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Gloria Sierra Uribe Cartografía emocional para la sanación de las pérdidas 5^ SAN PABLO

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G loria S ierra U ribe

Cartografía emocional para la sanación de las pérdidas

5̂SAN PABLO

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Colección

‘RenacerDE LA MANO CON LOS NIÑOS

G loria S ierra y M aribel Rendón, la . ed. MI ALM A LLORA

Wunibald Müller, la . ed.

PARA CONTINUAR LA VIDA Gloria Sierra Uribe, la . ed.

PARA VIVIR LOS DUELOSG loria Sierra Uribe, la . reimpr.

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G loria S ierra U ribe

Para vivir los duelosCartografía em ocional para la sanación de las pérdidas

SAN PABLO

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G l o r i a S i e r r a U r i b e . Psicóloga egresada de la Universidad INCCA de Colombia, con énfasis en trabajo clínico, especialista en salud mental, y tanatología. Durante 19 años ha realizado investigaciones en tomo a los temas de muerte y duelo, desde una perspectiva transgcncracional y humanista. Entre sus investigaciones se pueden mencionar: procesos de duelo en pareja, enfermos terminales, pacientes VIH - SIDA y pacientes de cáncer, abortos, pérdidas de mascotas, desastres naturales, procesos de duelo en contextos laborales y situaciones de jubilación. El énfasis de estos trabajos está enmarcado en un programa de investigación acerca de los cambios que se producen en el sentido, proyecto y plan de vida de las personas en proceso de duelo. En el contexto colombiano ha adelantado trabajos con víctimas de la guerra, tanto en el terreno investigativo como en

el campo terapéutico. En la actualidad, se desempeña como docente en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, en la facultad de posgrados, y en la Universidad Piloto de Colombia en el programa de psicología. Ha participado como ponente en numerosos eventos nacionales e internacionales.

Título ISBNPara vivir los duelos 958-692-901 -9

AutorGbria Sierra Uribe

© SAN PABLO Carrera 46 No. 22A-90

Tei: 3682099 - Fax: 2444383 E-mail: [email protected]

www.sanpablo.com.co

la. reimpresión, 2008Queda hecho el depósito legal segúnLey 44 de 1993 y Decreto 460 de 1995

Distribución: Departamento de VentasCalle 17A No. 69-67Tel.: 4114011 - Fax: 4114000E-mail: [email protected]

BOGOTA - COLOMBIA

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Siempre que alguien muere, alguien conocido, amado,

con quien has convivido; alguien que ha llegado a ser parte

de tu ser algo en ti muere también.

Por supuesto, echarás de menos a la

persona, se sentirá un vacío; eso es natural. Pero el mismo vacío se puede

convertir en una puerta.

Y la muerte es una puerta...

Osho

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¿ugurm tlizabethjuárez feraz HSICÓLOGA Col 1,532

A la memoria de Caliche, mi hermano amado, a quien tanto quería.

A mi madre, gracias por cada uno de tus días eres mi ejemplo, mije.

A mis hermanas:

Luz, tu infinito amor es el soporte en mis duelos.

Bibis, tu fuerza, es mi grandeza.

A Leo, mi guía, mi luz, cómplice del día y la noche.

A Marthica, compañera de viaje. Tú eres.

Con profundo amor a toda mi familia, mis amigos y compañeros de ruta y especialmente a mis amados con­sultantes, que con su entrega diaria me recuerdan que es posible un mundo mejor.

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Prólogo

Quien conoce a Gloria, sabe de su amor por la psicología y de su profundo compromiso en la ayuda a las personas que dentro de sus muchas vivencias y dolores, atraviesan por un proceso de duelo.

Una de las virtudes de este primer libro de una serie que la .mtora nos ha prometido, es la de recoger de manera sencilla, comprensible y esperanzadora la experiencia de un trabajo de mas de quince años en los que se ha acercado a un tema*que si bien es de ocurrencia común en todos los contextos, abordar­lo en el colombiano en particular, resulta ser una necesidad apre­miante y tiene una indudable pertinencia.

( '.onsidero que en esta publicación se conjugan no sólo años di1 investigación sobre el duelo en diversas situaciones: pérdi­da,, secuestro, desaparición, suicidio por mencionar algunas, ano también el haber atendido en terapia a decenas de personas

que requerían de ayuda para superar este duro trance y que con i I llempo pudieron comprender, como lo hizo Gloria al perder a 1 aliche que al final de ese túnel oscuro siempre hay luz.

I oyéndola, me siento interpretada e identificada gracias a su i -.tlio ameno que revela un gran conocimiento y madurez. Estos i" imiten a la escritora poner en palabras sencillas aquello que * li .de el lenguaje académico podría en ocasiones, resultar incom- l'n usible, frío y distante.

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Encuentro una gran habilidad y acierto en la manera como integra los cuentos, las narraciones de sus consultantes y aspec­tos conceptuales tomados de diversos enfoques que ella ha explo­rado y estudiado juiciosamente, así como sus recomendaciones y “pistas” para superar el dolor a partir de nuestra historia perso­nal, familiar y social, en una mirada que permite al lector descu­brir relaciones con otros eventos vitales que determinan cómo se vive esta experiencia y le ayuda a superarla.

Si bien rescata el derecho a sentir y a vivir nuestros duelos no se queda en eso que otra autora, Caroline Myss, denomina la “heridalogía”, en que se hace una apología al sufrimiento y a la desesperanza como forma de vida. Por el contrario, señala que somos actores y agentes en la superación del mismo, así como en la posibilidad de construir una sociedad que sea menos gene­radora de dolor, individualismo e intolerancia y sí más solidaria, respetuosa por la diferencia y la diversidad y más justa.

Estoy segura que al finalizar la lectura de Para vivir los duelos, cartografía emocional para la sanación de las pérdidas, el lector estará de acuerdo conmigo en estas apreciaciones.

A Gloria no me resta sino agradecerle su generosidad y defe­rencia al solicitarme prologar el libro, confieso mi profunda admiración por su trabajo y lo hago complacida y de corazón.

Martha Esperanza F onseca Chaparro Profesora Universidad Nacional de Colombia

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Presentación

1 scribir este texto, ha significado un hermoso encuentro con­migo misma, con cada una de mis emociones y mis sentimien- ii r., 1 lace nueve años, antes de la muerte de mi hermano Carlos i' uliche), muy seguramente hubiese escrito un libro distinto, qui- ,\ con un tinte más académico, no por ello menos importante necesario, pero hoy siento que estoy dejando mi experiencia,

mi vivencia y mi dolor en estas líneas; recuerdo cada instante la di .pedida de Caliche y cada paso de la vivencia de mi familia, I u m eso inicio el libro con una defensa al derecho de sentir y de i i.11 en duelo.

I'arante diecisiete años he estado escuchando historias de dolor, desde las pérdidas más esperadas, como la muerte de mi anciano moribundo, hasta la terrible tragedia de un atenta­da terrorista, he acompañado a despedir pacientes que mueren di M DA, a niños que fueron víctimas de balas asesinas, a madres ■ 1 1n- mueren luego de una larga y penosa enfermedad, a ejecutivos 1 1no los sorprendió la muerte en su oficina a la edad de 40 años; . ic i amino de aprendizaje cotidiano me ha enseñado a amar más mi villa y la de cada una de las personas con quien comparto. El l i a también me ha mostrado su otra cara, la alegría. He cono- idi i iodos los estados emocionales cuando nos enfrentamos a la

i • ilidacl de perder, también he visto cómo se reconstruye la fe y la

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esperanza. He logrado con profundo amor y entrega reconstruir con personas y familias sus proyectos de vida que con la muerte de sus seres queridos quedaron hechos añicos.

Espero que leas este mensaje como un encuentro terapéutico, seguramente encontrarás muchas cosas con las que te identifica­rás. Los relatos de otras personas en duelo te servirán de referen­cia, quizá algunos de los cuentos y experiencias vividas sean tu punto de partida para lograr superar tu pena. Te pido que no lo leas saltando capítulos, el libro fue escrito con una secuencia lógica y afectiva, al leerlo entenderás mejor lo que te digo.

El primer capítulo: “Reconocer el duelo”, inicia con un inven­tario para saber en qué nivel de duelo te encuentras. Luego halla­rás una guía para puntuar el resultado de las respuestas, lo que seguramente te permitirá saber en qué punto del camino en tu dolor estás. Al final de éste hay un hermoso cuento de Jorge Bucay que ayuda a entender, paso a paso, el recorrido y las fases del duelo.

El segundo capítulo, “Los caminos del dolor” es un llamado a mirar no tu duelo reciente, algo que ya hiciste con el inven­tario del primero, sino toda tu vida. Se trata de una invitación a que te mires desde la niñez y consideres las múltiples probabili­dades de enfrentarte con las pérdidas, por ello incluimos las cari­tas tristes y felices que claramente señalan el camino de perder o ganar. Luego te encontrarás con un camino arduo de vivir: la adolescencia, con sus crisis de identidad, la presión social de la figura, lo que en el texto se denomina “la trampa de la belleza”. Entrarás a leer, posteriormente, las pérdidas de la juventud, cada uno de los encuentros y desencuentros en la vivencia de pare­ja, el mundo laboral, todo lo que significa tener un hogar consti­tuido o por el contrario enfrentarse a una dolorosa separación o ruptura de pareja.

De esta manera, te conduciré por el interesante pero poco reco­nocido universo de tus pérdidas, con ello pretendo que entien­das que el último duelo debe ser un encuentro con tu historia,

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es una oportunidad para convertir todo el dolor acumulado por .mos o generaciones en una razón para que todos esos sentimien- los logren ser sanados.

En este capítulo se presenta un caso de dolor transgeneracional, verás un nieto elaborando un duelo de generaciones anteriores, aparte en el cual se retoman, para el análisis, los planteamientos leóricos y terapéuticos de la francesa Anne Ancelin Schutzenber- grr, quien logra identificar, cómo lo que no se resuelve en una generación, pasa a la siguiente -como una deuda- y si ésta no lo elabora, la lealtad se hace extensiva por vía inconsciente hacia las venideras. El ejemplo de Elena de esa parte del libro da cuenta le xiual de una lealtad familiar en el cuerpo (repetición de cáncer pni amor), el caso de las mujeres armenias y su ocupación como peluqueras permite entender qué se hace con el dolor, genera- i ion tras generación.

I iI capítulo se cierra con unos casos clínicos ilustrativos de los i uad ros psicosomáticos, es decir, las enfermedades que se dan en ilnaciones de duelo, cuando la persona no lo asume en forma

ai Iri nada, se citan algunos casos de Deepak Chopra.

En el tercer capítulo: “Cartografía de los duelos”, encontrarás una explicación amplia y detallada de las emociones y sentimien- i " . que se experimentan ante una pérdida y su representación i n i11 cuerpo, cada emoción tiene un código que se inscribe en■ I Podrás iniciar esta parte del libro con un nuevo inventario.I lili nderás cómo se cumple la frase “el cuerpo habla”. Luego deI I ilrcodificación cartográfica, sugiero algunas tareas para supe- i n el dolor y trabajar con cada una de las emociones, en espe-■ i illa culpa y la rabia que son quizá las que más obstaculizan la i filnnación sana de un duelo o de los múltiples duelos que lle-

niios dentro. Insisto, no lo leas de primero pues el libro en todo a u corrido, te dará pautas para hacerlo en su momento.

I I ultimo capítulo: “El tejido de sanación”, se convierte en un m limen de la propuesta para tejer, con cada uno de los hilos de "i inundo interior y de los hilos que te ofrece tu mundo exterior,

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el camino de la sanación. Se proponen unas tareas concretas para mirar los dolores familiares, sociales y personales, ello sugiere el duelo en contexto. Se enfatiza en el trabajo de las redes como la mejor opción para sobrevivir al dolor.

Una hermosa pretensión es que este escrito se convierta en tu libro personal, algo así como un diario íntimo y sanador, fue escrito en forma interactiva por ello te sugiero que realices los ejercicios que aparecen en él.

En esta primera publicación se traza una ruta para el traba­jo de elaboración de los duelos, esta primera entrega aborda de manera general el tema y te indicará con notas a pie de página todos los demás libros de esta misma colección que irán apare­ciendo: duelos por ruptura de pareja, por pérdidas laborales, por situaciones de enfermedad, por pérdidas económicas, duelo y niños, por muerte de mascotas, entre otros.

Te entrego entonces, un lindo texto, que deseo de corazón ayu­de a redimensionar tu vida.

La Autora.

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Eugenia Etizabethjuárez PérezPSICÓLOGA Col 1,532

Reconocer el duelo

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os encontramos en contextos culturales donde los procesos de duelo son aplazados1 y en muchos casos ncg.i

dos, con frecuencia escuchamos de vecinos y amigos expiv.n un tales como: “Ya no llore más, porque de lo contrario él o ella no descansa”, o “si el muerto (o la muerta) hubiera sido usted, m r,n lamente él o ella, no estarían tan mal”, quizá en algunas de > '.la afirmaciones responsabilizamos a Dios: “tanto dolor es no lenci le en un próximo reencuentro en el cielo”. La lista de colín lila i ios que se hacen en las salas de velación o en las visitas cío | n .a me que se realizan los días siguientes a las honras fúncbio. i , infinita, éstos agudizan el dolor y generan sentimientos adli lo nales de culpa.

Nuestra cultura silencia el dolor, por una razón fundaimmal no sabemos cómo acompañar a las personas en sus pena ., nos agobia el sufrimiento propio y ajeno y es lógico, nadie quine \ i i a sus seres amados sufriendo, pero negando y ocultando el if >h >i tampoco estamos ayudando.

1 El término “duelo aplazado”, sugiere que el doliente no logra expresar sus sentlmiriiiun y em ociones, ni el dolor por la pérdida; muy seguramente después, con otro duelo, apmn m I.. síntom as del que no ha sido elaborado. Durante todo el texto se desarrollará esta temrtlk .1

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Un ejemplo que ayuda a ilustrar este planteamiento es el famoso síndrome de geografismo, que consiste en que cuan­do alguien muy significativo fallece, los familiares más cerca­nos, hijos o hermanos entre otros, intentan trasladar a la persona en duelo para otra ciudad y en algunos casos se la llevan para la playa o para algún lugar significativo, la dificultad grande es el regreso, porque se crea una sensación de que se está de vacacio­nes y cuando se regresa se espera encontrar todo igual, la fan­tasía inconsciente es de resucitación y como esto no acontece, se revive el dolor, porque ese período de tiempo se invirtió en la fase de negación, acompañado muchas veces de decisiones difíciles para el doliente, por ejemplo, regalar las pertenencias del fallecido o cambiar todo de lugar, esto se hace en ausencia de los más afectados, quienes después tienen dificultades para inte­grar lo que pasó.

En este pequeño texto defenderemos el derecho al duelo, el derecho a que los otros respeten y entiendan la dinámica de todo lo que acontece cuando nos enfrentamos a una pérdida y que entendamos a nuestros seres queridos y sirvamos de ayuda en el proceso de aligerar las cargas.

Muchas veces en consulta las personas preguntan: ¿cómo sé que estoy en duelo? Y también se preguntan si todo lo que sien­ten es normal y cuánto tiempo pueden seguir sintiendo ese dolor agudo que a veces paraliza su existencia.

Estas inquietudes son muy pertinentes, porque como hemos silenciado tanto el dolor y muy poco hablamos de la muerte en casa, tampoco sabemos qué pasa en los días siguientes y menos cómo reaccionamos ante la pérdida.

Por eso propongo construir un inventario sobre todo lo que se siente cuando se está en un proceso de duelo ante la muerte de un ser querido.

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inventario de duelo2

i valuación de los duelosSi eres una persona mayor de 14 años, te pido que contestes

■ ".le inventario; si eres un niño y estás leyendo este libro, hemos diseñado para ti un inventario que encontrarás en el segundo libro de esta misma colección que hace referencia al duelo en los niños.

Cómo contestar el inventarioColoca el número correspondiente a lo que sientas o pienses

según ía clasificación siguiente: 0= en absoluto, nada o todo locontrario; 1= un poco; 2= bastante; 3= mucho:

l. Todo el tiempo pienso en lo que pasó.2 A veces quisiera devolver el tiempo y que esto no

hubiese pasado.

3. Por las mañanas lo busco, la busco pensando en él, en ella.

4. Me siento sin fuerzas para reiniciar la vida.

5. En las mañanas me es difícil levantarme, no siento ninguna motivación.

6. Si él o ella estuvieran tendría fuerzas y me gustarla el futuro.

7. Tengo tanta tristeza, que siento que no me cabe en el pecho.

8. Por momentos, tengo mucho dolor, con oleadas devastadoras.

2 Este inventario ha sido construido y validado por la autora en 15 años de consulta terapéutica con personas en procesos de duelo. Su aplicación sólo pretende ser una guía.

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9. Lloro frecuentemente-y con mucha facilidad.

10. _____ Me pregunto si me faltó por hacer algo y eso meatormenta.

11. _____ A veces creo que no le dediqué el tiempo suficien­te. Me siento egoísta por haber pensado más en mis cosas.

12. ______ Cuando veo a los médicos pienso que ellos no hicie­ron todo lo posible.

13. _____ Me siento confuso/a con la sensación de no saberqué camino coger.

14. _____ Tengo miedo de tomar decisiones y de no saber sieso es lo que él o ella hubieran querido.

15. _____ Tengo oleadas de rabia contra otros.

16. _____ Tengo rabia conmigo misma, conmigo mismo.

17. _____ A veces tengo rabia con Dios por permitir quemuriera.

18. _____ Por las tardes, especialmente el domingo, me sientosolo/a.

19. _____ Tengo una sensación de vacío, especialmente en elestómago.

20. _____ Siento que no puedo reiniciar mi vida.

21. _____ No quiero comer y cuando lo hago me sientoforzado/a para hacerlo.

22. _____ Quiero estar todo el tiempo acompañado, acompañada,con personas que me permitan hablar de él, ella.

23. _____ Me siento confuso/a y aturdido/a.

24. _____ Estoy nervioso/a, inquieto/a no sé que hacer con eltiempo.

25. _____ Me dan ataques de angustia, como en “oleadas”.

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26. _____ A veces siento como si no pudiera respirar.

27. _____ Tengo temblor, manos frías, sudorosas y oleadas decalor por el resto del cuerpo.

28. ______ Tengo ideas fijas que no puedo quitarme de la cabeza.

2b. _____ Duermo muy mal, concilio el sueño, pero me des­pierto al amanecer.

30. -------- Siento que en cualquier momento puedo perder elcontrol.

31. .-------- Tengo pesadillas frecuentes, me despierto angus-tiado/a.

32. _____ He perdido peso, pero eso no me preocupa.

33. _____ Quisiera tenerlo/a en todas partes y que me acompañe.

34. _____ Me siento más recuperado/a desde hace algunosdías, estoy recobrando mi paz.

35. _____ Siento que él/ella se ha convertido en mi fuerza, enmi aliado.

36. _____ En honor a él/ella voy a salir adelante.

37. _____ He reiniciado mi vida, ahora siento que todo es dis­tinto pero voy a sobrevivir.

38. _____ He reiniciado algunas actividades que pensé que nopodía volver hacer.

39. _____ Estoy compartiendo con otros experiencias diferen­tes a las de mi dolor.

40. _____ Comprendo más a la gente que está sufriendo.

41. • Le estoy encontrando un significado a la muerte.

42. _____ Lo/la recuerdo con mucho amor y siempre voy ahacerlo, ahora no se me parte el corazón cada vez que veo la foto.

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43. He encontrado consuelo compartiendo con otras personas a quienes les ha sucedido algo parecido.

44. Dios ha sido mi refugio, gracias a Él estoy saliendo adelante.

45. Quisiera poder ayudar a otros a superar lo que yo he superado.

46. Mi familia y mis amigos fueron muy importantes en el proceso para recuperarme.

47. Para salir de mi dolor fue necesario buscar ayuda profesional.

48. Ahora me siento preparado/a para asumir una nue- va pérdida.

49. Ahora tengo más conciencia de la muerte incluso de la mía.

50. Le he encontrado nuevos significados a mi vida.

Como puedes darte cuenta, si estás empezando un duelo por la pérdida de alguien muy significativo, lo más seguro es que la respuesta a las primeras 33 preguntas sea: Bastante (2) o mucho (3), con esto te estamos diciendo que el dolor por la muerte de un ser amado es difícil y que en algunos momentos puedes sen­tir que no puedes más.

También te invito para que mires las preguntas de la 34 a la 50, al leerlas podrás entender que sí hay esperanza. No te pido que olvides a tus muertos, ni nada por el estilo, sólo te digo que aunque el dolor sea como un túnel negro en el que ahora te encuentras, con certeza sé que todos los túneles tienen salida y siempre al final encontrarás la luz.

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/Cómo calificar el inventario?Ahora toma papel y lápiz y empieza a sumar: las primeras 33

preguntas nos indican que estás en una fase de mucho dolor, ,i veces con manifestaciones biológicas y fisiológicas de difícil manejo, porque en algunos casos la tristeza que puede conver- i irse en depresión puede ser tan grande que te impida reiniciar la vida, por ejemplo, regresar a tu trabajo o estudio. Si al sumar esas primeras 33 preguntas el resultado está entre 80 y 99 puntos, ■abemos que estás en un proceso muy doloroso. Sugiero: bus­

car ayuda profesional, espiritual, participar en grupos con per­sonas que hayan pasado por una situación similar, intentar no permanecer solo y buscar la compañía de personas muy signifi­cativas. También es conveniente realizar actividades que no sólo estén centradas en lo que pasó, o que consistan en visitar una y otra vez el cementerio. Necesitas iniciar tu pronta recuperación, por ti y por los que están contigo.

Con lo anterior no te estoy diciendo que estás enfermo/a, ¡no!, la clave es saber que esto que sientes también pasará. Lo que sé con seguridad es que te encuentras en cuidados intensivos afectivos, por eso necesitas ser cuidado y acompañado. Cuando hablemos de las tareas del duelo, retomaremos esto que estamos diciendo, porque estas primeras fases de negación, dolor, rabia, culpa, tenemos que ir superándolas poco a poco.

Si la puntuación está entre 45 y 80, vas saliendo de la prime­ra fase tan dolorosa y estás dando pasos de recuperación, eso no quiere decir que ya saliste, por el contrario, mi invitación es a que continúes fortaleciéndote. Algo importante que debes conocer es que cuando se está en duelo, se tiene la sensación de estar en una montaña rusa, por la mañana sientes que todo puede cambiar y te haces firmes propósitos para que eso sea así y pasadas unas pocas horas o días reaparece el dolor a veces con más fuerza. Esto no puede desanimarte, ya sabes, ésta es la dinámica del dolor hasta convertirse en crecimiento. No es fácil pero es posible.

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Entre 20 y 45 puntos, las cosas van mejorando, muy segu­ramente ya han pasado algunos meses de la partida de tu ser amado, la vida es diferente e inicias un nuevo camino. En estos momentos, no olvidemos las fechas importantes, la cercanía de algunas fiestas o eventos significativos con la familia, el cumplea­ños de la persona fallecida, los aniversarios de fallecimiento, las ceremonias, la primera navidad (sobre esto hablaremos más ade­lante). Cuando estas fechas llegan revivimos el dolor y entonces pensamos que nuevamente entraremos en esos días tan grises como al principio, no es así, estas fechas nos reviven el dolor, pero afortunadamente en lo superado no se retrocede.

Algo que debes saber es que los duelos se parecen a las muñe­cas rusas, cuando tú compras una muñequita de éstas, la des­tapas y dentro de ella hay una más pequeña, luego destapas la nueva y encuentras otra y sin saber cómo, encuentras hasta diez; así son los duelos, éste que estás viviendo por la muerte de tu ser amado saca de tu interior otro que pensabas que ya habías superado y si miras ese, sale otro. Mi propuesta es que decidas por fin sanar todo el dolor que tienes dentro. Como dice Mer­cedes Sosa en una hermosa canción titulada, Soy pan, soy paz, soy más: “Elay que sacarlo todo afuera, para que adentro nazcan cosas, cosas nuevas”.

Ahora quiero que te detengas en la puntuación de las pregun­tas 34 a la 50. Éstas y tus respuestas corresponden a la magia de la recuperación, todos los que hemos sobrevivido afectivamente a un duelo, sabemos que estos momentos llegan después de un tiempo y realizando algunas tareas que trabajaremos más adelante.

La calificación máxima de 48 puntos en estas últimas, corres­ponde a una persona que ya ha superado su duelo, que ha logra­do convertir el dolor en una hermosa experiencia de crecimiento, esta persona que espero que seas tú o que llegues muy pronto a serlo, se puede convertir en un gran aliado para el trabajo con otros que están atravesando el túnel.

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De 20 a 32 puntos: puedes sentir que estás por buen cami­no, estás avanzando. En estos casos tenemos que estar atentos a lodos los cambios que se den, pues las personas en duelo están Inpersensibles, lo que las hace altamente vulnerables.

l o importante es entender que existen probabilidades de idrocesos, especialmente con oleadas de tristeza y añoranza; las personas que se recuperan de su dolor suelen sentirse extrañas y con sentimientos de culpa con el ser amado que ya no está. Éste es un sentimiento que frecuentemente encuentro en terapia, se llene la sensación de que no llorar todo el tiempo a su ser ama­do significa que se está olvidando. Es claro que no, pero es difícil deshacerse de este sentimiento culposo, especialmente si es im/a esposo/a o una madre.

16 puntos o menos, nos indican que apenas estás en los prime­ros pasos, ánimo es un buen inicio. En esta fase transitoria siguen prevaleciendo y presentándose muchas de las manifestaciones y sentimientos antes mencionados tales como: llanto frecuente, sensación de angustia y abandono, temor al futuro. También es claro que estás saliendo del túnel.

Lo que el tiempo cura...Te preguntarás ¿cuánto tiempo puede durar este dolor y

todo lo que sientes? La respuesta no es fácil, porque depende de muchos factores: de la forma como murió tu ser querido, de c uántos años tenía, del lugar que ocupaba en la familia y del rol que desempeñaba. Lo más importante es que el tiempo es tu gran aliado. Por eso quiero compartir un hermoso cuento3 que tiene algunos siglos de antigüedad y que Jorge Bucay cuenta al inicio de sus seminarios de duelo.

Hubo una vez una isla donde habitaban todas las emocionesy todos los sentimientos humanos que existen. Convivían por

) Este cuento está tomado del libro: Todo (no) terminó, de Silvia Salinas, el cuento es narrado en el prólogo por Jorge B ucay.

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supuesto, el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Envidia, el Odio... Todos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila e incluso previsible. A veces la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Cons­tancia y la Conveniencia lograban aquietar el Descontento.

Un día, inesperado para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó a una reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar del encuentro, todos estuvieron presentes.

Entonces, el Conocimiento dijo:

-Tengo una mala noticia que darles: la isla se hunde.

Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:

-¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!

El Conocimiento repitió:

—La isla se hunde.

-¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado!

- El Conocimiento casi nunca se equivoca -dijo la Conciencia dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde.

-¿Pero qué vamos hacer ahora? -se preguntaron los demás.

Entonces, el Conocimiento contestó:

-Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla... construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella.

-¿No podrías ayudarnos? -preguntaron todos, porque confia­ban en su capacidad.

-N o -dijo el Conocimiento-, la Previsión y yo hemos construido un avión.

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Y en cuanto termine de decirles esto volaremos hasta la isla mas cercana.

Las emociones dijeron:

-¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros?

Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y, llevando de polizón al Miedo, -que como no es zonzo ya se había escondido en el motor-, dejaron la isla.

Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero... todas... salvo el Amor.

Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:

-Dejar esta isla... después de todo lo que viví aquí... ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo?

Ah... compartimos tantas cosas...

Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra... y acarició cada rama....

Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor: “Quizá la isla se hunda por un ratito... y después resur­ja ... ¿por qué no?”. Y se quedó durante días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible...

La isla se hundía cada vez m ás...

Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir porque estaba tan dolido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería.

Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y cuando se hundiera un poco, siempre él podría refugiarse en la zona más

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alta... cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una peque­ña renuncia nunca había sido un problema para él.

Así que, una vez más, tocó las piedritas de la orilla... y se arrastró por la arena... y otra vez se mojó los pies en la peque­ña playa que otrora fue enorme...

Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le gustaba, era la más elevada...

Y la isla se hundía cada día un poco más...

Y el Amor se refugiaba cada día en un espacio cada vez más pequeño...

-Después de tantas cosas que pasamos juntos -le reprochó a la isla.

Hasta que finalmente, sólo quedo una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.

Justo en ese momento el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el Amor desaparecería para siempre de la faz de la tierra...

Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía.

Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.

Desde allí podía ver pasar a sus compañeros en sus embarca­ciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que algu­no de sus compañeros le comprendiera y le llevara.

Observando el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía.

-Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote...

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Y la Riqueza contestó:

-Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preció­o s, que no tengo lugar para ti, lo siento... -Y siguió su cami­no sin mirar atrás.

El Amor siguió observando y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención.

El Amor se estiró un poco y gritó:

-¡Vanidad... Vanidad... llévame contigo!

La Vanidad miró al Amor y le dijo:

-M e encantaría llevarte, pero... ¡tienes un aspecto!... ¡estás tan desagradable... tan sucio y tan desaliñado!... Perdón, pero creo que afearías mi barco —y se fue.

Y así el Amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y has­ta al Odio. Y cuando pensó que ya nada más pasaría, vio acer­carse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.

-Tristeza, hermana -le dijo-. Tú que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo... ¿Me lle­varás contigo?

Y la Tristeza le contestó:

-Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste... que prefiero estar sola -y sin decir más, se alejó.

Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse que­dado ligado a esas cosas que tanto amaba, él y la isla iban a hun­dirse en el mar hasta desaparecer.

Entonces, se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final...

De pronto, el Amor escuchó que alguien chistaba:

-Chst-chst-chst...

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Era un desconocido viejito que hacía señas desde un bote de remos.

El Amor se sorprendió:

-¿A mí? -preguntó, llevándose una mano al pecho.

—Sí, sí —dijo el viejito—, a ti ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo.

El Amor le miró y quiso darle explicaciones:

—Lo que pasó fue que yo me quedé...

-Entiendo -dijo el viejito sin dejarle terminar la frase-, sube.

El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para ale­jarse de la isla.

No pasó mucho tiempo antes de ver cómo el último centí­metro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desapa­recía para siempre.

-Nunca volverá a existir una isla como ésta -murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito le contradijera y le diera alguna esperanza.

-N o -dijo el viejo- cómo ésta, nunca.

Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo.

Se dio cuenta que iba a seguir existiendo.

Giró sobre sus pies para agradecerle al viejito, pero éste, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido.

Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en búsqueda de la Sabiduría para preguntarle:

-¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó...

Nadie comprendía que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudo, él me salvó y yo ni siquiera sé quién es...

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1.a Sabiduría lo miró a los ojos un buen rato y dijo:

-Él es el único capaz de conseguir que el Amor sobreviva i liando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible .rgüir adelante. El único capaz de darle una nueva oportuni- i Lid al Amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.

I .i isla se hunde...Con este hermoso cuento puedes entender

muchas de las vivencias del duelo, el Amor no pudo inicialmente aceptar la pérdida. Aceptar que la isla se hundía era imposible para él por los mil apegos y recuerdos que tenía en cada espacio y es obvio, ponte en su lugar, quizá te haya sucedido: escuchar a un médico, luego de una cirugía y de una lista interminable de

i .amenes, decir que el diagnóstico es un tumor maligno, es una noticia devastadora. Así como el Amor se resistió a creer que la isla se hundía, seguramente algo similar te pasó a ti. Este mecanismo de negación es muy importante, porque permite ir .i',lindando la pérdida, saber que algo muy grave está pasando, pero aún así, seguir disfrutando de lo que se tiene, en el caso ilrl cuento, visitar el sitio de la isla donde sale el sol, tocar cada árbol, cada ñor, visitar cada rincón.

La metáfora es perfecta con relación a los diagnósticos de i 11 icrmedades terminales. Se necesita ese recorrido, por cada deta- II. . tener esperanzas ingenuas como las del Amor, pensar que el ■ lugnóstico es errado, intentar negociaciones, especialmente con Míos, ir arrinconándose cada vez más en pequeñas parcelas de la lela que se hunde, recordar todo lo vivido juntos y sentir que en honor a lo compartido, el otro no me puede abandonar; en este momento aparece una nueva emoción, la rabia.

“¿Cómo puedes hundirte y dejarme sólo? -dijo el Amor-, no rs justo.

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Así lo sentimos nosotros al experimentar la proximidad de la pérdida, y claro, tenemos que dirigir esa rabia contra alguien: los médicos, los familiares, Dios, e incluso el mismo enfermo o la per­sona que falleció.

Estos sentimientos son absolutamente normales y necesarios para ir asimilando, lo inevitable.

En el cuento aparecen unos personajes interesantes, que segu­ramente, salen mal librados al finalizar el relato, y son: la Riqueza, la Vanidad, incluso la hermana Tristeza. Estos personajes, que construyeron sus propios medios para salir de la isla, no entendie­ron cómo el Amor había perdido tanto tiempo en lamentaciones, por tanto, no lo ayudaron a salir; en la vida real acontece algo parecido. Todas las personas reaccionan en forma diferente ante los duelos, opinan sin mucho conocimiento de causa acerca de cómo se debe salir del dolor, por eso todos los personajes, como en el cuento, tienen su propia opinión y su propia estrategia, que como es de suponer sólo es aplicable a cada caso.

¿Qué pasa entonces, cuando se solicita ayuda? “Estoy tan triste, que prefiero estar sola”, contestó la hermana tristeza. Como ésta, la mayoría de las personas viven su duelo en soledad, lo. guar­dan como un tesoro oculto en honor a su ser querido. En el fon­do sienten culpa de no extrañar como los primeros días a su ser amado, haciendo que los sentimientos y emociones se guarden y sólo se manifiesten en espacios privados e íntimos.

Analicemos, el Amor se hizo a emociones amigas, a sentimien­tos que al igual que él, habían tenido que salir de la isla; se supone que todos sentirían lo mismo que el Amor ante la pérdi­da, pero como es claro en el cuento, esto no fue así. Quizá, algu­nas veces sea mejor solicitar ayuda a quien no está viviendo la misma situación. El Tiempo, en el caso del cuento, llegó de fuera y no sólo salvó al Amor, sino que le ofreció una embarcación de remos para que juntos hicieran el trabajo. Estoy de acuerdo con el Tiempo, no sólo debemos ayudar y dar, debemos enseñar al otro a sobrevivir, a salir a flote, a ponerse a salvo en otras tierras,

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i ' i instruir nuevos proyectos en islas firmes y reales. Recordemos■ Imi nunca habrá una isla como la que se hundió. “Como ésta i mui a”, dijo el viejo, esta afirmación es fundamental en los pro- ' ■ <ns de duelo: jamás podemos buscar reemplazo a lo perdido.I 11 que sí podemos hacer es aceptar que lo que se hundió ante nuestros ojos nunca volverá, pero también que nunca terminará,| H uc|ue quedará en el recuerdo, en nuestro pasado, ese es su luisii', el único posible para poder mirar otras islas, mirar el futu- ni y querer construir unos nuevos vínculos.

I n resumen, los sentimientos y emociones que experimenta-^ iihv. cuando la isla se hunde son necesarios, pasando por la) negación, la tristeza profunda, la soledad, el abandono, la rabia,/

I malmente, la aceptación de la pérdida, así como la búsqueda r #■ h nuevas islas o como en el caso del Amor, la necesidad de pedir Iayuda a los amigos para poder salir. ]

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tum áu Üizabethjuárez Vérez i PSICOLOGA

Coi 1,532

Los caminos cic'l dolor

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n el cuento, muchas de las emociones construyeron suspropias embarcaciones para salir de la isla, esto acontece

■ ti lorma similar en los duelos. Frente a la noticia de la muerte i It un ser querido, una familia y cada uno de los miembros cons- miye su propia estrategia para salir del dolor. Por ello hay que■ niender que todos sentimos y expresamos de manera distinta nuestro dolor y pena.

Algo muy bello del cuento lo representan las emociones del 1 i mocimiento, la Previsión, el Tiempo y la Sabiduría, veamos i I ( .onocimiento fue claro, dijo lo que iba a pasar. Aunque nos parezca algo duro. Es mejor decir lo que pasará, o lo que pasó,■ n este caso. El Conocimiento también brindó opciones.

1.a Previsión jugó un papel fundamental, le correspondió pie pararse para todo aquello que pudiera pasar; en asocio con el 1 onocimiento tenía listo un avión para viajar a la isla más cerca na y salvarse. Es hermoso saber que esto es posible, es decir, piulemos prepararnos para despedir a nuestros seres amados I a ' ullura en la que vivimos nos niega esta emoción tan básica, pero también es cierto que cada día estamos abriendo nuevos canil n o s para prepararnos.

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El Tiempo, es el salvador, juega un papel muy bello: no cues­tiona al Amor por haber perdido tanto tiempo en lamentarse y llorar ante la inminencia del hundimiento. También es claro, cuando dice que jamás habrá una isla como la que se hundió. Esto último es definitivo en los duelos porque nadie es reempla­zable y aunque esto parezca una gran verdad, lo cierto es que se hace todo lo contrario, cuando fallece alguien, se buscan rápida­mente mecanismos sustitutos, por ejemplo, uno de ellos bastan­te común es el de bautizar al niño o a la niña recién nacida con el nombre del muerto. Este mecanismo de reemplazo es decisi­vo en la construcción de la identidad esperada del niño o de la niña, porque consciente o inconscientemente toda la familia está a la expectativa de que ese nuevo ser sea como la persona ama­da que ya no está.

La Sabiduría fue quien ayudó al Amor a entender quién lo sal­vó. Necesitamos reconocer lo que pasó para poder reiniciar la vida en una nueva isla.

Finalmente, lo que el cuento nos permite entender es que en los duelos están presentes e interrelacionadas todas las emocio­nes y sentimientos, que todos tienen su propia forma de salvarse, cada uno encontrando su camino, a cada uno se le respetó su tiempo y su forma de salir de la isla. Del mismo modo, al Amor se le respetó su proceso, el profundo apego que tenía con cada rincón de la misma, hasta que pudo entender que si no salía, el Amor desaparecería de la faz de la tierra. Afortunadamente, en el cuento y en la vida aparece el Tiempo para salvarlo. ¡Gracias Tiempo!

Ahora, salgamos del mundo de los cuentos y llevemos esta vivencia a una experiencia real.

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i I «lolor en escena... mu experiencia desgarradora

Ahondo actualmente en terapia a María4, una mujer de 40...... quien consulta por estar pasando por un duelo muy difícil.Inli 1 0 la consulta y María empieza el relato de los tristes hechos, n i mirados un mes atrás:

Mi madre era una mujer, muy vital, tenía 64 años (llanto).I lace un mes, mi hermano le dijo que era necesario sacar un i eniñeado de supervivencia en la notaría para poder gestionar el subsidio al que tenía derecho. Yo, como estoy desempleada decidí acompañarla. Ésta era una diligencia rutinaria en la vida de mi madre. Así como era usual que ella saliera sola a hacer todas sus diligencias. De hecho, recuerdo que cuando yo estaba trabajando, íbamos las dos al centro de la ciudad, hacíamos la u tividad que teníamos que hacer, yo la acompañaba a la buseta y mi madre regresaba sola a casa. Yo llamaba luego para con fil­mar que todo estuviera bien.

Ese dia, igual que en ocasiones anteriores, fuimos a la notarla, mi madre solicitó el certificado. Una de las funcionarías nos dijo, que sólo podíamos recogerlo después de las once de la mañana Ante lo cual mi madre me dijo: “Tenemos tiempo para ir a casa, desayunar y regresar”.

Entre la notaría y nuestro hogar, hay una distancia corla, como de ocho cuadras. En el camino compramos algunas cosas para el desayuno. Todo era normal.

Antes de atravesar una avenida cercana recordé que tenía que hacer una llamada telefónica urgente para indagar acerca de una opción laboral, tomé entonces la decisión de hacer la llamada desde una cabina. Mi madre decidió adelantarse para ir prepa­rando el desayuno. ¡Todo pasó por estar pendiente de un traba­jo! Ingresé a la cabina, estaba marcando, cuando escuché gritos

i Todos los nom bres que aparecen en este escrito han sido cam biados para reservar la identidad de las pacientes.

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“¡Esa buseta mató a esa señora!”.

“Mi mamá alcanzó a pasar la avenida”, pensé de inmediato. De todas formas salí corriendo de la cabina.

La gente estaba amontonada al lado de la buseta. Las expre­siones de dolor, rabia e incredulidad eran lo único que veía. Las personas comentaban lo que había pasado. “El conductor se pasó el semáforo en rojo: Pobrecita no le dio tiempo de nada”, decían.

Yo me fui acercando, temblando.

¡No, mi mamá no! Estaba más cerca de la buseta, cuan­do vi su chaqueta debajo de la carrocería. No había nada que hacer, estaba muerta. La buseta pasó por encima de su cabeci- ta. (Llanto, angustia).

(Esto pasó hace un mes y María aún no puede creerlo).

Todo fue mi culpa, por haber dejado que atravesara sola la avenida.

Preguntas sin respuestasLa devastadora experiencia de María y su familia es realmente

incomprensible. Me pregunto: ¿es posible, la previsión en este caso?, ¿cómo poder aceptar la irresponsabilidad del conductor de la buseta?, ¿es probable que María también hubiese muerto, de no ser por la llamada para preguntar por su empleo?

¿Contra quién se dirige la rabia: contra el conductor, contra Dios, contra la vida, contra ella misma?, ¿cómo lograr proce­sos de elaboración sanos del duelo y... será posible pensar en perdón?, ¿cuánto tiempo puede durar este duelo?, ¿podrá ser olvidado este evento traumático?

Muchas preguntas surgen ante una vivencia como la descrita, no sólo para María quien acude a terapia, sino para toda su fami­lia, incluso hago extensiva la preocupación hacia el conductor de la buseta y con él a su familia.

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I .e pregunté a María:

-¿Te sientes culpable?

La respuesta inmediata fue:

-Sí. ¡Si yo no la hubiera dejado sola!; sólo le faltaban dos I i.r.os para llegar al andén —esto resume todo el dolor que se acu­na en el interior de María.

1.a indago entonces, por los demás miembros de su fami­lia Aparecen sus hermanos y el padre, todos viviendo un due­lo diferente: el menor de ellos, muy cercano a los afectos de la madre.

-Todos los días llegaba del trabajo, no le importaba la hora, el la despertaba para preguntarle como había pasado el día. Nosotros le decíamos: “no, hombre no moleste a mi mamá”, pero él no hacía caso. Ahora se la pasa todos los días en el sitio donde ocurrió el accidente. A todo el mundo le pregunta deta­lles y más detalles. Yo creo que se está enloqueciendo y nos está enloqueciendo a nosotros.

Mi otro hermano está callado, no habla, sólo está ahí en la casa, yo creo que todavía no puede creer lo que pasó. A veces •ube al segundo piso de la casa, abre el closet que era de ella, mira su ropa, especialmente una sudadera que él le regaló y que le quedaba muy bonita, ese es el único momento en que puede llorar.

Mi papá se quedó solo, tampoco puede expresar mucho de lo que siente. Todo esto es muy difícil, sólo puede llorar cuan­do va al cementerio.

Mi otra hermana, nos visita, pero como tiene su hogar, para ella es diferente.

En cambio para mí: la vida me cambió totalmente, con mi mami hacíamos de todo. ¿A dónde no íbamos? Realmente se me murió mi compinche. Lo que nosotros nos preguntamos todos los días es ¿por qué Dios se la llevó de esa forma? y ¿por qué me

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tocó a mí verla? No puedo alejar la imagen de su chaqueta y la de su cabecita bajo la rueda de la buseta.

Como ya dije, este evento aconteció hace un mes, la paciente en la actualidad no tiene empleo, lo que ha significado que al duelo vivido, se le sume la sensación de estar de madre susti­tuía. De hecho, María es la única mujer en casa, la madre se hacía cargo de una nieta de ocho años y es ahora María quien lo hace. Esta situación le está generando sentimientos ambivalen­tes. “¿Qué debo hacer?”, se pregunta, “¿quedarme en casa y no buscar trabajo?, ¿seguir con todo lo que hacía mi mamá?”. Antes de que ella falleciera, María había pensado independizarse del hogar paterno; ahora, ante este mismo pensamiento siente cul­pa, acompañada de una sensación de no querer abandonar a su padre, hermanos y sobrina.

—Yo tengo cuarenta años y tengo derecho a vivir mi vida. ¿Quién cuidará a mi sobrina? Mi mamá estaba a cargo de ella. ¿Quién va a cuidar y a atender a mi padre?

Ambivalencia: el dolor hecho confusiónEstos sentimientos y pensamientos ambivalentes son frecuentes

en los procesos de duelo, máxime en el caso de María. Son varias las razones que permiten afirmar lo dicho: primero, María es mujer y además soltera, ello significa cuidado, compañía y lealtad a su padre; la segunda razón hace referencia a la inversión y trans­posición de roles en el momento de un fallecimiento. María es la segunda hija de un hogar de seis hermanos, siendo la mayor de las mujeres, su cuarta hermana está casada, tiene su propio hogar, por tanto, ella no podría asumir el rol de madre sustituía, el cual corresponde a María, desde el punto de vista familiar, cultural y social. Como ya lo había anotado, ella es la única mujer en casa.

La tercera razón, de orden cultural y expresada recientemente por el padre, es: “usted para qué se va ir de la casa si aquí no le falta nada”, eso quiere decir que María no tiene argumentos váli-j

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. I"1, para independizarse. Lo expuesto nos permite entender la mibivalencia afectiva que vive en la actualidad.

( on este caso entendemos muchos de los sentimientos y rea- i mnes ante una pérdida, veamos...

i '< i.sonas diferentes, duelos diferentes / /

|amás podemos hacer comparaciones con relación a los senti- nlientos y emociones de personas en duelo y mucho menos minimizar el dolor de alguien ante su pena. Esta situación es tris- i miente frecuente, las personas que no están formadas ni prepa- i idas para acompañar el duelo, se limitan a decir cosas que ellos ■ i e e n que ayudan a quien está triste: “Eso que les pasó a ustedes le' es nada, pobrecito fulanito, lo de él sí fue terrible". “Sea fuerte ■ uno su hermano, mire qué ejemplo nos está dando”. Estas

. \ presiones y comentarios realmente lo que producen es un sen­il miento de rabia encubierta, quizá la persona inicialmente mani- lirste algo así como: “Usted tiene razón, yo no me puedo quejar, porque lo del vecino fue terrible”. ¡NO! Cada quien está vivien­do su propia tragedia y cada tragedia tiene sus propios dolientes.I Jmguno es mayor o menor y nadie es más fuerte o más débil,

ula uno intenta atravesar el túnel como puede.

Kosiliencia, el camino interne^* —---------------- ----- ------------------ - ‘

Cada persona tiene sus propios recursos para afrontar el due­lo, El constante y cotidiano acompañamiento con personas en duelo me ha permitido entender que todos tienen recursos inter­nos para ir asimilando paso a paso la pérdida. En psicología esta , uacterística se denomina resiliencia, que significa la capaci- ■ ful que tenemos algunos seres humanos para sobreponernos al . lolor v construir a partir de él. Te preguntarás ¿cómo identificar los propios recursos internos? La respuesta no es sencilla, pues- 1 0 que en medio de las frecuentes oleadas de dolor que parali-

in la existencia, es difícil rescatar algo bueno y positivo de lo

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que aconteció. Además, no olvidemos que el tiempo es nuestro mejor aliado.

Las características resilientes que nos ayudan a explorar los recursos internos serían: una actitud esperanzadora vs una acti­tud fatalista; sentimientos y reflexiones de realismo lógico vs sentimientos de castigo, especialmente divino; comprensión y asimilación de la irreversibilidad de las pérdidas vs búsqueda y lamentación de lo perdido; capacidad de pedir ayuda, construir redes y vínculos vs aislamiento y soledad; percepción de futuro vs suspensión en el pasado; establecimiento de diálogos diferentes al evento luctuoso vs regocijo y repetición constante de lo suce­dido, con un efecto conocido como “disco rayado”.

Ganar o ganar.La negación de las pérdidas y

Algo muy importante para comprender por qué afloran estas características resilientes o por el contrario, para saber por qué sentimos que caemos en un abismo sin fondo, es conocer la his­toria, es decir, saber cómo cada persona ha logrado asimilar otras pérdidas, pues el duelo que está viviendo y la manera de afron­tarlo tienen mucho que ver con la trama que se ha ido tejiendo a partir de estas experiencias a lo largo de su vida. Sugiero que ini­cies ese inventario por tu niñez./

Recordemos que en muchas ocasiones nos han educado y for­mado para ser ganadores y campeones, basta mirar las reacciones ante un partido de fútbol: si mi equipo favorito gana, yo cele­bro y me incluyo en la hazaña, la expresión sería ¡Ganamos! En el caso contrario, es decir, si pierde, buscamos un culpable, casi siempre el técnico, el árbitro o quizá los jugadores, no decimos perdimos, sino perdió el equipo de la selección. Lo interesante de esto es que no hemos aprendido personal, familiar ni social­mente a integrar v aceptar las pérdidas sin buscar culpables o disculparnos, además, éstas se encuentran relacionadas con cas- tigo. Si recuerdas tu infancia, ante la pérdida de un año en tus

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Mullos por ejemplo, tus padres de inmediato, te quitaban algo 1**1 .mullicaba alegría y gozo, así aprendimos que perder es triste

lenifica sufrimiento y que ganar es un logro y significa alegría píennos. Por ello es tan necesario saber cómo cada uno de

.....ni ios ha vivido sus pérdidas.

i r. pérdidas de la niñez/Nuevamente toma papel y lápiz y haz un inventario de pérdi-

I r., realiza una lista de todo lo que recuerdes como pérdida enI I infancia. Por ejemplo, recuerda los juegos infantiles, cuál era *** papel en ellos, especialmente, cómo te sentías cuando perdías

que hacían los adultos que estaban contigo cuando esto suce- 11 * Recuerda el nacimiento de tus hermanos, ¿sentías que había

II* gado un intruso a casa, ocupando tu lugar? Recuerda los rega- I"'. que recibías y si tus hermanos primos o amigos recibían algo mular. ¿Por qué te pregunto esto último? Cuando fuiste niño/* \ en casa te decían que los regalos de navidad los traía el niño I Mus y que según como te hubieras comportado durante el año,■ .ios se convertían de inmediato en premios o castigos a tu con­fín la. Nada más injusto ni más difícil de entender para un niño

de lies o cuatro años, ¿cómo poder amar a Dios después de que■ I vecino o la vecina tenían la bicicleta de tus sueños, solicita- *l.i en la carta, para la que habías hecho todos los méritos con ni buen comportamiento, y sólo tenías un juego de ollas y en el mejor de los casos una muñeca que te recordaba de paso tu mis- mu en el mundo: ser madre?; y para los niños igual, el regalo *1 mal encontrado debajo de la almohada era un carro de bombe- i• una volqueta, o una ambulancia, de ahí la primera intención* le carrera profesional expresada por niños y niñas.

I sta es una de las grandes rabias guardadas por años, que lut- rq trabajando en un duelo por la muerte de un ser querido sale * orno pérdida primaria dirigida contra Dios y nuevamente con la ¡dea de injusticia.

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No solamente con los regalos de navidad sale Dios mal libra­do, sigamos con la lista, si en este período de la vida, que debe ser lo más cercano a la felicidad, fallece una persona muy ama­da y significativa, es incluso probable que muera un amiguito del colegio o la mascota de casa o del niño, el argumento usual para tranquilizar al niño es decirle: “Dios se lo llevó para el cielo”, allá era donde lo necesitaba, “Dios necesitó a tu papito por eso lo lla­mo para el cielo”; “tenemos que respetar y aceptar las visitas y designios de Dios”. Estas palabras son terribles por todos los sen­timientos ambivalentes que generan en el niño ante Dios, ¿quién es Dios para necesitar más a mi papito que yo?, ¿si se lo llevó así de fácil, por qué no lo devuelve?, ¿por qué tengo que aceptar los deseos de Dios?, ¿acaso Dios consultó mis deseos? En terapia he encontrado -con muchísima frecuencia, podría decir- que todas las personas guardan esta rabia por años con la figura de Dios.

Recuerdo a mi hermano Javier ante una explicación de mi madre por la muerte de mi amado hermano Carlos. Ella le dijo: “Ésta, mi amor, es una visita de nuestro señor Jesucristo, tenemos que dar gracias por su visita”, y él le respondió: “Dile a ese tu Señor, que no queremos más visitas de Él a nuestra casa, cada vez que nos visita lo único que nos trae es dolor”. En esos momen­tos Javier tenía treinta y nueve años. ¿Por qué contestó así?, creo que tú ya tienes la respuesta.

El jardín infantil, espacio para ganar/’Sigamos con las pérdidas de la infancia. El ingreso al jardín

es muy difícil, casi siempre perdemos el reinado que teníamos en casa, manipulando a los adultos, quienes nos cuidaban hasta entonces. Llegamos al jardín y somos uno más, si lloramos y pedi­mos algo es probable que nos dejen llorar un buen rato y al final nos digan: “No es hora de jugar con este juguete, en el recreo te lo prestamos”, así, anegados en lágrimas entendemos que ese no es nuestro territorio y nos sentimos perdidos. Dos opciones pueden pasar, la primera, que iniciemos nuestro recorrido por las

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" i n i , y el reconocimiento de espacios y tiempos, así como poi I o i niioi imiento de autoridad y los cuidados de personas dile

nuil .1 las nuestras o que nuestros padres -convencidos de que H n la nos puede pasar- vean el jardín dentro de la categoría de

i i ie.ulor, nos retiren del mismo y nos busquen espacios compla- i> un s donde podamos hacer extensivo nuestro reinado. En este

iiliimn i aso, es poco lo que nos están enseñando con relación a i i | 'i ididas y especialmente con relación a la existencia de otros n li vida al tener que compartir espacios y territorios. Un dato |in no puedo pasar por alto al escribir esto es el siguiente: cuan-

1 111 li r, niños no logran adaptarse y asimilar su nueva condición i! iln del útero familiar, en su vida adulta tienen muchas difi- 'iludí", laborales; lo he evidenciado en parejas egoístas, deman-I mil"., egocéntricas,5infantiles, con dificultad para adaptarse a

i ' .11 libios de la nueva vida, dependientes de las familias de ori- i" n rn especial de la madre. En los espacios laborales nos encon- n unos con personas conflictivas, con problemas de autoestima

■ oimmicación, establecen lazos estrechos que luego dejan sin "i i aparente y asumen papeles de víctima.

■ i ■ ..ilimos bien librados del jardín y los adultos nos permiten I" nlci -no nos exigen competir, no asisten cada dos días al jar- d n i i poner quejas y sobreprotegernos-, vamos entendiendo que

II l.i vida a veces se pierde y a veces se gana y que perder o ganar ii" ' . ni bueno, ni malo, sino que sólo son dos condiciones de la

i .inicia, dos caras de la misma moneda.

' nila feliz... Carita triste: lección de vida u

’ 11 remos algo interesante con relación a este primer paso esco- i ni .ido, los maestros, seguramente con buena intención, colo-

iii ni los cuadernos de los niños, frente a las tareas, un sello, deii na leliz o carita triste, así funcionará en adelante: las pérdidas, l

l .la fase de egocentrism o, en donde el niño se siente el centro del universo, corresponde a los lie*, o cuatro años de edad, posterior a ella aparece la socialización propia del jardín infantil

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carita triste; las ganancias, carita feliz. Lo más seguro es que en la casa refuercen la carita triste o feliz, con un premio o con un castigo. A mayor número de logros obtenidos, mayores premios, con más caritas tristes y pérdida de logros, más restricciones y castigos. En esencia, paso a paso nos van mostrando el camino emocional del perder y el ganar, ningún padre, maestro o adul­to podría entender cómo un niño puede estar tranquilo y feliz cuando ha perdido su año escolar, eso sería inconcebible.

Con lo anterior no estoy haciendo una apología al perder, ni estoy cuestionando los sistemas educativos, mi defensa y mi posición tienen que ver con el derecho a perder sin que ello sig­nifique castigo y caos tanto familiar, social y personal. Lo que quiero plantear claramente es que sólo nos enseñan a ganar y a mostrar públicamente los éxitos y los triunfos, ¿por qué no hacer lo mismo con el dolor? Un día, al final de un semestre, pregunté a mi sobrina de 17 años, cómo estaba, me dijo:

-Regular tía.

-¿Por qué?, -insistí.

-Perdí una materia en la universidad.

-¿Cuántas materias estabas tomando este semestre?

-Seis.

-Eso quiere decir que ganaste cinco -le dije.

-Sí, pero lo tenaz fue la que perdí.

Esas son las consecuencias del perder, nubla y opaca el ganar. En las cuentas a mi sobrina le fue muy bien en el semestre, en las cuentas sociales y académicas le fue regular, ello sugirió unas vacaciones no tan merecidas como ella hubiese querido.

Podemos enumerar muchas otras pérdidas durante la infan­cia; para cerrar este aparte quisiera mencionar una gran pérdi­da para los niños, la muerte o la separación de una mascota6. Los6 De este tem a próximam ente en la colección se realizará un tom o com pleto, no sólo en niños,

sino a nivel general sobre duelo y mascotas.

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mi. l i l i . i|ue establecen los niños con sus mascotas son fuerte- M11 •.lenificativos, para el niño ésta puede representar una

i mi i ompañía, un amigo incondicional y en algunos casos un ni|lanero terapéutico. Hace poco pregunté a un niño de cin-

■ i n'. “¿Quién es la persona más importante de tu familia,i .....I ' “Mi perro”, contestó sin vacilar. La respuesta, además

. | n i neupante e inquietante con los vínculos establecidos pori iiiiui con su familia, nos debe permitir una reflexión en esta

ii ni illi ,i La pérdida de una mascota cuando se es un niño causa mi ilnlor inmenso, el niño debe asimilar la pérdida poco a poco , un i •■ prudente que salgamos corriendo a comprar otra masco-■ . I r. perdidas no son reemplazables. Las mascotas, como todoii l.i vida, son algo único e irrepetible, el niño o la niña deben

mlii i que el perrito ya no está, que murió o que fue sacrificado i m i que no sufriera. Igual acontece en el caso de traslado de ciu- il n I o cambio de vivienda en donde por reglamento no se aceptan mi i ,i otas. Este evento no puede pasar desapercibido, ni el niño lo i M, de asumir como una imposición de los adultos, es necesario■ i, i'neiar, es posible que una buena decisión

i dejar la mascota en algún lugar en donde■ I unió pueda tener un encuentro -así sea oca-i nal- con ella e ir desprendiéndose poco a

i H 'i o No puede quedar grabado en su mundo pMquico esta decisión como un acto injusto.

ii irvamente se acumularía la rabia, que años l, pués en un próximo duelo aflora como las

Mi.it noskas rusas de las que hablábamos ante-■ lilimente.

i ,is pérdidas en la adolescenciaAhora, hagamos un breve recorrido por las pérdidas más sig-

nllicativas de la adolescencia7. Nuevamente, toma papel y lápiz y l

l io es m i interés ni el del libro realizar un tratado sobre las definiciones de adolescencia, lo que ■.i considero im portante aclarar es que m e referiré a los adolescentes en edades comprendidas i nt re 13 y 17 años aproximadamente.

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elabora tu propia lista. Veamos, todos los adolescentes son dife­rentes, mi pretensión no es hacer una lista homogénea de lo que le ocurre a todos. Lo que quisiera compartir básicamente, son los sentires y las preocupaciones que he podido recoger a lo largo de mi experiencia, acompañando procesos académicos y terapéuti­cos de adolescentes8.

En la adolescencia, como durante la infancia, podemos tener pérdidas significativas: la separación de los padres, situación usual y cotidiana para los adultos de hoy pero de difícil asimi­lación para los hijos9. Otra pérdida es la muerte de abuelos que han sido importantes en el cuidado y la crianza, o quizá la muerte o abandono de alguno de nuestros padres, estas situaciones son más difíciles en la niñez, pero revisten importancia en la adoles­cencia, especialmente por los posibles cambios de roles por parte del adolescente y por todo lo que conlleva una muerte.

Con relación al desarrollo sano del ciclo vital humano, debe­mos analizar que el adolescente ya no pertenece al espacio fami­liar como sucedió durante la niñez, él pertenece a su grupo de amigos, a la filiación que establece con ellos, a las lealtades que viven los grupos en su interior, lo que significa que si los padres 91 no instalaron un fuerte vínculo de contención y apoyo en la niñez, será imposible que tengan un adolescente comunicativo a su lado. La ruptura secundaria (puesto que la primaria se da cuando se sale de casa a ser cuidado en otro espacio o se ingresa al jardín infantil) es muy difícil dado que el adolescente se sien­te grande, autónomo, con una personalidad definida10 y construi­da, los adultos a su lado le estorban, cuestiona todos las normas, tiene dificultad con la autoridad y su rebeldía está a flor de piel.

8 Por espacio de 15 años he sido docente universitaria de primeros semestres en facultades del ' psicología y administración de empresas en Bogotá, Colombia.

9 Este tem a será desarrollado en toda su extensión en el libro sobre duelo y separación, en donde i aparecen las manifestaciones y reacciones de los hijos ante esta decisión.

10 Esta expresión de personalidad definida, la encuentro con frecuencia en los adolescentes, al j preguntar por su significado suelen contestar que hace referencia al autoconocim iento de sus i sentimientos, em ociones y reacciones.

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( on este panorama encontramos muchos riesgos en el mundo ■ Ir los duelos, el primero de ellos son los embarazos no deseados, "ii el grave problema de que eso significa adolescentes criando

mnos, o con un duelo a cuestas por la decisión de un aborto11.

-Profesora, este problema lo resuelvo con ochenta mil pesos me dijo Pablo, un estudiante de 16 años.

-¿Estás seguro? —le pregunté.

-¡Yo no voy a arruinar tontamente mi vida, profe! Además yo no creo en Dios, entonces cuál pecado, ni qué nada. A lo hecho pecho.

-¿Cómo está la niña?, ¿qué piensa ella?, seguí con mi preo­cupación.

-Todo decidido, los dos somos jóvenes, merecemos otra oportunidad.

Con esta frase terminó nuestra conversación en el pasillo en la universidad. Yo regresé a mi oficina con una triste sensación de impotencia, luego me enteré de que la novia ocasional de Pablo, quien tenía 18 años ya había sido sometida a otros dos abortos pura resolver la misma situación. Lo lamentable es que presen- - i.unos con la complicidad de muchos que el aborto se volvió mi método de planificación familiar común, sin conocimiento ni consideración de las consecuencias a corto, mediano y largo plazo que una decisión como ésta acarrea. La inmediatez y ausen- i ia de futuro de la adolescencia no permite ver estos efectos y se nubla todo con la decisión del ahora.

ilcterosocialidad v s vida de parejaAhora veamos, cómo en la adolescencia, que es un perío-

i lo para la heterosocialidad12, los chicos establecen relaciones 'Ir pareja con toda la seriedad y demás compromisos de víncu- * I

I ü tema del los abortos será desarrollado en uno de los libros de esta m ism a serie.I leterosocialidad: vinculo que se establece entre amigos de diferente sexo.

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los de adultos, incluso con hijos. Estas relaciones demasiado frá­giles en el tiempo generan una serie de pérdidas, lo que exige después reacomodar las metas y los sueños. La primera de ellas es la posibilidad del ingreso a la universidad y en caso de lograr­lo, usualmente, se ingresa en una jornada nocturna, lo que de inmediato cambia las relaciones que él como adolescente puede vivir. Se salta así esta maravillosa etapa de ensueño y se convierte en adulto de la noche a la mañana, el pronóstico con este tipo de relación es reservado, nos encontramos con adolescentes vie­jos que no pueden disfrutar de sus amigos y amigas y que a la edad de veinte años ya han establecido varias relaciones de pare­ja, han dejado hijos solos y han perdido la posibilidad de dis­frutar la juventud como una etapa de formación académica y de socialización con grupos pares.

Esta situación vivida por adolescentes y adultos jóvenes nos está dejando socialmente una cadena familiar que ahora vemos con asombro, las nuevas familias de este siglo se constituyen así: tus hijos, los míos, los nuestros. Los abuelos también muy jóvenes están iniciando y asumiendo la crianza de estos hijos de adolescentes. Al crecer, estos niños no pueden claramente dis­tinguir los roles de sus padres entrando en una profunda con­fusión que a lo largo del tiempo se evidencia con la repetición del patrón, esto es, hijos de adolescentes serán padres adolescentes, muchas investigaciones dan cuenta de ello.

La trampa de la bellezaOtra de las pérdidas en esta etapa y que hace altamente vulne­

rables a los jóvenes, tiene que ver con su figura, algunas eviden­cias del cambio se manifiestan en su cara y en su cuerpo, por ejemplo, con sobrepeso, cuando esto se vuelve de difícil manejo los adolescentes se retraen, se vuelven solitarios y tienen dificul­tades en su sociabilidad.

Existe en la actualidad una gran preocupación por las pato­logías y alteraciones en los trastornos alimenticios de los niños

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i. Inloscentes, me refiero a las trampas de la belleza: la buli- mi i v la anorexia. Ante esta situación todos, padres, maestros, i i1 *I* uníales de la salud y psicólogos deberíamos estar en aler-i i m|rt,

I'. >i ultimo, mencionaré la crisis y los conflictos del adolescente• i* liemos denominado de rebeldía e irreverencia. En esta etapa

la vida, la asimilación de normas y el aceptar límites se con- n iii en el conflicto cotidiano, que no sólo se vive en los espa-

lamiliares, sino que se extrapola al colegio y a la sociedad. La lile tillad es asumir riesgos sin medir las consecuencias, en acú­

ñe le. que pueden sugerir actos suicidas o de inmortalidad, no , f mos pasar por alto que es en esta etapa en la que se presen- ■ m los índices más altos de suicidio en el mundo. Hablando con a, l i n o s sobrevivientes de intentos de suicidio13 me he encontra- i - olí expresiones que deben invitarnos a la reflexión: “Si tan-

i" f ■. estorbo, mejor me voy”, “los veré en el entierro sufriendo”, n mi muerte soluciono todo, en ese momento se enterarán de

• mí o Inerón realmente las cosas”.

I ■, evidente que los adolescentes manejan inconscientemente ' i nsación de que se mueren transitoriamente y que luego al

' .licitar encontrarán todas las ganancias secundarias del suici- li ■ el perdón de sus padres y la entrega de la anhelada libertad iu. lauto necesitan, así como el reconocimiento de sus amigos,11 e | londo, lo que ellos creen al suicidarse es que pasan a la cate-

iia de héroes, por ello es necesario prender todas las alarmas mii la más mínima señal. Es un período difícil, maravilloso y de ..... lia paciencia.

r< ididas en la etapa adultaI a juventud y la adultez están acompañadas de decisiones

a iles que pueden ser definitivas en la comprensión, estructu- - " n m y afianzamiento del proyecto de vida o por el contrario, i

i I ii abajo com pleto de suicidio y análisis de notas de los suicidas será tema de una publicación >li esta misma serie.

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nos encontramos con personas que a sus cuarenta años aún no saben qué será de sus vidas. En los primeros años de la juven­tud se elige la carrera, la cual, en esencia, define muchos de los espacios y escenarios de la vida futura. Tales espacios serán dife­rentes si la carrera elegida está inscrita en el área de la salud, de la técnica o en el campo de las artes o de las ciencias humanas. Los amigos y los vínculos que se establecen serán diferentes. La elección de carrera a veces viene acompañada de la elección de pareja y de la construcción de un hogar, así es como va transcu­rriendo la vida.

¿Dónde aparecen las pérdidas? En situaciones de ubicación laboral, en las frecuentes rupturas de pareja, por divorcio o separación, en las pérdidas económicas, por malos negocios. En este período iniciamos el recorrido de enterrar a nuestros fami­liares, padres, tíos, abuelos, hermanos, amigos.

En la actualidad presenciamos una nueva modalidad de adul­tos jóvenes, solteros con una excelente preparación académica, ocupando cargos muy altos en empresas nacionales o multina­cionales, que en su decisión de vida no incluyen pareja estable, ni posibilidades cercanas de tener hijos, su vida independiente hasta el hermetismo y su cotidianidad está basada en éxitos labo­rales. Se pierde así el contexto familiar, las posibilidades de esta-: blecimiento de un hogar y de vínculos cercanos con familiares w amigos del pasado.

El vacío inexistenteLa sensación de vacío y trascendencia de estas nuevas genera-!

ciones es evidente y especialmente manifiesto en el consumo de alcohol, sustancias psicoactivas o compulsión a las compras. Esto último lo potencia el mundo competitivo en el que vivimos hoy,j en donde psicológicamente se instala una zona de insatisfacción permanente. Se tiene todo, pero falta algo que el otro tiene.

En esta etapa de independencia se proyectan muchos sueños,,, se planifica la vida, casi siempre cumpliendo con el mandato espe-

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" I" i le la lamilia y de la sociedad, en donde el éxito económico ii adrmico se privilegia por encima de todas las demás posi-

Mi • decisiones. Claramente, la sociedad tiene un manual de ni iiiliciones sobre lo que se espera de la persona a los veinte, m mía o cuarenta años, salirse de ese mandato o en su defecto in'' mnplir con él, significa una pérdida, una traición. ¿Cómo se i 1 1 - < visible esto? En las reuniones familiares los adultos mayor- ■ r sientan a hablar de sus hijos y especialmente de sus logros.I I orgullo aparece cuando él o ella viajó al exterior a formarse y i o . 11 izar su doctorado y en la actualidad gerencia una empresa di irnombre nacional o internacional, tiene un lindo y próspe- i'' hogar, un apartamento ubicado en una zona privilegiada de la tildad, carro y en el mejor de los casos un buen futuro con aho-

i i o s y tranquilidad. La pregunta necesaria sería: ¿Esta persona h liz? No lo sabemos, es probable que cumplan con todos los

111mdatos sociales y familiares, lo que no sabemos es qué acon-......en su interior. No olvidemos que el costo de cumplir sueñosi i estados es que ese triunfo es de todos menos nuestro.

Recuerdo una frase que escuché hace poco, desconozco el nitor: “Cuando alguien se oscurece para que otro brille, se oscu- n re también el universo”. Esta frase reñeja lo planteado.

\na, el orgullo de la familia,• I conflicto de su vida

El caso de Ana, puede ser el de muchos.

Ana tiene 41 años, es soltera y una brillante ejecutiva de una di las empresas del estado en su país, desde hace aproximada­mente 18 años ocupa puestos públicos importantes y de poder.I icne una excelente remuneración económica, buena posición nodal, vive sola en el apartamento de su propiedad. Tiene una i elación de pareja desde hace seis años, cada uno independíenle, ■e visitan los fines de semana, pues entre semana los dos tienen mucho trabajo, tanto él como ella poseen casas de recreo en ciu i lades cercanas a la capital. A los 41 años Ana se plantea la posibi

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lidad de tener un hijo, sabe que por el cargo que ocupa es difícil, pero también sabe que el tiempo va pasando y que es ahora o nunca para tomar la decisión. Éste es el motivo de consulta.

Explorando con ella su historia de vida, me entero de que procede de una familia muy humilde y de escasos recursos eco­nómicos, su madre, de ascendencia campesina, nunca ha traba­jado y su dedicación ha sido exclusiva al cuidado de los hijos y ahora de los nietos. Su padre perdió a sus progenitores a tem­prana edad, aprendió a ganarse la vida con muchas dificultades. Todos los recuerdos de su infancia y adolescencia están marca­dos por la escasez.

Un día, al terminar sus años de bachillerato y sin saber qué estudiar, puesto que sus opciones eran mínimas, se dirigió a una de las universidades estatales de su ciudad, adquirió un formu­lario de inscripción, presentó sus pruebas de admisión y sin saber realmente en qué consistía la carrera elegida, la inició. La universidad fue su refugio, el grupo de danzas, sus amigos, todo un mundo que ella desconocía por las limitaciones impuestas en casa por su padre.

La carrera de administración y finanzas que cursaba no acaba­ba de satisfacerla, en realidad ella no sabía qué quería, incluso ahora tampoco lo sabe.

El tiempo pasó y Ana se graduó. Sin saber qué hacer, regresé a casa; mientras esperaba que algo aconteciera, a los pocos meses un compañero de estudios la llamó para ofrecerle trabajo en una ciudad distante de la capital. Sin pensarlo dos veces lo aceptó y su vida dio un gran giro. Por primera vez tendría dinero. El tra­bajo realizado le fue dando nuevas opciones, cambió de ciudad, estableció nuevos vínculos y contactos con personas cercanas a su profesión y así sin proponérselo fue creciendo.

Un día muy significativo para ella y su familia fue la compra de su primer carro. Las fotos que Ana trae a consulta dan cuen­ta de ello: un carro nuevo a la entrada de su casa. En la prim­era foto, su papá conduciendo, luego sus hermanos, su mama

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""Ir,nido la nueva adquisición. Todo un acontecimienlo que l'icdocía el futuro exitoso de Ana.

r n estos años, aunque tuvo varias opciones y propuestas mal ri muñíales, Ana intuía que el mundo tenía para ella otros planes < I ll<-1 entes, sin darse cuenta y además sin proponérselo fue reci- I unido ofertas laborales que cada vez la ubicaban en una escala ni i.il y laboral más alta. En el fondo, confiesa, no le agradaba,

un obstante la vida se empeñaba en involucrarla en ese mundo.■ lis competencias profesionales fueron su mejor carta de presen-

i u ión, los ascensos rápidos no se hicieron esperar. Muy pronto Ana compró su apartamento, cambió su carro, ayudó económi-■ miente a sus padres, en especial a su mamá y se convirtió en el

igullo de la familia. ¡Nadie había logrado llegar tan lejos!

¿Qué pasaba en su mundo interior? Se sentía extraña en un mundo prestado al que se adaptó con un mecanismo de agresión

poder, las personas a su lado le tenían miedo, un absoluto res- Iicio que se tornaba en envidia y en algunos casos, en resenti­miento. Ella sólo podía mirar la tarea, el fin y hacía lo que tenía que hacer, sin importar si para ello tenía que llevarse por delante muchas personas. El mundo estaba en sus manos. El vacío era inmenso, las personas cercanas no compartían con ella, no

ibían cómo tratarla, únicamente le quedaban un par de amigas i ¡lie conocía desde los tiempos de la universidad con las cuales podía hablar y compartir sus miedos, temores y dudas.

En el mundo laboral seguía escalando, su mundo afectivo■ i.i Irágil e inalcanzable, el balance real era: ¿dónde encontrar un hombre que pudiera compartir con una mujer que trabaja- Im 16 horas diarias, cuya principal búsqueda era lo laboral, no u niendo tiempo jamás para compartir y además con esas altísi­mas competencias laborales y económicas, que enmascaraban uu origen humilde y pobre? ¿Dónde estaba ese hombre? No lo podía encontrar en sus contactos laborales, pues al presentar a su lumilia, ésta no correspondía a lo que ella era, la distancia era tan

i.mde que protegerse en la soledad fue su estrategia. La perso­na que llegó a su vida, llegó a su casa por intermedio de uno de

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sus hermanos: Juan, no tiene un cargo como ella, pero pertenece a su escala social familiar.

La relación inició, los conflictos llegaron, su empleo, sus segu­ridades, la tranquilidad económica que ella ofrecía constituyer­on unas distancias que él aún hoy siente. La relación y el vínculo no han sido fáciles, tienen un noviazgo diferente, cada uno tiene su mundo de lunes a viernes, la comunicación en estos días es rápida y telefónica, los fines de semana se encuentran ocasional­mente, pues algunas veces él está trabajando; en el mundo social de ella, él pasa desapercibido y pocas de sus amigas conocen de su existencia.

En estas condiciones Ana y Juan quieren ser padres y tener un hijo, el dilema es grande. Ella se pregunta: “¿Realmente la relación es tan fuerte como para poder darle a un hijo lo mejor? ¿Estaré preparada, para todos estos cambios? Sé que Juan es una persona honesta y sería un buen padre, lo que no sé es qué va a pasar con nuestras vidas y con nuestros mundos”, se respon­de ella.

Los logros terapéuticos con Ana han sido muy significativos, no sólo en lo que respecta a la decisión de tener o no un hijo, sino en lo que se refiere al entendimiento y claridad de los con­flictos anexos a su vivencia laboral y a la distancia de ésta con respecto a la estructura y realidad familiar. Ana logró entender y elaborar el manejo de roles de su familia, puesto que al ser ella la persona importante, se convirtió de inmediato en la que tomaba las decisiones de padres, hermanos y ahora de los sobri­nos, papel que no le correspondía y del cual poco a poco se ha ido liberando. Algo muy interesante que fuimos develando en la terapia fue su permanente sentimiento de culpa por tener­lo todo y su familia no, lo que hizo que en su afán de resolver el conflicto interno, construyera una casa en otra ciudad como regalo para su mamá -quien siempre ha sufrido por las perman­entes humillaciones del padre con relación a la propiedad de la casa-. Ella, en asocio con uno de sus hermanos, construyó una, buscando liberar a la madre de ese fantasma, lo significativo es

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(|iie ésta nunca aceptó vivir en ella y en cambio, permaneció al Lulo del “viejo ese”, expresión que utilizó al principio la pacien- lc al referirse al padre.

El trabajo de un año de sesiones semanales ha permitido a Ana un encuentro con sus orígenes, tres generaciones14 atrás, lia transformado sus posiciones de poder y maltrato laboral. El i .unbio en ella ha sido radical, ha revisado detenidamente cada \ inculo establecido con su familia, logrando modificar los roles asumidos. Entre lo más significativo puedo resaltar su decisión de aclarar y fortalecer la relación de pareja en condiciones de igualdad y respeto, antes de tener un hijo.

I res identidades distintas y un solo sujeto verdadero

Ahora ubica tus propios conflictos en la edad adulta, relacio­nando los tres tipos de identidad existentes: la identidad hereda-■ la, que traes de tu familia de origen, la identidad adquirida, que logras consolidar en los vínculos que estableces con la sociedad , la identidad esperada por tu familia y por la sociedad.

Mira lo interesante, Ana tiene una identidad heredada de sus padres y de sus generaciones anteriores que le dice cómo debe ■i i una mujer con su apellido, a qué puede aspirar, hasta dónde puede llegar, le entregan paso a paso el legado familiar para que ' lia logre ir cumpliendo la tarea. Lo que debemos tener en cuen- i i es que los padres siempre esperan lo mejor para los hijos, pero ' mi mejor no es la distancia de clases. Es frecuente la expresión ' Ir algunos padres al referirse a sus exitosos hijos: “Como éste/ a m* volvió de mejor familia”. Esta famosa neurosis psicológi-■ i de clase, no es reconocida, ni mucho menos aceptada por los padres y las generaciones anteriores, enmascarando el conflicto I nijo un supuesto orgullo familiar. Es importante decir que esto 11

11 I j enfoque transgeneracional y su influencia en el mundo de las personas será tema en el libro ►«obre vida de familia y pareja de esta misma serie.

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no es una regla general ni nada por el estilo, puede suceder y fre­cuentemente lo encuentro en terapia o en los comentarios luego de algún seminario de pareja.

La identidad adquirida, ese legado de la sociedad en la cual crecemos, se constituye en nuestro pasaporte. La idiosincrasia que recibimos nos va estructurando de forma tal que asimilamos unos patrones y conductas que se asumen como inamovibles, “porque así lo hacen todos”. Esta identidad nos va perfilando social y culturalmente, por eso, encontramos que, en algunos contextos, los adolescentes forman pareja a los diecisiete años, no van a la universidad, se ubican laboralmente en puestos de economía informal intentando ocupar un puesto en la sociedad que en esencia es parecido al de sus padres y abuelos. Cabe aña­dir que esta identidad mantiene y reproduce la división en clases de la sociedad. Difícilmente en la comunidad de origen pueden cuestionar las decisiones pues siempre ha sido así.

La identidad esperada se constituye en la interacción de las dos anteriores, consiste en aquello que espera la familia y la sociedad. Existe un guión explícito y otro oculto de todo ello. Cumplir con esas expectativas puede convertirse en una pesa­da carga, en los códigos, lealtades familiares y de apellidos' existen reglas inalterables, normas establecidas y mantenidas de generación en generación, patrones incuestionables, incluso para muchos. Estos parámetros pueden ser obstáculo en el libre desarrollo de sus potencialidades. Si encontramos familias en las que todos los hombres eligen carreras ingenieriles o administra-, tivas, difícilmente entenderán que uno de sus hijos quiera ser bailarín de ballet, caso de mi amigo Enrique, a quien valoro y admiro profundamente. No fue fácil, el único apoyo familiar lo recibió de su madre, su vida como bailarín hoy tiene un tinte de autorrealización.

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l ibre, felizmente libreLos conflictos aparecen cuando esas tres identidad*", im i mu

i iden matemáticamente en ese sujeto esperado, luiu imial • |m i limpia todos los requisitos de la familia y de la sm ird.nl I m acede muy frecuentemente y cuando se logra tomai (I i i .uk i .i \

■ aperar este conflicto, se inicia un difícil pero hcmim.u . ..........el de la autodeterminación que es el ejercicio real de la libni.ul ¿Cómo se hace?, lo que debes hacer es analizar y amo* u muy bien a tu familia de origen15, tus ancestros, cómo .mi y imán actúan, analiza los patrones o comportamientos repn ili\ m. di |. >. hombres y mujeres, los códigos de honor, las lealtadi al aprlll do, lo que se espera de cada uno de los miembros de la lamilla loque ha acontecido de generación en generación y (pie ¡ h i mili las famosas predicciones. Si todos los individuos de un apellido son alcohólicos, el niño que nace en la familia tiene una . n i \ una predisposición para serlo, si no lo es, realmcnli Ion., imnai distancia, alejarse del patrón y ejercer su libertad Si lo i in m un argumento poderoso para refugiarse en su alcoholli......

Luego de este conocimiento minucioso de tu familia pa i al análisis de tu sociedad, del grupo étnico de donde pmvii m el momento histórico, social y político por el cual aliau aba la■ mdad, departamento y país en el momento de tu ........ .. ni..y en tus primeros años de vida, todo ello es definitiva a n il mente quieres conocer tu identidad adquirida, analiza m'uiik mi y cómo te dijeron que fueras en la comunidad de domli pim nnes, busca igualmente patrones, comportamieniK' ......mandatos, frases que identifiquen tu región, fecha1, u n.... uníiativas, las fiestas que se celebran, los códigos de hotim ■ mi I" pue te identificas, las posturas religiosas, ideológica ., \ pitilla a que tus padres te transmitieron, pero que ellos a su vi i■ ■ 11 •" ton de su contexto social.

" Sugiero que te informes sobre la construcción del genosociograma En rl lll....... . ........ I. <pareja de esta misma colección ampliaremos este tema y daremos las pauta1, pilla l.t. I.1H..1 i. 1..11

de éste.

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Claramente, para este libro nos interesa que analices cómo se elaboran y resuelven los duelos en tu comunidad. Cuál es ell concepto de perder o ganar para ellos, qué hacen con sus muer-j tos, cuáles son los rituales para despedirlos, qué significa que I alguien se quede sin empleo, cómo reaccionan ante los proble-1 mas de pareja, las separaciones, los divorcios, los suicidios, ser padres solteros, la homosexualidad, el aborto, la drogadicción,! entre otros.

Todo lo anterior lo aprendiste en el contexto en el cual cre-H ciste, éste marcó la identidad adquirida. Pero ello no significa que estés condenado a repetir lo aprendido, sin poder reflexionarlo, asimilarlo y tomar distancia, de considerarlo necesario. Con ellojl te invito al ejercicio de saber quién eres y especialmente de saber por qué reaccionas o te comportas de determinada manera.

Generalmente sentimos que lo que hacemos es el resultado de decisiones propias, si haces la lista de tus identidades te sorpren­derás de los hallazgos.

El miedo a los muertos, un miedo transgeneracional

Sebastián tiene siete años, es un niño diferente a todos la niños de su edad, incluso me atrevería a decir que diferente ll común de los niños. No ve televisión, la razón para ello es cpir ante una escena de muerte entra en pánico, se esconde deba|t de la mesa del comedor, corre a buscar protección de un adulto especialmente de su madre. En su casa, jamás compran periódl co, la vida para esta familia es distinta. Los padres, para proli* gerlo, han contratado por años maestros a domicilio. El niño IÍ sido valorado por diferentes profesionales de la salud, con divrl sos diagnósticos: desde eventos psicóticos transitorios, fobia .1

muerte, trauma de niñez. Lo cierto del caso es que los diagnónl i eos y los tratamientos no han logrado una cura real.

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I a madre, quien se entera de la posibilidad de un análisis dife- • ■ ■ nic ante la situación que vive con su hijo acude a terapia. Al 1 - ponerme el caso y mostrarme todas las evaluaciones realizadas a ai hijo, confirmo que los profesionales anteriores han centrado su ii' lición en un evento traumático a corta edad, sin embargo, esto pairee estar descartado luego de todas las pruebas realizadas.

I o que sí es cierto es que la vida familiar en esas condiciones ■ muy difícil.

I'.ira la segunda sesión cito a los padres sin el niño, citación I' i1 ■ les sorprende pues no pueden entender que si es el niño el ii I | aoblema tengan que ir ellos a terapia. La verdad es que luego Milirmo que ni siquiera eran ellos los que deberían estar sino

ii bisabuelos.

I I . explico ampliamente el enfoque transgeneracional que luí i1' ' nos permitió hacer una lectura de la “patología” de su hijo.I i‘»u i miento la posibilidad de que la situación que Sebastián está

i ii mío no sea de él, sino de otra generación y que él heredó l*i*i lunsmisión del inconsciente familiar. La expresión y la ach­ín I * Ir los padres son de incredulidad, un tanto de asombro, I*' i** i unbién de esperanza.

luí* Minos la construcción de los genosociogramas16 familiares *h i* n ‘.pectivos progenitores.

I mpi amos entonces la exploración del padre y de la madre, i i* ii . familias de origen. Estos padres citadinos proceden, en 11 a i* * i Ir la madre, de padres y abuelos que siempre han vivido li 11 * api i al. En cuanto al padre, nació en la capital hace treinta

« I *< i o sus padres y abuelos pertenecen a una región del país M|i>l* *i vivió una situación de violencia social y política en los

M * mi tienta del siglo pasado. Por ese entonces, en Colombia .. IiIhi! una dura guerra entre los partidos políticos existentes en >1 iiiMiiii iilo, que ha dejado una estela de muerte y desolación

Jix iiim persiste.[ p i t " 1"» l"|<imtiii se parece a la elaboración del árbol genealógico, sólo que es m uy com pleto

■ l l t l i Ipiii m u l.i información social y de contexto.

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Luego de conocer el origen de los abuelos de Sebastián, for­mulé, basándome en el enfoque transgeneracional, la siguiente j pregunta: ¿Es posible que los abuelos o bisabuelos hayan tenido un miedo similar a la muerte y lo hayan transmitido a Sebastián?

Los padres, y especialmente el padre del niño, tenían ante sí una gran tarea: la de recuperar la historia.

Logran en un fin de semana desplazarse hasta la ciudad de origen de los abuelos, que por fortuna, aún viven. La idea es que la pregunta y nuestra hipótesis transgeneracional guíen los diálo-' gos. Solicitaron, entonces, que les relataran qué habían experi­mentado durante la época de la violencia17.

El abuelo narra en forma detallada cada evento, con esal “hipermemoria” de los eventos remotos que se tiene cuando se es viejo. La abuela se limita a decir, “¡Sí! Así fue”. Todo lo dicho queda grabado18.

Los hechos narrados, sus transcripciones, las analizamos en terapia, buscando alguna evidencia que nos relacionara lo que! pasó con la angustia de Sebastián. Cada detalle era abruma­dor, no se respetó el más mínimo derecho de la población civil, todo lo que ellos hacían cotidianamente era salvar sus vidas,] escondidos a veces dentro de la casa y en ocasiones en las casas de vecinos y amigos. Pensábamos entonces, cuántas personas vivenciaron esto y posiblemente no estén traumatizados como lo está Sebastián.

Buscamos mucho, escuchamos una y otra vez las grabacio­nes, hasta que por fin encontramos una pista que podría ayu­dar al niño.

Una noche, se vivió una terrible situación en casa de los bisa­buelos de Sebastián, todo fue confusión, no se supo realmente

17 En Colom bia se conoce com o época de violencia a los años com prendidos entre 1 9 4 8 y 1957,Es de aclarar que esta época no ha terminado.

18 No es el objetivo en este escrito transcribir toda la entrevista, lo que si es importante señalar esque los relatos en dos días de permanencia de los nietos en la región superaron las 18 horas degrabación.

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qué pasó, algunas conjeturas apuntan a que alguien rnmi u n, |., los acusó de guardar armas en el subsuelo de su casa. I I his.i Inicio fue asesinado en presencia de todos los integrantes d e m i

lamilia, en forma horrorosa lo descuartizaron. Pero lo más grave lúe la orden dada a la familia de no enterrarlo y de seguir la vida romo si nada hubiera sucedido. A la mañana siguiente, toda la i omunidad amaneció con la orden de visitar la casa para contem­plar el cuerpo, este espectáculo de terror y crueldad se prolongó Jurante cuatro días hasta que por fin las mujeres de la famil­ia salieron con pañuelos blancos, se dirigieron a la única fuñera - rla del pueblo y compraron un ataúd, lo llevaron a la casa y sin ningún ritual religioso salieron hacia el cementerio a enterrar a ai muerto. Había orden familiar de no hablar jamás de esto.

La psicomagia19, postura teórica que plantea que el hecho de recordar y visualizar algún secreto o evento devastador nos libera i Ir él, fue lo que permitió a Sebastián superar su pánico.

Quiero contarles que los cambios fueron inmediatos, Sebastián \ sus padres, meses después, me han permitido contar su histo- ii.i como lo estoy haciendo ahora.

En resumen, el miedo y terror vivido por los abuelos de Sebas- lun se instalaron en su inconsciente como un secreto. Lo no Jic lio fue transmitido a través del inconsciente familiar de genera- i lún en generación; quien vino a presentar los síntomas de este hecho injusto y devastador fue un niño en tercera generación.

Ahora, la cura se da cuando se depone la venda, cuando se luce visible lo invisible, cuando aflora del inconsciente lo que . .i.i guardado. Ya nadie más en las generaciones venideras ten- J i.i miedo a la muerte, ¡eso espero!

le preguntarás, cómo es posible que esto ocurra, podríamos , mseguir al experto, más experto en el inconsciente, y siempre

mi', preguntaríamos cómo fue que sucedió. I

I ii psicomagia, término acuñado por el director y dramaturgo: Alejandro Jodorow sky

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El siguiente cuento20, nos ilustra lo que te digo:

Marconi, el genio de la radio, había estado toda la noche en el laboratorio discutiendo con un amigo acerca de los complica­dos problemas de la comunicación inalámbrica.

Cuando, por la mañana, salían del laboratorio, Marconi dijo de pronto:

-Llevo toda la vida estudiando este asunto, pero hay algo acerca de la radio que, sencillamente, soy incapaz de compren­der.

-¿Que hay algo de la radio que tú no comprendes? Exclamó su amigo lleno de asombro.

-¿Y qué es?

-¿Por qué funciona? -dijo Marconi.

Así como se instala el miedo o las emociones y sentimieiv tos en el mundo psíquico y en las estructuras del inconsciente y luego se transmiten de generación en generación, algo similar acontece en el cuerpo, muchas de las enfermedades tienen un claro origen en la no elaboración del duelo, denomino esta sitúa ción: los dolores del dolor.

Los dolores del dolor: psicosomática del duelo

Mucho se ha escrito sobre los cuadros psicosomáticos21, accitlf de cómo nuestro cuerpo responde a situaciones invasivas, don» este aliado ayuda, al enfermarse, a resolver el dolor. Centraré i'M planteamiento en la relación de lo psicosomático con los dudi| y especialmente con los no elaborados22.

20 De M ello, Anthony. La oración de la rana. Sal Terrae, p. 40 .21 Cuadros psicosomáticos, alteraciones físicas que tienen com o origen una alteración pstflj22 En un libro de esta misma colección se trabajará la relación directa entre la no elabora I'

un duelo y el cáncer, así com o otras enfermedades asociadas.

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Elena es una estudiante de octavo semestre de psicología, que en la actualidad adelanta su trabajo de grado. El tema del mismo es la relación existente entre duelos inconclusos y la aparición de cáncer, específicamente, su interés es el cáncer de mama.

Nada de extraño hay en lo que acabo de decirles, si no fuera porque esta frágil estudiante, desde hace un año recibe un trata­miento de quimioterapia, se ha sometido a varias cirugías y a los veintitrés años se está jugando todo por la vida.

¿Qué pasó? La historia de Elena es un pequeño universo de pérdidas, su madre muere a una edad muy joven, cuarenta y tres míos, de cáncer de mama. Después de una penosa enfermedad, el padre también fallece a los cuarenta y cinco años, de cáncer de próstata. Elena y su hermana mayor quedan solas y huérfanas.

Elena, me visita, e iniciamos un recorrido por un pasado i ereano que ella se niega a mirar. “Ya para qué recordar”, es lo primero que expresa. “Es mejor dejar a los muertos tranqui- b Le explico que su diagnóstico puede estar muy relacionado 'un los duelos que ha vivido. Recordemos que ella es, en esos momentos, estudiante de quinto semestre de psicología, aun así ir ' acepta lo sucedido, la negación es persistente y la rabia dirigi- ila a Dios está latente en sus expresiones y miradas. Le hago evi- ili'iiU'. esa situación al decirle: “Elena, siento que estás desafian- (lo . 1 Dios”. “¿Por qué?”, me responde. “Por tu actitud y por el diagnóstico, siento que estás poniéndolo a prueba, ya se llevó a Hi papá, a tu madre y ¡ahora sigues tú! Lo que le quieres decir M que sea rapidito. ¿Verdad?”. “¡No! Yo, no quiero morirme y na un-, en esta fecha”. “¿Qué quieres decir?”. “Pues, justo me van lili* i i la cirugía el día en que cumple mamá un año de muerta, l|inal papá hace dos años, en este mismo mes de abril murió yo ii" quiero ser la tercera”.

I Ma información es muy valiosa en el proceso. Le explico ampliamente dos situaciones que con certeza sé que está vivien- ilti rl síndrome de aniversario y la lealtad invisible23.

* *1 li i luí Interesado en esta temática recomiendo el libro Ay, mis ancestros de la francesa,# Alo ' lln Sehutzenberger.

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La lealtad invisible, en especial con la madre, es un víncu­lo desde el más profundo sentimiento amoroso, ella ama tanto a su madre que no acepta que haya muerto. En su honor, hace un cáncer idéntico para morir como ella. Además, es la forma más leal de demostrarle su inmenso dolor y el vacio que dejó su temprana partida.

Le explico que no tiene que morirse para expresar a su madre todo el amor y el agradecimiento. La terapia se torna explicati­va, ella intenta integrar su pequeña formación en la psicología con lo que yo le digo y al avanzar en la terapia me pregunta por el síndrome de aniversario. “Quiero saber de eso”, repone. Éste se encuentra unido a la lealtad y se refiere a cumplir una misión en las fechas conscientes y decididas o en las fechas significa­tivas que pueden tornarse inconscientes; así, sin saber cómo, todo lo trágico de una familia acontece en el mes de abril, junio o agosto. La familia no lo sabe, sólo se descubre en ocasiones y de manera anecdótica, sin saber que su trasfondo es inmenso en la dimensión psíquica. En el caso de Elena, la cirugía era exac­tamente el mismo día del primer aniversario del fallecimiento de su progenitora.

Expliqué ampliamente a Elena cómo funciona el síndrome, finalmente me dijo: “lo mejor será entonces cambiar la fecha de la cirugía”, contesté que era su decisión, pero entendí que algo había cambiado en su interior.

Elena sobrevivió no sólo a la cirugía, ahora lucha conscien­temente en su proceso, tiene absoluta claridad de la relación j entre su enfermedad y el duelo por la pérdida de sus padres, y ! además, ahora quiere, con su investigación, hacer un aporte al i entendimiento de esta vivencia frecuente y dolorosa.

En el caso de Elena, la relación entre el duelo no elaborado y la aparición de la enfermedad fue directa, incluso el diagnóstico fue el mismo de su madre. Esto no acontece en todos los caso» pueden pasar varias generaciones y aparecer alteraciones mucho tiempo después como forma de resolución de las pérdidas no ela­boradas.

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Uno de los ejemplos que nos da Anne Ancelin Schutzenbuge i 11. i-n su libro Ay, mis Ancestros, nos ilustra esto:

Veo llegar a uno de mis grupos, en Francia, a una joven mujer encantadora. Ella me autorizó a hablar de su caso, y pue­do entonces citarla: se llama Jacqueline. Llevaba puesta en ese momento una minerva, es decir, un collar rígido alrededor de su cuello. Le preguntamos por qué. Dice que tuvo un acciden­te automovilístico. ¿Cuándo? Poco tiempo después del entierro de su hija. La interrogo acerca de las circunstancias: estuvo casa­da (hablo en pasado porque está divorciada); tuvo una hijita que murió a los diez años. Su hijita había nacido con el cordón umbilical enrollado alrededor del cuello: estuvo largo tiempo en coma, luego en preanimación, pero quedó con una secuela motora cerebral (MC); tuvo que permanecer en una institución durante diez años, y murió en abril de 1986.

Le pregunté cuál era su profesión: es peluquera. Le pregunto si tiene otros hijos, y me dice:

-¡N o!, cuando vi a mi sobrina no tuve ganas de tener otros niños.

-¿Su sobrina?

-¡S í, la hija de mi hermana!

Su hermana había tenido una hija que había nacido con una hernia cervical, ella dice:

-E l cerebro que chorrea de la cabeza.

Cada una de las hermanas asistió al parto de la otra. Cada una de ellas tuvo un parto difícil. Ella no tuvo ganas de volver a empezar.

Le pregunto otros detalles: no son más que dos hermanas y las dos tuvieron “un hijo con graves problemas alrededor de la cabeza”.

¿Cuándo? En el momento del nacimiento. ¿Y los casamien­tos? Las dos hermanas se casaron el mismo día. Comienzo a construir el “genosociograma”: el padre es peluquero, la madre 1

1 Schutzenberger, Anne Ancelin. ¡Ay, mis ancestros! Ed. Edicial, pp. 1 4 0 -1 4 1 .

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es peluquera. Remontándonos más arriba, a la abuela, observa­mos que ella también lo es; se trata entonces, de una familia que se ocupa de la cabeza hace tres generaciones.

Le pregunto el lugar de nacimiento: ambas nacieron en Fran­cia, en la montaña. ¿Y el padre? En Beirut. ¿Y los abuelos? Su abuela nació en Turquía, digo:

-Mira ¿en Turquía? pero, ¿por qué vinieron a Francia?

-Vinimos a Francia después del genocidio armenio25. Fue espantoso. Los turcos masacraron a millares de armenios: Mi abuela vio pasar, clavadas en picas, las cabezas de dos de sus hermanas y de su madre; ¡son demasiadas cabezas!

Flubo más de dos millones de muertos.

Le pregunto la fecha del g e n o c id io armenio: es el 24 de abril de 1915; la hija de Jacqueline murió el 24 de abril de 1986.

Se puede discutir la herencia del cáncer, la existencia de un terreno cardiaco o canceroso, pero... las cabezas cortadas, ¡eso no está en los genes! No es físicamente genético.

Es preciso reconocer que le produjo una conmoción el hecho de descubrir que todas las mujeres de su familia eran peluque­ras. La abuela había visto cabezas cortadas; de ahí en más, todas las hijas reparan y embellecen cabezas, salvo una, la hermana de Jacqueline, que es anestesista-reanimadora, ¿repara la muerte, quizá?

Tenemos la impresión de que esas mujeres francesas de ori­gen armenio y sus hijos expresan de una manera bastante extra­ña -con su cuerpo y el cuerpo de sus hijos- lo que pasó con su comunidad y su familia.

Como si fuera necesario, en alguna parte, a la vez r e p a r a 26 el genocidio, recordar el genocidio, la injusticia, la muerte injus­ta y prematura.

No existe ninguna explicación, ni medica, ni paramédica, ni psicoanalítica, ni a través de la decodificación de los sue-

25 La cursiva es de la autora.26 La cursiva es de la autora.

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ños, ninguna manera de explicar por qué hubo cabezas corta­das llevadas sobre picas. Hay tres generaciones más tarde, dos niñitas que nacieron con problemas relacionados con el cuello y con la cabeza. ¿Y por qué la madre que habla de ello -cuan­do habla- lleva una minerva alrededor del cuello, para sostener su propia cabeza?

...Los hijos-las hijas, sobre todo, fueron “acunadas” con la historia sobre el terrorismo y los horrores cometidos por “los turcos”.

Esta triste realidad vivida en Europa el siglo pasado también nos acompaña en América Latina, nosotros mismos y muchas generaciones hemos sido acunados con historias de miedo y de guerra.

¿Qué nos enseñan estas mujeres armenias en el tema de los dolores del dolor? Que los eventos traumáticos, tan horrorosos como los vividos por ellas, son casi imposibles de asimilar, por ello, aunque las personas sobrevivan, no significa que sobrevi­ven afectivamente, y ese dolor, con sentimientos de impotencia, labia, resentimiento, no logra ser elaborado, pasando de gene- i ación en generación y como lo constata la anterior autora, se resuelve con y en el cuerpo, lo que no se resolvió con el alma.

Ahora, quisiera que entendiéramos cómo funciona la cone­xión existente entre el mundo biológico, psicológico y la historia personal y social de cada uno de nosotros, Caroline Myss plan- lea que la biografía se convierte en biología. La conexión entre nuestros pensamientos, la forma como miramos la enfermedad, el concepto que tenemos sobre ella, como premio o castigo divi­no, en los pacientes de cáncer es evidente.

Es importante mirar el proceso de curación y sanación tanto mi las enfermedades que tienen un componente orgánico como ni las enfermedades psíquicas, en esta generación o en las ante- i lores. Lo clave de todo lo anterior es que si logras sanar una generación estás sanando las venideras, es tu responsabilidad, Mmbién es tu oportunidad.

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La señora Di Angelo de 63 años, fue internada en el hospi­tal, con ictericia; ésta se aprecia por la coloración amarilla de la piel y en lo blanco de los ojos. En este caso, se creyó que la cau­sa eran piedras en la vesícula, por lo que programó a la pacien­te para una operación. Cuando le abrieron, se descubrió que, en lugar de piedras, tenía cáncer en la vesícula. El mal abarcaba toda la cavidad abdominal y había invadido el hígado. Se con­sideró inoperable a la paciente, por lo que, sin más maniobras, se le volvió a cerrar el abdomen. Mientras la señora Di Angelo se encontraba todavía en la sala de recuperación, le informé a su hija acerca del diagnóstico. Me insistió que no le dijera nada a su mamá: “Conozco a mi mamá y sé que se moriría inmediata­mente si le dice que tiene cáncer”.

Muy a mi pesar, le dije a la paciente que en verdad había teni­do cálculos en la vesícula y que ya se los habíamos quitado.

Yo creí que su hija le diría la verdad en algún momento des­pués de que se fueran a casa. También creí que la paciente no viviría más de un par de meses.

La siguiente vez que la vi, fue en mi consultorio, ocho meses más tarde. La quiteria había desaparecido totalmente y se veía radiante y saludable. No existía ninguna evidencia clínica del cáncer. La señora Di Angelo aún me visita regularmente para sus exámenes de rutina y no tiene ninguna enfermedad. La últi­ma vez que vino a verme me dijo: “Doctor, cuando me internó en el hospital hace tres años con ictericia, yo estaba segura de que tenía cáncer. Me sentí tan aliviada después de la operación cuando me dijo que eran cálculos en la vesícula, que decidí no enfermarme más”.

Éste es uno de los casos más sorprendentes con los que me he encontrado. El placebo, en este caso no fue el medicamento, sino la operación. Aunque clínicamente la operación fue inútil, fue lo que condujo hacia una curación completa. Claro que, en realidad, ni siquiera fue la operación, sino los pensamientos pos­teriores de la paciente, los que la hicieron vivir27.

27 C hopra, Deepak. Cómo crear salud. Más allá de la prevención y hacia la perfección. Grijalbo.j México, 19 9 0 . pp. 9 2 -9 3 .

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También, encontramos los mandatos, eso de decirle algo a i Iguien, que se convierte en una promesa de lealtad, en el caso

de peticiones postmorten, éstas son de cumplimiento obliga­do afectivamente, esto lo he constatado especialmente en el caso de las notas de los suicidas28, los testamentos y las palabras de petición. Deepak Chopra cuenta de un paciente que le permitió cambiar su concepción de la vida y la muerte a partir de esto que estamos hablando.

Cuando era estudiante del cuarto año de medicina en la India, me asignaron una vez el trabajo clínico de un pacien­te desahuciado, con cáncer en el páncreas. Era un aldeano de 70 años, que se llamaba Laxman Govindass. Aparte de que se sentía bastante mal, estaba confuso y algo pasmado al encon­trarse en un hospital grande y moderno, con maquinaria sofisti­cada y grupos de médicos y largas batas blancas. Los doctores que lo atendían eran del tipo académico-profesional, pasaban en cada visita una hora al lado de su cama, discutiendo con los médicos internos y residentes la patogénesis del carcinoma pan­creático y sus diferentes presentaciones clínicas. Después pasa­ban al caso siguiente, a veces sin siquiera preguntarle al señor Govindass cómo se sentía.

Los médicos internos y los residentes se ocupaban de los problemas médicos de él, de una manera competente, pero esta­ban demasiado ocupados para hablarle personalmente.

Como estudiante de medicina sólo me asignaron tres prácti­cas a la semana, por lo que tenía bastante tiempo para platicar.

En un par de días nos hicimos buenos amigos. Me enteré de que era granjero de un distrito cercano, que tenía tres hijos mayores que ya se ocupaban del rancho, que antes había sido un borracho empedernido y por eso su familia lo había desam­parado y abandonado.

Cuando se enfermó de gravedad, uno de sus hijos lo trajo al hospital y se despidió de él con estas palabras: “¡Es probable que te mueras!”.

'M lista tem ática del suicidio será retomada en otro libro de esta misma colección.

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Por supuesto, el paciente se sentía perturbado al estar en el hospital; ya sin los efectos adormecedores del alcohol, empezó a sentir el dolor tan agudo que tenía en el estómago. Por primera vez, se dio cuenta de lo enfermo que estaba. Su estado se dete­rioró rápidamente y su dolor aumentó. Encontró a los doctores más interesados en la enfermedad que en él, sin ningún familiar que lo confortara, muy pronto empezó a desear su muerte.

Yo pasaba alrededor de una hora con él, cada tarde, a menu­do sin intercambiar muchas palabras. Era claro para los dos que le quedaba muy poco tiempo de vida. Después, se acabó mi trabajo en la clínica. Me asignaron a una enfermería pequeña, situada en una aldea, a unos 300 kilómetros de ahí. Fui a des­pedirme del señor Govindass, sabiendo muy bien que no estaría vivo cuando yo regresara al hospital, en un mes. Sin embargo, me armé de valor y le dije:

-Señor Govindass, aquí nos vemos cuando regrese en 30 días.

Sonrió tristemente y dijo:

-Ahora que se va, ya no tengo nada por qué vivir, me mori­ré. Se encontraba ya moribundo y demacrado y. no pesaba más de 34 kilos. Era un milagro que estuviera vivo.

Sin saber más que decir, murmuré:

-N o sea tonto, usted no se puede morir antes de que lo vuel­va a ver.

Salí rumbo a la aldea donde tendría mi puesto, el dispensa­rio al que me asignaron resultó estar bastante falto de personal y yo siempre estaba ocupado haciendo lo que en realidad hacían cuatro hombres. Me avergüenza decir que rara vez pensé en mi amigo moribundo que estaba en el hospital. Cuando regresé un mes después, ya casi me había olvidado de él, sin embargo, afuera de la sala del hospital, vi el nombre de Laxman Govindass y mi corazón comenzó a latir violentamente. Empecé a sudar frío, no podía creer que estuviera vivo. Corrí hacía su cama. El viejo yacía acurrucado en posición de feto.

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No era más que piel y huesos, excepto por un ;i\po lo >i | u ■ n dente: sus grandes ojos abultados me miraban fijamnilc y pcin traron hasta los lugares más recónditos de mi alma

-H a regresado -d ijo -, usted me advirtió que no pocha moni sin verlo otra vez. ¡Ya lo estoy viendo ahora! -Cerró sus o)os y después de un suspiro, murió.

Yo estaba profundamente estremecido. No podía perdonarme haber prolongado la agonía final de este hombre. Me sentí misera ble y culpable, y muchas noches desperté para encontrarme mirando fijamente a sus ojos, que me acusaban.

La conexión psicofisiológica, unida a los mandatos, prome­sas y lealtades, dan como resultado una estructura psíquica vul­nerable propensa a hacer enfermedades y a no vivir en equilibrio interior. Si a esto unimos un duelo, nos encontraremos con per­sonas frágiles, enfermas, con un sistema inmune y psicológico devastados. Ello sugiere que ante la más mínima pérdida, no se cuente con los recursos internos de supervivencia. En el caso del señor Govindass, el mandato y el tánico vínculo afectivo lo sostu­vo hasta condiciones imposibles. El cuerpo es el reflejo del alma, nuestro mapa, la cartografía de nuestro mundo emocional se plas­ma con certeza en nuestro cuerpo, por ello la famosa expresión: el cuerpo habla.

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luemtu Stizabethjuúrez Pérez PSICÓLOGA Col 1,532

Cartografía^ de los duelos

1,1 Tomado de Rapid Eye Technology. RET- Ranae Johnson.

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Iniciaré un recorrido por el mundo de las emociones y su representación y asignación en un lugar del cuerpo. Este

trabajo permite una pista para poder entender lo que vivimos y sentimos cuando nos encontramos atravesando el túnel, sólo pre­tende ser una guía, no debe asumirse como una verdad axiomá­tica, ni generalizada; además, se debe tener en cuenta toda la historia, los antecedentes y algo importante, la opinión clínica y médica de la alteración.

Todas estas emociones y sentimientos están directamente rela­cionados con el duelo aunque es necesario aclarar que no son ex­clusivos de las pérdidas.

Cartografía del miedoEn la cartografía puedes relacionar y ubicar la emoción del

miedo con molestias en el cuello, hombros, estómago y plan­tas de los pies, es una emoción física que incluye además, fuertes latidos del corazón, malestar general de estómago, tem­blores, sudoración y hormigueos. En la parte psicológica su manifestación es de desprotección de “no saber qué camino coger”, de ahí la presentación en la planta de los pies y la sen­sación de tener una carga muy grande sin saber cómo asumirla.

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Ello sugiere un pesado evento que debes cargar en tus hom­bros, se presenta también sentimiento de minusvalía, cansancio ; crónico y pesadez en todo el cuerpo.

En casos de duelo, suelen aparecer una infinidad de mié- : dos, uno de ellos y a nivel inconsciente, es el miedo a la pro­pia muerte. La muerte de un familiar o de alguien amado nos recuerda nuestra propia mortalidad, nos confronta de inmedia­to con esta emoción primaria del miedo a la no existencia. “A mí no me da miedo morirme -m e dijo Laura de 32 años-, lo que me da miedo es no existir más, que un día, entonces Laura ya no es”, cuando expresaba esto, pasaba las manos por su cuerpo indicando qué era lo que desaparecía. Le dije: “Eso que dices no es morir. No, es dejar de existir, que es otra cosa, entonces ¿qué es morir?”. “El cajón, a eso no le tengo miedo”. Entendí con ella que su miedo era básicamente a no ser recordada, a no trascen­der. A diferencia de Laura, muchas personas temen al momento I de la muerte, a no saber qué sigue, a no tener todas las certezas I sobre el mas allá, también los temores y miedos a la forma como i acontecerá este hecho. Recuerdo que cuando era niña mi cuña- I do decía que su tía, una mujer de aproximadamente 80 años, lo único que pedía a Dios en el momento de morir era que estuviera bien aliviadita. En mi mente de niña no entendía y por el con- : trario el comentario me resultaba muy divertido y contradicto- I rio. ¿Cómo podía alguien estando aliviado, morirse?, luego crecí y entendí con dolor el comentario.

Otro de los miedos instalados luego de la muerte de un ser I querido tienen que ver con la incertidumbre, con la angustia ante la percepción de futuro, con el miedo abandónico cuando la per­sona que se fue era muy significativa, contenedora y proveedora tanto de lo afectivo como de lo económico.

Otra situación íntimamente relacionada con lo anterior tiene que ver con la toma de decisiones, es difícil lograr en estados de máximo dolor y confusión por lo vivido que la persona tenga cla­ridad en las decisiones y en especial que pueda prever las con­secuencias de las mismas. Por ello, el miedo como una emoción

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protectora aparece para no permitir que éstas se tomen en for­ma apresurada.

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El miedo entonces, no lo podemos catalogar como una emo­ción negativa. De hecho, las emociones y sentimientos no deben ser vistos a partir de juicios de valor. Lo que nos permite la car­tografía del miedo es saber cómo éste afecta nuestro cuerpo y qué nos impide o posibilita.

El primer paso será identificarlo, no sólo en la vivencia del due­lo, sino en términos generales, ahí inicia nuestra recuperación.

No podemos olvidar que muchos de ellos son heredados, incluso los traemos como un patrón transgeneracional. Recor­demos el miedo a la muerte de Sebastián.

Tareas para trabajar con el miedoLa primera tarea es realizar una lista completa de tus miedos.

En ella puedes identificar los más sobresalientes, tales como el miedo a la muerte, a dormir solo, a la oscuridad, a la soledad, entre otros.

La segunda gran tarea es averiguar en tu familia y especial­mente en tus abuelos, tíos, primos, cuáles son los más frecuentes, elabora una lista de miedos de todos tus familiares.

La tercera tarea consiste en que identifiques quién te enseñó el miedo que tienes, que intentes recordar, cuando eras niño/a, qué te decían con relación a la muerte, a la oscuridad, a los ladrones, a las alturas, no olvides que los miedos se convierten en fobias y éstas, a veces, paralizan la vida. Yo recuerdo, por ejemplo, que en mi pueblo nos decían que el diablo venía por los niños que no hacían las tareas, todo indica que funcionó, hice las tareas y aquí estoy escribiendo.

La cuarta tarea ahora es que relaciones tus miedos transgene­racionales, los que encontraste en la familia, si puedes, de tres generaciones anteriores, luego, los miedos aprendidos en tu escuela, con los amigos y por último, revisa tus propios miedos, la lista resulta interesante.

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Un ejemplo, el miedo a la muerte, seguramente lo vas a encon­trar en tu familia, puedes analizar en hombres, en mujeres o en ambos; luego observa si también te lo instalaron en la escuela y si ahora, al verte enfrentado a una muerte, aflora el miedo a tu propia muerte. ¿Cómo pedirte que no lo tengas, si llevas años de años y generaciones de generaciones con él?

Ahora, quiero que analices si tienes más miedo de la muerte o de la vida, aunque la pregunta te parezca obvia no lo es. Si miras a tu alrededor existen muchas personas que se pasan la vida resol­viendo o evitando situaciones por los miedos que les acompa­ñan y de los cuales no se han podido deshacer. Mi madre es una mujer a quien le encanta hacer visitas especialmente a sus fami­liares, uno de sus hermanos más cercanos vivió casi toda la vida en los Estados Unidos, siempre la invitó, ella jamás pudo acep­tar por el miedo que le tiene a los viajes en avión, miedo here­dado de mi abuela.

La quinta tarea es examinar cómo reaccionas ante tus miedos. ¿Cuáles son tus recursos para enfrentar esos monstruos?, ¿te sien­tes solo/a, con ansiedad, angustia y quizá pánico ante su presen­cia? Ubica las áreas de tu vida más afectadas por los miedos, ahí empieza el trabajo.

No olvides que detrás de todos ellos existe una pequeña o gran ganancia, ¿cuál es la tuya?

En el caso de mi madre, a ella no le gusta alejarse por muchos días de la cercanía y compañía de sus hijos y nietos, el miedo a los viajes en avión son su argumento perfecto para no hacerlo. (El miedo nació en ella después de que tuvo hijos; el viaje de su luna de miel fue en avión y tan tranquila como un pájaro).

El miedo debe ser transformado en valor y entusiasmo, sólo que debe ser elaborado. Si tratas de reprimirlo como a cualquier otra emoción, tiende a causar mucho daño; las dolencias en el estómago, las úlceras, la gastritis, los problemas de colon, los sangrados intestinales están intrínsecamente ligados a los mie­dos, tu cuerpo pasa las cuentas de cobro.

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No olvides que es arduo iniciar un proceso solo, máxime cuan­do no es suficiente entender, se requiere interiorizar y apropiarse de nuevas posibilidades, existen muchas técnicas30 que te per­miten superarlos.

Con relación al tema del miedo a los muertos, te sugiero que realices un ritual de despedida, seguramente temes que la perso­na fallecida aparezca para decirte algo, es muy poco probable, sin embargo, si ésta es tu creencia, la oración y la sanación de culpas ayudan. Finalmente, lo mejor que puedes hacer ante los miedos es consultar para superarlos, y no dejar a tu cuerpo y a tu men­te que se enfermen.

Cartografía de la rabiaEn la cartografía puedes ubicar la emoción de la rabia como

molestias de hombros y brazos, así como dolores y afecciones en rodillas, es una de las emociones más frecuentes en los duelos, sentimos rabia dirigida contra el personal de salud, el médico tratante, contra Dios, contra algunos hermanos que no llegaron al momento de la muerte, contra el conductor del bus, contra los asesinos, contra el muerto, contra el que sea. Esta emoción tiene que salir, de lo contrario reprimirla sería propiciar fuertes condi­ciones físicas de enfermedades o quizá un alcoholismo y/o otras adicciones.

La rabia, al igual que el miedo, tiene muchas manifestacio­nes físicas: taquicardia, sudoración, alteración motora generali­zada, indigestión, ahogo en el pecho, dolor en zona cardiaca, hiperactividad, con posterior agotamiento físico, dolor de cabeza con sensación de quererse explotar. A nivel psicológico y com- portamental, pérdida del control, toma acelerada de decisiones, obnubilación, pérdida de la noción de realidad, sensación y posi­

30 El lector interesado puede buscar planteamientos y trabajos en el manejo de fobias y miedos, la postura psicológica de m ayor éxito en estos acercam ientos es la corriente cognitivo conduc- tual.

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bilidad de asumir conductas agresivas que casi siempre .igiav.m el evento que disparó la emoción.

La rabia también es primaria, tiene su origen en cstrui lui.r. etológicas31 y humanas, en patrones culturales y familiares, puede tener un inicio inesperado y repentino ante un evento traumal im. o por el contrario, puede ser una emoción de gestación y rrpn sión, en largos períodos de tiempo.

En procesos terapéuticos con mucha frecuencia me encueii tro con rabias de años y años que han sido guardadas, es lo que denomino rabia enquistada y enmascarada.

Cecilia es una mujer de 43 años, a quien le han practicado lies cirugías de rodilla, ya casi, según los ortopedistas y rehabilitado res, debe permanecer sentada, además le han sugerido utili/ai cada vez con más frecuencia la silla de ruedas y el caminador

Inicio con ella un proceso de reconocimiento de sus estados emocionales y sus sentimientos, teniendo absoluta certeza de que la rabia está guardada, le pregunto puntualmente ¿por qué tienes tanta rabia y contra quién es?, mirándome con asombro, me dijo: “¿y usted cómo sabe esto?”. Le expliqué la cartografía de las emociones y de inmediato se inició un relato intermina­ble de rabias, abusos y maltratos, de años y años. “Ya no puedo más”, expresó, no sabía qué hacer con su vida, por ello era mejor estar enferma, así, nadie podía abusar de una inválida. Ante el constante maltrato físico de su compañero, la enfermedad repre­sentaba su salvación. Lo interesante es que ella descubrió casi con exactitud, cómo el maltrato no se daba desde que ella esta­ba en silla de ruedas, caminaba con dificultad cuando estaba sola en casa, de lo contrario, el dolor se incrementaba y la silla era su refugio, su protección y la rabia enmascarada estaban en su debilitada rodilla. El no tomar decisiones y el asumir la vida de forma diferente, la llevaron a tal estado, su actitud era la de víc­tima, enferma, su edad cronológica de 43 no correspondía a la

31 El estudio etológico permite el análisis del com portam iento humano a partir del com poram iento animal. Esta postura ha sido utilizada por años por algunos estudiosos del com portam iento humano.

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señora que tenía al frente, les aseguro que creí que Cecilia estaba cerca de cumplir 60 años. No es justo.

Pasado un tiempo, Cecilia logró caminar y salir, pudo después de unos meses plantear y realizar su separación, vive con uno de sus hijos, las molestias no han desaparecido pero Cecilia logró liberar la rabia y salvar su rodilla.

Esta emoción mal canalizada termina en venganza, resenti­miento, amargura, pérdida de la energía vital, desacuerdos, con­flictos permanentes, por ello es necesario despojarse de esta emoción, no acumularla, ni transmitirla, porque es importante decir que tanto el miedo como la rabia se transmiten y por leal­tad familiar heredamos miedos y odios que no son nuestros. Existen miles de ejemplos en donde familias enteras se odian, el caso de los Capuleto y los Montesco en la magistral obra Romeo y Julieta de William Shakespeare es uno de los clásicos tristes.

La rabia de más difícil elaboración en los duelos es la que se dirige contra el muerto/a, porque es difícil aceptar que se tiene. Incluso, la persona la guarda tan inconscientemente que no logra identificar que lo que siente es rabia. Pero es común, y a veces necesario, poder sentir rabia con el que se fue y nos dejó solos y con problemas; especialmente, se siente rabia en situacio­nes de suicidio, pero se tiene tanta culpa y ambivalencia por lo que sucedió que poder distinguir esta emoción no resulta fácil. Cuando la persona logra identificar, canalizar, describir, decir, hacer catarsis32, la rabia disminuye, el sentimiento de armoniza­ción aparece y el cuerpo no tiene que enfermarse.

Otra de las dificultades de canalización de rabia es la que está dirigida contra Dios, por el mismo sentimiento de ambivalencia: “¿Cómo sentir rabia con Él?, pero si Él todo lo puede, ¿por qué lo permitió?”.

Los sentimientos anexos a la rabia pueden incrementarse, las manifestaciones físicas pueden exacerbarse y la persona invadida

32 Catarsis, expresión utilizada en la escuela psicoanalítica que hace referencia a la capacidad delpaciente para expresar los eventos traumáticos.

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por esta emoción se siente atrapada en un universo de conflictos. Hace mucho daño tener rabia.

Tareas para trabajar en la emoción de la rabia

Como en el caso del miedo y de todas las emociones, es nece­sario que hagas el inventario de tu familia y de tus antepasados, y el aprendizaje en tu vida de esta emoción, especialmente de las reacciones que tienes cuando te encuentras nublado/a por ella. Es interesante, vas a encontrar muy seguramente que tu padre y tú sienten rabia por eventos similares o cómo tu madre guarda su rabia, pero luego está triste, algo asi puede pasarte.

La primera tarea es el inventario de los eventos disparadores, en qué situaciones y circunstancias pierdes el control y reaccio­nas con rabia.

La segunda tarea es describir qué haces con la rabia, eso quiere decir, la canalizas, actúas y luego piensas, te encegueces, rompes, gritas, golpeas ¿y luego qué?, ¿cómo te sientes física y psicológicamente?, desgastado, cansado, malhumorado, irri­table... ¿Cuánto tiempo demoras en recobrar el control de la situación y el autocontrol? ¿Puedes pedir disculpas, o por el contrario, la rabia la complementas con el orgullo, complicán­dose la situación?

La tercera tarea es identificar a las personas con quien eres más propenso a perder el control y las situaciones que te desen­cadenan un evento de rabia.

“Yo soy un santo en la oficina, pero no puedo llegar a la casa con todos esos problemas de mis hijos adolescentes, porque hasta ahí llega mi paciencia, y claro, mi esposa tampoco ayuda mucho, siempre está de parte de ellos, yo me siento como si estu­viera con enemigos, eso no lo puedo controlar, y termino gritan­do como un loco, nadie me reconocería”. Estas palabras las dice Jorge, un ingeniero que es socio de una empresa asesora en siste­

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mas, tiene a su cargo 35 empleados, es un microempresario exi­toso, un hogar con dos hijos adolescentes y una esposa en casa.

Lo preocupante de la situación es que Jorge recientemente fue llevado a la clínica con un diagnóstico de preinfarto. Esto suce­dió luego de que sus hijos solicitaran permiso para “irse de rum­ba” hasta la una de la mañana, y a las 4:30 am sus padres aún no tenían noticia de ellos. Los celulares estaban apagados, en el lugar de la fiesta nadie daba razón de ellos, la preocupación y la explosión de rabia terminaron en un preinfarto que, como segu­ramente sabrás, en personas jóvenes (Jorge tiene 42 años) son muy graves.

La cuarta tarea es buscar dentro de ti los recursos que en momentos así lograrían calmarte. Algunas personas hacen tra­zos y trazos fuertes con su lápiz hasta que su rabia disminuye, otros por el contrario salen a dar un paseo, caminan con su mascota, compran algo, es decir, se descentran de su emoción. Recuerdo uno de mis profesores en psicología que nos estaba dando un entrenamiento para el trabajo en comisarías de fami­lia, en donde con toda seguridad nos encontraríamos con per­sonas muy alteradas en sus estados anímicos, especialmente con rabia. Él nos decía: “cuando dos personas lleguen a establecer una demanda, no les pregunten qué les pasó, ni nada por el esti­lo”. “No entendemos profesor, ¿qué debemos preguntar enton­ces?”. “Pregunten si pagaron el recibo del teléfono, si recuerdan la fecha de afiliación a sus servicios de salud, pregunten de even­tos nacionales y de resultados de partidos de fútbol”. “¿Y cómo diligenciamos la ficha de recepción?”. “No se preocupen, después de que les haya pasado la rabia, haciendo el esfuerzo para con­testar sus preguntas, a cada uno en forma independiente le pre­guntan a qué viene”. Todos lo entendimos, lo aplicamos y doy fe que funciona.

El quinto paso o tarea es hacer una lista lo más completa y sincera posible de las consecuencias de tus estados emociona­les alterados, cuando has perdido el control y aparece la rabia: ¿Qué te tocó pagar, por ejemplo, para hablar de las consecuen­

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cias económicas?, ¿cómo te has sentido después?, para analizar las consecuencias emocionales y psicológicas, ¿cómo te sientes con los demás?, para tener en cuenta las consecuencias morales y éticas. Al final de la lista muy seguramente te preguntarás: ¿Valió la pena?

La sexta tarea nos permite sanar espacios y situaciones. Si visiblemente has identificado qué te altera, empieza por evitar­lo, ese es el primer paso, luego no te vincules con los comenta­rios o situaciones que te puedan generar rabia. Seguramente, si Jorge hubiera entregado algo de responsabilidad a sus hijos y hubiera acordado con ellos la hora de llegada, muy seguramente los muchachos lo habrían tomado como una negociación y no como una imposición. El mundo y las relaciones son más sencil­los de lo que nos imaginamos.

Realiza tu propia cartografía de esta emoción en la vida y en tu cuerpo, los resultados te sorprenderán.

Cartografía de la culpaLa emoción de la culpa, según la cartografía de las emocio­

nes, la puedes ubicar en la cintura y en las piernas. Con mucha frecuencia aparecen malestares en estas dos partes del cuerpo, y como lo he insistido, es necesario, antes de aventurarnos al diag­nóstico psicosomático, descartar alteraciones de base biológica.

La culpa es una de las emociones más comprometidas en casos de duelo: por todo lo que se hizo y por lo que no se hizo, por lo que se pudo y por lo que no se pudo; en algunos casos, el mayor sentimiento de culpa, como lo he mencionado varias veces, se da en situaciones de suicidio o en casos en donde se hace necesario tomar decisiones de difícil manejo como deseo néctar de aparatos de resucitación a un hijo, o al cónyuge, den dir acerca de tratamientos médicos que luego se complican. Éste es el caso del uso de la quimioterapia o la radioterapia en mono res de edad. Existen múltiples situaciones clínicas cuya decisión

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obedece en principio a unos argumentos, pero después de que el evento sucede, parecen errados y aparece la culpa. El caso que mejor ejemplifica lo anterior es el de los abortos provocados33.

La culpa está muy ligada a la conciencia y a la maduración psi­cológica, su incómoda sensación nos indica que algo no está bien según lo dictan nuestros códigos; no olvidemos que estos son un legado de nuestros ancestros, por ello no sólo nos sentimos cul­pables de algo, sino además, avergonzados.

Esta emoción, al igual que las anteriores, tiene manifestacio­nes físicas y psicológicas, la persona expresa sentir angustia, una sensación de no encontrar paz, algo anda mal por dentro, se presenta insomnio, pérdida del apetito, baja de peso, tristeza o rabia, que constituirían una culpa encubierta, aislamiento, temor a establecer vínculos, dificultad para socializar, sentimientos de autorreproche y minusvalía. En casos graves, la culpa es escondi­da y la persona inicia un proceso de mitomanía para cubrir con una nueva mentira la acción culposa.

Francisco no estaba en casa la noche en que un carro atrope­lló a su hijo de 3 años, quien después de 5 días de sufrimien­to murió. En la sala de velación Francisco le contaba a todos los que lo acompañaban que ese día, precisamente, había teni­do mucho trabajo, que seguramente si él hubiese llegado de la oficina temprano nada habría pasado; repetía y se repetía la his­toria, más para convencerse a sí mismo de que el culpable había sido el trabajo, que para responder a las supuestas explicaciones que pedía la gente.

Por mucho tiempo Francisco sostuvo la mentira de lo laboral. Pero en realidad ese día estaba en compañía de una amiga. “La culpa me está matando”, “veo a mi hijo por todos lados dicién- dome: ¡Papi, sálvame!”, “me estoy enloqueciendo”. Las sesio­nes de terapia solicitadas para lograr elaborar el duelo por la muerte de su hijo dieron un giro, se inició un proceso de pare­ja. Francisco pudo hablar con su esposa de lo que había pasado

^ Este tema será tratado en un libro de la misma serie.

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ese día, de toda la culpa que sentía, del infierno que tenia den tro, logró desvincular el accidente de su hijo de una supuesta situación de infidelidad y más aún, de un castigo divino. I liego de hablar y poder reestructurar todo lo que pasó en pareja, las pesadillas desaparecieron y se inició el proceso de recuperación psicológica.

Los sentimientos de culpa tienen una característica adicio­nal, se acumulan y aparecen años después. Los padres que han abandonado a sus hijos aparecen después de 15 años como si nada hubiese pasado, o los padres y madres de domingo cargan de regalos y complacencias a los niños/a para resolver su culpa interna. Para el niño/a este mensaje claro de fragmentación afec­tiva es utilizado con acciones manipulativas.

Debemos analizar en esta emoción la posibilidad de dele­gación de la culpa a otras personas, ello quiere decir que alguien que se siente culpable no quiere o no puede asimilar y aceptar la responsabilidad de lo que pasó, entonces aparece el chivo expia­torio. Quien asume este rol, compra la culpa y se siente respon­sable, lo interesante además, es que quien la delegó, la sigue sintiendo, así exprese lo contrario. De nada sirve buscar culpa­bles, es mejor asumir decisiones con responsabilidad, como lo diría Humberto Maturana: “La responsabilidad va hasta el sen­tir del otro”.

La culpa es la directamente responsable de muchos de los cán­ceres34, accidentes cerebro vasculares y afecciones cardíacas, entre otras, con el cuerpo resolvemos lo que no pudimos resolver, así empatamos con la vida y con Dios. No caigas en la trampa.

Tareas para trabajar con la culpaEsta emoción, es a mi parecer, como ya lo había dicho, la de

más arduo trabajo y de difícil elaboración. El duelo de las per­

34 Al lector interesado lo invito a consultar el libro Sanar es un vi aje de Henson. Ed Urano, España, 1994.

O. Cari Simonton y Reid

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sonas que ante la muerte de un ser querido se sienten culpables es de regular pronóstico, hay una tendencia a presentar síntomas de lo que se denomina duelo patológico, la tristeza y la depre­sión se instalan, no presentan avances de recuperación y con fre­cuencia, hacen el síndrome de similitud que consiste en hacer los mismos síntomas de la persona fallecida cuando estaba enfer­ma, o empiezan procesos de evasión compulsiva con altos con­sumos de licor.

He escuchado tantas veces en terapia a hijos/a, totalmente destruidos, porque la mamá les decía: “Usted me va a llevar a la tumba” y ahora, al yacer ésta en la tumba, aparece el culpa­ble. El mundo psíquico se demuele, las posibilidades de concil­iación son mínimas, estas personas fácilmente asumen acciones suicidas como conducir a altas velocidades, en estados de alico- ramiento, buscando morirse para no soportar más la culpa.

Como la culpa se deriva del juicio personal y social de una acción o de la omisión, la persona no siente esta emoción en abstracto, no se es culpable simplemente porque sí, sino por el resultado de las acciones. Unido a lo anterior, es vital entender que esas acciones generan responsabilidades.

La primera tarea será realizar un inventario de las acciones y de los hechos que condujeron a la muerte del ser querido. Es intere­sante ver que muchas personas tienen unas culpas sociales y en ocasiones ideológicas que les causan mucho daño. “Deberíamos haberlo llevado a los Estados Unidos, allá sí lo hubieran salvado”, me decía una viuda de 76 años, luego de la muerte de su espo­so de 79, quien había estado postrado en su lecho de enfermo durante 2 años, cuidado día y noche por su esposa y sus hijos. ¿Cómo sentir culpa en esta situación? La viuda, en su dolor y en su soledad, sentía que no habían hecho lo suficiente.

Situación diferente vive la familia que experimentó una muer­te por suicidio de uno de sus miembros. Lo que se encuentra casi con certeza es una familia desestructurada antes y mucho más después del evento, es frecuente que todos sus miembros se cul-

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pabilicen: “Él es el papá, como no se dio cuenta de lo que estaba rondando por la cabeza de ese muchacho, dizque entre hombres se entienden. Pues no le sirvió de nada tener papá”. Estas pala­bras de la madre de un adolescente suicida, quien expresó en su nota que se mataba porque no logró aceptar la infidelidad de su primer amor, ejemplifican lo que estoy diciendo. Se preguntarán qué respondió el papá: “Y yo por qué culpable, si quien lo crió fue ella, así de sentimental y absurdo, ella sí fue quien no supo enseñarle las cosas de la vida, si alguien tiene que llorarlo es ella”. Cuando esta pareja acudió a terapia, un mes después del hecho, ya estaban en proceso de separación; un dato complementario, cada uno de los dos hijos restantes se hizo al lado de alguno de sus padres, la hija mayor del lado de la madre y el hijo menor de 16 años del lado del padre. Quien se suicidó era el segundo hijo y tenía 17 años.

La segunda tarea es la desmitificación de los deberías. Haz tu propia lista de todos los deberías, te sorprenderás de ver cuántas cargas nos venden y cómo familiar, personal y socialmente nos entregan un látigo que aprendemos a utilizar muy bien para cas­tigarnos si esos deberías no se cumplen. Tengo tantos ejemplos para este caso, que creo que podríamos escribir un libro sólo de las culpas en los duelos. A manera de ejemplo señalaré algunos: muchas personas se sienten eternamente culpables por no haber estado en el momento de fallecer sus padres, porque la madre no murió en sus brazos sino en una sala de cuidados intensivos; por no haber gastado todos sus recursos acudiendo a los mil médicos que las personas al llegar de visita sugerían, por haber esperado un milagro. La sensación de que faltó algo por hacer es difícil de manejar especialmente por lo que acabo de mencionar. El dolor de no volver a ver más a nuestro ser amado y nuestro apego nos llevan irracionalmente a querer tenerlo con vida, pase lo que pase; en la literatura a esta situación se le denomina distanasia35.

35 Distanasia: prolongar en forma innecesaria la vida, especialmente por medios artificiales. A los lectores interesados en el tema les sugiero el libro Bioética, una apuesta por la vida de Eugenio Alburquerque. Ed CCS, Madrid, 1995 .

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La gran lisia de deberías nos ayuda a clarificar las acciones reales y las responsabilidades en el hecho. El sentimiento de vic- timización suele aparecer ligado a la culpa, con una ganancia secundaria, si todos me ven como pobrecito, me siento menos culpable.

La tercera tarea será mirar detenidamente tu cuerpo y todo lo que has sentido después de la muerte de tu ser querido. Recuerda que en la cartografía emocional es muy probable que estos senti­mientos los tengas en tu espalda y en tus piernas, los dolores de cabeza son también frecuentes, las afecciones respiratorias, indi­gestiones estomacales son el símil de no poderte tragar lo que pasó. Tu cuerpo es tu biografía, ¡léelo!

“Desde que murió mi hijo, no soporto el dolor de espalda, ya no sé qué hacer, pues no puedo estar sentada, ni acostada, ni de pie por más de 15 minutos”. Profundizando con ella, en su his­toria, quien murió fue su hijo de 12 años, con un diagnóstico de nacimiento de parálisis cerebral, de mal pronóstico, los médicos siempre decían que era un milagro haberlo tenido vivo por tan­tos años, tiempo en que la madre se dedicó las 24 horas del día no sólo a cuidarlo, sino a desafiar la medicina con su amor. Ella sola contra el mundo iba a comprobar que el amor era suficien­te. Sí, el milagro fue varios años más de vida de su hijo, no su inmortalidad. Entender esto le sanó su espalda, y lo más impor­tante se re inventó su vida.

La cuarta tarea será que veas a los vivos, dirás, “pero claro, eso es lo que hago todos los días”. Te insisto, los miras, pero no los ves. ¿Qué pasa, cuando alguien muy significativo se nos muere? Centramos nuestra vida en el dolor, la culpa, la angustia por la pérdida y los que están a nuestro lado pasan a la categoría de invisibles. Sobre todo, en casos traumáticos, como accidentes, muertes repentinas o suicidio.

Pedro es hijo de un fantasma, cuando su mamá estaba en el sexto mes de embarazo, su padre desapareció misteriosamente. Pedro nació, era el tercer hijo, los únicos recuerdos de su infancia

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son una señora que decía llamarse mamá, lloiamln illa \ .... Vy una abuela quien era la que prodigaba todos los ■ m< l.«* I- i !■ ■ tres niños. Él no recuerda nada distinto a las biisqm da inlm. tuosas de su padre, jamás dejaban la casa sola pot un día ■ ai la esperanza del regreso, no disfrutaron de ninguna navulai I • ■ u 11, pretenden que hagamos fiesta, sin saber lo que esi.ua siiliii u do su papito”, decía María cada vez que alguien quena li.u i i alguna celebración. Los cumpleaños no existieron, las vai ai lo nes tampoco y nunca lograron saber qué hacía normal me ule una mamá.

Pedro tiene hoy 40 años, su mamá se envejeció esperando a un esposo que jamás apareció, él ha intentado entender la sitúa ción, pero la distancia con su progenitora es asombrosa. Su duelo más significativo fue la muerte de su abuela, a su mamá siempre le ha dicho por su nombre, el sentimiento es ambivalente porque el debería entender lo que pasó, pero su niño interno reclama a la mamá que nunca estuvo.

Se preguntarán ¿qué pasa con María? Es una mujer a los 66 años, silenciosa, retraída, ausente, con dolor en cada poro de su cuerpo, se viste lúgubre, habla pausado y su pelo está comple­tamente blanco. Vive sola con una pequeña pensión, no tiene sueños, ni perspectiva de futuro, gastó todo buscando a su espo­so, lo último que le dijo un médium era que él se encontraba en Venezuela. Sus ahorros de la herencia de la abuela los des­tinó para deambular meses en ese país. Pedro ha intentado con­vencerla de abandonar la búsqueda y sólo ha conseguido que le exprese una y otra vez: “es que tú no conociste a tu papá, por eso no sabes lo que yo siento”, “está bien María, yo sólo quiero ayu­dar”, “si quiere ayudar déjeme sola”, responde ella.

Cartografía de la pena y la tristezaLa emoción de la pena, la tristeza, en la cartografía de las emo­

ciones está ubicada en el pecho, casi todas las personas en due­lo sienten su tristeza en esta parte del cuerpo, lo manifiestan en

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un órgano en especial: “me duele el corazón”. Se siente opresión, sensación de ahogo, de no poder más, de tener dificultades respi­ratorias y afecciones que comprometen el sistema respiratorio.

La pena es la emoción directamente relacionada con el duelo, de hecho, al definirla, muchos autores plantean que es la reac­ción normal ante una pérdida. La aflicción que sigue a algún evento está acompañada de llanto frecuente, sensación de desam­paro, soledad, pérdida momentánea de la noción de futuro, temor ante la toma de decisiones, paralización de la cotidiani­dad, desestructuración del proyecto de vida. Estas manifestacio­nes son normales en los primeros días, luego de un mes (como lo vimos en el inventario inicial) deben preocupamos.

La tristeza y la pena tienen en su contenido oculto un mie­do profundo a la muerte, especialmente a la propia sensación de minusvalía y opacamiento, el mundo se reduce al dolor.

La tristeza profunda puede convertirse en depresión, y como ya lo dijimos, ésta debe ser atendida por un grupo profesional competente, en cabeza de un psiquiatra.

En la tristeza se conjugan muchas de las emociones de nuestra cartografía, la rabia, el miedo, la culpa, la incredulidad, la sensación de irrealismo, la confusión de los primeros días, las alteraciones normales de la memoria, conocidas como amnesia por trauma.

La tristeza tiene niveles, grados, las personas dicen: “hoy ten­go menos tristeza que ayer”. Cada persona conoce su medida, su termómetro interno, lo importante es ir paso a paso saliendo del túnel. Es importante respetar cada proceso, cada uno sabe hasta cuándo es necesario derramar sus lágrimas.

La tristeza no se debe comparar con la de otra persona, esto es un gran error. El dolor es único e irrepetible, nadie puede sentir por ti, así sea el mismo duelo. Recuerdo que la primera navidad sin mi adorable hermano Carlos, mi hermana Libia amorosa­mente intentaba consolarme. “Se me murió Caliche” le dije, con el corazón hecho trizas. “A mí también” me dijo mi hermana.

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“¡No! Se me murió a mí”, respondí enfáticamente. Acto seguido, mi hermana me abrazó como entendiendo que era imposi­ble seguir en un diálogo coherente (Hoy, cuando escribo esto, Caliche cumpliría 50 años, feliz cumpleaños).

Algo importante en relación con la tristeza y la pena es que se acunan, necesitan ser canalizadas de alguna forma, por ello un duelo es una excelente oportunidad para revisar todo aquello que nos ha dolido, a lo largo de la historia, de nuestra historia.

Tareas para trabajar con la pena y la tristeza

Los sentimientos de frustración e inseguridad, según la carto­grafía, puedes ubicarlos en los antebrazos y en los glúteos. Estos se encuentran relacionados con el resto de las emociones descri­tas. Es interesante mirarlas por separado con relación a las impli­caciones que tienen en el duelo. Los sentimientos de inseguridad acompañan las primeras fases del duelo: temor de tomar decisio­nes y miedo de asumir responsabilidades, y de enfrentar el futuro. Las personas se vuelven vulnerables y manifiestan sen­timientos frecuentes de inseguridad, especialmente ante muertes repentinas y accidentales.

“¿Cómo me voy a quedar tranquila, después de lo que pasó?”, me decía una madre, luego de enterrar a su hijo, fallecido hacía un mes en un accidente automovilístico. “Mi mamá está para­noica no nos deja ni salir de la casa, nosotros no somos culpa­bles de lo de mi hermano”, manifestaban sus otros hijos. Entré a explicarles el sentimiento de angustia e inseguridad de la madre, no fue fácil que dos chicos casi adolescentes entendieran que la reacción sentida no era exagerada, sino lógica en el proceso de duelo. “Esperamos que algún día nos suelte y queremos que sea pronto, usted ayúdenos”, fue lo último que me dijeron.

La inseguridad retrasa los procesos de duelo, puesto que la principal característica de una persona que la vive es aferrarse a

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lo perdido, al pasado que algunas veces se queda instalado en la fase de negación y rabia, atrasando en forma significativa la elab­oración sana del mismo.

Los sentimientos de frustración, que se localizan usualmente con malestar en los antebrazos y en las manos, están íntima­mente ligados a las pérdidas, indican claramente la dificultad de las personas para manejar las situaciones que están viviendo; su manifestación es muy simbólica: “Se le salió la situación de las manos”. Son eventos que el doliente no puede controlar, esto es evidente en muertes repentinas. En situaciones impredecibles, las primeras reacciones serán de descontrol antes de poder asimi­lar lo que pasó: “No sé quién hizo los trámites en medicina legal, cuando yo supe de mí, ya había pasado el funeral”, su esposo de 50 años fue asesinado a una cuadra de su residencia.

El sentimiento de frustración está relacionado con la sen­sación de impotencia ante algo que no está en nuestras manos resolver o que no fue posible evitar. Se encuentra muy de la mano con la emoción de la culpa ante lo impredecible. La culpa se instala con la expresión: “si yo”. Las personas sufren mucho en estos eventos: “si, yo lo hubiera retenido diez minutitos para que se tomara su café en paz, no me lo habrían matado”, segura­mente no, pero sacar esta idea de la cabeza de la doliente no es tarea fácil. Recordemos que en la primera fase de choque, estos sentimientos de salvación son necesarios, así como son nece­sarias las expresiones y manifestaciones de máximo dolor, pues creemos inconscientemente que si sufrimos mucho, Dios nos premiará y la persona amada regresará, por eso el sentimiento inicial es de irrealidad, hasta que logremos integrar e integrarnos con la irreversibilidad de la pérdida. Sólo así iniciamos el cami­no para poder salir del túnel.

Esta cartografía nos acerca a entender el mundo complejo de los duelos, su representación en el cuerpo y la estructura incons­ciente como son vividos. Insisto en la responsabilidad que tene­mos al enfrentar una pérdida, no olvidemos que no sólo somos nosotros los directos afectados, sino nuestros descendientes.

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El tejido de sanación

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En este capítulo encontrarás una propuesta que comple­menta todo lo trabajado en el recorrido del escrito.

Lo primero en este tejido es que logres ubicar de dónde provie­ne tu dolor: de la pérdida que acabas de tener o del resumen de los duelos no elaborados por ti o por tus familiares. Estoy segura que encontrarás sorpresas, no sólo en las manifestaciones emocio­nales, sino en la representación en tu cuerpo. Lo que significa que aceptes las pérdidas actuales y las del pasado (recuerda las muñequitas rusas). Este ejercicio se convierte de inmediato en una hermosa oportunidad de sanar no sólo el duelo sino tu vida.

Posteriormente, ubica tu dolor en el contexto en que vives, es posible que las pautas y patrones de tu sociedad se encuentren en contra vía con tus sentimientos. Eso significa que al intentar expresarte no puedas hacerlo porque seguramente te lo repro­charán. En cambio, tienes que optar por vivir tu duelo en sole­dad36 o simplemente adaptarte a las normas sociales sin seguir tu corazón. Aunque el libro, en términos generales, te ayuda a manejar cualquier tipo de pérdida, aquí aprenderás algunos

36 Un ejemplo de esta situación la he encontrado en hombres y mujeres que tienen una relación de am antes y al morir alguno de los dos, el otro no puede hacerse presente en las honras fúne bres, el dolor por este hecho dura años.

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caminos para enfrentar la muerte de un ser querido. Algunas de las tareas señaladas, como la de la “silla vacía”, te servirán para superar otros duelos.

Un ejemplo interesante al respecto lo constituye la muerte de una persona en otro país, sus familiares hacen hasta lo imposi­ble por repatriar el cadáver completo y no después de que tenga lugar la incineración. La razón fundamental es poder despedirlo con todos los ritos que le corresponden por ser de ese país o esa región, además de poder constatar su muerte física37 y poder ini­ciar el proceso de despedida y duelo.

Otra tarea importante será saber qué hacer en el momento de despedir a uno de tus seres amados. Tener claridad sobre los rituales38 aligera el dolor, cosas tan decisivas como saber dónde se realizarán las exequias, el sacerdote que oficiará la misa, qué color de ataúd, qué recordatorio ordenar, decidir si se anuncia o no en la prensa el fallecimiento, decidir con todos los familia­res el tiempo39 que durará la velación. Es importante mencio­nar que los recuerdos más dolorosos de las personas tienen que ver con esta situación, algunos familiares necesitan mucho tiem­po para asimilar la muerte y ver por algún tiempo a su ser queri­do les aligera su proceso de despedida. Esta situación no debe ser delegada sino consultada. Lo sé, por los miles de reproches que he escuchado en terapia, o por los sentimientos de culpa de quienes asumieron esa responsabilidad. A mayor claridad mayor tranquilidad.

La otra tarea fundamental será hacer por quien muere, lo que éste hubiese querido, tanto en su despedida, como posteriormen­

37 Cuando no se logra ver al m uerto, el duelo es de muy difícil elaboración, siempre se tendrá la duda, algo así com o un muerto fantasma.

38 En las com unidades indígenas los rituales están claramente establecidos, todos los miembros de la com unidad saben qué hacer en cada paso para despedir a su muerto.

39 En una ciudad de Colombia, desde hace aproximadamente 5 años por problemas de orden público se ha estado implementando un ritual de enterramiento que se ha denominado el “camillazo", que consiste en que al muerto, por alguna razón, no se le hace velación y es transportado directam ente del hospital o medicina legal al cem enterio, allí se le hace alguna sencilla cel­ebración religiosa y se entierra de inmediato, muchas veces esto acontece en pocas horas.

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te, con sus bienes o sus decisiones. Tengo pleno conocimiento de que cumplir con las últimas voluntades de la persona amada facilita la sanación, de lo contrario, lo que se presenta es un senti­miento de deslealtad y culpa. Si la persona que falleció quería que luego del sepelio todos los hijos se reunieran, deben hacer­lo en su honor y cumplir con la petición; muchos ejemplos de obras benéficas dan cuenta de voluntades postumas. Es preciso tener presente que no se pueden hacer imposibles y que la per­sona doliente debe desprenderse del sentimiento culposo ante la irracionalidad40 de la solicitud.

Realizar actividades de despedida o encuentros en honor de los que se han ido, reconforta el alma. Recuerdo, con profun­do amor, que ocho días después del fallecimiento de mi herma­no, mis amigos y compañeros de la universidad organizaron una noche de poesía y trova cubana en su honor, fue un acto bellísi­mo que me alivió el alma, me permitió llorar de emoción y recon­ciliarme con la cotidianidad, al día siguiente entendí que la vida continuaba.

Continuando con la trama de sanación, será necesario lograr despedirte de verdad. Debes hacer todo lo que sientas que te sana, es posible que necesites hacer una carta diciéndole a la per­sona que murió cuánto la extrañas, qué ha pasado en tu vida y en la de todos luego de su ida. Después puedes ir al cementerio y leerla al lado de su tumba, posteriormente quemarla y experi­mentar la sensación de que el mensaje llegará al cielo. Algunas veces he realizado esta actividad con toda la familia y al final todos han manifestado un alto grado de alivio en su corazón. Un niño, luego de una sesión, expresó que un ángel le había ayuda­do para que el humo realmente no se perdiera en las nubes y lle­gara a su destino final.

40 Una ocasión atendí el caso de una pareja de amantes que deciden suicidarse, los dos tenían otras relaciones matrimoniales con hijos. En la nota suicida sus hijos quedan distribuidos entre amigos y familiares desconociendo a la viuda y al viudo.

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Existen algunas técnicas utilizadas en la psicología, una de ellas se conoce con el nombre de “silla vacía”41: la persona que quiere despedirse de su ser amado y con la ayuda de un terapeu­ta, logra un estado de relajación y trae mentalmente a la persona fallecida, ubicándola en la silla vacía y le expresa todo lo que no se dijo al momento de fallecer o durante la vida. En ese mismo ejercicio, se cambia de silla y se da la palabra en forma metafóri­ca, a la persona que ya no está. Éste es un ejercicio terapéutico muy sanador, se tiene al final la sensación de descanso por haber tenido la oportunidad de expresar lo guardado.

Saber que el duelo va por el camino de la sanación significa que has logrado adaptarte a los cambios que se dan luego de que alguien fallece. Son muchos y en un primer momento pueden parecer invasivos y de difícil asimilación. En el caso de la muerte de una esposa/o por ejemplo, la vida, la cotidianidad y el futu­ro cambian, todo cambia. Saber que se está superando el duelo significa poder reacomodar la existencia, transformar lo necesa­rio y mantener lo que se requiere mantener. Sabes que esto está sucediendo cuando el dolor por el ser amado se transforma en recuerdo y gratitud.

Seguramente necesitarás de otros que te acompañen en el camino, algunos familiares cercanos y significativos, una ayuda espiritual y emocional, una ayuda profesional, o quizá el encuen­tro con otros que han vivido una pérdida semejante a la tuya42.

El camino final de reconstrucción emocional se da cuando ini­cies nuevos vínculos y disfrutes de los que siempre has tenido, es decir, cuando mires a los vivos y te encuentres construyendo nuevos caminos. Inicias y luego entenderás que aunque el reco­rrido fue lleno de obstáculos y dolor, el crecimiento y el apren­dizaje hoy hacen de ti un ser distinto.

41 A los lectores interesados recomiendo el texto: El darse cuenta, que incluye m uchos ejercicios y técnicas para el trabajo en duelo.

42 Este tem a de los grupos terapéuticos será trabajado en otro libro de la misma serie.

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No olvidaré la frase del trabajo final de Freddy Peña, termi­nando el primer semestre de psicología, informe que realizó des­pués de entrevistar a una mujer a quien le habían secuestrado y luego asesinado a su hijo, su informe, igual que él estaba inva­dido de dolor, sentía que era imposible recuperarse de ese sen­timiento de impotencia y rabia, quizá la frase que salió de su corazón fue la que le permitió reencontrarse con la esperanza, la que jamás podemos perder.

Aunque el dolor aterrice nuestros sueños, el cielo nos recordará que fuimos diseñados para volar.

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Cq f Cq vivir los duelos: cartografía emocional ( S L / para la sanación de las pérdidas, es

una puesta en escena del mundo interior cuando se hace nécesario enfrentar lo inevitable. En el libro se devela, paso a paso, cada etapa de la vida y se muestra cómo desde la niñez nos vemos abocados a enfrentar los dolores. La autora analiza ampliamente las fases que se atraviesan cuando el luto toca nuestra puerta. Hace, en particular, un análisis detallado del dolor hecho síntomas y enfermedad, lo cual se refleja en el cuerpo. Este es el mayor aporte del libro, pues con la cartografía emocional y su representación en el cuerpo, el lector podrá comprender qué es lo que duele Cuando le duele el alma. La propuesta final es esperanzadora ya que sugiere un proceso de sanación, con ejercicios simples y amorosos. Dado que todos hemos vivido un duelo, el libro resulta valioso para todos los lectores, sin excepción. Se convierte, ade­más, en una excelente guía para profesionales, amigos, familiares o facilitadores de grupos de duelo.

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SAN PABLO