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    CULTURA & POLÍTICA @ CIBERESPACIO

    1er Congreso ONLINE del Observatorio para laCiberSociedad

    Comunicaciones – Grupo 9El ciberespacio, ¿un nuevo campo

    social para las identidades colectivas?

    Coordinación: Joan Mayans Planells y Ricard Faura Homedes([email protected]

    http://cibersociedad.rediris.es/congreso 

    Interacciones online/offline y visualidad en laconstrucción de comunidades en el ciberespacio: La

    asociación juvenil TEB y Ravalnet

    Aida Sánchez de Serdio MartínUniversitat de Barcelona

    [email protected] 

    ResumenOne way of investigating the relationships between communities, their urbancontexts, and information and communication technologies, without falling on theone hand into the rhetoric of the “technological revolution” or “information society”or on the other into a manichean distinction between “reality” and “virtuality”, is tostudy specific instances which by nature challenge these commonplaces. One suchcase can be found in the Civic Network of the Raval (Barcelona) which, in addition

    to its online existence, maintains close ties with various neighbourhood entities andassociations, making an understanding of how it works as a community impossiblewithout taking into account both its online and offline dimensions as equally “real”and engaged in a permanent process of construction.

    1. PRESENTACIÓN

    Con frecuencia se ha utilizado el desarrollo tecnológico como argumento paradiversas políticas institucionales orientadas hacia la intervención en el espaciourbano. Barcelona está siendo testimonio de una de estas situaciones: el año

    pasado, la revista informativa que publica el Ayuntamiento de Barcelona titulabauno de sus artículos «Amb el 22@, Barcelona al capdamunt de la revoluciótecnològica» (Ajuntament de Barcelona, 2001). Según se afirma en el texto, El

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    Poble Nou es «el nou barri que ha permetre a Barcelona ser una ciutat líder enl’aprofitament de les oportunitats que ofereix la nova societat tecnològica i millorarla qualitat de vida dels ciutadans» (:6). En otros documentos institucionales, serecoge la misma voluntad, incorporando plenamente la retórica de la revolucióntecnológica: «Barcelona ha estat sempre entre les ciutats capdavanteres de laMediterrània, tant en l’etapa històrica de la revolució comercial com en la industrial.

    El segle XXI ens presenta la possibilitat d'ésser també entre les ciutatscapdavanteres en l’àmbit de la nova revolució tecnològica, de la nova economiadigital» (García-Bragado, 2001). Estas dos citas ofrecen una muestra del discursoinstitucional dominante sobre las tecnologías de la información y la comunicación(TIC) como herramientas de progreso y de producción de riqueza. Sin embargo,parece que este llamamiento a la unificación de las voluntades ciudadanas y de lasexpectativas de futuro de Barcelona en torno a las tecnologías topa condiscrepancias menos audibles pero persistentes. Las asociaciones vecinales y otroscolectivos se han organizado para obligar a las administraciones a modificar almenos en parte los proyectos urbanísticos iniciales, de manera que se respete lahistoria y el tejido social y económico del barrio (Associació Afectats pel 22@,2002).

    Estas problemáticas acerca de la relación que debe establecerse entrepolíticas institucionales y asociacionismo ciudadano, evidencian la necesidad deconstruir un discurso que articule la relación entre comunidades, espacio urbano yTIC más allá de las versiones oficialistas-triunfalistas, que consideran a estasúltimas no sólo como imperativo adaptativo sino como medio que conduciráindefectiblemente a la cohesión social definitiva del tejido urbano. Una forma deindagar con cautela en las posibilidades «reales» de estas tecnologías, y en suinterrelación con las prácticas que se desarrollan en contextos urbanos específicos,es la realización de estudios de caso. Esta aproximación nos brinda la posibilidad depercibir la complejidad de las situaciones que se dan en el día a día de lascomunidades, lo cual tiene como saludable consecuencia la proscripción de la

    retórica ambigua, hipotética, desencarnada, excesivamente general yhomogeneizadora que caracteriza a los discursos oficiales. Un contexto favorable yfértil a la hora de desarrollar este tipo de discusión son las Redes Ciudadanasdebido a que se encuentran en una posición a caballo entre la institucionalización yla gestión independiente por parte de asociaciones ciudadanas (Fernández, 2000),y además porque son un lugar privilegiado para la construcción de comunidades enel ciberespacio que mantienen una relación compleja con el espacio urbano (nolimitadas por él pero tampoco completamente ajenas a él).

    Por lo que respecta a la investigación sobre el uso de las TIC (permítasemeque deje para más adelante la discusión de este término, que ahora utilizo por puracomodidad), ésta parece distribuirse según dos corrientes generales. La primera deellas considera la tecnología principalmente en relación con los contextos socialesen que tiene lugar su producción o consumo. Estas investigaciones, pues, secentran en las prácticas que en la «vida real» acompañan y articulan dichasactividades (Furlong, 1997; Mackay, 1997). La segunda corriente, desarrolladaespecialmente desde que fue posible la comunicación mediante los ordenadores,tiene en cuenta los rasgos distintivos de ésta, centrándose en los aspectos alparecer más específicos de esta supuesta nueva cultura que es la cibercultura.Desde esta perspectiva ha aparecido una creciente bibliografía sobre etnografía enInternet y sobre identidades virtuales (Baym, 1995; Turkle, 1997; Holmes, 1997;Chandler, 1998; Markham, 1998; Wellman y Gulia, 1999). Sin embargo, lasperspectivas de otros autores como Miller y Slater (2000) nos pueden ser de ayudaa la hora de buscar una vía que no quede atrapada en divisiones apriorísticas omaniqueas entre «realidad» y «virtualidad», pero que al mismo tiempo considere

    «Internet como algo continuo e inserto en otros espacios sociales que seencuentran dentro de estructuras y relaciones sociales mundanas a las que pueden

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    transformar, pero de las que no pueden escapar huyendo hacia una especie deciber-aislamiento encerrado en sí mismo» (Miller y Slater, 2000:5).

    Ahora bien, una característica que sí suelen compartir la mayoría de lasinvestigaciones consultadas es su énfasis en la dimensión textual de lacomunicación mediada por ordenador (CMO). Si bien esta tendencia es

    comprensible debido a la naturaleza predominantemente escrita de la mayoría delas interacciones que tienen lugar en la CMO y a la procedencia académica demuchos de los investigadores, no deja de suponer el abandono de una parcelallamada a ser cada vez más importante con la mejora en la capacidad detransmisión y almacenamiento de datos: la imagen. Muchas veces ésta esconsiderada una frivolidad irrelevante, un ornamento o, en el mejor de los casos,una mera ilustración de la información textual. Sin embargo las imágenes colmanInternet, no hay apenas interacción en el ciberespacio en la que no intervenganimágenes (Druckrey, 1996; Walker y Chaplin, 1997; Sturken y Cartwright, 2001) ylos avances técnicos que está experimentando Internet van dirigidos en parte aaumentar la capacidad para transmitir documentos gráficos, fijos o en movimiento.Una investigación sobre la «visualidad» de las CMO resultaría un complemento

    enriquecedor de las que ya se han realizado y se realizan sobre su «textualidad»,teniendo siempre en cuenta que la imagen no constituye una esfera separada delas prácticas sociales sino una parte integrante de las mismas.

    Así pues, resumiendo lo dicho hasta ahora, el objetivo general del trabajo deinvestigación consiste en estudiar la emergencia de comunidades en el ciberespacioy el papel que en este proceso desempeñan las relaciones online y offline, así comolas características específicas y las diferencias, si las hubiere, entre ambos tipos desocialidad. Por otro lado, a lo largo del estudio se prestará especial atención a ladimensión visual de las comunicaciones e interacciones que dan lugar la comunidadinvestigada.

    He concebido la presente comunicación como un lugar de confluencia y comoejercicio de ordenación de una serie de problemáticas relacionadas con mi proyectode tesis, que constituya una herramienta de diálogo con otras miradas (lasvuestras). Es importante contar con foros en los que discutir la propiainvestigación, especialmente cuando, como es el caso, ésta se lleva a cabo desdeun departamento (Dibujo) de una facultad (Bellas Artes) en la que la tradición eneste tipo de estudios es escasa, aunque existan grupos de investigación y docenciaque procuran hacer del arte y de lo visual en general un campo de estudio más alláde los factores puramente estéticos.1 Las instituciones académicas tienen biografíascomplejas y son herederas de múltiples tradiciones a veces incompatibles entre sí.Quienes nos hemos educado en ellas no podemos escapar a esta multifrenia. Yo meformé dentro de una concepción educativa que separaba nítidamente el pensar delhacer, tanto de forma explícita como implícita. Cuando se cruza la frontera que ennuestro sistema universitario separa el sujeto discente del sujeto docente (einvestigador), la tarea de reconstrucción intelectual es ingente. Y, en la mayorparte de los casos, conduce a ocupar un posición dislocada no sólo dentro delcontexto académico de origen, sino también dentro de aquellos a los que nosacercamos por afinidad, especialmente en esta cultura académica nuestra que tantaimportancia da a la licenciatura de procedencia. Sin embargo, esta excentricidad nocomporta sólo desventajas; también puede dar lugar a aproximaciones híbridas, untanto heterodoxas que, si se saben salvar los escollos que supone la falta deformación en el campo de llegada, pueden resultar enriquecedoras para lacomunidad de debate e investigación en general. Así pues, la discusión que puedaestablecer con la parte de esta comunidad que va a compartir este Congreso Onlinees bienvenida, además de necesaria.

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    seducir por la especie de utopía que pretende hacernos creer que la técnicaaportará finalmente la felicidad y un mayor sentido humano» (78-79). Sin creernecesario ya discutir esta noción de tecnología como panacea, pero partiendo de ladefensa que hace Virilio de la distancia como dimensión necesaria para laconstrucción de la diferencia, el significado y, en definitiva, para el aprendizajehumano, Kevin Robins (1996 a) retoma esta crítica del ciberespacio como búsqueda

    de una proximidad tecnológica que anule el «obstáculo» de la distancia geográfica.Concretamente su cuestionamiento se centra en la creencia de que mediante latelepresencia podemos eliminar toda mediación y encontrar un mundo legible ytransparente (:5). Paradójicamente, este proceso sólo conduce a una alienaciónrespecto del mundo real y a una negación de la alteridad que nos condena arelacionarnos sólo con aquello afín a nosotros, sumiéndonos así en el infantilismo.

    En otro texto algo más esperanzador para la investigación sobre elciberespacio, Robins (1999 b) da a esta reflexión un carácter explícitamente políticoal sostener que «las instituciones que promueven y desarrollan las nuevastecnologías están sólidamente instaladas en este mundo. Debemos darles sentidoen los términos de sus realidades sociales y políticas, y es en este contexto donde

    debemos evaluar su significación. Viviendo en un mundo económicamenteempobrecido y socialmente dividido como el nuestro, deberíamos recordar cuántanecesidad tenemos todavía de la política [...]. Si consideramos el ciberespacio y larealidad virtual desde este ángulo, podemos intentar resocializar y repolitizaraquello que ha sido planteado, en un sentido abstracto y filosófico, como lacuestión de la tecnología, así como lo que significa ser humano en el mundo dehoy» (:79). Por lo tanto, a la luz de esta reflexión, más que como un lugar deconsenso, el ciberespacio debería ser considerado como un espacio para ladiferencia y el conflicto, profundamente enraizado en los contextos reales en queemerge y a los que pone en diálogo.

    La pregunta que se plantea una como investigadora es ¿cómo se pueden

    tener en cuenta los aspectos positivos de estas críticas, reconociendo a la vez laespecificidad de las prácticas en el ciberespacio, sin establecer distincionesmaniqueas entre el compromiso con una «realidad» políticamente consciente y lahuida hedonista hacia el «ciberespacio» alienante? Un ejemplo de que este trabajoes posible lo encontramos en la investigación realizada por Miller y Slater (2000)acerca de el uso de Internet en Trinidad. Como los mismos autores plantean, siqueremos estudiar las prácticas sociales en Internet, lo mejor es no empezar porahí: «el hecho de que algunas personas traten algunas relaciones que tienen lugaren Internet como si fueran un mundo aparte del resto de sus vidas es algo quedebe explicarse socialmente como un logro práctico más que como un punto departida que se da por supuesto en la investigación. ¿Cómo, por qué y cuándoconsideran el “ciberespacio” como algo separado? ¿Dónde y cuándo no lo hacen?[...]. Por lo tanto, más que empezar por “lo virtual” debemos empezar nuestrainvestigación dentro de la compleja experiencia etnográfica» (:5-6). Así, mientrasque en Trinidad Internet no es un fenómeno particularmente «virtual», unainvestigación etnográfica realizada en otro contexto puede dar un resultadodiferente. En cualquier caso, las aportaciones de estos autores por lo que respectaa la investigación sobre el ciberespacio consisten, en primer lugar, en laproblematización la distinción real-virtual convirtiéndola en objeto de estudio y noen presupuesto y, en segundo lugar, en la defensa de la investigación etnográficacomo forma de abordar esta problemática.

    2.2. Comunidades en el ciberespacio

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    Las posiciones respecto a las comunidades en el ciberespacio son diversas, aunquebuena parte del debate sobre las mismas se ha centrado en su defensa en tantoque entidad social legítima y «real» (Baym, 1995; Holmes, 1997; Kollock y Smith,1999; Wellman y Gulia, 1999).2 Frecuentemente esta apología se ha basado en lapresentación de las comunidades en el ciberespacio como algo potencialmente,cuando no efectivamente, positivo. En este sentido es ya un clásico citar la obra de

    Rheingold (1996), puesto que en ella encontramos la defensa de la comunidadvirtual de un firme creyente en su capacidad para regenerar el tejido socialdemocrático y para acercar «a los ciudadanos comunes a un costo relativamentepequeño poder intelectual, social, comercial y, lo más importante, poder político»(:19). Consciente de la posibilidad muy real de que el gran capital y la jerarquíapolítica se apropien de la red, Rheingold hace un llamamiento para que entre todosconstruyamos el ciberespacio como ágora y no como panóptico (:31-32).

    Efectivamente, la comunidad virtual e Internet han sido consideradas enocasiones como una herramienta ideal para la acción política colectiva de los grupossociales más desfavorecidos (Mele, 1999). Pero, por el contrario, otros autoresabordan la comunidad virtual como algo problemático, que plantea dilemas políticos

    y éticos que ninguna «cibercháchara» puede ocultar. Ya hemos visto en el punto2.1 la crítica de Robins a la comunidad virtual como Gemeinschaft  en la que ya sólonos relacionaríamos con lo igual, un sueño conservador en el que recuperaríamosuna supuesta unidad primigenia perdida ahora por culpa de la «vida moderna».Este mismo problema es el que plantea Willson (1997) cuando critica con decisiónla idea de comunidad como comunión realmente existente en la vida social, de laque la comunidad virtual sería un reflejo. Por el contrario, se pregunta hasta quépunto la comunidad virtual no fomenta la preocupación por uno mismo y noprecisamente una hermandad entre los individuos. La afirmación no puede ser másclara: «Deberíamos repetir lo que ya se ha dicho: el distanciamiento que se da enlos procesos desmaterializados (disembodied ) de participación en una comunidadvirtual no favorece una actividad política material (embodied ), ni tampoco hace que

    se preste atención a la actividad política que tiene lugar fuera de dicha comunidad»(:158). Otras críticas de este tipo (Foster, 1997) sostienen más matizadamente quela tensión que se da en la comunidad virtual entre Gemeinshaft y Gesellshaft , es loque la convierte en un espacio privilegiado para el estudio de la construcción de lasesferas de lo privado y lo público, lo individual y lo colectivo. Finalmente, otrofrente de críticas que se unen a éstas tiene que ver con lo relativamente limitadodel impacto de las comunidades virtuales, sólo asequibles para la minoría deprivilegiados que habitan el «suburbio digital»3, reduciendo así el alcance ysignificación del objeto de estudio (Lockard, 1997).

    Retomando las mencionadas propuestas de Miller y Slater al hilo de estadiscusión, es fundamental no dar por sentada la existencia de comunidades en elciberespacio, puesto que entonces hacemos desaparecer el problema de estudioconvirtiéndolo en un a priori. Si, según la expresión de estos autores, «noempezamos por ahí», podemos estudiar cuándo y mediante qué procesos un grupode personas construyen una relación de pertenencia o un sentido de comunidad endiferentes ámbitos de su existencia (mediados por ordenador o no). Desde estaperspectiva también es posible tener en cuenta las críticas recogidas en el párrafoanterior, puesto que la discusión no se centraría en defender la bondad o siquiera lalegitimidad de la comunidad en el ciberespacio, sino en problematizar suemergencia y significado para quienes participan en ella. Así, más que virtual, esprobable que se trate de una experiencia muy real para sus miembros, y que estéentrelazada con muchas otras prácticas que llevan a cabo en otros contextos.

    Como he mencionado en la presentación, un lugar en el que estudiar estas

    relaciones y procesos son las redes ciudadanas, por la particular relación que enellas se establece entre contexto urbano y ciberespacio. Como podemos leer en la

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    propia presentación de la red ciudadana del barrio del Raval: «Una xarxa ciutadanaés un ambient telemàtic que es proposa promoure i afavorir la comunicació, lacooperació, els intercanvis, l'organització i l'accés a les noves tecnologies de lainformació a tots els ciutadans i ciutadanes i associacions que constitueixen unacomunitat local i, alhora, obrir aquesta comunitat local a la comunicació via xarxaamb la resta del món». Y también: «Volem crear un portal virtual del barri del

    Raval que expressi la realitat quotidiana del barri, les activitats i projectes que esdesenvolupen i que milloren dia a dia la situació del barri» (Ravalnet, 2002).Claramente se destaca el papel a la vez local y global que puede desempeñar unared ciudadana; local porque en todo momento se mantiene la relación con lacomunidad urbana de la que emerge y global porque, a partir de esta radicación, seprocura establecer relaciones con otras realidades sociales relevantes para dichacomunidad. La naturaleza híbrida de las redes ciudadanas las convierte en un lugarpropicio para la realización de investigaciones que no establezcan una distinciónreal-virtual a priori, sino que, como sugieren Miller y Slater, se ocupen de estudiarsobre el terreno la construcción de tal diferencia (si es que existe) para los actoressociales que se mueven en él.

    2.3. Lo visual

    El interés por la dimensión visual de la CMO no viene determinado exclusivamentepor mi formación académica, sino que tiene que ver sobre todo con la constataciónde una ausencia en las investigaciones que se han producido en este campo.Muchos de los trabajos que se han hecho sobre el terreno (Turkle, 1997; Giese,1998; Markham, 1998; Donath, Karahalios y Viégas, 1999) se ocupan sobre todode los aspectos textuales de la CMO, lo cual es comprensible, puesto que buenaparte de la interacción es escrita (chats, foros, listas de distribución, BBS), inclusocuando se describen elementos visuales o espaciales como en los MUD. Enocasiones, no obstante, es inevitable prestar atención al uso que se hace de laimagen en otros tipos de comunicación, como por ejemplo las páginas webpersonales, pero los pocos trabajos que he localizado (Cordone, 1998;Chandler,1998) son excesivamente breves y generalistas o no consideran laimagen como una dimensión significativa independiente y con recursos propios nosiempre reductibles a los del lenguaje escrito. Y sin embargo, una búsqueda enInternet, nos muestra que existen páginas personales sustentadas casiexclusivamente en el uso de imágenes,4  hecho que evidencia la autonomíasignificativa de este recurso. También podemos encontrar lugares dedicados alintercambio y discusión de imágenes que pueden dar una idea de la relevancia queéstas tienen para buena parte de los usuarios de Internet.5 

    Es una evidencia percibida cotidianamente que el mundo en que vivimos

    está lleno de imágenes, que son un elemento clave en las formas en querepresentamos, damos sentido y nos comunicamos con el mundo que nos rodea.Como se ha dicho, estas imágenes nunca son enteramente reductibles aformulaciones lingüísticas, aunque lenguaje e imagen mantienen relacionescomplejas mediante las cuales los significados se ven modificados al influirsemutuamente. Todo esto nos hace pensar que lo visual desempeña un papelespecífico y fundamental en nuestra sociedad, poder que produce a la vezfascinación e inquietud (Sturken y Cartwright, 2001). Pero a pesar de la ubicuidadde la imagen en nuestro mundo, todavía quedan preguntas que permanecen en elaire: «¿Qué son exactamente las imágenes? ¿Cuál es su relación con el lenguaje?¿Cómo afectan a los observadores y al mundo? ¿Cómo debemos comprender suhistoria? ¿Qué podemos hacer con ellas?» La búsqueda de respuestas a estas

    preguntas nos lleva a concluir que la imagen no es un objeto cerrado en sí mismo,ni siquiera un conjunto de objetos, sino «una interacción compleja entre

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    visualidad6, aparatos, instituciones, cuerpos y figuraciones». (W. J. Mitchell, citadoen Evans y Hall, 1999:4).

    Así pues, como sugiere esta última referencia, el estudio de los elementosvisuales de la CMO es sólo una parte de la investigación que hay que llevar a cabo.Por un lado, la reflexión más inmediata es que hay que pensar lo visual como algo

    que va más allá de la imagen bidimensional. Esto es algo que Emmison y Smith(2000) observan cuando dicen que el estudio de lo visual debería abarcar todosaquellos aspectos de la sociedad que percibimos y comprendemospredominantemente de forma visual, es decir la visualidad humana en sentidoamplio. Por esto, a la hora de enfrentarnos a su estudio, proponen la siguienteordenación en el índice de su manual: 1) datos visuales bidimensionales (imágenes,signos y representaciones); 2) datos visuales tridimensionales (escenarios, objetose indicios); 3) datos visuales vividos (el entorno construido y sus usos); y 4)formas vivas de datos visuales: cuerpos, identidades e interacción. Una de lasventajas evidentes de esta clasificación (a pesar del aroma formalista que podamospercibir) es que amplía el campo de lo visual más allá de las manifestacionestradicionales de la fotografía, el vídeo, el cine, la pintura, la escultura, las

    instalaciones, etc., para abarcar todas las dimensiones visuales de nuestraexperiencia social. Ahora bien, tal vez porque es un libro dedicado a lasmetodologías visuales de investigación, no se plantea un problematización a fondode los regímenes escópicos (Jay, 1988).7 

    Pero también es necesario considerar el ciberespacio como un aparato quefavorece ciertas clases de visualidad, que se han vinculado habitualmente con laespectacularidad, la simulación, y el voyeurismo (Druckrey, 1994; Robins, 1996 a;Marzo, 1996; Virilio, 1999).La investigación debe tener en cuenta estasprevenciones pero, del mismo modo que con lo «virtual» o las comunidades en elciberespacio, es importante estudiar cuándo y cómo se producen estos fenómenosy hasta que punto son éstos los únicos regímenes escópicos de la experiencia

    ciberespacial. Podría muy bien suceder que las relaciones sociales y el consumo delo visual en el ciberespacio no estuvieran siempre marcadas por la alienación deuna realidad que al parecer damos por supuesta, sino que todas las experienciaspor igual, «ciber» o no, fueran fenómenos «reales» y sujetos a construcciónsimultáneamente.

    En cualquier caso, urge construir una comprensión de los modos devisualidad que favorece la experiencia ciberespacial. En este sentido, la cuestión dela automatización de la mirada, la separación entre la producción de imágenes y lavisión humana que fomentan las recnologías digitales, es un tema que hapreocupado a varios autores (Manovich, 1996; Cubitt, 1998). Pero aunque nolleguemos al extremo de anunciar las desaparición del observador humano,debemos reconocer que se está produciendo un proceso que Crary (1999:1)describe como «una reconfiguración de las relaciones entre el sujeto observador ylos modos de representación que [...] anula la mayor parte de los significadosculturalmente establecidos de observador  y de representación». Para comprender lanaturaleza de esta reconfiguración, Crary propone reconstruir la historia de la«modernización de la visión» en relación con los cambios en los modos derepresentación que se materializan en tecnologías como la cámara oscura, lafotografía o el cinematógrafo, y que sólo se pueden comprender como ejemplo de«ciertas prácticas, técnicas, instituciones y procedimientos de subjetivación» (:5).

    Ahora bien, el campo de lo visual no es de fácil definición y existe el riesgoconstante de que, en busca de una dimensión específica para la imagen, lo visual yla visualidad, caigamos en su descontextualización y la aislemos del conjunto de

    prácticas sociales de que forma parte. Evans y Hall parecen conscientes de esteriesgo cuando afirman en la introducción de su antología de textos sobre el campo

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    de estudio que ha dado en llamarse Cultura Visual: «Ya hemos expresado antesnuestra preocupación por cómo el estudio de las imágenes visuales se encuentrainmerso en afirmaciones frecuentemente insustanciales y metafísicas acerca de losdesarrollos culturales contemporáneos, que operan bajo el estandarte de lo

     “postmoderno”, la “simulación” o incluso, más recientemente, la cultura “prostética”, [...] hasta el punto de que es muy posible que para muchos la noción

    de “cultura visual” se haya convertido en algo grandilocuente o incluso falaz» (:5).Por lo tanto, tampoco será posible estudiar la visualidad de las prácticas sociales sincomprender su incardinación en un entramado de relaciones de poder y sin unaespecificación del lugar (ideológico) en el que se coloca el sujeto para reflexionar,investigar o producir.8  Omitir esta dimensión puede tener como consecuencia lafrivolización del campo que señalan Evans y Hall.9 

    3. LA LOCALIZACIÓN DEL CASO DE ESTUDIO

    A la hora de señalar posibles líneas de investigación sobre el ciberespacio,

    Arturo Escobar (2000:63-68) identifica diversos dominios etnográficos que sonútiles para situar la propia intervención. La investigación que me propongo realizarse encuentra a caballo entre dos de los cinco ámbitos que menciona Escobar, elprimero de los cuales es próximo al trabajo realizado por Sherry Turkle (1984,1997) acerca de «la producción de subjetividades que acompaña las nuevastecnologías» y del «ordenador como objeto evocativo, un medio proyectivo para laconstrucción de una variedad de mundos privados y públicos» (Escobar, 2000:64).El segundo tiene que ver con la emergencia de comunidades mediadas porordenador, para el cual señala diversas prioridades de investigación, como cuálesson los «métodos adecuados para el estudio de estas comunidades, incluyendocuestiones acerca del trabajo de campo online  y offline, los límites del grupo aestudiar, interpretación y ética» (Escobar, 2000:64). También Hakken (1999 b:39-40) construye un mapa similar del campo de la etnografía del ciberespacio ypropone tres niveles de estudio: las relaciones sociales íntimas, las relacionessociales intermedias y las macrorrelaciones sociales. De nuevo, mi investigación sesitúa entre los ámbitos primero y segundo, es decir, entre la construcciónidentitaria individual y las relaciones interpersonales por un lado y las formacionessociales más amplias, como las comunidades, por otro.

    El interés de situar la investigación entre el nivel de lo personal y de locolectivo es el de paliar en cierto modo el sesgo del trabajo de Turkle, centradopredominantemente en la esfera individual. Aun valorando la aportación que susinvestigaciones han supuesto para el estudio de la subjetividad y la construcciónidentitaria en las CMO, la teórica feminista de la tecnología Judy Wajcman hace unacrítica a mi juicio acertada de la discusión de Turkle acerca de las motivaciones

    personales de los hackers, que ella cifra en la necesidad de compensación por unafalta de poder real: «Debido a que sus explicaciones sobre los hackers son en sumayor parte psicoanalíticas, la noción de fracaso de Turkle es muy individualista yno presta atención al contexto social más amplio en el que los hackers despliegansu actividad. En particular, se hace poca mención de hasta qué punto la raza, laclase o la edad intervienen en la construcción de lo que puede suponer el fracasopara un hombre» (:144). Efectivamente, en su trabajo se echa de menos unamayor problematización del contexto social en que realizó sus entrevistas y del queprocedían sus entrevistados, carencia que presta a sus investigaciones el aire deser el punto de encuentro de una privilegiada clase media que puede permitirse ellujo de simular identidades virtuales durante buena parte de su tiempo.

    ¿Dónde es posible entonces localizar un terreno en el que estudiarsimultáneamente la construcción de identidades individuales y grupales dentro del

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    marco de una comunidad firmemente inserta en un marco social específico; elpapel que desempeñan las comunicaciones mediadas por ordenador y de otrostipos en dicha construcción; y la relación entre textualidad y visualidad que se daen dichas comunicaciones? Ya he mencionado que las redes ciudadanas suponen uncontexto favorable para la investigación de la emergencia de comunidades en elciberespacio de una manera socialmente contextualizada. Y, dado que se trataría

    de no limitar la tesis a las CMO, sino tener en cuenta la interacción de diversasclases de comunicaciones, era necesario localizar una comunidad que combinaseuna existencia online y offline. Con este objetivo en mente, di con la red ciudadanadel Raval10 y, dentro de ella, con la Associació per a Joves del Raval TEB, una de lasmuchas entidades y organizaciones que forman parte de la red ciudadana delRaval, y la que alberga físicamente la sede de la misma. En su dimensión de centrode barrio, esta asociación está dedicada además al trabajo con jóvenes con el fin depaliar situaciones de exclusión social mediante la educación en el tiempo de ocio yla orientación laboral. Buena parte de sus actividades se desarrollan en ámbitoscomo la producción videográfica, la confección de páginas web, o la producciónradiofónica (además de otras actividades como la práctica del surf y la reparaciónde tablas, o la cooperación con organizaciones como SOS Racisme e Infància Viva-

    Meninos e Meninas da Rúa). Como colectivo que con estas actividades colabora enla producción del portal Ravalmedia de Ravalnet (el «portal mediático de Ravalnet»,en sí mismo también digno de convertirse en objeto de estudio por lo que a mi tesisse refiere), el TEB se convierte en un lugar donde estudiar las relaciones online yoffline  que contribuyen a articular una comunidad, teniendo particularmente encuenta la dimensión visual de esta comunicación.

    En este sentido, las producciones que se realizan en el TEB/Ravalnet tienenun fuerte componente visual (reportajes fotográficos, vídeos, páginas web). Enalgunos casos incluso, la imagen se convierte en una forma privilegiada, cuando noúnica, de comunicación para los niños y niñas que todavía encuentran dificultades ala hora de expresarse verbalmente en castellano. Pero también son importantes

    elementos como la regulación de la visibilidad de los chicos y chicas de laasociación. El tipo de medios con que trabajan y el hecho de emplearlos para hacerpúblicos sus trabajos, por ejemplo fotográficos o videográficos (sin olvidar laatención de que han sido objeto por parte de los medios de comunicación locales),tiene como consecuencia la difusión de su imagen, lo cual hace necesario pedir laautorización expresa de los padres cada vez que un chico o chica se inscribe en elTEB. Todos estos aspectos, recogidos en apenas dos semanas de seguimientoregular de sus actividades, parecen confirmar la riqueza del objeto de estudio parala investigación centrada en la visualidad que me propongo realizar.

    Ahora bien, establecer un contacto respetuoso con el grupo que se pretendeestudiar es fundamental antes de abordar la investigación propiamente dicha,teniendo siempre en cuenta que todo el mundo tiene derecho a no ser investigado.Dada la naturaleza del grupo, no es posible «aterrizar» como alguien ajeno a sufuncionamiento que busca un caso pintoresco para aumentar su prestigioacadémico, no sólo por lo poco ético de este proceder, sino porque es la mejorforma de percibir únicamente fenómenos superficiales que seremos incapaces deinterpretar. Así pues, en los primeros contactos me he enfrentado a lo que suponeentrar en un grupo cohesionado y con una larga trayectoria, desde la posición algoincómoda de observadora-participante. Sin tener una posición determinada en elfuncionamiento del centro, debo intentar explicar a las personas que allí trabajanmis intenciones y calibrar mi margen de acción, lo que puedo y no puedo hacer. Almismo tiempo, es necesario empezar a identificar dinámicas relevantes que puedanorientar los aspectos más específicos de mi investigación. Y todo ello en un marcocomplejo que mezcla elementos no siempre familiares para mí, como son la

    educación social y en tiempo de ocio, la inserción profesional, los servicioscomunitarios, los proyectos culturales y las relaciones institucionales. Esto, que en

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    ocasiones puede resultar desazonador para un doctorando, debe verse como elrasgo positivo fundamental del caso, puesto que su complejidad va pareja a suriqueza e interés.

    4. ALGUNAS CONCLUSIONES (PROVISIONALES)Cuando Donna Haraway (1995) describía al ciborg como un nuevo mito político yblasfemo (:251) acerca la desaparición de las fronteras entre animales, humanos ymáquinas, ahora todos conectados en redes de relaciones de producción quesuperan al individuo tal y como lo hemos conocido hasta ahora, señalaba que estenuevo híbrido podía suponer una liberación del dualismo propio del pensamientopatriarcal y capitalista occidental, la cual nos permitiría perder el miedo a «lasidentidades permanentemente parciales y los puntos de vista contradictorios»(:263). Sin embargo, desde otra perspectiva, el ciborg podía ser también «la últimaimposición de un sistema de control en el planeta» (:263). En su libro Digital

     Aesthetics (1998), Sean Cubitt realiza una crítica de esta cara oscura del mito, a la

    que llama ciborg corporativo (corporate cyborg), desde la óptica de la produccióncultural dominada por los grandes conglomerados empresariales. Según Cubitt, elciborg corporativo es «el ciborg que realmente existe, puesto que la corporación noes un conjunto de personas sino un conjunto-máquina, una concatenaciónorganizada de información, maquinaria, discursos y prácticas, una estructura deprocesamiento masiva cuyos empleados y consumidores son sus biochips» (:133).Así pues, las personas hemos desarrollado una subjetividad-red (networksubjectivity ) (:122) según la cual supeditamos nuestra identidad, y en ocasionesnuestra propia vida, a los intereses de esta red a la vez sobrehumana einfrahumana per la que circulan valores, signos y riqueza: «La corporaciónsinérgica, haga lo que haga además, es una industria de la conciencia. Produzca loque produzca además, produce identidad, principalmente identidad de marca; peroen el proceso también crea una personalidad sinérgica, una conciencia corporativa»(:135). Al parecer de Cubitt, las críticas, de corte anarquista según su terminología,que sitúan el origen de estas dinámicas en el plano del control estatal, estánequivocadas en la medida en que la propuesta que oponen, una comunidadanárquica y fluida de «consumidores perfectamente informados» (:132), es deltodo compatible con la estructura también flexible y en red de las corporacionescontemporáneas. De este modo, toda propuesta individualista que no tenga encuenta «las conexiones con las otras configuraciones turbulentas de lo social»(:133) queda reabsorbida automáticamente por la lógica del mercado, que ya hacetiempo que ha superado los límites del estado (:134).

    La posibilidad de escape de esta situación, o de cortocircuitar el bucle queretroalimenta constantemente al ciborg corporativo, podemos encontrarla según

    Cubitt en las prácticas amateur11  caracterizadas por la ruptura con lo máscaracterístico de la producción corporativa, esto es la coherencia, la compleción y laautonomía: «La estética digital necesita aportar algo que sea más interesante quelos sites corporativos y actuar críticamente para señalar su suavidad insidiosa y susambiciones globales. En lugar de una subversión de lo dominante, que es unaestrategia inadecuada, es esencial imaginar una obra sin coherencia, sincompleción y sin autonomía. Tal obra, no obstante, debe ser capaz de alcanzar laescala de la cultura ciborg, una escala más allá del individuo y fuera del reino delsujeto hiperindividualizado» (:142-143). Una crítica que se puede hacer a estapropuesta es, como el propio autor señala, que muchas producciones amateur noescapan al poder hegemónico de las grandes corporaciones, sino que, todo locontrario, son su más fieles servidoras.12 Ahora bien, el tipo de mirada sobre las

    intervenciones amateur de que habla Cubitt es muy específica y está ligada a latradición del anonimato, la colaboración entre iguales y la dispersión. Según Cubitt,

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    «la fuerza del “sistema” amateur estriba en su auténtica falta de sistematicidad,comparada con la regulación sistémica de las infraestructuras de transferencia dedatos y protocolos de la red [...]. La lección a aprender, en este contexto, de lasculturas amateur es el movimiento centrífugo de ideas y técnicas» (:144). Desde supunto de vista, pues, la convergencia de medios y la comercialización de Internetamenazan con convertir a sus usuarios en meros consumidores, anulando su

    dimensión de productores y cerrando definitivamente el bucle al convertir suselecciones en información que retroalimenta a la corporación (:149).

    A pesar del riesgo de idealizar las intervenciones amateur, y de que hastacierto punto su crítica al ciborg corporativo es más interesante que la propuesta dealternativas, las consideraciones de Cubitt representan una perspectiva desde laque comprender la Asociación TEB, Ravalmedia y Ravalnet como lugares deproducción de identidades individuales y colectivas con capacidad para sustraerse alos bucles corporativos, mediante prácticas tan simples como el reciclaje deordenadores que se considerarían anticuados desde el punto de vista del mercadoinformático, el uso de software libre, o la adopción de estructuras organizativas no

     jerárquicas y lo menos institucionalizadas posible. La posibilidad de dispersión,

    interferencias y variabilidad en el significado que se produce de este modo abre uncampo para el estudio de la construcción de relaciones sociales mediante yalrededor de las CMO, como proponía en la introducción, en los márgenes de losdiscursos oficiales homogeneizadores.

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     NOTAS

    1 Esta investigación se enmarca dentro de los programas de investigación del Área de Arte y Educación yestá dirigida por el Dr. Fernando Hernández Hernández.

    2

     Por supuesto, un punto problemático previo a la discusión sobre si las comunidades en el ciberespacioson tan dignas de estudio como las que existen en el espacio físico sería la propia definición decomunidad. Dejando la discusión extensa para la tesis en sí, puedo apuntar que los planteamientos deGregory (1998:11), pese a referirse al estudio de un objeto tan distinto como el activismo vecinal en unbarrio neoyorquino, señalan en la dirección correcta a mi parecer, es decir que una comunidad no es unaentidad estática y homogénea sino que hay que estudiar los procesos mediante los cuales se construye,reelabora y mantiene tal entidad.

    3 Adapto la expresión de Maurizio Lazzarato (1997:93): «Dal punto de vista del “consumo”, nel 1994 gliamericani hanno speso più per equipaggiarsi in computers che per la televisione. Il che fa dire allastampa americana che il cyberspace diventa “a middle classes suburb”».

    4  Varios ejemplos son http://www.emedinar.8m.com  [consulta del 14/05/2002],http://www.manotas1.8k.com  [consulta del 14/05/2002], http://www.galeon.com/cristinafashion  [consulta del 26/06/2001], http://www.terra.es/personal/il.ayal  [consulta de 26/06/2001]. Tambiénexisten otras que, pese a no estar construidas sólo a partir de la imagen, sí que hacen de ésta el centrode reflexión: http://www.home.fuse.net/mllwyd  [consulta del 14/05/2002],http://users.rcn.com/napier.interport/index.html [consulta del 14/05/2002].

    5 Un ejemplo es http://webshots.com, en la cual, si elegimos una imagen con tino, podremos seguirdiscusiones más o menos articuladas sobre temas complejos (como ejemplo, se puede consultar eldebate que emergió a partir de una foto titulada Unity   en la opción «Read and Post Comments» enhttp://www.webshots.com/g/tr/md-sh/16206.html).

    6  Walker y Claplin (1997) definen «visualidad», por oposición al concepto puramente fisiológico de«visión», como la visión socializada, es decir impregnada y mediada por todas las categorías, relacionese identidades sociales en que los sujetos se inscriben (pp. 19-24). A partir de esta concepción de lovisual es posible considerar cuestiones de significación, ideología y poder en relación no sólo con laimagen sino con los «modos de ver» (Berger, 2000) que condicionan el ámbito y significación de lovisual.

    7 Podemos entender «régimen escópico» como ideología encarnada en un modo de visualidad, es deciren un modo de ver que produce posiciones subjetivas, relaciones de poder, discursos, prácticas,saberes, significados... Es en este sentido que podríamos hablar de miradas (o regímenes escópicos)patriarcales, exotizadoras, etc.

    8  Fernando Hernández (2000) siempre ha hecho especial hincapié en la necesidad de especificar el«lugar desde el que se habla».

    9  En este sentido, resulta interesante comparar los índices de las antologías sobre la Cultura Visualeditados por Evans y Hall (1999) y Mirzoeff (1998). Dicho cotejo pone de relieve la diferencias deposición de los compiladores a la hora de construir el campo de lo visual, respectivamente, como algocargado políticamente y vinculado al desarrollo de las diversas disciplinas que permiten el estudio deesta dimensión, o como un ámbito para la simulación de identidades, la virtualidad y la fantasía,perspectiva que, a pesar de ser interesante y también necesaria, puede caer con facilidad en ladeshistorización y desideologización del campo.

    10 http://www.ravalnet.org 

    11 Esta es una noción ya familiar en la discusión sobre el uso de las tecnologías y que, partiendo de laobra de Lévi-Strauss El pensamiento salvaje, Turkle (1997) ha trabajado especialmente.

    12  Basta echar un vistazo a muchas de las páginas personales que podemos encontrar en Internet,especialmente las de niños y adolescentes, para ver el poder que ejercen las grandes corporacionesmediáticas en el imaginario de chicos y chicas.