guillermo kuitca en clase ejecutiva may 2005

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A 22 Clase Ejecutiva “Soy artista por inercia” EL PINTOR ARGENTINO CONTEMPORÁNEO MEJOR COTIZADO CARECE DE FORMACIÓN PLÁSTICA FORMAL Y DETENTA UN PASADO DE NIÑO PRODIGIO. INCURSIONÓ EN EL TEATRO Y EN LA ARQUITECTURA, Y ACTUALMENTE APUESTA AL TRABAJO MULTIDISCIPLINARIO CON UN PROGRAMA DE BECAS PARA JÓVENES ARTISTAS. TRAS 17 AÑOS DE AUSENCIA DE LA CARTELERA LOCAL, SU RETROSPECTIVA EN EL MALBA CONVOCÓ A 100.000 PERSONAS EN 2003. AQUÍ, LOS SECRETOS Y PASIONES DE UN ARTISTA QUE ALIMENTA SU PROPIO MITO Texto: Andrea del Río Entrevista: Andrea del Río y Ernesto Nimcowicz Fotos: Antonio Pinta NOTA DE TAPA Guillermo Kuitca Allí donde Belgrano R se convierte en un labe- rinto de callecitas empedradas sin rumbo a mer- ced del caprichoso trazado de las vías del tren, y donde los árboles añosos ocultan mansiones de catálogo pero también ejemplos señoriales de arquitectura francesa, habita un artista con alma de duende. Su refugio es un petit hotel recicla- do, que hace décadas funcionó como una pen- sión coqueta. Y sus guardianes son Aarón y Don Chicho, dos labradores que ejercen su función de modo invisible, aunque omnipresente. Enig- mático y escurridizo, quien mora en esta casona –luminosa hasta la estridencia, despojada hasta el escalofrío– es Guillermo Kuitca, el artista con fama de inaccesible que se burla de ésa y otras etiquetas que ha cosechado tras dedicar 31 de sus 44 años de vida al oficio plástico. KUITCA, EL NIÑO PRODIGIO Descendiente de inmigrantes ruso-ucranianos judíos, Guillermo Kuitca nació en 1961, y es un fiel exponente de una generación marcada por las revoluciones sociales, políticas e incluso esté- ticas que le imprimieron un nuevo rumbo al ca- pítulo final del siglo XX. Su mirada sobre esos años son la clave para empezar a entender “el enigma Kuitca”. –¿Cuál es su primer recuerdo vinculado con el arte? –Conservo una foto donde aparezco dibujando, en el jardín de infantes: era un chico un poco tí- mido y retraído, con un lápiz en la mano, metién- dome en mi mundo interior y abstrayéndome del entorno, como si hubiera un microcosmos entre la hoja y yo. Tengo una imagen mental también muy temprana: estoy en una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes, de la mano de mis padres, y de repente me suelto y me acerco a un cuadro que me atrapa, una corrida de toros pintada por Picasso, colorida y vibrante. En gene- ral, mis recuerdos relacionados con el arte son viejas imágenes que me incluyen haciendo o mi- rando arte, dos actitudes que seguramente influ- yeron para que pensara que esto era lo mío. Es di- fícil saber cuál de las dos cosas fueron más impor- tantes: si el arte de los demás o el propio. –¿Tenían sus padres alguna afición artística particular? –Mi madre es médica psicoanalista y mi padre es contador, aunque con el tiempo me enteré de que, en su adolescencia, había pintado cuadros de realismo social. Era gente inquieta, les gustaba la música y la pintura, así que en mi casa de Palpa y Cabildo había posters con reproducciones de Pi- casso y Matisse, la típica decoración de un hogar de clase media profesional. Fue fantástico cuando compraron Pinacoteca de los genios , una serie de fascículos de Editorial Codex con una propuesta muy interesante: una semana podía ocuparse de Miguel Ángel y la siguiente de Kandinsky. Era un planteo imprevisible, que mezclaba artistas de distintas épocas y escuelas, algo sumamente inte- resante para un chico porque no proponía una historia del arte sino un juego de imágenes vital y espontáneo. –¿Cómo fue que dio, por primera vez, con sus huesos en un taller? ¿Se lo pidió a sus padres o ellos decidieron darle cauce a su insistencia con los lápices? –Según el anecdotario familiar, se dio esa situa- ción clásica de una maestra jardinera que dijo: “El nene tiene talento”. Pero creo en una versión más

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El pintor argentino contemporáneo mejor cotizado detenta un pasado de niño prodigio. Incursionó en el teatro y en la arquitectura. Y ahora apuesta al trabajo multidisciplinario con un programa de becas para jóvenes talentos. Tras 17 años de ausencia, su retrospectiva en Malba convocó a 100 mil personas en 2003. Secretos y pasiones de un artista que alimenta su propio mito.

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A22 ◆ Clase Ejecutiva

“Soy artista por inercia”

EL PINTOR ARGENTINO CONTEMPORÁNEO MEJOR COTIZADO CARECE

DE FORMACIÓN PLÁSTICA FORMAL Y DETENTA UN PASADO DE NIÑO

PRODIGIO. INCURSIONÓ EN EL TEATRO Y EN LA ARQUITECTURA,

Y ACTUALMENTE APUESTA AL TRABAJO MULTIDISCIPLINARIO CON UN

PROGRAMA DE BECAS PARA JÓVENES ARTISTAS. TRAS 17 AÑOS DE

AUSENCIA DE LA CARTELERA LOCAL, SU RETROSPECTIVA EN EL MALBA

CONVOCÓ A 100.000 PERSONAS EN 2003. AQUÍ, LOS SECRETOS

Y PASIONES DE UN ARTISTA QUE ALIMENTA SU PROPIO MITO

Texto: Andrea del RíoEntrevista: Andrea del Río y Ernesto NimcowiczFotos: Antonio Pinta

NOTA DE TAPA ◆ Guillermo Kuitca

Allí donde Belgrano R se convierte en un labe-rinto de callecitas empedradas sin rumbo a mer-ced del caprichoso trazado de las vías del tren, ydonde los árboles añosos ocultan mansiones decatálogo pero también ejemplos señoriales dearquitectura francesa, habita un artista con almade duende. Su refugio es un petit hotel recicla-do, que hace décadas funcionó como una pen-sión coqueta. Y sus guardianes son Aarón y DonChicho, dos labradores que ejercen su funciónde modo invisible, aunque omnipresente. Enig-mático y escurridizo, quien mora en esta casona–luminosa hasta la estridencia, despojada hastael escalofrío– es Guillermo Kuitca, el artista confama de inaccesible que se burla de ésa y otrasetiquetas que ha cosechado tras dedicar 31 desus 44 años de vida al oficio plástico.

KUITCA, EL NIÑO PRODIGIO

Descendiente de inmigrantes ruso-ucranianosjudíos, Guillermo Kuitca nació en 1961, y es unfiel exponente de una generación marcada porlas revoluciones sociales, políticas e incluso esté-ticas que le imprimieron un nuevo rumbo al ca-

pítulo final del siglo XX. Su mirada sobre esosaños son la clave para empezar a entender “elenigma Kuitca”.–¿Cuál es su primer recuerdo vinculadocon el arte?–Conservo una foto donde aparezco dibujando,en el jardín de infantes: era un chico un poco tí-mido y retraído, con un lápiz en la mano, metién-dome en mi mundo interior y abstrayéndome delentorno, como si hubiera un microcosmos entrela hoja y yo. Tengo una imagen mental tambiénmuy temprana: estoy en una exposición en elMuseo Nacional de Bellas Artes, de la mano demis padres, y de repente me suelto y me acerco aun cuadro que me atrapa, una corrida de torospintada por Picasso, colorida y vibrante. En gene-ral, mis recuerdos relacionados con el arte sonviejas imágenes que me incluyen haciendo o mi-rando arte, dos actitudes que seguramente influ-yeron para que pensara que esto era lo mío. Es di-fícil saber cuál de las dos cosas fueron más impor-tantes: si el arte de los demás o el propio.–¿Tenían sus padres alguna afición artísticaparticular?

–Mi madre es médica psicoanalista y mi padre escontador, aunque con el tiempo me enteré deque, en su adolescencia, había pintado cuadros derealismo social. Era gente inquieta, les gustaba lamúsica y la pintura, así que en mi casa de Palpa yCabildo había posters con reproducciones de Pi-casso y Matisse, la típica decoración de un hogarde clase media profesional. Fue fantástico cuandocompraron Pinacoteca de los genios, una serie defascículos de Editorial Codex con una propuestamuy interesante: una semana podía ocuparse deMiguel Ángel y la siguiente de Kandinsky. Era unplanteo imprevisible, que mezclaba artistas dedistintas épocas y escuelas, algo sumamente inte-resante para un chico porque no proponía unahistoria del arte sino un juego de imágenes vital yespontáneo. –¿Cómo fue que dio, por primera vez,con sus huesos en un taller? ¿Se lo pidió a suspadres o ellos decidieron darle cauce a suinsistencia con los lápices?–Según el anecdotario familiar, se dio esa situa-ción clásica de una maestra jardinera que dijo: “Elnene tiene talento”. Pero creo en una versión más

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cruda según la cual sugirió: “Hagan algo con es-te chico, que sólo sirve para pintar”. Hay una su-til diferencia entre decir “tiene talento” y decir“es con lo único que reacciona” (risas). Piensoque, como era un chico retraído, a la hora de pin-tar demostraba sentirme a gusto. En la época deljardín de infantes, mi padre me llevó a un tallerque se dictaba en Hebraica, pero era un plomazoy encima se dictaba los sábados, así que desertépronto. Después, mis padres afinaron un pocomás la puntería: tenía 6 años cuando me llevarona un taller de libre expresión, algo muy típico enlos años 60, donde tirábamos pintura al aire has-ta quedar enchastrados. Disfrutaba mucho, peromis padres empezaron a buscar a alguien que sehiciera cargo de mi formación artística. La estra-tegia fue evitar que cayera en una escuela de Be-llas Artes que pudiera reprimir la creatividad na-tural que tenía como niño. Y así fue como dieroncon Ahuva Szlimowicz, quien fue mi maestra en-tre los 9 y los 18 años, cuando abandoné defini-tivamente las clases. De allí que mi formación nohaya sido organizada y tenga agujeros, en cues-tiones técnicas, que sigo paseando por ahí.–¿Le preocupó, en algún momento de suevolución artística, cubrir esas falencias?–No, aprendí a vivir con esos huecos. De algúnmodo, un buen artista lo es por todo lo que sa-be y por todo lo que no. Aunque imagino queintenté convertir esas faltas en mi propio len-guaje. De todos modos, creo que mis padres to-maron la decisión correcta al mantenerme aleja-do de lo que en ese momento era la academia enBuenos Aires, bastante anquilosada, de muchoentrenamiento para nada, asociada a una con-

cepción del mundo que no existía más. Lo par-ticular de la decisión fue que eligieron que tu-viera una formación como si fuera un adulto,por lo que compartí el taller con personas queme llevaban 20 o 30 años. Es cierto que mi obraera muy madura, pero mi estructura interna nodejaba de ser la de un chico de 9 años. –¿Le prodigaron sus padres un marcode normalidad para que siguiera haciendocosas de chicos al margen de su facetade prodigio artístico?–Creo que sí, o que al menos lo intentaron. Ibaal colegio, salía de campamento y mi vida socialpasaba por mis compañeros de estudios.–¿Cambió de algún modo esa contenciónluego de que expuso por primera vez,a los 13 años?–Ahí ya tenía una suerte de doble vida. Era unpreadolescente de desempeño mediocre en el co-legio pero, cuando salía del aula, me convertía enun artista. Mis compañeros de colegio no sabíanque pintaba, me parecía que tenía que ocultarloporque podía ser visto como una mariconería.Pero cuando se enteraron, me acompañaron, asíque el prejuicio era mío, algo típico en una edadde muchas dudas. –¿Cómo vivía su hermana, tres años mayor,el hecho de que usted se destacara enel arte tan tempranamente?–Estudiaba danzas, estaba en su mundo. Pero hayfotos de los vernissages, y ella siempre aparece.Recuerdo que gracias a sus amigos conocí los pri-meros discos de Almendra y Arco Iris, y hasta losde Música en Libertad. ¿Vieron que son los her-manos mayores los que siempre nos hacen cono-

cer un mundo más civilizado? (risas). Construi-mos una relación muy linda, no es alguien conquien hable de arte, pero es una buena compañe-ra. Mi familia apoyó mucho mi trabajo. –¿De qué origen es el apellido Kuitca?–Mis cuatro abuelos eran rusos, de Ucrania, creoque de un lugar cercano a Kiev. No visité nuncasu pueblo, me da fiaca. –¿Entonces en su familia no existe el mandatotípico entre los descendientes de inmigrantesde que hay que conocer el lugar de origen? –No, al contrario. Además, mis abuelos venían deuna comunidad muy cerrada, sólo hablaban iddish, ni siquiera ruso, así que no tenían ningúntipo de conexión con el mundo, estarían en unlimbo total, perdidos en el espacio (risas). Poreso, la Argentina se convirtió en su lugar e incor-poraron las costumbres criollas al punto que re-cuerdo que bebían mate, pero no mantuvierontradiciones ni alimentaron nostalgias.–Cursó la secundaria entre los años ‘74 y ‘78,una época particularmente convulsionada enel país. ¿Qué recuerdos tiene de esa etapa?–Hice los primeros tres años en el Ilse, hasta queme pasé al Sarmiento, un colegio menos exigen-te –ya sabía que no iba a ir a la universidad– don-de terminé como pude. Recuerdo que estuveacompañado de gente que me quería mucho,aunque tenía dos grupos de amigos: con unos,escuchábamos a Peter Frampton y con otros bai-lábamos al ritmo de Pont Lezica. También nosreuníamos a escuchar rock en una casa donde nosquedábamos hasta el día siguiente porque no sepodía andar por la calle a la madrugada. Estababien en los dos mundos, y en ese sentido me pre-ocupaba lo mismo que a cualquier adolescente dela época. Porque si bien la efervescencia políticahabía terminado y lo que empezaba era otra co-sa, cuando tenés 17 años vivís un proceso internoen el que no importa mucho lo que pasa afuera,aunque existía una enorme represión. Muchos demi generación hablan de esos años de una mane-ra que no reconozco, porque mi despertar políti-co recién se produjo a partir del Proceso. De he-cho, el día del golpe militar, fui al colegio comosi nada porque no tenía la menor idea de quiéneseran los que estaban y quiénes los que venían. Yaen el ‘78 participaba en las marchas y en los gru-pos que se reunían clandestinamente. Inclusivediseñaba las tarjetitas de Navidad para la Liga delos Derechos del Hombre. No sé si esa experien-cia influyó en mi trabajo, pero me abrió los ojosy la cabeza.–¿Conserva amigos de esas etapas tempranas?–La gente de mi generación se desparramó por elmundo, así que tengo más recuerdos que contac-to con ellos. En realidad, conservo más amigos delos últimos 20 años, que provienen de distintasactividades. Soy buen amigo de las personas que,de algún modo, están presentes en mi vida, aun-que no dispongo de espacio y tiempo. Y todos sa-

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bemos que la amistad ocupa lugar.–¿De qué manera se decidió que realizara su primera exposición a los 13 años,superando el récord de Antonio Berni,quien había debutado a los 15?–En 1974, con Ahuva, decidimos que valía la pe-na mostrar lo que estaba haciendo, que era natu-ral que pintara y también que expusiera. Pero elproceso de buscar galería, con mi padre, fue muycomplicado: ningún galerista se animaba a mos-trar la obra de un chico. Decían que era muy pre-

maturo, que me iba a paralizar. Pero la obra lesencantaba. Es curioso: la polémica era que la obrasí valía la pena de ser mostrada pero que yo erademasiado joven. Un día nos entrevistamos conla dueña de una galería, a quien mi papá le dijo:“Venimos a ver si podemos hacer una muestra deél”. Y ella le contestó: “Me imaginé, porque losartistas nunca vienen con sus hijos, aunque tam-poco estoy acostumbrada a que vengan con suspadres” (risas). Y fue muy clara en su negativa.Incluso alguien me contó de un niño pintor quehabía expuesto con mucho éxito y después lo ha-bía atropellado un auto. Hasta que alguien nossugirió la Galería Lirolay, donde enseguida nos

dieron fecha. Es muy peculiar: casi todos losgrandes plásticos argentinos expusieron en ese lu-gar por primera vez. –¿De qué manera influyó la repercusiónde esa muestra en su carrera?–Fue interesante, se vendieron varios cuadros,aunque lo que llamaba la atención era la cuestiónun poco freak de mi corta edad. Un día, me con-vocó Blackie para entrevistarme en su programade televisión. Cuando me dijeron que tenía quellevar algunos cuadros, me negué a desmontar lamuestra para ir a la tele. Tal vez ya estaba harto de

ser más una curiosidad que un artista, y me decíaque quería que mi obra fuera vista por sí mismano por mi edad. Pero acá estoy: no me atropellóun auto ni me paralicé, aunque estaba tan trau-mado que, al día siguiente de la inauguración, mefui a pintar como para demostrar que no pasabanada, que podía seguir adelante. Actualmente,creo que fue todo muy prematuro. Mi obra, en-tre los 10 y 12 años, tiene una vitalidad bárbara;en cambio, lo que hice para la muestra, me pare-ce artificial y forzado. Después de esa experienciatardé 4 años en volver a exponer. Y recién a par-tir del ‘82 mi obra recuperó un poco de la ener-gía de cuando era chico.

–¿Ese resurgimiento obedeció a algúnhecho puntual?–Los artistas pasamos por muchas etapas hastaque, de algún modo, empezamos a hacer nuestrapropia obra. En el ‘82 comencé a crear cuadrosque, si bien visualmente no se parecían en nada alo que hago ahora, siguen siendo mi obra. Peroes un misterio qué pasó. –¿Cuándo tomó conciencia de que elarte iba a ser el eje de su vida? –En un momento, mis padres tuvieron la fanta-sía de que podía estudiar arquitectura, pero yo

sabía que no iba a ser así. ¡Si apenas podía estu-diar en el colegio, ni ahí iba a ir a la universidad!(risas). Soy artista por inercia. Muchas veces mehe preguntado: ¿Cuándo decidí ser artista? Yme di cuenta de que me olvidé de elegir. Aun-que tal vez sí hubo una elección, pero era tanchico que nunca la hice conscientemente. Poreso, muchas veces siento que mi historia es muypoco heroica, porque hay otros artistas que hantenido que defender su vocación ante la adver-sidad familiar o social. En mi caso, simplemen-te un día empecé a pintar y, cuando me quisedar cuenta, ya era un artista.–¿Su compromiso con el arte tuvo

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NOTA DE TAPA ◆ Guillermo Kuitca

“SOY UN ARTISTA MUY COTIZADO EN EL SEGMENTO SECUNDARIO, PERO NO ME VEO BENEFICIADOECONÓMICAMENTE CON LAS GANANCIAS QUE MI OBRA GENERA EN ESA INSTANCIA”

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algún impacto en su vida afectiva?–No. La relación con mi familia fue siempremuy estable, aunque han cambiado ciertos có-digos. Y ninguno de mis amigos se acercó nialejó porque yo tuviera más o menos éxito.Creo que la única parte interesante de tenernombre es que no puedo faltar a una cena, pe-ro me puedo ir antes (risas). –¿Se considera famoso o notorio?–A veces me reconocen en la calle. Pero tengo lateoría de que estoy en esa zona gris en que la gen-te no sabe si me conoce porque soy un primo le-jano o un famoso. Muchas veces me han pregun-tado: “¿Vos sos conocido?”. Obviamente, eso noes ser famoso (risas).

KUITCA, EL ARTISTA

Uno de los cuadros de su serie Siete últimas can-ciones batió un récord en Christie’s, en 1986, alvenderse por u$s 231.500. Aunque no volvió abatir esa marca, su obra no cesó de posicionarse en elmercado secundario. Y en el segmento de la ventadirecta sus cuadros se cotizan -según fuentes del sec-tor galerista- entre u$s 800 y u$s 50.000. Los especialistas coinciden: un cuadro firmado porKuitca es una excelente inversión a mediano plazo. –Generalmente, se asocia el trabajo deun pintor con la soledad reconcentrada.¿Es cierto que usted está rodeado deuna estructura profesionalizada?–La complejidad de mi trabajo hace que necesi-te ayuda de toda índole, porque muchas de misobras tienen una elaboración manual muy deta-llista, casi obsesiva. Ese aspecto, que implicadesde cortar papelitos a transferir mapas –y quetienen que ver con el material previo al cuadro–lo delego en Jorge y Mariana, mis asistentes des-de hace años. Mi único representante es Ángela

Westwater –de Sperone Westwater Gallery, enNueva York– quien se ocupa del managementde mi obra. Además, Sonia Becce, que ha sidomi curadora, colabora en la organización deproyectos y viajes. Y el estudio de mi padre seocupa de administrar las cuestiones contables.Simplemente, prefiero que cada uno haga loque sabe hacer. Yo sé hacer mi obra, ése es mitrabajo. Y por más que esté contenido por unaestructura de 20 personas, es siempre mi ojo elque se mide con mi cuadro. –¿Demanda mucha logística el montajede una exposición?–Quizás sí, pero no depende de mí. Es un traba-jo de la galería, la cual también define la estrate-gia de venta de las obras. –¿Pero no lo consultan sobre el destinofinal de un cuadro?–Soy de esos tipos que se enteran de todo peroque hacen como que no. El esfuerzo que deman-da vender una obra, me excede. Para mí, el mer-cado de arte es un misterio, no soy un observa-dor lúcido. Tengo la suerte de estar representadopor una firma muy fuerte y exigente, en el senti-do de que no me dicen qué cuadro tengo que ha-cer. La gran exigencia es que tengo libertad abso-luta. ¡Ojalá me dijeran: “Queremos un cuadroazul”! (risas) –¿Debe cumplir con asistencia obligatoriaa sus muestras?–Está implícito que uno debe ir a ciertas exposi-ciones, pero estoy en un momento en que memolesta asistir. Ya no sé ni qué cara poner, ni quéropa usar. En realidad, tiendo a ir a las muestrasque me parecen importantes, no tanto por unacuestión social sino porque me interesa el monta-je, controlar el diálogo de la obra entre sí y con laarquitectura del lugar.

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Errante y sedentarioContrariamente a la creencia popular, Guillermo Kuitca nun-ca dejó de vivir en la Argentina, ni tan siquiera en su Belgra-no natal. Tal vez haya contribuido al mito el hecho de que,durante 17 años, su obra permaneció lejos de la escenaplástica local. Hasta que inauguró Guillermo Kuitca. Obras1982-2002, la retrospectiva que convocó a 100 mil perso-nas en el Malba, algo que todavía lo llena de orgullo y satis-facción. También disfrutó “la zoncera de ir a la inauguracióny poder volver a mi casa, no a un hotel. Me generó una es-pecie de guilty pleasure (culpa por el placer) el hecho deexponer en mi ciudad”. Seguramente por ello alberga laidea de volver a mostrar aquí su producción, sin fecha esti-mativa siquiera, aunque bajo la premisa de montarla a unaescala más chica que en 2003. Pero antes hay otros planesen la agitada agenda K. Este año, además de una exposi-ción que actualmente está en cartel en Londres, planeainaugurar una muestra en Nueva York, a fines de octubre.Para 2007, ideó un plan más ambicioso: realizar una anto-logía de su obra, que cortará cintas en Washington para lue-go viajar por el territorio estadounidense y, tal vez, tambiénpor el Viejo Continente. Otro proyecto que le quita el sueñotiene que ver con la profesión que alguna vez sus padressoñaron para él: actualmente está construyendo, en Miami,un pequeño anfiteatro, que se inaugurará a fin de año. Y nodescarta volver a incursionar en la régie operística o lapuesta en escena teatral, como sucedió hace un par deaños con El holandés errante, en el Teatro Colón, o La casade Bernarda Alba, en el Teatro General San Martín.Sin embargo, el sueño inmediato de Guillermo tiene una fe-cha cierta: enero de 2006 marcará el inicio de un deseado, ypostergado, año sabático. “Tal vez me vaya a vivir al campo,me gustaría conseguir una casita fuera de la ciudad. Mi sue-ño es un día estar volviendo a mi casa en Belgrano, pensar‘hoy es día de irse más lejos’, y seguir de largo con el autopor la Panamericana. Es un poco romántica la idea, como to-do sueño”, desliza entre tímidas sonrisas.

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–¿Ejerce algún tipo de presión en sumetodología de trabajo el hecho de que susobras batan récords de venta en los remates? –Muchas veces me pregunté si eso podía afectarmi trabajo. Y me di cuenta de que no es que nosucede porque sería moralmente incorrecto, sinoporque no sé cómo podría ingresar la variable co-mercial cuando estoy creando. No hay nada queconecte una cosa con la otra.–¿Pero cómo se determina el preciode su obra?–No soy puritano, pero no me interesa hablar delvalor comercial de mi obra que, por otra parte,bate récords solamente en el mercado de remates.Soy un artista muy cotizado en el segmento se-cundario, pero no me veo beneficiado económi-camente con las ganancias que mi obra genera enesa instancia. Tengo que aceptar las reglas del jue-go y no me quejo, porque gané mucho dinero.Pero quiero aclarar que no veo un céntimo deesos precios récord. Es decir, si vendo una obraen u$s 500 y se remata en u$s 200 mil, yo reci-bo los u$s 500 y chau. Es la realidad: mi obra tie-ne más valor secundario que en la galería. De to-dos modos, creo que el precio de mi obra en elmercado directo ascenderá en el futuro, aunqueserá un proceso gradual. –Una de las características de su obra esla producción de series temáticas.¿Es un ordenamiento casual o buscado?–Mis cuadros se despliegan naturalmente en se-ries porque cada uno condensa parte de lo queme preocupa en ese momento con respecto a untema o una técnica. Si no trabajo en series sientoque me asfixio y que también ahogo mi obra. Así

puedo dejar cabos sueltos. Los planos de casas,teatros y estadios, los mapas y las camas tienenque ver con temas o ideas, a veces con una mis-ma imagen que exploro con variaciones, como sifuera una partitura musical. –Entonces, ¿cuándo decide que unaserie está agotada?–Cuando empiezo a flirtear, a mirar para otro la-do. En algunos casos fui estricto y, antes de em-pezar, me planteé realizar cierta cantidad de cua-dros. Pero, en general, no lo tengo tan claro. Haymuchas obras mías en las que me fui al carajo, pe-ro nunca me asustó el lugar adonde mi obra meva llevando, porque vamos juntos.–Tomar conciencia de que hace másde 31 años que está vinculado con el arte,¿lo obligó a hacer un balance?–Fue sólo un ruido, porque el balance es algoque uno hace cotidianamente. Uno siempre tie-ne cuentas saldadas y cuentas pendientes. A ve-ces miro para atrás y pienso: “No está tan mal,trabajé mucho, mi obra me acompañó comopudo y me comprometí con lo que hacía”.Cuando estoy malo conmigo, pienso: “No soyel artista que quise ser”. Son pensamientos muycrueles, esas cosas que uno se dice a sí mismo yresponden a estados de ánimo íntimos. Porquetodo eso, afuera, no quiere decir nada.

KUITCA, EL MAESTRO

Entre sus referentes argentinos, menciona a Ró-mulo Macchió y al artista concreto Alfredo Hlit-to, de quienes reconoce haber incorporado al-gún gesto en épocas tempranas. Pero, al margende estos grandes maestros, destaca que “el arte

argentino no ha sido una influencia significativaen mi obra. Eso no significa que no haya artis-tas que me gusten muchísimo, como VíctorGrippo, León Ferrari o Marta Minujín. Entrelos jóvenes, admiro a Jorge Macchi, FabiánMarpacchio y Pablo Siquier, que pertenecen a lageneración que me sigue. Y, si se resolviera lapolémica respecto de si Lucio Fontana es italia-no o argentino en favor de esto último, encabe-zaría la lista como mi artista local favorito de to-dos los tiempos”. El pintor evoca las épocas en que circulaba frené-ticamente por el ambiente, recorriendo exposi-ciones y participando vivamente en los debates,una práctica que abandonó en pos de su actual rolcomo docente. Es que, en 1991 dio el puntapiéinicial al Programa de Talleres para las Artes Vi-suales Guillermo Kuitca –o Becas Kuitca, comoson conocidas, mal que le pese a su modestia–, enel marco del cual ya se formaron más de 100 jó-venes talentos. –¿Su labor como docente se orienta hacia lascuestiones técnicas o hacia el diálogo creativo?

–No creo en tales cuestiones técnicas, así que nome meto con ellas. Además, de los 20 artistascon los que estoy trabajando actualmente, sólotres son pintores; el resto, son fotógrafos, vide-astas e incluso diseñadores de indumentaria, porlo que no tengo la menor idea de las técnicas es-pecíficas, aunque el cruce de disciplinas me pa-rece estimulante. Mi aproximación como do-cente equivale a la de un interlocutor entre laobra y el artista, para que la autorreferencialidadno sea el único parámetro con que cada uno mi-de su propia obra. –¿En algún momento notó alguna influenciade los becarios en su propia obra?–Más de una vez, cuando veo a un chico conuna idea increíble, pienso: “Ojalá que se me pe-gue algo del talento y la osadía de este pibe”. Aveces deseo que suceda y a veces pasa más alláde mi voluntad. –Ser considerado el pintor argentinocontemporáneo más exitoso,¿lo instala en alguna situación de poder?–En todo caso, es un poder que no estoy usan-do. –¿No son las becas una manera deusar ese poder?–Son un modo de usar la energía, más que elpoder. Me desentiendo de esas etiquetas, queno sé para qué sirven, porque a mi carrera nole hace bien que esté en ese lugar, como unaespecie de vaca sagrada (risas). No soy el nú-mero uno, ni siquiera sé si existe un artista nú-mero uno. En todo caso, tener ese cartel pue-de querer decir algo para los demás, pero nopara mí.◆

30 ◆ Clase Ejecutiva

NOTA DE TAPA ◆ Guillermo Kuitca

“NO SOY EL NÚMERO UNO, NI SIQUIERA SÉ SI EXISTE UN ARTISTA NÚMERO UNO. EN TODO CASO,TENER ESE CARTEL PUEDE QUERER DECIR ALGO PARA LOS DEMÁS, PERO NO PARA MÍ”

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