fabrica de porcelana

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    Una nueva grmatica de la poltica

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    ANTONIO NEGRI

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    Antonio Negri

    La fbrica deporcelanaUna nueva gramtica de lapolitica

    SPAI DOSIII Barcelona Buenos Aires Mexico

    Ttulo original: Vabri que de porcelaine. Pour une nouvellegrammaire du politique

    Traduccin de Susana Lauro Cubierta de Jaime Fernndez

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    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares delcopyr ight , bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial deesta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprojjrafa y el

    tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler oprstamo pblicos.

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    Ms all de lo privado y de lo pblico: lo comn 79

    Taller n 5La crtica del posmodernismo como resistencia marginal 99

    Taller n 6Diferencia y resistencia. Del conocimiento de lacesura posmoderna a la constitucin ontolgica del

    por-venir ..............................................................................1.15

    Taller n 7Del derecho a la resistencia al poder constituyente 137

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    Taller n 8Gobierno ygobernanza. Por una crtica de las formas degobierno ............................................................................. 159

    Taller n 9Decisin y organizacin ....................... ............................ 177

    Taller nn 10El tiempo de la libertad comn ............................................. 199

    Conclusin ............................................. - .......................... 211PREFACIO

    Estas clases, dictadas en 2004-2005 en el Collge In-

    ternational de Philosophie, en Pars, tienen por cometidocaptar el pasaje que va de la modernidad a la posmodernidaden los anlisis de la ciencia poltica y de la filosofa. Su puntode partida ha sido, ante todo, el intento por delimitar ellenguaje poltico correspondiente a esa transicin. Por lotanto, haba pensado en darle por ttulo a esta obra Una nuevagramtica de la poltica. Realmente he logrado delinearalgunas pistas de investigacin y definir conceptos y

    categoras nuevos para decir el cambio que hoy nos afecta?Es el lector quien debe juzgarlo con su lectura.

    El programa de clases haba sido concebido de lasiguiente manera:

    Moderno y posmoderno. Cuando se dice entre lo modernoy lo posmoderno, se sobreentiende una mutacin del

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    paradigma del discurso sobre lo poltico. En consecuencia, el

    seminario estar dedicado a la investigacin y a la definicindel concepto de democracia en la poca posmoderna entendiendo por posmoderno el conjunto de formasculturales, de etiquetas ideolgicas y de dispositivosinstitucionales que son posteriores a la crisis del Estado-nacin, y que toman parte en el proceso de formacin de lasoberana imperial.

    Biopoderes y biopoltica. En la segunda parte del seminario,

    trataremos de dar cuenta de las diferencias que estn enjuego entre los conceptos polticos del pensamientomoderno del Estado y los del Imperio posmoderno. Esasdiferencias se articulan bsicamente en la dimensin del Biosy de su anclaje en el centro de la definicin de lo poltico.Confrontaremos por lo tanto las diferentes concepciones dela biopoltica, teniendo en cuenta a la vez su gnesis y suselectos. Insistiremos, por otra parte, en la diferencia

    fundamental que existe entre los biopoderes y la biopoltica.Nuevo lxico poltico. Para concluir, trataremos de abriruna discusin terica sobre la posibilidad de un nuevovocabulario poltico. Se tratar, en consecuencia, de redeniren el horizonte posmoderno y en relacin con lascontradicciones polticas que de all emergieronconceptosclaves como soberana, ciudadana, derecho, comn,individual, colectivo, privado/pbli- co, paz, guerra,

    multitud, poder constituyente, etc.

    Yo haba ya intentado una empresa parecida en estosltimos aos en un ciclo de lecciones dictadas en launiversidad La Sapienza, de Roma, y tambin, durante losciclos de conferencias en Catalua y en la Mellon Fundationde Pittsburgh. Haba desarrollado el proyecto tratando demostrar que era posible una nueva definicin del campo

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    poltico, aunque no era fcil. El debate haba sido abierto con

    la publicacin de dos de mis libros en Ttalia, traducidos acontinuacin aqu y all: Guide y Mov ment nell Imperio (Raffaello Cortina Editore, 2002 y 2006).1

    Sin ninguna duda, esta investigacin encontr obstculosrelacionados menos con la lgica y con el despliegue delproyecto mismo que con una oposicin poltica extema almismo, que, efectivamente, ha sido muy fuerte. En el medioen que trabajo es decir, en esa izquierda cultural y poltica

    que, a pesar de todos los ava- tares de mi recorrido personal,es la ma, el cambio de las perspectivas polticas y la nuevadefinicin conceptual de los parmetros de esasmodificaciones han sido a menudo muy mal recibidos. EnItalia y en Espaa, en Alemania y en Gran Bretaa, lasdificultades fueron relativas: el debate se llev a cabo, y amenudo ha sido rico, aunque la polmica era evidente. Porotra parte, en el caso particular de Alemania y de Gran

    Bretaa, el nivel de inters, de participacin y decompromiso en las discusiones fue absolutamentedestacable.

    En Francia las cosas sucedieron de manera bastantediferente. Yo deba comenzar estas clases a principios deoctubre de 2004, gracias al inters que el Collge In-ternational de Philosophie haba depositado en el proyecto.Una fuerte gripe me oblig a posponer la primera sesin. La

    semana siguiente, la sala estaba llena, pero en cuantocomenc a hablar, me vi obligado a suspender el seminario:un grupo de personas cuyo nico objetivo era impedir que sedesarrollara el encuentro, mezclada entre los asistentes, sehaba puesto a gritar. A m no me gusta no comprender, ytrat de comprender, tambin esta vez, las razones de

    1 Traducidos al castellano como Guas. Cinco lecciones en tor- no a imperio yMovimientos en el Imperio por Ediciones Paids en 2004 y 2006 respectivamente.

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    semejante violencia. Se me reprochaba set* un lacayo del

    imperialismo cuando en realidad cuestionaba las categorasdel socia

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    lismo, de ser un vulgar mistificador cuando yo intentaba

    reinventar una perspectiva comunista para los tiemposfuturos. Me dijeron de todo, se me acusaba de traicin. Erabastante incomprensible y tambin bastante vulgary hacafalta tener un sentido del humor bastante desarrollado paramedir toda la irona de la situacin: yo haba estadocondenado una buena cantidad de aos en prisin paraterminar insultado como un vendido, y necesit recurrir aSpinoza para rerme de esos ultimi barbarorum.

    Los cuestionamientos continuaron durante algunassesiones. Aumentaron cuando declar mi apoyo a la campaapor el s al referndum sobre el Tratado ConstitucionalEuropeo. Me pareca en ese momentoy ahora me lo siguepareciendo an ms que solamente Europa permitiraconstruir un campo poltico que corresponda a las msrecientes transformaciones de la conflictividad social, y queera estratgicamente esencial para una verdadera poltica de

    las multitudes a la escala de la mundializacin.Pero, entonces, cmo debera llamar a este libro? Diezlecciones a un pblico rabiosocon voluntad de convencerlos?Debo confesar que lo pens seriamente. Por otra parte, todoeso me recordaba un episodio anlogo, cuando, a mediadosde los aos 1980, por primera vez, haba intentado cuestionarel vocabulario de la izquierda. En ese momento, yo habaescrito un pequeo libro, que apareci de manera

    confidencial en Italia, cuando comenzaba mi exilio en Pars yque circulaba bajo los abrigos: llevaba por ttulo Vabbriche delsogget- to, lo que podra traducirse por Fabricas de sujetos, o de un modo todava ms feo pero tal vez ms exactoFbricas del sujeto. Por qu no llamar al nuevo libro, veinteaos despus, Fbricas del sujeto /z 2? Acaso no se tratabade la segunda parte de un proyecto iniciado en aquella poca,y que trataba precisamente de formular la necesidad de una

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    Prefacio 13

    refundacin del lenguaje poltico en funcin de las

    transformaciones del campo poltico?Lamentablemente, el ttulo sonaba mal en francs y loque es estticamente desagradable nunca es cientficamentetil! Por otra parte, el problema no era que con el trminofbrica se entendiera que la propuesta era dar conceptosmanufacturados, sino que se trataba de captar el devenir deuna transformacin conceptual que era mucho mscomprometedora que aquello.

    En realidad, yo tena en mente dos cosas. La primera erauna invitacin colectiva a todos los investigadores de buenavoluntad para que se dedicasen a la redaccin de un nuevovocabulario posmoderno del campo poltico : Qu formidableexperiencia poda llegar a ser! Creo espero que se entiendade ese modoque la invitacin se mantiene todava hoy, ynunca ha tenido ms sentido. La segunda era asumirplenamente esa suerte de doble verdad ante la cual nos

    encontramos de forma inevitable cuando tocamos el tema dela modificacin de los ejes y de los trminos de una polticade izquierda. La doble verdad en cuestin, que nos empujaa no decir siempre las cosas de la misma manera a todos, hoyno la elegimos por odio al enemigocomo de hecho ocurraen la historia medieval, sino, por el contrario, por amor a laamistad. Lstoy convencido de que nuestro discurso debe antetodo dirigirse a los socialistas y a los comunistas que han

    vivido honestamente, y que han pensado su propiaexperiencia en los antiguos trminos dialcticos delmarxismo-leninismo. Son ellos, ante todo, quienes deben seracompaados en este descubrimiento de un nuevo campo deinvestigacin y de luchas porque, con mucha frecuencia, sontambin ellos quienes, cuando todos ramos ms jvenes, nosacompaaron a las fbricas, en las luchas obreras, y nos hanofrecido toda la riqueza del saber comunista. Aqu la tica es

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    ms importante que la lgica, y poco importa si para ello hace

    falta que la lgica funcione bajo el rgimen de la dobleverdad. Desde luego, esto no vale para todos y en todaspartes, pero a m me basta con que valga para hoy, en nuestrasituacin de transicin. Una situacin en la que todos los queeligen hacerse multitud para construir un nuevo horizontepoltico de cambio radical sientan la necesidad de inventar unnuevo lenguaje a la altura de sus esperanzas y capaz de seguirsus dinmicas: un lenguaje que pueda redisear la lnea

    flexible de la curva marxiana con un vigor reencontrado.Se me dir que siempre queda el peligro de dar pistas aquienes nos mandan para que puedan dominarnos ms. Lisono me asusta: la experiencia nos ensea que los hombres delcapitalismo y de la derecha reaccionaria son menosinteligentes de lo que debieran.

    Es as como empezamos a avanzar en el proyecto. Estaslecciones se fueron convirtiendo poco a poco en pequeos

    talleres conceptuales de reflexin compartida, de sabercomn. Es cierto que, a veces, debamos trabajar en un climaque hubiramos preferido ms sereno, menos violentamenteconflictivo, menos gratuitamente brutal; pero, muy a menudotambin, hacamos un recorrido sumamente gratificante: aunen la discusin ms encarnizada, haba la apertura a uncuestiona- miento sin prejuicios.

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    Un cuestionamiento apasionante y lleno de expectativas,

    pero todava frgil. Al comienzo de este prefacio, yo hablabade los diferentes ttulos en los que haba pensado para estelibro. Olvidando todos mis escrpulos y mis dudas, terminoptando por La fbrica de porcelana. Quienes conocen milegendaria torpeza se sonreirn seguramente ante la imagen.Sin embargo, no slo se trata de la gracia del elefante, que,como sabemos, es proverbial. En estas lecciones hay, creo, lapresencia de un soplo comn, pero tambin una suerte de

    gran borrasca que sacude todas las existencias en este extraomundo nuestro, y que fragiliza las esperanzas y los intentos,las expectativas y los movimientos. Es un gran viento:nosotros sabemos lo parecido que es a esas brisas deprimavera que abofetean los rostros, pero que dejan a su pasoel cielo lmpido y la naturaleza vivificada, para que se afirmenpotencias de vida nuevas y luchas victoriosas.

    Pars, abril de 2006Taller n 1

    MODERNO Y POSMODERNO: LA CESURA

    Nos gustara mostrar en qu aspecto las categoras polticasde la modernidad, es decir, las teoras del gobierno, sonsusceptibles de ser sometidas a una crtica decidida y fuerte. Setrata pues de elaborar, en las reuniones que siguen, un nuevovocabulario, una nueva gramtica de lo poltico contemporneo.

    Empecemos por sealar que, en la poca moderna,existieron posiciones muy diferentes aunque de una im-presionante homogeneidad: tanto en Max Weber como en Cari

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    Schmitt o en Lenin, encontramos una interpretacin unvoca del

    poder. El poder siempre es trascendente, el poder siempre essoberano. El poder es una mquina soberana. En Max Weberque propone una posicin liberal-funcionalista, en CariSchmitt que interpreta una tradicin conservadora ytotalitaria, en Lenin por fin que representa un excepcionalmomento revolucionario ponindose como objetivo la extincindel Estado burgus, el poder se presenta como unatrascendencia, como un arcano, en una profunda homologa de

    definicin.Insistamos de entrada en ese punto: aun cuando nos vemosconfrontados a una concepcin casi anrquica de lo poltico, ycuando la liberacin del proletariado coincide con ladesaparicin del Estado como en el caso del pensamiento deLenin, la totalidad del

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    razonamiento poltico est en realidad muy estrechamente

    ligado a una relacin dialctica con el poder existente y con sudefinicin soberana. Esta dialctica implica una nicaalternativa posible que podramos formular de la siguientemanera: o bien se toma el poder y se es ^como el poder, obien se reniega totalmente del poder lo que significa que sedefine inmediatamente la posibilidad del espacio poltico,como negacin absoluta del poder. No hay una solucinintermedia, y en los dos casos se trata evidentemente de un

    impasse. Es por eso . que, entre finales del siglo xix ycomienzos del siglo xx, los tericos del Estadotanto RudolfStammler en Alemania o Emile Durkheim en Francia nohan sido capaces de formular su pensamiento fuera de esaalternativael Reich o la Repblica por un lado, la anarquapor el otro, y quedaron prisioneros de ella.

    Analicemos ahora con mayor precisin cmo se hapresentado esta vasta homologa de las concepciones del poder en el

    pensamiento moderno, l omemos en un primer tiempo Politik aisBerufde Max WeberLa poltica como vocacin, y tratemosde entender cul es la lnea de razonamiento. Aqu, latrascendencia del poder est representada por el uso de unlenguaje casi religioso en el anlisis de la accin de los sujetospolticos: lo poltico no es una condicin sino una vocacin.Desde esta perspectiva, est claro que el relativismo y el po-litesmo de los valores polticos de los que habla Weber se

    convierten en figuras de paso de la experiencia poltica a latrascendencia del poder, es decir, como neutralizacin de ladimensin ontolgica de lo poltico. El poder se vuelve unarealidad a la cual adherir, se trata en consecuencia de algo quese da ms all de la realidad, un sacerdocio o eventualmente unmartirio...

    El neokantismo epistemolgico de Weber (es decir, la ideade que las determinaciones de lo poltico corresponden a las

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    categoras) se debe volver a insertar dentro de un pensamiento

    de la trascendencia una suerte de fe laica que terminatraicionando tanto la Crtica de la razn pur-acomo la (Crtica dela razn prctica. No es casual que hoy se lea a Weberfundamentalmente como a un autor nietzscheano: al servicio decierto pesimismo realista en lo referido a la experiencia poltica,y a la vez con un pensamiento de lo negativo en cuantoconcierne a la idea de una salvacin, un pensamiento exclusiva-mente ligado a la autonoma o a lo intempestivo de la decisin

    poltica. Las buenas pocas de las lecturas fun- cionalistas deWeber, a la manera de Talcott Parsons, quedaron atrs (aunquealgunos, como Raymond Aron, sostenan desde hace muchotiempo la debilidad de ese tipo de proyecto). Ese episodioterico muestra claramente la continuidad de la tradicinplatnica tambin en sus formulaciones modernas del poder ydel campo poltico. -

    Desde ese punto de vista, Nietzsche representa una clave de

    lectura impura y ambigua que permite abrir y a la vez cerrar larelacin entre la realidad y la idealidad del poder, fijando entodos los casos la trascendencia. Y si la interpretacin delmundo que da Nietzsche es pesimista, si la naturaleza debeadmitir el derroche de sus posibilidades y la historia, ladestruccin de sus potencias, es porque la realidad deber enadelante plegarse precisamente de manera realista a lasnecesidades lgicas de la gestin y de la reproduccin del poder.

    Dentro de la caverna platnica, el mundo aparece como unasombra, est relativizado y slo puede comprenderse si se lodomina.

    En la perspectivaJiberal y funcional del poder, que es la deMax Weber, el concepto de lo poltico est construido por loalto, por el cierre, por la necesidad: por lo alto porque el poderes trascendente; por el cierre porque el poder, en la medida enque es Uno, excluye por definicirutodas las diferencias; por la

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    necesidad, porque no puede ser de otra manera. Ms adelante

    veremos que, en ello, ya podemos encontrar una suerte deanticipacin de la idea de biopoder tal como fue desarrolladapor Foucault a partir de la dcada de 1970. Las tres modalidadesde construccin de lo poltico que acabamos de ver podran muybien aplicarse a la inversin poltica de la vida por parte delEstado, y ms generalmente a una red de micropoderes queatraviesen la totalidad de las determinaciones de nuestra existen-cia. En un caso como en el otro, tanto en Weber como en el

    anlisis foucaultiano de los biopoderes, nos encontramos anteuna figura homologante y homologada del poder. Pero, adiferencia de Weber, Foucault no quedar satisfecho con eso. -

    Si ahora examinamos a Cari Schmitt, nos encontramos anteuna concepcin que, paradjicamente, es muy anloga de la deMax Weber. Desde ese punto de vista, es bastante difcilidentificar a uno como un pensador demcrata y al otro comoun pensador totalitario. Ambos conf unden la definicin terica

    del poder y las dimensiones subjetivas que deberan definirlo.Schmitt y Weber pueden diferenciarse en el campo de la teoraconstitucional, pero en cambio se identifican en el terreno de lateora poltica. Tambin en Schmitt la concepcin de lo polticoes mstica, teolgica. Ya no hay ms cobertura, trascendentalkantiana, como pareciera serlo para Weber, sino una pesadareduccin de la tica a lo poltico.

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    No hay ninguna distincin crtica-entre la tica de la conviccin

    y la tica de la responsabilidad: muy por el contrario hay un flujototalitarioque une una y otra.Pero, como sealan muchos autores contemporneos, desde

    Foucault hasta Agamben, el biopoder(es decir, la inversin por elpodis sobre la totalidad de la vida) y el totalitarismo (la inversinpor el Estado de la totalidad de la vida) actan al menosparcialmente en un terreno comn. Dentro de las teorasconstitucionales europeas, que Foucault describir mucho

    despus como biopoltica, el derecho alemn ha creado unmonstruo. El biopoder como un totalitarismo: el resultado delas luchas de los siglos xix y xx, la construccin del Welfare, ladimensin social del consenso... todo ello ha sido absorbido porla totalidad del Estado.

    El nacionalsocialismo es la herramienta dramtica de esafigura, y lo poltico se presenta en Cari Schmitt como el espaciode esa realidad. El poder es efectivamente para Schmitt una

    suerte de panptica totalitaria: cada ciudadano vive dentro delDios vivo; lo panptico termina por convertirse en unpantesmo. Pero, a diferencia de un sistema panptico, el Diosviviente necesita definir a los excluidos que son precisamentelos excluidos de la vida, esos cuya vida, se dir enseguida, novale nada. ElAufhebung, el desborde dialctico de ese procesoque deja de lado en todos los casos a aquellos para los que lavida no vale nadase traduce entonces por una expansin del

    espacio vital que corresponde, de hecho, a lo que hoyllamaramos una operacin deNation Building. Una vez ms, setrata de una pretendida construccin universal que se traduce enrealidad por el sometimiento de los ciudadanos... El toporeaccionario ha calado hondo.

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    El problema de la decisinque a simple vista parece poseer

    una consistencia individual: slo los individuos deciden tomaentonces el lugar del escepticismo trascendente de la vocacinweberiana. En los dos casos, se trata de construir el lugar dondeel individuo pueda hacer valer el don para sus amigos, y lamuerte para sus enemigos... Entonces no es casual que la guerra(como decisin del soberanoydesvelamiento de la naturaleza delo poltico) revele el funcionamiento ntimo del biopoder y sucarcter intempestivo absoluto: quita a los ciudadanos cualquier

    decisin posible sobre lo poltico, a la vez que afirma undominio absoluto sobre su existencia. La conocida propuesta deClau- sewitz segn la cual la guerra es la continuacin de lapoltica por otros medios no fue retomada por los neo-conservadores norteamericanos de los aos 1990, sino por losfascistas y los schmittianos de los aos 1930 y Foucault dira:vamos, todava, por los liberales del siglo xix.

    En el Lenin deEl Estado y la revoluc in, la concepcin de lopoltico tambin est anclada en la trascendencia; por otra parte,no por casualidad, muchos han querido identilicar la decisinschmittiana con la decisin leninista... Ya no porque poner enprctica una poltica revolucionaria signifique automticamenteinstaurar el reino de la trascendencia, sino, por el contrario,porque el actuar revolucionario del proletariado disuelve latrascendencia al mismo tiempo que la poltica. En Lenin, la

    desaparicin del Estado es un ideal anrquico; el sistema exactoe inverso de la trascendencia del Estado tal como lostericos burgueses la han concebido desde siempre. En elpensamiento de Lenin,la idea de la liberacin del proletariado est enteramentecomprendida en una relacin dialctica con el poder.

    Repitmoslo: en los dos casos que acabamos de ver, setrata de un doble impasse que pretende obligarnos a elegir

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    entre dos posibilidades. La primera consiste en tomar el

    poder y convertirse en otro poder, es decir, a pesar de todo,siempre un poder, la segunda intenta negar totalmente elpoder sobre la vida y aparece a la vez como una negacin dela vida misma. Desde ese punto de vista, el concepto delpoder proletario que encontramos en Lenin es totalmentesimtrico con el del poder burgus. El concepto deliberacin est preso en las tenazas del poder. Pero nopodemos pensar en cambio que la libertad, la singularidad, la

    potencia, se dan como diferencias radicales respecto al poder?Aclaremos ese punto para no atribuirle a Lenin faltas

    que no le corresponden. Lenin es perfectamente conscientedel impasse en el que est; y, de hecho, despus de haberplanteado el problema de la insurreccin - y de ladestruccin del poder, insiste en la idea del dualismo depoder, sobre la idea de la transicin y de la dictadura del

    proletariado como forma de comando sobre la mismatransicin. Por lo tanto, Lenin no es responsable de lasprcticas liberticidas que se han cometido en su nombre.(Por otra parte, quin puede decir con certeza que, en esemomento, existan otras vas? Lo seguro es que hoy esas vasalternativas existen, y que tenemos el deber de seguirlas.)

    Si queremos romper el concepto capitalista y burgus delpoder, debemos ir ms all de la concepcin moderna del

    poder mismo.Aunque no est de ms sealar que lo moderno, en realidad,no puede quedar reducido a esas nicas categoras polticas. Enel pensamiento moderno existe una alternativa (Maquiavelocontra las teoras de la razn de Estado, Spinoza contraHobbes) que se opone a lo que hemos visto, y coloca delante lasrazones de la asociacin poltica y de la dinmica democrtica encontra de las concepciones trascendentales del poder en la mo-

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    dernidad. La inmanencia de lo poltico est afirmada all de

    manera decidida, lo mismo que la dimensin constitutiva yconstituyente de la democracia. Con esa perspectiva nacieronlos conceptos de multitud y de democracia tal como podemosutilizarlos hoy, en el debate que nos ocupa. Es lo que heintentado mostrar a propsito de Spinoza en mi libro Lanomaliesauvage.2

    En consecuencia, lo que buscamos demostrar es que lasituacin poltica en la que nos encontramos actualmente slo

    puede ser definida dentro de un cambio de paradigma en relacincon la tradicin moderna. Intentamos mostrar que es ms fcildefinir lo contemporneo como posmoderno que comohipermoderno, a pesar de los cambios evidentes que ha sufridoel trmino posmoderno, sobre todo en Francia y en EstadosUnidos, y sobre el cual tendremos oportunidad de volver.

    La hipermodernidad ha sido una calificacin que muchostericos, socilogos y polticos pienso bsicamente en los

    universitarios alemanes como Ulrich Beck han intentadoatribuir a la poca contempornea, pensndola,paradjicamente, de manera continua respecto a la tradicin dela modernidad. Nosotros, en cambio, trataremos de resaltar quelo nico que puede permitir interpretar la poca contemporneaes un cambio de paradigma, particularmente tratndose detemas sobre poder, sobre trabajo y sobre la mundializacin: sielegimos insistir en el tema del cambio paradigmtico, es porque

    en ello hay verdaderamente la afirmacin de una discontinuidadque hay que tener en cuenta, y de la cual debemos partir. Estacesura radical es un desafo fundamental en la discusin que nosgustara tener.

    2 A. Ncgri, Lanomalie sauvage. Puissance et pouvoir chez Spinoza, Pars, PUF,1982; reed. ditions Amstcrdam, 2006.

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    En realidad, no podemos abordar el problema de la cesura

    sin considerar el de la crisis de la modernidad (es decir, de suscategoras polticas), que a la vez deriva de una larga serie defenmenos.

    Preguntmonos por ejemplo qu significa hoy trabajar.Durante mucho tiempo, el trabajo estuvo reducido a unaactividad productiva de bienes materiales. Hoy entendemos portrabajo todo el campo de la actividad social. Para entenderesta mutacin, debemos tener en cuenta el ciclo de luchas y de

    transformaciones de la organizacin del trabajo llevado a cabodesde la revolucin de 1917. Se trat de un desafo obrero e in-surreccional que ha ocasionado una larga crisis (lo que algunoshan definido precisamente como el siglo breve) del trabajoorganizado en conjunto. La primera respuesta a esta agresinproducida por el trabajo vivo en contra del sistema capitalista sepresent progresivamente bajo la forma del New Deal, luegobajo la forma de la instauracin generalizada del Welfare State

    en las regiones centrales del planeta y, en consecuencia, por laimposicin de formas de organizacin y de explotacinbiopolticas tanto por parte de la sociedad como del Estado.

    Por consiguiente, se ha vuelto imposible definir la actividadsocial y productiva en los trminos de la tradicin socialistamoderna: hoy nos encontramos frente a una hegemona tendencialdel trabajo inmaterial(intelectual, cientfico, cognitivo, relacional,comunicativo, afectivo, etc.) que caracteriza cada vez ms el

    modo de produccin y los procesos de valorizacin. Es evidenteque esta forma de trabajo est completamente subordinada anuevos modos de acumulacin y de explotacin. Ellos ya nopueden interpretarse segn la clsica ley del valor-trabajo: seentiende por valor-trabajo la medida del trabajo segn el tiempoempleado en la produccin. Pero el trabajo cognitivo no sepuede medir en esos trminos; incluso se caracteriza por sudesmesura, por su excedencia. El trabajo cognitivo est ligado al

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    tiempo de la vida por una relacin productiva: se nutre de ella

    tanto como lo modifica a cambio. Sus productos son productosde libertad y de imaginacin. El excedente que los caracteriza esprecisamente esa creatividad. Actualmente, el trabajo es internoa todo proceso de produccin (y es en ese sentido que podemossealar nuestra fidelidad al marxismo) pero su definicin nopuede en cambio reducirse a una dimensin puramente materialy/o laboral. En esto consiste, entonces, el primer elemento decesuraentre lo moderno y lo posmoderno.

    Una segunda cesura se plantea tambin en el momento-deredefinir la nocin de soberana. Los procesos de organizacindel trabajo social manejados por el Welfare Statehan investido ala sociedad por completo. La accin soberana se defini,progresivamente, bajo la forma de un biopoder cada vez msamplio, que se ha extendido a todo el campo social. Se pas dela disci

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    plina de la organizacin individual del trabajo al control de

    los pueblos. El proceso de subsuncin real de la sociedad bajo elcapital se ha expresado aqu en todo su potencial. Marxdistingua efectivamente entre subsuncin formal y subsuncinreal de la sociedad bajo el capital. En el estadio de la subsuncinformal, el capital recoga bajo su comando diferentes formas deproduccin: produccin artesanal, campesina, industrial, etc. Elcomando capitalista se presentaba entonces desde lo externocomo la forma que unificaba todas sus diferencias. En la

    subsuncin real, en cambio, todas las formas de produccinestn definidas desde el principio, entre ellas, como homogneascon el fin de permitir la ganancia. El capital, en ese caso, selimita a captar y a acumular el trabajo social. Para decirlo entrminos foucaul- tianos, se ha pasado de un rgimendisciplinado a un rgimen de control. Sobre ese punto, y a modode aclaracin, me permito remitiros particularmente a las p-ginas de Marx en el sexto captulo indito del libro I del Capital

    y en los Grundrisse, y a los recientes trabajos de Andr Gorz.Por consiguiente, el gobierno biopoltico de la sociedad sevuelve consecuentemente totalitario. La biopoltica puede llegarincluso a traducirse en lormas que rozan la tanatopoltica: labiopoltica y la tanatopoltica tienden a veces a parecerse, puestoque la guerra se convierte en la esencia de lo poltico, latanatopoltica se convierte en la matriz de la biopoltica.

    Lo que en particular nos interesa de todo esto es el vuelco

    tanto paradjico cuanto dramtico que all se pone en juego. Rpidamente se descubre que a la extensin global del podercapitalista sobre la sociedad corresponde la difusin social de lainsubordinacin. Con qu derecho podemos hacer talafirmacin? Cuando la ley del valor que comanda eldesarrollo capitalistafalta, entonces la capacidad del capital deincluir dentro de s mismo la fuerza productiva del trabajo(inmaterial, eog- nitiva, afectiva, lingstica, etc.) tambin queda

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    eliminada. La ignorancia frente a la nueva calidad del trabajo y la

    preocupacin por el comando capitalista deben aqu enfrentaruna insubordinacin y a una resistencia social nuevas: a partir deall, la situacin general est predispuesta para el antagonismo.Ese es el segundo campo en el cual podemos definir ladiferencia radical entre la modernidad y la pocacontempornea.

    La tercera serie de fenmenosse refiere a la globali- zacin de

    los procesos econmicos y a la crisis de los conceptos deEstado-nacin, de pueblo, de soberana, etc., que de ellosderivan. El desarrollo capitalista haba encontrado en el Estado-nacin la estructura fundamental que le corresponda:actualmente, en la crisis del Estado-nacin inducida por lamundializacin, la crisis general de las categoras polticas de lamodernidad se manifiesta, en cambio, abriendo la reflexin so-bre la relacin entre el Imperio y las multitudes.

    Retomaremos esos elementos ampliamente, y tambin losde la crisis filosfica de las categoras de la modernidad y laemergencia de nuevos conceptos. Por el momento, quisiramosinsistir sobre el hecho de que el horizonte poltico posmodernose presenta ante todo como una disolucin de la ontologapoltica que se haba construido en torno al concepto desoberana: no slo fueron trastocadas las categoras; la realidadmisma es la que resulta cambiada. Es, pues, sobre ese punto que

    las teoras polticas de lo moderno encuentran su lmitedefinitivo: porque descubrimos que la soberana ya no puedeserla reduccin al Uno, que esta reduccin es imposible, que elejercicio de la soberana debe afrontar diferencias irreductibles yque est sometido a un antagonismo que aumentaconstantemente. Es probable que, a partir de esta lnea detensin y de antagonismo explcito, es decir, recuperando a lavez la teora maquiavlica del tumulto, la teora espinozista de

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    multitud democrtica y la teora marxista de la lucha de

    clases podamos comenzar a definir las caractersticasespecficas, singulares, de sta, nuestra poca.

    Finalmente, a lo largo de estas clases, trataremos igualmentede conrontarnos con las otras teoras filosficas que handesarrollado esta mutacin del paradigma de la modernidad,liemos visto hasta qu punto era necesario insistir sobre laprofundidad de la cesura que nos ocupa, es decir, sobre la

    ruptura inducida por la constitucin del orden biopoltico enrelacin con las reflexiones sobre el poder formuladas en lapoca moderna. Efectivamente, hemos vivido un largo periodode crisis durante el cual se nos ha prevenido muchas vecescontra las grandes narraciones del desarrollo histrico: cuidadocon quien lo haya intentado! Fue muy clicil salir de esacondicin. De la conciencia de lo que el biopoder, entre finalesdel siglo xix y comienzos del siglo xx, haba desarrollado como

    sometimiento de todas las modalidades de la vida; de laconciencia de que la vida era el centro del proceso productivo,lo que ella representaba como condicin de posibilidad absoluta:todo ello se ha vuelto evidente. Iloy podemos llegar a esaevidencia por varios caminos: tanto desde el punto de vista deun trabajador precario que pide un salario garantizado, comodesde el de un operador de servicios informticos que necesitaun softwarecon acceso libre, del de un ama de casa que se queda

    en ella para educar a sus hijos, como desde el punto de vista deun estudiante que pide ms tiempo de formacin. En todos esoscasos, la base del proceso de valorizacin es la vida de loshombres y de las mujeres; e inversamente, la valorizacinatraviesa la existencia de cada uno de nosotros: lo objetivo y losubjetivo aqu se identifican totalmente. Pero entonces por quno reconocer ese increble cambio del contexto social yproductivo?

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    Yuna vez que se ha logrado, por qu no remunerar la vidateniendo en cuenta el hecho de que cada uno, simplementeporque vive en una sociedad productiva, es a la vez productivo?De hecho, la demanda de un salario indirecto y de serviciosadecuados para la reproduccin de toda la sociedad se hageneralizado. Sobre ese punto, pensamos que hace faltaintroducir, como vimos, el concepto marxista de la subsuncinreal de la sociedad bajo el capital. Tal vez recuerden que ladefinicin marxista de la subsuncin real de la sociedad bajo el

    capital implica el hecho que esta sociedad corresponde porentero a la de la mercadera, pero tambin que la contradiccin yel antagonismo determinados por la produccin de mercaderashan investido a toda la sociedad. [Jna remuneracin generalcorrespondera, en consecuencia, a las dimensiones generales delantagonismo en la produccin social.

    Ahora bien, la Escuela de Frankfurt haba comprendido ydescrito perfectamente esta situacin: ella es, en efecto, la base

    de la difusin general (y, en alguna medida, bastante llamativa)de la nocin de subsuncin real en el pensamiento posmoderno(desde ese punto

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    de viata, IM dialctica de la Aufklrung de Adorno y de

    Horkheimer ya haba anticipado mil obras sobre la pos-modernidad). Al principio, lo posmoderno se present como lailustracin desenfrenada de esa subsuncin. Pero loposmoderno no slo es una manera nueva de pensar; tambin esuna redefinicin concreta de lo real.Ymuchos 110 supieron aumentar la percepcin real de lo queocurra de otro modo que por una conciencia irnica ysuperficial del proceso. se ha sido un periodo de una cierta

    lindura pero de una enorme irresponsabilidad: delpensamiento dbil, del revisionismo filosfico e histricogeneralizado, de la traduccin estetizante de la pesada ontologaheideggeriana. Lo sabemos muy bien: cada momento histricoposee caractersticas cmicas a la vez que trgicas. En el casoque nos ocupa, hubo que esperar algn tiempo antes de que lotrgico emerjiera de nuevo detrs de las frgiles figurasdanzantes de una posmodernidad sin consistencia. Es, pues,

    exactamente all donde queremos ubicarnos:.entre unaconcepcin plena aunque filosficamente frgil de lasubsuncin real y el momento trgico en que se produjeron lasprimeras insurgen cas crticas.

    En la poca posmoderna, la crtica de la subsuncin realsufri un difcil periodo de aprendizaje. En las clases que siguen,intentaremos analizar con atencin esos pasajes. Una primerafase sin duda se ha caracterizado por la percepcin de que no

    exista alternativaa la suh.- suncin de la sociedad bajo el capitaly al biopoder que constitua su estructura poltica, sino bajo laforma de resistencias marginales. Jacques Derrida, precisamente,eligi actuar al margen, sobre la excedencia marginal,transformando la filosofa del don en una filosofa de la

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    espera y de la amistad; Giorgio Agamben intent la re-

    cuperacin naturalista y extrema de los problemas de lainnovacin y de la figura de la divisin; en fin, en Jean- LucNancy, la tensin marginal tom la forma de un comn a puntode nacer... Ahora bien, en todas esas lecturas, encontramos lareproduccin en filigrana de cierta univocidad dialctica yparadjica de la relacin resistencia/poder: es el poder el quedetermina la ajeni- dad dentro de la cual pueden darse lasfunciones de resistencia... Si bien la resistencia no se presenta

    ms en el terreno central-del desarrollo histrico (como ocurraen la tradicin hegeliana, particularmente en su versin deizquierda), sino muy por el contrario en una dimensinmarginal, sincrnica y transversal, no se percibe ninguna idea depotencia, ninguna posicin de antagonismo, ninguna instancia deliberacin. La nica solucin parece que sigue siendo la de laestrella de la redencin, o la de los tiempos mesinicos. Ynosotros rechazamos volver a las formas fugaces de esa genera-

    cin desesperada.Un ltimo apunte en este sentido. Ese mundo de lasubsuncin real de la sociedad bajo el capital que es el nuestrono tiene ningn afuera. Vivimos dentro no hay exterior;estamos hundidos en el fetichismo de la mercadera, pero nohay la posibilidad de recurrir a algo que pueda representar sutrascendencia. La naturaleza y el hombre han sido cambiadospor el capital. Cualquier aspiracin a la alteridad (como ha sido

    en el caso de una tradicin importante, desde Rosa de Lu-xemburgo hasta Walter Benjamn) es no slo anticuada, sinovana. Y a pesar de todo: desde dentro mismo de ese mundofetiche, el antagonismo del trabajo vivo se afirma, la resistenciase construye.

    El problema de la reconquista de la libertad en el crculomismo del poder est, pues, planteada, y esto, aunque el poderya se ha vuelto un biopoder que nada parece capaz de parar.

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    En realidad, el mundo definido por la subsuncin real de la

    sociedad bajo el capital coagula y neutraliza las posibilidades derelacin, 'pero no la resistencia, la libertad como potencia o laconstitucin de nuevo ser. Entonces, de la misma manera que, enlas fbricas, los obreros luchaban contra la explotacin directade la cadena de trabajo, hoy en da, en una sociedadenteramente puesta a trabajar, son las multitudes las que serebelan. Entre Foucault y Deleuze tuvo lugar, precisamente, elpasaje desde el margen al centro del bloque del biopoder, y la

    resistencia se convirti en una fuerza ontologica. En Foucaultencontramos no solamente una definicin del biopoder queretoma e historia los anlisis de la Escuela de Frankfurt, sinotambin la definicin de una biopoltica activa y lademostracin progresiva de un proceso de produccin de lassubjetividades, capaz de transformar a los sujetos en susrelaciones con el poder y a ellos mismos. En Deleuze, laprofundizacin y la pe- riodizacin de las diferentes fases de la

    relacin entre el biopoder y la realidad biopoltica desde lapoca de las disciplinas hasta la del controlpermiten restable-cer la determinacin ontologica de la resistencia dentro de lagrilla histrica de la subsuncin real. Es as como loposmoderno no se da ms solo a partir de la cesura que instauracon respecto a la modernidad, sino a travs de las nuevascondiciones de un proceso antagonista: este ltimo inviste almundo de la subsuncin real y lo presenta como un mundo

    donde juegan las luer- zas antagonistas del poder y de laresistencia, del capital y de la.libertad. Si la resistencia y lalibertad son consideradas corno fundamentos materiales, esevidente que habr que definirlos como actividad, como trabajovivo, como produccin de subjetividad, es decir, adems, comoinvencin de un nuevo valor de uso dentro mismo del poder, ycomo saturacin objetiva del valor de cambio. Pero prontovolveremos a eso.

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    Para resumir, podramos decir que elpensamiento posmoderno

    se nos presenta bajo tres formas filosficas esenciales:a) Como una reaccin filosfica a la ontologia de la

    modernidad y un reconocimiento de la subsuncin real de lasociedad bajo el capitalque no encuentran otra salida quela de un pensamiento blando y un contractualismodbil: hay que pensar por ejemplo en los trabajos deJean-Francois Lyotard, de Jean Baudrillard, de Gianni

    Vattimo, o de Richard Rorty... Nos encontramos aqu enuna suerte de hereja marxista que restituye la subjeti-vidad a la circulacin mercantil, que borra todareferencia al valor de uso y que fija la equivalencia de laproduccin y de la circulacin.

    b) Como resistencia marginal, como oscilacin entre unasuerte de fetichismo de las mercaderas y la tentacinde una escatologia mstica. Jacques Derrida, Jean-Luc

    Nancy y Giorgio Agamben se ubican en ese terreno; ylos dos ltimos parecen reintroducir la utopa comunistade Benjamin sobre el margen de la subsuncin real.

    c) ( '.orno posmoderno crtico, es decir, como reconocimiento no slo de la fase histrica que es la nuestra, sino.delantagonismo que le corresponde.

    Y en consecuencia: como reconstruccin de un espaciode subjetivacin. Se trata bsicamente de los pensamientos

    de Michel Foucault y de Giles Deleuze.

    Acabamos de dar los primeros elementos "ele un discursoque ser objeto de nuestra investigacin y anlisis en las clasesque siguen. Listos talleres sern diez: el segundo abordar elproblema de la definicin de lo biopoltico; el tercero analizar ladisolucin de la soberana nacional y los temas de la guerra y dela paz; el cuarto intentar una definicin de la nocin de comn

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    ms all de las de pblico y privado; la quinta afrontar la crtica

    de lo posmoderno; la sexta se concentrar en la resistencia y lasdiferencias; en la sptima, la octava y la novena, nosdetendremos sobre los temas que caracterizan a la crtica de lasteoras modernas del gobierno; finalmente, en la ltima leccin,afrontaremos el nudo filosfico fundamental de ese pasaje de lomoderno a lo posmoderno, es decir, el de las alternativas de latemporalidad, de la medida y de las libertades comunes.

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    Taller n 2

    EL TRABAJO DE LA MULTITUDY EL TEJIDO BIOPOLTICO

    Me gustara que este taller abordara el problema del anclajede la organizacin del trabajo y del nuevo campo polticoposmoderno que de ello resultaen. el Bios. Pronto veremosen qu momento y con qu moda- lid ades la vida entra en el campodel poder y se convierte en su desafo principal.

    En la primera clase, hemos insistido en la homologa de lascategoras polticas del pensamiento moderno en pensadorestan diferentes como Max Weber, Cari Smitt y Lenin. Hemossubrayado igualmente hasta qu punto, las categoras polticasde la modernidad haban sido trabajadas desde siempre por unaoposicin dentro de la misma historia de la filosofa poltica:Maquia- velo contra el maquiavelismo y las teoras de la raznde Estado, Spinoza contra Ilobbes. Finalmente, hemosmostrado cmo la crisis del pensamiento moderno estabarelacionada con tres grandes series de causas: la metamorfosisde la organizacin del trabajo; el anclaje biopoltico de lasoberana, es decir, el pasaje efectuado por las tcnicas de la

    soberana del ejercicio de las disciplinas al del control; la crisisgeneral de las categoras ligado a los procesos de laglobalizacin.

    Hemos comenzado, pues, por discutir formas filosficas atravs de las cuales la crisis de la modernidad y la aparicin delnuevo paradigma posmoderno se han

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    expresado: en efecto, se trat de criticar tanto las posiciones

    que insistan en el fetichismo de las mercaderas y en laequivalencia de la produccin y de la circulacin en el nuevocircuito del capital (lo que a menudo se ha llamado las teorasdbiles de la posmodernidad) como las diferentes escuelas depensamiento que, ante esta emergencia, buscaban oponerle unaresistencia marginal (las ontologas del margen y las diferenteslecturas nco-benjaminianas). En cambio, hemos reconocidoen las teoras de la produccin de subjetividad (Foucault y

    Deleuze) un momento decisivo para la reconstruccin de unproyecto crtico.

    Tomemos ahora como punto de partida la definicinfoucaultiana de la biopoltica. El trmino de bio- poltica indicala manera en la que el poder se transforma, en un determinadoperiodo, con el fin de gobernar no solamente a los individuos atravs de ciertos procedimientos disciplinarios, sino al conjunto

    de seres vivos constituido en poblaciones: la biopoltica (atravs de biopoderes locales) se ocupa tambin de la gestin dela salud, de la higiene, de la alimentacin, de la natalidad, de lasexualidad, etc:., a medida que esos diferentes campos deintervencin se convierten en desafos polticos. La biopolticase ocupa entonces, poco a poco, de todos los aspectos de lavida que seguidamente sern llamados a convertirse en elcampo de despliegue de las polticas del Welfare State: su desa-

    rrollo est efectivamente comprometido por completo en latentativa de obtener una mejor gestin de la fuerza de trabajo.Escuchemos a Foucault: El descubrimiento de la poblacin es,al mismo tiempo que el descubrimiento del individuo y delcuerpo adiestrable, otro gran ncleo tecnolgico en torno delcual los procedimientos polticos de Occidente setransformaron. La biopoltica se funda, pues, sobre principiosque desarrollan las tecnologas del capitalismo y de la soberana:

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    por otra parte, stas se modifican ampliamente en el tiempo,

    evolucionando de una primera forma disciplinaria a unasegunda, que agrega a las disciplinas los dispositivos delcontrol. En efecto, mientras la disciplina se daba como unaanatomo-poltica de los cuerpos y se aplicaba principalmentea los individuos, la biopoltica representa por el contrario unasuerte de gran medicina social que se aplica al control de laspoblaciones con el fin de gobernar la vida: a partir de all, lavida forma parte del campo del poder.

    La nocin de biopoltica plantea dos problemas. Elprimero se relaciona con una contradiccin que encontramosen el mismo Foucault: en los primeros textos donde aparece eltrmino, parece referirse a lo que los alemanes llamaron en elsiglo xvm la Polizeiwissens- chaft, es decir, el mantenimiento delorden y de la disciplina a travs del crecimiento del Estado ysu organizacin administrativa. Pero, a continuacin, labiopoltica parece, en cambio, sealar el momento de

    superacin de la tradicional dicotoma Estado/sociedad, enprovecho de una economa poltica de la vida en general. De estasegunda formulacin nace el otro problema: se trata depensar la biopoltica como un conjunto de biopode- res obien, en la medida en que se dice que el poder ha investido lavida, tambin significa que la vida es un poder, se puedelocalizar en la vida misma es decir, por supuesto en eltrabajo y en el lenguaje, pero tambin en los cuerpos, en los

    afectos, en los deseos y en la sexualidad el lugar deemergencia de un contrapoder, el lugar de una produccin desubjetividad que se dara como momento de de sometimiento?Es evidente que ese concepto de biopoltica slo puede serentendido sobre la base de la concepcin que el mismoFoucault tena del poder. Y el poder, para Foucault, nunca esuna entidad coherente, unitaria y estable, sino un conjunto derelaciones de poder que implican condiciones histricas

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    complejas y efectos mltiples: el poder es un campo de poderes.

    Consecuentemente, cuando Foucault habla de poder, nunca setrata de describir un principio primero o fundamental, sinoms bien un conjunto de correlaciones donde se entrecruzanprcticas, saberes e instituciones. El concepto de poder sevuelve entonces completamente diferente casi totalmenteposmoderno con relacin a esta tradicin platnica cuyapermanencia y hegemona hemos comprobado en buena partedel pensamiento moderno. Los modelos jurdicos de la

    soberana estn, pues, sometidos a una crtica poltica del Estadoque permite poner en evidencia la circulacin del poder en el cuerposocial y, en consecuencia, la variabilidad de los fenmenos desometimiento a los que da lugar, paradjicamente, en lacomplejidad de esta circulacin es precisamente donde puedendarse procesos de subjetivacin, de resistencia y deinsubordinacin.

    Si partimos de esos distintos elementos, la gnesis delconcepto de biopoder deber ser modificada en funcin de lascondiciones en las cuales ste se presenta. Por el momentotrataremos de privilegiar la transformacin que se opera en laorganizacin del trabajo: aqu tenemos la posibilidad de jugarcon una periodicidad de la organizacin del trabajo en la pocaindustrialque nos permite captar la importancia muy particulardel pasaje del rgimen disciplinario al rgimen de control. se

    es el pasaje que por ejemplo podemos ver que se cumple en lacrisis del fordismo, desde el momento que la organizacintaylorista del trabajo ya no es suficiente para disciplinar losmovimientos sociales, cuando las tcnicas macroeconmicasdel keynesianismo ya no son capaces de evaluar la medida deltrabajo. A partir de la dcada de 1970, esta transformacin (quesuscitar a la vez una redefinicin de los biopoderes) se haregistrado masivamente en los pases centrales del desarrollo

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    capitalista. Siguiendo pues el ritmo de esa modificacin, po-

    dremos captar toda la lenta problematizacin del tema de laproduccin de subjetividad en Foucault y Deleu- ze,subrayando lo que esos dos pensamientos tienen en comnsobre ese campo. En Deleuze, por ejemplo, el desplazamientode lo que considera como la verdadera matriz de la produccinsubjetiva ya no una red de relaciones de poder que seextiende a travs de la sociedad, sino un centro dinmico ypredispuesto a la subjetivacin parece absolutamente

    esencial. Desde ese punto de vista, cuando se habla de temassobre la disciplina y sobre el control, y sobre la definicin delpoder que de ello deriva, Deleuze no se limita a interpretar aFoucault, sino que integra su trabajo y desarrolla las intuicionesfundamentales al de aqul.

    Una vez que hemos establecido la definicin de lo quenosotros entendemos por biopoltica de manera no esttica, sin

    hipstasis, sino por el contrario en funcin de una historiamvil que debemos conjugar con el largo recorrido que colocala exigencia de productividad en el centro de los dispositivosde poder, debemos luego comprender esa historia.

    El peligro que conviene entonces evitar es leer, en locentral de la biopoltica, una suerte de vitalismo positivista (y/omaterialista: efectivamente, podramos muy bien encontrarnosante lo que Marx llamaba un materialismo triste). Es lo que

    vemos por ejemplo en ciertas interpretaciones recientes de lacentralidad poltica de la vida. Estas desarrollan una lectura dela biopoltica que hace de ella una suerte de magma confuso,peligroso, incluso destructor: una tendencia que hace pensarmucho ms en una tanatopoltica, en una poltica de la muerte,que en una verdadera afirmacin poltica de la vida. Esedeslizamiento hacia la tanatopolticaest en realidad permitido yalimentado por la gran ambigedad que se le da a la palabra

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    vidaen s misma: a cubierto de una reflexin biopoltica, resbala

    en realidad hacia una comprensin biolgica y naturalizante dela vida que le quita toda potencia poltica. Se la reduce entoncesa ser, en el mejor de los casos, un conjunto de carne y hueso.Habra que preguntarse hasta qu punto la on- tologaheidcggeriana no encuentra en ese pasaje de la Zoa la Biosunrecurso esencial y trgico...

    Por otra parte, la especificidad fundamental de labiopoltica en Foucaultla forma misma de la relacin entre el

    poder y la vida, que tanto en Deleuze como en Foucault seconvierte inmediatamente en el espacio de produccin de unasubjetividad libre, ha pasado por el tamiz de una determinacinvitalista indiscriminada. Ahora bien, ya lo sabemos el vitalismoes un bicho sucio! Cuando comienza a emerger, despus de lacrisis de pensamiento del Renacimiento, desde el interior mis-mo de la crisis del pensamiento moderno, en pleno siglo x v ,paraliza las contradicciones del mundo y de la sociedad en la

    medida en que considera que no pueden resolverse o msexactamente: las lleva a definir la esencia misma del mundo apartir del postulado de su invariabilidad. En lo borroso delvitalismo> no hay capacidad de discernimiento. La vida y la muerteestn tomadas en una relacin de gran ambigedad', la guerra entrelos individuos es all esencial, la co-presencia de un animalagresivo y de una sociedad exasperada por el mercadolo quese llama la dinmica del individualismo posesivose presenta

    como una norma natural, es decir, precisamente como vida.El vitalismo es, en consecuencia, siempre una filosofa

    reaccionaria, mientras que la nocin de Bios, tal como sepresenta en los anlisis biopolticos de Foucault y de Deleuze,es completamente otra cosa: esa nocin eligi romper con esagrilla de pensamiento. Para nosotros, que vamos tras lasmismas huellas, la biopoltica no es un retorno a los orgenes,una manera de volver a enraizar el pensamiento en la

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    naturaleza; es en cambio el intento de construir pensamiento a

    partir de los modos de vida tanto individuales comocolectivosde que el pensamiento salga (y la reflexin sobre elmundo) de la artificialidad entendida como rechazo de todofundamento naturaly de la potencia de la subjctivacin. Labiopoltica no es un enigma, o bien un conjunto de relacionesalambicadas de manera tan inextricable que la nica posibilidadde salir pareciera ser la inmunizacin de la vida: por el contrario,es el terreno reencontrado de todo pensamiento poltico , en la medida

    en que est atravesado por la potencia de los procesos de sub-jetivacin.Desde ese punto de vista, la idea de una biopoltica

    acompaa de manera esencial el pasaje a lo posmoderno sientendemos por este ltimo un momento histrico donde lasrelaciones de poder estn interrumpidas permanentemente porla resistencia de los sujetos a los cuales se aplican. Si la vida noes de fuera, si ella debe en consecuencia ser vivida totalmente

    dentro, su dinmica no puede ser otra que la de la potencia.La tanatopoltica no es ni una alternativa interna, ni una am-bigedad de la biopoltica, sino su exacto contrario: untrascendente autoritario, un dispositivo de corrupcin.

    Para terminar sobre este punto, mencionemos rpidamentedos ltimas cosas. No es casual que la tanatopoltica se hayaafirmado particularmente en las experiencias de lo que se hallamado muchas veces el conservatismo revolucionario

    pensemos por ejemplo en una figura como la de EmstJnger, es decir, en un tipo de pensamiento en el cual elanarquismo individualista y vitalista ha funcionado como unaverdadera prefiguracin del pensamiento nazi. Pensemostambin, hoy, en lo que puede significar el gesto de unkamikaze: si nos abstraemos del sufrimiento y de ladesesperacin que causan semejantes elecciones sufrimientoy desesperacin absolutamente polticos, estamos frente a la

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    reduccin suicida del Biosa la Zo, lo que hace alta para quitar

    cualquier potencia biopoltica al gesto que se comete(cualquiera sea por otra parte el juicio que se pueda tener sobrel).

    Es importante sealar cul es el tipo de enfoque me-todolgico necesario a la biopoltica. Solamente afrontando elproblema desde un punto de vista constitutivo (genealgico),tendremos la posibilidad de construir un discurso biopoltico

    eficaz. Ese discurso debe fundarse en una serie de dispositivosque tienen un origen subjetivo. Somos perfectamenteconscientes de que el con- ccpto dispositivo tal comoaparecen tanto en Foucault como en Deleuze es entendido porlos dos filsofos como un conjunto de prcticas y de estrategiashomogneas que caracterizan un estado de poder en una pocadeterminada. I lablamos pues de dispositivos de control dedispositivos normativos. Pero, en la medida en que la

    problematizacin biopoltica es ambigua, porque es a la vez latenaza del poder sobre la vida y la reaccin potente ydesmesurada de la vida en el poder, nos pareci que la nocinde dispositivo deba asumir la misma ambigedad: el dispositivopuede tambin ser muy bien el nombre de una estrategia deresistencia.

    Cuando hablamos de dispositivo, queremos referirnos aun pensamiento de tipo genealgico cuyo desarrollo

    comprende el movimiento de los deseos y de losrazonamientos: subjetivamos en consecuencia las relaciones depoder que atraviesan al mundo, a la sociedad, a lasdeterminaciones institucionales y a las prcticas individuales.

    Una vez que hemos tomado partido por ello, que ha sido elde Foucault y el de Deleuze, encuentra un anclaje prolundo enlas filosofas no teleolgicas que han precedido al Historismus, obien que se han desarrollado paralelamente a ste. Esos

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    pensamientos, desde Simmel hasta Benjamin, llevaron a

    formulaciones tericas que permitan, a travs del anlisis de lasformas de vida, reconstruir la trama ontolgica de la cultura yde lo social. Desde ese punto de vista, y ms all de nuestralegtima insistencia sobre los orgenes del concepto debiopoltica en el pensamiento postestructuralista francs, tam-bin sera interesante encontrar en el pensamiento alemn definales del siglo xix y comienzos del siglo xx un desarrolloepistemolgico del mismo tipo. Su figura fundamental sera

    Evidentemente Nietzsche: habra que analizar todo el esfuerzonietzscheano por destruir la teleologa positivista y vitalista;cmo encontramos ese mismo esfuerzo en el proyecto de unagenealoga de la moral. La genealoga de la moral es, a la vez,un conjunto de procesos de subjetivacin y el espacio de unateleologa materialista que aceptan tanto una como otra, elriesgo de la proyectualidad, y que reconocen la finitud de supropia fuente subjetiva. Es lo que elegimos llamar, muchos

    aos despus y en la huella de un pensamiento espiozistainvestido ahora por lo posmo- derno, una desutopa.

    Entonces, podemos desarrollar el anlisis de la biopolticatal como aparece en la poca liberal y mercantil y laresistencia a staa travs de la localizacin de las funcionesque ella asume, una vez salida de la modernidad, en el marco dela subsuncin real de la sociedad bajo el capital. Cuando

    hablamos de subsuncin real de la sociedad bajo el capital (esdecir de la actualidad del desarrollo capitalista), entendemospor cierto la mere a n tili z a c i n de la vida, la desaparicindel valor de uso, la colonizacin de las (ormas de vida por partedel capital; pero entendemos tambin la construccin de unaresistencia en ese nuevo horizonte. Una vez ms, una de lasespecif icidades de la posmodernidad es esc carcter dereversibilidad que caracteriza sus electos: toda dominacin es

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    siempre tambin una resistencia. Sobre ese punto, debemos

    sealar la muy sorprendente convergencia de ciertasexperiencias tericas dentro del marxismo occidental oposcolonial (pensamos evidentemente en lo que se ha llamadoel operaismo italiano obrerismo, o en ciertas escuelasculturalistas indias)

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    y de las posiciones filosficasformuladas por el postes-

    tructuralismo francs. Tendremos oportunidad de volver a ello.Por otra parte, ya hemos insistido en la importancia de lasubsuncin real, en la medida en que debe considerarse comoel fenmeno,esencial en torno al cual se juega el pasaje de lomoderno a lo posmoderno. Pero el elemento fundamental deesa transicin parece ser tambin la generalizacin de laresistencia sobre cada uno de los nudos que componen la grantrama de la subsuncin real de la sociedad bajo el capital. Esc

    descubrimiento de la resistencia como fenmeno general,como apertura paradjica en el interior de cada una de lasmallas del poder, como dispositivo multiforme de produccinsubjetiva, es precisamente en lo que consiste la afirmacin delo posmoderno.

    La biopoltica es, pues, un contexto contradictorio en/dela vida; por su definicin misma, muestra la extensin de lacontradiccin econmica y poltica sobre todo el tejido social;

    pero representa tambin la emergencia de la singularizacin delas resistencias por la cual est permanentemente atravesada.

    Qu entender entonces exactamente por produc- cin desubjetividad? Nos gustara que nuestro anlisis fuera ms allde la dimensin antropolgica que reviste ese concepto paraFoucault como para Deleuze. Lo que nos parece importante,desde esta perspectiva, es efectivamente su concrecin

    histrica y tambin productiva de la constitucin delsujeto. El sujeto es productivo; la produccin de subjetividades pues una subjetividad que produce. Volveremos una vez mssobre esta definicin en el transcurso de las lecciones que si

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    guen, pero insistamos desde ahora en el hecho que la

    causa; el motor de esta produccin de subjetividad se encuentraen el interior de las relaciones de poder, es decir, en el juegocomplejo de relaciones que, sin embargo, estn siempreatravesadas por un deseo de vida. Ahora bien, en la medida enque ese deseo de vida significa la emergencia de una resistenciaal poder, es la resistencia que se convierte en el verdaderomotor de la produccin de subjetividad.

    Muchos piensan que esta definicin de la produccin de

    subjetividad no satisface, porque se cometera el error dereintroducir una suerte de nueva dialctica: el poder incluira laresistencia, lo mismo que la resistencia alimentara el poder; y, aotro nivel, la subjetividad sera productiva, lo mismo que laproductividad de las resistencias construira subjetividad. Sinembargo, no es difcil oponerse al argumento: basta con volvera la concepcin de la resistencia de la que hablamos antes, esdecir, al lazo productivo que une aquella con la subjetividad, y

    que determina inmediatamente las singularidades en suantagonismo frente a los biopoderes. No se comprende muybien por qu cualquier alusin al antagonismo debera saldarsenecesariamente con un retorno a la dialctica. Si lo que acta esrealmente la singularidad, la relacin que se instaura con elpoder no puede de ninguna manera desembocar en unmomento de sntesis, de superacin, de Aufhebung, en suma, denegacin de la negacin a la manera hegeliana. Por el contrario,

    lo que tendremos que enfrentar es absolutamente ateleolgico:por supuesto, la singularidad y la resistencia quedan expuestasal riesgo, a la posibilidad del fracaso; pero la produccin desubjetividad tiene a pesar de todo siempre la posibilidadmejoran: la poten-ciade darse como una expresin de excedencia* sta no puedeser reabsorbida dentro de procesos dialcticos quepretenderan recomponer la totalidad del movimiento

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    productivo bajo formas trascendentes. Por supuesto, ciertos

    electos de reabsorcin son inevitables como lo sealanalgunos pensamientos sociolgicos contemporneosparticularmente agudos, aunque se trata en todos los casosde fenmenos aleatorios, que parten hacia todos los sentidosy que no comportan nunca consecuencias determinables deantemano. Como insistiremos nuevamente ms adelante, lamisma mquina del poder, cuando est obligada a pasar delejercicio del gobierno a la prctica de la gober- nanciay se

    muestra incapaz de hacer funcionar su propia dimensinmecnica de manera unilateral y necesaria. No sirve quecualquier efecto de reabsorcin de las produccionessubjetivas bloquee nuevos modos de vida: servira parasuscitar inmediatamente otras resistencias, otras excedencias.sta es pues, la nica mquina que nosotros reconocemos enel funcionamiento de las sociedades y de las polticas de laposmodernidad: una mquina que, paradjicamente, ya no es

    ms reductible a la mecnica del poder.Se nos podra objetar que la poltica, la estatal, siempreha procedido dentro de una lgica que, en el seno delcapitalismo, daba a las relaciones de poder la figura levantinade una negociacin y de una resolucin unilaterales de losproblemas: en eso precisamente consiste el poder. En el sigloXVIII, las teoras de la Razn de Estado no slo eran artes dela violencia, sino tambin artes de la mediacin. Pero cuando

    desplazamos el tema del poder a un contexto de relacionesbiopolti- cas, lo que aparece y que es nuevo esexactamenteopuesto a esa capacidad de neutralizacin o de inmunizacinque las crticas nos oponen. Lo que produce la subjetividad es,efectivamente, la emergencia de la ruptura; la intensidad de laexcedencia es su marca.

    Dos palabras sobre este concepto de excedencia o, como

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    otras veces lo hemos llamado, sobre la nocin de desmesura. La

    idea nace dentro de un nuevo anlisis de la organizacin deltrabajo, cuando el valor se convierte en el producto cognitivo einmaterial de una accin creativa, y escapa por lo mismo a la leydel valor-trabajo (si entendemos a esta ltima de maneraestrictamente objetiva y economista). La misma idea seencuentra, en un nivel diferente, en la localizacin de ladisimetra ontolgi- caque existe entre el f uncionamiento de losbiopoderes y la potencia de la resistencia biopoltica: all donde

    el poder es todava mesurable (y la medida y la divisin son, dehecho, instrumentos preciosos de la disciplina y del control), lapotencia es por el contrario lo no mesurable, la expresin pura de lasdiferencias no reductibles.

    Finalmente, el tercer nivel. Atengmonos a lo que ocurre enlas teoras del Estado: la excedencia se describe siempre comouna produccin de poder: esta, por ejemplo, toma la forma delestado de excepcin. Sin embargo, esta idea es inconsistente e

    incluso grotesca: el estado de excepcin solo puede definirsepor s mismo en la relacin que une, de manera indisoluble, elpoder y la resistencia. El poder del Estado nunca es absoluto; lonico que hace es representarse como absoluto. Pero siempreest compuesto por un conjunto complejo de relaciones queincluyen la resistencia a lo que l es. No es casual que, en lasteoras de la dictadura del derecho romanoes decir, en las delestado de excepcin, la dictadura puede desarrollarse

    nicamente durante breves periodos: como lo hace notarMaquiavelo, esta limitacin temporal no debe ser referida a unagaranta de constitucionalidad, sino a un razonamiento entrminos de eficacia. En consecuencia el estado de excepcin,aun aplicado durante un periodo corto, es inaceptable para losespritus libres y solamente puede valer como un recursodesesperado, en una situacin igualmente desesperada.

    Finalmente, igual de grotescas nos parecen todas las

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    teorizaciones sobre el totalitarismo tanto las ideadas por los

    propios dictadores o, mucho despus, por algunas figuras de lasciencias polticas contemporneas, en particular durante laguerra fra que dan de l una versin del poder en la cualtoda resistencia estara excluida: si los totalitarismos existieronpor s mismos y si sus prcticas polticas siniestras todavaacosan las memorias, la pretendida totalidad absoluta de supoder es una idea mistificadora que ya es tiempo de pasarla porel cedazo de la crtica.

    Volvamos, pues, sobre el problema de las dimensionesreales del trabajo, de sus transformaciones en oportunidad deesc pasaje de lo moderno a lo posmoderno, y de lainterpretacin parcial sin duda, aunque siempre fielde laproduccin de subjetividad a travs de la actividad social deltrabajo. Antes que nada, nos gustara recordar la importancia dela convergencia de las corrientes operaistas italianas y del

    pensamiento pos- testructuralista francs sobre el puntoespecfico del lazo entre la produccin de subjetividad y latransformacin de los regmenes de trabajo.

    Por otra parte, ya hemos hecho alusin a la importancia dela nocin de diferencia que deberamos siempre declinarlaen plural, y a la manera en que sta ha sido central en ciertonmero de corrientes de pensamiento y de prcticas polticasque aparecieron en ese extrao laboratorio que era la Italia de

    la dcada de 1970. En Italia, la convergencia que acabamos demencionar no slo era evidente por la articulacin entre lasubjetivacin y las fuerzas productivas materiales y/oinmateriales, sino tambin, y sobre todo, por el intento deconstituir una epistemologa de lo comn precisamente a partirde las diferencias singulares. La convergencia era, pues, doble:en el lazo entre trabajo y subjetividad a la vez que entre lo quearticulaba las diferencias singulares y lo comn de las

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    singularidades.

    Los mecanismos del dispositivo que permitan laconstitucin de una verdadera teleologa materialista de lassingularidades encontraron entonces, en la conjuncin de esasdiferentes formulaciones tericas, un apoyo precioso enalgunos anlisis historiogrficos (los del operasmo italiano):estos ltimos confirmaban al mismo tiempo la periodizacin yla definicin histricas dla cesura que se trataba de hacer valerterica y prcticamente. La organizacin fordista del trabajo

    pareca, efectivamente, corresponder a la organizacin discipli-naria de la sociedad; igual que la organizacin cada vez msautnoma del trabajo cognitivo, parece hoy da corresponder ala de las sociedades de control. Sealemos al pasar que, cuandohablamos de teleologa materialista, nunca damos porsupuestoa diferencia de todas las teleologas trascendentes yde todas las metafsicas de la historia un te los que estarapredeterminado y que preexistira de esa manera a las

    condiciones materiales del desarrollo histrico; vemos, por elcontrario, un telasredefinido permanentemente, a la vez re-

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    formulado, reabierto y relanzado por las determinaciones

    sociales, polticas, econmicas y last but not leastantagonistas de la historia misma. Nos parece claro que sa esla nica condicin para que una filosofa de la historia puedaser absolutamente materialista y a la vez totalmente inmanente.

    Para finalizar, repitamos que la convergencia que acabamosde evocar no es, por supuesto, reductible a un momentoexclusivamente franco-italiano. Por el contrario, ha funcionadopara muchas otras tendencias conceptuales y estilos de

    investigacin, particularmente en el mundo anglosajn: bastacon citar, a ttulo de ejemplo, algunos trabajos producidos porlos estudios poscoloniales indios, a los que ya hemos aludido.

    Sin embargo, cabe insistir en un elemento fundamental: hayuna suerte de filigrana ?narxiana en todas las crticas de lasconcepciones unvocas del poder, incluso las que se hacen ennombre de Marx. El poder capitalista, segn lo que hanevidenciado las corrientes crticas que acabamos de mencionar,

    es siempre una relacin informe. El capital constante seconfronta con el capital variable, el poder capitalista seconfronta con la resistencia de la fuerza de trabajo. Esa tensines la que produce el desarrollo de la economa y de la historia.Es cierto que el marxismo oficial haba encerrado la fuerzadel trabajo y el capital variable dentro de relacionesobjetivamente prefiguradas por las leyes de la economa.Pero"es precisamente esta prefiguracin la que tiene valor de

    necesidady que se parece ms a la concepcin heideggerianade la tcnica que al deseo de liberacin de los proletariosquealgunos marxistas, a partir de 1968, hicieron pedazos. Sobre esepunto convergen el operasmo del laboratorio italiano de ladcada de 1970, las escuelas poscoloniales indias y lo analticodel poder formulado por Foucault y Deleuze.

    Regresemos ahora al lazo entre subjetividad y trabajo

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    social. El trabajo posee nuevas dimensiones reales, decamos.

    El primer elemento destacable es, sin duda, la transformacinque sufri la dimensin de la temporalidad en la modificacinposmoderna de las estructuras productivas. En la pocafordista, la temporalidad se meda en funcin de la ley delvalor-trabajo: se trataba en consecuencia de una temporalidadanaltica, abstracta y cuantitativa que, por oposicin al tiempovivo del trabajo, se llegaba a la composicin del valorproductivo del capital. Tal como est descrita por Marx, la

    produccin capitalista representa la sntesis de la creatividad deltrabajo vivo y las estructuras de explotacin organizadas por elcapital fijo y por sus leyes temporales de productividad. En lapoca posfordista, por el contrario, la temporalidad no est mssolamente ni totalmente encerrada dentro de lasestructuras del capital constante: como hemos visto, laproduccin intelectual, inmaterial, afectiva(que caracteriza eltrabajo posfordista) revela una excedencia. La temporalidad

    abstracta es decir, la medida temporal del trabajo esincapaz de comprender la energa creativa del trabajo mismo.Dentro de la nueva figura de la relacin capitalista, el

    excedente permtela constitucin de espacios de autovalorizacinque no pueden ser completamente reabsorbidos por el capital:en el mejor de los casos, no son recuperables sino a travs deuna suerte de carrera-persecucin permanente de esa masa detrabajo autnomoo ms exactamente de esa multitud de sin-

    gularidades productivas. La constitucin de la temporalidadcapitalista (es decir, del poder del capital) ya no puede por lotanto adquirirse ni reconstruirse de manera dialctica: laproduccin de mercaderas est siempre perseguida por la delas subjetividades, que por otra parte son opuestas, en tantoexcedente. Ese proceso toma la forma de un dispositivovirtualmente antagonista y capaz de oponerse a toda sntesiscapitalista. Las distinciones foucaultianas entre regmenes de

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    poder y regmenes de subjetividad estn totalmente investidas

    de nuevo, dentro de esta nueva realidad de la organizacincapitalista; estn representadas por la escisin entretiempo/valor capitalista y valorizacin singular de la fuerza detrabajo. La oposicin espinozista entre el poder y la potenciareaparece aqu con gran fuerza.

    As pues, debemos volver sobre un problema esencial queya hemos mencionado rpidamente, el de la medida del trabajoy del tiempo capitalistas. Si partimos de la idea de que el trabajo

    viviente es la causa y el motor que constituye material oinmaterial, poco importa toda forma de desarrollo, sipensamos que la produccin de subjetividad es el elementofundamental que permite salir de la dialctica de los biopoderesy constituir por el contrario un tejido biopoltico, cumplir elpasaje de un simple rgimen disciplinario a un rgimen queintegre igualmente la dimensin del control y que permita almismo tiempo la emergencia de in- surgencias potentes y

    comunes,"entonces, el tema de la medida (es decir, el de laracionalidad cuantificada de la valorizacin) vuelve a ser central. Sinembargo, slo vuelve a serlo.de manera paradjica, porquetodas las medidas que el capital quera disciplinar, a la vez quecontrolar, son hoy por hoy inasibles.

    Algn da, hara falta abrir un nuevo campo de in-vestigacin para comprender si la temtica de la medida puedeser propuesta de nuevo hoy en el campo de la produccin

    social, segn formas y modalidades nuevas que precisamentehabra que definir. En ese caso, la ruptura ontologica entre eltrabajo vivo y el capital constante, que hemos identificado,deber ahora considerarse como el presupuesto de cualquieranlisis. El hecho es que el excedente del trabajo viviente enrelacin con el capital constante no slo se presenta como unaproduccin fuera de medida, es decir, como un afuera de lamedida cuantitativa, y que esa sigue siendo la dificultad. Se trata

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    ms bien de una produccin que va ms allde la idea misma

    de medida, es decir, que en realidad deja de ser definida comouna superacin negativa de los lmites de lo mesurable para sersimplemente de manera absolutamente afirmativa y positi-va la potencia del trabajo vivo. Entonces s es lcito pensaral menos tendencialmente en fin de la explotacin. Y essin duda a lo que hacen alusin Foucault y Deleuze cuandohablan de procesos de subje- tivacin.

    Nos encontramos al borde de dar una nueva definicin delcapital como crisis: una relacin capitalista que, desde el punto devista del capital constante, parece totalmente parasitaria;tambin llegamos al meollo de lo que tal vez sea la posibilidadde una recomposicin de los antagonismos que incluya, almismo tiempo, la produccin de subjetividad y la expresin deltrabajo vivo. Tendremos oportunidad de ver ms en detalle, enlos talleres siguientes, por qu hace falta una nueva teorizacinde la crisis del capital.

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    Empezamos intentando delimitar los trminos debiopoder, biopoltica, disciplina y control. Ahora nos pareceesencial abordar la nocin de multitud. En efecto, cualquieranlisis que intentemos realizar constituye su presupuesto.Propongamos entoncescomo una suerte de punto de apoyoprovisorio para reformular y modificar la siguientedefinicin. El concepto de multitud deriva de la relacin entreuna forma constitutiva (la de la singularidad, de la invencin,del riesgo, a la que nos lleva cualquier transformacin del

    trabajo y de la nueva medida del tiempo) y una prctica delpoder (la tendencia destructiva del valor-trabajo que el capitalhoy en da est obligado a poner en prctica). Pero, si antes elcapital poda reducir la multiplicidad de las singularidades a algoorgnico y unitario una clase, un pueblo, una masa, unconjunto, hoy ese proceso falla en lo ms ntimo: nofunciona ms. La multitud debe set- pensada entonces,necesariamente, como una multiplicidad no orgnica,

    diferenciada y potente. Taller n 3

    ENTRE LA GLOBALIZACIN Y EL XODO: LA PAZ YLA GUERRA

    En las lecciones precedentes particularmente en lasegunda hemos intentado definir los conceptos debiopoder.y de biopoltica, de control y de disciplina, ycomenzamos a acercarnos al de multitud. A medida quelogramos fijar estas nociones, otros conceptos forjados en smismos por el pensamiento moderno se fueron diluyendoprogresivamente, se volvieron borrosos, o han dejado de

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    funcionar por completo, si pensamos solamente en los

    conceptos de pueblo, de nacin, de clase; la idea mismade soberana debe ser sometida a una crtica cada vez mayor.( Aiando afrontamos o nos confrontamos con la

    realidad de la globallizacin, la crisis y la transformacin de losconceptos polticos del pensamiento moderno, esos conceptossufren una impresionante aceleracin. A partir del momentoen que las nociones modernas de temporalidad y de medida,unidas a una vieja concepcin del trabajo y del orden social, se

    debilitan, todos los otros conceptos quedan eliminados. Tmgloba lizacin hace saltar, de manera radical, al conjunto de viejoscriterios de medida. Puesto que estos ltimos estn unidos noslo a dimensiones espaciales, sino tambin a dispositivostemporales, se pone en marcha un verdadero encadenamientode disoluciones conceptuales.

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    En este tercer taller, copio habrn comprendido, nos

    gustara precisamente discutir sobre el tema de la trans-formacin de los conceptos polticos de la modernidad, unavez admitido el carcter irreversibledel proceso de globalizacinen la dimensin productiva, poltica, institucional y cultural dela posmodernidad. Cuando hablamos de irreversibilidad,entendemos objetivamente la imposibilidad de reinstaurar elpanorama y las condiciones de la produccin fordista y delmercado keynesiano. Estos eran la base de esa modernidad de

    la que hemos partido, y que hemos dejado atrs: justamentehay all una cesura ontologicamente determinada que una vezms debemos plantear. En segundo lugar, indicamos porirreversibilidad la modificacin de los comportamientossubjetivos en el marco del trabajo tanto como desde el puntode vista de la constitucin del lazo social (aunque prontoretomaremos el tema). En tercer lugar, la globalizacinrepresenta la destruccin de las determinaciones espaciales del

    Estado moderno. Con la globalizacin, pues, la crisis delEstado-nacin y los conceptos conexos de pueblo y desoberana se vuelve irreversible. As, toda la historia modernadel pensamiento polticoque de hecho est afirmado comohegemona tambalea. Y aun la lnea de pensamiento quenosotros habamos sealado como una suerte de historiaalternativa dentro de la modernidad de Maquiavelo hastaSpinoza sufre un quiebre similar, lo que da por resultado

    que sea difcil su uso positivo. En realidad, no es posibleutilizar una tradicin alternativa de ese tipo sin la condicinde llevarla a un nivel radical de alt eri dad ontolgica, lo quecreemos efectivamente posible.

    Con el cedazo de esa alteridad ontologica, deben sermodificados y reformulados los conceptos unca- mentales delcampo poltico. Aqu hace falta recordar los anlisis de JacquesDerrida sobre la necesidad de deconstruir la maquinaria

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    Entre la globalizacin y el xodo: la paz y la guerra 6.5

    conceptual de la gran metafsica del mundo occidental, y

    subrayar una vez ms la intensidad ontolgica de la crisisactual: ella interrumpe de hecho toda una tradicin clsica queno ha dejado de ser retomadapor el cristianismo, luego porel pensamiento modernoy que afirma la unin esencial delos conceptos de origeny de comando en el de principio (arche).Ahora bien, la modificacin actual de los procesos estatales yde la maquinaria conceptual moderna no se limita, solamente,a la significacin de las nociones que estn implicadas en ella,

    ni a la forma y a la dimensin de los razonamientosefectuados. Rila concierne a la realidad ontolgica misma ymuestra su transformacin decisiva.

    De ese modo, la discusin sobre el concepto de medidaque aqu se nos presenta como esencial 110 se refieresolamente a la medida del valor productivo, es decir, alproblema de la validez de la ley marxianaen realidad, clsica:desde Smith hasta Ricardode la relacin tiempo/valor: est

    claro sobre ese punto que la ley del valor no se sostiene, lo quesignifica que la funcin de medida real del trabajo y deldesarrollo est totalmente planteada fuera de juego. Pero atravs de la crisis de la ley del valor, el cucstionamiento delconcepto de medida tambin arrastra en su estela a las figuras,los dispositivos y las articulaciones de todas las deter-minaciones sociales de la modernidad, obligndolas aredefinirse como rgimen biopoltico\ y ms en general, las

    nociones de produccin y de cultura estn entonces obligadasa volver a ver los criterios de evaluacin que hasta entonces leseran propios, y que haban sido establecidos de manera slida apartir de las viejas categoras de la modernidad. Entonces se nospresenta un mundo mvil y flexible, cuando nosotros nosreferimos a la historia de nuestras sociedades, en principioligada al ritmo inmutable del trabajo de la tierra tras la repeti-cin regular del tiempo taylorizado y de la masificacin

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    industrial de las metrpolis, qu diferencia descubrirnos hoy, qu

    distancia irreductible con el pasado se trata de que descubramos ycomprendamos?Por otra parte, si la globalizacin se interpreta como un

    acontecimiento biopoltico, no hay que descuidar laimportancia de sus efectos y la fuerza de su eficacia en tantodispositivo de subordinacin. Mientras que en el siglo XVII seencuentra, en los orgenes del pensamiento poltico moderno,la sociedad (nacional), hoy se trata de pensar en la sociedad

    global. Mientras que en los orgenes del pensamiento polticomoderno se encuentra la racionalidad funcional, hoy se tratade pensar, dentro de la sociedad global, en funcin de loscriterios de la razn biopoltica y de las normas de los biopode res. Cuando se habla de los criterios de la raznbiopoltica, se piensa en un conocimiento susceptible dedeterminar inmediatamente la sntesis de la razn y de losafectos, de la verdad y d