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RESEÑAS ESTA SALVAJE OSCURIDAD. LA HISTORIA DE MI IVIUERTE Harold Brodkey Editorial Anagrama. Barcelona, 2001 I.S.B.N.: 84-339-6931-5 Depósito Legal: B. 1419-2001. 1.900 pesetas Cuando escribo esta reseña, a mediados de 2001, se cumplen los veinte años del comien- zo de la epidemia del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida) y en todo el mundo se celebran cursos, seminarios, conferencias y congresos sobre la enfermedad. Efectivamente, en 1981, médicos de la Costa Oeste de los Estados Unidos de Norte América, como por ejem- plo Michael Gottlieb, comunicaron varios casos de enfermos con una infección pulmonar por un germen oportunista (Pneumocystis carinii) y una disminución de los linfocitos T4, Ilaman- do la atención que todos estos pacientes realizaban prácticas homosexuales. El CDC de Atlanta informó también en los primeros días del mes de julio de 1981 que en los ŭ ltimos 30 meses se habian diagnosticado 26 casos de Sarcoma de Kaposi en varones jóvenes y homosexuales, y en casi todos ellos se encontraron infecciones oportunistas. Con esta perspectiva, la reacción en la prensa norteamericana fue la de nombrar a la enfermedad como el cáncer gay o la neumonía gay e incluso como la plaga gay. No faltaron voces que defendieron y trabajaron en la línea de culpabilizar al grupo homosexual. La ensa- yista norteamericana Susang Sontag en su magnífico libro El sida y sus metáforas, publica- do en español en 1989, señaló certeramente que el sida era considerado, y a ŭn hoy hay per- sonas que así lo consideran, un juicio de Dios y un castigo colectivo a una sociedad por sus desviaciones morales, idea que inmediatamente conduce a que se establezca la ecuación persona infectada/persona equivocada. Luego la enfermedad tuvo otras denominaciones como GRIDS (Síndrome de Inmunodeficiencia relacionado con los gay), KSOI(SIndrome de Infección Oportunista con Sarcoma de Kaposi), la enfermedad de las «4 H», al comprobarse casos de afectados haitia- nos, hemofIlicos, homosexuales y heroinómanos, aunque se acaba comprobando también que los heteresosexuales no están exentos de padecerla. Finalmente recibió esta enfermedad la denominación que hoy utilizamos Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, prosperando sobre todo su acrónimo: sida. La lucha del hombre contra la enfermedad recuerda, en cierta manera, al conocido mito griego de Sísifo, condenado por los dioses a subir una piedra a la cumbre de una LS.S.N. 0210-8615

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  • RESEAS

    ESTA SALVAJE OSCURIDAD. LA HISTORIA DE MI IVIUERTEHarold BrodkeyEditorial Anagrama. Barcelona, 2001I.S.B.N.: 84-339-6931-5Depsito Legal: B. 1419-2001. 1.900 pesetas

    Cuando escribo esta resea, a mediados de 2001, se cumplen los veinte aos del comien-zo de la epidemia del Sndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida) y en todo el mundo secelebran cursos, seminarios, conferencias y congresos sobre la enfermedad. Efectivamente,en 1981, mdicos de la Costa Oeste de los Estados Unidos de Norte Amrica, como por ejem-plo Michael Gottlieb, comunicaron varios casos de enfermos con una infeccin pulmonar porun germen oportunista (Pneumocystis carinii) y una disminucin de los linfocitos T4, Ilaman-do la atencin que todos estos pacientes realizaban prcticas homosexuales. El CDC deAtlanta inform tambin en los primeros das del mes de julio de 1981 que en los ltimos 30meses se habian diagnosticado 26 casos de Sarcoma de Kaposi en varones jvenes yhomosexuales, y en casi todos ellos se encontraron infecciones oportunistas.

    Con esta perspectiva, la reaccin en la prensa norteamericana fue la de nombrar a laenfermedad como el cncer gay o la neumona gay e incluso como la plaga gay. No faltaronvoces que defendieron y trabajaron en la lnea de culpabilizar al grupo homosexual. La ensa-yista norteamericana Susang Sontag en su magnfico libro El sida y sus metforas, publica-do en espaol en 1989, seal certeramente que el sida era considerado, y a n hoy hay per-sonas que as lo consideran, un juicio de Dios y un castigo colectivo a una sociedad por susdesviaciones morales, idea que inmediatamente conduce a que se establezca la ecuacinpersona infectada/persona equivocada.

    Luego la enfermedad tuvo otras denominaciones como GRIDS (Sndrome deInmunodeficiencia relacionado con los gay), KSOI(SIndrome de Infeccin Oportunista conSarcoma de Kaposi), la enfermedad de las 4 H, al comprobarse casos de afectados haitia-nos, hemofIlicos, homosexuales y heroinmanos, aunque se acaba comprobando tambin quelos heteresosexuales no estn exentos de padecerla. Finalmente recibi esta enfermedad ladenominacin que hoy utilizamos Sndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, prosperandosobre todo su acrnimo: sida.

    La lucha del hombre contra la enfermedad recuerda, en cierta manera, al conocido mitogriego de Ssifo, condenado por los dioses a subir una piedra a la cumbre de una

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    montaa, y que cuando ha sido situada en lo ms alto rueda de forma inexorable hacia abajo,comenzando de nuevo la tarea de SIsifo.

    Efectivamente, cuando el hombre consigue un remedio o una medicacin contra unaenfermedad, como es el caso de los antibiticos, y manifiesta su euforia por el xito conse-guido, al cabo de un cierto tiempo los grmenes comienzan a generar la conocida resistenciaa esta medicacin. Otro ejemplo notable al respecto es la declaracin realizada en 1980 porla O.M.S. de la erradicacin mundial de la viruela. Despus de este gran xito en la luchacontra la enfermedad, tan slo un ao despus se plantea el problema del sida, aunque otroasunto que no vamos a discutir aqui es si los retrovirus que producen la enfermedad estabaninfectando humanos con anterioridad al ao 1981, que es la fecha que se baraja oficialmen-te como la del comienzo de esta epidemia, que al dia de hoy ha provocado ms de 20 millo-nes de muertos y ms de 30 millones de personas infectadas, la mayor parte de las mismasen frica. No se olvide que, ya en 1987, la Organizacin Mundial de la Salud declar el sidacomo una emergencia mundial.

    Al estudiar una enfermedad, y ms concretamente una epidemia, creo que emergen tresaspectos como minimo que deben ser atendidos para que sta sea comprendida en todas susdimensiones. En primer lugar, la realidad biolgica; es decir, los medios que pone en mar-cha el ser humano para entender las causas de la enfermedad, sus manifestaciones clinicas ypara conseguir medicamentos eficaces contra la misma. En este capitulo cabria la mencinde muchos investigadores y mdicos que han realizado esfuerzos muy notables en estos lti-mos veinte aos, pero a todos se nos vienen a la cabeza inmediatamente los nombres deRobert Gallo y de Luc Montagnier, con sus aciertos y tambin con sus rivalidades y polmi-cas. Otra perspectiva, sin duda, es la realidad social, ya que toda epidemia provoca altera-ciones de la vida cotidiana, y en esto el sida no ha sido una excepcin. Durante una epide-mia generalmente surge lo mejor del ser humano, personas que se entregan abnegadamenteal cuidado de los enfermos, pero tambin hay que reconocer que lo peor tambin deja la hue-Ila de su presencia, sobre todo cuando se culpabiliza o se margina e incluso se abandona a unenfermo a su suerte. No hace falta recordar aqui, a modo de ejemplo, la magnifica labor Ile-vada a cabo en las Casas de Acogida para enfermos de sida o en el otro extremo la expulsinde personas afectadas por la enfermedad de sus puestos de trabajo o incluso del seno de susfamilias. Lo que nos Ileva a pensar en la tercera perspectiva: la realidad individual; es decir,la persona que no slo tiene que enfrentarse a los problemas clinicos, sino tambin en muchasocasiones al rechazo social por padecer una enfermedad temida o que incluso provoca recha-zo moral. En esta perspectiva individual se debe recordar tambin a aquellas personas enfer-mas que no poseen medios econmicos para Ilevar a cabo las pautas teraputicas vigentes enla actualidad, sobre todo en frica, aunque estas circunstancias se dan tambin en losIlamados pases occidentales.

    Estas tres realidades sealadas, pero sobre todo la personal o individual, quedan reco-gidas en un libro magnifico que sin lugar a dudas tiene todas las caracteristicas para perdu-rar y convertirse en un clsico, y no digo esto porque vaya a quedar como un gran documento

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    o testimonio sobre el sida, lo cual ya lo tiene garantizado, sino porque es uno de esos librosen que se respira la verdad, la sinceridad y el enfrentarniento radical de un hombre con lo queha sido su vida y con su muerte. Me estoy refiriendo al libro de Harold Brodkey, Esta salva-je oscuridad, que fue publicado en Estados Unidos hace unos aos y que acaba de apareceren castellano ahora en el ao 2001. Harold Brodkey (1930-1996) es un escritor suficiente-mente conocido y esta circunstancia nos permite que no nos extendamos aqu sobre su viday su obra. Un escritor que ha sido comparado con Marcel Proust por el crtico Harold Bloomy que es considerado una de las cumbres de la literatura norteamericana. Podemos citar aqude su produccin algunas obras como Relatos a la manera casi clsica (1988), El almafugitiva (1991) o Amistad profana (1994).

    Pero aqu, en esta resea, queremos referirnos a Esta salvaje oscuridad, obra en la queBrodkey habla de las relaciones homosexuales que mantuvo en una poca de su vida y de lamanera que recibi la noticia de que padeca el sida cuando ya estaba casado con la escrito-ra Ellen Schwamm. El libro de Brodkey, como ya hemos indicado, es un testimonio impor-tante sobre la evolucin clnica de la enfermedad y sobre la reaccin del organismo ante laspautas teraputicas a que es sometido; pero tambin es una reflexin sin tapujos sobre losestigmas que provoca el sida, as como una reflexin sobre la vida y la muerte hecha desdeel borde del precipicio. Algunos ejemplos pueden ayudarnos a captar la importancia y sobretodo la verdad de este libro. Prefiero detenerme ahora en los primeros prrafos de la obra,cuando Brodkey en la primavera de 1993 recibe la noticia de que padece la enfermedad yespecula sobre el perodo de latencia de la misma:

    Tengo sida. Me sorprende. Desde 1977 no he estado expuesto, es decir, que mis expe-riencias, mis aventuras homosexuales ocurrieron en gran medida durante los aos sesenta ysetenta, y que a partir de entonces conji en que el tiempo y la abstinencia indicaran siestaba libre de la infeccin y me protegieran a m y a los dems.

    Al principio sombras y dudas me quitaban el sueo, pero despus empec a sentirmems seguro de que no iba a pasarme nada. Antes de que fuera identijicado el sida, yo pen-saba que cinco aos sin infeccin aparente significaban que uno no estaba enfermo. Cuandolo identificaron, al principio se afirm que al cabo de cinco aos uno est a salvo. Eso hacambiado. Hoy se considera que se puede estar seguro tras un lapso de veinte aos, pero hayuna pequea cantidad de casos anmalos; es decir que las pautas conocidas no explican elretraso de la enfermedad, No es que importe mucho. Tengo sida. Y he tenido una od-mona Pneumocystis carinii, que por poco me mata. Inverosmil o no, con anlisis de sangrey recuento de linfocitos T, el hecho de que sea Pneumocystis significa que tengo sida y quevoy a morir.

    A partir de aqu la narracin de Brodkey gira en torno al desarrollo clnico de su enfer-medad, con descripciones muy claras de la sintomatologa y su repercusin en el estado denimo; pero a la vez va dibujando un cuadro en el que no faltan reflexiones sobre su infan-cia, sus padres adoptivos, su esposa y sus hijos, as como comentarios muy l cidos sobre

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    ciudades como New York o Venecia, y cmo no tambin sobre la literatura y el periodismonorteamericano. La delgadez, la asfixia, las manchas, la prdida de fuerzas, los sueos, laresistencia a quedar hospitalizado, los silencios de los antiguos amigos, la vergiienza de quesu sangre suponga un riesgo para el personal sanitario, los consejos de su mdico de que lomejor en Amrica es llevar la enfermedad en secreto, as como la recomendacin de farma-cias discretas para comprar la medicacin, etc. Todo aparece mezclado, pero magistralmen-te ordenado en este libro, como en un buen cctel, como en la buena literatura, dando noti-cias a la vez de la sociedad que le rodea y del individuo que padece la enfermedad,aglutinando el pasado, el presente y el exiguo futuro que le queda. Quien busque en este librocomentarios sobre los retrovirus o los inhibidores de la retrotranscriptasa y de la proteasa, ascomo de las manifestaciones clnicas de la neumona o del Sarcoma de Kaposi lo encontra-rn, pero sobre todo lo que se siente aqu en este libro es al ser humano en todas susdimensiones. Comprubese lo que digo en el siguiente prrafo:

    El sida nunca haba estado entre nuestros miedos ms serios. No era uno de mis temo-res secretos. Lo que pas me ha sacudido tanto que tiendo a recordar como un loco o un tor-turado. He perdido gran parte de la disciplina de la memoria; sin embargo recuerdo lo queen su momento debi parecer significativo. Ellen y yo estuvimos en Berlin y luego en Veneciaviendo editores y traductores, y algunos en realidad todos me decan que estaba dema-siado flaco. Ellen empez a preocuparse por una mancha negruzca y como cncava que mehaba aparecido en la mejilla derecha, pero pens que era la dieta macrobitica que estabatratando de seguir. La poesa de ser reconocido y aceptado en Berlin y en Venecia comoescritor importante, mientras enfermaba de un modo que no poda entender, se me presentacomo la oscura belleza de la ruina total [...].

    Con el sida uno suele tener caspa, una caspa terrible. Cmo transmitir la sensacinde que uno est hacindose anicos? Y la tensin me hace lagrimear; el estmago y la partede arriba cercana a la garganta se me Ilenan de acidez. Me ahogo en la estupidez. Empiezala nusea, sus contracciones slo desaparecen poco a poco. Todas las muertes son absurdas,los cnceres, los infartos, todas. Raramente son apropiadas a lo que el hombre o la mujerfueron salvo como paradoja absurda.

    Hay momentos en este libro en que la radicalidad de sus planteamientos recuerdan, almenos eso me parece a m, a algunas pginas de Thomas Bemhard sobre las enfermedades ylos miedos familiares; y ,en otros, Harold Brodkey se muestra muy pendiente de las cifras desus anlisis de sangre, de forma anloga a los tuberculosos de La montaila mgica de ThomasMann, que siempre andan alrededor del termmetro comprobando las dcimas de ms o demenos que marca su temperatura corporal. Igualmente, en alg n momento de este libro, nofalta el comentario malvolo hacia otros escritores, como cuando Brodkey escribe sobre elaburrimiento de estar enfermo: algo as como quedar atrapado en una novela de Updike.

    Y casi al final del libro, que abarca desde la primavera de 1993 al otoo de 1995, HaroldBrodkey introduce un poema titulado La cancin de la vctima:

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    Me he ejercitado en el arte de la vctima,corazn insolente plagado de sida.He puesto al atad delante del furgn,tirutap, tirzitop...Debo ponerme un disfraz de arpillera,Mordaza en la boca, cemento en la molleja,Y no farfidlar: ,tirutop, tirutep...Entre las hojas generosas yacerY bajo el gemido del viento me pudrir.Los nuevos timadores ganarn los premios,tirutep, tirutap...

    Un libro valiente y sincero en el que escribe su autor prefiero serfranco sobre el sida y bur-larme de la humillacin pblica que sentir la humillacin de mentir. Como dice Katie Donovan:

    Cada matiz de los sentimientos es explorado con una sinceridad que jams empaa laautocompasin. Vulnerable, furioso o arrogante, Brodkey escribe siempre con unadespojada hermosura.

    Y es que este libro podr ser un testimonio, pero por encima de todo es una obra de arte.

    Francisco HERRERA RODRGUEZ

    LA REBELION DE LOS ASTRONOMOS. COPRNICO Y KEPLERJuan Luis Garca HourcadeNivola libros ediciones. Madrid. Primera edicin, agosto, 2000. 236 pp.ISBN: 84-930719-9-4

    ,Qu puede descubrirse sobre Coprnico y Kepler a estas alturas? Parece ilusorio tra-tar de expresar una opinin u ofrecer datos no contenidos ya en alguno de los muchos librosy en los centenares de artculos escritos sobre la astronoma post-ptolemica cuya apariciny aceptacin posterior provoc una revolucin en muchos rdenes de la ciencia y cuyos tra-bajos constituyeron el mayor ejemplo de creatividad individual y colectiva que conoce laHistoria de las Ciencias.

    Aceptando la dificultad de aportar mucho ms a una historia pasada por todos los tami-ces imaginables, la nica solucin lgica es un libro en el que Coprnico y Kepler, incardi-nados en su tiempo, sean presentados de una forma comprensible para el gran p blico einteresante para el especialista.