farabeuf - salvador elizondo

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  • Salvador Elizondo, 1965Diseo de cubierta: Joaqun Mortiz

  • A Michle

  • Toute nostalgie est un dpassement duprsent. Mme sous la forme du regret, elleprend un caractre dynamique: on veut forcerle pass, agir rtroactivement, protestercontre lirrversible. La vie na de contenu quedans la violation du temps. Lobsession delailleurs, cest limpossibilit de linstant; etcette impossibilit est la nostalgie mme.

    E. M. Cioran,Prcis de Dcomposition

  • Captulo I

    Recuerdas? Es un hecho indudable queprecisamente en el momento en que Farabeuf cruzel umbral de la puerta, ella, sentada al fondo delpasillo, agit las tres monedas en el hueco de susmanos entrelazadas y luego las dej caer sobre lamesa. Las monedas no tocaron la superficie de lamesa en el mismo momento y produjeron un levetintineo, un pequeo ruido metlico, apenasperceptible, que pudo haberse prestado a muchasconfusiones. De hecho, ni siquiera es posibleprecisar la naturaleza concreta de ese acto. Lospasos de Farabeuf subiendo la escalera,arrastrando lentamente los pies en los descansos osu respiracin jadeante, llegando hasta donde testabas a travs de las paredes empapeladas,desvirtan por completo nuestras precisionesacerca de la ndole exacta de ese juego que ella

  • estaba jugando en la penumbra de aquel pasillo. Esposible, por lo tanto, conjeturar que se trata delmtodo chino de adivinacin mediante hexagramassimblicos. El ruido que hacan las tres monedasal caer sobre la mesilla lo hace suponer. Pero elotro ruido, el ruido quiz de pasos que se arrastrano de un objeto que se desliza encima de otroproduciendo un sonido como el de pasos que searrastran, escuchados a travs de un muro, bienpuede llevarnos a suponer que se trata deldeslizamiento de la tablilla indicadora sobre otratabla ms grande, surcada de letras y de nmeros:la ouija. Este mtodo adivinatorio,tradicionalmente considerado como parte delacervo mgico de la cultura de Occidente,contiene, sin embargo, un elemento de semejanzacon el de los hexagramas: que en cada extremo dela tabla tiene grabada una palabra significativa: lapalabra S del lado derecho y la palabra NO dellado izquierdo. No alude este hecho a la dualidad

  • antagnica del mundo que expresan las lneascontinuas y las lneas rotas, los yang y los yin quese combinan de sesenta y cuatro modos diferentespara darnos el significado de un instante? Todoello, desde luego no hace sino aumentar laconfusin, pero t tienes que hacer un esfuerzo yrecordar ese momento en el que cabe, por asdecirlo, el significado de toda tu vida. Alguien, talvez ella, balbuci o profiri unas palabras en unalengua incomprensible inmediatamente despus deque se produjo el tintineo de las monedas al caeren la mesa. El nombre de se que est ah en lafotografa, un hombre desnudo, sangrante, rodeadode curiosos, cuyo rostro persiste en la memoria,pero cuya verdadera identidad se olvida Elnombre fue lo que ella dijo tal vez

    Es usted una persona en extremometiculosa, doctor Farabeuf. Esa meticulosidad hacontribuido, sin duda, a hacer de usted el mshbil cirujano del mundo. Est usted seguro de no

  • haber olvidado nada? Cualquier indicio de supresencia en esta casa puede tener consecuenciasterribles e irremediables. Debe usted cerciorarse,con la meticulosidad que le caracteriza, de que nofalte uno solo de los instrumentos. Repase usted ensu mente la lista del instrumental. Para ello puedeusted emplear diversos mtodos. Puede usted, porejemplo, repasar cada uno de los instrumentos enorden descendente de tamaos: desde el enormefrceps de Chassaignac o el speculum vaginal N16 de Collin, hasta los pequeos catteres ysondas oftlmicas o las tenacillas para lahemstasis capilar o las afiladsimas agujillashipodrmicas o de sutura. Puede usted cerciorarse,tambin, aplicando este mtodo inversamente, esdecir, por orden ascendente de tamaos. Espreciso, sobre todo, que no deje usted nadaolvidado aqu. Ha revisado ya la mesilla dehierro con cubierta de mrmol que se encuentraadosada al muro debajo del cuadro alegrico?

  • Remueva usted los algodones sanguinolentos y lasgasas manchadas de pus; una aguja imprescindible,una pequea sonda nasal de gran utilidad puedeestar oculta entre ellos. Repase usted, uno a uno,sus instrumentos de trabajo; los que usted mismoha inventado y diseado y que le han dado justorenombre en todo el mundo, as como aquellos quese deben al ingenio de sus colegas ms notables.No se distraiga usted, doctor, al hacer esteinventario mental. No preste ninguna atencin aesa bella mujer desnuda representada en el cuadroque tiene ante los ojos. Tenga cuidado, sinembargo, de no bajar la vista al suelo; losperidicos viejos que all han sido extendidospodran distraerlo igualmente. Usted quiz ya sabepor qu. Va usted a salir de aqu dentro de algunosminutos y tal vez no vuelva nunca ms a esta casa.Hoy ha tenido que desviarse considerablemente desu ruta habitual al salir de la Escuela de Medicinapara venir hasta aqu. Ha vacilado usted antes de

  • atreverse a entrar en esta casa en la que vivitantos aos. Al llegar la primera vez ante la puertano entr y volvi sobre sus pasos para dirigirsenuevamente al Carrefour a esperar el autobs quelo llevara a su casa en el otro extremo de laciudad. Pero volvi usted al poco tiempo y heloaqu a punto de marcharse ya, tal vez para siempre.Es por ello que debe usted asegurarse de que nodeja nada olvidado. Piense detenidamente lasdiferentes cuchillas para amputacin cuyo filoextremo es uno de sus orgullos los escalpeloscon sus diferentes formas de mangos que tanperfectamente se adaptan a la mano que losempua los aguzados bistures cuyo solo pesobasta para producir delicadsimos tajos la sierrade dorso mvil que tan buenos resultados le hadado aplicada sobre el fmur o su propia sierrauniversal de seguetas intercambiables, til, sobretodo, cuando se trata de hacer saltar los brazosconservando la articulacin de la cabeza del

  • hmero en la cavidad glenoide del omplato lacizalla, tambin de su invencin, de incalculablevalor para allanar los bordecillos que deja lasierra despus de la seccin de un hueso o en losastillamientos traumticos tan molestos siempre aldesarrollo de una intervencin ntida, perfectalos diferentes clamps y ligaduras, algunos de ellosde bronce bruido con tornillos de presin a loslados, otros de hule rojizo y otros, en fin, de huleambarino las cnulas las tortuosas sondas quepermiten penetrar a travs de las fosas nasaleshasta las cavidades craneanas del occipucio o quepermiten, por la boca, explorar los meandros delodo interno No olvide usted, especialmente, suscomplicados gatillos, entre todos los instrumentosde su invencin, los que ms le honran ya queanan la rapidez instantnea, s, ins-tan-t-nea, a laprecisin y a la limpieza del tajo en eldescabezamiento de los huesos alargados y lasierra de cadenilla de Gigli, otro complicado

  • producto de la inventiva mdica mediante la quese ha solucionado para siempre el molestoproblema del serrn seo que tantas grandesreputaciones haba comprometido Est ustedseguro de que no falta nada? Lleva usted todos,pero absolutamente todos los instrumentosdebidamente envueltos en los pequeos lienzos delino, cuidadosamente guardados dentro del viejomaletn de cuero negro?

    Al trasponer aquel umbral quin lo hubieratraspuesto bajo la lluvia, viniendo desde aquellaencrucijada? se confunda el recuerdo con laexperiencia (esto quiz debido a la tenacidad deesa lluvia menuda que no cesaba de caer desdehaca muchos das). La vida quedaba sujeta a unaconfusin en medio de la que era imposiblediscernir cul hubiera sido el presente, cul elpasado. Al trasponer el umbral de aquella casalujosa y decrpita a la vez, un transente que sehubiera detenido a contemplar la fachada rugosa

  • de aquella casa, proyectada de acuerdo con la mspura tradicin del modern style, pletrica decornisas voluptuosas pringadas de salitre, dehumo, de niebla y de lluvia, s, se hubiera detenidocomo para inquirir a las piedras carcomidas deaquel alfizar tallado en la forma de unas enormesfauces el del lado izquierdo, en el que habanarraigado los lquenes grisceos cul era elverdadero significado de aquella cita concertada atravs de las edades, de aquel momento que sloahora se realizaba. Es un hombre el hombreque desciende apresuradamente de un pequeoautomvil deportivo de color rojo, con las manosenguantadas y los ojos ocultos detrs de unas gafasahumadas, se dirige a la reja, empuja la verja dehierro para abrirla y penetra en aquel meandro desetos de boj, descuidados, crecidos ms all de suarmona original hasta convertirse enconstrucciones tortuosas que se confunden con losarabescos vegetales que ornan la arquitectura de la

  • casa. Cmo est descuidado piensa para s alcruzar entre esos setos abandonados al capricho desu propio crecimiento. Es un anciano el hombre que llega a pie bajo la lluvia viniendo desde elCarrefour, enfundado en un grueso abrigo de paonegro, en la solapa del que estn cosidos, al igualque en la solapa de su chaqueta, los listoncillos detres condecoraciones. Sostiene en una mano unmaletn de cuero negro y en la otra un viejoparaguas a travs del cual se cuela el aguacayndole en gruesos goterones sobre los hombrosdel abrigo impregnados de caspa seca. Trecuerdas sus gestos llenos de fatiga, no es as?Recuerdas su paso artrtico cruzando aquella calleembaldosada; recuerdas el sonido lento comoel sonido que hace la ouija cuando empieza amoverse, el sonido rido de sus anticuadosbotines ortopdicos sobre los peldaos de laescalera desierta de aquella casa 3 rue delOdon, recuerdas la inquietud que emanaba de

  • su respiracin jadeante cuando se detena apoyadoen el barandal de la escalera, en cada uno de losdescansos alfombrados de pelouche color vino, arecobrar el aliento mientras acariciabanerviosamente las perillas de bronce de losremates? De seguro que has retenido todo esto entu memoria. Vuelve tu mirada en torno a estasparedes. Has vuelto despus de algunas horas t, yo; has vuelto despus de muchos aos l,ella. Has venido porque ella la mujer te hallamado hace apenas media hora. Descolgaste elauricular del telfono y sin darte tiempo de deciruna sola palabra escuchaste su voz lejana que teimploraba venir en su ayuda, que te peda vinierasa su lado mediante el proferimiento de una frmulaconvenida. Acaso lo has olvidado? No esperabasya esa llamada y sin embargo la campanilla deltelfono son cuando t sabas que sonara. Ahorahas venido en busca del recuerdo de la Enfermerala mujer siempre vestida de blanco. No

  • importa ya para nada tu identidad real: tal vez eresel viejo Farabeuf que llega hasta esa casa despusde haber hecho saltar dos o tres piernas y brazosen el enorme anfiteatro de la Escuela de Medicina,o tal vez eres un hombre sin significado, unhombre inventado, un hombre que slo existe comola figuracin de otro hombre que no conocemos, elreflejo de un rostro en el espejo, un rostro que enel espejo ha de encontrarse con otro rostro. Eso estodo. Lo que importa ahora es recordar aquelmbito. T lo recuerdas, no es as? Pero tumemoria no alcanza ms all de aquel rostro.Quisieras olvidarlo. Quisieras olvidar lasensacin que produca aquel objeto ocenico,putrefacto, entre tus dedos. Es preciso que yo loreviva todo en tu memoria renuente; cada uno delos detalles que componen esta escenainexplicable. No debes olvidarlo porque slo asser posible llegar a tocar el misterio de aquellosacontecimientos singulares que algo o alguien, tal

  • vez una mano que se desliza sobre un vidrioempaado, trata de borrar. No es preciso noslo recordar el rostro de aquella mujer vestida deblanco o de negro quiz sino tambin lascircunstancias y los objetos que la rodeaban en elmomento en que decidi entregarse, urgida por laexcitacin que le haba provocado lacontemplacin de una imagen que haba tenido antelos ojos durante largo rato mientras caa la lluviase supone antes de llamar por telfono yproferir la frmula convenida; una imagenimprecisa en la que se representaba, borrosamente,un hecho incomprensible, o tal vez terriblementeclaro. No habrs olvidado, estoy seguro de ello,aquel saln enorme, que slo por su enormidad,duplicada en la superficie de aquel espejo conhistoriado marco dorado, pareca lujoso yesplndido, pero que en realidad estaba minado ymanchado por el tiempo y por todas las cosas quea lo largo de los aos se haban reflejado en l. La

  • luz imprecisa, turbia de polvo, del atardecer sefiltraba por las dos ventanas que daban a la callepor encima del jardincillo abandonado. Encontraluz no era posible precisar el estado exactodel terciopelo de los cortinajes que bordeaban losmarcos de aquellas ventanas. Sabamos, sinembargo, que era un terciopelo desvado por la luzde los aos, unas colgaduras fnebres con losvisos rotos por su propio roce, deshilachados ensu parte inferior de arrastrarse pesadamente poraquel piso de parquet que la lluvia, que a veces secolaba a travs del marco de la ventana, habacarcomido y hecho spero. Fue justamente sobreesa parte del piso, podrida por el agua, junto a losflecos sucios de las cortinas de terciopelodesvado, que una mosca de seguro querecuerdas esto, no es as? cay muerta, despusde revolotear insistentemente cerca de la ventana,despus de golpear repetidas veces los cristalesempaados. Hubieras corrido al subir por aquella

  • escalera, posando apenas tus manos enguantadasen el gastado barandal de la escalera. Hubierasacariciado apenas, al llegar a los descansos deaquella escalera crujiente, las perillas de broncede los remates, pero al llegar ante la puertacerrada de aquel saln te hubieras detenido uninstante para percatarte de que exista unapresencia que te aguardaba y que te acogera msall de aquel quicio y tu memoria hubiera evocadoel tumbo de las olas, creyndote, por un momento,a la orilla del mar. Unos pasos, el ruido producidopor dos tablitas de madera que se rozan, por unasmonedas que caen sobre una mesa, te hubieranproporcionado la seguridad que buscabas. Pero lapuerta y los muros que eran demasiado gruesos ytodos los ruidos que se escuchaban eran ruidoslejanos y sin sentido para ti en aquel momento.

    Tres yin una lnea rota al arrancar elbledo sale tambin la raz la perseveranciatrae consigo la buena fortuna

  • Es preciso entrar en ese saln sin decir unasola palabra, pens el hombre al llegar al final dela escalera.

    Abrira la puerta inmediatamente despus deque se produjera el ruido de las tres monedas alcaer sobre la mesa y la vera de espaldas. En susojos se habra grabado la imagen de ese momento,de ese espacio donde la luz mortecina delatardecer se iba coagulando en torno a los objetoscomo la sangre que brota apenas de la incisinhecha en el cuerpo de un cadver y vera todas lascosas que all se encontraban como si fuera laprimera vez que entraba en el saln. Junto a lapuerta del pasillo la mesilla de hierro con lacubierta de mrmol. Encima de la mesilla, colgadadel muro, la copia, al tamao, de un famoso cuadroen el marco del cual reluca una plaquita de broncecon el ttulo grabado en letra inglesa:incomprensible por estar escrito en una lenguadesconocida. Entre las dos ventanas el tocadiscos

  • que giraba en la penumbra difundiendoinsistentemente el estribillo de una cancinanticuada y obscena. Ira hasta la mesilla sobre laque dejara sus guantes despus de habrselosquitado cuidadosamente. Era preciso no decir niuna sola palabra. Absorbera mentalmente cadauno de estos objetos poniendo toda su atencin enellos, en la luz que los iluminaba, y olvidaramomentneamente el rostro de esa mujer que loesperaba inmvil sin volverse hacia l, que loesperaba sin que l conociera su verdadero rostro,su rostro de aquel momento que tal vez fuera paraentonces si las monedas haban cado en ladisposicin de tres yang o de dos yang y un yinel rostro de otra y no de la que l haba conocido,esa mujer cuya voz lo haba llamadoangustiosamente a su lado por telfono.

    Apoyado a un lado de la pequea mesa concubierta de mrmol, poda ver su rostro reflejadoen el enorme espejo que penda de la pared

  • opuesta y poda ver el reflejo de la figura de lamujer, de espaldas al espejo, en la misma forma enque esta representacin hubiera surgido en lamente de alguien que pretendiera describir elmomento de su llegada a aquella casa. Perdientonces la nocin de su identidad real. Crey sernada ms la imagen figurada en el espejo yentonces baj la vista tratando de olvidarlo todo.

    Doctor, no ponga usted demasiada atencina lo que dicen esos peridicos esparcidos en elsuelo slo estn all para que el parquet no semanche.

    Ella hubiera escuchado el golpear de la lluviacontra los cristales. Los primeros goteroneshubieran producido exactamente el mismo ruidoque una mosca que choca reiteradamente contra laventana tratando de escapar, o lo hubieraescuchado al unsono con aquella cancin absurdaque pareca repetir la misma frase para siempre ylo hubiera sentido trasponer el umbral de aquella

  • puerta a sus espaldas y llegar cautelosamente,temeroso de manchar con el barro adherido a suszapatos el parquet del saln, pisandocuidadosamente los peridicos viejos que ellahaba extendido desde la puerta de entrada al salnhasta donde empezaba el pasillo. Pero no hubieravuelto la mirada hacia l. Miraba fijamente elfondo de aquel pasillo, adentrndose con elpensamiento en esa penumbra en la que suansiedad haba imaginado la existencia de un ser,el que ella hubiera querido ser, de las cosas queella hubiera querido saber y que algunos minutosantes haba tratado de concretar, trazando con elndice de la mano derecha un signo incomprensiblesobre el vidrio empaado de una de las ventanas,la del lado derecho viendo hacia el exterior, unsigno que ella hubiera deseado ser y comprender;porque en esa capacidad de comprender lo queella haca al azar y sin sentido, por un capricho,resida la concrecin y el significado del ser que

  • ella se imaginaba, un ser anticuado, cruel, bello,vestido siempre de blanco, que se acoge a unacaricia sangrienta y en cuyas manos lvidaspersiste para siempre la sensacin de una materiaviviente, viscosa, que se pudre lentamente entrelas puntas de los dedos, un ser inolvidable quetodo lo que toca lo vuelve inolvidable y que secuela, de tan inolvidable, en la memoria y en losrecuerdos de quienes nunca lo hubieran conocido.

    En efecto dijo el Maestro, se trata obien de una Asteria rubens o bien de una Asteriaaurantiaca

    Si te hubieras vuelto hacia m en ese instanteno te hubiera reconocido tocada con aquella cofia,manchado tu uniforme blanco de enfermera con lasangre de algn desconocido al que hubierasamado en tu memoria. S, era un hecho que loamabas, imaginado en ese xtasis sanguinario quehubieras querido presenciar o que hubierasquerido olvidar. Ambas cosas eran ahora

  • imposibles porque al volverte, turbada por mipresencia en aquella casa, hubieras sido otra,inolvidable como el hombre que te haba estadocontemplando fijamente, en tu desnudez, desde laturbia atmsfera de aquella fotografa borrosa quealguien, tal vez un antiguo inquilino, habaolvidado en algn resquicio mohoso de aquellacasa, entre las pginas amarillentas de un libro,muchos aos atrs y que, entonces, en un instantede locura, nos imagin en su futuro, contemplandonuestra propia imagen, uno, en la superficie de unespejo y otro, en el fondo de su propio deseoinsatisfecho.

    Quin es se que en la noche nos invoca parasu imaginacin como la concrecin de nuestropropio deseo insatisfecho? Quin, en la tardelluviosa, nos llama mediante una operacin mgicaque consiste en hacer, por un impulso cuyaexplicacin todos desconocen, que una tabla mspequea se deslice sobre otra tabla ms grande

  • con un orden y un sentido, deletreandovacilantemente un nombre, una palabra que nadasignifica? O es que acaso t te hubieras llamadoREMEMBER?

    Ese libro recuerdas? el libro que alguiendej olvidado en esa casa y entre cuyas pginasamarillentas encontraste dos cartas; una quedescriba un incidente totalmente banal ocurrido enla playa de un balneario lujoso y otra, redactadafebrilmente, un borrador tal vez, muchas de cuyaslneas eran ilegibles y que hablaba de una curiosaceremonia oriental y propona, al destinatario, unplan inquietante para conseguir la canonizacin deun asesino recuerdas ese libro?

    Aspects Mdicaux de la Torture ChinoisePrcis sur la Psychologie no, Physiologie yluego deca algo as como: renseignements prissur place Pekin pendant la revolte des Chinoisen 1900 el autor era H. L. Farabeuf avecplanches et photographies hors texte Esto es lo

  • que yo recuerdoQuin hubiera podido imaginarnos con tanta

    realidad como la que hemos podido cobrar ahora?Tanta que este espejo ha llegado a reflejarnos y enl se han encontrado nuestros rostros tantas veces.T recuerdas todo esto, no es as? Hemos jugado,innumerables veces, a encontrarnos de pronto en elespejo. Hubiramos pasado a formar parte de unarealidad ajena a nuestra vida si en verdad all noshubiramos encontrado. Hemos jugado a tocarnuestros cuerpos sobre esa superficie fra, abesarnos en la imagen reflejada sin que nuestroslabios se tocaran jams. Algo indeterminado noslo hubiera prohibido. Esa mujer figurada en elcuadro que representa la virginidad del cuerpo seantepona siempre que yo hubiera deseadoromperte como una mueca de barro mientras quela otra mujer una figuracin alegrica de laEnfermera, sin duda pareca ofrecer al mundo elnfora de su cuerpo en un gesto lleno de presagios.

  • No en balde su cuerpo se apoyaba sobre unaltorrelieve que representaba el connubio cruentode un stiro y un hermafrodita o una escena deflagelacin ertica. Nos besbamos virtualmentesobre la superficie de azogue de aquel espejoenorme, propiciando con ello la materializacin deaquel que un da nos concibi exactamente en estasactitudes: t ante el espejo, de espaldas a l; yoante el cuadro incomprensible e irritante que sloincidentalmente un detalle mnimo dentro de laesplndida composicin representa una escenade flagelacin ertica esculpida en el costado deun sepulcro clsico o de una fuente rectangular,tallado en un estilo reminiscente del de Pisanello odel de Della Robbia, de cuyo fondo un nio trata,indiferente a las dos magnficas figuras alegricas,de extraer algo. Trata tal vez de sacar de esa fosaun objeto cuyo significado, en el orden de nuestravida, es la clave del enigma que todas las tardesuna mujer vestida de blanco propone a la ouija o

  • trata de dilucidar mediante los hexagramas del IChing, sentada en el fondo del pasillo. Nunca helogrado desentraar este misterio sin embargo

    Tu mano se perdi en los resquiciosenlamados, tortuosos de las rocas de aquella playapara extraer de las comisuras resbaladizas,surcadas de pequeos cangrejos, una estrella demar

    Una estrella de mar?S, un objeto putrefacto que luego, con asco,

    lanzaste a las olas, recuerdas?No recuerdo nada. Es preciso que no me lo

    exijas. Me es imposible recordar. Es necesarioque no me atormentes con esa posibilidad, con laprobabilidad de esa mentira que hemos forjadojuntos ante aquel espejo enorme que nos reflejabaentre sus manchas y grietas. Es necesario que nome atormentes con esa posibilidad de la memoria.Slo se ha grabado en mi mente una imagen, perouna imagen que no es un recuerdo. Soy capaz de

  • imaginarme a m misma convertida en algo que nosoy, pero no en algo que he sido; soy, tal vez, elrecuerdo remotsimo de m misma en la memoriade otra que yo he imaginado ser. Es por ello queyo no puedo recordar. Slo puedo escucharte, ortu evocacin como si se tratara de la descripcinde algo que no tiene nada que ver conmigo. Espreciso, lo s, que yo te crea cuando me hablas detodo lo que hemos hecho juntos. Estoy dispuesta acreerte, pero no puedo recordarlo porque para tiyo no soy yo. Soy otra que alguien ha imaginado.Soy, quiz, la ltima imagen en la mente de unmoribundo. Soy la materializacin de algo que esta punto de desvanecerse; un recuerdo a punto deser olvidado

    Eso es lo que t hubieras querido ser, mas lamemoria no hubiera logrado retenerte de tan fugaz.De pie, inmvil, en mitad del saln, te hasdesplazado con el deseo de ser otra, hacia el fondodel pasillo en donde inquieres siempre una misma

  • pregunta haciendo caso omiso de ti misma; uncuerpo abandonado ante el espejo, de frente a uncuadro incomprensible, de espaldas siempre aquien te mira en esa fuga de ti misma que noadmite mostrar tu rostro, porque cuando el recinllegado se dirige a ti giras lentamente hasta quedarde nuevo colocada de espaldas a l. Te vuelves.Corres hacia la ventana tratando nuevamente dehuir de su mirada. Quin, cuando nos imagin enesa suspensin de todo movimiento, hubierapresentido este sbito rompimiento de la quietud?Tu mirada est fija en ese fondo de luz de laventana y al pasar frente al recin llegado tu pieroza la base de fierro de la mesilla y tu mano lasuya.

    La hubiera retenido un instante en su mano?Corres como tratando de reconstruir, en ese

    momento nico, una larga carrera a la orilla delmar, hasta detenerte bruscamente sin haber llegadoal reborde de la ventana porque un recuerdo

  • impreciso te ha asaltado de pronto. El recuerdo dealgo que no habas experimentado en tu vida, sinoen la vida de la Enfermera. Te detienes ante laventana, a unos pasos del reborde. Suena en tusodos una frase que se repite tediosamente como eltumbo de las olas y tratas al mismo tiempo dedescifrar ese signo que tu dedo, impulsado por eldeseo incontenible, traz en el vidrio empaado.Crees de pronto haber descubierto su significado ybalbuceas un nombre sin terminar de decirloporque en ese momento, de pie ante la ventana dellado derecho del saln, alguien te ha recordado asu vez, alguien que desde la calle y bajo la lluvia,quieto como una mancha negra dibujada en elvidrio, contempla fijamente la ventana del ladoizquierdo e intuye tu presencia detrs de la fachadarugosa y carcomida, una fachada del ms puroestilo art nouveau, de aquella vieja casa.

    Por qu te has detenido?, por qu se hacongelado este momento?, por qu lo has

  • invocado mediante aquel garabato que tu manotraz al azar sobre el vidrio empaado? Sihubieras llegado hasta donde ibas, si hubieraslogrado borrarlo con la palma de tu mano, la vida,tal vez, hubiera proseguido y nada se hubieradetenido. Alguien, en aquella inmovilidad tansbita, barrunt tu cuerpo impreciso detrs de laventana

    Hay miradas que pesan sobre la conciencia. Escurioso sentir el peso que puede tener una mirada.Es curioso comprobar cmo el afn de retener unrecuerdo es ms potente y ms sensible que elnitrato de plata extendido cuidadosamente sobreuna placa de vidrio y expuesto durante unafraccin de segundo a la luz que penetra a travsde una combinacin ms o menos complicada deprismas. Esa luz se concreta, como la delrecuerdo, para siempre en la imagen de unmomento. Una imagen borrosa, la nitidez de cuyaverdadera significacin, comprendida en la

  • soledad y en el silencio, es capaz de hacerte gritaren mitad de la noche. Ese grito no es ms que lamscara de tu verdadero dolor. Un doloragudsimo, mil veces ms agudo que el lentodesmembramiento que ellos, con la lentitud delhielo que se resquebraja al sol, pero sbito comoel vmito de un moribundo, van tajando en elcuerpo del supliciado.

    La fotografa dijo Farabeuf es unaforma esttica de la inmortalidad.

    Luego deposit cuidadosamente el viejomaletn de cuero negro sobre la cubierta demrmol de la mesa. Sus ojos se posaron un instantesobre el cuadro suspendido ante sus ojos, pero laalegora all representada no pareci llamarlemucho la atencin. Fij la mirada apenas en ladesnudez de la mujer que aparece del lado derechodel cuadro, pero en el acto baj la vista y siguiextrayendo cuidadosamente cada uno de losinstrumentos, envueltos en pequeos lienzos de

  • lino, del fondo del viejo maletn de cuero negro.Te habas detenido. Lo que era inexplicable

    era que, a pesar de tu inmovilidad (un hechoconcreto, irrefutable, pues slo la quietud noadmite dudas), en ese momento que no ocupabaningn lugar en la extensin del tiempo, semanifest de una manera inconfundible laexistencia de un movimiento, pues cuando t tedetuviste bruscamente, alguien (acaso fuera yomismo) escuch con toda claridad un ruido comoel que produce una tablilla de madera al deslizarselentamente, impulsada por una fuerzaimponderable, animada tal vez por un deseosecreto, movida por un ansia de comprobacinms que de inquisicin, sobre otra tablilla demadera. O como el sonido que producen tresmonedas al caer sobre una mesa. Y ese sonido erala manifestacin incontestable de un movimiento,el nico en esa quietud y en ese silencio que todolo abarcaban aparentemente.

  • Fotografiad a un moribundo dijo Farabeuf, y ved lo que pasa. Pero tened en cuenta que unmoribundo es un hombre en el acto de morir y queel acto de morir es un acto que dura un instante dijo Farabeuf, y que por lo tanto, parafotografiar a un moribundo es preciso que elobturador del aparato fotogrfico accioneprecisamente en el nico instante en el que elhombre es un moribundo, es decir, en el instantemismo en que el hombre muere.

    Usted es, y todos lo sabemos, querido maestro,el autor de este pequeo prcis que tanto ha dadoqu hablar en los crculos de su especialidad. Unaobrita inquietante en verdad. La Facultad, desdeluego, no ha participado en ninguno de losaspectos del escndalo que se ha producido. Sonlas gentes de letras y en especial los dreyfusardslos que han acudido apresuradamente a abrevar enlas fuentes de esa sabidura malsana que usted,querido doctor, no sin cierto ingenio y buen humor,

  • ha hecho brotar en el yermo de la filosofa mdicade nuestro tiempo. Particularmente su exhaustivoanlisis del Lengn-tch, con las magnficasfotografas que lo acompaan, debidas comotodos lo saben a su pericia tcnica en el arte deDaguerre, merecern, en aos futuros, sin dudaalguna, un lugar de honor en la historia de lascuriosidades mdicas. Es un hecho que desde loscursos del gran Claude Bernard que produjeron laIntroduccin al Estudio de la MedicinaExperimental no se haba producido, en el seno denuestra Facultad cuando menos, un texto tericotan importante como el suyo. Slo es de lamentarseel uso tan inapropiado que los literatos estnhaciendo de l. Si no fuera por esto, sucandidatura, querido maestro, seguramente severa bien acogida.

    Lo que nos esperaba ms all, en el tiempofuturo, haca que ese paseo a la orilla del martuviera un sentido especial. Para recordarlo

  • hubiera sido preciso que nos hubiramos tomadode la mano. Esto le hubiera dado a nuestraexperiencia la concrecin que tienen las cosascuando acontecen tal y como deben acontecer en laimaginacin popular, en la imaginacin deaquellas gentes ociosas que caminabandespreocupadamente por el muelle y que sinquererlo, a veces, alcanzaban a vislumbrarnosmientras bamos por la arena sintiendo a nuestrolado romperse las olas. Para ser verdaderos espreciso que seamos tal y como nos imaginan losdesconocidos. Sin embargo nosotros caminbamosapartados el uno del otro. T ibas delante de m;por eso pudiste correr sin que yo lograra detenerte.Pens por un momento que la plenitud de ese margrisceo te haba sobrecogido y que intentabasalejarte del embate de las olas, pero luego ca enla cuenta de que, en realidad, estabas huyendo dem, de mi proximidad que te hostigaba. Echaste acorrer. Ignoraste, al pasar frente a l, al nio que

  • construa un castillo de arena. Hubiera estadodentro de tu carcter que te hubieras detenido, quelo hubieras acariciado, que le hubieras dirigidoalgunas palabras de encomio. Eras, para entonces,otra que yo no conoca. Es por eso que alcruzarnos con aquella mujer vestida de luto hicistealgn comentario que yo no pude or claramente,pero ignoraste al perro que la segua. Yo hubieraquerido detenerte cuando corriste alejndote de milado y luego, de pronto, te detuviste bruscamente.Te agachaste y entre los guijarros redondos deaquella playa encontraste una estrella de mar queme mostraste diciendo: Mira, una estrella demar, y ese ser putrefacto tenido delicadamenteentre las yemas de tus dedos te contagi unaansiedad como si tus manos hubieran tocado uncadver antes de que tu corazn se hubiera dadocuenta de ello, recuerdas?

    Hay en todo esto una circunstancia curiosa; unefecto que no puede ser explicado ni por la ms

  • extravagante teora acerca de la tcnicafotogrfica. Cuando escalamos aquel faralln y nossentamos sobre las rocas a contemplar el vuelo delas gaviotas y de los pelcanos, yo te tom unafotografa. Estabas reclinada contra las rocasdesgastadas por la furia de las olas. Se trataba,simplemente, de un paisaje marino, banal porcierto, en cuyo primer trmino tu rostro tena laexpresin de estar haciendo una pregunta sinimportancia. Por qu entonces, cuando la pelculafue impresa, aparecas de pie frente a la ventanade este saln?

    No hubiera presentido la presencia de aquelhombre; un hombre cuyo significado se hallabasuspendido en el momento de aguardar inmvil elimpulso definitivo de su voluntad para franquearaquel quicio y que a su vez me imaginaba deespaldas a la puerta. Lo esperaba, sin embargo, sinpresentirlo cabalmente. Es por eso que me habacolocado de espaldas a la puerta, tratando de

  • descubrir en el fondo de aquel pasillo oscuro laimagen que mi deseo invocaba. No en vano habayo contemplado durante tantas horas aquellafotografa borrosa cuya visin haba despertado enm a otro ser desconocido tal vez presentidoque medraba en las sombras y pasaba las horasinvocando una imagen que era, en realidad,solamente ma y que la Enfermera habaabandonado en esa zona que abarcaba todas lascosas y los rostros que yo haba olvidadodefinitivamente al concretarse esa imagen en loque yo hubiera querido ser; lo que haba sido ellasegn yo la conceba: el testigo de un ritosanguinario y solemne que ya haba olvidado en elfondo de lo que hubiera sido mi memoria sihubiera sido la Enfermera y que se habaextraviado en el momento exacto en que yo habacobrado esa imagen para m. Pens entonces queyo estaba hecha con las memorias que ella habaolvidado y que ella era la reencarnacin de mis

  • olvidos, recordados de pronto al ver aquellafotografa; que yo era la materializacin de susrecuerdos o acaso un ser hecho de olvido quealguien estaba recordando dndole con ello unamateria que tal vez pesaba y ocupaba un lugar enel espacio.

    Cmo, si no, te hubieras sentido tan penetradapor ese cuerpo que te era ajeno?

    Pero de quin es ese cuerpo que hubieraamado infinitamente y cuya carne hecha jironeshaba cobrado tanta realidad dentro de aquellacasa, cuya memoria todo lo impregnaba,manchando ante nosotros aquellos peridicosviejos extendidos sobre el parquet?, quinhubiera transformado la banalidad de unacontecimiento, de un encuentro imprevistosemejante, en una imagen borrosa, en unapresencia irrealizada que todo lo llenaba desangre?, quin hubiera puesto en tu mano,enfundada en un terso guante de hule color de

  • mbar, esa cuchilla afiladsima que entoncesapuntabas hacia mi garganta?, quin se hubieradejado penetrar ante aquella presencia que todo loinvada con su xtasis?, quin se hubiera dejadomatar por el roce de un mun tumefacto, si lo queramos ante aquel espejo era la imagen de unamentira ociosa, de una ilusin sin sentido forjadapor la pericia siempre precaria, pero a vecescertera, de un mago inepto tratando torpemente deimponer nuestra presencia intangible, desugestionar con nuestra irrealidad a un grupo dedementes o de idiotas en una funcin de festival demanicomio barato?

    A Son Em. T. Rev., Lut ci-joint coupures(Cheng pao, jan. 901, Shun tien sh pao, No.Chin. Daily News, trad. Shang Y: Princepsmongol, exigen que Fu Chu sea quemadopena demasiado cruenta infinita misericordiaChu l muerte lenta et caet pour profiter decette heureuse circonstance et faire parvenir le

  • zle de notre haute mission aux buts voulus et doncsi sagement prtablis par la Providence Divinequi mne toujours les affaires de ce monde selon lemeilleur dessein pour que chaque dmarche denotre Societ saccomplisse ad majorem D. G., telquen ce cas dont lutilisation ingnieuse rendrapossible, dune fois pour toutes, ltablissement dela Foi et des Evangiles dans le Royaume Central,tche laquelle se sont consacrs, depuis dessicles, tant de nos compagnons-en-armes(ilegible) mme leur sang et leur vie deuxtapes du plan: 1 publication du petit tract surles divers procds, ceci pour atteindre les gensde lettres, puis, 2 publication des documentsphotographiques dans la presse Catholique endguisant habilement le caractre, plutt politiquede ces vnements et en rhaussant leur caractre,disons, religieux et mystique, jusqu faireapparatre cet individu comme un aptre et unmartyr de la Foi. En attendant mon retour en

  • Europe, je me chargerai de recueillir le plus grandnombre de renseignements sur la vie prive du ditF. Ces renseignements pourront aussi trejustifis et raccomods pour servir (tachado: anos) aux fins de la Sainte Compagnie avant deles faire parvenir Rome; celle-ci tant une tche laquelle je pourrais me consacrer pendant latraverse, de telle faon que mon bateau, arrivant Barcelone vers la fin avril, je pourrais soumettre Votre Em. T. Rev. Monserrat, le brouillon de mesnotes aprs avoir pris contact avec certainsemigrs habitant le quartier chinois du dit port,dont je pus apprendre les signalements ici Pekinet dont la nature de leurs connaissances surlapplication et la sublimation des procdsclassiques pourrait, peut-tre, tre fort profitable.Entretemps il faut vellier avec grand soin ce quelindiscretion ou la malveillance de nos ennemisacharns ne fasse aboutir nos dmarches unechec pareil celui de laffaire des tai ping qui

  • tant a fait reculer lavance de notre Sainte Religionen Chine par la maladresse avec laquelle nosfrres, les D. O. M., ont men la question. Je vousprie, Em. T. Rev., de me faire parvenir votreacquiescement, dans le chiffre convenu: Gratiasagamus Domino Deo nostro, au nom, commetoujours, de M. Paul Belcour, Grand Htel desWagons-Lits, Pekin, aussitt que possible.

    Al calce y continuando a la vuelta del pliego,la siguiente anotacin:

    Post Script. Depuis quelques semaines jaipris contact aves Soeur Paule du Saint Esprit selonles instructions de V. Em. T. Rev. Bien quelle serende fort serviable, je me suis absteint de lui faireconnatre notre projet sur le supplici. En cemoment elle travaille comme infirmire lhpitalmilitaire, attache aux Services Mdicaux de laForce Expditionaire. Inutile de dire quellemaintient incognito son vrai tat et se fait appelerMlle. Mlanie Dessaignes, de Honfleur, Calvados.

  • Le moment arriv, je crois que cette personnepourra nous tre trs utile. tant donn que la prisedes plaques tait une opration plutt difficile soustraire de lattention publique, je me suisprsent elle comme photographe-correspondantde la revue scientifique La Nature de Paris, dontle directeur, M. de Parville, tant troitement li la Cause, comme V. Em., T. Rev. le sait bien,nhsitera pas attester de la vracit de cetteatribution. Je prviens V. Em. T. Rev. de ceci encas ou Elle dciderait tablir liaison entre cettepersonne et moi. Il ne faudra, sous aucun pretexte,lui rvelr ma vraie identit avant que je naie uneassurance absolue sur la sienne et sur le rlequelle joue dans les vnements qui prsent sedroulent en Chine.

    Al margen, escrito de la misma mano, pero alpiz:

    Transcrit au chiffre Misereatur vestriomnipotens Deus, le 29 janvier 1901, au soir.

  • Y un poco ms abajo, nuevamente en tinta ycon letra de imprenta: H. M. S. ADEN (P. & O.)Via Port Said le 30 jan.

    El magnicidio, querido maestro, cometido opropiciado aun en aras de ideales sublimes, nodeja de ser un delito grave. Estaba usted alcorriente de los pormenores y de los preparativosque precedieron al asesinato del prncipe Ao janWan? Se trata de un documento autntico osimplemente pretenda usted, mediante elencubrimiento de su verdadera identidad ymediante una intriga jesutica descabellada,acostarse con una monja en el ms manido de losestilos de las novelas galantes? Expidi ustedefectivamente esa carta cifrada? Quin era eldestinatario? Quin era la llamada MlanieDessaignes? La reconocera si la viera de pronto,vestida de blanco, con los vuelos grises de sucofia cayndole sobre la espalda, sentada en elfondo de un pasillo oscuro?, o vestida de negro,

  • reflejada en la superficie manchada de un espejoenorme, de pie ante una ventana s, la del ladoizquierdo desde la calle, fija su mirada en unsigno incomprensible que con la punta del dedohaba trazado sobre el vidrio empaado? Lareconocera usted si una tarde, una de esas tardesen las que acostumbra trabajar a solas en el GranAnfiteatro de la Facultad, sus ojos la encontrarande pronto, desnuda, tendida en una plancha demrmol, con la boca entreabierta y los ojos fijosen esas escenas que un famoso pintor traz sobrela bveda del anfiteatro, escenario de sus mssorprendentes experiencias? La reconocerausted, maestro, en el momento preciso en que lagran cuchilla convexa de Larrey trazara, guiadapor su mano, una incisin de sangre lentsima, casicoagulada a lo largo del pliegue inguinal parapracticar una experiencia supra cadaver tendientea batir su propia marca en la amputacin de lapierna de la cadera: 1 minuto 8 segundos? La

  • reconocera usted en esa actitud de entrega, en eseabandono que va ms all de la vida, en ese soloinstante en que, como en el coito, la desnudez y lamuerte se confunden y en que todos los cuerpos,aun los que se enlazan en un abrazo inaplazable,exhalan un efluvio de morgue, de carroaconservada aspticamente, en que la gasa impolutarecibe sin que apenas nos demos cuenta de ello,como si fuera el escupitajo de un verdugo, unaviolenta salpicadura de pus?

  • Captulo II

    Recuerdas?La noche era como un largo camino que se

    adentraba en la casa invadiendo todos losrincones, llevando la penumbra hasta el ltimoresquicio, asustando lentamente a los gatos,recuerdas? Estoy seguro que s. En vano hastratado de olvidarlo. Todos los das, al dormirte,piensas en ello tratando de olvidarlo. Inclusive,has llegado a ser la vctima de varios charlatanesque te ofrecan el olvido de ese momento, unolvido patentado y garantizado. Acaso nocompraste un da, en una pequea tienda del barriojudo, un folleto que se llamaba Las Aguas delLeteo, mtodo antimnemnico basado en losltimos descubrimientos de la cienciacabalstica? Yo he visto ese folleto entre tuscosas, entre las cosas que guardas con recelo,

  • temerosa de que ellas delaten ese compromisoineludible que has concertado con tu pasado, conun pasado que crees que es el tuyo pero que no tepertenece ms que en el delirio, en la angustia quete invade cuando miras esa fotografa, como lohaces todas las tardes hasta que sientes que tupulso se apresura y tu respiracin se vuelvejadeante. Aspiras a un xtasis semejante yquisieras verte desnuda, atada a una estaca.Quisieras sentir el filo de esas cuchillas, la puntade esas afiladsimas astillas de bamb, penetrandolentamente tu carne. Quisieras sentir en tus muslosel deslizamiento tibio de esos riachuelos desangre, verdad?

    Qu plida ests! dijo cuando la vio,inmvil en aquella actitud indescifrable.

    Es preciso, maestro, que obtenga usted lacifra original o que reconstruya de memoria laclave Gratias agamus Domino Deo nostro. Ellopuede permitirnos descifrar ese documento

  • S, yo encontraba tu rostro de pronto, comosurgiendo de los gruesos cortinajes de terciopelodesvado y parecas estar del otro lado de laventana. Cuando nos encontrbamos sbitamenteun grito trmulo se ahogaba entre aquellas paredesmanchadas de humedad. Quin gritaba en lanoche? Tu rostro, en el espejo, sangraba cuando yolo vea desde el ngulo opuesto del saln,apoyado, inerte, sobre la cubierta de mrmol de lapequea mesa de hierro en la que l habadepositado los instrumentos de ciruga quebrillaban, para entonces, con los ltimos reflejosde la tarde. La luz dbil del crepsculo se filtrabacomo una bruma luminosa a travs de los vidriosempaados de las ventanas que daban aljardincillo abandonado.

    Ahora lo recuerdo una mosca golpe contrael cristal de la ventana.

    Hubiramos jugado a encontrar nuestrosrostros en el espejo; comunicarnos as; hacer que

  • nuestras miradas se encontraran sobre aquellasuperficie manchada y, en cierto modo, lujosa,bordeada de ornamentos ureos y que refulgacontra el papel manchado cuyo diseo se habaescurrido por el trasudamiento del agua, reflejandode una manera imprecisa y turbia un cuadro degrandes proporciones que representaba unaalegora cuyo significado an hoy, en este instante,nos es totalmente ajeno

    Has caminado ya; saliendo del espejo ante misojos, has cruzado esta estancia umbrosa. Lo saunque no pueda verte. Has caminado a lo largodel saln oloroso an a los desinfectantes que ldeposit sobre el mrmol amarillento de la mesillade hierro. Has caminado hacia el ngulo opuestodel saln sin mirarme al pasar frente a m, comotemiendo distraerte de esa faena equvoca quetodas las tardes, a la misma hora, has realizadodesde hace meses, desde hace aos, recuerdas?

    Lentamente, como quien teme turbar la

  • precaria suspensin del polvo en los haces de luzdorada que se filtraban a travs de los desvadoscortinajes de terciopelo, hubieras caminado, s,lentamente, hacia aquella ventana o hacia aquellamesilla de hierro en que los instrumentosensangrentados yacan abandonados al xidopaulatino de los aos y al pasar frente a la mesillapara dirigirte al otro extremo de aquel salnlgubre, habitado en ese instante tan slo delsonido moribundo de tus pasos, tu pie hubieragolpeado distradamente la base de hierro de lamesilla, produciendo un ruido impreciso que, aespasmos, se hubiera adentrado en el oscurocorredor, diluyndose poco a poco en toda la casahasta perderse luego en el ltimo cuarto, hastatrasponer la ltima puerta, hasta turbar lasuperficie del agua estancada en ese depsitosituado al fondo del pasillo en el que unosalgodones impregnados de cido crmicodifundan, s, lentsimas manchas anaranjadas

  • mientras giraban como lotos putrefactos,despidiendo veneno en un estanque de aguaamarillenta, turbia

    Hubieras corrido. Hubieras corrido hastaalcanzar aquel eco metlico y en cierto modoinforme para aprisionarlo dentro de tu cuerpo, enel meandro tortuoso de tu odo y no dejarloescapar hacia la noche. Lo hubieras alcanzado ycomo si fuera una falena lo hubieras retenido en lacrispada prisin de tu puo hasta hacer sangrar lapalma de tu mano con el filo de tus uas. Pero algote hubiera detenido. Algo te detuvo. Una miradaun recuerdo, s, lejansimo como el aullar de lasirena, como el sonido que producen esaspalomas, ese sonido que llegaba en pequeosairones vibrantes desde la plazoleta de dondenosotros lo habamos trado arrastrando, de dondenosotros habamos trado su recuerdo. Esto t losabes. T sabes que todo lo que yo digo esabsolutamente cierto, no es as?

  • Tal vez. Ahora recuerdo las planas manchadasde un peridico viejo que formaban un caminodesde la puerta hasta el pasillo

    Al pasar ante aquella puerta tus dedos secrisparon involuntariamente. Parecan, en esacontraccin, renovar la angustia del secretosanguinario que nos haba unido durante tantotiempo. T lo comprendiste as y volviste lamirada al quedarte quieta en el umbral del espejoque reflejaba una puerta. Esa puerta se abra anteun largo pasillo oscuro en cuyo fondo tu miradaestaba fija tratando de mirarme, de descubrir enese vislumbramiento la identidad de esa formama, revestida de un uniforme anticuado, tocada deaquella cofia de la que penda un vuelo de lanagris. Yo trataba de descifrar el enigma de losinstrumentos de ciruga depositados sobre elmrmol amarillento de la mesilla y que los aoshaban ido corroyendo y oxidando sin que nadiejams se hubiera atrevido a moverlos de all.

  • la fascinacin de aquella carne maldita einmensamente bella.

    Si no hubiera sido porque aquel sonidoturbador se perdi entre las sombras del fondo deaquel pasillo antes de que hubiera podidoaprisionarlo para siempre, antes de que yo hubierapodido impedir que llegara hasta la noche, no mehubiera vuelto en torno al llegar al umbral deaquella puerta reflejada en el espejo. Algo, quizuna mirada cruel, me contuvo y me hizo volvermehacia aquel camino que acababa de andar. Algo,tal vez el recuerdo de un momento lejansimo s,tal vez el recuerdo de me asalt sbitamente yvolv la mirada hacia aquellos vestigios de luzmortecina que apenas se filtraban a travs de lospliegues del polvoriento y desvado cortinaje deterciopelo. Hubiera yo gritado, tal vez, si lapresencia mutilada de aquel recuerdo, de aquel serpresentido, no hubiera ahogado el espanto en migarganta con slo su mirada. Hubiera gritado, s, si

  • mi voz, proferida como una iniciacin definitivade la noche, hubiera bastado para borrar aquelrecuerdo o esta imagen. Recuerdas?, dijovolvindose hacia m desde el otro extremo delsaln y posando cuidadosamente aquel instrumentomanchado de sangre coagulada sobre la cubiertade mrmol de la mesilla; recuerdas?, me hadicho mirndome fijamente, como tratando deevocar la imagen de mi recuerdo con su propiamirada profunda, fija a travs de los muros y atravs de esa puerta reflejada en el espejo, fija enla imagen del suplicio voluptuoso que inunda elmundo como un misterio exquisito y terrible.Recuerdas?

    Hay algo ms tenaz que la memoria?Cuando se ha detenido ante la puerta reflejada

    en el espejo ha cado la noche, de pronto, comouna red de plomo que todo lo aprisiona. El otro lacontempla apoyado en la mesilla de mrmolmientras juega distradamente con un viejo bistur

  • manchado de sangre, oxidado por la humedad delambiente, corrodo por los aos. Ella se haquedado inmvil frente al espejo en el que serefleja una puerta detrs de la cual guardancelosamente un secreto. l la mira con tanta pasinque su cuerpo desmaya y se incorpora en un solomovimiento que es como una convulsin solemne yfatdica. A lo lejos se escucha por qu? unruido areo, como el de una alarma, como el ulularde las sirenas o como un graznido espasmdico.Ha cado la noche, de pronto, como una lluviaintempestiva: con una lluvia intempestiva. l ledice: Recuerdas?, y ella se queda quieta,congelada en ese quicio figurado en la superficiedel espejo suntuoso y manchado en el que serefleja una puerta tras la cual l y ella ocultan unsecreto pulstil de sangre, de vsceras que si nofuera por esa puerta y por ese espejo que lacontienen, su mirada todo lo invadira con unasensacin de amor extremo, con el paroxismo de

  • un dolor que est colocado justo en el punto en quela tortura se vuelve un placer exquisito y en que lamuerte no es sino una figuracin precaria delorgasmo.

    El recuerdo no hubiera abarcado aquelmomento. Ms all del suplicio la memoria secongelaba. Por eso, antes de liberarlo de aquellasamarras tensas, antes de desanclarlo como sedesancla un barco al capricho de la marea, sehaban entretenido todava algunos minutos l yella para tomar las fotografas. Lo habanfotografiado desde todos los ngulos. Hay queayudar a la memoria, dijo, la fotografa es ungran invento. Y entonces empieza a caer la tarde.Las placas no dan de s. Hubo que descargar elaparato para poder utilizar esa nueva pelculaalemana muchsimo ms sensible.

    Recuerdas ?S, un segundoUn pjaro escapado de la jaula. Sbitamente

  • liberado como si la muerte lo hubiera tocado en unabrir y cerrar de ojos. El obturador habaproducido un clic caracterstico. Hubiera sido elnico ruido perceptible ante aquel misteriosilencioso. Cuando se retiraron jadeantes de aquellugar el viento empez a jugar con el papelmetlico en que venan envueltas las placasfotogrficas, arrastrndolo por los adoquines,hacindolo chispear con la luz de los faroles queparecan incendiarlo fugazmente.

    Hubiramos fotografiado a los perros.Era difcil fotografiar a los perros; nunca se

    quedan quietos y las placas no son losuficientemente sensibles. Haba poca luz,recuerdas?

    Quedaba el cuerpo; su cuerpo. All, apoyadoen el marco de esa puerta que se refleja sobre elenorme espejo. Sostiene en las manos un objetocuya realidad es tan incierta que nadie osaradefinirlo. Se trata acaso de un trozo de coral o de

  • un instrumento de ciruga corrodo por el xidorojizo como sangre vieja? Dice una palabra sinsentido, apenas audible en la sombra, como si esapenumbra se abatiera con la misma intensidadsobre los objetos visibles y sobre los sonidos. Lanoche cae con furia sobre nosotros, como tratandode ocultar, como si tratara de conservarlo para s,ese misterio nuestro, cultivado pacientemente, a lolargo de los das, a lo largo de las noches en velajunto a aquella puerta pintada de blanco como unapuerta de hospital, a lo largo de los instantes enque esperbamos con ansiedad el efecto quesurtira aquella droga que Farabeuf haba trado enuna pequea cpsula de vidrio, mientraspropicibamos con nuestras miradas ardientes lacicatrizacin de aquellos muones sonrosados, lacanalizacin de aquellas llagas purulentas quegoteaban como diminutas clepsidras sobre la gasamanchada y vida que al cabo de poco tiempo sesaciaba de pus y comenzaba a trasudar hacia las

  • sbanas de seda sobre las que yaca el cuerpoinerte, mudo, al que la Enfermera reconfortaba, noms que con su mirada, cada vez que cambiaba losvendajes recuerdas?

    La droga he ah un dato de extremaimportancia el Maestro ha mencionadoinsistentemente la existencia de una cierta cantidadde rebanada de cuervo, como l la llama, entrelas cosas guardadas en el desvn

    Trato de recordarlo, pero mi memoria sloabarca ese momento en que t me mostraste porprimera vez las fotos del hombre. Insistes en haceraflorar el recuerdo. Cmo podra olvidarlo! Erael atardecer. Caminbamos por la playa hablandode cosas banales. Nos cruzamos con una mujervestida de negro que era seguida por un perro, uncaniche. Un nio construa un castillo de arena. Lamarea suba perceptiblemente. Nos alejamos haciael faralln y nos sentamos sobre las rocas acontemplar el juego de las olas y el vuelo de los

  • pelcanos que caan pesadamente sobre los peces.S, lo recuerdo todo perfectamente. Recuerdo elgrito de las gaviotas y el ruido que hacan lospelcanos al tocar la cresta de las olas. Y lostumbos del mar. Cada vez ms violentos,apresurando la noche que all, junto a las olas,tardaba siempre ms en caer. Luego volvimosdesandando el camino. Cruzamos, sin darlesimportancia, las ruinas del castillo de arena.Cuando entramos haba sobre la cmoda un sobreamarillo y afuera seguan gritando las gaviotas.Cuando abriste el sobre y me mostraste aquelrostro inesperado y exttico, haba cado la noche.Era como si esa mirada llevara la noche consigo atodas partes. Yo lo recuerdo todo. Perfectamente.Y t, lo recuerdas?

    S, recuerdo tu cuerpo surcado de reflejoscrepusculares que parecan escurrimientos omanchas de sangre. Tus palabras entrecortadaseran como gritos arrancados en un suplicio

  • milenario y ritual, y tu mirada, entonces, era iguala la de aquel hombre de la fotografa. Es precisoahora olvidarlo todo?

    Eres t capaz de olvidarlo?El olvido no alcanza a las cosas que ya nos

    unen. Aquel placer, la tortura, aqu, presente,ahora, para siempre con nosotros, como lapresencia del hombre que nos mira desde esafotografa inolvidable

    S, desde entonces nuestras miradas soncomo la de l.

    Originalmente poda verse, en segundotrmino, al fondo, el letrero de la sucursal dePekn de Jardine Matheson & Co., pero lo recortporque me pareca que desentonaba con el carcterms solemne de la escena principal que habacaptado en aquella fotografa

    Has caminado ya; saliendo del espejo hascruzado este saln oliente an a los desinfectantesque l dej olvidados sobre el turbio mrmol de la

  • mesilla. Has caminado lentamente hacia elpequeo armario que est junto al tocadiscos sinmirarme al pasar frente a m. Has abierto uno delos cajoncillos y has sacado una vieja fotografa,manchada por la luz del tiempo. Mientras tanto lse preparaba para salir y, dejando olvidadosciertos instrumentos sobre la mesilla, guardabacuidadosamente los dems en el viejo maletn decuero negro. Largo rato te has quedado mirandoensimismada aquel rostro difuso grabado en lafotografa. Luego te dirigiste al telfono.

    Yo te miro desde el fondo del pasillo sin saberqu decir. He dispuesto los instrumentosconvenientemente. Todo es cuestin de un instantey el dolor es mnimo. Yo s que ests dispuesta.Descubre tu brazo y apyalo contra mi regazo.Cuando yo te diga, empezars a contar, uno, dos,tres, o si prefieres, puedes tambin hacerlo enorden descendente a partir de cien: cien, noventa ynueve, noventa y ocho, y as sucesivamente, sin

  • apresurarteR E M (Farabeuf) lleg media hora

    despus de que haba empezado a llover. A travsdel ruido de la lluvia oa sus pasos en la escalera.Salvaba penosamente los peldaos gastados,jadeando, como si aquel maletn de cuero negropesara mucho. En cada descanso se detena unosinstantes para recobrar el aliento, su mano posadaen la perilla de bronce que remata los tramos delbarandal. Una vez repuesto recoga el maletn quehaba dejado en el suelo y prosegua su ascensinpenosa mientras sobre su frente escurran las gotasde lluvia que luego se embeban en el cuello de suabrigo sucio de caspa. Adivinaba yo susmovimientos por el sonido de sus pasos que seacercaban poco a poco a donde nosotrosestbamos y al mismo tiempo te miraba, absorta enaquella inquisicin terrible (cien), desde elfondo de aquel pasillo oscuro (noventa ynueve), sin saber qu decir (noventa y ocho),

  • esperando tan slo que la mano de Farabeuf(noventa y siete) al tocar en la puerta (noventa yseis) rompiera aquel encantamiento maligno(noventa y cinco) en el que te anegabas como enun mar, verdad? (noventa y tres).

    Te has saltado el noventa y cuatro. Debesconcentrarte ms. Trata de hacer memoria.

    Slo recuerdo que aquel da su bata blancaestaba manchada de excrecencias mortuorias.

    (Noventa y dos) La experiencia deentonces era una sucesin de instantes congelados;(noventa y uno) sus pupilas nos habanfotografiado, (noventa) paralizando nuestrosgestos (ochenta y nueve) registrando nuestrosilencio (ochenta y ocho) como si ese silenciohubiera sido algo ms vvido (ochenta y siete) yms tangible que nuestras palabras (ochenta yseis) y que nuestros gritos (ochenta y cinco).

    Y la lluvia, recuerdas? (ochenta y seis)cayendo intempestiva afuera, (ochenta y siete)

  • lejos de nosotros (ochenta y ocho) y sinembargo impregnndolo todo (ochenta y nueve)con su golpe lquido. (Noventa) Sabamos que lalluvia caa afuera (noventa y uno) lejos de esavoluptuosidad que nos mantena unidos (noventa ydos) en torno a esa ceremonia (noventa ytres), unidos tal vez para siempre (noventa ycinco) Sabamos que caa sobre Farabeuf queen aquel momento (noventa y seis) cruzabalentamente la calle (noventa y siete) bajo suparaguas intil. (Noventa y ocho)

    Y aquel espejo enorme, recuerdas?,enmarcado lujosamente, en el que tu rostro hubieraquerido reflejarse a pesar de la muerte que yaestaba contigo entonces; tan en ti que si te hubierasasomado a su superficie manchada hubieras vistoaparecer, detrs de tu mirada, una calaveraradiante y esplndida, pero no supiste decir laspalabras que hubieran sido precisas para evocartea ti misma muerta en ese futuro esttico, quieta

  • como el agua de un charco en que se reflejan lasestrellas, infinitamente quieta como hubierasquerido regalrteme muerta.

    En fin de cuentas, para entenderlo hubiera sidonecesario leer una pequea notificacin aparecidaen el Nort China Daily News del 29 de enero de1901, p. 3, col. 7, o bien esos peridicosamarillentos y sucios: un nmero del Cheng pao yotro del Shun tien sh pao que datan todos delyeng yu de 1901 y en los que se resaltan algunoshechos curiosos relacionados con la muerteviolenta de un alto dignatario de la corte afecto alos diablos extranjeros.

    Es preciso no dejar nada al azar. Est ustedseguro, doctor, de que ha recogido todo,absolutamente todo inclusive el troza-pubis,pulido y reluciente que compr en Frankfort ylos gatillos de su invencin que mand fabricar enEdinburgo, con John McClough, Ltd., y que le handado una fama universal? Est usted seguro de

  • haberlo guardado todo en ese maletn gastado decuero negro que tanto le pesa al cruzar con su pasoartrtico la rue de lcole de Mdecine? Estusted seguro de haber envuelto cada uno de esoscuriosos instrumentos en los pequeos lienzos delino hbilmente preparados por Mme. Farabeuf(ne Dessaignes, de Honfleur) con los restos delas sbanas sobre las que usted, maestro, y ellaconsumaban el acto llamado carnal o coito cuandoapenas era un interno en el Htel Dieu antestodava de ser auxiliar de la clase de AnatomaDescriptiva bajo el gran Larrey, antes de quetomara el gusto de aplicar sus propios mtodos atoda aquella carroa tendida bajo la bvedadecorada con el lujo austero de aquellas mujeresquietas, infinitamente quietas, tan quietas comocadveres vistos en un espejo, que Puvis deChavannes haba pintado all? todos losinstrumentos los guard usted en ese maletnnegro?, el basiotribo de Tarnier que sirve para

  • extraer el feto, tajado en pedazos, del interior delllamado claustro materno? Est usted seguro,doctor Farabeuf?, todos sus complicadosinstrumentos?

    Noventa y siete noventa y seis noventa ycinco noventa y tres

    Hemos jugado a encontrar nuestras miradassobre la superficie de aquel espejo nos hemoscomunicado, hemos tocado nuestros cuerpos enaquella dimensin irreal que se abra hacia elinfinito sobre el muro manchado y surcado depequeos insectos presurosos. Y antes de aquelencuentro inexplicable me hubieras dicho que nobastaran todos los espejos del mundo paracontener esa sensacin de vrtigo a la que tehubieras abandonado para siempre, como teabandonas a la muerte que reflejan los ojos de estehombre desnudo cuya fotografa amas contemplartodas las tardes en un empeo desesperado pordescubrir lo que t misma significas. Es por ello

  • que quisieras que todos los espejos reflejaran turostro, para sentirte ms real, ante ti misma, queesa mirada demente que ahora ya siempre teacecha.

    Empez a llover y t corriste hacia la ventanapor ver un signo que quiz habas trazado sobre elvidrio empaado y sin llegar hasta el reborde vistela silueta de Farabeuf que cruzaba penosamente lacalle, cargando su viejo maletn de cuero negro enel que guarda celosamente sus instrumentos detortura, los relucientes separadores que aplica enlas comisuras de la herida y el aparato singularcon el que

    S, entonces comenz a llover y yo habaescrito un nombre que ya no recuerdo, con la puntadel dedo sobre el vidrio empaado. Era un nombreo una palabra incomprensible terrible tal vezpor carecer de significado, un nombre o unapalabra que nadie hubiera comprendido, unnombre que era un signo, un signo para ser

  • olvidado. noventa y dos noventa y uno

    noventaY aquel espejo enorme? Hubo un momento en

    que reflej su imagen. Se tomaron de la mano ydurante una fraccin de segundo pareci como siestuvieran paseando a la orilla del mar, sinmirarse para no encontrar sus rostros, para noverse reflejados en esa misma superficiemanchada y turbia que reflejaba tambin,imprecisa, mi silueta como un borrn blanquecino,inmvil en el fondo de ese pasillo oscuro por elque Farabeuf habra de pasar apenas unos instantesdespus, con las manos en alto, enfundadas en unosguantes de hule, oloroso a un desinfectanteimpreciso que infunda una sensacin inquietante yque pronto lo impregnaba todo en aquel ambientede luz mortecina.

    Tienes que concentrarte. sa es la regla de estejuego. Fije usted en su mente las preguntas que

  • desea hacer; apoye suavemente las yemas de losdedos sobre el indicador; reptase a s mismo lapregunta mentalmente varias veces hasta quenote usted que el indicador se mueve lentamentesobre la superficie de la tabla indicando con elextremo afilado la respuesta que usted deseaobtener. Si la primera vez no obtiene resultadossatisfactorios, vuelva a iniciar la operacincolocando el indicador en el centro de la tablamgica. Ya lo ves, tienes que concentrarte.

    Habas hecho una pregunta, recuerdas?S, recuerdo que haba hecho una pregunta.

    Eso es todo. Una pregunta que he olvidadoEs preciso recordarlo ahora. Aquella

    respuesta, aquel nombre hecho de slabas difusas,breves, como pequeos gritos, como esoschirridos que producen los muebles en la noche.Es preciso recordarlo ahora. Aquella preguntalenta y larga, repetida en un susurro imperceptiblesobre aquella tabla cubierta de letras y de cifras;

  • aquella pregunta hecha de sonidos como de lluviaafuera que t hiciste, mientras yo trataba dedescifrar aquel signo que poco a poco se borraba yque tena un significado capaz de trastrocarnuestras vidas, si bien yo no lo comprenda, y quealguien haba escrito con la punta del dedo sobreel vidrio empaado a travs del cual alguiencontemplaba s, contemplaba el caminarartrtico de Farabeuf cruzando la calle hacia lacasa bajo la lluvia. Era preciso recordarlo ahora,aqu.

    Algo haba en todo ello que recordaba elmar algo en aquel nombre indescifrable

    Pero t no hubieras corrido, cruzando lasuperficie del espejo para ir hacia la ventana

    Caminbamos tomados de la mano. Anuestro lado los pelcanos y las gaviotas caanpesadamente sobre las olas para devorar a lospeces. Era el atardecer, un atardecer gris,recuerdas?

  • S, recuerdo.Luego cruzamos a un nio que construa un

    castillo de arena. La marea iba subiendolentamente hacia nosotros. El nio apenas nos mircuando pasamos a su lado. Era un nio rubio queconstrua un castillo de arena a la orilla del marmientras nosotros caminbamos hacia elfaralln

    (Hacia aquel faralln?)Hacia aquel faralln?, me preguntaste al

    pasar frente al nio. Despus, muy cerca denosotros, un pelcano cay al agua y t te asustaste.

    S, se asust al ver que Farabeuf sostena antesus ojos miopes aquella hoja inmensamenteafilada, en la penumbra. Tal vez haba cesado dellover y los ltimos rayos del sol se filtraban atravs del desvado cortinaje de terciopelo y caansobre la hoja de acero con la que Farabeuf amabaamputar los miembros tumefactos de los cadveresen el anfiteatro enorme decorado con pinturas que

  • representaban mujeres legendarias esperando unabarca a la orilla del mar

    S en la playa. Hubo un momento en que tte agachaste y tomaste en tus manos una estrella demar muerta. Mira dijiste, una estrella demar!

    Mira dijiste mostrndome aquellaimagen terrible. Mira decas ponindola antemis ojos y yo trataba de recordarla y de olvidarlaal mismo tiempo.

    Mire usted dijo el maestro Farabeufreteniendo con firmeza entre sus dedos losseparadores manchados de excrecencias y desangre medio coagulada mientras con la otra mano,blanqusima y afilada, iba sealando con la puntade un canalizador los rganos y los tejidos que sudestreza iba descubriendo poco a poco en elinterior de aquel hombre a quien alguien habaasesinado en la noche. Mire usted ibadiciendo.

  • Noventa y unoMira, le dijo ella una vez que haban llegado

    a la cima de aquel faralln. Mira lospelcanos!, y l se haba vuelto hacia el mar,dndole la espalda y sonriendo hacia las olas dever el torpe movimiento de aquellos enormespjaros sobre la cresta de las olas.

    Doctor Farabeuf, tenemos entendido que esusted un gran aficionado a la fotografainstantnea

    Noventa y dosMira, le dije mostrndole ese cuerpo

    desgarrado, tratando de vencer su cuerpo conaquella visin sanguinaria, hasta que sent que serompa como una mueca de barro, hasta que sentque su cuerpo se abandonaba a m en aquel ocanode sangre que lata afuera, ms all de la ventanaabierta, fuera de sus ojos cerrados que no veanotra cosa que ese cuerpo surcado de riachuelos desangre, esa carne que tanto hubiera amado en su

  • delirio.Noventa y tresCuando cerr los ojos la fascinacin de

    aquella carne maldita e inmensamente bella sehaba apoderado de m.

    (Y entonces l la tom en sus brazos)Noventa y cuatroY entonces me abandon a su abrazo y le abr

    mi cuerpo para que l penetrara en m como elpual penetra en la herida

    Mire usted, ponga atencin, meta la punta de lacuchilla sobre la parte central del labio derecho dela incisin longitudinal y, a partir de all, incidausted hacia abajo y hacia la derecha haciendo almismo tiempo una incisin cutnea oblicua que se

  • curve convexamente para hacerse transversal alnivel mismo de la extremidad inferior de laincisin longitudinal y que se termine en la parteposterior del brazo. Esta incisin oblicua convexahecha en su derecha no debe interesar ms que lapiel, no solamente si ha cruzado los vasos axilaresen el caso del brazo derecho, sino tambin en elcaso de que no haya hecho usted ms que descubrirel deltoides en el caso del brazo izquierdo. En elcaso de la segunda incisin ser exactamente lomismo y deber hacerla absolutamente simtrica ala primera, despus de haber trado la cuchilla porencima del miembro y haber llegado a la parteterminal reteniendo con su mano izquierda lostegumentos que van quedando sueltos hacomprendido usted el procedimiento hasta aqu?

    De quin es ese cuerpo?Es preciso recordarlo ahora, aqu; la identidad

    de ese cuerpo mutilado que de pronto habasurgido ante nuestros ojos y que nosotros

  • hubiramos querido apresar en un abrazo intil demuones descarnados que nada alcanzaban a asirde otros cuerpos ntegros, pero deseosos deperderse en esa agona lenta, hipntica, inmvil yerecta. Por eso hay que repetirse mil veces lamisma pregunta: de quin era ese cuerpo quehubiramos amado infinitamente?

    Es preciso recordarlo ahora, aqu, paso a paso,cada uno de los detalles, sin omitir uno solo deellos. Hasta el ms mnimo gesto, el ms tenuematiz de una mirada lanzada al azar hacia el cieloo encontrada de pronto sobre la superficie de unespejo, todo, absolutamente todo, puede tener unaimportancia capital. Es preciso recordarlo todo,ahora, aqu.

    Un empeo te anima: buscas en los resquiciosde la muerte lo que ha sido tu vida. Por eso las tresmonedas, al caer, turban la realidad. Tres yang:nueve en el cuarto lugar del hexagrama kuai; ElHombre Desollado. La piel ha sido arrancada de

  • sus muslos. He aqu a un hombre que sufre de unainquietud interior y que no puede permanecer endonde est. Quisiera avanzar por encima de todo,por encima de su propia muerte. Si lanzaras denueva cuenta las tres monedas y cayeran tres yin enel sexto lugar, tal vez comprenderas el significadode esa imagen, la verdad de ese instante: Cesa elllanto, llega la muerte.

    Algo ms se te olvida. Recuerdas el golpearde aquella puerta abatida por la brisa?, recuerdasaquellos golpes secos, escuetos, contra el marco,que te producan tal sobresalto en esos instantes enque estabas a punto de entregarte? A veces tevolvas, pero otras veces lo olvidabas. Ahora esnecesario que lo recuerdes; es necesario querecuerdes cuntas veces lo olvidaste. Cuntasveces nos percatamos de que aquella puertagolpeaba tenazmente contra su marco abatida porel viento? Cuntas veces golpe la puerta sin quenosotros, que estbamos all, entregados a esa

  • ceremonia que figura la agona de un supliciado,nos hubiramos dado cuenta?

    Ahora puedes dejar de contar.

  • Captulo III

    Para poder resolver el complicado rebus queplantea el caso, es preciso, ante todo, ordenar loshechos cronolgicamente, desposeerlos de susignificado emotivo, hacer, inclusive, antes de eseordenamiento en el tiempo, un inventariopormenorizado de ellos, independientemente delorden en el que tuvieron lugar en el tiempo.Olvidemos por ahora nuestras propias indefinidaspersonas. Tenemos una vaga constancia de laexistencia de un nmero indeterminado de hombresy de un nmero impreciso de mujeres. Uno de losprimeros y otra de las segundas han realizado osugerido la realizacin del acto llamado carnal ocoito en un recinto que bien puede estar situado enla casa que otrora sirviera para lasrepresentaciones del Teatro Instantneo del Dr.Farabeuf o bien en una casa situada en las

  • proximidades de una playa, sobre una cama cercade cuya cabecera, sobre una mesilla de noche en laque asimismo se encontraban unos frascosconteniendo desinfectantes o drogas analgsicas, obien sobre una pequea consola de hierro con lacubierta de mrmol en la que igualmente seencontraban depositados algunos instrumentosquirrgicos, algunos algodones manchados conexcrecencias cruentas, uno de los dos, muyprobablemente el hombre, haba dejado olvidada,cuando menos por lo que se refiere a su propiamemoria y durante el tiempo que pudo haberdurado el acto anteriormente nombrado cannicamente un minuto nueve segundos deacuerdo con el precepto ab intromissio membriviri ad emissio seminis inter vaginam, un minutoocho segundos para los movimientospropiciatorios y preparatorios; un segundo para laemissio propiamente dicha, pero no por la mujerdurante esa misma duracin, cannicamente casi

  • instantnea de un segundo segn el precepto quo ad feminam, emissio seminis inter vaginamcoitum est, una fotografa que representa laejecucin capital de un magnicida mediante elsuplicio llamado Leng Tche o de los CienPedazos. Las circunstancias que conducenlgicamente a hacer esta composicin de lugarpueden resumirse ms o menos de la siguientemanera: un hombre y una mujer han salido a dar unpaseo por la playa al atardecer. De esto existenpruebas de relacin verbal ya que ambos hanmencionado en repetidas ocasiones, y cada unopor su parte, ciertos hechos coincidentes como,por ejemplo, el encuentro que tuvieron durante estepaseo con una dama de edad, vestida de negro, quecaminaba por la playa seguida por un perro de laraza llamada French poodle o caniche, as comoel espectculo, por muchos conceptossignificativo, de un nio rubio que construa,durante el trayecto de ida del hombre y la mujer,

  • un castillo de arena que ya habra sido arrasadopor la marea durante su trayecto de regreso. Estose deduce del hecho de que ambos coinciden en laafirmacin de que de regreso a la casa en la quealgunos minutos ms tarde haba de realizarse elacto infamante anteriormente mencionado, aquelnio rubio ya no se encontraba en la playa y laconstruccin que haba erigido haba desaparecidocasi por completo, no quedando de ella sino unosmontculos informes que seguramente, para elmomento en que se produjera el fenmenoconsignado en los cnones mediante la frmula emissio inter vagina, habran desaparecidopor completo disueltos en la marejada. Ellosmismos han declarado que durante el trayecto deretorno pudieron percatarse aunque slo fuerapor la contingencia circunstancial de un hecho enel que se combina un fenmeno de traslacinrpida de un cuerpo en el espacio con larecoleccin de un ejemplar biolgico, un zoofito

  • ocenico, seguramente del grupo de losequinodermos, seguramente del orden de losastrides, probablemente una Asteria rubens oquiz una Asteria aurantiaca de que lamarea, al subir, haba derribado el castillo dearena y slo quedaban vestigios informes de estaconstruccin, apenas discernibles, pero losuficientemente concretos como para deducir de suapariencia, en el caso de que la construccinterminada no hubiera sido vista durante el trayectode ida hacia los farallones, la existencia anteriorde una escultura de arena que represent un krak ofortificacin medieval como las que en ruinasabundan en el norte de frica y en las costas eislas del Mediterrneo oriental y que laimaginacin caprichosa de un nio haba intuido,ya que es altamente improbable suponer quehubiera realizado este juego escultrico conconocimiento de causa o pretendiendo realizar unareconstruccin fidedigna a partir de alguna teora

  • erudita sobre la arquitectura de este tipo deedificaciones. Prosiguiendo su promenade, elhombre y la mujer se dirigieron, despus de haberpasado de largo ante el nio que estaba an dandolos toques finales al castillo de arena, hacia unfaralln en la cspide, cima o promontorio en elcual se sentaron durante algunos minutos paracontemplar el mar. Durante este corto descanso elhombre tom una fotografa de la mujer en elmomento en que ella haca una pregunta o hacanotar un hecho inusitado cuya verdaderanaturaleza, si bien sabemos que es intrascendente,ignoramos. Despus de esto iniciaron el retorno ala casa, trayecto durante el cual pudieronpercatarse de la elevacin creciente de la mareaas como de la destruccin paulatina del castillode arena, a pocos pasos de cuyas ruinas informesla mujer recogi una estrella de mar, la existenciade la cual, por dems evidente, subray haciendomencin del hecho de que dicha estrella era

  • visible a la vez que tangible, dirigindose alhombre antes de lanzarla, indiferentemente pero nosin haber experimentado entre sus dedos unasensacin inquietante y vagamente repugnante, alas olas. Llegado ese momento se suscita un hechocurioso y, hasta cierto punto, inexplicable: lamujer echa a correr a lo largo de la playa. Elhombre no pretende, de inmediato, seguirla, peroella, una vez que se ha alejado de l, se detienebruscamente volvindose hacia el hombre que haquedado atrs, que la mira fijamente y que, cuandoel rostro de la mujer, que se ha vuelto bruscamentehacia l y encuentra el rostro del hombre, ste, porun momento, no la reconoce porque piensa que setrata de otra mujer.

    Este hecho, entre todos los que pueden haberocurrido, nos sigue pareciendo inexplicable, sibien no debemos dudar de que haya ocurrido.Como quiera que sea, en nuestro afn por elucidareste misterio slo hay un indicio que nos puede

  • ayudar: la fotografa hecha por el hombre en lacima del faralln, ya que ella permitira saberquin era la mujer del trayecto de ida, aunque nonos permitira saber quin era la mujer deltrayecto de regreso que sera, qu duda cabe, lamujer que excitada sexualmente por la fotografadel Leng Tch se entreg al hombre mediante elacto llamado carnal o coito, inducido, como es desuponerse, por la insistente presentacin a lamirada de ella de una copia fotogrfica quereproduca, a mayor tamao del de la placa denitrato de plata original, y con gran precisin dedetalle, un antiguo clich sobre vidrio,impresionado en una fecha que conocemos contoda exactitud ya que sabemos, por unacircunstancia fortuita pero no; debida tal vez aesa lluvia insistente que ha estado cayendo queel suplicio llamado Leng Tch figurado en esafotografa, empleada como imagen afrodisiaca porel hombre en la mujer, fue realizado, segn un

  • viejo ejemplar del North China Daily News,encontrado en un desvn de la casa y empleadopara proteger el parquet en esta tarde lluviosa, el29 de enero de 1901, poca en que las potenciaseuropeas haban ocupado militarmente ciertasciudades de la costa nororiental de China paragarantizar la seguridad de sus nacionales despusde la cruenta rebelin de los miembros de lasociedad I jo tuan mejor conocidos como losBoxers

    No se puede negar que tiene usted el don dela recapitulacin de los hechos. La claridad de supensamiento es asombrosa. Los hechos, segn larelacin que de ellos ha hecho usted, encajanperfectamente unos dentro de otros, como laspartes de una mquina, como el pual en la heridadigamos o como las esferas que componen elclatro, no es as? Su pensamiento es lcido. Yome atrevera a llamarle despus de estadescripcin tan cristalinamente pormenorizada,

  • El Gemetra, le parece a usted bien? Sinembargo ha hecho usted abstraccin de un dato queno carece por entero de cierta importancia;imagino que lo habr usted hecho ex profeso, parasimplificar el curso de su admirable lgica yapresar con mayor claridad y prontitud susesplndidas conclusiones. Se trata de un hecho quepor ningn concepto debe ser dejado de lado alhacer cualquier apreciacin acerca de laexistencia, propia o ajena, ya que de l deriva unsinnmero de posibilidades capaces de trastrocarradicalmente el sentido de nuestro pensamiento;me refiero al hecho posible, aunquedesgraciadamente improbable, de que nosotros noseamos propiamente nosotros o que seamoscualquier otro gnero de figuracin o solipsismoes as como hay que llamar a estas conjeturasacerca de la propiedad de nuestro ser? comoque, por ejemplo, seamos la imagen en un espejo,o que seamos los personajes de una novela o de un

  • relato, o, por qu no?, que estemos muertos.Usted ha hecho abstraccin de esta posibilidad,no es cierto? Es preciso que me diga usted si esque me he equivocado o bien si es posibledesentenderse de esta posibilidad enojosa y llegara las mismas conclusiones demostrables a las queusted, sin duda, con la lucidez que le caracteriza,llegar aun a pesar de la posibilidad de que ustedmismo, cuando ignora la posibilidad de ser unsolipsismo, un nombre mencionado en una cartaencontrada entre las pginas de un libro viejo, nosea sino eso: un solipsismo ms, la creacin de unnovelista fantasioso e inhbil, un nombreescrito sobre el agua. Acaso me equivoco?

    Es un hecho, por ejemplo, que alguien lamujer ha planteado una interrogacin turbadorarespecto al hecho de que durante un incidente quepor muchas razones guarda similitud mecnica conel incidente de la playa, el hombre mirabafijamente algo que estaba reflejado en un espejo.

  • Por qu cuando tomaste mi mano en la tuya tusojos estaban fijos en el reflejo de aquel cuadro?Hubieras querido conocer el significado deaquellas mujeres emblemticas que reclinadas enlos bordes marmreos de un sepulcro clsicoofrecan, una, cubierta con esplndidos ropajes del lado derecho del cuadro, una miradaenigmtica, llena de lujuria etrea; la otra,desnuda, cubierto el pubis con un lienzo blanco,que en un ademn sagrado, con el brazo levantadoparece ofrecer a la altura una pequea nfora. Lasletras que forman el nombre del autor y el ttuloambiguo de aquella pintura bellsima eincomprensible se reflejaban invertidos en elespejo por qu tus ojos en los que arda lafiebre provocada por esa sensacin que mi manohaba producido en la tuya se posaban inmvilessobre esa escena representada all y cuyosignificado ignoramos?

    Ve usted? La existencia de un espejo enorme,

  • con marco dorado, suscita un equvoco esencial ennuestra relacin de los hechos.

    Atengmonos pues al anlisis mecnico de lasdirecciones en que todos los movimientos, todoslos gestos que fueron efectuados o figuradosdurante aquel instante, fueron realizados.Volvamos nuevamente sobre nuestros pasos,confrontemos la declaracin de los protagonistascon nuestra propia experiencia visual de sus actossi es que podemos visualizarlos en nuestraimaginacin. Segn la declaracin de laEnfermera, la mujer, al dirigirse hacia la ventana,sigui una trayectoria que iba de izquierda aderecha. Dicha trayectoria la Enfermera no lapercibi sino reflejada en el espejo desde elpasillo en el que se encontraba sentada ante unamesa, consultando la ouija o tratando de formar unhexagrama mediante el estudio de la disposicinde las monedas al caer. En tal caso, a qu se debeque en su descripcin de la copia del cuadro se

  • trata en realidad de una famosa tela delRenacimiento veneciano la otra mujer (o tal vezla Enfermera misma) la haya descrito de talmanera que el emplazamiento de los dospersonajes principales de la pintura querepresentan simblicamente el amor sagrado yel amor profano se encuentra trastrocado. Elpersonaje que en realidad est a la derecha ha sidovisto por ella colocado del lado izquierdo de latela y vice versa en lo que toca al personaje que enrealidad aparece del lado izquierdo de la pintura.Esto quiere decir que de acuerdo con las leyes dela ptica clsica, la Enfermera no pudo haberpresenciado ese hecho substancial en el que losotros, el hombre y la mujer que figuran en su mentela llamada imagen de los amantes, o sea laimagen que en su recuerdo representa el instante enel que la mano derecha de ella entra en contactocon una de las manos del hombre que junto a lapared, a un lado del cuadro cuya imagen reflejada

  • en el espejo contemplaba, ese instante en que lasmanos entraban en contacto no pudo ser reflejadopor el espejo ya que ste slo poda reflejar elotro lado de la mujer, o sea su lado izquierdo queera el que daba hacia la superficie del espejo. Enel caso de esta imagen de los amantes o bien setrata de una mentira o bien de una hiptesis de laEnfermera, o bien se trata de un hecho fundado enla experiencia de los sentidos, lo que equivaldra aproponer una identidad definitivamenteinquietante: o sea que la Enfermera, sentada en elfondo del pasillo, ante una mesa, consultando laouija o el I Ching, y la mujer que cruza velozmentela estancia frente al hombre que contempla elreflejo de una pintura de Tiziano en el espejo, yque al pasar junto a la mesilla en la que algunosminutos despus, o quiz muchos aos antes, erandepositados algunos instrumentos quirrgicos,golpeara la base de hierro de esta mesilla con lapunta del pie produciendo un ruido metlico, son

  • la misma persona que realiza dos accionestotalmente distintas: una de orden pasivo:contemplar el reflejo de s misma en un espejo, yotra de orden activo: cruzar velozmente la estanciaen direccin de la ventana, simultneamente

    Nos aburre usted con sus descripcionespormenorizadas de la situacin en la que nosencontramos. La situacin es un hecho, no una ideaque puede ser llevada y trada. Olvida usted susorgenes, maestro. Hubo un tiempo en que usted ysus compaeros compusieron una cancin obscena.Era usted un estudiante de medicina pobre, venidode la provincia. No debe usted olvidar eso. Nopretenda ahora desvirtuar la imagen que nos hemoshecho de su juventud mediante todos esosdiscursos tediosos acerca de la ptica clsica.Atngase usted a su maravillosa habilidadprctica, reconocida en todo el mundo. Debe ustedatenerse al don de exposicin preciso y sintticoen la descripcin de sus carniceras que ha hecho

  • de su Prcis de Manuel Opratoire el textoclsico en su gnero, estudiado acuciosamente entodas las facultades del mundo. Qu importa,despus de todo, la identidad de esa mujer quecruz el saln para dirigirse hacia la ventana?Sabemos, ante todo, que se trata de una mujeramada por un hombre, no basta este datointangible para definir con mayor precisin suidentidad que si conociramos su nombre?

    (Pero pens la mujer en el momento dedetenerse bruscamente y en el momento dediscernir una silueta borrosa que apenas lograbadefinirse claramente en los vidrios empaados,quin es ese hombre que se ha detenido frente a lacasa bajo la lluvia y que clava la vista en estasventanas? Su mirada es tan presente en lapenumbra)

    En aquel momento empez a caer la noche.Esta impresin haba cobrado evidencia con lamirada de aquel hombre (de aquel

  • desconocido) inmvil, con la vista fija en laventana y que, tal vez, evocaba un recuerdo lejanoal cual ahora nosotros estbamos ntimamenteligados. Su presencia es como la inminencia de lallegada de la noche. Algo en su mirada que parecasondear el recuerdo nos iba quitando la luz paradarnos, en vez de ella, la sombra. Quin es esehombre que lleva la noche consigo dondequieraque va? Su presencia es como la premonicinsbita de las slabas de un nombre que hemosolvidado, unas slabas rpidas pero informes.

    No es del todo infundado suponer que esehombre haya sido usted, maestro Farabeuf, puesexiste constancia de que al llegar al Carrefour seentretuvo usted en el caf La Pergola donde pidiuna copa de calvados que apur nerviosamente.Luego sali usted y dio vuelta a la derecha paraseguir por la rue de lOdon. Se detuvo ustedacaso frente al nmero 3 de esa calle?

    Permtanos ayudarle, querido maestro. Es

  • necesario que recobre usted la imagen de sujuventud. Es as como podremos apresar los datosms certeros. No olvide usted que en sustiempos la lluvia empaaba los cristales igualque en nuestros das. La vida, ese proceso que sesuspende y que a la vez se sintetiza en laapariencia de esa carroa que usted, queridomaestro, est acostumbrado a manipular y atasajear yerta, verdosa, inmvil y exange, sobretodo cuando se trata de los cadveres de hombresy mujeres que han sido muertos violentamente,caro data vermibus en fin, es acaso diferenteahora de lo que era entonces? Usted est encontacto con esa esencia inmutable hasta ciertopunto que es el cuerpo maloliente o perfumado,terso o escrofuloso, pero siempre el mismo enrealidad; los rganos, para los efectos del intersque en usted provocan, son iguales ahora queentonces y la lluvia que empaa los cristales o queempapa los hombros de su abrigo es o no? la

  • misma lluvia que caa en Pekn aquel da en queusted, acompaado de su amante (s, doctorFarabeuf, de su amante), con grandes trabajos,tratando de que su aparato fotogrfico no semojara, profiriendo las mismas imprecaciones einterjecciones que profieren en nuestros das, aunen los lugares pblicos, los obreros y la gente dela clase inferior adicta a los partidos radicales, seabri paso a codazos y empellones entre unamuchedumbre estupefacta hasta conseguir profanary perpetuar esa imagen nica en la historia de laiconografa ertico-terrorstica; usted que sedeleita disminuyendo, mediante sus afiladascuchillas, la extensin del cuerpo humano, ustedquerido maestro, que en una noche de delirioconcert un convenio singular con una puta vieja aquien los estudiantes de medicina llamabanMademoiselle Bistouri o bien La Enfermera porsu marcada proclividad, como el personaje deBaudelaire, a acostarse indiscriminadamente con