gabriela mistral. 70 años del nobel

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Revista Sayenco. Liceo Gabriela Mistral de Temuco. Abril 2015.

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Foto portada: Patricia Pichun Carvajal. Liceo Gabriela Mistral de Temuco, abril 2015. http://tallersayenco.blogspot.com

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GABRIELA DE ABRIL El 7 de abril celebramos, como cada año, el natalicio de una mujer universal, Lucila Godoy Alcayaga, conocida literariamente como Gabriela Mistral, seudónimo que adoptó la poeta, de forma acaso premonitoria, de dos premios Nobel: el italiano Gabriele D’Annunzio y el francés (aunque escribía en provenzal) Fréderic Mistral (pocos podrían pensar que una lengua minoritaria en un país centralista como Francia pudiera tener un premio Nobel, lo que quisiéramos también premonitorio para una región con una lengua ancestral en vías de recuperación). De origen humilde, con un padre ausente desde sus tres años de edad, apedreada en su escuela por haber sido acusada falsamente de robar material escolar, los dolores se le fueron acumulando, y con ellos las dificultades, pero un espíritu invencible, una independencia única, la determinaron primero a ser maestra, librepensadora, y siempre a avanzar a contracorriente venciendo porfiada, uno a uno, cuantos obstáculos se levantaban a su paso. “Gabriela Mistral escribió en 1914, en Los Andes, los tres sonetos llamados de la Muerte. La magnitud de estos breves poemas no ha sido superada en nuestro idioma. Hay que caminar siglos de poesía, remontarnos hasta el viejo Quevedo, desengañado y áspero, para ver, tocar y sentir un lenguaje poético de tales dimensiones y dureza. Es tal la fuerza torrencial de Los Sonetos de la Muerte, que fueron rebalsando su propia historia, dejaron atrás el núcleo desgarrador de la intimidad y quedaron abiertos y desgranados, como nuevos acontecimientos, en nuestra poética americana.”

Estas palabras las escribió Pablo Neruda sobre los sonetos de la Muerte, con los que Lucila Godoy ganó los Juegos Florales de Santiago en 1914, con el seudónimo que ya nunca abandonaría. En 1920 y 1921 es directora de este nuestro establecimiento que hoy ostenta su nombre en Temuco. Orgullosa de ser mestiza (“mestiza de vasco” se dice en el prólogo de su libro Tala de 1938), no ocultó nunca su sangre indígena: muy al contrario, la exaltó llamando a todos los chilenos a reconocerse en sus raíces americanas, no sólo europeas. Y su voz, su llamado, sigue aún hoy vigente. No lo tuvo fácil Lucila, pero apretó los dientes, y escribió exprimiéndose, sudando tinta en el papel. En 1922 México la llamó para que colaborara en su reforma educacional, reconociendo su gran categoría como intelectual y educadora. Gabriela Mistral fue también la primera mujer diplomática de América Latina. En 1945, año en que terminó la segunda guerra mundial, una guerra que cambió el panorama planetario, la Academia Sueca le hizo entrega de la máxima distinción del mundo de las letras: el Premio Nobel de Literatura, distinción nunca antes alcanzada por ningún latinoamericano, mujer u hombre. Gabriela era una adelantada. Este año se cumplen 70 años de tan alto hito. Como el ave Fénix, Gabriela supo volar desde las cenizas, maestra, diplomática, pensadora, poeta. Gran mujer americana que creyó en sus posibilidades y llegó a lo más alto. Hagámonos eco de su legado. Ella no tuvo más posibilidades que ustedes, que nosotros. Confiemos, construyamos, un mundo mejor es posible. La memoria de Gabriela Mistral nos alienta en este mes de abril, Gabriela de abril, aprilis en latín, el mes que abre: caminemos: no hay límite.

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Gabriela Mistral en 1945, primera vez que el premio Nobel de cualquier disciplina llega a

Latinoamérica.

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Discurso de Gabriela Mistral ante la Academia Sueca al recibir el Premio Nobel de Literatura, el 12 de diciembre de 1945

Tengo la honra de saludar a sus Altezas Reales los Príncipes Herederos, a los Honorables Miembros del Cuerpo Diplomático, a los componentes de la Academia Sueca y a la Fundación Nóbel, a las eminentes personalidades del Gobierno y de la Sociedad aquí presentes: Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América ibera para honrarla en uno de los muchos trabajos de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nóbel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del Continente Americano tan poco y tan mal conocido. Hija de la Democracia chilena, me conmueve tener delante de mí a uno de los representantes de la tradición democrática de Suecia, cuya originalidad consiste en rejuvenecerse constantemente por las creaciones sociales valerosas. La operación admirable de expurgar una tradición de materiales muertos conservándole íntegro el núcleo de las viejas virtudes, la aceptación del presente y la anticipación del futuro que se llama Suecia, son una honra europea y significan para el continente Americano un ejemplo magistral. Hija de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espirituales por quienes fue ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hombres de ciencia, enriquecedores del cuerpo y del alma nacionales. Recuerdo la legión de profesores y maestros que muestran al extranjero sus escuelas sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del pueblo sueco: campesinos, artesanos y obreros. Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de haber sido invitadas al convivio de la vida nórdica, toda ella asistida por su folklore y su poesía milenarias. Dios guarde intacta a la Nación ejemplar su herencia y sus creaciones, su hazaña de conservar los imponderables del pasado y de cruzar el presente con la confianza de las razas marítimas, vencedoras de todo. Mi Patria, representada aquí por nuestro culto Ministro Gajardo, respeta y ama a Suecia y yo he sido invitada aquí con el fin de agradecer la gracia especial que le ha sido dispensada. Chile guardará la generosidad vuestra entre sus memorias más puras.

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(Foto: http://zipizape-zipizape.blogspot.com/2009/11/los-sonetos-de-la-muerte-de-gabriela.html )

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Los sonetos de la muerte Por Pablo Neruda Gabriela Mistral escribió en 1914, en Los Andes, los tres sonetos llamados de la Muerte. La magnitud de estos breves poemas no ha sido superada en nuestro idioma. Hay que caminar siglos de poesía, remontarnos hasta el viejo Quevedo, desengañado y áspero, para ver, tocar y sentir un lenguaje poético de tales dimensiones y dureza. Es tal la fuerza torrencial de Los Sonetos de la Muerte, que fueron rebalsando su propia historia, dejaron atrás el núcleo desgarrador de la intimidad y quedaron abiertos y desgranados, como nuevos acontecimientos, en nuestra poética americana. Tienen un sonido de aguas y piedras andinas. Sus estrofas iniciatorias avanzan como lava volcánica. Contenemos el aliento, va a pasar algo, y entonces se despeñan los tercetos. Estos poemas son una afirmación de la vida. Imprecación, llamamiento, amor, venganza y alegría son las llamas que iluminan los sonetos. Quien los escribió conocía la tierra y sacó de la tierra su fuerte fecundidad. Amasó la greda magnética del norte chileno y esa tierra lunaria se le quedó en los dedos. Allí se preservan con santa paciencia las semillas progenitoras, los desbordantes salitrales amenazan al musgo, las sequías matan mieses y reses. Mas el vino de los valles es dulce, cargado y ardiente. Como en los sonetos magistrales y en toda poesía de Gabriela, hay allí brusca piedra, terrenales tajados, pobres espinos, sí, pero florece el minucioso huerto y arden en las bodegas las llamas esenciales de la viña. Gabriela que tanto ha caminado desconoce de pronto estos sonetos que son sin embargo las tres puertas abrasadoras de su poesía y de su existencia. Después de cruzarlas puede pasear su claridad, sus misiones, su infatigable poderío de paz por las fronteras más distantes. Pero nosotros seguiremos reverenciando estos sonetos que se abrieron de pronto en la vida de la poesía como si golpes de viento hubieran hecho temblar la casa deshabitada y se hubiese instalado allí para siempre una presencia, una palabra verdadera. Laura Rodig ha regalado a nuestra Fundación el tesoro de estos manuscritos que así pasan al patrimonio más preciado de la patria. * Fechado el 20 de septiembre de 1954, el original mecanografiado, con algunas anotaciones manuscritas, se conserva en la Colección Pablo Neruda, del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile. Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, Viernes 29 de Julio de 2005.

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Foto: Miguel Alejandro Gutiérrez Cruz.

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LOS SONETOS DE LA MUERTE

I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvareda de luna, los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos!

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Foto: Francisco Javier Cabellos

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II

Este largo cansancio se hará mayor un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir arrastrando su masa por la rosada vía, por donde van los hombres, contentos de vivir...

Sentirás que a tu lado cavan briosamente, que otra dormida llega a la quieta ciudad. Esperaré que me hayan cubierto totalmente... ¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura para las hondas huesas tu carne todavía, tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura; sabrás que en nuestra alianza signo de astros había y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

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Foto: Marlene Carrasco.

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III

Malas manos tomaron tu vida desde el día en que, a una señal de astros, dejara su plantel nevado de azucenas. En gozo florecía. Malas manos entraron trágicamente en él...

Y yo dije al Señor: -"Por las sendas mortales le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar! ¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

¡No le puedo gritar, no le puedo seguir! Su barca empuja un negro viento de tempestad. Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor"

Se detuvo la barca rosa de su vivir... ¿Que no sé del amor, que no tuve piedad? ¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

Gabriela Mistral.

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VERGÜENZA

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa como la hierba a que bajó el rocío, y desconocerán mi faz gloriosa las altas cañas cuando baje al río.

Tengo vergüenza de mi boca triste, de mi voz rota y mis rodillas rudas. Ahora que me miraste y que viniste, me encontré pobre y me palpé desnuda.

Ninguna piedra en el camino hallaste más desnuda de luz en la alborada que esta mujer a la que levantaste, porque oíste su canto, la mirada.

Yo callaré para que no conozcan mi dicha los que pasan por el llano, en el fulgor que da a mi frente tosca y en la tremolación que hay en mi mano...

Es noche y baja a la hierba el rocío; mírame largo y habla con ternura, ¡que ya mañana al descender al río la que besaste llevará hermosura!

Gabriela Mistral, Desolación.

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Gabriela Mistral.

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MIEDO

Yo no quiero que a mi niña golondrina me la vuelvan, se hunde volando en el Cielo y no baja hasta mi estera; en el alero hace el nido y mis manos no la peinan Yo no quiero que a mi niña golondrina me la vuelvan.

Yo no quiero que a mi niña la vayan a hacer princesa. Con zapatitos de oro ¿cómo juega en las praderas? Y cuando llegue la noche a mi lado no se acuesta... Yo no quiero que a mi niña la vayan a hacer princesa.

Y menos quiero que un día me la vayan a hacer reina. La pondrían en un trono a donde mis pies no llegan. Cuando viniese la noche yo no podría mecerla... Yo no quiero que a mi niña me la vayan a hacer reina!

Gabriela Mistral.

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Foto: Fernanda Campos Gallegos.

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MONÓLOGO DE LA INFANTA ISABEL A SU AMIGA LOLITA BALANZAT Y BRETAGNE (Madrid; 23 de junio de 1862. Pasos, carreras, cuchicheos, algún rumor infantil. Entra en escena ISABEL, una niña de once años, de espíritu jovial y aventurero, con urgencia expresiva.) ISABEL: ¡Lolita! ¡Lolita! ¡Por fin te encuentro! ¡Que ya viene, Lolita! ¡Que ya viene! Creo que mamá, quiero decir, la Reina… Que mamá la Reina… Ay, siempre me pides que baje la voz, si no alboroto… (Baja la voz) Que mamá la Reina… Que ya viene mi hermanita. O mi hermanito. No sé. No sé todavía. ¿Cómo lo voy a saber? Ven, Lolita, acompáñame, vamos a pedir que mi hermanita hermanito venga bien, que tenga mucha salud, que no se muera… Que no se vaya, como le pasó a Conchita. Que no se vaya a los pocos días, como la infanta Cristinita. ¡Ay, Lolita! Recemos a la Virgen de Atocha, para que no se lleve a mis hermanos tan pronto… (Isabel se arrodilla y anima a Lolita a hacerlo a su lado. Se santigua). Virgen de Atocha que todo lo puedes, protege a mi hermano Alfonso, que será rey de España si Dios quiere; y por favor, por favor, protege a mamá, la Reina Isabel, y por favor, por favor, a mis hermanos, y al hermanito hermanita que viene hoy. No lo quieras para ti tan pronto, que todos te acompañaremos un día. Y bendice a Lolita Balanzat, (la mira con afecto) que es mi amiga del alma y que siempre está conmigo. Y por favor, por favor, por favor, bendice el buen tiempo, para que no haga frío, y no se acatarre mi hermanito, y yo pueda salir a montar a caballo, amén. (Se santigua y se levanta). No me mires así, Lolita. Si la Virgen de Atocha puede hacer lo que sea, pedirle un poco de buen tiempo… ¿No estamos en junio? Madrid ha amanecido sombrío, como de febrero… Ay, Lolita, aquí las dos, sin poder salir, esperando que venga mi hermanito... ¿Tardará mucho? (Resopla) Vamos a jugar, Lolita. Algo podremos hacer, digo yo… Si no podemos salir… ¡Ajedrez? ¿Ajedrez? El ajedrez es de lo más antipático, con sus casillas blancas y negras, con sus piezas de marfil. Siempre obedeciendo, sin libertad para moverse: la Reina es la Reina, el Rey, el Rey y el alfil… Es como… Como la vida. (Saca de entre sus ropas una peonza infantil). ¿Sabes, Lolita? Yo querría ser caballo toco toc, toco toc, toco toc, y no infanta. Correr, salir, galopar… Galopar por España, disfrutando de los caminos y de los cielos de Madrid… Quiero ir a los bailes, a las verbenas, a los toros, a San Isidro… Y que el pueblo de Madrid diga:”¡Viva la infanta Isabel, la chata!” Huelo el cielo de Madrid desde la ventana y yo quiero bajar, y estar con las gentes de Madrid y probar las gallinejas y tomar chocolate con churros, y reír, y... Eso quiero… Yo quiero ser caballo y me siento peonza. Girando y girando, en el mismo lugar, dando vueltas a lo mismo… Ay, Lolita, ¿Qué nos guardará la Virgen de Atocha? Yo a veces sueño que me voy lejos de Madrid, sueño que me alejo de Madrid y se me queda una pena de día con nubes, como hoy… (Voces, ecos, un llanto infantil…) ¡Lolita, lolita! ¡Será mi hermanito! ¡Será hermanita! ¡Vamos, vamos! Itziar Pascual Ortiz.

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Foto: Estefanía Miranda.

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La estación del año que más amo.

Caen las hojas de tres colores al suelo, mientras voy atravesando La Plaza de Armas de

Temuco,

Asumo que esta mañana estará frío, así que me pongo una bufanda sobre el chaleco de color

anaranjado. Mis zapatos café felices por el encuentro de hace meses con el pavimento mojado.

A medio día aún parece fresca mañana, y me asomo a mirar como entran y salen del juzgado

de policía local los abogados y las abogadas, mientras les voy dictando a mis alumnos las

lecciones de hoy. ¿Qué es contexto de producción? les refresco la imagen con la historia de un

hombre fatal, una familia fatal, un matrimonio fatal, unos hijos fatales. Les presento a Quiroga

y les leo un cuento de amor, de locura y de muerte. ¿Qué relación tiene su vida con estos

relatos?.

Ahora entran al juzgado unos tres "patos malos", parece que vienen lloriqueando, hey...son

muy jóvenes.

Caen las hojas de tres colores, primero las más amarillentas y resecas, con el cálido viento

norte, luego caen de a poco las café, y al final, caen todas juntas de la rama, un puñado de

verdes caspeadas.

En la tarde ya los niños se han marchado, guardo mis cosas en la mochila, mis hojas, mi

horario de mañana. ¿Vendrá a buscarme hoy?

Es tan frío como la tarde, si fuera hoja ya estaría seca y amarillenta, pero no es hoja, es hombre

y me pasa a buscar con su cuello estirado y tieso, no me dice ni hola cómo estás, pero me

compra un café bien cargado para conversar 33 minutos exactos. De repente cayendo una

gota, después otra y luego la última.

Profesora...Profesora...Profesora...

¿Cómo se llama el cuento que nos leyó ayer?¿Está en biblioteca?

Asumo que mañana estará frío, así que me visto en la mañana contigo en mi cabeza para que la

rabia me de calor.

El pavimento mojado, la tierra mojada, las hojas de tres colores por todos lados

desparramadas, el café del servicentro, tus ojos fríos, tus manos frías, ..."Horacio Quiroga, El

amohadón de Plumas"!!...

- Gracias profesora-.

Lluvia.

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Foto: Patricia Pichón Carvajal.

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Mujer, si te han cerrado los ojos, ya puedes abrirlos o seguir soñando. Mujer, si te han silenciado la boca, ya puedes decirlo o seguir en rebeldía sin voz. Mujer, si te han desviado del camino, ya puedes encontrarlo, o seguir adelante perdida hasta que lo encuentres. Mujer, tú eres tu propio destino. No dejes que nadie te aconseje de cómo vivir. Cada una de nosotras trae una semilla para dejar sembrada en la tierra o incluso en el universo, nada se pierde, todo vuelve a renacer en materia y vida una y otra vez. Deja lo mejor de ti para los que vienen, déjate a ti misma en esencia. Lluvia.

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Foto: Estefanía Miranda.

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Con su frialdad de escarcha, el zinc recibe las huellas del felino enamorado. Está el mes de junio en su turno del año 2014, aún se puede ver por estrechas vías nocturnas, una leve claridad entre las nubes. Sus frías noches preparan el festival de idílicas canciones. El escenario será como todos los años, aquellos empinados tejados y techos de colores que desdibujan las siluetas de gatos artistas. Por ello se abandona la cálida cama cercana a la chimenea, por ello todo gato y toda gata en edad procreadora sale de su letargo y estirando sus extremidades y besando sus uñas con la punta de la lengua, dice adiós a la comodidad hogareña y se convierte en la libertad de sus sueños. Qué maravillosa y extasiada sensibilidad se percibe, los aromas de las lluvias parecen encantar las noches y ese encanto sublime permite reflejar las estrellas en los techos de zinc de las ciudades. Amarillean a lo lejos los perfumados aromos. El sol se despide, húmedo de mar, cada tarde. Continúan los días en sus lánguidas conversaciones, el ajetreo humano y el ladrido de los quiltros de la calle no inquietan ni interrumpen el paso del tiempo. Se van retirado junio y julio de su siembra de emociones. El festival está en su máximo apogeo. Marta Trecaman Cohas

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Foto: Patricia Pichún Carvajal

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Clemente. Fue Clemente un gato varonil, un señor con todas sus letras, pelos y uñas. Todo un gato era mi Cleme. Tan querido y regalón como mi primera muñeca de trapo, hecha por mi madre. La Sra. Anita, como le decía la gente. La misma que cada día guardaba celosamente el pan amasado en un mueble de cocina, al que con sus débiles fuerzas apenas lograba cerrar adecuadamente y Clemente, por cierto, atento a ese detalle y simulando una siesta prolongada, esperaba paciente que mi madre saliera de la cocina para ir a zambullir sus garras y colmillos en el suave amasijo, pan nuestro de cada día. Otras tantas hizo mi gato, dignas de recordar por mi persona. He dicho que mi gato era un señor y lo era de verdad, pues un señor se digna de ser leal y Clemente lo era. Así de simple. Recuerdo que con mi hermana discutíamos siempre por todo y también por nada. Clemente, regalón de mis caricias, observaba celosamente mis emociones y si me veía angustiada cobraba muy caro a quien se atreviera a entristecerme. Fue así como una tarde al regresar de mi trabajo extrañé a mi tesoro, pues no fue a encontrarme como siempre lo hacía, no llegó tampoco a almorzar, ni al paseo diario en primavera sobre mi hombro cuando yo salía en bicicleta. Y lo que más llamó mi atención fue que no acudió al llamado de la campana de la capilla anunciando el inicio del mes de María. He de aclarar que Clemente era fiel devoto de la virgen, por lo que cada tarde, corría a ubicarse en el primer asiento y allí sentado en sus patas traseras y con sus ojos cerrados, seguía en místico silencio el rosario completo. Pues bien, ya que me he atrevido a romper el triste silencio, sumida en el recuerdo del animal que más he amado, continuaré esta historia. Terminada la ceremonia religiosa de ese mes de flores en que se llama la atención de María como abogada nuestra, para que vuelva a nosotros esos, sus ojos misericordiosos y que después del destierro nos muestre a Jesús…Mi gato no aparecía…tanta era mi tristeza que al final del día mi madre me confiesó que Clemente había sido llevado por mi hermano Carlos, en las cercanías de Vilcún, para ser abandonado a su suerte felina. Ante mi estupor, prosiguió explicándome que seguramente en acto de lealtad, Cleme, había ensuciado con mucho barro el cubrecama calipso de mi hermana. Eso es todo, tal vez para el lector que ha llegado a este final, no le parezca meritorio el tiempo destinado a esclarecer la causa de esta ausencia, sin embargo a mis cincuenta y cinco años he querido dejar plasmada esta emoción que nubla mis ojos ante el recuerdo que se proyecta como cada año, al sentir a otros leales dueños de corazones sensibles, explayarse en extasiados maullidos . Vaya para todos ellos mi reconocimiento en la memoria de mi bien amado Clemente. Marta Trecaman Cohas.

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Foto: J.A.O.

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Suenan las barcas en la noche

y yo no conozco el idioma en que sollozan,

no conozco la sangre de sus pasajeros tristes,

yo soy el animal que escucha

donde el silencio acude.

*

Sobre tus manos lentas

duele mi cuerpo,

el alambre sostiene nuestros nombres escasos,

desde aquí

la voz no recuerda el uso de sus signos

y el amor es terrible,

como el miedo:

el destino perpetuo del funambulista,

la gravedad de dios sin sus plurales.

Sara Castelar Lorca, La hora sumergida.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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Viaje a la piedra

De mi lengua despiertan las aves de la noche

y el idioma del hambre,

estoy pensando en ti como se piensa en la avaricia,

penetrada de aliento.

Tú cruzas la respiración y los escombros

y juegas a mi nombre,

yo, viajo hacia la piedra.

Sucedo en el desorden

mientras las piernas gritan el lenguaje del vértigo

y la palabra cae,

extensa

como tu cuerpo en la memoria:

el yugular gemido,

la sangre con sus perros.

Viajo hacia la piedra, sí,

donde la voz gotea las manzanas obscenas

y bebo un corazón

y escupo pájaros:

putas golondrinas que regresan siempre.

Sara Castelar Lorca, Verso a tierra.

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Foto: Estefanía Miranda.

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el mientras tanto

no me mires el espanto. no me digas la sed ronca.

no descifres el gorjeo de este poema imbécil

que te puebla laringe, que te hinca anzuelos de mirada.

no me escarbes con tu pluma de avecilla

mientras urdes un corazón a mis espaldas, no

me tuerzas la voz, la noche, el grueso

resplandor de la tormenta. no me digas que no fue,

que no será, no me digas nada. silenciame todo lo demás,

que ha sido un largo mientras tanto.

Cristina Cambareri.

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Foto: Estefanía Miranda.

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1 quiebra el espacio tu cuerpo cincel del mundo tus ojos dorados que retiran la sombra desarman la noche en un trizado de calles esta ciudad es un animal que agoniza en tu aliento. 2 sucedió. equinoccio: sea cual sea la dirección que tome, el amor me alcanzará si te sigo, me alcanzará si te huyo. 3 me pregunto si sirve de algo utilizar como un cordel invisible las palabras, intentando enlazar dos mundos irreconciliables, extremos del zodíaco, tu corazón nocturno, mi condición hermética, fauna inconclusa simulando amor) peces y pájaros quebrando leyes para encontrar que la respuesta estaba dicha) oh si entendieras el eclipse, si pudieras arrojarte sin saber qué será oh si entendieras el lenguaje, el territorio en llamas, la vergüenza de la escritura en blanco, binaria, diciéndote nada diciéndote espacios que llenan la muerte y la dislocan, un poema que descifra las líneas de la mano, las humedece, si supieras leer que te declaro hombre, hombre por sobre todo, si pudieras leer, oh, si entendieras que la noche alrededor te nombra. Cristina Cambareri.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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MORIR Morir, tantas veces morir en la oscuridad de una luz que se apaga o aplastada por una lluvia pasajera en el sonido del final de una canción morir por un rostro que apremiado me mira o por un momento que se ha perdido por un reloj que se detiene o por una razón mal argumentada morir, en mi mente, morir Consuelo Martínez Astorga (poema inédito).

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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TEDIO Ojos caídos, leyendo las mismas palabras, una vez, una vez más. Brazos asediados, postrados sobre las páginas, las mismas páginas, otra vez. El cuerpo huye imaginariamente, lejos, a ese lugar, a ese mismo lugar. Consuelo Martínez Astorga (poema inédito).

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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CAUTÍN RÍO Me impresionó tu caudal generoso tus aguas paridas en un faldón de la cordillera de las Raíces Te ví con los ojos del norte chico donde los ríos son tesoros vivos y sus corrientes se hacen débiles en su huida al mar En cambio tú Cautín te presentas cual guerrero en resistencia a los embates de los hombres que pretenden cambiar tu fisonomía agrediendo tu curso que atrae y besa la sangre de viejos árboles En Matanza Santa Rosa Temuco dice la memoria un asesino cercó al pueblo sangre mapuche lloró tu ko te llenaron de muertos que tu inocente herido, cual humano, recibías con dolor Cautín, cuántas veces la historia triste de Chile cruzó tu territorio Otros hombres fueron lanzados a tu fiero caudal. Callados cuerpos bajo tus puentes cruzaron el río de la vida y tú acusando recibo fuiste mortaja, fuiste auxilio no quisiste ser cómplice de la brutalidad Cautín río a pesar de lo aciago has resistido por siglos tu respiración perfecta y tus voces gritando agua agua agua tienen sed de eternidad Solidario abrazas a otros ríos para alcanzar la mar. Teodolinda Antonia Olivares Casanga.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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Humedal

El tiempo pasa a través de las goteras

Que le ordenan el ritmo a los segundos

El aire asfixia

Al respirar se vive la mitad

Se muere lo que resta

La humedad carcome las paredes

Les dibuja tatuajes confusos

En el humedal las ancas se vuelven anfibias

El calor se siente al cerrar los ojos,

Al añorar el sol, la luz,

Algún abrazo.

Hay que dormir para no ver los cadáveres

Ranas, serpientes y culebras yacen muertos.

Hay que cerrar los ojos,

Olvidar que el humedal se va comiendo el cuerpo

En este lugar la humedad invade hasta los sueños. Carla Llamunao Vega.

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Foto: Estefanía Miranda.

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Veo tus bestias, esas que ocultas de la gente

Las he visto como buitre que desea mi carne,

Con violencia,

Desprendes mis órganos

Me convierto en liebre

Que da saltos para atraer al cazador,

Un ritual,

Una danza,

Ven a mí, perro, roe mis huesos.

El amo doma a la fiera,

La fiera doma al amo.

Se acabó el juego

Tus bestias encontraron a las mías

Con un lamido pactaron el silencio

¿Quién nos librará del amor? Carla Llamunao Vega.

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Foto: Estefanía Miranda.

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VOLVERÉ Volveré a soñar Con mi pueblo mapuche Volveré a Descansar Bajo las sombras Del castaño. Quiero interpretar La lengua de mis Antepasados Volveré a soñar Con mis abuelos Quiero que me Cuenten historias Del pasado. En mis manos Llevo la sangre De mis conquistadores Yo soy mestiza sangre Española y mapuche Esta es mi vida y mi Cultura. Catherine González.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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BUTALMAPU ES EL FRÍO DE LA MADRUGADA Hay seres huraños que se despiertan antes de la madrugada; rocíos que se vuelven Cristal_Hilos; lágrimas fugaces que desaparecen: como un vaho mudo ascendiendo por los árboles; otros se disipan: como un camino humeante de cenizas arrojado entre los helechos. Leonel Lienlaf, Kogen, Santiago, Delaire, 2014.

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Foto: Fernanda Campos Gallegos.

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MAMUIL_MALAL Es solo un grito, una distante voz; un cerco en la montaña. Anchos mundos se abrían entonces en esos pasos, pero fueron dos hombres que se cruzaron una tarde, miraron el resplandor del sol sobre la montaña; entendieron que los viejos ya no volverían a mirar ese horizonte, caminaron silenciosos junto a pájaros huraños y poco a poco se fueron diluyendo entre las piedras, quedándose para siempre como guías, como sombras; vigilantes sempiternos de las almas y las lluvias. Leonel Lienlaf, Kogen, Santiago, Delaire, 2014.

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Ilustración de Chanchán Olivos.

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ESO FUISTE Una nube de verano que surge veloz sobre el lago, un dragón que desaparece trágicamente en el azul, mientras los turistas se bañan indiferentes. Felipe Moncada Mijic, Silvestre, Valparaíso, Ediciones Inubicalistas, 2014.

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Ilustración de Chanchán Olivos.

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SOMBRERO DE PAJA Colgado de una estaca, manchado con el azufre de las termas, baila en la ventolera y ya se quiere volar a los senderos. Felipe Moncada Mijic, Silvestre, Valparaíso, Ediciones Inubicalistas, 2014.

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Foto: Estefanía Miranda.

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LAS SEÑALES

Viví lentas mañanas de esplendor

Amodorrado sobre el Mar Tirreno

Cantaba mi canción de soledad

Tirado en la cubierta como un náufrago

Un brazo descolgado por la amura

-Cantando mi canción de soledad-

Mecido a la deriva como un sueño

Olvidado del mundo y de su afán

-Cantando mi canción de soledad-

Ajeno a los fastos del amor

Creía que era libre y sin embargo

-Cantando mi canción de soledad-

Seguía prisionero del deseo

Dormido pero atento a las señales

-Cantando mi canción de soledad-

En vetas irisadas de verdel

Y aromas suspendidos en el viento

-Cantando mi canción de soledad-

De pastos que se encienden en la noche

Y las fosforescencias de un delfín

-Cantando mi canción de soledad-

Viví, sin duda amé, perdí, olvidé

Anduve a la deriva como un náufrago

Cantando mi canción de soledad

(17/06/2013)

José Blanco, La deriva de Marcos Sima, Tenerife, Baile del sol, 2014.

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Foto: Benjamín León

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El tiempo amargo que entre la lluvia cae sobre el olvido, limpia mi corazón, esparce las cenizas. Benjamín León (poema inédito).

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Foto: Miguel Alejandro Gutiérrez Cruz.

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Era la tarde abriendo sus flores inmovibles

creciendo sobre el odio que arrastran los metales.

Alzaba musical en todas sus mentiras

el arco donde el tiempo remueve su labranza.

No puedo describir el ácido perfume,

el nudo genital donde los muertos caen,

donde la lluvia imprime los rastros de la edad.

No puedo resignar tanta melancolía,

ni herir los animales que asoman a los límites.

.

Benjamín León, Canciones para animales ciegos,

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Foto: Estefanía Miranda.

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Cierro los ojos y veo el humo de fogatas Abiertos los ojos y el cuadro no cambia: fogatas / humo tropas que vienen del profundo viento de mi cabeza hombres que surgen del sedimento de mis obsesiones se mueven, liban entre acero y la ceniza Reparo en sus cascos, los bocetos de sus escudos el bermellón de sus capas y corazas / polvo de Hefestos en ellos Es una gran columna. De noche encendemos antorchas y los ciudadanos con sus bancos y senadores, con sus artistas y academias, tiemblan. Los habitantes ven mi ejército omo a una gran culebra ardiendo y escuchan el redoble como una demanda / rendición. Los ciudadanos ven sus iglesias vacías / cavilan / abren las compuertas de su fortaleza y dejan que sus niños crucen los fosos y se unan a mi falange, pero, siempre ocurre que antes de darles un nuevo nombre / se elevan como bellos globos chinos y sus padres / que los ven perderse en el aire, ríen hasta la aurora y luego vuelven a la faena del sexo. Cuando llega el invierno mis hombres son pájaros que vuelan al norte. Ellos me siguen en formación triangular gozosos, porque al fin llegaron tiempos de apareo y combate Pero al llegar, las mujeres también se han ido. Las vemos en el mar, sonrientes, atándose con espuma hundiéndose con ella y nosotros las buscamos dando vueltas por el mundo entre graznidos oscuros. Baja la moral. Caen pinos cerca de mi tienda, soldados los tumban para la última gran pira: se conmemora la muerte de la lluvia o la guerra. Hace 40 años que no vemos enemigos, las ciudades nos tributaron hasta el polvo de sus mausoleos. El amor se fue al mar, no hay agallas ni escamas para reclamarlo, Lo sabemos, lo sé. Mi estandarte flamea en la cima de las dunas. Si abro o cierros los ojos vuelvo a estar frente al humo. Mi ejército es inútil. Wenuan Escalona (poema inédito).

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Foto: J.A.O.

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NIRE AITAREN ETXEA*

a mi Padre

La casa de mi padre fue la corriente

la maniobra entre los iceberg del afecto

la fuga perenne como un ojo

que ve las cadenas de la siembra

Yo heredé esa renuncia donde

me abrigo por la noche

Yo defiendo ese hogar a la intemperie

A otros los parlamentos de la sangre

Les dejo a los hábiles el reclutamiento

de las voces

el posteo ladino

estribillo de un lenguaje abrumador

abrumador lenguaje rebajado a estribillo

en su boca

Estoy en guerra con el hermano

que junta las tierras en su bolsillo

No me cuenten

no me sumen en esos coros

Un Hindenburg se posa en mis apuntes

que siempre estalla

como ejemplo o advertencia irónica

Un Nautilus me fondea

más allá del barrial y la erosión de la palabra

Crezco nuevamente en un lugar apartado

como el niño que cambia de colegio

y aprende a (des)confiar del nuevo mundo.

La casa de mi padre es la corriente

y yo soy el amo de mi exilio amurallado.

Wenuan Escalona (poema inédito). ___ *”Nire aitaren etxea”, en lengua vasca “la casa de mi padre”, título de un poema de Gabriel Aresti.

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Foto: Paula Serra Bobadilla.

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No es necesario pensarlo una vez

De los árboles que crecen en mis ojos

nacen los pájaros que tejerán la mañana.

Una líquida luz les dará su arquitectura.

Las ventanas del tiempo son estrechas

pero pasar por ellas es

el sudor nuestro de cada día.

Por eso todo lo que es igual es distinto

porque todo es igual y distinto de sí mismo.

Y los árboles que hoy crecen en mis ojos

no son los pájaros que tejerán la luz mañana.

Pablo Rojas.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal

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HABITANTES DE LAS COSAS

Al parecer el viento de la noche ha robado nuestros sueños, el aire está caliente y las cosas

no son hoy más que esto, cosas. Inútil es que en el árbol queramos ver a la familia, en los

pájaros nuestro anhelo. No hay belleza alguna en las flores de la mesa como nada parecido

a la cotidianidad está envolviendo el espectro vacío del pan.

Nosotros nos miramos confundidos, no sabiendo qué hacer ni qué decir. Una red de

silencio se ha tejido entre nosotros y pareciera que el viento se hubiera llevado también las

palabras. Todo está tan solo, abandonado; como si los hombres, las mujeres, los niños,

nunca hubieran habitado esta morada incorruptible.

El tiempo se ha alejado también de todo esto; el sol está clavado y ya no piensa proseguir.

Pareciera estar ya todo concluido, cerrado.

El viento sopla hinchado de la muerte.

Pablo Rojas.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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[Vocablos heridos / palabras vacías] Ya no se usa ser feliz se nace solamente Una palabra mal dicha es subversión del dialecto El olor de una palabra vacía es la sangre recién emanada Un lenguaje herido es un vocablo desierto El tambor sagrado palpita su mensaje En el pecho de la tierra el mundo se reduce a escucharlo. Cristian Cayupán, Tratado de Piedras, Valparaíso, Conunhuenu, 2014.

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Foto: Patricia Pichun Carvajal

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[No estoy aquí todavía] Soy una palabra herida carente de idioma y espacio Una palabra indecible sin diccionario ni terruño Una palabra que no encontró grupo humano para ser pronunciada ni fue sospechada por boca alguna En qué época dejamos de ser vegetal para encarnamos en la palabra materia y espíritu desnudos, dóciles, humanos. Cristian Cayupán, Tratado de Piedras, Valparaíso, Conunhuenu, 2014.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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INVIERNO Cuando silva el viento En mi ventana, Pienso Una madre y su hijo a esta hora Pueblan sus ojos de ríos De puentes olvidados De tripas crujientes esperando migajas Hielo en las entrañas. Recuerdo a mis vecinos La herida de mi mano por monedas miserables, Los llantos de la abuela rogando al padre por la vida Repaso mi rostro en los vidrios mudo Esta vejez no ha venido con los años Estos años, no son más que el eco de un silbido Un par de calles abajo después del temporal. Rubén Cifuentes, Historias de Campamento, Temuco, Lucerna, 2012.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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DÉJENLA LLORAR SU PENA Déjenla llorar su pena, que camine por el barro de la rancha. Que prenda el brasero, que del pilón traiga agua que se tome unos mates a la luz de la vela. Déjenla que llore su pena, su pena de negra enamorada. Que los hoyos de la mediagua se inunden de estrellas blancas, Que ilumine la noche lo que no dirán las palabras. Dejen que llore de ausencia que llore por manos encadenadas. Déjenla llorar por su negro que por 5 años y un día no estará en la casa. Déjenla que llore su pena, su pena de negra enamorada. Rubén Cifuentes, Historias de Campamento, Temuco, Lucerna, 2012.

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Foto: Fernanda Campos Gallegos.

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URBE SUR Bajo la torrencial lluvia de esta ciudad ociosa y meditabunda me perfilo a ser el único soldado sosteniendo una bandera que flamea sonidos palpables, palpables como los largos cables eléctricos o las bombas atómicas. El espíritu de estas calles bulímicas y ansiosas me deprime hasta la ira . He aprendido tiernamente a odiarlas, es por eso que no puedo no estar en ellas, es por eso que en ellas vivo y por ellas muero como circular ironía del destino. Nada tienen que ver sus pestañeos constantes de griteríos y latas, tampoco los zumbidos de la traición o la sangre seca en las veredas de la madrugada, es algo distinto, algo así como mucho más distante, como una moneda de plata en los bolsillos de un gigante o como las colillas de cigarros en las casas de enemigos. Esas calles. Esas enraizadas calles que la lluvia no se lleva, y que día a día cambian sus pañales como a una vieja odiosa y moribunda, esas calles que como un sucio cáncer besan hace treinta años mis zapatos y bailan para mi un infinito tango cuando regreso a mi morada. Patricio Gutiérrez Morales.

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Foto: Patricio Gutiérrez Morales.

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Para que todo parezca real

Yo me invento en el lugar mas alejado de mi

Y ahí ubico mi guarida

Entonces todo el calor de mi cuerpo

lo dejo en mis manos y escribo.

Salgo a la calle

Me maravillo con el brote floral de los manzanos

Fumo un cigarrillo

Vuelvo a casa

abro la ventana y miro lo que escribo: Es invierno.

El Conun Huenu usa de tul el humo de las chimeneas

y yo veo venir de cerca toda la primavera

Un taxi baja despacio la calle Tomas Guevara

Seguro lleva una reina o a dos enamorados furtivos

Hoy es un invierno atractivo

Los días primeros de agosto regalan heladas matinales

Hay algo de tu mirada en los techos de Padre las Casas

Algo de tu cabello en este poema que me escribo

hoy el día tiene el color de tu piel

Y el sol alumbra fuerte pero es tibio

Yo cierro los ojos

Espero la fragancia real de la magia de este día

Me cristalizo en el letargo de ver todo este paisaje

en mi ventana

El cielo es ancho

Y el reloj pulsera de mi brazo

Lentamente indica el mediodía Patricio Gutiérrez Morales.

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Foto: Miguel Alejandro Gutiérrez Cruz.

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Todo es sombra

El cuerpo va ciego

donde otros han dejado su calor

(Ya no eres el mismo).

Las distancias son relativas

pero nos detuvimos justo en el centro

cuando todo parece lejano.

El cuerpo va a tientas

por donde otros ya han pasado -y a veces sucumbido-.

(Me dijiste que siempre serías el mismo).

¡La lluvia precipitó todo!

Corrimos,

y los objetos se volvieron hostiles,

un signo de adversidad

Nos endurecimos, nos abandonamos

Los cuerpos son frágiles,

invisibles en la lluvia.

A veces todo es sombra

Luego, cuando llega la luz

las sombras persisten como un pasado fosforescente

(Lo escuché de tu boca).

Cuando ya no estés,

me plegaré a tu contorno luminoso,

a la estela incandescente de tus palabras.

Katherine Chávez

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Foto: Miguel Alejandro Gutiérrez Cruz.

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EL ROBO Un día abriré mis ojos una tenue sonrisa me recordará que le robé un beso a la noche y desde entonces ando prófugo por caminos y huellas rurales y el único testigo fue el silencio. Jaime Medina, Alimentando sueños.

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Foto: Patricia Pichún Carvajal.

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TODO ES ESO Todo es eso, me dijeron que ella dijo. Eso es todo, Le dijeron que yo dije. Jaime Medina.

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Foto: J.A.O.

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MI VENTANA

Ven y abre mi ventana. Está lloviendo afuera y el metal se oxida rápido. No se alcanza a ver entre el vidrio y el infinito, por las gotas rojas pegadas entre mis ojos y el futuro; atravesadas en mis nervios y en mis sueños, a medio camino entre la euforia y la tristeza. Ayúdame a subir por donde baja la lluvia, a la negrura total de la noche sin estrellas. Ayúdame a ir arriba de esas nubes, aunque sea a mirar por unos segundos el cielo despejado. Dar un salto gigante para asomarme arriba de la oscuridad y ver todo iluminado con una claridad absoluta: el fiel reflejo de un millón de astros destellando el paraíso y luego caer. Diego Aravena

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Fotos: Estefanía Miranda.

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CABALLOS

Tengo la cabeza llena de caballos negros y azules que abrevan en el río del sol de la noche, justo al lado de una mañana llena de melancolía y vidrios rotos. Los caballos bufan tan fuerte que a veces me cuesta dormir. Los caballos salvajes de mi espíritu vienen de un desierto verde regado de escarcha y mandarinas, cardos y papel roneo mohoso y viejo. Los caballos se enamoran de las ovejas y la madera, del olor a cera, de los sauces y las goteras del hielo.

En la noche todo estorba menos el brillo indomable y salvaje de tu sangre. Diego Aravena

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Foto: Estefanía Miranda.

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Aquellos ojos de ángeles que algunas veces aparecen en las fotografías El minúsculo espacio entre mis labios y tu oído deja algo de complicidad al descubierto como haciéndonos los lesos Las manos frías que apenas se rozan atraen la atención en primer plano. Yo aparezco despeinado de pie con la luz celeste pegándome en la espalda todo canchero diciendo algo divertido algo que te hace reír. Tú estás con la bufanda al cuello Desde algún poema anterior vienes llegando de la costa cargada de arena, viento y de ausencia de vapores Igual te ves chiquitita con tu postura de pies chuecos humedecidos sobre el pasto. De pronto se hacen claros los detalles: un libro de Cortázar bajo el brazo, el sonido fresco de la media tarde, en la esquina superior derecha una rama de canelo te hace sombra sobre el rostro Parecemos felices - quizás hasta lo somos - Tal vez por lo mismo hay ojos de ángeles, esas diminutas volutas de luz y benevolencia, que aparecen desde todos los rincones de la imagen y posan cándidamente su mirada sobre ti. Domingo Alarcón, poema inédito.

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Foto: Estefanía Miranda.

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Busco una palabra de nuevo cuño, trompa resonante, aluvión de besos, estela inasequible a todos esos que avientan el desierto con el puño. Una palabra de ningún terruño, que ya de tan desnuda esté en los huesos, que asalte a cada uno de los presos como un afán, como un gato garduño. Aleve, voluptuosa, incluso ilícita, sabrá plantarle cara al crudo invierno de nudos despojados, soñolientos. O tal vez dormirá por siempre implícita, como si cada rama de lo eterno meciera el sueño de los años lentos. Jose Blanco y Javier Aguirre.

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Foto: Estefanía Miranda.

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En esta soledad la sombra suena. Y, sin embargo, cuánta luz callada, cuánto sol que relumbra en el almena. Nunca la paz estuvo tan airada. Es demasiada luz tu faz serena. Tu sombra en mi memoria alborotada sojuzga mi razón y me condena a la ceguera tan acostumbrada. La nieve va viviendo en esta mano con tanta claridad. Y no me quejo. El sol la ganará para el verano. Ahora me contenta lo que dejo escrito. El verbo no habrá sido en vano, porque fue escrito bajo tu reflejo. Javier Aguirre y José Blanco.

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