fredric jameson - el marxismo realmente existente

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Fredric Jameson

El marxismo realmente existenteTraduccin del ingls por Esther Prez

Procedencia del texto:

casa de las amricas ~No. 211, abril-junio de 1998 E8III junio

Fredric Jameson

El marxismo realmente existente

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Fredric Jameson*

El marxismo realmente existenteTraduccin del ingls por Esther Prez

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A la memoria de Bill Pomerance

El fin del Estado sovitico ha sido ocasin para celebraciones a propsito de la muerte del marxismo por parte de quienes no son demasiado escrupulosos a la hora de distinguir entre el marxismo como modo de pensamiento y anlisis, el socialismo como objetivo y visin polticos y societales, y el comunismo como movimiento histrico. Es obvio que aquel acontecimiento ha dejado su huella en esas tres dimensiones, y tambin se puede conceder que la desaparicin del poder estatal vinculado con una idea determinada probablemente ejerza un efecto adverso sobre el prestigio intelectual de esta ltima. No fue casual que la matrcula en los cursos de francs des*

Fredric Jameson (14 de abril de 1934 - ) Crtico y terico literario. Naci en Cleveland, Ohio. Tras graduarse en el Haverford College en 1954, se desplaz a Europa por un breve periodo, estudiando en Aix-en-Provence, Mnich y Berln, donde aprendi sobre las ltimas tendencias en filosofa continental, incluido el ascenso del estructuralismo. Volvi a Amrica el ao siguiente para hacer su doctorado en la Universidad de Yale, bajo la direccin de Erich Auerbach. Ha alcanzado reconocimiento por su anlisis de las tendencias modernas en la cultura contempornea, especialmente tras su libro El posmodernismo o la lgica cultural del capitalismo avanzado, (Barcelona, Paids, 1991). Jameson considera al posmodernismo la claudicacin de la cultura ante la presin del capitalismo organizado, pensamiento que recoge en su Teora de la postmodernidad. Procedencia del texto: casa de las amricas ~ No. 211, abril-junio de 1998 E8III Fredric Jameson El marxismo realmente existente 2

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cendiera abruptamente cuando el general De Gaulle renunci a la presidencia en 1970; pero resulta presumible que se requiera un argumento un poco ms slido para vincular ese giro de la moda intelectual con un deterioro ms objetivo de la validez de la lengua francesa. En todo caso, la izquierda de Occidente, en especial la marxista, enfrentaba dificultades desde mucho antes de la cada del muro y la disolucin de la URSS, debido a tres tipos de crticas: en primer lugar, un distanciamiento de las tradiciones polticas del marxismoleninismo que databa al menos de la secesin maosta a fines de los 50; en segundo trmino, un postmarxismo filosfico surgido a fines de los 60, en el cual un nuevo feminismo emergente une sus fuerzas a una diversidad de postestructuralismos para estigmatizar temas marxianos tan clsicos como totalidad y totalizacin, telos, referente, produccin y otros; y, por ltimo, una derecha intelectual que surgi gradualmente en el curso de los 80 y que sobre la base de la disolucin del comunismo de la Europa Oriental afirma la bancarrota del socialismo y con ella la primaca definitiva del mercado. Lo ms paradjico es la manera como unos notables sentimientos de duelo -que junto a ese conocido estado de nimo que se denomina deseo autocumplido y que me siento tentado a denominar en este caso pesar autocumplido- hicieron presa hasta de los menos sospechosos de albergarlos y se expandieron tanto entre los que queran sacar todo el partido posib1e de su hostilidad hacia un comunismo fantasmtico como entre los que siempre afirmaron que la Unin Sovitica no tena nada que ver con lo que se imaginaban como un socialismo genuino. Era como si, a pesar de todas las declaraciones encaminadas a desmentirlo, en lo profundo de sus corazones an creyeran que la Unin Sovitica era capaz de evolucionar hasta llegar a ese genuino socialismo (al mirar hacia atrs se aprecia que el ltimo momento en que ello hubiera sido posible fue el abortado experimento jrushoviano). Se trata de un pesar autocumplido diferente del que vio en la existencia y la estructura de los partidos comunistas (en particular los occidentales) un instrumento poltico defectuoso sin el

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que, no obstante, seramos ms pobres (y, en el mejor de los casos, capaces de evolucionar con ms rapidez hacia el clsico sistema bipartidista de los Estados liberales de Occidente). En este contexto tampoco se le suele conceder mucha atencin a las diversas situaciones nacionales. El fin del socialismo (porque insensiblemente nos hemos deslizado hasta aceptar esa versin) parece siempre excluir a China: quiz el hecho de que cuente an con la tasa de crecimiento econmico ms alta del planeta haya conducido a los occidentales a imaginar (incorrectamente) que ya es capitalista. Los informados expresan de manera pattica su dolor por la desaparicin de la Alemania Oriental, la cual por un momento pareci brindar una oportunidad de que se produjera un experimento socialista radicalmente distinto. En lo tocante a Cuba, slo se puede sentir rabia ante los intentos de erosin y destruccin sistemticas de uno de los proyectos revolucionarios ms exitosos y creativos; pero lo cierto es que no ha terminado, y si bien Cuba muestra, por una parte, los dilemas cada vez ms graves que enfrenta el socialismo en un solo pas en el marco del nuevo sistema global, o incluso la imposibilidad de autonoma de un rea nacional o regional (socialista o no), tambin plantea, de revs, la cuestin de la socialdemocracia, o de la economa mixta, al hacer que nos preguntemos qu nombre debe aplicarse a algo que se supone que ha dejado de ser socialista sin que ello signifique que haya llegado a ser otra cosa que se pueda clasificar como capitalista desde un punto de vista estructural (la dimensin poltica y la cualificacin de la democracia parlamentaria resultan engaosas en este caso). Sin embargo, la nueva doxa del mercado cancela ahora la tarea sustantiva de teorizar sobre la posibilidad de una economa mixta, ya que se considera a esta ltima, de modo negativo, como la tenaz sobrevivencia de viejas formas de intromisin gubernamental y no como una forma especfica y positiva de organizacin econmica por derecho propio. Pero esto excluye la posibilidad de la socialdemocracia en tanto solucin original como algo ms que la funcin de administrar el capital en inters de todas sus fracciones (Aronowitz). En todo caso, en los ltimos aos ningn gobierno socialdemcrata

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que no haya capitulado ante las doctrinas de la responsabilidad fiscal y la austeridad presupuestaria ha llegado al poder. No obstante, aquellos que se identifican como una izquierda ms pura o autntica que los partidos socialistas deberan tambin encontrar algn tiempo para llorar por el fin de la socialdemocracia. sta cumple una funcin histrica, y sus victorias deberan alegramos por razones que trascienden los logros de algunos pases escandinavos o el alivio que experimenta la mayora de las personas cuando, tras prolongados gobiernos de corte ms conservador, los partidos socialdemcratas acceden al poder (aunque tampoco stas sean razones de poco peso). El programa socialdemcrata tiene un valor pedaggico que resulta de sus propias insuficiencias, cuando se las percibe como estructuralmente necesarias e inevitables en el marco del sistema: ellas muestran lo que el sistema es incapaz de lograr y confirman el principio de la totalidad, al que me referir despus. Cierto que ese efecto de educacin poltica se ve considerablemente disminuido cuando la socialdemocracia capitula por su propia voluntad; aunque ello debiera ser la demostracin de que las personalidades y los movimientos comprometidos y liberales -para no hablar de los socialistas- no pueden satisfacer ni las demandas mnimas de justicia econmica en el marco del mercado. Lo cierto es que el derrumbe de los Estados-Partidos de la Europa Oriental (que confirma el temprano juicio de Wallerstein de que eran antisistmicos y no el ncleo constitutivo de un nuevo orden mundial) se ha visto acompaado por lo que Christopher Hill llama la experiencia de la derrota. Vale la pena sealar que este estado de nimo se ha generalizado mucho ms all que la desesperacin que se ha hecho presente en otros momentos de palpable y absoluto fin de la historia; y tambin hay que distinguirlo del sorprendente espectculo del oportunismo de muchos intelectuales de izquierda, para los cuales la cuestin aparentemente se reduca a si el socialismo funcionaba o no, como si fuera un auto, de modo que su preocupacin fundamental es con qu remplazarlo si no anda (la ecologa?, la religin?, la investigacin acadmica de viejo cuo?). Todos

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aquellos que pensaban que la dialctica es una leccin de paciencia histrica, as como los pocos que siguen siendo idealistas utpicos y que an conservan la conviccin de que lo no realizado es mejor que lo real o incluso que lo posible, se habrn sentido demasiado sorprendidos como para deprimirse ante el tumulto de intelectuales marxistas que corrieron en busca de la puerta de salida; y, sin duda, asombrados de su credulidad por haber pensado que los intelectuales de izquierda eran, ante todo, de izquierda, y despus intelectuales. Pero el marxismo siempre se ha diferenciado de otras formas de radicalismo y populismo por su ausencia de antintelectualismo; de ah que sea necesario aclarar que la situacin del intelectual resulta siempre difcil y problemtica cuando no existen movimientos de masas (la izquierda estadunidense ha tenido que enfrentar esta situacin con ms frecuencia que la de otras partes del mundo), y que el oportunismo de la izquierda al que me refera se explica mejor por la atmsfera reinante de gratificaciones inmediatas que genera la sociedad actual. Las demandas que este hecho alimenta resultan difciles de congeniar con una de las peculiaridades fundamentales de la historia humana, a saber, que el tiempo humano, el tiempo individual, no est sincronizado con el tiempo socioeconmico, ni, en particular, con los ritmos o ciclos -las llamadas ondas de Kondratiev- del modo de produccin capitalista, con la brevedad de las oportunidades que ofrece a la praxis colectiva y con sus perodos incomprensibles e inhumanos de fatalidad y miseria insuperable. No hay que creer en la alternancia mecnica de perodos progresistas y reaccionarios (aun cuando los ciclos del mercado justifiquen hasta cierto punto esa alternancia) para comprender que, siendo como somos organismos biolgicos de vida limitada, no ocupamos un lugar privilegiado, en tanto individuos biolgicos, para ser testigos de la dinmica fundamental de la historia, ya que slo logramos atisbar este o aquel momento incompleto, que nos apresuramos a traducir a los tan humanos trminos de xito o fracaso. Pero ni la sabidura estoica ni los recordatorios sobre la necesidad de una perspectiva de ms largo plazo resultan respuestas realmente satisfactorias a este peculiar dilema existencial y epistemolgico, comparable al planteado por la cienciaFredric Jameson El marxismo realmente existente 6

ficcin, que enfrentaran seres que carecieran de rganos para percibir o identificar el cosmos que habitan. Quiz slo el reconocimiento de esta inconmensurabilidad radical entre la existencia humana y la dinmica de la historia y la produccin colectivas sea capaz de generar una nueva tica, mediante la cual podamos deducir la totalidad ausente que nos convierte en objetos de burla, sin renunciar al frgil valor de nuestra experiencia personal; y capaz tambin de generar nuevas formas de actitud poltica, nuevos tipos de percepcin poltica y de paciencia poltica; y nuevos mtodos para descodificar la poca y para leer en ella los estremecimientos imperceptibles de un futuro inconcebible. Hay que tener en cuenta que no fue slo Wallerstein quien tuvo razn al presagiar la incapacidad de los movimientos bolchevique y estalinista para convertirse en un enclave del que surgiera un sistema global totalmente nuevo; fue tambin Marx (el Marx de los Grundrisse, tal vez, ms que el de las pginas ms triunfalistas de El capital) quien insistiera incansablemente en la importancia del mercado mundial como el horizonte ltimo del capitalismo, y, por tanto, en el principio no ya de que la revolucin socialista sera cuestin de una alta productividad y de un avanzado desarrollo, y no de una modernizacin rudimentaria, sino de que esa revolucin tendra que ser mundial. El fin de la autonoma nacional en el sistema mundial del capitalismo tardo parece excluir de manera mucho ms radical los experimentos sociales episdicos que el perodo moderno (en medio del cual, despus de todo, sobrevivieron durante un tiempo considerable). No hay dudas de que la autonoma y la autarqua nacionales se han hecho muy impopulares en estos tiempos, y de que los medios de comunicacin, que tienden a asociarlas con el difunto Kim Il Sung y su doctrina su-che, las desacreditan con toda energa. Esto quiz pueda resultar consolador para pases como la India o Brasil, que estn empeados en abandonar su autonoma nacional; pero no debemos renunciar al intento de imaginar las consecuencias que podran derivarse de intentar una desconexin del mercado mundial y el tipo de poltica que ello requerira. Porque tambin se nos plantea la pregunta de qu es lo que asegura una integracin tan implacable alFredric Jameson El marxismo realmente existente 7

nuevo mercado mundial, y la respuesta a esta pregunta, ms all del desarrollo de la dependencia con respecto a las importaciones y la destruccin de la produccin local, pasa hoy da por el terreno cultural, como veremos posteriormente. Es claro que esta ansiedad por integrarse al mercado mundial se perpeta en los circuitos de informacin mundiales y los espacios de entretenimiento destinados a la exportacin (realizados en lo fundamental por Hollywood y la televisin estadunidense), los cuales no slo refuerzan estilos consumistas internacionales sino que, ms importante an, traban la formacin de culturas autnomas y alternativas basadas en valores o principios diferentes (o, como en el caso de los pases socialistas, erosionan las posibilidades de que surja dicha cultura autnoma). Todo ello hace que la cultura (y la teora de la reificacin de la mercanca) ocupe hoy un espacio poltico mucho ms central que en cualquier otro momento previo del capitalismo; por otra parte, al tiempo que sugiere una redistribucin relativa de la importancia de la ideologa en el seno de otras prcticas culturales ms influyentes, confirma la idea de Stuart Hall de que la lucha discursiva) es el modo fundamental de legitimacin y deslegitimacin de las ideologas en nuestros tiempos. La saturacin de una cultura consumista ha ido de la mano con la sistemtica des legitimacin de consignas y conceptos que van desde la nacionalizacin y el bienestar social hasta los derechos econmicos y el propio socialismo, que antes fueran considerados no slo posibles, sino tambin deseables, y que hoy una razn cnica omnipresente tiene universalmente por quimricos. Sea causa o efecto, esta deslegitimacin del propio lenguaje y de los conceptos vinculados al socialismo (y su remplazo por una retrica del mercado autocomplaciente hasta la nusea) ha desempeado un papel fundamental en el actual fin de la historia). Pero la experiencia de derrota, que incluye todas esas cosas aunque las trasciende, tiene ms que ver an con la sensacin universal de impotencia que desde fines de los 60 ha llegado a infiltrarse en un rango inmenso de estratos sociales en todo el planeta; se trata de una profunda conviccin en la imposibilidad de que ocurra un real cam-

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bio sistmico en nuestras sociedades. A menudo esto se expresa como imposibilidad para identificar agencias de cambio, sean del tipo que sean, y asume la forma de una sensacin de inmutabilidad permanente, y no humana o poshumana, de nuestras instituciones, inconmensurablemente complejas (a pesar de su incesante metamorfosis) que a menudo son imaginadas en trminos de la tecnologa avanzada correspondiente a la etapa tarda del capitalismo. El resultado es una creencia instintiva en la futilidad de todas las formas de accin o praxis, y un desaliento milenarista que puede ayudar a entender la apasionada conversin a una variedad de soluciones sustitutivas o alternativas, en particular al fundamentalismo religioso y al nacionalismo, aunque tambin a todo un conjunto de apasionados involucramientos en iniciativas y acciones locales (y polticas sectoriales), junto a la aceptacin de lo inevitable implicado en la euforia histrica que inspiran las visiones de un pluralismo delirante del capitalismo tardo con su supuesta aceptacin de la diferencia social y el multiculturalismo. Lo que me parece importante subrayar aqu es la brecha que existe entre la tecnologa y la economa (de la misma forma que los marxistas de todos los rincones insisten en sealar la distancia existente entre lo poltico y lo econmico o lo social). La tecnologa es algo as como la identificacin cultural o el cdigo preferido de la tercera etapa del capitalismo: en otras palabras, es el modo preferido de autorrepresentacin del capitalismo tardo, la manera como quisiera que lo pensramos. Y este modo de presentacin garantiza el espejismo de la autonomizacin y el sentimiento de impotencia que he descrito, de la misma forma como la mecnica, pasada de moda, ya no tiene nada que decir sobre los automotores organizados en tomo a programas de computacin. Sin embargo, resulta crucial distinguir entre esta apariencia tecnolgica, que es tambin, por supuesto, un fenmeno cultural, y la estructura socioeconmica del capitalismo tardo, que an se corresponde con los anlisis de Marx. Al afirmar lo anterior, no obstante, adelanto lo ms sustancial de este ensayo, que analizar la relevancia que conserva el marxismo en

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nuestra actual situacin y que, al hacerlo, por necesidad tendr que abordar los siguientes tpicos: 1) Qu es exactamente el marxismo, si aceptamos que la descripcin que hacen de l los medios de comunicacin y los diversos fanticos de derecha es totalmente errnea? 2) Resuelto lo anterior, qu es el socialismo, y qu puede ser (o puede pensarse que sea) en el futuro? 3) Cul puede ser la relacin de ambos con ese concepto tradicional, objeto de suprema estigmatizacin, llamado revolucin? 4) Qu fue el comunismo y qu le ocurri? S) Y, por ltimo, y como conclusin lgica de todo lo anterior, qu es el capitalismo tardo y qu implica el marxismo para cualquier nueva poltica que previsiblemente pueda acompaarlo? Qu nuevas tareas tericas le plantea el capitalismo tardo al nuevo marxismo, al marxismo de esta tercera etapa, el que ha empezado a surgir con ella?

1 Qu es el marxismo? O si se prefiere, qu no es el marxismo? No es, sobre todo, una filosofa del siglo XIX, como algunos (desde Foucault hasta Kolakowski) han sugerido, aunque sin dudas surgi de la filosofa del siglo XIX (si bien con la misma facilidad pudiera argirse que la dialctica es un proyecto inconcluso, que anticipa modos de pensamiento y realidad que an no han cobrado existencia en nuestros das). En parte esta respuesta puede justificarse afirmando que, en ese sentido, el marxismo no es una filosofa; se designa a s mismo, con su pesantez caracterstica, como una unidad de teora y prctica (y si los lectores supieran en qu consiste esa unidad, les resultara claro que comparte esa peculiar estructura con el freudismo). Pero quiz resulte ms sencillo decir que la mejor manera de concebirlo es como una problemtica: en otras palabras, no se puede identificar con posiciones especficas (sean de carcter poltico, econmico o filosfico), sino por su adhesin a un conjunto especfico de problemas cuyas formulaciones se encuentran siempre en movimiento y estn su-

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jetas a una readecuacin y una reestructuracin histricas, junto a su objeto de estudio (el capitalismo). Por tanto, resulta fcil afirmar que lo productivo de la problemtica marxiana es su capacidad de generar nuevos problemas (como observaremos que ha hecho en su reciente encuentro con el capitalismo tardo); y que los diversos dogmatismos histricamente asociados al marxismo no tienen su base en un defecto capital del campo del problema, aunque es obvio que los marxistas no se han librado mejor que cualquier otro de los efectos de la reificacin intelectual y que, por ejemplo, han pensado insistentemente que base-superestructura era una solucin y un concepto ms que un problema y un dilema, al igual que han asumido que algo llamado materialismo era una posicin filosfica u ontolgica ms que un signo general para una operacin que podramos caracterizar como desidealizacin, operacin tanto interminable en el sentido freudiano clsico como irrealizable sobre una base permanente y durante un tiempo considerable (dado que el idealismo es la asuncin ms confortable para el pensamiento humano cotidiano). La problemtica inicial del marxismo se desarroll en torno a las especificidades -las peculiaridades estructurales e histricas- de la produccin de valor en el capitalismo industrial; tom como su espacio conceptual central el fenmeno de la plusvala, que ofreca la sealada ventaja de poder multiplicarse transcodificado. Ello quiere decir que el problema de la plusvafa poda traducirse a un nmero de problemas y reas aparentemente diferenciados que correspondan a lenguajes y disciplinas especializados, muchos de los cuales no existan an en su actual forma acadmica. Por ejemplo, se poda producir un acercamiento a la plusvala a travs del fenmeno de la produccin de mercancas, lo que conduca hacia la sicologa social de la mercanca y del consumismo (al que Marx denomin fetichismo de la mercanca). Tambin podan rastrearse sus vnculos con el rea de la teora del dinero (los bancos, la inflacin, la especulacin, los mercados de acciones, para no hablar de lo que Simmel llama la filosofa del dinero). Se transforma, mediante la ms sorprendente mutacin mitolgica, en la presencia viva y actuante de las clases sociales. Vive una vida segunda, o vida entre sombras, que seFredric Jameson El marxismo realmente existente 11

esconde bajo las formas legales y las categoras jurdicas (y en particular bajo las diversas formas histricas, tradicionales y modernas de las relaciones de propiedad). Su existencia misma pone en evidencia los dilemas centrales de la historiografa moderna (como el relato de su propio surgimiento y sus varios destinos). La mayora de las veces se ha pensado -y, por tanto, podramos tener algn inters en resistimos a ese tipo de pensamiento o en posponer lo- a la plus vala como un asunto econmico, lo que, en lo relativo al marxismo, ha adoptado la forma de investigacin de la crisis y de la tasa decreciente de ganancia, as como de las implicaciones y consecuencias del mecanismo fundamental de la acumulacin de capital (tambin pertenece a esta lnea de investigacin el anlisis de la economa de los socialismos posibles o factibles). Por ltimo, el concepto parecera autorizar -pero tambin requerir- muchas teoras de la ideologa y la cultura, y adoptar como su horizonte ltimo el mercado mundial (como lmite ms externo de su tendencia estructural a la acumulacin), incluida la dinmica del imperialismo y sus equivalentes posteriores (el neocolonialismo, el hiperimperialismo, el sistema mundial). La transmutacin del concepto de plus vala a los lenguajes de disciplinas tan diferentes y a tan diversos campos de especializacin constituye la problemtica del marxismo como un espacio conceptual articulado (cuyo mapa puede trazarse), y tambin puede explicar la variabilidad de numerosas ideologas y programas o estrategias polticos especficamente marxistas. No es de extraar que las crisis del paradigma marxiano se hayan presentado puntualmente en aquellos momentos en que su objeto de estudio fundamental -el capitalismo como sistema- ha parecido cambiar sus caractersticas o sufrir mutaciones imprevistas e impredecibles. Como la vieja articulacin de la problemtica ya no se corresponde con la nueva configuracin de realidades, surge una fuerte tentacin de llegar a la conclusin de que el propio paradigma -para utilizar el trmino, tan de moda, que Kuhn utiliza para las cienciasha sido superado (lo que implicara que hay que disear uno nuevo, o que hay que adoptar otro que ya se haya conformado).

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Eso fue lo que sucedi en 1898, cuando en La presuposicin del socialismo y las tareas de la democracia social Eduard Bernstein propuso revisar radicalmente el marxismo a la luz de su supuesta incapacidad para hacer justicia a la complejidad de las clases sociales modernas y al poder de adaptacin del capitalismo contemporneo. Bernstein recomendaba abandonar la dialctica de origen hegeliano junto con el concepto mismo de revolucin, as como reorganizar de manera consecuente con ello la poltica de la Segunda Internacional en tomo a la democracia de masas y el proceso electoral. Son precisamente estos rasgos del primer posmarxismo los que reaparecieron en la dcada de 1970, cuando versiones ms sofisticadas de aquel diagnstico y aquellas recomendaciones comenzaron a reaparecer en nmero an mayor (ningn pronunciamiento aislado seala esta reaparicin cclica del posmarxismo tan dramticamente como el de Bernstein, pero el libro de 1977 de Hindess y Hirst sobre El capital puede considerarse una primera golondrina, mientras que Hegemona y estrategia socialista, de Laclau y Mouffe, publicado en 1985, es ya toda una bandada que cruza el cielo). El nfasis de estos diversos posmarxismos (sea que intenten an atenerse a la tradicin o que llamen a su total liquidacin) vara de acuerdo con la manera como se imaginan el destino del objeto que era la vocacin del marxismo analizar en primer lugar, a saber, el capitalismo. Por ejemplo, pueden argumentar que el capitalismo clsico ya no existe y que ha cedido su lugar a este o aquel postcapitalismo (la idea de Daniel Bell de una sociedad postindustrial es una de las versiones ms influyentes de esta estrategia) en el cual los rasgos enumerados por Marx -y ms particularmente la dinmica de clases sociales antagnicas y la primaca de lo econmico (o de la base o infraestructura)- ya no existen (el postcapitalismo de Bell est esencialmente organizado en tomo al saber cientfico y es dirigido por filsofos-reyes cientficos). O se puede tratar de defender la idea de que todava existe algo parecido al capitalismo, pero que se ha hecho ms benigno y que por una u otra razn (un consumo ms general de mercancas, la alfabetizacin masiva, una conciencia clara de su propio inters) se ha tomado ms receptivo a la voluntad popuFredric Jameson El marxismo realmente existente 13

lar y a las necesidades colectivas; de modo que ya no sera necesario plantear cambios sistmicos radicales, para no hablar de revoluciones. sta es, o es posible suponer que sea, la posicin de los diversos movimientos socialdemcratas que han sobrevivido. Por ltimo, puede mantenerse que el capitalismo s sigue existiendo pero que su capacidad para producir riqueza y mejorar las condiciones de vida de las personas se ha subestimado de modo significativo (sobre todo por parte de los marxistas). Incluso se afirma que el capitalismo es hoy el nico camino viable hacia la modernizacin y la mejora o aun hacia la riqueza universal. Por supuesto, sta es la retrica de los dueos del mercado, y en los ltimos aos parece haberse impuesto a las dos posiciones anteriores (aun cuando las tres estn vinculadas y no son excluyentes una de las otras). Mucho ms plausible es la versin que se opone a esta ltima, propuesta de modo ms completo por Robert Kurz en libros como Ko//aps der Modernisierung (Frankfurt, 1992), a saber, que lo que ha desaparecido en el capitalismo tardo es precisamente la capacidad para producir nueva plusvala, en otras palabras, la capacidad de modernizacin en el sentido clsico de industrializacin e inversin. Ello significara que el capitalismo puede haber triunfado, pero que el resultado de su triunfo estara cada vez ms marcado por una vertiginosa especulacin monetaria, de un lado, y, del otro, por nuevas formas de produccin de miseria, mediante el desempleo estructural y la condena de vastas zonas del tercer mundo a una improductividad permanente. Si ello fuera as, presumiblemente esta situacin tambin requerira algn tipo de posmarxismo, pero de un tipo radicalmente diferente del que se deducira de la visin ms optimista del capitalismo antes bosquejada. No obstante, antes de analizar la significacin histrica de los diversos posmarxismos, viene a cuento comentar las visiones del capitalismo sobre las cuales se basan, que presuponen alguna mutacin de la estructura bsica que describiera Marx. Sin dudas la ms fcil de rebatir es la idea de Bell

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de que la dependencia de los negocios modernos con respecto a la ciencia y la tecnologa ha desplazado a la antigua dinmica capitalista de la ganancia y la competencia, a la luz de los numerosos debates o escndalos contemporneos en tomo a la explotacin comercial de los productos cientficos -por ejemplo, las patentes de bosques tropicales o las diversas medicinas para tratar el sida-, y tambin a la luz de la bsqueda cada vez mas desesperada por parte de los cientficos de fondos de investigacin relativamente desinteresados, Por el contrario, se puede demostrar con facilidad que ninguna empresa de negocios del mundo actual (sea cual sea su naturaleza o complejidad) puede eliminar el motivo de la ganancia ni siquiera de manera parcial; de hecho, somos testigos de su generalizacin global en la reorganizacin de reas hasta ahora relativamente libres de las presiones ms intensas para que se posmodernizaran, reas que van desde las maneras arcaicas de edicin de libros hasta la agricultura de pueblos pequeos, donde las maneras de proceder tradicionales se extirpan de modo violento y los potentes monopolios lo reorganizan todo sobre una base puramente formal (es decir, en trminos de las ganancias o de la recuperacin de las inversiones) sin tener en cuenta el contenido de la actividad. Este proceso tiene lugar en los enclaves relativamente ms subdesarrollados de los pases desarrollados (a menudo culturales o agrcolas) y acompaa a la penetracin de capitales en zonas no previamente mercantilizadas del resto del mundo. De modo que resulta errneo suponer que la dinmica histricamente original del capitalismo haya sufrido una mutacin o una reestructuracin producto de su desarrollo; y es claro que la tendencia actual a maximizar las ganancias -o, en otras palabras, a acumular capital como tal (es decir, no como motivacin personal, sino como un rasgo estructural del sistema, de su necesidad de expandirse}- est acompaada por otros rasgos igualmente familiares del pasado recin te de la humanidad: las vicisitudes del ciclo econmico, las fluctuaciones del mercado de trabajo, que incluye el desempleo generalizado y la fuga de capitales, y la destructividad implcita en la velocidad creciente del remplazo industrial y tecnolgico, aunque ahora se proFredric Jameson El marxismo realmente existente 15

duzcan a una escala planetaria que hace que esos rasgos preexistentes parezcan no tener precedentes. En lo concerniente a la democracia, y adems de los inve~ terados fracasos y capitulaciones de la socialdemocracia a los que ya me he referido, basta observar el servilismo cada vez ms sistmico de todos los gobiernos a las ortodoxias del mundo de los negocios (por ejemplo, a la necesidad de equilibrar el presupuesto, o, en general, a las polticas del FMI) para llegar rpidamente a la conclusin de que el sistema no tolera ninguna demanda colectiva que pueda interferir en sus operaciones (y esto no quiere decir que opere de manera eficiente). Despus de la desaparicin de la Unin Sovitica es mucho ms difcil que nunca que se admitan intentos episdicos que muestren indicios de querer trazar un rumbo nacional autnomo o modificar las prioridades de la poltica econmica de un gobierno en un sentido que pueda daar los intereses de los negocios: el golpe militar contra Allende es la respuesta paradigmtica a las veleidades cada vez ms dbiles del populismo o la independencia nacional. En lo tocante al mercado, est claro que su retrica es una ideologa que moviliza las creencias con la vista puesta en la accin y los resultados polticos. Es igualmente posible creer en un futuro apocalptico en el cual el mercado fracasar ruidosamente en la tarea de mejorar las vidas de dos tercios de los habitantes del planeta; pero lo ms curioso es que los apologistas del mercado tambin presentan este futuro (por el precio de uno solo!). A veces les gusta sealar las partes del mundo (frica, los pases ms pobres de la Europa Oriental) que nunca lograrn sentir el efecto modernizador y benfico de unas adecuadas condiciones de mercado. Lo que omiten es el papel que desempea el nuevo sistema mundial en esta desesperada pauperizacin de toda la poblacin a escala global. Tomo entonces como un axioma la idea de que el capitalismo no ha sufrido cambios fundamentales en nuestros das, igual que ya resulta claro que no los sufri en tiempos de Bernstein. Pero debera quedar igualmente claro que la resonancia del revisionismo de Bernstein, igual que el poder de persuasin de toda una gama de posmarxismosFredric Jameson El marxismo realmente existente 16

contemporneos, tampoco es un epifenmeno, sino una realidad cultural e ideolgica que exige una explicacin histrica: de hecho, en la medida en que todas esas posiciones implican centralmente una quiebra de las capacidades de anlisis de un marxismo antiguo a la luz de los nuevos acontecimientos, sera mejor si dicha explicacin fuera marxiana y constituyera una vindicacin tambin en ese sentido. Al pasar hemos mencionado uno de los rasgos fundamentales que Marx le atribuy al capitalismo, a saber, que el capital tiene que expandirse sin cesar, que nunca puede sentarse a disfrutar de sus logros: la acumulacin de capital tiene que ampliarse, la tasa de productividad debe aumentar constantemente, con todas las secuelas ya conocidas de transformacin perpetua, destruccin y construccin a gran escala, y otras semejantes (