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Estoy encantado de esta nueva edición de El amor y sus frutos de Edwards. Esta serie de sermones ocupa un lugar especial en mi afecto por Edwards por tres razones. Primero, en Múnich, Alemania, mi esposa y yo lo leímos en voz alta en 1972. ¡Qué manera de construir un matrimonio joven! Segundo, el tratamiento de Edwards de “El amor no busca lo suyo” formó profundamente mi emergente Hedonismo Cristiano. Tercero, el último capítulo, “El cielo es un mundo de amor”, es simplemente insuperable en su poder para hacerme querer ir allí. Mi amor por Jonathan Edwards y la grandeza de su Dios es inquebrantable. Que Dios le dé una voz cada vez más amplia. John Piper Pastor de Predicación y Visión, Iglesia Bautista de Belén, Ciudades Gemelas, Minnesota Esta nueva edición de El amor y sus frutos es una adición muy bienvenida a la creciente biblioteca de libros por y sobre el gran Jonathan Edwards. Para aquellos que piensan erróneamente que los teólogos protestantes sobreenfatizan la fe a expensas del amor, estos sermones clásicos de Edwards serán un antídoto para un estereotipo. Pero aún más importante, esta profunda minería de 1 Corintios 13 es un camino hacia la teología espiritual que acercará a cada creyente a Cristo. Timothy George Decano Fundador de la Escuela de Divinidad Beeson; Editor General, Comentario de la Reforma sobre las Escrituras Para Jonathan Edwards, la verdadera comprensión puritana del cristianismo como vida amorosa en Dios a través de Cristo fue un enfoque teológico-pastoral- devocional de toda la vida, y su más completa muestra de ello se encuentra aquí. Los comentarios de Kyle Strobel nos ayudan a apreciar este clásico sobre la comunión con Dios. J. I. Packer Profesor de Teología de la Junta de Gobernadores, Regent College; autor, Conociendo a Dios Lo mejor que puedo decir es que se trata de una primicia en los estudios de Edwards. Nadie ha hecho con El amor y sus frutos lo que Kyle Strobel logra aquí, proveyéndonos con un comentario esclarecedor y un texto legible de uno de los tratados más importantes, aunque muy descuidados, de Edwards. Todos los que

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Estoy encantado de esta nueva edición de El amor y sus frutos de Edwards. Esta serie de sermones ocupa un lugar especial en mi afecto por Edwards por tres razones. Primero, en Múnich, Alemania, mi esposa y yo lo leímos en voz alta en 1972. ¡Qué manera de construir un matrimonio joven! Segundo, el tratamiento de Edwards de “El amor no busca lo suyo” formó profundamente mi emergente Hedonismo Cristiano. Tercero, el último capítulo, “El cielo es un mundo de amor”, es simplemente insuperable en su poder para hacerme querer ir allí. Mi amor por Jonathan Edwards y la grandeza de su Dios es inquebrantable. Que Dios le dé una voz cada vez más amplia.

John Piper Pastor de Predicación y Visión, Iglesia Bautista de Belén, Ciudades Gemelas,

Minnesota Esta nueva edición de El amor y sus frutos es una adición muy bienvenida a la creciente biblioteca de libros por y sobre el gran Jonathan Edwards. Para aquellos que piensan erróneamente que los teólogos protestantes sobreenfatizan la fe a expensas del amor, estos sermones clásicos de Edwards serán un antídoto para un estereotipo. Pero aún más importante, esta profunda minería de 1 Corintios 13 es un camino hacia la teología espiritual que acercará a cada creyente a Cristo.

Timothy George Decano Fundador de la Escuela de Divinidad Beeson; Editor General,

Comentario de la Reforma sobre las Escrituras Para Jonathan Edwards, la verdadera comprensión puritana del cristianismo como vida amorosa en Dios a través de Cristo fue un enfoque teológico-pastoral-devocional de toda la vida, y su más completa muestra de ello se encuentra aquí. Los comentarios de Kyle Strobel nos ayudan a apreciar este clásico sobre la comunión con Dios.

J. I. Packer Profesor de Teología de la Junta de Gobernadores, Regent College; autor,

Conociendo a Dios Lo mejor que puedo decir es que se trata de una primicia en los estudios de Edwards. Nadie ha hecho con El amor y sus frutos lo que Kyle Strobel logra aquí, proveyéndonos con un comentario esclarecedor y un texto legible de uno de los tratados más importantes, aunque muy descuidados, de Edwards. Todos los que

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aman a Edwards (y todos deberían) se beneficiarán inmensamente de este excepcional volumen.

Sam Storms Pastor Principal, Iglesia Bridgeway, Oklahoma City, Oklahoma

Jonathan Edwards es el teólogo más famoso de América, y está experimentando una resurrección entre algunos evangélicos de hoy. No todos los que aplauden a Edwards lo han leído extensamente, y para algunos el aplauso parece ser poco más que un pensamiento de grupo. Pero esta anotación de la exposición seminal de 1 Corintios 13 de Edwards, editada por un joven y competente especialista de Edwards que ofrece una introducción informada al pensamiento moral de Edwards, promete que todos nosotros nos dediquemos más a la visión teológica para la gloria de Dios en la teología de Edwards. Todos los que leen a Edwards saben que les espera una experiencia de conocimiento sensorial, y no sólo inteligencia académica. Lea este libro en la adoración.

Scot McKnight Profesor Karl A. Olsson de Estudios Religiosos, Universidad de North Park

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EL AMOR Y SUS FRUTOS

Viviendo a la luz del amor de Dios

JONATHAN EDWARDS

IMPRESO EN LIMA, PERÚ

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ELAMORYSUSFRUTOS:VIVIENDOALALUZDELAMORDEDIOSAutor:JonathanEdwardsTraducción:JaimeD.CaballeroEdición:JaimeD.CaballeroRevisióndeestilo:DorianObrequeDiseñodecubierta:BillyJerryGilContrerasCreacióndeíndices:JorgeDeSousaSerie:JonathanEdwardsTítulo original: Jonathan Edwards, Charity and its Fruits, or Christian Love asManifestedintheHeartandLife,ed.TryonEdwards(NY:RobertCarter&Brothers,1852).Introduction by Kyle Strobel; Taken from Charity and Its Fruits by JonathanEdwards,©2012byKyleStrobel.UsedbypermissionofCrossway,apublishingministryofGoodNewsPublishers,Wheaton,IL60187,www.crossway.org.Editadopor:© TEOLOGIAPARAVIVIR.S.A.C JosédeRivadeneyra610.Urb.SantaCatalina,LaVictoria.Lima,Perú[email protected]://www.facebook.com/teologiaparavivir/www.teologiaparavivir.comPrimeraedición:Juniodel2021Tiraje:1000ejemplaresHechoeldepósitolegalenlaBibliotecaNacionaldelPerú,N°:2021-05290ISBN:978-612-xxxxx-x-xSeterminódeimprimirenjuniodel2021en:ALEPHIMPRESIONESS.R.L.Jr.Risso580,LinceLima,Perú.Prohibidasureproducciónotransmisióntotaloparcial,porcualquiermedio,sinpermisoescritodelaeditorial.LascitasbíblicasfuerontomadasdelasversionesReinaValerade1960ydelaNuevaBibliadelosHispanos,salvoindiquelocontrarioenalgunadeellas.

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TABLA DE CONTENIDOS

DEDICATORIA XIPRÓLOGOPORJAIMED.CABALLERO 1JONATHANEDWARDSVERSUSJOHNOWEN 1RECUPERANDOELLEGADODEJONATHANEDWARDSENLATINOAMÉRICA 3SOBREESTELIBRO 5

INTRODUCCIÓNPORELDR.KYLESTROBEL 7PANORAMAGENERALDELELAMORYSUSFRUTOS 9Sección1 10Sección2 11Sección3 13BosquejodeElAmorysusFrutos 14

CONTEXTOTEOLÓGICO 16LaTrinidad 17Visióntripledelmundo 19Redención 21LateologíamoraldeEdwards 25Religión 27

TENTACIONESENLALECTURADELACARIDADYSUSFRUTOS 28NOTASDEPUBLICACIÓN 29

SECCIÓNUNO:ELAMORESLOMÁSESENCIAL 33SERMÓN1:ELAMORESLASUMADETODASLASVIRTUDES 351.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 352.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 37a.Lanaturalezadelamordivino 38b.Laveracidaddeladoctrina 40

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 49a.Paraelautoexamen 49b.Paralainstrucción 50c.Paralaexhortación 56

SERMÓN2:ELAMORESMÁSEXCELENTEQUELOSDONESEXTRAORDINARIOSDELESPÍRITU 591.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 592.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 63a.¿QuésonlosdonesordinariosyextraordinariosdelEspíritu? 63

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b.Losdonespocofrecuentessonunagranbendición 66c.Losdonesordinariossonsuperioresalosextraordinarios 70

EXPLICACIÓNADJUNTA:ELPECADOIMPERDONABLE 773.APLICACIÓNDELADOCTRINA 81

SERMÓN3:NADAPUEDECOMPENSARLAFALTADEINTEGRIDADENELCORAZÓN 891.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 892.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 91a.Sepuedesufriryhacergrandesobrassinsinceridad 91b.Ningunaacciónbuenapuedecompensarlafaltadeamor 93

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 98a.Paraelautoexamen 98b.Paralaconversióndelosquenocreen 101c.Promuevelabúsquedadelamorcristiano 102

SECCIÓNDOS:ELAMORESLAFUENTEDETODOBIEN 103SERMÓN4:LALONGANIMIDADYLABONDAD 1051.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 1052.PRIMERAEXPOSICIÓNDOCTRINAL 106a.Tiposdedañossufridos 107b.¿Quésignificaqueelamortodolosufre? 110c.Elamornoscapacitaparasoportarlasinjurias 114

3.PRIMERAAPLICACIÓNDELADOCTRINA 1194.OBJECIONESALADOCTRINA 1285.SEGUNDAEXPOSICIÓNDOCTRINAL 130a.Lanaturalezadeldeber 131b.Elespíritucristianopredisponealaspersonasahacerbienaotros 137

6.SEGUNDAAPLICACIÓNDELADOCTRINA 139SERMÓN5:ELAMORCONTRASTADOCONUNESPÍRITUENVIDIOSO 1451.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 1452.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 146a.Lanaturalezadelaenvidia 146b.Laenvidiaseoponeaunespíritucristiano 148c.Larazónyevidenciadeestadoctrina 150

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 155a.Comounautoexamen 155b.Comounaexhortación 159

SERMÓN6:UNESPÍRITUCRISTIANOESUNESPÍRITUHUMILDE 1611.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 1612.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 162a.Definiciónyexplicacióndehumildad 163

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b.Uncaráctercristianoeshumilde 1763.APLICACIÓNDELADOCTRINA 183a.Paralaenseñanza 183b.Paraelautoexamen 184c.Paralaexhortación 184

SERMÓN7:ELAMORESCONTRARIOAUNESPÍRITUEGOÍSTA 1871.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 1872.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 187a.Elegoísmoqueescontrarioalamor 189b.Cómounespíritucristianoseoponealegoísmo 194c.Evidenciasdeladoctrina 199

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 206SERMÓN8:ELAMORESCONTRARIOAUNESPÍRITUDEIRA 2111.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 2112.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 211a.Lairaalaqueseoponeunespíritucristiano 212b.Razonesparaoponerseaunairapecaminosa 219

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 220SERMÓN9:ELAMORESCONTRARIOAUNESPÍRITUDECRÍTICA 2251.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 2252.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 225a.Enquéconsisteunespíritucrítico 226b.Unespíritucríticocondenatorioescontrarioalespíritucristiano 231

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 234a.Reprensiónparalosquehablanmaldeotros 234b.Advertenciaanopensarohablarmaldelosdemás 235

SERMÓN10:LAGRACIAPRODUCEUNACONDUCTASANTA 2391.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 2392.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 240a.Todagraciacristianaproduceunaprácticacristiana 241b.Lasobrasdelasgraciascristianasparticulares 247

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 259a.Paralainstrucción 259b.Paraelautoexamen 260

SERMÓN11:SOPORTARLOSSUFRIMIENTOS:UNDEBERPARACONCRISTO 2651.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 2652.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 266a.Explicacióndoctrinal 267b.RazonesporlasquelospiadososestándispuestosasufrirporCristo 269

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3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 276a.Paraelautoexamen 276b.Paralaexhortación 277

SERMÓN12:LASGRACIASCRISTIANASESTÁNENCADENADASENTRESÍ 2811.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 2812.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 283a.Cómolasgraciasdelcristianismoestánconcatenadasentresí 283b.Razonesparalaconcatenacióndelasgracias 287

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 290a.Laregeneracióneseliniciodeestasgracias 290b.Examinasituprofesióndefeesverdadera 292

SECCIÓNTRES:ELAMOR,ELREGALODIVINOQUEPERSEVERA 295SERMÓN13:LAGRACIANUNCASERÁVENCIDA 2971.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 2972.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 299a.Laverdaderagraciaencuentramuchaoposición 299b.Laverdaderagracianuncaesderribada 300c.LaverdaderagraciaessostenidaporDios 303

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 307SERMÓN14:SÓLOELAMORDIVINODURAETERNAMENTE 3111.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 3112.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 313a.ElEspírituSantoesdadoalaIglesiaeternamente 314b.HayotrosdonesdelEspíritudadosalaIglesia 315c.LosdonesdelEspíritusontemporales 316d.ElEspírituSantomanifiestasupresenciaeinfluenciaenlaIglesiaatravésdelamor 319

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 322SERMÓN15:ELCIELOESUNMUNDODEAMOR 3271.INTRODUCCIÓNALADOCTRINA 3272.EXPOSICIÓNDOCTRINAL 328a.Dioseslacausayfuentedetodoelamorenelcielo 329b.Todosloshabitantesdelcielosondignosdeamor 331c.LossujetosdelamordeDios 334d.Eltipodeamorqueseencuentraenelcielo 335e.Lascircunstanciasdelamorenelcielo 338f.Losfrutosdelamorenelcielo 345

3.APLICACIÓNDELADOCTRINA 348a.Comoinstrucciónaloscreyentes 348b.Paradespertaralospecadores 351

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c.Unaexhortaciónendosramas 354CONCLUSIÓNPORKYLEC.STROBEL 361CONOCIMIENTODEDIOSYCONOCIMIENTODESÍMISMO 362RECOGIMIENTOYQUIETUD 367LACONCATENACIÓNDELASVIRTUDESYLAVIDACRISTIANA 375REFLEXIONESFINALES 378LISTADELECTURAS 381Literaturaprimaria 381Literaturasecundaria 382Másavanzado 383

APÉNDICE:DOCELECCIONESDEJONATHANEDWARDSPARAELMUNDOHISPANOHABLANTEPORDR.ERNESTKLASSEN 3851.ELAMORVERDADERO 3862.COMPRENDERNUESTROSTIEMPOS 3873.ENFRENTARSEALORGULLOHUMANO 3894.ENFATIZARLAJUSTIFICACIÓNPORLAFE,NOPOROBRAS 3925.DOCUMENTARLOSAVIVAMIENTOSRELIGIOSOS 3936.CENTRARSEENLASANTIDADYENDIOS,NOENLAFENOMENOLOGÍAYELHOMBRE 3947.ELCORAZÓNDELASUNTOESUNASUNTODELCORAZÓN 3988.EDWARDSCOMOPENSADOR 4019.EJEMPLOFIRMEDEUNAPAREJAQUEMINISTRAJUNTOS 40410.PALABRAS,IDEASYEMOCIONES 40711.PASARTIEMPOCONOCIENDOADIOS 40812.DEJANDOUNLEGADOYACABANDOBIEN 408CONCLUSIÓN 409BIBLIOGRAFÍACONSULTADAPARAESTEENSAYO 411

ÍNDICEDEREFERENCIASBÍBLICAS 413ÍNDICEDETEMAS 423

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El amor o la caridad, es lo mismo que el gran deber del

cristianismo, es la gracia en la que consiste lo esencial de la santidad

cristiana, sin la cual todo lo demás no es nada.

JONATHAN EDWARDS

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DEDICATORIA

DR. ERNEST KLASSEN

En reconocimiento a una vida dedicada al servicio de Dios, y de otros, y por sus continuos esfuerzos en la difusión de

Jonathan Edwards en Latinoamérica

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JONATHAN EDWARDS (1703-1758)

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PRÓLOGO POR JAIME D. CABALLERO

La importancia de Jonathan Edwards (1703-1758) no puede ser exagerada. Es considerado la mente teológica más brillante jamás producida en suelo norteamericano, y la mayor influencia teológica en los Estados Unidos.1 Aunque debe mencionarse que Edwards se hubiera considerado a si mismo británico, dado que nació y vivió en un tiempo cuando Estados Unidos como nación aún no existía. Su influencia, espiritualidad, y agudeza teológica son solamente comparadas con otro de los colosos de la teología protestante: John Owen (1616-1683).

Jonathan Edwards versus John Owen Sin embargo, aunque Edwards y Owen tienen mucho en común, también tienen importantes diferencias. No solo pertenecieron a épocas y contextos políticos, sociales y teológicos diferentes, sino que también los énfasis de sus escritos son diferentes. Los escritos de Owen tienden a ser más pastorales, y los de Edwards más reflexivos. Mientras que Owen era primariamente un exegeta-teólogo, Edwards era un filósofo-teólogo. Esto no significa que Owen no hiciera uso de la filosofía, cualquiera que haya leído uno de sus libros notará de inmediato la fuerte influencia Tomista en sus escritos, ni tampoco quiere decir que Edwards no fuera un exegeta. Pero a diferencia de Edwards, los escritos de Owen son extremadamente detallistas con la exposición del texto bíblico. Por otro lado, Edwards produjo más obras de teología sistemática, o exposiciones teológicas, mientras que casi la cuarta parte de los escritos de Owen tienen que

1J.H.Gerstner,“Edwards,Jonathan(1703–58),”ed.MartinDavieetal.,NewDictionary

of Theology: Historical and Systematic (London; Downers Grove, IL: Inter-Varsity Press;InterVarsityPress,2016),288.

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ver con teología política, la relación de la Iglesia y el Estado, tolerancia religiosa, etc. Aunque hay muchas similitudes teológicas entre Owen y Edwards, por ejemplo, el hecho de que las doctrinas de la gracia, a veces mal llamadas calvinismo, permeaban todo su edificio teológico, o que el uso de la teología del pacto como sistema de interpretación bíblico, o el congregacionalismo independiente como sistema de gobierno eclesiológico, también existen algunas diferencias teológicas entre ambos. Esto es parte de la unidad y diversidad que existe y ha existido dentro de la teología protestante, y en este caso de la rama reformada. Owen y Edwards son para la iglesia protestante, en términos de influencia e importancia, el equivalente que Agustín de Hipona y Tomas de Aquino lo son para la iglesia católica romana.2 Sin embargo, hasta hace muy poco no había ninguna obra sin abreviar de estos colosos, padres de la fe evangélica protestante, disponible en español. Tanto de Edwards como de Owen solo teníamos disponibles algunos resúmenes de sus obras, y citas aisladas en literatura devocional. Esto nos indica la tremenda necesidad de literatura teológica en Latinoamérica, y lo mucho que el protestantismo latinoamericano está desconectado de sus raíces históricas. A menos que la literatura teológica que se produzca por latinoamericanos esté enraizada en su tradición evangélica protestante, y a través de esta tradición injertada en la teología patrística y medieval, el resultado será una innovación teológica influenciada por la última moda teológica, o la agenda política del día. Este es en gran parte la tragedia de mucha de la teología producida en Latinoamérica. En el mejor de los casos, mucha de esta literatura es una copia de lo que sus pares de habla inglesa han producido, y en el peor de ellos es una teología influenciada por corrientes teológicas diferentes a la protestante evangélica, como lo es el liberalismo teológico, el Barthianismo, que tan fuertemente han influenciado la teología latinoamericana. De la misma manera que sería absurdo pensar que el Perú o México del siglo XXI son lo mismo que el Perú o México del siglo XVII, es igualmente absurdo pensar que la Inglaterra del siglo XXI es la misma que la Inglaterra del siglo

2NomerefieroaquíaqueAgustínoAquinohayansidocatólicosromanosenelsentido

modernodelapalabra,nitampocoqueestosdospersonajesnodebanserreclamadosparalaiglesiaprotestante.AgustíndeHiponayTomasdeAquinodeberíansertanestudiados,ysusescritosdeberíansertenidosentanaltaestimaentreprotestantescomoentrecatólicosromanos.

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XVII en la que John Owen vivió, o que los Estados Unidos de la actualidad son lo mismo que la Norteamérica del siglo XVIII de Edwards. En otras palabras, los temas, contexto histórico, y énfasis teológicos de John Owen son tan extraños para un inglés del siglo XXI como lo son para un latinoamericano del día de hoy. Yo iría un paso más allá, y diría que, aunque existe una gran diferencia entre el tiempo de Owen y el nuestro, el contexto latinoamericano está más cerca al de Owen o Edwards el día de hoy, que el de Reino Unido de la actualidad. En otras palabras, el contexto de Owen es tan extraño para el británico promedio del día de hoy como lo es para el latino promedio. No debemos cometer el error de pensar que Owen le pertenece a los británicos y que Edwards le pertenece a los norteamericanos.

Recuperando el legado de Jonathan Edwards en Latinoamérica Owen y Edwards le pertenecen a todo aquel que se identifique con la misma teología, el mismo Dios, y la misma iglesia a la que ellos amaron y sirvieron. Es necesario e indispensable para el crecimiento y la madurez de la iglesia latinoamericana apropiarse de la teología que le ha precedido, a fin de poder hacer un renuevo, y apropiación de lo mejor del pasado a fin de poder dar respuestas sólidas a nuestro presente, y a nuestro contexto latino del siglo XXI, desde una perspectiva distintivamente evangélica protestante, enraizada en las Escrituras. Edwards no le pertenece a los norteamericanos, ni Owen a los británicos, ni los padres de la iglesia a la iglesia católica romano, esta es parte de nuestra tradición teológica, son nuestros padres y abuelos en la fe. Son aquellos en cuyos hombros estamos sentados, aquellos gigantes que aún el día de hoy están ansiosos de declararnos las verdades de aquel Dios al cual amaron y sirvieron. Sus enseñanzas están disponibles el día de hoy para todo aquel que busca aprender. Escoge con mucha sabiduría a tus maestros, pues el discípulo nunca es más grande que sus maestros. Nadie se convierte en un gigante por pasar tiempo con enanos. Cada hombre grandemente usado por Dios, tanto en el presente como en el pasado, ha tenido los mismos maestros. Pregúntate, ¿Cuáles fueron las más grandes influencias en hombres como John Piper, Timothy Keller, Joel Beeke, Paul Washer, etc.? La respuesta siempre es la misma. Ve un poco más allá en la historia, cincuenta años atrás, ¿Cuáles fueron las más grandes influencias de Martyn Lloyd-Jones, J.I. Packer, etc.? Anda un poco más atrás,

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unos cien o ciento treinta años atrás, ¿Cuáles fueron las más grandes influencias de John C. Ryle, Charles Spurgeon, etc.? La respuesta siempre es la misma. Es cierto que hay algunas variaciones, pero siempre hay cuatro o cinco nombres que se repiten constantemente. Elige a tus maestros con sabiduría. Siéntate a los pies de este gigante llamando Jonathan Edwards, y deja que sea tu maestro, y que te guíe a la fuente de las Escrituras, y te guíe al Maestro de maestros. Examina sus palabras a la luz de la revelación bíblica. Como todo maestro afecto por el pecado, sus palabras contienen error. Solo hay una sola fuente inerrante, y solo hay un maestro inspirado, nuestro Señor Jesucristo. Ni siquiera los apóstoles fueron inspirados como tal, solo sus escritos lo fueron. En otras palabras, no todo lo que el apóstol Pablo dijo o escribió fue inspirado por Dios, sino solo aquello que es parte de la Escritura. Esta es una de las piedras fundamentales de la teología protestante, y de porqué afirmamos que la tradición oral contenida de los apóstoles y recogida por sus discípulos inmediatos no está al mismo nivel que las Escrituras. Deja que el Espíritu Santo te guíe a toda verdad mientras lees este libro. Hemos dedicado este libro al Dr. Ernest Klassen, quien a través de los años ha promovido el amor de Edwards y sus enseñanzas a la iglesia de habla hispana. Ernie, de la manera como sus amigos lo llamamos, accedió muy amablemente a escribir un apéndice para este libro que contiene lecciones sumamente importantes para el contexto latinoamericano. El Dr. Klassen ha sido como un vocero estos años, señalando a Edwards a la iglesia de habla hispana. Este libro es dedicado con mucha gratitud por toda una vida de servicio a la iglesia del Señor. Ningún lector debería dejar de leerlo. Muchas gracias Ernie. Planeamos en los próximos diez años traducir cada año una de las obras principales de Jonathan Edwards. Aunque en un inicio consideramos comenzar con la obra Afectos Religiosos, decidimos comenzar con El Amor y sus Frutos. Esto obedece a razones pedagógicas más que cronológicas. Afectos Religiosos es sin duda la obra teológica de Edwards que más influencia ha tenido. Sin embargo, es una obra de grueso calibre teológico. Por otro lado, El Amor y sus Frutos toca con muchos puntos importantes de la teología de Edwards de manera experiencial. La comprensión de los conceptos teológicos expuestos en El Amor y sus Frutos servirá como un fundamento para la comprensión de otras obras más avanzadas de Edwards que esperamos, si el Señor lo permite, poner a disposición del pueblo de habla hispana en el futuro.

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Sobre este libro Debe mencionarse algo también sobre la edición de este libro. Jonathan Edwards predicó esta serie de sermones originalmente entre Abril y Octubre de 1738, encontrados en una serie de manuscritos originales conocidos como la colección Andover. La edición final del texto se dio en 1852, por Tryon Edwards.3 Sin embargo, la edición de 1852 contiene algunos recortes menores en el texto original de Edwards. Para las divisiones del texto, hemos seguido las decisiones editoriales de Paul Ramsey en la edición publicada por la Universidad de Yale en 1987, la cual es la edición estándar critica de las obras de Edwards. La edición base para esta obra ha sido la de 1852. Sin embargo, nos hemos ayudado de la edición de Yale de Paul Ramsey para acercarnos lo más posible a la edición original de 1738.4 La introducción de Paul Ramsey a la edición de Yale ha sido de mucha ayuda para comprender el contexto histórico y teológico de la obra.5 Su introducción es excelente, pero escrita para un público especialista. Son 125 páginas de letra pequeña y tamaño de hoja grande que hubieran resultado en una introducción de casi 200 páginas de ser traducido al español. Tanto la introducción, como las notas a pie de página (a no ser que se indique lo contrario), fueron escritas por el Dr. Kyle Strobel, inicialmente para la edición publicada por Crossway en el 2012. Agradecemos a Crossway por haber llegado a un acuerdo para el uso de las notas de estudio e introducción del Dr. Strobel, que le agregan mucho valor a la obra y facilitan su comprensión. Agradecemos también a Jorge De Sousa por su ayuda en la creación de los índices de esta obra, tarea tediosa y que demanda mucho tiempo. Gracias por tu ayuda hermano. Quisiera agradecer también a Dorian Obreque, quien pacientemente leyó con cuidado el manuscrito final a fin de asegurarse que mi mala gramática y ortografía fueran corregidas y transformadas en un trabajo impecable. Muchas gracias hermano.

3JonathanEdwards,CharityanditsFruits,orChristianLoveasManifestedintheHeart

andLife,ed.TryonEdwards(NY:RobertCarter&Brothers,1852).4 JonathanEdwards,EthicalWritings,ed.PaulRamseyandJohnE.Smith,vol.8,The

WorksofJonathanEdwards(NewHaven;London:YaleUniversityPress,1989),124-399.5PaulRamsey,“Editor’sIntroduction,”inEthicalWritings,ed.PaulRamseyandJohnE.

Smith,vol.8,TheWorksofJonathanEdwards(NewHaven;London:YaleUniversityPress,1989),1-124.

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La edición final de la obra en español estuvo a cargo de este servidor, que solo es de utilidad en la medida que la gracia del Señor se manifiesta en él. La edición y traducción de este libro me tomó casi un año de trabajo, dedicándole entre una a dos horas de trabajo todos los días por 11 meses y 1 semana. Más de una vez no pude seguir con el estudio y tuve que arrodillarme en mi oficina con lágrimas en los ojos quebrantado por mi pecado. La bendición de escuchar la Palabra de Dios a través de las palabras de este gigante trajo más de una vez convicción de pecado a mi corazón. Si hay algo de utilidad en la misma es debido a todas las excelentes ayudas que he tenido en el camino mencionadas anteriormente, el Dr. Klassen, Dr. Strobel y Dr. Ramsey. Cualquier error, es solo mío. Por último, quisiera dirigirme directamente al lector de habla hispana que tiene este libro en sus manos. La producción de este libro costó muchísimas horas de preparación. Desde un punto de vista financiero, sería mucho más sencilla la publicación, y más lucrativo, publicar una obra de algún autor contemporáneo sobre algún tópico devocional o familiar. Sin embargo, creemos firmemente en la necesidad de disponer de estas obras para el pueblo de habla hispana. Somos completamente autosostenidos. No recibimos ningún tipo de ayuda o financiamiento de ninguna organización en el extranjero. Publicar una obra de esta naturaleza es costoso, tanto en tiempo como en recursos. Solamente podremos seguir publicando estas obras si hay un interés de las mismas entre el Pueblo del Señor de habla hispana. Si esta obra te es de bendición, te pedimos que sigas adquiriéndolas, que las recomiendes a otros – es muy poca gente la que ha oído hablar de John Owen o Jonathan Edwards, y muchos menos los que han leído un libro suyo – que la uses en tu iglesia, grupo pequeño, o que la lean juntos con un grupo de amigos. Esta obra es verdaderamente teología para la vida.

JAIME D. CABALLERO Cork, Irlanda

Sábado, 08 de mayo de 2021

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INTRODUCCIÓN POR EL DR. KYLE STROBEL

En 1958, un grupo de estudiosos e investigadores de Jonathan Edwards e instituciones interesadas se reunieron en la antigua iglesia de Edwards en Northampton, Massachusetts, para celebrar el bicentenario de su muerte. El teólogo neoortodoxo H. Richard Niebuhr leyó un artículo titulado “El anacronismo de Jonathan Edwards”, que se centraba de forma provocativa en honrar a Edwards cuestionando cómo podría ser “honrar” a Edwards. “¿Con qué derecho nos unimos al cortejo fúnebre, nos paramos junto a la tumba, y nos inmiscuimos en la compañía de los que lo lloran?” Niebuhr cuestionó.1 En un ejemplo sorprendentemente claro de honestidad académica, Niebuhr reconoció que él y el grupo de eruditos reunidos frente a él habrían rechazado a Edwards a la cara si se les hubiera dado la oportunidad. Si bien elogiaban sus logros académicos, si se hubieran enfrentado a sus convicciones teológicas en su época, ellos -como los propios rivales de Edwards- no habrían dudado en tirarle piedras. Niebuhr continuó, “¿Con qué derecho nosotros, que parecemos estar en desacuerdo con él más fuertemente que sus contemporáneos, le honramos ahora? “2 En un intento de responder a su propia pregunta, Niebuhr socavó la solución obvia para los académicos: honrar su brillantez. Esto no servirá, sugirió Niebuhr. En su lugar, la única manera de honrar a Edwards es honrar lo que Edwards era.

No hay una forma realmente honesta y consistente de honrar a Edwards en todo este día excepto en el contexto de honrar, reconocer y renovar nuestra dedicación a su causa. Esa causa era nada menos que la gloria de Dios. No sé si esta es la audiencia

11H.RichardNiebuhr,Theology,History,andCulture:MajorUnpublishedWritings,ed.

WilliamStacyJohnson(NewHaven,CT:YaleUniversityPress,1996),125.2Ibid.

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que puede escuchar la convocatoria para pensar en los términos de ese tema, para elevar la mente y el corazón en regiones de pensamiento e imaginación tan majestuosas, para dedicarse a una causa tan tremenda.3

Aunque se sienta más en sintonía con la teología de Edwards que el público de Niebuhr de ese día, debemos responder a la misma pregunta: ¿Qué significa honrar a Jonathan Edwards en nuestros días? Este volumen es, en parte, una respuesta a esa pregunta. Homenajear a Edwards es, al menos, leerlo y pensar sus pensamientos después de él en un intento no sólo de imitar su teología, sino de ser fiel al evangelio que tanto se esforzó en explicar. No es hacer de Edwards tu Edwards, sino sentirse incómodo bajo un mensaje alejado de nuestro propio contexto y preocupaciones. Hay que admitir que Edwards no es necesariamente una lectura fácil. Este volumen se ha elaborado con el deseo de hacer a Edwards un poco más accesible (¡porque todo ayuda!) y porque La Caridad (o el Amor) y sus Frutos es uno de los mejores puntos de entrada a su teología.4 Mientras que obras como Afectos Religiosos y el infame Pecadores en las manos de un Dios Enfadado han llegado a definir a Edwards, La Caridad y sus Frutos es un intrincado tapiz de las ideas espirituales, teológicas y exegéticas de Edwards, exponiendo a los lectores a una imagen mucho más amplia de su trabajo. A la luz de esto, he suministrado varias características en un intento de ayudar a conectar bien con Edwards. Primero, incluyo una visión general de la caridad y sus frutos para una orientación a la obra en sí. Segundo, proporciono una breve visión teológica para aclarar por qué Edwards toma algunas de las decisiones teológicas y exegéticas que toma. Tercero, y por último en la introducción, sugiero algunas de las tentaciones que pueden surgir al leer una obra como esta. Esta sección, más que las otras, está directamente relacionada con honrar a Edwards leyéndolo como él quería ser leído (o escuchado, ya que esta obra fue originalmente escrita como sermones).

3Ibid.,127.4El títulooriginalde laobraen inglés“Charityand its fruits”sederivade1Co.13.

Traducidoliteralmentealespañolsería“Lacaridadysusfrutos”.Sinembargo,eltítuloeninglessebasaenunarcaísmodelapalabraamorusadoenlatraducciónde1CorintiosusadoenlaversióndelReyJacobohechaen1611.Ningunatraduccióneninglésoespañoltraduciría1Corintios13conlapalabracaridad,sinoamor,dadoque“Charity”ocaridad,esunarcaísmode“love”amor.Poresoladecisióndetraducireltítulodellibrocomo“Elamorysusfrutos”,yno“Lacaridadysusfrutos”.[Notadeltraductor].

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Volviendo al texto en sí, he añadido notas explicativas a lo largo del volumen.5 Estas notas están pensadas para explicar conceptos que pueden parecer extraños a primera vista, para orientarle en otras áreas de la obra de Edwards que puedan explicar las mismas ideas con más claridad, o incluso para situar a Edwards en paralelo con otros escritores. Además, he definido palabras que serán desconocidas para la mayoría de los lectores.6 El uso del lenguaje de Edwards confundió a los lectores incluso en su propia época, por lo que definir ciertos términos clave puede ser a menudo una de las formas más rápidas de hacer a Edwards más legible. Al final de “La caridad y sus frutos”, también he proporcionado una conclusión que pretende ofrecer varias maneras de apropiarse del trabajo de Edwards. Esto, una vez más, recogerá la idea de honrar a Edwards y esperamos que le estimule a pensar profundamente en el mismo material que él meditó tan fielmente. Honrar a Edwards implica más que simplemente tener la capacidad de citarlo. Implica reflexionar genuinamente sobre los mismos temas, preguntas y, en última instancia, el mismo Dios que él. La conclusión será seguida por una lista de lectura de materiales primarios y secundarios que resultarán útiles para cualquiera interesado en extraer las profundidades del pensamiento de Edwards.

Panorama general del El Amor y sus Frutos El amor y sus frutos comprende quince sermones que Edwards predicó a su congregación en 1738.7 Estos sermones exponen 1 Corintios 13 y proporcionan un relato teológico del amor y la virtud. La caridad, tal y como la usa Edwards, se entiende mejor como amor (Edwards lo explica al principio de la obra). Los sermones nunca se publicaron en vida de Edwards, pero algunos aspectos del texto insinúan que los habría publicado si hubiera encontrado el tiempo. No fue hasta 1852, casi cien años después de la muerte de Edwards, que los sermones fueron publicados por primera vez.

5Lasreferenciasdeestasanotacionesaparecenenlospiesdenota.6SeproporcionandefinicionessimplesconlaayudadelDiccionariodeInglésdeOxford

enlínea.7Edwardsnecesitómásdeunsermónparacompletaralgunosdeestossermones.Ver

PaulRamsey,“Editor’sIntroduction,”inJonathanEdwards,EthicalWritings,ed.PaulRamsey,vol.8ofTheWorksofJonathanEdwards(NewHaven,CT:YaleUniversityPress,1989),104–5.

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La edición de 1852 de los sermones fue editada por Tyron Edwards, tataranieto de Edwards, y fue la versión estándar utilizada en todas las demás ediciones de La Caridad y sus Frutos hasta que Yale publicó una nueva edición en 1989. Esta nueva edición volvió a los sermones copiados directamente de los folletos de sermones de Edwards. Cuando se comparan con la edición de Tyron Edwards, queda claro que Tyron se tomó mucha libertad en la edición del material de Edwards. Desafortunadamente, esta nueva edición todavía no es leída por el público en general porque está unida a otros escritos éticos de Edwards en un volumen de casi ochocientas páginas. Por primera vez, proporciono a los interesados en Edwards la versión sin editar de este trabajo en su propio volumen. Para una mayor legibilidad, es importante ver un amplio resumen de “La caridad y sus frutos”. Afortunadamente, el propio Edwards proporciona uno al principio del decimocuarto sermón.8 Allí, sugiere una estructura de tres secciones a la serie: (1) muestra que el amor es lo más esencial (vv. 1-3); (2) muestra cómo el amor es la fuente de todo bien (vv. 4-7); y (3) muestra la preferencia del amor sobre los otros dones del Espíritu por su durabilidad y eternidad (vv. 8-12). Edwards afirma que Pablo añade un versículo que concluye el conjunto (v. 13). Las secciones de Edwards se desglosan como - Sección 1, sermones 1-3; - Sección 2, sermones 4-12; y - Sección 3, sermones 13-15. Lo que sigue es un breve resumen de estas secciones.

Sección 1

8PaulRamsey,editordelaedicióndeYalequeincluyeLacaridadysusfrutos,ofreceun

esquemapropioquedifieredeldeEdwards.Ramseysostienequelaprimerasección,quecomprendelostresprimerossermones,ofreceunampliopanoramadelaobraensuconjuntoy proporciona el material que Edwards desarrolla en los doce capítulos siguientes. Lasegundasección,argumentaRamsey,cubrelossermonesdel4al10(vv.4-6en1Corintios13)ysecentraenelamoralprójimo,mientrasquelosrestantessermones,del11al15(vv.7-10)secentranenelamoraDios.Estaestructura,enotraspalabras,sigueelresumendeJesúsdelaleycomoamoraDiosyalprójimo,quepareceunaestructurarazonableparausarcuando se expone un capítulo sobre el amor. Aunque la estructura de Ramsey esampliamenteútilalleerlaobra,noesexacta.VerRamsey,“Introduccióndeleditor”,59-61.

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Los tres primeros sermones de Edwards sirven como una visión general de la obra en su totalidad, centrándose en cómo el amor se relaciona con la naturaleza de Dios y su obra de redención. Edwards comienza ampliamente y luego estrecha sus miras con cada sermón, poniendo el amor en conversación con la naturaleza de Dios y la realidad del evangelio. Comienza con un enfoque en Dios como amor y el amor como el manantial de vida dado por Dios para habitar en el creyente (el Espíritu Santo como amor). Lo importante es que el Espíritu Santo manifiesta el amor de Dios en la vida del creyente. Desde un punto de vista humano podríamos confundir el regalo de Dios de él mismo para nosotros por algo que no es. El poder, por ejemplo, visto a través de los dones espirituales milagrosos, no depende de que el corazón de uno sea cambiado por Dios, ni comunica algo de la naturaleza de Dios a la persona. El poder, para Edwards, es un atributo que define no quién es Dios, sino lo que es. Por otra parte, si el amor realmente se derrama de los individuos, entonces eso significa que el Espíritu de Dios habita en ellos y está trabajando el amor dentro de su propio ser. A la luz de esto, cuando se considera la vida moral, la acción simplemente no es suficiente. Sin amor, todo es deficiente. La verdadera vida moral comienza con el amor a Dios, lo que implica la naturaleza de la propia vida de Dios dada a la criatura en la regeneración. El amor es, por lo tanto, el aspecto esencial de la virtud y de la fe salvadora porque el amor es un regalo del cielo. De hecho, más que ser del cielo, el amor es un regalo del mismo Dios. Cuando 2 Pedro 1:4 afirma que los creyentes serán partícipes de la naturaleza divina, Edwards entiende eso principalmente como compartir la naturaleza del Espíritu como amor. Lo que los creyentes reciben en la regeneración -el amor- aunque sólo sea una chispa, se convertirá en pura llama en la eternidad.

Sección 2 La segunda sección cubre los sermones 4-12. Edwards explica que esta sección muestra “cómo el amor es aquello de lo que surgen todas las buenas disposiciones y comportamientos, la cepa en la que crece todo buen fruto, y la fuente en la que todo lo bueno está contenido y de la que fluye”.9 Basándose en el resumen de la primera sección sobre el amor en relación a quién es Dios,

9Edwards,EthicalWritings,351.

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Edwards centra gran parte de la segunda sección en casos particulares de amor en relación a otros y la naturaleza de ese amor (por ejemplo, el amor no es envidioso, el amor es manso, el amor es humilde, el amor es lo opuesto al egoísmo). El décimo sermón, por otra parte, ofrece algo así como una declaración resumida de los nueve anteriores. En lugar de centrarse en formas particulares de amor, como en los sermones anteriores, Edwards ahora pinta un cuadro más amplio bajo la doctrina “Toda la verdadera gracia cristiana tiende a la práctica santa”. Es de suponer que Edwards predica sobre esto cuando lo hace por el flujo del texto de Pablo. Si Edwards estuviera escribiendo simplemente una teología del amor, probablemente habría colocado este material antes de abordar ejemplos particulares de la naturaleza del amor y su relación con otras personas. En cambio, aquí Edwards usa el décimo sermón como punto de partida para resumir lo que fue hecho antes y para volver a los dos últimos sermones de esta sección, primero, tratando el amor y el sufrimiento del pueblo de Cristo en este mundo (sermón 11) y, segundo, desarrollando cómo las virtudes en su totalidad tienen el amor dentro de su propia esencia (sermón 12). Esta segunda sección, podemos decir, es una ilustración del punto principal de la primera sección, que el amor es lo más esencial. Esto se hace con un ojo en la tercera sección, que ilustra por qué el amor es esencial, debido a su perseverancia en la eternidad. Dentro de estos sermones, hay varios énfasis importantes que hay que tener en cuenta al leerlos. Primero, Edwards se centra en la imitación de Dios Padre y de Cristo para hacer su punto sobre el amor. A lo largo de esta sección Edwards usa continuamente ejemplos de la gracia y el amor de Dios para llamar a sus lectores a imitar a Dios. Segundo, el amor siempre está orientado hacia el cielo. Junto a los ejemplos del Padre y Cristo vienen los ejemplos de los santos y ángeles glorificados en el cielo. Deducir cómo es la existencia celestial de los santos puede ayudar a orientar nuestra vida aquí. Por ejemplo, Edwards habla de los santos y ángeles glorificados como perfectos en humildad, usando eso como una forma de fundamentar la dirección de nuestra propia humildad. En tercer lugar, su relato se basa en la doctrina de Juan Calvino de doble conocimiento, que el conocimiento de Dios y el conocimiento de sí mismo están entrelazados. Si no conocemos nuestros propios corazones, no tenemos forma de saber si somos fieles al llamado de Dios; simplemente somos demasiado autoengañados.

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Las cosas que vemos como virtudes son a menudo vicios disfrazados. Esta sección intenta descubrir la carnosidad de incluso nuestras actividades más virtuosas, ayudando a llevarnos a un verdadero conocimiento de Dios y del yo, que es el único camino a la humildad. Además, en la idea del doble conocimiento, Edwards une el amor a Dios y el amor a sí mismo, mostrando cómo cada uno presupone necesariamente al otro. Para amar a Dios, tenemos que amarnos a nosotros mismos, según Edwards, porque todo lo que significa “amarse a sí mismo” significa tener una voluntad. Desear es amar lo que se ama, y por lo tanto desear lo que Dios desea es amar lo que Dios ama. Este doble conocimiento y amor saturan todo lo que Edwards hace en estos sermones. Por último, el amor de Dios es el principio último que sustenta toda su discusión. El amor de Dios es la disposición dada como la morada del Espíritu, y este amor divino dispone a los creyentes a amar a los demás. Edwards afirma explícitamente en el primer sermón de la Caridad y sus frutos, “El amor a Dios es el fundamento de un amor misericordioso a los hombres”.10 El amor a Dios es el amor primario, y ese amor es un amor que lleva a la práctica. Como Paul Ramsey resume esta sección:

Los lectores notarán usos más frecuentes de 'gracia' y 'gracias' en esta división de los sermones… ya que habrán notado que el amor a Dios es a menudo dado como razón de la disposición que es un fruto del amor divino que se manifiesta principalmente hacia los hombres.11

Jesús, por lo tanto, es el ejemplo perfecto de cómo es el amor a Dios y al prójimo, es el arquetipo por el cual nuestro llamado está tallado.

Sección 3 La tercera y última sección de La Caridad y sus Frutos cubre los sermones 13-15. Aquí, como se ha señalado anteriormente, Edwards toma las dos secciones anteriores y orienta sus ideas sobre la naturaleza del amor como algo divino. En otras palabras, el amor es lo más esencial porque es divino. Todos los que logran pasar por los fuegos purificadores del juicio tienen el amor en su centro. El amor es la única moneda, podríamos decir, que es aceptada en el cielo. La naturaleza

10Ibid.,133.11Ramsey,“Editor’sIntroduction,”60.

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celestial y divina del amor significa que el amor tiene ciertos atributos que lo convierten en la virtud más digna que se puede obtener. El amplio flujo de la sección final de Edwards comienza con la naturaleza inamovible e invencible del amor (sermón 13), luego pasa a una mirada a cómo el amor permanece mientras todos los demás dones del Espíritu se desvanecen (sermón 14), y luego culmina ilustrando cómo el cielo mismo es definido por el amor (sermón 15). Esta sección, más que las otras, es una mirada a la historia de la redención, y cómo cada don y obra del Espíritu en la vida del pueblo de Dios es con un enfoque hacia el amor. Porque Dios es amor, y el verdadero amor salvador es el Espíritu dado por el Padre a través de la compra de la obra de Cristo en la cruz, cuando Edwards habla de amor, lo hace siempre con la mente en el cielo. Edwards cree que Pablo hace lo mismo. Uno puede captar la naturaleza de una virtud basándose en sus fines, es decir, “a dónde va”. En palabras de Edwards, “El alma que se alza con amor no tendrá ningún peso atado a los pies que le impida volar.”12 El amor en el corazón del creyente lleva al cielo, y el fruto que da en la tierra retrata el cielo a través de un cristal oscuro. En el corazón de todo lo que Edwards hace en estos sermones está el mandato de amar a Dios y amar al prójimo. Edwards toma este mandamiento y lo basa en su ubicación primaria apropiada -la propia vida de Dios como amor- y lo orienta hacia su objetivo final: La perfección de los creyentes de Dios y la invitación a participar en su propia vida de amor. Como dice Edwards en su último sermón:

Allí en el cielo esta fuente de amor, este eterno tres en uno, esta fuente que está abierta sin ningún obstáculo que impida el acceso a ella. Allí este Dios glorioso se manifiesta y brilla en toda su gloria, en rayos de amor; allí la fuente se desborda en arroyos y ríos de amor y deleite, suficientes para que todos beban y se bañen, sí, para desbordar el mundo como si fuera un diluvio de amor.13

Bosquejo de El Amor y sus Frutos Para ver cómo avanza la obra a través de sus amplios contornos, he enumerado la exposición doctrinal de cada sermón y sus correspondientes versos bajo los títulos de las secciones que he desarrollado.

12Edwards,EthicalWritings,379.13Ibid.,370.

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Sección 1: El amor, lo más esencial Sermón 1: Toda esa virtud que es salvadora y que distingue a los verdaderos cristianos de los demás, se resume en el amor cristiano o divino (1 Cor. 13:1-3). Sermón 2: La influencia ordinaria del Espíritu de Dios, obrando la gracia salvadora en el corazón, es una bendición más excelente que cualquiera de los dones extraordinarios del Espíritu (1 Cor. 13:1-2). Sermón 3: Todo lo que los hombres puedan hacer, y todo lo que puedan sufrir, no compensará la falta de sinceridad en el corazón (1 Cor. 13:3). Sección 2: El amor, la fuente de todo bien Sermón 4: El espíritu cristiano dispone a las personas a soportar mansamente los males que se reciben de los demás, y a hacer alegre y libremente el bien a los demás (1 Cor. 13:4a). Sermón 5: Un espíritu verdaderamente cristiano es opuesto a un espíritu envidioso (1 Cor. 13:4b). Sermón 6: Un espíritu cristiano es un espíritu humilde (1 Cor. 13:4c-5a). Sermón 7: Un espíritu cristiano es opuesto a un espíritu egoísta (1 Cor. 13:5b). Sermón 8: Un espíritu cristiano se opone a una disposición de ira o cólera (1 Cor. 13:5c). Sermón 9: Un espíritu cristiano se opone a un espíritu crítico; o, en otras palabras, se opone a una disposición poco caritativa de juzgar a los demás (1 Cor. 13:5d). Sermón 10: Toda verdadera gracia cristiana tiende a la práctica santa (1 Cor. 13:6). Sermón 11: Los que son verdaderamente misericordiosos tienen un espíritu por la causa de Cristo para sufrir todos los sufrimientos a los que pueden estar expuestos en el camino de su deber (1 Cor. 13: 7a). Sermón 12: Hay una concatenación de las gracias del cristianismo (1 Cor. 13:7b). Sección 3: El amor, el don divino que persevera

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Sermón 13: La verdadera gracia cristiana es aquella a la cual nada podrá jamás derribar (1 Cor. 13:7c). Sermón 14: El gran fruto del Espíritu en el que el Espíritu Santo no sólo se comunicará por un tiempo, sino que se comunicará eternamente a la iglesia de Cristo es el amor divino (1 Cor. 13:8). Sermón 15: El cielo es un mundo de amor (1 Cor. 13:8-10).

Contexto teológico En cualquier discusión sobre los grandes teólogos, el nombre de Jonathan Edwards merece ser mencionado. En muchos círculos es, sin duda, “el mayor teólogo de América”, y, sin embargo, Edwards es más conocido por su pensamiento espiritual, y con razón en gran medida. Se le alaba más por el desarrollo de su afecto religioso que por el desarrollo de una doctrina sistemática. Esto, desafortunadamente, ha creado un problema. La teología de Edwards, como el pensamiento de todos los grandes teólogos, está infinitamente entrelazada e interconectada. Un lector novato puede entender los argumentos principales de Edwards, pero se pierde el panorama general y los detalles sutiles. Por lo tanto, esbozaré aquí algunos rasgos específicos del pensamiento de Edwards que iluminan aspectos de La Caridad y sus frutos. Para entender adecuadamente cualquier aspecto de la teología de Edwards, uno debe prestar atención a la doctrina de Dios de Edwards. Entender quién es Dios orientará, ordenará y estructurará tanto la teología en sí como la vida bajo Dios. Así, empezamos con la doctrina de Edwards sobre la Trinidad, notando como esto fundamenta su concepto de caridad o amor. A continuación, pasamos a lo que yo llamo la “visión tridimensional” de Edwards. Edwards siempre tiene los tres “mundos” en mente cuando teologa: la tierra, el cielo y el infierno. Luego, para centrar nuestra atención en cómo el amor de Dios invade su creación, echamos un breve vistazo a la comprensión de la redención de Edwards. Finalmente, ofrezco un breve resumen de la teología moral de Edwards, que ayudará a orientar mucho de lo que busca hacer en La Caridad y sus frutos. Vale la pena notar que ninguno de estos panoramas cubrirá todos los temas necesarios para explicar completamente el pensamiento espiritual de Edwards. Cada sección se centrará en la información necesaria para comprender mejor sus temas en La Caridad y sus Frutos.

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La Trinidad Es universalmente aceptado en la erudición sobre Edwards que su doctrina de la Trinidad fundamenta toda su teología. Dado que Edwards era un teólogo reformado, esto no debería sorprendernos. Quién es Dios fundamenta lo que Dios hace y cómo lo seguimos. La teología, en este sentido, es llegar a conocer y creer en el Dios trino de la Biblia y relacionar todo lo demás con quién es y cómo se ha revelado en su Hijo. Es importante, por supuesto, que la obra de Dios de revelar a su Hijo se realiza a través del envío de su Espíritu, que ilumina a los llamados a ver y conocer verdaderamente a Dios Padre y a Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Para explicar la Trinidad, Edwards sigue una importante corriente de pensamiento que tiene su origen en Agustín. Esta tradición utiliza lo que se llama la “analogía psicológica” para explicar cómo Dios es a la vez tres personas y una esencia. Tal analogía puede tomar diferentes formas, pero para Edwards, se describe mejor como Dios, el Padre, su comprensión y su voluntad. Edwards cree que una persona es un ser con un solo entendimiento y una sola voluntad.14 Lo que es importante es que no se trata de entidades reales sino de aspectos distintivos de la persona. En otras palabras, no tienes una voluntad, simplemente deseas. Las personas hacen ciertas cosas, y voluntad es una descripción de la persona. Por lo tanto, Dios Padre tiene, como parte de su propia naturaleza como persona, tanto la comprensión como la voluntad. Para Edwards, el Hijo es el entendimiento de Dios y el Espíritu es la voluntad de Dios. Esto es apropiado, Edwards cree, porque la Biblia usa imágenes para hablar de que el Hijo es la Palabra, el rostro y la imagen de Dios, que Edwards cree que son mejor representadas por el entendimiento. Del mismo modo, el Espíritu se representa a menudo en la Biblia en términos de amor, paz y gracia. Estos son términos de voluntad. Construyendo sobre esto, Edwards afirma:

El Padre entiende porque el Hijo, que es el entendimiento divino, está en él. El Padre ama porque el Espíritu Santo está en él. Así que el Hijo ama porque el Espíritu Santo está en él y procede de él. Así que el Espíritu Santo, o la esencia

14JonathanEdwards,“DiscourseontheTrinity,”inWritingsontheTrinity,Grace,and

Faith,ed.SangHyunLee,vol.21ofTheWorksofJonathanEdwards(NewHaven,CT:YaleUniversityPress,2003),133.

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divina que subsiste en el amor divino, entiende porque el Hijo, la idea divina, está en él. La comprensión puede ser predicada de este amor, porque es el amor de la comprensión tanto objetiva como subjetiva.15

Aquí, Edwards aborda uno de los principales problemas de la analogía psicológica: la comprensión y la voluntad no son personas sino aspectos de una persona. Para abordar esta cuestión, Edwards está claro que cuando usamos el término persona para hablar del Padre, Hijo o Espíritu, no lo estamos usando en términos de un individuo. Eso rápidamente se desviaría hacia el triteísmo. En cambio, Edwards afirma que el Padre, el Hijo y el Espíritu se necesitan mutuamente para ser tres personas. No son personas por derecho propio, sino personas que existen en unidad. Están dentro de cada uno y realmente participan el uno del otro, y en esta participación eterna son tres personas. Entonces, ¿cómo nos ayuda esto a entender la serie de sermones de Edwards sobre el amor? Esta es una pregunta importante. En primer lugar, está claro que la vida de Dios no es estática, como mucha gente piensa erróneamente, sino que es infinitamente dinámica. La vida eterna de Dios es el amor infinito que se derrama entre el Padre y el Hijo. El Padre y el Hijo derraman el amor del Espíritu entre ellos de tal manera que su relación existe en el Espíritu. No se trata de un hecho aislado, sino de una existencia eterna e incesante de amor. En segundo lugar, el verdadero amor, el amor real, no es simplemente un sentimiento o una emoción generada por el hombre. El amor existe realmente. El Espíritu es amor. No es de extrañar que siguiendo la enseñanza de Jesús de que la ley se puede resumir en dos mandamientos - amar a Dios y amar al prójimo - él envía su propio amor para habitar en su pueblo. Tercero, el amor une. Para Edwards, es el Espíritu del amor el que une al Padre con el Hijo, la naturaleza humana de Jesús con su naturaleza divina, su iglesia consigo mismo y su pueblo con los demás. Además, el Espíritu no es simplemente amor, como si fuera el único atributo del Espíritu, sino también paz, belleza, santidad y gracia. Como se verá más adelante, el Espíritu es la fuente de la virtud porque el amor es la virtud última y es, de hecho, la realidad de la propia vida de Dios. Por lo tanto, cualquier conversación sobre la caridad y sus frutos será paralela a una discusión sobre los frutos del Espíritu. Incluso hoy en día se debate si el fruto del Espíritu en Gálatas 5:22-23 es un menú de términos generalmente

15Ibid.

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relacionados o una lista real de las formas en que el único fruto -el amor- se manifiesta en la vida del creyente (como la alegría, la paz, la paciencia, etc.). No se trata de una mera minucia semántica, ni de un asimiento gratuito a lo inaprensible. En cambio, es un esfuerzo concentrado en escuchar a Dios hablar a través de su Palabra y en discernir la relación de la vida de Dios con la vida del creyente que, al ser regenerado por el Espíritu Santo, está ahora unido a la vida de Dios en Cristo. Por lo tanto, para que un cristiano hable de amor, en última instancia, debe estar hablando de Dios. Dios envía a su Hijo y a su Espíritu porque la redención se trata de la obra de Dios de amar a las criaturas que se han vuelto poco dignas de ser amadas. Nuestra respuesta como criaturas depende del don de Dios, su Espíritu Santo, que nos resucita de entre los muertos y nos pone en camino hacia un mundo que se define, por encima de todo, por el amor. El viaje del creyente al cielo es sólo una peregrinación hacia el cielo en la medida en que está orientado a Dios mismo, el habitante del cielo. En primer lugar, el creyente está en un viaje hacia Dios. El cielo es un mundo de amor porque Dios es un Dios de amor, y el cielo es el lugar donde Dios se revela plenamente a sus criaturas, perfeccionando la unión, la comunión y la bendita sociedad de la eternidad.

Visión triple del mundo Edwards es posiblemente el teólogo de la redención. Ni siquiera puede exponer la descripción del amor de Pablo sin alinearla con la obra de redención de Dios (y con razón). El amor, como los cristianos llegan a entenderlo, no se abstrae de alguna manera de lo que Dios está haciendo en la redención, sino que se revela dentro de la actividad redentora de Dios para que todos lo vean, todo con ojos para ver y oídos para oír, así es. Para capturar la profundidad de lo que Edwards está haciendo en este trabajo, tenemos que dirigir nuestra atención a la visión tridimensional que siempre tiene en el fondo de su mente. Para Edwards, las esferas del cielo, la tierra y el infierno no están aisladas entre sí, sino que están necesariamente conectadas. Cuando habla de esto, se centra en el cielo y la tierra.

La iglesia en el cielo, en el progreso que hace en su estado de gloria y bendición, sigue el ritmo de la iglesia en la tierra, que la gloria de ambos avanza juntos... Porque el cielo y la tierra están enmarcados juntos. Es el mismo carruaje; una parte

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tiene relación con otra, y está conectada con otra, y se mueven todas juntas. El movimiento de una parte depende del movimiento de la otra. La parte superior se mueve sobre las ruedas de la parte inferior, porque el cielo es la habitación y el asiento del carruaje que está sobre el firmamento, que se mueve sobre las ruedas que están bajo el firmamento, y que van sobre la tierra.16

Es fácil asumir que aquellos que han pasado a la otra vida ya no encontrarán la tierra como algo interesante. Debe haber cosas más importantes y fascinantes en las que centrarse en la eternidad, aunque sea antes de la consumación de todas las cosas. Edwards no pensaba así. La obra de redención de Dios es iluminadora incluso para los habitantes del cielo, humanos o angélicos. Son los que tienen ojos perfectos para ver y oídos para oír, y los usan bien, viendo la obra de Dios para redimir a sus hermanos y hermanas para la gloria. Sería un error considerar esta conexión entre el cielo y la tierra como unilateral. Debido a que el Espíritu habita en los creyentes, el cielo es el verdadero Norte para los corazones de los creyentes; el Espíritu los orienta a su hogar. Al igual que en El progreso del peregrino de John Bunyan, Edwards describe la vida cristiana como un viaje al cielo. En una fascinante ilustración, describe nuestro tiempo en la tierra como una lucha por aprender una canción que cantaremos por la eternidad. Antes del cielo, podemos “cantar fuera de tono” por nuestra carne, pero cuando se nos glorifica en el cielo, Edwards nos dice, “no habrá ninguna cuerda desafinada que cause alguna alteración en la armonía de ese mundo, ninguna nota desagradable que cause alguna discordia”.17 Por lo tanto, a la luz de la virtud, el amor es la melodía que orienta el corazón del creyente hacia el cielo, mientras que el odio es la deformidad que lleva al infierno. Ambos prosperarán en sus respectivos lugares, en los que Edwards se centra en su último sermón de la serie, “El cielo es un mundo de amor”. Allí afirma explícitamente, “Una gloriosa obra del Espíritu de Dios ha sido llevada a cabo en sus corazones [creyentes], renovando sus corazones, por así decirlo, bajando algo de esa luz, y algo de esa santa y pura llama, que está en el mundo del amor [el cielo], y dándole lugar en ellos.”18 Por el contrario, “el infierno es un mundo de odio... Todo en el infierno es odioso. No hay un solo objeto que se pueda

16 JonathanEdwards,NotesonScripture,ed.StephenJ.Stein,vol.15ofTheWorksof

JonathanEdwards(NewHaven,CT:YaleUniversityPress,1998),385.17Edwards,EthicalWritings,371.18Ibid.,387-88.

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contemplar allí, sino lo que es odioso y detestable.”19 Por lo tanto, de una manera que no se ve a menudo hoy en día, el cielo y el infierno están mucho más cerca de la superficie en todo lo que hace Edwards. El cielo y el infierno no son sólo lugares, sino realidades que alimentan las mentes y los corazones de todas las personas. Este hecho no disminuye la realidad del cielo y el infierno. Más bien, el amor y el odio en el mundo son meramente precursores del cielo y el infierno, respectivamente. Además, no es, como se suele suponer, que Edwards esté obsesionado con el infierno. De hecho, el material de Edwards sobre el cielo supera con creces sus pensamientos sobre el infierno. En cambio, es que estos mundos ejercen sus poderes ahora. A través de las virtudes y los vicios -las virtudes son el fruto del Espíritu, que implanta la realidad del cielo en la vida del creyente, y los vicios son la ausencia del Espíritu y el reino del odio, la muerte y la carne- el cielo y el infierno se sienten aquí y ahora. Cada persona deja una estela de características celestiales o infernales, y Edwards quiere que sus lectores recuerden que lo que sembramos, cosecharemos eternamente.

Redención Sin duda, Edwards cometió errores teológicos. Sería una tontería pensar lo contrario. Pero sus errores, sean los que sean, probablemente no son nuestros errores. El tiempo de Edwards fue tan diferente al nuestro, y los temas, el contexto y las fuentes están tan fuera de nuestro mundo de pensamiento, que su trabajo puede ayudar a iluminar donde nos hemos desviado. La redención, creo, es una de esas áreas. Uno de los grandes dones de Edwards fue su habilidad para tener en mente el panorama general y permitir que lo amplio guíe y gobierne lo estrecho, todo sin perder la importancia de los detalles. Tendemos a no estar tan equilibrados. Más notable, quizás, es que incluso en medio de acalorados debates con aquellos que Edwards creía que eran los más peligrosos, no permitía a menudo que los debates definieran su propia posición. Más de una vez Edwards tuvo que aclarar sus pensamientos y distinguirlos de las creencias de los grupos herejes, no porque su teología estuviera de alguna manera cerca de la de ellos, sino porque se negaba a llevar su punto de vista al extremo opuesto de sus oponentes. Parafraseando a

19Ibid.,390.

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un teólogo histórico: A menudo cometemos el error, cuando estamos en un debate, de enfocarnos tan intensamente en la posición contra la que estamos, que simplemente nos alejamos de esa posición. A menudo, en la historia de la iglesia, aquellos que lo hacen retroceden justo sobre un acantilado. En lugar de centrarse tan intensamente en sus oponentes, Edwards se centró en la Palabra de Dios y confió en que su punto de vista ganaría en última instancia, no porque fuera suyo, sino porque creía que estaba siendo fiel a la Palabra de Dios. La comprensión de Edwards de la redención es el epítome de lo que estoy diciendo aquí.20 En su época, al igual que en la nuestra, la justificación por la fe solamente se cuestionaba desde varios lados. En lugar de centrarse intensamente en demostrar su punto y hacer de la justificación por la fe el tema principal de la Biblia, Edwards se centró de forma consistente y brillante en la justificación dentro de la obra más amplia de la redención de Dios en Cristo Jesús, haciendo del propio Jesús el tema principal de la Biblia. Esto es, por supuesto, un cuidadoso equilibrio. Edwards no socava, cuestiona o de alguna manera diluye la justificación; simplemente la pone dentro de un movimiento mucho más amplio de Dios para traer un pueblo a sí mismo. Por lo tanto, aquí esbozamos este amplio movimiento y destacamos la entrega de Dios a su pueblo. En resumen, la doctrina de Edwards sobre la redención es una extensión de su doctrina sobre la Trinidad. Dios se da a sí mismo en su Hijo y su Espíritu a las criaturas caídas para redimir una parte de esas criaturas para sí mismo. El Hijo, como comprensión de Dios, viene a revelar al Padre y a asumir la naturaleza de la humanidad. El Espíritu, como amor, une a las criaturas caídas a la vida de Cristo, permitiéndoles participar en la redención que él compró. Este amplio panorama de la redención, para Edwards, es consistentemente relacional. Una de las imágenes a las que recurre, siguiendo el ejemplo de sus antepasados puritanos, es la imagen de Cristo como novio y la iglesia como novia. Jesús, el Hijo de Dios, encuentra una novia para sí mismo. Para Edwards, la pregunta a la que responde la expiación es, ¿Cómo es posible esta unión? Para decirlo más gráficamente, ¿cómo podría el perfecto Hijo de Dios tomar una ramera como esposa? Edwards, con precisión matemática, analiza cuánto Dios Padre ama al Hijo (infinitamente), y luego pasa a cuánto Cristo ama a su iglesia

20ParamásinformaciónsobrelacomprensióndelaredencióndeEdwards,verKyle

Strobel, “By Word and Spirit: Jonathan Edwards on Redemption, Justification, andRegeneration,” in Jonathan Edwards and Justification, ed. Josh Moody (Wheaton, IL:Crossway,2012).

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(de nuevo, infinitamente). El Padre acepta a la iglesia como su nuera, por así decirlo, porque es amada infinitamente por su perfecto Hijo. La infinita dignidad del Hijo a los ojos del Padre inclina la balanza de tal manera que el Padre aceptará a la esposa de su Hijo por cuenta de éste, confiando en que el amor del Hijo es, en sí mismo, transformador. Así es como Edwards puede decir:

El Evangelio saca a la luz el amor entre el Padre y el Hijo, y declara cómo ese amor se ha manifestado en la misericordia... Allí se revela cómo el Padre y el Hijo son uno en el amor, para que podamos ser inducidos de la misma manera a ser uno con ellos.21

Para decirlo de otra manera, Cristo tiene “filiación” por naturaleza de ser el Hijo, y en su propia vida ofrece adopción por gracia. Con cualquiera de las dos imágenes, el matrimonio o la adopción, el punto es el mismo: los beneficios y la comunión con Dios se tienen sólo a través del Hijo. La salvación se realiza en Cristo, el que tiene la redención en su propia persona. Esta es la imagen global que Edwards nos da de la redención, y es la imagen que a menudo falta en muchas nociones evangélicas de salvación. La salvación implica la entrega de Dios para que su pueblo pueda participar en la relación que el Padre tiene con el Hijo.22 Nótese el punto de Edwards explícitamente: “En cierto modo seremos partícipes de su relación [de Cristo] con el Padre o de su comunión con él en su filiación. No sólo seremos los hijos de Dios por la regeneración, sino una especie de participación en la filiación del Hijo eterno.”23 De la misma manera:

Este fue el designio de Cristo, para llevar a cabo, que él, su Padre y su pueblo estuvieran todos unidos en uno, que aquellos que el Padre le ha dado, fueran llevados a la casa de Dios; que él, su Padre y su pueblo fueran como una sociedad,

21Ibid.,143-44.22Paraunargumentorecientedequeestepuntoes lacreenciaevangélicaestándar

sobre la salvación, ver: Fred Sanders, The Deep Things of God: How the Trinity ChangesEverything(Wheaton,IL:Crossway,2010).

23JonathanEdwards,TheBlessingofGod:PreviouslyUnpublishedSermonsofJonathanEdwards,ed.MichaelD.McMullen(Nashville,TN:Broadman&Holman,2003),177.

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una familia; que la iglesia fuera como sea admitida en la sociedad de la Santísima Trinidad.24

Cristo logra la redención en su propia persona y la ofrece a su pueblo a través de la unión con él. Aquí es donde las imágenes del matrimonio entran en juego una vez más. Si un hombre tiene una gran deuda cuando se casa con su esposa, ella viene a asumir esa deuda también. De la misma manera, si un hombre se casa con una mujer que es increíblemente rica, esa riqueza se comparte ahora entre ellos como dos que se han convertido en uno. Cristo ha obtenido el tesoro de la redención en su propia persona, y ese tesoro es el perdón, la justicia y la comunión. Por lo tanto, Cristo envía su Espíritu de amor para que pueda unir a las personas a sí mismo para que puedan participar del tesoro que se encuentra en él. La redención sólo se encuentra en la persona de Cristo, y el Espíritu une a los creyentes a él para que puedan participar en la vida de Dios. Los evangélicos modernos hacen bien en tomar nota de este punto, porque a menudo nos equivocamos en el lado de ver la salvación simplemente en términos de perdón. Al fundamentar la salvación en la unión con Dios, no buscamos el perdón sino a Dios mismo. La fe no conduce principalmente al perdón, sino a Cristo. En él se conoce el perdón y la justificación. Por lo tanto, el cristianismo de uno no puede reducirse a un momento específico de conversión, por muy importante que sea ese momento. El cristianismo, o, como diría Edwards, la “verdadera religión”, es la comunión con Dios. La vida cristiana es un amor por Dios cada vez mayor, de tal manera que el alma de uno llega a tomar la vida de Dios mismo según el propio Espíritu de amor de Dios trabaja en el corazón. Con Cristo en el centro de la salvación, toda la vida de uno se vive ante la faz de Dios. Para vivir esta vida, no se nos perdona y luego se nos deja solos para trabajar duro para actuar como cristianos. Más bien, si estamos en Cristo, el perdón y la santidad son ahora nuestros. Además, al estar unidos a Cristo por el Espíritu, tenemos al Espíritu viviendo y actuando como una fuente de santidad, amor y gracia misma.

El Espíritu de Dios, o su amor, por así decirlo, viene y habita en nuestros corazones y actúa allí como un principio vital, y nos convertimos en los templos vivientes del

2423JonathanEdwards,“TheExcellencyofChrist,”inSermonsandDiscourses,1734–

1738, ed. M. X. Lesser, vol. 19 ofTheWorks of Jonathan Edwards (New Haven, CT: YaleUniversityPress,2001),593.

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Espíritu Santo; y cuando los hombres son regenerados y santificados, Dios derrama su Espíritu sobre ellos, y tienen comunión o, lo que es lo mismo, son hechos partícipes con el Padre y el Hijo de su bien, es decir, de su amor, gozo y belleza.25

La vida de un creyente, incluso como una planta de semillero, es una participación en el amor, la alegría y la belleza compartida entre el Padre y el Hijo. Como Edwards señala aquí, el Espíritu actúa como un “principio vital” en las almas de los creyentes. Para decirlo más claramente, el Espíritu, como el amor, la santidad, la gracia y la belleza de Dios, son entregados al creyente. Lo importante es que Dios no entrega estas cosas como si fueran regalos que pudieran separarse de su persona y su vida. ¡No! Más bien, al darse a sí mismo a los creyentes por su Espíritu, Dios da comunión, y esa comunión proporciona amor, alegría, santidad, y más. La justificación por la fe, por lo tanto, para retomar mi punto anterior, es un paso crucial en el camino hacia esta comunión. La comunión es imposible sin ella. Dicho esto, la justificación por la fe por sí sola sirve al objetivo más amplio de llevar a la iglesia a la comunión con la vida de Dios. Para Edwards, las categorías relacionales siempre gobiernan las legales.

La teología moral de Edwards Es importante decir algo sobre cómo la comprensión de Edwards de la redención, como el mecanismo de Dios para atraer a los elegidos a la relación entre el Padre y el Hijo, se relaciona directamente con La Caridad y sus Frutos. En varios lugares de la obra, Edwards habla de la virtud y el vicio, sumergiéndose en una discusión sobre la vida ética del cristiano. Brevemente, quiero destacar cómo el pensamiento moral de Edwards se relaciona con su más amplia comprensión de la teología. Al leer la discusión de Edwards sobre la virtud, nos equivocaríamos al suponer que Edwards está simplemente proporcionando un programa para vivir bien en el mundo. Su descripción de la virtud depende totalmente de ver a Dios verdaderamente. “El que conoce a Dios”, argumenta Edwards, “lo ve digno de ser obedecido”.26

25Edwards,“DiscourseontheTrinity,”124.26Edwards,EthicalWritings,297.

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La persona virtuosa es la que ha visto a Dios en Cristo y ha hecho que el Espíritu le ilumine, para que se dé cuenta de la profundidad de su necesidad y la suficiencia de Cristo. Esta visión de Dios es una obra del Espíritu, que alumbra a Cristo a través de las Escrituras, la comunidad de Dios y la naturaleza. En el duodécimo sermón de la Caridad y sus frutos, Edwards afirma:

La misma visión o sentido de la excelencia de Dios engendra fe, y amor, y arrepentimiento, y todas las demás gracias. Una visión de esto engendrará todas esas, porque la visión de la excelencia de Dios muestra el fundamento y la razón de toda disposición santa, y toda conducta santa hacia Dios.27

Por lo tanto, es fundamental que Edwards predique de tal manera que deje a su oyente anulado. El objetivo del sermón no es dar poder, sino dejar a uno sin otro punto de apoyo o asidero que Cristo. Una discusión sobre la virtud como la que se encuentra en estos sermones es un intento de resaltar lo que a menudo se llaman “hermosos vicios”. Se trata de revelar tu propio corazón para que incluso en las áreas donde crees que eres moral, lo que encuentras en su lugar es un profundo pecado. En los días de Edwards, al igual que en los nuestros, había una tendencia a acercarse a los pecados como si fueran externos al corazón. Si una persona luchaba con la envidia ayer, la solución era intentar no tener envidia al día siguiente. La autoayuda siempre ha sido una tentación para la iglesia. Pero esto, por supuesto, no es una forma cristiana de acercarse al pecado. Edwards muestra cómo la raíz del pecado se hunde en las profundidades de lo que somos y tiene su origen en una naturaleza mucho más retorcida de lo que tendemos a admitir. La envidia, por ejemplo, es la representación externa de un pecado que es esencial en lo que somos. Principalmente, la solución al pecado es Dios mismo. El reconocimiento del vicio en nuestros corazones puede llevarnos a la cruz y arrojarnos, como en la salvación, sobre la desbordante misericordia y gracia de Dios. De la misma manera, como se ha señalado anteriormente, Edwards quiere que sus lectores capten la idea de que el conocimiento de Dios y el conocimiento de sí mismo se informan mutuamente; por lo tanto, es importante rastrear las raíces de nuestros pecados y exponerlos a la luz de la revelación de Dios.

27Ibid.,333.

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La incomprensión de quiénes somos es casi tan problemática como la incomprensión de quién es Dios. Es la raíz de todo tipo de pecado. Por eso Edwards afirma: “Confieso que la experiencia me enseña la necesidad de mantener constantemente un ojo vigilante y celoso sobre mi propio corazón, con una humilde oración a Dios por luz para poder juzgarme a mí mismo”.28 Asimismo, “El que tiene un sentido correcto de sí mismo con respecto a Dios abrirá sus ojos para verse a sí mismo correctamente en todos los aspectos”.29 La teología moral de Edwards se basa en el conocimiento de Dios y de sí mismo porque el conocimiento de Dios no es el conocimiento de un objeto sino de las personas y es, por lo tanto, un conocimiento personal. El conocimiento de Dios no se refiere principalmente al conocimiento sobre Dios, sino al conocimiento verdadero de Dios. Conocer a Dios es ser humilde, porque conocer a Dios implica reconocerse a sí mismo en relación con él. “Parece que el amor divino implica humildad porque cuando Dios es verdaderamente amado es amado como un superior infinito”.30 Esto es tan cierto respecto al conocimiento de Dios como respecto al amor a su persona. El juicio moral comienza con el reconocimiento de Dios como bello en su propia vida, y de Cristo como la excelencia de Dios revelada a la creación, antes de ver la belleza del orden moral en el mundo. Este reconocimiento comienza dentro de nuestros propios corazones, porque el llamado de Dios en Cristo es un llamado de amor.

Religión Es importante, además, señalar el uso de la religión de Edwards. La palabra religión no está de moda hoy en día como lo estuvo una vez, y por lo tanto los lectores podrían tropezar con el uso del término por parte de Edwards. La religión ha llegado a ser vista como sinónimo de religiosidad. Esto estaba tan lejos de la comprensión de Edwards como se puede imaginar. Edwards frecuentemente usa la palabra religión como sinónimo de virtud, vida cristiana, e incluso, a veces, de Cristo.

28JonathanEdwards,“ToElizabethScottWilliams,”inLettersandPersonalWritings,ed.

George S. Claghorn, vol. 16 of The Works of Jonathan Edwards (New Haven, CT: YaleUniversityPress,1998),677.

29Edwards,EthicalWritings,235.30Ibid.,245.

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Había una religión falsa y una verdadera, por supuesto, pero la religión no se definía simplemente por las cosas que hace la gente; se entendía como la respuesta apropiada a Dios. Es útil notar que la verdadera religión - lo que podríamos llamar religión perfeccionada - se conoce sólo en el cielo. Por lo tanto, a diferencia de nuestro uso moderno, la religión no era un término negativo. El término, para Edwards, denotaba toda nuestra postura, vida y devoción a Dios en Cristo. A la luz de esto, la religión podría ser lo más cercano a lo que hoy en día podríamos referirnos como la vida cristiana, la espiritualidad cristiana, o la formación espiritual, asumiendo que esos términos se usan con un contenido distintivamente cristiano (y protestante). Incluso yendo más allá del cielo, podríamos decir que, para Edwards, la religión es en última instancia la vida de Dios. Como el Padre y el Hijo se aman infinitamente, los creyentes son llevados a esa relación amorosa Padre-hijo a través del Hijo por el poder unificador del Espíritu.

Tentaciones en la lectura de La caridad y sus frutos El objetivo principal de este volumen es ayudar a la gente a leer bien La Caridad y sus Frutos. Como he destacado, esto incluye comprender los antecedentes teológicos y la amplitud del volumen, pero no debe limitarse a eso. Ignorar las tentaciones de leer un libro como este sería no tomar en serio la intención original de los sermones, que era exponer los corazones a Dios. Por lo tanto, leer bien significa leer en oración. Tal vez la tentación más obvia al leer esta obra es la académica: la tentación de leer esto simplemente porque debe ser leído. Tal vez este libro aparece en su lista mental de “debe leerse”, libros que le avergüenza admitir que no ha leído. Usted lee, entonces, no por un deseo de conocer más a Dios, sino por un deseo de haber dominado los libros “correctos”. Esta es una tentación de engrandecimiento personal, de estar “en el saber” en todas las formas respetables. Nace, típicamente, de un deseo de ser visto bajo una cierta luz, de ser alabado por su profundidad histórica, teológica y espiritual. Cuando se lee con este conjunto de lentes, la mente recoge interesantes datos, pero a menudo no se escucha una llamada verdaderamente profética contra la propia vida, el corazón o las creencias. Alguien que no esté abierto a este tipo de llamada profética lo relegará al asiento trasero o lo desechará por completo. El vicio en sí mismo se hincha por el mismo ejercicio que debería ayudar a desinflarlo.

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A continuación de esta tentación hay otra relacionada. En lugar de leer para juzgar tu propio corazón, podrías leer con demasiada facilidad para juzgar a los demás. Como un intento subconsciente de autoprotección, el orgullo a menudo se afirma señalando los fallos de los demás en lugar de enfrentarse a la realidad del propio pecado. Los pastores, en particular, pueden luchar con esta tentación, pensando en los feligreses o en la iglesia en general, en lugar de en ellos mismos, ya que leen material que puede golpear incómodamente cerca de casa. Esta tentación surge de un vicio más amplio, que es el no conocerse a sí mismo verdaderamente. Como se verá a lo largo de La Caridad y sus Frutos, conocer tu propio corazón está ligado a conocer a Dios y comprender la realidad de la vida cristiana. Aquellos que no se conocen a sí mismos pueden resistirse a las detalladas descripciones de Edwards del orgullo, la envidia, el egoísmo, la ira, y similares, sin reconocer cómo estos mismos vicios los ciegan a sus propios corazones. En su lugar, sugiero que lean este volumen de una manera verdaderamente devocional. Sería mucho más fructífero reflexionar sobre el texto en oración que apresurarse a leerlo. Edwards, sin duda, hará que se mueva incómodamente en su silla. En lugar de seguir adelante para escapar de su incomodidad, recurra a la oración. Los asuntos que Edwards explora son, sugiero, las mismísimas áreas que Dios puede querer exponer en usted. Permita que Edwards revele la realidad de su corazón, pero no se detenga sólo en el autoconocimiento. Use estas oportunidades para descansar en la gracia de Dios y aproveche el poder de su amor para remediar la muerte que reside en su interior.

Notas de publicación En un intento por hacer El amor y sus frutos tan legible como sea posible, sin apartarse de la intención o lenguaje original de Edwards, he hecho varias adaptaciones ligeras. Primero, he aceptado todas las aclaraciones editoriales en el texto mismo. En la edición crítica de El amor y sus frutos, de la que deriva nuestro manuscrito, Paul Ramsey puso entre paréntesis términos aclaratorios que están fuertemente implícitos, pero no declarados explícitamente por Edwards. Estas adiciones, ahora incorporadas sin los corchetes de Ramsey, no desmerecen el significado original, ni añaden ideas que no están en el original, sino que extraen el significado implícito de forma más explícita.

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En segundo lugar, Edwards tiene la tendencia a terminar una frase con una referencia de la Escritura (por ejemplo, “Nosotros, por lo tanto, sabemos que sin Cristo no podemos hacer nada, Juan 15”), o a comenzar una frase con una referencia de la Escritura (por ejemplo, “Juan 15:5, 'Yo soy la vid; vosotros sois los sarmientos...'”). Encuentro que ambos enfoques no son útiles para los lectores. Para mayor claridad y coherencia, he puesto cada referencia de la Escritura entre paréntesis al final de la frase, a menos que la referencia se integre en la propia frase. Las referencias parentéticas de la Escritura son abreviadas y la puntuación alrededor de ellas se ajusta mínimamente. Se corrigen algunas referencias. Tercero, he añadido un subtítulo al texto para delinear una digresión en la que Edwards toma una “explicación aparte” para hablar del pecado imperdonable. Esta adición indica al lector un cambio en el flujo de pensamiento y resalta que la siguiente sección es realmente un aparte, más que parte del argumento principal. Cuarto, a veces, el esquema de Edwards se vuelve confuso. Por ejemplo, tendrá una subsección 1 y debajo de ella otra subsección 1. La edición de Yale modifica tales instancias añadiendo paréntesis a los números de nivel inferior, por lo tanto (1). No obstante, la lectura del mismo número en dos niveles sucesivos de un esquema puede ser difícil de seguir. Para mayor claridad, he cambiado los números de nivel inferior por letras (A, B, C, etc.). Quinto, en varios lugares cito el abundante material inédito de Edwards. Cuando lo hago, proporciono mis propias ediciones (de ortografía, mayúsculas, puntuación, etc.) en aras de la legibilidad. Por último, he añadido los títulos de las secciones mencionadas anteriormente en el índice y en el texto para ayudar a orientar al lector en el amplio propósito de Edwards en la obra. Volviendo ahora al texto de El amor y sus frutos creo que será útil permitir a Edwards narrar su propia experiencia después de su conversión. Mientras que Edwards es bien conocido por su discernimiento espiritual, es menos conocido por sus representaciones poéticas de la vida bajo Dios. Por lo tanto, les dejo con sus propios pensamientos sobre mirar a Dios en Cristo por su Espíritu.

Desde ese momento, comencé a tener un nuevo tipo de apreciaciones e ideas sobre Cristo, y la obra de la redención, y el glorioso camino de la salvación por él. Tenía un sentido interno y dulce de estas cosas, que a veces llegaba a mi corazón; y mi alma se alejaba en vistas y contemplaciones agradables de ellas. Mi mente estaba muy ocupada, para dedicar mi tiempo a leer y meditar sobre Cristo; y la belleza y

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la excelencia de su persona, y el hermoso camino de la salvación, por la libre gracia en él. No encontré libros tan deliciosos para mí, como los que trataban de estos temas. Aquellas palabras (Cantar de los Cantares 2:1) solían abundar en mí: “Soy la rosa de Sarón, el lirio de los valles”. Las palabras me parecían, dulcemente representativas, de la belleza de Jesucristo. Y todo el libro de los Cantares me resultaba agradable; y yo solía leerlo mucho, por aquel entonces. Y encontraba, de vez en cuando, una dulzura interior, que solía, por así decirlo, llevarme en mis contemplaciones; en lo que no sé cómo expresar de otra manera, que por una tranquila y dulce abstracción del alma de todas las preocupaciones de este mundo; y una especie de visión, o ideas e imaginaciones fijas, de estar solo en las montañas, o en algún desierto solitario, lejos de toda la humanidad, conversando dulcemente con Cristo, y envuelto y engullido en Dios. El sentido que yo tenía de las cosas divinas, a menudo de manera repentina, encendía un dulce ardor en mi corazón; un ardor de mi alma, que no sé cómo expresar.31

31JonathanEdwards,“PersonalNarrative,”inLettersandPersonalWritings,793.

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SECCIÓN UNO: EL AMOR ES LO MÁS ESENCIAL

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SERMÓN 1: EL AMOR ES LA SUMA DE TODAS LAS

VIRTUDES

Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, y no tuviera caridad, me he convertido en bronce que suena, o en un címbalo que tintinea. Y aunque tenga el don de la profecía, y entienda todos los misterios y toda la ciencia; y aunque tenga toda la fe, para poder remover montañas, y no tenga caridad, no soy nada. Y aunque otorgue todos mis bienes para alimentar a los pobres, y aunque entregue mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, no me sirve de nada. 1 Corintios 13:1-3

1. Introducción a la doctrina En estas palabras se puede observar: i. La importancia del amor 1. Algo de especial importancia y peculiarmente esencial en los cristianos, es lo que el Apóstol llama aquí caridad. La caridad se encuentra abundantemente inscrita en el Nuevo Testamento por Cristo y sus apóstoles. Y en efecto, no hay ninguna virtud en la que ellos insistan tanto. Pero la palabra “caridad”, tal como se usa en el Nuevo Testamento, es de mayor alcance que la que se usa en el discurso común. Lo que las personas comúnmente entienden por caridad en su conversación común es una disposición a esperar y pensar lo mejor de las personas, y a poner una buena construcción en sus palabras o comportamiento. Y a veces se utiliza

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para una disposición a dar a los pobres. Pero estas cosas son sólo ciertas ramas o frutos particulares de esa gran virtud de la caridad en la que tanto se insiste en el Nuevo Testamento. La palabra significa propiamente amor, o esa disposición o afecto por el cual uno es querido por otro. La palabra “ágape” en el original, que se traduce como “caridad”, también podría haberse traducido como “amor”, ya que este es el lenguaje apropiado. Así que la caridad en el Nuevo Testamento es lo mismo que el amor cristiano. Y aunque se usa más frecuentemente para el amor a los hombres, a veces se usa para significar no sólo el amor a los hombres sino el amor a Dios. Así que es manifiestamente usado por este Apóstol en esta epístola, incluso como el mismo Apóstol lo explica:

1 Corintios 8.1–3 En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica. Si alguien cree que sabe algo, no ha aprendido todavía como debe saber; pero si alguien ama a Dios, ése es conocido por Él.

Aquí el Apóstol está comparando dos cosas juntas, a saber, el conocimiento y la caridad. Y en el primer versículo da la preferencia a la caridad, porque la ciencia se hincha, pero la caridad edifica. Y luego en los dos versos siguientes explica más particularmente, primero, cómo la ciencia se hincha, y luego por qué la caridad edifica. “Si alguien ama a Dios, lo mismo se sabe de él.” Así que lo que llama caridad en el primero, lo denomina amar a Dios en el tercero; porque evidentemente está hablando de lo mismo. Y sin duda quiere decir lo mismo por caridad en este capítulo trece como en el octavo, porque está aquí comparando las dos mismas cosas juntas, es decir, conocimiento y caridad. De modo que por caridad debemos entender el amor cristiano en toda su extensión y con respecto a todos sus objetos, ya sea que se ejerza hacia Dios o hacia nuestras criaturas. Se habla aquí de lo que es, de manera distintiva, la más grande y esencial de las cosas, que se manifestará más plenamente cuando observemos, en segundo lugar; ii. La vanidad del servicio sin amor 2. Las cosas que aquí se mencionan son en vano sin ella. Y estas podemos observar que son de tal tipo que son las cosas más excelentes que pertenecen a los hombres naturales. Aquí las cosas más excelentes, que los hombres naturales pueden tener, son de dos tipos, a saber: (1) de privilegios y (2) de actos. Aquí se

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mencionan los más excelentes privilegios con los que el hombre natural ha sido favorecido: gran conocimiento. Las mejores actuaciones: dar todos los bienes para alimentar a los pobres. Se mencionan estas cosas porque los hombres naturales son especialmente propensos a confiar en ellas. Están dispuestos a confiar en sus privilegios, y especialmente en tales privilegios extraordinarios. Están muy dispuestos a confiar en su conocimiento, como el mismo Apóstol observa, “el conocimiento hincha”. De este modo, los fariseos confiaban. Eran sabios en su propio concepto, y por lo tanto se ofendieron mucho cuando Cristo pareció acusarlos de ceguera, “¿También nosotros somos ciegos?” (Juan 9:40). Zofar observa que “los hombres vanos serían sabios, aunque el hombre naciera como un potro de asno salvaje” (Job 11:12). Especialmente si se admite a los hombres naturales a privilegios tan extraordinarios como la profecía y la realización de milagros. Y por lo tanto están dispuestos a decir como en Mateo 7:22, “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos echado fuera demonios, y en tu nombre hemos hecho muchas obras maravillosas?” Y así los hombres naturales están muy dispuestos a confiar en sus acciones, especialmente en las extraordinarias que aquí se mencionan: dar todos sus bienes para alimentar a los pobres.

2. Exposición doctrinal

Toda esa virtud que es salvadora y que distingue a los verdaderos cristianos de los demás, se resume en el amor cristiano o divino.1

Esto se desprende de las palabras del texto, porque se mencionan muchas otras cosas que los hombres naturales pueden tener. Y las cosas que se mencionan son del tipo más elevado que es posible que los hombres naturales tengan, tanto de privilegios como de prestaciones. Y se dice que no sirven para nada sin amor. Si alguna de ellas fuera una gracia salvadora, servirían para algo sin amor. Y por el hecho de que el Apóstol mencione tantas y tan grandes cosas, y luego diga de

1Es importante señalarqueEdwardsnoestádiciendoque lavirtudsalva, sinoque

simplementeestádistinguiendolavirtud“natural”delasobrenatural,comoquedaclaroacontinuación.

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todas ellas que no sirven para nada sin caridad, podemos entender que no hay nada que sirva para nada sin ella.2 Que un hombre tenga lo que quiera y haga lo que quiera, no significa nada sin amor. Lo cual implica seguramente que la caridad es la gran cosa, y que todo lo que no tiene esto, de una manera u otra contenido o implicado en ella, no es nada; implicando tanto como que esta es la vida y el alma de toda religión, sin la cual otras cosas que llevan el nombre de motivos son vacías y vanas. Y particularmente la fe se menciona aquí como nada sin ella. La fe que no tiene amor en ella, aunque sea a tal grado que los hombres puedan remover montañas, no es nada, como una cosa vacía y vana, y como el cuerpo sin el espíritu. Al hablar de esta doctrina me gustaría: I. Decir algo de la naturaleza del amor divino. II. Mostrar la verdad de la doctrina, y luego hacer una aplicación.

a. La naturaleza del amor divino I. Diré algo de la naturaleza del amor verdaderamente cristiano. Y aquí observaría:3 Que todo amor verdaderamente cristiano es uno y el mismo en su fuente (origen). Puede ser diverso en sus expresiones y objetos, puede ser ejercitado hacia Dios o hacia los hombres; pero es el mismo principio en el corazón que es el fundamento de los ejercicios de un amor verdaderamente cristiano, ya sea hacia Dios o hacia los hombres. No es con ese amor santo que está en el corazón de los cristianos como con el amor de los demás hombres.4

2LafesalvadoranecesitaamorporquelasalvaciónimplicalauniónconCristo.Launión

deloscreyentesconDiosesporeldondelEspíritu,quesimultáneamenteiluminaaCristoysuobraredentora,yactúacomoelamormismoquehabitaenelcreyente.Lafese“encierra”enCristoyesunefectodelaobraderegeneracióndelEspíritu.

3“En1Juan4:16elApóstolnosdiceque'Diosesamor;yelquehabitaenelamor,habitaenDios,yDiosenél'.Loqueconfirmanosóloquelanaturalezadivinasubsisteenelamor,sinotambiénqueesteamoreselEspíritu:porqueeselEspíritudeDiosporelcualDioshabitaen sus santos, como el Apóstol había observado en 1 Juan 4:13, y como se nos enseñaabundantementeenelNuevoTestamento”.JonathanEdwards,“DiscourseontheTrinity,”enWritingsontheTrinity,Grace,andFaith,ed.SangHyunLee,vol.21deTheWorksofJonathanEdwards(NewHaven,CT:YaleUniversityPress,2003),122.

4ParaEdwards,elEspírituSantoeselpropioamordeDios,queunealoscreyentesconDios en Cristo. El amor en símismo es unificador; une a los creyentes con Dios y a loscreyentesentresí,asícomoelamorperfectoeselvínculodeuniónentreelPadreyelHijo.Loscreyentes“participandelanaturalezadivina”comoparticipandelamordeDios.

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El amor de otros hombres hacia diferentes objetos puede ser de diferentes principios y motivos, y con diferentes puntos de vista. Pero un amor verdaderamente cristiano no puede distinguirse en sus fundamentos. Todo el amor cristiano es uno en cuanto a su base. Sobre cualquier objeto que se ejerza, es el mismo manantial y fuente en el corazón, aunque pueda fluir hacia objetos diversos. Y por lo tanto todo se comprende adecuadamente bajo un solo nombre, incluso el de “caridad”, como está en el texto. Que el amor cristiano es uno en su origen, a cualquier objeto que fluya, se manifiesta por las siguientes cosas: 1. Todo viene del mismo Espíritu que influye en el corazón. Es del aliento del mismo Espíritu que surge el amor del cristiano, tanto hacia Dios como hacia los hombres. El Espíritu de Dios es un espíritu de amor. Y, por lo tanto, cuando el Espíritu de Dios entra en el alma, entra el amor. Dios es amor, y aquel que tiene a Dios morando en él por su Espíritu tendrá el amor morando en él. La naturaleza del Espíritu Santo es amor; y es comunicándose a sí mismo, o a su propia naturaleza, que los corazones de los santos se llenan de amor o de caridad. Por eso se dice que los santos son “partícipes de la naturaleza divina” (2 Ped. 1:4). Y el amor de los cristianos se llama el amor del Espíritu. “Os ruego, pues, hermanos, por el Señor Jesucristo, y por el amor del Espíritu” (Rom. 15:30). Y tener entrañas de amor y misericordia parece significar lo mismo que tener la comunión del Espíritu en Filipenses 2:1, “Si, pues, hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si alguna entraña de amor y misericordia”. Es el Espíritu el que infunde amor hacia Dios.5 “El amor de Dios es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom. 5:5). Y es por la morada de este Espíritu que el alma habita en el amor a los hombres.

1 Juan 4.12–13 A Dios nunca lo ha visto nadie. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se perfecciona en nosotros. En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de Su Espíritu. 1 Juan 3.23–24 Y éste es Su mandamiento: que creamos en el nombre de Su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como Él nos ha mandado. El que guarda

5ElusodelapalabrainfusiónporpartedeEdwardshahechoquemuchostropiecen.

“Suenademasiadocatólico”,esunaobjeciónestándar.EnlosdíasdeEdwards,esteerauntérminoestándarutilizadoporlosteólogosreformadosparahablardelEspíritu.ElpropósitodeltérminoesdestacarqueelEspírituresidentesaturalavidayelserdelcreyente,enlugardetrabajarsimplementepormediosexternos.

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Sus mandamientos permanece en El y Dios en él. Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.

2. El amor cristiano tanto a Dios como a los hombres es forjado en el corazón por la misma obra del Espíritu. No hay dos obras del Espíritu de Dios, una para infundir un espíritu de amor a Dios y otra para infundir un espíritu de amor a los hombres. Pero al hacer una, hace la otra. El Espíritu de Dios en la obra de la conversión renueva el corazón dándole un carácter divino. “Y renovaos en el espíritu de vuestra mente” (Ef. 4:23). Y es el mismo carácter divino que se forja en el corazón que fluye a través del amor a Dios y a los hombres.6 3. Cuando Dios y los hombres son amados con un amor verdaderamente cristiano, ambos son amados por los mismos motivos. Cuando Dios es amado correctamente, es amado por su excelencia, la belleza de su naturaleza, especialmente la santidad de su naturaleza. Y es por el mismo motivo que los santos son amados. Son amados a causa de la santidad. Y todas las cosas que son amadas con un amor verdaderamente santo son amadas desde un cierto punto para Dios. El amor a Dios es el fundamento de un amor misericordioso hacia los hombres. Los hombres son amados ya sea porque son en cierto modo como Dios, ya sea porque tienen la naturaleza o la imagen espiritual de Dios. O por su relación con Dios como sus hijos, como sus criaturas, como aquellos que son amados por Dios, o aquellos a los que se les ofrece la misericordia divina, o de alguna otra manera por consideración a Dios. Procedo ahora;

b. La veracidad de la doctrina II. Para mostrar la verdad de la doctrina. i. Lo que la razón nos dice sobre el amor

6LaaudazafirmacióndeEdwards“CuandoDiosesamadocorrectamenteesamadopor

suexcelencia,labellezadesunaturaleza”nodebepasardesapercibida.La“postura”correctaanteDiosnoessimplementesometerseaunoqueesverdadero,sinoquetucorazónfluyahaciaélporqueeshermoso.Bellezaesensuesenciamismauntérminoespiritual,untérminodeunión.“Ver”estabellezaesteneraCristoiluminadoporelEspírituSantodeDios,queteuneaCristo.

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Primero. Podemos argumentar a partir de lo que la razón enseña sobre la naturaleza del amor. Y si consideramos debidamente la naturaleza del amor, aparecerán dos cosas: 1. Que el amor dispondrá de todos los actos adecuados de consideración tanto a Dios como a los hombres. Esto es evidente porque el verdadero respeto a Dios o a los hombres consiste en el amor. Si un hombre ama sinceramente a Dios, se dispondrá a darle toda la consideración que se merece. Los hombres no necesitan ninguna otra incitación para mostrar todo el reconocimiento apropiado, excepto el amor. El amor a Dios dispondrá al hombre a honrar a Dios. El amor dispondrá a adorarlo, a reconocer de corazón su grandeza, gloria y dominio. Así que el amor dispondrá a todos los actos de obediencia a Dios. El siervo que ama a su amo y el súbdito que ama a su príncipe, estará dispuesto a una adecuada sumisión y obediencia. El amor dispondrá a la persona a comportarse con Dios como un niño a un padre, bajo dificultades, a recurrir a Dios por ayuda y a poner su confianza en él. Es natural que las personas en casos de necesidad o aflicción acudan a los que aman para pedirles compasión y ayuda. Aquellos que aman a Dios estarán dispuestos a dar crédito a su trabajo y a poner su confianza en él. Los hombres no son aptos para sospechar de la autenticidad de aquellos con los que tienen una amistad plena. Así que el amor dispondrá a los hombres a alabar a Dios por las misericordias que reciben de él. Los hombres están dispuestos a agradecer cualquier bondad que reciban de aquellos a quienes aman.7 El amor dispondrá el corazón a la sumisión a la voluntad de Dios. Las personas tienen más deseo de que se haga la voluntad de aquellos a quienes aman que la de otros. Por naturaleza desean que aquellos a quienes aman sean complacidos, y que las cosas sean agradables para ellos. Un verdadero amor y estima a Dios dispondrá el corazón para reconocer el derecho de Dios a gobernar, y que él es digno de ello; y así dispondrá para someterse a él.8 El amor a Dios te dispondrá a caminar humildemente con Dios. Porque el que ama a Dios estará dispuesto a reconocer la distancia que hay entre Dios y él.

7Calvinoafirma:“Esciertoqueelhombrenuncaalcanzaunconocimientoclarodesí

mismo a menos que primero haya mirado el rostro de Dios, y luego descienda decontemplarloaescudriñarseasímismo”.JohnCalvin,InstitutesoftheChristianReligion,ed.JohnT.McNeill,trans.FordLewisBattles(Philadelphia:WestminsterPress,1960),1.1.2.

8Elamor,paraEdwards,comolacomprensióndelconocimientodeCalvino,requiereestaranteelDiosdelagloriaycomprendertulugar,yporlotantocomprendersugracia.

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Al que ama a Dios le agradará exaltarlo y ponerlo en alto por encima de todo, y postrarse ante él. Un verdadero cristiano se deleita en tener a Dios exaltado en su humillación, porque ama a Dios. Está dispuesto a reconocer que Dios es digno de ello; y con gusto se arroja al polvo ante Dios, porque ama a Dios. Así que una debida consideración de la naturaleza del amor mostrará que dispone a los hombres a todos los deberes hacia sus vecinos. Si los hombres tienen un amor sincero hacia su prójimo, los dispondrá a todos los actos de justicia hacia ellos. Los hombres no están dispuestos a hacer daño a aquellos a los que aman de verdad. El amor y la amistad verdaderos dispondrán a las personas a dar a otros lo que les corresponde. “El amor no hace mal al prójimo” (Rom. 13:10). El amor dispondrá la verdad hacia el prójimo, y tenderá a prevenir toda la mentira, el fraude y el engaño. Porque los hombres no están dispuestos a tratar con fraude y traición a quienes aman sinceramente. Tratar a los hombres de este modo es tratarlos como enemigos. Pero el amor destruye la enemistad. Así el Apóstol se sirve de la unidad que debe haber entre los cristianos como argumento para inducirlos a la verdad entre hombre y hombre. “Por tanto, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Ef. 4:25). El amor dispondrá a caminar humildemente entre los hombres. Porque el amor verdadero y querido dispondrá a los hombres a tener pensamientos nobles sobre ellos; y el amor cristiano dispondrá a los hombres a pensar en los demás como mejores que ellos mismos. El amor dispondrá a los hombres a honrarse unos a otros, porque estamos naturalmente inclinados a pensar honorablemente en aquellos que amamos, y a darles honor. De modo que esos preceptos en 1 Pedro 2:17 se cumplen por el amor, “Honra a todos los hombres”. Y Filipenses 2:3, “En la humildad de la mente, estimen a los demás como superiores a ustedes mismos”. El amor se mostrará contento en la posición en la que Dios le ha puesto, sin codiciar nada de lo que posee su prójimo, ni envidiarle nada bueno que tenga. El amor dispondrá a los hombres a la mansedumbre y a la dulzura en su conducta hacia su prójimo, y no a tratarlos con pasión o violencia, sino con moderación y calma. El amor controla y frena un espíritu amargo. Porque el amor no tiene amargura. Es en conjunto una dulce disposición y afecto del alma. El amor evitará las riñas y las peleas, y se dispondrá a la paz. El amor dispondrá a los hombres a perdonar las heridas que reciban de sus vecinos. “El odio suscita

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peleas, pero el amor cubre todos los pecados” (Prov. 10:12). El amor dispondrá a los hombres a todo acto de misericordia hacia nuestro prójimo que esté bajo cualquier aflicción o calamidad. Porque estamos naturalmente dispuestos a compadecernos de aquellos a quienes amamos cuando están afligidos. Esto dispondrá a los hombres a dar a los pobres, y a llevar las cargas de los demás, a llorar con los que lloran, y a alegrarse con los que se alegran. El amor dispondría de los deberes que se deben unos a otros en sus diversos lugares y relaciones. Dispondría a un pueblo a todos los deberes que deben a sus gobernantes, para darles todo el honor y la sumisión que les corresponde. Y dispondría a los gobernantes para gobernar al pueblo sobre el cual están establecidos justamente, buscando sinceramente su bien. Dispondría a un pueblo a todos los deberes propios de sus ministros, a escuchar sus instrucciones y consejos, y a someterse a ellos en la casa de Dios, y a la voluntad de apoyarlos. Y dispondría a los ministros a buscar fiel y sinceramente el bien de las almas de su pueblo. El amor dispondría a toda conducta adecuada entre esposos y esposas. Y dispondría a los hijos a obedecer a sus padres; a los padres a no provocar a sus hijos a la ira. A los siervos, a obedecer a sus amos, no sólo con la vista sino con el corazón, y a los amos, a ser amables y bondadosos con sus siervos. Y, en fin, el amor dispondría a los hombres a hacer a los demás lo que ellos harían con ellos, si estuvieran en las circunstancias de su prójimo, y su prójimo en las suyas. Así el amor dispondría a todos los deberes, tanto hacia Dios como hacia los hombres. Y si el amor se dispone a todos los deberes, entonces se deduce que el amor es una raíz y un manantial, y, por así decirlo, una comprensión de todas las virtudes. Es un principio que, si se implanta en el corazón, es suficiente para producir todas las buenas disposiciones; y toda disposición correcta hacia Dios y los hombres se resume, por así decirlo, en ello. 2. La razón enseña que cualquier actuación o aparente virtud que haya sin amor es insincera e hipócrita.9 Si no hay amor en lo que hacen los hombres, entonces no hay verdadero respeto a Dios o a los hombres en lo que hacen; y si es así, ciertamente no hay sinceridad. ¿Qué es la religión sin consideración hacia Dios? La noción misma de religión o culto es el ejercicio de la criatura y la expresión de respeto al Creador. Pero si no hay verdadero respeto o amor,

9 La “razón” le enseña a Edwards que el amor es necesario para la verdadera vida

cristiana,ynosólounsimpleactodeamor,sinoelamorqueexistecomouna“raíz”o“fuente”detodo.LarespuestadeEdwardsaestanecesidadesqueelEspírituSanto,queeslafuentedelamordeDios,vienearesidirensupuebloysirvedebaseparaamaraDiosyalprójimo.

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entonces toda su religión no es más que una religión aparente, y no hay una verdadera religión en ella, y por lo tanto es vana. Así que, si la fe de los hombres es de ese tipo, y no existe una verdadera reverencia a Dios, la razón enseña que debe ser vana. ¿Para qué sirve la fe, que no contiene en ella ninguna manifestación de reverencia a Dios? Pero si no hay amor a Dios en ella, no hay verdadero respeto a Dios. De esto se deduce que el amor está en el centro de una fe verdadera y viva, y que el amor es la vida y el alma propia de una fe viva, sin la cual la fe está muerta, como el cuerpo lo está sin el espíritu; y que esto es lo que más distingue a una fe salvadora de las demás. Pero de esto más particularmente después. Sin amor a Dios no puede haber un verdadero honor. Un hombre nunca es sincero en el honor que parece dar a otro al que no ama. Así que todo ese aparente honor y culto que se paga sin amor es hipócrita. La razón enseña que no hay sinceridad en la obediencia que se realiza sin amor.10 Porque si no hay amor, nada de lo que se hace puede ser libre, pero todo debe ser forzado. Así que sin amor no puede haber una sumisión sincera a la voluntad de Dios. Y no puede haber una verdadera confianza en Dios. Aquel que no ama a Dios no confiará en él. Nunca se arrojará con verdadera sumisión del alma en las manos de Dios, o en los brazos de su misericordia. Y así también cualquier buena conducta que parezca haber en los hombres hacia sus vecinos. Pero la razón enseña que todo está en la hipocresía si al mismo tiempo no hay un verdadero aprecio en el corazón hacia el prójimo. Y de estas dos cosas consideradas conjuntamente, a saber, que el amor es de tal naturaleza que producirá todas las virtudes y dispondrá a todos los deberes para con Dios y los hombres, y que sin él no puede haber ninguna virtud sincera ni ningún deber sinceramente cumplido, se deduce la verdad de la doctrina, que toda virtud y gracia cristiana sincera puede resumirse en el amor; que es el primer argumento de la verdad de la doctrina. ii. Lo que la Escritura nos dice sobre el amor

10 La “razón” también le enseña aEdwardsque, sin amor, los intentoshumanosde

promulgarelamorsonnadamenosqueunactodehipocresía.Sinser regeneradoporelEspírituSantodeDios-elpropioamordeDios-lamentenotienefuerzaparalasantidad,elamorolafidelidad.

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Segundo. La Escritura nos enseña que el amor es la suma de todo lo que contiene la ley de Dios, y de todos los deberes requeridos en su Palabra. Esto es lo que la Escritura enseña en general, y de cada tabla de la ley en particular. 1. La Escritura enseña esto de la ley y de la Palabra de Dios en general. Por ley en la Escritura se entiende a veces la totalidad de la Palabra de Dios escrita. Así que en Juan 10:34, “Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije: Vosotros sois dioses?” Pero allí el pasaje citado está tomado del libro de los Salmos. Y a veces por ley se entiende los cinco libros de Moisés. Por lo tanto, debe entenderse donde nos encontramos con la distinción de la ley y los profetas. “Creyendo todas las cosas que están escritas en la ley y los profetas” (Hechos 24:14). A veces por ley se entiende los Diez Mandamientos, que contienen la suma del deber de la humanidad y todo lo que se requiere, como de obligación universal y perpetua. Pero ya sea que tomemos la ley como el significado de los Diez Mandamientos, o toda la Palabra escrita de Dios, la Escritura nos enseña que la suma de lo que se requiere es el amor. Así que cuando por la ley se entiende los Diez Mandamientos, “El que ama al prójimo ha cumplido la ley” (Rom. 13:8), por lo tanto se practican varios de los Mandamientos. Y así de nuevo en el décimo versículo el Apóstol dice, “El amor es el cumplimiento de la ley”. Ahora bien, a menos que el amor sea la suma de lo que la ley requiere, la ley no puede cumplirse totalmente en el amor. Una ley no se cumple sino por la obediencia a la suma, o la totalidad de lo que contiene. Así que el mismo Apóstol dice de nuevo en 1 Timoteo 1:5, “El fin del mandamiento es el amor”. O si tomamos la ley en un sentido más amplio por toda la Palabra escrita de Dios, la Escritura todavía nos enseña que el amor es la suma de lo que se requiere en ella, como en Mateo 22:40.

Mateo 22.38–40 “Este es el grande y primer mandamiento. “Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.”

Allí Cristo enseña que, de esos dos preceptos de amar a Dios con todo el corazón, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, dependen toda la ley y los profetas. Es decir, toda la Palabra escrita de Dios. Porque lo que entonces se llamaba la ley y los profetas era toda la Palabra escrita de Dios que existía entonces.

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2. La Escritura enseña esto de cada tabla de la ley en particular. El mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”, se da como la suma de la primera tabla de la ley, en el capítulo veintidós de Mateo, en respuesta a la pregunta del abogado, que le preguntó: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y más grande mandamiento” (Mat. 22:36-38). Y en el siguiente versículo, el amor al prójimo se menciona como la suma de la segunda tabla, como en Romanos 13:9, donde se ensayan los preceptos de la segunda tabla en particular.

Romanos 13.9 Porque esto: “No cometerás adulterio, no matarás, no hurtarás, no codiciarás,” y cualquier otro mandamiento, en estas palabras se resume: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

Y así, de nuevo Gálatas 5:14, “Porque toda la ley se cumple en una sola palabra, en esto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El apóstol Santiago parece enseñar lo mismo en Santiago 2:8, “Si cumplís la ley divina según la Escritura, amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis”. Por lo tanto, el amor parece ser la suma de todas esas virtudes y deberes que Dios requiere de nosotros; y por lo tanto debe ser sin duda lo más esencial, o la suma de todas esas virtudes que son esenciales y distintivas en el verdadero cristianismo. Lo que es la suma de todos los deberes es la suma de todas las virtudes reales. 3. La verdad de la doctrina se desprende de lo que el Apóstol enseña en Gálatas 5:6, que la fe actúa a través del amor. Una fe verdaderamente cristiana es la que produce buenas obras. Pero todas las buenas obras que produce son por amor. Por esto, dos cosas son evidentes para el presente propósito. A. Que el amor es un ingrediente de la fe verdadera y salvadora, y es lo más esencial y distintivo en ella.11 El amor no es un ingrediente de una fe meramente especulativa; sino que es la vida y el alma de una fe práctica. Una fe verdaderamente práctica y salvadora es la luz y el calor juntos, o la luz y el amor. Lo que es sólo especulativo, es sólo luz sin calor. Pero lo que

11PorqueEdwardsentiendeelamorcomoelEspírituSanto,elamor tomaun lugar

prominenteensuentendimientodelasalvación.LoselegidostienenfeporqueelEspírituSantohadescendidosobreellosenlaregeneración-o,másapropiadoparanuestrocontextoaquí-porqueelpropioamordeDioshavenidoaanimarlosaellosparaÉlmismoycrearlosdenuevo.

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carece de calor espiritual o de amor divino, es vano y no sirve para nada. Una fe especulativa consiste sólo en el asentimiento; pero en una fe salvadora son el asentimiento y el consentimiento juntos. La fe que sólo tiene el asentimiento del entendimiento no es mejor fe que la que tienen los demonios, porque los demonios tienen fe en la medida en que puede ser sin amor.12 Los demonios creen y tiemblan. El verdadero consentimiento espiritual del corazón no puede distinguirse del amor del corazón. Aquel cuyo corazón consiente en Cristo como un Salvador, ama a Cristo bajo esa noción, es decir, de un Salvador.13 El corazón que consiente sinceramente en el camino de la salvación por Cristo no puede distinguirse del que ama el camino de la salvación por Cristo. Hay un acto de elección o elección en la fe verdadera y salvadora, por el cual el alma elige a Cristo como su Salvador, y lo acepta y abraza como tal. Pero como se ha observado antes, la decisión de elegir a Dios y a Cristo es un acto de amor. Es un amor de elección. En el abrazo del alma a Cristo como Salvador hay amor. La fe es una obligación que Dios exige de nosotros. Se nos ordena creer, y la incredulidad es un pecado prohibido por Dios. La fe es un deber que se exige en la primera tabla de la ley, y en el primer mandamiento; y por lo tanto se desprenderá que se comprende en ese gran mandamiento, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Y así seguirá que el amor es la cosa más esencial en una fe verdadera. Que el amor es la vida y el alma de la verdadera fe es especialmente evidente en este lugar (Gálatas 5:6) del apóstol Pablo, es decir, que la fe obra por el amor, y Santiago 2:26 comparados juntos: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”.

12Edwardsdistingueentrelafeespeculativaylapráctica(osalvadora).Estoessimilar

aladistincióncomúnentre“cabeza”y“corazón”.Tambiénlegustausarlaimagendelaluzyelcalor.Laluzcorresponderíaampliamentea“cabeza”,yelcalora“corazón”.Elverdaderoconocimiento de Dios es el conocimiento que hace que el corazón fluya hacia Dios. Ladiferencia puede compararse con la diferencia entre afirmar que dosmás dos es igual acuatroycontemplarlacosamáshermosaquesehayavistojamás.Ambossonverdaderos,dosmásdosesigualacuatro,ylavistaqueveseshermosa.Perolabellezateinclinahaciaelobjeto o sujeto, mientras que la verdad anterior no. También podríamos decir que elconocimientoespeculativonoespersonal,enelsentidodequetrataaDioscomounobjetoquehayqueconocerenlugardeconocerlopersonalmente.

13NóteseelenfoquedeEdwardssobreCristocomoSalvador.NobastaconafirmarqueCristomurió,oquemurióporlagente.DebocreerqueCristomuriópormí,pormispecadosymisalvación.

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La naturaleza de trabajo y acción de cualquier cosa es la vida de la misma. Lo que hace que los hombres llamen a cualquier cosa como viva es porque observan una naturaleza activa en ella. Esta naturaleza activa y actuante en el hombre es el espíritu que tiene en él. Por lo tanto, como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así la fe sin la naturaleza activa también está muerta. Y si quisiéramos saber qué es esta naturaleza activa, que es una fe verdadera, el apóstol Pablo nos lo dice en Gálatas 5:6. Nos dice que la causa por la que la fe opera es el amor. El amor es este espíritu activo de trabajo que está en la verdadera fe. Es su alma misma sin la cual está muerta, como nos dice el Apóstol en las palabras del texto, que la fe sin la caridad, o el amor, no es nada, aunque lo sea hasta el punto de remover montañas. Y cuando el Apóstol dice en el versículo séptimo del contexto, que la caridad lo cree todo, lo espera todo, posiblemente tiene respeto a esas mismas grandes virtudes de creer y esperar, o fe y esperanza en Dios, con las que compara la fe en otras partes del capítulo, y particularmente en el último versículo: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres.” El Apóstol en el séptimo versículo muestra la prioridad de la caridad, o el amor, a los otros dos de la fe y la esperanza, como incluyéndolos en ella; porque la caridad todo lo cree, todo lo espera. Este es probablemente el significado del Apóstol, y no como se entiende vulgarmente de creer y aguardar lo mejor de nuestro prójimo. Pero seguramente diré más de esto en alguna otra oportunidad, si Dios lo permite. Que una fe justificadora, en cuanto a lo que más se distingue de ella, se comprende en el gran mandato de amar a Dios. Este tipo de fe aparece más claramente en lo que Cristo dice a los judíos:

Juan 5.40–43 Pero ustedes no quieren venir a Mí para que tengan esa vida. “Yo no recibo (no acepto) gloria de los hombres; pero a ustedes ya los conozco, que no tienen el amor de Dios. “Yo he venido en nombre de Mi Padre y ustedes no Me reciben; si otro viene en su propio nombre, a ése recibirán.

B. Se manifiesta además desde este pasaje del Apóstol (Gálatas 5:6), en el que habla de la fe como obra de amor, que todos los ejercicios del corazón y las obras de la vida del cristiano provienen del amor. Porque en el Nuevo Testamento se nos enseña abundantemente que toda santidad cristiana comienza con la fe en Jesucristo. Toda la obediencia cristiana está en la Escritura llamada la obediencia de la fe. “Se da a conocer a todas las naciones por la obediencia de la fe” (Rom.

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16:26). La obediencia de la que se habla aquí es sin duda la misma que la mencionada en el capítulo anterior, “Porque no me atreveré a hablar de ninguna de las cosas que Cristo no ha hecho por mí, para hacer obedecer a los gentiles de palabra y de obra” (Rom. 15:18). Y el Apóstol nos dice que la vida que ahora vivía en la carne, la vivía por la fe del Hijo de Dios (Gal. 2:20). Y a menudo se nos dice que los cristianos viven por la fe, lo que conlleva tanto como que todas las gracias y los santos ejercicios y obras de su vida espiritual son por la fe.14 ¿Pero cómo funciona la fe en estas cosas? Porque en este lugar de Gálatas trabaja (en lo que sea que trabaje), por amor. De ahí la verdad de la doctrina. En efecto, todo lo relacionado con la salvación y que se distingue en el cristianismo, consiste radicalmente y se comprende sumariamente en el amor.

3. Aplicación de la doctrina En primer lugar, el uso de esta doctrina puede ser para el autoexamen; en segundo lugar, el uso puede ser de instrucción en varias inferencias. Tercero, el uso puede ser de exhortación.

a. Para el autoexamen I. En vista de la doctrina, examinémonos a nosotros mismos, y veamos si tenemos el espíritu que ella ordena. Del amor a Dios brota el amor al hombre, como dice el Apóstol: “El que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y el que ama al que ha engendrado, ama también al que ha sido engendrado por él” (1 Juan 5:1). ¿Tenemos este amor para todos los que son hijos de Dios? Este amor, también, lleva a los que lo poseen a regocijarse en Dios, y a adorarlo y magnificarlo. El cielo está compuesto de tales.

Y vi como un mar de cristal mezclado con fuego; y los que habían obtenido la victoria sobre la bestia, y sobre su imagen, y sobre su marca, y sobre el número de su nombre, estaban de pie sobre el mar de cristal, y tenían las arpas de Dios. Y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:

14La“espiritualidad”cristiana,adiferenciadelsentidopopulardeltérmino,nosetrata

dealgunacapacidadquetengamoscomohumanos,sinoqueeslavidaporelEspírituSantodeDios.“Espiritual”denotaeltrabajodelEspíritudeDios,yesetrabajo,comoEdwardsserefiereaquí,eselamorylasantidad.

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Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo, de modo que todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti, porque tus juicios se han manifestado. (Apocalipsis 15:2-4)

¿Nos deleitamos así en Dios, y nos regocijamos en su adoración, y en la magnificación de su santo nombre? Este amor, también, lleva a aquellos que lo poseen sinceramente a desear y esforzarse sinceramente por hacer el bien a sus semejantes.

En esto percibimos el amor de Dios, que dio su vida por nosotros, y también debemos dar la nuestra por los hermanos. Pero el que tiene el bien de este mundo, y ve a su hermano tener necesidad, y cierra sus entrañas de compasión contra él, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de verdad. Y así sabremos que somos de la verdad, y afirmaremos nuestros corazones ante él. (1 Juan 3:16-19)

¿Es este espíritu, que habitaba en Jesucristo, el espíritu que reina en nuestros corazones, y que se ve en nuestra vida diaria? Este tema también puede ser de utilidad para lo siguiente.

b. Para la instrucción II. En el camino de la instrucción. i. Mostrar el espíritu cristiano correcto Primero. Esta doctrina nos muestra cuál es el espíritu cristiano correcto. Cuando los discípulos en un resentimiento orgulloso y vengativo, deseaban que Cristo llamara al fuego del cielo para consumir a los samaritanos que no los habían tratado bien, Cristo los reprende por ello, porque no sabían de qué espíritu eran (Lucas 9:55). Lo que debemos entender con esta reprimenda no es que no conocieran su propio corazón, sino que no supieran qué clase de espíritu era propio de su profesión, ya que profesaban ser sus discípulos, adecuados a esa dispensación evangélica bajo la cual vivían. Podría ser así, y sin duda lo fue en