geohistoria - pedro cunill

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5/28/2018 Geohistoria-PedroCunill-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/geohistoria-pedro-cunill-5623f44235e9a 1/326 Una lectura atenta de estos tres volúmenes conducirá a nuestros  if  lectores a comprender que en nuestra propuesta historiográfica hemos d.ulo espacio tanto a aspectos más consolidados  — como la historia sot ial, la económica, la política  —  como a los temas emergentes o nuevos. Frente a la aparente inercia de Clío notamos latidos y pulsa- ( iones nacientes que no conviene negar o sofocar, ya que pueden utilizar el horizonte historiográfico existente y propiciar la renovación de los estudios históricos así como la crítica de viejos y nuevos lugares comunes. Para finalizar, queremos dedicar unas palabras sobre los colabo- radores de esta obra. Sin duda no pertenecen a una misma corriente ideológica: provienen de diferentes horizontes historiográficos. Entre un estudio y otro se expresan diferencias observables en los planteamientos, en el análisis e, incluso, contradicciones. Confesamos inmediatamente que nunca buscamos esa famosa unidad en torno a la cual se podrían haber hecho consideraciones de conjunto, menos aún se pensó en la  posibilidad de que una historia cubriera todos los aspectos del quehacer humano. No nos interesaba reunir colaboradores dispuestos a seguir las “instrucciones” de los editores; en cambio, siem  pre nos interesó contar con personas que aceptaran nuestro proyecto. Ellos tuvieron siempre la  posibilidad de desarrollar sus ensayos y estudios del modo que mejor consideraran. A nosotros no nos queda más que agradecerles  públicamente su confianza, que no estuvo exenta de críticas constructivas para este proyecto. Quisiéramos agradecer también a quienes nos criticarán. Al respecto  pedimos una sola cosa: que centren sus objeciones al proyecto en sí, por lo que es, por su contenido, y no por las ausencias. Que las críticas, finalmente, se hagan recordando que estos volúmenes no son, no quieren ser, una historia de América, como tampoco son una simple recolección

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Una lectura atenta de estos tres volmenes conducir a nuestros iflectores a comprender que en nuestra propuesta historiogrfica hemos d.ulo espacio tanto a aspectos ms consolidados como la historia sot ial, la econmica, la poltica como a los temas emergentes o nuevos. Frente a la aparente inercia de Clo notamos latidos y pulsa- ( iones nacientes que no conviene negar o sofocar, ya que pueden utilizar el horizonte historiogrfico existente y propiciar la renovacin de los estudios histricos as como la crtica de viejos y nuevos lugares comunes.Para finalizar, queremos dedicar unas palabras sobre los colaboradores de esta obra. Sin duda no pertenecen a una misma corriente ideolgica: provienen de diferentes horizontes historiogrficos. Entre un estudio y otro se expresan diferencias observables en los planteamientos, en el anlisis e, incluso, contradicciones. Confesamos inmediatamente que nunca buscamos esa famosa unidad en torno a la cual se podran haber hecho consideraciones de conjunto, menos an se pens en la posibilidad de que una historia cubriera todos los aspectos del quehacer humano. No nos interesaba reunir colaboradores dispuestos a seguir las instrucciones de los editores; en cambio, siempre nos interes contar con personas que aceptaran nuestro proyecto. Ellos tuvieron siempre la posibilidad de desarrollar sus ensayos y estudios del modo que mejor consideraran. A nosotros no nos queda ms que agradecerles pblicamente su confianza, que no estuvo exenta de crticas constructivas para este proyecto.Quisiramos agradecer tambin a quienes nos criticarn. Al respecto pedimos una sola cosa: que centren sus objeciones al proyecto en s, por lo que es, por su contenido, y no por las ausencias. Que las crticas, finalmente, se hagan recordando que estos volmenes no son, no quieren ser, una historia de Amrica, como tampoco son una simple recoleccin de materiales para una eventual historia de Amrica; esperamos, en cambio, haber logrado construir una propuesta para repensar la historia de Amrica en su totalidad y en sus partes, sin discriminacin alguna en las temticas y en las ideologas.Marcello Carmagnani Alicia Hernndez ChvezRuggiero Romano

Las constricciones geogrficas de la naturaleza americanaLA GEOHISTORIAPedro Cijnill Graij

AS MAGNITUDES DE LAS SUPERFICIES AMERICANAS, que se han expresado geohistricamente en la realidad aplastante de sus inmensas distancias y gran vigor de los obstculos naturales de accesibilidad, fueron condicionando hasta el siglo actual el avance humano en sus variados paisajes, favoreciendo el aislamiento interior. Ello no fue visualizado por quienes tenan slo vivencias del espacio en otras latitudes, donde los escenarios histricos se desarrollaban en distancias relativamente cortas con facilidades de acceso y contacto mutuo, desconociendo la complejidad del factor distancia en Amrica, que obstaculiz avances, traslados y asentamientos del poblamiento humano. Ello se redoblaba por una larga imposicin del aislamiento americano en el planeta, por el vaco de los espacios martimos, que slo se fue aventajando en forma intermitente desde finales del siglo xv, hasta ser superado por la tecnologa del presente siglo. En verdad el aislamiento americano en referencia a otros continentes, al estar conformada la barrera helada del Estrecho de Bering entre Alaska y Siberia, se reforz al no formar un bloque geofsico compacto con los otros grandes conjuntos continentales, como es el caso de la fcil intercomunicacin entre Europa, Asia y frica.I PRESENTACIN

A partir de las bases de la especificidad geogrfica fsica americana, desde los desiertos mesoamericanos hasta la tundra de las islas fueguinas del extremo austral, se observa en su historia que grandes obstculos orogrficos, climticos, hidrogeogrficos, vegetacionales y otros han obstaculizado de diversa manera el establecimiento humano. A estas constricciones geogrficas y ambientales se han agregado, a variable intensidad, sucesiones errticas de huracanes, maremotos, erupciones volcnicas, sismos y diversas catstrofes naturales, que han competido a masivas erradicaciones de poblaciones. Sin emba go, estas limitaciones fsicas no han sido determinantes, puesto que siI >u*n es cierto que en mltiples casos han ocasionado regresiones paisajsticas naturales y culturales, ellas han sido afrontadas con alto gi.ido de imperturbabilidad por el hombre americano.Asimismo, salvo casos extremos en los lmites del ecmene, las comunidades no han sido compelidas por la naturaleza americana a utilizar obligadamente determinadas materias primas o especies de la gran biodiversidad de flora y fauna. Las mltiples sociedades americanas en cada lugar y poca decidieron lo que les pareca valioso y til, por lo que el valor de los recursos naturales y de la biodiversidad ha sido una nocin geohistrica sumamente cambiante. Ms an, el intento de disfrutar productos y sitios deleitosos de sus comarcas originarias llev a mltiples colonizadores de origen europeo a intentos aparentemente utpicos de la reconstruccin en Amrica de paisajes geogrficos con producciones agropecuarias de la zonalidad perdida del Viejo Mundo, lo que se logr en importantes superficies americanas. En casos relevantes se experiment la amplia permisividad de la naturaleza americana; en otros, no menos significativos, se evidenci su rechazo absoluto por las constricciones fsicas del Nuevo Mundo.1. La tirana del tamao y de la distancia. Las dispares percepciones geohistricas de la accesibilidad territorialUn rasgo dominante de la base geogrfica fsica de Latinoamrica se expresa en su vastedad territorial, que fue imponiendo, hasta hace pocos decenios, el factor distancia como obstculo mayor a los avances y asentamientos humanos. Este conjunto histrico-cultural ha logrado mantener, hasta el presente, una significativa superficie de magnitud planetaria, a pesar de notorias contracciones territoriales por avances fronterizos logrados por Angloamrica. Obviamente, las cifras de extensin territorial no implican efectivas presencias histri- co-culturales latinoamericanas; son slo aproximaciones cartogrficas administrativas que indican las extraordinarias dificultades de su poblamiento poco denso en estas dilatadas superficies.12LA GFOHISTOKIA

11LA GFOHISTOKIA

Las primeras manifestaciones de grandes contracciones de la geografa cultural latina en Amrica se evidenciaron en la segunda mitad del siglo xviii. Ello se expres en el Atlntico septentrional americano, c on la prdida de la soberana francesa en beneficio de la inglesa en las tierras canadienses de la Nueva Francia por el Tratado de Paz dePars en 1763, interrumpindose prospectivamente una mayor presencia latina en Norteamrica en alrededor de 1 541 000 km2 centrados en la provincia francfona de Quebec. A los pocos aos tuvo lugar el abandono del avance de la presencia testimonial latina en el Pacfico septentrional americano lograda por las expediciones navales espaolas, que haban arribado en 1774 a las Islas Queen Charlotte en los 55 de latitud norte, culminando en 1775 en los 58 de latitud norte y mantenindose hasta 1790 en el enclave de Nootka Sound para contener el avance ruso a ingls.A comienzos del siglo xix, la expresin administrativa de los paisajes iberoamericanos y francoamericanos superaba los 22615000 km2, incluyndose los territorios ulteriormente perdidos en su frontera septentrional por la expansin estadunidense en Florida, Luisiana, Ari- zona, Texas, Nuevo Mxico, Oklahoma, Alta California y otros sitios. En la actualidad, Latinoamrica cubre una dilatada extensin de 20446080 km2, superando en mucho el significado lingstico-cultural ms restringido que tena a mediados del siglo xix, cuando se fundamentaba exclusivamente en la latinidad de los pases americanos de raz espaola, portuguesa y francesa. En cambio, en el presente, este concepto se ha ampliado con nuevas visiones geogrficas humanas y realidades geopolticas, imbricndose por extensin, en el concepto de Latinoamrica, los pases antillanos y guayaneses de raigambre inglesa, holandesa y danesa, lo que se plantea en la actualidad con la fuerza de flujos culturales y econmicos que se registra en la Asociacin de Estados del Caribe, creada en 1994, comprendiendo no slo las islas y territorios dependientes de las Antillas, sino tambin los pases de Centro y Sudamrica con costas caribeas.La superficie de Latinoamrica es mayor que la de muchos otros conjuntos geogrficos en los que se definen importantes zonas culturales, como los del interior de Asia o de Europa. A su vez, por su extensin latitudinal y factores diversificadores orogrficos, la vastedad americana no es relativamente homognea, a la manera de Australia o Asia Central, sino que coexisten en sus espacios vastos territorios con diversos tipos de climas y paisajes naturales, bastante anlogos a los que se observan, entre otros, en la cuenca del Congo, delta de los grandes ros asiticos, desierto de Namibia, altiplanicie del Tbet, regiones mediterrneas europeas, fiordos escandinavos, estepas rusas.1 A ellos se agregan1 Harold Blakemore y Clifford T. Smith (comps.), Latn America: Gco^rapbical Perspectivas, Methuen & Co. Ltd., Londres, 1976. En Introduccin, p. 8.muchos otros paisajes especficos, que slo tienen representatividad en Amrica. Estas sencillas analogas nos acercan a una comprensin del peso de la inmensidad territorial americana en su historia.La unidad territorial continental americana entre sus secciones de Norteamrica y Sudamrica se produjo tardamente, puesto que estas dos grandes masas subcontinentales estuvieron aisladas hasta hace unos tres millones de aos, cuando se produjo la emersin de Cen- troamrica y la aparicin del istmo de Panam.[footnoteRef:1] Con ello se conform una disposicin geofsica en el sentido Norte-Sur sin interrupciones notables. Esta disposicin, til para el futuro avance humano, se fortaleci mucho ms por ulteriores cambios climticos, que facilitaron que se adelantara el poblamiento humano en litorales abiertos, como se ha expuesto en referencia al litoral occidental sudamericano, entre 21 000 y 13000 aos antes de hoy, cuando el nivel del mar descendi 120 m respecto del nivel actual, y hace unos 7000 aos, cuando se hallaba an a 40 m debajo del nivel actual.[footnoteRef:2] Ello permite conjeturar que en dichos periodos las corrientes de poblamiento pudieron deambular con relativa facilidad y establecer sus asentamientos en sitios actualmente cubiertos por el ocano. [1: Fernando Tudela (comp.), Desarrollo y medio ambiente en Amrica Latina y el Caribe. Una visin evolutiva, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Agencia Espaola de (operacin Internacional, Ministerio de Obras Pblicas y Urbanismo de Espaa, Madrid, 1990, p. 32.] [2: ' Miclu'l Portis, De los cazadores recolectores hacia el sistema colonial del dominio del espacio", en | P. Deler, N. Gmez y M. Portis, El manejo del espacio en el Ecuador, ic.m, Quito,19H3, p. IH.]

Asimismo ha tenido singular repercusin en la orientacin de los avances y retrocesos del poblamiento humano la original configuracin del territorio americano, expresndose el enfrentamiento en su penetracin geohistrica por la aguda disimilitud entre su largo y su ancho. Ms de 12 000 km se despliegan en la actual proyeccin territorial latinoamericana entre sus extremos septentrional y meridional, mientras que resulta excepcional la anchura mxima en su latitud ecuatorial sudamericana con algo ms de 5 000 km entre los litorales peruano y brasileo, contrapunteando con las anchuras mnimas de slo 80 km en el istmo de Panam y la pulverizacin insular en el austro fueguino.LA GEOHISTORIA15

16LA GEOHISTORIA

16LA GEOHISTORIA

El medio geogrfico americano antes del arribo de los europeos no era abordado por las diversas sociedades indgenas como una unidad. Por el contrario, se impona la tirana del tamao y de la distancia, no existiendo concepciones continentales, sino ms bien indecisas expresiones de una nebulosa y compartimentada heterogeneidad espacial

CONSTRICCIONES POTENCIALES GEOGRFICASDE LA NATURALEZA AMERICANAOBSTCULOS DEL RELIEVE ( < 1800 msnm)i M m '^ -CW.

ZONAS SSMICAS Y VOLCNICASOBSTCULOS DEL FRIO+ + +

OBSTCULOS DE LA SUPER-.MEZ- (SELVA TROPICAL Y HUVED_ESOBSTCULOS DE LA ARDEZ (DESIERTOS Y ES_EP5CDenmE3

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|im expresaba en yuxtaposiciones de espacios insulares, fsicos*y/o ( uliurales, separados entre s y unidos ocasionalmente por tenues |u< ios de recorrido y relacin. Dominaba la inaccesibilidad espa- i il No es que existiera una absoluta compartimentacin territorial, I" io (actores de enormes distancias, inmensidad continental, obstcu-rogrficos, dificultades climticas y otras barreras geogrfico-fsicas, |unlo .1 la carencia de expeditas comunicaciones en relacin con las i< M( logias dominantes, contribuan a que las huellas del poblamiento le Lis diversas sociedades indgenas en la geografa americana se ex- l'h -iian en paisajes humanizados relativamente aislados e incomuni-I )S (

a los entre s por espacios vastos, dominados por paisajes silvestres.Adems, salvo la sal, algunos metales, diversas piedras preciosas y niieulos ceremoniales de excepcin, no existan estmulos extraordi- ii.ii ios para desencadenar grandes intercambios entre multitud de /mas geogrficas en las que se reconoca un alto grado de uniformi- l.ul en el uso del suelo, de los productos vegetales, de fauna silvestre le algunos recursos naturales bsicos para sus modos de vida.I ominaban mltiples concepciones de espacios puntilleados, en que . lo en lugares privilegiados, como la altiplanicie mexicana, las tierras alias del istmo centroamericano, los Andes septentrionales y centrtes, xpresaban unidades geogrficas culturales acopladas en territorios especficos que se reconocan como una unidad, con puntos de po- M.uniento indgena en campos y ciudades nuclearizadas en densi- Lides ms altas y con una mayor intensidad en el uso e intercambio I- los recursos naturales, como se visualizaba en el uso del Capac N.m o camino del Inca en el Tawantinsuyo. Amplios espacios vacos, i penas hollados, donde dominaba la naturaleza virgen, separaban el pilago de poblamiento efectivo.LA GEOH1STORIA18

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No obstante, no exista la plena incomunicacin, puesto que las sociedades indgenas de la mayora de las regiones geogrficas ameri- .mas no se desarrollaron en aislamiento absoluto unas de otras. Igualmente, las emplazadas en muchos sitios perifricos no tenan desconocimiento total de los centros ms avanzados y de los recursos n.ilurales ms elaborados de Mxico y los Andes. Adems, ya antes del .ilribo de los europeos, se evidenciaban especializaciones en la trans- lormacin de ciertos recursos, lo que permita a diversos grupos indgenas practicar un intercambio con otros grupos muy distantes y situados en diferentes ambientes geogrficos. As se reconocan trficos especializados que iban hollando aun los espacios ms alejados, tantoen Mesoamrica como en las Antillas y Sudamrica. En la ruptura parcial de esta tirana del tamao y la distancia, la geografa represent un papel bsico en la orientacin de los procesos de comunicacin y difusin, posibilitando el movimiento de grupos indgenas, con sus legados culturales y mercancas, a lo largo de vas naturales de comunicacin, corrientes marinas, corredores costeros, grandes ros navegables, pasos y abras intermontanas, valles de comunicacin entre tierras altas y espacios litorales e interiores. Adems, la presencia del istmo centroamericano aseguraba la continuidad de las tierras continentales norteamericanas y sudamericanas.En Latinoamrica han sido significativas las dispares percepciones geohistricas de distancia y accesibilidad territorial de indgenas y conquistadores europeos. En los modos de vida de mltiples sociedades indgenas se superaba la tirana de las enormes distancias geogrficas efectivas con el aliciente del encuentro con lo sagrado. En varias etnias indgenas del Circuncaribe se reconocan concepciones que relacionaban distancias geogrficas reales y distancias sobrenaturales.4 Por ello, en el contexto de imgenes esotricas, jefes aborgenes expresaban concepciones de contactos, de gran prestigio religioso, con inalcanzables espacios sobrenaturales, o con lejansimas tierras reales con las que se traficaba, en las que el encuentro ritual y el sentido sagrado de artculos ceremoniales que se intercambiaban eran mucho ms importantes que el trueque de mercancas de consumo. As, enormes distancias eran recorridas por rispidas orografas o por peligrosos ros de los sistemas del Orinoco o del Amazonas, sin importar la fatiga por los alicientes esotricos.Para alcanzar el sitio sagrado indgena no haba lugar inaccesible o recndito, como se constata en los mltiples senderos que culminaban en los bordes de crteres volcnicos, cuevas, lagos y en los que remontaban las cumbres cordilleranas. Tanto en Mesoamrica como en la Amrica andina varias montaas se identificaban con dioses locales. En Mxico, los volcanes Popocatpetl (5 500 m), Iztacchuatl (5 386 m), Matlalcueye o La Malinche (4 461 m) y varios otros cerros eran identificados como deidades de la lluvia y el agua.5 Asimismo eran sumamente dificultosos los movimientos de mltiples tipos de peregrinaciones en4 Mary W. Helms, Los indios del Caribe y Circuncaribe a finales del siglo xv, en Leslie Bethell (ed.), Historia de Amrica Latina. Tomo I. Amrica Latina colonial: la Amrica precolombina y la Conquista, Cambridge University Press, Editorial Crtica, Barcelona, 1990, p. 34.1HLA GEOHISTORIA

1HLA GEOHISTORIA

s Pedro Carrasco, La sociedad mexicana antes de la Conquista, en Daniel Coso Villegas (coord.), Historia general de Mxico, t. I, El Colegio de Mxico, Mxico, 1976, p. 250.{ ?el Incanato hacia espacios sacros de significado sobrenatural, como las de multitudes quejumbrosas que iban de cerro en cerro implorando agua de lluvia, o las procesiones multitudinarias a cumbres, lagunas y otros accidentes topogrficos para impedir granizos, heladas, rayos o epidemias.6 Autnticas hazaas de escalamiento tuvieron que efectuar dignatarios y pobladores incas para trepar por grandes pendientes has- la alcanzar las altas cumbres andinas, donde emplazaban sus santuarios de sacrificio al culto solar, habindose encontrado en 1954 restos arqueolgicos y el cuerpo congelado de un nio vestido ceremonialmente con sus ajuares en la cumbre del cerro El Plomo a 5430 m de altitud, f rente al valle de Santiago de Chile, y en 1995 testimonios similares en el monte Ampato a 6 309 m al noroeste de Arequipa. Testimonios arqueolgicos de situaciones anlogas, o sea del esfuerzo de estos excepcionales escaladores incsicos, motivados por la adoracin al Sol, se han encontrado tambin en las cumbres de los cerros Trtola y Doa Ana, que dominan el valle del Elqui, del Licancabur, del Llullayllaco y otras en Per, Bolivia, Chile y el nordeste argentino. A su vez, los hibehas, que ocupaban las mesetas centroorientales de las tierras altas le Colombia, organizaban peregrinaciones de ofrendas a los lejanos sitios sagrados de cavernas, montaas y lagos.((

La meta de estos espacios esotricos ha quedado en los topnimos geogrficos y en los relictos monumentales de templos, oratorios, apa- ( helas, huacas y otros hitos ceremoniales esparcidos en la geografa americana. La imaginera de estos espacios sacros es sumamente expresiva, observndose en numerosos museos, como el Museo de Amrica en Madrid, cermicas de hondo contenido de las distancias esotricas, orno la vasija de la cultura mochica (aos 100-700) en forma de cerro on significacin de espacio sagrado destinado al sacrificio, o la vasija de la cultura chim (aos 1100-1400) que representa una montaa donde se emplaza un sacerdote ejerciendo el ritual. La vigencia de estos espacios sagrados ancestrales llega incluso al periodo colonial, como se puede observar, entre otros objetos, en un leo sobre lienzo intitulado Conquista y reduccin de los indios de las montaas de Para((

ti y Fantasma, con la representacin en el siglo xvn de espacios sagrados indgenas y cristianos en estos lugares guatemaltecos.7 Numerosa(l Felipe Guarnan Poma de Ayala, Nueva crnica y buen gobierno, edicin de Caracas, Fundacin Biblioteca Ayacucho, dos tomos, 1980, t. I, pp. 179 y 202.LA GFOHISTORIA20

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Oleo sobre lienzo proveniente de la Capitana General de Guatemala, siglo xvn, en exhibi- i Ion en el Museo de Amrica, Madrid, rea cuatro.fue la insercin clandestina de huacas en templos catlicos coloniales en Per, aunque los espaoles se haban apropiado tempranamente de las tierras consagradas al culto del Sol y de las huacas.Ello ha quedado testimoniado en los paisajes geohistricos sagrados ancestrales. En particular, los conquistadores espaoles lograron realizar la metamorfosis espacial de los ms importantes centros ceremoniales de las religiones predominantes en Mxico, Centroamrica y la Amrica andina en iglesias catlicas. Esta imposicin territorial de ambas monumentalidades sacras, acompaada con otros procesos de sincretismo religioso, ha logrado mantener hasta el presente la vigencia de considerables peregrinaciones hacia estos espacios sacros. Los espaoles fomentaron el sincretismo erigiendo iglesias, ermitas, cruceros, humilladeros y conventos en el emplazamiento geogrfico de antiguos sitios sagrados indgenas. No fue excepcional la conversin del centro ceremonial de la Diosa Madre Tonantzin en el santuario de la Virgen de Guadalupe, ni el reciclaje del santuario solar de Copaca- bana en centro catlico de peregrinacin. La supervivencia del espacio sacro prehispnico se observa en el paisaje de la Catedral de Mxico, construida en el tope del Templo Mayor de Tenochtitlan; en la iglesia de la Virgen de los Remedios, en la cima de la gran pirmide de Cholula, donde se emplazaba el templo prehispnico; en la iglesia construida sobre la plataforma ceremonial piramidal azteca, en Tla- telolco; en el convento de Santo Domingo, erigido sobre lo que fuera el Templo del Sol, en Cuzco, y mltiples casos similares evidenciados en toda Latinoamrica.LA CEOHISTOKIA

LA CEOHISTOKIA

Descubridores y conquistadores europeos debieron enfrentar en Amrica una nueva dimensin a sus conceptos de cortas distancias y fcil accesibilidad geogrfica. En el continente, las considerables distancias no eran comparables a las europeas, ni menos a las mnimas extensiones de recorrido en las islas antillanas. Adems, las largas distancias reales se redoblaban en funcin del factor tiempo en la comunicacin, empleado en vencer la precariedad de abastecimientos y el riesgo de lo desconocido. Era intrascendente medir en leguas de Castilla; la realidad se impona en distancias de das, meses y aos. El desmedido tiempo de recorrido se prolongaba an ms en los paisajes tropicales americanos, que presentaban mayores obstculos a su penetracin; en las costas se sucedan desiertos casi absolutos, contrastando con maniguas pantanosas cubiertas de espesa maleza; las selvas desplegaban densidades vegetacionales impenetrables comparadas oh el monte bajo castellano o portugus; las montaas mexicanas y .indinas culminaban en barreras abruptas con cumbreras de entre 4000y 7 000 m, ante las cuales lucan pequeas las altitudes mximas de l,r. cordilleras interiores ibricas, con unos pocos cerros que rebasaban los 2 000 m de altitud e incluso los ncleos orogrficos ms desta- .idos de los Pirineos, con altitudes mximas de 3 404 m; los ros eran mik lio ms torrentosos que el Guadalquivir, el Duero o el Tajo, e imposibles de vadear y de navegar en las zonas de rpidos; eran virtual- inenie impenetrables los manglares, ms recnditos que las marismas mediterrneas. A su vez, en los paisajes fros del austro americano, la mu omunicabilidad se afianzaba no slo en los miles de kilmetros de dr.i.mcias efectivas, sino tambin en las barreras de los densos bosques, sin ninguna similitud con los bosques de robles y hayas de la pennsula ibrica; en las pampas y estepas patagnicas; en los abrup- h >\ fiordos y nieves eternas.Sin embargo, en la empresa de la conquista americana los europeos miperaron en los primeros decenios los mayores obstculos de dis- i.iiii i.i y accesibilidad. Sera simplista intentar un palmars entre los v necdores de las distancias mximas en el siglo xvi; sin embargo, .mu actualmente hay que asombrarse ante la magnitud de los tramos de recorrido efectuados por Hernando de Soto durante casi cuatro mos desde la baha de Tampa al interior de Norteamrica; por Nico- I r de Federman, desde Coro hasta la sabana de Bogot; de Lope de /\>i ni re, desde el Ro Huallaga en el Per por el Amazonas y el Atln- iiio hasta la Isla de Margarita; de Antonio Berro, del altiplano bogo- i.iiio a los Llanos del Meta y la desembocadura del Ro Orinoco, y de inn< los otros expedicionarios que recorrieron el territorio americano, .i rpida primera superacin de la tirana de la distancia es ilustrativa n l.i geohistoria de la conquista espaola. Acertadamente, P. Chaunu, al ilnm.ir su expansin entre 1526 y 1530 en alrededor de 1 500000 km2 I* .de la frontera del Mxico hmedo hasta la Isla de Margarita, insiste n que tras este hecho absolutamente terico, muchas decenas de miles de kilmetros cuadrados apenas haban sido abordados: seranl,i ieserva de los siglos venideros.8 El proceso del rpido avance exten- mvo se repite entre 1517 y 1540 en el ciclo de la conquista sud- imeiicana, desde Panam al eje Norte-Sur de los altiplanos andinos e hmtcrland inmediato, quedando vastos territorios ignotos. A mediadosLA GE0IIISTORIA22

LA GE0IIISTORIA#

l'ieiiv Chaunu, Conquista y explotacin de los nuevos mundos (siglo xvi), Editorial Labor, h ni rlna, 1973, p. 31.del siglo xvi el factor distancia pareca totalmente vencido con las fun- cl;u iones efectuadas por Pedro de Valdivia de las ciudades de Concep-ion, Imperial, Villarrica y Angol, acompaadas con la ereccin de los fuertes de Arauco, Tucapel y Purn. Sin embargo, este rpido vencimiento de la distancia geogrfica acarreaba debilidades estratgicas al no ser consolidada la comunicabilidad, como se experiment en 1553 al detenerse el ritmo de fundaciones en el Chile austral, finibusterre del Imperio espaol en Amrica, cuando la gran rebelin araucana dirigida por Lautaro cost la vida a Valdivia y oblig a los espaoles a una contraccin territorial. En escuetas lneas se ha expuesto la significacin de este elemento: Otro factor de fracaso fue la desmesurada prolongacin de las comunicaciones. A varios meses de distancia del Per, a varios aos de la Nueva y de la Vieja Espaas, la empresa estaba en su lmite.9 As, al culminar la conquista en 1550, la expansin administrativa territorial de la Amrica espaola haba alcanzado alrededor de dos millones de kilmetros cuadrados, escasamente controlados e incluyendo enormes espacios vacos. En siglos posteriores, a diversos ritmos, se continuara la expansin territorial en tierras nuevas perifricas, aunque siempre dejndose vigentes enormes espacios vacos.(

En la geohistoria del poblamiento latinoamericano, superado el estmulo inicial de la rpida conquista de los territorios claves, ha tenido gran importancia la imposicin de la lejana espacial. Esta tirana de la distancia presenta similitudes en su incidencia con los procesos de asentamientos de colonizacin en Australia, donde, incluso en los estados ms poblados, amplios espacios vacos subsisten entre las regiones humanizadas.10 Lo espaciado del emplazamiento de los ncleos de colonizacin hispnica es comparable a las distancias intermedias de la colonizacin australiana, con establecimientos separados entre s por miles de kilmetros de distancia. Este inmenso alejamiento geogrfico entre los ncleos de poblamiento favoreci la especificidad de cada uno de ellos.Se ha demostrado igualmente que esta modalidad de colonizacin intermitente con intervalos amplios de espacios vacos ha sido dominante en la geohistoria brasilea. Se ha puesto de relieve que los grandes movimientos de penetracin, a travs de las entradas y de las9 Ibiclem, p. 41.LA GEOHISTORIA

LA GEOHISTORIA

10 Valiosas indicaciones bibliogrficas en R. L. Heathcote y M. McCaskill, Historical Geo- graphic in Australia and New Zeland, en Alan Baker, Progress in Historical Geography, Newton Abbott, Devon, 1973. Entre otros es ilustrativo el aporte de Michael Williams, The Making of the South Australian Lanclscape, Academic Press Ltd., Londres, 1974.mu de iras, de los cuales result el engrandecimiento territorial brasileo, implic un poblamiento intermitente y disperso, con la consolidacin de ncleos distantes, esparcidos en el interior, en las regiones de* Minas Gerais, Gois, Mato Grosso y otras, donde se tiene la impre- .in de un archipilago humano.[footnoteRef:3] En efecto, estas islas culturales daban la imagen de una colonizacin a intervalos, con grandes extensiones de espacios vacos. [3: Odilon Nogueira de Matos, Expansin y conquista, en Guillermo Morn (director), Histo- rht (r'cneral de Amrica, vol. 17, correspondiendo al tomo 1: Brasil, Caracas, 1991, p. 156.]

Fue evidente en los movimientos de expansin de los bandeirantesl.i desarticulacin territorial por el factor desvinculante de la distan- ia.[footnoteRef:4] Una vez adentrados en los extensos paisajes del serto perdan rpidamente la fluida comunicabilidad con el litoral. Cassiano Ricardo ha expuesto la importancia de este factor, haciendo ver que la per- ( opcin de la distancia que se interpone entre la bandeira situada en pleno serto y el punto de partida es siempre mucho mayor que todas Lis distancias por vencer. [4: Richard M. Morse (comp.), The Bandeirantes. The Historical Role of the Brazilian Pathfind- i rientes martimas en el desplazamiento humano sobre grandes dis-i. mcias. El arribo de los indgenas en sus grandes canoas y piraguas de isla en isla y litoral continental, en los espacios martimos interiores que conforman el Mar Caribe en una extensin de ms de dos millones de kilmetros cuadrados, se vio posibilitada por la configuracin del parablico arco insular antillano y la corta distancia de los estrechos que separan a las islas entre s y con el continente, adems de la accin (< instante de los vientos y las corrientes martimas, que constituan, al desplazarse a una velocidad promedio de algo ms de 30 km por hora, verdaderos caminos del mar. La circulacin general de los vientos planetarios, en particular los vientos alisios del nordeste y sudeste, ( on su accin en la formacin de las corrientes de aguas marinas que aiiaviesan el Mar Caribe de oriente a occidente, posibilit trficos en esas direcciones; as, la corriente antillana favoreci las comunica- ( iones indgenas a lo largo de las costas de Borinqun, Quisqueya y Lis Bahamas, haciendo, en cambio, largo y dificultoso el retorno.Singular importancia para los trficos indgenas tenan las corrientes e< uatoriales del Norte y del Sur, operando simultneamente como ba- i re as martimas. Despus de penetrar en el Caribe estas corrientes ontinan en direccin al occidente y luego al noroccidente para de- nvar al estrecho de Yucatn y paso de la Florida. En este punto, la presin y gran velocidad ele estas corrientes tendan a aislar a las .i.mdes Antillas de la costa continental de la Amrica media, confor- inndose una barrera martima que presentaba dificultades a la fluida omunicacin entre las culturas maya de la Amrica media y la taina de las Antillas. Asimismo, la corriente ecuatorial del Sur era empleada enii. ivega< iones prehistricas del litoral ele Tierra Firme a las islas de Los l'esiigos, Orchila, Blanquilla, Los Roques, Curazao, Bonaire y Aruba. En contrapartida, la fuerza de esta corriente obstaculiz la navegacin prehistrica entre Trinidad y el litoral continental del Golfo de Paria por los remolinos y turbulencias en Boca de la Serpiente y Boca del Dragn.De igual manera, desde tiempos muy tempranos del establecimiento aborigen, las corrientes martimas del litoral del Pacfico americano constituyeron importantes vas de intercambio econmico, zonas de produccin ictiolgica y rutas para las migraciones humanas. En Norteamrica destac el papel de la fra corriente de California, con su direccin meridional y cuya intensidad vara estacionalmente desde Oregn y el litoral californiano, avanzando en las costas mexicanas hacia el sur y presionando a la clida corriente de Panam, ramal de la contracorriente ecuatorial del Pacfico. Esta ltima fue sumamente til para las relaciones prehispnicas entre el litoral occidental de Centro- amrica y el norte de Sudamrica, aunque tambin intermitentemente con efectos catastrficos derivados del fenmeno de la corriente del Nio. La fra corriente de Humboldt tuvo asimismo un significativo papel prehistrico al posibilitar la comunicacin longitudinal entre los pueblos del litoral occidental sudamericano, puesto que sube de Sur al Norte por ms de 4 000 km de longitud, a lo largo de las costas chilenas, peruanas y sudecuatorianas, girando hacia el noroeste al nivel del Golfo de Guayaquil, antes de calentarse progresivamente y mezclarse con la corriente ecuatorial del Sur. Aprovecharon esta corriente de Humboldt, entre otros, los indgenas de la cultura ica-chincha en la costa meridional peruana, siendo grandes navegantes que recorran parte importante de la costa pacfica sudamericana.El hombre prehistrico incluso logr domear las difciles condiciones martimas de los ltimos parajes insulares y continentales del Pacfico austral, donde se desarrolla un inhspito clima martimo lluvioso, asolado adems por fuertes vientos. En estos intrincados paisajes de ventisqueros, fiordos, islas y roqueros, en adversas condiciones ambientales, se desarrollaron importantes asentamientos de pueblos indgenas, verdaderos nmadas del mar.15 Excelentes navegadores, como los de las etnias chonos, alacalufes, yaganes, vencieron la incomunicabilidad del finibusterre americano. Sin embargo, al igual que lasLA GFOH1STORIA

LA GEOl IISTORIA

LA CEOI NSTORIA

|S Magistral desarrollo del tema en Joseph Em pera i re, Los nmadas del mar, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1960.I

iiii.is del Caribe y otros sitios martimos americanos, no lograron pro- di i ( i i una arquitectura naval digna de esta apelacin, pues, salvo .moas, balsas y caballitos de totora, no se encuentran expresiones navales de magnitud.No tuvieron continuidad los primeros logros en la comunicabilidad m.i mima entre la Europa nrdica y Amrica, alcanzada en el Atlntico noile por los vikingos hacia el ao 1000 con sus descubrimientos y i sentamientos en Groenlandia, Labrador, Terranova y Vinland.16 Slo i finales del siglo xv se logra superar por las naciones ibricas el aislamiento martimo americano. Para ello es importante considerar que Portugal y Espaa disfrutaban de una privilegiada situacin geogrfi- .i.s en relacin con la navegacin atlntica central, especialmente desde los estuarios y bahas conformados entre Lisboa y la depresin del .uadalquivir. All, como se registra en el sudoeste espaol, dominan u la temporada estival los vientos del Norte, que posibilitan desde I.ilos, Huelva, Sanlcar, Sevilla o Cdiz la navegabilidad hacia el sur de las carabelas y otros veleros, a la bsqueda del archipilago de las laaras.En la superacin del vaco del espacio martimo atlntico tuvieron, i lemas, gran significacin geohistrica el archipilago de las Azores y los archipilagos occidentales africanos de las Canarias, Madeira \ (!abo Verde. Su primer papel fue de servir de puertos de recalada, de bases para las incursiones en la costa de frica y para las exploraciones atlnticas, lugares de abastecimiento de carne de ganado cimarrn, de productos frescos agrcolas y agua potable. A ello se sucedi su significacin geosocial de puntos de encuentro, actuando como en- ( laves del mundo mediterrneo en la inmensidad atlntica. All surgieron modelos de conquista y colonizacin y de diversos tipos de paisajes geogrficos humanos de comercio y de esclavitud que fueron empleados en Hispanoamrica y Brasil. Entre ellos, los establecimientos coloniales de plantaciones e ingenios azucareros, o el de las factoras portuguesas y las capitanas hereditarias en Brasil, que posibilitaron mantener la presencia europea en grandes extensiones sin necesidad de profundas penetraciones en el binterland.Estas islas atlnticas, con su comportamiento cultural de estaciones mlermedias y avanzadas del mundo mediterrneo en ambientes eco- l( >iicos insulares transicionales, representaron un papel muy destaca-%

LA GEOH1STOKIA28

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1(1 Excelente planteamiento crtico en Cari O. Sauer, Northern Mists, Turtle Island Foundation, ni Francisco, California, 1968.

(l en l.i irradiacin ecolgica por la aclimatacin de animales y vege- i i les del Viejo Mundo, Europa y frica, antes de su introduccin en America, as como en la adaptacin a diferentes condiciones de productos tropicales y andinos americanos, como el tabaco, el anan, el maz, la papa y otros muchos. As, las Islas Canarias, Madeira, Azores y Cabo Verde fueron en los hechos histricos jardines botnicos, zoocriaderos y laboratorios experimentales para nuevas cosechas y manufacturas de ambos continentes. Ello tuvo un extraordinario costo ambiental, con la destruccin de la biodiversidad autctona, desapareciendo especies de fauna y flora, como las que dieron el topnimo a Madeira, por sus densos bosques de valiosas maderas.En el primer viaje colombino, al vencer el mito de la imposibilidad del cruce del Mar Tenebroso, si incorpor el conocimiento de su rgimen de vientos que permitira la vinculacin entre Europa y Amrica. Al aprovechamiento de los vientos alisios, que posibilit la navegacin hacia occidente y la recalada antillana, se sum, al retorno, el descubrimiento de los vientos que soplaban de la parte occidental y que abran la posibilidad de regresar. De esta manera, vientos alisios del nordeste y vientos del poniente supusieron no slo la posibilidad del regreso al Viejo Mundo, sino tambin la de repetir el viaje al Nuevo Mundo, con extensin a mltiples expediciones posteriores. Ulteriormente se fueron diseando aprovechamientos ms sutiles, con rumbos ms australes a partir del archipilago canario, continuando hacia el sudoeste con los vientos alisios del nordeste, hasta que alcanzaban los vientos del sudeste y las corrientes martimas norecuatoria- les que los llevaban a las Antillas. En el tornaviaje se aprovechaba parcialmente la corriente del Golfo de Mxico, para despus valerse de los vientos del oeste del Atlntico septentrional.0,1 1LA CiROHISTORIA

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Otra ruta martima logr consolidar la unin entre Portugal y el Brasil, aprovechando los vientos dominantes del norte, hacia las Islas Canarias, tornndose luego hacia el archipilago de Cabo Verde, desde donde las embarcaciones eran dirigidas hacia el sur por el sudoeste para cruzar la zona de las calmas ecuatoriales, virando despus hacia el oeste, favorecidas en esa direccin por vientos y corrientes martimas, hasta que se tocaba Brasil en las inmediaciones del Cabo San Roque, desde donde se segua costeando el litoral brasileo hacia el sur. En el tornaviaje a Portugal se utilizaban preferentemente los vientos y corrientes que derivaban de Cabo San Roque hasta el archipilago de las Azores, navegndose de all en direccin oriente a Lisboa.I.A C.F.OIIISTORIAEn (I curso ele sus descubrimientos y conquistas, los europeos 111\ ieron cjue superar con su tecnologa naval esta enorme barrera del I.i< lor de la distancia martima entre el Nuevo Mundo y Europa. Na- i< >, de diverso tipo, aparentemente muy frgiles segn los criterios modernos, posibilitaron con bastante regularidad los viajes de ida y \ uella durante ms de 300 aos. La precisin de las complejas derrotas .-,uidas por las naves y flotas espaolas, reconocimientos de costas, lurares de recalada y aguada, abrigos costeros y diversos hechos nota-limatolgicos est testimoniada en abundantes obras de pilotos \ | lc ticos en el arte de navegar. Muchas de estas obras de navegan- 1 de los siglos xvi y xvn permanecieron inditas para impedir tal mlorinacin a corsarios y almirantes de armadas extranjeras. Este en- i l< pedismo nutico aparece en el Itinerario de navegacin de mares r i ierras occidentales, de Juan de Escalante de Mendoza, manuscrito I* 1575, con una rplica ilustrada en la obra de Juan Baltasar Velleri-iiode Villalobos, Luz de navegantes, escrita en 1592 y conservada en la biblioteca de la Universidad de Salamanca.17I I i lempo real de la travesa trasatlntica fue un peso determinante Im me todo el periodo colonial, superando ampliamente el concepto I. exacta distancia geogrfica. Se ha demostrado que las 4 300 millas M miK as que la flota de Tierra Firme recorra desde Cdiz hasta el istmo 'I- l\mam sola requerir de dos y medio meses a tres meses. Tiempo mejante demoraba la flota de Nueva Espaa desde los puertos andaluces hasta Veracruz. El tiempo de retorno efectivo era muchsi-nayor, pues se debe tener en consideracin que el aprovecha-mi' iilo de vientos y corrientes martimas demoraba ms tiempo en el i"i navi.ije, registrndose un promedio de 115 das en el viaje de ,niavena de Indias a Sevilla. Tomando en consideracin que la estan- ii de los navios en Amrica se prolongaba algunos meses, un viaje I* >< villa a Mxico y regreso requera por lo menos un ao, y el ciclo ladnd Lima-Madrid de ao y medio a dos aos.18 A su vez, un viajem uniino entre Lisboa y Baha requera de mes y medio a dos meses, i I i i i la viaje demoraba ms tiempo de utilizarse la ruta de las Azores, i ! menos dos meses y medio. Por ello, en la interpretacin de* la H '".ialia de la conducta en Iberoamrica hay que considerar el peso' l' ili r..ii Vellerino de Villalobos, Luz de navegantes, corresponde al Manuscrito nm. 2(M de i i hil 'le i i cle la Universidad de Salamanca. Slo se imprimi lacsimilarmente en 19K4 por el Im 'ii Naval de Madrid.Amonio |. Lpez Gutirrez y Pedro Snchez Nez, La nao de aviso "Nuestra Seora de i tiln* i *.//.v viajes a Indias (16.52-1653), Asociacin Cultural c a, Sevilla, 19KS, p. 19.I>( i(cptivo social de una cambiante geografa del tiempo y de la dis- l.iiu ia: las metrpolis estaban lejos y eran sumamente largos los tiempos reales de travesa trasatlntica.I ueron hondas las transformaciones geohistricas de los paisajes litorales americanos por los cambios en el alcance territorial de carabelas, reemplazadas posteriormente por naos y galeones. El acortamiento de los tiempos en los viajes trasatlnticos, la facilidad de maniobra en recnditos paisajes costeros, as como el aumento de los tonelajes de carga tuvieron especial significacin en el avance de las derrotas y reconocimientos del Mar Caribe y litorales del Atlntico y del Pacfico. Topnimos en los que se yuxtaponen lo real y lo imaginario se expanden en la cartografa naval de la poca, indicando derroteros y seas de las partes martimas de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Ocano.Debido a la estructuracin de su imperio trasatlntico fue vital para Espaa mantener la comunicabilidad en el Ocano Atlntico y el paso al Ocano Pacfico. El imperio espaol con sus trficos metropolitanos hacia y desde Amrica se fundamentaba en la estrategia del poder martimo. Ello qued testimoniado en la geografa histrica del Caribe, cuyas vastas extensiones martimas fueron percibidas como un Mediterrneo americano espaol, un mar interior, que tuvo que ser defendido desde el tardo siglo xvi de filibusteros y bucaneros por un sistema de fortificaciones en los puntos claves, cada uno de los cuales fue simultneamente un enclave de poblacin urbana. Ello se expres en un gran desarrollo urbano alrededor del Mar Caribe, en Portobelo, San Juan de Ula, Cartagena de Indias, Santo Domingo, Puerto Rico, La Habana, Maracaibo, Puerto Cabello, La Guaira, Cuman y varias otras ciudades-puertos, cuya relacin era mucho ms fcil entre s por la va martima, a pesar de las enormes distancias y los peligros de huracanes y tormentas, que por hipotticas vas terrestres, imposibles de conformarse en el intrincado y selvtico binterland o en los manglares litorales. Ulteriormente, a partir de la primera mitad del siglo xvn, el Caribe deja de ser un mar cerrado de los hispanos, convirtindose en un mar internacional, de encuentro y de confrontacin con otras potencias europeas, que lograron consolidar su presencia territorial en islas antillanas y sectores continentales.Superada la imposicin del vaco geohistrico del Ocano Atlntico entre Europa y la Amrica oriental, era necesario establecer la verdadera situacin geogrfica entre la Amrica occidental y Asia, para abrir una ruta occidental a las islas asiticas de la Especiera. Hasta comienzos del .i>'I< > \vi ello no le sencillo, como lo sintetiza J. II. Parry: Ningn ex- >l< u.idor europeo haba visto realmente la costa occidental de la Amricai mental. Nadie poda estar seguro de si Amrica se encontraba o noepatada de Asia; si haba o no otro ocano al oeste; y, en el supuesto de |tic lo hubiese, si al ocano podan o no acceder los barcos atlnticos.19 I I primer paso se dio en 1513 con Vasco Nez de Balboa, cuando I .< ubri en Panam, en el Golfo de San Miguel, el Mar del Sur u >< ( ano Pacfico. Ello reanim el inters en el hallazgo de la interco- inunicabilidad ocenica entre el Atlntico y el Pacfico, que pareca mlianqueable despus del fracaso en 1508 de la flota que fue enviaja bajo el mando conjunto de Vicente Yez Pinzn y Juan Daz de '< >h\, en busca de un estrecho interocenico en Centroamrica. A par- iii de entonces se sucedieron numerosos intentos frustrados de des- ubi ir la intercomunicabilidad entre el Atlntico y el Pacfico para al* anzar Asia desde Espaa con recalada americana. Los intentos malogrados de descubrir el canal natural interocenico culminaron n la expedicin de Juan Daz de Sols en 1515, que logr reconocer ha ,ia la gran escotadura del Ro de la Plata. As, en contrapartida, m.in expediciones contribuyeron a que en slo cinco lustros estuviera i ilizado el reconocimiento de la costa atlntica americana.I a concrecin del hallazgo del canal interocenico y de la ruta occi- l< nial a la Especiera se produjo por la armada que sali de Sanlcar n .eptiembre de 1519 dirigida por Hernando de Magallanes, descu- I ah i ido en octubre de 1520 el estrecho que lleva su nombre, cruzando I < )( ano Pacfico y alcanzando las Filipinas, donde tras su muerte la s pedicin fue comandada por Juan Sebastin Elcano, llegando a la isla moluca de Tidore en noviembre de 1521. Luego del hallazgo de es- ia . islas de la Especiera, conocidas por los portugueses desde 1512, El- ano arribaba en septiembre de 1522 al puerto de Sanlcar. Con ello se l'M.ialu el primer viaje de circunnavegacin del planeta, que propor- i no a Espaa el acceso al hasta entonces desconocido Ocano Pac- li( o Sin embargo, a pesar de constituir una proeza para la navegacin, I i ma hispnica va Amrica hacia las islas de la Especiera, hoy Molu- a demostr ser excesivamente larga para ser practicada utilitaria- nh ule por trficos comerciales, frustracin que culmin para Espaa en I >.") con el Tratado de Zaragoza, cuando depuso su reclamacin sobre I r. islas de la Especiera, pasando a la zona de Influencia de Portugal.V)LA CF.OHISTOKIA

I.A (Il\< >1 IIS'l' )UIA

1 III Parry, El descubrimiento del mar, Editorial Crtica, Barcelona, 1989, p. 305.Sin embargo, esta carrera hacia las zonas productivas de especias .im.nicas dej una honda huella geohistrica en las Islas Filipinas, que se vincularon con la Amrica hispnica, en especial con Mxico. Una vez ms, la geografa fsica martima facilit esta vinculacin. Tras la decepcin de las enormes dificultades del largo viaje que experimentaron las expediciones salidas de Espaa y que utilizaron la ruta del Estrecho de Magallanes, se fue diseando la importancia estratgica de la costa occidental de Nueva Espaa para esta ligazn, cuando en 1527 Alvaro de Saavedra parti del litoral mexicano de Navidad, cerca de Acapulco, llegando a las Filipinas. Ello se perfeccion en 1563 al facilitarse el regreso del archipilago filipino a Mxico por la expedicin de Andrs de Urdaneta al encontrar la ruta del tornaviaje navegando hacia el norte del archipilago filipino hasta alcanzar la corriente Kuro Shyvo, que deriva a la costa pacfica septentrional americana y a la Nueva Espaa. Ser la carrera de la nao de China, futuro galen de Manila que remataba en Acapulco. Este comercio transpacfico posibilit el abastecimiento de sedas de alta calidad, especias exticas, porcelanas y otras mercancas orientales y la exportacin de plata americana. El Mxico colonial venci el aislamiento del Pacfico y posibilit la colonizacin de las Filipinas.20 Acapulco fue el centro difusor, adems de evidenciarse una reexportacin de productos orientales al Per.Per fue otro gran punto de referencia geohistrica en la superacin del vaco colonizador y desconocimiento del espacio del Pacfico meridional. Desde 1536 hasta 1607, el papel de las expediciones originadas en Paita y Callao fue fundamental en el avance de los espaoles hacia el conocimiento de los archipilagos de las Marquesas, Sociedad, Nuevas Hbridas, Salomn, Carolinas, Nueva Guinea y otros importantes lugares.21 A partir del litoral peruano se dieron las primeras bases histricas del encuentro entre Amrica y Oceana.El dificultoso cruce del estrecho magallnico, experimentado desde 1526 con el paso y dispersin de la armada de Jofr de Loaysa, no fue acompaado por su poblamiento por la colonizacin espaola. Siguieron dominando los espacios vacos en sus inmediaciones, tanto en la vertiente atlntica como en la pacfica, y asimismo en torno al derro-20 Fierre Chaunu, Conquista y explotacin de los nuevos mundos, Editorial Labor, Barcelona,1973, p. 83.21 Sntesis cartogrfica de singular valor de este proceso de avance mexicano y peruano hacia Asia y Oceana en Felipe Fernndez-Armesto (ed ), The Times, Atlas of World Exploration, Harper Cnllins Publishers, Nueva York, 1991, pp. 164-169.I.A GEOHISTRIAi< k ) mas austral del paso de Le Maire y Cabo de Hornos, descubierto en I < > I (> En la Patagonia oriental las dificultades de penetracin por el >< cano Atlntico se reconocan al observar su litoral rematado por acanillados de 70 a 200 m de altura. La rigurosidad de este medio geogrfi- . > lisico fue experimentada en 1535 por la expedicin de Simn de Al- a/aba y los intentos frustrados de penetrar el transpas a partir de la ha hia de los Leones, regresando los expedicionarios hambrientos des- I Mies de reconocer alrededor de 100 leguas de estas ridas, fras y ven- h >sas estepas patagnicas. Igualmente, la circunnavegacin de la Tierra I* I l uego en 1619 por los hermanos Nodal sirvi para el reconocimiento y,l.i ausencia humana, y altas cuencas altiplnicas y valles interiores inlermontanos, hogares de altas culturas. La altitud media sobrepasa los 3500 m. Su anchura media es de slo 300 km, evidencindose su ancho mayor en la seccin central boliviana de los Andes, con algo ms de 750 km, estrechndose considerablemente en sus extremos meridional y septentrional. La sucesin en latitud de distintas cordilleras y mesetas interiores destaca tres conjuntos fundamentales para la geohistoria: Andes septentrionales, Andes centrales y Andes meridionales.En los Andes septentrionales se albergan importantes tierras altas planas, bsicas para el poblamiento prehistrico e histrico, como la altiplanicie de Bogot y la cundinamarquesa-bayacense, al igual que la sierra central ecuatoriana. Los obstculos al poblamiento se presentan ms all de los 4 500 m de altitud, donde comienza el dominio de los glaciares, que rechazan el poblamiento por la accin cotidiana de los hielos; a su vez, en los terrenos de pramo, a ms de 3 000 m de altitud, con temperaturas medias inferiores a 10C y una vegetacin de pajonales, tambin la presencia geohistrica del hombre ha sido escasa. En la misma zona tropical de los Andes centrales, el sagaz aprovechamiento del hombre de las difciles condiciones ambientales del altiplano slo se dificulta en los lmites superiores de la puna, hacia los 4800 m de altitud, y en la accidentada orografa de las altas cumbres, la mayora conformando neveros, como el Huascarn (6768 m) y el Sajama (6 520 m).Los casos ms relevantes de limitaciones fsicas por la altitud se desencadenan en latitudes templadas y fras en los Andes meridionales, cuyas cimas culminantes se reconocen en los Andes ridos con el Aconcagua (6959 m), el Ojos del Salado (6800 m) y el Tupungato (6800 m), descendiendo gradualmente hacia el sur, donde superan excepcionalmente los 3 000 m. Estas zonas templadas de los Andes meridionales no presentan ecmenes humanos, puesto que el poblamiento mengua y aun desaparece, salvo por actividades intermitentes. En tiempos histricos, estas inhspitas montaas sirvieron slo para actividades estacionales de minera y trashumancia, debido a que el descenso de la temperatura por la altura provoca un largo periodo nivoso que se expresa en un clima de hielo de altura.

1(1LA GROHISTOHIA

1(1LA GROHISTOHIA

El rechazo al poblamiento ha sido menos categrico para las tribus indgenas a partir de los 39 de latitud sur, desde donde se van reconociendo las caractersticas de los Andes patagnicos con menor alti-

glaciacin, testimoniada en espectaculares lagos, aprovechados en los licmpos modernos para estructurar vas trasandinas. En cambio, la n.ivesa y el poblamiento in situ han sido virtualmente imposibles en los relieves andinos australes que se presentan al sur del seno de Re- loncav conformando cordilleras nevadas y abruptas, campos de hielo ontinental y fiordos imponentes.I la sido notable la conformacin de un vaco demogrfico relativo n el enclave montaoso del escudo guayans, donde destacan n- leos de altas mesas denominadas tepuis, con alturas imponentes oino el Roraima (2 810 m). En cambio, se ha constituido una densa omunidad humana en el escudo brasileo, donde irrumpen las forn.iciones tabulares denominadas chapadas. Ello se debe a que sus n lieves no son muy abruptos, destacando el gran geosinclinal de M.uanho-Piau, que ha facilitado la comunicacin con el valle del '.ni Francisco. Asimismo, este escudo ha sido fuertemente rebajado n las anchas depresiones del Tocantins, del Araguaia, del Xing. Sus nuyores alturas se emplazan en el sector oriental, prximas al litoral, 1 arrollndose serranas importantes como la Serra do Mar, la Serra t .eial, la Serra Mantiqueira con el Itatiaia (2 800 m), en las cuales lai ule nsa erosin, como consecuencia de la accin del clima lluvioso ' *1 >iv las rocas cristalizadas, ha originado las formas conocidas comoi na es de morros. Aqu se ha constituido en tiempos histricos la zona le mayor densidad demogrfica del Brasil, con frecuentes desliza- mu utos en las laderas montaosas.4. La imperturbabilidad geogrfica humanaante los desastres naturalesfie I i.i registrado en la geohistoria americana una reiterada permanen- la de establecimientos humanos en zonas asoladas por frecuentes 1 .asires naturales. Esta imperturbabilidad se ha expresado en la continuidad del poblamiento durante siglos en sitios altamente riesgosos, londe ha habido conocimiento tradicional y remoto de la sucesin n ai ira de huracanes, maremotos, penetraciones del mar, erupciones \"l* .micas, sismos, aludes, sequas, inundaciones y otras catstrofes.I n estos paisajes de peligro, ninguna comunidad ha quedado exentaLA (i ROUIS1 ORI A48

LA (i ROUIS1 ORI A47

le muertes, padecimientos, daos en sus viviendas, espacios produc-nvos y establecimientos culturales. Sin embargo, superada la momen- lanea contingencia catastrfica, se ha evidenciado en la mayora de estos sitios el retorno de sus antiguos pobladores, desplegando grandes esfuerzos en la reconstruccin de sus paisajes humanos. La escasa percepcin del riesgo, la repeticin del peligro, se acompaa con una impasibilidad ante futuras e ineludibles catstrofes. Esta resignacin colectiva ante la naturaleza ineluctable explicara la continuidad en el asentamiento humano a riesgo y ventura durante largos lapsos en paisajes donde de tarde en tarde se precipitar la catstrofe natural, que, a pesar de seales premonitorias, no ser eludida.De especial significacin para el poblamiento prehistrico de la cuenca del Caribe fue el conocimiento de la temporada de los huracanes, cuya voz de indudable origen arahuaco seala la frecuencia de su presencia en los modos de vida antillanos. El peligro estacional de estos ciclones tropicales, en especial durante junio a octubre, con sus impetuosas tormentas de lluvia y viento, acompaadas de movimientos en torbellino, acarreaba efectos catastrficos en los parajes poblados en la mayora de islas y litoral continental prximo. Las comunidades de las islas mayores antillanas, litoral caribeo centroamericano y sectores del Golfo de Mxico, emplazadas en zonas de frecuencia mxima de los huracanes, solan sufrir sus recurrentes embates desde una hasta 12 o ms veces al ao. Sus acometidas impetuosas destruan establecimientos de ocupacin humana, parcelas, sitios de recoleccin, concentraciones de vegetacin silvestre y fauna insular. A lo menos, una cultura prearahuacana en Jamaica experiment el ocaso por el paso de fuertes huracanes.28 Sin embargo, en las culturas arahuaca y caribe, con repetidas experiencias del fenmeno, exista el conocimiento ancestral de las seales premonitorias que anunciaban la inminencia del huracn, provocando oportunas huidas colectivas a sitios relativamente protegidos. A la vez, en lugares resguardados de la islas la frecuencia era menor, sobreviviendo huracanes catastrficos cada 15 o 20 aos. Incluso stos eran escasos en el sector meridional de la cuenca del Caribe, en sitios ehiplazados en el litoral sudamericano e islas inmediatas, como Trinidad, Curazao, Aruba, Margarita y otras.Los establecimientos hispnicos, ingleses y franceses en la cuenca del Caribe se vieron obstaculizados frecuentemente por los huracanes,IHLA GEOHISTORIA

IHLA GEOHISTORIA

2H David Watts, Las Indias Occidentales. Modalidades de desarrollo, cultura y cambio ambiental desde 1492, Alianza Editorial, Madrid, 1992, p. 586.1

SUPERACIN DE LAS CONSTRICCIONES FSICAS POR EL POBLAMIENTO COLONIAL. Siglos xvi-xvii

PAISAJES AGRARIOS CON ASOCIACIN DE CULTIVOS AUTCTONOS Y MEDITERRNEOS PAISAJES MINEROS DE PLATA Y OROPAISAJES GANADEROS BOVINOSPAISAJES AGRARIOS CON PLANTACIONES DE CACAO, CAA DE AZCAR, AIL, YERBA MATE U OTROS PRODUCTOS TROPICALES

1 : PENETRACIN HISPNICA HASTA NOOTKA SOUND (1790)La

2 : FLUJOS DE SEDA, ESPECIAS Y OTROS RECURSOS ASITICOSValparaso1541

RUTA MANILA - ACAPULCO3 : FLUJOS DE PLATA HISPANOAMERICANA EN ASIA, RUTA ACAPULCO - MANILA4 : REEXPORTACIN DE PRODUCTOS ORIENTALES AL PER.(5 : INTERCAMBIOS DE RECURSOS AMERICANOS Y EUROPEOS VA PANAM

: INTERCAMBIO DE RECURSOS EUROPEOS Y AMERICANOS VA CABO DE HORNOS5 7)

j : FLUJOS DE PLATA Y OTROS RECURSOS AMERICANOS POR LAS RUTAS DEL CARIBE A ESPAA: FLUJOS DE EXPORTACIONES EUROPEAS POR LAS RUTAS DEL CARIBE.g : FLUJOS DE INTERCAMBIOS ENTRE BRASIL Y PORTUGAL, VAS CABO VERDE Y AZORES.1Q : INTERCAMBIOS CALLAO - MANILACABO DE HOME

h ni hikmio desconocido en el Viejo Mundo. En los siglos coloniales, el 'i i. in.i de comunicaciones no poda alertar oportunamente de su lie- r por lo que sus efectos eran desastrosos para las frgiles economa. loc ales. De poco servan los caonazos efectuados cada 15 de |nIn > en los puertos de Basse-Terre y Pointe--Pitre de la Isla de Gua- i! ilupc c|ue advertan a los navegantes del inicio del periodo ms peli-*., dejando slo incertidumbre hasta escuchar otros caonazos thl.i 15 de octubre, sealando la libertad de navegacin.29 En las A n1111.1s inglesas se concedan descuentos en las primas de seguros in.nHunos cuando los buques navegaban en periodos no comprendi- en estacin de huracanes.I ns espaoles afrontaron tempranamente este fenmeno natural, |mh . en octubre de 1495 un huracn hizo naufragar dos carabelas en11 n .ruada de La Isabela. Ms catastrfico fue otro huracn, registra- I" i comienzos de julio de 1502, que destruy el asentamiento original il* 11 ciudad de Santo Domingo, en la orilla izquierda del Ro Ozama, li t< li ndo zozobrar en la costa meridional de La Espaola a 20 navios 11 Ilota que haba zarpado rumbo a Espaa con un gran cargamen- M Ir oro. Algunos de los 27 huracanes catastrficos registrados en las Aniill.is durante el siglo xvi contribuyeron al despoblamiento de asen- ! n un ni os hispnicos, como el que destruy en 1541 la ciudad de Nurv.i Cdiz en la Isla de Cubagua. Daos materiales en estableci- nil niD.s urbanos y rurales, con destrucciones masivas de plantaciones, nn'hnns, ingenios y otras propiedades, tuvieron lugar en casi todas las lultis .miillanas en los aos posteriores. La incidencia catastrfica de los IMm .h .mes en las plantaciones de caa de azcar durante el siglo xvn li i ido ilustrada en el caso de Barbados, donde el registrado en 1675 hn lu violento que numerosas familias quedaron arruinadas, vindo- Hi* >1 libadas a emigrar para escapar a sus acreedores, as como el cons- iHlttdo en 1694, que contribuy al abandono de ms de 40 propieda- |||a( dejando yerma gran extensin de tierra por falta de mano de ; u> l .iscrrc, La Guadciloupe. tude gographique. Tome I. Le milieu naturel. L'heritage du Ah**1 Milln Francaise dImpression, Burdeos, 1961, p. 201. l' iv id Watts, op. cit., p. 312.por los huracanes y penetraciones del mar de 1674, 1722 y 1744, mientras que los desencadenados entre 1784 y 1786 aniquilaron las cosechas de caa de azcar.JDurante el siglo xix y comienzos del actual fueron mejorando las condiciones de comunicatividad en el mbito caribeo, lo que posibilitaba, en ciertos casos, la advertencia del desencadenamiento de los huracanes, aunque con imprecisiones acerca de su recorrido. Los avisos climatolgicos no impidieron que varios huracanes violentos siguieran diezmando poblaciones y asentamientos culturales. Un huracn registrado en Montserrat en 1834, junto a una ulterior sequa, destruy la mayor parte de las propiedades destinadas a cultivos alimenticios, mientras que otro desencadenado en 1899 en Puerto Rico finaliz con la casi totalidad de las plantaciones cafetaleras.1Ms tarde, los servicios meteorolgicos navales y areos han permitido pronosticar ms exactamente su paso, aunque no siempre se han podido tomar las medidas para prevenirse de su furia. Los huracanes han llegado a afectar el poblamiento e infraestructura urbana: uno que tuvo lugar en 1930 destruy la ciudad de Santo Domingo, con lo que contribuy indirectamente a fortalecer el poder del dictador Rafael Lenidas Trujillo mediante acciones especulativas para la reconstruccin urbana; la destruccin de la ciudad de Belice por los huracanes de 1788 y 1931 culmin con el huracn Hattie en 1961, que oblig a la construccin de la nueva capital belicea en Belmopn. Por ello, en la mayora de los puertos caribeos se reconocen obras de defensa para prevenir los riesgos de tormentas huracanadas y penetraciones martimas, como las que se observan en La Habana y Kingston. Son mltiples los huracanes catastrficos con graves efectos en la geografa contempornea antillana, evidenciados, entre otros muchos, por el huracn Janet, que en 1955 impacto negativamente los paisajes de ciudades y campos de Granada, Carriacou y Barbados; o el huracn Flora, que en 1963 acarre ms de 6000 muertes. Incluso pueden poner en jaque la viabilidad de los microestados caribeos, como se demostr en 1979 en Dominica.LA GEOIIISTORIA49

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El poblamiento mesoamericano, antillano y andino ha continuado reiterando sus asentamientos rurales en zonas ssmicas, a pesar de que en los tiempos prehistricos e histricos se han testimoniado frecuentes ocurrencias de terremotos que causaron fuertes prdidas humanas y econmicas. Recientemente, los gelogos han constatado que, durante los ltimos milenios, ha habido movimientos importantes en fallas geolgicas activas asociados a fuertes sismos. Ello explicaI i leeurrencia ssmica en la geohistoria de la costa americana en el r i ili iones, cataclismos. En los tiempos histricos son innumerables ||0 desastres ocasionados por estos eventos catastrficos, aunque casi I mpre se registra la reafirmacin de la presencia geogrfica humana. H|||m se lia evidenciado en Per, con la permanencia de la capitalidad M u , el puerto de Callao ha sobrevivido a catstrofes de magnitud, mu el sismo y maremoto de 1746, cuando perecieron ms de 7 000 !* hwh habitantes. Son escasos los ejemplos de cambio de emplaza- Mil nio, como el registrado en la villa de Pisco a consecuencias del mimo y maremoto de 1687. Esta inmutabilidad suele acarrear conse-i tu ii. i.is negativas en el poblamiento, como se constat en 1970, cuan- ln t i le remoto y los deslizamientos ocasionaron 70 000 muertes en el 11. |mi de Huaylas, en Yungay. Anteriormente, en 1962, se haba |Ht" lu ulo, por causas similares, la destruccin total del poblado de H hii iIiik.i. Estas catstrofes naturales frecuentemente se ven precedi- Mmm |"'i signos que advierten de su inminencia y que no son interpre- (Hil |>oi las colectividades amenazadas. Es el caso de la erupcin del Vhl .lu Nevado del Ruiz, antecedida por fumarolas y otros eventos en |M l i pie al desencadenarse el 13 de noviembre de 1985 ocasion imies de lava que arrasaron Armero, Chinchin y poblaciones Mln m ii,is (le los ros locales, con 23080 muertes.LA GKOHISTORIA53

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LA GF.OI IISTOKIA

I u I i uador ha sido similar el proceso geohistrico de las catstro- * i im .is y volcnicas. A consecuencia de los terremotos y de la lava, Mi I postrimeras del siglo xvm las poblaciones de Latacunga, Am- Imim \ Km bamba solicitaron cambio de emplazamiento geogrfico, p|i * .lu ndose slo a Ambato. En cambio, a costa de muertes y empo (mi * lmenlo material, las ciudades de Quito, Latacunga y poblados de IM* v ill *. del Cutuchi y de Los Chillos, resistieron las mltiples erupcio- \ 1 .micas y la lava del Cotopaxi entre 1742 y 1768. A su vez, ante |h di i.i micc ion total de Riobamba por el terremoto de 1797, se debicambiar su emplazamiento. En los siglos xix y xx se ha continuado registrando intensa actividad ssmica y volcnica, no siendo excepcionales las destrucciones masivas y mortandades ocasionadas por sismos, como los registrados en 1949 y 1987, aunque siempre se muestra gran voluntad de reconstruccin de viviendas y paisajes culturales. | Esta inmutabilidad ante la catstrofe natural es caracterstica tambin de ambos extremos de la Amrica andina. En el sector septentrional se expresa en Venezuela, donde en los tiempos histricos se han registrado 130 terremotos, con daos en mltiples ciudades, siendo ilustrativo el ejemplo de Cuman, donde el sismo de 1530, que destruy el ncleo primigenio de la ciudad, fue seguido por otros de intensidad catastrfica en 1629, 1684, 1797, 1853 y 1929, permaneciendo siempre en susitio primitivo en las riberas del Ro Manzanares y costa del Golfo de Cariaco. En el sector meridional, en Chile, es an ms expresivo este rasgo geohistrico, al haberse registrado desde 1543 hasta el presente ms de 15000 movimientos ssmicos de diversa magnitud, de ellos ms de 100 terremotos catastrficos. En el siglo xvi se observaron seis, particularmente en Arauco, Imperial, Valdivia y Santiago; el siglo xvii presenta testimonio de 13, especialmente en el norte y centro del pas; durante el siglo xviii se observaron 12 en las mismas regiones; en el siglo xix se registraron 35; el resto tuvo lugar en el siglo actual, teniendo gravsimos efectos el de 1939 en Chilln, con ms de 30000 muertes; as como el de I960, entre Concepcin y Chilln, con daos materiales cuantiosos y 5700 fallecidos, y el de 1985, en la regin central. A ello se agregan maremotos, erupciones volcnicas y lava. Sin embargo, como en toda Latinoamrica y el Caribe, siempre ha dominado la voluntad de reconstruccin de los paisajes geogrficos humanos.i5. Relatividad perceptiva del valor de los recursos naturales autctonosHa sido sumamente cambiante la percepcin geohistrica de las comunidades americanas del valor de los recursos naturales, en cuanto al aprovechamiento de los paisajes silvestres y culturales. Durante los largos milenios de la presencia humana no existi una invariable consideracin en cuanto a la estima econmica y cultural de los recursos naturales autctonos, incluyndose tanto el empleo mgico-religioso como el utilitario de la biodiversidad de flora y fauna. La extraccin, i* < n.i, recoleccin y acopio de recursos especficos, singularmente til i i< hvos y codiciados slo en lapsos ms o menos extensos por di- Vi i .1 . poblaciones en variados paisajes geogrficos, correspondan a li < .imbiante relatividad perceptiva de su valor y provecho. Estas va-i l.i iones explican, junto a otros factores tecnolgicos, ambientales y mh iort onmicos, la contraccin que se sucedi en mltiples paisajes iilini.iles americanos por abandono de parajes de caza, lugares de M i < !< ( (in, yacimientos minerales, espacios de asociaciones de cultivo .1 plantas aborgenes y exterminio de animales.videnciaron cambios en la biodiversidad autctona de los espa- limesoamericanos y sudamericanos desde los orgenes del pobla- mi' nlo humano, cuyos hallazgos arqueolgicos ms antiguos se re- Mioni.in a ms de 32 000 aos, en sitios como Boqueiro da Pedra I m ul.i, Piau, Brasil; El Bosque, Nicaragua; en Cedral, San Luis Potos, Mr Kit o, ya 24000 aos aproximadamente en Tlapacoya, Mxico cen->( e

ii 1 1 Se ha planteado de manera discrecional que entre los aosI ..uno y 10 000 a.C. hombres cazadores llegaron a ocupar prctica- ii* me toda Sudamrica, recurriendo a la explotacin de especies 1*1 hloeenicas hoy extintas.35I n dichos milenios se desencadenaron variaciones negativas en la I I mIIversidad, como consecuencia de los mtodos depredadores deII i .u era de los animales ms requeridos por su sabor y cantidadi < une, con el consecuente desequilibrio biolgico y ulterior extin- i"ii de la macrofauna pleistocnica. Ello se conjetura ante los testimonios arqueolgicos de grandes desplazamientos nmadas de gru- I". humanos que perseguan, de acuerdo con sus gustos y modos de vil,i. .iquellas especies ms codiciadas de dicha macrofauna en los Aillos en que su cacera era ms fcil y abundante. En los paisajesii im iles ello se fue marcando con tenues huellas de los primeros tes- Mhioiuos geoculturales en forma de talleres lticos, campamentos y lliilyos rocosos, oteaderos, sitios de matanza y desplazamiento de in munes, mastodontes, caballos americanos, megaterios, gliptodon-ii milodones y otros. Estos cazadores aprovechaban, asimismo, estas Hil e* le seguimiento para la obtencin ocasional de otros recursos h hu iles, materia prima de piedras para sus instrumentos de caza y" !".< Luis Lorenzo, Etapa ltica en Norte y Centro Amrica sobre los orgenes del hombre Httioi' iiiin", en Guillermo Morn (director), Historia general de Amrica, vol. 5, Italgrfiea, Cara-IMM7, |>. 162.lu*. I Vlipe Bate, Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamrica, en iill. iim Morn (director), Historia general de Amrica, vol. 2, Italgrfiea, Caracas, 1983, p. 205.

adminculos, tierras salificadas y minerales para colorantes, fibras vegetales, productos de recoleccin.Aunque es obvio que la macrofauna pleistocnica americana, de la que algunas especies sobrevivieron por lo menos hasta 6000 aos a.C., no desapareci slo por la actividad predatoria humana, no es aventurado sealar que sus mtodos de cacera contribuyeron a su disminucin y a acelerar la extincin de 32 gneros de mamferos, pertenecientes a grandes herbvoros, carnvoros y roedores gigantes. Las densidades muy bajas de asentamientos humanos, que no superaban un habitante por 10 km2 de territorio, se expresaban en montera indisciplinada, aniquilando en especial las especies relativamente mansas, como crvidos grandes, el hiparin o caballo americano y el perezoso gigante. As, en los Andes centrales peruanos, el exceso de caza de estas presas, en especial caballos y crvidos, desencaden pronto su extincin, por lo que desde los aos 7 000 a 6000 a.C. la caza mayor en estos parajes se especializ en camlidos, siendo percibidos de otra manera para su ulterior domesticacin:Dicha especializacin se debi posiblemente en parte a que los cambios climticos favorecieron el desarrollo de las especies de camlidos, principalmente vicuas y guanacos, pero tambin sin duda a un mayor conocimiento de los hombres sobre la conducta, formas de organizacin y reproduccin de estos animales, lo que condujo a la larga a su domesticacin, que tambin fue uno de los fundamentos ms importantes de la economa andina de las sociedades posteriores.36'Los cazadores contribuyeron a la desaparicin de las citadas especies, as como de los ms peligrosos y grandes mamferos pleistocni- cos al realizar batidas hasta la total extincin de ejemplares. Estas prcticas colectivas depredadoras consistan, entre otras, en encerronas en forma de chaco, estrechando el cerco de la caza para cobrarla; en despeamientos masivos en precipicios de proboscdeos, crvidos, hipariones, camlidos; en el ojeo de manadas, espantndolas hasta lugares cenagosos, donde eran rematados todos los ejemplares. Ha quedado testimoniado el carcter colectivo de estas prcticas en el arte rupestre de Cueva de las Manos del Ro Pinturas en Santa Cruz, Pata- gonia argentina, con la representacin de la caza de guanacos con encerrona y ataque en caadones por mltiples cazadores. La caza por empantanamiento y el destaza miento in situ de las presas estnLA GEOHISTORIA

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*SHLAGFOHISTORIA

Ibidem, p. 190.rvhlriu iados por varios testimonios arqueolgicos, desde restos de mi i i i i i i i (* s en la ribera del Lago de Texcoco, Mxico, hasta despojos I* mastodontes, milodones y otros animales de la macrofauna pleis- !i. n( a en Quereo ( 10050 aos a.C.), Baha de los Vilos, y en laI ii>m 11 i.i de Taguatagua ( 9430 aos a.C.), Cachapoal, Chile. Asimismo esi. probada la caza de fauna pleistocnica en el sector septen- IH< mi iI sudamericano con hallazgos de restos de mastodontes y caballos tli .Hozados con instrumentos cortantes en Taima Taima ( 12 250 |flos .i.C), Falcn, Venezuela, y Tibit ( 9790 aos a.C.), sabana de Hli^oi.i, Colombia. En otros sitios, como Monte Verde ( 10500 aos i i ), Llanquihue, Chile, se han encontrado restos que prueban la aso- ! i ion entre chozas de poblamiento humano y despojos de caza de m i ,h xlontes con seales de haber sido faenados con artefactos lticos. Animismo hay pruebas del consumo del milodn y del megaterio en Ai* I ( 9000 aos a.C.), Mendoza, Argentina.Al escasear la macrofauna pleistocnica se fueron cambiando los tillo', de cacera hacia lugares concurridos por especies de animales mii pequeos, modificndose tcnicas e instrumentos de caza. En |l< historia mesoamericana y sudamericana se fue evidenciando laliho|< scencia de sitios de caza mayor, campamentos de cazadores y Mil* es lticos donde se confeccionaban artefactos de basalto, andesita \ oli.is rocas, al decaer su inters como sitios de extraccin de materia li mii.i para la rstica artesana de dardos y lanzas con puntas estilo i di (le pescado para la caza de la macrofauna pleistocnica. En i imiIi ipartida, fueron proliferando nuevos talleres lticos que utiliza- lm oirs materias primas, como pedernal, calcedonia, obsidiana y Mi i i piedras adecuadas para la elaboracin de pequeas puntas de I|Hi\ ( liles ms precisos. Por ello, fue variado y cambiante el intersilisillos abundantes en rocas que eran percibidas como tiles paraI- h innovaciones cinegticas. Ensayos tanto exitosos como frustrados i dejando un conocimiento apropiado de las mejores piedras, en mi. ion de los propsitos requeridos. Ello se evidenci en los paisajes |o)fi 1 feos culturales, no slo en el emplazamiento in situ de rocasl Mino materia prima en el mismo campamento o en sus inmedia- ioim s, sino tambin en tempranos intercambios culturales condi- i ion idos por el gusto de un buen material:* |ii. observable, a la vez, que en muchos yacimientos arqueolgicos se

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rii iicntran rocas en forma de artefacto o en matrices, que provienen deglandes distancias y su presencia se debe a la buena calidad de la materia prima, lo que permite suponer largos viajes para obtenerla o algn sistema de trueque, de grupo a grupo, para que se pudiera obtener por este incipiente comercio aquello que era ms conveniente.37Incluso en yacimientos muy tempranos, como el de Taguatagua, se encuentran implementos lticos confeccionados con obsidiana, material trasladado desde lugares distantes.A otra escala y en tiempos posteriores se registran involuciones en la densidad de poblamiento humano prehistrico en paisajes culturales asociados a la explotacin de grandes canteras, al concluirse edificaciones ceremoniales de especial magnitud o al cese de la demanda de esta materia prima por cambios en los gustos arquitectnicos. Slo fueron quedando huecos de canteras repartidos en la geografa americana, sucedindose ulteriormente saqueos de piedra labrada de los restos monumentales. Son los casos, entre otros muchos, de las canteras que surtan a los artesanos de los megalitos de San Agustn, Colombia; de los yacimientos de donde se extraan las rocas para conformar el gran centro urbano y complejo ceremonial de Tiahuanaco, en el altiplano boliviano, totalmente construido con finas piedras labradas e inmensas esculturas lticas. Ms tarde, se testimonian las canteras dispersas que provean de diferentes tipos de piedra para muros y construcciones incsicas del Cuzco y mltiples ciudades, recicladas en la poca colonial en sitios de provisin de piedra para los habitantes de los contornos, como se evidencia en Hunaco y Vilcashuamn.Los tiempos de cambio del poder y de crisis socioeconmica se suelen proyectar asimismo en desprestigio de los conceptos sociales positivos de utilidad y valor esttico de ciertos recursos naturales, anteriormente empleados por los vencidos o los empobrecidos, y ambicionados por su inters emblemtico como adminculos suntuarios de prestigio, artculos ornamentales u ofrendas ceremoniales a los antiguos dioses. En momentos claves de la historia americana, discrepancias radicales en la percepcin geogrfica incentivaron abandonos de territorios, con xodos poblacionales, al desvalorizarse sus producciones de base, las que ya no tenan inters para los vencedores. stos, en contrapartida, implantan y movilizan otros paisajes productivos para satisfacer la provisin de nuevos recursos naturales requeridos por la sociedad triunfante y dominadora.(|()LA GEOHISTORIA

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37 Jos Luis Lorenzo, Etapa idlica, op. cit., p. 187.Mr. aun, gran cantidad de lo que era valioso como recurso ceremo-*ni il mgico-religioso y de lujo suntuario para las altas culturas de Mi". america y de la Amrica andina fue desdeada por los europeos y Mr. descendientes, desencadenando la decadencia de aquellas comar- i donde se* emplazaban los yacimientos de extraccin de calcedonia,11 | nix mexicano, serpentina, cuarcitas y de mltiples piedras colo- h nl.r. de xido de cobre. Asimismo se interrumpi el poblamiento |)ri m.mente u ocasional en lugares de recoleccin de enormes con-m.ninas utilizadas para confeccionar instrumentos musicales y hlimiiK ulos ceremoniales; sitios en contacto con importantes rutas de |hlei< .unbio de larga distancia con las tierras altas, como se evidenci mliiples lugares de recoleccin de la concha Spondylus del litoral h I < )(cano Pacfico, desde California meridional, Colima y Centro- tiin nea, hasta la Isla de Pun, en el Golfo de Guayaquil.38 En el Mar i 111 il >e le el caso de la concha del caracol marino Strombus gigas, U.iulo o guarura, cuyo trfico implicaba su recoleccin por indgenas | m >\ enientes del continente e islas bastante alejadas, como el Archipi- hi^o los Roques, donde se han encontrado importantes evidencias le (urolgicas de su empleo en adornos, tallados y diversos utensilios. A|urentemente fue de menor efecto espacial, por la mayor abundan-i hr. ii n

ii de los correspondientes recursos, la decadencia de sitios donde se ih entraban artesanos que producan dolos de algodn, sartas de *|imi|>.i confeccionadas con pequeos caracoles, quiteros de cuentas iimbicolores de huesos pulidos y piedras verdes, adminculos tejidos 11 plumas, pieles y textiles autctonos. Estos objetos perdieron con *i in rapidez su significacin ante los espaoles, y, ulteriormente, en11 * < modos de vida de los indgenas reducidos. Ello explicara el aban- lono de mltiples paisajes de recoleccin y cacera, como se observ ii las primeras dcadas de la Conquista en el litoral del Pacfico troc. al, en el Soconusco, en Yucatn y El Petn, desde donde se expor- i ila plumera y cueros de jaguar a las tierras altas.Adems de perjudicar a recolectores, cazadores y mineros, este cam- I lo | erceptivo debi de acarrear en pocas dcadas la cada del modo de sitia de* millares de talladores, tejedores, lapidarios, plumarios, prepa- un lores de amate, yerbateros, herbolarios y muchos otros artesanos, uianderos y prcticos. Estas especializaciones, que se domiciliaban enM Mlrhcl Portis, De los cazadores recolectores hacia el sistema colonial del dominio delLA GEOH1STORIA62

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|'.i. i< *, en J. P. Deler, N. Gmez y M. Portis, El manejo del espacio en el Ecuador, ic.m, Quito, l"M\ |> 55. Destaca la importancia de la Isla de la Plata como punto de intercambio entre M**t .milica y las regiones andinas.paisajes especficos durante los tiempos prehispnicos, posibilitaron vencer en varios sitios mesoamericanos, antillanos y sudamericanos la autarqua absoluta y el total aislamiento territorial, al valorizarse recursos naturales especficos que no se daban en abundancia en todo el medio geogrfico americano.En la prehistoria americana se fue significando, en diversos pueblos, una situacin de precariedad y de angustia ante los problemas de escasez y conservacin de alimentos. Ello fue percibido de manera extrema en los paisajes carentes de recursos abundantes de fauna y flora, debindose hacer uso de todo tipo de recursos naturales autctonos para afrontar las contingencias de una naturaleza severa. Sin embargo, cuando era factible el escoger, dada la mayor disponibilidad de animales, vegetales o peces, se dejaba de lado el recurso menos apetecible, lo que se puede evidenciar, entre otros muchos casos, en el abandono en Mesoamrica de la recoleccin de la setaria ante el avance del cultivo y uso del maz (Zea mays). Otros productos se consuman slo en periodos de hambruna, como el ramn o capomo (Brosimum ali- castrnm), en la civilizacin maya. Otros cultivos utilizados en Mesoamrica selectivamente en la esfera ceremonial, como el buauhtli (Amaranthus leocarpus), fueron erradicados por motivos religiosos tanto su cultivo como su consumo durante la dominacin hispnica. En lugares recnditos y en grupos tnicos ms cerrados se ha logrado mantener subrepticiamente hasta el presente el inters en el consumo de ciertos productos alucingenos y de la farmacologa popular. r< iona extraordinarias luces sobre el aprovechamiento de estos n ni sos autctonos por las huestes de Pedro de Valdivia.41 Posterior- Mirnie, ('omo apoyo alimenticio para las expediciones y viajeros entre AH* i y Copiap, se introducen productos livianos de paisajes prximos, nio Irutas secas, pasas, harina de trigo, aguardiente, abandonndose |ioi los pobladores hispnicos y sus descendientes gran parte del con-uino habitual de los productos autctonos del desierto sudamericano o* i iilental. Ello va a acentuar la marginalizacin geogrfica de estos pai- desrticos, al ser incapaces de sustentar, sin el apoyo de la irrigacin iiilii lal, los cultivos introducidos de origen mediterrneo, que eran per- ilililos como de gran potencial cultivable por los nuevos pobladores. *n mu (*de la regresin paisajstica cultural, salvo en oasis y sitios irrigados.I i relatividad perceptiva del valor alimenticio de diversos produelo'. mesoamericanos, sudamericanos y antillanos, por los estamentos i* Jales de los pobladores hispnicos y sus descendientes mestizos, iliM maden el abandono de asociaciones de cultivos y animales mi' < tonos en mltiples sitios geogrficos. En un primer momento, los ouquistadores europeos adoptaron, en forma amplia e indiscrimina-n panormica en Miguel ngel Martnez, Contribuciones iberoamericanas al mundo.medicina, agricultura, Anaya, Madrid, 1988.LA GEOI fisTORIA68

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1 l'luMho Naranjo, Desnutricin: problemas y soluciones, Editorial Olmedo, Quito, 1985, p. 33. A H Sleele, Flores para el rey. La expedicin de Ruiz y Pavn y la flora del Peni (1777- 'olu, Barcelona, 1982.liu* exportado en forma masiva y sostenida de los pases andinos, has- la que en 1865 se introdujeron sus semillas en Java y Ceiln, cuyas plantaciones dominaron ulteriormente el mercado mundial.La relatividad perceptiva del valor de los recursos naturales autctonos tambin se evidenci en Chile Central, donde se observ tempranamente la desaparicin de auqunidos silvestres y domsticos. Igualmente rpido fue el agotamiento de un sinnmero de vegetales que producan los indgenas en la agricultura precolombina, como el illmu, el lahue (Calydorea speciosa), el huanqui (Dioscorea humi- fusa), el liuto (Alstroemeria ligtu), el magu (Bromus mango), el madi (Madia chilensis), la taca (Elymus agropyroides) y otras especies.47 Los productos de la caza de la biodiversidad local complementaron la cocina colonial hasta el siglo xvni; sin embargo, a pesar de su relativa abundancia, algunas especies van perdiendo importancia por su agotamiento. Son los casos de la perdiz (Notroprocta perdicaria) y de los loros, que tienen una presencia indudablemente mayor en la cocina del siglo xvi que en la del siglo xvn. Por cambios en los hbitos alimenticios es abandonado tempranamente el consumo del roedor deg (Octodon degus). Incluso por abuso en los procesos de recoleccin se contraen sustancialmente los paisajes de la palma (Jubaea chilensis), diezmada para elaborar miel, y del pangue (Gunnera chilensis), cuya importancia derivaba de la utilizacin de su rizoma en las curtiduras, en la farmacopea popular y en la alimentacin.48En la geohistoria latinoamericana hay algunos ejemplos sumamente sobresalientes de conservacin y amparo de paisajes, dado que sus productos continuaron siendo percibidos, desde la prehistoria al presente, como indispensables para la alimentacin. El caso ms relevante se expresa en los paisajes de donde se extrae la sal marina, que se suceden discontinuamente desde los litorales mexicanos y caribeos hasta Chile Central, estructurndose una continuidad paisajstica cultural en sitios tan dismiles como las salinas de Baja California, Mxico, las de la Pennsula de Araya, Venezuela, o las de Chuil, Buca- lemu y Boyeruca, Chile. En determinadas pocas histricas, algunos de los yacimientos salinos devinieron en reas vitales para las potencias europeas, como fue el caso de la injerencia holandesa en el siglo xvn47 Ricardo E. Latchman, La agricultura precolombina en Chile y los pases vecinos, Universidad de Chile, Santiago, 1936.1(iMLA GKOHISTORIA

(iMLA GKOHISTORIA

/,K Pedro Cunill Grau, Factores en la destruccin del paisaje chileno: recoleccin, caza y tala coloniales, en Informaciones Geogrficas, Instituto de Geografa, Universidad de Chile, 1971, nm. XX, pp. 235-264.J mil no, por su aislamiento en el interior americano y menor deman- 11, \e fue contrayendo la extraccin de sal terrestre y su tradicional niih < cin en panelas, salvo en parajes paisajsticos que han perdura- ! ha .la la dcada de 1980 en sitios recnditos de los Andes equinoc- 111 como en las salinas ecuatorianas del Chota y Bolvar. ~I iime para proveerse de este producto, fundamental para la elabo- h mu del queso y la conservacin del bacalao y del arenque, ele-

I ) lerminados cambios en los ciclos econmicos causados por la I* manda europea de algunos productos americanos naturales expli-i ni efmeros paisajes productivos, con auges y cadas espectaculares.I I . *.e de la extraccin, recoleccin o produccin del producto aca-111 aba regresiones paisajsticas culturales. Eventos circunscritos a cam- Iom . en los circuitos econmicos han llevado al abandono o destruc- mu le lugares establecidos y de determinadas superficies de suelos iili i \ a dos en hacienda y plantaciones. Regiones enteras del Mxico ilihlo y Centroamrica se empobrecieron hacia 1620 por nuevas hiieniaeiones en los mercados de tintes y por problemas ecolgicos al nniiaerse las superficies sembradas de nopal de la cochinilla (Opun- llH i ex conelifera), en cuyas palas se asienta el insecto cochinilla (Coc- |lis i(n i), materia prima del colorante grana. Factores ambientales y tli mano de obra hicieron efmeros los tempranos auges en el siglo KVi de las plantaciones cacaoteras del Soconusco y de Izalcos. A su Vr/, abusos y excesos en la recoleccin de la planta medicinal zarza- 1111 ii 11 a (Aralia nudicaulis) explican su raleamiento productivo en |iii|m liantes zonas selvticas hmedas y cenagosas de Centroamrica \ liena Firme. Lo mismo se evidenci en los primeros aos de la t miquista con el agotamiento de los enclaves productivos de maderas ili Hule en zonas semiridas de las Antillas y Brasil, de donde se ex-ii na abusivamente el palo del Brasil, el palo de Pernambuco, el palo I* aloe y muchas otras maderas tintreas. Esta geografa histrica del i n. lave itinerante se fue sealando ecolgicamente por grandes dete- flh>* ambientales desde el siglo xvi al xix de aquellas zonas producti- Vie de blsamos, maderas preciosas, caucho silvestre y muchas otras |*e< es vegetales autctonas. La depredacin