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Filosofía a debate, #2, enero 2017 ~ 1 ~ Filosofía a debate Boletín del OFM #2, Enero 2017 Órgano de difusión y defensa de la filosofía Contenido: Texto: “El espejismo de la comunicación global” por Fernando del Paso. Redes sociales: Campaña #LaFilosofíaSirve. Reseña: Exposición fotográfica “Filósofas, filósofos y pensadores de México” por Iyazú Cosío Ramírez. Carta a los Constituyentes: “Por la incorporación de la filosofía en la Constitución de la CDMX”. Declaración OFM: Día mundial de la filosofía 2016. Declaración AFM / OFM / Posgrado en humanidades UAM-I: Contra la agresión a la Senadora Ana Gabriela Guevara.

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Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Filosofía a debate Boletín del OFM – #2, Enero 2017

Órgano de difusión y defensa de la filosofía

Contenido: Texto: “El espejismo de la comunicación global” por Fernando del Paso. Redes sociales: Campaña #LaFilosofíaSirve. Reseña: Exposición fotográfica “Filósofas, filósofos y pensadores de México” por Iyazú Cosío Ramírez. Carta a los Constituyentes: “Por la incorporación de la filosofía en la Constitución de la CDMX”. Declaración OFM: Día mundial de la filosofía 2016. Declaración AFM / OFM / Posgrado en humanidades UAM-I: Contra la agresión a la Senadora Ana Gabriela Guevara.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Observatorio Filosófico de México

Responsable de la publicación: Mtro. Gabriel Vargas Lozano

Edición y diseño: Mtro. Eduardo Sarmiento Gutiérrez y César De Rosas Ramírez Página web: http://www.ofmx.com.mx/ Correo electrónico: [email protected] Si desea que se suspenda el envío de este boletín, favor de enviar un correo a la anterior

dirección.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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NOTA

Estimados amigos: mediante este boletín, el Observatorio Filosófico de México (OFM) les

hará llegar documentos, informaciones, videos, humor, dibujos, consignas (recordemos las

que circulaban en 68: ¡No tome el ascensor, tome el poder!, ¡formen comités de sueños!,

¡hagan el amor y no la guerra!) y otros, con el propósito de estimular el debate filosófico.

Asimismo, les invitamos a enviarnos lo que consideren que deba ser conocido para

fomentar la reflexión filosófica en estos tiempos en que más se requiere.

En este boletín se incluyen: 1) un texto de Fernando del Paso, galardonado

recientemente con el Premio Cervantes, en donde hace trizas a Samuel Huntington que

publicó un best-seller llamado El choque de las civilizaciones. El ensayo, "El espejismo de

la comunicación global", publicado en 2003, no ha perdido, como los buenos vinos,

actualidad y sabor. 2) También les informamos sobre la campaña #LaFilosofíaSirve,

mediante la cual, se intenta generar mayor presencia de la filosofía en las redes sociales

como Twitter y Facebook, y 3) les compartimos la reseña preparada por Iyazú Cosío sobre

la exposición fotográfica “Filósofas, filósofos y pensadores de México”. Dicha exposición

itinerante, elaborada por el CEFILIBE, fue presentada en la última Feria del libro de la

CDMX y es otra iniciativa para acercar la filosofía a la sociedad y posicionarla en el

espacio público. 4) A partir de la convocatoria que se publicó para que los ciudadanos

hiciéramos llegar iniciativas a los representantes elegidos para la aprobación de la primera

constitución que regirá a la CDMX y que deberá acordarse a fines de enero de 2017, el

OFM les hizo llegar formalmente una propuesta para que se incluyera explícitamente el

enfoque filosófico en el capítulo dedicado a la educación, la cual, fue acogida

favorablemente por la comisión integrada por el Jefe de Gobierno de la Ciudad, ciudadanos

y por otros representantes de diversos partidos. En caso de aprobarse nuestra propuesta,

constituiría un gran triunfo para la comunidad filosófica nacional e internacional. En

este boletín se agrega el texto. 5) Declaración del OFM por el Día mundial de la filosofía

2016 y 6) finalmente, una declaración de la Asociación Filosófica de México, el OFM y el

posgrado en filosofía de la UAM-I en protesta por la agresión que sufrió la Senadora Ana

Guevara, que se suma a las que sufren miles de mujeres en México.

Atentamente. OFM.

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EL ESPEJISMO DE LA COMUNICACIÓN GLOBAL

Por Fernando del Paso1

Una de las narraciones de Jorge Luis Borges comienza así, al referirse al

personaje: «le tocaron malos tiempos... como a todos los hombres».

Los malos tiempos, en efecto, existen para el hombre desde que el hombre

existe. Y con ellos, el horror. Nada ha cambiado desde el punto de vista

cualitativo. El hombre sigue siendo el lobo del hombre. Lo que sucede hoy, y a

partir del asombroso desarrollo de la ciencia y la tecnología, es un fenómeno

cuantitativo: más armas más poderosas que nunca matan a más seres humanos,

y cada vez más seres humanos nos enteramos de lo que le sucede a otros seres

humanos en los rincones más alejados del planeta.

Esta globalización de nuestro mundo se inició, en el siglo XIII, con los relatos

del gran viajero veneciano Marco Polo, y adquirió un nuevo y definitivo ímpetu en

el siglo XV cuando Cristóbal Colón se tropieza con el continente americano en su

viaje a las Indias, y Juan Gutenberg inventa la imprenta. Con la imprenta nace el

que estaría destinado a ser el primer producto de venta masiva de la historia: el

libro. Y gracias a la imprenta surgiría más tarde el periodismo que, de escrito, pasó

también a ser periodismo radial y televisivo.

El vértigo de la comunicación nos ha hecho testigos de la reducción de nuestro

planeta: vivimos en un mundo cada vez más pequeño. Pero no hemos llegado a la

aldea global de Marshall McLuhan: por el contrario, el mundo se hace también

cada vez más grande a medida que nos ahogamos en un océano de información.

Al mismo tiempo, se da otra gran paradoja: mientras más se comunica el ser

humano, menos parece comunicarse. Es decir, menos parece entenderse.

El Antiguo Testamento cuenta que Dios, airado por la soberbia de los

constructores de la Torre de Babel, confundió todas las lenguas e imposibilitó así

la comunicación entre ellos. Miles de años después, la maldición persiste pero con

1 Fernando del Paso. El espejismo de la comunicación global: Discurso de inauguración de las

XXXIV Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía 2003. Guadalajara: Pandora / Universidad de Guadalajara, 2003. Salvo algunas erratas corregidas, el texto corresponde al de la edición citada.

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otra cara: aunque todos acudamos a una sola lengua para comunicarnos —por

ejemplo en nuestros tiempos el inglés— seguimos sin entendemos unos a otros.

Esta falta de comunicación se agrava, por una parte, con la manipulación y el

constreñimiento del periodismo por parte de los diversos gobiernos, como hemos

visto —una vez más— en la guerra contra Irak. Por otra, con el éxito abrumador

de libros que no se ajustan al juramento ético que consistiría en decir la verdad,

toda la verdad y nada más que la verdad. Libros que no sólo inundan el mercado:

también inundan, y obnubilan, la mente de millones de lectores. Este es uno de los

espejismos de la comunicación global.

Hoy, que es el libro el que nos reúne a todos en esta bella ciudad de Puerto

Vallarta, hoy, que hemos visto cómo han desaparecido envueltos en llamas los

libros de la gran biblioteca de Bagdad, en un acto cometido por bárbaros y

consentido por otra clase de bárbaros, he elegido, como tema del discurso de

inauguración de estas Trigesimocuartas Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía,

uno de esos libros cargados de espejismos que, lejos de comunicamos lo que

pasa en el mundo, se erigen en obstáculo para su conocimiento. Se trata de El

Choque de las Civilizaciones del Profesor Samuel Huntington. De este libro, del

que me he ocupado en ocasiones anteriores, y que no podía venir más al caso en

los días que corren, he elegido en particular las páginas que más tienen que ver

con nuestro país, México.

EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES DE SAMUEL HUNTINGTON

El libro The Clash of Civilizations and the Reemaking of the World Order —El

Choque de las Civilizaciones y la Remodelación del Nuevo Orden Mundial— de

Samuel Huntington, publicado en 1997, merecería cierta atención así fuera por el

solo hecho del enorme éxito que obtuvo cuando apareció, y sobre todo después

de los atentados del 11 de septiembre, a raíz de los cuales se volvió uno de los

grandes best-sellers en Estados Unidos y otros países, habiéndose aureolado su

autor, automáticamente, con un prestigio muy cercano al de un visionario.

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Sin embargo, una ligera hojeada que se haga del libro, basta para que uno se

dé cuenta de algunos errores mayúsculos y de la enorme ignorancia que el

Profesor Huntington —catedrático de la Universidad de Harvard, y Director del

Instituto de Estudios Estratégicos «John M. Olin»— manifiesta sobre algunas de

esas «civilizaciones» que presume conocer tan bien. Una lectura cuidadosa

confirma, con creces, esta primera impresión.

El libro tuvo origen en un artículo del propio Huntington publicado en 1993 en la

revista Foreing Affairs con el mismo título: «The Clash of Civilizations» el cual,

según los directores de la revista —cuenta Huntington— despertó más polémicas

que ningún otro artículo aparecido en esa publicación desde los años cuarenta.

Esta respuesta animó a Huntington a hacer, del artículo, un libro. Y, si no siempre,

casi siempre sucede que, para transformar un artículo en un libro, hay que inflarlo,

que fue lo que hizo el Profesor, acudiendo a un agobiante número de datos y

estadísticas que, se supone, fortalecen sus teorías.

No obstante, y aunque el libro contiene algunas cosas interesantes y atinadas,

resulta que la principal de esas teorías, por principio de cuentas, no fue inventada

o, digamos, enunciada por vez primera por Samuel Huntington, sino por un ex

primer ministro canadiense, Lester B. Pearson, Premio Nobel de la Paz 1957 —y a

quien Huntington no le queda más remedio que citar— quien hace casi medio siglo

expresó que «los conflictos más importantes y de más largo alcance» no ocurrirían

ya «entre las naciones pertenecientes a una misma civilización, sino entre las

propias civilizaciones». Ese es el origen no sólo del artículo, sino también del libro

y del éxito de Samuel Huntington.

Tras citar algunas opiniones sobre lo que es una civilización, y cuántas y cuáles

han sido las civilizaciones fundamentales que se han dado en la historia conocida

—puntos de vista por ejemplo de Braudel, Durkheim y Toynbee— Huntington

afirma que, de todos los elementos objetivos que definen a una civilización, es sin

duda la religión el más importante. Así, pueblos que comparten raza y lenguaje —

nos dice—, pero que no comparten el mismo credo religioso, suelen matarse unos

a otros, «como sucedió en el Líbano y en Yugoslavia». Huntington no explica —

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porque no conviene a sus tesis o lo ignora— a qué se debe, entonces, que en

Irlanda del Norte los habitantes, todos de una misma religión, la cristiana, se

maten entre sí y no por cuestiones religiosas: protestantes unos, católicos otros,

no se aniquilan mutuamente por la defensa de dogmas o creencias, sino por la

conquista del poder económico y político. Tampoco nos dice Huntington por qué

los etarras, pertenecientes a un pueblo católico, el vasco, matan a los habitantes

de otro pueblo católico, el español. Por último, no hay ninguna explicación sobre

cómo pudo ocurrir, entre dos países musulmanes, Irán e Irak, una guerra que duró

casi diez años, que, aunque al principio parecía una guerra santa, la verdad es

que en ella y desde un principio Dios tuvo nada o muy poco que ver, ya que no en

balde comenzó, como sabemos, con la invasión iraquí de los campos petroleros

de la provincia iraní de Khuzestán.

En las primeras páginas del libro, nos encontramos con varios mapamundis.

Uno de ellos, ilustra los territorios ocupados por las nueve civilizaciones del mundo

de hoy, que son, según Huntington: la Occidental, la Latinoamericana, la Africana,

la Islámica, la Sínica o China, la Hindú, la Ortodoxa, la Budista y la japonesa.

El gran pensador y escritor rumano Cioran, dijo en una ocasión —lo cito de

memoria— después de conocer a Jorge Luis Borges, que los intelectuales

europeos no dejaban de ser unos provincianos si se les comparaba a los

intelectuales latinoamericanos. Y tenía razón. La América Latina, además de la

presencia de un gran número de etnias aborígenes, cuenta con una población

inmensamente mayoritaria en relación a esos núcleos indígenas, que habla un

idioma occidental y piensa en ese idioma, y que profesa una religión heredada de

Europa Occidental. Los intelectuales y los escritores, los científicos, los filósofos

latinoamericanos, son producto de esa cultura que, desde luego, si entra en la

clasificación huntingtoniana de las civilizaciones, sólo puede ocupar un lugar: el de

la civilización Occidental. Hablar de una civilización Latinoamericana en

contraposición a la Occidental —o sea en clash, presente o futuro, actual o

probable— es un disparate que apenas sería comprensible si proviniera de un

cargador italiano, pero que es inexcusable en un académico norteamericano.

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Huntington dice que la civilización Latinoamericana es un vástago de otra

civilización que, como todas las más importantes hoy existentes, ha sobrevivido

cuando menos un milenio: la Occidental. Lo más que acepta, es que puede

considerársele —supongo que en caso extremo— como una subcivilización. De lo

que no se da cuenta —o no quiere darse— es de un hecho por demás evidente:

nosotros, los latinoamericanos, no somos los hijos, sino los continuadores —en la

misma medida en que lo son los propios norteamericanos y canadienses— de la

cultura Occidental en este otro hemisferio al cual los conquistadores, ingleses y

españoles, holandeses y portugueses, llegaron con toda su historia a cuestas, en

el mismísimo siglo en que tuvo lugar el Renacimiento, para imponer una nueva

realidad, ocasional y afortunadamente enriquecida por aportes aborígenes,

algunos de gran trascendencia. En América del Norte el exterminio de los indios

fue prácticamente total. No así en el resto del continente, aunque se cometieron

en él inmensos genocidios. Pero las culturas prehispánicas fueron cortadas de tajo

en América Latina fueron impuestas a sangre y fuego las lenguas española y

portuguesa, y la religión católica de la Contrarreforma. Como es ésta, la religión

católica, la que ha sido predominante hasta la fecha en Latinoamérica, Huntington

sostiene, en apoyo de su teoría de una civilización Latinoamericana distinta a las

demás, la peregrina idea de que las naciones latinoamericanas adquirieron una

identidad diferente a la de Occidente, al no combinar, como hicieron los países

europeos y Estados Unidos, las culturas católica y protestante. Este apego, pues,

al catolicismo, es lo que transforma a la América Latina en otra civilización. Como

de costumbre, Huntington no se acuerda de lo que no quiere acordarse: de Irlanda

del Sur, y por supuesto, tampoco de la misma España —ambos países

profundamente católicos, como sabe todo el mundo y además, en el caso de la

Irlanda de James Joyce, un país puritano como pocos. Otra característica que ha

alejado a la América Latina de la civilización occidental, son los regímenes

autoritarios, los cuales, según Huntington, fueron mucho menos autoritarios en

Europa, y nunca han existido en América del Norte. La suma de las tiranías

bárbaras de Europa llenaría miles de páginas. Bastaría mencionar la de Hitler,

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Mussolini y Franco, para convencernos de que Europa resulta, en ese aspecto, tan

occidental como Latinoamérica.

Como si estos dislates fueran pocos, en un momento dado de su libro,

Huntington cita a un investigador de nombre Melko autor de Nature of Civilizations

—Naturaleza de las Civilizaciones— quien habla de no menos de doce grandes

civilizaciones, siete de las cuales ya extinguidas: la Mesopotámica, la Egipcia, la

Cretense, la Clásica, la Bizantina, la Mesoamericana, la Middle American —

supongo que se refiere a la Mesoamericana— y la Andina, y de cinco que aún

existen: la China, la japonesa, la Hindú, la Musulmana y la Occidental. Y

Huntington agrega que a estas últimas cinco «es útil, en el mundo contemporáneo,

agregar la Latinoamericana Ortodoxa y algunas civilizaciones africanas». ¿Qué

quiere decir Huntington con «ortodoxo» aplicado a la América Latina, y en todo

caso cuál es la Latinoamérica «ortodoxa»? Para esto, como para muchas otras

cosas, Huntington no tiene ninguna respuesta.

Huntington no puede ignorar el notable avance del protestantismo en la América

Latina —él mismo nos proporciona las estadísticas—: en 1960, el número de

protestantes era de 7 millones y en 1990 de 50 millones, pero no se le ocurre,

desde luego, afirmar que ese progreso signifique una «occidentalización» de

nuestro continente. A cambio de ello, se le olvida ocuparse del fenómeno que

representa la cada vez mayor influencia de la lengua castellana en Estados

Unidos, la invasión de las cocinas latinoamericanas, muy en particular la

mexicana, y en general la multiplicación del número de los llamados hispanics —

cuya población es ahora en Estados Unidos mayor que la población negra—,

misma que por su magnitud representa una amenaza concreta no contra la

civilización Occidental, sino contra la raza predominante en ese país, los

anglosajones. Los llamados wasp, para ser más exactos —White Anglosaxon

Protestants. Me atrevo a suponer que el temor —por supuesto no infundado— de

que los latinoamericanos acaben por dominar el escenario político

norteamericano, a fuerza simplemente de reproducirse con mucha mayor

tenacidad que los wasp, es lo que hace que el profesor Huntington nos considere,

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si no como marcianos, si como miembros de una civilización muy distinta a la

Occidental, o al menos inferior. Tampoco se le ocurre a Huntington suponer que

todo ese proceso de aparente hispanización —en realidad no lo es tanto— podría

conducir a la «desoccidentalización» de Estados Unidos. Si se me perdona la

digresión, valdría la pena recordar que alguien dijo que la lucha de las lenguas

española e inglesa en Estados Unidos, recuerda la batalla que, durante siglos,

libraron el mundo anglosajón y el español por el dominio del mar y del mundo.

La conquista de la América Latina, en cambio, sí condujo a la occidentalización

del continente. El resultado fue una cultura mestiza, como en su tiempo fueron

mestizas las naciones que, en su conjunto, dieron forma y sentido a la cultura

Occidental. La misma España conquistadora del siglo XV era el producto de una

rica mezcla de fenicios y griegos, romanos, suevos, visigodos, judíos, bereberes y

árabes. Y en lo que se refiere a la América Latina, la influencia occidental,

mediante la imposición de una lengua y una religión europeas, fue, nos guste o no,

la predominante. Puede no gustarnos, sí, porque hoy lamentamos la desaparición

de grandes civilizaciones cuyos vestigios perduran como ruinas arqueológicas o, si

acaso, en la gastronomía, en el folclor y en cierta medida, modesta, en el idioma

pero como eso, como vestigios las más de las veces, y no como elementos

esenciales. Pero puede gustarnos: somos herederos de toda la cultura universal y

en particular, muy en particular, de la Judeo-Cristiana-Occidental. O tal vez

debería decir: de la Judeo-Árabo-Cristiana-Occidental.

Es así como Cervantes pertenece a la cultura Latinoamericana tanto como

pertenece a la española. Lo que es más: Aristóteles, Rabelais, Dante,

Shakespeare y Mozart —para poner los ejemplos más obvios: se podría

mencionar en su lugar a Anaximandro, Delacroix, Vico, John Donne o Gluck—

pertenecen a la cultura Latinoamericana tanto como pertenecen a las culturas

Griega, Francesa, Italiana, Inglesa y Alemana. Esto, muy pocos europeos están

capacitados para entenderlo. Esto lo entendió Cioran. Esto no puede, o no quiere

entenderlo Samuel Huntington. En realidad, pienso, no lo entendería jamás.

Después de todo Benito Juárez, el presidente mexicano que separó al poder

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espiritual del temporal, nutrió su pensamiento en la filosofía francesa del siglo de

las luces, y no en la filosofía náhuatl.

Fouad Ajami, en su libro Los Árabes en el Mundo Moderno, dice que, al sentir la

atracción de las corrientes del pensamiento y la cultura occidentales y tratar de

hacerlas suyas, «se impone —en los árabes— la culpabilidad, cuando empiezan a

pensar que los bienes importados no son realmente suyos». En este sentido,

nosotros, los latinoamericanos, estamos libres de culpa.

Un error semejante en el que caen quienes se refieren a Gran Bretaña con el

nombre de Inglaterra, cuando en realidad este país se divide en tres naciones:

Gales, Escocia y la propia Inglaterra, es cometido por todos los millones de

europeos que llaman sudamericanos a todos los habitantes del continente

latinoamericano. Es decir, a todos los que habitan desde el Río Bravo —o Río

Grande— hasta la Patagonia. Algunos, incluso, nos llaman a todos —desde los

mexicanos hasta los chilenos y argentinos— centroamericanos. Aquí, en este lado

del mundo, o cuando menos en México, se nos enseña que, desde el punto de

vista geográfico, el continente americano se divide en América del Norte, que

comprende México, Estados Unidos y Canadá; América Central, que comprende a

seis países, desde Guatemala a Panamá, y América del Sur, que comprende al

resto de las naciones.

Samuel Huntington, catedrático de la Universidad de Harvard, no está, al

parecer, enterado de esta división geográfica, y eso lo conduce a decir nuevos

despropósitos. Afirma, entre otras cosas, que «En México —como en Rusia— la

revolución incluyó la incorporación de elementos de la cultura occidental y su

adaptación a ellos». No exageré al calificar de enorme la ignorancia de

Huntington. Es sabido que en México la Revolución de 1910-1921 produjo el

surgimiento de un nacionalismo que, entre otras cosas, reivindicó el valor de las

culturas precolombinas de nuestro territorio hasta el punto que —y no obstante

que esto no acabó con la discriminación racial que entre nosotros mismos siempre

ha existido en México— muchos millones de mexicanos de la minoría de piel

blanca comenzaran a manifestarse, por lo menos de la boca para afuera,

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orgullosos de «su pasado indígena». A raíz de la Revolución, comenzó también la

revaloración de la gastronomía, la música, las danzas regionales y otros aspectos

de la cultura mexicana que habían sido menospreciados durante décadas por la

afrancesada burguesía urbana, y nació y alcanzó su apogeo el movimiento

muralista que alcanzó renombre internacional, y del cual los tres más destacados

representantes fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro

Siqueiros. Algunos signos anunciaron el resurgimiento de esta nueva cara del

nacionalismo mexicano: en 1887, en pleno porfiriato, se inauguró en la avenida

más importante de México, el Paseo de la Reforma, el monumento al último

emperador azteca, Cuauhtémoc, un héroe cuya relación con el presente mexicano

es, en todo caso, mucho más importante y cercana de la que pueda tener, por el

tan apreciado héroe galo Vercingétorix con la Francia actual. Nada de esto, por

supuesto, significó una desoccidentalización de México, y sí la recuperación y el

reconocimiento de características destinadas a consolidar la identidad de un país

latinoamericano occidental, muy distinto a todos los otros países occidentales,

pero occidental al fin. Sin embargo, si aplicamos a esta serie de fenómenos un

criterio huntingtoniano, nos encontraríamos con una más de las confusiones y

contradicciones que caracterizan las teorías del profesor. Pero una vez más,

Huntington nada sabe de esto, o no quiere saberlo.

Está claro que por este motivo, por no saber que se da el nombre de América

del Norte al conjunto de México, Estados Unidos —incluida Alaska, desde luego—

y Canadá, que el profesor Huntington, cuando oye o lee la palabra Norteamérica

—North America— o sus derivados, como en el NAFTA —North American Free

Trade Agreement: Tratado de Libre Comercio de América del Norte— piensa que

el término sólo comprende a Estados Unidos y Canadá y decide por lo tanto que el

afán demostrado por México para integrar, junto con esas dos naciones, el TLCAN

—como lo conocemos en sus siglas españolas— es el reflejo de la obsesión que

tienen desde los años ochenta sus líderes políticos e intelectuales por redefinir a

México como un país norteamericano. En otras palabras, México ha tratado de

renunciar a su identidad latinoamericana, según Huntington, para alcanzar una

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identidad distinta cuyo éxito a largo plazo, asegura, depende de su habilidad para

redefinirse culturalmente, despojándose de los lazos que lo unen al resto de la

América Latina para establecerlos con la América del Norte —entiéndase por esto,

nuevamente, Canadá y, sobre todo, Estados Unidos.

México queda así catalogado por Huntington dentro de las naciones

«desgarradas» —torn countries— que son aquellas que poseen una sola cultura

predominante que las coloca dentro de una civilización específica, con líderes que

quieren cambiar esa civilización por otra. Estos países son aquellos que, según

Huntington, han sido inoculados con el virus de la occidentalización, y que por lo

mismo viven en una especie de esquizofrenia cultural.

Como abanderado de esta colosal transformación —¿qué otra cosa puede ser,

sino colosal, el cambio de una civilización en otra civilización en el transcurso de

unos cuantos años y por voluntad de sólo unos cuantos?— figura, en The Clash of

Civilizations el ex Presidente mexicano Carlos Salinas, al que Huntington llama «el

Kemal Ataturk de México».

El propio Huntington se encarga de recordarnos que Kemal Ataturk, el célebre

gobernador de Turquía, proclamó en las primeras décadas del siglo XX, en un

desenfrenado impulso de occidentalización, la republica laica, abolió el califato —

que desde entonces desapareció del mundo islámico—, suprimió las escuelas

religiosas, adoptó el calendario gregoriano, prohibió el uso del fez —el clásico

gorro de fieltro rojo en forma de cubilete— y declaró que el idioma turco debía ser

escrito en alfabeto romano y no en árabe. Cabe decir que durante muchos años, el

Occidente ha presentado a Kemal Ataturk como un gran hombre, un prócer de

elevada estatura, fundador de la moderna Turquía. Para esto, se ha prescindido

de su participación en lo que hoy día se consideran como los primeros genocidios

de fines del siglo XIX y principios del siglo XX: la matanza de millones de

armenios. Pero sucede —de nuevo el mismo Huntington lo señala— que

Occidente consideró a Turquía como un muro de contención de los impulsos

expansionistas rusos —y después, soviéticos. Esta es también la razón, desde

luego, por la cual Turquía es miembro de la OTAN —NATO en sus siglas

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inglesas—, a pesar de que Huntington afirma «que el éxito de la OTAN es

resultado, en gran parte, de que se desempeña como la organización central de

seguridad de países occidentales que comparten valores y presunciones

«filosóficas comunes» —common values and philosophical assumptions. ¿En qué

quedamos por fin? Huntington confirma algo que no necesita confirmación, y es

que Turquía es un país islámico cuyo gobierno laico, además, y en vista del

creciente resentimiento del resto del mundo musulmán —en la Conferencia de

Bandung de 1995 se calificó a Turquía como país «blasfemo»— comenzó a

financiar entre los años ochenta y noventa la construcción de mezquitas e hizo

obligatoria la educación religiosa —islámica, por supuesto— en todas las escuelas

públicas. Para nuestra sorpresa, el profesor poco considera que Grecia sea un

país occidental —de sus razones se dará cuenta más adelante—, pero sin

embargo, según se entiende, de acuerdo con sus teorías cualquier país de

cualquier civilización no occidental se vuelve occidental en forma automática e

instantánea cuando se integra a la OTAN.

Si uno de los principales méritos de Kemal Ataturk fue el de promover la

laicización de su país, ¿en qué se le puede parecer Carlos Salinas, el presidente

que reconcilió al Estado y la Iglesia, y reanudó las relaciones diplomáticas de

México con el Vaticano que se habían interrumpido desde hacía más de un siglo,

dándole así nuevos ímpetus a la derecha y a la reacción mexicanas? Pues en el

hecho de que Salinas promovió el liberalismo económico, privatizó numerosas

empresas gubernamentales, redujo el poder de los sindicatos y llevó a México al

Tratado de Libre Comercio, afirma Huntington, sin decirnos qué otras cosas —

aparte de los esfuerzos por laicizar y occidentalizar a su país y de las masacres de

armenios— hizo el turco para que el mexicano pueda ser comparado con él.

Huntington se pregunta si México llegará a ser país norteamericano. Por una

parte, afirma, la inmensa mayoría de las élites políticas, económicas e

intelectuales favorecen ese tránsito —el de una civilización a otra. Al mismo

tiempo, cien páginas más adelante, nos dice que, si los musulmanes representan

el problema más inmediato para los europeos hoy en día, para los

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norteamericanos el problema más inmediato lo representan los mexicanos, que

son —agrega— entre todos los inmigrantes que llegan a Estados Unidos, los más

reacios a la adaptación. Se olvida Huntington de los millones de musulmanes

norteamericanos que ese país no puede asimilar a su muy particular versión de la

civilización occidental —tal como es concebida por los wasp— y, en primera y

última instancia de los millones de negros descendientes de los primeros esclavos,

víctimas de una inmigración forzada, que tampoco acaban de ser digeridos por la

comunidad anglosajona. Ni es lo que al parecer, desea la mayoría de los negros.

Pero en fin, en lo que respecta a los mexicanos, a Huntington lo que le alarma —lo

menciona con especial énfasis más de una vez— es el hecho de que hayan sido

banderas mexicanas, y no las banderas de las barras y las estrellas, las que

hayan salido a relucir en las marchas de protesta que hizo la comunidad mexicana

de Los Ángeles contra la Proposición 187 votada en California en 1994.

Huntington acepta el nombre de «civilización ortodoxa» dado por otros

investigadores a la que ocupa, en su mapa, todo lo que era la Unión Soviética,

algunos países balcánicos y, como ya se ha mencionado, Grecia. En otras

palabras, aunque Huntington reconoce que Grecia fue la cuna de la civilización

Occidental —la palabra que emplea en inglés es home, que significa hogar— la

elimina de la civilización Occidental con el argumento, prestado, de que ésta y las

otras naciones mencionadas se separaron de lo que llama la cristiandad

occidental como resultado de su «parentesco» con Bizancio y una religión distinta.

Huntington ignora una vez más que la Iglesia Ortodoxa, llamada también Iglesia

Griega porque surgió en los países de habla griega del Imperio Romano,

constituye una de las tres grandes divisiones del cristianismo: no se trata de otra

religión, sino de la misma, si bien con variantes, algunas de ellas poco

significativas. Esta Iglesia nació de la ruptura habida entre las dos grandes sedes

de la Iglesia: Roma y Constantinopla, cuando esta última fue saqueada en 1204,

con el apoyo del Papa, por el ejército de la Cuarta Cruzada, que abandonó su

propósito inicial —el de combatir a los turcos—, para atacar a la gran metrópoli

cristiana.

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No escapa, por otra parte, al Profesor de Harvard, la amenaza que, para otras

naciones —o, digamos, civilizaciones—, representa China, cuya economía, nos

señala, creció a un ritmo del ocho por ciento anual década de los ochenta, y que

sin duda en este siglo XXI está en camino de transformarse en la mayor economía

del mundo: el peligro amarillo, así bautizado si mal no recuerdo, hace más de

cincuenta años, por el escritor y lingüista chino Lin Yutang.

No pienso dedicar mucho más espacio al libro de Samuel Huntington. Como

dije en un principio, si vale la pena hablar de él es porque cientos de miles de

lectores, probablemente millones, han creído —se les ha hecho creer— que en El

Choque de las Civilizaciones encontrarían una clara respuesta a sus interrogantes

sobre el 11 de septiembre del 2001.

No es así: se trata de un libro farragoso y denso, que revienta de estadísticas y

lugares comunes. Mi propósito, al hablar de él, es, sobre todo el de señalar los

grandes disparates que contiene, y que tanto distorsionan la realidad histórica. Es

evidente, por supuesto, que si a Huntington lo han leído millones de lectores, al

que esto escribe lo leerán, con suerte, algunos miles y no serán los mismos

lectores de Huntington. Pero con disuadir a esos cuantos miles —o a algunos

cientos— de la lectura de El Choque de las Civilizaciones, me doy por satisfecho.

También si esta reseña despierta su curiosidad y se animan a constatar por sí

mismos algunas de sus bárbaras afirmaciones. Por ejemplo, una más de tantas:

«Los occidentales se han opuesto permanente y abrumadoramente a la

proliferación de armas nucleares, y apoyado —en todo el mundo— la democracia

y los derechos humanos».

Tanto en general, como en lo que se refiere al conflicto entre Occidente y el

Islam, Huntington tiene unos cuantos aciertos. Entre los primeros, algunos que

podemos aplicar en defensa de la occidentalidad latinoamericana. Por ejemplo,

dice Huntington que las personas tienen niveles diferentes de identidad. Así, una

persona nacida en Roma, puede definirse como romana, italiana, católica,

cristiana, europea y occidental. Lo mismo se puede decir —digo yo— del nacido

en Buenos Aires, que primero es bonaerense y argentino y después católico, judío

Filosofía a debate, #2, enero 2017

~ 17 ~

o ateo, pero definitivamente latinoamericano y occidental. Y —en muchas

ocasiones— casi tan italiano como el nacido en Roma o el hijo de italianos que

creció en el Bronx.

En otra parte de su libro, Huntington afirma que aquellos que creen que la

internacionalización de los hábitos de consumo occidentales —léase

norteamericanos— está contribuyendo a crear una civilización universal, están

equivocados: «la esencia de la civilización occidental es la Carta Magna —así

llamado el pacto del Rey Juan de Inglaterra y sus barones en el cual el monarca

garantizaba ciertas libertades al pueblo inglés, y que es considerado como el

germen de los derechos del hombre— y no el Big Mac —the Magna Carta, not the

Magna Mac—» y ejemplifica: «en alguna parte del mundo islámico, media docena

de jóvenes, vestidos con blue jeans, que beben Coca Cola y escuchan rap, bien

pueden estar planeando cómo hacer explotar un avión norteamericano de

pasajeros». Tiene razón el profesor, y es por eso que, no por el hecho de que a

los mexicanos les gusten los hot-dogs, los Levi´s y el hard-rock, se estén

volviendo norteamericanos: simplemente, siguen las tendencias culturales —

culturales en el sentido más lato y pedestre de la expresión— del mundo

occidental en el que viven, o son arrastrados por ellas. Huntington se sorprendería

mucho si supiera que la Coca Cola es usada, por algunas comunidades indígenas

mexicanas, como una bebida sagrada en sus rituales religiosos.

Señala Huntington por otra parte un hecho que, no por obvio, deja de tener una

importancia fundamental: las grandes ideologías políticas del siglo XX, entre ellas

el liberalismo, el anarquismo, el socialismo, el comunismo, la social-democracia, y

el fascismo —aunque a mí no me queda claro que todas ellas sean en verdad

«ideologías»—, han sido producto de la civilización europea, y en cambio, el

Occidente, afirma Huntington, nunca ha generado una religión mayor. Esta es la

verdad a medias, que sería necesario matizar, porque el Profesor pasa por alto

que durante el siglo I el cristianismo había sido ya predicado en casi todos los

países del Imperio Romano, cuyos territorios en África y Asia Menor —Mauritania,

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Numidia, Cirenaica, Egipto, la Arabia Pétrea, Capadocia y Asiria entre otros— eran

mucho menos extensos que sus dominios en lo que hoy día es buena parte de las

Europas del Este y del Oeste —la Hispania Citerior, Lusitania, Hibernia, Britania,

Iliria, Tracia, Macedonia, etcétera— que fue donde prendió y prosperó como en

ninguna otra parte del mundo de aquel entonces la semilla del cristianismo. En

otras palabras, las raíces del cristianismo no fueron occidentales —sus cimientos

no han dejado de ser los mismos: el Antiguo Testamento, producto de la

civilización judía—, pero fue Roma la que a fin de cuentas, y a pesar de su deseo

inicial de exterminarlo, nutrió al cristianismo y le dio alas.

Conviene recordar lo que, sobre los primeros tiempos del cristianismo en

Palestina nos dice Iser Guinzburg en su libro El Talmud, en el sentido de que los

primeros cristianos, o sea los judeocristianos, nunca creyeron en el origen divino

de Jesús, y que fueron los paganos cristianizados los primeros en considerarlo hijo

de Dios. Saulo de Tarso —San Pablo— y otros judeocristianos, comenzaron a

propalar el Evangelio en los pueblos circundantes a Palestina, contrariando los

deseos de Jesús, quien afirmó que sólo había sido enviado para el pueblo judío.

Más tarde, el elemento pagano triunfó sobre la doctrina original y el cristianismo se

disgregó totalmente del judaísmo. Lo que con esto nos indica el profesor

Guinzburg, es que el cristianismo pasó a ser propiedad de Occidente. Yo

agregaría que, con este avatar, y la consolidación de la creencia en la Santísima

Trinidad, la Mariolatría y la veneración de docenas, cientos de Santos, el

cristianismo perdió su carácter estrictamente monoteísta. El protestantismo intentó

corregir esta anomalía, pero como sabemos, su éxito fue parcial: todavía hay

muchos millones de católicos en el mundo que veneran con más entusiasmo a las

vírgenes locales —en México la de Guadalupe, por ejemplo— o a los santos de su

devoción, que al propio Dios Padre.

Pero volvamos con el señor Huntington: no abundan, sin embargo, los

norteamericanos con la lucidez suficiente como para reconocer, como lo hace el

Profesor, que «Occidente no ganó al mundo por la superioridad de sus ideas, sus

valores o su religión, sino por su superioridad en aplicar la violencia organizada.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Con frecuencia, esto lo olvidan los occidentales. Los no occidentales nunca lo

olvidan». Por otra parte nos recuerda algunas verdades que no por obvias, dejan

de ser incómodas, por decir lo menos: Occidente —léase Estados Unidos y

Europa— es la única civilización que tiene intereses sustanciales en todas las

otras civilizaciones y regiones del mundo, así como el poder de influir en su

política, su economía y su seguridad, entre otras cosas porque es dueño —y

maneja— del sistema bancario internacional, domina los mercados internacionales

del capital, y tiene la supremacía en la investigación científica y de tecnología de

punta, así como en el acceso al espacio, las comunicaciones internacionales y la

industria armamentista más avanzada. A esto se agrega, dice Huntington, que el

fracaso rotundo del comunismo le hizo creer a Occidente que su liberalismo

democrático era un sistema válido universalmente, y que pronto consolidaría su

triunfo en todo el planeta.

Y, en lo que se refiere a los choques del futuro —de los que sin duda tuvimos

ya un vislumbre cegador el 11 de septiembre de 2001—, Huntington asegura que

los encuentros más peligrosos se derivarán, muy probablemente, de la

«interacción de la arrogancia occidental, la intolerancia islámica y la determinación

de China por imponer su hegemonía». De paso, nos proporciona un dato que

habla por sí solo: de acuerdo al Departamento de Defensa de Estados Unidos,

entre 1980 y 1995 —recordemos que el libro fue publicado en 1997— los

norteamericanos realizaron 17 intervenciones militares en el Medio Oriente, todas

contra musulmanes.

No conozco el número de intervenciones realizadas por Estados Unidos en el

Medio Oriente desde ese año de 1995, pero todos estamos al tanto de la última, la

intervención en Irak, que tanto dolor y miseria innecesarios ha causado.

Me gustaría terminar repitiendo unas palabras del propio Huntington, apenas

mencionadas hace unos cuantos párrafos, no sin hacer hincapié en que se trata

de lo dicho por un catedrático norteamericano: «Occidente no ganó al mundo por

la superioridad de sus ideas, sus valores o su religión, sino por su superioridad en

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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aplicar la violencia organizada. Con frecuencia, esto lo olvidan los occidentales.

Los no occidentales nunca lo olvidan».

Guadalajara, Jalisco, mayo del 2003.

Te recomendamos visitar la página web de la

Comisión Teaching of Philosophy de la Federación

Internacional de Sociedades de Filosofía (FISP).

http://teachingphilosophy-fisp.org/index.php/en/

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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CAMPAÑA #LaFilosofíaSirve

La etiqueta #LaFilosofíaSirve forma parte de la estrategia de divulgación que lleva

a cabo el Observatorio Filosófico de México (OFM) y el Centro de documentación

en filosofía latinoamericana e ibérica (CEFILIBE) dentro de redes sociales. Para

ello, se solicitó a profesores, maestros, investigadores y colegas que expresaran

en unas cuantas palabras lo que piensan sobre la relación de la filosofía con la

sociedad, así en general: con la vida humana, con la educación, la cultura y la

política. El resultado de ello, el lector atento podrá darse cuenta, es una serie de

enunciados que muestra no sólo la necesidad de que la filosofía tenga mayor

presencia e incidencia en la sociedad sino su valor e importancia por sí misma.

Si desea participar en ella, síganos en Twitter y mande su comentario a

@Cefi1995 o en Facebook a @CEFILIBE. #LaFilosofíaSirve no tiene punto final,

¿usted qué dice al respecto? A continuación les compartimos algunos de los

comentarios recibidos:

#LaFilosofíaSirve para despertar la conciencia crítica de la gente (Gabriel

Vargas Lozano).

#LaFilosofíaSirve para vivir una vida significativa (Patricia Becerra).

#LaFilosofíaSirve para reflexionar en cómo llevo el rumbo de mi vida, y cómo el

ser humano puede alcanzar tan altos planteamientos acerca de esto (Rosa Adela

Mendoza Cano).

#LaFilosofíaSirve para no ser siervo de ningún poder (Antonio Campillo).

#LaFilosofíaSirve como forjadora de seres humanos felices (Victoria Carrasco).

#LaFilosofíaSirve para formar personas más humanas (Rosa María Rodríguez).

#LaFilosofíaSirve para examinar las bases de mis creencias y las de mi

sociedad (René Vázquez García).

#LaFilosofíaSirve para saber dónde se tienen plantados los pies (Jorge

Ordóñez Burgos).

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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#LaFilosofíaSirve para construir un mundo humanamente habitable (Roberto

Espinosa).

#LaFilosofíaSirve para reflexionar (re-capacitar, re-pensar, meditar, preguntar,

pensar) el mundo presente… (Jorge Olmos Torres).

#LaFilosofíaSirve para reflexionar sobre los problemas fundamentales de

nuestra existencia y de ese modo encontrar una forma de vida auténtica (Víctor

Ignacio Coronel Piña).

#LaFilosofíaSirve para desarrollar el pensamiento crítico (Sylvia Jaime).

#LaFilosofíaSirve Potencia la inteligencia para plantear alternativas en los

procesos de transformación de la realidad (Alberto Saladino García).

#LaFilosofíaSirve para demoler el

desencanto, la amargura y la indiferencia

(Eduardo Sarmiento).

#LaFilosofíaSirve Para crear cada

momento (Paulina Ramírez).

#LaFilosofíaSirve Porque ayuda a la

adaptación de las circunstancias de la

propia vida (Ceci Bravo Gutiérrez).

#LaFilosofíaSirve para darle un

sentido al sinsentido de nuestra sociedad

contemporánea (Ángel Alonso Salas).

#LaFilosofíaSirve para anteponer la

razón a la cerrazón de nuestros

gobernantes (Héctor Eduardo Luna).

#LaFilosofíaSirve para transformar el

mundo (Mabel Dámaris).

#LaFilosofíaSirve para cuestionarse a sí mismo (Ángel Alonso).

#LaFilosofíaSirve para ser una mejor persona (Wilbert Tapia).

#LaFilosofíaSirve para comprender que todas las vidas importan, ninguna vale

más que otra. Nadie más debe morir por esta guerra (Lilibeth Cortés Mora).

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA FILÓSOFAS, FILÓSOFOS Y PENSADORES DE

MÉXICO

Por. Mtra. Iyazú Cosío Ramírez

En el marco de la XVI Feria Internacional de Libro del Zócalo, que año con año

recibe miles de visitantes para entrar en contacto directo con el trabajo de las

editoriales, se presentó la exposición fotográfica FILÓSOFAS, FILÓSOFOS Y

PENSADORES DE MÉXICO. Por primera vez en la historia de este evento que

funge como escenario de múltiples manifestaciones culturales relacionadas con la

expresión de la palabra oral y escrita, se abrió un espacio dedicado a la filosofía.

Este proyecto se suma a otras actividades impulsadas por diversas

asociaciones filosóficas y realizadas con apoyo de la Secretaría de Cultura, que

han sido pensadas con la finalidad de tender puentes que nos permitan acercar la

filosofía a la gente y acortar la distancia que los separa.

Bajo la idea de que la filosofía es un derecho de todos, se busca acercar al

público al quehacer filosófico que se ha desarrollado en México, para reconocerlo

no sólo como una faena intelectual, aislada e individual que, desvinculada de la

sociedad, realiza sus tareas, sino como una labor teórica y práctica; una actividad

Vista de la exposición instalada en el patio del edificio F, en la UAM-Iztapalapa

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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reflexiva y herramienta crítica, que permite abordar los problemas que enfrenta

nuestra sociedad y trazar posibles soluciones. La intención es mostrar que la

filosofía ha sido fundamental en la creación, consolidación y transformación de las

instituciones políticas, sociales y educativas mexicanas, por ser un saber que se

entreteje con diferentes disciplinas para dar forma a nuestras diversas identidades

y así responder a nuestras inquietudes como individuos y como sociedad.

Así, colocada en el corazón de la ciudad, la exposición ofreció un recorrido

breve por el quehacer filosófico en la historia de México, desde la Colonia hasta la

época actual, con el fin de mostrar cómo la filosofía incide en nuestra sociedad de

diversos modos. Para ello, se realizó una selección de más de cien pensadores y

pensadoras que han dedicado parte de su vida y obra a esta encomiable tarea. No

obstante, por razones de espacio, la lista tuvo que reducirse considerablemente

para poder presentar de manera sintética las aportaciones de la filosofía emanada

de nuestro país, hasta lograr un pequeño compendio distribuido en 29 mamparas,

que condensan el pensamiento, los nombres y algunas iconografías de sus

principales representantes, expuesta del modo siguiente:

Introducción: FILÓSOFAS, FILÓSOFOS Y PENSADORES DE MÉXICO.

Vista de la exposición durante su Inauguración en el marco de la XVI Feria del Libro del Zócalo.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Primer bloque: DEFENSA DEL INDIO DESDE SIGLO XVI; FILOSOFÍA EN LA

COLONIA; FILOSOFÍA EN EL MÉXICO INDEPENDIENTE; EL POSITIVISMO;

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEXICANA.

Segundo bloque orientado hacia siglo XX: FUNDACIÓN DE LA UNIVERSIDAD

DE MÉXICO; ATENEO DE LA JUVENTUD; FILOSOFÍA EN EL MÉXICO

POSREVOLUCIONARIO; FILOSOFÍA DEL Y DE LO MEXICANO; GRUPO

HIPERIÓN; FILOSOFÍA, PSICOANÁLISIS Y CULTURA; EL EXILIO ESPAÑOL

DEL 39; LABOR CULTURAL DEL EXILIO ESPAÑOL; EL HISTORICISMO;

FILOSOFÍA DE LA CIENCIA, HISTORIA DE LA CIENCIA Y LÓGICA; FILOSOFÍA

LATINOAMERICANA; FILOSOFÍA EN NUESTROS PUEBLOS ORIGINARIOS;

FILOSOFÍA Y FEMINISMO; FILOSOFÍA DEL PENSAMIENTO SOCIAL;

FILOSOFÍA DEL DERECHO; EL NEOKANTISMO; FILOSOFÍA Y MARXISMO;

FILOSOFÍA DE LA PRAXIS, ESTÉTICA Y ÉTICA; FILOSOFÍA, ÉTICA Y

DEMOCRACIA; FILOSOFÍA DEL LENGUAJE; INSTITUCIONES, ASOCIACIONES

Y REVISTAS; FILOSOFÍA HOY.

Con la intención de continuar con la divulgación de la filosofía, la exposición se

instaló en el edificio F de la UAM-IZTAPALAPA del 24 de noviembre al 9 de

diciembre. En este año 2017, se llevará a otras universidades para darla a conocer

Público durante la exposición en el corazón de la Ciudad de México.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

~ 26 ~

entre los estudiantes y profesores, también se busca que visite otros espacios

públicos con la intención de que un sector más amplio de la sociedad pueda

acercarse a la exposición y, finalmente, se exhibirá en el Senado de la República

con el fin de sensibilizar a las autoridades sobre la relevancia de la filosofía en la

educación, la cultura y la construcción de nuestro país.

Si te interesa hacer un recorrido virtual, ingresa a la siguiente dirección:

https://www.youtube.com/watch?v=1-5lP7q6WhE

FILÓSOFAS, FILÓSOFOS Y PENSADORES DE MÉXICO estuvo a cargo del

“Centro de documentación en filosofía latinoamericana e ibérica” (CEFILIBE) de la

Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa, coordinada por el Mtro.

Gabriel Vargas Lozano, Mtro. Eduardo Sarmiento Gutiérrez y Mtra. Iyazú Cosío

Ramírez, con la participación de César de Rosas Ramírez, Lic. Guillermo Martínez

Gutiérrez, Lic. Christian Javier Castro Martínez y Laura Ivette Zertuche Leyva.

Contó con la colaboración de Proyectos Especiales de la Secretaría de Cultura de

la Ciudad de México bajo la dirección de la Lic. María Cortina Icaza. Digitalización

de imágenes: Iván Galíndez y José Jiménez. Diseño gráfico: Vicente Rojo Cama.

Público durante el recorrido guiado por el Mtro. Gabriel Vargas Lozano en la UAM-Iztapalapa.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Te recomendamos visitar la página web de la

Enciclopedia Electrónica de la Filosofía Mexicana:

http://dcsh.izt.uam.mx/cen_doc/cefilibe/index.php/enciclopedia

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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POR LA INCORPORACIÓN DE LA FILOSOFÍA EN LA CONSTITUCIÓN

DE LA CIUDAD DE MÉXICO

A LOS DIPUTADOS CONSTITUYENTES DE LA CIUDAD DE MÉXICO.

A LA OPINIÓN PÚBLICA:

La Ciudad de México se apresta, por primera vez en su historia, a

conformar su constitución política. Se trata de una situación extraordinaria en

virtud de que es la última región del país que no tiene un instrumento rector propio.

En el documento que redactarán los diputados constituyentes, se presenta la

oportunidad de mantener los avances que se han adoptado en sus reglamentos

y que son producto de las múltiples luchas que se han efectuado en esta

ciudad capital de la República a favor de la justicia pero también una buena

oportunidad para incorporar innovaciones que permitan una mejor formación de

los ciudadanos, que redunde en una sociedad en donde impere la justicia y

una auténtica democracia.

Es por esta razón que consideramos que la filosofía debe ser la base

fundamental de una educación de los habitantes tanto en su expresión escolar

o académica como en la extraacadémica.

Proponemos, entonces, una filosofía pública que no renuncia a promover la

investigación original y de alto nivel; pero que tampoco lo hace al incorporarse en

la formación cultural y educativa de todos los habitantes y en todos los ámbitos de

su actividad. En este sentido, coincidimos con la posición adoptada desde

hace tiempo por parte de la comunidad científica nacional al considerar que la

enseñanza de la ciencia (y en nuestro caso de la filosofía) no sólo es posible, sino

que además implica un beneficio para la sociedad en su conjunto.

La filosofía, o mejor dicho, “la reflexión filosófica” enseñada a los niños

desde su más tierna edad mediante metodologías que han sido probadas en

el ámbito nacional e internacional, constituye un antídoto en contra de diversas

formas de violencia, racismo, desigualdad y discriminación que afectan a

nuestra sociedad y que deben ser objeto de reflexión racional para buscar una

mejor convivencia. La filosofía permite al adolescente comprender mejor la crisis

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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natural del paso de una etapa a otra; adquirir una conciencia de sí mismo y ubicar

adecuadamente los difíciles dilemas que implica la existencia.

Mediante la enseñanza de la filosofía, los niños, los jóvenes y los adultos

podrán lograr a través de un pensamiento lógico y el ejercicio del diálogo, una

mayor tolerancia frente a formas diferentes de pensar y actuar.

La filosofía no puede ser, en modo alguno, adoctrinamiento, sino un apoyo

importante para que el individuo pueda tener claridad con respecto de las

alternativas que tiene frente a los problemas individuales y sociales que le afectan.

La filosofía tiene, como núcleo esencial, la racionalidad. Sus diversas

disciplinas: ética, estética, lógica, ontología, teoría del conocimiento, las

filosofías de la ciencia, de la historia, de la política, del lenguaje, la filosofía

práctica y otras más) permiten a las personas comprender mejor tanto las

causas como las consecuencias de las revoluciones que están cambiando al

mundo como lo son la digital o la genética que están provocando una serie de

problemas que están siendo abordados por la bioética. Pero la situación no se

queda allí ya que, en forma cotidiana, el ciudadano se encuentra con un conjunto

de temas que implican la relación entre ética y política.

La educación filosófica debe ser el complemento necesario de una

educación científica.

Como se sabe, la investigación científica nos permite un conocimiento

básico y fundamental del funcionamiento del ser humano, de la naturaleza y

de la sociedad, sin embargo, la filosofía, entre otros cometidos, nos permite

reflexionar sobre los valores que se encuentran en el centro de la acción

humana. No basta conocer cómo funcionan las cosas, se requiere también

adoptar la mejor decisión sobre los problemas que enfrentamos.

A título de ejemplo diríamos: podemos saber con precisión científica qué es el

aborto, la muerte asistida, la clonación, las alteraciones genéticas; pero es el

individuo quien tomará sus decisiones de acuerdo a valores, y uno de los

cometidos principales de la filosofía es reflexionar sobre los valores y los

disvalores que rigen la conducta humana.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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La filosofía, bien enseñada, permitirá combatir y eliminar las ideologías

nocivas que afectan, por desgracia, a los ciudadanos de nuestro país y nuestra

ciudad. De igual forma, permitirá eliminar falacias que se propagan con enorme

intensidad. Una de ellas es, por ejemplo, la de que en nuestro país (y en general,

en los países latinoamericanos) sólo se requieren técnicos y no filósofos. La

primera parte de la frase es correcta: requerimos técnicos, ¡sí!, pero

técnicos que tengan una sólida formación lógica, ética, estética y humanista,

la cual solo puede ser proporcionada por la enseñanza de la filosofía. Técnicos

que conozcan con precisión cuáles son las consecuencias positivas y

negativas de las revoluciones tecnológicas actuales.

La filosofía también es necesaria para normar la educación de un país.

No es posible reducir la educación a una mera instrucción mediante la cual el

individuo se prepara para la “globalización”. Bajo este pretexto, completamente

injustificado, el gobierno eliminó de un plumazo las disciplinas filosóficas que

formaban parte de la Educación Media Superior en 2008. Afortunadamente, la

comunidad filosófica con el apoyo de las comunidades científica y cultural

pudieron revertir la medida, sin embargo, la amenaza se encuentra presente

como una tendencia internacional. La filosofía permite definir qué país queremos,

en dónde estamos situados y hacia dónde nos dirigimos. La educación, con el

apoyo de la filosofía, podrá ayudar a conformar una concepción sobre el tipo

de ciudadanos que queremos formar: un ciudadano consciente y crítico que base

su conducta en valores como la equidad, justicia, democracia y defensa de los

derechos humanos. Un ciudadano, además, formado en la defensa de los mejores

valores de las culturas originarias como son el apego a la comunidad, la

solidaridad y la comunión con la naturaleza, entre otros.

Estamos en otros tiempos, tiempos en donde la propia Constitución Política de

los Estados Unidos Mexicanos maduró hasta poseer, en esa llamarada de

esperanza, la tutela de los derechos humanos. Eminentemente, los derechos

humanos son una emanación del colosal esfuerzo humano por regularse con un

comportamiento ético.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Por todo lo anterior, en el capítulo en donde se establezcan las

características de la educación para la Ciudad de México, que no pueden ser

menos que las consagradas en el artículo tercero de la Constitución de los

Estados Unidos Mexicanos, proponemos agregar lo siguiente:

“La educación formal e informal de los habitantes de la Ciudad de México,

deberá tener un alto contenido filosófico que propicie una conciencia en todas las

personas sobre su lugar en la sociedad, adoptando una actitud crítica, solidaria,

humanista y un compromiso con las mejores causas de la Ciudad, del país y del

mundo”.

Quienes suscribimos este documento, pertenecientes a la comunidad filosófica

nacional, los convoca a ustedes a implementar una educación en la Ciudad

capital con un núcleo, un espacio y un tiempo de enseñanza de la filosofía,

impartida necesariamente por profesores de filosofía y/o personas preparadas

debidamente en nuestra disciplina, ya que, como se sabe, su enseñanza por

personas no preparadas ha constituido una de las causas de la profunda

distorsión del significado y sentido de la filosofía.

Diputados Constituyentes: la filosofía es un derecho de los ciudadanos.

Ustedes tienen la oportunidad de aprobar un instrumento legal que sea una

traducción de legitimidad a través del cual los ciudadanos deberán encontrarse

a sí mismos. El camino que llevará a ese encuentro es la dignidad, la

justicia y la responsabilidad todos los elementos del pensamiento, inserto en

el inmenso esfuerzo por lograr una sociedad más justa y, por tanto, más equitativa

y democrática.

M.F. Gabriel Vargas Lozano (Profesor-investigador de la UAM-I y Observatorio

Filosófico de México, OFM); Dra. María del Carmen Rovira (Directora del

Seminario de filosofía mexicana de la Fac. de F y L. UNAM); Dr. Ambrosio

Velasco Gómez (Presidente de la Asociación Filosófica de México); Dra. Juana

Juárez Romero (Directora de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de

la UAM-I); Dra. Virginia Aspe Armella (Profesora-investigadora de la Universidad

Panamericana); Dr. Guillermo Hurtado (Instituto de Investigaciones Filosóficas de

Filosofía a debate, #2, enero 2017

~ 32 ~

la UNAM. Exdirector); Dra. María Estela Báez-Villaseñor (Jefa del Departamento

de filosofía de la UAM-I); Dr. Jorge Rendón Alarcón (Coordinador de la

Licenciatura en filosofía de la UAM-I); Dra. Valeria López Vela (Profesora-

investigadora de la Universidad Anáhuac); Dr. Gustavo Leyva (Profesor-

investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I); Dr. José Alfredo Torres

(Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y OFM); Dra. Miriam

Madureira (Profesora-investigadora de la UAM Cuajimalpa); Raúl Berdejo (Asesor

Senado de la República); Dr. Guillermo Jorge Silva Martínez (ENP3 - UNAM y

Secretario del Círculo Mexicano de profesores de filosofía, A.C.); Dr. Miguel

Romero Griego; Lic. Francisco Javier Concha Leal (Presidente de Ixtli

AMPFEMS); Lic. Ausencio Pérez Olvera (IEMS. Ex Presidente de Ixtli

AMPFEMS); Dra. Carmen Trueba Atienza (Depto., de Filosofía de la UAM-I);

M.F. Eduardo Sarmiento (Centro de documentación en filosofía latinoamericana e

ibérica de la UAM-I y OFM); Dr. Ángel Alonso Salas (CCH Azcapotzalco); Dra.

Shirley Florencia de la Campa (Profesora-investigadora del IEMS-DF); Mtro.

Miguel Eduardo Morales Lizárraga (Profesor de derechos humanos del posgrado

en Derecho de la UNAM); M.F. Luis Aarón Patiño Palafox (Fac. de F y L. UNAM);

Lic. Monserrat Ríos Reyes (CEFIME); Lic. Héctor Eduardo Luna López (CEFIME);

Lic. Iris Yadel Chávez Romero (CEFIME); Luz María León Contreras (CEFIME);

Lic. Moisés Rodríguez Rosales (CEFIME); Lic. Zita Mendoza Santiago (Jefatura de

la academia de filosofía. Colegio de Bachilleres. Plantel 18); Lic. Alfonso Vázquez

Salazar (Fac. de F y L. UNAM); Lic. Virginia Sánchez Rivera (CCH Vallejo.

UNAM); Dr. Victórico Muñoz Rosales (Fac. de F y L, UNAM); M.F. Francisco

Camacho (Universidad Iberoamericana); Dr. Renato Huarte Cuéllar (Fac. de F y L,

UNAM); Dr. Leonel Toledo Marín (UACM); Antonio Meza (Ex director de la

Preparatoria 2 y ex secretario Académico de la ENP, UNAM); Dr. Roberto Mora

Martínez (CIALC, UNAM); Mtra. Dora Isabel Toro Castro (Liceo Emperadores

Aztecas); Miguel Ortiz Morales (FFyL, UNAM); M.F. Karla Romero Uscanga

(IEMS); M. en E. Alfredo Macías Narro (CoSDAc); M.F Iyazú Cosío Ramírez.

(UAM-I); M.F Pedro Corzo Corea (IEMS DF);

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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ADHESIONES DE LOS ESTADOS:

Puebla: Dr. Roberto Hernández Oramas. (Fac. de F y L. BUAP); Dra. María del

Carmen García (Centro de estudios de género. Fac. de F y L. BUAP); Dra. Célida

Godina Herrera (Presidenta de la Fundación Atenea, A.C.); Dr. Jesús Rodolfo

Santander Iracheta (Fac. de F y L. BUAP). Guerrero: Dr. Ramón Espinosa (Unidad

de filosofía de la UAG). Morelos: M.F. Lucía Agraz (Presidenta de Juventud

Utopía, A.C. OF de Morelos); L.F. Guadalupe Estefanía Agraz Rubín (OF.MOR/

Instituto sapientia). Estado de México: Dr. Manuel Velázquez (UAEM): Dr. Alberto

Saladino García. (Fac. Humanidades de la UAEM); Dr. Juan Monroy (Fac. de

Humanidades de la UAEM); Prof. Josue Manzano Alzate (Fac. Humanidades de la

UAEM); Prof. Oscar Álvarez Zaragoza (Fac. Humanidades de la UAEM); Profa.

Hilda Naesscus (Fac. Huamanidades de la UAEM); Prof. Eloy Sánchez Cárdenas

(Fac. Humanidades de la UAEM); Profa. María Teresa López D. (Fac.

Humanidades de la UAEM). Oaxaca: L.F. Ignacio Castellanos Balderas (UPN

Unidad 201, Oaxaca). Nuevo León: MF. Sylvia Jaime Garza (UANL); Sinaloa: MF.

Juan Carlos Ayala Barrón. Baja California Sur: MF. Magda Dinorah Valdez Ceceña

(UABCS).

Filosofía a debate, #2, enero 2017

~ 34 ~

DECLARACIÓN DEL OBSERVATORIO FILOSÓFICO DE MÉXICO EN EL DÍA

MUNDIAL DE LA FILOSOFÍA

17 de noviembre de 2016

La importancia de una disciplina como la filosofía adquiere dimensión

extraordinaria en un mundo dominado por un sistema cuyo leitmotiv es el

economicismo y el utilitarismo. En este sistema, la educación privilegia la

racionalidad empresarial, el mercado, la competitividad extrema, el individualismo

posesivo; la esfera en la que se realizan las negociaciones políticas y una

ingeniería social basada en la ganancia y la ventaja. Ninguna capa de la

topografía social ha escapado a la influencia del neoliberalismo en la época

contemporánea.

El principio de la disponibilidad infinita de recursos para el mercado en beneficio

de un grupo dominante en la esfera mundial y nacional, pretende que el planeta

debería estar a merced de los negocios. Sus efectos están a la vista: el deterioro

del medio ambiente (que solo será un asunto atendible, siempre y cuando no

afecte a las industrias que la producen o a la rentabilidad); la desaparición de

culturas autóctonas (que lo merecían por “su atraso”); la eliminación de la

educación humanista (porque no contribuye al consumo); la cancelación de

muchas oportunidades de vida para las generaciones jóvenes (porque se les

declara “incapaces”) y a pesar de todo esto, se sigue sosteniendo que la ganancia

es prioritaria para la obtención del éxito. Mientras tanto, la inequidad, la

polarización entre riqueza y pobreza, la violencia de género, la xenofobia, el

racismo, la emigración forzada y la discriminación de “las minorías” son

fenómenos ominosos que se manifiestan en el planeta y para los cuales la

estructura socioeconómica neoliberal carece de solución. Por el contrario, se

busca exacerbarlas.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Todo esto se ha volcado en contra de las humanidades y en particular en contra

de la educación filosófica. Los argumentos aducidos, explícitos o implícitos, son

elementales y fácilmente rebatibles. Se dice que la filosofía no es práctica pero se

entiende ésta en el sentido estrecho, ya que la filosofía es fundamental en la

educación de los ciudadanos y en la orientación de las sociedades. Simplemente,

sin Locke o John Stuart Mill no existiría el liberalismo e inclusive sin Friedrich Von

Hayek el neo-liberalismo, pero, sin la ilustración, los héroes de la independencia

latinoamericana no habrían tenido armas teóricas para sostenerla. En todas las

épocas, frente a situaciones de opresión, la filosofía ha abierto a los ciudadanos

horizontes de justicia.

La filosofía ha sido animada por un espíritu crítico que se ha traducido en

acciones y en formas de argumentación relacionadas con la política, la religión, la

moral, la economía, la educación y la pobreza (para mencionar solo algunos

rubros vitales). Estilos filosóficos sobre lo justo, lo honesto y las posibilidades del

ser humano para construir han sido creados a través de la historia. Se reconoce la

evolución y la revolución del mundo provocadas por Sócrates, Nietzsche, los

ilustrados franceses, Kant, Hegel, Marx, Russell, Sartre, Marcuse o Chomsky. En

nuestro país, Bartolomé de las Casas, Alonso de la Veracruz, Ignacio Ramírez,

Gabino Barreda, Justo Sierra, José Vasconcelos en su mejor época o Ezequiel A.

Chávez han sido ejemplos, entre muchos otros, de filósofos que han incidido en el

rumbo de nuestro destino histórico.

La razón del ataque en contra de la filosofía radica en que no está subordinada

al interés del mercado; tampoco está sujeta a las estrategias políticas de dominio,

aunque en algún momento hubieran sido utilizadas eliminando su carácter

liberador, pero también se opone a todo dogmatismo. En el espíritu de su

independencia, sin dejar de reflexionar sobre cuestiones técnicas y abstractas,

también ha sabido proyectar soluciones a los conflictos de la convivencia humana.

Es por ello que es combatida, ya que es un tipo de pensamiento absolutamente

necesario en los tiempos de crisis por los que atravesamos.

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Permítanos insistir: en México y en el mundo la filosofía está siendo acosada

por el sistema dominante en razón de su quehacer crítico. Se intenta suprimirla en

las escuelas, en la formación ciudadana, en los medios de comunicación. Pero la

filosofía persiste y persistirá porque es factor de esperanza. En su

desenvolvimiento están en germen respuestas a dificultades que tienen al mundo

pendiendo de un hilo. Tenemos que defenderla, difundirla sin generar confusiones

sobre su auténtico significado; investigarla teniendo presente los problemas que

afectan al conjunto de la sociedad y aplicando sus aportaciones para bien de la

justicia, el diálogo y el logro de una sociedad mejor.

OBSERVATORIO FILOSÓFICO DE MÉXICO

Gabriel Vargas Lozano (UAM-I y OFM). José Alfredo Torres (FFyL-UNAM y OFM).

Guillermo Hurtado (IIF-UNAM y OFM). Eduardo Sarmiento (CEFILIBE-UAM-I y

OFM). Roberto Hernández Oramas (BUAP y COAPEHUM). Alberto Saladino

García (Facultad de Humanidades, UAEM). Horacio Cerutti (FFyL-UNAM). Virginia

Aspe Armella (FFyL-UNAM). Rebeca Maldonado (FFyL-UNAM). Pedro Corzo

Corea (IEMS). Juan Monroy García (Facultad de Humanidades, UAEM). Olimpia

Yolanda Juárez Núñez (UAT). Walter Omar Kohan (Universidad del Estado de

Río de Janeiro). Virginia Sánchez Rivera. (Colegio de Ciencias y Humanidades,

plantel Vallejo, UNAM). Ma. Guadalupe Estefania Agraz Rubin (Co-directora y

fundadora OFMor; UAEM; Instituto Sapientia). Carmen Trueba (UAM-I). Homero

Martínez Salazar. (Profr. jubilado del Colegio de Bachilleres). Guillermo Cortés

Rojas (Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía). Enric Català i Raya

(Universidad de Girona). Isaías Palacios Contreras (FFyL-UNAM). Mtra. Teresa

Sevilla Zapata (Universidad Iberoamericana Puebla). Yolanda Siguero Hernández

(Profesora de Filosofía, Valencia, España). David Sumiacher D'Angelo (CECAPFI).

Francisco Javier Concha Leal (Colegio de Bachilleres y Voca 10, IPN). Ausencio

Pérez Olvera (IXTLI). Francisco Javier García Moreno (Presidente de la

Asociación Andaluza de Filosofía). Esteban Rafael Ruiz Muñoz. (Academia de

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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Filosofía. Universidad Autónoma Chapingo). María de los Ángeles Galván Portillo

(UPN 141, Unidad Guadalajara). Ángel del Moral (UAA).

Comentarios:

Aunque la filosofía debe interactuar con todas las esferas de la actividad social,

considero que debe hacerlo principalmente en aquellas donde inciden los

problemas más graves de nuestro país, como la política, ética, económica,

jurídica, etc. Debe verse a la filosofía como búsqueda de solución a nuestros

mayores problemas y no temer a involucrarse en la lucha social más allá del papel

meramente teórico. La filosofía será una práctica de vida o no será. (Homero

Martínez Salazar)

Además de suscribir la Declaración me permito comentar que habría que señalar

que la apología del delito en canciones y series televisivas, el fomento del miedo,

el terror y la inseguridad como políticas de Estado se combaten pensando,

actuando, transformando lo que es posible gracias a la Filosofía como práctica

educativa. (Guillermo Cortés Rojas)

Filosofía a debate, #2, enero 2017

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PROTESTA POR AGRESIÓN A LA SENADORA ANA GUEVARA2

La Asociación Filosófica de México, El Observatorio Filosófico de México y el

posgrado en humanidades (filosofía moral y política) de la UAM-I condenan la

brutal y cobarde agresión contra la senadora Ana Gabriela Guevara, así como el

posterior hostigamiento que ha sufrido en las redes sociales, cuyos autores se

esconden tras el anonimato.

El ataque constituye una muestra más de la violencia contra las mujeres y, en

general, del clima de violencia generalizada que padece nuestro país.

Hacemos un enérgico llamado a las autoridades para que tanto este como otros

actos similares, así como los ataques realizados en las redes sociales, no queden

impunes.

Reconocemos la valentía y dignidad de la senadora en su lucha contra las

agresiones a las mujeres y exigimos que se ponga en marcha una campaña

permanente contra la violencia en todas sus manifestaciones.

Ambrosio Velasco (AFM), Gustavo Leyva (UAM-I), Gabriel Vargas Lozano, José

Alfredo Torres y Eduardo Sarmiento (OFM), Clemente Castañeda (AFG), José

Ramón Espinosa (UAG) y Lucía y Estefanía Agraz (OFM).

2 Publicada en el “Correo ilustrado” del periódico La Jornada, el 18 de diciembre de 2016. Versión en línea:

http://www.jornada.unam.mx/2016/12/18/correo