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PARA UNA HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFÍA MUSICAL EN VENEZUELA

Dr. Hugo J. Quintana M.

Profesor asociado de la Escuela de Artes

Profesor de la Maestría en Musicología latinoamericana

Universidad Central de Venezuela.

Agradezco a todos los concurrentes su presencia en esta jornada de hoy.

Es mi deseo que esta pequeña reflexión pueda aportar algo a quienes, desde el

Departamento de Música de la Escuela de Artes, desde la Maestría en Musicología

Latinoamericana y desde el Doctorado en Humanidades de la Universidad Central de

Venezuela, estamos empeñados en producir conocimientos en el área de las historias musicales

del subcontinente hispano.

PRESENCIA DE LA HISTORIOGRAFÍA MUSICAL DIECIOCHESCA EN LAS BIBLIOTECAS COLONIALES CARAQUEÑAS

Para entrar en materia, hemos de recordar a nuestra audiencia que, en occidente, la

historiografía musical especializada apenas tiene su origen en el siglo XVIII. Así podemos ver

que La Histoire de la musique et de ses effets, por Jacques Bonnet apareció en 1715; la

inconclusa Storia della musica, por el Padre Martini se comenzó a publicar a partir de 1757; la

Histoire générale, critique et philologique de la musique, por Charles Blainville, en 1767; la

General History of Music, por Burney, a partir de 1776; la General History of the science and

practice of music, por Howkins, en 1776 ; el Essai sur la musique ancienne et moderne, por La

Borde, en 1780 ; y el Allgemeine Geschichte der Musik, por Forkel, en 1788. Con todas estas

referencias y afirmaciones, desde luego, no se quiere decir que antes de dicho siglo no

existiesen textos con importantes y abundantes datos históricos sobre la música (eso se hace

desde la antigüedad), pero sería muy arriesgado afirmar que la idea fundamental que animó a

tales libros fue la de hacer una historia de la música en el sentido moderno.

Partiendo, pues, de la idea de que la historiografía musical apareció en el siglo XVIII,

pudiera sonar un poco fantasioso afirmar que en la Venezuela colonial circulaban con facilidad

textos de historia de la música. No obstante lo dicho, es apropiado advertir que entre las

principales bibliotecas coloniales privadas e institucionales que nos quedan en los archivos

capitalinos, hemos podido constatar la presencia de abundantes capítulos (y a veces tomos

enteros) destinados a recoger y narrar el curso histórico del arte de los sonidos, citando y

exponiendo con mucha frecuencia los comentarios que los primeros historiógrafos y críticos de

la música hicieron en sus respectivos tratados. Son ejemplo de ello las muchas páginas que se

dedican a la música en el Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, por Juan

Andrés (originalmente publicado con título homónimo pero en italiano), y el Lycée ou cours de

littérature ancienne et moderne, por J. F. Laharpe.

Como puede verse, los capítulos y a veces tomos enteros a los que se ha aludido, se

insertan en historias de la literatura, lo cual no debe ser soslayado; pero esto parecerá poca

cosa, si se tiene en cuenta que esas mismas historias literarias guardan en sus páginas crónicas

sobre la evolución de la matemática, la geometría, la mecánica, la náutica, etc., lo que parece

explicarse en el hecho de que lo que se entiende por historia de la literatura en la cultura

enciclopédica del siglo XVIII, es la historia de todo cuanto se escribió, no importando de qué se

trate. Por otra parte, el tema de los libretistas y libretos de la ópera, que es uno (no el único) de

los que más se tratan en estos textos, tiene sus vínculos naturales con el asunto literario, tal y

como lo entendemos hoy.

LA PROTOHISTORIA MUSICAL INDÍGENA Y LAS PRIMERAS NOTICIAS MUSICALES VENEZOLANAS EN LAS CRÓNICAS DE INDIAS

Dentro de los muchos textos que ocupaban espacios en las estanterías de las bibliotecas

coloniales, y en los cuales se destinan algunas páginas para hablar de la música, de su historia y

de su cultivo en sociedad, merecen –aunque sea una breve mención– las llamadas Crónicas de

Indias. Se trata, por supuesto, de textos nada especializados (nunca unas historias musicales),

pero que en su generalidad, están repletos de noticias musicales indígenas, españolas,

afroamericanas y criollas, las cuales encontraron difusión en América, una vez que fueron

publicados en la metrópolis española o en otra ciudad de Europa.

Dado el inmenso valor musicográfico de las Crónicas de Indias, es penoso tener que

reconocer que nuestras historias de la música se han hecho prescindiendo, casi por completo, de

los relatos de dichos cronistas. Desde esta perspectiva, consideramos un verdadero acierto el

trabajo titulado: Noticias musicales en los cronistas de la Venezuela de los siglos XVI-XVIII,

compilado por la profesora Mariantonia Palacios (2000).

LA HISTORIOGRAFÍA MUSICAL Y LOS PRIMEROSFRUTOS DE LA IMPRENTA

EN VENEZUELA

Tal y como pasó con la hemerografía caraqueña de la segunda mitad del siglo XIX, es

perfectamente posible que con la aparición de los primeros periódicos a principios del mismo

siglo, se abriera un nuevo espacio para el artículo de interés histórico musical; sin embargo, la

valoración musicográfica de aquellos primeros años de la prensa nacional no es cosa posible en

estos momentos, pues apenas estamos dando los primeros pasos hacia el levantamiento de una

ingente hemerografía musical que, a simple vista, luce sencillamente descomunal. Dadas estas

limitaciones epistemológicas tendremos que limitarnos a las publicaciones musicales de Tomás

Antero (nuestro primer impresor de música) aparecidas hacia el segundo cuarto del siglo XIX.

De allí salió, entro otros libros de música, un Método o estudio completo de solfeo para

enseñar el canto según el gusto moderno, escrito por M. M. Larrazábal (1834). Este curioso

texto cuenta, entre sus páginas preliminares, con un Discurso histórico acerca del origen y

progresos de la ciencia de la música, acaso nuestro primer ensayo de historia musical

occidental publicado en Venezuela. En sus ocho páginas (tal y como antes lo había hecho Juan

Andrés en su Historia de la literatura), el autor nos establece una panorámica de la evolución

de la teoría musical, desde la antigüedad griega hasta el siglo XVIII, incorporando los aportes

de Rameau, e incluso, Iriarte. Al final del Discurso incluye dos páginas más para “notas

subsidiarias”, las cuales son reveladoras de los autores que consultó M.M. Larrazábal para

escribir su ensayo; a saber: Atanasius Kirker, Montesquieu, Feijoo, Tosca, Rameau, Diderot,

D’Alembert, Bails, Lorente, etc. Se trataba, ni más ni menos, que de los mismos autores que se

conocieron durante el siglo XVIII en la Caracas colonial.

TESTIMONIOS DE LA MÚSICA VENEZOLANA EN LOS RELATOS DE VIAJEROS

DEL SIGLO XIX

Tal y como sucedió en el período colonial con las Crónicas de Indias, durante el siglo XIX

los relatos de viajeros se convertirán en uno de las principales espacios intelectuales no

especializados donde, sin embargo, se asienta la descripción de las costumbres musicales

venezolanas del período. Se trata de un contingente de relatos, tan amplio y tan diverso, que su

sola recopilación daría pie para la elaboración de una enorme base de datos, cosa que en efecto

se hizo con el trabajo de Vince de Benedittis, titulado precisamente, Presencia de la música en

los relatos de viajeros del siglo XIX (2002). Para los efectos de la presente exposición, bastará

con decir que, en términos generales, las crónicas de viajeros nos hablan, además de los

aspectos ya tratados en las Crónicas de Indias, de todo aquello que es más característico del

siglo XIX; esto es, todo lo atinente a la música de salón, al piano y a sus danzas (valses, polcas,

mazurcas, danzas, etc.).

Los relatos de viajeros también son portadores de todo lo relativo a la música “criolla” o de

los pueblos (la música no citadina), la cual hará su aparición en la literatura “venezolanista”

gracias a estos visitantes. En ello debió haber contribuido el hecho de que estos viajeros, ávidos

de recoger lo que les parecía exótico, se dedicaran a describir lo que al lugareño le parecía

obvio y, por lo tanto, indigno de sistematización intelectual. Finalmente habría igualmente que

decir que, en dichos relatos se alude también con mucha frecuencia a música militar y a las

bandas y retretas en las plazas públicas.

RAMÓN DE LA PLAZA Y LOS ORÍGENES DE LA INVESTIGACIÓN ESPECIALIZADA EN EL ÁREA DE LA HISTORIA DE LA MÚSICA VENEZOLANA

A pesar de su genérico título, los Ensayos sobre el arte en Venezuela, publicados por

Ramón de la Plaza en 1883, representa el nacimiento de la historiografía musical especializada

en el país. Su título, que invoca a la nación, tampoco fue razón para que, en su contenido, se

eludieran los temas de historia universal de las artes, primer capítulo de esa crónica. Ello

pareciera anunciar que –para el autor– la historia musical patria debía insertarse necesariamente

en la historia universal. Para ello se valió Ramón de la Plaza de una importante bibliografía

foránea, entre la que cabe destacar, desde el punto de vista musicológico, no sólo la Biografía

universal de la música, escrita por Fètis (cosa que comenta José Antonio Calcaño en la edición

facsímil del libro), sino también los estudios organológicos de Carlos Engel y los trabajos de

antigua música egipcia de Villoteau.

En lo que se refiere a la historia musical patria, enumera Ramón de la Plaza casi todos los

artistas que le antecedieron, desde la Colonia hasta el momento en que se escribió el libro.

Además de lo dicho, y como lo escribió Robert Stevenson en su momento (1980, p. 164),

también se dedicó, de forma pionera, a los temas americanos de perfil etno-musicológico y de

la cultura folk y popular, superando la Historia de la Música de Ritter que también se publicó

en Caracas, a través de las páginas de la revista quincenal Lira venezolana, contando a

Cristóbal L. Mendoza como traductor.

Para la elaboración de la parte de historia musical local, hay evidencia de que Ramón de la

Plaza usó fuentes testimoniales de quienes le fueron relativamente contemporáneos, además de

un respaldo bibliográfico y documental significativo, lo que revela su inquietud por hacerse de

un aparato crítico “relativamente” eficaz en el manejo de informaciones procedentes de la

tradición oral. Lamentablemente, no hay herramienta infalible y algunos errores –como los que

sabiamente detectó Calcaño– salieron a la luz pública. Nada de esto, sin embargo, descalifica el

valor auténticamente sustantivo de la obra de Ramón de la Plaza, cosa que ha quedado

confirmado con los años, en las constantes citas que, obligatoriamente, se hacen de ella.

LOS PRIMEROS HEREDEROS DE LOS ENSAYOS SOBRE EL ARTE EN VENEZUELA

El arte en Venezuela: como una muestra de la valoración que la intelectualidad de su

época le atribuyó a los Ensayos sobre el arte en Venezuela, en 1895 dicho texto fue incluido,

parcialmente, dentro del Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes, junto

con muchos otros anales de la cultura nacional, tales como la historia, la poesía, el teatro, la

oratoria, el derecho y la legislación, la imprenta, las ciencias médicas, naturales, las

matemáticas, etc. En el caso de las artes (pintura y música básicamente), la “Asociación” de

editores decidió tomar los Ensayos sobre el arte en Venezuela, reordenarlo y simplificarlo y, de

dicho resultado, salió el ensayo titulado El Arte en Venezuela. También agregó esta

“Asociación” algunos textos más (muy pocos), como por ejemplo una Memoria sobre los

signos de alteración de las notas..., por José Francisco Sánchez y un listado sobre los instru-

mentistas que se hallaban en Caracas para 1872.

Desde un punto de vista iconográfico, este ensayo del año 1895 superó al de 1883, puesto

que en aquél se insertaron un abultado número de fotograbados que no estaban en el original,

con lo cual se enriqueció la obra desde el punto de vista de la iconografía musical venezolana.

Desde el punto de vista de música anexa, la nueva versión sustrajo algunas partituras expuestas

en el original, pero agregó algunas piezas de salón que no estaban en la versión primera.

Finalmente se omitieron los capítulos generales sobre Las Bellas Artes, Estudios Indígenas y

Archivos y Teatros, con lo que la nueva versión se expuso notablemente reducida.

Compendio de historia musical: como lo declara su autor expresamente, el Compendio de

historia musical, por Jesús María Suárez (1909), es otro de los herederos de los Ensayos sobre

el arte en Venezuela, sobre todo en lo que tiene que ver con el desarrollo de la música en

nuestro país. Además, y como también fue costumbre establecida por Ramón de la Plaza, el

Compendio de historia musical precede la historia musical nacional, por una serie de capítulos

sobre la historia musical de occidente, sirviéndose para ello del Dictionnaire Lyrique, ou

Histoire des Opéras (1869), de Félix Clement, obra muy consultada en la época y todavía

ubicable en algunos estantes bibliotecológicos del País. Sin embargo, al compararlo con el libro

de Ramón de la Plaza, el compendio de Suárez revela también algunas diferencias importantes

dignas de mencionar. La primera de ella es de estilo, pues mientras la obra del General es, en

efecto, una agrupación de ensayos, el compendio de Suárez está más pensado como una crónica

comentada y articulada por capítulos. Estos capítulos están dispuestos, casi siempre, por el

principio de las nacionalidades, sean éstas antiguas o modernas. Entre las antiguas se

mencionan la nación hebrea, egipcia, persa, árabe, griega, romana, etc; y entre las modernas,

habla de la música en Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, Bélgica, Rusia y España. Dentro de

este contexto, destaca el capítulo de la música en América (México, Perú, Argentina, Chile y

Colombia), cosa de la que no se ocupó Ramón de la Plaza y, por lo tanto, una preocupación

muy particular de Suárez.

Otro rasgo estilístico digno de hacerse notar en el Compendio de historia musical, es la

unívoca construcción del discurso histórico a partir de la reseña biográfico-crítica de los

compositores pertenecientes a cada nación. Este rasgo, que también se hizo evidente en los

Ensayos sobre el arte en Venezuela, parece revelar un modo típico de proceder de parte de la

historiografía musical del período, acto que seguramente estaba muy vinculado a la concepción

positivista (en cuanto al enaltecimiento del líder) y al ejercicio de la historia del arte como

crítica, también característica de esta época y de años posteriores.

En cuanto al contenido, luce mucho al lector moderno el conocimiento que poseía Suárez

sobre los compositores e instrumentistas europeos que le fueron relativamente contemporáneos.

Son ejemplo de lo antes dicho los pequeños comentarios que se hacen sobre figuras como:

Verdi (1813-1901), Puccini (1858-1924), Marchetti (1831-1902), Mascagni (1863-1945),

Massenet (1842-1912), Marmontel (1816-1898), Dubois (1837-1924) y Richard Strauss (1864-

1949), etc.

Historia y teoría de la música elemental y superior (1916): el colombo-venezolano Camilo

Antonio Estévez y Gálvez es otro de los herederos declarados de los Ensayos sobre el arte en

Venezuela, a pesar de que su obra es prácticamente desconocida en Venezuela, incluso por los

historiadores de la música local.

Desde el un punto de vista estilístico representa este texto un paso significativo en la

modernización del discurso historiográfico-musical, toda vez que supera, en mejores términos

que sus antecesores, la retórica decimonónica establecida por Ramón de la Plaza, de quien, de

todas maneras y con toda justicia, se nutre.

En cuanto a su contenido, se parece en varios aspectos al Compendio de historia musical de

J. M. Suárez: ambos pretenden, en apretadísima síntesis, dar un panorama de la evolución

musical internacional y nacional; ambos tienen como punto de partida el mundo hebreo,

valiéndose para ello del relato bíblico; ambos exponen una panorámica de la música moderna,

estableciendo como estrategia la descripción por nacionalidades (la música en España, Francia,

Italia, Alemania, etc.); ambos suministran abundantes datos sobre músicos y teóricos que le

fueron contemporáneos, lo que revela de parte de ellos una respetable actualidad en cuestiones

del conocimiento musical; y ambos dedican la porción más importante de sus textos al tema de

la historia musical nacional.

En cuanto a sus diferencias, que las tienen, Estévez es mucho más parco que Suárez en lo

que concierne a la música antigua y medieval. Por el contrario, el colombiano destina un par de

capítulos al arte y a la música indígena, cosa que tomó del texto de Ramón de la Plaza. Por otra

parte, Suárez dedica un capítulo a las naciones americanas, cosa que no hace el colombiano. En

compensación, Estévez destina un espacio a la música en otros estados de Venezuela (Zulia,

Sucre, Táchira, Lara, Trujillo, Mérida y Carabobo), iniciativa inédita que revela de su parte, si

no un logro, por lo menos una importante preocupación, hoy todavía no emulada por la

musicología histórica moderna. Finalmente, ambos autores ofrecen al lector apéndices o

capítulos que exceden en parte la temática original de sus respectivos textos, pero cada uno lo

hace en ámbitos temáticos distintos: Suárez nos da una crónica de las temporadas de ópera en

Caracas; Estévez nos habla del origen de los instrumentos de la orquesta.

Para finalizar cabe destacar las referencias hechas por Estévez y Gálvez sobre historiadores

de la música tan emblemáticos como el español Mariano Soriano Fuertes (1817-1880), Martini

(1706-1784), Baini (biógrafo palestriniano que vivió entre 1775-1844) y los franceses Fétis y

Lovoix (1846-1897).

ESTUDIOS DISPERSOS SOBRE RESEÑAS BIOGRÁFICAS, COSTUMBRES,

ANÉCDOTAS Y FOLCLORE MUSICAL VENEZOLANO

Antes de terminar con los aportes que, en materia de historiografía musical se hicieron

durante el último cuarto del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX, quisiéramos dedicar

unas líneas de esta crónica a los estudios hechos sobre el costumbrismo, el anecdotario y sobre

las manifestaciones musicales del folklore venezolano. Se trata de una literatura algo dispersa

en la hemerografía y en la bibliografía de fines del siglo XIX y principios del XX, hecho éste

que ha dificultado su rescate, estudio y uso por parte de los historiadores y musicólogos

modernos. Aún así, es innegable que su contenido ha nutrido y puede seguir nutriendo a la

historiografía musical venezolana, cosa que impone, por lo menos, una breve alusión en esta

ponencia; destacamos entre ellos los siguientes trabajos: el relato sobre la primera taza de café

incluido en El agricultor venezolano, de José Antonio Díaz; los artículos de Manuel Landaeta

Rosales sobre los antiguos órganos, sobre los teatros de Caracas, sobre José Luis Landaeta y

sobre José Ángel Lamas, publicados en diversos medios; las Crónicas y leyendas, los Estudios

históricos y las Humboldtianas, de Arítides Rojas; las Tradiciones populares, de Teófilo

Rodríguez; las Trescientas cantas llaneras, de Carlos González Bona; las Gaitas marabinas, de

José María Rivas; el Cancionero infantil, de Tulio Febres Cordero y el Cancionero popular

venezolano y El centón lírico, de José Eustaquio Machado. Además de esto debe también

recordarse que revistas o periódicos artístico-literarios como el semanario El zancudo, la revista

quincenal Lira venezolana y El cojo ilustrado, están también repletos de noticias musicales y

reseñas biográficas nacionales y foráneas.

JOSÉ ANTONIO CALCAÑO Y SUS APORTES ALA HISTORIOGRAFÍA MUSICAL CARAQUEÑA

Antes de La Ciudad y su Música: a partir del segundo cuarto del siglo XX, comienza el

período de nuestra historia musical que José Antonio Calcaño (haciendo uso de un término que

estaba en boga en buena parte de Latinoamérica) llamó de “renovación”. En dicho período el

mismo Calcaño fungiría como el principal relator, sobre todo, después de publicar su célebre

crónica de La ciudad y su música.

Calcaño se hizo historiador de la música debido a un ejercicio, acaso fortuito, en el que

concurrieron simultáneamente su oficio como músico y compositor, su desempeño como

crítico, su misión como promotor de nuevas ideas estéticas y su naturaleza de curioso

investigador. Ha debido conspirar en su favor el hecho de que provenía de una familia de

intelectuales, vinculados al mundo de las artes, las letras, la historia y la prensa escrita. Su

primera trinchera de acción, según él mismo lo comentó en diversas oportunidades, fue la

revista Actualidades que dirigía el célebre novelista, Rómulo Gallegos. Allí, a partir de 1920,

aproximadamente, dedicó algunos de sus artículos a los compositores caraqueños del período

colonial. A partir de 1930, le suma, a su oficio de articulista, el de publicitado conferencista,

todo en relación con el repertorio musical que él y sus compañeros de grupo interpretaban con

el Orfeón Lamas y la Orquesta Sinfónica Venezuela.

Como resultado de la compilación de estos primeros artículos (y de otros tantos que

aparecieron después de 1930), Calcaño publicó, en el año de 1939, su primer libro titulado

Contribución al estudio de la música en Venezuela. Este primer libro de Calcaño, agrupó otras

dos áreas del saber musicológico como lo eran, la música indígena y folclórica, además de un

par de apéndices. Dado el perfil de este trabajo nuestro, vamos a comentar aquí sólo aquellos

aspectos que mejor nos revelan el pensamiento de este historiador de la música venezolana.

Desde el punto de vista historiográfico, los artículos ponen de manifiesto la capacidad de

Calcaño para encontrar fuentes documentales alternas que pudieran brindar nuevas luces sobre

ciertos períodos de nuestra historia musical, hasta entonces obscuros. Asimismo, resulta

evidente su capacidad de releer los hechos de nuestra historia, aportando nuevas visiones. Pero

el aporte más sustantivo que hizo José Antonio Calcaño a la perfectibilidad de la historiografía

musical venezolana fue el haber desmentido una serie de leyendas románticas que se habían

convertido en tradición para los venezolanos, llegando al extremo de haber encontrado espacio

en los textos de historia musical patria, sin que nadie se hubiese encargado de desmentirlos;

entre ellos, los mitos construidos alrededor de José Ángel Lamas y, en particular, sobre el

Popule meus.

También en esta sección “Historia” de su Contribución al estudio de la música en

Venezuela, se hace presente otra de las constantes, pero también más polémicas posturas de

Calcaño frente a la historia musical patria: la negación del valor estético de la música

venezolana de fines del siglo XIX y principios del XX, frente a aquel maravilloso comienzo de

la música colonial y frente al colosal desarrollo del sinfonismo europeo que le fue

contemporáneo. Esta postura no fue, y no ha sido hasta hoy, fácilmente admitida por muchos de

los especialistas que se han ocupado del tema; sin embargo, otros tantos historiadores del siglo

XX, la han repetido como ejemplo del “supuesto” aislamiento cultural que vivió el País en el

siglo XIX.

Otro artículo escrito por Calcaño, quince años después de su primer libro, es también

revelador de sus concepciones historiográficas. Nos referimos a su Síntesis histórica de la

música en Venezuela, acaso una prefiguración de lo que cuatro años más tarde se convertiría en

su más importante obra. En este trabajo de 1954, el Historiador comienza por deslindar –de

conformidad con lo que eran las posturas de la musicología en la primera mitad del siglo XX–

lo que era estrictamente musicológico, de lo etnomusicológico y del folklore. En este sentido

escribió:

“El estudio de esa música y de los instrumentos musicales de nuestras poblaciones

aborígenes es del mayor interés para la antropología en general y especialmente para

estudiar sus influencias en el conglomerado de nuestra música folklórica, que se formó más

tarde por la unión de las músicas populares españolas y las de origen africano,

produciéndose de esa triple raíz nuestro folklore criollo. Lo que podemos trazar en estas

líneas es una breve historia de la música culta” (Calcaño, 1954, 34).

Lo dicho en la cita precedente, no quiere decir, en modo alguno, que Calcaño rechazara el

estudio de la música indígena y/o folklórica. En sus primeros artículos y en su primer libro, de

hecho, se ocupó de ellas, en proporciones más o menos iguales a aquella otra variante que él

llamaba “música culta”. También hizo lo propio a principios de 1951 cuando dictó conferencia

sobre “los aportes de la música indígena en la música venezolana”. Pero en todos estos casos

deja ver que para él se trataba de una especie musical que obedecía a funciones sociales de muy

distinta naturaleza. Sus palabras son harto elocuentes:

“El estudio de la música aborigen es un instrumento de gran importancia para la etnografía;

es una rama de la prehistoria y uno de los más preciosos auxiliares de las ciencias históricas

en general. El valor artístico de esa música, si vamos a hablar con justeza y equilibrio, es

casi nulo para nosotros… La música era no más que un elemento mágico, un complemento

de prácticas, supersticiosas a veces, que nuestros indios sentían la necesidad de realizar

junto con casi todos los actos de su existencia.” (Calcaño, 1951).

Además de lo dicho, y como a veces se deja ver en sus comentarios, parece que para

Calcaño el estudio de la música indígena no se justificaba en el valor intrínseco que ella misma

pudiera tener, sino en lo poco o mucho que ella pudiera aportar para la compresión y

conocimiento de la música mestiza, única que –para él– merecía tener el gentilicio venezolano.

Con la aparición de La ciudad y su música, Calcaño dejó declarado que se acogía a la

orientación metodológica que procuraba correlacionar los hechos musicales con los

acontecimientos históricos, sociales y culturales de la época. Esta visión hizo que en su obra

fundamental, el movimiento musical venezolano quedara inexorablemente vinculado al

desarrollo político-social del país, a veces con un automatismo no siempre compartido por

quienes ven las expresiones culturales como fruto de una gran complejidad social y de no fácil

acceso epistemológico. Como corolario, en su relato la música colonial caraqueña quedó “ben-

decida” por el desarrollo económico e institucional que esta provincia suramericana había

alcanzado para fines del siglo XVIII, y la música del siglo XIX terriblemente estigmatizada por

las guerras civiles y golpes de Estado que tuvo la nación durante buena parte de ese siglo.

Acaso en un ejercicio de excesiva modestia, Calcaño afirmó que La ciudad y su música no

era “una historia de la música en Venezuela, ni una historia de la música en Caracas” [sino] una

crónica de la ciudad y su música” (Calcaño, 1958, 8). Ante esta afirmación, el profesor Walter

Guido escribió que Calcaño también hizo historia “porque sitúa los hechos musicales en un

proceso colectivo y de una manera sistemática” (Guido, 1985, XII). Nosotros estamos

absolutamente de acuerdo con lo dicho por el profesor Guido y, además, queremos hacer notar

que toda la obra de Calcaño está llena de interpretaciones de los hechos relatados, cosa que

pretende explicar las razones sociales que determinaron los acontecimientos musicales, todo lo

cual llena cabalmente lo que se espera de una investigación histórica.

Nada de lo dicho, sin embargo, merma en la amenidad de su discurso, siempre claro, llano

y sin tecnicismos. Era, como también lo escribió Walter Guido, el mismo discurso que siempre

utilizó Calcaño en sus clases, conferencias radiales y televisivas, discurso éste dirigido a todo

público, con la intención de estimularlo y no fatigarlo. Esa pudiera ser la razón por la cual no se

citan, con la precisión del caso, las fuentes que él manejó para la elaboración de su libro. Esto

ha traído la crítica, en parte justificada, de algunos historiadores y metodólogos, pero también

debe decirse que el autor compensó esta falta con un pormenorizado apéndice donde se

comentaron, de manera detallada, las diversas fuentes que nutrieron cada uno de los capítulos

de la obra.

En cuanto al contenido, La ciudad y su música va desde la instalación del primer órgano

caraqueño, a finales del siglo XVI, hasta el florecimiento de la Escuela de composición en

Santa Capilla, en el segundo tercio del siglo XX. En medio de estos dos extremos, median

como puntos más resaltantes, el paso de Francisco Pérez Camacho por la cátedra de música de

la Universidad de Caracas; la labor del Padre Sojo y de Juan Manuel Olivares a favor de los

compositores de la Escuela de Chacao; los efectos de la Guerra de Independencia en la música

caraqueña; el romanticismo de la segunda mitad del siglo XIX y la creación del Instituto

Nacional de Bellas Artes; y el surgimiento del movimiento musical del siglo XX, gracias a la

labor de Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza, Juan Vicente Lecuna, Miguel Ángel

Calcaño, Prudencio Esaa y el mismo José Antonio Calcaño. En medio de estos hitos de la

historia musical caraqueña, se insertan frecuentísimamente, narraciones, hechos y anécdotas

políticas, sociales, económicas, religiosas y costumbristas, las cuales contextualizan y explican

la crónica musical, dándole sentido y razón de ser.

Pese a los muchísimos títulos y subtítulos que articulan la obra, pensamos que la más

grande subdivisión está marcada por cuatro subtítulos que aparecen al final de cada una de las

etapas que –a su juicio– conforman la historia musical caraqueña. De estas subdivisiones

resultan dos etapas y un epílogo de la historia musical de la Ciudad, constituidas por el período

colonial hasta el final de la Independencia (para Calcaño la Independencia se integra al período

colonial) y el período republicano, hasta 1920. El epílogo está marcado por sus propias

acciones y las de sus contemporáneos, a partir de la tercera década del siglo XX. Esta

articulación –a nuestro juicio– debe verse también como su propuesta de periodificación de

nuestra historia musical.

Después de La ciudad y su música, la consagración del historiador: después de

haberse publicado La ciudad y su música, Calcaño recibió muchos reconocimientos y

membrecías. Dos de éstas tienen un significado especial para esta ponencia, porque en ellas, el

Maestro pronunció algunas palabras fundamentales para el ejercicio de la historiografía musical

del País y, acaso, para su propia enseñanza. Así, en 1966, cuando es elegido Individuo de

Número de la Academia Nacional de la Historia, el entonces consagrado historiador hizo notar

que interpretaba su nombramiento como una muestra de que la Academia había entendido “que

la historia militar, por gloriosa que ella sea, no es más que una sola faceta en el diamante de

nuestro pasado” (Calcaño, 1966, 163-164). Para los estudiosos de la historia cultural, éste fue

su más importante llamado de atención a los historiadores patrios. Más adelante, en el año de

1978, cuando recibe el premio CONAC de música (Premio Nacional de Música), aprovecha

una entrevista con Mara Comerlati para referirse a las vanguardias musicales de la segunda

mitad del siglo XX, asunto que siempre le preocupó a Calcaño. En esa oportunidad dijo:

Hay gente que se imagina que es necesario estar al día empleando sólo ciertos estilos o

cierta técnica. En cambio sucede que cada país tiene su tradición y una secuencia histórica

propia que no se puede desechar a la hora de componer música (Comerlati, 1978).

Teniendo en cuenta que Calcaño siempre vivió adversando a los músicos caraqueños de

fines del siglo XIX por no haber seguido las vanguardias europeas que le fueron

contemporáneas, este comentario no puede dejarse pasar por alto, pues pudiera sugerirnos que,

al final de sus días, en el Maestro prevaleció la visión comprensiva del historiador por encima

de las ideas del promotor de vanguardias, muy defendidas en sus años de juventud. De ser así,

fue una manera curiosa de cerrar su parábola vital. José Antonio Calcaño murió en septiembre

de 1978.

LOS APORTES DE JUAN BAUTISTA PLAZA A LA HISTORIOGRAFÍA COLONIAL DE LA MÚSICA CARAQUEÑA

Como en el caso de José Antonio Calcaño, el maestro Juan Bautista Plaza dedicó parte de

su importante obra a la historiografía musical local, debido a un ejercicio en el que concurrie-

ron simultáneamente su formación como músico y compositor, su vocación docente (a través

de la cátedra o de cualquier otro medio) y su empeño porque su país aumentara sus niveles de

cultura musical. Él, según nos cuenta Castillo Didier, había hecho estudios regulares de historia

de la música durante sus años de formación musical en Roma, conocimientos que acrecentó en

la medida en la que creció su biblioteca personal, cada vez más nutrida de los textos

fundamentales de la musicología histórica (Castillo Didier, 1985, 258). La biblioteca y la

colección discográfica que armó en la Escuela Juan Manuel Olivares, fundada y dirigida por él,

siguen dando hoy testimonio de esa búsqueda constante por la comprensión histórica de la

música. También como Calcaño, Plaza se inició en la difusión de temas de historia de la música

a través de conferencias y publicación de artículos en la prensa local, actividad esta que le

acompañó, desde mediado de la década del 20, hasta el final de sus días.

Como detalle particular de su experiencia profesional, le tocó inaugurar en la Escuela de

Música y Declamación (y seguramente en toda Venezuela) la cátedra de “Historia General de la

Música”, a principios de enero de 1931, cargo que desempeñó durante muchísimos años de su

vida. Justo para la instalación de la lección inaugural, Plaza preparó (y publicó) una conferencia

en donde dejó en claro algunos de los principios que guiarían su accionar dentro de esta

cátedra, principios estos muy reveladores de lo que él pensaba respecto al papel que debía

cumplir la historia de la música en la formación del artista.

Para comenzar habría que decir que para él, lo que constituía el valor estético de una obra

de arte, era la marca original de su autor. De hecho, creía que se requería “un mínimo de

individualismo para que la obra de arte aparezca” (Plaza, 1991).

Como consecuencia de todo lo dicho, el valor de la historiografía musical para el artista –

según la concepción de Plaza– reposaba en que ella podría mostrar al compositor, si no el

camino a transitar, por lo menos, el ya transitado por quienes le antecedieron. De conformidad

con esta postura, lo que se impartía desde la cátedra de Juan Bautista Plaza, estaba dirigido

precisamente “a aprender a distinguir, entre el número infinito de obras que forman el ma-

ravilloso tesoro de la humana creación musical, aquellas características individuales o de

escuela, aquellas marcas, justamente de creación personal, que les han valido su innegable

trascendencia al haber tan dignamente merecido pasar a la posteridad” (loc. cit).

De todo lo descrito se concluye que para Plaza, la historia de la música era la historia de las

vanguardias, cosa que quedó claramente reflejada en la serie de guías que él elaboró para sus

alumnos (llamadas por él tesis), donde también deja ver, por la estructura recurrente que ellas

tenían, cuáles eran los aspectos que el Maestro consideraba indispensables en su clase: la reseña

biográfica del compositor; el catálogo generalizado de su obra y la caracterización de las

mismas en términos de aportes novedosos.

Además de estos interesantes aspectos que caracterizaron la cátedra de historia de la música

de Juan Bautista Plaza, debemos destacar, como asunto de primer orden, los aportes

investigativos del Maestro de cara al desarrollo de la historiografía musical nacional. Desde ese

punto de vista debe recordarse que Plaza fue designado en 1936, para organizar, copiar y

conservar el archivo histórico de música venezolana, el cual había sido descubierto por Ascanio

Negretti en los sótanos de la Escuela de Música y Declamación. Plaza se entregó con gran

pasión a esta labor y se propuso la triple meta de “editar lo más sobresaliente de nuestros

antiguos compositores; dar a conocer sus obras mediante audiciones periódicas que podrían ser

como grandes festivales de música venezolana; y escribir una obra crítica-histórica sobre la

música venezolana del pasado” (Castillo Didier, 1985, p. 271). Afortunadamente, estas tres

mestas del Maestro fueron alcanzadas, si no plenamente, por lo menos en proporciones

encomiables.

En lo que tiene que ver con la edición, Plaza logró, conjuntamente con el Dr. Francisco

Curt Lange y el Instituto Interamericano de Musicología, editar doce obras de los compositores

venezolanos del período colonial, constituyéndose esta en la primera monumenta de su tipo que

se publicó en todo el continente americano.

En lo que se refiere a la difusión de la música colonial, por todos es conocido los conciertos

hechos por Sojo, Plaza y Calcaño para hacer oír (e incluso grabar) aquellas obras coloniales. En

dichas sesiones, no sólo se tocó la música, sino que estos conciertos fueron acompañados por

charlas y conferencias. Plaza incluso llegó a montar algunas de esas obras cuando visitó Nueva

York, ciudad donde logró una grabación por la División de Radio de la Oficina de

Coordinación de Asuntos Interamericanos (Castillo Didier, op. cit, p. 278).

Finalmente, y en lo que respecta a la “obra crítico-histórica sobre la música venezolana del

pasado”, Plaza no llegó a concretar, de manera acabada, este proyecto, pero fueron varios los

artículos que publicó sobre los compositores de la Colonia, incorporando en ellos elementos

nuevos a la historiografía musical local, tal y como fueron los análisis de las obras,

independientemente de lo que pueda decirse de ellos. Estos análisis los enriqueció con otras

investigaciones de archivos, con lo que también hizo sustantivos aportes al rescate documental

de nuestras fuentes.

Trascendiendo sus investigaciones sobre música religiosa de la colonia, destaca también su

trabajo en torno al Gloria al bravo pueblo, estudio en el que igualmente aporta consideraciones

de índole musicológica para brindar nuevas perspectivas al irresoluto tema de la autoría. Sin

que ello constituya la última palabra sobre el polémico asunto, el trabajo sirvió para oficializar

la versión del Himno Nacional de Venezuela.

Para finalizar con este apartado debe decirse que, los trabajos sobre música colonial

venezolana hechos por Juan Bautista Plaza y José Antonio Calcaño, promovieron la difusión y

el cultivo inmediato de este tema en nuevos medios historiográficos, cosa que se desprende al

estudiar –por ejemplo– la bibliografía de trabajos como El milagro musical colonial (1967), por

Israel Peña. Mediante el estudio de tales listas referenciales también se puede medir el impacto

de las investigaciones de José Antonio Calcaño y Juan Bautista Plaza en la historiografía

general del país, pues a partir de la segunda mitad del siglo XX, el tema de la música colonial

venezolana ha sido el único que, “de manera recurrente” aparece en las historias generales de

Venezuela, noticias tomadas (según las mencionadas referencias) de los trabajo de Plaza y

Calcaño.

OTRAS HISTORIAS DE LA MÚSICA VENEZOLANA APARECIDAS AL MARGEN DE LAS INVESTIGACIONES DE CALCAÑO Y DE PLAZA

A pesar de la importancia que tienen los mencionados trabajos de Plaza y de Calcaño, hay

que reconocer que hacia la segunda mitad del siglo XX, van a aparecer algunas investigaciones

historiográficas que, por su fecha de publicación, por su temática o por su circunscripción

dentro del territorio nacional, no pudieron nutrirse de los principales historiógrafos de la música

del siglo. Este es el caso, precisamente, del texto titulado Conceptos sobre el origen histórico,

evolución y desarrollo de la música en el Zulia, del Dr. Manuel Matos Romero (1948), trabajo

que se anticipó en diez años a la publicación de La ciudad y su música. Además de eso, el

trabajo tiene la virtud de ser una de las primeras (si no la primera) historias musicales

regionales que tienen un asiento distinto a Caracas. El trabajo se reformó y se amplió para una

nueva publicación, cosa que se concretó en 1969.

Otro ejemplo de este tipo es el opúsculo de María Luisa Sánchez titulado La enseñanza

musical en Caracas (1949), libro que, además de anticiparse a la publicación de La ciudad y su

música, constituye, tal vez, nuestra primera historia temática de la música caraqueña. Le sigue,

en el mismo orden de ideas (aunque pertenece al año de 1960), el libro titulado

Sesquicentenario de la ópera en Caracas, de Carlos Salas y E. Feo Calcaño, texto que abreva

de fuentes hemerográficas del siglo XIX, de archivos particulares, del Compendio de Jesús

María Suárez y de las Memorias de Bracale, además de alguna bibliografía sobre los orígenes

del teatro en Caracas. Para finalizar cabría mencionar, dentro de las primeras historias de las

instituciones musicales de Venezuela, el trabajo titulado Orfeon: 25 años, de Heli Colombani

(1968).

Un comentario aparte merece también la colección, a la vez discográfica y bibliográfica,

editada por el Círculo Musical, en conmemoración del cuatricentenario de Caracas. Allí,

además de los Cuatrocientos años de música caraqueña (casi una re-edición de La ciudad y su

música, de Calcaño) se publicaron los siguientes volúmenes:

- La música colonial (Vol I), con texto, entre otros, de Eduardo Lira Espejo. Posee las

siguientes grabaciones: Stabat mater, de Olivares; Salve Regina, de Lamas; Niño mío, de José

Francisco Velásquez; Tristis est, de Cayetano Carreño y Es María norte y guía, de José

Francisco Velásquez (hijo).

- El siglo XIX, con texto, entre otros, de Razhés Hernández López. Posee las siguientes

grabaciones: el Trío de Felipe Larrazábal, la Leyenda, de Manuel Leoncio Rodríguez, el

Andante religioso y el Minueto Nº6 de Federico Villena y la 2º Elegía de Teresa Carreño.

- Música popular de Venezuela 1, 2, y 3 (Vol. X, XI, XII) con una exposición historiográfica

de Aldemaro Romero, Manuel Rodríguez Cárdenas, Aníbal Nazoa y Eleazar López, entre otros.

El texto de estos dos últimos, por cierto, pudiera venir a constituir uno de los primeros intentos

de historiar la música de masas urbana. En particular, el artículo Eleazar López Contreras, a

pesar de ser escrito por un economista aficionado a la música, tiene una gran significación por

los temas abordados, pues no sólo trata de la composiciones y compositores, sino que dedica

consideraciones interesantes al tema de las orquestas de baile, los directores, los cantantes, los

productores y distribuidores, los promotores, etc., con lo que pone en evidencia la verdadera

complejidad social de la creación y difusión musical.

La preocupación por historiar la llamada música “popular” venezolana fue continuada,

aunque con cierto cambio de perspectiva histórica y conceptual, por el libro La música popular

de Venezuela, de Luis Felipe Ramón y Rivera (1976).

Para terminar con esta etapa que el musicólogo José Peñín llamó “asistemática” (Peñín,

1985. P. 28), habría que hacer mención del trabajo inédito, pero muy reproducido, Música y

músicos de Venezuela, por Ernesto Magliano (1976), texto frecuentemente consultado por los

especialistas del área y que, ciertamente posee algunos datos de interés que no se encuentran en

otras publicaciones.

ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XX Y PRIMERA DÉCADA DEL SIGLO XXI: MUCHO DE TODO Y ALGO DE DISPERSIÓN

En un texto anteriormente aludido, el musicólogo José Peñín nos dice también que, a partir

de 1977, comienza para Venezuela la “etapa sistemática” de los estudios musicológicos. Se

basa tal afirmación en el hecho de que a partir de entonces se ejecuta el proyecto “Investigación

Musicológica en Archivos Oficiales, Eclesiásticos y Privados de la Biblioteca Nacional” y, un

año después, se crea el Instituto Latinoamericano de Investigaciones y Estudios Musicales

“Vicente Emilio Sojo”. Mucho hay de cierto en esta afirmación, en cuanto a la importancia que

tiene el archivo de la Biblioteca Nacional y el ILIVES para el desarrollo de la musicología en el

País, pero para los efectos de la historiografía musical venezolana, han aparecido muchos más

textos del lado de afuera de aquellas instituciones, que del lado de adentro. Por eso quisiéramos

dedicar algunas pocas líneas de esta exposición a otras investigaciones producidas por

iniciativas particulares, aunque, a veces, también favorecidas en su edición por instituciones

públicas, ya de carácter regional, ya de carácter local. Este es el caso del opúsculo titulado

Panorama de la música en Venezuela, del profesor Walter Guido (1978), trabajo publicado,

primero, como texto independiente por Fundarte (1978), y luego (con algún agregado) en los

tres primeros números de la Revista musical de Venezuela. Destaca entre sus aportes al saber

historiográfico venezolano, todo lo relativo a las “tendencias modernas” o del siglo XX, las

cuales se refieren al desarrollo de la música en Caracas en la segunda mitad del siglo.

Dentro de las historias que han pretendido construir un relato integral de la música

nacional, debe mencionarse en primer lugar la Historia de la música en Venezuela (1987), del

profesor Alberto Calzavara. Su plan original ambicionaba una historia que alcanzara el siglo

XX, pero la vida no le permitió más que esta primera parte, relativa al periodo colonial e

independentista. La publicación del libro levantó una gran polémica por la tesis que defendió su

autor en torno a la autoría del Himno Nacional de Venezuela, pero el trabajo también exhibe un

amplio levantamiento de archivos, cuando de testimonios coloniales se trata.

Otro libro que pareciera haber tenido la pretensión de convertirse en una historia de la

música nacional, es el texto La música venezolana: de la colonia a la república, del historiador

chileno-venezolano Mario Milanca Guzmán (1993); no obstante, y a pesar de su ambicioso

título, se trata sólo de una compilación de artículos previamente publicados por el autor, cuyo

objeto de estudio se centra fundamentalmente en Caracas. Lo dicho, sin embargo, no merma

para nada el valor de la publicación, inscrita en un quehacer sistemático que el autor llevó a

cabo durante muchos años, y en el cual exhibió siempre un riguroso dominio de los archivos y

de las fuentes, sobre todo de las de corte hemerográfico, repositorio que manejó como pocos.

Como corolario de todo lo afirmado, creo que corresponde reconocer lo que es obvio:

seguimos careciendo de una historia integral de la música en Venezuela.

En lo que respecta a trabajos que fueron expresamente concebidos como anales de la

música regional o local, la Academia Nacional de la Historia publicó el texto Músicos y

compositores del Estado Falcón, de Luis Arturo Domínguez, en 1982. Como su nombre lo

indica, se trata más de una suma de biografías que de una historia de la música, cosa que

también se evidencia en el libro Músicos merideños, de Julio Carrillo. En este último caso, sin

embargo, habría que destacar como elemento novedoso el uso de la entrevista histórica como

herramienta metodológica de trabajo, cosa inédita en la historiografía musical venezolana.

Dentro de esta categoría de historias locales también habría que mencionar el texto

Caracas, la vida musical y sus sonidos (1830-1888), del Dr. Fidel Rodríguez (1999). En este

caso, el músico, sociólogo e historiador, apoyándose en una exhaustiva hemerografía,

reivindica la importancia del movimiento musical caraqueño del segundo tercio del siglo XIX,

período poco estudiado de nuestra historia.

Para finalizar con las historias regionales y locales, haremos mención de dos textos

relativos al Estado Carabobo: Puerto Cabello: la música en el tiempo, del abogado e historiador

de oficio José Alfredo Sabatino Pisolante (2004), y La música en Carabobo: apuntes, de

Aldemaro Romero (2006), textos muy recientemente publicados y que, por tal, deben ser más

cuidadosamente estudiados.

Otro género de la historiografía musical venezolana, aparecida en los últimos años, son las

historias temáticas. Dentro de esta categoría debe mencionarse el texto La salsa en Venezuela,

de Alejandro Calzadilla (2003), El rock en Venezuela, por Gregorio Montiel (2004), Tropicalia

caraqueña: crónicas de música urbana del siglo XX, por Federico Pacanins (2005), Crónicas

del rock fabricado aquí, por Félix Allueva (2008) e Historia de la música popular en Caracas,

del ya mencionado Eleazar López Cotreras (2011). No hay espacio aquí para hacer un

comentario detallado de estos libros, pero debemos ver con muy buenos ojos el que tales

historias de la música popular comiencen a multiplicarse en la historiografía musical

venezolana.

En la misma tendencia de las historias temáticas de la música venezolana hay que incluir el

libro The guitar in Venezuela, de Alejandro Bruzual, trabajo que sin duda viene a compendiar

muchas de las investigaciones que el mismo autor ha realizado sobre diversos guitarristas de

manera biográfica.

El último tipo de historiografía musical venezolana que hemos visto aparecer son las

historias de instituciones musicales. Dentro del género cabe mencionar el libro Trayectoria

cincuentenaria de la Orquesta Sifónica Venezuela, del mencionado Alberto Calzavara (1980).

Asimismo, es un libro frecuentemente consultado y citado, la Historia del movimiento coral y

de las orquestas juveniles en Venezuela, por Ana Mercedes Asuaje de Rugeles, María Guinad y

Bolivia Bottome (1986). Finalmente hay también algún modesto aporte historiográfico en el

trabajo titulado El maravilloso mundo de la banda, de Jesús Ignacio Pérez Perazzo (1989).

LA HISTORIOGRAFÍA MUSICAL APARECIDA BAJO EL PATROCINIO DEL INSTITUTO LATINOAMERICANO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS MUSICALES

“VICENTE EMILIO SOJO”

En lo que respecta a la labor del ILIVES (después Fundación Vicente Emilio Sojo), se le

debe, en primer término, la recuperación, para el uso público, de importantes archivos musica-

les, antes conservados por particulares. Gracias a sus gestiones, igualmente se han editado

muchos álbumes de música colonial, decimonónica y del siglo XX, superando en número a

cualquier otra institución que se haya dedicado a este asunto. Asimismo, y por su iniciativa, se

han ofrecido diversos cursos y se han realizado diversos congresos nacionales e internacionales

de musicología, muchos de ellos con la asistencia de calificadísimos ponentes iberoamericanos.

Dentro de las iniciativas de la Fundación Sojo cabe también destacar, como instrumento

historiográfico de primer orden, la edición de la Revista musical de Venezuela, órgano que

estará destinado a cumplir una función fundamental en la difusión del conocimiento

historiográfico latinoamericano, tal y como lo revelan las calificadísimas firmas (nacionales e

internacionales) aparecidas en sus páginas, durante más de treinta años. En los últimos tiempos

ha sido también espacio para que los artículos de una nueva generación de musicólogos

encuentren difusión en tan importante órgano.

Extrañamente, y en lo que respecta a la difusión de monografías de corte historiográfico-

musical, sus aportes han sido más modestos; destácanse, sin embargo los siguientes textos:

Caracas y el instrumento rey, de Miguel Castillo Didier (1979); Música en la vida y lucha del

pueblo venezolano, por el Maestro Alirio Díaz (1980); José María Osorio: autor de la primera

ópera venezolana, por José Peñín (1985); Juan Bautista Plaza: una vida por la música y por

Venezuela, de Miguel Castillo Didier; Cincuenta años de música en Caracas (1930-1980), de

Luis Felipe Ramón y Rivera (1989); Temas de música colonial venezolana, compilación

póstuma de los más emblemáticos artículos de Juan Bautista Plaza (1990); Música, Sojo y

caudillismo cultural, de Fidel Rodríguez (1998); La música en nuestra vida, otra compilación

póstuma de los escritos de Juan Bautista Plaza (2000) y Organología de las bandas marciales,

por Igor Colima (2005).

LA HISTORIOGRAFÍA MUSICAL EN EL ÁMBITO UNIVERSITARIO: LA ESCUELA DE ARTES DE LA UCV

Contemporáneamente con el ILIVES, en 1978 inició sus actividades la Escuela de Artes de

la Universidad Central de Venezuela. Desde sus inicios contó con un Departamento de Música

que, de manera casi inmediata se convirtió en el principal centro (si no el único) para la

formación profesional del musicólogo en Venezuela. Por la conformación de su cuerpo

profesoral (casi los mismos que, desde Venezuela, han encabezado la investigación

musicológica caraqueña en los últimos treinta años), es un centro dedicado al estudio de la

música latinoamericana y, sobre todo, venezolana. Desde 1993 ofrece también una Maestría en

Musicología Latinoamericana, lo que ha permitido darle continuidad a las investigaciones

iniciadas en el pregrado, alcanzando así importantes niveles de especialización. Su mayor

aporte al desarrollo de la historiografía musical venezolana lo constituye, sin duda alguna, los

trabajos de grado y trabajos de ascenso realizados por sus egresados y profesores,

respectivamente. Entre su amplia temática de interés histórico destacan: historias musicales de

algunas localidades del país; historias de instituciones o agrupaciones musicales;

aproximaciones biográficas y levantamiento de fuentes documentales y hemerográficas para la

historia de la música nacional (en papel y en formato electrónico), etc.

Por iniciativa de algunos de los profesores del Departamento de Música de la UCV (Walter

Guido y Eduardo Kusnir) partió también la creación del Centro de Documentación e Investiga-

ciones Acústico Musicales (CEDIAM), ente que se ha convertido hoy en el principal

repositorio musical de la Universidad Central de Venezuela. Cuenta en su haber con cientos de

partituras, libros, grabaciones y emblemáticos archivos como el de Pedro Elías Gutiérrez. Del

CEDIAM salió, entre otras cosas, la Enciclopedia de la música en Venezuela, obra de

referencia fundamental para cualquiera que desee hacer incursiones en la historiografía musical

venezolana, independientemente de cualquier crítica (válida o no) que se le pueda hacer. La

Enciclopedia estuvo dirigida por los profesores Walter Guido y José Peñín, pero en su ela-

boración colaboraron muchos otros profesores y alumnos de la Escuela. Por iniciativa del

CEDIAM se reeditó también La Ciudad y su música y Cuatrocientos años de música

Caraqueña de José Antonio Calcaño y se editó el texto La actividad musical en la Universidad

Central de Venezuela, de Viana Cadenas, trabajo presentado originalmente ante el

Departamento de música de la Escuela de Artes.

Además de eso, la Escuela de Artes, la Maestría en Musicología Latinoamericana, el

CEDIAM y la Sociedad Venezolana de Musicología, han actuado en co-patrocinio para

promover la celebración de varios congresos de musicología, contando con la presencia de

muchos invitados internacionales. De igual manera, el CEDIAM, en co-edición con la

mencionada Sociedad Venezolana de Musicología promovió la publicación del primer anuario

de la revista de dicha Sociedad, órgano igualmente destinado a difundir trabajos

historiográficos.

En este juego de co-patrocinio y co-ediciones debe también mencionarse el apoyo del

Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación, ente que, entre otras cosas, ha

publicado algunas investigaciones histórico-musicales realizadas desde la Escuela de Artes; a

saber: los mencionados trabajos realizados o tutelados por la Profesora Palacios sobre noticias

musicales en las crónicas de India o de viajeros del siglo XIX y principios del XX, y la reciente

publicación sobre los Textos y ensayos musicales pertenecientes a la Biblioteca de la

Universidad de Caracas, de quien estas líneas transcribe. Todo esto, claro está, al margen de la

exitosa colección “Clásicos de la Literatura Pianística de Venezuela”.

Desde el punto de vista epistemológico, creo que el mayor aporte realizado por los entes de

investigación musical adscritos a la UCV está en su irrenunciable vocación de abordar el

problema musical desde una perspectiva científica, liberada cada vez más de todo prejuicio,

permitiendo renovar la visión que la musicología local tenía de los hábitos melómanos del siglo

XIX, lo que, de cara a un futuro inmediato, modificará también la visión que tradicionalmente

se ha tenido de la música urbana de masas del siglo XX, cosa que se pudo constatar en el

reciente Congreso Internacional de Música Popular, realizado precisamente en nuestra

Universidad Central de Venezuela.

Desde el punto de vista del uso de las nuevas tecnologías del conocimiento, también el

Departamento de Música y la Maestría en Musicología Latinoamericana han abierto sus puertas

a las nuevas investigaciones en formato digital, lo que garantizará, con el tiempo, el flujo de

información y de documentación a través de la web, en términos inimaginables para la

investigación musicológica tradicional.

En los últimos semestres, y en aras de un ejercicio cada vez más perfectible de la disciplina

historiográfica, hemos creado –desde las instancias de la Maestría en Musicología Latinoame-

ricana– los cursos Teoría y método de la historia de la música e Historiografía musical

latinoamericana, lo que nos permitirá disponer de un espacio académico para la crítica del

oficio. Además, hemos abierto estas mismas líneas de investigación en el Doctorado en

Humanidades, con lo que esperamos que estas reflexiones se hagan también al más alto nivel

académico.

En definitiva y para cerrar con un sumario de lo expuesto, nos atreveremos a afirmar que el

desarrollo de la historiografía musical de Venezuela no ha sido un paso armonioso y, mucho

menos, una línea recta ascendente. Aún así, es evidente que hemos progresado en la

apropiación de este conocimiento, proceso que se inició muy tímidamente con la llegada de los

primeros ecos de la historiografía musical europea en la segunda mitad del siglo XVIII. Luego,

con la aparición de la imprenta en Venezuela, esa historiografía comienza a ser reflejada en los

medios impresos del País y, hacia fines del siglo XIX, se logra insertar en ella la historia

musical nacional como apéndice de la historia musical occidental. En el segundo tercio del

siglo XX, se inicia un fuerte proceso de crítica y de revisión de esa historiografía decimonónica

venezolana, proceso llevado a cabo por artistas (no historiadores) quienes, deseosos de renovar

las condiciones musicales del país, propugnaron por establecer en la nación las tendencias

vanguardistas venidas de Europa. Ello marcó nuestra visión del pasado por un presente no

deseado.

A partir de las últimas dos décadas del siglo XX se inicia un intento de sistematización de

los estudios musicológicos en el país, procedentes de instituciones del Estado, tales como la

Biblioteca Nacional, el ILVES y la Escuela de Artes de la UCV; pero la proliferación y

diversificación de trabajos de la más variada especie, producto, buena parte de ellos de

incontenibles iniciativas particulares, han hecho ver las iniciativas del Estado como una simple

iniciativa más dentro del concierto de la investigación historiográfica. Todo ello parece poner

en evidencia la urgente necesidad que tenemos hoy de generar espacios de reflexión sobre

nuestro propio ejercicio historiográfico a efectos de poder aclarar lo que se ha hecho y lo que

falta por hacer en materia de historia de la música. Para servir a estos fines dejo aquí esta pri-

mera piedra.

Muchas gracias

LISTA DE REFERENCIAS

Calcaño, José Antonio (1954, febrero). Síntesis histórica de la música en Venezuela. El Farol.

Caracas, Creole Petroleum Corporation.

Calcaño, José Antonio (1958). La Ciudad y su música. Caracas, Edición del Conservatorio

Teresa Carreño.

Calcaño, José Antonio (1966). Palabras del Señor José Antonio Calcaño. Texto de recepción

de miembros correspondientes a la Academia Venezolana de la Historia. Caracas,

Academia Nacional de la Historia.

Castillo Didier, Miguel (1985). Juan Bautista Plaza: una vida por la música y por Venezuela.

Caracas, CONAC-ILIVES.

“Conferencia de José Antonio Calcaño anoche sobre el tema Aportación indígena a la música

venezolana”. (1951, febrero 1). Caracas, El Universal.

Comerlati Mara (1978, mayo 24). “Estamos en una época de indecisión musical”. El Nacional,

cuerpo C. [Entrevista a José Antonio Calcaño].

Guido, Walter (1985). “Presentación”. En: José Antonio Calcaño, La ciudad y su música.

Caracas, Monte Ávila Editores.

Plaza, Juan Bautista (1991). Historia de la música. Caracas, CONAC.

Peñín, José (1985). José María Osorio: autor de la primera ópera venezolana. Caracas,

CONAC-ILIVES.

ACERCA DEL CONFERENCISTA1

Hugo J. Quintana M. Doctor en Humanidades de la Universidad Central de Venezuela

profesor Asociado de la Escuela de Artes de la U.C.V.

Es profesor en Cs. Sociales, mención Historia (UPEL), Magíster en Historia de Venezuela

(UCAB) y Doctor en Humanidades de la UCV. Realizó sus estudios musicales en los conserva-

torios de la capital del País de donde egresó como Ejecutante en Guitarra Clásica y Director

Coral. Ha realizado una amplia labor docente en materias afines a su formación (tanto en

conservatorios como en institutos de educación superior) y es profesor-investigador de la

Universidad Central de Venezuela. Allí, además, se ha desempeñado como Jefe del

Departamento de Música, Coordinador de la Maestría en Musicología Latinoamericana, Di-

rector de la Escuela de Artes, Representante profesoral al Consejo de la FHE y Coordinador de

Extensión de la misma Facultad de Humanidades. Fue miembro de la Junta Directiva de

FUNVES y Co-fundador y Director de la Revista de la Sociedad Venezolana de Musicología.

Ha participado como ponente en diversos congresos musicológicos a nivel nacional e

internacional y es autor de un importante número de artículos que buscan reconstruir la

memoria musical del país. Recibió el Premio Municipal de Música (Mención Investigación

musical) en 2010 y una mención de honor en el Premio Casa de las Américas 2012.

Correo electrónico: [email protected]

[email protected]

1 Como lo indica el título, sólo se ofrece aquí una lista de los libros referidos o citados en el texto. Para un

seguimiento de la "bibliografía consultada", la ponencia habla por sí sola.

Hugo Quintana

Publicaciones:

1. Libros y monografías Compilación y Estudio Preliminar a la Edición Facsimilar de La Lira Venezolana. Caracas,

Fundación Vicente Emilio Sojo- 30

CONAC, 1998.

Textos y ensayos musicales pertenecientes a la Universidad de Caracas (período colonial).

Caracas, Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación, UCV, 2009.

Cincuenta años de musicografía caraqueña. Caracas, Consejo de Desarrollo Científico y

Humanístico-UCV, 2011.

Tosca y Bails. Dos textos hispano,coloniales de música especulativa y práctica. Selección y

estudio preliminar de Hugo Quintana. Comisión de postgrado de la Facultad de

Humanidades y Educación. (En proceso de edición).

2. Libros en co-autoría:

La música de salón en Colombia y Venezuela, vista a través de las publicaciones periódicas de

la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. A propósito de un

ejercicio de historia musical comparada. A tres Bandas. Madrid, Sociedad Estatal para la

acción cultural exterior. 2010, pp. 91,99.

3. Artículos en revistas científicas y actas de congresos científicos

Estudio Preliminar Sobre el Primer Método de Guitarra Publicado en Venezuela (184?).

Anuario de Estudios Bolivarianos. Caracas, U.S.B. Institutos de Investigaciones Históricas

(Bolivarium). Nº 3, 1994.

Las Canciones Políticas de la Independencia Venezolanas. Anuario de Estudios Bolivarianos.

Caracas, U.S.B. Instituto de Investigaciones Históricas (Bolivarium), 1995.

Música Aborigen en los Cronistas de India. Revista Montalbán. Caracas, UCAB-Instituto

Humanístico de Investigación. Nº 28, 1995.

La Empresa Editora de Música en la Caracas de fines de Siglo XIX y Principios del XX, 1870-

1930. Revista Musical de Venezuela. Caracas, Fundación Vicente Emilio Sojo-CONAC. Nº

35, 1997.

Notas Introductorias... a la edición facsímil del Nuevo Método de Guitarra o Lira... (184?).

Revista Musical de Venezuela, Caracas, FUNVES,CONAC, 1998. Pp. 196,206.

Comentarios al Compendio de Gramática Musical (edi31

ción facsímil). Revista Musical de Venezuela, Caracas, FUNVES,CONAC, 1998. Pp. 243-245.

Comentario Preliminar al Facsímil del Compendio de Historia Musical (de Jesús María

Suárez). Revista Musical de Venezuela, Caracas, FUNVES-CONAC, 1999, Pp. 269-272.

Comentario Preliminar al Facsímil de Rudimentos de la Música (de Jesús María Suárez).

Revista Musical de Venezuela, Caracas, FUNVES-CONAC, enero-junio 2000. Pp. 267-

271.

El Movimiento Musical de la Caracas de Fines de Siglo XIX y Principios del XX, Visto a

Través de las Páginas de El Cojo Ilustrado. En Música Iberoamericana de Salón. Actas del

Congreso Iberoamericano de Musicología, 1998. Caracas, FUNVES, 2000.

La Escritura Musical de la Grecia Antigua. Escritos, revista universitaria de arte y cultura.

Escuela de Artes, FHE-UCV. N° 15, 2002.

Música europea y música latinoamericana del siglo XVIII. En: José Peñín (Coordinador)

Temas de musicología. Caracas, SVM-CEDIAM-UCV, 2005.

Textos y ensayos musicales en las bibliotecas coloniales caraqueñas. Escritos, revista

universitaria de arte y cultura. Caracas, UCV-FHE-Escuela de Artes, 2005. Pp. 139-158.

Fundamento ideológico e histórico de las canciones políticas de la contienda independentista

venezolana. Revista iberoamericana, Vol. LXXII, Num. 217, 2006. Pp. 801-821.

Particularidades en la interpretación del canto gregoriano durante el período colonial

hispano. Ensayos históricos: anuario del Instituto de Estudios Hispanoamericanos. Caracas,

UCV-FHE-CDCH-FONACIT. Nro. 19. 2007, Pp. 21-40.

Textos y ensayos musicales en las bibliotecas musicales caraqueñas. Escritos, revista

universitaria de cultura y arte. Caracas, UCV-FHE-Escuela de Artes. Número doble (21-

22). 2007.

Las cartas musicales de Benito Jerónimo Feijoo y su difusión en Venezuela durante el período

colonial. Akademos, revista de la Comisión de estudios de postgrado. Caracas, UCV-FHE.

Volumen 9, N°1. Enero-Junio de 2007, pp. 51-85.

El poema “La música” de Tomás Iriarte: al propósito del cultivo del poema didascálico en la

sociedad colonial caraqueña. Ex32

tramuros. Caracas, UCV-FHE. N° 28. Abril 2008, pp. 51-85.

Reflexiones acerca de “El drama lírico y la lengua castellana como elemento musical”.

Boletín de lingüística. Caracas, UCV-FACES. Volumen 21, N° 3. Enero-Junio de 2009, pp.

129-143.

Del compás del canto gregoriano al compás de la Danza-Merengue -Crónica de la teoría

musical difundida y producida en Caracas durante los siglos XVIII, XIX y principios del

XX. Revista electrónica Musicaenclave Vol. 3 - 3, Septiembre-Diciembre 2009.

Disponible en: http://www.musicaenclave.com/vol-3-3-septiembre-diciembre-2009/

Ángel Fuenmayor, wagnerianismo y teosofía. Su polémica estética con Vicente Emilio Sojo.

Revista electrónica Musicaenclave, Vol. 5 - 2, Mayo-Agosto 2011. Disponible en:

http://www.musicaenclave.com/articlespdf/angelfuenmayor.pdf

4. Artículos en revistas de difusión:

Del Origen de la Música y la Vida Material. Papel Musical. Caracas, Enrique Cubillán -

CONAC, 1995.

El Sistema Sánchez: memoria sobre los signos de alteración de las notas y su reforma. Papel

Musical. Caracas, Enrique Cubillán - CONAC, 1996.

Los sonidos indígenas en los textos de los cronistas. El desafío de la historia. Caracas, Grupo

Editorial Macperri. Año 2 / N° 2 / Revista 8. 2010. pp. 68-73.

La oída del otro. Tres danzas venezolanas en el testimonio de tres visitantes del siglo XIX. El

desafío de la historia. Caracas, Grupo Editorial Macperri. Año 3 / Revista 20. 2010. pp. 26-

30.

En el centenario del centenario del “Gloria al bravo pueblo”. El desafío de la historia.

Caracas, Grupo Editorial Macperri. Año 3 / Revista 23. 2010. pp. 32-37.

Marzo


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