gramáticas neobarrocas: performances y teatralidades

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    Diguez, Ileana. Gramticas neobarrocas: performances y teatralidades Karpa 4.1-4.2 (2011): n. pag.http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa4.1/Site%20 Folder/ileana.html

    RevistaKARPA4.1- 4.2Journal ofTheatricalities andVisual Culture

    California State University - Los ngeles. ISSN: 1937-8572

    GRAMTICASNEOBARROCAS: PERFORMANCES Y TEATRALIDADES(*)(This pdf version contains no images. For the original article go to

    http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa4.1/Site%20Folder/ileana.html )

    Ileana DiguezUniversidad Autnoma Metropolitana - UAM

    (*)Este texto fue escrito al iniciar el ao 2011. Los datos y cifras que aqu se colocanlamentablemente han ido en aumento. Se habla actualmente de casi 50 mil muertos producidos

    por la 'guerra' que desde el 2006 el Presidente de Mxico declar a los crteles de la droga. Este

    texto es slo una parte de una escritura en proceso.

    sera una insensatez hacernos de la vista gorda ante el papel delterror. Con esto quiero decir que debemos pensar-a travs-del-terror, loque, adems de ser un estado fisiolgico, es tambin un estado social

    Xamanismo, Colonialismo e o Homen Salvagem.

    M i c h a e l T a u s s i g

    Seamos dignos de nuestra perversidad, de nuestro genio maligno;pongmonos a la altura de nuestra implicacin trgica en lo que nos

    sucedeEl pacto de lucidez o la inteligencia del Mal.

    J. B a u d r i l l a r d

    De manera creciente los escenarios cotidianos de Mxico han sido marcados por un crecienteexceso(1).Otra dimensin de la corporalidad se ha ido imponiendo, ms all de la verticalidadque define nuestra condicin activa, ms all incluso de la horizontalidad que alude a un cuerpoen descanso, enfermedad o muerte y a un lugar para el aqu yace. Los cuerpos desmembrados,son desde hace cuatro aos, la nueva representacin de una degradada condicin humana. Elcuerpo ex/puesto es apenas reconocible, la reduccin a un montn de carne. Y esta otradimensin de una corporalidad diseminada, despedazada, ha ido implicando la emergencia deperformatividades y teatralidades (lo que hay para ver) determinadas por el exceso (ir ms all,del latn: ex-cedere) y la hiperbolizacin del horror.

    En los estudios culturales contemporneos se ha utilizado el trmino neobarroco para dar cuentade una poca o de una cultura tendiente a experimentar los excesos. Cuando se habla de caso-lmite o de exceso de maldad se manifiesta la tensin o la superacin del lmite de un sistemade normas sociales y culturales, y las acciones que llevan a situaciones de tensin son talesque ponen en crisis el sistema (Calabrese, 66). Los estados de exceso indican la rotura de loslmites y el quiebre desestabilizador de un determinado sistema. En relacin con los fenmenosendgenos de los barrocos, Omar Calabrese observa que la cultura contempornea est viviendofenmenos de excesos endgenos que abarcan, adems del arte, los comportamientos polticos ysociales. Esta cultura del exceso, de lo hiperblico y lo excntrico, incide decisivamente en las

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    formas de representacin; de manera que el exceso puede estar representado como contenido, opuede modificar la estructura de representacin(75), sus dispositivos, apuntando sobre todo a ladesmesura, a lo demasiado, e indicando tambin tipos de comportamientos y conductas(excesivas) que se salen de los lmites conocidos o aceptados. Si como se plantea, esta poca deexcesos neobarrocos se manifiesta tanto en los contenidos como en las formas y estructurasdiscursivas y se extiende hasta las polticas de recepcin y aceptacin, es importante tambin

    reflexionar que se ha ido condicionando algo as como unpathoscultural del exceso que llega ainstalarse como nueva normalidad. Y cuando tal estado de excesos se enmarca en un contextode violencia, esta nueva normalidad puede registrarse como sntoma, como fractura. Aplicadoal caso mexicano pienso en la posibilidad de reconocer una violencia barroca por los signos de sumanifestacin; o intento pensar el reconocimiento de una gramtica neobarroca de la violencia.

    Los entretejidos entre cultura y violencia han sido sistemticamente abordados por la filosofa yla antropologa contemporneas. Particularmente destaco a Wolfgang Sofsky, de quien ahoraretomo algunas ideas: La violencia fsica es la demostracin ms intensa del poder, pues afectadirectamente el centro de nuestra existencia: el cuerpo; de all que sea tan eficazmente persuasivoel lenguaje del terror y tan eficazmente aglutinante para cualquier Estado bajo el sntoma delmiedo y la promesa de proteccin. La violencia es inherente a la cultura, consecuencia de nuestro

    afn de trascendencia; es esta ilusin de permanencia la que mueve a las formas culturales, comoal progreso en la tecnologa de las armas. Los trabajadores de la violencia son formados en losoficios de las artes militares. El desencadenamiento de la misma no es una regresin a un estadoprimitivo del alma o una recada en la barbarie; son los hombres y su cultura losque permiten dar forma y estructura a esa potencialidad. Las grandes matanzas de la humanidadno son un privilegio de pocas primitivas. Tales declaraciones, producidas en la ltima dcada delsiglo veinte, hacen retornable la filosofa del mal, ese estado de niebla formada a partir de losvapores del miedo -para decirlo con una metfora de Bauman- que se vuelve inefable,inexplicable, insoportable (Zygmunt Bauman.Miedo lquido).

    Ese exceso, identificable en cualquier escenario determinado por la violencia, est directamenteasociado a la brutalidad desenfrenada, a la libre permisin donde, como seala Sofsky, todas las

    leyes de la economa de la accin estn derogadas (Tratado sobre la violencia, 180). Y comoconsecuencia se exceden todas las formas de representacin. El derroche es consecuentecon la demostracin de poder; todos los lmites son derogados para dar lugar a la orga de lasangre(2). Ese todo est permitido y todo es posible que caracteriza los escenarios de laviolencia es una forma de realizar de manera estable la excepcin. En una anlisiscontemporneo de los estados de excepcin constituidos hoy, ms all de los reconocidos en lascatstrofes sociopolticas del siglo veinte, Giorgio Agamben llama la atencin sobre lassituaciones lmites que se instauran "cuando el estado de excepcin empieza a convertirse enregla (Medios sin fin. Notas sobre la poltica,38).

    Cuando las fuerzas de la violencia y las fuerzas de la legalidad estn enmascaradas y losejecutores de la violencia son tambin los soldados del orden cualquier orden que sea-; emerge

    una situacin de excepcinque subrepticiamente se va instalando hasta permear nuestra vidacotidiana y volverse una manifestacin de lo normal. Lo unheimlichse ha vuelto heimlich,mostrando familiar -o en este caso normal- lo amenazante.

    Los escenarios de la violencia revelan comportamientos representacionales. La violencia es pornaturaleza instrumental, como ya ha reflexionado Hannah Arendt (Sobre la violencia), se ejerce ydesarrolla para determinado fin, y si bien nunca puede ser legtima se construye como justificablepor los grupos de poder que la detentan. Al asociarse a un determinado poder el ejercicio de la

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    misma est vinculado a la demostracin de una superioridad. De manera que las representacionesproducidas por los grupos dominantes en semejantes escenarios buscan una demostracin de'poder'.

    Histricamente el cuerpo ha sido plataforma o instrumento para las representaciones de lasculturas. Los teatrosde los poderes imponen modos de comportamiento y representacin. Los

    teatros de la violencia registran la hiperbolizacin de los medios que sustentan los fines;exhibiendo el martirio de la carne. El repertorio es hoy altamente demostrativo: cabezasembandejadas, cuerpos decapitados, senos, lenguas y manos mutiladas, ojos ensartados. Retornanlos martirios de San Dionisio, San Juan Bautista, Santa gueda, Santa Brbara o Santa LucaSlo que estos iconos de antiguas violencias sagradas tienen hoy un estatus pblico. El cuerporoto parece ser el icono por excelencia de estos espacios y de este tiempo.

    Encontr este maniqu tirado a la intemperie en una vieja fbrica detextiles en Bogot. Era el maniqu de un nio hecho de costal y yeso.Lo traje para mi casa y nueve aos despus me volvi a llamar laatencin. Al maniqu lo fotografi como si estuviera en medio de unaautopsia emocional. Observ con cuidado las mltiples heridas quepresentaban su cuerpo. Este maniqu era como un cadver que deinmediato asoci con masacres y mutilaciones, con fosas comunes delcampo colombiano, J.M. Echavarra, del catlogo de la exposicin, 94.

    Las reiteradas manipulaciones del cuerpo y el cadver operan a manera de signos y cumplen unaexplcita funcin aleccionadora. La necesidad de escenificar, representar y disponer en un espaciopara desplegar imaginarios que suscriben o comunican determinados propsitos, se ha vuelto unaestrategia recurrente en el despliegue de guerras sucias y estados de excepcin que legitiman lasms diversas formas y ejercicios de la violencia, llegando a crear una cultura visual determinadapor un sistema de representaciones que pone en discusin las formas consensuadas.

    Es en este orden de representaciones asentadas en los detritus corporales y los excesos, dondeparece reinstalarse una gramtica neobarroca de la violencia. No se trata de una violencia sutil

    sino excesiva, de una visibilidad espectacular con construcciones hiperblicas que subviertentodos los valores, y que tiene un alto valor instrumental, aleccionador. Lo que estos signoscorporales han instaurado por excelencia es una pedagoga del horror, el imperio del miedo.

    Las diversas estrategias de representacin que se han impuesto en la vida cotidiana de distintasciudades de Mxico abarcan procedimientos que podran vincularse a dispositivos de una tecn, aciertas estrategias empleadas en las producciones de instalaciones y naturalezas muertas, atcticas de intervencin urbana, o al despliegue de teatralidades y performatividadesde unaespectacularidad neobarroca: una ciudad dislocada por sbitos cortes de la va pblica queejecutan grupos armados utilizando los vehculos que arrebatan a los propios habitantes; o ladisposicin escnica de los cuerpos colgados de puentes viales, o incluso desmembrados ydesollados que son expuestos en el espacio pblico(3). Si bien estas representaciones alcanzan un

    estatus visual y espectatorial tambin a travs de la imagen meditica publicada por la prensa, esimportante destacar que tales escenas han sido originalmente construidas para impactar ladinmica cotidiana, para trascender en la sociedad a manera de un memento mori aleccionador:recuerda que morirs de tal manera si ; para imponernos una cultura del miedo.

    Retorna el drama barroco de los cuerpos desmembrados en las exposiciones pblicas de loscercenamientos o linchamientos, implicando la construccin de un discurso donde los objetos de

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    representacin, las partes o pedazos corporales, son desmontados, separados de su orden natural ysocial(4).

    Una amplia reflexin sobre una poca que hizo de los fragmentos corporales su objeto derepresentacin fue desarrollada por Walter Benjamin en sus estudios sobre el Barroco (El origendel drama barroco alemn)al enfatizar el desmembramiento emblemtico como dispositivo

    fundamental para representar las escenas de martirio cristiano: Entero, el cuerpo humano nopuede formar parte de un icono simblico, pero una parte del cuerpo se presta a la constitucin dedicho icono (resea annima enPhilosophie des images, citada por Benjamin, 212). De talmanera fueron sublimados los fragmentos corporales desde el Barroco- y se trata de una prcticaque con distintos matices trascendi hasta el siglo veinte- que los mismos fueron convertidos enreliquias para ser veneradas. Una amplia relacin de rganos y miembros corporales registradosen Mxico en distintas pocas y espacios puede servir como ejemplo:

    el corazn y la lengua del Padre Ignacio Parra, depositados en un nicho del corode Santa Mnica en Puebla; el corazn del Obispo de Puebla, Manuel Fernndezde Santa Cruz, ubicado en el mismo coro; las vsceras incorruptas del Obispo deMichoacn, Juan Joseph de Escalona y Calatayud, encontradas en el piso de la

    Catedral de Valladolid en 1744; la decapitacin post mortem de los insurgentes yla exposicin de sus cabezas en Guanajuato; () el corazn de Melchor Ocampodonado al Colegio de San Nicols; los ojos del General Barragn depositados enun nicho de la Iglesia de la Ciudad del Maz; el corazn de Francisco PabloVzquez, Obispo de Puebla, depositado tambin en el coro de Santa Clara en1847; el cadver embalsamado de Maximiliano y su constante exposicin a lacmara fotogrfica; la exposicin pblica del cadver de Zapata; la exposicinpblica del brazo de Obregn como reliquia central de todo unmonumento(Ruiz, 121-122)

    De manera general, las idolatras de lo cadavrico han estado atravesadas por las ideas sobre lacorrupcin e incorruptibilidad del cuerpo muerto, pero en Mxico, como afirma el recin citado

    autor, a pesar de los cambios, el cadver sigue representando una metfora, y si bien ya noasombra su incorruptibilidad, no deja de ser una manera de mirarnos al espejo(Ruiz, 122). Msall de ser una prctica religiosa apegada a una determinada doctrina o ideologa, la adoracin delas partes del cuerpo muerto y/o del cadver estn vinculadas a prcticas ritualistas y fetichistasque denotan una imaginacin desbordante(5). La calavera que alimentaba las vnitasbarrocas,observada por Benjamin como una alegora por excelencia de la historia y el devenir humano, esen la cultura mexicana una compleja metfora que reaparece con cargas semnticas muy diversas.

    El gusto por exhibir la dimensin representacional de lo real, recurriendo al dispositivo de poneren escena o poner ante los ojos, es parte de lo que se ha llamado el efecto neobarroco (Sarduy),en el que particularmente se ha reconocido el predominio de lo visual (Rojas. Sobre el conceptode lo barroco). Aplicado al campo cultural en general, ms all de lo artstico y lo literario, el

    neobarroco ha sido pensado como una esttica social (Calabrese) o un modo de definir ciertaactualidad epocal. Me interesa particularmente la propuesta de Gustavo Buntinx (Lo impuro y locontaminado) al plantear el neobarroco como una traumtica situacin de poca(26) en unaespecificidad situacional de rasgos dramticos(25), acotado por las experiencias de guerra civily dictadura que vivi el Per entre 1980 y 2000. Es sta la pulsin que busco retomar al invocarel concepto de lo neobarroco, ms como efecto cultural que como concepto terico-artstico. Entodo caso, como un concepto trasladado al campo de las estticas sociales y cotidianas marcadaspor un desborde sensorial que impone la visin y no la contemplacin- de las atrocidades

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    practicadas sobre los cuerpos y que va condicionando una sensibilidad que emerge de entre losestragos de la violencia(26) capaz de contaminar el arte, tal y como podra constatarse en lasprcticas artsticas de Rosa Mara Robles o Teresa Margolles o, en Mxico.

    El cuerpo mutilado ha ocupado un lugar visible en el arte moderno y contemporneo, con muy

    distintas acentuaciones o connotaciones. Desde las esculturas de Rodin donde la figura humanaest mutilada y muestra la marcas de la intervencin violenta a propsito de la propia modelacinde la carne escultrica (Lhomme qui marche y Femme asisse, entre otras), hasta los estudios deFrancis Bacon distorsionando la figura humana y explorando conexiones entre los mataderos y lacrucifixin (Three Studies for Figures at the Base of a Crucifixin, 1944 y Three Studies for aCrucifixin, 1962, entre otras), las fotografas de Ambra Polidori (Fragmentum)registrandofragmentos de antiguas esculturas; o los dibujos de Alejandro Montoya (Acuchillado,1984;Cadver, 1985;Apunte post mortem, 1985;Doble apunte de un decapitado, s/f; entre muchosotros) realizados muchas veces como apuntes nocturnos en las morgues y salas de urgencia dedistintos hospitales dela Ciudad de Mxico, goyescos registros del dolor y la muerte. El arte delsiglo veinte y los ejemplos son numerosos- explora y representa las diversas dimensionessimblicas del cuerpo fragmentado y/o mutilado(8).

    Sin embargo, no son las prcticas artsticas las que ahora nos ocupan, sino las catastrficasrepresentaciones de una guerra maquillada bajo el nombre oficial de combate al narcotrfico ysu secuela de enfrentamientos entre los grupos en disputa, con las consecuentes ejecuciones queen cuatro aos han robado la vida de ms de treinta mil personas -cifra similar al nmero deprdidas humanas ocurridas durante la ltima dictadura argentina-, con un incalculable saldo dedesaparecidos de manera impune y silenciosa(9). Si la figura del desaparecido inaugur lasterminologas de las guerras sucias y las dictaduras latinoamericanas en los aos setenta, hacevarios aos la figura del desmembrado se ha impuesto desde la violencia colombiana y hapenetrado los actuales escenarios mexicanos. El propsito no es slo matar sino ejecutar un ritualde exterminio que sirva a otros como evidencia aleccionadora. Y la visin de un cuerpo mutiladoo reducido a pedazos es aterradora porque amenaza la integridad e indivisibilidad del ser, y

    expone la fragilidad de la materia humana.

    Lo que Severo Sarduy (Barrocoy tambin en El barroco y el neobarroco) llam efectobarroco estaba vinculado a aquello que se deformaba o se cercenaba hasta el exceso por unavoluntad furiosa de ensear, de convencer, de hacer ver a fuerza de lecciones teatrales o dedispositivos escnicos. Fuera de un contexto artstico, regresan aquellas constantes para producirtambin un efecto de neobarroquismo colrico, parafraseando a Sarduy, excesivo y arrasador enlos escenarios cotidianos. Tales representaciones parecen conservar del carcter barroco la altadimensin hiperblica, espectacular y escnica, el mensaje aleccionador a travs de lateatralidad, y el tratamiento martirizado del cuerpo para que opere como un alegrico mementomori.

    Pienso en la teatralidad de las representaciones de la violencia por la construccin deescenificaciones que comunican un relato y buscan transmitir un significado desde unaconstruccin icnica y corporal. Realizadas como tecnno generan unapoiesispero s producenla representacin de otros relatos que constituyen lo expuesto en algo ms que la corporeidadmortal que son. En su construccin metonmica son precisamente la extensin de una realidad,una representacin que no opera por sustitucin metafrica, sino por la representacin de unaparte de, metonmica o sinecdquicamente, sin mediacin potica, pero sin duda construyndosecomo escenificaciones o teatralidades de lo real; de lo real vinculado al sntoma social, a la

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    manera de Zizek, exponiendo esa parte que an est por ser razonada, nuestra parte mssiniestra que escapa a toda explicacin en el orden del lenguaje.

    De manera muy diferente al doble escnico que se constituye por medio de una representacinpotica, los cuerpos rotos instalados en el espacio de lo real y del cual son parte -metonimia pura-,son tambin la solicitud de un posible doble, de un espejeo entre presente y futuro inmediato:

    esos cuerpos que desplazan y diseccionan la anatoma son el fantasma de un cuerpo por aparecer,son el doble de aquel para el cual han sido construdos: esto te pasara a ti si no., es unmensaje corporal a otro cuerpo, ellos son el modelo de lo que est por aparecer o suceder.

    Reitero que cuando hablo de teatralidad en estos campos, pienso en una voluntad de poner antelos ojos convocando ciertos imaginarios (en estos casos imaginarios del horror), y apropindosedel recurso nemotcnico: recuerda que morirs, el uso de las imgenes como memento mori,como relato de la muerte por venir. Pero a diferencia del barroco no se refiere a la muerte comodestino natural, sino como amenaza, tambin castigo, en lo que se igualan de cierto modo lospoderes omnipotentes. Son representaciones alegricas de un orden fuera de todo sistema naturalque implican la invencin de otro orden, otra anatoma, otra gramtica corporal, otras mitologasdel miedo: teatralidades distpicas que espejean una realidad altamente dislocada.

    Las antiguas descripciones de dolores y martirios corporales en los dramas de Sneca, autoridaden la dramaturgia del horror, donde las partes singulares de los cuerpos se van enumerando endiseccin anatmica, con complacencia equvoca y cruel(Stachel cit por Benamin, 440), vienena nuestro presente no en las elaboraciones de ningn drama artstico, sino en la tecnpuesta enjuego por quienes hacen del cuerpo una nueva gramtica del horror que convierte el cadver enel principal accesorio emblemtico(11).

    Si lo pensramos desde un punto de vista dramtico, ciertos personajes de estas escenas deneobarroquismo colrico, son otra versin de la bruma fantasmtica que hace siglo y medioanunciara Marx. Tienen una alta capacidad de camuflaje y una densidad lo suficientementeviscosa como para pensar la figura lotmiana(12)del personaje mltiple que reaparece con

    mscaras y vestuarios diferentes, pero que representa una misma esencia. Estos personajes suelenaparacerenmascarados por sus alias, o nombrados segn los roles que juegan: los desmontadoresodesarmadores el decapitador, el descuartizador, el pozolero-; y los desmontados, losdesestructurados, los desarmados el descabezado-; tambin los colgados, los desollados, losdesencarnados, los abiertos. Figuras de la abyeccin. Nuevas mitologas del gran teatro delcuerpo.

    El arte del enmascaramiento supone una transformacin, una borradura de identidad, unadualidad o multiplicidad de rostros que dificultan cualquier identificacin(13). Supone sobre todo,una capacidad performativa y teatral para ejecutar y hacer imaginar, ficcionar, mundos posibles.Me he preguntado sobre el enmascaramiento como estrategia all donde las propias fuerzasllamadas a ordenar y proteger una sociedad se transforman bajo el manto del camuflage. En los

    estudios sobre la violencia en Colombia, Mara Victoria Uribe reflexiona sobre ciertasestructuras mimticas que comparten los grupos armados(Antropologa de la inhumanidad, 105)y utiliza la figura del enmascarado para reflexionar en torno a los diferentes personajes emergidosen aquellos escenarios.

    Si estas son las circunstancias que definen el estado de excepcin y violencia de las guerrasencubiertas as como a todos sus agentes o performers, queda difcil la posibilidad de reducir untrmino que identifique ciertas representaciones caractersticas de estos escenarios en relacin a

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    un prefijo que estigmatice una sola forma de violencia, como por ejemplo la llamadanarcoviolencia o sus derivaciones representacionales enunciadas como narcoperformances. Meresulta difcil restringir los orgenes y productores del exceso tratndose de un contexto dondetodo parece funcionar y decidirse desde la opcin para, similar, enmascarada, duplicada,clonada. Las cabezas y brazos de la violencia son varias, pero su cuerpo parece anunciar unamorfologa siniestra, nunca es lo que parece y toda posibilidad de reconocimiento dentro de la

    lgica y el sentido comn se vuelve extraa. Se trata ms bien de un cuerpo mixto con un mismovestuario. Un sistema de dobles tras el cual debemos imaginar la mise en abymede mltiplesparacuerpos.

    Recurro entonces al trminoparaperformancespara referirme a las diversas instalaciones yrepresentaciones con fragmentos de cuerpos, que a manera de naturalezas muertas evocan lafuncin del memento mori en situaciones y contextos dominados por la cultura de la violencia.Insisto en que recurro al prefijo sin ninguna descalificacin del trmino retomado,performance.Aqu lo para no precisamente implica la marginalidad de ninguna disciplina modlica. Sutesitura es cultural y social. Ms que una paramorfologaartstica intento sugerir un corpusespectral. La propia etimologa del prefijo para suscita tanto lo opuesto como lo paralelo:contraestructura o estructura paralela.

    De cualquier manera, importa decir que la palabraperformanceno es exclusivamente sinnimode una prctica artstica; sus implicaciones trascienden la nocin deperformance art desarrolladapor los artistas plsticos en los aos cincuenta, y est ms prxima a la problemtica de laperformatividad como discurso del cuerpo y puesta en ejecucin de las acciones. Laperformatividad, como la teatralidad, apuntan a un tejido de diseminaciones que atraviesan lasnociones disciplinares de teatro operformance art y se instalan en un espacio de travesas ehibridaciones donde se cruzan y se interrogan los recursos de la representacin y de lo poltico.

    Desde los estudios antropolgicos, el trminoperformanceha sido planteado como un campo deaccin y de construcciones simblicas que permiten la revelacin de significados sobre la vida yel ser humano(14). Desde las problematizaciones de Erving Goffman en torno a la representacin

    y la actuacin en la vida cotidiana, lo performativo se configura en la presentacin del s mismo.Es esta capacidad reveladora y autoreveladora de las conductas performativas del ser humano engeneral y no del artista en particular-, la que me interesa considerar para entender lasconstrucciones simblicas de los distintos grupos sociales que determinan un estado de cosas enuna comunidad. Creo que en toda performance social se expresa un comportamiento cultural.

    Estas reflexiones buscan entonces reconocer y problematizar los sistemas de representacin quese configuran a travs de los comportamientos performativos de determinados grupos de poderque hacen del cuerpo la plataforma principal de operaciones y de la exposicin pblica de susfragmentos el dispositivo escritural para la produccin de iconografas del miedo.

    Si los cuerpos abiertos, rotos, esos que muestran la desnudez de la carne, son figuras recurrentes

    en los paraperformances y en las ex/posiciones del exceso, especialmente lo es el cuerpodes/montado, ese que exhibe una evidente crueldad estructural, exponiendo su desfiguracin, sudesarmona: el cuerpo ha sido radicalmente desestructurado all donde era ms visible su frgilextensin. Desde todos los tiempos los seres fantasmticos e informes emergen bajo la imagendel descabezado.

    EnEl hombre sin cabeza, Sergio Gonzlez Rodrguez advierte que los cuerpos decapitados sonla clave de una declaracin que tiende a dejar atrs cdigos o entendimientos implcitos de

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    respeto mutuo. Una entrada al territorio de la crueldad ilimitada(60) en una cultura donde estafigura es mucho ms que productora de inquietantes imaginarios. Es sta una figura que ganafuerte presencia en los escenarios cotidianos y cuya lectura es relativa, cambiante. Lasdecapitaciones convocan las teatralidades corporales, disparan los flujos del cuerpo en unaincontenible espectacularidad; implican un acontecimiento capaz de transformarirreversiblemente la disposicin corporal anulando de inmediato la vida y generando un objeto

    que ms all de ser un resto metonmico particular es tambin metfora del des/montaje de otrocorpus: Decapitar, destruir, desmembrar, fragmentar son aspectos de la misma actitud: laimplantacin del Terror(60), nos recuerda Sergio Gonzlez. Pero es tambin metfora de undes/montaje a mayor escala.

    El cuerpo roto de los paraperformances, de las teatralidades y gramticas neobarrocas, de lasiconografas de la muerte violenta, ha ido provocando la sistematizacin de un des/montajesingular: un cuerpo sin cabeza que cada vez ms parece anunciar el destronamiento de otrocorpus. El cuerpo des/montado, desarmado de su estructura natural, desestructurado, es elparadigma de representacin que parece regir estos . El inquietante y amenazante fantasma quereaparece. De qu tiempos, de qu tejido social, de qu dimensin simblica nos hablan estosiconos?

    Mxico, enero 2011

    NOTAS:

    (1)Al cerrar el ao 2010, y segn un informe de la Procuradura General de la Repblica (PGR)en cuatro aos de sexenio de Felipe Caldern han ocurrido 30 mil 196 muertes vinculadas con elcrimen organizado. En 2010 el nmero de personas fallecidas ascendi a 12 mil 456, de acuerdocon las estadsticas oficiales (40 % de las ejecuciones en lo que va de sexenio fueron en 2010.El Universal, domingo 02 de enero de 2011). El 12 de enero el mismo diario public msinformacin basada en la nueva estadstica divulgada por el gobierno federal, en la cual secomunic que desde diciembre de 2006 a diciembre de 2010, han ocurrido 34 mil 612 crmenes

    relacionados con el crimen organizado en Mxico (En el sexenio, 34 mil 612 muertes ligadas alcrimen, 12 enero 2011, El Universal)

    (2) El Semanario Proceso (16 de agosto de 2010) public un artculo titulado Nuevo Laredo: Elshow de la sangre, donde refiere el espectculo cotidiano y el bao de sangre que caracteriza alos enfrentamientos entre soldados o marines con sicarios del crimen organizado.

    (3) Para datos ms precisos puede verse el artculo 2010, ao sangriento en Mxico, publicadoen la Revista Proceso en Lnea, 31 de diciembre de 2010. (proceso.com.mx)

    (4) En Cuerpo Gramatical, el artista colombiano Jos Alejandro Restrepo expone una ampliainvestigacin dirigida a destacar los vnculos entre el poder poltico religioso desplegado en la

    iconografa barroca y la violencia desatada en Colombia desde la mitad del siglo XX hasta lafecha. Como referencia fundamental sobre el tema puede consultarse el texto de este autor:Cuerpo Gramatical. Cuerpo, arte y violencia. Bogot: Universidad de los Andes, Fac. de Artes yHumanidades, Dep. de Arte, Ediciones Uniandes, 2006.

    (5) "Ms que un pueblo de catlicos somos un pueblo de ritualistas, expresaba Alonso Moncadaal referirse a la violencia en Colombia durante los aos cincuenta, (Cit. por J. A. Restrepo enCuerpo Gramatical, 17).

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    Diguez, Ileana. Gramticas neobarrocas: performances y teatralidades Karpa 4.1-4.2 (2011): n. pag.http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa4.1/Site%20 Folder/ileana.html

    (6) Como si invocara aquel ngel de tiempos rados que imagin Benjamin, la artista sinaloenseprotagoniza la Victoria Alada, en una parodia de la imagen que corona el Monumento a laIndependencia realizado bajo la direccin del arquitecto Antonio Rivas Mercado e inaugurado el16 de septiembre de 1910 para celebrar la independencia de Mxico. Cuando en el 2010 seorganizan las fiestas del Bicentenario, en medio de apologticas evocaciones, Rosa Mara Robles

    sirve de modelo a la imagen fotogrfica que mejor representa los tiempos que se viven: apenascubierta con cobija autntica de persona asesinada y encobijada en Sinaloa, en palabras de lapropia artista (son tambin visibles los restos de una cinta canela con las que se suelen sellar lasenvolturas corporales), con alas de avestruz disecadas, sosteniendo un paquete de droga!,mientras su mano derecha empua un arma de fuego que apunta a quien la contempla.

    (7) Mltiple de diez mil ejemplares de tarjetas de crdito para ser distribuidas durante lainauguracin de la 53 Bienal de Venecia, como parte de las acciones y piezas presentadas por laartista mexicana Teresa Margolles en la exposicin De qu otra cosa podramos hablar?, concuradura de Cuahtmoc Medina. Del catlogo de la exposicin, con fotografas de TeresaMargolles y Luis Crcamo.

    (8) A propsito de este tema es obligatoria la referencia al libro El cuerpo mutilado (La angustiade muerte en el arte), de Jos Miguel Corts. Valencia: Generalitat Valenciana, 1996.

    (9) Remito al texto "Desapariciones masivas... y silenciosas", publicado por laRevista Procesoenlnea, 7 de enero de 2011, proceso.com.mx. Reproduzco un fragmento: "La informacin que harecogido Fundec [Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos y Desaparecidas en Coahuila]establece que la mayora de las desapariciones en grupo son perpetradas por civiles armados.Hasta el momento, apenas en cinco casos se ha indiciado por hechos de este tipo a policas omilitares. A bordo de lujosas camionetas de modelo reciente, los comandos establecenpermetros donde, con una coordinada precisin, operan a sus anchas en frenticas caceras paraenseguida desaparecer con sus vctimas".

    (10) El 2011 comenz con una imagen dantesca. Los primeros minutos del sbado 1ro. variaspersonas observaron cuando un grupo de hombres armados subieron a un puente peatonal deMonterrey y soltaron un cuerpo que qued suspendido. Se trataba de una mujer que tena unasoga en el cuello, el torso desnudo y la cara ensangrentada; las huellas de tortura eran notorias.Era la muerte 30 mil 197 derivada de la guerra que emprendi el presidente Felipe Calderncontra el crimen organizado. De acuerdo con las estadsticas oficiales, cada da mueren ejecutadas21 personas a causa de esta cruzada(Revista Proceso, 1ro de enero de 2011).

    (11) En alusin al estudio de Benjamin sobre los dramas barrocos (El origen del drama barrocoalemn, 440).

    (12) En referencia al semilogo y lingsta ruso Iri Lotman (1922-1993), figura central de la

    culturologa.

    (13) En la prensa mexicana es comn leer noticias en las que se informa sobre las acciones degrupos de encapuchados: Gmez Palacio, Dgo. Un grupo de 60 encapuchados atac a fines dediciembre un pequeo poblado indgena de Durango, quem la mayor parte de las casas, as como27 vehculos y dio muerte a un vecino del lugar, inform este mircoles la procuradura en uncomunicado. El ataque ocurri el 28 de diciembre, pero los habitantes reportaron la agresin elmartes debido a la remota ubicacin del poblado, explic a la Afp una fuente de la dependencia.

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    Diguez, Ileana. Gramticas neobarrocas: performances y teatralidades Karpa 4.1-4.2 (2011): n. pag.http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa4.1/Site%20 Folder/ileana.html

    "Encapuchados queman casas y autos en poblado indgena de Durango", publicado en La Jornadaen internet, Mircoles 12 de enero de 2011.

    (14) En referencia a las distintas publicaciones de Victor Turner sobre esta problemtica.

    BIBLIOGRAFA

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    la cita es de Ileana Diguez.

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