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55 Sociedades indígenas, municipio y etnicidad: La transformación de los espacios políticos locales andinos en Chile 1 HANS GUNDERMANN K. 2 Introducción En este trabajo se estudia, desde un punto de vis- ta procesual, la relación que durante las dos últi- mas décadas se ha venido configurando entre mu- nicipios andinos, población aymara-atacameña y etnicidad en las regiones de Tarapacá y Antofa- gasta. 3 En función de ganar una perspectiva de análisis más amplia, se consignan algunos puntos de semejanza y diferencia con fenómenos equiva- lentes que se desarrollan en otras zonas indígenas del país. Estas realidades antropológicas en plena transformación son susceptibles de un análisis que considere factores externos e internos. Asumimos que la inducción de factores externos como la mu- RESUMEN En el presente trabajo se desarrolla un marco interpretativo de la relación entre descentralización del Estado, demo- cratización local y emergencia de etnicidad en las áreas andinas interiores del norte de Chile durante las últimas dos décadas. En base a una clara visión geopolítica, la reforma político administrativa impuesta por el gobierno autoritario en 1980 crea varios municipios en áreas andinas con población indígena. A principios de 1990 el gobierno de los municipios se democratiza, lo que concuerda con un incremento rápido de la conciencia étnica y la organiza- ción. Se sostiene la hipótesis de que el lenguaje de la iden- tidad étnica se encuentra presente de un modo activo en los actores locales, en tanto instrumento para la promo- ción y confrontación de intereses, tanto aquellos estableci- dos en los espacios andinos municipalizados como en rela- ción con el Estado y el capital. Palabras claves: municipio indígena – descentralización del Estado – democratización – etnicidad. ABSTRACT This work develops an interpretive framework with which to consider the relationships between state decentralization, local democracy and ethnic emergence in the Andean areas, as occurred during the last two decades in the interior of Chile’s northern regions. With a clear geopolitical thrust, the political and administrative reforms imposed by the authoritarian regime in 1980 created different municipalities in areas of the Andes with indigenous population. Municipal government was democratized during the early nineteen nineties, coinciding with the speedy emergence of ethnic conscience and organization. We propose that the language of ethnic identity is actively present between local actors as a tool for the promotion and confrontation of interests, both, those established in the Andean areas that were municipalized, and in relation with the State and capital. Key words: indigenous municipality – decentralization of the State – democratization – ethnicity. Recibido: octubre 2003. Manuscrito revisado aceptado: febrero 2004. 1 Trabajo generado en el marco del Proyecto FONDECYT 1020442: “Sociedad andina, municipio y etnicidad en el norte de Chile”, en el que también participa H. González. Una versión preliminar fue presentada como ponencia en el Taller Internacional de Interculturalidad, organizado por la Universidad de Chile en Santiago entre los días 10 y 12 de diciembre de 2003. 2 Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo R. P. Gustavo Le Paige s. j., Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama. Email: [email protected] 3 El estudio antropológico de las sociedades andinas ha teni- do un auge considerable durante las últimas décadas. Es posible, incluso, que ciertos aspectos sean en este momen- to mejor conocidos aquí que en la sociedad mapuche, a pesar de que los estudios etnológicos en esa área ya se pro- longan por casi un siglo. Las principales obras y autores para la zona aymara son Martínez (1989), van Kessel (1987, 1989, 1992 [1980], 1996), Guerrero (1994), Carrasco (1999), Gavilán (1996), González H. (1991, 1996, 1997, 1999a, 2000), González H., Tabilo y Venegas (1996), González S. (1990, 2001, 2002), González H. y Gavilán (1990), Gundermann (1996, 1997, 1999, 1999 Ms, 2000, 2001a, 2001b, 2002, 2003a, 2003b), Gundermann y González (1997), González, H. Gundermann y Rojas (1991). Los estudios atacameños están bien representados por Aranda (1964), Núñez (1991), Folla (1989), Castro y Martínez (1996), González H. (1999b) Gundermann (1999 Ms, 2002), Gundermann y González H. 1995, para citar aquellos cuya consulta es necesaria. De especial importan- cia para los fines de esta investigación son los trabajos que analizan las sociedades aymaras y atacameñas de finales del s. XX y sus transformaciones. En esta dirección consi- deramos que los principales avances están representados por los trabajos de Tudela (1992), González H. (1991, 1996, 1997, 1999b), González S. (2001 y 2002), Gundermann (1996, 2000, 2001a, 2001b, 2002, 2003a, 2003b), Gundermann y González, 1995. Estudios Atacameños N° 25 - 2003

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SOCIEDADES INDIGENAS, MUNICIPIO Y ETNICIDAD: LA TRANSFORMACION…

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Sociedades indígenas, municipio y etnicidad: La transformaciónde los espacios políticos locales andinos en Chile1

HANS GUNDERMANN K.2

Introducción

En este trabajo se estudia, desde un punto de vis-ta procesual, la relación que durante las dos últi-mas décadas se ha venido configurando entre mu-nicipios andinos, población aymara-atacameña yetnicidad en las regiones de Tarapacá y Antofa-gasta.3 En función de ganar una perspectiva deanálisis más amplia, se consignan algunos puntosde semejanza y diferencia con fenómenos equiva-lentes que se desarrollan en otras zonas indígenasdel país. Estas realidades antropológicas en plenatransformación son susceptibles de un análisis queconsidere factores externos e internos. Asumimosque la inducción de factores externos como la mu-

RESUMEN

En el presente trabajo se desarrolla un marco interpretativode la relación entre descentralización del Estado, demo-cratización local y emergencia de etnicidad en las áreasandinas interiores del norte de Chile durante las últimasdos décadas. En base a una clara visión geopolítica, lareforma político administrativa impuesta por el gobiernoautoritario en 1980 crea varios municipios en áreas andinascon población indígena. A principios de 1990 el gobiernode los municipios se democratiza, lo que concuerda con unincremento rápido de la conciencia étnica y la organiza-ción. Se sostiene la hipótesis de que el lenguaje de la iden-tidad étnica se encuentra presente de un modo activo enlos actores locales, en tanto instrumento para la promo-ción y confrontación de intereses, tanto aquellos estableci-dos en los espacios andinos municipalizados como en rela-ción con el Estado y el capital.

Palabras claves: municipio indígena – descentralizacióndel Estado – democratización – etnicidad.

ABSTRACT

This work develops an interpretive framework with whichto consider the relationships between statedecentralization, local democracy and ethnic emergencein the Andean areas, as occurred during the last twodecades in the interior of Chile’s northern regions. With aclear geopolitical thrust, the political and administrativereforms imposed by the authoritarian regime in 1980created different municipalities in areas of the Andes withindigenous population. Municipal government wasdemocratized during the early nineteen nineties, coincidingwith the speedy emergence of ethnic conscience andorganization. We propose that the language of ethnicidentity is actively present between local actors as a toolfor the promotion and confrontation of interests, both,those established in the Andean areas that weremunicipalized, and in relation with the State and capital.

Key words: indigenous municipality – decentralization ofthe State – democratization – ethnicity.

Recibido: octubre 2003. Manuscrito revisado aceptado: febrero 2004.

1 Trabajo generado en el marco del Proyecto FONDECYT1020442: “Sociedad andina, municipio y etnicidad en elnorte de Chile”, en el que también participa H. González.Una versión preliminar fue presentada como ponencia en

el Taller Internacional de Interculturalidad, organizado porla Universidad de Chile en Santiago entre los días 10 y 12de diciembre de 2003.

2 Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo R. P.Gustavo Le Paige s. j., Universidad Católica del Norte, SanPedro de Atacama. Email: [email protected]

3 El estudio antropológico de las sociedades andinas ha teni-do un auge considerable durante las últimas décadas. Esposible, incluso, que ciertos aspectos sean en este momen-to mejor conocidos aquí que en la sociedad mapuche, apesar de que los estudios etnológicos en esa área ya se pro-longan por casi un siglo. Las principales obras y autorespara la zona aymara son Martínez (1989), van Kessel (1987,1989, 1992 [1980], 1996), Guerrero (1994), Carrasco(1999), Gavilán (1996), González H. (1991, 1996, 1997,1999a, 2000), González H., Tabilo y Venegas (1996),González S. (1990, 2001, 2002), González H. y Gavilán(1990), Gundermann (1996, 1997, 1999, 1999 Ms, 2000,2001a, 2001b, 2002, 2003a, 2003b), Gundermann yGonzález (1997), González, H. Gundermann y Rojas (1991).Los estudios atacameños están bien representados porAranda (1964), Núñez (1991), Folla (1989), Castro yMartínez (1996), González H. (1999b) Gundermann (1999Ms, 2002), Gundermann y González H. 1995, para citaraquellos cuya consulta es necesaria. De especial importan-cia para los fines de esta investigación son los trabajos queanalizan las sociedades aymaras y atacameñas de finalesdel s. XX y sus transformaciones. En esta dirección consi-deramos que los principales avances están representadospor los trabajos de Tudela (1992), González H. (1991, 1996,1997, 1999b), González S. (2001 y 2002), Gundermann(1996, 2000, 2001a, 2001b, 2002, 2003a, 2003b),Gundermann y González, 1995.

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nicipalización de los espacios étnicos, o la difu-sión de un lenguaje y una política de la etnicidad,ejercen una importante influencia sobre los espa-cios sociales indígenas nacionales, incidiendo enla dinámica social y política que en ellos va reor-ganizándose. Se trata, entonces, de un estudioacerca de la reorganización de espacios sociales ypolíticos andinos y de su dinámica como conse-cuencia de un proceso complejo donde concurrenfuerzas y elementos diversos.4

Seguimos la tesis general de que durante las últi-mas dos décadas tiene lugar en la macro regiónnorte una modernización de segunda generación(neoliberal), la cual tiene consecuencias funda-mentales en el espacio andino interior, en los es-pacios sociales y las sociedades andinas confor-mados con la modernización salitrera y postsali-trera previas. Con el gobierno autoritario y elmodelo neoliberal que impone desde mediados dela década de 1970, con las reformas del Estadoque crean municipios andinos en 1980, junto conuna política multicultural (1990) y de democrati-zación de la elección de autoridades locales (apartir de 1992), los espacios sociales andinos ad-quieren nuevas dinámicas que se encuentran enpleno desarrollo. En los municipios se está incor-porando, entonces, y tal parece, sintetizando fac-tores y fuerzas nuevas, así como realidades so-ciológicas y culturales locales preexistentes, queredefinen profundamente la relación entre locali-dad, etnicidad y política.

Los municipios andinos se yerguen como un sis-tema socioterritorial, político e institucional quearrastra consecuencias de amplio alcance sobre sushabitantes y poblaciones relacionadas. Si esto esasí, cabe responder una serie de preguntas difíci-les: ¿qué espacios sociales integran, reorganizano simplemente crean los municipios andinos? Se-gún si suscribimos la última opción o, por el con-

trario, nos inclinamos por alguna de las primeras,entonces cabe preguntar si ¿tales espacios socia-les representan formaciones nuevas, continuida-des tradicionales sobre los que se impone la insti-tución municipal, o fórmulas más complejas? Elpostulado de que los municipios influyen hoy demanera importante en las sociedades localesandinas lleva a preguntarse: ¿cuál es la sociedadandina que los municipios contribuyen a confor-mar, dada la centralidad y la extensión de sus fun-ciones y recursos?, ¿qué tipo de sujetos socialesoriginan, desarrollan, reactivan o reforman?

Por otra parte, los municipios suponen tambiénun sistema de gobierno local y, dada la reformade la legislación municipal ocurrida a principiosde la década pasada, podemos convenir en quelas comunas andinas son también espacios políti-cos activados hoy por reglas del juego democráti-cas. En este registro sociopolítico, ¿qué caracte-rísticas tienen los espacios políticos comunalesformados o en formación?, ¿cuáles son los agen-tes políticos intervinientes en los ámbitos comu-nales andinos?, ¿cuáles son las relaciones que esteespacio político y sus agentes mantienen con unasociedad local desde la que, en principio, se con-forma?, ¿qué debe ese espacio político a una so-ciedad andina con las características de heteroge-neidad, deslocalización y complejidad apuntadas?,¿qué lógicas sociales y políticas intervienen enesa esfera?, ¿qué se juega en la disputa por elcontrol de los gobiernos locales?, ¿qué cambiosse advierten respecto de la década autoritaria?

Consignemos, igualmente, que se trata de comu-nas andinas y que esta adjetivación con sentidoétnico debiera tener algunas consecuencias en losespacios sociales y en el espacio político comu-nal, más aún si en la zona andina se ha levantadouna históricamente inesperada etnogénesis, y sien la actualidad las poblaciones indígenas del paísson objeto de una política oficial demulticulturalismo. En estas circunstancias, ¿cómoel multiculturalismo se hace presente en la acciónmunicipal, en los espacios sociales andinos mu-nicipalizados y en los espacios políticos?, ¿laetnicidad es aquí una etiqueta social o algo más,un principio de acción social, por ejemplo?, ¿quétipo de sujetos sociales con sentido y orientacio-nes étnicas de acción, si es el caso, se conformanen las comunas andinas?, ¿las identidades étnicasandinas operantes y constituidas en torno a lo ét-nico tienen un carácter puramente instrumental?,

4 Proponemos la investigación antropológica de un tema ín-timamente relacionado con las modernizaciones de las últi-mas décadas y las transformaciones políticas y socialesconcomitantes. Nos alejamos así de las formas de cons-trucción convencionales de los problemas de investigaciónde los objetos antropológicos, en línea con los cambios enel pensamiento y en las prácticas de investigación en ladisciplina (Kearney 1996), para abordar problemas de in-vestigación más complejos (multidimensionales, en variosplanos) y fluidos (dinámicos, contradictorios, etc.) en po-blaciones indígenas contemporáneas.

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¿representan identidades defensivas o se abre pasotambién algún proyecto de sociedad? Si esto últi-mo es así, ¿cómo esto se procesa en los munici-pios y cómo éstos intervienen en ello?5

Las posibilidades de respuesta a estas preguntasdependen del recurso a algunos conceptos con loscuales proceder a una inspección razonada de losfenómenos estudiados y una identificación de susdimensiones y principales relaciones. La descen-tralización del Estado y la municipalización delespacio andino, ya traídas a colación, representaun grupo de esas dimensiones. La etnicidad, laidentidad étnica y la política de la diferencia opolítica cultural hacen otro conjunto. La nociónde campo comunal como estructuración de suje-tos sociales, es un tercer componente. Con arre-glo a ella dispondremos la siguiente exposición yargumentación, previa contextualización sociohis-tórica e identificación de la dinámica de cambiosen las sociedades andinas regionales. Agreguemosque la información empleada en estos análisisproviene de estudios en curso desarrollados en lascomunas andinas (o mayoritariamente andinas)6 deSan Pedro de Atacama (provincia de El Loa, IIRegión de Antofagasta), Colchane, Camiña (pro-vincia de Iquique) y Putre (provincia de Parinacota,que con la de Iquique se ubican en la I RegiónAdministrativa de Tarapacá) (Figuras 1 y 2).

Sociedades andinas y transformacionessociales

Los espacios locales andinos del norte de Chilehan venido transformándose desde hace muchotiempo. Los principales cambios corresponden ala descomposición de las comunidades históricasy de las microrregiones campesinas, para dar pasoa las pequeñas localidades agrarias de los valles ya las comunidades sucesoriales con orientaciónpastoril de las tierras de la alta cordillera. Se tratade una transformación que se elabora y objetivadesde mediados del s. XIX, concluyéndose yahacia mediados de la siguiente centuria. Con ta-les cambios se salda cualquier resabio de relacio-nes neocoloniales, para abrir paso a formas deestructuración y dominio congruentes con los ci-clos de modernización regional y con la acciónde un Estado nacional moderno. Con todo, talescambios no alcanzan a disolver la distintividadsocial y ciertas condiciones de reproducción so-cial de las poblaciones andinas, aunque sí a ale-jarlas rápidamente de cualquier imagen tradicio-nal que sobre ellas se pudiera mantener.7

5 Los caminos de la indagación podrían extenderse. Ya no lamunicipalización del espacio étnico, pero sí la descentrali-zación del Estado y la participación indígena con sentidoétnico es algo que empieza a hacerse bastante visible en lazona mapuche. La condición étnica rapanui parece ser unelemento de gran importancia en las relaciones sociales yla política local de Isla de Pascua. ¿Qué puntos de seme-janza y diferencia con la experiencia andina son posiblesde reconocer en la relación entre sociedad indígena, muni-cipio y etnicidad en el caso mapuche y el pascuense? Pro-cesos en principio análogos, pero también con anteceden-tes propios y dinámicas específicas se están dando en otrospaíses latinoamericanos. Por ejemplo, ¿qué derroteros si-guen estos fenómenos en Bolivia y en México, donde, comoen Chile, las poblaciones indígenas están sujetas a la pre-sión de la modernización neoliberal, se han fortalecido go-biernos locales indígenas y la apelación de la identidadétnica es un elemento activamente presente?

6 Empleamos el concepto de “andino” como sinónimo deindígena, “aymara”, “atacameño” o “quechua” aplicado apoblaciones. En términos geográficos designa los espacioshistóricos indígenas constituidos durante tiempos colonia-les, de los cuales son derivadas tanto las comunidades delpresente, como otros espacios sociales característicos de lospueblos andinos (Gundermann 2003b)

7 La perspectiva del cambio social andino ha seguido,esquematizando, dos orientaciones a las que podemos ca-racterizar como de la desestructuración y de la reintegra-ción bajo condiciones de modernización. La primera sur-gió de los trabajos de Van Kessel (1992 [1980] y siguien-tes). Sostiene que los embates de los procesos sociales ge-nerales del s. XX sobre los aymaras son de tal envergaduraque desestructuran y disuelven la sociedad indígena, en estecaso aymara; en el caso de los segmentos rurales tendiendoa conformarse como una masa socialmente amorfa yanómica y, en el caso de los migrantes, a engrosar las filasde los sectores populares urbanos. Entre otras muchas difi-cultades de interpretación, esta tesis mira críticamente elcambio como descomposición desde un estado inicial queno es objeto de crítica, sin capacidad de pronunciarse sobrelos sujetos del presente, los mismos que en el momento deelaborarse estas tesis estaban en plena ebullición y abrién-dose paso en una etnogénesis inesperada. La posición con-traria sostenida, entre otros, por Gundermann (1996, 2000,2001a, 2001b, 2002), González H. (1991, 1996, 1999b) yGonzález y Gundermann (1995, 1997), plantean que lasfuerzas de la modernización tienen consecuencias de cam-bio rápido y profundo sobre las sociedades indígenas re-gionales, pero que en las condiciones que ello se lleva aefecto y por la propia capacidad de agencia de la poblaciónandina, esas sociedades no se disuelven como tales, sinoque se recomponen y reintegran, parcialmente al menos, ala vez que cambian considerablemente su cultura y patro-nes sociales. Ciertamente no son sociedades tradicionales;no obstante, siguen siendo grupos sociales específicos ensistemas regionales complejos. Esto también es, en lo ge-

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Figura 1. Comunas andinas de la I Región de Tarapacá.

neral, válido para la sociedad mapuche y para la rapanui,especialista en la continuidad social mediante el cambio.Tenemos la convicción de que una perspectiva que logreintegrar el cambio social y la construcción de la diferenciacultural y social en el marco de procesos y transformacio-

Una nueva pulsación de cambios modernizadorestiene lugar a partir, aproximadamente, desde me-diados del s. XX. Su formulación, en términosútiles a la comprensión de las dinámicas de con-formación de los espacios sociales andinos, po-

dría plantearse como el paso de microrregionescampesinas a la regionalización de las sociedadesandinas y, en un nivel inferior, como el paso delas neocomunidades a las comunidades transloca-lizadas. Para decirlo de otro modo: la integraciónde las zonas andinas interiores a la región se pro-

nes modernizadoras de amplio alcance, es indispensable parasalir de las trampas del esquematismo, dualismo, tradicio-nalismo y conservadurismo implicados en la defensa de lasesencias culturales

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Figura 2. Comunas andinas de la II Región de Antofagasta.

fundiza notablemente y, con ello, las comunida-des campesinas aymaras y atacameñas ya no pue-den ser apreciadas como unidades sociológicasbasadas en la copresencia.

Para el caso aymara, ello resulta una consecuen-cia de la ruptura de la relación estructural entreciclo salitrero y campesinado andino que desdemediados del s. XIX organizó, vía relaciones demercado, la versión moderna de las microrregiones

andinas. En la situación atacameña, la transfor-mación de los espacios andinos no resulta de unacrisis de la relación con la economía minera(argentífera, salitrera, cuprífera y del azufre de laalta cordillera). Por el contrario, se activan en unasituación de profundización de relaciones y tam-bién de cambio de ella con la minería del cobreen Chuquicamata. Relaciones que se planteabantodavía en un grado importante desde bases agra-rias, dejan ahora de fundamentar de un modo

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gravitante la relación de las comunidadesatacameñas con la región de Antofagasta, parafundarse sustancialmente en el asalariamiento.

Esas transformaciones responden también a laspolíticas de integración impulsadas por el Estado,desarrollando un sistema vial, creando una infra-estructura de comunicaciones, fundando escuelaspor toda la geografía andina y prestando asisten-cia sanitaria y social a sus pobladores. En partecomo producto de la transformación de la rela-ción con los mercados, ya hacia la cuarta décadadel s. XX, al interior de las áreas andinas se abreuna crisis de sustentación debido a un cambio enla relación entre recursos (internos y externos) ypoblación (que retorna o que crece rápidamente),lo que acarrea consecuencias de migración yredistribución regional de población indígena. Estoúltimo depende en no poca medida de la intensi-ficación de la integración y de la acción del Esta-do que se desarrolla desde esos mismos momen-tos. Acción estatal que, de un modo paradójico,intentó durante toda la segunda mitad del s. XXmantener población en los Andes, luego que seadvirtiera la intensidad de las migraciones queestaban en curso.

La regionalización de la sociedad andina conduceno sólo a una dispersión espacial, sino que, sobretodo, a una participación en la división regionaldel trabajo bastante más diversificada que en elpasado. Aunque todavía se advierte –específica-mente entre los aymara, ya que la dinámicaatacameña es de signo contrario– una tendencia operfil de inserción económica y social en la regióncoherente con su historia agraria y campesina, elabanico se abre cada vez más. Esta ya no es cen-tralmente agraria y campesina. Se desarrolla unaeconomía cada vez más polimorfa, heterogénea,desruralizada y desagrarizada. Por otra parte, loscambios en las condiciones de movilidad, de in-formación y comunicación, de escolarización, detrabajo y generación de ingresos, determinan quelos grupos corporativos y las redes de parentescopierdan parte de sus posibilidades de incidir so-bre las personas, de incorporarlas, de darles con-ducción a sus vidas. Se da así origen a un mundode relaciones sociales más distendido, másdiversificado, más abierto. En un grado no cono-cido previamente, los individuos andinos intervie-nen en sus decisiones de vida y trayectorias vita-les. Se asiste a la transformación de las relacio-nes sociales, de la naturaleza del lazo social, des-

de pautas adscriptivas a otras en que la elecciónse hace presente. La sociedad se hace así másheterogénea y por lo tanto más compleja.

Por parecidas razones, los cambios también al-canzan la cultura andina. Estamos en presenciade culturas transformadas y en transformación,compuestas de varios planos (local, regional,andino subregional, nacional, mundial) de signi-ficados y prácticas que se complementan y seoponen, se intersectan y se diferencian, entranen conflicto y se acomodan. Su dinámica no esde integración (las síntesis y reintegraciones cul-turales son sólo parciales y en cualquier casoprovisorias y temporales), sino de heterogenei-zación.

De todos modos, en parte por razones internas(persistencia y creación de redes sociales, gruposparentales, por intereses materiales compartidosy por identificaciones comunitarias) y externas(condiciones de posibilidad limitadas para la in-serción económica y social en la región), latranslocalización no alcanza a constituirse en rup-tura, desagregación o descomposición entre lossegmentos de población (de comunidades localesy de parentelas) ahora deslocalizados. El sistemasocial andino deja de tener una referencia pura-mente microrregional y local. Pero, puede toda-vía rearticularse con base en el desarrollo de unaeconomía “andina” regional, en redes y solidari-dades sociales dispersas, en membresías a organi-zaciones de base en las localidades de origen ylugares de destino, en instituciones culturalesandinas (catolicismo andino) y, con sustento entodo lo anterior, en persistentes identidades loca-les y en nuevas formas de integración simbólicacomo la de la identidad étnica. Las restriccionespresionan sobre las posibilidades de incorporación,obligando tendencialmente a instrumentalizar lasbases de recursos, capacidades y capital socialandino para que los sujetos puedan abrirse cami-no en un mundo más abierto.

De esta manera, las barreras estructurales para unaintegración regional socialmente indiferenciada,actuando sobre factores y procesos internos (conbase local o parental), y éstos sobre lógicas y es-trategias de acción social, dirigen el curso de losfenómenos de integración indígena regional, detal modo que ella tenga lugar sin un quiebre es-tructural. Se conforma, más bien, a través de unaprofunda reorganización del sistema andino. Así,

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ni desestructuración ni pura continuidad o anclajeen la tradición; el sistema andino sigue una diná-mica, a la vez de cambio y de recomposición en-tendidos como dos aspectos de un mismo conjun-to de fenómenos.

Tales procesos se inauguran con antelación al ini-cio, hacia mediados de la década del ‘70, de unareorientación e intensificación neoliberal de lamodernización regional y de las zonas interioresandinas. La modernización de segunda generaciónque se había iniciado décadas antes se replantea yse hace más agresiva durante el período autorita-rio. Esta condición más incisiva se manifiesta endesarrollo impuesto de manera irrestricta desdearriba, en disciplinamiento social, en ausencia departicipación, en presiones renovadas sobre recur-sos, en una acción estatal regida por una lógicade fronteras sensibles, etc. Más tarde, durante losgobiernos de la Concertación, la modernizaciónadquiere características más democráticas yparticipativas, no obstante que la orientación delas transformaciones sociales sigue un curso igual-mente desarrollista en coalición con un tibiomulticulturalismo. Esta segunda fase de la mo-dernización del último medio siglo incide sobrecambios que resultan de interés resaltar. Uno deellos, es que los espacios andinos se municipali-zan. Se forman municipios que intervienen sobreuna gama muy diversa de asuntos vitales paraaymaras y atacameños. Lo que antaño fueron pe-riferias municipales, márgenes territoriales, apén-dices de municipios dotados de funciones y pre-rrogativas mínimas, adquieren, por vía de ladescentralización del Estado, unidad comunal, unconjunto amplio de atribuciones y una dotaciónno desdeñable de recursos. Según esto, nos en-contramos en presencia de una realidad socioterri-torial y político administrativa completamentenueva, tributaria de la modernización del Estadochileno iniciada con el período autoritario y con-tinuada por la gestión de los gobiernos que seinstalan desde la transición.

A este respecto, la formación de varias comunasandinas y el reordenamiento territorial de otrasen las zonas interiores de la región de Antofagastay de Tarapacá parece abrir una dinámica de signocomplementario con la reintegración que tienelugar en la regionalización de las sociedadesandinas. La formación y funcionamiento de losmunicipios andinos parece impulsar cambios yreajustes estructurales que, a la vez, se traducen

en la disolución o la reubicación de los rezagosde la sociedad tradicional y en la reintegraciónsocial en espacios locales bajo condiciones dediferenciación y aumento de complejidad social.Sin pretender agotar la enumeración de los me-canismos de reintegración social en los que in-terviene el municipio consignemos que, en lascondiciones señaladas, ello tiene lugar a travésde su condición de actor central y aglutinadordel desarrollo social. Se produce también a tra-vés del sistema de funciones y prestaciones delas que se benefician las poblaciones andinas,incluso más allá de su condición de habitantesde la comuna. Interviene también en la genera-ción de infraestructura y comunicaciones quefacilitan las relaciones andinas regionalizadas. Lademocratización de los gobiernos locales, de re-ciente estreno, tiene también sus efectosintegradores. Se puede hacer notar, por último,su rol de activador de identificaciones localesubicadas en el plano comunitario, y en el étnico,a medida que se está incorporando el discursomulticulturalista.

Descentralización del Estado ymunicipalización de los espacios socialesandinos

El Estado moderno está sometido a presiones ytransformaciones de gran envergadura en un pe-ríodo de creciente globalización. Debe transfor-marse ante las presiones de los cambios econó-micos, tecnológicos y culturales que están tenien-do lugar en una escala mundial y que se le impo-nen. Un tipo de respuesta en pleno desarrollo sonlas alianzas (económicas, políticas, militaresinterestatales) a costa, como especifica Castells(1999), de “la pérdida de soberanía y el paso irre-versible al poder compartido”. En tales circuns-tancias, a los Estados nación modernos les resultacrítico mantener y reproducir la legitimidad de lainstitucionalidad, las formas de dominio y de in-tegración que requieren para su continuidad. Ladescentralización político administrativa y la par-ticipación democrática son vías frecuentementerecorridas para tal fin. América Latina y sus Esta-dos nacionales no escapan a esta dinámica detransformaciones. Con mayor o menor profundi-dad se han emprendido reformas al Estado que,privilegiando unas para los fines que aquí nos in-teresan, se dirigen en una doble dirección. Prime-ro, la descentralización político administrativa;luego, la apertura hacia el reconocimiento de la

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“diferencia”, uno de cuyos resultados es la puestaen marcha de políticas de multiculturalismo conalcances y, desde luego, materializaciones bastantedisímiles.8

La descentralización político administrativa chi-lena se inicia en un marco de gobierno dictato-rial, ante todo como una manera de transformarel Estado a dimensiones y funciones congruentescon la implantación de un modelo de desarrolloneoliberal (1975-1990). Ya en 1980 se aplica unrediseño del Estado, sin que el centralismo carac-terístico del país se modificara visiblemente. Elcambio consistió en una reforma de la organiza-ción territorial del Estado (regiones, provincias ycomunas) y en el traslado de algunas competen-cias y recursos, todo ello bajo el autoritarismoimperante, un férreo control de la población y,desde luego, la ausencia de participación política.Con esta reforma se inicia lo que hemos denomi-nado la municipalización del espacio andino(Gundermann 2003a). Posteriormente, con el ini-cio de la transición democrática, se convienen enintroducir cambios en la legislación municipal. Elaspecto más importante de ello es la democrati-zación del nombramiento de los alcaldes y de losdemás miembros del gobierno local. Aunque selegisló sobre el particular en 1990, su aplicaciónefectiva tuvo lugar recién con las elecciones mu-nicipales de 1992.

¿Qué interés pudo existir en transformar perife-rias territoriales de antiguas circunscripcionesmunicipales en comunas de pleno derecho? Des-de luego, no se trató de una concesión a la condi-ción étnica de sus habitantes. Esa misma condi-ción étnica fue vista como problema desde unenfoque geopolítico. Problema por partida doble:una, porque indefectiblemente lo étnico se aso-ciaba en el norte de Chile con extranjero; otra,porque la condición de extranjero trae aparejadala propiedad de diferente, respecto de la cual enel registro cultural nacional nortino campea laintolerancia. De esta manera, la municipalizacióndel espacio andino tuvo y tiene el objetivo de hacerposible una presencia más efectiva del Estado enlas zonas interiores limítrofes que, además, eranhistórica y culturalmente afines con las poblacio-nes nacionales de los países vecinos (Perú, Boli-via y Argentina). Se trata así de llevar efecto unasoberanía política y culturalmente eficiente sobrela zona. La acción estatal sobre el área consideró,entonces, la formación de nuevos municipios do-tados de prerrogativas y recursos, además de lapresencia de organismos sectoriales (Obras Públi-cas, Agricultura, etc.), como base para una efecti-va integración económica, política (autoritaria) ycultural de una población indígena acerca de lacual se diagnosticaba, en línea con percepcionesvigentes desde finales del siglo pasado, una dis-tancia con los intereses de la nación chilena.

Como resultado de lo anterior se forma un grupode municipios, todos con jurisdicciones sobre zo-nas de precordillera andina, alta cordillera y, even-tualmente, áreas de desierto o de pie de desierto.En buena parte de ellos la población aymara,atacameña o quechua representa una gran mayo-ría, como General Lagos y Putre en Parinacota,Camarones en la provincia de Arica, Camiña yColchane en la de Iquique y Ollagüe y San Pedrode Atacama en la provincia de El Loa.9 En otros

8 La relación entre descentralización del Estado y democra-cia es un tema central de la agenda política latinoamerica-na actual. La reforma del Estado, en la estela de los fenó-menos de globalización y, dentro de ello, su relegitimacióndemocrática se representa como un imperativo (Castells1999). Tales cambios son en si mismos relevantes ya queimplican directamente la cuestión del poder del Estado, sutransferencia, los temas de la participación, la representa-ción, los actores y agentes sociales. Queda la impresión,sin embargo, que la investigación social sobre ello estábastante desequilibrada. La literatura aborda más bien lascuestiones de la descentralización y la transferencia de com-petencias, los cambios en las estrategias de planificaciónque ello acarrea, el marco jurídico y normativo, las institu-ciones municipales, sus principios y normas de funciona-miento. Pero, aún es incipiente la investigación acerca delos cambios políticos, sociales y culturales que esos proce-sos de traslado de competencias y recursos, o la democra-tización de gobiernos locales han estimulado en los espa-cios sociales locales. De esta manera, está en gran medidapor desarrollarse una línea de trabajo más sociológica,antropológica e histórica sobre tales temáticas. Son desgra-ciadamente pocos los estudios que emprenden análisis conuna base empírica fuerte.

9 Según el XVII Censo de Población y VI de Vivienda de2002 que considera consultas sobre pertenencia étnica in-dígena, las comunas con una mayor proporción de pobla-ción perteneciente a pueblos indígenas en el norte del paísson Colchane con 1221 individuos que representan un 82.8%de la población censada y General Lagos con 716 indivi-duos que representan un 81.5% de los casos censados. Pue-de advertirse su calidad de comunas altoandinas y con po-quísima población en relación con la extensión de su terri-torio. Le siguen, luego, una comuna también altoandina, lade Ollagüe en la II Región de Antofagasta con 208 indivi-

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municipios las proporciones son más equilibra-das, en favor de los no indígenas, o bien clara-mente desfavorables para ellos, como en Huara,Pica y Pozo Almonte.10

Con las reformas al régimen municipal produci-das a inicios de los años noventa11, se hace posi-ble la participación y, de esta manera, el ejerciciode una ciudadanía política en la base, en el puntode encuentro entre la sociedad y las institucionesdel Estado. Entre las medidas que favorecen lademocratización del gobierno municipal y la par-ticipación se encuentran la elección de autorida-des (alcaldes y concejales) y atribuciones para unmayor control de los ciudadanos y sus represen-tantes sobre la gestión del municipio. La demo-

cratización que se ha venido impulsando y cons-truyendo durante la última década favorece la for-mación o al menos una mayor visibilidad y pre-sencia de entidades locales andinas como comu-nidades locales, grupos de interés, organizacionesde base de distinto tipo, bases y clientelas localesde partidos, grupos y redes basadas en el paren-tesco, etc. Serán preexistentes o nuevas, con ba-ses sociales estrictamente locales o tambiéntranslocales, con autonomía o dependencia políti-ca externa, más o menos críticas del estado decosas en las comunas. Los sujetos sociales en ellasimplicados elaboran demandas, identificaciones eidentidades, formulan cursos de acción, interpe-lan al gobierno local y al Estado, actúan e inter-vienen cada vez más en el espacio político comu-nal en proceso de democratización. Hasta dondepodemos advertir, la generación de autoridadescon facultades para la gestión del gobierno localy la demanda por redistribución de recursos ma-teriales y oportunidades (como acción dirigida aatender los altos niveles de pobreza andina), losrequerimientos por desarrollo (servicios, transportey comunicaciones, educación), la defensa ante laacción de intereses privados y de ciertos organis-mos del Estado y la demanda de reconocimientode identidad étnica (aymara, atacameña oquechua), son los núcleos principales en torno alos cuales se organiza la agencia de esos sujetosen la relación con el municipio.

La constitución de los gobiernos locales está, noobstante la democratización señalada, mediada porel sistema político más amplio y, en particular,por el sistema de partidos. El sistema electoralchileno, de representación proporcional, pero enuna versión extrema de tipo binominal, obliga ala constitución de listas y a umbrales de repre-sentación aptos para la disputa política organiza-da partidariamente. Los intereses comunales pro-cesados por el gobierno local son entonces orga-nizados y eventualmente reformulados segúnlineamientos de partido. Bajo esta lógica, la re-presentación extrapartidaria se ve severamente li-mitada. Una consecuencia de lo anterior en losdistritos comunales andinos (y de la Araucanía oen Isla de Pascua) es que las posibilidades de re-presentación étnica autónoma son remotas y re-presenta uno de sus obstáculos más duros. Obligaa la mediación de los partidos, a la participacióna través de los partidos. Se aceptará este estadode cosas haciéndose partícipe de la vida partida-ria e incluyendo las demandas étnicas locales y

duos que representan un 72.7% de la población local, casien su totalidad quechuas. Están luego algunas comunas deprecordillera andina, pie de desierto y oasis. San Pedro deAtacama con 4.025 habitantes, de los cuales un 74.8% co-rresponde a atacameños o likanantai; Camiña en la provin-cia de Iquique con 1.287 habitantes, de los cuales un 76.8%son indígenas, en su abrumadora mayoría aymaras, comoen toda la I Región de Tarapacá. Camarones, un poco másal norte de la anterior, tiene como indígenas a un 70.9% desus 999 habitantes. En esta categoría entra también la dePutre, con un 63.3% correspondiente a sus 1.671 habitan-tes indígenas (INE, XVII Censo de Población y VI de Vi-vienda, 2002).

10 La comuna de Huara tiene como indígenas a 1.271 de untotal de 2.522 habitantes, representando entonces un 50.39%de ellos. Las cosas empiezan rápidamente a cambiar conPica donde sólo un 37.3% de sus habitantes, es decir, 1.305de 3.498 individuos, se considera indígena; también conPozo Almonte, donde 1.799 de sus 9.407 habitantes, es decir,un 19.1% se declara indígena. En estas últimas dos comu-nas pesan mucho los centros poblados homónimos que con-gregan grandes segmentos de población, consiguiendo quesu impacto lleve las proporciones de población comunalcon una minoría de indígenas. La importancia de los cen-tros urbanos en la distribución numérica de la poblaciónindígena marca también de una manera fuerte a los munici-pios con población mapuche de la IX Región de laAraucanía. A título de ejemplo, la comuna agrícola deGalvarino, una de las que en la región de la Araucanía al-canza una mayor proporción de población indígena, tienesolo un 59.6% de sus habitantes en esa condición. Los ho-gares mapuches (1.886 entidades) son en su gran mayoríarurales, congregando estos un 91.9% del total. La pobla-ción urbana de la comuna, en su gran mayoría no urbana,llega según el Censo de 2002 a un 28.1% del total (INE,XVII Censo de Población y VI de Vivienda, 2002).

11 Que le da la forma actual, democratizada, a las funciones,atribuciones y organización de las municipalidades. El tex-to legal de referencia es aquí la Ley N° 18.695, denomina-da Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades.

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su codificación con dificultades y limitaciones, oactuando simplemente de manera instrumental contal de ganar espacios para la acción política localcon sentido étnico. El resultado es el mismo, elsistema electoral básicamente impide la represen-tación y por tanto la expresión ciudadana a partirde otros ejes de estructuración que no sean lasdiferencias partidarias. El ejercicio político de lamulticulturalidad encuentra aquí una de sus tan-tas constricciones.12

Dicho lo anterior, valgan unas precisiones. Enmodo alguno queremos dejar la impresión de quela reorganización de los espacios políticos localescon la municipalización, la democratización y eldesarrollo de conciencia étnica se desarrolla des-de una especie de vacío de relaciones políticasprevias con contextos provinciales y regionalesmás amplios. Con el gobierno interior, con el sis-tema parlamentario, con los órganos de justicia,con el sistema de partidos y con ciertos agentesde la sociedad civil (como la Iglesia Católica, por

ejemplo), los representantes y líderes indígenaslocales mantuvieron durante el último medio si-glo muy fluidas relaciones. Nada más errónea queuna perspectiva que asuma la dinámica de la po-lítica local y étnica actuales como que si antes deesto que analizamos hubiera sólo una micropolíticacomunitaria indígena, volcada hacia adentro.Como lo ha mostrado Valenzuela A. (1977), en lasegunda mitad del s. XX y antes del quiebre de-mocrático, el sistema político en general y el sis-tema de partidos políticos en lo particular inte-graron verticalmente las localidades y municipiosy esa incorporación tuvo un muy significativodesarrollo horizontal a lo largo y ancho de todoel territorio nacional. Se incluye aquí, por cierto,las zonas con prevalencia de población indígena.Por lo tanto, no es que los partidos irrumpan hoysobre espacios étnicos que con antelación se en-contraban al margen de la política regional, de lacompetencia político partidaria o de la gestión deintereses colectivos a través del sistema político.Por el contrario, es una etnopolítica en formaciónla que pugna por abrirse camino, todavía con es-casos logros, en un escenario en que las reglasdel juego, heredadas de la dictadura, son amplia-mente favorables a la acción partidaria de bloques.

Etnicidad, identidad y política de ladiferencia

Una pequeña digresión conceptual es importantepara la presentación de antecedentes y discusiónque se despliega más adelante. El desarrollo delas identidades como fuente de sentido y de ac-ción colectiva puede entenderse a partir de la di-námica de las sociedades de inicios de milenio,sujetas de transformaciones estructurales de granalcance. La globalización, por una parte, en rela-ción dialéctica con el debilitamiento de los Esta-dos nación, por otra, son las fuentes de explica-ción a las que más frecuentemente se recurre.Debido a la creciente globalización de la econo-mía capitalista, favorecida por el desarrollo de lastecnologías de la información, pero junto con, yen parte también por ello, el crecimiento de unainstitucionalidad y normatividad mundial, la emer-gencia de movimientos sociales globales, la ex-pansión de una activa circulación, migración ydiáspora de personas, así como la conformaciónde una franja de cultura compartida derivada delas industrias culturales y el consumo de signos ysímbolos, todo ello socava el poder y, por tanto,las capacidades de los Estados nación. El impac-

12 El de los municipios en Chile es un campo de estudio em-pírico definitivamente en ciernes, salvedad sea hecha delimportante trabajo de Valenzuela A. (1997), sobre la me-diación política local y el sistema de partidos en Chile, yde algunos estudios de corte más bien histórico como es elcaso de Illanes (1993), Moulián (1994), y Salazar (1998).Se propone aquí el estudio de los municipios andinos entanto realidades sociales y políticas en rápida transforma-ción y en donde la dimensión de la etnicidad se ha erguidocomo uno de los aspectos que es indispensable considerarpara una buena comprensión de ellas. En efecto, la varie-dad de realidades nacionales y regionales hace previsible laexistencia de situaciones bastante heterogéneas. Una de lasfuentes de esas variaciones es, sin duda, la condición étnicay la existencia o no de actores sociales que actúan basadosen definiciones de identidad étnica. Un tipo de tales reali-dades es la de aquellos municipios nacionales con una com-posición de población en que la totalidad, la mayoría o gru-pos importantes de ellas son población indígena concientesétnicamente y más o menos organizada en función de obje-tivos basados en esa condición de origen. Una lectura obli-gada es aquí la de la esfera política, como la han iniciadoFoerster y Vergara (2000 y 2001), para el caso mapuche.Aunque la referencia a la política y el poder local es defi-nitivamente ineludible, los temas del municipio, sociedadindígena y etnicidad no se agotan en este plano. Un análi-sis de aspectos sociopolíticos andinos fue desarrollado enaños anteriores por González H. (1991) y por Gundermann(2000), pero en donde se enfatiza una mirada sobre las or-ganizaciones y sobre la dimensión étnica, regional, de laorganización, la demanda y la acción con sentido étnico.Para un intento de análisis multidimensional aplicado a lacomuna atacameña de San Pedro de Atacama puedeconsultarse Gundermann (2001b).

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to sobre los Estados es múltiple. Pérdida de sobe-ranía, deterioro de la articulación con los grupose intereses internos tradicionalmente amparadospor él, la sociedad civil pierde importancia y den-sidad social, en relación con ello la ciudadanía(como vínculo político de los individuos con elEstado) sigue siendo una fuente de derechos ydeberes importante, pero ya no es, centralmente,productora de sentido (en su formulación canóni-ca al menos). Los grupos y sectores socialesimpactados por el retiro del Estado y la aperturaa los embates de la economía globalizada (pro-yectos multinacionales, desprotección de sectoresproductivos, apertura a la inversión internacionalmasiva, etc.), buscan principios alternativos desentido y legitimidad que se oponen a laglobalización y al Estado neoliberalizado. Esosprincipios pueden ser varios: la nación contra elEstado nación, la nación Estado contra el Estadonación, la bandera de la condición de minoríaoprimida, el regionalismo, la identificación reli-giosa, y otras formas de comunitarismo. Cabeprecisar que, además de salidas colectivas, tam-bién se encuentra, en ausencia de principioscomunitaristas o junto con ello, el desarrollo deidentidades individualistas, en torno a proyectospersonales, o a microrrelaciones como el indivi-dualismo familiar (en esto último, siguiendo aCastells 1997 y 1999).

Por identidad entenderemos, entonces, un proce-so de subjetividad social, según el cual actoressociales conforman significados y dan orientacióna la acción con arreglo a atributos y/o apelacio-nes discriminantes (género, religión, etnicidad,clase, edad, conservación, tradición, civilidad, re-gión, nación, localidad, etc.), los cuales constitu-yen por lo común un conjunto articulado de ras-gos. En condiciones históricas dadas y en situa-ciones o escenarios sociales precisos, alguno deesos conjuntos puede adquirir importancia y, even-tualmente, preeminencia por sobre otros y, de estamanera, erigirse en principio de identificaciónpersonal, organización social y acción política. Laescala de agregación puede variar y, de este modo,envolver agregados de población enormes, o sóloa grupos, facciones, capas o segmentos de unasociedad mayor. Dos o más principios de identifi-cación, acción y estructuración pueden coexistiren un grupo social, dándose en su relación situa-ciones de inclusión recíproca en conjuntos mayo-res, coexistencia, tensión y también, desde luego,contradicción y antagonismo. En torno a tales

principios se organizan las fracturas y divisionessociales, constituyéndose como una de las fuen-tes principales de la conflictividad social.13

Los actores sociales regularmente procesan y cons-tituyen sentido a la acción y a este respecto unafuente posible de significados proviene de lascomunidades de origen (etnia, nación, religión,región, localidad, etc.) y de sus contenidos cultu-rales. Se ha discutido bastante su condición decomunidades en gran medida imaginadas(Anderson 1993), aunque no de manera arbitra-ria, sino que conformadas sobre la base de unsustrato de cultura (lengua, ethos, representacio-nes sobre lo trascendente, ideologías de la sangrey el parentesco, entre otros), de historia (discur-sos y contradiscursos históricos, memoria oral,

13 La etnicidad, la identidad étnica y el multiculturalismo sontemas masivamente tratados en la literatura de las cienciassociales de los últimos treinta años, respecto de lo cual se-ría imposible plantear aquí un esquema completo de lasdistintas posiciones teóricas y variantes en circulación. Noscontentamos, entonces, con señalar los puntos principalesde las opciones seguidas y la mención de algunos autoresde interés. Abogamos por una perspectiva integradora en lacual, por una parte, se debe reconocer que la identidad étnicaconstituye una de las formas más extendidamente emplea-das por sociedades humanas de cierta amplitud demográfi-ca para su integración social y simbólica, pero esto no estábasado en lazos primordiales, en fundamentos naturales oes algo automáticamente dado (de ahí la etiqueta acerca deestas posturas como primordialistas), sino que se debe pres-tar atención al cómo se forman socialmente y a su condi-ción histórica. Posiciones relacionistas, en cambio, apre-cian la etnicidad y la identidad étnica como un atributosituacional, que es relativo a las relaciones sociales queestablecen individuos y grupos. Se otorga así considerableatención a la acción de los individuos y grupos como agen-tes activos en la definición de sus identidades. Se ha discu-tido que aun cuando desde estas premisas se pueda darcuenta de esa situacionalidad social de la identidad colecti-va, no se logra explicar cabalmente los fundamentos y ladinámica de ellos. Llenando este vacío es posible apelar alpostulado de que para entender los procesos étnicos eidentitarios es necesario responder acerca de las relacionesde poder y de la historia de esas relaciones para que lossujetos sociales puedan definir e imponer legitimidad, oresistir y establecer identificaciones alternativas de identi-dad. Como puede advertirse de lo señalado más arriba, nosaproximamos más bien a esta última posición sin negar laeventual pertinencia de otras para responder respecto decasos particulares o aspectos de esos fenómenos. Lo quecuestionamos es su parcialidad y su incapacidad para apor-tar respuestas más completas. Autores de interés en estasmaterias, desde nuestro punto de vista, son Calhoun (1995,1997), Comaroff (1995), Castells (1997), Melucci (1999) yEriksen (1993).

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entre otros) y de redes de sociabilidad y/o de co-municación que posibiliten la circulación de lasrepresentaciones que se forjan y se reciclan inter-namente. Se trata de comunidades sobre las que aveces se conforman identidades fuertes. El incre-mento explosivo durante las últimas décadas degrupos religiosos, movimientos étnicos, naciona-lismos y regionalismos como fuentes de las queabrevan identificaciones consistentes e intensas,representa un dato de la causa de primera impor-tancia para nuestro planteamiento. Agreguemosque portan variados signos ideológicos, así comoestrategias políticas y cursos de acción igualmen-te diversos. Tienen en común su emergencia ex-plosiva, la fuerza de las identificaciones y su re-lación con las transformaciones económicas, so-ciales y políticas de un mundo crecientementeglobalizado.

Las reformas democratizadoras del Estado latino-americano, reformas que a su vez forman partede otras (como el ajuste estructural de la econo-mía y la descentralización), todas dirigidas a ins-talar plenamente un modelo de desarrolloneoliberal, se acompañan, o coexisten, con inno-vaciones en el campo de la etnicidad y la plura-lidad cultural. Un ambiente político y avancesjurídicos importantes en el campo internacionalno son ajenos a estos cambios. Por el lado indí-gena, una batería de argumentos puedenesgrimirse para entender la emergencia étnicalatinoamericana. La mayoría son externos ocontextuales. Sin duda, la arremetida del capitalen una economía liberalizada sobre territorios yrecursos indígenas es uno de ellos. La moderni-zación de la agricultura y el retiro del Estadodel apoyo sobre los pequeños productores, mu-chos de los cuales en nuestros países indígenas,son otros. En relación con la redefinición delEstado hacia una situación de prescindencia se-lectiva de los asuntos económicos y sociales, tie-ne lugar el término de la inclusión e integraciónsocial desplegada en las décadas previas y, conello, se tornan un poco más difusos los significa-dos de la ciudadanía. Adquieren importancia lastendencias polarizadoras de la aplicación del mo-delo económico, las que impactan con mayor fuer-za relativa a los grupos indígenas. Se puede men-cionar también el ambiente de liberalización polí-tica existente que favorece la organización y laexpresión pública. En otro plano, la globalizacióncultural y la posibilidad de aprehensión intelec-tual y práctica de la diferencia étnica es otro as-

pecto a tener en consideración, especialmente enlo atingente al activo papel que le corresponden alas élites intelectuales y profesionales indígenas.Un entorno internacional muy favorable a los pue-blos indígenas (jurisprudencia internacional pro-tectora, visión de pobreza, de vulnerabilidad, aso-ciación con conservación ecológica) es un factorde explicación indispensable. También en una are-na internacional, tenemos una mayor visibilidadde los conflictos étnicos debido al término de unaGuerra Fría cuya lógica de confrontación ideoló-gica encubría problemas y demandas de otra na-turaleza.14

Pero, los hay también internos. Como aquí se sos-tiene para el caso andino, la emergencia étnicaentendida como conciencia de identidad/alteridadsupone una mayor complejización de la sociedady de los sujetos “étnicos” indígenas, y esto vieneproduciéndose sólo durante el último siglo y, enparticular, la segunda mitad del s. XX. Intentare-mos explicar brevemente lo anterior. En la histo-ria andina regional las identificaciones colectivascon una categoría genérica, la de “indígena” o de“indio” sí estaban presentes; lo siguen estando deuna manera transformada. Pero, las exodenomina-ciones de “indio” (desde visiones de superioridad)y la endodenominación de “indio” (en relacióncon evaluaciones de minusvalía) eran sinónimo debajo nivel de progreso. Se inscribe por lo tanto enel campo semántico de la oposición civilización/barbarie, y no en la de una arquitectura socialestamentaria de indio/no indio, como pudiera pen-sarse. Esta última esfera de significados es carac-terística, hasta el s. XIX, de un sistema de rela-ciones neocoloniales (en tanto reelaboracionesrepublicanas de instituciones y relaciones propia-mente coloniales). La primera mencionada seimpone como criterio de demarcación, clasifica-

14 Entre otros, resulta provechoso consultar a Stavenhagen(1996 y 2001) para una revisión global de la “cuestiónétnica” y los conflictos asociados que sacuden la geografíapolítica mundial. En Bengoa (2000) se puede encontrar unresumen de la emergencia étnica latinoamericana. En Albó(1991 y 2002) encontramos un análisis y abundante infor-mación útil sobre estos fenómenos en la subregión andina(Perú, Bolivia, Ecuador y norte de Chile). Gundermann,Foerster y Vergara (2003), así como Bengoa (1999), sonlecturas recomendables para informarse respecto del casochileno. En Gundermann (2000 y 2003a) se puede revisaruna presentación de los procesos aymara y atacameño enlas regiones septentrionales del país.

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ción y definición social más bien desde finalesdel s. XIX en adelante.15

Las definiciones sociales de los indígenas y res-pecto de lo indígena dejan de representarlos se-gún imágenes corporativistas para ubicarlas, másbien, en esquemas donde la transitividad social esposible. El cambio social, la transformación cul-tural, la movilidad social son desde entoncesimaginables. Puesto que son imaginables, puedentransformarse en proyectos vitales, familiares oindividuales. Ello imprime a la vida social andinauna reflexibidad nueva, desplegada por los hoga-res y los individuos. En una perspectiva socioló-gica, se trata de romper con la condición socialde indio y el enclaustramiento geográfico; en unacultural, se promueve la apertura hacia la adqui-sición de capitales culturales y simbólicos másgenerales y estratégicos; en una codificación po-lítica se trata menos de la confirmación de unpacto social tradicional que de la afirmación deuno en torno al cambio y la inclusión ciudadana.La materialización del cambio depende ciertamen-te de condiciones externas, de un contexto histó-

rico y social favorable. Durante el s. XX este fueprovisto por la inclusión social que a través de laeducación, la aplicación de acciones de desarro-llo, la integración territorial, entre otros, fueronpromovidos por los gobiernos mesocráticos des-de finales de la década del ‘30.

Una conciencia colectiva andina moderna quedódefinida en los términos de la carencia(civilizatoria) y la demanda de inclusión y movi-lidad social regionales. En ella se elaboraron de-finiciones de identidad, alteridad y acción, asícomo la formación de demandas ante el Estadoque tomaron el derrotero de la inclusión en lanación chilena. Recordemos que, además de unaposición de carencia relativa de progreso, a losandinos se les apreciaba, paradojalmente, comoextranjeros por la historia y la cultura. De unamanera no previsible, en el contexto de las clau-suras y presiones ejercidas por el gobierno auto-ritario durante la década del ‘80, y en un ambien-te en que los discursos étnicos empezaban a cir-cular activamente, la visión de sí mismos empie-za a etnificarse. Las diferencias socioculturalescomienzan a codificarse según un paradigma desentido nuevo (Gundermann 2000).

Bajo el paraguas del movimiento político por elretorno a la democracia a fines de los ‘80, se haceefectiva la participación de organizacionesaymaras y atacameñas en pro de demandasmulticulturales y de desarrollo. Con el gobiernode la transición se promulga la Ley Indígena (Nº19.253), la que no recoge lo principal del recono-cimiento multicultural demandado. No obstante,se crea una institucionalidad (Corporación Nacio-nal de Desarrollo Indígena, CONADI) y las co-rrespondientes líneas de acción y partidas presu-puestarias. A partir de ese momento, desde elEstado y de dirigentes y profesionales de las or-ganizaciones étnicas que pasan a la administra-ción pública o que le prestan a ésta servicios parala ejecución de proyectos en la base indígena, sehace efectiva la irradiación de un discurso sobrela identidad étnica y la multiculturalidad. La mo-desta versión nacional de esa política es la de la“discriminación positiva” que consagra la Ley Nº19.253.16 La apelación a la identidad étnica

15 Respecto de los estudios sobre etnicidad e identidad étnicaen el norte de Chile, podemos citar a Grebe (1986) y untrabajo de finales de la década de 1980 de Van Kessel (1992)y el inicio de postulados convergentes con los que aquí sesiguen en González y Gavilán (1990). Más tarde, desdefines de la década de los ‘90 hasta ahora, el autor ha veni-do realizando junto a González H., una investigación deltema siguiendo una perspectiva de análisis multidimensionale histórica (Gundermann 1999, 2000, 2002, 2003a; GonzálezH. 1998 y 2000). Podemos destacar de estos últimos traba-jos la condición cambiante del papel de la etnicidad. Pri-mero, del neocolonialismo de una buena parte del s. XIXque culmina con el inicio de la incorporación social y laasimilación cultural, en concordancia con la constitucióndel Estado moderno sobre la zona y la formación de unaeconomía capitalista de enclave. La política de la asimila-ción y la negación de la pertenencia étnica en tanto quesímbolo del atraso, de la postración, de la falta de progresoy civilización acompaña el proyecto de inclusión social eincorporación ciudadana que se prolonga hasta inicios dela década del ‘70; con variaciones también sigue su cursobajo el gobierno autoritario. Hacia finales de los ‘80 unnuevo giro tiene lugar y la identidad étnica pasa de estigmaa emblema público y a símbolo político de lamulticulturalidad, un nuevo lenguaje político de fines desiglo. Es una modulación de la definición de las identida-des étnicas que guarda una relación compleja con los fenó-menos de globalización y de transformación de las econo-mías y las sociedades de finales de siglo (Gundermann2000). Para el caso atacameño, el trabajo más reciente so-bre el tema es el de Gundermann (2002).

16 A pesar de su novedad y de los titubeos y altibajos con quehan venido aplicándose medidas de política multicultural,algunos autores consideran que estamos ya en presencia de

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permeabiliza, a partir de ese momento, las defini-ciones sociales en las comunas andinas; diversosaspectos de la acción colectiva se nutren de ellas,viejos o nuevos conflictos y fracturas sociales consu inclusión se tiñen de nuevas coloraciones y lacondición indígena se erige en un factor o princi-pio de acción y estructuración social. La identi-dad étnica tiene una importancia política variablesegún las comunas que se considere, pero es yaindudable que forma parte de los lenguajes políti-cos locales (junto con el desarrollo, la equidadsocial y otros valores de la cultura política andina)y, aparentemente, se quedará por largo tiempo.

¿El lenguaje de la identidad étnica es sólo de unrecurso retórico, un recurso simbólico en la com-petencia política local o el posicionamiento so-cial interno, o es algo más? Sin duda es un instru-mento que en la actualidad se emplea fluidamenteen los espacios sociales y políticos comunalesandinos. Pero, es también mucho más. Por unaparte, en un nivel más bien regional, étnico, dacontenidos a lo que puede definirse como unaidentidad defensiva, una que surge como reacción,como respuesta a las presiones de la moderniza-ción, la globalización y el desarrollo económiconeoliberal sobre la sociedad indígena. Pero, tam-bién se elabora de una manera más propositiva,como proyecto. Codificada como multicultura-lismo, es también un lenguaje de los derechoscolectivos, de los derechos especiales, del reco-nocimiento y la autonomía. Es la base de la de-manda étnica al Estado y a la sociedad más am-plia. Aunque se formula en términos más genera-les, ello no es ajeno a los espacios comunales.Tales derechos empiezan a ser traducidos a lasrealidades locales y a orientar ciertos cursos deacción. Por ejemplo, la promoción de la noción

del territorio atacameño no sólo está hoy viva-mente presente en las dirigencias étnicas locales,sino que además se busca conciliar con una polí-tica local étnicamente informada. Otro tanto po-dría decirse respecto a la extracción de aguas sub-terráneas en la comuna de San Pedro de Atacamay en el altiplano de Putre, o de la desafectaciónde territorios de parques nacionales en áreasétnicas para abrirlos a la explotación privada.

Espacio social andino y campo comunal

Recordando la novedad histórica de los munici-pios andinos, debe suscribirse la idea que son es-pacios políticos en construcción. Lo son por laconcurrencia de un sistema de relaciones socialesy de poder ya existente, originado en una historiaen la que intervinieron factores locales e internos,así como externos (acción desarrollista estatal,regionalización de la sociedad andina, desarrollode relaciones de mercado). Lo es también por laformación de las municipalidades, institucionesque empiezan a aglutinar en torno a ella o inter-ponerse en el curso de acción de diversos agentessociales locales, sus competencias, alianzas, opo-siciones y conflictos. Lo es, asimismo, por la en-trada de otros factores de peso: inversión privadaextensiva en ciertos sitios, inmigraciones noandinas en otros, desarrollo de infraestructura yservicios de comunicaciones y transporte, la polí-tica multiculturalista oficial, el discurso étnico delmovimiento, la continuidad de la accióndesarrollista del Estado ahora mediada en partepor los municipios, etc. Los sistemas sociales lo-cales están en transformación y la municipaliza-ción de esos espacios es uno de los factores decambio y re-estructuración importantes. La nove-dad de estos se hace más ostensible si se los com-para con los municipios de la Araucanía, dondeel control de los gobiernos locales empieza a serun objetivo estratégico de los movimientosmapuches.17 Otro tanto puede decirse de la situa-ción de Isla de Pascua, de San Pedro de Atacamay de las comunas a lo largo de toda la regiónaymara. Pero, a diferencia de los casos andinosdonde las estructuras políticas locales están enfranca expansión desde situaciones de articulacióndébiles y participación poco activa en cuanto pe-riferias interiores, en la región de la Araucanía la

un modelo de multiculturalismo latinoamericano (Assies etal. 1999; Van Cott 1995 y 2000). Este tendría por conteni-do central el reconocimiento, más bien retórico, de la con-dición multicultural de las sociedades y de los pueblos in-dígenas; el reconocimiento del derecho consuetudinario; lasprotecciones a la tierra y otros recursos indígenas amena-zados por la expansión del capital y proyectos estatales; elreconocimiento de las lenguas indígenas y la promesa deuna educación intercultural y/o bilingüe. Tales directricesse han visto confirmadas en reformas constitucionales, ra-tificaciones del convenio 169 de la OIT o la promulgación,como en Chile, de leyes específicas de fomento y protec-ción. Se abre paso, paulatinamente, una visión del Estadocomo un ente que alberga una pluralidad de comunidadesfundantes.

17 El símbolo de ello es el alcalde Adolfo Millabur en la co-muna de Tirúa.

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institución municipal, un sistema de poder localy formas definidas de dominio son de larga data.Tomó forma allí desde una estructura agraria re-corrida por profundas divisiones etnoclasistas.

Resulta cómodo diferenciar en los espacios so-ciales comunales andinos varias esferas o ámbi-tos analíticamente separables entre sí, entendien-do que empíricamente la diferenciación es menosnítida. Por una parte, la de la economía y el mer-cado local en la que intervienen agentes y rela-ciones económicas (economías familiares aymarasy atacameñas, productores campesinos, formas depropiedad de la tierra, relaciones de producción,intercambio comercial, mercados de trabajo, en-tre otros). De otra, el plano de las relaciones so-ciales basadas en el parentesco y la comunidad,con sus sujetos y afanes (los hogares, la vida co-tidiana, las sociabilidades, diversos aspectos de lareproducción y la coordinación sociales). Por úl-timo, la esfera política, la consideración de lacomuna como un espacio o un campo sociopolíticodonde los agentes sociales locales compiten, dis-putan, transan, acuerdan, convienen diversos in-tereses, particular o colectivamente representados.Estos intereses son políticos, en relación con ladisputa de cuotas de poder político local, perotambién son económicos, cristalizan en poder so-cial y movilizan poder simbólico. Un aspecto cen-tral de la acción política es hoy la disputa por elcontrol del gobierno local. En tanto los sujetosejercen aquí derechos y atribuciones, este planoes también el de la conformación de la ciudada-nía política realizada localmente. Con la demo-cratización y, antes que eso, con la formación delos municipios andinos, los gobiernos locales, laautoridad edilicia y la propia institución adquie-ren una considerable centralidad como partícipesde la política local e incluso como organizadoresde ella.

Esta forma de apreciar el municipio se basa en lanoción de campo, extensivamente empleada porBourdieu (1990, 1991, 1992, 1999). Según él, uncampo es una red, una configuración de posicio-nes sociales y de relaciones entre estas posicio-nes, más o menos asimétricas y jerarquizadas.Expresa, entonces, una dimensión estructural. Lanaturaleza de las relaciones que se establecen en-tre posiciones sociales ocupadas por agentes de-terminados radica en la distribución de “especiesde poder” o de “capital”, cuya posesión o adqui-sición reporta provechos específicos (bienes ma-

teriales, riqueza, poder, autoridad, influencia, le-gitimidad, reconocimiento, entre otros) a quieneslas detentan en mayor medida. Acumulacionesdiferenciales de tales formas de capital definenlas relaciones que guardan entre sí los agentessociales (dominación, subordinación, homología).Resulta ser, en esa medida, un campo de fuerzasen estado de tensión dinámica y un espacio deconcurrencia y conflicto. Asumimos la premisaque los espacios sociales andinos reconfiguradosy dinamizados por la municipalización y otrasfuerzas que se hacen presentes durante las últi-mas dos décadas pueden ser provechosamenteanalizados mediante esta noción. Las posicionessociales de un campo son ocupadas por agentes einstituciones relacionados que las reproducen yeventualmente transforman. Los agentes socialespartícipes de un campo en un momento dado sonel resultado de su dinámica histórica y, a la vez,la fuente de su continuidad o transformación. Ental caso, no hay campo sin agentes, y tampocoagentes sin la propensión y capacidad de desarro-llar acciones. Los esquemas subjetivos de percep-ción, apreciación y acción de los agentes (hábitusen la terminología que venimos siguiendo) nutreny dan forma a las disposiciones para la acción.Funcionan como principios generadores del inte-rés de actuar y de las formas de actuar o estrate-gias de los agentes implicados en un campo. Elhábitus dota al campo de sentido; los campos, asu vez, tienden a condicionar y estructurar hábituspor lo demás heteróclitos en cuanto a sus mate-riales de origen.

Hablamos de campo comunal andino y no de cam-po político comunal, debido a la relativamentepoco desarrollada diferenciación y autonomía delas esferas sociales en los pueblos indígenas re-gionales. No obstante, privilegiamos una lecturapolítica del campo comunal. Esta opción es a lavez empírica y metodológica: la municipalizacióndel espacio social andino irradia y penetra haciadiversas esferas sociales, como venimos sostenien-do, lo que le otorga a la política local (las cues-tiones del gobierno local, la acción de las organi-zaciones ante el Estado, la representación, la ges-tión de recursos, las relaciones con el Estado, losliderazgos, entre otros) una indudable centralidada su desarrollo. Esta centralidad es a la vez unabuena base de observación del despliegue de losagentes en los espacios sociales andinos y de lastransformaciones que se están llevando a cabo.

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Si el campo comunal es un sistema de posicionesque dinamizan agentes sociales andinos y extraandinos sobre la base de disposiciones a la acciónheredadas, a la vez que actualizadas en el proce-so de reorganización del campo durante las últi-mas dos décadas, es fundamental identificar esosagentes, el sistema de posiciones y relaciones quelos unen y los separan, sus disposiciones y aque-llo por lo que se participa (las formas de poder ycapital en juego), aquello por lo cual se involucranlos agentes sociales cuyas relaciones forman elsistema del campo. Una observación atenta de tresdimensiones relacionadas resulta necesaria si sequiere reconocer hoy ese sistema de posiciones,sus agentes y dinámica. Primero, las divisionessociales presentes en los espacios comunalesandinos; segundo, los gobiernos locales y su di-námica y, tercero, la activación de la política delmulticulturalismo en los espacios locales. Consi-derando estos temas se tiene una buena posibili-dad de entender los aspectos a la vez objetivos ysubjetivos, de sistema y agencia, de integración yconflicto, de continuidad y cambio, internos yexternos, de lo estructural y lo local implicadosen la conformación y dinámica del campo socialandino contemporáneo.

La noción de división social la utilizamos, en elsentido propuesto por Valenzuela J. S. (1999), ala vez para denotar a aquellas rupturas socialeshistóricas de amplio alcance o “fisurasgenerativas”, y aquellas que tienen un carácter máscontingente (divisiones sociales en sentido am-plio). Empleamos esta noción aquí, entonces,como un punto de apoyo para la descripción delas relaciones entre agentes sociales conformadosa través de procesos históricos locales.18 Lasfisuras generativas serían aquellas divisiones so-ciales perdurables que tienen un papel importanteen la estructuración de los espacios sociales loca-les, en la medida que dan origen a agentes socia-les y a acción social concomitante con ellos. Entorno a tales fisuras se producen alineamientos desujetos, definiciones de propósito y acción, espe-cificaciones de identidad, identificación, voz ymovimiento. Las escisiones o divisiones de lasociedad y la política andina locales, por su par-

te, tienen un carácter más contingente o coyuntu-ral y un papel de importancia en el dinamismodel campo comunal. En la medida que se sosten-gan en el tiempo y den origen a sensibilidades, aagregaciones perdurables de intereses y posicio-nes estructurales en el campo, las divisiones ad-quieren los atributos de una “fisura generativa”.En definitiva, son conceptos que responden a lanecesidad de reconocer temporalidades y conse-cuencias distintas en la conformación del paisajesocial andino ahora organizado por las comunasy sus municipios. Las transformaciones de la so-ciedad andina en pleno desarrollo sugieren, asi-mismo, que la formación de agentes, la dinámicade sus cambios y de su acción se hace crecien-temente compleja.

Varios aspectos caracterizan la formación del cam-po comunal andino y la formación del espaciopolítico como una dimensión del mismo. Paraempezar, se debe atender a su formación. Los es-pacios locales andinos han cambiado desde peri-ferias municipales sin mayor importancia prácti-ca, a municipios que toman a su cargo diversascuestiones que afectan decisivamente la suerte delos pobladores andinos que en ellos habitan. Elantecedente de la relación entre población andinay municipio deja de ser el de indígenas pobres enlos márgenes territoriales (cordillera, “interior”,etc.), con poca o nula participación en la gestióndel municipio. En cuanto espacio sociopolítico,los municipios pueden definirse por el ejerciciode derechos y atribuciones políticas, como unámbito de ciudadanía política localmente situado.La creciente actividad e incluso centralidad queestán adquiriendo los municipios y la identidadétnica como recurso en la arena pública local leda al plano de la política una capacidadintegradora y organizadora de primera importan-cia. De esta manera, las municipalidades andinasson ahora instituciones centrales en una accióndel Estado más cercana a la población, relaciónque se hace más crítica a medida que los nivelesde pobreza, como en el caso indígena nacional,son comparativamente mayores. Se trata ahora decomunas exclusiva o principalmente aymaras yatacameñas19 en las que sus habitantes van asu-

18 El concepto de “fisura generativa” por diferencia con el de“división social” favorece un análisis con énfasis o pers-pectiva histórica más definida y, en cualquier caso, distin-ciones respecto de fracturas sociales más contingentes.

19 La única comuna “atacameña” es San Pedro de Atacama.Se ha discutido bastante la formación de una comuna en elárea interior de Calama, integrando a Ollagüe. Esta últimaha pasado a ser la comuna quechua del país (la mayoría de

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miendo una participación activa e interesada enfunción de demandas de modernización, de “di-ferencia” o identidad y de redistribución dirigidasal municipio y a los organismos sectoriales delEstado, como la CONADI.

La base social de la municipalización del espacioandino no es una sociedad tradicional. Las socie-dades andinas de inicios del s. XXI son conside-rablemente más heterogéneas y complejas que enel pasado. Una sociedad así transformada y entransformación debe considerarse una condiciónpara el surgimiento de sujetos individuales y co-lectivos de otro cuño que puedan participar en lacompetencia por el poder local, gestionarlo llega-do el caso, crear y reproducir redes, conformarclientelas, efectuar transacciones políticas y ac-tuar estratégicamente. Deberán poder producir lapolítica interna haciendo intervenir lógicas andinasy reglas del juego locales nuevas, así como facto-res, fuerzas, intereses y condiciones normativasexternas. A una política local que se complejizaaceleradamente corresponden, entonces, sujetosandinos que se ven impelidos a adquirir capaci-dades sociales y culturales para actuar ventajosa-mente en tales escenarios.

La figura de los mediadores políticos locales re-presenta bien aquellos nuevos sujetos concurren-tes en el espacio político comunal. Guardan algode las formas tradicionales de representación ymediación hacia el Estado, pero son también bas-tante más que eso. Se ubican en dos niveles, co-rrespondiendo uno a las localidades y bases co-munitarias en las que individuos, familias y gru-pos canalizan demandas y facilitan la llegada deoperadores y agentes políticos ubicados en nive-les superiores.20 Otro es el de los articuladores deintereses más amplios, con alcances comunales,

representando grupos y tendencias sin una baselocal específica, quienes comúnmente disputancargos de representación. Si los primeros son losagentes de la competencia interlocalidades porrecursos del Estado y los municipios, los segun-dos expresan más bien divisiones sociales y polí-ticas amplias. Si los primeros mantienen un radiode acción que se limita a las comunidades de base,los segundos se movilizan por el control de deci-siones y recursos que afectan conjuntos de intere-ses de mayor cobertura. Los primeros surgen des-de la trama de las organizaciones de base comu-nitaria, tanto las propiamente locales como lastranslocalizadas. Son organizaciones que, por suparte, se asientan en las relaciones de parentescoy vecindad de grupos y redes sociales comunita-rias o con ese origen en la medida que se encuen-tren, como es común, distribuidas sobre la geo-grafía regional. Una fuerte identificación localistay la solidaridad colectiva, en tensión también porconflictos que no faltan y secesiones de faccio-nes, grupos y familias, es un factor integradorde gran importancia. El segundo tipo de media-dores puede tener ese origen, o bien emergercuando los juegos de intereses pujan y obligan alsurgimiento de representaciones más amplias.Estos últimos suelen ser los que controlan las re-laciones partidarias, de hecho son los operadorespolíticos comunales. A veces no resulta claro sison agentes de partido o representantes de grupose intereses comunales mediados por partidos po-líticos.

sus escasos residentes tienen filiación quechua de la aleda-ña zona Lípez de Bolivia), lo que podría dificultar una even-tual fusión con el área atacameña septentrional en el altoLoa. Por lo demás, en esta área la migración aymara desdela provincia de Iquique es notoria en Chiu Chiu y Lasana.

20 Cabría reconocer dos tipos de agentes locales de media-ción. Uno, más cercano a las formas tradicionales de repre-sentación local, o al menos heredero de ellas, surge desdela base no tanto por sus capacidades particulares, sino másbien por el cumplimiento de deberes con la comunidad. Esuna representación no estable, más bien rotativa, que seresuelve entre quienes se advierten capacidades suficientespara representar, ante el municipio y organismos del Esta-do, demandas y problemas de la comunidad, así como tam-

bién para constituirse en canal de llegada y coordinaciónde la acción estatal. La forma ejemplar de esta representa-ción es la de las directivas de las Juntas de Vecinos. Distin-to es el caso de los “emprendedores” con liderazgo y as-cendiente sobre una comunidad, un grupo de parientes ouna facción local que encabeza un proyecto o iniciativa deinterés común. Su representación está sustentada en el re-conocimiento de capacidades de emprendimiento. Por elcarácter no rutinario y eventualmente excepcional y com-plejo de sus cometidos, es un tipo de dirigente menos esta-ble. Aunque puede darse una transitividad hacia roles derepresentante local convencional, por lo general estos me-diadores están en la última década pugnando por alcanzarel nivel superior de mediación política, o bien se dirigenhacia el desarrollo de actividades particulares. Por lo de-más, el desempeño de su rol no carece de tensiones con elgrupo de base y sustentación. El liderazgo aymara, en par-ticular, está sometido a fuertes presiones desde la base y sesostiene en gran medida por el éxito en sus empresas y lacapacidad de redistribución de sus beneficios. Se puedeindicar, por último, que en ocasiones la frontera entre am-bos tipos de mediadores es borrosa, poco nítida.

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Los agentes sociales particular o colectivamenteconsiderados (económicos, sociológicos propia-mente, culturales) que participan del espacio co-munal disputan el acceso y control de las formasde capital que entran el juego político y sociallocal. Entre ellos, recursos económicos locales(como el turismo en San Pedro de Atacama y enPutre, o el trabajo de carga en la aduana fronteri-za de Colchane), recursos financieros estatales(inversiones, en especial las orientadas a infraes-tructura, la generación de servicios, los subsidiosy asistencia), poder político y de representaciónen el gobierno local, control de recursos natura-les a través del desarrollo de relaciones de pro-piedad (la demanda de titulaciones y territorioses elocuente al respecto), legitimidad social inter-na y credibilidad política interna y externa, etc.En términos generales, la constitución de sujetoscolectivos, de identificaciones y cursos de acciónse estructura en las sociedades andinas según“fisuras generativas” históricamente conformadasy escisiones o divisiones sociales o de la políticalocal con un carácter más contingente. Las prin-cipales fisuras y divisiones detectadas son las queoponen al capital y a los grupos de interés locales(las inversiones mineras y sus demandas de aguasson el mejor ejemplo; también lo es con la indus-tria turística en San Pedro de Atacama); a aymaras,atacameños y quechuas con no indígenas en zo-nas de atracción como San Pedro de Atacamadonde la oposición entre “locales” y “afuerinos”es expresiva; a católicos de protestantes yneoindigenistas; a una comunidad histórica deotra; a linajes y facciones dentro de cada comuni-dad; a residentes de migrantes; a cabeceras políti-cas comunales entre sí (San Pedro y Toconao enSan Pedro de Atacama, Cariquima e Isluga enColchane, Camiña alto y “valle” en Camiña, Putrey Belén en Putre, etc.) y con comunidadesperiféricas (el sistema de satélites ayllo respectode San Pedro); a localistas de indianistas; a auto-nomistas de integracionistas, y a jóvenes de adul-tos mayores y ancianos. Según podemos apreciar,el municipio andino representa hoy un ámbitoinstitucional de importancia en el procesamientode las fracturas y los conflictos sociales andinos,además de su elaboración en el ámbitointercomunitario, en el del faccionalismointracomunitario, o en el de la relación comuni-dad/capital.

La democratización de las reglas del juego parael control de las funciones y recursos de los mu-

nicipios activa la formación o la reorganización yalineamiento de sujetos colectivos que establecenestrategias de acción según un sistema de reglas(marco normativo electoral y de representación).En esa gestación y reorganización los clivajes ydivisiones sociales tienen importancia puesto queconstituyen los principios con arreglo a los cua-les los sujetos colectivos se conforman. Según loque llevamos conocido, las divisiones más impor-tantes que se han venido poniendo en acción a esterespecto son las que separan cabeceras locales his-tóricas entre sí y con periferias, y las variantes dela división entre locales y extranjeros (que no co-rresponde sólo a indígenas y no indígenas comoen San Pedro de Atacama, sino que entre indíge-nas locales en oposición a inmigrantes como enCamiña). Se hace presente también aquella quediferencia entre generaciones (dirigencias yliderazgos de base campesina en tensión con aque-llos nuevos más imbuidos de retóricas étnicas).Otros principios de segmentación y división sue-len manifestarse saturando las anteriores más queadquiriendo modulaciones independientes.

La representación y la elección de autoridadeslocales deben canalizarse a través del sistema departidos y someterse, por lo menos en parte, ademandas y estrategias políticas no dirigidas ha-cia las localidades, sino hacia la política provin-cial y regional. El juego político local articula,entonces, dos niveles de intereses, parcialmenteautónomos entre sí, y excluye formas de repre-sentación independientes, extra partidarias. Enestas condiciones, puede uno preguntarse hastadónde estas restricciones tienen un impacto en ladinámica política local. De hecho, la tienen y conalcances no menores; por lo pronto, impidiendola presencia en los gobiernos locales de comunasandinas de representantes de perspectivasetnicistas o “indianistas”. Pero, la vida políticalocal es bastante más compleja y tiene muchosintersticios.

Las afiliaciones partidarias y las alianzas de ca-rácter político formal tienen a veces un carácterdoctrinario y partidario, pero normalmente se com-binan con o decididamente adquieren un sentidoestratégico en función de multiplicar las posibili-dades de los sujetos (representantes, mediadores,concejales, líderes) partícipes del juego político.Esto vale para la competencia entre ellos, en losdos niveles en que hemos planteado la represen-tación. Pero esto es también cierto para la rela-

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ción entre representantes y representados a loscuales se debe canalizar información, recursosmateriales y servicios si se quiere reproducir labase social de sustentación de la posición políticaque ocupan en el campo comunal. Las tensionesen este punto no son pocas y resultan de la con-vergencia y la necesidad de coordinación de di-ferentes ejes de fuerza: intereses y ambicionespersonales, demandas y presiones locales, inte-reses sectoriales (étnicas, gremiales), políticas es-tatales, competencia político partidaria. En estascircunstancias, no son raros los cambios de afi-liaciones partidarias, las alianzas informales fuerade acuerdos y pactos, las negociaciones en fun-ción de ventajas personales o de un grupo endetrimento de una estrategia de partido o alianzade partidos. Esta orientación múltiple de la ac-ción política local posibilita relaciones y conte-nidos mucho más ricos y diversificados, comotambién conflictivos. Resulta también una mane-ra de sortear, en parte, la camisa de fuerza repre-sentada por el sistema electoral que privilegia lospactos y una representación dual, dejando prácti-camente fuera del juego a las opciones de repre-sentación autónomas de tipo local, sectorial oétnica. La infrapolítica tiene bastantes caminosoblicuos.

La identidad étnica en cuanto definición de cate-gorías, grupos y fronteras colectivas con base encriterios culturales también organiza líneas de in-clusión y exclusión de la acción del Estado engeneral y de los municipios en particular. Estipu-la las líneas de división más allá y más acá de lascuales son aplicables medidas de “discriminaciónpositiva” que aplican organismos sectoriales delEstado (CONADI, Programa Orígenes, programasespeciales de ministerios, etc.). En los espacioslocales andinos las identidades colectivas sonreelaboradas en sentido étnico y activadas desdela acción de organizaciones étnicas y, de maneraquizá más eficiente, desde el propio Estado. Lo-calmente se presenta como un recurso retórico dedefinición de una comuna y, también, como unargumento de apoyo a demandas sociales y pre-tensiones de legitimidad. En los espacios políti-cos locales con composición mixta, las represen-taciones de la identidad étnica recodifican divi-siones y fisuras sociohistóricas, normalmente en-tre locales y afuerinos, o natales y extranjeros.Con arreglo a ella, desde una u otra facción seotorga significados, se establecen intereses y seorganizan las relaciones y la acción colectiva, se

disputan las posiciones en los gobiernos munici-pales y se evalúa su acción.

Digamos, por último, que en presencia de movi-mientos sociales y una política multicultural másamplia, se entenderá que el municipio no agotalos espacios de la política con sentido étnico.Circunscribe un plano de ella, no la abarca en sutotalidad. Por lo demás, la relación entre uno yotro plano está cruzada por tensiones. Actores,orientaciones y demandas diferentes dificultan lasposibilidades de una articulación de planos que,por otra parte, cada vez más se ve como impor-tante y necesaria desde los movimientos étnicos.Pero, en esto también hay variantes.

Debido a la estrecha relación entre actores, inte-reses, demandas y conflictos locales con la formay la dinámica de la política local, y debido, porotra parte, a las características del sistema electo-ral, la relación entre movimiento étnico aymara-atacameño y política comunal padece una doblelimitación. Desde las demandas locales es el mu-nicipio y otros organismos del Estado a través delmunicipio que pueden encontrarse con más faci-lidad canales de salida y resolución de ellas. Sal-vo en el caso atacameño, no existe hasta ahorauna relación resuelta entre el plano de las deman-das étnicas y el de las localidades de base, dondepriman planteamientos principalmente desarro-llistas. En San Pedro de Atacama, la feliz conver-gencia en los últimos años entre movimiento ét-nico, organizaciones de base, representación étnicay alcaldía favorece una relación más o menosexpedita. Ello no alcanza a los concejales, repre-sentantes de partidos y expresiones, a la vez, defracciones y segmentaciones sociales que atravie-san la comuna. Esa convergencia no se da en elcaso aymara donde un movimiento étnico de élitey urbano ha tenido complejas y conflictivas rela-ciones con organizaciones de base de distinto ori-gen, pero con una común orientación hacia pro-cesos de desarrollo. Por otra parte, desde la polí-tica partidaria, suele no haber diálogo ni alianzasadecuadas como para que la Concertación lleveal juego político local con posibilidades de éxitoa líderes y miembros de los movimientos. Nueva-mente, es en San Pedro de Atacama donde se haconstruido una alianza entre un movimiento proconcertacionista y los partidos políticos de estacoalición, excluyendo variantes étnicamente másradicales.

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Conclusiones

Hemos presentado un esquema de interpretacióny los primeros resultados de una indagación delos espacios comunales indígenas andinos actua-les, entendidos como realidades antropológicas enplena emergencia. Consideramos que sus propie-dades centrales quedan definidas por una rela-ción histórica compleja entre factores externos einternos procesados dinámicamente, en especialdurante la última década. Hemos propuesto quelos procesos de modernización de corte neoliberalrecientes han tenido un impacto significativo so-bre el espacio andino y las sociedades andinascontemporáneas. Lejos de considerarlos comogrupos sociales tradicionales, los aymaras yatacameños (y quechuas en Atacama, y aymarasentre atacameños, y aymaras que ahora sonquechuas) que enfrentan la modernizaciónneoliberal emergen de los procesos de formaciónde la región resultante del ciclo salitrero y lasrepercusiones que ulteriormente acarrea la crisisde este ciclo. Se trata de grupos en que las mo-dernizaciones del s. XX no han pasado de largo,a pesar de la imagen de enclaustramiento quesugiere su condición de habitantes de los Andes.Las transformaciones resumidas en el apartadocorrespondiente dan cuenta de los cambios quesurgen de la relación entre la acción del Estadoy el mercado, y las lógicas andinas que las pro-cesan.

Ya con los gobiernos democráticos de la décadadel ‘60 e inicios de la del ’70, y luego con elgobierno autoritario que los releva, se intensificauna preocupación por las zonas interiores andinas,lo que se expresa en la creación de municipiosque, por la composición de su población, resultanprincipal o exclusivamente indígenas. La formadefinitiva de tales municipios la adquieren desde1979 con la reforma político administrativa de eseaño, en relación con la cual, además, seincrementan sustancialmente las atribuciones delos gobiernos comunales (autoridades designadaspor ese entonces). Los inicios de la políticamulticultural de los gobiernos de la Concertaciónen 1990 quedan marcados por la creación de laComisión Especial de los Pueblos Indígenas(CEPI), política que debía expresarse desde laacción sectorial del Estado de manera convergen-te con la de los municipios sobre las comunida-des aymaras y atacameñas. La democratizaciónde la elección de autoridades locales se materiali-

za a partir de 1992. Municipalización del espacioandino por parte de corporaciones reforzadas,democratización limitada de los gobiernos loca-les, implementación de una política multiculturalrestringida y conformación de sujetos étnicos queintegran municipios y que son los interlocutoresde la “discriminación positiva”, representan loselementos concurrentes para que los espacios so-ciales andinos adquieran dinámicas sociopolíticasque se encuentran en pleno desarrollo. De estamanera, la relación entre sociedad indígena, loca-lidad y política se está redefiniendo rápida yextensivamente.

Un primer aspecto de esta redefinición es la mu-nicipalización de los espacios andinos, inspiradaen su momento por principios geopolíticos. Antesde ello no fueron más que márgenes o periferiasgeográficas y sociales de comunas orientados ha-cia otros sectores de población en los pueblos deldesierto y la costa. Las nuevas comunas no lo sonsólo en cuanto nuevas jurisdicciones para el esta-blecimiento de un ayuntamiento, sino también parael desarrollo de un buen número de prestacionessociales, además de las regulaciones de la vidasocial local. Primero excluidos por una gestiónautoritaria, pero luego de su democratización conuna mayor participación de sus agentes sociales,estos municipios serán en lo sucesivo el eje verte-bral de la formación de los espacios políticos lo-cales andinos.

Las sociedades andinas de los espacios ahoramunicipalizados son considerablemente másheterogéneas y complejas que en el pasado y, porlo tanto, más dinámicas y recorridas por diversastensiones y conflictos. Son más deslocalizadas, seencuentran parcialmente desagrarizadas, tienenmucho menos de campesinas que en el pasado,son socialmente menos homogéneas, cultural-mente se pronuncian algunas diferenciaciones. Laexpresión política de esta realidad es correlativa-mente más diversificada. En relación con ello, esposible reconocer dos tipos de agentes que ejer-cen la mediación política local: unos en el nivelde las localidades y comunidades, y otros repre-sentando conjuntos de intereses más amplios. Trasunos y otros pueden advertirse las trazas de divi-siones y fracturas sociales de larga data o en ple-na emergencia.

Una abigarrada serie de divisiones sociales estruc-tura la formación de agentes sociales en alianza,

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competencia y conflicto en el espacio comunal.Las líneas de clivaje que surgen de tales divisio-nes (comunidad/capital, indígenas/no indígenas,cabeceras/periferias, etc.) no sólo funcionan comoparámetros para la definición de agentes socialessobre el campo comunal; tienden también a defi-nir las relaciones entre grupos, facciones, repre-sentantes y líderes en pugna por recursos, influen-cia, autoridad y legitimidad.

La política local tiene en esas divisiones socialesuna de sus fuentes de estructuración. Losliderazgos, grupos en competencia por el controldel municipio, organizaciones y dirigentes quepugnan por recursos estatales guardan una rela-ción evidente con esas segmentaciones sociales.La democratización de los municipios que tienelugar durante la década del ‘90 activa la compe-tencia y pugna por la participación y control delgobierno local, su autoridad y recursos. La formaen que se organiza la pugna por el gobierno local

depende de dos grandes fuerzas concurrentes:desde abajo los grupos de interés andinos surgi-dos de la estructura social y sistema de actoresreseñado; desde arriba los partidos y bloques po-líticos amparados por un sistema electoralbinominal que favorece los pactos políticos. Losgrandes perdedores son las opciones indepen-dientes, entre ellas aquellas con sentido étnicoque no tienen cabida por decisión o segregaciónde los canales partidarios.

Finalmente, la relación entre actores y políticalocal, por una parte, y movimiento social, porotra, tiene hasta ahora, salvo el caso de SanPedro de Atacama, un doble problema. El quederiva del sistema electoral que no permite laparticipación autónoma de los movimientos enla política local. El que deriva, también, de ladiferente orientación e incluso discurso de lasorganizaciones locales y un movimiento de élitecomo el aymara.

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