estudio de los castillos del temple y el hospital en la corona de aragón
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Castelos das Ordens Militares
Atas do Encontro Internacional
Edição
Direção-Geral do Património Cultural (DGPC)
Coordenação Científica
Isabel Cristina Ferreira Fernandes
(GEsOS – Município de Palmela)
Lisboa, março de 2014
C A STE LO SDA S O R D E N S
M I LITA R E S
11
Nuevas aportaciones al estudio de los castillos del Temple y del Hospital de la Corona de Aragón
JOAN FUGUET SANSEscola Superior de Conservació i Restauració de Béns Culturals de Catalunya
En los últimos años, algunos castillos de frontera de las órdenes del Temple y el Hospital
en tierras de la Corona de Aragón han sido objeto de excavaciones y/o restauraciones de diver-
sa índole y magnitud. Es el caso, entre otros, de las fortalezas templarias de Miravet (Ribera
d’Ebre, Tarragona) y Castellote (Maestrazgo, Teruel), y de la sanjuanista de Ulldecona (Mont-
sià, Tarragona). Todas ellas tienen en común el hecho de haber sido construidas entre los siglos
XII y XIII sobre anteriores asentamientos andalusíes (Fig. 1).
El castillo de Miravet1, ediicado junto al Ebro (Figs. 2 y 3) en un recodo que se eleva unos
100 m sobre el río, es una fortiicación de perímetro ovalado que se adapta a la orografía de
la roca2. Los templarios, partiendo del sustrato andalusí, utilizaron el espacio de la celoquia,
o recinto superior, para levantar sus principales ediicios, que fueron ordenados en cuadro
alrededor de un patio, según el esquema del clásico castrum; en el recinto inferior o albacar3,
que desciende hacia el río formando dos terrazas, alojaron diversos servicios de menor impor-
tancia (una pequeña capilla, caballerizas, aljibe…). Al exterior, en la ladera oeste, al abrigo del
castillo, se conservó el antiguo arrabal (barrio) de la población musulmana que permaneció
allí (Blora, en los documentos)4.
En Miravet, a ines de los años ochenta del siglo pasado tuvo lugar una primera pros-
pección arqueológica de escasa importancia5. Le siguieron otras de mayor envergadura en la
12 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
década siguiente6, que fueron acompañadas de los primeros trabajos de restauración del ala
septentrional del conjunto. Finalmente, la última campaña, iniciada en 20107, ha resultado
especialmente interesante porque permite constatar diferentes aspectos relativos a la cons-
trucción del castillo templario.
En el castillo se aprecia con claridad la obra templaria en los lados norte y este, en los
que se ubicaron los principales ediicios: en el norte, la iglesia conventual (en la planta no-
ble), habitaciones y otros servicios; y en el este, el llamado en la documentación hospitalaria8
“refectorio”, una construcción de planta rectangular y bóveda de cañón (Fig. 7). Las referi-
das excavaciones han puesto al descubierto en el subsuelo de dicha estancia cinco cilindros
de mampostería de 1,80 m de diámetro por 2,50 m de altura, asentados sobre la roca madre
— que en este lugar forma pendiente o escalón entre el recinto superior y el inferior —, dispues-
tos ordenadamente en el eje longitudinal de la fábrica (Figs. 4 y 5). Corresponde claramente a
un primer proyecto de cubrimiento del ediicio con bóveda de crucería, que debió abandonarse
probablemente por motivos estructurales (algún cilindro está ligeramente inclinado). Dichos
cilindros, enterrados, habrían cimentado los pilares que, con la colaboración de ménsulas mu-
rales, habían de soportar una bóveda de crucería (Fig. 6). A partir de aquí, cabe imaginarse un
refectorio estructural y formalmente próximo a las construcciones cistercienses del vecino mo-
nasterio de Poblet, o a las hospitalarias de refectorios como el del Hospital de San Juan de Acre.
En el mismo subsuelo, en la zona adyacente del patio de armas, apareció la cimentación
de la antigua muralla andalusí que cerraba la celoquia por el lado sur este (Fig. 7). Este muro
recorría en dirección norte-sur la plataforma superior, justo al borde del escalón, o desnivel,
de seis metros, del recinto inferior. El lienzo desenterrado de la muralla andalusí — de unos
30 m — tenía dos bestorres rectangulares de lanqueo y estaba construido de tapial con zóca-
lo de mampostería. Los templarios lo derribaron y construyeron el refectorio sobre el citado
desnivel. Para ello, levantaron la pared occidental del refectorio en el recinto superior (patio
de armas), más o menos siguiendo la línea de la derrumbada muralla; y la oriental, seis metros
más abajo en la plataforma inferior. Con el in de nivelar el inclinado suelo del refectorio con el
patio de armas, lo terraplenaron con los derribos de la muralla andalusí, con tan buena fortu-
na para la investigación actual que un buen número de bloques enteros del antiguo tapial han
aparecido en la excavación esparcidos por el subsuelo (Fig. 5).
Parece, pues, evidente que la excavación muestra el interés de los templarios por ha-
cer tabula rasa de la construcción andalusí y pone en tela de juicio airmaciones que tienden
a minimizar la intervención templaria en la construcción del recinto superior del castillo9.
Es por ello que no existen motivos para airmar, como se ha hecho en alguna ocasión, que
la obra templaria que cierra el castillo por poniente se limitó a aprovechar el muro andalusí
13NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LOS CASTILLOS DEL TEMPLE Y DEL HOSPITAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
recreciéndolo en el exterior con sillería. Esta hipótesis resulta poco demostrable si se considera
que el muro tiene cinco metros de grosor, mientras que la sillería apenas sobrepasa el metro:
no es normal un muro de este grosor (serían cuatro metros) en los husun andalusíes. En nuestra
opinión, mientras la arqueología no resuelva de manera clara la construcción y constitución de
este muro, cualquier especulación carece de sentido.
Resulta aún menos clara la autoría (andalusí o templaria) del lanco sur que contiene la rampa
de acceso al recinto superior, a causa de su deterioro y de las numerosas remodelaciones sufridas
en épocas moderna y contemporánea10. Las características de este sector en su estado actual, más
bajo que los demás y de un grosor exagerado que sobrepasa los 10 m, son a día de hoy enigmáticas.
La resistencia durante un año, de 1308 a 1309 de los templarios de Miravet a las tropas de
Jaime II puso a prueba su capacidad defensiva. Ello se debió sin duda a la moderna poliorcética
de la fortaleza con torres de 27 m de altura y muros también altos y de piedra de un grosor con-
siderable, que soportaban anchas plataforma donde asentar máquinas de guerra (trabuquetes,
carabucas,…) para disparar piedras de gran tamaño y saetas incendiarias sobre las tropas
reales y sobre el propio barrio de Blora, que fue totalmente destruido11 (Fig. 8).
Castellote12 (Fig. 9) llegó al Temple en el año 1196, tras haber formado parte de la orden
del Santo Redentor fundada por el rey Alfonso el Trovador (o el Casto), que, inalmente, por
disposición del mismo monarca, fue absorbida por el Temple. El castillo se levanta sobre un
peñasco alto y abrupto que domina un paso estratégico del río Guadalope (aluente meridional
del Ebro). Durante la segunda mitad del siglo XII había sido un enclave musulmán que contro-
laba el avance enemigo hacia Valencia.
El Temple estableció en Castellote y su término castral, de unos 400 km2, una encomienda
sobre la cual ostentó la plena jurisdicción. Además del pueblo de Castellote, que creció en la
falda sur de la colina, señoreaba varios pueblos de los alrededores (Fig. 9). Desde Castellote
los templarios realizaron frecuentes razzias sobre la población musulmana de los alrededores
como preámbulo a la conquista de la zona de Valencia13.
En el conjunto se observan dos recintos, uno superior, o castillo propiamente dicho, asen-
tado en la cima y de muy buena construcción, aunque muy castigado por las guerras del siglo
XIX; y otro inferior, apenas visible, que desciende por la ladera nor-occidental, con un aljibe
y restos de un muro que pudo haber cerrado un albacar andalusí. La topografía abrupta de la cima
determina un castillo de planta muy irregular y alargada, recorrida por muros de mampostería
y sillarejo, en gran parte arruinados (Figs. 10 y 11). En la zona central y más ancha del recinto,
sobre acantilados espectaculares (Fig. 14), se asientan los muros altos y de excelente sillería de
los principales ediicios del castillo, de los cuales subsisten importantes restos de las plantas
inferiores. Están constituidos por una gran sala (Fig. 13) de 25 m de largo por 7 de ancho (que
14 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
pudo ser un refectorio o sala de caballeros) y una torre maestra (Fig. 12) de base cuadrada de
11,5 m de lado y 2,5 m de grosor; ambos conservan vestigios de bóvedas de cañón, mientras que
en la sala se pueden apreciar vestigios de un arco diafragma que debió dividirla por la mitad.
En la fortaleza templaria de Castellote, durante el año 2010, se realizó un importante
trabajo de desescombro y restauración que, si bien, no ha añadido ninguna novedad a lo cono-
cido hasta la fecha14, ha consolidado ostensiblemente las murallas y la torre maestra15 (Fig. 15).
Aunque aquí no se hayan efectuado excavaciones, a juzgar por lo que resta del castillo anda-
lusí (un aljibe y parte de muro del albacar), parece que, como en Miravet, las construcciones ante-
riores a la obra templaria fueron de mucha menor categoría y que la Orden construyó la fortaleza
sin reutilizar elementos anadalusíes anteriores. La reciente restauración ha puesto de relieve un
plan arquitectónico mucho más compacto de lo que los dispersos ediicios hacían presumir.
La poderosa torre maestra de Castellote, levantada sobre la peña que domina la pobla-
ción, cumplía con creces la función defensiva y simbólica del nuevo poder feudal. Como Ascó,
Miravet, Monzón y Chalamera, Castellote resistió el asedio de Jaime II en 1308. Esta torre,
coronada por una plataforma, tenía, como en Miravet, la función de soportar enormes máqui-
nas de guerra. Desconocemos su utilización durante el siglo xiii pero la documentación rela-
tiva al asedio por las tropas reales16, informa de que los templarios de Castellote poseían dos
algarradas (unos ingenios del tipo de trabuquete de torsión), con las cuales disparaban piedras
a los sitiadores y a la población de Castellote. Parece ser, que los proyectiles lanzados al castillo
por las máquinas del rey eran devueltos por las algarradas de los templarios.
Las recientes obras de restauración han puesto también de maniiesto un detalle impor-
tante que atañe al conocimiento de la vida cotidiana de los templarios: en el muro norte del
refectorio (ángulo superior occidental), han aparecido restos de revoque de pintura al fresco,
hecho que hace suponer que la estancia estaba decorada con pinturas murales (Fig. 16).
El castillo de Ulldecona, situado en una colina que se alza al sudoeste de la población
actual (Figs. 17 y 23), en un punto estratégico muy importante que ha dominado secularmente el
camino de Barcelona a Valencia, fue donado a los caballeros de San Juan por haber participado,
como los templarios, en la conquista de Tortosa. Sin embargo, unos años más tarde, a ines del
siglo XII, los sanjuanistas cedieron Ulldecona a los Montcada con el propósito de acelerar su
repoblación y fortiicación; más adelante, ya en el siglo XIII, lo recuperaron y asumieron aque-
llas funciones que no se habían realizado.
Los hospitalarios habían recibido con Ulldecona todo el territorio situado al sur del
Ebro hasta el río Senia, es decir, la actual comarca catalana del Montsià. La feudalización
y colonización de este amplio territorio comenzó a partir del castillo de Amposta, situado
al norte, en la desembocadura del Ebro, en un sitio estratégicamente muy importante para la
15NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LOS CASTILLOS DEL TEMPLE Y DEL HOSPITAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
defensa de Tortosa. La riqueza del delta del río y las prerrogativas que sobre el territorio tuvo
la orden, convirtieron Amposta en la encomienda hospitalaria más rica de Catalunya, que, en
1154, se convirtió en capital del nuevo priorato catalanoaragonés de la orden bajo el nombre —
excepcional — de “Castellanía de Amposta”. Desde allí, en un primer momento, los hospitala-
rios colonizaron la región norte del Montsiá, y más adelante se ocuparon del sector sur, donde
fundaron una segunda encomienda en el castillo, ya recuperado, de Ulldecona.
En 1280, Pedro el Grande, mediante una permuta, recuperó Amposta, que sus anteceso-
res habían cedido a la orden. El castillo dejó de ser sede de la encomienda y capital de la pro-
vincia; ésta, después de unos años de itinerancia, ya en el siglo XIV, se estableció en el antiguo
palacio de la Zuda de Zaragoza. Del castillo de Amposta apenas quedan vestigios, la guerra
civil del siglo XV y los posteriores expolios acabaron con él. Las propiedades ampostinas de
los sanjuanistas retenidas en la permuta pasaron a la encomienda de Ulldecona, que, a partir
de entonces, fue la casa principal de los hospitalarios en las tierras del Ebro.
En Ulldecona, desde inales del siglo xii y durante la primera mitad del xiii, el Hospital
construyó un castillo nuevo sobre el antiguo hisn andalusí, formado por el clásico conjunto de
albacar y celoquia. Se conserva el muro perimetral que cerraba el albacar, construido a base
de materiales y técnicas diversas musulmanas y cristianas, y vestigios de la celoquia (Fig. 18).
Los ediicios cristianos construidos sobre el recinto superior del hisn se situaron al sudoeste,
en la parte más elevada de la plataforma. Son una torre de ines del siglo XII de planta circular
y alzado ligeramente cónico, una torre maestra de grandes dimensiones y una iglesia, ambas
construidas ya en el siglo XIII (Figs. 19 y 23).
El ediicio más importante es la torre maestra (Figs. 20, 21, 22 y 23), un imponente prisma
cuadrangular con tres pisos y terraza, que mide 13 m de lado, en la base, por 20 m de altura.
Tiene las plantas baja y primera divididas por la mitad en dos estancias iguales, cubiertas con
bóvedas de cañón paralelas; por el contrario, el segundo piso presenta un espacio único con
un arco diafragma separador que soporta dos bóvedas en dirección opuesta a las inferiores
(Fig. 22). Originalmente se accedía a la torre por el segundo piso, y la comunicación interior se
realizaba con escaleras móviles a través de trampas, excepto en la terraza a la que se accedía
(y accede) por una escalera que penetra el muro (Fig. 21).
La torre debió construirse en los años en que los hospitalarios organizaron la encomien-
da, es decir, en la primera mitad del siglo xiii. A pesar de ser un ejemplar de antiquísima tradi-
ción en la Europa románica17, tal vez tiene mayor semejanza con las que contemporáneamente
construían los francos en Oriente. Como éstas, Ulldecona utilizó la bóveda para cubrir los
pisos, mientras los donjon franceses cubrían con vigas18. Sin embargo, es interesante subrayar
que sigue la tradición occidental de colocar el acceso en el segundo piso y no en la planta baja
16 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
como solían hacer las torres maestras orientales. El castillo sanjuanista tuvo al principio un
marcado carácter militar que le llevó a colaborar en la conquista levantina.
Como en Miravet, en el castillo hospitalario de Ulldecona tuvo lugar una primera pros-
pección arqueológica en los años ochenta del siglo pasado19 que puso al descubierto vestigios,
apenas insinuados en el suelo, del anterior castillo andalusí. Más adelante, a partir de la década
siguiente, se fueron sucediendo campañas arqueológicas, seguidas de obras de consolidación
de los restos descubiertos y restauración de los ediicios conservados20. Estas prospecciones,
si bien han añadido información sobre las construcciones andalusíes y las cristianas (docu-
mentadas respectivamente entre los siglos X y XV), en líneas generales no han modiicado las
conclusiones de la primera campaña21.
Así pues, las excavaciones parecen conirmar que la fortaleza andalusí fue una construc-
ción de tapial y mampuesto de escasa relevancia, como la de Miravet, y que la construcción
realmente importante del castillo fue la cristiana, sobre todo la gran torre maestra. Aunque la
información proporcionada por las excavaciones no es tan explícita como en Miravet, es evi-
dente que la mínima conservación de restos andalusíes y la destacada presencia de una cons-
trucción alta y de piedra, visible a muchos quilómetros de distancia, tiene todos los ingredien-
tes que permiten considerar en Ulldecona un proceso constructivo semejante al de Miravet.
Conclusiones
Las principales fortalezas del Temple y del Hospital de la corona catalana-aragonesa
(Miravet, Gardeny, Peníscola, Monzón, Castellote, del primero; Amposta y Ulldecona del se-
gundo) fueron en su origen castillos de frontera presumiblemente construidos por los freires
caballeros tras arrasar las fortalezas musulmanas que les precedieron, si bien, es cierto que, en
algunos casos, pudieron aprovechar alguna estructura arquitectónica y la disposición espacial
del castillo musulmán. Sobre el ediicio andalusí, a menudo de escasa altura y construido
a base de tapial y mampostería, los cristianos levantaron imponentes castillos de sillería con
muros y altas torres, con los cuales pretendían no sólo humillar el enemigo sino también
representar simbólicamente el nuevo poder feudal22.
La posible construcción ex novo por parte del Temple de castillos como el de Miravet
es una opinión que hemos mantenido desde el inicio de nuestra investigación sobre la arqui-
tectura de la orden23. Las recientes excavaciones llevadas a cabo en esta fortaleza, parecen
conirmarlo. Las conclusiones respecto a Miravet pueden extrapolarse por analogía a Cas-
tellote y a Ulldecona.
17NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LOS CASTILLOS DEL TEMPLE Y DEL HOSPITAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
Por otra parte, observamos que las tipologías y las innovaciones poliorcéticas que se apre-
cian en estos castillos son debidas al avance de las técnicas de guerra producidas principal-
mente en Oriente, aunque es evidente que también hubo una inluencia mutua entre Oriente
y Occidente a causa de la relación constante producida por los viajes y las estancias prolonga-
das en ambas áreas geográicas de personajes relevantes de las órdenes24.
Esperemos que las excavaciones y trabajos de restauración puedan aportar en un futuro
una mayor comprensión no sólo de la función militar y de ostentación de señorío feudal de las
fortalezas sino que también ayuden, como en el caso de Castellote, a profundizar en aspectos
de la vida cotidiana de los freires que habitaban en estas fortalezas.
Mapa de la Corona de Aragón. Situación de los castillos analizados.
Fig. 10 50 100 200 km
18 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
Fig. 4
Fig. 2 Fig. 3
Fig. 5
La orden del Temple en los territorios del Ebro catalán. Vista aérea del castillo de Miravet (Fot. Raimon, Móra d’Ebre).
Miravet. El refectorio excavado recientemente (Fot. JFS). Miravet. Refectorio, planta y sección de la excavación.
Construcción destruida de época andalusí (s. XI–XII)
Construcción interrumpida de época templaria (s.XII)
Construcción definitiva de época templaria (s. XII–XIII)
Sección por A–B
19NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LOS CASTILLOS DEL TEMPLE Y DEL HOSPITAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
Fig. 7
Fig. 6
Miravet. Representación virtual de la construcción del refectorio a partir de los hallazgos arqueológicos (Dibujos de Enric Adell).
Miravet. Planta del recinto superior del castillo con explicación gráfica de las construcciones andalusíes y cristianas.
3. Proyecto descartado 4. Proyecto realizado2.1.
Estructuras andalusíes datadas
Posibles estructuras andalusíes
Ubicación del refectorio
20 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
Fig. 9
Fig. 8
Miravet. Ángulo suroeste del recinto superior donde los
muros y la torre alcanzan los 27 m de altura (Fot. JFS).
Mapa de situación de la encomienda de Castellote en el contexto del Maestrazgo aragonés.
21NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LOS CASTILLOS DEL TEMPLE Y DEL HOSPITAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
Fig. 11
Fig. 10Castellote. Planta del castillo (Dibujo de Gordillo Courcieres).
1. Camino al poblado
2. Puente y acceso principal
3. Baluarte
4. Atalaya
5. Primer recinto
6. Paso al segundo recinto
7. Torrecillas
8. Patio de armas
9. ¿Capilla?
10. Torre del homenaje
11. Patio de la cisterna
12. ¿Sala capitular?
13. Portillo
14. ¿Cisterna exterior?
15. Albacara
16. Camino al barranco
Castellote. La población y el castillo según un gravado de 1820.
7
14
10
12
13
9
8
6
11
74
32
5
1
15
16
0 302010
22 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
Fig. 14
Fig. 13Fig. 12
Castellote. El castillo visto desde el noroeste (Fot. JFS). Castellote. ¿Sala de caballeros, refectorio? (Fot. JFS).
Castellote. El castillo visto desde el lado sur (Fot. JFS).
23NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LOS CASTILLOS DEL TEMPLE Y DEL HOSPITAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
Fig. 16
Fig. 15
Castellote. Estado actual del castillo después de la reciente restauración (Fot. JFS).
Castellote. Sala de caballeros. Restos de revoque de pintura mural con incisiones circulares (Fot. JFS).
24 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
Fig. 19
Fig. 18Fig. 17
Ulldecona. Posesiones de la orden de San Juan en los
territorios del Ebro catalán.
Ulldecona. Castillo, planta del conjunto.
1. Muralla andalusí; 2. Albacar; 3. Celoquia;
4. Muralla cristiana; 5. Torre maestra; 6. Iglesia;
7. Patio de armas; 8. Acceso principal.
Ulldecona. El castillo visto desde el suroeste, antes de la restauración (Fot. JFS).
7
35
8
8
2
4
1
6
25NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LOS CASTILLOS DEL TEMPLE Y DEL HOSPITAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
Fig. 21
Fig. 22 Fig. 23
Fig. 20
Ulldecona. Torre maestra del castillo vista desde el sur, antes
de la restauración (Fot. JFS).
Ulldecona. Perspectiva isométrica de la torre maestra
(Dibujo de Salvador Viladrich).
Ulldecona. Torre maestra. Interior del segundo piso (Fot. JFS). Vista aérea del castillo de Ulldecona
(Fot. Enciclopedia Catalana, S.A.).
26 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
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27NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LOS CASTILLOS DEL TEMPLE Y DEL HOSPITAL DE LA CORONA DE ARAGÓN
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Pagès.
VILLALBÍ PRADES, María del Mar; FORCADELL VERICAT,
Toni; ARTIGUES CONESA, Pere Lluís (1994) – El cas-
tell d’Amposta: nota preliminar. Quaderns d’Història Tarraconense. Tarragona. 13, pp. 183–207.
1 Agradezco a Carles Brull, arquitecto, a Marina Miquel,
Cap de Gestió de Monuments del Museu d’Història de Catalunya, y a Enric Adell, delineante, que me hayan
facilitado información y dibujos sobre las excavaciones
del refectorio de Miravet.
2 Sobre Miravet, véase, Fuguet, 1995, pp. 81–89, 1998,
pp. 63–67; AA. VV., 1997, pp. 190–197.
3 Según algunos autores, el albacar era un recinto para
guardar el ganado mientras para otros el albacar aco-
gía una población y formaba parte de la fortiicación
del hisn. Una buena discusión en Bazzana, Cressier &
Guichard, 1988, pp. 28–32.
4 Finke, 1907, II, p. 87.
5 Curto, 1987–1988, pp. 49–61.
6 Artigues, 1997, pp. 39–60.
7 Artigues , Mesas & Riu-Barrera, 2011–2012.
8 “Item. al lado de la cisterna hay un grande teatro donde
tenían los templarios el reitorio” (Ortega, 1986, p. 11).
9 AA. VV., 1997, pp. 192–193.
10 Por su situación orográica, este lanco gozó de una de-
fensa natural que le permitía no estar excesivamente
reforzado. Esta circunstancia favorable cambió radi-
calmente con la aparición de la artillería que lo castigó
duramente desde la orilla opuesta del Ebro en el curso
de las guerras modernas.
11 Finke, 1907, II, p. 87; Forey, 1984, pp. 197–234. Sobre
el “carabuca”, véase Fuguet & Plaza, 2012, pp. 61–74,
154–167. Véase también Chevedden, 1996, ig. 10.
12 Agradezco a Marisa Tena, directora de la Biblioteca
Publica Municipal de Castellote y a José Francisco
Casabona la amabilidad que han tenido al cederme
imágenes de Castellote.
13 Casabona, 2010, p. 99.
14 Gordillo, 1976, pp. 21–33.
15 Casabona, 2010, pp. 87–102.
16 Forey, 1984, p. 35.
17 Enlart, 1932, p. 577.
18 Chatelain, 1988, p. 130.
19 Cabestany, 1988, pp. 41–43; Genera & Cabestany, 1997,
pp. 309–319.
28 IV – FORTIFICAÇÕES DA ORDEM DO TEMPLO E DA ORDEM DO HOSPITAL
20 Algo más tarde, a partir de los años noventa siguieron
los trabajos arqueológicos y restauradores: Artigues &
Villalví, 1993, pp. 451–457; Villalví, Forcadell & Ar-
tigues, 1994, pp. 185–198; Forcadell, 1996, pp. 13–32;
Forcadell & Segura, 2007, pp. 31–59; Forcadell, 2008,
pp. 183–207.
21 Genera & Cabestany, 1997, pp. 309–319.
22 A esta conclusión llegó Buresi con motivo de estu-
diar la fortaleza de Calatrava la Nueva (Buresi, 2001,
pp. 131–132).
23 Fuguet, 1995, p. 82.
24 Fuguet & Plaza, 2012, pp. 72–74.