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Es arquitecto y un referente en la decoración clásica, aunque nació en una familia de abogados, políticos y diplomáticos. En su casa de Recoleta, dice: “El precio más alto que se paga en una carrera como la mía es la libertad de hacer lo que uno quiere. Y hoy tengo el privilegio de elegir a mis clientes” GONZALO BRUNO QUIJANO ABRE LAS PUERTAS DE SU DEPARTAMENTO, QUE cONvIRTIO EN UN PALAcIO El living es un reflejo de su amor por el siglo XVIII. En él conviven maravillosas piezas de gran valor, como la obra del pastelista francés Lucien-Victor Guirand de Scévola (1871-1950) que se destaca entre los biombos de coromandel de la izquierda. “Hoy todas las casas responden a un estereotipo y están pintadas en blanco o beige. En Buenos Aires ya nadie se anima a usar el color”, confiesa. Abajo: el dueño de casa.

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Page 1: GONZALO BRUNO QUIJANO - rodolfoveracalderon.comrodolfoveracalderon.com/wp-content/pdf/gonzalobrunoquijano.pdf · “El precio más alto que se paga en una carrera como la mía es

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Es arquitecto y un referente en la decoración clásica, aunque nació en una familia de abogados, políticos y diplomáticos. En su casa de Recoleta, dice:

“El precio más alto que se paga en una carrera como la mía es la libertad de hacer lo que uno quiere. Y hoy tengo el privilegio de elegir a mis clientes”

GONZALO BRUNO QUIJANOABRE LAS PUERTAS DE SU DEPARTAMENTO,

QUE cONvIRTIO EN UN PALAcIO

El living es un reflejo de su amor por el siglo XVIII. En él conviven

maravillosas piezas de gran valor, como la obra del pastelista

francés Lucien-Victor Guirand de Scévola (1871-1950) que se destaca entre los biombos de

coromandel de la izquierda. “Hoy todas las casas responden a un estereotipo y están pintadas en blanco o beige. En Buenos Aires

ya nadie se anima a usar el color”, confiesa. Abajo: el dueño de casa.

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Su mayor referente en la historia del interiorismo

es Henri Samuel, el mismo que en 1995 fue

contratado por valentino para que decorara el

château de Wideville

S u casa sería la fascinación de Proust, ya que al igual que el célebre escritor de la Belle

Epoque parisina, la vida de este arquitecto y decorador está regida por los recuerdos y los escenarios que marcaron su infancia. Gonzalo Bruno Quijano, consagrado en el interiorismo clásico, hace que cada uno de sus trabajos logre una pre-sencia tan fuerte del pasado como el mismísimo presente. Un resultado que pocos pueden conseguir, por-que para hacerlo es necesaria una acumulación de experiencias y una

Arriba: en una de las mesas “guéridon” del living puede apreciarse un portarretrato con la madre de Gonzalo, Nelly Copellio. “Soy un nostálgico. A lo largo de mi vida no sólo me acompañan los

recuerdos, sino una gran cantidad de objetos que pertenecieron a mi familia”, asegura. Derecha: otro rincón, en el que destaca un sillón Luis XV tapizado en terciopelo verde esmeralda. El reloj

de arriba de la chimenea es una obra de los hermanos Delisle, los célebres relojeros parisinos del siglo XVIII. Los cuadros del fondo son grabados del artista agentino Emilio Pettoruti. Y sobre una

silla estilo directorio sobresale un gato de porcelana que duerme plácidamente.

Amante de la obra de Ricardo Cinalli,

el interiorista colocó un gran cuadro del artista

argentino –conocido en el mundo entero por su

extraordinario manejo del escorzo– en la entrada

de su living. La cómoda, neoclásica italiana del siglo

XVIII, está decorada con antiguas piezas chinas y

dos lámparas de cuarzo y bronce.

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“Un buen interiorista es aquel que tiene el conocimiento y

la capacidad para decorar un ambiente en cualquier estilo”

sensibilidad que se trae desde la cuna. Su tío abuelo, Hortensio Quijano, fue el primer vicepresidente de Juan Domingo Perón y su padre, Ismael “Cachilo” Bruno Quijano, no solamente fue ministro de Justicia del presidente Alejandro Lanusse y el abogado de personajes como Aristóteles Onassis, sino uno de los últimos bon vivants de la Argentina del siglo XX. Un hombre que en la sociedad porteña sigue siendo recordado como alguien que hizo de su vida una oda al savoir-vivre. Por eso a nadie sorprende que el estilo de vida de Gonzalo muestre siempre un resplandor majestuoso y que hoy sea reconocido por manejar con pericia, perfeccionismo y sofisticación el diseño de interiores de estilo clásico.

Es un perfecto anfitrión, de esos que hay pocos. Fanático de la estética y la historia del siglo XVIII, abre para ¡Hola! las puer-tas de su departamento de Recoleta.

EL GATOPARDO, SU MAYOR INSPIRACION–¿Cómo definirías tu estilo?–Sin pudor, puedo decir que soy total-

mente “viscontiano”. Desde que vi El Gato-pardo, que fue filmada en 1963 en el Pala-cio Gang por Luchino Visconti, supe que quería convertirme en decorador. He visto ese film cientos de veces y hasta el día de hoy me sigo maravillando con su magia.

–Sin embargo decidiste estudiar Arquitectura…

–Así es, porque siempre estuve convenci-do de que abogado no iba a ser. Una deci-sión que no fue fácil tomar, ya que era el hijo mayor y papá siempre me vio como el heredero de su estudio, uno de los más prestigiosos del país. Algo que hubiese sido muy cómodo para mí, porque tenía prácti-camente toda la carrera hecha. Pero, aun-que te cueste creerlo, mis padres nunca me presionaron y siempre me incentivaron a dedicarme a lo que realmente me gusta.

–¿Cómo nació tu pasión por el interiorismo?–Desde que era un chico me fascinaba ir

a las casas y a las estancias de mis amigos y observar todo: los muebles, las obras de arte, la vajilla, los empapelados, los libros... ¡Visitar a mis abuelas era un programón! [Risas]. Pero quien más me marcó fue mi tía Rosa María, una hermana de mi abuela materna a la que le encantaba ir a remates, a exposiciones de pintura, a ver teatro, y

La entrada está presidida por un gran hall en el que el decorador colocó dos escudos antiguos de madera dorados a la hoja y un par de sillones Luis XV tapizados en gobelino. Al fondo, la biblioteca. “Muchos me catalogan como un decorador clásico, pero a lo largo

de mi carrera he tenido tanto proyectos minimalistas como art déco”, asegura.

Arriba: este espacio es un fiel reflejo de por qué Bruno Quijano es reconocido como uno de los interioristas que maneja con mayor pericia, perfeccionismo

y sofisticación el diseño de interiores de estilo clásico. Abajo, izquierda: Gonzalo en el pasillo que conduce a las habitaciones y que está tapizado con un divertido empapelado trompe-l’œil. Abajo: el toilette está decorado con

una cómoda estilo Sheraton y una banqueta de la época de Luis XIV.

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La biblioteca, entelada con un tapiz de seda rojo cadmio y presidida por Paisaje arcádico –una gran obra de Gaspard Dughet (1615-1675), un pintor barroco italiano de origen

francés especializado en paisajes de la campiña romana–, es su espacio favorito. Decorada con dos sillones chester de cuero negro, ahí resguarda algunas de sus colecciones más preciadas. “Soy barroco y obsesivo, me apasiona atesorar

todo tipo de objetos”, cuenta.

“Mis dos arquitectos fetiche son Alejandro

Bustillo y Ludwig Mies van der Rohe. cada uno de ellos

logró sintetizar su estilo”

que era una habitué de la Galería del Este, el lugar en el que se reunían to-dos los pintores de vanguardia. Fue también gracias a ella que nació mi devoción por la ópera porque me lle-vaba al Colón desde que era muy chi-quitito. De hecho, estudié escenografía tres años, pero tuve que dejar porque no me daba el tiempo para hacer dos carreras.

–¿Cuál fue tu primer proyecto como decorador?

–La casa de Moira Bollaert y José Agote Ayerza. En ese entonces, yo le había dado un par de ideas a la hermana de José, Vir-ginia Agote de Born, para decorar su de-partamento de San Pablo. Cuando Moira lo vio quedó encantada y me llamó para que me ocupara de su casa. Entonces yo tenía 27 años.

–¿Te molesta que te encasillen sola-mente como decorador?

–La arquitectura y la decoración han ido de la mano a lo largo de la historia, sin embargo el tipo de construcción que siempre me gustó es la de estilo neoclásico y que hoy, por sus elevados

Arriba: otro rincón de la biblioteca, en el que se aprecian dos pinturas: la de arriba, obra del artista de la época de

oro holandesa Jacob van Swanenburgh (1570-1638); y la de abajo, titulada Atalanta e Hipómenes, del francés

Thomas Blanchet (1614-1689). Izquierda: amante de la ópera, varios portarretratos con fotografías autografiadas

de grandes divas de la lírica decoran los espacios de este ambiente. En primer plano sobresale uno de

Victoria de los Angeles, la soprano española.

“Priorizo la calidad antes que la cantidad. Lo más importante

siempre es encontrar piezas únicas y seguir ciertos códigos

en el manejo del color y los materiales”

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“Una gran amiga brasileña me enseñó que para que una comida sea exitosa, tanto la gente como el alcohol deben ser siempre de

primerísima calidad”

costos, es imposible lograr en nuestro país. Así fue que comencé a reformar y a decorar de-partamentos, una fórmula que hasta el día de hoy sigue siendo parte de mi profesión.

–Si tuvieras que elegir un período en la histo-ria del interiorismo, ¿con cuál te quedarías?

–Sin lugar a dudas, con el siglo XVIII, por-que no existe en la historia una época tan ma-ravillosa como esa, es el período de oro de la decoración. Como en todas las artes, siempre se vuelve a la esencia y los diseños del XVIII siguen siendo hoy la inspiración de una infini-dad de interioristas.

LA AMISTAD DE SU PADRE CON ONASSIS–Hablemos de la gran amistad que tu padre

mantuvo con Aristóteles Onassis…–Además de llevarle algunos asuntos legales,

papá era muy amigo del magnate naviero y toda su vida mantuvieron una excelente rela-ción. Ari fue un hombre fascinante y le estaré eternamente agradecido porque fue gracias a

Gonzalo resolvió cubrir las puertas de su comedor con espejos para

darle más amplitud al ambiente. A la hora de amoblarlo eligió una colección estilo Luis XVI

conformado por una mesa de caoba y sillas tapizadas en seda color verde malva. La gran araña de cristal y bronce hace que los

invitados se transporten sin pensarlo a una época pasada.

En el centro sobresale una gran sopera de plata con mangos

de marfil.

Arriba: amante de los objetos hechos con cristal de roca, Gonzalo ubicó su gran colección de coquillas junto a dos grandes obeliscos. Para esta ocasión eligió una vajilla inglesa antigua

de Wedgwood esmaltada, cubiertos franceses e individuales bordados en organza de seda. Izquierda: cada una de las piezas que conforman las mesas de Bruno Quijano representa el

esplendor de una época. Las copas son también inglesas de la época de la reina Victoria y los candelabros, del siglo XVIII. “Mi colección de copas es inmensa y me encanta combinarlas

con topo tipo de vajilla”, agrega el decorador. Derecha: el reloj es una importante pieza que perteneció a la colección privada del último rey de Francia.

“Me encanta recibir gente en casa y celebrar la vida. cada Navidad organizo siete comidas

para reunir a mis amigos más queridos”

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“Para que una persona viva en armonía, debe utilizar siempre

sus colores favoritos al momento de decorar cualquier espacio”

sus contactos que en 1974 pude ver a María Callas cantar en uno de sus últimos concier-tos en el Carnegie Hall de Nueva York. Para ese entonces la soprano tenía más de 50 años, pero fue tanta mi insistencia que papá me regaló el viaje y llamó a Onassis para que me consiguiera una entrada.

–¿Conociste a Jackie Kennedy?–No, pero papá sí y nunca habló bien de ella.

A María Callas la adoraba, pero de Jackie decía que no era tan refinada como la gente pensaba. ¡Se comía las uñas!

–Si no hubieses sido decorador, ¿a qué te hu-bieras dedicado?

–Pocos lo saben, pero bailo y canto muy bien. Creo que la danza y la ópera siempre serán una asignatura pendiente en mi vida. No sé, me gus-ta todo aquello que transcurra en un escenario. Y aunque por mi timidez nunca lo intenté, igual-mente no me puedo quejar, porque esta casa es muy escenográfica. Amo mi trabajo y eso es real-mente un privilegio.•

Arriba: su habitación está decorada con un gran tapiz flamenco del siglo XVII que reproduce un momento

de la historia romana. Sobre la cama sobresalen dos almohadones con la Union Jack y uno más

pequeño con la Corona Imperial del Estado, una de las principales piezas de las joyas de la Corona

británica. Derecha: el baño está revestido en mármol arabescato. La obra es de Cinalli y está recubierta con

acrílico para protegerla de la humedad.

“En esta casa conviven muebles heredados de

mi familia, comprados en remates, regalados por

amigos… Me encanta jugar con ellos como si fueran las

piezas de un rompecabezas”

Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón Fotos: Pilar Bustelo