estudios de caso y universales

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1 ESTUDIOS DE CASO Y UNIVERSALES Dr. Homero R. Saltalamacchia Investigador Principal. Proyecto: Santiago del Estero: estructura, Coyuntura y tendencias. PAE 22627 Artículo publicado en el Cuaderno de Investigación / 2. Santiago del Estero. Diciembre 2011. ISBN 978-987-33-0518-4 Palabras claves: Método nomológico-deductivo; epistemología; teoría del conocimiento; estudios de caso; metodologías cualitativas Resumen: Se critican los supuestos elementalistas (o corpusculares) y deductivistas que habiendo tomado fuerza durante el Renacimiento han continuado organizando las episte- mologías predominantes. Esas epistemologías y metodologías, ignorando el carácter sisté- mico de las relaciones que estudian han producido consecuencias indeseables pues no permiten diagnósticos aptos para exitosas políticas sociales. El razonamiento marcha en dos direcciones complementarias: 1) rechazar el supuesto se- gún el cual, desde leyes apodícticas, hipotéticas o probabilísticas se puedan efectuar pre- dicciones o explicaciones de casos singulares y 2) proponer lo que se ha de denominar universal abductivocomo efecto y condición de posibilidad de un proceso de investigación que iniciándose en las investigaciones de casos sea capaz de servir de apoyo a cada nueva investigación, sin perder ni aplanar las singulares resignificaciones y emergencias que se producen en cada sistema.

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ESTUDIOS DE CASO Y UNIVERSALES

Dr. Homero R. Saltalamacchia

Investigador Principal. Proyecto: Santiago del Estero: estructura, Coyuntura y tendencias. PAE 22627

Artículo publicado en el Cuaderno de Investigación / 2. Santiago del Estero. Diciembre 2011. ISBN 978-987-33-0518-4

Palabras claves: Método nomológico-deductivo; epistemología; teoría del conocimiento; estudios de caso; metodologías cualitativas

Resumen: Se critican los supuestos elementalistas (o corpusculares) y deductivistas que habiendo tomado fuerza durante el Renacimiento han continuado organizando las episte-mologías predominantes. Esas epistemologías y metodologías, ignorando el carácter sisté-mico de las relaciones que estudian han producido consecuencias indeseables pues no permiten diagnósticos aptos para exitosas políticas sociales.

El razonamiento marcha en dos direcciones complementarias: 1) rechazar el supuesto se-gún el cual, desde leyes apodícticas, hipotéticas o probabilísticas se puedan efectuar pre-dicciones o explicaciones de casos singulares y 2) proponer lo que se ha de denominar “universal abductivo” como efecto y condición de posibilidad de un proceso de investigación que iniciándose en las investigaciones de casos sea capaz de servir de apoyo a cada nueva investigación, sin perder ni aplanar las singulares resignificaciones y emergencias que se producen en cada sistema.

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INTRODUCCIÓN i

El objetivo de este artículo es reflexionar sobre la relación existente entre los estudios de caso y los uni-versales. Las razones que me llevan a tratar este asunto son simples. Las investigaciones que venimos realizando que desde hace años se concentran en un caso: Santiago del Estero, su régimen socio-político y las acciones y los movimientos sociales que le son propios. Esto es, son estudios de casos: dignos de ser ignorados debido a certezas antiguas: de un caso no se desprende una ley. Por ello, refle-xionar sobre la dignidad de esa muy santa creencia es un ejercicio de autodefensa y como bien lo indica cualquier cartilla de derechos humanos, defenderse no es pecado. Sin embargo, pocos somos los hu-manos de los que se pueda predicar univocidad. De allí que, a fuer de honesto, confieso también un deseo de reivindicación que pudiese ser colectiva. Pues el paradigma nomológico deductivo que embar-ga las prácticas de nuestras instituciones no solo es anacrónico sino que agrede las posibilidades mis-mas de efectuar una adecuada presentación de los proyectos e informes de investigación a quienes no creemos en su aplicación posible en ciencias sociales. Afrenta que creo que nuestro equipo comparte con muchos otros, siempre aplastados por la necesidad de someterse a protocolos que conducen a la doble necesidad de: 1) adecuar la exposición a un capitulado inadecuado para nuestras investigaciones y 2) reducir la propuesta investigativa a una categoría marginal, y desvalorizada por los “científicos”, co-mo lo es la “investigación exploratoria”.

En uno de los capítulos de un libro del cual muchos de estos argumentos se desprenden (Saltalamac-chia, 2011), también abordé la cuestión desde la perspectiva de los sistemas complejos. Dado que su objetivo es discutir el mismo paradigma que hoy estoy acusando, en ese capítulo reflexioné sobre esos sistemas: pues estoy convencido de que ese es un enfoque capaz de dar cuenta de los intrincados sis-temas de relaciones que encontramos cada vez que nos enfrentamos con un caso (una barra de mucha-chos, un sistema específico de intercambio de favores o las relaciones que puedan existir entre las ne-cesidades básicas insatisfechas y las respuestas que ante ellas asume una comunidad o una serie de comunidades). Ya en ese momento, el buen sentido me indicaba que, para nuestras ciencias, esas ge-neralizaciones solo son útiles para la formulación de conjeturas destinadas a la investigación de aquello que es siempre singular: el objeto sobre el cual debemos actuar.

Aunque sin abordar el tema de lo complejo ni el del empirismo1, en este artículo llegaré a conclusiones

semejantes deteniéndome solo a dos cuestiones: 1) el tipo de abstracción que el elementalismo propone como forma de crear universales conceptuales y legaliformes y 2) la posibilidad de que, desde universa-les de ese tipo, se puedan deducir predicados respecto de algún singular. Mi propuesta alternativa se basará en las conclusiones extraídas de esas reflexiones.

Para finalizar, creo conveniente afirmar que mis referencias a autores no implican la presunción de haber agotado todo lo expuesto en sus obras ni, por ende, constituirse en una hermenéutica certera

2. No me

preocupan las personas sino las representaciones sociales que ellos encarnan, ya que han sido esas representaciones las que han constituido el pensamiento instituido que discuto. Esto explica que las citas bibliográficas solo sean incluidas por alguna de las siguientes razones: 1) incorporar al texto cierto tono polifónico que puede hacerlo más ameno; 2) el texto expresa cierta idea mucho mejor de lo que yo lo hubiese podido hacerlo. Pero en ambos casos, lo que importan no es el autor el criticado sino las repre-sentaciones expuestas y las que he de exponer como contraposición a ellas.

EL ELEMENTALISMO Y LOS UNIVERSALES

Desde el siglo XVII se fue concibiendo a la materia como una suma mecánicamente articulada de cor-púsculos cuyas propiedades serían la forma, el tamaño, la magnitud, la disposición, el movimiento y las

1 Tema que también fuese objeto de otros trabajos, entre ellos: Saltalamacchia, H. (2008).

2 Aun concediendo que ella fuese posible.

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fuerzas que los impulsan. Dados tales supuestos, el cálculo matemático se aplicaba perfectamente a toda investigación, lo que produjo un efecto de fortalecimiento mutuo entre dicha filosofía y las investiga-ciones emprendidas mediante la lógica matemática y sus aplicaciones cosmológicas

3. Razón por la cual

dicha cosmovisión, denominada inicialmente mecánica o corpuscular, fue el medio ambiente en el que se produjeron múltiples y fundamentales descubrimientos y nuevas propuestas interpretativas sobre el or-den universal

4.

Entre los más destacados filósofos, físicos y matemáticos que sustentaban diversas versiones de esta filosofía pueden encontrarse a Nicolo Galileo (1564-1642), a Francis Bacon (1561-1626), a René Descar-tes (1596-1650), a Pierre Gassendi (1592-1655), a Christiaans Huygens (1629-1695) y a Isaac Newton (1642-1727), quien decía:

Me parece factible que Dios, al principio. constituyera la materia en la forma

de partículas sólidas, macizas, duras, impenetrables y móviles, provistas de

semejantes tamaño y forma, y otras propiedades, e en tal proporción en

relación al espacio fueran útiles a la finalidad con la que él las creó; y que de

esas partículas primitivas, al ser sólidas, fueran incomparablemente más

duras que cualquier cuerpo poroso formado con ellas; hasta el punto de

duras que nunca se gastaran o se rompieran en fragmentos; ninguna fuerza

ordinaria podría ser capaz de dividir lo que el propio Dios hizo unitario en la

primera creación.(Oldroyd 1986)

Apoyado en ese y otros supuestos, los aportes cientificos de Newton coronaron el envión productivo del paradigma elementalista e hicieron, de esa filosofía, un referente prácticamente indiscutido en el extenso ambito de las filosofías de la ciencia.

En su intento de asociar la inducción con la filosofía corpuscular, Bacon sistematizó una tecnología tendiente a identificar las cualidades invariantes de un conjunto mediante una técnica que se apoyaba en tres tablas: 1) esencia y presencia; 2) desviación o ausencia y 3) graduación o comparación. El propósito de dicha técnica fue distinguir, en cada fenómeno, lo que coincide con otros en alguna propiedad (color, peso, longitud, etc), logrando así construir taxonomías que permitiesen manipular la materia.

Dicha tecnica fue y es frecuentemente utilizada en trabajos inductivos posteriores. Y aunque Bacon ya había percibido que el universo fenoménico es tan grande y diverso que su técnica resultaba inaplicable para muchos efectos, su obra fue pionera en un modo de construccion de clasificaciones caracterizada por dos momentos: el primero, el de la abstracción de lo que se consideraban los rasgos primarios de los objetos y, el segundo, la adición de dichos rasgos en una clase: logro a partir del cual carta de ciudadanía lo que despues fuese denominada lógica conjuntivo-identitaria; paradigma al que John Locke adornase más tarde con nuevos y elegantes aportes.

En su famoso libro Ensayo sobre el entendimiento humano, Locke (1987) supuso que el conocimiento empírico es producto del impacto de estímulos externos en los órganos sensoriales. El efecto de esos impactos es la formación de las que denominó “ideas simples”, a partir de las cuales el razonamiento puede: 1) producir una combinación que origina una o más “ideas compuestas”, 2) reunir dos ideas, simples o complejas, para crear las ideas de “relaciones” o, 3) abstraerlas de todas las que la acompañan en su existencia real, formando conceptos. Esa interpretación, expuesta con gran claridad, logró constituirse en un referente fundamental para la tradición empirista, del mismo modo en que lo fuera el trabajo de Leibniz para la tradición racionalista. Desde entonces se comenzó a perfilar un camino

3 Supuestos que se afianzaron dada su congruencia con los supuestos de la lógica y de las matemáticas

existentes; ya que si los núcleos elementales (un ente o un rasgo de un ente) son pensables como uni-dades o identidades indivisibles, la traducción del dato al número es inmediata.

4 Entre otros, ver Oldroyd, D. (1986) y Koyré, A. (1984).

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que marcó a la epistemología de los siglos XVIII, XIX y XX. Sus dos constantes son: 1) pensar cada ras-go de un objeto como una entidad cuyo concepto permite distinguirla de otras entidades (principio de identidad y de no contradicción) y 2) concebir a los universales como el efecto de una sumatoria o una articulación funcional entre esos rasgos. Dado el primer supuesto, las totalidades (las reales y las con-ceptuales) son pensadas como suma o articulación funcional de partes o de rasgos, en las que cada uno de ellos conserva su propia identidad. Dado el segundo, se piensa a la adición, la covariación o a la arti-culación funcional como los modos de comprender las relaciones entre entidades. De ese modo, sus leyes estuvieron formadas por una o más clases de eventos (a los que se hace alusión mediante concep-tos designativos) relacionados entre sí por conectivos lógicos y teóricos (como los de causalidad, asocia-ción, etc.) que establecen relaciones entre aquellos conjuntos.

LOS CONCEPTOS Y SU CREACIÓN

Como ya mostrase, sobre todo a partir de Locke (1632-1704), la filosofía del conocimiento fue afectada por los supuestos elementalistas y por la elegancia del fundamento empirista. Para la mayor parte de los galos, germanos y anglosajones influidos por aquel filósofo, el conocimiento comienza con un conjunto de sensaciones cuya pureza y fidelidad no se ponen en duda y que constituyen el umbral de la abstrac-ción. Certeza que se apoya en que los sentidos son comprendidos como conductos a través de los cua-les se implantan, sin alteraciones que provengan de la estructura de estos, las impresiones del mundo exterior; sensaciones que son luego traducidas en conceptos y proposiciones lógicas −que actúan como protocolos de la experiencia− razón por la cual las palabras son pensadas como puras construcciones lógicas que organizan las impresiones de los sentidos mediante un acto de suma de identidades percep-tivas. Pensado el mismo asunto desde la perspectiva de la abstracción, Locke considera que la abstrac-ción generaliza las "ideas" particulares y evita usar una infinidad de nombres; así, las ideas, tomadas de entidades particulares, se hacen representantes generales de todas las de la misma clase (Ensayos, II § 9).

Ciertamente, el acuerdo con la propuesta antes sintetizada no fue total ni aún en los empiristas. Ironi-zando un poco, Berkeley dudó de esa "maravillosa facultad" denominada abstracción: "se puede imagi-nar lo que se quiera, pero no abstraerlo de nada real, cualitativo. Se puede imaginar algo que se mueve, pero no el movimiento". Convicción que está en el fundamento de la creencia en que un triángulo en sí es un mero nombre; pues según el Obispo, no hay triángulos en general sino triángulos equiláteros, isósceles, escalenos

5. Motivo por el cual aduce que, si bien se pueden concebir ideas generales, no ocu-

rre lo mismo con las ideas generales abstractas, mediante las que, erróneamente, se supone representar algo (Principies, Int. § 10).

Más tardé, urgidos por su propósito axiomatizador, los integrantes del círculo de Viena trataron de dar a la cuestión un giro de 360◦ al indicar que: aquello que antes se consideraba abstraído inductivamente debe considerárselo una deducción. Por ejemplo, alegaban, así ocurre con el rasgo de un objeto que pesa 60 kilogramos: ese rasgo no es una propiedad abstraída y generalizada para formar una clase; por el contrario, al decir que alguien pesa 60 kilogramos lo que se está diciendo es que pertenece a la clase de todos los objetos que pesan 60 kg.; esto es, dada la definición de una clase, se determina la perte-nencia de un objeto. Solución que solo ilusoriamente supera la operación inductiva pues antes de definir la clase, se hicieron infinidad de ensayos para construirla; pues no se supone que se haga una infinita cantidad de clases para la eventual posibilidad de que algún elemento real quepa en ella. Así entonces, la construcción del patrón definicional fue efecto de un proceso previo de abstracción y construcción inductiva de lo que resultó una clase, de ella su definición y luego la posibilidad deductiva

6. Por lo tanto,

para todos estos casos vale la misma reflexión respecto al modo en que se produce la abstracción; y nada indica que el modo fuese distinto al elementalista.

5 Referencia que, quizá sin forzar demasiado el pensamiento del autor, podría conducirnos a pensar que

hay conjuntos reales que se asemejan a esos conceptos.

6 Salvo en el misticismo la deducción es siempre posterior a la inducción.

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Ahora bien, debe quedar claro que no pretendo ignorar la importancia de la abstracción sino discutir el modo en que se la utiliza; y a eso voy en los próximos apartados.

SENSACIÓN Y CONCEPTO: VÍNCULO IGNORADO

Tal como dije antes, lo que no pasó por las mentes de los filósofos empiristas es que lo que denomina-ban sensaciones fuesen conceptos

7. Sin embargo, aun antes de que Charles S. Pierce hiciese su pro-

puesta pragmática, la crítica a esa idea ya era patrimonio de los críticos neokantianos, entre los que se destacó William Whewell (1794-1816)

8, quien focalizó su reproche al empirismo justamente en esa con-

vicción de que las denominadas sensaciones son la forma simbólica en que reproducimos cognitivamen-te la cosa-en-sí. Esto es, aquello que los empiristas denominan “hechos reales” o datos de la experien-cia

9 solo son teorías a las que nos hemos habituado: es el hábito el que las convierte en tan indiscutibles

que los empiristas llegan a confundirlos con la cosa-en-sí. Por lo que, tal como lo expone Black (1984), William Whewell afirmaba que:

El espacio, el tiempo, la causalidad, pertenecen al elemento a priori, que se

combinan con la sensación, para producir conocimientos. Así, la inducción

parte de los elementos empíricos –hechos, datos, sensaciones, cosas—, co-

necta estos elementos mediante elementos a priori –ideas, teorías, concep-

ciones— y conduce a proposiciones generales de las cuales pueden inferirse

nuevos elementos empíricos de deducción.

Para Whewell, la oposición entre método inductivo y método deductivo es artificiosa y se basa en un malentendido de la naturaleza de la investigación científica. En otros trabajos dije que los a priori kantia-nos bien podrían asimilárselos a la concepción constructivista, considerándolos como parte de las repre-sentaciones que vamos adquiriendo, desde nuestro nacimiento, en determinada cultura. Por ende, con independencia de que no consideremos los aportes del proceso de socialización como un a priori, es posible coincidir con la crítica de Whewell en dos puntos: ni hay una página en blanco sobre la cual las sensaciones inscriben sus rastros, ni hay intuiciones despojadas de conceptos que las filtren y organi-cen. Por lo tanto, al enfrentarnos a un hecho conocidos o desconocidos, ponemos en juego: a) un con-junto más o menos amplio y variado de nociones preexistentes −que forman parte de las representacio-nes sociales de la comunidad del investigador; y b) un modo de percibir y razonar que hemos ido apren-diendo en el curso de nuestro proceso de socialización y en el de nuestras propias experiencias. A esto es a lo que se refirió Jean Piaget (García 2000) cuando afirmó:

En lo que concierne a la lectura de la experiencia, los trabajos muestran que

lo que se presenta como dato en la percepción tiene el carácter de una cons-

trucción, en tanto que la parte del dato que corresponde al objeto está siem-

pre incorporada a esquemas más o menos organizados (es decir, ya organi-

zados o en vías de organización) que testimonian la actividad del sujeto. Tal

conclusión conduce a afirmar que todo conocimiento, aún en el nivel percep-

tivo, involucra una parte de organización y de esquematización…

7 Lo que lleva a pensar que en el origen de toda inducción hay siempre ideas y no puras sensaciones,

aunque las sensaciones formen parte de la producción de las ideas, temas sobre los que es necesario regresar.

8 Sus obras principales fueron: History of the Inductive Sciences (1837) Philosophy of the Inductive Sci-

ences (1840).

9 Que en muchos tratados posteriores sobre el tema son denominados “enunciados observacionales”

(Quine W. 2001: 113-126).

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De allí que, cuando es preciso crear nuevos conceptos debido a la incapacidad de los conocidos para clasificar, de modo adecuado, el referente al que queremos aludir, lo primero que ponemos en acción son nuestras representaciones socialmente conformadas (que en el caso de los científicos normalmente son parte de las teorías vigentes en sus respectivas comunidades): desde ellas percibimos (comparando lo nuevo con lo previamente incorporado a nuestro bagaje de representaciones) y desde ellas concep-tualizamos.

Esto es justamente lo que también reconoció y divulgó la agudeza del filósofo norteamericano Charles S. Pierce

10. Según dicho autor, los conocimientos que hemos ido adquiriendo son los que, cuando nos en-

contramos frente a la necesidad de resolver un problema (por ejemplo el de conceptualizar algo antes no conceptualizado), organizan y delimitan el campo de las hipótesis clasificatorias probables. Por ejemplo, si entre mis conocimientos figura que: “Todos los habitantes del barrio Los Huracanes son trabajadores metalúrgicos”; y me entero que la persona cuyo oficio quiero conocer “habita en el barrio Los Huraca-nes”, la hipótesis abductiva clasificatoria es que “dicha persona es un trabajador metalúrgico”

11. Como

podrá advertirse, lo que hizo posible la conjetura clasificatoria fue una generalización previamente for-mada; por lo que, como lo han comentado quienes han trabajado sobre el tema, mientras más amplio y variado sea el conocimiento de diversas generalizaciones empíricas, más probable es que se produzca alguna conjetura: el nuevo conocimiento siempre tiene como base y referencia el conocimiento acumula-do, no porque lo reproduzca, sino porque es desde ese bagaje cognitivo que, al mismo tiempo, se puede, reconocer la necesidad de un nuevo concepto y obtener los instrumentos conceptuales para producir una nueva clasificación

12.

Así como, en el ejemplo anterior, el uso del conocimiento sobre el oficio de la mayoría de los habitantes del barrio citado acotó el campo de los probables oficios (proveyendo de una hipótesis que guiaría una posterior investigación que confirme o no la clasificación intentada), lo mismo ha de ocurrir con cual-quier otra clasificación conjetural. Por el contrario, en el caso en que esos conocimientos no existiesen o no fuesen tenidos en cuenta, el investigador deberá ensayar un número infinito de posibles conjeturas; y la investigación podría convertirse en un recorrido por el universo de todos los posibles. Afirmación que insinúa la necesidad de ejemplificar cómo se presenta dicha dificultad en el pensamiento empirista; tarea para la cual retomaré solo una de las premisas de Mill y sus consecuencias. Como se recordará, al tratar el “método de las concordancias”, Mill propone:

Si un caso en el que el fenómeno que se investiga ocurre, y un caso en que

éste no ocurre, tienen todas las características en común salvo una, que solo

se produce en el primer caso; [entonces] la única circunstancia en la que am-

bos difieren constituye el efecto, o la causa, o una parte indispensable de la

causa del fenómeno.

Ahora bien, cada fenómeno puede poseer un número infinito de rasgos del mismo modo que en un caso pueden detectarse infinitos “fenómenos”; por ende, si partimos de un conocimiento cero sobre la infinita variedad de sus características ¿cuáles serían aquellas que sometemos a la observación que permite

10 Tipo de convicción que lo llevó a crear el concepto “abducción” tal como hoy lo conocemos.

11 Forma simple de explicar la abducción que, aunque generalizada, puede conducirnos a confusión

pues, normalmente, no es una generalización empírica, sino la combinación de varias de ellas, lo que autoriza para producir una conjetura.

12 Según la idea que comparto, esta teoría reemplazó, con gran eficacia y credibilidad, la idea inductivista

sobre la conceptualización (Eco 2000); pues al considerar a los conocimientos preexistentes como un baúl de herramientas indispensables en la producción de conjeturas, se avanza en un camino que hoy también está siendo explorado por la neurofisiología; pero, por sobre todo, porque se puede teorizar sobre el contexto de descubrimiento, que en muchos epistemólogos apareció siempre como un terreno ajeno a la investigación racional.

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aplicar la técnica propuesta por Mill? La respuesta es poco alentadora, y eso es justamente lo que señala jocosamente Peirce (1988) al decir:

Considérese la multitud de teorías que habrían podido ser sugeridas. Un físi-

co se topa con un fenómeno nuevo en su laboratorio ¿cómo sabe si las con-

junciones de los planetas nada tienen que ver con él o si no es, quizá, porque

la emperatriz viuda de China ha pronunciado, por casualidad, hace una año o

en ese mismo momento, alguna palabra de poder místico, o porque acaso

estaba presente un genio invisible? Piénsese en los trillones de hipótesis que

habrían podido hacerse, de las cuales sólo una es verdadera. Y, sin embar-

go, al cabo de dos o tres conjeturas, o a lo sumo de una docena, el físico ati-

na muy de cerca con la hipótesis correcta. Por azar no lo hubiera consegui-

do…

Carl Hempel (1987: cap. 2), sin entrar en lo jocoso, confirma esa dificultad que se encuentra el empirista al decir:

Si intentamos imaginar cómo utilizaría el método científico... una mente de

poder y alcance sobrehumanos, pero normal en lo que se refiere a los proce-

sos lógicos de su pensamiento, el proceso sería el siguiente: En primer lugar,

se observarían y registrarían todos los hechos, sin seleccionarlos ni hacer

conjeturas a priori acerca de su relevancia. En segundo lugar, se analizarían,

compararían y clasificarían esos hechos observados y registrados, sin más

hipótesis ni postulados que los que necesariamente supone la lógica del pen-

samiento. En tercer lugar, a partir de este análisis de los hechos se harían

generalizaciones inductivas referentes a las relaciones, clasificatorias o cau-

sales, entre ellos. En cuarto lugar, las investigaciones subsiguientes serían

deductivas tanto como inductivas, haciéndose inferencias a partir de genera-

lizaciones previamente establecidas.

Olvidando por un momento que en su paradigma lo que se observan son hechos y no representaciones de hechos, la recurrencia a “una mente de poder y alcance sobrehumanos” se coordina en forma maravi-llosa con las referencias ridiculizantes de Peirce, pues el lector podrá conceder que la existencia de ese tipo de mente es tan sorprendente como el sugerir la influencia posible de una emperatriz china. De he-cho, aquello que el empirismo no tiene en cuenta es que percibir, inevitablemente implica poseer un concepto o, en su lugar, un(os) concepto(s) desde el/los cual(es) podamos establecer conjeturas y ana-logías que guíen la conceptualización de esa novedad, acotando el campo de los posibles

13. Conceptos

que, como se ha dicho otras veces, siempre cobran sentido dentro de una(s) teoría(s) o semi teorías; que habitualmente son parte de las representaciones sociales que han ido constituyendo al investigador durante su existencia. Razón por la cual todos poseemos una base de “capital abductivo”, desde el que generar esas conjeturas: sin ellas no habría modo de siquiera esbozar un pensamiento; por lo que la abducción es tan necesaria y natural en los seres humanos como lo son los instintos en los animales (Sebeok y Umiter-Sebeok, 1987). Ese es justamente el marco de elecciones que hace innecesario pre-sumir una mente, como lo hace Hempel, cuyos rasgos no están al alcance del investigador. Y, por ende, cuando abstraemos, siempre lo hacemos desde ese bagaje de conocimientos y, dado que la abstracción es parte de la dinámica conocimiento/acción, la abstracción es conjetural.

13 En el último apartado haré un experimento que si bien refiere a la relación entre describir y explicar,

bien puede servir para ejemplificar también este tema.

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Por lo que el paso siguiente al de la abducción es el de la investigación tendiente a corroborar lo conjetu-rado: solo con la investigación comparativa de varios casos tendremos los argumentos que habrán de permitirnos ampliar, inductivamente

14, el soporte empírico de la clasificación utilizada u obligarnos a

nuevas investigaciones, tendientes a crear otro concepto. Esto es, de la abducción no se pasa ni a la descripción ni a la predicción certera. También para conceptualizar se emprende una investigación cuya pregunta sería: ¿Cuáles son los rasgos que detecto?, ¿cómo denominarlos?, etc. Para responder dichas preguntas, los aparatos perceptivos (tanto conciente como inconscientemente

15) comienzan su actividad

estableciendo conjeturas16

que, de un modo u otro, luego van corrigiendo hasta incluir lo percibido en un concepto o crear otro. Por ende, la creación de un nuevo concepto sigue un proceso que, aunque no siempre se lo ejecute conscientemente, debe recorrer los siguientes pasos: 1) poner en juego las repre-sentaciones sociales e individuales preexistentes; 2) procesar dichos conocimientos de manera tal que la abducción permita la producción de hipótesis clasificatorias; 3) llevar a cabo investigaciones que permi-tan comprobar, en casos distintos, la existencia de ese rasgo o sistema de rasgos (sea éste una identi-dad, un tipo de relación, o determinados emergentes), aunque sea en la forma de semejanzas o analo-gías; y, 4) si al final del proceso llegase a resultados positivos, utilizará las reglas de la inducción para incluir el rasgo investigado en un concepto preexistente o para elaborar otro: sin estudios de caso y sus comparaciones no existe producción conceptual alguna que pueda legítimamente pretender cierta credi-bilidad.

De allí que podamos afirmar que el arco del conocimiento (inducción/generalización/deducción predicti-va o explicativa) (Oldroyd 1986) es indudablemente una figura elegante y adecuada para describir los intentos y conclusiones de los filósofos de la ciencia; pero es incapaz de reflejar el complicado devenir de las aventuras del descubrimiento en el complejo universo de las relaciones sociales. Vuelvo pues al tema desde otra perspectiva.

Tal como vimos, uno de los resultados de la conceptualización en el trabajo científico es la producción de taxonomías. Trabajo en el que se debe solo tener en cuenta que una colección de rasgos B1…Bn consti-tuyen particiones de una clase A (distinta de otra X) si: 1) cada uno de esos conjuntos es un sub-conjunto no vacío de A; 2) no hay ningún elemento común a los dos subconjuntos. Ahora, como bien

dice Mosterín (2000):

En la práctica científica no sólo se exige que una clasificación satisfaga las

condiciones formales de adecuación…sino que satisfaga ciertas condiciones

materiales de adecuación peculiares de la ciencia de que se trate.

Lo que en buen español significa que la lógica debe ser acompañada por una teoría del objeto; por ejemplo, una socio-lógica, donde “socio” representa la teoría social desde la cual la taxonomía, y cada uno de sus conceptos, cobra significados y utilidad, Pues en ella se ha incluido el estudio de relaciones específicas y/o especificadas durante la investigación. Eventualidad respecto de las cuales es preciso atender la cuestión al menos dos niveles: 1) en el del concepto considerado como una identidad que, si bien puede ser definido mediante una suma de rasgos, en muchos casos puede y debe ser comprendido

14 No necesariamente incorporando identidades sino semejanzas o analogías.

15 La investigación neurofisiológica presupone que la actividad neuronal siempre actúa conformando las

nuevas percepciones dentro de esquemas sinápticos prestablecidos. Experimentos neurofisiológicos mostraron que el sistema motor del cerebro participa en el procesamiento del lenguaje. Por ejemplo, cuando entendemos una palabra como «saltar», el proceso cerebral que se utiliza es semejante al que se activa cuando en realidad saltamos y cuando observamos a una persona haciendo gestos, los proce-samos como palabras.

16 Entre las muchas investigaciones neurofisiológicas que abonan la existencia de esas presunciones,

ver los trabajos de Ramachandran V.S., Rogers-Ramachandran D, Stewart M, (Noviembre 1992) y Yang T. T., Gallen CC, Ramachandran V.S., Cobb S, Schwartz, B. J. Bloom F. E. (Febrero 1994), además de otros ya citados.

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como una forma sintética de aludir a un referente que, en sí mismo, es un sistema de relaciones, y 2) en el del concepto como parte de un sistema de relaciones que participa de una teoría en la que cobra signi-ficados específicos: tal es, por ejemplo, lo que se debe considerar al manipular la variable “intención de voto”. Incluyendo ambas perspectivas, puede decirse que las taxonomías solo cobran sentido preciso dentro de una teoría, comprendida como un sistema abierto en el que sus particiones se relacionan entre sí y con otras taxonomías tomando su significado en relación con los restantes conceptos que componen una teoría; para lo cual ya existen sistemas clasificatorios adecuados.

Así es como podrían entenderse dos añejos retazos de un gran escrito de Marx (1977), en el que el teó-rico alemán dice:

Cuando consideramos un país desde el punto de vista económico-político

comenzamos por su población, la división de ésta en clases, la ciudad, el

campo, el mar, las diferentes ramas de la producción, la exportación y la im-

portación, la producción y el consumo anuales, los precios de las mercan-

cías, etcétera.

Esto es, dice el gran teórico alemán: parece justo comenzar por lo real y lo concreto (ironía que se puede reforzar y comprender mejor recordando lo que opinaba Welhem sobre estos términos teóricos que, de tan incorporados se los piensa como una cosa-en-sí). Pero si la pretensión es abandonar el contexto de esas representaciones sociales (que ingenuamente se suponen como trascripciones cognitivas de lo real) con el propósito de lograr una teoría general del modo de producción capitalista, dichos conceptos son de dudosa utilidad. Por lo que Marx continúa diciendo:

Sin embargo, si se examina con mayor atención, esto se revela [como] falso.

La población es una abstracción si dejo de lado, por ejemplo, las clases de

que se compone. Estas clases son, a su vez, una palabra vacía si desconoz-

co los elementos sobre los cuales reposan, por ejemplo, el trabajo asalariado,

el capital, etcétera. Estos últimos suponen el cambio, la división del trabajo,

los precios, etc. el capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin

valor, dinero, precios, etc. Si comenzara, pues, por la población tendría una

representación caótica del conjunto y, precisando cada vez más, llegaría ana-

líticamente a conceptos cada vez más simples: de lo concreto representado

llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determina-

ciones más simples. Llegado a ese punto, habría que remprender el viaje de

retorno, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no tendría una

representación caótica de un conjunto, sino una rica totalidad con múltiples

determinaciones y relaciones17.

A lo que puedo agregar que, sabiendo que “el capital” es un sistema de relaciones y no una entidad sim-ple, ese es el método de abstracción correcto. Porque, para que se especifiquen los significados de cada uno de esos conceptos por separado, se requiere conocer el modo en que se relacionan dentro de un sistema que: 1) les provea con un plus de significado que podemos identificar como “emergentes” de la teoría; y 2) permita determinar en qué condiciones es adecuado aplicarlos y qué relaciones cognitivas producen.

17 Para una explicación más extensa de su método, en el que se incluyen alusiones críticas a autores

como Mil, tratados anteriormente, puede ser de gran provecho leer toda su Introducción General a la crítica de la Economía política.

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10

Ahora bien, tal como hemos venido viendo, un caso es una “identidad compleja” y, por lo tanto, los estu-dios de caso son estudios que, mediante ciertas metodologías (que incluyan procedimientos cualitativos, cuantitativos o una combinación de ellos) procuran comprender el modo específico de las relaciones que lo caracterizan. Subestimar su importancia en la construcción de la ciencia es por lo tanto un ab-

surdo. Pero afirmar dicha importancia no es ignorar sus dificultades.

Para que un estudio de caso se concrete, debe existir la posibilidad teórica de delimitarlo; pues, como se viera anteriormente, todo sistema complejo es un sistema abierto (incluido en sistemas más amplios y afectado por ellos) y, por ende, su estudio puede llevarnos a una investigación interminable; debido a lo cual el investigador debe encontrar justificaciones que le permitan establecer las fronteras de su objeto aun admitiendo la porosidad de las mismas

18.

Asumiendo humildemente esa dificultad que rechazan los aspirantes a las certezas, el investigador se consolará con delinear fronteras porosas (discutibles y aun remplazables por otras en el curso de la in-vestigación) pero justificadas por la posibilidad de encontrar, en el sistema definido, las características de una identidad o del estado de una identidad. Identidad en la que, por ejemplo, nos puede interesar: a) las normas y costumbres que regulan las interacciones entre sus elementos; b) los procesos de alianzas, negociación y conflicto; c) el modo en que se producen, confluyen o confligen las representaciones so-ciales y las identidades que conforman al sistema estudiado y a aquellos otros con los que éste se rela-ciona.

Ahora bien, antes de abordar el segundo de los temas anunciados, y entre los otros muchos que el lector podría nombrar, nos queda un problema: se trata del carácter ontológico atribuido a esos conceptos, que fue un asunto al que desde la antigüedad se hizo alusión mediante la denominación de “universales”; nombre que, al decir de Ferrater Mora, alude a todas las “nociones genéricas”, “ideas” y “entidades abs-tractas” (el “hombre”, el “triángulo”, el número “4”) y cuya entidad se contrapone a los “particulares” o “entidades concretas”.

Al encarar el tema encontramos al menos dos asuntos relevantes. El primero es el de la relación que podemos establecer entre esos “universales” y la realidad a la que aluden; mientras que el segundo pone en la mira la entidad que se le puede atribuir a los “particulares” o “entidades concretas”. Las dos pregun-tas serían: ¿Existen los universales en lo Real? y ¿cuál es el estatuto de los particulares o singulares? Si bien puede encontrarse un abanico bastante matizado de posiciones, los extremos del mismo son dos: 1) que los universales y particulares existen en la realidad y el pensamiento los reproduce y 2) que am-bos son conceptos.

Dadas esas alternativas, si retomo lo afirmado en otros trabajos sobre el constructivismo, es obvio que no podré aceptar ninguna clase de realismo (si por tal entiendo que lo universal o lo particular sea algo extra-cognitivo). De una u otra forma lo conceptualizado existe en lo Real

19, pero éste aparece del modo

en que Peirce lo indicara: una relación entre un sinsigno y un cualisigno en la que ya están presentes los filtros de nuestros limitados y culturalmente conformados “cinco sentidos”. Universales y singulares son productos del pensamiento. Son formas de aprehensión de lo Real y se adaptan a los objetos sobre los que pensamos. De tal modo que, lo que desde cierta perspectiva es un universal, de otra será un singu-lar. Motivo por el cual oponer universales a singulares es otra equivocación: pensar algo como universal o como singular depende del punto de vista analítico

20; confirmando una vez más que lo cognitivo es una

construcción puesta al servicio de comprensiones y diferenciaciones que se demostrarán útiles desde la perspectiva del objetivo cognitivo o práctico emprendido.

18 Siendo una conjetura, uno de los resultados posibles de la investigación es que dicho caso no exista; o

que no exista tal como lo conjeturamos.

19 ellos no puedan existir puramente en el pensamiento, sin que la experiencia del mundo no hubiese

brindado apoyaturas eficientes para que ambos se concretasen como conceptos a los que habitualmente debemos recurrir.

20 Desde otra perspectiva regreso al tema en el acápite “explicación y descripción”, más adelante.

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11

LEYES Y UNIVERSALES EMPÍRICOS

A mediados del siglo XIX, Mill retomó y reelaboró la técnica de Bacon. Dado que creía en que de un silo-gismo no surge ninguna novedad ni la posibilidad de verificar la verdad de las premisas, desechó las propuestas racionalistas, asumiendo la inducción como técnica racional tendiente a la elaboración de universales empíricos que describiesen relaciones invariantes entre rasgos o eventos, de tal modo de que la predicción fuese posible. Con esa finalidad, utilizó y propuso cinco reglas, a las que denominó métodos: 1) El método de las concordancias; 2) El método de las diferencias; 3) El método conjunto de concordancia y diferencia; 4) El método de los residuos y 5) El método de las variaciones concomitantes. En este conjunto de técnicas inductivas, lo dudoso no son las conclusiones a la que ellas conducen sino el modo en que se utiliza el proceso de abstracción y deducción en la generación de leyes y en las de-ducciones que desde ellas se pretende hacer sobre casos singulares.

Ya David Hume había opinado que, si bien la vida sería imposible sin anticipar el futuro, las inferencias inductivas no son apodícticas por mucho que hayan sido corroboradas por la experiencia; y con razones semejantes Popper sostuvo idéntica conclusión. Mientras que por su parte, al tratar sobre las paradojas de la confirmación, Hempel avanzó aún más respecto a las críticas que podían hacerse al inductivismo tradicional, mostrando que ni siquiera lógicamente podía sostenerse la verdad de una generalización empírica obtenida mediante inducción. Según dicho autor:

No hay (…) «reglas de inducción» generalmente aplicables por medio de las

cuales se puedan derivar o inferir mecánicamente hipótesis o teorías a partir

de los datos empíricos. La transición de los datos a la teoría requiere imagi-

nación creativa. Las hipótesis y teorías científicas no se derivan de los he-

chos observados, sino que se inventan para dar cuenta de ellos. Son conjetu-

ras relativas a las conexiones que se pueden establecer entre los fenómenos

que se están estudiando, a las uniformidades y regularidades que subyacen

a éstos. Las «conjeturas felices» de este tipo requieren gran inventiva, espe-

cialmente si suponen una desviación radical de los modos corrientes del pen-

samiento científico, como era el caso de la teoría de la relatividad o de la teo-

ría cuántica. El esfuerzo inventivo requerido por la investigación científica

saldrá beneficiado si se está completamente familiarizado con los conoci-

mientos propios de ese campo. Un principiante difícilmente hará un descu-

brimiento científico de importancia, porque las ideas que puedan ocurrírsele

probablemente no harán más que repetir las que ya antes habían sido pues-

tas a prueba o, en otro caso, entrarán en colisión con hechos o teorías com-

probados de los que aquél no tiene conocimiento. (1987: Cap. 2)

En esto, si Hempel no hubiese criticado y revisto su convicción empirista sobre el origen del conocimien-to, su propuesta sobre la importancia del conocimiento acumulado en la producción de hipótesis creíbles lo aproximaría a la opinión de Peirce sobre la abducción, coincidencia que profundiza al decir:

Nuestro estudio de los factores que determinan la credibilidad de las hipóte-

sis científicas muestra que la credibilidad de una hipótesis H en un momento

dado depende, estrictamente hablando, de las partes relevantes del conjunto

de conocimientos científicos en ese momento, incluyendo todo el testimonio

relevante a la hipótesis y todas las hipótesis y teorías aceptadas a la sazón

que tengan algo que ver con ella; porque, como hemos visto, es por referen-

cia a ellas como se ha de fijar la credibilidad de H. Estrictamente, por tanto,

hablaríamos de la credibilidad de una hipótesis relativamente a un cuerpo

dado de conocimiento; podríamos representar este último mediante una larga

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serie K de enunciados -todos los enunciados aceptados por la ciencia en ese

momento.

De lo que presumo que si Hempel, como tantísimos otros, no estuviese en pos de alguna fórmula que hiciera que la credibilidad se convirtiese en certeza, el logro de esa credibilidad le sería suficiente como para fundar sobre ella el trabajo investigativo: no predicciones ni explicaciones deductivas.

Pero lo que al filósofo alemán le impide aceptar que esa credibilidad es lo máximo que puede aportar el conocimiento acumulado es su empalme con el deseo de encontrar fórmulas que hagan que desde el razonamiento puro y simple, previo a toda investigación de casos, puedan deducirse proposiciones apo-dícticas. Motivo por el cual, para todos los efectos prácticos, la propuesta nomológico deductiva terminó sometida a esa necesidad: no teniendo a mano un dios (o semejante) que le asegure verdades eternas, debe hacer un salto y convertir lo reiteradamente comprobado −y que acompaña la racionalidad vigente− en verdadero.

En efecto (e insisto sobre ellos pues debería servirnos de aprendizaje para evaluar tendencias parecidas y siempre reaparecidas), dada la pretensión de encontrar explicaciones ciertas, Hempel produce un salto mediante el cual (no sin muy razonadas mediaciones argumentales

21) convierte a lo que eran generali-

zaciones empíricas basadas en la inducción en leyes en las que ha de fundar el denominado método nomológico deductivo.

Las leyes que se requieren para las explicaciones nomológico-deductivas

comparten una característica básica: son, como diremos, enunciados de for-

ma universal. Hablando en sentido amplio, un enunciado de este tipo afirma

la existencia de una conexión uniforme entre diferentes fenómenos empíricos

o entre aspectos diferentes de un fenómeno empírico. Es un enunciado que

dice que cuando quiera y dondequiera que se dan unas condiciones de un ti-

po especificado F, entonces se darán también, siempre y sin excepción, cier-

tas condiciones de otro tipo G.

ABSTRACCIÓN Y DEDUCCIÓN

Tal como ya viéramos, el paso inductivo desde los conceptos a las formulaciones universales es, en su versión empirista, tan sencillo como el paso desde las percepciones simples a los conceptos: 1) se hace una serie de pruebas (para las que Mill ya había producido el método adecuado

22) sobre la posible aso-

ciación existente entre un acontecimiento A y otro B (pueden agregarse más variables, por supuesto); y 2) si luego de una cantidad de pruebas se corrobora que cada vez que aparece A efectivamente aparece B, se puede resumir el hallazgo en una generalización empírica que permite predecir o explicar otros

eventos de un modo que Hempel (1979) sintetiza en la siguiente proposición23

:

21 Recordar que según Perelman, Ch. y Olbrechts-Tyteca, L (1967) la lógica argumental es diferente a

las otras lógicas, pues su propósito es convencer y no comprender o hacer comprender.

22 Es justo reconocer que la cuidadosa y ejemplar descripción que Hempel (1987: cap. 2) hace del caso

Semmelweis podría ser perfectamente estudiado como una perfecta aplicación del “método” propuesto por Stuart Mill.

23 “Por ley general, dice Hempel (1979), entendemos aquí un enunciado de forma condicional universal,

susceptible de ser confirmado o no confirmado…”

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13

En nuestro caso se asume que una hipótesis general postula una regularidad

de la especie siguiente: en cada ocasión en la que un evento dado tipo C se

verifique en cierto tiempo y lugar, un evento de tipo E se verificará en un lu-

gar y un tiempo relacionados de manera específica con el lugar y tiempo en

que aconteció el primer evento (los símbolos C y E han sido seleccionados

para aludir a los términos “causa” y “efecto”, que normalmente son aplicados,

aunque no siempre, a acontecimientos relacionados por una ley del género

antes indicado).

En todos los casos, es posible que las predicciones o explicaciones requieran de varias leyes concurren-tes y no de solo una. Situación para lo cual el científico requiere de: 1) un complejo de enunciados que afirman la ocurrencia de ciertos eventos C1, C2, Cn, en cierto lugar y tiempo

24, 2) que dichos enunciados

estén razonablemente confirmados por pruebas empíricas y 3) que la concurrencia de dichos enunciados preceda, en forma reiterada, a la aparición de un evento “E”.

Así pues, la generalización empírica relaciona dos clases de eventos (construidos mediante inducción) y los relaciona creando una nueva clase (también construida inductivamente): pero, esta vez, no sólo de eventos sino de los eventos y sus relaciones.

De allí que podamos afirmar: 1) que una generalización empírica de este tipo está formada por una o más clases de eventos (a los que se hará alusión mediante ciertos conceptos designativos) relacionados por determinadas clases de conectivos lógicos (como si…entonces)

25 y determinadas clases de conecti-

vos teóricos (como los de causalidad, asociación, etc.); y 2) como lo que hacen los conectivos es esta-blecer relaciones; la capacidad generalizadora de estos universales hereda las virtudes y/o los defectos del modo en que se produjeron los conceptos designativos y el modo en que se conceptualizaron sus relaciones; esto es, parte de clasificaciones cuyos componentes han sido descontextualizados y al hacer predicciones crea una entidad ideal compuesta por una sumatoria o articulación funcional de rasgos de los que no se piensa el modo en que su relación los resignifican: lo que en ciencias sociales da como resultado proposiciones que muy pocas veces poseen alguna capacidad para describir lo que posterior-mente habrá de ocurrir realmente

26. Fracaso que también ocurre al predicar relaciones, pues si las rela-

ciones estudiadas se construyeron con la misma técnica con el que se construyeron los conceptos de-signativos, estarán afectadas por el mismo defecto: el secreto de su universalidad radicará en el haber desechado todas las peculiaridades emergentes del modo en que los rasgos seleccionados se resinifica-ban en cada uno de los casos desde los que fueron abstraídos. Esto es, habrán convertido a los eventos y a sus relaciones (o a los rasgos y sus relaciones) en algo despojado de toda referencia a las peculiari-

24 Retener esta referencia al lugar y al tiempo, pues la indagación sobre el papel desempeñado por am-

bas variables en el modelo no es totalmente clara.

25 Sobre ellos dice Klimovsky (1995): “Hay muchas especies de palabras lógicas. En la lógica contemporánea se

distinguen los conectivos, que sirven para enlazar enunciados y formar otros nuevos, más complejos, como la con-junción “y” que permite hacer afirmaciones del tipo “truena y llueve. La disyunción “o” permite decir algo más débil “truena o llueve”. Un conectivo puede estar formado por más de una palabra, como en el caso de “si…entonces”, que permite construir expresiones condicionales del tipo “Si truena, entonces llueve”, y recién hemos empleado los llamados cuantificadores “todos” y “algunos”, a los que podríamos agregar “ninguno”. Y no habría que olvidarse de una antigua e intrigante aunque muy útil partícula, “es”, que permite construir predicaciones. La palabra “no” también forma parte del listado, y la enumeración podría seguir mucho más allá.”

26 Rebelión de lo real que los científicos siempre resuelven indicando que la predicción fue falseada por

la intervención de factores ajenos (por ejemplo, una huelga, alguna resistencia o sabotaje patronal, etc.) lo cual seguramente s bastante cierto. Lo que no impide que un observador atento muestre cara de sor-presa y sorna, pues esos factores “inesperados”, propios de sistemas abiertos, son justamente los que hacen que esas pretensiones de certeza predictiva sean una especie de entretenimiento gratuito de aca-démicos que están más preocupados por la elegancia de sus construcciones que por su capacidad de producir artefactos que permitan la acción de los agentes correspondientes.

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dades de los casos desde los que fueron inducidos. Y si esas significaciones contextuales llegan a ser importantes para explicar o predecir un caso ¿de qué modo se las arregla el investigador para recuperar-las?; y si no pudiese recuperarlas ¿que autoriza a pensar que un caso puede ser descrito, explicado o predicho mediante la deducción de ese universal?

Dada la importancia de esas preguntas el tema será abordado en forma parsimoniosa y signada por varios desvíos indispensables. Por ahora retornaré a Hempel y su concepción sobre los universales em-píricos y las leyes.

Si revisamos nuevamente la definición dada por Hempel de “ley” o “generalización” podremos percibir que, si bien tienen alcances empíricos y teóricos diferentes a aquellos con los que se enfrenta quien produce un concepto, el modo en que se construyen es el mismo. Ambos son deudores de una cierta técnica de clasificar, en la que las clases se definen en sí mismas y no por el modo en que ellas o sus elementos se relacionan con otras u otros en un determinado sistema

27. Así, para determinar si los even-

tos o rasgos “X” o “Y”, (ocurridos o existentes en cierto tiempo y lugar) y los eventos X’ o Y’ (ocurridos en otro tiempo y lugar) pertenecen a la misma clase

28, debemos haber construido una definición que

incluya a todos los X y todos los Y (cualquiera sea el tiempo y el lugar en que acaecen); y otro tanto ocu-rre con las relaciones que la ley que predica sus relaciones. Por lo que la única diferencia entre concep-tos y leyes radica en que, mientras que los conceptos aluden a “una clase de cosas” (incluyen a la suma de todos los elementos que comparten los criterios definicionales respecto a ciertas cualidades de “las cosas”, con independencia de los rasgos específicos que estas adquieran en determinado contexto), las leyes aluden a una “clase de relaciones entre cualidades” (esto es, incluyen la suma de todas las rela-ciones iguales entre los mismos atributos de cierta variable). Con una salvedad que contradice la su-puesta contextualización temporo-espacial: como podrá intuirse, para que la homogeneidad sea posible y cierta, ni el tiempo, ni el lugar, ni ninguna otra característica del proceso explicado, deben intervenir en la definición de la ley en sí misma. Pues si esas características contextuales fuesen incluidas, ellas se-rían redefinidas sistémicamente de maneras diferentes.

Pero ocurre que para estos filósofos no hay sistemas sino sumatoria de elementos y que, por ello, lo singular es pensado como un producto del cruce de diferentes leyes que confluyen y suman sus efectos produciendo cierto evento. Motivo por el que, si se pretende incrementar la especificidad del estudio in-cluyendo otras características del caso investigado, se recurre al estudios de otras leyes y al modo en que se intersectan, obligando a una explicación poli-causal. Por consecuencia, en este abordaje se igno-ran las relaciones sistémicas que pudiesen producir cualquier tipo “emergentes”

29.

Así pues, siguiendo una vieja tradición, la formulación elemental de la explicación tendría la forma de una deducción en la cual se deben formular las premisas (datos y leyes) que se acumulan en el explanans para producir el explanandum:

27 Lo que, valga la insistencia, explica la a-historicidad de los elementos que constituyen dichas generali-

zaciones y hace posible su “aplicación” a situaciones diferentes; más allá de los ojos espantados con los que puedan recibir esas generalizaciones quienes conocen el universo concreto en el que esas leyes son aplicadas.

28 Esto es que, en palabras de Hempel, “se repiten”.

29 Tipo de resultado que ya Stuart Mill había de todos modos contemplado como posible al observar una

de las formas de la emergencia, que es la de las combinaciones o fusiones químicas.

D1, D2, D3, …. Dn → premisas-datos explanans

explanandum

L1, L2, L3, ……Ln → premisas-leyes

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15

Sobre ella dice Hempel (1987: cap. 5):

A las explicaciones de este tipo se les llamará explicaciones por unción de-

ductiva bajo leyes generales, o explicaciones nomológico-deductivas. (El ori-

gen del término «nomológico» está en la palabra griega «nomos», ley.) A las

leyes invocadas en una explicación científica se les llamará también leyes

abarcadoras del fenómeno explanandum, y se dirá que la argumentación ex-

plicativa subsume al explanandum bajo estas leyes.

Y, como es conveniente recordar, para aclarar a qué se refiere exactamente con “ley” Hempel afirma en el mismo capítulo:

Las leyes que se requieren para las explicaciones nomológico-deductivas

comparten una característica básica: son, como diremos, enunciados de for-

ma universal. Hablando en sentido amplio, un enunciado de este tipo afirma

la existencia de una conexión uniforme entre diferentes fenómenos empíricos

o entre aspectos diferentes de un fenómeno empírico. Es un enunciado que

dice que cuando quiera y dondequiera que se dan unas condiciones de un ti-

po especificado F, entonces se darán también, siempre y sin excepción, cier-

tas condiciones de otro tipo G30

.

Tipo de explicación que, para las ciencias sociales, es ejemplificada por Klimovsky e Hidalgo (1998) del siguiente modo:

… si explicamos la Revolución Francesa, debemos disponer de información

acerca del estado de la sociedad en ese momento: qué sucedía con las cla-

ses sociales, con la Aristocracia, con las Cortes, con el campesinado y con la

naciente burguesía. Del mismo modo debemos contar con datos de tipo eco-

nómico: cómo se cobraban los impuestos, cuáles eran las fuentes de riqueza

de la Aristocracia, qué acontecía con la alimentación y con la producción de

alimentos.

Como podrá advertirse, esos datos conforman las “condiciones iniciales” o premisas. Pero la explicación recién se obtiene cuando se formula una ley que las agrupe mediante una generalización que los autores citados exponen en la siguiente proposición: “cuando escasea el dinero y la corrupción y el hambre cre-cen, la sociedad está lista para una revolución”

31.

30 Aunque inmediatamente también aclara que “(No todas las leyes científicas son de este tipo. En las

secciones que siguen encontraremos leyes de forma probabilística y explicaciones basadas en ellas.)”. Tema que abordaré más adelante.

31 ¿Existirá algún científico social que no haya leído explicaciones semejantes y que, si no está sociali-

zado en las normas instituidas por esta tradición, no se haya escandalizado por la banalidad de tales conclusiones, que son incompatibles con cualquier estudio serio de los movimientos sociales?

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Resumiendo, la conclusión es el explanandum (aquello que deseamos explicar) mientras que las condi-ciones iniciales ocupan el lugar de las premisas o explanans (que pueden ser de dos tipos: las “premi-

sas–datos”, proposiciones singulares referidas a hechos 32

y las “premisas-leyes”).

Para conocer las condiciones iniciales, el proceso de investigación será entendido como el efecto de una diferenciación y clasificación de eventos (conceptos como agregados de rasgos) y leyes (agregado típico de relaciones entre eventos). Dado ese conocimiento, la conclusión es el efecto de un trabajo deductivo del tipo ya comentado y cuya conclusión es, como también se mostró, increíblemente simplificadora. Defecto que se origina en la pretensión de generalizar las consecuencias del método que los filósofos de la ciencia adjudicaron a las ciencias físico-naturales

33 y que los conduce a ignorar cuestiones básicas

relativas a lo social34

. Confesión de impotencia la que llega Hempel (1979) cuando afirma:

Explicar un evento concreto no significa, y razonablemente no puede signifi-

car, dar cuenta de todas las características repetibles de un dato particular,

por ejemplo del particular b. Un inventario del este tipo implicaría el que, en

esta o en otra dirección, y en esta otra u otra distancia espacio–temporal de

b, existen estos y otros singulares dotados de estas y estas otras propieda-

des repetibles; por lo que explicar todos los aspectos de b equivale a explicar

cada hecho concreto del universo, pasado, presente y futuro35

.

Defecto que es propio del modo aditivo con que se piensan las relaciones entre relaciones causales y que se conjuga con el carácter descontextualizado al que ya me refiriera y que impide establecer delimi-taciones teóricamente justificadas.

De hecho, es el mismo Hempel quien, reconocida la imposibilidad práctica de su propuesta, se ve impul-sado a postular la necesidad de producir una teoría general (un conjunto ordenado de leyes), que provea de los criterios adecuados para dar respuesta a las preguntas sobre cuáles y cuántas premisas deben tenerse en cuenta para explicar un caso

36. Deseo que es imposible de satisfacer manteniéndose en los

límites de su paradigma pues, como estos epistemólogos han despreciado a las ciencias sociales para construir sus epistemologías, ignoran que los sistemas complejos, como lo son las sociedades, son siempre singulares en sus articulaciones.

Si los epistemólogos supiesen o aceptasen que además de la lógica conjuntivo-identitaria, en la metodo-logía se requiere incorporar los aportes de las ciencias sociales y de las teorías de los sistemas comple-

32 Dejo al lector en el mismo misterio que yo experimento cuando me pregunto: en una investigación

social ¿qué quiere decir “proposiciones singulares referidas a hechos”?; ¿tales hechos, no serán se-cuencias que debemos investigar con el mismo fervor con el que investigamos las “premisas-leyes?, ¿no serán ellos mismos efectos de otras leyes? Solo un estudio comparativo de casos, y probablemente la inclusión de conocimientos provenientes de otras disciplinas, puede dar alguna respuesta a estas pre-guntas.

33 Atribución que no es compartida por muchos historiadores de la ciencia. Ver sobre el tema los ejem-

plos expuestos por Brezinski (1993).

34 Trampa que solo autores como el segundo Wittgenstein consiguieron superar, al introducirse, por la

vías diversas, en las complejidades propias de las relaciones sociales

35 ¿Será a causa de la complejidad ínsita en el objeto que aún no se hayan formulado ese tipo de leyes

concernientes a las modalidades de la teoría de la relatividad o a la estructura según la teoría cuántica? En todo caso, Hempel no hace referencia a ellos y quizá ocurra no todos trabajan, en física, con ese tipo de leyes.

36 En esto, Hempel tiene indiscutible razón; ya que si esa teoría existiese, la recurrencia a sus criterios,

permitiría superar la imposibilidad de abarcar todas las informaciones de un caso para lograr su explica-ción.

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jos, verían otro camino; que si bien no es más llano, al menos es el que les provee de indicaciones para evitar la extrema abstracción y descontextualización de sus universales. Cuyo fracaso en las ciencias sociales hace que Hempel concluya que, para ese tipo de ciencias, las generalizaciones tropiezan con los siguientes obstáculos:

1. Ese tipo de leyes que constituyen las condiciones iniciales normalmente están relacionadas con la psicología individual o social; y como ellas son demasiado conocidas o familiares (en tanto forman parte de las predicciones habituales en la vida cotidiana) nunca llegan a ser explícitamen-te formuladas, discutidas y corroboradas.

2. Que a menudo es muy difícil reconocer y formular, con suficiente precisión, los supuestos a tener en cuenta y, al mismo tiempo, lograr que estos concuerden con el material empírico relevante que se tiene a disposición.

De ambas limitaciones, Hempel (1979) concluye que lo posible en ciencias sociales es solo un “esbozo de explicación” y no una explicación que cumpla con los requisitos por él mismo considerados necesa-rios. Tal esbozo consiste en una indicación, más o menos vaga, de las leyes y las condiciones iniciales consideradas relevantes; indicación que requiere su complementación para poder transformarse en una explicación acabada; aunque poco o nada es lo que propone como forma de obtener dichas complemen-tación. Buena razón, entonces, para aceptar la radical insuficiencia de este método en ciencias sociales. Imposibilidad a la que Klimovsky (1995) agrega nuevos elementos; referidos a la viabilidad de pasar de las generalizaciones empíricas a las leyes (que son las propias de una teoría) para luego deducir aque-llas hipótesis que se pondrán a prueba en la investigación.

Sin embargo, aunque resulte realmente extraño, esa limitación no ha impedido el prolongado éxito de dicho método. Entre otras cosas, por la difundida y poco fundada distinción entre “ciencias duras” y “ciencias blandas” que hizo que la deficiencia sea poco desvalorizadora, ya que en las ciencias “duras

37”

ese arquetipo de actividad científica sigue siendo legítimo. Dada esa inercia paradigmática semejante modalidad aún es pensamiento instituido en gran parte de las organizaciones académicas, produciendo ingentes problemas en aquellos que se presentan con paradigmas diferentes, aun cuando sus produc-ciones o proyectos sean el efecto de largos años de trabajo

38.

LA RESIGNACIÓN ESTADÍSTICA

Ciertamente, para Hempel, no todas las leyes científicas poseen el mismo grado de certezas. Por el con-trario, hay leyes probabilísticas. Así, retomando un ejemplo que en uno de sus textos ha explicado ma-gistralmente, el hecho de que Jim haya contraído el sarampión se puede explicar diciendo que la enfer-medad se la contagió su hermano, que tuvo el sarampión unos días antes. Este modo de dar cuenta de los hechos relaciona una vez más el explanandum con un suceso anterior: la exposición de Jim al conta-gio de la enfermedad. Relación que indicaría que ese suceso proporciona una explicación. Sin embargo, esta conexión no se la puede expresar por medio de una ley de forma universal; porque no en todos los casos de exposición al contagio se éste produce. Lo único que se puede afirmar es que las personas expuestas al contagio tienen una probabilidad muy alta de contraer la enfermedad: esas son las leyes de forma probabilística o leyes probabilísticas. Así pues, aceptando esas desprolijidades del mundo en el que vivimos, Hempel afirma:

37 Cuyos modelos, en lo general incluyen relativamente pocas variables, aunque su estudio implique

costosas y muy ingeniosas tecnologías.

38 Obstáculos que se expresan, por citar solo algunos ejemplos, en: 1) las evaluaciones de las investiga-

ciones; 2) en los protocolos que presentan para que sus integrantes aspiren a recibir financiamiento y 3) en las evaluaciones de las tesis.

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No todas las explicaciones científicas se basan en leyes de forma universal.

Así, el hecho de que Jim haya contraído el sarampión se puede explicar di-

ciendo que la enfermedad se la contagió su hermano, que tuvo el sarampión

unos días antes. Este modo dar cuenta de los hechos relaciona una vez más

el evento explanandum con un suceso anterior, la exposición de Jim al con-

tagio de la enfermedad; se dice que este último proporciona una explicación

porque hay una conexión entre la exposición al contagio del sarampión y el

hecho de contraer la enfermedad. Esta conexión no se puede expresar, sin

embargo, por medio de una ley de forma universal; porque no en todos los

casos de exposición al contagio se produce éste. Lo único que se puede

afirmar es que las personas expuestas al contagio tienen una probabilidad

muy alta de contraer la enfermedades y decir, que la contraen en un tanto por

ciento muy elevado de los casos. A los enunciados generales de este tipo,

que pronto examinaremos más en detalle, se les llamará leyes de forma pro-

babilística o leyes probabilísticas, para abreviar. En nuestro ejemplo, enton-

ces, el explanans consiste en la ley probabilística que acabamos de mencio-

nar junto con el enunciado de que Jim estaba expuesto al contagio del sa-

rampión. En contraste con lo que ocurre en el caso de la explicación nomoló-

gico-deductiva, estos enunciados explanantes no implican deductivamente el

enunciado explanandum de que Jim contrajo el sarampión; porque en las in-

ferencias deductivas que parten de premisas verdaderas, la conclusión es in-

variablemente verdadera, mientras que en nuestro ejemplo está claro que es

posible que los enunciados explanantes sean verdaderos y el enunciado ex-

planandum, sin embargo, falso. Diremos, en resumen, que el explanans im-

plica el explanandum no con «certeza deductiva», sino sólo con cuasi-certeza

o con un alto grado de probabilidad.

Argumentación podría esquematizarse del siguiente modo:

La probabilidad de que las personas expuestas al contagio del sarampión

contraigan la enfermedad es alta.

Jim estaba expuesto al contagio del sarampión.

___________________________________________ (hace altamente pro-

bable)

Jim contrajo la enfermedad.

Como se sabe, aún algo tan corriente como el contagio de una enfermedad es parte de un cruce poli-causal y/o sobredeterminado de una cantidad de sistemas que habitan tanto al posible infectado (sistema inmune, etc.) como a las propiedades del virus paramixovirus, creando relaciones-de-relaciones pareci-das a los que abordé en el capítulo segundo de Saltalamacchia (2011). Sin embargo, Hempel trata de auxiliar a sus seguidores estableciendo una semejanza formal entre la explicación nomológico-deductiva y la probabilística con estas palabras:

A las argumentaciones de este tipo se les llamará explicaciones probabilísti-

cas. Como vemos, la explicación probabilística de un determinado evento

comparte ciertas características básicas con el tipo correspondiente de expli-

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cación nomológico-deductiva. En ambos casos, el evento dado se explica por

referencia a otros, con los que el evento explanandum está conectado por

medio de leyes. Pero en un caso las leyes son de forma universal; en el otro,

de forma probabilística. Y mientras que una explicación deductiva muestra

que, sobre la base de la información contenida en el explanans, el explanan-

dum era de esperar con «certeza deductiva», una explicación inductiva se li-

mita a mostrar que, sobre la base de la información contenida en el expla-

nans, el explanandum era de esperar con un alto grado de probabilidad, y

quizá con «certeza práctica»; es así como esa última argumentación cumple

el requisito de relevancia explicativa.

Revisión parcial de la rigidez del nomológico deductivo inicial que, sin embargo, no siempre se ve acom-pañada por adecuadas revisiones respecto a lo que debe incluirse como teoría en la producción de un protocolo de investigación. Por el contrario, en muchos de los defensores de dicho método (incluida su versión hipotético-deductiva) es frecuente la propensión a pensar que, en el comienzo de la actividad del investigador, debe existir una teoría de la que deducir sus respectivas hipótesis

39; tendencia a la que, las

sucesivas relativizaciones no llegan a afectar el horizonte que, pese a todo, impregna dicho paradigma. Así, en uno de los capítulos de un libro que por muchas razones es ejemplar, Klimovsky (1995), al definir el concepto “teoría”, dice:

Hemos empleado hasta ahora frecuentemente la palabra “teoría” de un modo

tal que casi la hacía indistinta a “hipótesis” y ello ha sido así porque una teo-

ría es un conjunto de hipótesis mantenidas simultáneamente. Existen, pese a

esta definición, dos acepciones principales y distintas de “teoría”. La primera

la concibe como un conjunto de hipótesis tomadas como punto de partida de

una investigación, incluyendo en estas la deducción de hipótesis derivadas y

de consecuencias observacionales. En este sentido, si preguntásemos, por

ejemplo, cuál es la teoría de Newton llamada mecánica clásica, contestaría-

mos que está formada por cuatro hipótesis; los principios de inercia, de ma-

sa, de interacción y la ley de gravitación universal. Pero en una segunda

acepción de la palabra “teoría” diríamos que es el conjunto de todas las hipó-

tesis formadas por las hipótesis de partida y las que se puedan deducir de

ellas. En este sentido, una teoría estaría integrada por un cuerpo potencial-

mente infinito de hipótesis, y a la pregunta de cuál es la teoría de Newton de-

beríamos responder que está constituida no solo por las cuatro hipótesis

mencionadas sino también por todas las que de ella se deducen, en particu-

lar las leyes planetarias de Kepler, la ley de caída de los cuerpos de Galileo,

las leyes de movimiento de los proyectiles y la ley de oscilación de un péndu-

lo, todas las cuales formarían parte de la teoría de Newton40

.

En esta cita nuevamente encontramos una de las pretensiones fuertes de este paradigma cuyos efectos son catastróficos, si examinamos los proyectos de investigación en los que el marco teórico, pretendien-do sin éxito cumplir con algunos de esas dos definiciones de teoría, es un texto cuya relación con el obje-to de la investigación siempre termina siendo una incógnita. Pues es justamente esa pretensión la que

39 Valga la aclaración hecha en la nota anterior sobre lo que estoy considerando como forma típica del

método hipotético deductivo.

40aunque no considero pertinente para mis propósitos abundar en el examen de esta cuestión, Hempel

hace cuidadosas reflexiones sobre la cuestión de las teorías en Hempel, Carl G. (1987: Cap. 6: 107-117).

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ha constituido una de las más reconocidas dificultades para aplicar dicho método en ciencias sociales 41

dada la inexistencia de tal tipo de teorías

42.

No porque no se hayan hecho intentos43

ni porque nos parezca poco deseable conseguirlas ¡Qué más podríamos desear, al menos en nuestra tradición cultural, que unificar y certificar nuestros conocimien-tos! Sin embargo, mis reflexiones anteriores se ocuparon de mostrar algunas de las limitaciones con que habrá de encontrarse quien intente ese tipo de teorías en el territorio de las ciencias sociales. Dificultad que también indica el propio Klimosky cuando dice que, si bien las generalizaciones que se obtienen mediante la inducción coinciden en resguardar el contenido empírico observado (y por ende pueden ser sometidas a investigaciones tendientes a la prueba de hipótesis), ello ya no ocurre ni puede ocurrir con las generalizaciones teóricas; pues dichas construcciones deberán necesariamente incluir conceptos no observacionales. De allí que, según sigue afirmando el conocido epistemólogo argentino, la construcción de teorías deba necesariamente liberarse parcialmente de las generalizaciones “empíricas”, para dar lugar a una actividad que, en tanto procura llenar los huecos dejados por los inobservables, debe recurrir a la imaginación con el propósito de construir modelos que puedan incluir las leyes anteriormente produ-cidas mediante la inducción, aunque no logren deducirse de ellas. Por lo que, exentas de la posibilidad de ser sometidas a “prueba”, la credibilidad de dichas construcciones imaginativas, denominadas teorías o modelos, se apoya en: 1) la coherencia lógica de sus postulados y 2) la cantidad de corroboraciones o intentos fallidos de refutación por las que ha pasado.

Propuesta para cuyo examen dejo de lado (por compartido) el primero de los supuestos (que me parece un desafío indispensable) para enfocarme sintéticamente en el tratamiento del segundo de los postula-dos.

Si nos atenemos a los aportes de David Hume, esas teorías nunca podrían ser confirmadas empírica-mente, pues muchos de sus conceptos son inobservables y nada se opondría a la presunción de que la sucesión de dos eventos, a los que se considera causalmente relacionados, responda a la presencia de otro, no observado, que explica la presencia y la sucesión de los observados. Advertencia que sería su-mamente conveniente que tomaran en cuenta tantos investigadores que se proponen diseños causales (muchas veces ocultos bajo la prudente imputación de asociación). Pero sin desmerecer esas prudentes observaciones, existen muchos otros argumentos que relativizan la esperanzada postulación del magní-fico epistemólogo argentino. La que más tiempo ocupó en mi reflexión anterior ha sido la proveniente de la siempre distante relación existente entre el dato y lo Real. Pero veamos otras posibilidades. Como muchas veces se ha afirmado con absoluta legitimidad, si dos clases de cosas o eventos se relacionan del mismo modo en forma reiterada, es posible afirmar que entre ambos hay una conexión corroborada. Esto en otras ciencias es posible: ¿también lo es en las ciencias sociales?, ¿es posible replicar investi-gaciones con propósitos de corroborar o refutar una teoría o alguna de sus consecuencias? Cualquier científico social que conoce los efectos de la memoria en los sujetos podría adelantar una respuesta. Pero veamos lo que afirma Klimovsky.

En los capítulos 12, 13 y 14 de “Las desventuras del conocimiento científico” Klimosky (1995) da sobra-das muestras de la imposibilidad de esa forma de corroboración aún en las ciencias “duras” y, por ende, da por tierra con las pretensiones de Popper respecto a la función de la refutación en el cambio de las teorías

44. Según se desprende de sus reflexiones, ni siquiera en ciencias físico-naturales (en las que en

muchos casos es posible crear las condiciones experimentales adecuadas) se logra una refutación defi-nitiva de una teoría, dada la compleja red de supuestos sobre las que éstas se apoyan. ¿Por qué enton-

41 Por cierto reconocidas, en parte, por el propio Klimovsky (1995) y por Klimovsky e Hidalgo (1998).

42 El marco en el que esta concepción se despliega es el de la ambición de concretar una deducción que

permita articular una investigación dentro de una teoría y el deseo de que las investigaciones permitan someterla al control y la prueba.

43 El trabajo de Parsons es sin duda un ejemplo de esa pretensión de unificación de teorías en un cuerpo

único.

44 Refutación a la que sobre todo contribuyera Lakatos (1983).

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ces debemos, en ciencias sociales, sufrir el embate de protocolos y suspicacias que se basan en su-puestos que ni siquiera pueden ser aceptados en las otras ciencias?

Insistiendo en nuestro instinto de científicos sociales inmediatamente podríamos decir, reiterando lo ante-rior, que si ese tipo de resultado es de difícil logro en las ciencias físico naturales, mucho menos lo es en las ciencias sociales, en las que a su complejidad se suma la capacidad de aprendizaje de todo orga-nismo vivo, que hace que un segundo experimento sea siempre afectado por la existencia de uno ante-rior. Imposibilidad sobre la que, desde una perspectiva absolutamente diferente, coincide Karl Popper; según él:

El núcleo de la cuestión es éste: podemos hipotetizar que cada sucesión real

de fenómenos procede según leyes naturales, pero es importante que nos

demos cuenta que ninguna secuencia, por ejemplo, de tres o cuatro fenóme-

nos conectados causalmente procede según una única ley natural45

.

Dichas conclusiones (a las que llega en su discusión sobre lo que él denomina “historicismo”) pueden aplicarse a toda tendencia que en ciencias sociales que pretenda este tipo de explicación.

Pero aun cuando se aceptase lo discutible que es esa serie de prejuicios que atentan contra nuestras chances, el calvario tiene al menos otra estación, que ya fue anunciada aunque no discutida: para ser científicos debemos aprender a trabajar con las generalizaciones probabilísticas a las que antes Hempel hiciese referencia. Motivo por el cual también me veo obligado a defender la seriedad científica de nues-tros cualitativos esfuerzos, revisando la probidad justiciera de quienes, en esta nueva estación, han reite-rado sus burlas ante nuestras pretensiones de cientificidad. No porque crea que los estadísticos no sean nuestros hermanos en cientificidad, pero si para que a su vez ellos nos consideren dentro de su mismo universo: compartiendo el sísifico intento de saber para actuar.

Refiriéndose a dichos hermanos Nagel afirma:

La mayor parte, sino todas las generalizaciones que la investigación empírica

ha logrado establecer están formuladas en términos de notables distinciones

de “sentido común”, y poseen un campo relativamente limitado de aplicación

válida (o una generalidad de orden inferior). Además, la mayor parte, si no

todas estas generalizaciones afirman relaciones de dependencia válidas en-

tre fenómenos determinados, solo en una fracción (especificada de un modo

más o menos preciso), de casos particulares de estos fenómenos, en cambio

invariablemente o con uniformidad rigurosa: por ejemplo generalizaciones

como “la mayor parte de los campesinos americanos pertenece a cierta or-

ganización religiosa”( …) Por comodidad denominaremos a tales generaliza-

ciones como “estadísticas” o “probabilísticas”, aun cuando, como en estos

ejemplos, no son mencionados en valores numéricos que expresen coeficien-

tes estadísticos o probabilísticas (Nagel 1961).

Las razones que Nagel encuentra para explicar por qué se mantiene el uso de este tipo de hipótesis no deterministas son de parecidas a las que ya expusiese Hempel:

45 Y en el mismo sentido: “La idea de que una serie cualquiera o una concreta sucesión de eventos

(aparte de los movimientos del péndulo, del sistema solar, o similares) pueda ser descrita o explicada por una sola ley, o por un grupo bien definido de leyes, está siempre equivocada. No existen ni leyes de su-cesión ni leyes de evolución”.

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1. la intrínseca complejidad del objeto de las ciencias sociales y la consecuente incapacidad para identificar individualmente todas las variables pertinentes; lo que impide identificar todas las pre-condiciones de las que la conducta humana depende;

2. el que, al menos para una buena cantidad de estos teóricos, la conducta humana supone el uso de la voluntad y del libre albedrío y,

3. que las acciones de los seres humanos constituyen una red de interpretaciones de los estímulos externos, tanto como una red de estímulos.

Creo que hay otras limitaciones que pueden ser objeto de reflexiones. Entre ellas, una que no puedo fundar aunque si sugerir es que los sistemas complejos son rebeldes a ciertas simplificaciones. Entre ellas las originadas por técnicas que se basan en algebras cuyos supuestos básicos son: 1) el principio de identidad y de no contradicción −mediante el cual todo elemento perteneciente a una clase es idéntico a los restantes

46 y 2) que las relaciones entre los elementos son aditivas. No todo puede ser sometido a

dichas simplificaciones, aunque ellas sean indispensables. Por eso es que más que afirmar, a contrario sensu, que las técnicas estadísticas no sirven, lo necesario es observar que sus limitaciones no provie-nen del haber simplificado sino de ser aplicadas sin haber superado los límites del pensamiento elemen-talista que vengo discutiendo. Por ello es que en los siguientes párrafos reduciré el foco, examinando el modo en que un reconocido metodólogo construye, desde ese paradigma, sus modelos hipotéticos.

Dice Galtung (1968)47

sobre las hipótesis:

Así, en el lenguaje de la matriz de datos, las hipótesis mencionadas tienen la

siguiente forma: se da una unidad (casa, mañana), se da una variable (color,

estado meteorológico) y la variable tiene un conjunto de valores (rojo, no-rojo;

lluvioso, no-lluvioso).

Como es posible notar, tanto la “Unidad de análisis” como las “variables” relacionan un objeto (que es presentado como un existente real) con ciertas variables y sus respectivos valores o atributos

48.

Dado que no es sobre las hipótesis que ahora estoy discutiendo, centraré la atención sobre el significa-do atribuido a cada variable, y al modo en que se relacionan entre ellas, en una proposición hipo-tética. Por lo que va de suyo que mi pretensión no es examinar todo el esmerado trabajo de deduccio-nes lógicas con el que Galtung va construyendo su edificio, sino exclusivamente aquello que se refiere a la reconstrucción o explicación de “casos”, a partir de ciertas variables puestas en relación en una hipó-tesis.

Según esta línea de pensamiento, esas variables han sido construidas mediante un proceso inductivo. Por lo que deben ser comprendidas como clases de rasgos, tal como eran pensados los conceptos por Bacon y la subsiguiente tradición empirista. Así pues, cuando se aplica ese tipo de conceptualización en

46 Lo que es indiscutible en la lógica identitaria, pero cuyo uso impide reconocer que cada elemento per-

tenece a varios sistemas y que en un evento social ellos están todos presentes y no como sumatoria.

47 Teórico e investigador que en nuestros países ha dejado una impronta que aún puede distinguirse en

muchos tratados; como, por ejemplo, en el trabajo de Samaja (1996).

48 Por otra parte, vale destacar que, como sucede con la inmensa mayoría de los textos de métodos y

técnicas, la construcción de teorías ocupa (en los dos tomos de la edición que hiciera EUDEBA del libro de este autor) un breve capítulo en el que confiesa que “La metodología de las teorías y de la formación de teorías se encuentra subdesarrollada en relación con la metodología de las hipótesis y de la forma-ción de hipótesis”; afirmación que ubica a dicho texto en lo que denominara “la resignación” ante la im-posibilidad de llegar a las leyes que pretendía el anteriormente hegemónico método hipotético o nomoló-gico deductivo.

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ciencias sociales tendremos como consecuencia que, en una misma variable o atributo, podrán normal-mente estar agrupados individuos que participan de muy diversas redes de interacción social.

Si esto no es tenido en cuenta, el investigador errará en sus apreciaciones debido a su incapacidad, ya indicada, de dar cuenta del modo en que esos mismos atributos se resignifican en cada sociabilidad. Por lo que el modo de concebir y utilizar dichas variables solo permitirá una adecuada implementación cuan-do nos propongamos un método que haga posible inscribir esas variables en el interior del sistema que pretenden comprender. Mientras ello no ocurra, dichos estudios solo producirán pseudo descripciones o explicaciones. Pues la capacidad generalizadora de estos universales hereda las virtudes y/o los defec-tos del modo en que se produjeron los conceptos designativos y el modo en que se conceptualizaron sus relaciones.

Eso es, por ejemplo, lo que se detecta en los estudios en que se ponen en relación atributos tales como “Necesidades Básicas Insatisfechas” (NBI), “preferencias políticas”, “estatus socioeconómico”, “capital cultural”, “edad”, “sexo”, etc.. Rasgos que fueron y son tratados como unidades, agrupados en clases e incorporados en leyes en las que se establecen covariaciones entre unos y otros. Por ese camino, cual-quiera sea el grado de sofisticación del procesamiento al que se recurra (tabulaciones cruzadas, correla-ciones más o menos simples o técnicas multivariadas muy ingeniosas) lo que siempre se obtiene son conjuntos de rasgos o de individuos, covariaciones entre rasgos o entre individuos o desviaciones de estos respecto a la curva normal. Pero no relaciones sistémicas en la que esos rasgos adquieran formas específicas de existencia como ocurre, para dar solo un ejemplo, con la utilización de los censos o en-cuestas tendientes a conocer la distribución de las NBI.

Por ese motivo, con dichos estudios se puede decir cómo se distribuyen las NBI en un territorio; pero en tanto quienes comparten las mismas NBI participen de sociabilidades e historias diferentes, el modo en que se desempeñen socialmente será diferente, como diferentes deberán ser los planes o programas que puedan abordar el problema con cierto éxito. Esto no habla mal de las técnicas estadísticas. Sin duda, conocer el número de los que están en cierto nivel de pobreza o indigencia o saber si los hiperten-sos son muchos o pocos, no es poco importante. Permite llamar la atención sobre un problema. Pero lo que no permite es establecer las bases para elaborar políticas o programas tendientes a paliar sus res-pectivas situaciones. Para que ello sea posible se deben hacer los correspondientes estudios de caso en los que el conocimiento de cada sistema permita la formulación de una política o de un proyecto adecua-do

49.

Problema que se profundiza debido a que esas variables son consideradas como entes diferentes cuya relación –o falta de relación– es lo que ocurre entre ellas; evitándose de ese modo la pregunta sobre los efectos que se produce, en la integridad y conformación de cada una de ellas, cuando se establece una relación: defecto heredado del elementalismo que he impugnado en este texto. Defecto que es comparti-do y puesto de manifiesto por Galtung en la siguiente expresión:

…se puede decir que X e Y están ‘positivamente relacionadas’ o ‘negativa-

mente relacionadas’ o ‘no relacionadas en absoluto’

La técnica para determinar esos distintos tipos de relación es la de establecer el grado de correlación que se detecta entre ellas. Pero, insisto, el modo en que ocurre la representación de esas correlaciones es tal que, si bien se reconocen cambios en el conjunto al que esas variables pertenecen, no se recono-cen las posibles variaciones ocurridas en cada una de ellas por efecto de la relación.

Dicho de otro modo, este abordaje es capaz de representar el modo en que las variables entran en rela-ción, pero no cómo se “reinstituyen” en la relación; por lo que solo son capaces de modelos tan simplifi-cados que poco aportan a la práctica; ya que son incapaces de examinar los cambios provenientes de

49 A menos que sean los prejuicios del planificador los únicos que primen y se utilice, recurriendo a la

fuerza del estado y del dinero que por un cierto tiempo traen al lugar, la fórmula del “zapato chino”, según la cual si el pie es más grande se debe adecuar el pie al zapato.

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procesos sobredeterminados, que no solo alteran la relación entre las variables sino la propia entidad de cada una de esas variables. Para ejemplificarlo, propondré analizar dos supuestos y una hipótesis en la que se propone una relación entre “tasa de desocupación” y “variaciones en la matrícula” de la universi-dad estatal Z ubicada en el país X.

Los supuestos que permiten la experiencia sobre el tema son los siguientes: 1) en el país X los aspiran-tes a la enseñanza universitaria que acrediten condiciones de pobreza relativa reciben becas y 2) por esa razón, cuando incrementa la tasa de desocupación juvenil incrementa la matrícula universitaria. De lo que para la universidad Z se puede concluir que: “como se prevé que continuará en ascenso la tasa de desocupación juvenil, se conjetura que el año próximo incrementará el monto de la matrícula en la uni-versidad antes indicada”.

De ese modo, según el hábito predominante, los planificadores universitarios postulan una hipótesis en la que, apoyados en aquellos supuestos, conjeturan una relación entre dos subsistemas (el subsistema “mercado de trabajo”, de cuyo desempeño emerge la variable “tasa de desocupación” y el subsistema “universidad”, representado por su “matrícula”) y se proponen investigarlo adelantando la preinscripción. De ese modo, si dicha hipótesis resulta confirmada, dichos planificadores creen que tendrán la informa-ción suficiente como para planificar la inversión y la organización que requerirá la universidad.

Pero ante ese modo de efectuar investigaciones mi pregunta es esta: ¿para el propósito aludido, es sufi-ciente con saber si habrá o no incrementos en la cantidad de alumnos? Y en caso de que efectivamente se comprueben incrementos ¿no ocurrirá que el incremento producirá un cambio no solo en la cantidad sino en las cualidades de la matrícula en estudio? Y si ello fuese así, ¿no será insuficiente preguntarse solo por el incremento de los componentes de la clase “matrícula” sin indagar el modo en que esa matrí-cula se resignifica en el contexto institucional y a su vez contribuye a resignificar muchos otros de los componentes de ese sistema?

Si bien se observa, el modelo hipotético está planteado de tal modo que no guía la investigación hacia alguna forma de reconocimiento sobre el modo en que el probable incremento repercutirá en la recomposición (esto es, en los cambios de identidad) de esa “matrícula”. Sin embargo, dada la expe-riencia que al respecto ha de poseer la mayoría de los lectores, no es difícil presuponer que, efectiva-mente, con ese incremento, la calidad de esa matrícula también ha de cambiar

50. Por ende ¿podemos

decir que el concepto matrícula (pensado en su relación con el desempeño de las actividades en la uni-versidad) se mantiene igual antes y después del incremento?, esto es, ¿el concepto es el mismo?, ¿si-gue teniendo el mismo referente?

La respuesta es afirmativa si entendemos por “matrícula” el número de alumnos inscritos. Pero no nece-sariamente es afirmativa si en la definición de “matrícula” incluimos el rasgo “inscriptos por deseo de estudiar” (rasgo connotado en el concepto “estudiante” y, por consecuencia, en el propio concepto “ma-trícula”, que refiere al conjunto de los estudiantes). En los hechos suele ocurrir que, puesto que las moti-vaciones que impulsaron a los desocupados para matricularse son los de reemplazar una fuente de in-gresos por otra, podríamos suponer que el rasgo “deseo de estudiar” sea en ellos diferente al de aque-llos otros que optaron por matricularse por “el deseo de mantener sus ingresos económicos”. Si esto fuese así, el desempeño presumible de ambas clases de matriculados será (o puede ser) diferente; y también será concebible que, si cambia la situación en el mercado laboral, se produzca una mayor ines-tabilidad en el número de matriculados; ya que es posible que, mientras otra variable no actúe, estos estudiantes regresen a trabajar, dejando la universidad. Por lo que es esperable que motivaciones dife-rentes produzcan heterogeneidades significativas respecto a lo que es la caracterización del universo de

50 Y un analista inteligente puede superar las limitaciones de su modelo incorporando ese saber práctico

en la interpretación; pero, en ese caso, el acierto del analista no dependerá de su método sino de aque-llos otros saberes que en él coexisten y que pueden dar solución, completando mediante una hipótesis ad hoc , los resultados de su trabajo investigativo; pues no serán los datos de su investigación los que aportarán evidencias que contribuyan a contestar la pregunta sobre las posibles alteraciones en la iden-tidad de la matrícula tal como fuera representada en su investigación.

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los matriculados y, por ende, que la asociación haya producido cambios en la identidad de la variable “matrícula”.

La contestación a esta objeción podría dar lugar a la siguiente propuesta: esa diferencia puede ser cap-tada en nuevas investigaciones. Y, en principio, dicha refutación parece razonable. Efectivamente, una vez hecha la primera relación entre las dos variables principales y su condicionante, se puede hacer otra investigación en la que se pongan en relación las variables “matriculados por falta de alternativas labora-les” y “matriculados por vocación”. Ahora bien ¿alcanza con esa nueva investigación?

En realidad, desde el punto de vista institucional, la diferencia entre “tipos de matrícula” interesa por los efectos que ella ha de producir sobre muy diferentes aspectos de la vida universitaria, considerada como un sistema complejo. Desde la perspectiva de la institución, interesa el modo en que se conjugan las variables produciendo emergentes que condicionen la vida institucional de distinta manera. Razón por la que son dichos efectos los que se procura conocer y sobre los que las conjeturas y la investigación sobre su evolución pueden habilitar la producción de estrategias adecuadas. Pero, esos efectos serán imper-ceptibles en todas las investigaciones en las que se indague solo la correlación o una sumatoria de co-rrelaciones. Si no se acepta que la complejidad de una institución es el producto de un sistema de relaciones en que el resultado es diferente a la suma de las partes, toda investigación que sondee sobre las partes, y que intente reconstruir la totalidad como el efecto de una sumatoria, conduce a dos resultados:

1. una regresión al infinito en la secuencia de investigaciones y

2. la sostenida imposibilidad de construir un modelo complejo que represente tanto la interrelación entre diversas variables como las posibles re-significaciones que surjan de los modos específi-cos en que ellas interactúan.

Por lo que será imposible reconstruir una imagen global del objeto, aun reduciéndolo a lo que es es-pecífico de una institución de enseñanza: el cumplimiento de sus objetivos de formación y perfecciona-miento intelectual de sus componentes

51.

Lo que ocurre es que los elementos del conjunto están interrelacionados entre sí de tal modo que sus identidades se producen en la relación y no con independencia de la relación. Por ejemplo, matricularse es constituirse como alumno en una comunidad universitaria que posee profesores, y otros miembros, cuya misión es crear condiciones para que se establezca una excelente relación de enseñanza /aprendizaje, etc... En tal caso, la variación sufrida por uno de los elementos redefine las formas y posibi-lidades (es decir la identidad) de los otros elementos. Efecto que se puede ejemplificar extrayendo algu-nos de ellos de lo que sería una larga lista: ¿Qué ocurre si se incrementa la matrícula por las razones indicadas?

Lo primero que puede esperarse es que en el salón de clase más alumnos (que antes de ocurrir incre-mento) se sientan incapacitados para responder, por falta de práctica o de vocación, a un nivel elevado de exigencias; o que se resistan a esa exigencia porque han organizado su vida contemplando el goce de mayor tiempo libre o a una distribución de actividades que les impide cumplir con las exigencias uni-versitarias a tiempo completo. Esa nueva situación puede traducirse en problemas en el salón de clases para los profesores y para los otros alumnos: distracción, mal ejemplo, tendencia del profesor a bajar el

51 Posteriormente a escribir esos párrafos me percaté que en ellos predominaba en mí esta imagen pre-

conciente: habrá alumnos diferentes y por lo tanto los “matriculados” serán diferentes antes y después de que se produzca la asociación indicada en la hipótesis. Pero este es un agregado que emerge de mis competencias para comprender la realidad social (el conocimiento sobre cómo son las cosas) y no algo que emerja del modo en que se construyó una investigación que solo relaciona variables del modo indi-cado. Esto ocurre muy frecuentemente en el análisis y por ello, pese a los errores del método empleado, logran ser menos esquemáticos. Pero si ese saber no existiese, el estudio de caso deberá ser aún más profundo.

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nivel de exigencia para evitar problemas a esos alumnos o que el curso termine con muchas calificacio-nes bajas y con las consiguientes tensiones que ello produce, etc...

Concurrentemente, si hay más alumnos, la administración deberá optar entre: 1) incrementar el plantel de profesores (y en ese caso es necesario saber si existe una oferta de profesores de la misma calidad para esas materias, ya que si no es así, la calidad de la enseñanza disminuirá); o 2) aceptar que haya más alumnos por profesor, lo que implica una necesaria disminución de la calidad de la enseñanza, res-pecto de la situación anterior. A lo que se agrega que, si no hay excedentes presupuestarios (lo que es previsible dado que los incrementos de ingresos por matrícula no alcanzarán en lo inmediato) no se po-drán construir instalaciones extras (ni tampoco realizar excelentes contrataciones de profesores) motivo por el cual las instalaciones existentes se deberán adecuar al incremento de usuarios; o, caso contrario, las partidas destinadas a la adaptación de las instalaciones puede implicar una disminución en las parti-das del presupuesto dedicadas a la mejora en la planta docente, ocasionando un nuevo impacto sobre la cualidad educativa. Cambios, que si llegan a producirse sin control pueden ocasionar que la clientela tradicional de la universidad (que procuraba un ámbito bien acondicionado y proclive al estudio) decida mudarse de universidad; produciéndose una metamorfosis en la configuración del prestigio de dicha casa de estudios, lo que puede derivar en que la universidad Z ya no tenga aspirantes de los mismos

sectores sociales que antes aspiraban a entrar en ella, etc. etc..52

Poniendo el ejemplo en otro contexto: preguntar sobre la intención de voto es un operación semejante a la de votar, por lo que las predicciones surgidas de una encuesta pueden ser bastante confiables, salvo en las situaciones en que dicha intención se vea sobre-determinada por la ocurrencia de cambios en otros sistemas, que en el momento de la encuesta suelen ser considerados constantes o suelen no ser conocidos. Aunque también puede ocurrir que, en ese estudio de caso, se ignore la posible influencia de esos otros sistemas. Lo que es un avatar que todo investigador debe saber que puede ocurrir, por lo que su activación no habla mal de la técnica de encuestas en dichas situaciones; pero si indica que los estu-dios con otras técnicas y su interpretación dentro de un método no elementalista pueden ser de gran ayuda.

Por eso es que para que todas estas variaciones sean incluidas en el mismo análisis, el modelo utilizado debería asumir que las variables constituyen subsistemas dentro de un sistema de relaciones de mayor complicación y complejidad. Lo cual nos conduce a una representación diferente sobre las identidades, las relaciones y la totalidad que ellas conforman. Tarea que solo puede ser encarada mediante los mode-los complejos, modelos que solo pueden ser construidos mediante estudios de caso que incluyan técni-cas de trabajo de campo y de análisis de fuentes semi-estructuradas, habitualmente denominadas cuali-tativas.

COMPARACIÓN ENTRE CASOS Y GENERALIZACIONES

Dado lo usual que es la distinción entre abordajes micro y macro en los tratados metodológicos, debo aclarar que, según la definición que ya adelantara al referirme a lo infinito de todo sistema complejo, la distinción entre “micro” y “macro” es una referencia de sentido común, inútil desde la perspectiva metodo-lógica. Refiere a algo que aparece próximo a la vida cotidiana pues hace alusión a los amigos, a la fami-lia, a grupos con relaciones cara a cara y los distingue de los otros referidos a regiones o países: a mu-cha gente. Criterios que, como debería ser evidente, están lejos de cualquier análisis serio. Según esa distinción, los temas habitualmente encarados por escuelas tales como el interaccionismo simbólico o la etnometodología (criminalidad, etiquetamiento, estigmatización social, estereotipo del delincuente) serían micro; mientras que las investigaciones sobre la relación entre género y disposición al voto en un país o

52 En los sistemas complejos se establecen: 1) secuencias causales simples (la puesta en práctica de

una acción es causa de otra); 2) secuencias condicionantes (ciertas relaciones crean un medio sistémico en el que se facilita la ocurrencia de ciertas secuencias que producen las relaciones, identidades o emergentes que estamos estudiando); 3) secuencias concurrentes cuyos resultados pueden ser pensa-dos como policausalidad o sobredeterminación. (Saltalamacchia 2011: cap. 2)

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región serían macro. Absurdo macroscópico e ignorancia plena. La complejidad de esos temas “micro” son de alcance infinito y únicamente permiten abordajes en los que los investigadores vamos avanzando poco a poco y midiendo esos avances gracias a las políticas sociales que se emprenden al respecto y realimentan esas investigaciones. Dado el carácter de los sistemas complejos, un grupo barrial, una or-ganización o un país pueden ser inmensamente multivariados y sus relaciones incluir distintos tipos de complejidad; por lo que el recorte del objeto siempre será parcialmente insuficiente y dependerá de lo que queremos estudiar, teniendo siempre en cuenta que, en cada caso, se deben conocer:

1. Los criterios que permiten distinguir aquello que es propio del sistema (el nosotros) y lo que no lo es (los otros); es decir, requiere determinar o ir determinando: a) un interior (en el que las identi-dades componentes se relacionan entre sí reconociendo, de un modo u otro su pertenencia al sistema y, por ende, las reglas que rigen sus interacciones, b) un exterior formado por otros sis-temas.

2. Cuáles y cómo son las identidades componentes (sus rasgos y el modo en que dichos rasgos in-tervienen en las fluencias establecidas con las otras identidades componentes del sistema).

3. Las normas escritas o consuetudinarias que organizan las relaciones.

4. El modo en que se producen las relaciones de complementación, alianza y/o conflicto entre ellas y la eventual relación que éstas establecen con los otros sistemas.

5. Los recursos utilizados en las fluencias entre las identidades del sistema, entre el sistema en su conjunto y otros sistemas o entre algunos de los elementos del sistema y otros sistemas y/o con identidades pertenecientes a otros sistemas.

Definido el “caso” de ese modo, la reflexión metodológica debe determinar: a) las condiciones que ase-guren la factibilidad de su estudio y b) la combinación de técnicas que será necesario utilizar para su mejor comprensión (esto es, definir cuáles serán esas técnicas y de qué modo se reunirán sus resulta-dos).

Dadas esas premisas, y dado lo diverso e intrincado de las relaciones a estudiar, es obvio que examinar un caso merece un tiempo y un conjunto de recursos (económicos, teóricos y metodológicos) que deben ser tenidos muy en cuenta cuando un investigador decide enfrentar el desafío de su investigación: canti-dad de recursos cuya necesidad se multiplica en el momento de la comparación. A cambio, la represen-tación conquistada será la propia de una teoría bien fundada, desde la que se podrán proyectar políticas y/o, como veremos en el próximo apartado, establecer relaciones con otros casos para ir produciendo generalizaciones que amplíen nuestra capacidad de investigar y/o actuar sobre casos nuevos, que po-sean caracteres análogos.

Por lo dicho, los estudios de casos tienen el objetivo de comprender a cada uno en su especificidad. Los propósitos que los induzcan pueden ir desde la mera curiosidad intelectual, la necesidad de formular políticas, programas o proyectos tendientes a solucionar algún problema o la necesidad de una teoriza-ción más amplia que la existente. Es sobre este último aspecto de la cuestión que reflexionaré en los próximos párrafos. La intención es proponer un modo de ir creando universales en los que sus elemen-tos no sean despojados de las definiciones o condicionamientos contextuales que lo conformaron. Como alertara, la pretensión de este apartado no es la de hacer una exposición del método comparativo

53 sino

indicar que el estudio de casos es una base indispensable para la construcción de universales.

53 Sobre esta metodología, consultar: Blondel, J. (1985); Bruschi, A. (1990); Collier, D. (1991); Elder, J.

W. (1976); Frendreis, J. P. (1983); George, A. L. (1979); Lieberson, S. (1991); Lijphart, A. (1971); Mecks-troth, T. W. (1975); Murray Faure, A.(1994); Przeworski, A. (1987); Ragin, C. C. (1987); Sartori, G. (1970); Sartori, G., y Morlino, L. (1994); Smelser, N. J. (1976).

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Como pareciese desprenderse necesariamente de su denominación, la comparación entre casos supone un previo estudio de cada uno de los casos a ser comparados, dado que sería difícil comparar dos cosas sin antes conocerlas

54.

Sin embargo, son muchos los estudios comparativos (basados en las teorías antes criticadas) en los que se repite tanto el “elementalismo” (que pretende comparar entre variables o relaciones entre variables, ignorando el carácter sistémico (relación de relaciones en las que éstas cobran su específica significa-ción

55) como el prejuicio empirista de la transparencia de la intuición

56. Por razones ya argumentadas, los

resultados de la aplicación de tales generalizaciones poco aportan a la comprensión de los casos pre-tendidamente explicables o predictibles mediante ese tipo de generalizaciones. Lo que, si bien no es posible comprobar en exposiciones que se limiten a ser teóricamente criticadas (debido a que, en ellas, la prueba normalmente se reduce a la coherencia argumental), son de rápido reconocimiento cuando, de esas generalizaciones, se pretende deducir consecuencias prácticas, como una política o programa.

Comparar es el único modo de conocer. Pero siempre se conoce lo individual. En algunas ocasiones, los resultados de una comparación permitirán destacar rasgos o relaciones que son diferentes entre los ca-sos investigados; en otras circunstancias podrán percibirse rasgos y lógicas de relación semejantes. Resultados que contribuirán al tesoro de los conocimientos que describan dichas situaciones y/o permi-tan conjeturar el modo de encarar otras. Por eso es que, si se pretende utilizar a los estudios comparati-vos de casos como fuente para las elaboraciones de universales, un requisito previo es tener en cuenta lo antes afirmado sobre ellos. De lo que necesariamente se desprende que lo que garantiza una buena elección, respecto al qué y por qué comparar, no es el resultado de un mero ejercicio clasificatorio

simple, tal como el que expone Sartori (1994) al decir:

¿Qué es comparable? Regresemos a las manzanas y a las peras. ¿Son

comparables o no lo son? Se trata de un ejemplo fácil. Pero ¿piedras y aves-

truces son comparables? Probablemente la mayoría responderá que no, para

ser inmediatamente replicado con la objeción: para declararlos incompara-

bles hemos debido, en algún momento, compararlos.

Puesto en ese nivel de análisis y dentro del contexto en el que la cita aparece, Sartori repite el argumen-to elementalista: al comparar manzanas y peras se lo hace estableciendo lo común y lo diverso en cada una de sus propiedades: son comparables como frutas, como comestibles, como entidades que crecen en los árboles; pero, por ejemplo, no son comparables en cuanto a su forma o a sus virtudes alimenti-cias. De lo que se desprende (y esa impresión permanece a través de todo el artículo) que lo que en la comparación se tienen en cuenta son atributos (incluidos en taxonomías) y no relaciones que permitan establecer significados contextualizados

57. No está mal incluir en la definición los atributos del referente

conocido, lo que ocurre es que en objetos complejos esto no siempre es suficiente.

54 Recaudo que muchas veces ignoran algunos comparativistas.

55 Empezamos a comprender, desde Charles Sanders Peirce (Delasalle, G. 1996) y (Tordera, 1978) o

Mijail Bajtín (1977, 1982), por citar sólo dos puntos de referencia, que las cosas no pueden definirse y controlarse desde ellas mismas, sino que tenemos que recurrir a otras cosas, a otros mundos, para po-derlas situar en el cosmos. Si una palabra se mira el ombligo, es ciega y no dice nada del sentido. De hecho, aunque su voz deje oír al otro que escucha, siempre será un decir accidental. Las cosas podrían haber sido de otro modo, nos decía Walter Benjamin. La mano que traza el camino de la lanzadera, mano encontrada, se ve a sí misma impotente para decidir el sentido del color.

56 Algunos ejemplos de ambos errores puede encontrarse en los artículos reunidos por Sartori, G. y L.

Morlino (1994).

57 Por ejemplo, lo que no es comestible para ciertos organismos humanos, lo es para otros pues se ha

ajustado a ellos.

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Como el campo de intereses de los investigadores es amplísimo, puede que en algunos asuntos, como los citados, una comparación de ese tipo resulte útil (al menos entre quienes son capaces de agregar conocimientos tácitos en la interpretación de los resultados, haciendo más completo el resultado). Pero aún en esas oportunidades se corren grandes riesgos al producir acuerdos o desacuerdos que, en tanto estén apoyados en definiciones descontextualizadas, den lugar a deducciones espurias.

En todas las circunstancias, las comparaciones entre atributos requieren una teoría de las relaciones sistémicas en las que ellos toman ese carácter.

Al trabajar mediante comparaciones, los que interesa es el rasgo emergente y el modo en que se produjo dicha emergencia: no, en cambio, si tal o cual atributo, descontextualizado, aparece o no en los casos analizados, por lo que, para evitar malas comparaciones, es preciso investigar:

1. el modo en que sus significados se asemejan o difieren según el grado de homologías estruc-turales58 entre los casos y

2. los conocimientos que podemos extraer de haber detectado dichas homologías estructurales.

Sartori, más allá de sus consideraciones teórico generales, en las que repite el ideal elementalista de la comparación, reconoce implícitamente la necesidad de tener en cuenta el sistema contextual cuando, abandonando los ejemplos de otras ciencias (cuyo uso ha dificultado la reflexión metodológica de las ciencias sociales) incluye temas relativos a su especialidad. Así, en otro pasaje del mismo artículo (1975: 37-38) dice:

Piénsese en la etiqueta “sistemas monopartidarios”, que se utiliza para de-

signar: 1) los llamados one party States de los Estados Unidos, Japón, y, a

veces, Suecia, Noruega y la India, 2) a México, a los países comunistas pre

1990. El problema aquí es que los primeros casos son –en la conceptualiza-

ción propuesta por mí— sistemas de partido predominantes que pertenecen

a contextos competitivos (Sartori, 1976, 192-201); México es un sistema he-

gemónico que permite una competición “limitada” (Sartori, 1976, 230-38);

mientras que los países comunistas son, o han sido, sistemas de partido úni-

co en el sentido preciso del término, porque han prohibido en el derecho, y en

los hechos, cualquier otro partido (que no fuese, si había, un “partido títere”

admitido y exhibido como fachada).

Más allá de los méritos de la teoría del autor (que no es lo que está en discusión), importa destacar que, en el párrafo citado, Sartori de hecho afirma que la variable “cantidad de partidos” se resignifican en el contexto global de cada uno de los sistemas. Carácter sistémico de lo político que Carlos Santiago Nino (1992) confirmó al decir:

…un sistema político es un todo integrado, cuyas diferentes piezas están im-

bricadas como las de un mecanismo de relojería [...] un sistema presidencia-

lista, por ejemplo, opera de diferente manera según se combine con un sis-

tema de representación proporcional o con otro sistema electoral, con un sis-

tema bipartidista o pluripartidista, con un sistema de partidos poco disciplina-

dos e integrados, o con partidos con fuerte integración y disciplina, con un

parlamento unicameral o bicameral, con un régimen federal o unitario, con un

contralor de constitucionalidad concentrado o difuso [...] por lo tanto, es todo

58 Para ver un estudio comparado en el que se destacan las homologías estructurales del flamenco an-

daluz y el rebético greco-oriental, ver Esteingress G. (2010).

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el conjunto del sistema político lo que debe ser evaluado desde el punto de

vista de su justificabilidad moral y funcional, y la descripción del sistema debe

reflejar la interconexión de sus elementos componentes.

En biología la referencia a la homología hace alusión a las semejanzas entre dos organismos que tengan un ancestro común. Pero, tal como aquí lo utilizo, “homología

” refiere a sistemas con lógicas relacionales

semejantes; lo que normalmente implica que, al hacer un corte sincrónico que permita percibir sus iden-tidades, éstas también sean semejantes.

En ese contexto, es claro que las generalizaciones producidas a partir de “variables descontextualizadas” poseen, en el mejor de los casos, un significado absolutamente empobrecido en su capacidad descripti-va. Por eso es que al reutilizarlas en una conjetura no será fácil saber en qué han sido empobrecidas y, por ende, lo probable es que, al utilizarla dentro de modelos conjeturales o descriptivos, les incorpore-mos elementos heterogéneos a los que poseían en la definición original o en el contexto en el que fueron producidas las leyes o los universales empíricos en los que están incluidas creando constructos que en cambio de acercarnos a experiencias hechas nos alejen de ellas.

Por eso es que, para tener un adecuado fundamente teórico y empírico respecto a la definición y a los posibles valores que adopte un concepto (incluyendo en “concepto” el evento o rasgo al que éste refiere) se requiere conocer ese contexto global. Lo que requiere de un estudio de caso por caso que es indis-pensablemente previo a toda posibilidad de comparación. Trabajo de inmensa importancia, por supuesto, ya que es desde esas sucesivas comparaciones entre casos que pueden ir elaborándose un cierto tipo de universales: universales que denominaré analógicos pues tratan de recuperar las lógicas de rela-ción y no solo los rasgos aislados. Cimiento sobre el que se podrán agrupar, legítimamente, casos con estructuras homólogas o análogas, adecuadas para enriquecer el capital abductivo o, como diría

Schütz (1993), la suma de conocimientos a mano59

desde los que elaborar conjeturas de acción.

Pero si hay un inicio, ese inicio corresponde a la investigación de casos singulares en un proceso que,

retomando todo lo dicho, podría ser representado mediante el esquema siguiente, en el cual:

1. El rectángulo barrado que aparece en el ángulo inferior izquierdo del esquema, representa a la primera investigación de un caso. Objeto de estudio cuya importancia resulto de ausencias en la teoría o de necesidades prácticas; y para la cual el investigador se vale de los conocimientos existentes como punto de partida abductivo que le permite formular hipótesis que lo guíen en la investigación. En ese rectángulo comienza un proceso que termina en un rombo con ángulos re-dondeados denominado “Teoría del caso 1”.

2. Del rombo “teoría del caso 1” se desprenden tres caminos: 1) hacia la derecha una proceso re-cursivo que incluye una puesta en práctica de los conocimientos adquiridos que permitirá: com-probar eficacia, rectificar errores y reforzar la “teoría del caso 1” y, 2) integrar conocimientos en las representaciones sociales sobre el tema: a) en la comunidad en general y b) en la(s) comuni-dad(es) científica(s) y 3) aportar a una eventual comparación con otro(s) casos(s)

3. En el rectángulo barrado que aparece en el ángulo superior derecho está representada una se-gunda investigación, independiente de la primera, sobre un caso que se supone puede ser aná-logo o no respecto al primero, pero que posea características que permitan incluirlo en una mis-ma clase, dado cierto nivel de abstracción. Hacia abajo se representa un proceso similar al del primer caso; y que da como resultado otro rombo con ángulos redondeados denominado “teoría del caso 2”) del cual se desprenden tres caminos iguales a los que se desprenden del rombo “teoría del caso 1”.

4. Ambos procesos confluyeron (líneas punteadas) en el rectángulo “Comparación entre las teorías de ambos casos (“teoría del caso 1” y “teoría del caso 2”). Comparación en la que se procura

conocer si existen o no analogías y cuáles y como son.

59 Expresión que me permite recordar la función que le atribuía a sus “esquemas”.

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5. Proceso que puede conducir (la línea entrecortada indica esa elaboración) por la vía de la induc-ción analógica, de los primeros universales empíricos, representados por el ovalo. Desde el que se desprende: a) una línea que indica la integración de dicho universal en las representacio-nes sociales de la comunidad científica correspondiente y, eventualmente, de otras sociabilida-des y b) una línea punteada que llega hasta un hexágono alargado que indica la posibilidad de continuar con estudios comparativos.

CONCLUSIÓN

En los acápites anteriores traté de cuestionar la legitimidad de los universales conformados a base de conceptos y/o relaciones descontextualizadas. No es que no podamos servirnos de ellos como parte de una descripción. Pero no son capaces de explicar ni predecir hechos o rasgos de un singular, como lo pretendían las epistemologías deductivistas (sea del nomológico o del hipotético deductivo). En verdad, si aceptamos que cada caso es un sistema complejo, su específica constitución es única (ya que los sistemas complejos siempre lo son) y, por ende, sus características no pueden ser deducidas de leyes o universales de ningún tipo. Ahora bien, como ninguna investigación parte de cero ¿cuál es el papel que pueden jugar los universales analógicos en cada nueva investigación?

Algo adelanté en los párrafos del acápite anterior. Pero para responder con mayor exactitud a esta pre-gunta debemos relaciona más explícitamente los presupuestos de la abducción con las representaciones sociales en general y las correspondientes a un campo teórico en particular.

Tanto en uno u otro campo (que difieren en el grado de especificidad y de elaboración lógica de las re-presentaciones) los conocimientos “a mano” o el denominado capital abductivo que hicieron posible la producción de hipótesis, serán de algún modo impactados por los resultados de las investigaciones que ellos hicieron posibles. Dado ese impacto, habrán de producirse re-significaciones y reestructuraciones en los sistemas de relevancia entre los conceptos (sobre cosas y relaciones) que componen dicho capi-

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tal; cambios que pueden incluir reorganizaciones en los sistemas de relevancia que existen entre diver-sos conocimientos. De ellos se derivarán cambios en las representaciones (más o menos congruentes según el tipo de relación de sus portadores con la actividad valorativa y cognitiva) y nuevas formas de aplicación de los mismos a la investigación. Aplicación posible siempre y cuando puedan conjeturarse analogías

60 entre el nuevo caso y los casos que dieron origen a los universales que se tendrán en la

nueva investigación. Afirmación que, para ser mejor implementada, requiere recordar que ese capital abductivo está conformado por múltiples universales provenientes de diferentes áreas de la experiencia humana, lo que ayudará a mejorar la calidad del esfuerzo creativo ante cualquier dificultad cognitiva. Trabajo de comparaciones y abducciones que solo es legítimamente producido si el investigador, fiel al mandato constructivista de no informar solo sobre resultados sino también sobre el modo en que llegó a construirlos, haya aclarado su metodología. Pues su función es heurística: no produce un nuevo concep-to mediante la asociación o la deducción de los preexistentes, sino que establece una apoyatura en la tarea de descubrimiento.

En ese caso, la selección y utilización de aquellos universales es condicional. Esto es, responden a la proposición “si…entonces”. Donde el condicionante “si” alude a la caracterización sistémica global en el interior de la cual la generalización cobra fuerza interpretativa: únicamente si el condicional se cumple da lugar al “entonces”, que autorizaría a utilizar dicho capital.

Luego de esa primera etapa, que en la investigación cumple un rol principal, se abren paso las tareas que la epistemología dominante sitúa en el comienzo racional de la investigación. Efectivamente, una vez conocido cada caso es posible la comparación y luego la inducción: en ese momento, la observa-ción, guiada por clasificaciones conocidas, puede ir sumando y descartando elementos hasta llegar a construir una imagen que, una vez nombrada, pasa a formar o reafirmar y fortalecer un universal analó-gico −sea un concepto o una relación entre ellos

61.

En el caso del razonamiento por analogía reaparece la importancia de la acumulación de muchos y di-versos conocimientos. Si el conocimiento anterior no es amplio y diverso, las posibilidades de razonar inductivamente y detectar analogías es muy pobre. Por ende, mientras mayor sea la diversidad y ampli-tud de nuestros conocimientos, mayor será la capacidad potencial para que la abducción, la deducción y la inducción por analogía se produzcan. Así pues, el proceso enunciado también se diferencia de la in-ducción empirista y/o elementalista en que:

1. no deja en el olvido el contexto del que se infiriera aquello a lo que se atribuye el carácter de co-mún (y, por ende, perteneciente a una clase);

2. ni, por consecuencia, permite que el investigador se vea eximido del correspondiente estudio sis-témico del nuevo contexto en el que la variable ha de ser aplicada. Por lo que al deducir, el estu-dioso deberá siempre conocer el modo en que se produjeron las premisas y, en cualquier caso, utilizarlas como conjetura que le permite establecer relaciones que lo guíen durante su trabajo.

Ahora bien, para evitar los equívocos que puede generar una propuesta que se aparta de los modelos hegemónicos, insisto en esto. No pretendo negar que todo nuestro conocimiento sea, de un modo u otro, una actividad que tiende a la producción generalizaciones. Lo que propongo es que ellas sean entendidas como conjuntos conjeturalmente universales, sea de rasgos, de relaciones o de una unión de ambos. Si tales generalizaciones no existieran, la reducción de información, que hace posible su manejo, sería imposible; y con ello, sería imposible tanto el conocimiento como el lenguaje mismo. En esa medi-da, es innegable que dichas generalizaciones son una forma de acumulación y estructuración de expe-riencias que, habilitando la producción de conjeturas, hacen posible la investigación.

60 Recordar lo dicho sobre analogía. Ver el tratamiento que hacen sobre la analogía Bourdieu P., Cham-

boredon J-C, et al., (1979).

61 Sobre la utilización de la analogía en la medicina ver: Foucault (1981).

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Característica que implica un alerta. Si se reconoce que los universales son efecto de categorizaciones que se producen por inducciones analógicas (que asimilan dentro de un universal las consecuencias de investigaciones sobre casos análogos), en cada una de sus aplicaciones el investigador debe estar alerta a lo específico y no solo a lo general, pues normalmente cada caso es algo más que lo descrito en las clasificaciones que utilizamos para su primera comprensión. Precaución que conduce a operaciones cuya imposibilidad es uno de los rasgos de la metodología criticada. Es en dicho contexto que se puede reafirmar que, en la investigación de los “casos”, lejos de proponer una imposible corroboración de hipó-tesis, se utilizan generalizaciones como apoyo heurístico (cuyos resultados pueden constituirse en base para la producción o corroboración de otras generalizaciones) con el objeto de producir teorías individua-les que, luego de los correspondientes estudios comparados, den lugar a universales analógicos contex-tualizadores.

…………….

Resumida esas ideas. Y como un relato que ha de requerir de otros para continuar en la discontinua línea del tiempo, este artículo llega a su fin. Su pretensión fue alegar por la dignidad de los estudios de casos y de las técnicas cualitativas, enfrentando una discusión sobre algunos aspectos de un paradigma que se ha ido consolidando en el curso de más de cuatro siglos. Si no obtiene resultados respecto al cambio en los protocolos que debemos satisfacer para hacer nuestras investigaciones, al menos me ha servido de catarsis.

Sinceramente ignoro si en las ciencias físico-naturales abstraer la relación espacio temporal (que es un modo de referir a los sistemas de relaciones que un objeto manifiesta en cada una de esas encrucijadas entre tiempo y espacio) puede ser insignificante. En ciencias sociales no lo son para nada. Por eso es que los universales, convertidos en capital abductivo frente a cada decisión, ya no poseen la elegancia de un modelo de algunas variables y algunas relaciones. Pero, por sobre todas las cosas, no son una proyección del conocimiento pasado respecto a un acontecimiento futuro en el que lo espacio/temporal carezca de importancia. Ese es el motivo por el que creo que no hay investigaciones que no sean relati-vas a un caso: aunque tenga las ambiciones de reconocer la marcha de la economía mundial, ya que en esa investigación el caso es “la economía mundial”.

Sin duda, el trabajo de los especialistas en elaboraciones cognitivas posee dos rasgos o usos diferentes y ambos muy importantes para la humanidad. El primero es el de producir instrumentos teóricos que permitan operar en todos los ámbitos en los que los humanos debemos actuar para mejor vivir. El otro es el de producir certezas que tranquilicen, tal como lo hicieron y siguen haciendo los teólogos o cualquier otro intelectual de las religiones. Aun sabiendo que no puedo dejar de asumir algunas de las característi-cas de los segundos, el propósito de este texto no pretende sumarse a las epistemologías de las certe-zas sino a las epistemologías de la investigación: esas que reproducen la curiosidad embargada de pru-dencias con las que un niño va reconociendo el mundo.

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i El “Yo acuso” debe ser tomado como un chiste evidentemente. En verdad, me surgió tal como lo explica Freud en

su psicopatología de la vida cotidiana.