giachetti, d.: italia más allá del 68

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GIACHETTI, D.: Italia más allá del 68

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  • DIEGO GIACHETTI

    MS ALL DEL 68Antes, durante y despus

    del movimiento

    Diego Giachetti (1954) ha participado en diversas investigaciones sobrela historia de la izquierda extraparlamentaria en Italia, a caballo entre losaos sesenta y setenta. Redactor de la revista Per il Sessantotto, colabo-rador de varios peridicos, es autor entre otros de los libros: Il giornopi lungo. La rivolta di Corso Traiano, Torino 3 luglio 1969; La Fiat inmano agli operai. L'autunno caldo del 1969; Anni Sessanta comincia ladanza. Giovani, capelloni, studenti ed estremisti negli anni della con-testazione; Un rosso relativo. Anime, coscienze, generazioni nel movi-mento dei movimenti y Nessuno ci pu giudicare. Gli anni della rivol-ta al femminile.

  • Prefacio a la edicin en castellano . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

    Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1368 bueno, organizaciones malas? . . . . . . . . . . . . . . . . 13Censuras y represiones psicolgicas . . . . . . . . . . . . . . 17El 68 y la nueva izquierda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23Una propuesta cronolgica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

    El pre-68: la incubacin poltica y cultural . . . . . . . . . . . 33Fragmentos y fermentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331956: la reapertura de la discusin . . . . . . . . . . . . . . . . 38Los aos sesenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41El maosmo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

    El movimiento del 68 y sus problemas . . . . . . . . . . . . . . . 61Ventajas y lmites de la democracia asamblearia . . . . . 63Se discute (y cmo!) de organizacin . . . . . . . . . . . . . 71La relacin con la clase obrera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

    Y despus del 68? El 69 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91El encuentro obreros-estudiantes relanza el problema de la organizacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

    Del movimiento a los grupos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103Las razones que llevaron al nacimiento de los grupos de nueva izquierda . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

    Sociologa de los grupos de nueva izquierda . . . . . . . . . 113El cruce de tres generaciones polticas . . . . . . . . . . . . 117La composicin social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122El nacimiento de una clase poltica militante . . . . . . . . 124Tipologa del militante de la nueva izquierda . . . . . . . 128El fraccionamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130Anarquistas y trotskistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133El fenmeno marxista-leninista . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149Poder Obrero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159Lucha Continua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164La Liga de los Comunistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173El Manifiesto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175

    Ttulo original: Oltre il Sessantotto. Prima, durante e dopo il movimento(BFS edizioni, 1998)

    Maquetacin: Virus editorial

    Traduccin del italiano: Virus editorial, Paco Madrid

    Cubierta: Xavi Sells

    Primera edicin en castellano: septiembre de 2006

    Copyright Diego GiachettiCopyright de la presente edicin:

    Lallevir, S.L./VIRUS editorialC/Aurora, 23, baixos08001 BarcelonaT./fax: 93 441 38 14C/e.: [email protected]: www.viruseditorial.net

    Impreso en:Imprenta LunaMuelle de la Merced, 3, 2. izq.48003 BilboT.: 94 416 75 18Fax: 94 415 32 98C/e: [email protected]

    ISBN: 84-96044-76-9Depsito legal:

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  • La reflexin histrica e historiogrfica sobre el 68 y sobrelos tiempos revolucionarios no puede dejar de medirse conla posibilidad de incorporar el acontecimiento en un marcointerpretativo que se va consolidando cada vez ms sobre elsiglo XX. Es en esta perspectiva que hay que situar el pro-blema que plantea el papel desarrollado por los movimien-tos contestatarios y revolucionarios de los aos sesenta ysetenta. Para llegar a este resultado es necesario abandonarla idea del 68 como acontecimiento de duracin breve,como llamarada que se consume en pocos meses, a favor dela idea de un 68 largo.

    Considerar el 68 como un acontecimiento breve tienecomo primera consecuencia la separacin del movimientodel 68 de las luchas obreras del 69 y su reduccin a un con-flicto de tipo meramente generacional, despojndolo asde sus contenidos subversivos y anticapitalistas. Otra con-secuencia viene dada por la incapacidad de profundizar yde empezar a entender los aos setenta en Italia, aos deconflicto de clase y de protagonismo social que no tienencomparacin con ningn otro momento de la historia denuestro pas. No se trata slo de un olvido psicolgico. Setrata de una prdida de disponibilidad, de categoras, decriterios, de conceptos, de puntos de vista capaces de guiary orientar una reconstruccin, una explicacin dotada desentido, de los desarrollos histricos acaecidos en estagran ola del movimiento. Y de ello tambin deriva una difi-cultad historiogrfica ms general para colocar la estacinde los movimientos, es decir, el veinteno 60-70, en la his-toria de la Italia republicana. Es en este sentido que una

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    Vanguardia Obrera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178El Movimiento Estudiantil de la escuela pblica . . . . . 182La disidencia catlica: el caso del Movimiento Poltico de los Trabajadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184El Partido de Unidad Proletaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

    El 68, los radicales y la nueva izquierda . . . . . . . . . . . . . . 193El Partido radical y los movimientos por los derechos civiles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197

    Del 68 al 77 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201Solidaridad nacional, austeridad y sacrificios . . . . . . . 205Crisis econmica, reestructuracin y descentralizacin productiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215Despus del 20 de junio de 1976:la crisis de la trada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219 El desarrollo del rea de la autonoma . . . . . . . . . . . . . 224El movimiento como liberacin de la forma partido . . 229Los Crculos del Proletariado Juvenil y el cuerpo como sujeto poltico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232Los jvenes como categora social de la accin colectiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236Sobre el movimiento del 77 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239Una confrontacin entre dos movimientos . . . . . . . . . 248

    Cronologa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265

    Prefacio a la edicin en castellano

  • los pases capitalistas. El prestigio y la autoridad del Krem-lin haban disminuido bastante desde 1956. Las implicacio-nes contrarrevolucionarias de la doctrina de la coexisten-cia pacfica y de la va parlamentaria del socialismo, ascomo las grotescas distorsiones creadas por la ausencia dedemocracia obrera y por los abusos perpetrados por lacasta burocrtica privilegiada, llevaban a los jvenes a unatoma de distancia crtica y radical de aquel sistema poltico.La socialdemocracia se descalificaba a s misma por igual.Su promesa de una superacin gradual del sistema capita-lista se haba transformado en gestin o co-gestin del sis-tema mismo y, por ello, no despertaba simpatas entre losjvenes revolucionarios.

    La vanguardia politizada constituida por la nueva gene-racin, a diferencia de la generacin precedente, no habavivido la experiencia de fracasos y derrotas trgicas, terri-bles y prolongadas en el tiempo, comparables a las delpero do de la ascensin del estalinismo, del fascismo y delnazismo antes de la Segunda Guerra Mundial en Europa, nitampoco el colaboracionismo de clase practicado por lasdirecciones comunistas de los pases occidentales durantela guerra e inmediatamente despus.

    La figura del joven tenda a identificarse con la del estu-diante en la medida en que, en las dcadas de los cincuenta ysesenta, la poblacin escolar haba crecido en todos los pa-ses desarrollados o en vas de desarrollo del mundo. Laintensidad de las manifestaciones estudiantiles en Pars yBerln, en Mjico, Brasil, Italia, Egipto y Pakistn, Polonia yChecoslovaquia, testimoniaban el carcter universal delfenmeno. La casi inmediatez del sistema mundial de comu-nicacin y el desarrollo de los viajes internacionales jugaronun papel importante en este proceso de universalizacin dela revuelta. Los estudiantes que se rebelaban en una reginimitaban rpidamente los mtodos de otros, copiaban suseslganes, se relacionaban y comunicaban entre ellos.

    Entre los estudiantes polticamente radicalizados sepodan encontrar muchas tendencias y posiciones polticas.

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    investigacin y un debate historiogrfico sobre el 68, libe-rados del puro y simple evento (si bien extraordinario ymuy radicado en la experiencia de toda una generacin), ydirigidos en cambio a investigar y reconstruir toda la tramade vnculos con un antes y un despus, pueden ser ele-mentos decisivos para la entera historia poltica, social,econmica y cultural de la Italia republicana.

    Slo liberando al 68 de la etiqueta de evento que lo apri-siona se logra penetrar en los aos setenta, aos caracteriza-dos por grandes luchas sociales, polticas y sindicales, por lapresencia de los movimientos, culturas juveniles y prcticaspolticas y tericas de los varios grupos polticos de la nuevaizquierda. En aquellos aos, reductivamente definidosaos de plomo y del terrorismo, la sociedad italiana se vioatravesada por movimientos sociales antagonistas portado-res de exigencias de cambio, conscientes de que su realiza-cin implicaba una transformacin profunda de la estructu-ra social capitalista y del poder en sentido amplio.

    La reflexin sobre los temas tratados en el libro nopuede no tener en cuenta el marco internacional coetneoa la poca tratada, ante todo porque aquellos movimientostenan caractersticas que traspasaban las fronteras nacio-nales, constituan una especie de internacional juvenilcontestataria y revolucionaria que haba forjado una nuevageneracin de jvenes revolucionarios. sta se haba ali-mentado de eventos histricos y sociales que iban desde larevolucin colonial hasta los nuevos avances de la lucha delos afroamericanos en los Estados Unidos, pasando por lasdeclaraciones reveladoras de Kruschev sobre los crmenesde Stalin y la represin de Mosc contra la revolucin hn-gara de 1956. Se vea favorecida por la revolucin argelina,reciba un impulso decisivo de la victoria de la revolucincubana en 1959 y tambin se haba desarrollado paralela-mente a la escalada de la guerra de Vietnam.

    La crisis abierta por la cada del sistema estalinista en lospartidos comunistas de todo el mundo favoreca la radicali-zacin de la juventud tanto en el bloque sovitico como en

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  • burocrtico y corto de miras tpico del movimiento estali-nista. Exceptuando a los neoestalinistas, compartan unafuerte tendencia antiautoritaria y antiburocrtica y no res-petaban las tradiciones consolidadas en la gloriosa historiadel movimiento obrero. Finalmente, la prctica de los movi-mientos juveniles de los aos sesenta y la del movimientoestudiantil haban contribuido a crear un nuevo estilo, unanueva manera de hacer poltica y de hablar la poltica, depensar la poltica. Al mismo tiempo, a nivel de actitudes ycostumbres se daba una autntica ruptura generacional quereciba influencias del movimiento juvenil americano, delos campus universitarios, se nutra de la msica rock y que,frente al conformismo y la hipocresa pequeoburguesa,introduca la contestacin de los melenudos.

    No hay que olvidar, en fin, que aquellas luchas y aquellosmovimientos se dieron en un momento de crisis y de transi-cin del capitalismo occidental. La revuelta obrera fue, almismo tiempo, el producto y la puesta en discusin de laorganizacin taylorista del trabajo. En aquellos aos lasluchas obreras pusieron en crisis el modelo fordista. La fuer-za de trabajo reivindicaba la autonoma, rechazaba el traba-jo por ser subordinado y asalariado, ejerca poder y rompacon esquemas organizativos heredados de la tradicinsocialdemcrata y estalinista, redescubriendo la experien-cia de los comits, asamblearia, la dimensin colectiva, valo-rizando la relacin movimiento-partido-sindicatos en senti-do horizontal, invirtiendo la jerarqua de la lnea que ibadesde arriba hacia la base. En este marco se daba la pri-mera recesin econmica significativa de 1974-75, despusdel largo ciclo expansivo del capitalismo que haba empeza-do tras la Segunda Guerra Mundial. Terminaba la edad deoro del neocapitalismo keynesiano, empezaban los proce-sos de reestructuracin que modificaban el mercado de tra-bajo, el mercado financiero y las polticas gubernamentales.

    Desde el punto de vista geopoltico, los aos setentaeran la dcada en la que maduraba la mayor crisis del impe-rialismo americano junto al apogeo y declive del sistema

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    En la bsqueda de una nueva base ideolgica redescubrierony pusieron en circulacin concepciones que se haban experi-mentado en los inicios de la historia del movimiento socialis-ta europeo. Frente al centralismo democrtico, se proponala democracia directa y la descentralizacin como remedio ala institucionalizacin y la burocratizacin de la poltica y dela actividad sindical. Algunas corrientes estudiantiles llega-ron a negar el papel del partido, de la vanguardia, criticaron afondo el leninismo y el bolchevismo, contraponiendo a ello elmovimentismo, la accin espontnea, la autoorganizacin delos oprimidos desde abajo, la asamblea o el colectivo en lugarde la delegacin representativa. Maosmo, neoanarquismo,espontanesmo, luxemburguismo, trotskismo, el Marx de losGrundrisse, castrismo, guevarismo y estalinismo revisado,pero tambin lingstica, psicoanlisis, sociologa crtica,estructuralismo, existencialismo, Escuela de Frankfurt,representaron el pudding ideolgico del que naci la nuevaizquierda. El marxismo pas a ser, un poco como el rock y elbeat, el lenguaje comn de la nueva izquierda, extremista,revolucionaria y de carcter grupuscular. Se trataba, sinembargo, de un marxismo eclctico, infiltrado por elementosimpuros, externos a ste y a la tradicin comunista en el sen-tido sovitico del trmino.

    Esta nueva generacin de militantes polticos tena algu-nas caractersticas en comn. Llegaron a ser militantes pol-ticos a jornada completa, la poltica absorbi sus vidas, inva-di sus das. Su toma de conciencia no haba seguido latrayectoria tradicional ligada a la rutina del trabajo polticoen organizaciones polticas y sindicales del movimientoobrero, haban llegado a conclusiones revolucionarias a tra-vs de un pensamiento crtico independiente y haban teni-do que elaborar soluciones individuales para problemascomplejos. La mayor parte de ellos no eran partidarios delas organizaciones juveniles comunistas y socialistas, sinoque se sentan atrados por grupos juveniles de la nuevaizquierda. Les mova un autntico internacionalismo y unespritu de solidaridad que era distinto del nacionalismo

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  • sovitico. La derrota estadounidense en Vietnam marcabael punto ms bajo del declive americano. Para la generacindel 68 que haba esperado renovar radicalmente el comu-nismo empezaba un rpido proceso de prdida de ilusio-nes. La muerte de Mao en 1976 y la derrota de la banda delos cuatro cerraban definitivamente el ciclo de la revolu-cin cultural que tanto entusiasmo haba despertado enalgunos sectores de los movimientos contestatarios enOccidente. Vietnam, un smbolo para toda una generacin,se hunda tras la liberacin con la desesperada huida de losprfugos (unos 300.000), con la invasin de Camboya y enla guerra con China (febrero-marzo de 1979). Una ventiscafra, parecida a la que se sinti en la poca del XX Congresodel PCUS y el informe secreto de Kruschev de 1956, caasobre las generaciones ms jvenes provocando cansancio,desilusin y reflujo. Los aos ochenta estaban a punto dellegar, terminaba la presidencia de Carter, empezaba la deReagan, mientras la URSS petrificada en la imagen de Brez-nev se ahogaba con la invasin de Afganistn y el estanca-miento de su sistema econmico.

    En aquella dcada estaba empezando el final del sigloXX. Como ha escrito un experto italiano: todas las noveda-des que estamos acostumbrados a asociar con los aosochenta y noventa (reaganismo econmico, erosin delwelfare, liberalizacin de los movimientos de capitales,nueva legislacin para la relacin entre banca e industria,cada de los sistemas comunistas, aumento de las desigual-dades dentro del llamado Tercer Mundo) estn implcitas enel momento clave de mediados de los aos setenta. Msque un siglo breve, segn el ttulo del conocido libro delhistoriador ingls Eric J. Hobsbawm, el siglo XX ha sido unsiglo brevsimo porque ya en los aos ochenta, aunquean no nos diramos cuenta, estbamos dentro de un nuevociclo histrico (Massimo Bontempelli, Un bilancio delsecolo breve, Koin, n. 6-10, enero-septiembre de 1999).

    Diego Giachetti

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    E mi ricordo chi voleva al potere la fantasi

    erano giorni di grandi sogni saierano vere anche le utopie.Ma non ricordo se chi c'era

    aveva queste facce quinon mi dire che propio cosnon mi dire che son quelli l.

    Vasco Rossi1

    68 bueno, organizaciones malas?

    El 68 acaba y no compromete. Mucho ms comprometi-dos sern los aos siguientes y, tal vez, por esta razn sonpocos los que hablan de ello. Incluso los pocos que osanhablar de esos aos los observan como si mirasen fugaz-mente una habitacin al mismo tiempo que se va cerran-do la puerta lentamente para cerrarla despus de un por-tazo.

    Desde cualquier punto de vista, los aos posteriores al68 pesan y comprometen a todos: a los movimientos, a losgrupos de la nueva izquierda, al PCI de Berlinguer pues-to en marcha sobre la va del compromiso histrico y de losgobiernos de solidaridad nacional y a las formaciones delucha armada.

    Pesan y comprometen, tambin desde un punto de vistapersonal, a muchos de los protagonistas del 68, que antes deretirarse a la vida privada reciclndose o insertndosecmodamente en el sistema, pasada la alegre fiesta comu-nitaria del movimiento estudiantil, haban participadodurante todos aquellos aos, y con funciones de cierta res-ponsabilidad, en uno o ms proyectos polticos que tenan

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    Introduccin

  • tal cual es, ha hecho de todo esto objetos contundentespara mortificar despiadadamente a quien ms omenos se haba retrasado en la oposicin al estadode las cosas presentes. As, se ha desencadenado unamutacin de furiosos pasdaran2 del mercado y de ren-corosos curas rojos que han colgado los hbitos.3

    La valoracin de Democracia Proletaria (DP), como here-dera del perodo de luchas y de militancia, arroja algunosdatos que nos ofrecen una primera idea aproximada acercade la hecatombe que trastorn a la generacin a la que hace-mos referencia. En 1987, en DP, con algo ms de diez mil afi-liados, los ex militantes de los grupos de nueva izquierda versin aos setenta y que en la poca contaban condecenas de miles de militantes, eran casi dos mil: 910 deVanguardia Obrera, 673 de PdUP y 295 de Lucha Continua.4

    No es por maldad que indicamos un recorrido similar enla reflexin, es ms bien porque an pensamos, tal comodeca alguien en el siglo XIX: que sea el ser social quiendetermine la conciencia. Si todava es as y quien escribeconsidera que s una aproximacin tal nos permite esta-blecer dos operaciones. La primera, de naturaleza huma-nitaria, que consiste en devolver a los protagonistas supropia memoria. Memoria que los evocadores de aniversa-rios, y no precisamente de pluma y palabra fcil, despusde haberles amargado la vida durante muchos aos, inten-tan hoy arrancarles incluso el pasado contndolo tal ycomo a ellos les gusta.5

    La segunda nos permite entender las razones por lascuales, aprovechando las conmemoraciones del pasado, sehabla demasiado del 68, mientras que se silencia y se omiteel despus, definido lapidariamente por alguno como unairresponsable explosin de demagogia y de ideologa.6

    De esta manera, puede suceder que un simple ciudada-no, dotado de un nivel cultural medio, pero distrado delcompromiso con la vida, se encuentre con lecturas u oigaentrevistas de los protagonistas del 68 y reciba la siguiente

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    la intencin de estimular y favorecer una transformacinrevolucionaria de las relaciones de produccin capitalista.

    Se est a la espera de investigaciones que tracen un mapagenealgico del trayecto recorrido por la elite dirigente delos grupos de nueva izquierda en la dcada de los ochenta yprincipios de los noventa. Se esperan tambin estudios einvestigaciones de carcter sociolgico que cuantifiquen elfenmeno de la generacin que fue protagonista de un granciclo de luchas y que produjo miles de militantes y cuadrospolticos que despus volvieron a ganarse la vida con suspropios oficios y a comprometerse, sin infamias y sin ala-banzas, con los sindicatos y con los partidos de izquierda.Por otra parte, una estrecha minora la ms conocidaqued filtrada por la peor tradicin del socialismo italianola de Craxi, Martelli, Intini y De Michelis siendo confun-dida, adems, con los herederos de Raniero Panzieri, unintelectual honesto y apto, al cual se haban dirigido parareconstruir el pensamiento marxista y socialista de la nuevaizquierda. De todas maneras fue un fenmeno social condimensiones de masa, que marc vidas y esperanzas an porconsiderar y explicar utilizando, incluso si fuera necesarioentre los muchos instrumentos disponibles, la tpica formanarrativa de la novela. Un fenmeno que, para muchos inte-lectuales de la vieja nueva izquierda, ha vuelto a proponerun tema grato a la historia de los hombres de cultura denuestro pas, el del transformismo. En la actualidad, cam-biar de ideas es muy normal y autnticamente lcito pero,para muchos ex dirigentes y secretarios de los partidos de lanueva izquierda hay algo ms:

    una parte de la intelectualidad que nos sucediha exagerado. No se ha limitado a cambiar de idea, porgusto o por necesidad banal, sino que ha querido hacerde su conversin una arma para encontrar trabajo,rol, poder y xito. Y de su nueva fe anticomunista, de sunuevo doroteismo y craxismo, de su entusiasmo denefito por el mercado, las mercancas y la sociedad

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  • Todo esto lo ha reflejado Adriano Sofri al hablar de lasrazones que indujeron a Marino a involucrarlo en el delitode Calabresi (el comisario Luigi Calabresi fue el responsa-ble de la polica poltica de Miln. Dirigi el interrogatoriodel ferroviario anarquista Giuseppe Pinelli, sospechoso dehaber colaborado con Pietro Valpreda, tambin militanteanarquista y principal acusado de la explosin de la bombacolocada el 2 de diciembre de 1969 en un banco de Milnque provoc la muerte de diecisis personas. La noche del15 de diciembre G. Pinelli cay desde la cuarta planta de lajefatura de polica durante el interrogatorio. Toda laizquierda parlamentaria italiana acus a Luigi Calabresi deser el responsable de la muerte del anarquista. Todos losjuicios demostraron que Pinelli y Valpreda no tenan nadaque ver con los atentados):

    a sus ojos, mi vida [...] se ha convertido en unejemplo de traicin, egosmo, xito, poder oficial yautoridad mundana. A sus ojos, las dificultades y lamiseria de su vida han sido un golpe de suerte y de latraicin de gente como yo.7

    Censuras y represiones psicolgicas

    Entre la cantidad de entrevistas difundidas por los ex lde-res del movimiento, la de Franco Russo, publicada en elperidico L'Unit el 1 de marzo de 1993, es un buen ejem-plo de la reduccin del 68 como algo que termina y no com-promete. Dice el entrevistado:

    el 68 dur ocho meses, en otoo cuando naciLucha Continua y Poder Obrero estaba ya liquidado.Despus, todo cambi de signo, el movimiento se empo-breci de lo mejor y se convirti en la reserva de caza delos grupos.

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    imagen: hubo un 68 y, tal vez, tambin un 69, despus ungran agujero negro, y al final, un presente representadopor el hecho de que probablemente el entrevistado, en esteintervalo temporal se haya convertido en un manager, enun presentador de televisin, en un periodista famoso o enel director de un faccioso y polmico telediario de los tresque tiene el grupo Berlusconi-Fininvest-Forza Italia. Todoesto, despus de que el entrevistado hubiera participadoen el movimiento estudiantil y en Lucha Continua con fun-ciones dirigentes (ver el ejemplo de Paolo Liguori). O inclu-so puede citarse el caso del nuevo ministro de Medioam-biente, hoy teido de verde guisante pero que, al mismotiempo, fue exponente de primer plano de VanguardiaObrera y despus de Democracia Proletaria.

    Podran reconstruirse an otras historias similares.Queda lejos de nosotros expresar un juicio moral que, ade-ms, sera demasiado banal y presentido. Quisiramossealar solamente una contradiccin, que es la fuente delposible origen del agujero negro de la memoria, un agujerodeseado sobre todo por los protagonistas, que hubiesenquerido borrar durante estos ltimos aos sus propias hue-llas antes de reestrenarse en sociedad.

    Un agujero negro que, por desgracia, ha sido slo relle-nado a veces por los arrepentidos, como Leonardo Mari-no, un obrero de Lucha Continua y amigo personal decompaeros que despus se convirtieron en dirigentesindustriales, en directores de peridicos, senadores, ter-tulianos respetados y cotizados; Marino, en cambio, acabvendiendo crpes despus de que le hubieran truncado laoportunidad de hacer la revolucin en nombre del Poderobrero.

    Que una persona como Leonardo Marino haya actuadodesde el resentimiento nos parece comprensible, no acep-table ni justificable, pero s comprensible. Grandes nove-listas han escrito pginas admirables sobre la potencia des-tructiva de la envidia, el rencor personal y el resentimientoincubado durante aos.

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  • crebles que la posterior reconstruccin voluntaria delrecuerdo.

    La memoria voluntaria, adems de estar sometida al des-gaste del tiempo, engaa, cancela, remueve, reconstruye yvuelve a seleccionar, activando un mecanismo psquicoque tiende a la defensa de la propia identidad. Tal como seha sealado, la necesidad de recordar viene acompaadaproporcionalmente de la necesidad de olvidar. Memoria yolvido son procesos y hechos concomitantes, as que, si estil y necesario reflexionar sobre la utilidad y el uso del tes-timonio y de la memoria de los protagonistas, deberahacerse lo mismo por lo que respecta al olvido y las repre-siones psicolgicas.8

    La necesidad de recolocar el peso y el alcance de losacontecimientos vividos nace, en este caso, de una instinti-va necesidad de defender la propia experiencia, la propiaindividualidad:

    para salvar la identidad, muchos atribuyen elbien a un movimiento inicial incorrupto y la degenera-cin a un perodo posterior.9

    Respecto a aquellos aos podemos determinar un tripleproceso de represiones psicolgicas del fenmeno del 68.

    El primer proceso consiste en encender los reflectoresslo sobre el evento del 68, desunindolo de todo lo suce-dido posteriormente, para colocarlo en una dimensin sinespacio ni lugar, como si la historia se hubiese interrumpi-do bruscamente y sin continuidad. As, por ejemplo, enuno de los ensayos ms clebres sobre el ao de los estu-diantes, aparecido en ocasin del 20 aniversario del 68,escrito por Peppino Ortoleva, y recuperado favorablemen-te por muchos estudiosos, se traza una delimitacin en unsentido temtico y cronolgico que tiene profundas impli-caciones metodolgicas e interpretativas. En la introduc-cin escribe:

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    Despus de este juicio de peso y comprometido, tene-mos que proporcionar inmediatamente, por un deber decrnica, una informacin a nuestro imaginario interlocutory lector de entrevistas sobre el 68 ya que, de otro modo, apartir de los elementos suministrados por la entrevista,podra pensar ingenuamente que, despus de estos ochofantsticos meses, Franco Russo haba acabado con todotipo de actividades polticas consistentes entonces en bati-das de caza dentro del movimiento por parte de los grupos.

    En cambio, no ha sido as. Franco Russo, que en la pocaya no era un recin llegado ni en la poltica ni en el movi-miento, puesto que haba formado parte del PCI y de la sec-cin italiana de la IV Internacional, en el 68 promovi,junto a Paolo Flores d'Arcais, un pequeo grupo llamadoNcleos Comunistas Revolucionarios con el que participen las experiencias de los grupos de nueva izquierda deaquellos aos para pasar sucesivamente a VanguardiaObrera, a DP y a los Verdes. El entrevistado refleja, en parte,el drama de una generacin que hizo el 68, que particip enla constitucin de los grupos de nueva izquierda, con susrelativas disporas, unificaciones, divisiones, y que hoy seencuentra obligada a reflexionar sobre uno o ms fenme-nos, que fueron, precisamente, acontecimientos centralesen sus vidas.

    En todo esto se encuentran las ventajas y la fascinacinde la historia subjetiva, pero tambin la parcialidad y la exa-geracin de quien reconstruye sin poderse liberar comple-tamente de sus estados de nimo, sobre todo de los mspresentes, que no son ms que la expresin de aquello enlo que uno se ha convertido.

    Es admirable y til intentar reconstruir el 68 partiendode la base de cmo lo percibieron entonces sus protagonis-tas sin dejar de considerar un dato muy evidente: son dema-siados los que mezclan voluntariamente los recuerdos y laspercepciones de entonces con su estatus actual. sta es larazn por la que, entre las formas de conservacin de lamemoria subjetiva, las pginas de un diario son mucho ms

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  • En cambio, no resulta fcil, afrontando desde lo concre-to el estudio del trienio 68-70, demostrar que ha existidouna clara interrupcin entre un movimiento bueno y la ins-trumentalizacin por parte de formaciones polticas malas,que bajo formas de espritus malficos se habran divertido,a lo largo de todo el siglo que est por terminar (encarnn-dose en formas polticas o sindicales distintas), en troncharlo nuevo y en aprisionar los movimientos en estructuras yaparatos burocrticos.

    La espasmdica investigacin actual de lo nuevo,representado por el evento del 68 y cargado de significadohistrico y universal, ha conducido a arriesgadas, pero tam-bin divertidas, propuestas para forzar la frontera inter-pretativa que ata el 68 con la izquierda a fin de intentarentregarlo a la derecha (Fini, Berlusconi, Buttiglione, Casi-ni, los empresarios del nordeste) porque sas seran elfruto de esta historia y de esta sociedad.14

    No creo que sugerencias parecidas sean suficientes parademostrar una tesis, igual que no creo que las hiptesispuedan ser juzgadas como vlidas, al menos si slo se basanen el criterio de la fascinacin metodolgica que tales suge-rencias ejercen. Para quien toma este camino, la recons-truccin histrica se convierte en un elemento ocasional,en un contenedor del cual poder extraer los hechos quemejor se adaptan a la tesis que se quiere demostrar, preva-leciendo la tentacin de dar un juicio de valor sinttico, esdecir, no convincente:

    es una tentacin resolver la cuestin desde elplano de la identidad y de las caractersticas subcultu-rales, prescindiendo de un anlisis ms puntual sobrela dinmica histrico-poltica.15

    De todo lo que ha dado que hablar el 68, tanto de su sen-tido histrico como de su significado, prevalece, a menu-do, slo y nicamente el aspecto inherente al debate sobrecul sera su mejor modelo interpretativo. Se nos detiene

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    Aqu el anlisis se para: en 1968 acaba y comienzala historia de varios movimientos polticos de nuevaizquierda, de carcter estrictamente nacional y local ycaracterizados por una base social en parte distinta aaquella propia del movimiento estudiantil.10

    De esta manera, no slo se liquida la historia de los aossetenta sino que se renuncia, inmediatamente, a la relacinexistente entre el 68 estudiantil y el 69 obrero.

    El segundo proceso atena aquella parte del 68 quetuvo unos contenidos subjetivamente revolucionarios yanticapitalistas delimitados en la fiesta comunitaria que sedesarroll en las universidades ocupadas, donde los aspec-tos humanos parecan prevalecer sobre los polticos,como por ejemplo la ruptura con las familias o los temoresde que las fichas policiales pudiesen perjudicar las futurascarreras universitarias. Pero, al menos, quien dice estascosas es capaz de admitir sinceramente que el 68 no repre-sent nunca un cambio histrico sino que, ms bien, fueuna invencin de los medios de comunicacin de masas.11

    Y el tercer y ltimo paso de la represin psicolgica es lacontraposicin entre un 68 bueno y unas organizacionesmalas. En este caso se habla de la autntica traicin del6812 que se consum rpidamente a inicios de los aossetenta por parte de las organizaciones de nueva izquierda,las cuales habran reproducido viejos modelos, viejos esque-mas, viejos modos de hacer poltica, matando al nacer aque-llo bueno que tena un movimiento formado a base delredescubrimiento del mutualismo, de la solidaridad, delasociacionismo de base y de la sociabilidad. Tambin sobreeste punto, como ha observado justamente Luisa Passerini:

    la memoria no sabe, o no quiere entretenerse enpasar cuentas a una serie de transformaciones: desdeel rechazo a la poltica como oficio hasta el aceptar serfuncionario, de la negacin del rol de vanguardia a laconstruccin de un partido revolucionario.13

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  • mente el modelo leninista estrechamente ligado al partidoy a la organizacin. O, incluso, cmo ha cambiado su visinde aquellos aos despus de haber pasado posiblementede las filas craxistas a las del Finivest o, del PCI, versin aosochenta, al PDS buonista18 de D'Alema.

    El 68 y la nueva izquierda

    Se ha observado con acierto que, raramente, el 68 consi-gue salir de las fronteras del acontecimiento mismo, msall del cual existe un impresionante vaco sobre los aossetenta, aos de efervescencia de la sociedad civil19 ycaracterizados por grandes luchas sociales, polticas y sin-dicales, por la presencia de movimientos, de nuevas ideas yculturas juveniles que se entrecruzan (sin aparecer y actuarpor separado) con el nacimiento, el desarrollo y las planifi-caciones de los distintos grupos polticos de nueva izquier-da, para llegar a representar una continuidad con las luchasestudiantiles del 68 y las obreras del 69.

    Se tratara de una continuidad localizable, fcil dereconstruir y demostrar, y no de una ruptura o una clara sus-pensin, no de una traicin de lo bueno y un triunfo de lomalo, sino de una interaccin entre la efervescencia de lasociedad civil, la planificacin poltica y la bsqueda de nue-vas formas de organizacin poltica y sindical pinsese enel nacimiento de los consejos y, sobre todo, de una grandemanda de transformacin social profunda y radical de lasestructuras constitutivas de la sociedad burguesa y capita-lista (tal y como se hablaba y se escriba entonces).

    Est es la va seguida por Ginsborg en su Storia dell'Ita-lia dal dopoguerra a oggi, publicada en 1989, cuandointroduce en la valoracin de la historia contempornea deItalia el rol de los movimientos de lucha colectivos, nacidosa finales de los aos sesenta y caractersticos del deceniosucesivo.

    Con este planteamiento resulta posible percibir fcil-mente la conexin entre los movimientos, los grupos de

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    en el umbral de la investigacin histrica y social autntica,aquella que tarde o temprano debe prever el momento enel cual el estudioso, armado con hiptesis ms o menos fas-cinantes, atraviesa el umbral de un centro de documenta-cin y comienza a abrir y a hojear las lminas de los legajosque contienen las colecciones de documentos inherentes alos acontecimientos del 68.

    Este es un aspecto abandonado en la reflexin sobre el68 que Liliana Lanzardo supo sealar durante un congresoen Turn, invitando a los presentes a prestar una mayoratencin a las fuentes, antes de atreverse a lanzar hiptesisinterpretativas globales.16

    Adems, tal y como ha destacado Marco Grispigni en unartculo aparecido en el peridico Il Manifesto, desde haceaos se han constituido centros de documentacin y fun-daciones que han recopilado y puesto al alcance de estu-diosos abundantes documentos de la poca. Estos archi-vos, a pesar de todo, son consultados casi exclusivamentepor jvenes universitarios y estudiantes de doctorado y:

    mientras tanto, continan apareciendo inter-venciones sobre estos argumentos basados en la memo-ria de quien las escribe, o sobre los testimonios de algu-nos protagonistas, basados a su vez en la memoria dequien las cuenta.17

    Por muy sugerentes que sean las hiptesis, es necesarioverificarlas usando correctamente las fuentes. En la histo-ria oral, la memoria de los protagonistas y de sus recuerdosdebe ser valorada, pero es necesario tambin saber intro-ducirlos en un contexto ms amplio, confrontndolos conlos papeles y los documentos producidos y escritos en lapoca. A mi parecer, hacer un trabajo de gnero sera diver-tido. Prueben a pensar qu podra haber salido al confron-tar lo que dicen hoy algunos exponentes de los expartidosde nueva izquierda, y los artculos que escriban en susperidicos o en sus revistas tericas, exaltando probable-

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  • que la propia accin generaba repercusiones en lasociedad y repuestas por parte del Estado. La eleccin seconverta en impostergable cuando los primeros con-tactos entre obreros y estudiantes mostraban la exis-tencia de un territorio comn sobre el cual construiruna alternativa en la lnea del movimiento obrero. Elmovimiento tena que formular hiptesis polticas [...]afrontar problemas de tctica y de organizacin.21

    La misma representacin poltica confiada a la democra-cia asamblearia, tpica de las ocupaciones universitarias, seconverta cada vez ms, al mismo tiempo que el movimien-to se extenda en el pas involucrando a nuevos estratossociales, en un instrumento pesado e inadecuado, tal ycomo el mismo Mauro Rostagno haba sealado. Existe elriesgo, escriba, de pasar de la alienacin individual deestudiante disperso y atomizado a la alienacin colectiva delas asambleas generales, donde lderes carismticos o ideo-lgicos jugaban con su intuicin poltica.22

    La reaccin contra la forma representativa que habaliquidado el contenido de la participacin democrticacreaba, por exceso, una pretendida informalidad en la ges-tin de las asambleas, en las que, normalmente, acababanpor decidir los asamblestas que tenan ms resistencia alsueo o menores necesidades de trabajar para vivir.23

    El propio movimiento, teniendo en cuenta su nacimien-to y su existencia, no puede ser representado como unfenmeno terminado, novedoso, que surge de la nada,maravilloso, limpio e incontaminado de incrustacionesideolgicas, culturales y partidistas del pasado.

    Las ideas del movimiento estudiantil italiano no se for-maban de manera autodidacta. Con toda certeza estabamuy presente la polmica contra la vieja izquierda socialis-ta y comunista y tambin respecto a los grupos de la izquier-da minoritaria ya existentes. Pero los dirigentes que emer-gen en la primera fase no lo hacen de la nada, sino que yacuentan con experiencia, aprendizaje poltico y cultural,

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    base y las formaciones polticas de nueva izquierda, que ensu conjunto no eran ms que la expresin del crecimientodel conflicto y del antagonismo social de clase, en el senodel cual se manifestaba el protagonismo de los grupossociales especficos: estudiantes, obreros, jvenes, magis-trados, psiquiatras, enfermos y mujeres.

    La historia de los partidos de nueva izquierda no puedeser considerada como una degeneracin o un retorno a loviejo que sigue a la etapa creativa del movimiento, sinoque fue un intento, no resuelto, de encontrar una respues-ta a problemas reales, expuestos por la misma evolucin dela situacin inducida por las luchas estudiantiles y obreras.De todas maneras, cualquiera que sea el juicio que hoy que-ramos expresar sobre estos partidos, persiste el hecho deque, cada vez que se tiene el coraje de atravesar el umbralespacio-tiempo del 68 italiano, en seguida nos encontra-mos a los grupos polticos de nueva izquierda ya formados.

    Este dato nos parece tan evidente que no puede sernegado, de tal manera que sta es la razn por la cual estetrabajo dedica, respectivamente, dos captulos a la conver-sin del movimiento en grupos y a la sociologa de los gru-pos de nueva izquierda, en un intento de recoger la dinmi-ca estructural y sociolgica comn al fenmeno llamadogrupismo de nueva izquierda, antes de detenerse en lashistorias polticas de cada una de las formaciones.

    En este captulo se examinan solamente los principalesgrupos de la nueva izquierda, que son precisamente losque cuentan con una mayor documentacin.20 Tanto sunacimiento como su descomposicin cuando se tratabade formaciones polticas ya existentes, como sera el casode los anarquistas y de los trotskistas estaban directa-mente vinculados a la escalada de las luchas obreras y estu-diantiles. Tales luchas exponan unos problemas organiza-tivos y polticos nuevos que requeran:

    nuevos niveles de mediacin. La exigencia de unsalto de calidad [...] fue advertida [...] al mismo tiempo

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  • Una propuesta cronolgica

    Cuando hablamos del 68 en Italia pretendo referirme a unarco temporal preciso, es decir, el que comprende las dca-das de los aos sesenta y setenta. Hay, por lo tanto, un antesy un despus, un lento esclarecimiento de las razones queconducirn al 68 y, despus, un despliegue/transformacinde las preguntas surgidas en el 68 y en la dcada de lossetenta. El 68 entonces, ha terminado? Desde mi punto devista s, o mejor an, en los aos ochenta, la mayor parte delas preguntas sobre la transformacin social que habancaracterizado el 68 no slo no han recibido respuesta sinoque, adems, han desaparecido.

    Los aos sesenta se inauguraban con las primeras sealesde reanudacin de la lucha obrera, que tuvo lugar despusde las transformaciones de la estructura productiva de losaos cincuenta. Las huelgas y las manifestaciones de julio de1960 contra el gobierno Tambroni y los enfrentamientos dela Piazza Statuto en Turn, en julio de 1962, sealaban el ini-cio de una inversin en la tendencia provocada por unoscambios estructurales en la sociedad que contribuan a expli-car, junto con otros elementos, la explosin del movimientoestudiantil, las luchas obreras del 69 y toda aquella eferves-cencia de la sociedad tpica de los aos setenta.

    La crisis econmica de los aos 74-75, que alcanz dimen-siones mundiales y que puede compararse por su magnitudcon la del 29, dio lugar a un cambio estructural alimentadopor la curva recesiva y duradera que le sucedi. Un proceso dedescentralizacin y de reestructuracin, acompaado de unaredefinicin de las relaciones de fuerza entre las clases denuestro pas, caracterizan los ltimos aos setenta y los pri-meros de los ochenta. La derrota de la FIAT de 1980 simbolizael fin del perodo del que he hablado precedentemente.

    El 68 haba puesto sobre la mesa una serie de demandasde transformacin social. En los aos setenta, en Italia,eran ya evidentes distintos cambios en la mentalidad, en lasleyes y en las costumbres. Estos cambios son patentes en el

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    dentro o en los mrgenes de los partidos tradicionales deizquierda, o bien en la cultura radical o en la catlica.

    Se caracterizan por una necesidad de conocimiento quechoca inmediatamente con la esterilidad de la teora y de lahistoria del movimiento obrero protagonizada por el esta-linismo, incluyendo sus versiones italianas ms sofisticadasy digeribles. Se pasaba de esta manera de la sofisticada pla-nificacin de la Escuela de Frankfurt a las rudas reproposi-ciones del marxismo-leninismo en su versin maosta: poruna parte, Che Guevara estaba del lado de Stalin, Panzieri,Adorno y del joven Gramsci y, por otra, Marx acompaabalos desa rrollos ms avanzados de algunas disciplinas bur-guesas tales como la sociologa, la lingstica o el psico -anlisis.

    En este sentido, el trabajo de la revista Quaderni Pia-centini es muy significativo al retratar una situacin a la vezcatica y eclctica pero real, ya que pone en evidencia laspotencialidades tericas intrnsecas, la curiosidad delsaber, la voluntad de romper con los viejos referentes pol-ticos y culturales pero, tambin, manifiesta unos lmitesdebidos a la incapacidad de contextualizar en la historia(reconstruyendo una memoria) los orgenes de la naturale-za de las ideas de las que el movimiento beba y difunda.

    Todo son defectos de planteamiento, de mtodo, derelacin con el problema de la organizacin y de la forma departido que reencontramos en los grupos de nueva izquier-da en los aos setenta, debidos a la inexperiencia y a loslmites del conocimiento de la historia del movimientoobrero. Problemas y cuestiones que, por su relevancia,haban tenido que ser debatidos en la sede con una correc-ta y seria reconstruccin histrica y, a menudo, se habanresuelto recurriendo a instrumentos de naturaleza filosfi-ca, sociolgica y/o antropolgica, los cuales reducan lariqueza de la experiencia histrica a esquemas ms omenos totalizadores desde los que se tena que empezar denuevo, como si el nico problema fuese el de sostener enpie, idealmente, la idea falsificada en algn pasaje.

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  • En los aos setenta hay mucho del 68. Quien no enten-di esto porque haba vivido el 68 sin una intensidad espe-cial24 quedaba condicionado, ms que otros, a no percibirbien y a fondo la dinmica de los acontecimientos y laspotencialidades de transformacin profunda de la socie-dad que sta abra y, por lo tanto, conclua que se deba for-zar la situacin de un modo subjetivo y voluntario, conacciones armadas incomprendidas por la mayora y consi-deradas adems inoportunas y perjudiciales.

    De hecho, hay tanto 68 en la dcada de los setenta que seagota en ese mismo decenio, termina en el momento enque la transformacin histrica que pretenda incitar sebloque en Italia con la formacin del primer gobierno desolidaridad nacional (el de la abstencin de los comunistasde Andreotti) que indicaba el inicio del fin de un trieniodecisivo y crucial para nuestro pas, que va de la victoriaelectoral sobre el divorcio del 12 de junio de 1974 hasta laselecciones polticas anticipadas de junio de 1976.

    En aquel perodo llegan a madurar toda una serie decontradicciones que embisten la sociedad provocando unacrisis orgnica, en el sentido gramsciano de la palabra. Lasolucin, o la no solucin, de estas contradicciones y elempaquetamiento del protagonismo de masa en la austeraversin gubernativa del compromiso histrico son fen-menos que han sido bien reconstruidos y analizados afondo, porque de la reflexin sobre aquel perodo pode-mos extraer muchas explicaciones tiles para la compren-sin del presente.

    El movimiento del 77 es, desde este punto de vista, unfenmeno emblemtico que marca el fin de un perodo,catico y efervescente de protagonismo social de masa, y esel ltimo gran movimiento poltico que atraviesa la Italia delos aos setenta y que se cuestiona explcitamente si antiene sentido hacer poltica.

    Su derrota cierra un ciclo de luchas que se haba abiertoen 1968; el movimiento del 77 expone unos problemas alos que tampoco consigue dar respuesta; ni tampoco

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    divorcio, el aborto, en el nuevo derecho de familia, en lareforma de la seguridad social, en la ley 180 que abola losmanicomios, en la abolicin de algunas leyes fascistas, en latransformacin de las relaciones de familia, en las institu-ciones, en los puestos de trabajo, etc. As que puede decirseque el 68 ha conllevado un proceso de modernizacin de lasociedad, una revolucin pasiva gramsciana que aconte-ci cuando las exigencias de cambio eran fuertes y noencontraban, o no lograban encontrar, un sujeto revolu-cionario que las representase totalmente. No es necesarioemplear muchas palabras para decir que ya en los aosochenta, y an ms a principios de los noventa, el balancede todo lo que ha quedado de todas aquellas conquistas seha ido volviendo cada vez ms negativo.

    No se ha realizado del todo la modernizacin, tal y comola pensaban la izquierda tradicional y reformista y el sindi-cato, es decir, pasando por la racionalizacin del capitalis-mo y la superacin de los desequilibrios y de las disfuncio-nes, debidas a un presunto capitalismo atrasado e incapazde realizar correctamente sus deberes.

    Otra serie de preguntas, sobre el control obrero en lasfbricas, el control popular de las instituciones, la exten-sin de los momentos de democracia desde abajo e, inclu-so, la peticin de una demanda de poder poltico que seexpresaba en la confianza en el PCI con la finalidad de quellegara al gobierno no han encontrado respuesta. Y estoes as porque las preguntas surgidas entonces no han podi-do encontrar una respuesta que fuese compatible con lasrelaciones de produccin capitalista, ya que exigan untransformacin de la estructura socioeconmica y una dis-locacin del poder poltico y estatal.

    Adems de los numerosos motivos por los que es impor-tante prestar atencin a los aos setenta, est tambin el deimpedir que pase a la historia la idea generalizada de queestos aos pertenecen exclusivamente a la lucha armada y aRenato Curcio, que los recorre desde su punto de vista ycon honestidad intelectual, franqueza y valenta.

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  • Notas:

    1. De la cancin Stupendo. Letra de la cancin en el original:Y recuerdo quien querala fantasa al podereran das de grandes sueos, sabeseran verdaderas incluso las utopas.Pero, no recuerdo si los que estabantenan estas carasno me digas que es verdadno me digas que son aquellos de all.

    2. N. de T.: militantes fanticos, guardianes de la revolucin iran jomei-nista.

    3. BERNOCCHI, P., MORDENTI, R., Lintellettualit di massa in movi-mento, Marx Centouno, n. 2, mayo 1990, p. 121.

    4. Cfr. AAVV (1996) Camminare eretti. Comunismo e democrazia pro-letaria, da DP a Rifondazione Comunista. Miln: Punto Rosso, p.101.

    5. FOFI, G. (1988) Pasqua di maggio. Gnova: Marietti, p. 63.6. Carta de BOLAFFI, A. en Micromega, n. 2, 1995, p. 57.7. SOFFRI, A. (1990) Memoria. Palermo, p. 181.8. Cfr. el ensayo de YERUSHALM, J., Riflessioni sull'oblio, en YERUS-

    HALM, J. et al.(1990) Usi delloblio. Parma: Pratica Editrice.9. PASSERINI, L. (1988) Autoritratto di grupo. Florencia: Giunti, p. 176.

    10. ORTOLEVA, P. (1988) Saggio sui movimenti del 1968 in Europa e inAmerica. Roma: Editori Riuniti, p. 17.

    11. Se trata de una declaracin de Diego Marconi, lder en la poca de losestudiantes liberales, citada en La Stampa el 20 de abril de 1993 en elartculo de PAPUZZI, A., Esplosse il sessantotto, nessuno sent.

    12. BOLAFFI, A., op. cit., p. 56.13. PASSERINI, L., op. cit., p. 179.14. MAGNANO, A., Seconda repubblica, memoria storica, movimenti. Il

    Grande Vetro, n. 19, noviembre-diciembre 1994.15. SCAVINO, M., Il 68 nella storia dell'Italia repubblicana. Una rassegna

    critica. Per il Sessantotto, n. 8, 1995, p. 37.16. Se trata del seminario de estudios Gli archivi del 68 per la storia

    dellItalia repubblicana, que tuvo lugar en Turn el 19 de enero de1996 (vase el informe realizado por O. MAZZOLENI en la Rivista sto-rica dell'anarchismo, n. 1, 1996, p. 168-73). Una resea crtica y sis-temtica de las distintas interpretaciones del 68 y de sus implicacionesmetodolgicas aparece en el ensayo de REVELLI, M., Movimentisociali e spazio poltico, en Storia dell'Italia repubblicana. Turn:Einaudi, vol. 2, tomo 2, 1995.

    17. GRISPIGNI, M., Se Peter Pan affronta i movimenti. il manifesto, 8 dejunio de 1996.

    18. N. de T.: expresin tpica de la postura poltica de la izquierda italianaen general que pretende no desarrollar luchas frontales, sino colabo-rar con antiguos adversarios para gestionar de una manera ms efi-ciente la sociedad y las instituciones.

    19. Idem, Gli anni dellazione collettiva, 1960-1970, Italia contempo-ranea, n. 189, 1992, p. 729-30.

    20. Para una visin completa de las diferentes historias y siglas de lo queparece ser el infinito archipilago de los grupos de nueva izquierda enItalia en los aos setenta, cfr. Il Sessantotto. La stagione dei movi-

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    cancelemos en seguida cualquier ilusin merecida consi-guen darla los partidos de la izquierda italiana en los aosochenta, ni Martelli, ni Craxi, ni Ferrara, ni el peridicopagado por los craxistas, el Reporter.

    Encerrada en el fretro de los aos de plomo, unageneracin poltica entera, formada en los aos setenta,fue borrada de la historia de Italia, aprisionando los com-portamientos polticos y los procesos sociales y culturalesdentro del esquema, rgido pero funcional para el poder,del terrorismo y de la lucha armada. Privados recientemen-te, de esta manera, del derecho a la propia memoria, con laretransmisin televisiva de Anima mia se ha establecidoincluso cul era el imaginario colectivo de aquella genera-cin, emblemticamente sintetizado con el ttulo de unacancin de los Cugini di Campagna de 1973. As que hoyparece cierto que de da se desfilase en las manifestacionesgritando Poder obrero y Lucha continua, y por la tardese encontrasen todos para cantar el Anima mia, olvidandoque, para decirlo como Vasco Rossi, en los aos setentacualquier cosa parecida a los Cugini di Campagna era con-siderada basura. Un asco. sta es la verdad.25

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  • menti (1960-1979). Materiali per una nuova sinistra (coord.).Roma: Edizione Associate, 1988.

    21. BOBBIO, L., Movimento buono organizzazioni cattive?. Il cerchio digesso, n. 4, octubre de 1978, p. 51.

    22. ROSTAGNO, M., Notte sulle lotte studentesche, en AAVV (1968) Uni-versit: lipotesi rivoluzionaria. Papua: Marsilio.

    23. GAMBINO, R. en MANDEL, E. y MAITAN, L. (1972) Il partito leninista.Roma: Samon e Savelli, p. 148.

    24. CURCIO, R., A viso aperto, entrevista coordinada por M. Scialoja(1993). Miln: Mondadori, p. 27.

    25. Entrevista a V. Rossi, La Stampa, 21 de abril de 1997.

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  • Fragmentos y fermentos

    Una crtica de izquierda, anarquista y anarcosindicalista,anticapitalista, antiestalinista y antirreformista ha caracte-rizado la historia de la izquierda italiana. Esta crtica hundasus races en la lucha que en los aos veinte y treinta opusie-ron sobre todo trotskistas y bordighistas, pero tambinconsejistas de Pannekoek,1 luxemburguistas y anarquistasa la lnea oficial de los partidos comunistas de la III Interna-cional posterior a Lenin, para alimentarse despus del radi-calismo de clase que se manifest durante la Resistencia,con el nacimiento de organizaciones polticas que intenta-ron rebatir la obra de colaboracin con los partidos de laburguesa, obra emprendida por el PCI y el PSI en el Comitde Liberacin Nacional.

    Es el momento de citar los casos de las formaciones par-tisanas y de las organizaciones polticas eclcticas como elPartido Comunista Integral, ms conocido por el nombredel peridico Stella Rossa, el Movimiento Comunista deItalia, con su peridico Bandiera Rossa y otras tantas for-maciones que haban animado la Resistencia aportandouna contribucin ideolgica crtica respecto a la recons-truccin del nuevo partido de Togliatti.

    El mismo sector socialista contaba con una trayectoriade fermentos crticos que haba conducido a la construc-cin de formaciones tales como el Movimiento de UnidadProletaria, animado por Lelio Basso, o el Frente PopularRevolucionario,2 las cuales encontraban una correspon-dencia en las posiciones de intransigencia clasista de laFederacin Juvenil Socialista y su peridico La Rivoluzione

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    El pre-68: la incubacin poltica y cultural

  • xista laica e innovadora. Y no por casualidad, deberarecordarse la presencia en las filas de la Unin de Socialis-tas Italianos (ste era el nombre del movimiento) de jve-nes que asumieron una posicin heterodoxa en el seno dela izquierda en los aos sucesivos, siendo ste el caso deDario Lanzardo, Vittorio Rieser, Giovanni Mottura y EnricaCollotti Pischel.6

    El grupo Accin Comunista, formado originalmente den-tro del PCI para reivindicar el retorno a los orgenes revolu-cionarios y de insurreccin, en 1956, poco despus de larepresin de la revuelta hngara, intentaba abrir una difcildiscusin con otros grupos minoritarios dentro de laizquierda antiestalinista, como los trotskistas de los GruposComunistas Revolucionarios, presentes en Italia desde 1949con el peridico Bandiera Rossa, con los internacionalistasdel Partido Comunista Internacionalista, que publicaban elperidico Battaglia Comunista, y con los Grupos Anarquis-tas de Accin Proletaria que publicaban L'Impulso.7 Estosltimos se haban formado como una corriente dentro de laFAI, compuesta en su mayor parte por jvenes militantesprocedentes del PCI, que reivindicaban la necesidad de unmnimo de organizacin y de una direccin poltica unitariasiguiendo la forma del Movimiento Orientado y Federado,as se denominaba la corriente que desde 1951 se haba cons-tituido como grupo autnomo. Las figuras ms representati-vas de dicho movimiento eran Pier Carlo Masini, Arrigo Cer-vetto y Lorenzo Parodi. La trayectoria poltica de Pier CarloMasini resulta bastante indicativa del estado de nimo ideo-lgico que animaba a esta corriente. Masini era un joven anti-fascista confiado y comunista, que se alej de las posicionesde izquierda del partido acercndose a la FAI:

    en la FAI Masini lleva a cabo una seleccin: exaltala organizacin libertaria, y no el viejo individualis-mo, contina haciendo hincapi en el concepto deorganizacin. Redescubre las personalidades que leson atribuidas, es decir, a Malatesta, Fabbri, Melacci,

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    Socialista y, en la inmediata posguerra, en la corriente Ini-ciativa Socialista.3

    El propio movimiento anarquista italiano, que tenaunas slidas races y una tradicin en la historia del movi-miento obrero, haba sido para muchos comunistas y socia-listas libertarios un punto de referencia para quien no seentregaba a la poltica de extremo realismo practicada porlos dos mayores grandes partidos de la izquierda italianadespus de la crisis del rgimen fascista de 1943. La partici-pacin anarquista en la resistencia tuvo su relevancia y suvivacidad poltica y cultural, tal y como prueban varios titu-lares de las publicaciones clandestinas del perodo.4 La par-ticipacin en la lucha armada contra el nazismo contribuya la recuperacin del movimiento anarquista italiano y a sureunificacin, producida en el Congreso de Carrara de sep-tiembre de 1945 con el nacimiento de la Federacin Anar-quista Italiana (FAI) que reanudaba la publicacin delperidico semanal Umanit Nuova, diario anarquista fun-dado en 1920. As, en la inmediata posguerra, la FAI, yavacunada contra el estalinismo y el estatalismo en general,se mostraba muy crtica con el sistema social sovitico que:

    representaba una tradicin de clase bastanteconsistente, con una tradicin propia muy viva an,de luchas, sacrificios, milicia revolucionaria y anti-fascista.5

    En los primeros aos de la posguerra no faltaron inten-tos para superar los aspectos ms ambiguos del togliatis-mo, emprendidos con intenciones y resultados distintos,por el grupo que se form en torno a Valdo Magnani y AldoCucchi, despus de la expulsin del PCI en 1951 de AccinComunista.

    El semanario Risorgimento Socialista, que durante seisaos fue el rgano del movimiento, agrupado en torno ados parlamentarios ex -comunistas, se convirti en el esce-nario y laboratorio de una cultura poltica socialista y mar-

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  • liana, comenz a reunirse en los comits de redaccin dealgunas revistas. Este grupo desarroll una funcin estimu-lante ante una cultura marxista que pecaba de arroganciahistoricista y de provincialismo.

    En 1949, la biblioteca Feltrinelli iniciaba la publicacinde la revista de historia y bibliografa Movimento Operaio,dirigida por Gianni Bosio, que revolucionaba completa-mente la tradicional base metodolgica de la investigacinhistrica y poltica que utilizaban los intelectuales de lospartidos de la izquierda italiana.

    El mismo ao comenzaba el trabajo de difusin en ciclos-til Foglio di discussione (entre los redactores estaban FrancoFortini y Renato Solmi), que cambi casi inmediatamente denombre por el de Discussioni. La iniciativa surgi con el finde denunciar las insuficiencias de la cultura de izquierda ypara afrontar la cuestin de la relacin entre poltica y cultu-ra, entre intelectuales y partido. En el camino, Discussionigener otras revistas como Opinione, Ragionamenti, Passa-to e Presente y la Rivista Storica del Socialismo.10

    Opinione, que empez a publicarse en 1956 y en cuyaredaccin se encontraban Agazzi, Guiducci, Salvaco, Bonfi-glioli, Luzzato, Rizzoli, Fortini, Picardi, Scalia, se centrabaen la relacin entre marxismo, empirismo y sociologa.

    Ragionamenti naca en 1955 bajo la iniciativa de un grupode jvenes intelectuales entre los cuales se hallaban Armanday Roberto Guiducci, Amodio, Caprioglio y Fortini, a los seunieron en seguida el economista Momigliano y el socilogoPizzorno; en ella tambin colaboraron Della Volpe y Leonar-di. La revista se caracterizaba por artculos de informacinbibliogrfica que abarcaban de la economa a la filosofapasando por la sociologa y la lingstica. Tambin se aborda-ron temas como el progreso tecnolgico, el neocapitalismo,la planificacin, la represin de la revuelta hngara y se ideun manifiesto para reorganizar la cultura marxista en Italia.

    Passato e Presente sala en enero de 1958 y era el resulta-do de la fusin de tres grupos: los que procedan de las yaextinguidas experiencias de Ragionamenti y Opinione y el

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    Berneri, etc., y, a nivel internacional, a Makhno y a laCNT y la FAI de la Guerra Civil espaola. Todo se conci-lia, desde la tradicin antifascista hasta la batallaantiestalinista. Redescubre tambin a Rosa Luxem-burg. Se atribuye la iniciativa, junto a otros jvenes, deuna corriente de renovacin del anarquismo.8

    Se autodefinan como anarquistas un poco especiales,mantenan las distancias respecto a un cierto anarquismomstico, lrico y buclico y polemizaban abiertamente conArmando Borghi, con la FAI y con todo el que se aislaba de laactividad organizativa, de la confrontacin directa con elmovimiento obrero y de sus luchas cotidianas, impidiendola reinsercin en el dilogo con otras fuerzas polticas, delcual se haba expulsado o haba sido expulsado por el secta-rismo de los dems.9

    Tambin eran relevantes las experiencias culturales ypolticas que se consuman en torno a la revista Il Politecni-co, experiencias de sectores procedentes del ya disueltoPartido de Accin, del grupo de Unidad Popular de Parri,Codignola, Calamandrei o, incluso, el Partido Radical, yrevistas que en los aos cincuenta haban intentado estimu-lar la cultura marxista italiana bloqueada en su desarrollopor la presin conjunta del zdanovismo y del historicismode Benedetto Croce.

    Por lo tanto, una parte de la izquierda italiana no esperal XX Congreso del PCUS de febrero de 1956 para criticar alestalinismo, la forma de partido, la cultura de la izquierdacomunista y socialista, el estatalismo, el productivismo, elmarxismo reducido a filosofa de la historia, intentando almismo tiempo redefinir una va clasista y revolucionariarespecto a la democracia socialista, abordando lecturaslaicas y herticas de los distintos marxismos y de la his-toria del movimiento obrero.

    En la dcada que abarca de 1950 a 1960, un grupo deintelectuales, que se situaban en posiciones crticas respec-to a las culturas oficiales de los partidos de la izquierda ita-

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  • 1956, Quaderni Piacentini, han querido recordar sus or-genes afirmando que profundizaban en la cultura de la lla-mada tercera va de matriz azionista11 (Partito d'Azione) ysocialista que haba caracterizado algunas experienciaspolticas y editoriales de los aos cincuenta. Efectivamente,Piergiorgio Bellocchio y Grazia Cherchi sostenan que eranmarxistas radicales, partidarios de la tercera va, anticleri-cales y antistalinistas.12

    Las revelaciones de Kruschev, en el XX Congreso delPCUS de febrero de 1956, y la posterior represin de larevuelta hngara de noviembre del mismo ao habanhecho inevitable la apertura de un mnimo debate poltico ycultural en el interior del PCI, estimulado tambin por lastransformaciones que impuls el capitalismo italiano, pre-parando las premisas para el llamado milagro econmico.

    La estructura de los funcionarios y de los cuadros quegobernaban el partido, despus de un primer desliz inicial,soport con suficiencia el impacto de las crticas que aquellosacontecimientos suscitaron entre los miembros del partido.El disenso no consigui manifestarse fuera de un estrecho cr-culo de intelectuales, que fueron aislados inmediatamentedel grueso de los afiliados y de los militantes.

    Las discusiones y las contestaciones crticas no faltaronen las secciones comunistas, pero el aparato logr impedirque se creasen contactos entre las distintas tendencias crti-cas internas, impidiendo la libre circulacin de ideas y deinformacin dentro del partido.

    Togliatti y el grupo dirigente no tuvieron ninguna dificul-tad en mantener unido al partido, reivindicando, respeto almodelo estalinista sovitico, una peculiar planificacinpoltica y cultural fundada en una lectura nacional-popularde Gramsci.

    Adems, ms all del informe secreto de Kruchev, que elmismo Togliatti critic en la famosa entrevista de la revistaNuovi Argomenti, el secretario del PCUS daba unas indica-ciones a favor de la coexistencia pacfica y de la va parla-mentaria y nacional al socialismo que valoraban la estrate-

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    formado por ex -comunistas y comunistas a punto de salirdel PCI. Dirigida por Ripa di Meana, la redaccin estaba for-mada por Cafagna, Caracciolo, Giolitti, Armanda y RobertoGuiducci, Momigliano, Pizzorno, Scalia, Salvaco y Pavone.Cabe mencionar por su merecida relevancia el Dibattitosulla cultura marxista entonado por varias voces en laspginas del Contemporaneo.

    La Rivista Storica del Socialismo, dirigida por LuigiCortesi, sala en 1958, colocndose en el mbito de la inves-tigacin histrica y de la reflexin historiogrfica marxista.Movida tambin por el intento de reconsiderar y renovar elnexo entre poltica y cultura, proponiendo una nueva par-ticipacin y un nuevo cruce entre investigacin e interven-cin poltica, por esto, la revista propona sacar a la histo-riografa marxista del apartado nicho que representaba elenfrentamiento poltico del momento.

    El cruce de elaboraciones de estas corrientes polticas yculturales mereciendo algunas de ellas un reconocimien-to, al menos por haber sido antiestalinistas en momentos noesperados y los orgenes de la nueva izquierda, que algu-nos sitan de manera definitiva en 1956, quedaran recons-truidos de una vez por todas poniendo fin a aquella ambi-gedad de fondo con la cual la misma nueva izquierda haquerido representarse a s misma, siendo fruto del procesode reflexin la crtica que se desarrolla despus del informesecreto de Kruschev.

    1956: la reapertura de la discusin

    Sin disminuir la dimensin de la ruptura de aquel aconteci-miento que sealaba un alto en la historia, debe decirse quemuchas de las ideas que caracterizaron las reflexiones crti-cas de izquierda desarrolladas entonces tenan sus orge-nes en un campo de prctica poltica y cultural previo, tal ycomo hemos recordado anteriormente.

    Por otra parte, los mismos protagonistas de una revistacaracterstica de la cultura poltica de nueva izquierda post-

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  • dos como modelos revolucionarios alternativos, capaces dedelinear las estructuras de la democracia proletaria y socia-lista. La discusin, adems de en las revistas ya citadas, seextendi a las pginas de Avanti!, Mondo Operaio en elmomento que lo diriga Raniero Panzieri, TempiModerni, Critica Sociale, Il Ponte, Il Mulino y Problemi delSocialismo de Lelio Basso.

    Los aos sesenta

    Gli intellettuali della Nuova sinistra italianasono la minoranza che fra il 1960 e il 1967

    ha preparato il materiale ideologicodella contestazione studentesca,

    della critica al PCI e della represa operaia.Franco Fortini13

    En los aos sesenta se asista a la proliferacin de nuevasrevistas, autnticas forjas de ideas polticas y culturales dela nueva izquierda en formacin:

    Basta mirar los nombres de los redactores de variasrevistas para reencontrar gran parte de los futuroslderes de las organizaciones polticas, para confirmarque los grupos dirigentes de las organizaciones se cons-tituyen, en gran medida, antes del mismo 68, paraaportar a este ao su experiencia prctico-poltica [...]y la herencia adquirida de una cultura poltica en for-macin pero ya puesta en marcha.14

    Nacan en aquellos aos los Quaderni Rossi, ClasseOperaia, Quaderni Piacentini, Classe e Stato, GiovaneCritica, Nuovo Impegno, Che fare, Vento dellEst, LavoroPolitico, La Sinistra, Quindici, Ideologie, Contropiano, IlPotere Operaio, Monthly Review (edicin italiana desde1968), Nuova Unit, Falcemartello, y an otras revistasms que conseguiran alcanzar el nivel de las ya existentescomo Bandiera Rossa, opsculo de los Grupos Comunis-

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    gia prudente, fundada en el compromiso con las fuerzasburguesas, que inaugur Togliatti con los cambios de Saler-no de 1944.

    Distintas haban sido en cambio las repercusiones de losacontecimientos en el seno del PSI. La ruptura del pacto deaccin con los comunistas puso otra vez en movimiento lasvariadas almas polticas que coexistan dentro del partido.Una estructura interna ms democrtica, que consenta lalibre circulacin de ideas y de informacin, favoreca indu-dablemente la confrontacin, el debate y la polmica.

    La revisin de la lnea poltica del partido adoptada polti-camente por Nenni con la alternativa socialista preludiolento y difcil de los gobiernos de centro-izquierda de losaos sesenta y culturalmente por Lombardi, con reformasestructurales, volva a mezclar las coaliciones internas. Loscontrastes existentes en el PSI no reflejaban ms que el con-flicto entre las dos corrientes histricas del socialismo italia-no, el reformismo y el maximalismo. Dichos contrastes secentraban en la exigencia de renovar la lnea poltica y los ins-trumentos tericos que la sostenan, para reacondicionarlosen las cambiantes condiciones sociales y polticas del pas.

    Los temas sobre los cuales se comenz a reflexionar fue-ron esencialmente tres: el estalinismo, el anlisis del neo-capitalismo y la relacin entre partido e intelectuales. Si losobjetos de discusin eran comunes, las soluciones pro-puestas fueron discordantes. La crtica al estalinismo y alanlisis del neocapitalismo confirmaba, para algunos, lanecesidad de reapropiarse de los valores tpicos de lasocialdemocracia europea y del liberalismo democrtico, yconduca a ver en el reformismo econmico e institucionalla va a seguir para modernizar la sociedad.

    Para otros, la reflexin conduca a pensar en la posibili-dad de una salida hacia la izquierda del estalinismo, capazde reapropiarse del marxismo, de releerlo bajo la luz de lasconvulsiones modernas, volviendo a proponer la necesi-dad de partir desde la clase, desde la lucha obrera, revalori-zando la temtica del control obrero y de los consejos toma-

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  • Bolivia en 1967, la ruptura entre China y la URSS, la revolu-cin cultural china).

    Al mismo tiempo, en el mbito de las actitudes y de lascostumbres, se estaba verificando una autntica rupturageneracional que, por una parte, pasaba por la recepcinde las sugerencias procedentes del movimiento juvenilamericano, de los campus universitarios, y que se nutra dela msica rock; y por la otra, la llamada generacin de losmelenudos introduca la protesta contra el conformismo yel bienestar pequeoburgus.

    En Miln, ya en 1965, exista un crculo beat bastantearraigado y activo. Un grupo beat, o melenudos, haba alqui-lado y transformado una tienda en un lugar de encuentropara unos jvenes que haban empezado a viajar en autos-top, a dormir en sacos, siguiendo la onda de la literaturaamericana de la beat generation que se estaba difundiendoa la par que se reemprenda la temtica contracultural y delas formas de lucha desarrolladas durante esos aos enHolanda por los provos.16

    En aquellas habitaciones milanesas vio la luz, ennoviembre de 1966, la revista ciclostilada Mondo Beat, quecambi de nombre a menudo (Urlo Beat, Grido Beat) parahuir de las leyes sobre la prensa que obligaban a registrar lacabecera y la firma de un director responsable. Se tratabadel primer opsculo underground italiano convertidorpidamente en instrumento de enlace entre los distintosgrupos beat activos en Italia, bifurcndose en la actividadde Onda Verde fundada por Andrea Valcarenghi.

    En las pginas del peridico se encontraba una mezclacultural entre anarquismo, filosofas orientales, revueltasexistenciales, luchas contra el racismo, etc.; pero, sobretodo, emerga la idea de que la lucha poltica y revoluciona-ria no poda estar desligada de una profunda necesidad detransformacin aqu y ahora de la vida cotidiana:

    aquellos que hablaban de revolucin y de luchade clase sin referirse explcitamente a la vida cotidia-

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    tas Revolucionarios (seccin italiana de la IV Internacio-nal), en las pginas del cual se sealaba puntualmente laimportancia de determinados acontecimientos internacio-nales (China, Vietnam, la revolucin argelina y la cubana),se analizaban las transformaciones del capitalismo italianoy se haca un seguimiento crtico a la evolucin de la lneadel PCI y del PSI.15

    Se sumaban a este mbito poltico-cultural dos edito-riales, la Samon e Savelli de Roma y Azione Comune deMiln. La primera iniciaba sus publicaciones con un textode Fidel Castro sobre la revolucin y la paz mundial, alque le siguieron libros de Trotsky, Lenin, Bujarin, Mandel,Che Guevara, sobre el movimiento obrero italiano en losaos del neocapitalismo de Livio Maitan, una antologa deescritos sobre la revolucin argelina, escritos de GalvanoDella Volpe sobre la esttica romntica y la dialctica his-trica, y el texto de Alberto Asor Rosa Scrittori e popolo de1965. La otra editorial publicaba textos de Rosa Luxem-burg y Alexandra Kollontai sobre la oposicin obrera en laURSS, de Ida Mett sobre la revuelta de Kronstadt, deAndrea Caffi sobre el socialismo libertario, de ArmandoBorghi, Luciano Vasconi, Giulio Seniga, incluso dos tex-tos sobre los crmenes del estalinismo escritos respectiva-mente por Guelfo Zaccaria (200 comunisti italiani vitti-me dello stalinismo) y por Alfredo Azzaroni (Blasco) querecorra la vida del comunista italiano Pietro Tresso,expulsado del partido en 1930, pasando a la oposicintrotskista y que fue eliminado por los partisanos comunis-tas franceses en 1942.

    Esta clase poltica se formaba en una situacin diferen-te a la de los aos cincuenta. Estaba emergiendo una gene-racin de jvenes fuertemente influida por los aconteci-mientos internos (la lucha contra Tambroni en julio de1960, los hechos de la Plaza Statuto de Turn en 1962, lareanudacin de las luchas obreras) e internacionales (lasrevoluciones argelina y cubana, las manifestaciones con-tra la guerra del Vietnam, la muerte de Che Guevara en

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  • tirada del semanario Umanit Nova era de 9.000 ejempla-res respecto a los 7.500 de los aos anteriores.20

    La intervencin obrera daba vida, como en el caso de larevista Democrazia Diretta de Gnova de 1961, a un deba-te entre anarquistas y marxistas crticos de la Escuela deFrankfurt, colaboradores de los Quaderni Rossi, los afilia-dos a Accin Comunista y el ex -comunista (despus de suexpulsin del PCI en agosto de 1961) Gianfranco Faina,director responsable y principal animador de dicha revistaque perteneca a aquel sector del asociacionismo del cualsurga el obrerismo italiano.

    La inyeccin de nuevas energas y de nuevas proyeccio-nes en el mbito de la FAI determin, paralelamente, unproceso de crecimiento y de ruptura. En el Congreso deCarrara, de 1965, el ala antiorganizacin y anticlasista fueexpulsada de la FAI y del peridico. stos daban vida a losGrupos de Iniciativa Anarquista publicando el peridicoL'Internazionale.21

    En conjunto, la situacin se estaba modificando demanera decisiva, la disensin crtica de izquierda se des-arrollaba en el seno del mismo PCI y, concretamente, entrelos jvenes de la Federacin Juvenil Comunista. El naci-miento del PSIUP, en 1964, contribuy a avivar el debate a laizquierda del PCI, los contrastes entre China y la URSSdaban lugar en Italia a formaciones disidentes marxista-leninistas.

    El XXII Congreso del PCUS que tuvo lugar en Mosc, enoctubre de 1961, contribuy a animar la discusin. Estorelanz la lucha contra el estalinismo, provocando la tomade decisiones espectaculares: los restos de Stalin fueronretirados del mausoleo de Lenin en la Plaza Roja y sepulta-dos casi annimamente en un lugar cercano. Con la apro-bacin por mayora en el congreso, Kruschev propusoconstruir un monumento a las vctimas de las arbitrarieda-des y de las represiones estalinistas.

    No haba parangn entre el efecto explosivo de este con-greso en la Unin Sovitica y el XX Congreso de 1956. ste

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    na, sin entender aquello que hay de subversivo en elamor y de positivo en el rechazo de las constricciones[...] stos se llenan la boca con un cadver.17

    Era un conjunto de acontecimientos y de cambios quecontribuan a sacar a los redactores de las revistas herti-cas y minoritarias del aislamiento al que haban estadorelegados, junto a sus ideas, en los aos precedentes. Estasituacin qued bien descrita en una novela de GiorgioCesarano en la que hablaba de:

    ideas relegadas a una lenta y casi sacrificadameditacin de las facciones polticas minoritarias dela nueva izquierda [...] recluidas en las catacumbas delas revistas menores especializadas y en los discursostericos de unos pocos infelices [...]. Un anlisis fatigo-so [...] llevado a cabo por cuatro gatos en apartamen-tos-redacciones sin mesas ni sillas.18

    El mismo movimiento anarquista se renovaba en elencuentro, no sin contradicciones, entre esta nueva gene-racin de militantes en vas de formacin y la generacinprecedente. En 1960 se fund la Federacin AnarquistaJuvenil Italiana (FAGI) que tena intencin de potenciaruna relectura crtica del anarquismo que pasaba por con-trastarlo con el marxismo y el anlisis del desarrollo delcapitalismo y del imperialismo. Gracias a la FAGI surgieronestrechos vnculos con los provos, los beats y los jvenescontestatarios en general, a travs de encuentros entreestos grupos a nivel europeo. Adems, se iniciaban las pri-meras intervenciones entre los estudiantes universitarios,y en las fbricas se renovaba el compromiso antimilitarista,contra el armamento nuclear, y se reclamaba tambin latutela de los derechos civiles y de la libertad sexual. Talesiniciativas favorecan la recuperacin y el crecimiento delmovimiento anarquista en contraste con los aos prece-dentes cuando pareca en vas de extincin;19 en 1967, la

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  • para la investigacin de las causas de la degeneracin buro-crtica. En los pargrafos de la conclusiones se afirmabaque haba llegado el momento de deshacerse de la unani-midad ficticia y se escriba que en el movimiento comunistay en el PCI las ideas deban circular libremente, y que po -dan configurarse tendencias y diferencias.

    Si en 1956 la mayor parte de las crticas al PCI se habanreducido a posiciones moderadas y reformistas, en 1961,en cambio, se asista al nacimiento de una tendencia deizquierda autoalimentada por una situacin incmoda y decreciente radicalizacin juvenil de la cual el semanario delos jvenes comunistas Nuova Generazione, dirigido en lapoca por Achille Occhetto y Luciana Castellina, era suexpresin.

    Un ejemplo de esta incomodidad y de la toma de con-ciencia revolucionaria es el testimonio de Luigi Vinci, mila-ns, elegido en 1962 para el Comit Central de la FGCI:

    En 1962 llegu a la conclusin de que la calidad delas elecciones estratgicas fundamentales, el aplasta-miento de las instituciones, el mito del Este, la natura-leza altamente centralista y burocratizada de las rela-ciones internas en el PCI hacan que con aquel partidocomunista no se poda ir a ninguna parte.22

    Ignorado extraamente por los investigadores de lasraces culturales del 68, el semanario en cuestin desarro-ll un papel decisivamente relevante al afrontar y proponerciertas temticas: desde la solidaridad con la revolucinargelina a la capacidad de comprender las novedades y laspeculiaridades de la revolucin cubana, concediendo unlargo espacio, al mismo tiempo, a artculos de reflexinsobre la URSS, sobre Stalin y el estalinismo, sobre China, ysealando a travs de la publicacin de artculos, servicios ycartas un frentico y apasionado debate que se estaba des-arrollando entre los jvenes de la FGCI en varias ciudadesde Italia.

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    ltimo, famoso por el informe secreto, arroll con su espec-tacular denuncia de Stalin, y al movimiento comunista delos pases en los que dicho informe se difundi. En la URSSse mantuvo secreto hasta 1989, ao de su publicacin.

    Esta vez, los documentos congresuales que denunciabanlos crmenes de Stalin fueron publicados y difundidos enmiles de copias. En los peridicos el debate continu y serecordaron pginas trgicas de la reciente historia sovitica.

    Los hechos, evidentemente, tuvieron un gran eco en elPCI italiano. Segn estimaciones crebles, el debate que sedesarroll en el interior del partido lleg a ms del 80% delos afiliados. El trmino estalinismo, poco recurrente en laprensa del partido despus del XX Congreso, pas a formarparte del lenguaje corriente.

    El grupo dirigente registr en su interior diferenciasprofundas de juicio y de anlisis. Togliatti, que haba inten-tado reencauzar el debate en la lnea trazada por l mismoen 1956, fue criticado en la reunin del Comit Central del10 y 11 de noviembre.

    Umberto Terracini pensaba que la explicacin de ladegeneracin basada nicamente en la inculpacin de Sta-lin era insuficiente y llamaba al orden a todo el grupo diri-gente de la poca. Aldo Natoli quera que se convocase uncongreso extraordinario. Sergio Garavini expona con con-tundencia el problema de la planificacin desde abajo y dela autogestin obrera. Giorgio Amendola lideraba una ten-dencia mayoritaria, moderadamente renovadora y crticaque se contrapona a quien, Togliatti incluido, quera fre-nar la discusin por el temor a que se deteriorase la estruc-tura burocrtica. Se unieron tambin a Amendola aquellosque pretendan servirse de la lucha contra el estalinismopara acentuar la posicin democrtica-parlamentaria de lapoltica del partido.

    El documento que finalmente hizo pblico la secretaracomunista acentuaba an ms, en 1956, el cambio de acti-tud y la ruptura con los mtodos estalinistas. Importantesmotivos de reflexin metodolgica e histrica se ofrecan

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  • poltico-cultural que empezaba a publicarse en marzo de1966, y La Sinistra.

    La Sinistra, revista mensual en un principio y semanaldespus, comenzaba a publicarse en octubre de 1966 y cesa-ba su publicacin en 1968; result ser uno de los ms intere-santes intentos de construccin de una fuerza poltica nodogmtica, no sectaria y no ideolgica. Dirigida inicialmen-te por el entonces marxista de la escuela dellavolpiana,Luciano Colletti, tuvo tambin el mrito de representar unpunto de encuentro entre exponentes tradicionales de lascorrientes de izquierda internas de los partidos reformistasy una nueva generacin de militantes, en parte an internade las federaciones juveniles de los partidos, pero ya enca-minada en la bsqueda de nuevas formas y momentos deasociacin poltica.

    Entre los redactores y colaboradores figuraban militan-tes comunistas de las posiciones crticas, exponentes de laIV Internacional (Livio Maitan, Giulio Savelli, GiuseppePaolo Samon, Augusto Illuminati), dirigentes de PSIUP(Lucio Libertini), redactores de L'Unit con influenciastrotskistas (Silverio Corvisieri y Edgardo Pellegrini); cola-boraban tambin con siglas y pseudnimos algunos futu-ros dirigentes de Il Manifesto como Luigi Pintor.

    Los temas dominantes trataban de la poltica internacio-nal de aquellos aos: Vietnam, Amrica Latina, Cuba, lalucha de clases en los Estados Unidos y el Black Power, elcontraste entre China y la URSS, el Medio Oriente, la OTAN,la CEE y las armas nucleares. Por lo que se refiere a la polti-ca interna, varios artculos estaban dedicados a analizar lasocialdemocracia, la estrategia sindical, el PCI, la progra-macin econmica, las luchas obreras y el rol del PSIUP.Respecto al anlisis histrico-poltico, primaban las investi-gaciones y las reflexiones sobre la revolucin cultural, elestalinismo, Gramsci, Lenin, el imperialismo y el subdesa-rrollo.

    En su lanzamiento, la revista contaba ya con un millar deabonados que se convirtieron en 3.000 en 1967. El nmero

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    Cinco de los redactores de la revista, Augusto Illuminati,Pio Marconi, Eugenio Rizzi, Giuseppe Paolo Samon yPaolo Santi, eran seguidores de los Grupos ComunistasRevolucionarios, la pequea seccin de la IV Internacional,y estaban en el PCI y en la FGCI para suscitar una corrientede izquierda revolucionaria.

    En el nmero del 10 de noviembre de 1961 GiuseppePaolo Samon invitaba a abrir un debate sobre el XXII Con-greso del PCUS. La propuesta tuvo acogida y en el nmerosiguiente un editorial annimo escriba, entre otras cosas,que quera alentar un anlisis ms justo sobre el rol jugadopor Trotsky en la revolucin de octubre; y la primera inter-vencin de Michelangelo Notarianni se titulaba La dege-neracin burocrtica del socialismo.23

    En seguida estallaron las polmicas y los redactores lascontestaron publicando una gran foto de Trotsky con elsiguiente ttulo: Perch non siamo trotzkisti; en el artcu-lo se defenda el derecho a examinar y discutir sin anatemasy prejuicios el pensamiento de Trotsky, recolocndolo en ellugar que le perteneca en la historia de la revolucin rusa yen la posterior lucha contra Stalin. No sin sarcasmo, acaba-ban admitiendo haberse equivocado porque no habantenido en cuenta la extrema delicadeza del argumentopara los muchos compaeros que han vivido esa lucha.24

    Se trataba de un sector disidente formado por cuadrosmilitantes del PCI, de la FGCI, del PSIUP de la IV Interna-cional, de las formaciones marxista-leninistas y por otrosgrupos de la izquierda revolucionaria que encontraronpuntos de apoyo en asociaciones como Italia-China, aprincipios de los aos sesenta, crculos como el CentroAntiimperialista Che Guevara que naca en Roma pero con-taba con sedes en otras ciudades, el Centro de Informacindel Movimiento Obrero de Turn, el Antonio Labriola dePalermo, el Karl Marx de Perugia, el Rosa Luxemburg deVenecia, el crculo de Il Manifesto y el grupo La Tendenzade Miln. Estos debates y reflexiones crticas encontraronexpresin en dos revistas, Falcemartello, revista mensual

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  • No por casualidad, el PSIUP obtuvo en las eleccionespolticas de 1968 un discreto xito electoral con un milln ymedio de votos, casi un 5%. Muchos lderes de la protestaestudiantil haban militado en sus filas o an estaban inscri-tos en la primavera de 1968, desde Turi Toscano a MauroRostagno y desde Luigi Bobbio a Fabio Arcangeli.27

    No se olvida tampoco el papel desempeado en la pro-testa estudiantil por los estudiantes y los jvenes proce-dentes del sector disidente catlico. En este contexto tam-bin se recuerda la importancia que han tenido lassiguientes revistas de influencia catlica: QuestItalia deWladimiro Dorigo, Adesso de Don Primo Mazzolari, Gallode Nando Fabbro, La Rocca de la Pro Civitate Christiana deAss, Testimonianze del padre Ernesto Balducci, sin igno-rar el peso y el impacto que tuvo el libro escrito por LorenzoMilani y los chicos de la escuela de Barbiana, Lettera a unaprofessoressa, publicado en 1967.

    Los factores que influyeron en la evolucin del mundocatlico fueron, principalmente, el pontificado de Juan XXIII,el Concilio Vaticano II, las luchas de liberacin del TercerMundo concretamente las de los pases de Amrica Latina,con sus protagonistas catlicos como Camilo Torres28, elproceso de urbanizacin con la entrada en las fbricas de unimportante contingente de poblacin campesina, el desarrai-go de la vieja cu