457.28. Arc,rcir, fotocopias rlc- notrs iné,litrs pari unit conft¡c¡tci¡ ;c¡l>¡r F'it'bttaut¡ eil l[rutdléil'

I-ibrary ol Coogrcss.Zí. Ert" lr,"r" p,r.,rr, icclr¿do en 19)2, y cscrito mientrrs Arenclt cst¡b¿ en ltr¡rtcia (r'órse

UN ROSTRO PR]VADO EN LA VII)A Pt]BI,ICA (19'18.19'1) I299I

Tronf¿ pol"fuca pARA pr- pRESENTE

Lor orígenes del tnta.litari.rmo ine el libro en el q,re Ia colaboración en-tre Hannah Arendt y Heinrich Blücher pudo ser más estrecha. Blücher es-

tuvo desempleado durante la mayor parte del tiempo comprendido entre1945 a 1949, cuando la obra fue escrita. Esto disgustaba a Martha Arendt,quien pensaba que su hija asumía demasiada responsabilidad en cuanto a

la economía familiar. Pero la esposa aceptaba la situación, porque com-prendía la casi paralizante melancolía que afenazaba a su marido

-una«melancolía», como explicó Hannah a Blumenfeld, <<que se desató inme-diatamente con la noticia de las cámaras de gas»-ro y porque ella sabíaque ia contribución c1e Bliicher ai libro resultaba necesaria para ambos,par:'L ól v ti lil;ro. S,, p,rs,tlr,i los rlías lcycnclo ett Ia Nerv Yor:k l)ublic Lri'r,,rr';'y discutiendo con sus amigos emigrados, mientras clla trabajabtr en IaJc-u,ish Cultural Reconst¡uction y después en Schocken Books. En casa, ha-blaban del libro. Durante aquellos años, Heinrich Blücher fue quien pudcr

mantener las amistades clel mat¡imonio con los miembros cle la «tribur;Hannah Arendt estaba con ellos indirectamente, a través de su marido, Sinembargo, fue ella quien sostuvo las amistades de ambos con el círculoeuropeo de amigos (Freundeskreis) cuando te rminó la guerra y finalmentese restableció el correo con Europa.

Pero tanto la correspondencia de Arendt como su elaboración delapartado sobre el totalitarismo quedaron paralizados en la primavera de1948.La historia mundial le gastó una ominosa jugarreta. Teniendo quedescribir todos los horrores de la Solución Final, teniendo que contarcómo sucedió lo que nunca debería haber sucedido, Arendt ponderaba,con un alto grado de tensión emocional, el destino de los judíos de Pales-tina. Estaba todavia fresco en su rremoria el recuerdo de la Solución Finaly ya los judíos de Palestina se preparaban paraTa glierra. Cuando los bri-tánicos se retiraron de su mandato, se inició la escalada de la lucha entreárabes y iudíos.

Durante los años en que estuvo escribiendo Lr.¡s orígenes del totalita-rismo, <<regresando>> a Aiemania a través de las palabras y actuando comoembajadora de la filosofía y literatura alemanas, A¡endt raramente partici'pó en debates judíos sobre el futuro de Paiestina. En 1946 escribió una va-loración de las ar:titudes judías con respecto a un Estado propio, c()n oca-sión dei quinquagésimo aniversario de la publicación del libro E/ Estadoiudío, de lheodor Herzl. Los cclitores de ia ¡evista Comntentary le pidic-¡on a Arcnclt un cnsayo sobre la obra de Herzl, oT'he Jcrvish Statc Fifty

Lapílulo ¡J. l,¡r.ce rcfcrirsc a la tcnJ, ¡rci¡ Jc pcnsamicr,to qrrc a l,r larua (ñnJuio a La cnuJitton

J0. i\rcudtaBhrnrentcl,J,LclcaLrril clcl951,N1arbach: parrrcl(ontcrtor:lecsrrcart¡vérsecl cr¡rírulo 7.

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ñ#ffi§;1&.:.i,.;:,rr;r*ar.. .:ri.. .,

3a2l (t9)3 -195 1 )

árabes; una crítica similar fue hecha asimisuro por Robert lü7eltsch, direc,tor del lüdische Rur¡dschau. 'Ianto Kohn .o-o §í"ltr.h, se convirtieronposteriormente en colegas de Hannah Arendt, cuando ella trabaió conMagnes. F.n 1,925 se organizó en Jerusalén un grupo que comparría la opi-nión de los citados. Fue conocido bajo e1 nombre de Brit Shalom. Susmiembros, que no llegaban al centenar, no eran activistas políticos: habíaentre elios muchos profesores y escritores, frecuentemente de origen cen-troeuropeo o de Europea occidental. Este grupo presentó una propucstageneral en favor cie un Estado binacional en Palestina, en el cual, ni los ju-díos ni los árabes constituirían una minoría, y en el que ambas etnias goza-rían de igualdad de derechos. En la época, esta propuesta fue consideradapor la mayor i.,ar:te de los sionistas como cc,tnplctamente irrealista. carenterlc lcitljitijcLii\) liit( i()Irili, r, -'.1,t í:ofrtr;t lt¡lis:;lljrstr';i-- C()trr() (tl rli::jr;ll¡jrlrlr-icamino para la constitución de r¡n Est¿rr.lo árab,:. F,l grupo ilrit Siraiom nopudo obtcner el a¡royo á su propuesta de ningírn otro Íln-rpo judío, y clcs,pués de las luchas callejeras de 1929 entre ár'abes v judíos la propuesta Lri-nacional fue olvi<1acla. Magnes y aigunos ouos prosiguieron trabajando enfavor de un acercamiento entre árabes y judíos, pero la mayor parte rle losmíembros del grupo Brit Shalom se sumieron en la desesperación cuandoen abril áe 1936 se inició una nueva revuelta árabe que duró, con irrtermi-tencias, hasta fines del verano de t%9.

En agosto de 1942 Judah Magnes fundó un partido llamado Ikhud(Unidad), en Palestina. Magnes dio a conocer en la revisra mensual de sucírculo, B'ayyotb Hayom (<<Problemas de hoy»), que renía treinta años cle

vida, un cierto número de declaraciones políticas, que también vieron laluz en ¡evistas norteamericanas. E,n un artículo titulado «Tou,ard Peace inPalestine» («Hacia la paz en Palestina»), aparecido en el núme ro de cnerode 1941 de Ia revista Foreign Affairs, dio a conocer la postura de su parti-do a los americanos interesados en la cuestión, entre los que se contabaHannah Arendt. El artículo fue objeto ,le mucha cútica y de cierta indig-nació¡l dr los sionistas americanos.

Hannah Arendt había reconocido que la propuesta de Magnes, quepor otra parte contaba con el apoyo de intelectuales tan prominentes comoMartin Buber y Ernst Simon, así como de la estirnada directora de Alb'abde iaJuventud, I{enrietta Szold, constituía una justificada reacción antefórmulas nacionalistas propias dcl siglo xIX. Pero IIannali Arendt cleíaque la idea de fede¡ación árabe vincula<la a una ahanza angio-americanavagamente concebida era pura tontería y no representab¿r otra cosa qLle

rrna r,¿rriantc de 1tr po[ítica pro británir--a rle (]haiur §leizmann. La r:oinci-dencia del partido Ikh¡-rd con Weizmann, pensaba Arendt, se habí¿ hechoobvia en la tcrlprana oposiciírn de Masnes a cualquier acción qur: ptr,lieraser interpretada como no amistosa hacia los árabes o los brit¿ir:ricos, inclu-yen,lo no sírlo la fo¡rr¿ción de rrn cjército juclío, sino también r:J progrrrirltrno oficial cle rcclutamiento de Ia Agencia Judía para cl ejér'cito británico.

UN 1IOSTRO PITIVADO EN LA VIDA PÚBLICA (19,18 195I) 3Ü1

Llste desacuerdo podría haber hecho inviable para Hannah Arendt tra-

bajar conjuntamente con Magnes, de no haber sido por la simpatía con la

q,," "lla rc adhirió a las crítiias lanzacias por éste a ios líderes judíos. É1

lrabía deseado romper desde 1941 con la AgenciaJudía y ofreceries a losjudíos cle Palestina y de cualquier otra Parte algo más que lo que HannahArendt llarnaba «patéticas declaraciones sobre los sufrimientos del pueblojudío y demandas vacías de "autogobierno" y de una "Commonwealth ju-

clía"; vacías, porqLle tras ellas nr¡ existe realiclad algr,rna, porque se emiten

en un vacío, sin consideración de los planes hostiles de Inglaterra o de las

tendenci¿rs generales de ia política inte¡nacional»., I lannah Arendt sentía

respeto por un partido como el Ikhud cle Magnes, porque éste representa-I¡a una oposición polítíca a la Agencia |Lrdía. Y Arendt crt--ía que la oposi't:iirr ¡r,;,1ílir:l r:r ii i Llit(i,)1]lclltlii ari r11)11 tll;r-rr-li t:ll rltic sc c:;l,ti;alt i0l ,ll¡tl,k' i tt

P¿ilcstiira pártidos ric toda srrclte . Se mostt'ó crítica respecto a f\liyah IIa-dasha, un partído constituido en su mayor parte por llLtevos euigrantes a

Palestina, <1ue se habían uni<lo, según su put-rto de vista, en reacción a las

.<difercncias tlibales» er)tre iLtdíos, a la cliscriminación social cr¡ntra los re-

cién llegados y a la mala adaptaciórt de éstos' «La creación de un partidopolítico basado en diferencias entre los judíos mismos de Palestina no es

un peiigro lnenor para el Yishuv de 1o que la creación de un partido irlan-dés sería para Ia unidad de los Estados llnidos.>> La propuesta de Magnes(que no la de su partido) y la formación de Aiiyah Hadasha habían marca-

do el pleno florecimiento de 1o que Hannah Arendt llamará «la crisis del

sionismo>>; y marcó también el fin de la eficacia de la AgenciaJudía, un finque ella había esperado desde que este organismo no quiso negociar la

cuestión del ejército judío.Durante su viaje a América en 1946, Magnes reunió a cierto número de

sus antiguas amistades, convirtiéndolas en un grupo de apoyo. El grupo,entre el que se contaban nombres como Maurice Ilexter, Hans Kohn,Lrich Fromm, James Marshall, Elliot Cohen y David Riesman, no consti-tuía oficialmente una sección del Tkhud, pero se adhirió a la política de

este partido. Mientras Magnes estaba en América, el ala te¡r'orista del Par-tido revisionista, el Irgun, a ia que se unió la I{aganah, saboteó carreterasy terminales de oleoductos; el Irgun voló un ala del King Ifavid llotel, dc

Jerusalén, matando a casi cien británicos, judíos y árabes. La «rebelión ju-día» estaba en rllirrcha.

Desbordados por Ia cada día más grave situación, los británicos pidie-ron la mediación de 1as Naciones tlnidas y este organismo envió una Co'rnisión espccial a Palcstina en cl vclano dc 1941. Magncs se sintió anima-do cuando Grorlryko, el representantr: soviético en las Nacioncs Urtidas, se

pr:onunció a favor de un Estaclo binacional; pero no cuauclo la comisión

ll. Ii-*t¡vlrscitassiguicntess,rn.lclralor:rrciiioinéditadei\.rcn.1r,dcl9-ll,¡ltncucntrtr1 Iacl¡ssah, «lf he (lrisis of Zionisnr», pp. 7, 1 0, Lil,rarv of L'ongress.

---5.-

Page 9: Hannah Arend - Una Biografia - 2da Parte - Capitulo 6- Un Rostro Privado en La Vida Publica

lWliggi,*gÉ¡{s,i.{i¡Á&¿si&*** ".-. --

i]04) (t9fi 1951)

especial hizo oídos sordos a las propuestas de Gromyko. La mayoría de losmiembros de la comisión se inclinaban por la partición cle Palestina, mien-tras que la minoría propugnaba un Estado binacionai con llna mavoría Ára-be. El 29 de noviembr e áe 1947 la Asamblea General votó a favor de lapartición y el grupo Ikhud de Nlagnes, derrotado, cenrró su arención sobreel caos de Palestina, que aumenraba día a día, a medida que los británicospreparaban su retirada. Magnes fue incapaz de conseguir nada positivo ensus esfuerzos por un aito el fuego, esfuerzos que al materializarsc en unapetición a las Naciones Unidas para que este organismo impusiera el cesede las hostilidades, fueror.r considerados poco menos que delito de trai-ción. Después de la proclamación del Estado de Isracl, Magnes regresó aArné¡ica vprestó su voz íl srrs scr¡rrícloLcs en N¡rcv¿r Y<¡r.l<, con el objetívo,le irrltliriI sol,r'c cl g,riric,'i', rrr)rl¡ irirrrrr-,rir() lr.u¿ qrrr: ós1c corrsiguicra qLrcse cf e cl,il i-c rritl lrcf uil.

Magnes aceptó el Estado de lsrael clespués cle sri funclaciíln el 14 demayo, pero no abandonó su sueño de una cooperación judeo-árabe. Cuan,do cn el nírrnc¡o dc mayo de 1948 de Or¡ntmentary leyó el artícuk¡ de llari,nah Arcndt, «To Save the Jewish Homeland: There is Still Time», sc diocuenta de que había enconffado una aliada. Cuando tuvo conocimiento deeste artículo, el 1 1 de m^yo, y^ no era tiempo de evitar lo irreversible cle laconstitución del Estado de Israel, encontranclo una alterr.rativa para estehecho. Pero después del 14 de mayo, Magnes obruvo el apoyo de HannahArendt, en su esperanza de que todavía era tiempo de salvar de la destruc-ción al recientemente declarado Estado.

En su artícu1o de Comrnentary, Arendt resumió la confusa historia delos acontecimientos ocur¡idos desde la resolución de las Naciones Unidasde noviembre de 1947 , y apuntó al cambio radical en la opinión de los ju-díos americanos cuando el mandato británico llegó a su fín. Los judíos ame-ricanos se estaban uniendo a la tendencia del revisionismo sobre la que ellahabía advertído con anterioridad, en su artículo «Zionism Reconsidered>>.

Los intelectuales judíos de izquierda, quienes hace relativamente pocotienrlro todavía miraban clescleñosamente a1 sionismo, considerándolo unaideología propia de mentalmente débiles, y que pensaron que la construcciónde una patria judía era uná cmpresa sin esperanza. ha.ra el nunto (lc que eJlo..en su gran sabiclu¡ía, la habíali rcchazado incluso antes de su iniciol los horn-bres de negocios judíos, cuyo interés por la política judía siempre ha estadodeterminado por la cuestión, importante sob¡e toclas las cosas, ,_le cómo man,tencr a los jtrrlíos aleja,-los dc L¡s titLrlares cle prcnsa; 1os lilíntr.o¡ros juclíos,quicncs halrían pcnsarlo en P¿rlestina rcncorosar))entc, con.]o una rralidacl tc-rriblemente cara, qLle apartaba las ¡tentes de otros propósitos cle m¿ís r,alor;los lectores cle la prensa yídish, quicnes clutante déca,-la:; cstuvieron sincer¿-mente convenciclos -si bicn ingcnuamente-- de quc la rierra pronrctirl:r t:raAmúr'íca; to(l()s éstr)s,,lcsilc Ilr,¡nx a 1)ark Avcnuc y clc rrllí a1 (lreerrryrch \i'i-llrrge y más ¿llá, hasta J3rookiyn, están hoy unidos cn [a finle .,rr,ei¡6if¡ r1e

UN ROSTRO PRIVADO EN LA VIDA PtIBI,I(]A (I94¡].195i) T]O']

que un Estado juclío es necesario, de que América ha traicionado a Ios judíos,de que el reinado del te¡ror delos grupos Irgun y Stern está más o menos.jus-tificado y de que el rabino Silver, David Ben Gurion y Moshe Shertok son loshomb¡es de Estado reales, si bien demasiado moderados, del pueblo judío.ra

Quedaba también muy poco de las diferencias de opinión que dividie-ran a los juclíos palestinos Lrn año antes. Habían desaparecido en gran me-dida las voces que en Palestina se oponían al «chauvinismo de los revisio-nistas, al nacionalisrno centrista del partido mayoritario o a los sentimientosantiestatales de una gran parte del movimiento Kibbutz, particularmenrelos }lashomer I{atzair». Los judíos palestinos y los americanos, al unísono,estaban según Hannah Arendt prcparar-los para una lucha hasta la muerte)¡ rlisl-'rtt::;loL',i L'1i{lrtt,rr r-rr,lltlLiir:r irit1,.i:rlinr,.,¡1.,, it ]ii l)(rri!.cuciti¡r rlr: la vic-tolia, c«rno .<una puñala,la por l:r espakla», scgrin ia flasc de Are¡<lt, llenade tertiblcs ¡esonancias.

Para Hannah A¡enclt, esta unanimidad reciente, saludada por nruchoscomu cl fin dc ia secular «urentalidad Galut», hací¿r clescolfiar: «La una-ni¡ri.lad dc rnasas no cs cl rcsultaclo de un acuerclo, sino una expresióflde fanatisrno y de histeria». Tal unanimidad puede conducir a toda ciase decálculos erróneos, incluiclo e1 que a Ifannal-r Arcndt más le perturbaba,laantipatía judíahacía Nc¡rteamérica y su simpatía hacia Rusia. Caructerizócon sarcasmo y desprecio 1o que consideraba un entendimier.rto equivoca-do de ]a política rusa; era una <<esperanzain{antil>> de parte de un pueblo<<sitr experiencia política», en un <<gran hermano>>, que aparecía pata <<tra-

bar amistad con el pueblo judío, para resolver sus problemas, para prote-gerlo cle ios árabes y regalarle a largo plazo un hermoso Estado judío contodos ios aditamentos.» Gran Bretaña había resuitado ser un mal gran her-mano, colro también Norte¿n-rérica, y ahora Rusia era <<ei único poder enel que podían ser depositadas locas esperanz¿s. E,s notable el hecho, noobstante, de que Rusia es el primer gran hermano en quien incluso los iu-díos no confían plenamcnte. Por primera vez, una sombra áe cinismo secierne sobre las esperanzas judías». Tal cinismo, pensaba Flannah A¡cndt,reflcjaba la convicción de que todos los no judíos eran antisemiras, una ac-titud que clla llamaba sin lodeos <<chauvinismo ¡¿cista>>. Recu¡rier-rdo una\/ez más a términos 1lenos de resonancia de la historia que analizaba en Losorígcnes lel to¡alitarismo, ÍIannah Arendt de fendía qtela ,<raza superior»judía está condenada .<no a la conquista, sinr¡ al suicidio, a manos de susprotagonistas... Los lícleres judíos pue den

^mertazaÍ con el suicidio masi-

vo ot;tcnicnclo el aplatrso cie sus audiencias, y el te¡riblc c irrespor.rsalrle "ode lL) contrafio nos hulidircnros" se cuela cn todas las declaraciones ofi-ciales jrrdías, no irnporta io moclcraclas o lo ¡adicalcs qlre sealr sus fuentes>>.

,14. llst¿l,lrsctrassiguicntessonc{i:r\rLrnrlt,«'l'c¡savetlrcJcs'ishIIorr,:lant]:'t'hereisSrrllT'j¡nc¡, (-.o¡¡in¿ent¿11,, rrdyo tl).18, ¡rp. J98 106.

.]r:,

Page 10: Hannah Arend - Una Biografia - 2da Parte - Capitulo 6- Un Rostro Privado en La Vida Publica

pit¿

t1 061 (1911 -195 1)

Desde la perspectiva de Hannah Arendt, en Palestina existían solucio-

nes potenciales a los probiemas que habían conducido al totalitarismo en

Alcmania; los problemas cuya denuncie la había induci<lo a escribir su li-bro. En las comunídades experimentaies de los kibbutzim, Arendt veía

<<una nueva forma de propiedad, un lluevo tipo de campesino, una nueva

manera de vida familiar y educación infantil, así como nuevas aproxima-

ciones a los serios conflictos entre la ciudat-l y el campo, entre el trabajo in-

dustrial y el trabajo agrícola». Eu suma, veía resp¡estas para 1os problemas

de la soii"dacl de masas y el deterioro del Estaclo-nación. L-'n la posibilidad cle un cooperacióu entre árabes y judíos, entrevió una respuesta al

problema srbyácer',t" al racistno, oel problema cle un ltuel'o concepto del

i-',,,t-r.,lr.<,rr, y al srrt,yac:etntc al irnpo:ialisnto, es clccir. '.la,rrr¡anización r1c trtr

lr-Lnclo cl.r,ia .lía nrírs ¡:e.iucñr), )i qrrc habi'e lnos cic ,,,rrtpal1ll .()f] gclli,ci,

cuyas historias y trarlicíones s,tn ajcnas al mun.11l occicli:ntalr>. Arer-rclt ic-

níá incluso la visión de u,a ,:ooperación judío-hrabe que empezara pol 1os

Consejos, el legado de Ia trarlición revolucionaria de Europa «Autogo-

bierno iocal y Consejos mixtc¡s judeo-árabes en la ciudad y el campo, en

pequeña escala y tan numerosos como sea posible, son las únicas medidas

politi.a. reaiistas que a la larga pueden conducir a la emancipación políti-ca de Paiestina.»

En el hogar nacional de los judíos, Hannah Arendt deseaba ver todos

los elementoi que formaban los cimientos de su teo¡ía política: nuevas for-

mas sociales, Consejos políticos locales, una federación y cooperación in-

ternacional. Para ellahabía sido estimulante pensa¡ que su propio pueblo,

víctima de un régimen totalitarío, podía ofrecerie al mundo modelos de

instituciones que podrían impedir una nueva apafición del totalitarismo.

Como siemprá, lr-d"r.ot, de sus grandes esperanzas y del más profundod-eseo de heroísmo para su pueblo, fue acogiclo por Hannah Arendt con

un acceso de ira e iionía. PLro elia no estaba dispuesta a renunciar, y el

grupo de Magnes le proporcionó una base política'" Ar"rrdt deiO bi"tt.L,lo en su artículo de 194,3 quc cn su opinión, un fi-

deicomiso temporal de 1as Naciones Unidas, según había propuesto el,pre-

sidente Tr,.,r-,.,aÁ, era la única esper¡nza de anticiparse a 1a constitución tle un

Istado, de prevenir Ia participación, de detener el acceso al poder cle los

íriabes y los judíos terráristas, 1,drrr1e riernpo a la posi[iliclacl de una fede -

tación producto de acucrdos cnrre írr.al-:es y judíos. .liD urr lenguaje que era,

,ru u", más, severamente irónico, Arendt clecía: «Cie¡tamente, no es el mo-

mento de sc,luciones finales; cacla paso posible y práctico constituye hoy

un esfuerzo dc tanteo, .,,yo principal olrjetivc, cs 1a pecificación y narltr

urás>>. Su propio paso sigtriente fue ayuclar n Magnes y a David Jiiesman a

pfeparaf ult¿ pl.opucsta pitfa ser solucticla a las Nacioncs ljtridrs y al nlc'

ilioJnr rle esta organizaci(rn en Palestina, el con,le llertiac{ottc.Ha,.a¡ Are,i.lt prcparó tan¡bién u' resL,nen <Je ia hisrolia ¿c tkhud,

con el lin de que Mogncs 1o r:ega[ara a sus cont,lctos en las Naciones Urri-

UN ROSTRO PRIVADO EN LA VIDA PÚBI,](]A (I948 1951) 307]

das, clonde él confiaba en proponer a Ikhud como grupo negociador, en elcaso de producirse un fideicomiso de este organismo. Hannah Arendt par-ticipó en esta tárea reuniéndose con ei plenipotenciario ciesienado por el

secretariado de las Naciones Unidas para los asuntos palestinc,s, pero ellano se sentía atraída antela posibiiidad de ser nombrada presidenta de uncomité político en representación de Ikhud. <<Carezco cie un considerablenúmerr¡ de las cualidades que un l¡uen presiclente debe poseerrr, le dijo a

Magnes.r'Una de las cualidades de que Hannah Alendt más obviamente carecía

era la moderación en el lenguaje. Como tantos otros que escriben con ir«¡-

nía, ella era más mordaz cuanto más af-ectada se sentía por la cuestión de-batida; tal involut:rerniento cla lu¡1ar a un lcnguaic írrirrict-r y distíngue a éste

r-lci mt:ro síllcírsr¡r(,). (lrrarirlo ¡\rc¡rr.]i,.:sr:Iri,r,r c1r slt aslilr) it'tiriiccl, liail,t,liplomático, sus lcctorcs sc rliviciían clnremcnte cn <los handos, cl rle Ios quese sentían ofendidos y el de los que no, los que se identíficaban con los objetivos de su crítica y los clue no se identificaban con éstos. Quizá más quer-ringrin otro tipo cle discurso, 1a ironía produce c,.rnlo rcsultaclo que aqr-re-

llos que se sientcn ultrajados recurran a la busca de explicaciones biográ-ficas; el distanciamiento emocional que parece implicar se atribuye fre-cuentemente a algún defecto de carácter o a un trauma personai.

Un texto publicado por Ben Halpern en el número de agosto de /e-uish Frontier es típico de este tipo de reacción negativa al artículo de Han-nah Arendt en Commentarl. Haipern exuajo del repertorio de <<comple-j<rs>> de los que echan mano quienes recurren a argumentos ad bominem, elque los críticos posteriores de Eichmann en I erusalén también hallaron: eraun compleio de «enfant terrible>> el que había permitido a Hannah Arendtcomplacerse en el «ultrajante tráfico de sensacionesr> de sus referencias alchauvinismo judío de <<raza superior-». Halpern aladía que Arendt tenía Iaintención <.subconscientc>> de desacreditar.<a figuras tan convencionales y

por eso tan inquietantemente eficaces como Herzl, \X/eizmann y Ben Gu-rion». I{alpern lcspondió a Arendt con su propia versión de la táctica queél había condenado como tráfico de sensaciones, creanclo tres categorías:el aventurero, el colaboracionista y el partisano. Hannah Arendt teilíá ca-bida en la categoría de colaboracionista.r¿'

Ben Haipern, qr¡e se consideraba a sí mismo partisano, tomó comonrodelo al <,resistcnte dcl gueto», y confiaba cn qu€ la nucvil résistcncia ju-día

-los soldados israelíes- se convertirían en el ideal de los judíos de to-

das partes. Arer]clt trató de apuntar, en una carta de réplica, que existíar.rna difercncia cntre tl'atar <ie cooperar o «colaborar:>r, en el sentido «Jite-rai y no vinculantc>> tlc 1a palabra, con l,rs brrtánicos o los árabes, e intcrr'tar cooperar con Lrn «gobicrno antisemite>> como el de los nazis. Insistió en

l->. ,\Lenclt a Nla¡¡nes, ) rle r¡;osto cle L9,iu, l-il¡r¡ry ol (iorgress,

36. llirrIlaiprrn,*'lhcPrrtisaninIsracl»,/car.i,ál;rr.,ttic'r,octLrbrctlcI9'18,pp-(r9.

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D081 (r9lj 19rr)

qr-re l.rabía reconrendado la ocolaboración» porque ésta ela esencial para elfuturo de Israel y pedía a sus lectores que ios éxitos militares no les indu-jeran erróneamente a pensar que los 1'udíos podían o debían hallarse en es'tadc¡ de alerta militar pennanente contra .<1a ¿rltamente amenazadora opo-sición de muchos millones cle seres hutranr¡s desde Marruccos hasta elOcéano Índico».r'

F{annah Arendt escribió su rcspuesta a I'Ialpern a finales del verano enuna casa de huéspe des de Ne lv I{ampshirc, doncle pasaba unas vacacionescon Julie Btaun-Vogelstein. Acaso el ambiente apacible dei estadi¡ de Nue-va Inglaterra (que Ios lectores cle los anulcios de viajes cle Aufbau c,no-cía¡ cotno ia Suiza rl,: América) Iahiz,o casi olvitlar cl cl.rapuccro enálisis deslr lrL rs{)ririliil,,ij ]k'v,t,i,, rr ('rt])(--¡ l)r)i'iirrllrr:irr, c()lr i(l liri(']¡s ii,,,lcli.'s cli:ó,;t,',al fjna1, ?lpcn¿1s l¡r:recieron una reprcnsión. lJe toclt¡s tnc,dos, ella terrí,1

penclir:ntcs proyectos más ¡rosi tivos.Contirruó ayudando a N{agnes. Elliot Cohen, redactor jefe áe Coru-

mentdr],, ie había peiliclo zr Nlagnes quc ciiese rcspr-rcsta a una alcnta<lorasugerencia tlc Aubrey lrban, r'epresentantc Llc lsrael ante 1as Nacioncs U¡i-das, según ia cual la colaboración entre árabes y judíos sería factibie si Is-rael fuera reconoci<]o por los átabes y pudicra, clcspués, aclquirir ltna ft,t-ma política símilar a los Estados componentes del Benelux en Eurolra.Hannah Arendt escribió el borrador de una resplrcsta a Eban, un escritoque luego rehízo iv{agnes, para admiración de la autora: «Admiro el modocomo ha utilizado y suavizado mi tesis>>.r8 Arendt le devolvíó a Magnes lamisma ayuda tranquilizadora cuando éste se hallaba escribiendo Lrn me-iancóiico post scriptum ala Éplica, indicando que había sido escrito antes

del asesinato del conde Bernadotte por parte de terroristas judíos, unacontecimiento que causó gran daño al espíritu de cooperación que Mag-r-rcs precisatnente entonces había empezado a instilal en las N¿ciones Uni-das. Arendt sugirió que Magnes suattizata una anaiogíá explícita que é1

pretendía t¡azar entre la actitud de los nazis cc¡n las personas clesplazadasy la actitud de los judíos hacia ios desplazados ár'abes palestinos. IlannahArendt había aprcnclido, cle su propio uso cle talcs analogías, 1o poco que

]a mistua ayudaría a su causa.

Magnes cayó en un desaliento cadavez mírs profundo. No obstante. él

y su círculo neoyolc¡lino continllaron haciendo planes: .lel¡atían si st:ría

conveniente admitir no judíos en su grlrpo, discutían la idca de h¿'Lcer una

edición inglesa de la revista de Ikhucl y consir.let'airan 1a posibiliclad de pir-

37. Loróplicadcl\r:t¡rltaIIa)pcrn[ucprrhlicaJaenJttui:l:Frontier,octub¡cdcl9'1|i,¡p'55'56. Iiccogiclo cn I{ouall Ii'lrlrlan, e11.,'1ba lctu a.r Pa¡¿aá (Nrreva Yo¡k: C}¡ove.Ptess, I 9;-ii), pp'

2)1 -).).18. :\rcnrlL a ,\lagrres, 1 rle sc¡rticrrlrrc de 1948, I-ibrari, ofCon¡Ir:ss. Ill artícrrlo cle []1¡an

rlrrreciocrielr¡ú¡Lt,lrcle scy;ticubrr:ci.: l)18tlt(-otltc¡ttrr;7r'lariirlicaLl,:\lrigLrc:lrLrPlrliri((Jxctt(lil for Arrintit) fuc i¡ublicada crr cI nrirnc¡o rtc ocLLrbre rle ]9-18.

t_rN rtos'l'Ro PtUVr\Do ItN L,\ VIIJ.\ ptillLICA (1918-1.9)l ) Ll09l

blicar un libro cle clocumentos y cliscursos, plcscntando en cl rnisr¡rr, «lalrosición sionista no chauvinista dcsdc 1a l)eclal¿ción Ballbur hasr¿ nues-f ro días>>.re Una dc sus decisioncs políti<:as cJave tr¡vo quc ve f con l¿r cues-tiórr t.le si había que sr.rgelir ¡:í,rblicanrentc cluc a 1os árabes <lesplazados seIe s proporcionara Lrna patria en Isracl, acaso cn el Negerr, o bic¡r sc 1e s per-miticra regresar a sus propias casas. E,n septieml;re de 1948 flannal-rAreldt sustentaba 1a opinión de que «la rarea más urgenre cle Ikhud en Pa-lestina, irhcrra, no cs apoyar a Ben Clurion, conlo una especie dc mel rne-nor', sino rn¿is bien formar c insistir e n Lril.l oposici¿)n coherente denrro delos límitcs de una oposición leal>>.a0 Para inspirar en los Esrados Unidos taloposicíón leal, Hali¡ah Arendt csclibiti un artícLrio para el nún¡ero de oc-iirl.¡r',: cic 1948 clc I'lea l.tadt:r: «Thc Mission of Ilcln¿rdotrc». .<Pucclc sr:r..;r,l:iirji:t:r,],r Lt¡ ,lr'Iir:rr]t) iiir;r,,. ir(li..1rir:1¡>, ii, cs,:t'ibiú ñlallii,:t i:l 7 El,.:,,, ¡,,trtc,,.,,rs rlccir, pocir-ía tcnrrr:icfiils conr;ucucnci¿rs si fucra cstrrcliar{o v to¡r,r-do eri scrio pot alguien con pocler dccisorlo. Parece quc ha pucsto a1 des-nuclo cl signilicado íntimo cle los es{rrerzos ylas 1:rolruestas dc llernaclotte.Su c-rposición pucr-le conceptuaisc crxrlo ttágica. IIe aqr-rí a urr honlb¡c:granclc y [;ucno quc ernpezó l]eno de c:il)cranza y tern-rinó casi sumiclo cnla dcsesperación... "Es una opción seria, éste o el offo camino. Su artículonrc ha cleprimicio y me estoy preguntancio si cxiste realmentc una salicla>>.rlLas clos opciones que veía llannah Arendt se oponían resueltamente: c¡ 1a

segunda propucsta de Bernadotte de un fideicon-riso cle Naciones Uniclas,o Lur¿l confederación árabe-judía en 1a lí.nea trazada por Magnes. |IannahArendt, teniendo en cuenta la factibilidad, se había declarado en favol dcla i;rimera opción.

Judah N{agnes murió la mañana del 27 de octubre, sin haberse contes-taclo su propio interroganre en cuanto a 1a solución. Para sus seguídores,estaba claro que el trabajo deJuclah no podía ser contínuado sin éste, aun-rlue intentaron, dulzrntc Lln ticmpo, iliuttcner vivas sus ideas, por mcdiocle la.fudah Magnes Foundation. ilannah lc escribió al viejo amigo deNlagnes, Ilans Kohn, que eraplofcsol del Smith Collegc, el l2 cle novienr-brc: «I.a lnllertc de A4agnes cs una verclaclera trageclia en cste momcnto.Naclic posee su autoridad mo¡al. Por otra. parte , no veo a nadie clrre viva¡ealmctrte en el muntlo 1r-rclío y que ocupc rrn lugar ptomincltte en una ins-titución jtdía capaz cle tel'rcr e.1 valor de pronunciarse contra 1o clue estrir.¡,:urtitnclo a]ruL¿r>>.'2'locio lo .¡Lrc cllrr urisLria pociía hac,:r e¡,t r_rniist: rr trrr;-¡rupo de inte lectuales cminentes, Albert E,instein inciuitlo, quc enviarontrrr,t crjfl .r tle prt-rtusIl al ,\r'¡¿r Ytr/,'l'lttt, t cuitr]Llo cl tcr¡.or.isl:r jLr.lí,, ñlcnrreflllrr llr:itirr 11uqó,t N.,rri..:rrtrérica r:n itrrsr,r ,-ie a¡rr,\,r. lrarr krs rcvisir¡rri.qtas

J9. Árcniit a AL:rgnes,22 ifu octubrc clc 1943, Library of (iongrcss.-10. Ar,:¡rc.ltañlagrcs, lTrlcsc¡rrir:rnlrrr,lr:1948.Lilr¡r¡¡vof(lorsrr:ss.ll. ñl¡rlncs,r ,\rcn,lr,irlcor:trrlrrc,le i).]8, l,ilr¡rrrlol(lorrjttr::s.'{2. r\rcndt,r Kohn, l 2 tir rioi,icrrl¡r,: LL: 1918, I-ibt rrry of (,orLr css.

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D101 ¡9)) 195t)

de su partido Herut. En csta protesta los revisionistas eran comparados sintapujos oa los partidos nazis y fascistas»; y se repudiaba la mezcla, obser-vable en su ideología, de «ultt'anacional¡-"mo, misticismo religioso v srrpe-

rioridad racial>>.al

Hannah Arendt prestó su apoyo a iaJudah Magnes Founclation, pelono aceptó presidirla. Después de hablarle de los esfuerzos de Magnes a

una audiencia hostil, en Massachusetts, a ruego de IIans Kohn, adquirió lacenteza de que eila no era ia pcrsona apropiada para la dirección. <<No es-

toy cualificada para ningún trabajo político directo>r, le escribió a ElliotCohen, todavia bajo el trauma de haber sido abucheada por su audiencia.<<No me causa ningún placer enfrentarme con la chusrna, me siento asquea-cl¿r con clclnasia<la fa,cilirlad, carcz.co dc la prir:ir:nt:ia neces,tria lrarrr tnanio-l;r,rr y no posco ia irtfcLi¡¡.:ncia rc,-iiiciici,t l-)ir-ii n-ritll'Lr:I('t ttlt i'ir:rlrl (lirltrlll'ciamiento, que cs cosá de nccesidad.» Adenihs, elcciarti lrilnremcntc, <.tui

Úabajo de escritora resultaría definitivamente maltrecho>>.aa

Hannah Arendt no era capaz de seguir el eiemplo práctico dado por

Judah Magnes; el trabajo político directo nt era lo suyo y ella, por otraparte, distaba de poseer Ia capacidad de Judah Magnes para comprende ry hacerse amigo de gentes de todas las clases y ocupaciones, para la edu-cación moral. La autoridad de éste eta moral, la de Flannah Arendt

-enaquella época- era intelectual y ambos conocían la diferencia. Poco antes

de la muerte de Judah Magnes, Hannah Arendt le había escrito una cartaen ia que hacía extensivos sus saludos a Rosh Hashanah: <<Me permitiré lalicencia de expresarle la gratitud que siento por el hecho de que el año pa-

sado tuve el privilegio de couocerle... En nuestro siglo, la política es casi

un asunto de desesperación y yo siempre me he sentido tentada a ^p^rtat'

me de ella. Quería que supiese que su ejemplo me irnpidió caer en Ia de-

sesperación y me 1o impedirá durante muchos años en adeiante>>.aj

L¡. uuEnrr DFr IvlARTrrA AnrNnr

De Kad Jaspers y de Judah Magnes aprcndió mucho Hannah Arendtsobre la autoridad moral de aquelios que se atreven a entrar en el terreno

41. All¡ert BiDstein dl al., crtrt,t ¡l cditor, licullrkTitncs,l <lc rlicicntb¡c cle 1948, p. l2'(Acaso A¡endt ¡cd¿ctó la ca¡ta, pues uno de los firmantes, Zellig llarris, sc Io agradcció eu trna

carta sin fecha. Library of Congress.),14. A¡endt a Cohcn, 2{ de novicmb¡e rlc 1t).18, Lrbrary of Corrgress. Arerdt pensaba qLre

sólo r¡ra llarn¿da descle las sinago{as serí¿ cflcae prrrr combatir 1a campaña revj-.ionista cle tcrrcr:«Ustcdes saben que no soy religiosa cn cl sentido rrarlicional rlc ia palabral pcro csto,v l¡astrnte sc

¿r,ra de q,rc.encillanrenlc ¡,p e¡i.1,-ninpttna utt:t [r,, ,r¡ ¡, ', ¡:, , ,novili/a.la c,,rtrt t c'¡e r, rolrii0ile sup.ritició, y cle vulgar saivajismo, contra esta mezcla de purr cstuptdez y dc simple nrrld.rJ»'I'i:ro trrnlrión sugirió uu eqrripo clc ejercir,rclos confi:renciantcs. ^ri¡,,s,lrrr,.r,, ,.qtte sc¡r'ttr lr,tl'lrrcl lcngrraje.lc la pletrc". prr¿r que fuerrn cnvi¡.1os por cl país.

4). Arencit a Magtrcs, I ,lc octubre cle 1948, Library o[ Corigrcss.

TJN ROS]'R() PRIVADO EN LA VIDA PI]BLICA (1948 1951) 13 11I

político y defender puntos cle vísta impopulares. Su serena confianza en símismos constiruyó un ejemplo para ella. Ambos hombres habían crecidoen el seno <!e familias olrmerosas, independientes i, comr:nitarias, y asirais-mo, ambos gozaron de la compañía de notables esposas. Sus orígenes lesproporcionaron un refugit) en cuanto se hallaron en terreno hostil. Por suparte, llarrnah Arenclt, de modo similar, tenía a su marido y a su <<tribu>>.

Pero las oscilaciones de su estado de ánimo, y el fuerte temperamento quefueran rasgos clistintivos en ella desde su niñez, no Ia hacían apta para lavi,la pírblica. llannah Arendt lo sabía, corno tarnbién sabía, trisremente,que srl maclre, quien tanto había hecho para i¡fundirle aliento. la inhibía apesar c1e todo.

I-rs s.is nr(rs.s rirrr¿rn¡c los qrrc ITrr.nali ¡\renrlt trebajó con c[ ¡¡r'u¡ro <1.

\iiirln,::i lut-:1or) rirr. ri,: los pcr'íotii>s rrr¿is agiirtrlcr:, r-le srr vitla. i\]ri¡ililArcn,lt 1, IIcinirich lllircher se hostilizabtrn firutuarrlcnte mic¡tras F{anna}lpronunciaba rliscursos, csc¡ibía artícr.rlos, reclactal¡a el bomador de lasproprlestas cle Magnes, ultimaba sus lrroyectos eclitoliales en Schockenlloc¡ks, c intcntaba encolltrar tiempo para la te rccr¿ par:te de [-ot orígencttlel totalitari:zzzo. Después de dejar Schocken, en junio de 1948, sus vaca-ciones en New Hampshire, sin su familia, las pasó casi todo el tiempo sen-tada ¿ la mriquina de cscribir. No solamentc su vicla familia¡ sino inclusoun viaje a Europa por encargo de laJewish Cuittrral Reconstruction, tuvoque ser suspencliclo rnientras ella daba fin a Los orígenes del totalitarisnzo.Cuando dio a conocer el aplazamiento del viaje, Jaspers le expuso breve-tnente la actitud que tanto él conlo Blücher, compartían al respecto: <<Loentiendo perfectamente, el libro debe ser terminado, la situación mundiales tan espantosa...)>.'16

En mitad de las vacaciones estivales, Arendt regresó a Nueva York paraayudar a su madre a preparar el viaje que ésta iba a emprender a Inglaterra,cionde vir,ía Eva Beerrvald. Las cosas de Martha A¡enJt fueron uailadadasde los cuartos de la calle 95 al Queen Mary, Luego, Hannah Arenclt se vol-vió a Neu, IIanrpshire, clondc recibió noticias clc Eva Beenvald: su mad¡ehabía sufrido un serio ataque de asma en el barco. Al día siguiente llegó untelegrarna: «Maclre estacionaria hajo medicaciírn <lespierta sufricndo o*"r.Un segundo telegrama llegó ei 27 de julio: «Madte rnu¡ió durmiendo ano-che. Disponienclo cremación. Afectuosarnente Eva».a7

[-a nlue rtr: <lc srr <<Mutt>> coinciclir:ntlo .t,r, el .noL.r,rc esfur:rzo cle Han-nah para mantener a flote y al día sus muchos proyectos en nledio de unat:spantosx sitrraciór.r nrundial, la llenó cle una profuncla risteza. tVlarthaA.er-rilt, ¿ sus 74 años, haLría clecidiclo sultrr arrrr.¡rs.na \¡ez rnhs y termi-rrar su,s dí¿s aI lailo de Eva Bcerl,akl, cn Lrglarerra. Los úlrinros siete años

Jó. ]rs¡:crs ,r ,{r, nriL. I I ri¡: octr¡[r¡e c]c 19.18 lr'i¡rb¡ch.'17 1r¡rL,ostckcra¡nrsrolrac()rcs|or1(lcn,irrlc[]r,rrBec¡rvalricsrínt.¡rl,ts^\tc¡rltPrpcrs,

] ilr ¡rv of (lor¡grcss.

^"_.,.

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ú121 (r»j 1951)

de su existencia transcurrieron en un pequeño piso de la calle 95 Oeste,con su hija y con Heinrich Blücher, y no fueron una época feliz para ella.Su hija Hannah había estado ocupada y preocupada ganándose la vida yestableciéndose en un nuevo país; había tenido mucho que compartir conHeinrich Blücher y muy poco colr sLr madre. <<Mutt>> había tenido quecompartír todavía menos con Blücher, cuya resistencia a buscar cualquierclase de trabdio fijo después de la guerra, convenció a Martha de que eimatrimonio de su hija había sido :una mésallíance.Existía un abismo tangrande entre la sensibilidad burguesa de Ma¡tha Arendt y los orígenesobreros de Blücher, que ni siquiera los esfuerzos de Hannah Arendt

-enrefinar los modales de su marido y en suavizar simultáneamente la desa-probación cle su madre-, lograron cerrar la brecha. Martha Arenclt pen-saha <ir-ie su lriil. i:.,jo 1a irriltL.:¡,:i;r,1,: t¿¡] tr,rriil,.i, s,: ii¿bíe,¡ur:ho rirri., )

autoritaria; esto sumió a Nlartha cn una melancólica sc,ledad. Los vr'r-:jos

amigos de Hannah Arendt, los que habían conocido a su madre cn París,se daban cuenta del estado de ésta, pero poco podían hacer para ayudarla.Lotte Kienbort sólo pudo mostrarse comprensiva cuanclo M¿rtha Arencltle aconsejó t¡istemente que goz^ra de sus liijos ahora, mienras ellos eranjóvenes, pues luego se distanciarían) con el paso c1el tiempo.

llannah Arendt hablaba pocas veces de la muerte de su rnadre o deidistanciamiento que se había producido ente ambas en América. EI I1 deoctub¡e le escribió aJaspers refiriéndose a su trabajo y a la rnuerte de Mag-nes, acaecida cuatro días antes. Muy incidentalmente, añadia: «Tuve doslargos meses de vacaciones, durante los cuales murió mi madre.>>a8 Jaspersrespondió, pero no lo hizo dirigiéndose a la superficie de los sentimientosde Hannah, sino a los sentimientos que ella ocultaba. Lo hizo con unaamable reflexión filosófica: <<Naturalmente, está en el curso de Ia naturale -

za que los viejos mueran. Pe¡o se produce un cambio profundo cuando lapropia madre de.ia de existir y el dolor es profundo, aunque no resulte de-vastador>>.4e

Jaspers averiguó Io poco quc sabía de la vida personal de Arendt, h¿-

ciéndole preguntas por correspondencia. Ella nunca ie informaba espon-táneamente. A ruegos deJaspers, le había contado algo sobre su madre, cnuna carta de abril de 1947 «Es duro trasplantar a personas rnayores quccarecen de una marcada existencia espiritual independiente, y yo no 1o hu-biera hecho con mi inadre si no me hubiera visto obligada>>.50 Tfn lirancj¡,decía Arendt, Martha lo había pasado mejor, pues podía hablar bien c1

francés y tenía tanto amigos franceses como alemanes. <<Me temo que ac¡líc¿rrece de la conrpañía apropiacJa; nosoti'os tenefiros ei tie mpo tan escaso y

en realidacl sólo nos vcmos a ia hora de 1a cena. No obstante, ella cs eni

48. Arcndt a /as¡rcrs,.11 de octub¡e de 1948, Mrrt-.acL.-19. Jasprrs ¿ Aren,lr, 6 cle novi,,nl¡re clc 19.16, \f arbach.50. Ésta ¡, las citas siguicntes son ,-1c Arcodt aJaspe rs, 2) <ic tn¿rzo dc 1947, Marl¡¡,:h.

tJN ROSTRO I)RIVADO EN LA VIDA PÚBI,ICA (1948.19i1) D13I

mosa y saludable y todavía se mantiene físicarnente bien (aunqtre una m¿rlacaídale causó un¿r fractura de fén'rur hace años, de la que

-uno d" los mi-lagros americanos- se ha recuperado aquí por completo).>> Antes 1, des-pués de la muerte de su madre, Hannah Arendt siempre habló bien yagradecidamente de ella. En la misma carta a Jaspers, decía: «Le del¡o mu-chas cosas, sobre todo una educación libre de prejuicios y con todas lasposibilidades>>. Pero su cariño parecía a veces nutirse de la protectora ge-neralización que había practicado de niña, c.ando 1e dijo a su r.Mutt, cj.e<<no ,lebemos pensar demasiado en las cosas malasrr.

Só1<¡ con Heinrich Blücher hablaba Hannah cc¡n absoluta fr.anquezasobre la profrrr.rcla amhiv¿lencia cle lc,s sentimientos lracia s,, ma,lre. S,.,,illrrirl(rs arinliLai¡atr cl ca[,rr y ia gclclr,si,]riri ,i, NI,rr':ha i\«,rurlt, l:-rit:riil.risque las exigencias que le había hecho a su única hija les pasaron inadverri-clas. Pcro lllücher sí que sabía, y muy bierr, por qué los sentimientos de sumujer eran tan confusos. Ella le escribió desde New Hampshire, cuandosupo por Eva Bcerwald el failecimicnto de la maclle:

Naturalmente, me sienro a un tiempo triste y aliviada. Quizá en toda mi vidano l'raya cosa qué haya llevado tan ma1 como ésta de ¡ris relacioncs con mi ma-dre. Sencillamente, era incapaz de ¡echazar sus exigencias, porque a el1a le sa-lían del corazón, de un amor y de una determinación que siempre me impre-sionaron; una determinación que con seguridad ha ejercido sobre mí unaprofunda influencía. Pero naturalmente, támpoco podía siempre satisfacercompletamente su exigencia, porque a la ¡adicalidad de la misma sólo le ha-bría podido corresponder Ia destrucción ¡adical de mi personalidad y de to-dos mis instintos. A pesar de todo, durante toda mi infancia y ia mitad de mijuventud, actué más o menos de ese modo; como si fuera la cosa más fácil ymás obvia de este mundo, la cosa más natural, por decirlo así, respor-rder atodo 1o que de mí se esperaba. Quizá por debilidail, qurzá por pieáad, perocon toda cefteza, porque yo no sabía cómo ayudarme a mí misma.rl

La exigencia a la que se ¡efería Ilannah Arendt era, al parecer, que sumadre Martha quería seguir estando 1o más cerca posible de su hija. Du-raute siete años esta exigencia había significaclo vivir a la distancia de unpiso en el mismo edificio de apartamentos. Hannah Arendt sabía 1o queestc incvitable arreglo

-la c]ásica sitrración trianer.ilar:, aglaria<la por. 1a po-breza, el exilio, la guerra- había significado para su marido, y le pidió áis-culpas a éste:

l)cto cuantlo pienso en ti, nre siento confusa. T,a vicja señora lvlcnclelsr¡tr¡Ila ¡ladre rle Anne Veil], dilo uná vez: uno áma a rina persona pero no puetleayudarla. Realntente, yo no podía cantbiarlo tor.kr y nunca te engarlé cle r¡anc-

5 I . Arr:ndt a 131üL:hcr, 27 Je julio cle 1948, LibraL,¡ c¡f Congrcss.

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iüii¡¡4¡i¿i¡iii¡i4,§iid&§;;",¡r*.-i** ",.,

u14) (l9_i] 195r )

ra consciente, porqlle siempre estuve cieciclicla a una cosa, es dccir, a no vivtrnlurca con mi madre. Pero llegaron las cát¡aras de gas, o, corrio dil'írt ll'obe rt[Gilbert], la llistoria lvlundial. I-rso es tt,do por ahora y, cierta¡lentc, no es

b astante.t2

La Flistoria lv{uncliallos habÍa unido a toclos, y Bliicher, en su resplles-ta al ruego de su esposa, que le pedía palabras tranquilizacloras, reconocíalo siguiente: «Hitler y Stalin hicieron más pesada que nosotros la carga que

tu madre dcbió llcvarrr.ir Bliicher, cuya propia ntadre había peclido clema-

siado dc é1 en su juvcntud, admitía <1ue Arendt ttrvo qtle vivir cotr utras

obligaciones a las qr-rc é1 había escapado:

[,o qrrc tú lr,is hcch,., y lrr sittrr,:irín I'l] (lll, l-, ( 'r\'r'lir1-irl\:ts, r'r r1¡¡t, r1r;c

lrucriO,:',{ür,lcr rlruv bir'il. §(')i() tcrrilo cluc i;ttrtsiliar:inc cótrl,r hairtí,t ¡ttarcltado lrr cosa con 1-ni ¡nlrclrc i,l,rtl¿, dt-'tcr-rr]encias sjrnilarcs a la tuvrt, si srr locttrapor mí no me hubit:r:a hccho soslrechar qlle toclo a,lur materno cs LIIt (icrtotípo de enfermedad mental, 1o que naturalmente es bastante falso; pero la sos-

¡rccba me ayrrcló mrlch,r a evitirr cncortr'¿rme lncticl() crl una situ¿ciírn cttmo la

t uya.

'fanto l{annah como Bliiche r sc oponízrn <lecidirlarncnte a las catego-rías psicoanalíticas, pero, en sus propios términos, comprer-rclieron que el

<<amor materno» de Martha Arendt, clue la plofuncla necesidad de las

atenciones de su hija, la imposición de sus propias concepciones del com-portamiento filial y femenino, liabían pertllrbado la vida de FlannahArendt. En una frase rotunda, Blücher sentenció: <<Fue ella quien, más que

cualquier otro tímido cabeza hueca de nuestro entorno, sencilla e irrefle-xivamente te tomó por un hombre». Martha Arendt estaba acostumbradaa mujeres fuertes e inteligentes, pero no preparada para ulta hija que,

nlientras m¿rntenía un h,rgal con su trabajo en una edito¡ial, sc puso a es-

cribir un libro como Los orígenes del totalitarismo y ^

colaborar además

con un grupo como el dc Magnes, cuya prin-rera 1;remisa era la actividadpolítica. El resentimiento cle IJlücl"rer con respecto a las expectatir¡as clc

Maltha Arenclt era tan violento como apremiantes erau ias esperanzas que

é1 tenía depositadas en stt rnujer'. Después ile la muer-tc de Martlta Arendt,Blücher permitió que este resentimiento afTorara a la srtperficie:

Hiciste todo lo que pudiste, pcro ella nunca habría tenido bastantc, por-que cuanclo uno está poseído dcl pa-.ivo ¿rmor de una esponjir, uno se sicnte

:;i.nrpr" rlemasiado scr:.... Er-t rcalidacl, me ponía fuiioso esc constallte chtl-parte Ja sallgre) csrl total falt¿ rle res¡rcto pot trr increíblc trabajo.,. A pesar rl'todo, tú estás sesurarnentc cn lo cicrto: existiti una vez en erli¿r un sentit¡ienttr

52. thi.1. L¡ Í¡ltima f¡,rsc: aIr,]r: i un \trso dc li¡ccht, «l)ics ist nurr rlles un(l jst oiclil $erru8».5i. ItsraylrscirrssigricrrrssoiirlclJiil(r[uraArcr.it.29JcjLrlioLle1916,[,ilrraryol(lorr-

g rcs s.

UN lTOS'TITO PRIVADO I1N I,A VIDA PÚIiLICA (I9,1.3-195i) I)15)

verdadero, grancle y clalo, que finaln-rente se disolvió en una fil2lsa confusa de

scntimentalisn)os.

Según la valoración de llliicher, Martha Arendt poseía <<una visión per-

sonal, de clase media»; carecía dc la capacidad cle los Bliicher para compro-

lneterse, completa y ternerariamente, con la política y con la teoría política,de su capacidad para llevar una existencia espiritual indcpendiente'

Mientras Martha Arenclt vivió, Blücher fue como un indir.iduo mental-

mente encadenado. Después de su mucrte, se sintió libre; irrumpió fuera de

Ia cárcel doméstica y renunció al refugio ideológico que había encontrado

en un americanismo falto tle senticlo crítico. En 1948, poco clespués del fa-

llecimiento ,1e su sur:gra, pasó por lo que r:l llamaba -segírn

una expresiónil¡gli'.sa -,¡¡¡11 z1|.ri:,lirlstr,l'1tt;:, llilil t()flilellifl lrr('llt,il.

l',i.(ataque sorl-rrcs¿r cle ploductiviclad» dc lllüchcr se prodr,rjo en «dos

días y una noclicr>. Se le abrie¡ol-l nuevas i)erspcctivas. <<Sinccramcnte y sin

darme cuenta me había limitado de forma complcta al "sueño america-r-ro"», iiijo a sLl espos¿. (l,rtno los cx co¡trtnistils a,-lrlicrtcs anrbos rlcsprc-

ciaban, Blilcher había cmpezado a sustituil al «dios caído» por otro dios,

Améríca. La filosofía le salvó. En una carta extensa y no demasiado cohe-

rente, le explicó a If annah Arentlt su idea c1e quc el asaltr¡ a la metafísica

de «los dos titanes», Kant y Nietzsche, había despeiado el camino para que

la filosofía adoptara una nueva función; Jaspers había seguido a estos dos

titanes, mostrando esta función nueva, y su obra ..solamente necesita la

adición del punto rnás pequeño sobre la i>r. Con una metáfora que con

toda certeza habría dívertido a Jaspers, Blücher apuntaba su propio de-

rrotero:

N4ientras Jaspers, que con el englobamiento del se¡ les decir, la idea jas-

persiana áel d.as IJntgrcifetde) coLoca una el]ornle, redonda y clara como el

cristal cubierta de quesera sob¡e el maloliente queso de los hechos, se queda

en una transparente campana de vidrio, en la que nosotros, transcen<liendo,

siempre nos damos casi dc bruces con Dios con stilo que nos rest;lvamos, cxl's-

tiendo, a interrumpir la amable comunicación de insectos para dar cabezazos,

solos o acompañados, contra la cubie¡ta de la <ltteseta. Pues bierr, yo scncilla-

¡nente, y con todos los respetos, voy a prescintlir de esa camPana de vidrio.

I IabiérLclose anu¡ciaclo cle este modo a sí mismo cl fin cle 1a metafísica,el fin de su propia identificación con cualquier <<paraíso vicario>>, Blücherabanclonó a los titanes y a 1os gigantes de la filosofía modcrna: <<Kant era

tlt't silvicnte, Nietzschc ull anlo' Malx un déspota 1' Kierkcgaard ''rtt

escla-

vo. Por milrartc, soy un "prospective citizen"». La visión eufórlca de Blii-cher de un (<nlrevo toclo conccptual>>, .1uc prol;orcionaría homogeneidad a

su concepcíón, no aparece cn 1a carta, pero parece ser que pensaba et-r latareo que ocr-rp,tl,a tatnlrjótr l¿ tttctttc dc Ihnllah At'ent{t <1cs1,ués dc ia tcr'minar:iriri dc Los orí¡¡e ne .¡ de I totaiitarísntc¡: cr'¡nx¡ eccrcarse lilostiiticamen-

¿+s::

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É¡S&*¡ás&*tud¿"--* -

tj.161 (.19)) t9rt)

te a Ja ¡rolítica, pero sin campanas cle quese ra mt: tafísicas. F)n la época <Jc

la «tormenta menral» de lJlücher ésrc no disponía de un foro públiio, per,rcuando se hizo profesor, ffes años más tarc]e, sus esrrdiantes fiieron I,-,. l-,,"-neficiarios de su crisis.

El despertar de Bliicher de su lar:go pe ríodo de hiber:nación hizo clis-minuir el sentimiento dc culpa de Hannah Arendt, hacia su madre y haciasu ma¡ido. Podía recuperar buenr¡s recuerdos anteriores a los años pe¡tLl1.-bados 1, cornplacerse en cxtremo, por ejerrplo, cuanclo un rricjo amigo lcenvió una fotogr:afía de su madre, anterior a la guerra, la única quc Ar:Lncittuvo. Esta fotografía, hecha cuanclo Martha A¡enclt era roclar¡ía jor.err yhernrosa, presídió las mcsas ,Je trabajo de l{;rn,¿h y vigiló la terminaciónclc todos lr¡s libros csr:ritos lror cllr dcsprrés tle Lr¡s r¡ríQt:ne: tlc/ rote/i/,t;.tt¡,,ii. \'' r':,i:r i1,i,r¡¡¡¿iirí,; sc (-,ii rrll.rlil)ir ¡llí rirr.:in,,c irr,Lrs irt¡ aiirrs, ir ios ,;tii,[{annah Al'enclt, r srr mar}erÍ1, c,rnp1íó muchos clc los idcales c(j1rvci1r-io-nales de su maclre. Dcspr-rés dc 1948, cuanclo se disolvió el grupo clc Mag-nes, I-Iannah A¡endt no volvió nunca a ejercer un papel acrivo en la po1írr-ca. Recelaba de las rprrjeres que,<claban órdencs>>, se mosr¡aba cscó1:ri,:asol.¡re la cuestión de si las urujeres telrdrían que ser lírleres políticos ;v s.opuso inqueb¡antablemente a las dimensiones sociales del movimiento clcIiberacií¡n de la mr-rjcr.ia Su pr.opio consejo maternai a las mujercs más jó-venes era tan L[rrgués y tan convencional en sus detailes como era, en cucstiones importantes, liberal y desprovistr¡ de senti,rentalismo. Las urgía aque fueran independientes, pero siempre, sienrpre, col1 un ntatiz: ¡Vie Lrpetite différence! era su máxima para las mujeres.

El viaje que Hannah Alendt realizó a E,uropa en lL)49, enviada por iaJewish cultural Reconstruction, confirrnó de muchas maneras la conri,r ui-dad de su vida y de sus sentimientos, incluido el amor hacia su madre, quetan ensombrecido se había visto durante los años cle vida en cornún cnNueva York. Lo primero que Arendt le dijo a Eva Beerwald cuando se r,ic-¡on en Lonclres pol primera vcz .lcsde hacía casi qriince años fue : «¿.Qrriónleyó el Kaddish por la mamá?>>.

En una conversaciírn sobre la Odisca, Arendt declaró una vez quc losvcrsos que más prolundamentc 1a habían conrnovido eran aquellos en quese relata cómo el héroe, a la cleriva en un mar embravecido, aferrándose alrrrmaz(rn roto dcl bote que é1 rnísnro co¡strlryó para csc¿l)¿:lr rlr:.ia islrr ili,Calypso, cayó en la clesesperación y pensó en dejarse morir al-rogado, sinluclta. Pero se contuvo al recordar quc si su cucrpo se perclía no scría ob-jeto tlc los ¡itrralcs rlcl entielro; cntonccs, é1 y con é1 srrs h¿zañ¿rs, se .lc.rr,,i

54. En urt¿ t.liscusión dc Wotrlcrr's LiLrcrrtion c¡ue tur.o lugar entrc los ¡nicr¡rbros dc l¡,lircctiv¡ rlxl Atnericar st'l:r,ldr, c:t I 972, Arcndt le ¡ras,i Lrra nori e Iliranr ila¡,,dn: <.T,a cur:sriri¡r rc,rl ¡prciiutrlilresltlutlpcr.lt-lt:ttrossillrlr¡rros?)>Fistol,rriijo(rrLr¡rac¡r'trtlel5clcm,rvr¡rl,: l97.l1l,rl'r.¡\ ,,1 (.(,1)g¡¡ {!: (f.l r¡t.r..Lrl, t):t,)r ilr..( ¡r ia..

UN ti()s'rR() l,RIVADO UN LA VIt)A ptiBLtCA (r9,18..1911) l)1ll

ncccrían rlel recucrdo c,le los hornbrcs. t{alrn¿rh Arenclr no era r-rna jrrdíapracticante. pero sentía hacia los capítulos frrnerarios y <le dueio dcl Ka<i-dish

-.jue genr:ralrrentc son iei,-los por tl hijo clel fallccido c en su del.:c

to por el pariente rnás próx.imo-, el mismo respeto que sentía por tocloslos rltos v lrremorias en general; por esos ritos clue scn, como la narraciónde historias, una confin¡ración de 1a continuiclad terrenal.

Años más tarde, Ilannah Arendt escribiría un memorial por su madre,si bicn lo har'ía de lra.ner:a ilidirecta, inseltándolo en lrn cr-rs¿lyo sobr.c 1a i¡c-roira de fulartha Arendt, Rosa Luxemburg. llesumió en una frase algo qr-re

había aprencliclo de su maclre, pero no ciel socialismo de ésta, sino cle suprofrrr-rcla lca1tacl. <<Esa generación todavía c¡eía firurc¡nentc qrre sóio hayun llr2rlr ílrrioi: cl) ]a vir]a.>>t' I-a espr-.cifir:irlarl rlc csta lccciírr. <<s<ilo r¡rlr,r,. noL: oi-,sc,i'ri I lrr:nrrlr lltr',',r,it Lrr:,rr ¡;¡1r1;i.1 li,i.r; ¡.¡,;,r i.n crit¡i,io, i:i 1i:t.:r:i,;ngctteral, es dccir, (lllc url ve¡:cladcrc¡ amol pasióu rlel.¡r: scr rralor¿rdo por crr-cinra ,lc ror]is l:ls ,lcnl,is ,'r,s,rri, no impolta ,luc r.l t urso Jc los lc,,rrlc,.i-mientos prlr.:zca r:onfirmarlo o por el contrario ncgarlo, fue el gran rcgal.rclue rcc:ihiri [{annah Alcndt de su m¿rr]rc. En i911, las dos nu jer.cs, Iunrxs,hal¡ían cscuchaclo el K¿ddish en e1 funeral dc Paul Arcndt. Era el año arr-tes clc que Ia Flistoria Mundial empezata a moldear cle nuevo sus vídas.

coNl.trr,rteclc¡NEs

Hannah Arendt había reflexionado sobre el significado de la paiabraTreue, Iealtad, desde su encuentro juvenil con Martin Herdegger. RahelVarnhagen no es una historia de amor leal, sino de lealtad al amor. En el ten,so, agitado y excesivamente público año de 1948, A¡endt había puesto aprueba no solamente Ia lealtad de su madre sino tanrbién 1a de Heinrich Blü-cher. Cuando clejó el hogar durante clos rneses para irse a New llampsl'rire,Blücher buscó la compañía de los rniembros de la «tribu». Los Klenbort, susaurigos bcrlinescs

-Lottc Bcraclt, Karl I'leidcnreich y l?ctcr: I-[ubcr,-, r¡n

pint<;r'emiglado cle nomble Carl I'Iolty, a quien conoció en Nucva Yorkitn músico arnigo, Kurt Appelbaurn y ru *ui"r Ann", todos lc

"rr,,¡.,0r..,r,.Pero Blücher buscó tanrbién el apoyo de una joven y sensual juclía de pro-ceclcncia msa. Y cuando Hannah Arendt supo que esta amistad se hat¡íact¡ttvcrticlo t,n rrn «affai¡e>) auroroso, su propiir lcaltrrd ftrc pucsta ¿ pr.uctra.

Blücher siempre le clijo a su mujer que é1 era fiel ¿ su modo. A HannahArcnclt 1e rcsultrba tlifíci1 aceptar esro v 1¿ l.rizo muy infeiiz que el asuntofuel'a collocjrlo ¡-,or algrrn,,s,le s,rs auriqt¡s a,r,'lrurr"r, ircLrriclá el ,1uc sc 1ocontó. A clla lc olcn.{ía incluso la puhiiciclarl rnás lirnitacl¿r. lle¡o couro ialnavor partc clc los mi,:rlbros <1e 1a «tribrr>>, IIarrrrah Alenr]t er.r r,r¡r bcrii,nesa dc \Veim¿r', en 1o tocante a las costur¡L,res sociales. Su dcfir¡ición cle

)5. r".rcnJr,..itos¿[,urcr¡rlrr¡rg>>,toIlonl:,tcttrlictiipr.rrleosctrilar/,yt.4).

t,

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ll 181 (193) -195t)

la fidelidad no era estrecha ni marital. Ella daba y esperaba a cambio -ylo recibía-, una lealtad combinada con la despreocupación beriinesa, laGleicbgültigkeit. Ella misma la describió en un ensayo sobre el berlinésBertolt Brecht. «A decir verdad, no existe amor eterno en este mundo deBrecht, ni siquiera la fidelidad de tipo ordinario. No hay nada más alláde la intensidad del momento; es deci¡ la pasión, que es inciuso un pocomás perecedera que el mismo ser humano.>>16 Blücher no escribió nunca supropia versión del credo berlinés; pero está ahí, en el poema <<Doktin», deHeinrich Heine, un poema que posee la misma sencillez iróníca que Han-nah Arendt encontraba en los de Robert Gilbert:

Schlage die tommel und fürchte dich nicht,LInd kiissr rlie i\{aLkeiorrtlcrin l

Das ist die ganze Wisscrschaft,das ist der Bücher tiefster Sinn.

tToca el tambor, mantén tu valor,y besá a las cantineras.Esta es toda la sabiduríay la lección más profunda de los libros.lsT

Cuando supo del <<affaire>> de Blücher, Hannah Arendt gozaba de lacompañía de una mujer que estaba

-según la describió la misma Arendt-

<<dotada de genio erótico». Hilde Fránkel, la amante de un amigo de Han-nah, Paul Tillich, era mundanamente sabia e inocente, como todos aqueiloscon los que Arendt establecía vínculos profundos, y proyectaba ademásmucho calor humano y mucha gracia. Hilde no era, al igual que las otas de<<inocencia preservada>>, una escrito¡a o una intelectual. Tenía la misma ge-nerosidad de espíritu que Martha Arendt, pero sin el senrimentalismo deésta. En ausencia de Anne Mendelssohn Weil, Hilde Fránkel se convirtióen la mejor amiga de Hannah Arendt y ésra le expresó su gratitud en tér-minos nada retícentes: <<NIo sólo por la especie de relajamiento que proce,de de una intimidad como nunca he tenido con ninguna otra mujer, sinotambién pot la inolvidable buena suerte de tu proximidad, una buena suer-te que es tanto más grande cuanto que tú no eres una "intelectual" (odiosa

.palabta) y, por 1o tanto, me das una confirmación de mí misma y de misverdaderas creencias>>.rs Cuando se se ntía profundamente tensa por las va-rias exigencias de la vida política, del trabajo y de las lealtades personales,

56. Arenclt, <.Bertolt Brechtrr, en Ilorubres en tíanpos de oscurídal, ¡:.231,.57. El pocma de Hcine está citaclo en A¡endt, <<Nachworr>>, parrr Ilobe rt C,tlbert, Mtch b¿t

kein Esel in Galoop »erloren (Munich: P\per,1972).)8. Arendt a I¡ánkel, 8 <le enerr¡ de 1950, Library of Congrcss. Irstas carras r,r11 poco car¿c-

terísticarnente íntimas, lueron escritas crranrio l{ilde }rránkcl agonizaba y sc hallaba descs¡,era<1amente lalta clcl afecto y la atención dc Arendt.

I]N ROS'I'RO P]I]VADO }JN LA VIDA PÚBLICA (1948'19'1) fl19)

Hannah Arendt necesitaba al máximo lo que una amiga como Hilde Irrán-kel podía darle, una confirmación cle su yo.

l{annah Arendt había conocido a Hilde Fránkei en Flankfurt, ciutan-te el año que había pasado allí con Gilnther Stern. En Nueva York, Arendtredescubrió á su amiga, cuando ésta trabajaba como secretaria en Self-Help for llefugees (Autoayuda para los refugiados), y reanudaron sus re-

laciones. Paul Tillicl-r, por su parte, había descubierto allí también a LlildeFránkel y se inició un <<affaire>> amoroso que duraría hasta la muerte de

ella, producida por el cáncer, en 1950.

Como secretaria de Tillich en el Union Theological Seminary, después

de ia guerra, I{ilde Fránkel mecanografió los mauuscr.itos sob¡e los que

ambos pasaron mucho ticrlpo discutier.rrlo. I{. H., conro Tillit:lr lhm¿ba a

lllrrr,ri'i ¡\r'c¡rlt, «[ianrr,.rlr rlc IIiltlt>> -' i)rt'll disttirgtrirla Llc sri ¡r¡rrtr;i¿¡ il¡:-

posa, que tar-nbién sc llamaba Ilannah-, se unía cou frcci¡encia;l stls

charlas ala c¡ída de la tarde. Con la ayuda de 1a diplonracia ellctiva de

Hilde Fránkei, H. H. y'Iillich llegaron pronto a un acuerclo, scgún el cual,sus conversaciones serían más valiosas -v menos probiernáticas si se dejabaal margen sus obras respectivas. En ei toma y daca de 1a discusión, Arendty Tillich se encontraban con frecuencia de acuerdo, pero ambos opinabanque la obra escrita del otro e ra imposible . El socialismo cristiano de Tillichle parecía lleno de contradicciones a Arendt, y en cambio, la educación de

ésta en la filosofía existencialista de Martin Heidegger -hacia

quien PaulTillich sentía muy poco respeto- a él le parecía algo que l{annah haríamuy bien en superar. En una ocasión, sin embargo, Hannah Arendt y PaulTillich habían fo¡mado rna alianza, en lctra impresa. En 1942, Aufbau pu-blicó un artículo del escritor «Ullstein en el exilio» Emil Ludwig, en ei que

se sugería la formación de un cuerpo de profesores americanos, ge rtnano-hablantes, cuya misión sería desplazarse a la Alemania de la posguemapara enseñarles a los alemanes a erraclicar las fuentes militaristas de su

autoritaria cultura. Tillich, ultrajado, etiquetó Ia propuesta como .<racismo

a la inversa>> y repLrdió la idea dc Ia existcnci:l dc ta1 cosa como la culturao el <<carácter nacionai>>. Arendt salió en defensa de Paul f iliich cuandoéste fue a slr vez at¿cado desde las páginas c1e Aufbau. Aren<{t apuntó a lalarga historia de afinidad con los irnperiaiismos de Emil Ludwig

-afini-dad con el pangermanismo, con el imperialismo italiano .., Áf.i.u en el pe-ríodo ilc enreguerras-- y le actrsó cle clesear promovcr el inrpclialismoamericano después de la guera (una acusación que resultó profética).Arendt dio rienda suelta a su optinrisnro con respecto a la capacidad de losamcricenos para ver claranrente io <1ue había ocurt'iclo en Alen-rauia, ba-s¿intlose en Lrna reciente cnclresta de la Gallup, segúrn Ia cual, una mayoríacle norteirmericanos e chaba la culpa a I Iitlcr y no a1 pueblo alernán, por losactos de Alemania. Ilste intercambio, y la alianza entre Arendt y f illich a

c¡rle t.1io 1Lr¡1ar', tLrvicr,rn su eco cn un ertícul.o quc T{annah Alendt cscribióal tónnino clc la gLrerra, «Organizcd Guiit and Universal Responsibility»,

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B20l (19)3 -1951)

en el que no se áceptaba la noción de culpa colectiva y en el que Arendtadapt-aba su crítica a la situación alemana de posguerra.5e

Hilde Fránkel se most¡aba tan orgullosa como Blücher de su aleia-miento del mundo académico y de los intelectuales carentes de emotividad.Era una mu¡'er que se hubiera sentido en cása en un salón del siglo xvIII. Sinla carga de las dos grandes pesadumbres de Rahel Varnhagen -su ver-gienza de ser judía y su carencia de belleza física-, Hilde Fránkei se pare-cía más ala gran. amiga de Rahel, Pauline \X/iesel, la amante del príncipeLuis Fernando.La carta que Rahel escribió en 1816 a Pauline Iü7iesel, unamujer que, según Hannah Arendt escribió de ella, había sido <<muy amada,gracias a su gran belleza y a su asombrosa y conster¡¡,rclota naturalidad»,

l)c)(lrí,r nruy bicn ir¿l¡er si,ir, ( scr jtir por Arenrlt a I iikl,: Friink,:]. lirrhcl lil-bía ponderado, dirigiéndosc a Pauline, si acaso existiríl algún ctro <(que co-nociera la naturaleza y el mundo como nosotras... alguien no sorprendidoante nada inusual y eternamente preocupado por el misterio de 1o usual; aI-

guien que haya ama{o y haya sido amado como nosotras; que ya no puedaresistír la soiedad por más tiempo ni tampoco pueda pasarse sin ella... que

haya tenido la absurdamente hermosa fortuna de encontrar a otra personaque ve las cosas del mismo modo y que sea semejante, aunque sus talentossean tan diferentes, lo que haría la cosa tanto más divertida».60 La tremen-da y asombrosa naturalidad de Hilde Fránkel constituía para HannahArendt un incensante motivo de fascinación; Arendt se sentía además hala-gada por el hecho de que Hilde Ia considerara un alma gemela.

Durante toda su vida, Hannah Arendt se mosró capaz, efi prívado, de

una capacidad de comprensión muy poco convencional ante las complejasvidas y amores de sus amigos, como ante la conducta de su propio ma¡ido;pero siempre que se veía amenazada por Ia publicidad, o se traicionaran se-

cretos, ella hacía mutis, fre cuentemente de manera abrupta. Arendt aceptabala relación Fránkel-Tillich por 1o que era, pero prefería no hablar del asuntocon otras personas que pudieran interpretarlo de manera distinta o no com-prenderlo en absoiuto. Cuando üliich visitó a Hilde Fránkel en el pequeñohotel de Cape Cod, en el que los Blücher pasaron varios veranos a fines de la

década de los 40, dejando a Hannah Tillich en Ia cabaña que el matrimoniohabía alquilado en las cercanías, Arendt no se sintió molesta; pero sin em-

bárgo, se sentía embarazadasi se hablaba de los arreglos rle f illich con su

amante o de sus oras citas en la vecindad. En privado y con Blüche¡ HannahArendt podía mostrarse desenfadada

-«Sodoma y Gomorra están en plena

actívidad», decí¿-, pero en público su actitud cra ¡escrva.la.6t

59. La carta de Arendt apareció en Aufbau 8Bf 0942\:6. Arenclr, ..Organized Cluilt an'lUnivcrsal Responsibilty». /eaírh Fron lier, ener<¡, 1945, pp. 19-2) .

60. Arendt, Rol:cl Varnbagen, p. 206.

61. A¡endt a Bliiche¡,26 dc julio de 1950, Library of Congress, r:cfi¡ién.l,rse al ve¡ano dcs-

Künigsbe rg, Prtuia Qrienral, hacia 1900

Martha Cohn Arendt, 1899

['aul Arcntlt, hacia 190()

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E itiffiii'§.i'§*]ffii*arirer¡r¿i;-.' .* ._ -.-.-:r-

I irrrr¡r,,h,\lcnrltLrl ll ,utL;;) co¡I r t¡

n¡,tlrc

Eva y Clera Beerwrkl,:on f Lurn.rh .\rcnrlt(con l! o 16 rrños)

H¿rrnrh \r,'r,lt , un 'rr aLrrr, l,r, M.rr Arr r',lt

Page 19: Hannah Arend - Una Biografia - 2da Parte - Capitulo 6- Un Rostro Privado en La Vida Publica

(De izquierda a dcrccha) Martin Beerwald,Flannah Are ndt (17 año$, Ma¡tha ArcndtBeerrvald, Clara Beerwald, Kla¡a Arendt,Eva Beerwald, Else A¡on Bravle (deknte)

-.--.F_

Marrin Hcirlcgqcr, ) 925 I lr)26tlibujado por Hans,Jonas

(Dc izquicrda a dereclta) rnujcr desconocida,

Hugo Friedrich, l{annah Arenclt, Benno von

Wicsc en Heiciclbcrg en i92fl

El rrovio dc I-l¡nnrir Arr:nrit, llrrsrGrumacli, 1920

(,ilr¡1h, , \irrrr (,,\rr<lt rs)

y I Irrrrt:rlr ;\iur11r, hrr:i.r l')29Flanrrrh Arcntlt cn I 921i (l 8 añus)

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¡Aliffi:li.*dffi ü;ii::i**li¡aili4Jɧ.¿**.. :., ..,. .Y

I(urr BlLrnrcniilcl

[ lcinric]r llliich* v liol,crL(lilbcrt en lJcrlín

Hcirrrich IlLiiclicr

[Jrnnlh Arordt cn 1933i {rnnall Arcndt

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Vaitcr Bcnjernin Martha Arenclt l']ccrwalcl en lrrancia, l94l

Il,rlrr:rlr y II,in.i,h Illii,lrc'..r Nuev.r York. Ir.r,i¡ lo50 (lcrrrrLrl y Krtrl frs¡rcrs cr llrtilc¡ a ¡ni:rli,rrlos ilc l.r.lc1c¡cl¡ rlc 196{)

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Il.rnlah ArcnclL y M:rry McCarrlry

W II. Auden. liotografiaclo ¡,orI{annah Arenclr cn su ¿rpartanrento (le

Rirtrsi,ie l)rivr:. I ()6,/

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Hannah Arendt poco antes de su muerte en 1975

(]N ROS'ftio ]]RIVADO EN I-r\ VID/\ P{iBLICA (I?,18.19'1) 32I]

I.l Tillích a quien atraía la literarura poroogfáfica, el Tillich masoquis-ta, que hal¡ía cstudiarlo clivcrsas teorías psicoanalíticas con cl fin de e xpli-car su conducta, no era, en opinión de FI¿rnnah Arcndt, el verdadero Ti-llich. A e1la [e preocupaba que la publicidad oscureciera todos los nlatices.«Su erótico munclo de fantasía», cscribió Arendt a Lrna amiga años despruésde 1a muerte de Flilde Fr¿inkel, refiriéndose a Tillich sin nomblarla a ella,<<era absolutamente contrario a su inraginación. Él ..r, cle hecho, no sola-mente un teólogo, sino también una persona de gran coraje político y mo-ral... Su conducta

-estaba casado, con todas las complicaciones que ei he-

cho conlleva- con mi amiga [Hilde Fránkel] fue excelente, rnoral, porclecirlo así. Cuando ella se enconti:aba en su lecho de n.ruerte, él no la aban-donó, como habrían hccho la mayor parte ,le 1os "irrdivirluos creativos" cluel;r ,:orro, ít,t;t ir,)\rrft"r). ól:linos 111;rilros lttrrr¡ íltli¡;,ol; i rr a,1rr,-,i1a f¡.i';¡¿¡ ¡,,,1¡ l¡veía a é1 a1lí dilriamcntc. lvlc carrsti una ¡rlol.rrrrr1a inr¡rresión porq¡.re corn-prenclí c¡1e) a l)Lrsar cle todas las posibles ¡relversiclades psíquicas, que a nríme resultan inu)¡ extrañas, é1 era trn cristiano, es <]ecir, un ser capaz cle sen-til amr¡r: cristianr¡. [jn cLianto a nri alniga, no fue innatamentc, ni siquierarealrrrcntc, perverslr; fue solalncntc --¡algo que s.-'da con t¿ln escasa h'e-cueuciai- una pelsona clotada de genio erótico y que, por decido así,1ocornprenclía todo. Aunque é1 era a menuclo muy aburrido, ella mantuvo sucapacidad de ser Scherezada, porque realmente estaba enamorada de estehombre; y é1 la había amado de veras>>.ó2 Hilde Fránkel poseía ia imagina-ción dc un narrador, como Isak Dinesen -otra mr-rjer que amó apasioná-damente a otr-o hombre valeroso, pero maiograclo-. Y Paul Tillich poseíauna imaginación moral. A los dotados de genio poético, Hannah Arendtestaba siernpre dispuesta a concederles el punto de vista de los poetas, se-gún el cual, y como escribiera Auden, .<los deseos del corazón son tan re-torcidos como ios sacacorchos>>.ó'

El conocimierlto que Hilde Fránkel poseía de la naturaleza humana yclel mundo

-que reflejó en historias impregnadas de asombro y humor-

l.ricieron cle ella una confidente perfecta de tlannah Arendt; por su parte,I{ilde le dijo a ésta qlle era «1a única persona de mi vida con quien habiode fr:rma total y con'rpleta>>.6a La relación entre ambás no era) como la deA¡endt con 'I'illich, de natulalez,r intelectual. f lilclc lrránkcl cstimaba a

,rf. ,1" i" n ."r.e cle lIilde i\ank.l. L" "rposa

cle ParLl I'illich, Ilannah Tillich, no fue tal reser-virda; r,éansc sus memorias, Frotn Tí¡ne to li¡ze (Nueva York: Stein anrl Day-, 1973). Por ota pxr-te, eJ biógrafo de'fillich. §(¡ilhclrr Pauck. preserltir -(us «r11.¡ircs>> emorosos clc [o¡r¡a mr:y vcla,lr;t'étsc I'aul lillltclt (Nucv¿ \'orl.-: flarper anrl Ilorv, i97(r).

62. Á¡crrrlt a I 1c,lla Jaensch, 12 i1e junio clc 1 96), Library of ( -ongres-s.61. Are0clt lci cxprcsó dc olra mancra cn srr cartá dcl 12 dc jirnio de 1965 a fle]laJacrsch:

«iiros es un <1ios pocleroso, y aparcce en 1:ruchas foruras; cr tr¡rla lucha salc vcncc,lor, corno clijosóticles v yo esto1, r.lc acucrdo. No cs r,. dc los ¡lran,lcs ,Jioscs ,lcl olinrpo, Afrorlita cs nás grrn-,lcr.

ó'1. Iirrlnkclri\r,lr.lt,siniecha,t:¡.díirclcañorrrrcvo,lq50.l.ibr¡¡yot(ion¡';rcss.

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§flÉ"§l*,iÉd;¡itrrr¡;§si!#,il

13221 (191i 1951)

I

l

I

Hannah Arendt simplemente por ser, como ella decía, «lo que esencial-mente eres, una mu.ier».6t Se inr-ercar,l¡iaron histo¡ias acerca de lo quc arn-bas coincidían que en escncia t,ás interesa a las nrujeres, cs decir, .r, ho--bres. <<Todos los hombresrr, escribió Fránkel en una carta sobr.e la escasacapacídad de Heinrích Blücher pa'a escribir cartas, <<sean maridos o seandel tipo que es el mío [Tiliichl, son como un equipaje. IJna no deberíanunca enojarse, y sin cmbargo, una se enoja>>.66 *Sí», le replicó HanllahArendt expresando la c¡eencia c1e ambas, <<los hombres ,o, un equipajebastante pesado, pero a pesar de ello ulla no lnarcha l¡ien sin ellos* ,;,

cuando l-Iannah A¡cndt estuvo en Europa ert 1919, represe,tando a laJervish cultural Reconstruction, escribió muchas cerrtas, tanto a HildeFránkel como a Blücher. <<No le esc¡ib. ¿r narlie nrás c¡ue a ri y a Nforrsieur,1'c11,; lrtt: (oiltr]]li,l fir)1(iriI rr'1¡1r1i,.11¡¡ 1r(l ir¡c1]{) lllrt..::.c;tt.,t ,,,.rr,,. A 1.,,s,:L ri,:nri[¡uc.adisposición,,síson1asc.s¿syasíhayquerlejadas. LperoIianrbiénpiensr e, Broch.>>68 Flilde se mantuvo en esuecho contacto <:.n Blücher.mientras Hannah estuvo

'iajan<lo, y con frecuencia actuó de niediado¡a v

mensajera. Cuando su zrmiga sc encontraba ap¡cmiada de tienrp,r, esclibía eHildc v le rogaba ciue le pasara la carra a Blücher; cuancl<¡ se-nros*aba inqlrieta porque había ffanscurrido dernasiado tiemp.o sin tener carta de Blü-cher, le pedía a Hilde que urgiera a ésre a escribii l{iide, a su vez, Ia rran-qurlizaba, ayudando así a Arendt a conliar en la lealtad de su n.rarido.Después de que Arendt hubiera e,viado quejas ta, duras a Blücher. clueHilde pensó «debe haberle puesto un miedo infernal en el cuerpo», llideescribió una carta consoladora. <<Monsieur me dijo ayer por teléfono que seencuentra completamente confuso, porque se ha acostumbrado a estarl con-tigo, a vivir contigo y porque no quiere estar solo por más tiempo.>>6e

El viaje de Arendt duró casi seis meses, desáe agosto de 1949 hastamarzo áe 1950, y eso disiocó a los res: Arendt sufría Je nostalgia, Blücherde inranquilidad y a Hilde 1a perrurbaba el hecho dc quc su erfer-meda.lprogresaba, lo que Ie hacía temer que moriría sin vr-,lr,er a ver a HannahA¡endt. Esta trabajeba febrilrilentc en ]a secie cenrral cle la fewisl'r cuitrrralRecorstruction, en \X/iesbaden, y vtajaba en tren por toda Alemauia conpoco clescanso entre viajes y es¡.,erando no tener clue plolonga¡ su estancia.'l'ctría sLrs p.opi.s ,lorivos para ,lcclicarse inrensamente al trábajo co,ro losaiemanes, observó ella, tenían los suy.s: ..los alemanes se esfán sumienrlocrl Ia insr'nsibilidrd y e rr l,r crlrr¡,i,1, 2,,., '

A medida que surcaba las rutas de su antigua patria, asombrada antc ll,r

corrupción v la desespe rar:ión imperantes, t¡¿rlrm:ltizada ¡tor la dilícil si

Frrinl¡el a ArcnJL, 14 cic {cLr.,¡o cic i950. ltbrari, oi(,ongress.Iiránkel a Are¡rtlt, 2J rle encrr de ll)J0, t,ibrary,rf Congress.¿\r,:nJt a I ri¡rkcl. I Je lcbr, ¡u ic l')¡0. l,ibr,uy rrl (.orrqrrs..A¡c¡dt a lrr¡nkel, 2T de tlicicrubre ¡l¡ l a-l 9, l il¡¡¡¡ ¡1,,,Jj ('r,¡ LilrcssF¡iiirl:r'l r r\renrlr, ,l rlc di,:jcnl¡rc dc i919, [,ib¡ary ,rI Lr:,npr ss.r\¡crdt a i'ránkcl,20 Jc rlicierni¡rc de i9,19. l,il¡r¡ry ol ()origrcss,

(r).

66.b7.(¡8.

69.10.

IJN i(()SIlt() PRIV.\l)() l.N 1...\ V1l)¡\ l-'tJIJLI(lA (191,3'19i1) U21l

tuaciírn er1 que se hallaban los clesplazaclos, cortscicrtte del tnalestar exis-terrte bajo la superficie cie las ciudades reconstruidas -y del enLrrme esfucr-zc qur- 1.r,- í:r tor{r -:1 mundc ll3.r? mo-<t¡arse ama.b.[e y cortés, Arendt les es-

crlbía sus impresiones a F{ilcle y a 81ücher'. Su intención era utilizar estas

cartas a su regreso: «Sobre Alernania se podríatr escribir libros, pero yo es-

cribii'é solamente un aftículo>).r' <<'I-he Afrernratl-r of l'{azi Rule, Reportfi-orn Ciermany>> («Las se,cuelas de1 poder nazi, infortle cie Aierlaniar>),aparecído en Cr.¡n¡t¡t'ntar?, en octtrbre dc 19)0, cla cn realid¿td una conse -

cuencia de Los orígcnr:s del totalit¿rismo. Atendt descril>ía los efectos dcdoce años de gobierno totalita¡io sobre el pueblo alemán 1,, en 1o que des-cribía, cncontraba 1a confirmación a su teoría cle que el totalitarismo es((algo nrris quc 1a ¡',eoi'[orna rir: tiranía>>. Irl totrlitai-isr¡r() <<]nit¿l hs i'¿ríccs»

,]c itt'"ji¿ pr;lí'!ic'i. st,t.i;tl r; ¡rri',';ttlir .1,-- iiLi t,,iLi,i,.l. ,'il'i:¡t,,ii ltrr r'r¡llli.lr)¿ ¡'t-

quc .,1as luerzas de autoavLl<1a irrtenras>> [egelier¿lset1 ,r Alcnrani¿ y ni si-qu.ier:a albcrgaba gran.lcs espcrarlzas clc cluc 1a rinica solución qtre le veíaal caos 1rr--lítico -Lura

fc:rlcrar:ión de Estados errroleos, <lesprovista de na-cion¿llisnio y de anticiraJris nociones clc sobcrauíe .-, rlc ¡rt-oriucilse , eyu-clara a. Alemania. «Ni u¡a Aletnania lcgenerada ni una r\lemania no legc-nerada es probable que juegue un gran papel en una federación europea>>,opiraba Arenclt.i2 Esc¡ibió r:ompasivamente sobre 1a incapacidad alema¡apara enfrentarse con la realidatl de la destrucción de su país, o para refle-xionar sobrc los acontecinricntos quc trajeron cc'rnsigo esta tragedia; peroinfravaloró 1o mucho qlle, alrnque de forma precaria, se puede teconstruirsin nuevas raíce s. Ili milagr:o económico de la Alemania de la posguerra es-

taba en pllertas.Hannah Arendt también escribió sobre las impresiones que le produ-

jeron sus viajes a Francia e Inglaterra. Encontró París cn un aterrador de-sr.¡r<-lcn. Apenas funcionaban los servicios públicos t, 1a ciudad parecía<<euorlncnrcnte irrit¿b1e, hostil>r. Arer:dt sóIo purlo relajarse allí en r:ompa-ñía de alnigos como Alexandre Koyré, «el mejor hombre, y el más sensible,que janLírs he coLrocirlo»; arurqLre Koyré yJean Wahi la aprenriaion palaque diera una conferencia en e1 Co1lége PhilosophiqLre y planearon por suc¿itlsa u1r «tortrellino so,:ial>>;'r realrnente excesivo. Arcndt gozó r'eencon-tritlclose con Anne Weil después dc casi diez años de separación, pero lellerttrrtró ver a su en..i¡:a sumicla en uná situación cloméstica muy difíci1;trrrrtr' lirich \(/c,l rt,rrrr, llathc¡ine i\{cnclclssohn sc rescl}tíen p¡ofundamente todavía de sus expericncias de la guerra. «Comprcndí [con ellos] laatmósli'r'a ..lc las obras tcarrales .le Strir-rdbcls.»7{ Só1o cuanci,r llannah

7 1.,\rr.niit a lrriiukti, 4 rlc h:b¡er o c1c l9)0, Library of Co,rgr,.ss.

., '-l \r, r,lt.,.lr, 1.,, r,r:,tl,ur\ uillui,.l.-¡.,'r,r¡,¡,(..."n.r.v,'.t, ",rqt,tt) /,rlL,'crul)rr ¡lc i9rrl ))l

I i. Arrrr,lt ¡ [irár].-cl. ] Jr:,li¡irr¡rLr,: rl.: l!)49, l-ilrrrrvr¡fConr¡i.rss.\,.'r .lr ,¡lr:i¡ 1.. 1...,r., r!L,r.l, i,,Sr,.f rh,,r.,lr',rr,,..-. \rc,rJt r',' ,,.r'rr,.un.l

t¡rr''n I 't'l.rr i,l,r ,r r ltri. h Vrilv 1e ¡rrroeri¡,aba la ¡tacierrcia,.¡,rc Antre Wcil ,lebí¿ t{:llcr con su tan

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ÉÉ¡e&*¡ ¡*¡**{i*,;*a*r".

3241 19J).1911)

Arerrdt revisitó Europa, en 1.952, quedó restabiecido ei vínculo profundoque siempre lahabía unido a Anne §7eil.

f]e todos los otros países visitados pcr Hanrah Arendt, incl'ida suiza,donde todo estaba .,naiuralmente,

", ár.1"r-rrr, Inglaterra "r, a ,i"il. qr.,

en su opinión «ha sobrevivido a la guerra moralmente intacta. Existe unaenorme sensibilidad hacia las tradiciones... [y hacia] una gran historia,pero_en verdad desprovista de chauvinismo». A Arendt le agradó muchover de nuevo a su hermanastra Eva Beerwald, a su pr:ima Else Aron Brau-de...; todo era sehr txett, tatT agradable.i5

Arendt estuvo dos veces en Basilea, visitando a Karl y GertrudJaspers, aquienes,encontró, para su gran alivio, seguros y córnoJos en su nuer,o hogarsrrizo, al <]rre se habían traslaclaiL¡ en 1948. Ilstas visitas ()i.án como Ur-r rerr-ri-r:o tlc su Ílunl.;,:irbttt (irab,ijo .ic pcrr.or;) ¡, la ijejeron .¡jntclit¡¡urcnt" r.."nr»por vez primera dcsde hacía nruchos años. «Filosófica y personalmente, e,especial personalmente>>, se encontraba en casa.7r, Las conversaciones queArendt yJaspers mantuvieron en torno a Biücher lueron parte importante deeste sentimiento cle paz pe'so,al. Eila le dcscribió llliicher aJaspcrs, para de-leite de éste; Hannah llamaba a su marido «mi hogar portátiL>. se inlció unacorrespondencia entre ambos. En la segunda visita de Arendt, Jaspers lemostró una admirable carra que había recibido dc Blücher, quien era una delas pocas personas de fuera de Europa que había leído iu obra enre¡a.Arendt se síntió orgullosa de <<su sabio e inteligente marido>>.

Jaspers le enseñó también a Hannah Arendt su correspondencia conMartin Heidegger. La generosa esperarúa de Jaspers, de que este inter-cambio de cartas cicattizaría las heridas que provocaron la ruptura de laamistad en 7933, impulsó a Hannah a contarle la historia de su romanc.con Heidegger. «Le conté francamente a Jaspers 1o que había existido en-tre Heidegger y yo», le escribió a Blücher. Éste respondió: «¡Ah, qué emo-cionantel>>. Para Arendt, esto fue una confirmación de la apertura de espí-ritu deJaspers y de su confianza en ella. <<Jaspers es totaimente inigualableen la entereza de sus reacciones.>>77 También la impresionó su simpltía porHeidegger; apenas podía creer el cuidado con el queJaspers trataLa de en-contar al verdadero Heidegger, al Ileiclegger que se escondía derrás de sufachada pública. «Pobre Heidegger», le comentóJaspers a Hannah, «aquíestamos sentados ahora, los dos mel'ores amigos que tiene, y lo atravcsamos con la rnirada ldurschschauen ihn)>>.,"8

El reencuentro de Hannah Arendt con Martin Heidegger no fue apa-cible, porque el filósofo no se esconclió rras cle su altiva y-engoños, apa-

Perturbado maritlo que se siutió nruy al.iviada cuando srr anrigir obrrrvo un emplco en el i\lercado(lonrún en Bruselas, lo qtre la rnantrnía separada rnucho ticmpo de aquó1.

7). Arendt a F¡ánkel, 8 tle enero dc 1950, Library ofCongrcss.7(r. Arcnclt a Fniokel,20 de dicienrbre c1e 19i9, Libr¿rv of(i¡nriress.71. Arerrrlt ¡ l3lLichc¡, 18 rle diciembre dc t949, Llbrary of()ongrcss.78. Arendt a lJliicher, 26 de dicíenbre de 1949, [-rbrary oi Con;¡rcss.

tJN R()S]',r{O pnrVADO F:N r-A Vr)A PÚBI,ICA (r918-1951) 1251

riencia pírb1ica. Flildc Friinkel 1e preguntó a ÉI¿innah, jocosamentc, qué vi-sita le había complacido más, la cle Basilea o la de Friburgo. «Me divirtiótanto tu pregur-rta... Sentirse "ccmplacida" pcr 13 visita e Friburgo reque-riría una especic cle auclacia animal; pero mira, esta auclacia yo no la po-seo.»7e }-Iabía ido a Friburgo por <<aslrntos absolutamente ineludibles...

¿Habría ido de todos modos? No 1o sé.»80 Con el romanticist¡o que carac-terizó siempre su relación con Heidegger, Arendt utilizó el papel del hotelpara enviarlc un¿i sencilla notzr, escrita a mano y sin firrnar. Heídegger se

presentó inmediatamente en el hotel y allí empezó a desgranar para ella<<una especie de tragedia cn la que presuntamente yo había participado en

los dos prinrer:os actos». Al principio, I{eidcggcr no parecía darse cuenta<1e cirrc torlo lo qrrc til 'r Iial-rrrr¡]r h¿rl;írn conociclo jrinl,rs <<pertenccía al pa'slrrlo, veinIiciu,-:o r11io..i ait ás>>, ,ic ,iilc <<ól n,-, ttie hulrí,i r,ristr; rlc:;iii: ilací;r nriis

clc djecisiete años». Él estaba avergonzado no por los últimos años de latragedia, que incluían su año rle militancia en cl partido nazi, sino irorlosdos primeros actos; cstaba avergozanclo, como <<un perro con el rabo entre

¡riernas lbe yotrcrte r Putlcll>>.s' Cuanclo finalr¡entc I Icidcgger el.)tró cn citiempo presente y habló con honestidad, Arendt sintió

-como le contó a

Blücher- que <,rcalmente nos hablamos el uno al otro, me parece a mí,por primera vez en n¡iestras vidas».82

F,ste encuentro pcnoso, pero honcsto, fue seguido al día siguiente poruna «fantástica escena>>. Heidegge¡ <<que es notorio po¡ mentir acerca detodo», le contó finalmente a su mujer que Ilannah Arendt había sido «la pa-sión de su vida» y la inspiración de su trabajo.$ Ei arrebato de celos de Ia se-

ñora Heidegger fue inmediato y violento. <<Es, por desgracia, sencillamenteestúpida lntordsdr¡mlichl.» A pesar de las airadas protestas de su mul'e¡ Hei-degger visitó de nuevo a Hannah y la cubrió de cartas y de copias de sus ma-nuscritos. Aguardaba anhelosamente su segunda visita a Friburgo

-pre-suntamente, no po1' asuntos absolutamentc ineludibles-, y cuando supopor ella que no podía quedarse porque la esperaba en Nueva York una ami-g,a moribunda, se mostró comprensivo, ptovocanclo con esta actitud unaprofunda emoción en Hannah Arendt. El filósofo escribió un poema paraI{ilde FLánkel, «For thc Fric¡d of rny Frienrl» (<<Para la anriga de mi ami'8a») y luego una not¿r a Arendt: «Cuando tu más querida amigate espera así,ttr mris querído rriri¡1r.r no d..l>c t-lctencrtc. arrn cuanJo una inminenf e tlespe.,li.l,¡ .c cicr rie strl,r.c,:lr..s, úst.,cr.a cl I It-icl..gg(r.qrr(. I i:rnr¡irh ,\r'cn,lt arral¡.r.

La reacción de Hannah Arendt a sus dos estancias en Friburgo, a laprir-nera v <<a 1a contínuacíón dc esta novela>>. lire una mczcla de sentimicn-

A¡erclt a lrrár¡kel,2 dc n¡arzo de 1950, LJbury ol Cougrc"-s.i\¡,-rr'lt a Irinkel, t0 clc lil¡rcro dc 1950, Library of (iongress.lbtd.Arcrrlt r lJliir:her, 8 ,L: lelrr,.ro dr: i 950. J-ihrrry r.f Cor:,trcss..11¡r'rl.r ¡\Lerlrlr r I,riirkcl, 10 tle fibrero rle 1950, Librery of(iongrcssArcnrlt a Friürkcl. 2 clc r»arzo dc 19)0, LibLrry ol (longlcss.

19.80.ri 1.

82.

Et.8.1

.t.:.i!s&*:;,r,; r

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§Wl§ry1i¡§¡!§¡J*i*i$dál *,.: . r i:...,,,tr . -_,,;J". _

3?-61 (r9)) 1951)

tos. Su le¿ltad a Blüchcr estaba más allá cle toda duda; le contó que habíapensado en él mientras escuchaba hablar a l-Ieidegger y confiaba en que él<<juzgaría correctámente todo este asunto>>.8r Pero 1a situación de Heideg-ger le oprimía el corazón, particularmente su matrimonio, y se pr:eguntabacómo él mantendría su porte ), desistiría de hace¡ declaraciones ruinosas enpúblico sobre diversas personas, Jaspers incluido. Arendt resolvió buscarel consejo deJaspers, viendo en é1, «ia única ayuda». Hannah no sabía loque la reanudación dc la amistad con Heidegger significaría para él y paraella. Pero finalmente decidió que <<en el fondo me sentía feliz por la con-firmación de que estuve en lo cierto al no haber olvidado nunca>>.86

Ifannah Arendt consideró esta confirmación como una seña1 de rlrrehabí¿r obrado correctamente pcrmanecicndo ]cal a un hombre cuya ímagcn

1,irl;1ic,i , i.t rii:tfitit.¿l a irl i:tir,,rtl,,t, t¡u rlifct.l'tt.ir rr()rn() la itirrip,itr,ici,,n r,:,.;taide Parrl'l'illich lo era de su ¡run,[o de fantasía. I{eicicgger c<;nfirmó cn r:l1a

1o que Ilarrnah Arendt llamó, en Lrna cartÍl a IIikle Fránkel, «el nivcl deapasionamiento y honestidad en que una vive>>.87 Arendr encontró su con-vicción auténtica eq una rnáxinia de Balzac qirc utilizó como epígrafe de srr

ensayo sobre Isak Dinesen; Le s grandcs passions .tont rarcs cotnme les chefs-d'Oeuure (<<Las grandes pasiones son tan infrecuentes como las grandesobr¿s maestras»). Pero cuando escribió su ensayo sobre Dinescn, a finesde los años sesenta, pudo añadir una irónica reflexión: Isak Dinesen fuellarnada Titania por su amante, y como la Titania de Shakespeare, era ca-paz con toda probabilidad de caer en un espejisn'ro y enamorarse entoncesde un asno. Arendt terminaba ei ensayo con una máxima de su propia co-secha, que denotaba la comprensión a la que accedió veinte años despuésde su reencuentro con Heidegger en 7949: <<La sabiduría es una virtud dela edad avanzada, y parece alcanzar sólo a los que de jóvenes no fueron nisabios ni prudentesr>.88

El viaje de 1949 a Europa, la serie de reencuentros que ailí tuvo, fue-rotr la recompensa por los años clue lJannah Arendt había pasado maote-niendo sus amistades por carta o en el recuerdo, mientras trabaja et Lo.r

orígenes del totalitarisruo.Desde el final de ia guerra había deseadc. haceteste viaje y se había preguntado cómo resultaría. La liuropa de sus amista-des era el presente, el hogar que la sostuvo mientras trabajaba para el fu-turo de Europa, rliranclo laboriosamente a sr-r pasaclo. l)esdc las proftrncli-dades de su Europa personal, había cscrito un libro que llcvaba utr

epigranra sacado de \a Logik de Jaspers: «§Tecler dem Vergangenen all-heimfallcn noch dcm Zrrkünftigen. Ils korilr¡t clal'auf an,.¿afil. gcgcnrviirti¡¡

Arcndt a Blüchc¡ 8 de feirrero Jc 1950, I-ibrary ofCongress.Arcntl¡ a I-riinkcl, 10 ,li: {r,brcro i1c 1950, I-ibrar'y ofC,rngress.Arenclt a lirinkcl, 2 rlc nrirzo (le l9t().ArenJt,.lsak l)inesen>>, eo Ilo¡ll¡r"'r e/x t/rilipo.\ rlt orcurilucl.

UN Ii()STRO P1TIVADO EN I,¡\ VIIIA PÚBI-ICA (1918,i95i) L327)

zu sein.>> («No cedas ni al pasado ni al futuro. Lo que importa es estar en-teramente en el presente».)

Para Heinrich Blücher, estar enteramente en el presente era una tateacasi imposible. Sin un empleo, sin un foro público o un círculo compara-ble al cle sus camaradas brandleristas, reflexionaba sobre la situación delmundo. Antes de su <<tormenta mental>> <le 1948, se había ocupaclo en va-rios frustrantes proyectos. Redactó una declaración para una <.League forthe Rights of Peoples» («Liga por los derechos de los pueblos»), pero nohubo grupo aiguno que acogiera su idea de defender el derecho de todosa «la vida, la libertad y el rabajo creativo>>.8e La enmienda de Blücher a lamáxima n-rás ilustre cle su país adoptivo, clrenta la historia de sus propiosdeseos. I',i trabajo creativo era la felicidad <le que carecía, aunque compar-tJri L:I tliL;l jtr Li,: i: [,,¡rr,r]1 .1\¡t'irrlt l,iilit piodlri,jf Lo.r orígrlts ¿lr:l /,¡i¡iilt,vt:stnc¡. Unt serie de enclrentros lelices camt¡ió la situación de Blücher, quienhalió finalmente su oportunidad en ei invierno de 1949-lL)50, en los mis-mos meses en que Hannah Arendt recibió sus confirmaciones en Europa.

I-il pintol Alcopley, qlrl: era tarnbién el tnédico e investigador científi-co Alfred L. Cople¡ ilegó a Nueva York con el propósito de <-lecantarse, en

su doble camera, dei lado de la pintura. Alice, la esposa de Joseph Maier,l1evó a llannah Arenclt a conocer a Copley. Éste recibió a sus huéspcdes ensu apartamento de una sola habitación situado en Riverside Drive

-másbien parecía por su tamaño un gran armario ropero-. En este apartamen-to, Copley se había alojado con todas sus pinturas. En semejante espacio,sus dos huéspedes constituían multitud. Pero a la amplia luz procedentede una gran ventaná que daba al Hudson, pudieron contemplar los cua-dros. Hannah Arendt se sintió entusiasmada y le preguntó a Alcopley siacaso podría raerse a su marido Heinrich Blücher para que viera las pin-turas.

Blücher rcalízó esta visita en el otoño de1945, cuando ya Alcoplcy schabía trasladado a un apartamento más espacioso y establecido su activi-dad de investigación en hematoiogía enla Universídad de Nueva York, enWashington Square. Los cuadros le causaron tanta adlniración a 81üchelque trrgió al Doctor Alfred L. Copley a convertirse de lleno en Alcopley. Eir¡édlco no aceptó el consejo de Bliicher, pero el pintor se convirtió cn unadestacada figura púbJica cuando se unió a otros once artistas para fundarel Ilighth Street Cl,rb.

En 1948 un grupo de artistas que se denominal¡an a sí misnios expre -

sionistas abstractos -Baziotes,

l.Iare , Motherrveil, Rothko y Nel.mann-había¡.r irrndarlo una escrrcla, «The -§Lrbjects of thc Artist, (,,Los tcm¿rs clel

^,...49. Urrrtr¡ns(ril)Lión.lclapropuesradela..LeaguefottheRJghtsolPcoplesrestácnlos

Ólu(l¡er lr,rl\crs.ll,rrJ(.oll,pcLihr,r¡r.lrlnr.rnu..¡.it!'n,,licva1,,tra.1."ro¡'.,r.¡¡(lrcl-:,yr¡narcItrcnL¡r : I rrtirrlu err un¿ !ilrLr dcl') rle junio rJt 1917 cscrÍt¡ p()r Iltuuann Br<¡cir,i II:rrrr¡¿irAr'r',lt I I l. ljrorlr. Bricft,c,l. Robcrt pick (Zurich: llhcin \¡crl¡;, i957), p. j521.

85868788

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§@ilü5&*&drer¡5e&i&*tud.á&..É .ifsn¿&6.5&,&,:

D28) (193) -195 r)

artista>>), en el nírmero 15 Oeste de la calle (Jctava. La escuela se hundiófinancieramente al cabo de un año, pero su popular serie de conf'erenciasde ios viernes por la tarde continuó cuando el ático de la calle Octava fueocupado por otro grupo y bautizado Studio 35.Las conferencias eran tam-bién una actividad importante de un tercer grupo, los doce miemblos delEighth Street Club, fundado en L949.Para elinvierno de 1949-1950, el ci-cio de conferencias del Club, en las que los conferenciantes eran, con ma-vor frecuencia filósofos y críticos que artistas, era tan conocido como elomo ciclo, el que tenía lugar algunas casas más abajo, en el número lI Oes-te de Ia calle Octava.eo

Heinrich Blücher se unió a las filas de los conferencianres del club másbien accidentalmente, y con mrrchas reservas en 1950. IIn atardecer frrc a,,,isitar ir .Alco1:1c1,---:1 uu llLlc\/4,

1.., lcttrr al):t.r'tllnlcrrio <1,.:i t¡,:.ijr:o lrinili, r,1

sur de (]reenu,ich Viiiage- en el rnomento en qlle éste sa1ía de casa con elfin cle ir a cscuchar a J.oseph !'rank y Meyer Shapiro, quienes discrraríansobre la Psychologie de l'Art, de Malraux. Blücher, que conocía l¡ien estelib¡o, fue invitedo qor Alcoplcy a acompañarie a la conferencia. E,n e1 lo-cal r.-lel Eightlr Street Club encontralon a unas cincucnta personas (lucaguardaban con impaciencia la aparición de los conferenciantes. Cuandoquedó patente que su llegada había sufrido un gran retraso, Alcopley su-girió a sus colegas, entre quienes figuraba el escultor Philip Pavia, que 81ü-cher supliera ia ausencia de los conferenciantes. Después de mucha nego-ciación, Blücher accedió, si bien con la condición de que se 1e dijera aIpúblico detalladamente los pocos deseos que senría de hablar y lo total-mente falto de preparación que estaba para hace¡lo. Alcopley fue el en-cargado de inroducir estos datos en su presentación prelirrinar. Cuandohubo acabado, Heinrich Blücher procedió a dar una briilante exposicióny crítíca de la obra de Malraux. Posteriormente, le comunicó a HannahArendt el aconte cimiento, en su no demasiado seguro inglés: «They gothold of me and I run the whoie show. Es war ein überwaltigender Er-folg».e1 Los miembros del CluL¡, encantados, invitaron a BIücher a darotras conferencias, en las que habló a iocal lleno, cosechando más «éxitosabrumadores>>.

Para Blücher, estas charlas supusieron un giro en su vida profesior.ral.E1 Eighth Steet Club le proporcionó un lugar donde hablar y, como dijoAlcoplcv, <<gracias a cllo aclc¡rilió confianza en sí mismo>>. AIpírblico clel

Club las confcrencias de Blücher le parecían fascinantes ¡ 1o que era deigual importancia, enconffaron inteligible su inglés, pese a su fuelte acen-

90. Para infonnrción más detallacla accrca tlel llighth S¡¡eet Club, r,éasc l¡ving S¡n,]li:r, 'll¡''fniumpb of Amert)ca» Painting (Nueva Yo¡k: llarpcr & Row, 1970), pp. 212 ss.

gl. llliicheraArend¡,22defcbrero<lelg50,l,ibraryofCongress.Estcéxito¡enovólascncrgías cle Rlüchcr pata el Lrabajo. quc tambitln h¿bían ¡ccil¡it1o un gran estíurul,r graci¿s ¡ 1¡ co

r¡c-rponclenciir con Jaspers sobre la sc¡ic: iniciacla por Arenrlt «Grcat l,,lrikrsophers».

TjN ROSI'RO I'RIVADO IiN LA VIDA PÚ81,I(]A (1948.1951) 329I

to exmanjero. Blücher publicó incluso una reseña de dos libros sobre esté-

ttca e¡ Saturday Rauica of L¡terd ture, el único artículo quc publicó cn toda

su vicla. E1 siguiente año, Günther Anders, quien había decidiclo volversea Europa, arregló 1as cosas de modo que Biücher 1e sustituyera en el cursoque estaba dando en la Nerv School for Social Research.

Uno de los objetivos de las conferencias de Blücher sobre la fiiosofíacle las artes era <<estimular la participación en actividades cuiturales, pormedio de una interpretación responsable de las obras artísticas>>. Aquí se

hallaba en el terreno po1ítico que le era más grato. E1 arte moderno, procla-

maba, <<es e1 enemigo común de todas las clases de tiranía». Bliicher teríalaidea de un «cstilo cosmopolita» que resultaría adecuado para las experien-cias por todos compartidas, para <<experiencias humanas de toclo el mun-r1,i,>."' Jll iilr',,t lrl¡a .rl();ios;r1'rir'ntc, l)ara sLr-§ fltscitra,],,s r,uc{ir,tr,:ias, r:l ,,clcsctl-

brirnicrrto cle Lrn nrr¡lldo llucvo)> licvado a cabo 1-,or artistas ct,rtro Cézatrnc,

Picasso, Kalla. I lannah Ar:cndt lc contó a Kurt llluurenfcld, con el mist.no

gozo, que su marido se había asomado a su proPio lnundo nuevo: <<"F{e

has come into his own", colno bellamente se dice en inglés». («Se ha en-

colltrado a sí mismo»).elBlurnenfeld había escrito dcsde Palestina. «Cuando llegó tu carta>>, le

respondió Hannah Arendt, <<estLrvimos hablando de ti durante horas. Tú yHeinrich sois realmente las dos únicas personas que conozco enteramenteapartadas de la concepción burguesa del éxito y, en consecuencia, gozáís de

una mayor comprensión de los seres humanos». No se dejó en el tintero ei

éxito del curso de Blücher en la New School: «Le complace y ha recupera-do aquel antiguo contacto inmediato que establecía con la gente y que du-tante años (en un estado de melancolía provocado por las cámaras de gas)

había perdido. Ocurre tan raramente que los humanos podamos ayudarnosmutuamenre; pcro en nuestro caso. pienso que es realmente cierto que am-bos apenas hal¡ríamos conseguido sobrevivir el uno sin el otro>>.ea

FUN¡¿r,nNloS l,,tRA uN rrrt-osoFAli ruluRo

Cuando Ilannah Arendt 1c cscribió esta etrfí.rica carta a Blumenfcld,Los orígenes del totalitarismo acababa de aparecer y había recibido ya críti-cas entusiastas. I-os largos años de rabajo habían tenninado y con ello Han-nrh Arendt rstaba ya ¡',,:epalada 1,,ara el salto siglricntc. Pe¡o no c¿rrecía de1o que Randell Iarrell llamaba «tu sentimiento de vacío al estiio de Otelo».'5

q.'. [s,r(J..,'il,,r.,n,sJrlucrrrrs.s(ir.,rrrr,rná,las,l.l¡,r,r,rrnra,lc]a\r.r'SchuolIurSo¡l:rl I(e:crrrlil,.r.r "rll-5). ll¡rlí,ulo,j.l.r,.rr,.l¡-yl(,,icu..t.r..,iá,ncl :rrlrl,'o,l"l lT,lcrL¡ri..

91. Aren<lta llhrrnenfeld, l de abril rlc 1951, N4arbach.91. 1l.i,!')). JaLLcll ¡ Ar:rrrlt, sin fer:lr¡. ca., 195 I, Lil¡rarv,ri (lorg'css.

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tl101 (19)) 1951)

Las vacaciones dei verano anterior, en 19,50, las habían pasado en Mano-met, en Cape Cod, donde Hannah Arendt había vuelto a su trabajo <1espuésde los mcses agotadores de la agonía de Hilde Fránkel. Alfred Kazin v rinaamiga americana de Flannah, Rose Feitelson, la ayudaron a corregir la ver-sií'¡n final del manuscrito de lor orígenes, y Arerrdt tuvo tiempo para leerranquiJamente, por primera vez clesde que llegara a los Estados Unidos. «Loestoy pasando maravillosamente>>, le escribió a Jaspers en julio, «leyendo a

Platón -Politikos,

Nomoi, La República-. Poco a poco voy recordando migriego. Escucl.ro mucha música. Y veo a amigos. Ho¡ inesperadamente, tele-fbneó lAlexandrel Koyré, una gran alegría».e6 Otros amigos, como Tillich,Richard Plant y Adolfc Lou,e, un economisra, los yisitaron y juntos lel,sronen krs periódicos las noticias sobre el pcligro de otra guer-ra.

llrrnnr,li ,\rt:,l,ii ir. lr,il¡íli cscrirr: ¡ -J¡:,i,eis ,,i ,li tl,: jrini<;, , uirrilr) ll,lparaba su partida par;r Manonret: «L)escle ilyc¡, i)or 1a ciudacl cor-ren 1-nu-

chos run¡or-es <1e guerra. Nosotros no lo crcernos, pero con ia lJistoriaMundial

-con esa l{istoria Mundial descoyuntada, en cualquier caso-,nunca sc sahc>>.e7 El,ejército de Co¡ca deI Norte, con todo el apoyo cle laLfnión Soiiética, había avanzaclo hacia e1 paralelo 18. Dos días después delenvío de esta carta

-siendo la Historia Mundial 1o que es- Truman

anunció que las fuerzas aéreas y navales norteamericanas serían enviadasen ayuda de Corea del Sur. Esta situación robusreció la resolución de H¿rn-nah Arendt de completar la obra que estaba empezando, un estudio de loselementos marxistas dei totalitarismo, que debía conducir a un análisisdel estalinismo. Como preludio a su libro, más extenso, y como resumen delmismo, preparó una conferencia, «Ideología y terror>>, que sería pronun-ciada en noviembre, en la Universidad de Noue-Dame. A fines del verano,Los orígenes del totalitarismo, estaba compleramenre «inglesizado» y dis,puesto para ser enviado a su editor, Robert Giroux, de Harcourt Brace, envista de que Houghton Mifflin, siguiendo ei consejo de un historiador .leHarvard, 1o había rechazado.

El anfitrión de F{annah Arcndt en la Universidad de Norre,Dame elasu amigo \X/aldemar Gurian, el editor de Reuiett of Pohtics. El buen humory Ia ¡taz veraniegos de Arendt afortunadamente no la habían abandonado,pues tuvo que aliviar la tensión del pobre Gurian causada por la trascen-dencia pública de la visita de Hannah. <<Gurian>>, esclibió ésta a Jaspers,.«me llevri de un l¡do para otrb, temeroso y tenrlrloroso, porqile cra la p.r:i-

mera vez que una mujer se había encaramado a7a ribuna de este católicolugar. Gurian suclaba, literalmente , de ansiedarl, en un día de frío polar: y

tanto nre clivirtió vcrlo ¿sí quc rnc olvicló complctamente de nri lrabitLral ac-

ccso r,le micdo escénir--o>>.!'8

96. Arenrlt a Jaspers, I 1 rlc rLrlio ¡le 1!)10, A,[arl¡rclr.97. i\relrl¡ a.Jaspers,2) il.- junir; cle I 9)0, Nla¡:L,ach.

98. Á¡r:nclt a Jasper"^, 2) tlc ,licicrrrl¡¡c dc .19-50, Ma¡bach.

LrN ]i(-)S]'li() Pl(IVAI)O llN LA VID:\ PLIlil-l(-lA (194S'1951) i131)

Hannah Arenclt continuó con §faldemat'GLrrian una discr-rsiór.r qrte ha-

bía iniciado con el socióJogo de Yale, David lüesmau, tniembro del glu¡roamcricano dc ],rdah Maqnes"'l-anto Riesman como Grrri¿n, ai lee. l: ter-

cer¿r parte cle Lo.r orígenes d.el totalitarismo, todavía en su versión Inanus-

crita, pusieron en cuestión uu tema, es decir, si acaso el análisis cle Arendtimplicaba la. inevitabilidad del tr,talitarisnio. Aunque la autora no preten-

día haber c-lescubierio los .<orígenes» cicl tc¡talitarismo en Lln senlido cau-

sal estricto, i:l títu1o <le la obla y la pauta ,.1ue aunaba strs pártes parecían

razones sulicientes en 1ávor de una especie de determinisrno. 'üTaldemarGurian, que como t.nrrchos LrIros elrropeos -por

ejempi<l Eric Voegelin-,estába acosturlbraclo a consi,-ir:rar cono crrtcial la cUmensión espir:itr-ral de

los fcná.rncnor; políticos. por..¡tra rlle cl tr,Lr¡litrt:i:;mr.l era r.;l ¡rrodrtcto Ligi-ctt,-1ci ¡,.,r:Lii,rr.it.lrt() ilr,(1ct1,,. J rr Ii:rrtir: li,,r rr,r1 '1,]íii,:l¡ rlt: i'L:r;iir,1l Air.:t¡t1t

dcscriirlal.r¿ la cslriiitr,alidacl err olriniírrr de Waldeniar (luriatl. P<¡r oti¿l

par:te, David Ricsman, h¿rcíendo rtn¿r valoracitin rttás ctr¡rílica, como es

costlrmbre err r:l canrpo tlc 1as ciencias sociales nortcamerit'anas, crrcstionólas afirrnacioncs de Arcnclt accrca cle I totalitarismo iibcrhau¡tt (<<rrn gcne-

raJ»). Con muchas vaf ial)tes, estas dos formrrs cle clítica fueron tí¡ricas de

las reacciones que saludaron el libro de Hannah Arendt cuando éste vio laloz en L951; una terce [a forma «revisionista>>, clc olientación mer;<ista, snr-gió al aparecer ia segrrnda cdición rle Los orígette s..., en 1958, después de1

fin de la era MacCarthy.Cuando David Riesr¡an leyó ei manuscrito de la sección «Totalitaris-

mo» de Arendt se encontraba trabaiando en un libro cuyo título provisio-na1 era Passic.¡nlets Exi.rtence in America («Vicla sin pasión en Arnérica>>).

Riesman deseaba que Arendt contlibuyera con un capítulo histórico, quetratase el problema del cambio de la est¡tictura del carácter en el mundooccidental. Este pr:obiema, no obstante, requería una mayor base metodo-i(rgica de la que Flannah Arenc{t jamhs pudo l'racer gala, y el libro de }lies-man, finalmente tltulado The Lonely Croad («La muchedumbre solita-ria»), y cluc tenía collo coaLltores a l{euel I)enney y a Nathan (llazer, vio laluz sin el capítulo de Hannah Arendt. Las diferencias en sus análisis se ha-cen visihles en los rlctallaclos comenrarios qrte hizo I(iesman clel manusr:ri-to de Arendt; sus interrogantes apuntaban a datos que evidencíaban laexistetrcia de una flcxibili<lacl y tn az^t cluc escapaban a la amplia visiór.rcle A¡crrdt de clemcntos cluc cr:istalizarr en iorllurs totalila¡ias. I}-r una clesus listas de cuestiones, como posteriornrente en una reseña cle Los oríge-nes tle/ tot¿litarísntr¡, en Comnzentrrry, Riesuran dijo: «Uste<i tiendc [...] a

dar 1-,or .\clrt¿r(lo que Stelin y ÍIitlcr sc.n nri'ls r:¿lcLrl¿r<lores de 1o ciuc ¡'o pien'so quc cs ci caso f ...] Ustcci cxplica com,r política, 1o.1ue cs en p,trtc el re-sultado clc u¡ elal;or¿clo ¡,complcjo pactr-r institr-rciona.l». Y de nur:r,o: «IJs-ted da por se¡rtado t ..J-,1ue lir, ,-roii, sal¡ían a1 principio lo que tlucríatrconse.qtrir al lir,.,rl. ¿'l\caso l1o crllu cor:no unos jr'»,cnc:; íL(¡ric1.os qttc s,illllll1rilll r-lllos por--r'rs cscaloncs y l)rira clrricrr:s lle¡¡ar a 1c, alto.lc la escal,:ra

, ,]l:t."1üh;:^

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;&tfLr;a6§xisi*.;¡i*;e,¿... . . .,...-iF-

(19)J -t 95 1)3321

constituye 1a cosa más importante ? Cuanclo lleguen ¿r estr: punto, dccidiránqué próxinio paso dar 1...) y llamarán en su auxiiio a Ios experros apropia-dos>>.e' Cuando más tarde Arendt reconsideró la importancia que para elfuncionario nazi individual tenía la consistencia lógica de las ideoiogías, enEichmann en Jerusalén, apuntó al gran papel que jugaron las diferencias 1o-

cales en las comunidades europeas, así cor.no la casualidad y la anrbiciónburocrática, en la ejecución de los planes nazis. Pe¡o en su obra tardía, aligual que en Loi orígenes del totalitarismo,insístió en poner de relieve clvasto <<sentido superior>> dc las ideologías totalitarias y los calculad<¡s es-fuerzos de los líderes totalitarios para «probar» este sentido superior rc-hacienclo la realidad y cambiando la naturaieza humana.

Fue Ia expresión «cambíar la natrrraleza humanarr, la que pcrtLrrbó a

cL'írir:os cornr: \"r¡],li-ilr:i r ('r, i,,,, ., l'r \,',i,-Hrlin. iii:i-l,:j;r1-,:i.:l i,ir,, l rlr'rsprofirndo de la visi<irr de ¿\r'c¡rclt, 1as cate¡lorías cxistenciaics qrre inior.ura-ron sus libros desde el princiirio al fin. ltl1a veía el totalitaris¡ro corno lanegación completa de los requisitos espaciales y temporales de la libertad.L,rs i.leologías totslitrrias clcvoraban tanto c1 pasado como e1 futuro, cotr-\/rrtiirn e[ pasa,lo en nritos como la Naturalcza o la I{istoria y bc,rrlaban 1a

imprevisibilidad del futuro con imágenes milenarias de las realizaciones decsos mitos. El terror totalitario err los campos t-le concenu¿ción clemoliótodos los espacios que hacían posible el movimiento y Ia interacción hu-manos. Tanto la líbertad de pensamienro como la libertad cle acción, desa-parecieron. Arendt formuló explícitamente estas afirmaciones fundamen-tales en su ensayo «Ideología y teffor>>. Con pinceJadas tan seguras y tandíáfanas que maravillaron a Kurt Blumenfeld

-.<realmente se trata de una

obra maestra de análisis político»-,100 Arendt sondeó sus temas:

Las ideologías pretenden conocer los misterios de todo el proceso histó-rico

-los secretos del pasado, 1as complejiclades del presente, las incerti<1umb¡es del futuro- a partir de la lógica inhe¡ente en sus respectivas ideas...

Presionando a los hombres unos contra otros, el terror total destruye elespacio que existe entre e1los; compara,lo con las concliciones que crcit estcanillo de hierro, incluso el desierto de la tiranía, en la medida en que cleja ai-gún tipo de cspacio, aparece como una gámntía de libertad.t01

La combinación de icleología y terror demolía el mundo cornunitario yde senticlo cotnún, cl mundo polítir:arnente asegulado pr:r lcycs y social-mente por distinciones ocupacionales, propiedad, diferencias individua-1es, lazos plivados dc amistad, objctos fabricaclos por el hombre. Aren,lt

99. llits¡ranaA¡enclt,Tdejuirio.1,r19,19y8dcjuriorlc1949,i,ibraryof(,ooÉrcss.Lare-scña de liiesnr¡n óc Otígcnes apareció cn Corumentary, al¡ril 195 1. p¡t. i()2:)l .

100, Illrrnrcrfcltl a Arendr, 12 r1c rnayo dc 1951, N.farhach.l0l. r\tcndt,,,ldcology arrrl'Icuor>,, ilcueit afl'cilrticr, lirlio,lc l9)].1;1-r. J0l 27t csrc.',r'

srlo fuc Lrtiiizarlr como c¡rílogo a 1a cclicirin ,le 1958 dc Orígcttt.

I]^V iIOSTRO PIIIVADO I]N I,A VIDA PÚBLICT\ (I9.I8.19'1) 3)3)

clescribió este «dominio total>> sin precedentes en ausencia de cualquieridea de mejora de la natlrralcza hurnana, precisantL'ltte [)or(lue ella centrci

su atención en la propia agresión más profunda. Esta es Ja lgrcsión que

efectúa el totalitarismo contra las concirciones esenciaies cie ia vícia huma-

na, es clecir, un presente en el que pensar, un espacio en el que actuar'En una extensa y meditada reseña dei libro, escrita pan ITeuietu of Po-

litics, el filósofo político Eric Voegelin se asombraba de que l{annahAlendt pudiera pensar cn una cosa tal como que fuera posible un «cambio

en la naturaleza hufirana>>. .<Una naturalezat>,Ie inforn-raba a Arendt, <<no

puede ser cambiada o transformada; un «cambio de naturaleza>> es una

contradicción en sus p1'opios términos; amañar la <.naturaleza>> de una cosa

si¡¡nifica clt:struir la cosa. Concebir la iclea r1e cambiar la natLrraleza del

1i,.,nti,'t,: (,,,1e cUalilrriCr trlle coSlt) cS itn sítrio¡t:t ,lcl i¡cls,, itltc]i:ct.rra] tlr ]¡civilizaciír;r occiclental>>. Arertclt le replicó a su cr.,tnparicro rciugia(lo de

Alemania:

Lll óxito del totalitarismo se iclentifica en una liqui.lación de l¿ libertacl,couro rcali,larl política y httutatla, l.¡rucho tnás radicai rlue nada dc io que ha-

yan.ros conocido anterio[mel]te. Bajo estas condiciones, será de muy poco con-

suelo aferrarse a una naturaleza humana inmutable y l1egar a la conclusión de

clue o bien el h<¡mble mismo está siendo destruiclo o bien la libertad no es una

cle 1as cualirlades e senciales del hombrc. Históricamente, conocemos la natu-raleza del hombre sóio en 1a medida en que dicha naturaleza tiene existencia

y ningún reino de esencias eternas nos consolará nunca si el hombre píetde

sus cualidades esenciales.l02

Voegelin había dicho que el retrato de Hannah Arendt de Ia clescom-

posición polítíca y social era convincente, pero que la autora había descui-dado la consideración de 1as diversas reacciones ante este fenómeno; reac-

ciones cliversas que están <<enraizaclas en el potencial de la naturalezahumana más que en la situación misma>>. Si ella hubiera llevado a cabo este

análisis, g,.r,rábo Vocgeiin, se habría dado cuenta dc qrre «la enfe¡medadespiritiral dei agnosticismo es el problema peculiar de las masas tloder-nas» y hubiera buscado en eso 1os orígenes de1 totalitarismo' Cuando acu-só a I{annah Arendt de entcnder ma1 las in'rplicaciones de la frasc «cambiode la naturaleza humana>>, la estaba ácusando de haberse contagiado decsta enl cfnreclacl espiritual.

I-Iannah Arcndt estaba inte¡esada en el fenómeno -en 10 qlre se ob-

scrva-! y no en una supuesta re alidarl subyacente ffas el fr:nómeno, unanatitralt:z?r ocLrlta o una esencia invlsib]e. (luatrclo se refilió a un <<canlbioclc la ¡atuL'a1eza humana» qLriso decir rLn catnirio cn lts courlicioncs huma-nas quc fur:ra 1o bastante raclical para hacer imposible e1 ejcrcicio de cua-

i02. I..arcscr¡i|cBricVot:llelinylarúplir¡rle ¡\r.'c,ltl-rtcr,»publica.l,rrr-,r¡1rp¡¡.v:r.l.Poli/¡¿r, crrr:rr¡ clc 19)3, pp.68.8),

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I.ll4l (193) 1951\ l.rN liosl'11() l,Rlv,\lJo llN l,\ \,¡11)A Pllllt.l(lA (1948-195 1) Ú)1)

sóficas dc Arenclt cn la clécacla de ios años cincuenta, dc su ensayo «Ideo-lcrgía y te rrL)r», cie sus cnsayos rccogi(los ut E¡¡t¡t: L:l pt';ttlo y el/uturu y t7e

su obra La ¡¡n¿licióu humana.lgr.rairrente irnportante [)ara sLl trabajo tarciío i'r¡e oirtr tipo ,-1. plantca

niiento ¿cetca cle ,,la natttraleza htrtuanarr, procedente dc liberaies colnt-,

David Riesr¡an. En uncr dr: sus comentalios en relacióir al manuscrito de

Arendt. Rjesman aplrntó rlue ias páginas de esta autora ei1 torno a la bur-guesía etan tan r:luras como las qile cscribió en tort)o al «populacho» y «la

élite», es dccir, scrt-.re p,rL¡pos qtre odiaban a la burguesía txnto colllo odia-ban a los jurlíos. <,Ac¿so>>, sugería Riesman, «lo que te lieva a esta postura

es el dcsprccio hacia la cobardí¿ de demasiada gente cle la que clescribes.

A nrí me llarece, sitr enrbargo, quc no puecles pedilic a l<>s .setes humanos(irra scalt Irért-t::. :,ir¡,r ,;o]itlrt'n1r'(lir('r('i.r()tI(rzt:illr i'1 hr:l'oísllto v (llle se[)aJl

u{r l)oco nllts rlc J,r 11t.t,,, s,tlrctt at'r:rc,t c1c lo ,ltte esritl it,icit ttrlorr. "'l:]sta clrrit:a, quc tuvo rttuch«r.:co tl,.traLtte l¿ controtersia suscit:ttla por f't.cb»tann

en Jerusalén, constituía una t¡eclida c1e la ir.rquietud qr-re les causaba a ¡nu-cl¡os libcrales lr trociirn .ie .socicdird de trtasrtsr>.le Ilarlnali A¡cndt' «Para

1a scñora Arendt», cscribiít el sc,ció1ogo Philip l{ciff en lourual ol lleligion,.cs Ia bulguesía, como estilo de vida y conro arrna política, la que se ha.,,rrelto radicalmcnte rnaligna... tlna conffasenlbianza del puritano de ciase

rnedia de [Max] \Vel¡er>>.'u7 Esta controversia continuó en públlco, en unencuer)tro organízado por el Arirerican Comtnittee for Cultural Freedorn,el 28 de noviembre de 195 1. David Riesman dio a conocer sus reservas en

un trabaio titulado «'Ihe Limits of Totalitarian Pc¡wer» («Los límites delpoder totalitario»). oTodo lo que podemos haccr mientras proculatnosdestruir estos regímenes [comunistas] sin guerra, es encontra¡ el caminode una noción más sólida de las potencialidades del hombre, no sólo parael mal, sobre el que hernos oído y aprendido tanto, no sólo para el heroís-mo, sobre el que también hemos aprendido, sino también para una resis-

tencia obstinada, esencialmentc desprovista de lieroístno, f¡ente a ios es-

fuerzos totalitarios de hacer un nuevo hombre.>>lo8 Arendt criticó a

Ricsman por pensar clue <<c,bstitraciones>> como lil corrrrpción, la libre enl-pre sa, 1a delincr-rencia rnenor y la apatía, fueran significativas una vez ins-tjtuido un ró¡1ir»en tc-,¡alitaric¡.

Bajo la superficie de esta cont¡oversia latía una cuestión que HannahAre ndt at¡orcló ¿rmpliarncnte en su obra tardía: córrlo distinguir entre lo quecila l.lamaba ol.r social» y lo que .ll¿rmaba ,.lo ¡rolític.,>r. L)cl ¡eino d,: io so-

t06. lliesn¡ar¡rr ,'\¡cu.lr, ló(ie as.,slóclcl9'{9,[-il,taL),of (',,r .1r.'rl(17 l'lrilil¡Ireiii,.1h.:JIrlo]r,¡iyoll\)rtit:s>>,Jtturttdlofllaitr',!rtt)2tl'952):llr.Parerrrirc

s',¡nen .lr la t:rític--r al conr:c¡,ti, rlc s,¡cicdacl rlc nrasas rle Atenrlt, véasc l)aniel l3c1l,1 l.tc End ,'.1

1-'.rr',rg¡, li.lrrcrr \ir¡k: l,icc ilrrss, l9ír0), c,rp. l.108. Vé.se [)avicl Riesroan. Ittdtuiduall.snt Rccontirlercd ((]lcncoe, Ili.: ljrec Press, .19i'1),

ir],.'109 l ss.r l)11r;¡ llnil rlcscri¡rr:ir',rr rl( c-cliit frr¡nirir) v irn,i tcit,tl:rcsiólr rlc i¡ ¡1,',;lrciírn ,lt: llics

lidacles obse¡v¿rbles 'najo onas condiciones menos radicalesl qriiso clecir ladestirccirin de cual.lrrier posibilidad de apaliciirn dc csar; c¡-ralida..les. .Litotalitarismo, en su opiriión, rendría c¡ue abarcar cl rnuncio 1¡11¡s¡o

-¿lmunclo tenclría que ser rln canlpo de col¡centración- pa..a que ei objetivocle un cambio de la naturaleza humrlna pucliera scr com¡rtetainente realiza-ble. Ésta, y no orra ide a de la naturalezá hurn¿rna era str única luerte de es-peranz^. Voegelin opinaba quc ia postura <Je Arendt cra pcrturbadora-mente secularr peto de hecho era respetLrosa y no doctrina¡iamcntcreligiosa. Como más ta¡:dc cscribirí.¡ el La candición huntana, cila senrí¿rque Llna cosa scmejante a la ,.naturaleza human,l)> o ur)a esencia hurnanasólo podía ser conocicla por I)iosl qrre los l.rombres, capaccs como son deconoccr Ja esencia cle 1,¡s cosas esrabler:irlas fucra,Jel horrhre nrisnro. no!.1,,-'.l,-:tl<<,;'lll,,tl)()r'itr,iiiirr,,1, ¡'11';51-¡,¡irr'lts)'Ilrirc]t:sr:t¡lt¡ir5,,1l,ici¡-.iit,:slttcia.r'r' lli clcsco r]c clat'scirtcjiuric saito. ar¡:üia Ai'cnrlt. c{istlrc,r 1,rs hoLlibL,,s,le sus responsabiliclarlcs x'aics anle la Lcalidad y artc el irrLrud. qlre conr-p¿lrten. Al pie de una de 1as carras dc l)avid Riesnran, Arendt escribió ,nabreve nota: «La obstinaciti. tie la rcaiiil¿d es re.lrrriva. La rcrli<lad nos ne-r:rsita para protegclla. Si porlenos hrrce r cstallar el rnur,clo, significa queDios r.ros ha creado para ser cuardianes de1 mismo; del nrismo .nrodo, so-rnos los guardianes de la Verdad».,'),

Aunque Hannah Arendt se negó a conremplar el objetivo totalitaricr.lcsde una óptica te.rlógica, sc accrco ¿ cila

-cámo se peic,rró Vocge Iin-

cuando se refirió al <<mai ¡adical, o «mal absoluto» y se enfrentó alatra-dición occidental, conccptualmente desprotegida ante este rnal absoluto.«No sé lo que en realidad es ei mal radicai>r, esc¡il¡ió aJaspers en marzo de19)1, el mes en que se publicó su libro, <<pero tiene algo que ver con feste]fenómeno: la superfluídad de los hornbres, coruo hr,trubres>>.rOi Arendtaventuró la hipótesis de que cuando los hombres aspiraron a la omnipo-tt:ncia at¡ibuida en las rclirlioncs monoteístas al Dios tlLre hizo a los horn-bres, estaban aspirando a la posibiiidad de hacer al hombre superfluo.Ningíin concepto del pocler, argumenraba, ni el de Nietzschc, ni el deI Iobbes, coostituía u' funcl¿r.ento adecurrdo para la cor-rple,sión de cstefenómeno; ¡ 1o que es peor, «la filosofía misma no está enteramentc librede cui¡ra eu esta cuesti(ir¡. Natrrralnlcntc.,o c, cl sc¡-lticlo.le quc Iiitle'dealgún rnodo tuviera narJa que ver con Platón [...] Sino en el sentido de quela filosofÍa occiclentai !lunca tuvo r¡u cor)ccpto puro de la política, y no po-día tencrlo porqLrc sicurpre habló dcl llornbre y nunca se ocupó de Ia plu-ralidad humana>>. En esr¿r reflr:xíón se hallan las semillas clc 1as tar,:as filo-

l0-l llrrinah Arcntlt, -17,c lltn:at Corutlirnt (ohicago: urir,ersiry of(.hir;a¡:,r Irrcss, i9701.p. iit. (l;n ¿tieirnte citrrla c!)lr() /.¿ ,,'t;dictót; i¡ttttanr¡.j

10'1. [,¿ trota escrit¡ a n¡ano cic Arenr]t sobrc Rie¡nr,rn a Arr:,rclt, 8 cir: jrrnio rie t9.18, LiLraryof ( l(r)ltr!:s\.

105. [tsracir,rviasil:rricntesoitri,:¡\ir.¡rc]trfris¡rcrri,.lde¡ii¡r;:qrl,:l!.j1,,\{rrl¡aclr.

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s."''

D16) {193) 1911\

cial, Arendt esperaba rnuy poco, tanto cua¡do escribió como historiacloracomo cuando escribió sobrc la posibilidad de asumir <<la car-ga de nuestrotiempo». El reino político, no el social, es el del heroísmo y la lrberta.l.«una cosa me pertur'ba un poco>>, había escrito Riesman en una de sus car-tas de 1949, <<concretamcnte, la animosidaci que p¿recc rnostrar sicrnprecontra burgueses 1, liberales. ¿Acaso no fue Clemen..u, ,n liberai? ¿.No esusted una liberal)»l,e <<No>>, anotó Hannah Are.dt en la misma coit, .leRiesman al lado del nombre cle clemenceau, ..fue un radical». y pocrríahaber repeticlo esta negativa respecto a sí misma.

Arendt concebía la tradición con la que asociaba a clemenceau, Ia tra-dición de las aspiracioncs rcvol,ci<.rrrarias del siglo xvitr, c.mo la i¡-rica es-peÍanza para el munrlo de la posr:rrer ra. Il,ra el lrasado lo <1ue es¡reraba rrcrll(r('()lt()Ci('[() ,.:u cl fuirrr¡-¡. iil r.tnlirrlt:o, Ir1,, r':.i]rl)¿ ,.,,, ,'i,, ,1,: :tcr-ili,ll; r.r:íl i, ¡;hacia ia t¡adici(in y no cL¿i ri¡r¿ ad¿iirl cle ios l)crcclr.s,-li:l lloml)rc. (<i,()sI)e'echos del lkrrnbrc», di:cía, «lian siclo clcl:i,irkrs cr',,o "inalicnablcs"porque se srrponía quc erar indepenc.lientes de todos los gobiernos; pero.esultó que cuando los seres h.manos carccieron .le su própic, gcrbierno ytuviero'qlle c¿rer clchuevt¡ e, sus,í'imos clerechos, nu.1ue.ló ningunaautoridad para protegerles y ninguna institución estaba disiuertu , gáu.r-tizar estos derechos>>.110 Arenclt esbozó la te¡rible historia dc cómo los De-rechos del Hornbre, incluso cuando fueron evocados en las constitucioncsestatales o por grupos liberaies internacionalesJ nunca se convirtie¡on enuna <<cuestión política práctica», es decir, nunca pudieron tener vigencia.Después de ia guerra, la situación era todavía más confusa. «Nadie pareceser capaz de definir con algo de certeza 1o que son estos derecho,Lr-n-nos generales, como distintos a los derechos de los ciudadanos. Aunquetodo el mundo parece esrar de acuerdo en que ia difícil condición tle iosapátridas consiste precisamenre en la pérdida de ios Derechos del Hom-bre., nadie parece saber qué derechos perdieron cuando perdiero, 1os dc-rechos humanos.>>

con estas reflexiones, Arendt ponía los ci,rienros de su posterior fiJo-sofía política; la condición de apátrida, en la que ella estaba v-ivienclo cuan-do escribió su libro, le enseñó los elerrentos áe la vida política. <<La priva-cióri f.nclame ntal clc los dc¡echos hurnanos se maniliesta pri,rero y ,ob."todo en la privación de un lugar en el mundo frn espacio político] quehace que las opiniones significluen algo yrluc las accionr,s sean cfectivai,..Nosot¡os nos volvinros conscientes clel de¡echo a tener de¡echos (y eso sig-ni[ica vivir cn rrn marco dondc rrno es itrzgrrrlo I)or \r¡s I)r.()l)i()s acirs y.pi-

l09 lliesmrn a l\rctttlt, 26 cle tgosto de 1949, con las ariir:iones nranuscritrs cle A¡,:rilt, I-i-l>lary oI (iongrcss.

110. listaylascitrssiguicnresst¡n¡k-Arcnclt,«'I'heLri¡¡htsofN{a¡: whr¡rrc'lhcy?rrMo,lrrnil.uttctt;)i1(rc¡¿no19.J9); 2.1.)1.¡:,¡r.ns¡r'olur.iucorpoiarLr¿i.,.:,.i,rrr,irt,lr,,,L..-reioncslir ,i

ie s de 1,r primrra crlición de Ot í1r:ttt.)

. UN I{OS]]RO PRtVAtl(,) bN I-;1 Vll)A PtllJLI(.A (191¡i-19r1) lr7)

níones) y dei clerecl.ro a pertenecer a algún tipo de conruniclacl organízacla,sirlo cuando surgieron miliones dc personas que habían pcrdiclo y no po-dían recr-rpcrar estos de¡echos a causa dela nLreva situación munclial... Elhombre, así ha resultado ser, puecle perder los clenominados l)erechos cielI{ornbrc sin perdel su cualiclad esencial <le ser humano, su tligniciad hu-¡rana. Solarnente la pérdida de un Estado le expuJsa de la hur¡anídacl.»Cuando a 1as personas se las deja sin un espacio político, únicarnente los<<avatares cle la amistad y la simpatía>, y el <<gran e incalculabie don delamor>> ies ofrece a'lguna confirmación de sí mismos y de su dignidad, con'rr:los miembros de su .<tribu» de ernigraclos y I{alnah Arendt bien sabían.

Sigrriendo cl r:squema cle la propuesta p¿rr¿ la .<Lcagr-re fbr the Itights ofPcoplc's>>, r-:laborada por l{cinr:ir:h Biiicher, Arr:nrlt ar.gurncntti r¡r<: cl <lcre .

cl..i);r ir'rttT,lcr,,,']it,s,li:i,cLi,Li'sliui)irfilllti:¿ari,r1ri--l lrr,,lllrrr,rtri,l:r,{¡;;¡''r111':,lruest() quc no pLrcclen ser gararltiz¿dos ni por h Nrturalczr ní por la llistoria. Pero csta uarantía, en su opinirin, sr-rfr'ía,rn fallo conccl,rtual, ¿r c:lusade que no ofrecía ningún bastión conrra la posibilidacl cJe clue 1a hurnanirladnrísma prrclir:ra <<nrrly ,lemocráticar¡entc» rleciclir ia liqlridacií:n <lc tur pr_r,:-

blo; y srrh'ía .le una inviabilid¿d, ¡ra quc ,,1a rcsrauración clc 1os clerechos hu-manos, como 1o clemuestra ei ejemplo reciente del Estado de Israel, ha sidoconsegtrida, hasta ahora, únicamerrte a través rle l.,r restauraciór-r c]e los de-rechos nacionales». Los esfuerzos de la posguerra, como la carta de dere-chos de las Nacioncs Unidas eran, según l{annah Arendt, <<visibiemenre ca-rentcs de realismo». Los juicios de Nurenberg habían puesto en clar:o 1¿

necesidad de una ley «por encina de las naciones» garantizada por un <<co-

mité de naciones>> y Arendt tomó esto como punto de partida cuando ratóde considerar cómo tal acuerdo podría convertirse en realídad.

Las reflexiones de Arendt en rorno a la posibilidad de «una iey por en-cima cle las naciones>>, son básicas para sus observaciones finales de la edi-ción de 1951 dc su libro. En su scgunda visita a Europa, en 1952, renía laesperánza de encont¡arse con gente que compartiera su visión. Buscó edi-tores franccses y alemanes para Lot orígencs de I tc¡talitarisruo, fuc a cfuconfelencias en univcrsidades alemanas, quiso calibrar el apoyo de los i¡-telectr-rales europeos a la idea c¡r-re había estado abanderando des<le el esta-liido de 1a guerra, es decir, la idea de un¿r ltccleración europea. Su viajc, pa-trocinado por la Jeu,ish Cultural Reconstruction, que necesitaba de susservir:ios unÍl \.¡ez rniis, llrra 1as úrltinlas gcstiolr{ls ile sr-r obla, ¡rr.esLrrniblc-mcnte sería también un viaje de vacaciones. Pero como todas las vacacio-nes qlre l{annah Arendt tomó en su vida, éstas fueron unas vac¿rcioncs dctlabajo: cntrc citx y cita, surgie r:orr planes perr Jos iibros y mcclir cloccn¿ide artícult¡s. «O, 1;auvre anri>>, le clijo a [3iiit:lri:i cuanclo ósre intcnt«'r sirréxito disua«llrla cle que trabajara cn exceso: «No puccio remediarlo».r1,

[1. ¡\r,:rri¡¡ ]rriinkcl (¡raral]liiclrrr), ) Lle ,licit'rrl,rc,ic l!t48, l.ibrarvof (ioirgrcss.

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