[email protected] historias recicladas · conflictos internos de un modo que el niño...

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moral que tiene esta consecuencia, sino la idea de que la maldad no resuelve nada y que, por eso, el malo siempre pierde». ¿Se habrán leído Adam Horowitz y Edward Kitsis, los creadores de Once Upon a Time ( Había una vez…) el libro de Bettelheim, Psicoanálisis de los cuen- tos de hadas (1976)? En ello pensaba en estos días de Feria, cuando veía a una turba de chiquillos cargando vistosos libracos, tan fascina- dos con iluminadas princesas como los millones de televidentes que en el mun- do, por obra y gracia de la cadena ABC (encargada de la producción y transmi- sión desde 2011), han seguido la serie ideada por los magos de Lost ( Perdidos) —se afirma que casi 13 millones de perso- nas estuvieron atentas al episodio inicial, mientras que la primera temporada fue se- guida por una media de cuatro millones. Quienes no hayan podido apreciar nin- guno de los capítulos agrupados en las di- ferentes entregas (seis hasta donde co- nozco) se preguntarán ¿qué puede tener de atractiva para el público adulto una pro- ducción televisiva que tome como base las fábulas de Charles Perrault, los her- manos Grimm, Hans Christian Andersen.. . (también otras muy conocidas leyendas de horror); esas que no han creído en océa- nos, mares ni montañas y han pasado de generación en generación hasta nues- tros días? ¿En qué podría radicar la ori- ginalidad de un proyecto que nos propo- nía a Blancanieves y su Príncipe Encan- tado como personajes principales, quienes de repente despiertan en el tiempo actual como consecuencia de una maldición lan- zada por la acostumbrada Reina Malvada? Pues al desarrollar las historias de sus protagonistas, Horowitz y Kit sis deci- dieron relatarnos la vida actual de cada personaje (sí, porque constituyen una lar- ga tropa: Cenicienta, Bella y Auror a, de La Bella Durmiente , Rumpelstiltskin, el Capi- tán Garfio, Mulán, Pinocho, Caperucita Roja...), pero humanizándolos. En el guion ellos se aprovecharon de los hechizos mágicos y maldiciones (un pre- texto perfecto para darse gusto con los efectos especiales), pero han «echado a perder» los finales felices y han explota- do al máximo una fórmula que siem- pre encontrará fieles seguidores: la batalla entre el amor y la venganza. Ese es el combustible que mueve a Once Upon a Time. ¿Cómo hicieron? Comprobado que ya les funcionó con Lost , aposta- ron por situar a sus criaturas en dos mundos paralelos: uno fantástico don- de habitan los personajes de los cuentos clásicos, el Bosque Encan- tado; y otro, nuestro presente, don- de estos se ven atrapados por la maldición invocada por Regina, la Reina Malvada, el pueblo Story- brooke. Únicamente Emma Swan (Jen- nifer Morrison), la elegida, quien resultar ser la hija de Blancanieves (Ginnifer Goodwin) y el Príncipe Encantado (Jos- hua Dallas) podrán liberarlos a todos de esa cárcel del tiempo, pero con la ayuda de Henry (Jared Gilmore), su hijo biológico al que abandonó al nacer. Una de las principales cartas de triun- fo de Once Upon a Time fue sin dudas, durante las primeras temporadas, utili- zar con creatividad el factor sorpresa a la hora de desarrollar la historia que se nos presenta en cada capítulo. Esta, por mo- mentos, es interrumpida por retornos al pasado ( flashbacks ), lo cual nos facilita entender mejor la sicología de los persona- jes y sus maneras de actuar en el presente. Pero lo que fue un arma poderosa en las manos de Horowitz y Kitsis, ha ido actuando contrario en las más recientes temporadas desde que, tal vez presiona- dos por ABC, se han visto «obligados» a darles entrada a las numerosas «estre- llas» de la franquicia Disney (desde 1996 esta poderosa compañía es la propieta- ria de la cadena): aquí es cuando reviven a Aladino, Jasmine y al malvado de Jafar; a Elsa, la Reina de las Nieves y a la prin- cesa Anna, de la película animada Fro- zen; y a Mérida de Valiente... ¿Dónde está el problema? En que lo que comenzó siendo sutil, casi mágico por «inesperado», ha desembocado en libretos forzados, con tramas abandonadas o demasiado absurdas, personajes «desapa- recidos» de a golpe, cuando ha bía que reco- nocer a los guionistas su capacidad para relacionar las historias, de entremezclarlas para darles a todos más que suficientes motivos para actuar como lo hacen, sin que estas perdieran en ningún momento la mitología que las distingue. No ha sido muy sabio tampoco man- tener a toda costa como principales de la serie a personajes cuyas tramas ya no conducen a ningún lugar y han perdido todo interés (como la de Blancanieves y su eterno amado), mientras a otros secundarios les sobra potencial. Como es habitual en estas series, aquí cumple con eficacia su rol el elenco seleccionado para conseguir que los po- pulares seres de los cuentos parezcan de carne y hueso, con tanta luz como os- curidad en sus corazones, ya sean «bue- nos» o «malos». Sinceramente resulta di- fícil encontrar quien desentone entre es- tos actores y actrices superjóvenes, su- perbellos y supersúper..., pero sin dudas talentosos, empezando por Jennifer Mo- rrison, aunque también es una gran ver- dad que esta muchacha conocida por los televidentes cubanos por su interven- ción en House, no es justo la que más brilla, porque las palmas se las llevan los «malosos»: Robert Carlyle, no es lo que diríamos un bonitillo, pero es un actorazo. Él, que nos tiene acostumbrados a su excelencia, no defrauda ni como Rumpels- tiltskin ni como Mr. Gold o como quien sea. ES una lástima cuando las urgencias de la vida nos presionan al punto de que a veces nos concentramos en lo inmediato, y somos incapaces de poner la vista en el horizonte. Alarma que sean más aque- llos que, atormentados en resolver lo ma- terial (sin dudas, necesario), en asegurar- le a la prole lo que consideran más ur- gente, no encuentran tiempo para entre- garse a una acción tan «sencilla» como salvadora, sobre todo cuando nuestros hijos aún son pequeños: leerles. Uno de los siquiatras infantiles más in- fluyentes del siglo XX, Bruno Bettelheim, consideraba que entre esas lecturas no deben faltar los cuentos de hadas, para él esenciales a la hora de educar a los niños. Aseguraba el austriaco que estas historias fantasiosas «ejercen una función liberadora y formativa para la mentalidad infantil». Según él al identificarse con los personajes de estos relatos, el público infantil comienza a experimentar por sí mis- mo sentimientos de justicia, fidelidad, amor o valentía, no como lecciones impuestas, sino como parte de la aventura de vivir. «Un cuento infantil estimula la imagi- nación,puede contener una moraleja,diver- tir o enseñar. Pero los cuentos de hadas poseen una particularidad: hablan de los conflictos internos de un modo que el niño puede comprender inconscientemente. Transmiten el mensaje de que la lucha contra las dificultades de la vida es inevi- table y que, si se enfrentan a ellas, se sa- le victorioso», insistía. «En los cuentos de hadas la maldad está, como en la vida, siempre presente: la bruja, la madrastra, el gigante, el dra- gón. Al terminar el cuento, el malvado es castigado, lo que importa no es el sentido ¿EN SERIO CON LAS SERIES? A cargo de JOSÉ LUIS ESTRADA BETANCOURT [email protected] ESPECIAL MIÉRCOLES 15 DE FEBRERO DE 2017 05 juventud rebelde Definitivamente, Upon... es una serie coral por la cantidad de personajes protagónicos que tiene. Historias recicladas Lana Parrilla, como Regina (ella sí her- mosísima), llena de matices a su villana; sencillamente lo borda al interpretar a la archienemiga de Blancanieves con más de un lado vulnerable. Muy destacables son el vestuario, el maquillaje y la peluquería. Todo ese con- junto muestra un magnífico trabajo, al «convencernos» de que los mundos má- gicos de Once... pueden existir en reali- dad. Los decorados también han estado a la altura, sin embargo, de vez en cuan- do los efectos especiales han puesto al descubierto algunas costuras (en com- paración a lo que nos tienen ac ostumbra- dos, digo). De todos modos hay que re- conocer que el universo que han recrea- do está lo suficientemente bien confor- mado como para que lo aceptemos. Con todo y ello, parece que Horowitz y Kitsis han ido perdiendo la brújula, aun- que todavía se anuncia una séptima temporada de Once... Para una parte significativa de sus antiguos seguidores, esta serie ya debió haber llegado a «y vivieron felices para siempre». En lo per- sonal, les aplaudo estas revisiones de esas historias que tantas veces me leye- ron o contaron, y que me invitaron a buscar el modo de hacer crecer mi espiritualidad. CON frecuencia Adam Horowitz y Edward Kitsis le regalan en Once... algunos guiños a Lost , la serie con la que alcanzaron fama mundial a partir de 2004. Se aprecia lo mismo en la inclusión de actores que participaron en aquella y ahora están como estrellas invitadas: Emilie de Ravin (Bella/Claire), Rebecca Mader (Zelena/Charlotte) y Alan Dale (el Rey George/Charles Widmore), mientras que el 815 (el vuelo de Oceanic Airlines) está por todas partes. Homenaje a Lost Lana Parrilla se roba el show como la mal- vada Regina.

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Page 1: estrada@juventudrebelde.cu Historias recicladas · conflictos internos de un modo que el niño puede comprender inconscientemente. Transmiten el mensaje de que la lucha contra las

moral que tiene esta consecuencia, sinola idea de que la maldad no resuelvenada y que, por eso, el malo siemprepierde». ¿Se habrán leído Adam Horowitzy Edward Kitsis, los creadores de OnceUpon a Time (Había una vez…) el librode Bettelheim,Psicoanálisis de los cuen-tos de hadas (1976)?

En ello pensaba en estos días de Feria,cuando veía a una turba de chiquilloscargando vistosos libracos, tan fascina-dos con iluminadas princesas como losmillones de televidentes que en el mun-do, por obra y gracia de la cadena ABC(encargada de la producción y transmi-sión desde 2011), han seguido la serieideada por los magos de Lost (Perdidos)—se afirma que casi 13 millones de perso-nas estuvieron atentas al episodio inicial,mientras que la primera temporada fue se-guida por una media de cuatro millones.

Quienes no hayan podido apreciar nin-guno de los capítulos agrupados en las di-ferentes entregas (seis hasta donde co-nozco) se preguntarán ¿qué puede tenerde atractiva para el público adulto una pro-ducción televisiva que tome como baselas fábulas de Charles Perrault, los her-manos Grimm,Hans Christian Andersen...(también otras muy conocidas leyendasde horror); esas que no han creído en océa-nos, mares ni montañas y han pasadode generación en generación hasta nues-tros días? ¿En qué podría radicar la ori-ginalidad de un proyecto que nos propo-nía a Blancanieves y su Príncipe Encan-tado como personajes principales,quienesde repente despiertan en el tiempo actualcomo consecuencia de una maldición lan-zada por la acostumbrada Reina Malvada?

Pues al desarrollar las historias desus protagonistas, Horowitz y Kitsis deci-dieron relatarnos la vida actual de cadapersonaje (sí, porque constituyen una lar-ga tropa: Cenicienta, Bella y Aurora,de LaBella Durmiente, Rumpelstiltskin, el Capi-tán Garfio, Mulán, Pinocho, CaperucitaRoja...), pero humanizándolos. En elguion ellos se aprovecharon de loshechizos mágicos y maldiciones (un pre-texto perfecto para darse gusto con losefectos especiales), pero han «echado aperder» los finales felices y han explota-

do al máximo una fórmula que siem-pre encontrará fieles seguidores: labatalla entre el amor y la venganza.Ese es el combustible que mueve aOnce Upon a Time.

¿Cómo hicieron? Comprobadoque ya les funcionó con Lost, aposta-ron por situar a sus criaturas en dosmundos paralelos: uno fantástico don-de habitan los personajes de loscuentos clásicos, el Bosque Encan-tado; y otro,nuestro presente, don-de estos se ven atrapados por lamaldición invocada por Regina, laReina Malvada, el pueblo Story-

brooke. Únicamente Emma Swan (Jen-nifer Morrison), la elegida,quien resultarser la hija de Blancanieves (GinniferGoodwin) y el Príncipe Encantado (Jos-hua Dallas) podrán liberarlos a todos

de esa cárcel del tiempo, pero conla ayuda de Henry (Jared Gilmore), su hijobiológico al que abandonó al nacer.

Una de las principales cartas de triun-fo de Once Upon a Time fue sin dudas,durante las primeras temporadas, utili-zar con creatividad el factor sorpresa a lahora de desarrollar la historia que se nospresenta en cada capítulo. Esta, por mo-mentos, es interrumpida por retornos alpasado (flashbacks), lo cual nos facilitaentender mejor la sicología de los persona-jes y sus maneras de actuar en el presente.

Pero lo que fue un arma poderosa enlas manos de Horowitz y Kitsis, ha idoactuando contrario en las más recientestemporadas desde que, tal vez presiona-dos por ABC, se han visto «obligados» adarles entrada a las numerosas «estre-llas» de la franquicia Disney (desde 1996esta poderosa compañía es la propieta-ria de la cadena): aquí es cuando revivena Aladino, Jasmine y al malvado de Jafar;a Elsa, la Reina de las Nieves y a la prin-cesa Anna, de la película animada Fro-zen; y a Mérida de Valiente...

¿Dónde está el problema? En que loque comenzó siendo sutil, casi mágico por«inesperado»,ha desembocado en libretosforzados, con tramas abandonadas odemasiado absurdas,personajes «desapa-recidos» de a golpe,cuando había que reco-nocer a los guionistas su capacidad pararelacionar las historias,de entremezclarlaspara darles a todos más que suficientesmotivos para actuar como lo hacen, sinque estas perdieran en ningún momento lamitología que las distingue.

No ha sido muy sabio tampoco man-tener a toda costa como principales dela serie a personajes cuyas tramas ya noconducen a ningún lugar y han perdidotodo interés (como la de Blancanieves ysu eterno amado), mientras a otrossecundarios les sobra potencial.

Como es habitual en estas series,aquí cumple con eficacia su rol el elencoseleccionado para conseguir que los po-pulares seres de los cuentos parezcande carne y hueso, con tanta luz como os-curidad en sus corazones, ya sean «bue-nos» o «malos». Sinceramente resulta di-fícil encontrar quien desentone entre es-tos actores y actrices superjóvenes, su-perbellos y supersúper..., pero sin dudastalentosos, empezando por Jennifer Mo-rrison, aunque también es una gran ver-dad que esta muchacha conocida porlos televidentes cubanos por su interven-ción en House, no es justo la que másbrilla,porque las palmas se las llevan los«malosos»: Robert Carlyle, no es lo quediríamos un bonitillo, pero es un actorazo.Él, que nos tiene acostumbrados a suexcelencia, no defrauda ni como Rumpels-tiltskin ni como Mr. Gold o como quien sea.

ES una lástima cuando las urgencias dela vida nos presionan al punto de que aveces nos concentramos en lo inmediato,y somos incapaces de poner la vista enel horizonte. Alarma que sean más aque-llos que,atormentados en resolver lo ma-terial (sin dudas,necesario), en asegurar-le a la prole lo que consideran más ur-gente, no encuentran tiempo para entre-garse a una acción tan «sencilla» comosalvadora, sobre todo cuando nuestroshijos aún son pequeños: leerles.

Uno de los siquiatras infantiles más in-fluyentes del siglo XX, Bruno Bettelheim,consideraba que entre esas lecturas nodeben faltar los cuentos de hadas, paraél esenciales a la hora de educar a losniños. Aseguraba el austriaco que estashistorias fantasiosas «ejercen una funciónliberadora y formativa para la mentalidadinfantil». Según él al identificarse con lospersonajes de estos relatos, el públicoinfantil comienza a experimentar por sí mis-mo sentimientos de justicia, fidelidad, amoro valentía, no como lecciones impuestas,sino como parte de la aventura de vivir.

«Un cuento infantil estimula la imagi-nación,puede contener una moraleja,diver-tir o enseñar. Pero los cuentos de hadasposeen una particularidad: hablan de losconflictos internos de un modo que el niñopuede comprender inconscientemente.Transmiten el mensaje de que la luchacontra las dificultades de la vida es inevi-table y que,si se enfrentan a ellas,se sa-le victorioso», insistía.

«En los cuentos de hadas la maldadestá, como en la vida, siempre presente:la bruja, la madrastra, el gigante, el dra-gón. Al terminar el cuento, el malvado escastigado, lo que importa no es el sentido

¿EN SERIO CON LAS SERIES?A cargo de JJOOSSÉÉ LLUUIISS EESSTTRRAADDAA [email protected]

ESPECIALMIÉRCOLES 15 DE FEBRERO DE 2017 05juventud rebelde

Definitivamente, Upon... es una serie coral por la cantidad de personajes protagónicos que tiene.

Historias recicladas

Lana Parrilla, como Regina (ella sí her-mosísima), llena de matices a su villana;sencillamente lo borda al interpretar a laarchienemiga de Blancanieves con másde un lado vulnerable.

Muy destacables son el vestuario, elmaquillaje y la peluquería. Todo ese con-junto muestra un magnífico trabajo, al«convencernos» de que los mundos má-gicos de Once... pueden existir en reali-dad. Los decorados también han estadoa la altura, sin embargo, de vez en cuan-do los efectos especiales han puesto aldescubierto algunas costuras (en com-paración a lo que nos tienen acostumbra-dos, digo). De todos modos hay que re-conocer que el universo que han recrea-do está lo suficientemente bien confor-mado como para que lo aceptemos.

Con todo y ello, parece que Horowitz yKitsis han ido perdiendo la brújula, aun-que todavía se anuncia una séptimatemporada de Once... Para una partesignificativa de sus antiguos seguidores,esta serie ya debió haber llegado a «yvivieron felices para siempre». En lo per-sonal, les aplaudo estas revisiones deesas historias que tantas veces me leye-ron o contaron,y que me invitaron a buscarel modo de hacer crecer mi espiritualidad.

CON frecuencia Adam Horowitz yEdward Kitsis le regalan en Once...algunos guiños a Lost, la serie con laque alcanzaron fama mundial a partirde 2004. Se aprecia lo mismo en lainclusión de actores que participaronen aquella y ahora están como estrellasinvitadas: Emilie de Ravin (Bella/Claire),Rebecca Mader (Zelena/Charlotte) yAlan Dale (el Rey George/CharlesWidmore), mientras que el 815 (elvuelo de Oceanic Airlines) está portodas partes.

Homenaje aLost

Lana Parrilla se roba el show como la mal-vada Regina.