estructura familiar, tipología y dinámica

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Estructura familiar, tipología y dinámica Las transformaciones sociales, económicas y políticas de las últimas tres déca- das han repercutido sobre la estructura, tipología y funciones de la familia co- lombiana, así como de otras instituciones que buscan la adaptación a nuevas exigencias y condiciones de vida. De este proceso resulta una multiplicidad de estructuras familiares, producto de un aumento en las rupturas matrimoniales seguidas de nuevas recomposiciones legales o de hecho, de un aumento de las uniones libres sin intención procrea- tiva y del madresolterismo adolescente, estructuras que podríamos denomi- nar nucleares incompletas: diada conyugal, diada materna, diada paterna, o extensas modificadas: abuelos-nietos; abuelo(a) hijo(a) nietos(as); abue- los-tíos-nietos; etc. Otro tipo de estructura familiar -relativamente nueva- en el país es la nu- clear autónoma completa, es decir la familia integrada por dos generaciones (padres e hijos), con vivienda separada del grupo familiar extenso (30%) carac- terística de los estratos altos y de algunos sectores medios (profesionales) de las cuatro grandes ciudades del país (Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla), resultante de una etapa de evolución urbana e industrial que lleva a la separación de funciones entre las diversas instituciones y a la instauración del imperio de la ley secular y de la educación formal, lo cual sumado a otros factores, debilita los lazos familiares extensos y estimula los laborales, amisto- sos y de otro tipo. Sin embargo la evidencia de un aumento en las rupturas familiares, en las uniones sucesivas o sobrepuestas y en el madresolterismo eventual, ha incidido en la generación de un proceso circular tendiente a reconformar estructuras familiares extensas unilíneales o bilaterales transito- rías o permanentes. Es así como empezamos a ver que cuando hay ruptura conyugal o madresol- terismo, debido a que el hombre o la mujer quedan a cargo de los hijos general- mente en precarias condiciones económicas y/o afectivas, buscan a la familia de origen para que les sirva de soporte económico/afectivo temporal, o conforman una estructura familiar extensa permanente con varias generaciones, vivienda 39

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Estructura familiar, tipología y dinámica

Las transformaciones sociales, económicas y políticas de las últimas tres déca­das han repercutido sobre la estructura, tipología y funciones de la familia co­lombiana, así como de otras instituciones que buscan la adaptación a nuevas exigencias y condiciones de vida.

De este proceso resulta una multiplicidad de estructuras familiares, producto de un aumento en las rupturas matrimoniales seguidas de nuevas recomposiciones legales o de hecho, de un aumento de las uniones libres sin intención procrea-tiva y del madresol ter i smo adolescente, es t ructuras que podr íamos denomi­nar n u c l e a r e s i n c o m p l e t a s : diada conyugal, diada materna , diada pa te rna , o e x t e n s a s m o d i f i c a d a s : abuelos-nietos; abuelo(a) hijo(a) nietos(as); abue­los-tíos-nietos; etc.

Otro tipo de estructura familiar - re la t ivamente n u e v a - en el país es la nu­c lea r a u t ó n o m a c o m p l e t a , es decir la familia integrada por dos generaciones (padres e hijos), con vivienda separada del grupo familiar extenso (30%) carac­terística de los estratos altos y de algunos sectores medios (profesionales) de las cuatro grandes ciudades del país (Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla), r esu l tan te de una e t a p a de evolución u rbana e industrial q u e lleva a la separac ión de funciones entre las diversas instituciones y a la instauración del imperio de la ley secular y de la educación formal, lo cual s u m a d o a otros factores, debilita los lazos familiares extensos y estimula los laborales, amisto­sos y de otro tipo. Sin embargo la evidencia de un aumen to en las rupturas familiares, en las uniones sucesivas o sobrepues tas y en el madresol te r i smo eventual, ha incidido en la generación de un proceso circular tendiente a reconformar estructuras familiares extensas unilíneales o bilaterales transito-rías o permanentes .

Es así c o m o empezamos a ver que cuando hay ruptura conyugal o madresol­terismo, debido a que el hombre o la mujer quedan a cargo de los hijos general­mente en precarias condiciones económicas y/o afectivas, buscan a la familia de origen para que les sirva de soporte económico/afectivo temporal, o conforman una estructura familiar extensa permanente con varias generaciones, vivienda

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y gastos compartidos. Si la ruptura se hace a edades tempranas o medianas (antes de los 45 años), es probable que la mujer y especialmente el hombre, conformen otra u otras uniones y salgan de la familia extensa (temporal o de­finitivamente).

Las modalidades tipológicas varían según los patrones culturales-regionales y de acuerdo con la estratificación social. Es así como la modalidad predominan­te es la de la familia extensa modificada unilineal de hecho en los estratos bajos de las áreas urbanas del país 41%, de los cuales hay un 23% de familia extensa unilineal materna en las regiones Paisa, Caribe, Valle del Cauca y Risaralda, Tolima Grande, donde ha sido tradicional la jefatura económica domés­tica de la "abuela"22 y un 18% de familia extensa unilineal paterna en las regiones de los Santanderes, Cundiboyacense y Caucano-Nariñense, en las cuales ha sido tradicional el patriarcalismo,23 frente a un 20% de familia ex­tensa bilateral encontrada en estratos medios y altos de poblaciones entre 20.000 y 500.000 habitantes y un 39% de familias nucleares au tónomas en las ciudades mayores de 500.000 habitantes.

Estas modalidades tipológicas pueden ser el resultado de uniones legales y recomposiciones legales (previa anulación de matrimonio católico o de di­vorcio para el matrimonio civil), o de recomposiciones de hecho cuando hay una previa unión matrimonial no disuelta legalmente, o de una unión libre. Simultáneamente se presentan uniones poligínicas y poliándricas ab ie r tas o encubiertas según el estrato social y la región. Vale destacar que en las últi­mas décadas se han incrementado las parejas múltiples generalmente encu­biertas (adulterio femenino y masculino), pertenecientes al mismo estrato social (medio y alto) y sin ruptura de la unión legal (no es posible dar datos estadísticos).

También se destaca el aumento de los matrimonios civiles entre la población joven urbana24 y el aumento de segundas nupcias civiles en el exterior como una manera de legitimar una unión después de la ruptura de un matri­monio católico, comportamiento acorde con la nueva escala de valores eróti-co-afectivos, reproductivos, sociales, económicos, individualistas y hedónícos de una sociedad cada vez más penetrada por nuevos mensajes ideológicos en materia de familia y de afecto en la cual la religión católica ha ¡do perdiendo el control social, moral y ético que la caracterizó en épocas anteriores. Cada su-bregíón y estrato social acepta de diferente manera la ruptura matrimonial y de pareja; así como la subsecuente recomposición. Es así como aún se observan

22 Cfr. Gutiérrez de Pineda, Familia y Cultura en Colombia, 1963.

23 Cfr. Gutiérrez de Pineda et al., El Patriarcalismo en Santander, 1990.

24 Rubiano Norma y Lucero Zamudio, Separaciones Conyugales. Mimeo, 1989.

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más restricciones en las regiones Paisa, Valle del Cauca, Risaralda y los Santan-deres y mayor permisividad en las demás.

Otra característica de la familia actual en Colombia es la que se refiere a la edad de la primera unión, la cual se ha transformado. A principios de siglo, según Rubiano y Zamudio (1989) la diferencia de edades era amplia entre hombres y mujeres (más de 10 años), mostrando edades tempranas en la mujer: 15 a 18 años, y en hombres entre 25 y 28 años. Esta situación ha variado en la misma medida del cambio en el papel de la mujer como coprovidente económica, con lo cual las mujeres se unen más tarde (25 años) y los hombres lo hacen más temprano con mujeres de edades similares (variación promedio de 5 años). Pero también han surgido nuevas modalidades: hombres mayores de 50 años que recomponen una unión con mujeres 20 ó 25 años menores o mujeres ma­yores que aceptan vida conyugal con hombres menores (entre 5 y 20 años).

Aparece como significativo que, a pesar del aumento en las rupturas matrimo­niales, los estratos altos y medios eligen el matrimonio (especialmente el cató­lico) para su primera unión, la cual si fracasa se recompone mediante diversas formas legales o de hecho que pueden implicar o no cohabitación de la pareja. Igualmente importante es la tendencia a mostrar más mujeres separadas que hombres separados . Rubiano y Zamudio explican esta situación anotando que la mayoría de las mujeres se queda a cargo de los hijos de la unión precedente, no son autosuficientes económicamente, viven solas o dependen de su familia extensa , porque muchas mujeres separadas tienen que entrar a competir con mujeres jóvenes, sin hijos y con mayor capacitación laboral, condiciones que no afectan a la mayoría de los varones.

Esta realidad es más evidente en los estratos medios y bajos, puesto que en ellos es más precaria la autovalidación femenina. En los estratos altos la sepa­ración se reparte equitativamente entre los sexos, al igual que las recomposi­ciones posteriores.

Si en el pasado entre los diversos estratos las estructuras y tipologías familiares se diferenciaban por la legalidad del lazo de unión, hoy lo hacen por la ines­tabilidad de la misma y por las sucesivas uniones en todos ellos, lo cual da como resultado la tendencia hacia el aumento de unas imágenes paternas y maternas múltiples (padres y padrastros, madres y madrastras) y de unas rela­ciones fraternales múltiples (hermanos y hermanastros); y a la existencia de estructuras familiares nucleares estables y extensas tradicionales con otras nu­cleares sucesivas y extensas temporales, en donde aparecen y desaparecen parentescos políticos y se transforma el papel tradicional de los "viejos". El hacinamiento habitacional en áreas urbanas es mayor y se deprimen las con­diciones de vida familiar y afectiva.

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F a c t o r e s e s t r u c t u r a l e s d e la e c o n o m í a en los c a m b i o s f ami l i a r e s y el e s t a t u s del viejo

La producción agrícola del país presenta grandes modalidades. De una parte la unidad familiar explotada mediante mano de obra del grupo doméstico y de otra, la gran unidad explotada mediante mano de obra asalariada de corte em­presarial o la modalidad mixta. En la primera, la unidad doméstica constituye la unidad productiva en la que el concurso de la fuerza de trabajo familiar es fundamental. Aquí la familia es mediación necesaria para la vinculación ocupa­cional de las nuevas generaciones, porque ella capacita al individuo para el trabajo. Por consiguiente, el hijo es para la familia fuerza de trabajo y desempe­ña el papel de protector de la parcela y de los valores familiares. En ella el viejo es el transmisor de conocimientos, valores y tradiciones y ante la ausencia del Estado respecto a la seguridad social, la prole es (al menos teóricamente) la principal garantía de cuidado y atención en la vejez de los padres. En este tipo de unidades productivas hay un control estrecho y duradero de los padres sobre las relaciones sociales y afectivas de la prole, conformando así la familia exten­sa tradicional.

Por contraste, en el orden económico basado en la producción de grandes uni­dades, la familia deja de ser una unidad de producción para ser especialmente una unidad de consumo y, debido al avanzado nivel tecnológico en la explota­ción y el uso intensivo del suelo, los miembros del grupo familiar se dispersan en tareas especializadas. En esta estructura productiva el papel económico del hijo es de fuerza de trabajo en preparación para la producción social no familiar, factor que lleva a su migración hacia la ciudad y a su desvinculación de otros miembros de la familia extensa. Y como la urbanización permite acceder a la Seguridad Social se reduce (al menos teóricamente) la dependencia familiar en la vejez. La evidencia de una menor capacidad de empleo en el sector agrícola tecníficado y moderno, acelera los procesos migratorios de algunos miembros de la familia y en muchas ocasiones es causal de desintegración de la misma.

La urbanización acelerada y no planificada, sumada a la ampliación de la co­bertura educativa y de los medios de comunicación, han propiciado otros cam­bios familiares y culturales. De una parte, permiten el avance de la integración cultural entre las diversas regiones y el cambio de patrones patriarcales hacia nuevas modalidades de familia y poder económico, y de otra, acrecientan las tasas de subempleo y desempleo que obligan a las farriüas a vincular varios de sus miembros al trabajo formal e informal, incluyendo niños, mujeres y viejos para lograr la sobrevivencia.

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Lo rural y lo urbano: incidencia familiar

Las diferencias entre "lo rural" y "lo urbano" se observan analizando algunos factores valorativos que inciden en la visión del mundo y en las características estructurales y funcionales de la familia. Entre ellos se destacan:

Concepción del tiempo. En el área rural el tiempo es visto como un proce­so con fuerte arraigo en el pasado, mientras en el área urbana el tiempo es medido como momentos. Momentos para cada actividad y actividad para cada momento, con énfasis en el presente.

Concepción del espacio. En el área rural el espacio tiene límite, la tierra llama a la permanencia; mientras en el área urbana, el espacio es un ámbito funcional escaso que exige ser explotado con rendimiento.

— S ta tu s social. En el área rural la identidad social se mide por el origen desde el pasado y el status es adscrito en contraste con una identidad social medida por el presente y por el status adquirido propios del área urbana.

Concepto de libertad. Mientras en el área rural -de manera relativa- las decisiones personales comprometen a la totalidad del grupo doméstico, en el área urbana hay mayores posibilidades de elección individual de vida con lo cual se refuerza -aunque sea de manera teórica- un mayor sen­tido de afirmación individualista,

Concepto de autoridad. En el área rural predomina -al menos como ideal-un sentido jerárquico (por edad y sexo) y solidario, mientras en el área urbana se anuncia como meta la igualdad competitiva de los ciudadanos.

Concepto de propiedad. Cuando se poseen tierras, éstas son hereditarias y acumulables para el grupo familiar extenso y cuando no, se heredan los oficios agropecuarios en el área rural, mientras en la ciudad la propiedad es de carácter más individual para su consumo o para la maximización de las ganancias personales; concepto que no se limita a la propiedad de la tierra sino que abarca la de otros bienes muebles o inmuebles.

Nupcialidad. La selección del cónyuge con el visto bueno de la parentela porque éste hará parte de la familia extensa, es más frecuente en el campo en contraste con la ciudad, donde la selección del cónyuge es más indivi­dual, generalmente homógama y exógama, sin promesas comprometedo­ras para el grupo doméstico, ni expectativas de totalidad o permanencia.

Sexualidad y afectividad. En el área rural la comunicación conyugal se orienta preferencialmente hacia la reproducción y hacia la compañía me­diante la posesión y la entrega permanentes mientras que en el área urbana

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hay una mayor separación entre las funciones erótico-afectívas y reproduc­tivas y un sentido de la compañía como algo transitorio y funcional

Dinámica de la participación del viejo en la familia

Cuando Colombia era un país rural prevalecía la familia patriarcal , en la que los viejos desempeñaban roles separados y concretos que les permitía perma­necer activos y útiles dentro de la estructura familiar. Este status-rol del viejo se mantiene aún en las áreas rurales del país, con variaciones respecto a la mayor o menor autoridad femenina o masculina, según regiones y estratos socioeco­nómicos. Mayor autoridad del abuelo en las regiones de los Santanderes, Cun­diboyacense y Caucano-Nariñense y en parte de los estratos altos de las regiones del Valle del Cauca y Risaralda, Paisa, Tolima Grande y Caribe, y mayor autori­dad de la abuela en las 4 últimas regiones.

Pero las transformaciones familiares que están ocurriendo especialmente en las áreas urbanas (70%) del país han producido una tendencia hacia el aumento de la desintegración de la familia tradicional que incide sobre las diferentes realidades de vida, status y rol de la población vieja.

Las dinámicas demográfica y familiar, han propiciado el surgimiento de la fa­milia nuclear autónoma en las grandes ciudades cuya presencia ha limitado por múltiples razones -entre ellas la vivienda- las responsabilidades de las nuevas generaciones con los viejos de hoy, quienes en su mayoría carecen de Seguri­dad Social, son de origen campesino y aspiraban estar atendidos por sus hijos en la vejez.

Paralelamente las transformaciones ocurridas en las dos últimas décadas han determinado que los hijos(as) busquen el apoyo de los viejos (familia extensa) en los momentos de ruptura conyugal y mientras establecen nuevas uniones, con lo cual, el abuelo o la abuela entran de nuevo a cumplir el papel de cuida­dores de los nietos y de la vivienda de los hijos separados o deben asumir nuevas funciones económicas y de ayuda doméstica, especialmente en los es­tratos medios y bajos. Esta situación puede ser transitoria y/o reincidente, gene­rando antagonismos y conflictos por la diferencia de valores (éticos, familiares, sociales), por el sentido de explotación económica o laboral o por desavenen­cias entre nietos de diferentes padres o madres.

Una situación común en los estratos bajos urbanos es la pobreza que afecta a las familias múltiples, lo cual convierte al viejo en una carga económica por su

25 Gutiérrez de Pineda, Virginia. 1990

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inutilidad en un sentido productivo, porque generalmente los viejos que viven en la ciudad y pertenecen a estos estratos son inmigrantes campesinos y carecen de la habilitación técnica necesaria para la producción urbana, a lo cual se suman los achaques de la edad y, en muchos casos, la invalidez o deterioro físico debido al tipo de trabajo anterior (campesinos).

Cuando se trata de personas solteras, viudas o separadas mayores de 50 años, la situación de soledad y abandono en los estratos bajos urbanos es peor, lo que lleva a estas personas al internamiento o a una subsistencia callejera, alter­nativas que aceleran el deterioro físico y mental.

El 70% de los hombres mayores de 50 años y el 75% de las mujeres son viudos, separados o solteros. De ellos sólo un 14% tiene algún tipo de apoyo económico (pensión, ingreso o trabajo) lo cual coloca a un alto porcentaje de viejos en una situación de dependencia familiar o social. La soledad, carencia de familia o abandono de la misma explican también el estado civil de los usuarios de las instituciones públicas o privadas (ancianatos): solteros (20%); viudos (50%); y abandonados (5%). Estos últimos deambulaban por las calles y fueron "recogi­dos" por la policía.

Otra situación familiar encontrada en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla es la de hombres que en su juventud abandonaron a la familia y ahora en la vejez no encuentran apoyo en ella (con excepción de la ciudad de Barranquilla, donde el hombre que abandona a su familia sí encuentra apoyo familiar) a diferencia de lo que ocurre con las mujeres viejas que algún día fueron abandonadas por el compañero o quedaron a cargo de la prole. Para los hijos de éstas, el cuidado de la madre es una doble obligación. En los estratos bajos se exige que el viejo desarrolle algún tipo de actividad compensatoria (cuidado de los nietos, actividades domésticas) o el rebusque.

Para ajustarse a estas realidades, la familia trata de acomodarse mediante un proceso dinámico de cambio que aumenta el deterioro de la calidad de vida, especialmente para niños, mujeres y viejos, aunque también muestra pérdidas y ganancias relativas para los grupos jóvenes y para algunas mujeres de estra­tos medios y altos, en cuanto a libertad, igualdad de oportunidades y mayor acceso a la vida política y social del país.

Según B. Kutner (1980)26, el envejecimiento social es un proceso de "rediferen-cíación y reintegración de roles y funciones sociales que ocurre a medida que el individuo envejece cronológicamente y aflora debido a cambios en el rol y

26 Kutner B. Gerontology Today. 1980, p.60

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status impuestos sobre él, tanto por su sociedad, o por mala suerte o delibera­damente aceptados por él". Así el criterio sociocultural de "edad" puede ser un auténtico grado de desarrollo o un status asignado por la sociedad para dar o quitar espacios sociales a las personas que llegan a cierta edad cronológica.

Aunque las variaciones biológicas que se presentan con la edad son similares entre sociedades, la jerarquía, la atención, el tratamiento y el papel asignado a los viejos varía entre sociedades y en éstas, entre regiones, épocas, áreas y estratos sociales. Esto significa que cada sociedad-cultura tiene una orientación cronológica y en esa medida los viejos, los adultos o los jóvenes reciben mayor o menor atención.

En Colombia podemos afirmar que, en veinte años, pasamos de una sociedad tradicional-agrícola donde se consideraban importantes el saber y el poder de los viejos -lo cual les garantizaba autoridad y respeto-, a ser una sociedad en transición hacia lo moderno-urbano, en la cual se da más valor social al tra­bajo, a la productividad y al desarrollo tecnológico, lo cual garantiza el poder, la autoridad y el respeto a los adultos jóvenes.

Sin embargo, la situación de los viejos es muy variada dentro del país;

En las regiones de los Santanderes y Caucano-Nariñense, el viejo varón es tratado con deferencia y respeto y conserva su autoridad en la familia, mientras en las regiones Caribe y Paisa, la mujer vieja mantiene un mayor status en la familia cuando ella es la dueña de la casa; cuando vive en la casa de una hija comparte con ella la autoridad interna, y cuando vive en casa de un hijo varón, se disputa la autoridad con la nuera. En estos últimos casos tiene un status de protegida y/o dependiente en los estratos medios y altos, pero entra a ser protectora y al mismo tiempo dependiente cuando la hija o el hijo con quie­nes vive es separado(a) o viudo(a). Los varones viejos en estas mismas situa­ciones deben ser protectores y proveedores. Pero como en la gran mayoría de los casos (86%) los viejos tienen dificultades económicas, carecen de pen­sión o no encuentran trabajo, el tratamiento familiar llega en algunos casos a la humillación.

Rodolfo Heredia, Director de la Corporación Regional de Población dice que "quien pertenece a la tercera edad, ingresa a un mundo de 'trastos viejos', hom­bres y mujeres arrinconados por una sociedad que no concede espacio a quien deja de producir". No obstante, los cambios encontrados en la estructura y funciones de la familia -especialmente en las cuatro grandes ciudades, vuelven a modificar el status y el rol del viejo. A éste se le pide asumir funciones paternas sustituías: económicas, domésticas y afectivas cuando las parejas rompen su

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unión. De una manera transitoria mientras efectúan otra u otras uniones, o definitivamente cuando la ruptura es permanente sin recomposición. Y aquí cabe un interrogante que se despejará en capítulos posteriores; ¿están los viejos (abuelos-padres sustitutos), satisfechos con ese papel? ¿Pueden desempeñar­lo? ¿Lo hacen voluntariamente? ¿Estas familias reconocen las dificultades y limitaciones de los viejos en el nuevo status que se les impone?

Factores socioculturales y vejez

Y es en este contexto donde se deben analizar los factores socioculturales que favorecen o desfavorecen el proceso de envejecimiento, que se enuncian a con­tinuación. Los factores negativos son:

• La pérdida de s ta tus social en los varones viejos ocurre por la carencia de una actividad laboral o productiva y en las mujeres por la pérdida o negativa a ejercer la función de crianza y socialización con los nietos de hijos separados, casados o viudos;

• La pobreza que afecta especialmente a los estratos bajos y medios urba­nos lleva al abandono familiar de muchos viejos, lo cual determina su indi­gencia y mendicidad como alternativas de sobrevivencia;

• La soledad que afecta especialmente a los viejos solteros, separados, viu­dos o migrantes sin familia, o a quienes en su edad adulta abandonaron la familia y ahora, en la vejez, son abandonados por sus hijos y parientes;

• La aflicción ante las pérdidas frecuentes en esta etapa de la vida: el nido vacío, la muerte del cónyuge, la muerte de contemporáneos y amigos;

• El temor a la enfermedad y la evidencia del deterioro normal en la salud, que se auna al temor a la muerte o a ser una carga económica y de atención para la familia;

• La desconexión con el medio comunitario, debido al encierro obligato­rio por enfermedad real, a la carencia de recursos para realizar sus activida­des o al proteccionismo de la familia y de la sociedad. (Pérdida de autoridad y dependencia afectiva y/o económica).

Y como factores socioculturales que favorecen el proceso de envejecimiento, se pueden enunciar los siguientes:

• La plenitud debida a la experiencia, a la sabiduría y a la prudencia adquiri­das en el transcurso de su vida, la cual se observa especialmente en estratos altos de la población, en grupos de intelectuales y profesionales inde-

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pendientes para el caso de los varones y entre mujeres realizadas en su maternidad, que cuentan con recursos económicos y con el afecto familiar;

• La seguridad en su vitalidad, que se expresa en el mantenimiento de una actividad física, intelectual o productiva que les permite conservar la auto­ridad y colaborar activamente en la solución de los problemas que presenta el nuevo tipo de familia que surge en las áreas urbanas.

Otros factores socioculturales relacionados con la vejez, son: la familia, el tra­bajo, la salud, el estilo de vida, los factores educativos y los factores ambienta­les. Una descripción de ellos nos permitirá introducir la realidad sociocultural de la vejez en el país.

Fami l i a

La familia definida por la sociedad y el Estado colombianos como "la unidad estable en la cual, las relaciones entre las generaciones se rigen por la costum­bre y donde los viejos tienen garantizada su seguridad económica y afectiva", se considera como el mejor sitio para satisfacer las necesidades de los viejos porque en ella ocupan un status importante y tienen un papel que cumplir como educadores, abuelos, jefes y orientadores. Sin embargo, hemos visto que en el país no hay un solo tipo de familia y que la anterior definición corresponde más a un ideal tradicional que a la realidad dinámica y cambiante que estamos viviendo. Tal definición se acerca a la familia extensa o nuclear estable, patriar­cal y con roles definidos por edad y sexo, la cual, aunque subsiste en muchas regiones del país, muestra una tendencia a decrecer, especialmente en las áreas metropolitanas.

En la familia en transición, o sea la constituida por los migrantes o quienes han tenido una o múltiples rupturas conyugales con sucesivas recomposicio­nes, es difícil establecer claramente las responsabilidades de cada miembro. Pero en cualquiera de estas tipologías se observa una tendencia a descuidar, a recargar a los viejos o a explotarlos o una tendencia a reducir o a sobreexigir su soporte emocional y económico confundiendo los conceptos de compañía y afecto, con los de abuso y explotación.

Sin embargo, en estas familia se encuentran diferencias que se tipifican en cinco grandes modalidades, en cuanto al status-rol del viejo:

1. Las familias in tegradas (generalmente inmigrantes de pueblos o áreas rurales), donde el viejo ocupa un status importante como depositario de tradiciones familiares y comunitarias. En ella el varón es consultado y aca-

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tado; la mujer es el centro de la afectividad del grupo extenso; y ambos como abuelos desempeñan un papel socializador.

2. Las familias rotas o que por condiciones socioeconómicas deben buscar la institucionalización del viejo, pero conservan lazos afectivos y de res­ponsabilidad económica con ese miembro familiar.

3. Las familias que abandonan a sus viejos en sus viviendas (cuando éstos tienen recursos propios) o en las instituciones, sin conservar vínculos afec­tivos o económicos, o cuando los abandonan a su suerte (mendicidad). Aquí los viejos tienen dependencia social y/o estatal.

4. Las familias que inconsultamente t ras tean al viejo de una familia nuclear (vivienda) a otra para repartir equitativamente entre varios parientes la carga económica, afectiva y de tolerancia a su presencia entre diversos miembros del grupo. Aquí el status-rol del viejo es de dependencia y subor­dinación familiar.

5. Las familias rotas que explotan afectiva y económicamente a los viejos, volviendo transitoriamente a la casa paterna mientras reestructuran nuevas uniones conyugales. En algunos casos, los viejos asumen las funciones de padres sustitutos con poder y autoridad; en otros, no obstante ser provee­dores económicos, tienen un status subordinado y dependiente.

En las cuatro últimas modalidades familiares, se incurre en alguna de las si­guientes infracciones o delitos contra el viejo, en cualquier momento del proce­so de cambio familiar:

• Abuso físico: agresión, no suministro de alimentos suficientes y adecua­dos, de drogas, vestuario, atención médica, necesidades espirituales o re­creativas, de acuerdo con lo establecido en la ley colombiana (obligaciones de los hijos).

• Abuso material y económico: asignar cargas temporales o permanentes, cuando los hijos separados, viudos, o madresolteras retornan a la casa pa­terna con sus hijos (nietos de Ego) y asumen el control del hogar, o cuando, como en otras situaciones los parientes les quitan a los viejos las propieda­des o el dinero o los presionan para su repartición en vida.

• Abuso contra la libertad: obligar al viejo a internarse en una institución, o a aceptar irse a vivir donde y con quien los parientes dispongan, sin pedir su consentimiento.

• Abuso psicológico: encierro, agresiones verbales, recriminaciones, burla o rídículización de sus comportamientos, injurias, amenazas de abandono y soledad, etc.

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Ahora bien. Los gerontólogos entrevistados y consultados recomiendan la per­manencia de los viejos en su propio domicilio, porque dicen que renunciar a los hábitos y a su medio ambiente familiar equivale a una pérdida de identidad y de sus pertenencias (económicas y espirituales). Sin embargo, en la mayoría de sociedades industrializadas y modernas, los viejos van quedando aislados de la familia, bien porque ésta se reduce y rompe, o porque se los considera un estorbo y una carga económica y física, especialmente cuando la sociedad está orientada hacia la producción. Y eso está ocurriendo en las grandes urbes colombianas, paralelamente con la utilización temporal del viejo en algunas etapas de los procesos de ruptura conyugal y de recomposición familiar seña­ladas anteriormente. La familia en transición que aparece en las metrópolis no es vista por los viejos como la mejor alternativa. Pero sólo es una entre dos: vivir con ese tipo de familia o someterse al internamiento (ancianato). Aún así pre­fieren vivir con la familia que en una institución.

Trabajo y Jubilación

Se ha dicho que una ocupación permite al hombre sostener una calidad de vida adecuada en los aspectos biopsicosociales. Sin embargo, con el envejecimiento y en distintas edades cronológicas, la mayoría de sociedades establece la lla­mada pensión de jubilación. Para algunos analistas, ésta es una recompensa merecida a largos años de servicio y sacrificio, mientras para otros es "una virtual eutanasia social", período de transición de la separación al aislamiento (Asamblea Mundial del Envejecimiento).

Sin tratar de discutir aquí si la jubilación es una compensación o un castigo para el trabajador, porque para la mayoría de los viejos colombianos ella es una "necesidad" sentida y una gratificación a toda una vida de esfuerzos, y porque sólo un 10% de los entrevistados está percibiendo una pensión, queremos ex­poner lo que dicen y sienten los viejos jubilados, ante el retiro laboral, porque confirma los temores a la pérdida de status social, a la soledad, a la descone­xión con el medio comunitario y al creciente sentido de inutilidad.

• Depresión en el momento crítico de la jubilación: (a veces con manifesta­ciones somáticas. (45%).

• Sentimientos de deterioro, soledad e inutilidad en los meses siguientes a la jubilación (30%).

• Visión pesimista del futuro (28%).

• Problemas de comunicación con compañeros más jóvenes, con la familia y con los amigos (70%).

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• Incapacidad para dar afecto y cariño, angustia por un sentido de pérdida del respeto al dejar de ser "útil" (léase productivo-activo) (25%).

• Apatía sexual, impotencia, eyaculación precoz, anorgasmia (el dato es muy difícil de precisar, pero fue mencionado en varias entrevistas).

• Predisposición a la hipocondría y consecuente adicción farmacológica (60%), (según estudios del INS, 1989).

• Insomnio y pereza (48%).

Para los hombres acostumbrados al espacio público y a ser proveedores eco­nómicos de la familia, la pérdida de la ocupación (por jubilación o por otra causa) , es motivo de conflictos familiares por cuanto, quienes hoy son viejos, no fueron adiestrados para asumir el ocio, ni para usar el t iempo libre en acti­vidades diferentes a su ocupación principal, pero el cambio familiar que se vive exige al varón mantener el status de proveedor. Además, debido a la socializa­ción diferencial para hombres y mujeres, aquellos quedaron excluidos del es­pacio domést ico , y si no producen un ingreso se los mira como "estorbos". En consecuencia, los varones viejos de hoy ven el t r a b a j o como sinónimo de acc ión , u t i l i dad , r ea l i zac ión y p o d e r (80%) y la carencia del mismo c o m o sinónimo de inac t iv idad , i nu t i l i dad , p é r d i d a d e a u t o e s t i m a y d e au to r i ­d a d . Pero lo m á s preocupante es ratificar que la gente joven también compar te es tas ideas y creencias. Un 70% de los varones jóvenes entrevistados considera que lo más difícil de la vejez es la pérdida de la capacidad laboral o productiva, porque ella es el factor cultural determinante de su status social y familiar.

Por el contrario, un 90% de mujeres pensionadas ve en la jubilación o en el retiro del trabajo remunerado, la liberación de una carga y un descanso a la doble o triple jornada que ejercieron como trabajadoras remuneradas y como a m a s de casa. Para ellas, el espacio doméstico es un espacio natural y el t iempo libre lo ocupan en labores caseras que, si bien parecían una carga en la edad adulta, ahora en la vejez son apreciadas y valoradas, por cuanto les permite sentirse útiles y autosuficientes. Sienten deseos y necesidad de afecto y cariño y volun­tariamente quieren ayudar a sus hijos(as) en el cuidado de los nietos(as). Sólo un 10% mostró percepciones y sentimientos negativos a la jubilación, similares a los percibidos por los varones.

No obstante, el problema real no es la jubilación, pensión o retiro, el problema principal radica en la pobreza de la gran mayoría de familias colombianas, que no permite una estabilidad económica para los viejos. Se trata de una pobla­ción que debe trabajar por n e c e s i d a d y no por placer. Aún los pensionados, necesitan completar sus ingresos para colaborar en los períodos de crisis y ruptura de las familias de los hijos. Es decir que, transitoria o permanentemente

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los viejos deben continuar ejerciendo la jefatura económica o colaborando en la manutención de algunos parientes, debido a la inestabilidad de la familia urbana de hoy.

Por eso, tanto los jóvenes como los viejos consideran que el Estado debería tener una legislación integral sobre Seguridad Social, en la cual haya diferentes alternativas de jubilación y la posibilidad real de generar o dar continuidad labo­ral a personas viejas, quienes además de las responsabilidades familiares nuevas, poseen serenidad de juicio, experiencia y capacidad de trabajo que podrían ser aprovechadas y les permitiría sentirse útiles a la familia y a la sociedad, con lo cual, se da un sentido vital a esta etapa de la vida.

Salud

De acuerdo con estudios médicos y epidemiológicos realizados por Minsalud y expertos en geriatría y gerontología, hay múltiples maneras de explicar los ni­veles de incapacidad, enfermedad y muerte en las personas viejas. Sin embar­go, no siempre hay asociación directa entre los indicadores de mortalidad y morbilidad con la edad. La mortalidad y la morbilidad en la vejez no sólo son el reflejo del deterioro en el sistema inmune, sino especialmente de la exposición acumulada durante muchos años a factores de riesgo relacionados con costum­bres y hábitos culturales (estilo de vida), problemas psicológicos, aspectos so­cioeconómicos y ambientales (vivienda y servicios públicos), posibilidades de atención médica adecuada y oportuna, así como de características genéticas.

No haremos énfasis en aspectos biológicos y genéticos, ni la presentación de la estructura y causas de mortalidad, la patología o las causas de hospitaliza­ción del viejo, por cuanto hay excelentes trabajos del Ministerio de Salud y del Instituto Nacional de Salud sobre estos temas.27 Pero sí haremos una reflexión sobre los factores socioculturales asociados a la mortalidad y morbilidad del viejo, así como sobre la discrepancia entre las condiciones objetivas y las visiones subjetivas de la salud y de la capacidad para desarrollar actividades cotidianas, a saber:

Estilo de vida:

Los cambios en el modo de vida ocurridos con la urbanización y la moder­nización del país representan un reto para la salud pública, ya que nuevas prác­ticas y hábitos aumentan la prevalencia de los factores de riesgo y la aparición temprana de algunas enfermedades. Como ejemplos tenemos los hábitos de

27 Cfr. bibliografía

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beber, ingerir alimentos condimentados con productos químicos, alimentos en­vasados y con preservativos, fumar tabaco con alquitrán, el "stress" que produ­cen los horarios, el tráfico urbano, la falta de ejercicio y el sedentarismo, etc.

Estos hábitos y prácticas propios de la vida urbana aumentan la hipertensión, la hipercolesterolemia, las enfermedades coronarias, cardiovasculares, pulmo­nares y circulatorias, así como la obesidad. Es quizá por esto que se arraiga la idea de que vejez es sinónimo de enfermedad.

Factores psicológicos:

La pérdida de control y de la autonomía en las decisiones familiares y en las propias decisiones de vida, así como las pérdidas de seres queridos que se empiezan a sentir en la vejez, afectan la autoestima y tienen relación con el deterioro del sistema inmunológico de los viejos. Según los expertos, los facto­res psicológicos aumentan la depresión y el encierro.28

Las pérdidas de control, autonomía y poder pueden ocurrir por incapacidad física real o por la disminución de ingresos (pensión) o carencia de éstos, pero especialmente por la vivencia de nuevas responsabilidades ante la inestabili­dad de la familia actual, para lo cual los viejos de hoy no fueron preparados. El deterioro de la autoestima y de la autovalidación, determina el sentimiento de dependencia de los viejos y el consecuente estereotipo de ser una carga para la familia, círculo vicioso que es muy difícil romper.

Factores socioeconómicos:

La pobreza de las familias de los estratos bajos urbanos y rurales del país de­termina que estos grupos tengan un bajo nivel de vida que se expresa en ca­rencias cuali y cuantitativas de vivienda y de servicio públicos, desnutrición, baja escolaridad y malas condiciones de salud, todo lo cual influye en la preva­lencia de enfermedades carenciales y en un mayor índice de letalidad por ausencia de atención médica adecuada y oportuna y por la carencia de recur­sos para atender necesidades más allá de la mera subsistencia.

En los estratos socioeconómicos más altos, los problemas de la vejez no se relacionan con la pobreza sino con aspectos socioculturales asociados a un sentido de pérdida de status y de objetivos en la vida que lleva al deterioro físico y a la depresión. Solamente un 1% de los viejos entrevistados se sienten adap­tados al momento que viven y tienen planes y proyectos para ejecutar en lo que

28 Cfr. bibliografía.

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les resta de vida y un 30% debe producir ingresos para sí o para otros, más por necesidad que como realización personal.

Factores educativos:

La mayoría de viejos actuales del país (49%) es analfabeta real o funcional y un 40% apenas alcanzó algunos grados de primaria. Ellos se ocuparon en su vida laboral de trabajos agropecuarios, artesanales, en la construcción o como obre­ros y trabajadores de empresas e industria, labores que exigían baja o mediana calificación, o como amas de casa. El 90% carece de alguna forma de Seguri­dad Social y ahora en su vejez deben seguir produciendo ingresos para no depender de su familia o de instituciones públicas, en condiciones de máxima subordinación.

En los estratos con mayor nivel educativo (secundaria; 10% o universitaria 1%), la mayoría de viejos tiene una pensión de jubilación precaria (esta condición se ha mejorado desde 1989 cuando se decretó el reajuste automático de las pen­siones). De ellos sólo un 0.5% continúa trabajando en nuevas tareas económi­cas o intelectuales, tiene autonomía y requiere solamente el apoyo afectivo de su familia. Sin embargo la mayoría de ellos también carece de conocimientos acerca del proceso de envejecimiento y de las conductas, hábitos y comporta­mientos "normales" para su edad o tendientes a fomentar su autocuidado. El 85% acude a prácticas populares para mantener la vitalidad y evitar el enveje­cimiento o tiene una serie de mitos y tabúes acerca del envejecimiento y la longevidad. Sólo 2 viejos habían acudido a geriatras o gerontólogos para apren­der a entender el proceso que viven y para adaptarse a su realidad vital.

El 70% de los entrevistados no había ¡do al médico en los últimos 3 meses, mientras un 10% se automedicó en farmacias; un 20% acudió a yerbateros y homeópatas; un 15% siguió consejos de curanderos y naturistas dados a través de la radio y un 25% empleó remedios caseros, tanto para prevenir enfermeda­des como para curarlas mediante tratamientos prolongados.

De todos modos, es importante anotar que para los viejos es una gran necesi­dad y satisfacción aprender cosas nuevas dentro del sistema educativo formal o fuera de él (radio, por ejemplo) pero temen "hacer el ridículo" frente a los jóvenes. Por eso ocupan su tiempo oyendo programas educativos, médicos, psicológicos en la radio, leyendo sobre temas relativos a la sexualidad en la vejez, sobre las actividades que pueden desarrollar o comentando con sus con­temporáneos sobre las enfermedades y los achaques de la vejez.

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Analizando la educación formal del país en colegios, escuelas y universidades

se observa que en los curricula hay ausencia total de contenidos acerca del

proceso de envejecimiento y sus efectos reales, lo cual permite suponer que la

desinformación sobre el proceso y sus características se repetirá en los viejos

del m a ñ a n a (los jóvenes de hoy). Y como ya se dijo, a nivel universitario sólo

había (1991) una especialización en geriatría (Manizales), con una promoción

de 2 egresados cada 4 años.

A nivel de especialistas, apenas se contaba con una veintena de geriatras y una

centena de gerontólogos formados en el exterior los primeros y en los últimos

7 años, los segundos.

Factores ambientales

Los puntos anteriores señalan que el ambiente físico, cultural, social y afectivo

de los viejos del país es de bajas especificaciones. En tales condiciones, las

políticas y los planes de vivienda de interés social son insuficientes para la pobla­

ción en general, pero son nulos para el caso de la población vieja.

Nuevos y específicos programas de vivienda y de servicios públicos apropiados

a las características culturales locales y regionales podrían disminuir la necesi­

dad de institucionalizar a los viejos, con altos costos. La falla en estos aspectos

se observa en todos los estratos porque aun en aquellos donde hay suficientes

ingresos y vivienda propia, los cambios estructurales y funcionales de la familia,

así c o m o su creciente inestabilidad, obliga a que los viejos "acomoden" tempo­

ral o permanentemente en sus viviendas a los hijos y nietos de familias rotas o

a que se vayan a las casas de sus hijos como "dependientes" para cumplir

funciones económicas y de crianza, que no siempre desean, ni pueden realizar.

Otro factor relacionado con el ambiente que rodea al viejo es el que se refiere

al sitio para guardar sus recuerdos, alumbrar sus santos o a la huerta para

sembrar sus yerbas y tener sus animalítos, espacios que se reducen o se elimi­

nan en las c iudades . Igualmente el clima, la altura y el saneamiento ambien­

tal son factores que alteran el proceso de envejecimiento y agravan procesos

patológicos, cardiovasculares y pulmonares.

En el caso de viejos internos, es evidente el grado de hacinamiento, la deficien­

cia en las instalaciones físicas y en los servicios, a lo cual se agrega la ausencia

o el desapego familiares. Por eso los viejos internos en instituciones recomien-

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Page 18: Estructura familiar, tipología y dinámica

dan buscar otra orientación a las políticas sobre vejez, proponiendo una ayuda a las familias que cuidan a sus viejos, para que éstas encuentren un incentivo real a sus obligaciones. La segregación, dicen los psicólogos, produce trastor­nos en la personalidad por el aislamiento de la familia y de la sociedad, y deter­mina sentimientos de soledad que tienen consecuencias afectivo-emocionales con repercusiones físicas. En un capítulo posterior se hará una presentación más detallada de los problemas de la institucíonalizacíón del viejo vistos por ellos mismos, para complementar lo señalado aquí.

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