escritos desde la sala

72

Upload: biblioteca-publica-piloto-de-medellin-para-america-latina

Post on 25-Jul-2016

224 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Boletín cultural y bibliográfico de la Sala Antioquia N° 23, diciembre 2015

TRANSCRIPT

Page 1: Escritos desde la Sala
Page 2: Escritos desde la Sala

ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas

2

Pensar una Biblioteca Digital Patrimonialpara la Biblioteca Pública Piloto

de Medellín1

Juan Camilo Escobar Villegas2

Presentación

Las memorias del mundo son tal vez incontables. No obstan-te, actualmente es posible clasificar los lugares de memoria desde una teoría de la historia que permita co-nectar fuentes documentales unas con otras y que a su vez considere las especificidades de cada una de ellas. Dicha teoría, que es a su vez una perspectiva analítica y metodo-lógica, ha venido conociéndose en las dos últimas décadas como histo-rias conectadas.

Leer en contexto, observar relacionalmente, conectar lo desco-nectado, mirar más allá de lo local, considerar lo fútil y lo trivial, argu-mentar estructuralmente, intere-sarse por los orígenes documentales, por sus usos, sus autores y propieta-rios, configurar rutas de circulacio-nes iconográficas, registrar fechas y nombres en fichas y elaborar pro-sopografías a partir de los archivos históricos son algunas de las prác-ticas investigativas que es necesario poner en marcha al momento de ac-ceder a ellos.

Ahora bien, ¿Es posible formar un internauta investigador que aproveche lo que los analistas bibliotecarios le ofrecen y a la vez proponga la incorporación de nue-vas o diferentes informaciones para las fotografías? En conclusión, ¿se puede formar una comunidad inves-tigativa que interactúe electrónica-mente para mejorar las fichas de re-gistro de los archivos patrimoniales de la BPP?

Las anteriores reflexiones permiten poner en movimiento una serie de consideraciones metodo-lógicas con el fin de crear formas investigativas de acercamiento y valoración a los documentos de la Biblioteca Digital Patrimonial de la Biblioteca Pública Piloto de Mede-llín, en espacial para su importante archivo fotográfico reconocido por la UNESCO como Registro regional de memoria del mundo.

Las joyas de la BPP o los documentos históricos como lugares de memoria

Para conocer las complejas historias conectadas del mundo es importante que los historiadores no desechen ningún rastro dejado por las sociedades humanas. Todos los sentidos son necesarios para realizar este ejercicio de reconstrucción histórica, pues los investigadores deben leer, oír, tocar, sentir y apreciar cuanto haya quedado como vestigio, ruina, archivo, práctica, leyenda o gesto de los humanos. Al entrar en contacto con los archivos y contextualizarlos estos se

1 Algunas de estas reflexiones han sido presen-tadas en la Cátedra Ernesto Restrepo Tirado, en octubre 2015, organizada por el Museo Na-cional de Colombia. El Museo Nacional y la Biblioteca Pública Piloto han estado de acuer-do en publicarlas en sus respectivos medios internos. También debo agradecer a mi colega Adolfo León Maya Salazar, quien me ha acom-pañado desde el año 2004 en muchas de las re-flexiones que aquí aparecen.2 [email protected] Historiador, profesor titular le Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de la Escuela de Humanidades en la Universidad EAFIT. Director del grupo de investigación Sociedad, Política e Historias Conectadas.

Page 3: Escritos desde la Sala

Juan Camilo Escobar Villegas / ARCHIVOS

3

convierten en joyas documentales que brillan cada vez que se conectan, se explican y posteriormente nutren una narrativa histórica. Las joyas de la BPP se han pensado como lugares de memoria3 y se han clasificado en seis grupos.

Fuentes arqueológicas u objetos pro-piamente materiales. Fuentes es-critas o documentos manuscritos, impresos o digitales. Fuentes ico-nográficas o documentos visuales. Fuentes orales o documentos sono-ros en vivo o registrados. Fuentes audiovisuales o la combinación de sonido e imagen en movimiento. Fuentes gestuales o maneras inma-teriales de cultura en el cuerpo y sus movimientos. Ellas forman un hexágono documental que ha veni-do siendo producido por las socie-dades modernas y contemporáneas de manera masiva. Para un investi-gador de las sociedades humanas la tarea es indagar por la presencia de estos diversos tipos de fuentes que pueden dialogar entre sí.

En síntesis, los investigado-res consideran de gran valor histó-rico un fragmento arquitectónico, un manuscrito, una pintura rupes-tre o una fotografía, un canto, una película o una danza. Representan fuentes primarias, materia prima

que, acompañada de teorías analí-ticas y metodologías rigurosas, per-miten conocer, explicar, compren-der y escribir historias del mundo. La Biblioteca Digital Patrimonial de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín está conformada por nu-merosos documentos que represen-tan estos lugares de memoria y su misión es conservarlos, protegerlos, clasificarlos, describirlos y ponerlos al servicio de investigaciones que permitan comprender el presente y trazar el futuro por medio del cono-cimiento crítico del pasado.

Fondos fotográficos e iconográficos

Este es el fondo más intere-sante de la Biblioteca Pública Pilo-to de Medellín. En particular por su archivo fotográfico, cuyo número de documentos en diferentes formatos lo ha catalogado como uno de los más importantes del mundo. La BPP sigue buscando archivos foto-gráficos en Antioquia para salvar-los de su desaparición. Fotógrafos en ciudades pequeñas poseen ne-gativos y positivos que guardan la memoria visual de los procesos de mundialización y globalización en una escala local pequeña. La foto-grafía es hoy una acto masivo que cualquier persona lleva a cabo; sin embargo, sigue siendo un arte que implica una original combinación entre técnica, gusto, observación y creación.

3 La noción aparece a finales del siglo XX en la siguiente obra: Pierre Nora, director, Les lieux de mémoire, Paris, Gallimard, 1984, 3 vols.

Bibliobus.Autor: Fabio Restrepo / Archivo Fotográfico bpp

Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Autor: Fabio Restrepo / Archivo Fotográfico bpp

Page 4: Escritos desde la Sala

ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas

4

Ahora bien, los fondos ico-nográficos de la BPP también con-servan y ponen su atención en la adquisición de otras producciones culturales de gran importancia para el patrimonio visual. En efecto, allí encontramos caricaturas de la vida política, pinturas, dibujos, graba-dos e ilustraciones que revelan una significativa tradición de las llama-das bellas artes en Antioquia, logo-tipos, postales, estampillas, afiches y avisos publicitarios que represen-tan otros nichos de lo visual. Pero también mapas, planos, croquis y otras producciones cartográficas con las que se mide y simboliza el territorio. El ser humano ha sido vi-sual antes que escritural. Por eso las portadas de libros, las carátulas de discos, los cabezotes de periódicos, los membretes y sellos de gobernan-tes y comerciantes, o las firmas y los exlibris que revelan la propiedad y el uso de variados documentos ha-cen igualmente parte del patrimo-nio iconográfico de la BPP.

En conclusión, estudiar y analizar fuentes iconográficas im-plica poner atención a la raya, la puntuación, la coloración, la lumi-niscencia, el trazo del pincel y la configuración espacial, puesto que sin ellos no son posibles los íconos ni las imágenes. El bastidor y el re-tablo que afirman y presentan una imagen, el acetato que la fija y la arroja sobre el telón como una his-toria, la piedra o el mineral en que se forja o el cuerpo en que se inscri-be son algunas de sus bases de pre-sencia. La imagen está vigente en medio de la humanidad porque co-munica y da sentido a las relaciones sociales y porque permite explicar-las y comprenderlas en su devenir.

Archivos sonoros y audiovisuales

La BPP es una institución dinámica que no simplemente reco-

pila, guarda, estudia y ofrece lo que otros han producido. Ella es tam-bién productora, creadora, promo-tora y gestora de eventos que han aglutinado importantes pensadores y artistas de Antioquia y otras par-tes del mundo. Por eso sus fondos sonoros y audiovisuales se nutren desde el nacimiento de esta institu-ción a mediados del siglo XX con grabaciones, películas, videos y do-cumentales que se estrenan en sus instalaciones por primera vez. Con-ciertos, entrevistas, conferencias, debates, emisiones radiales, progra-mas televisivos han sido realizados en sus auditorios y en sus salas.

La fonoteca de la BPP es un archivo en crecimiento, un fon-do documental vivo que patrimo-nializa reuniones intelectuales que en ocasiones no se pueden volver a ejecutar por la singularidad de sus actores o por la muerte de sus pro-tagonistas. La voz y la gestualidad de ellos cobran gran importancia no sólo por el prestigio de cada uno sino también por la congregación singular que se logra alrededor de un tema específico. La voz de Esta-nislao Zuleta o Luis Antonio Res-trepo, importantes intelectuales de la ciudad y el país hacia los años 70, ha quedado como un tesoro en los archivos orales y sonoros de Colom-bia.

La oralidad es pues una práctica que se sigue ejerciendo en las so-ciedades modernas y es necesario registrarla gracias a las tecnologías sonoras inventadas en el siglo XX. Esta compleja e inmemorial forma de propagación de tradiciones y sapiencias es respetada en la BPP tanto como un viejo manuscrito o un antiguo mapa. En términos ge-nerales, la palabra oral es una for-tuna que conservan los venerables ancianos de muchas sociedades sin o con escritura.

Page 5: Escritos desde la Sala

Juan Camilo Escobar Villegas / ARCHIVOS

5

La mezcla de iconografías y oralidades ha sido también una vieja práctica humana, incluso antes del cine y la televisión. Las marionetas, los títeres, el teatro de sombras, los rituales religiosos o las tragedias griegas y romanas fueron audiovisuales sin cámaras ni micró-fonos eléctricos. La cámara oscura que renacentistas y modernos de las revoluciones científicas usaron para divertirse fueron asimismo ac-tos audiovisuales. Esa fraternidad legendaria entre sonidos e imáge-nes ha generado piezas artísticas y patrimoniales que hoy buscan un lugar en los salones de la BPP. Las familias hacen videos caseros, los profesionales de los medios ela-boran diariamente pequeños clips para acompañar sus noticias y cró-nicas y los gobernantes registran cada segundo del día y la noche en las calles de las ciudades.

Archivos personales

Interesarse por las historias de los intelectuales de Antioquia implica investigar los libros leídos, los profesores que les han enseña-do, los viajes realizados, los escri-tos, las obras y las instituciones que han creado. De esa forma es posi-ble empezar a conocer que entre antioqueños y otros grupos regio-nales del planeta ha habido víncu-los, conexiones, lazos que permiten comprender mejor las historias del mundo. A esta manera de investigar y analizar las personas y los proble-mas de una ciudad, de una región o de un país, se le ha llamado his-torias conectadas. Es decir, procesos, cambios y transformaciones que para comprenderlos exigen que el investigador levante su mirada más allá de los horizontes regionales y/o nacionales, hacia los espacios inter-continentales en los cuales han cir-culado las ideas y las personas desde finales del siglo XV.

Las historias conectadas son una perspectiva de análisis histó-rico apropiada para los tiempos de mundialización y globalización, para estos últimos cinco siglos de fenómenos planetarios producidos por un gran número de conexiones entre personas, de circulaciones de modelos culturales, políticos o eco-nómicos, de transferencias de diver-sos patrones sociales. No obstante, dichos modelos no siempre se repi-ten de acuerdo con el “patrón ori-ginal” porque en el tránsito de un lugar a otro experimentan cambios con el fin de adaptarse a los medios sociales donde llegan. Lo que obliga a distinguir mundialización de glo-balización.

Desde esta perspectiva de análisis no es pertinente hablar de influencias, de influenciadores e influenciados, de creadores e imi-tadores. No. Son preferibles otras nociones, otra dinámica que per-mita ver en las diferentes formas de globalización y mundialización actos de creación gracias a procesos de difusión, recepción, apropiación y adaptación que remplazan la vie-ja categoría vertical, unidireccio-nal y etnocéntrica conocida como “influencia”. En efecto, cuando los traductores, los lectores y los pro-fesores intervienen los libros que circulan por los continentes crean a su vez nuevas ideas. Los archi-vos personales que reposan en la BPP poseen entonces un carácter patrimonial porque representan la vida y la obra de personas conec-tadas con el mundo, de sujetos que no han estado de espaldas a lo que sucede fuera de sus lugares de naci-miento, de gente que está inserta en circuitos dinámicos de circulación de formas de pensar, sentir y hacer la vida, de individuos que produ-cen, difunden y a la vez reciben, se apropian y adaptan sensibilidades,

Page 6: Escritos desde la Sala

ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas

6

representaciones mentales y prácti-cas cotidianas siendo cosmopolitas sin necesariamente saberlo.

Fondos de época

Los documentos patrimo-niales se pueden y se deben clasi-ficar cronológicamente. La mayor parte de los existentes en la BPP se ubica en el periodo posterior a las luchas de independencia contra España, es decir cubre los 200 años de vida republicana. Anteriores al siglo XIX se encuentran unos pocos documentos, pero sobresalen entre ellos la obra Las siete partidas del rey don Alfonso el Sabio, dos dicciona-rios de las lenguas española y fran-cesa que fueron publicados en Bru-selas y Madrid, un texto en sueco impreso en Estocolmo, unas obras completas de Molière (1622-1673) reeditadas en París por los herma-nos Garnier a mediados del siglo XIX y algunas otras obras en espa-ñol de los tiempos coloniales. Esta pequeña muestra de publicaciones es señal de la existencia de conexio-nes entre letrados neogranadinos y otros euroamericanos puesto que en ella se encuentran editores de París, Madrid, Londres, Quito, Barcelona y Leipzig por ejemplo.

Ahora bien, para dar un or-den en el tiempo que el calendario occidental ha hecho primar en el mundo moderno y contemporáneo, se propone una división cronoló-gica, y al mismo tiempo temática, como la siguiente:

1. Tiempos prehispánicos (an-tes de 1492). La BPP no ha bus-cado convertirse en un museo o en un archivo para piezas de carácter arqueológico, pero es importante que mantenga esta puerta abierta para cumplir más cabalmente su misión.2. Siglos de dominación colo-nial (1492-1810). En Medellín existen otros importantes archi-vos que conservan documenta-ción de estos tres siglos de con-trol hispánico, no obstante la BPP también puede cuidar y or-ganizar este tipo de documentos.

3. Luchas independentistas (1810-1830). A partir del inicio de las guerras de independencia los documentos patrimoniales de la BPP empiezan a crecer en nú-mero.

4. República de Nueva Gra-nada (1830-1858). Después de la muerte de Simón Bolívar los

Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Autor: Gabriel Carvajal Pérez / Archivo Fotográfico bpp

Page 7: Escritos desde la Sala

Juan Camilo Escobar Villegas / ARCHIVOS

7

procesos republicanos continúan y se consolidan en medio de con-flictos y guerras civiles comanda-das por antiguos militares de las luchas de independencia.

5. Confederación Granadina (1858-1863). Mariano Ospina Rodríguez inicia su mandato con una nueva constitución en 1858 en la que crea el nombre Confe-deración Granadina con el fin de fortalecer el federalismo, pero de-fender la religión y la educación controlada por la iglesia católica.

6. Estados Unidos de Colom-bia (1863-1886). Este periodo se ha conocido también como el Olimpo Radical en la historia de Colombia y la Constitución de 1863 es la única que no invoca a “Dios” en su preámbulo ni en su articulado.

7. Hegemonía conservadora (1886-1930). El paso del siglo XIX al XX fue comandado en Colombia por el partido conser-vador en guerra contra el parti-do liberal durante mil días. Esta época se inició también con una nueva constitución política y su nombre retomó el que se ha-bía usado en el Congreso de An-gostura de 1819: República de Colombia.

8. República liberal (1930-1946). La división del partido conservador para las elecciones presidenciales de 1930, quizás producida por su incapacidad para administrar las nuevas con-diciones socioeconómicas, polí-ticas y culturales, le permitió al partido liberal ganar el control del estado e instaurar una pers-pectiva modernizante de la ad-ministración gubernamental.

9. Época de la Violencia (1946-1958). Matar, rematar y con-

tramatar fueron consignas que alentaron a muchos colombianos durante estos años. El país se desangró debido a odios partidis-tas y a polarizaciones ideológicas y religiosas que impulsaban la muerte de los adversarios políti-cos.

10. Frente Nacional (1958-1974). La receta frente-naciona-lista tiene algunos opositores en medio de las élites que la formu-lan, pero logra imponerse por 16 años. El mundo asiste a lo que se ha conocido como guerra fría y en Colombia la vía armada para hacer una revolución socialista y comunista se ve legitimada por el cierre político que crea el Frente Nacional. Las ideas marxistas, el psicoanálisis y el existencia-lismo permiten el surgimiento en Medellín del nadaísmo, una propuesta rebelde y contestaría que hoy se conserva en forma de archivos en la BPP. En 1976 muere un gran poeta nacido en Medellín: León de Greiff. De él se conservan fondos documentales de gran interés para comprender los procesos de modernización en Colombia.

Fondos institucionales

Se propone para esta agru-pación una división en tres tipos de documentos: primero, los docu-mentos de estado; segundo, los do-cumentos civiles o provenientes de instituciones económicas, cívicas, instituciones políticas no estatales e instituciones culturales; tercero, los documentos de archivos familiares.

Debido a este triple origen de producción de documentos, los investigadores, historiadores y cien-tíficos sociales cuentan con mejores elementos para conocer su contexto de creación y al mismo tiempo me-

Page 8: Escritos desde la Sala

ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas

8

jores posibilidades para compren-der la complejidad de los fenómenos históricos a que se refieren.

La historiografía clásica pri-vilegió durante el siglo XIX los do-cumentos oficiales, aquellos que se producían por la burocracia de un estado determinado y que daban la sensación de ser más importantes que los otros debido a la cercanía a las instancias del poder político. Primaba en esos archivistas e inves-tigadores una definición de estado que dejaba por fuera las demás ins-tituciones civiles.

Actualmente, los investiga-dores aprecian tanto un informe de un gobernante como una carta de un padre a un hijo o un contrato de trabajo entre un obrero y un em-presario. Por ello los archivos em-presariales, organizacionales, y los archivos familiares tienen un singu-lar espacio de acogida en la BPP. Es posible que ciertos archivos institu-cionales tengan documentación cla-sificable de manera simultánea en los tres fondos institucionales, pues una misma persona puede guardar en sus archivos familiares, documentos em-presariales y estatales. Tal es el caso del poeta León de Greiff.

Documentos temáticos

Los principios teóricos que dirigen esta clasificación provienen de un esfuerzo por introducir orden en la clasificación de la totalidad so-cial, es decir, una corta pero a la vez englobante clasificación que pueda incluir todo aquello que los seres humanos hemos hecho desde los orígenes de los procesos de homini-zación hasta la actualidad. Para ello se ha dividido dicha totalidad social en dos esquemas: uno cuadripartito y otro tripartito.

El primero, el cuadripartito, se refiere a cuatro grandes campos temáticos de estudio cuando esta-mos ante una sociedad humana: lo económico, lo social, lo político y lo cultural. Esta clasificación es bas-tante común en las ciencias sociales cuando se trata de teorizar sobre lo que es una sociedad. Con este orde-namiento es posible proponer una idea estructural y sistémica de las sociedades humanas. Estructural porque dichas cuatro partes crean una forma cuadrada en la que existe todo lo humano. Y sistémica porque entre las partes se establecen rela-ciones de dependencia y determina-ción, de tal forma que una variación en una parte muy posiblemente cree efectos sobre las otras tres, sin ser dichos efectos los mismos ni de la misma intensidad en todos los tiem-pos y lugares. Corresponde al cien-tífico social verificar qué partes son más dominantes en un tiempo de-terminado y en una sociedad espe-cífica. Igualmente descubrir cuáles son los complejos circuitos de relacio-nes entre dichas partes con el fin de evitar las miradas unidireccionales y deterministas con las que se sim-plifican las fuerzas transformadoras y estabilizadoras de las sociedades humanas.

El segundo esquema, el tri-partito, es aquel que divide la tota-lidad social en formas de hacer, sentir y pensar la vida, la muerte y el mun-do. Esta división temática también ha sido un capital epistemológico que las ciencias sociales han cons-truido a través de los últimos dos siglos. Este esquema es igualmente estructural y sistemático, pero pue-de combinarse con el anterior para posibilitar así una expresión como la siguiente: formas de hacer, sentir y pensar lo económico, lo social, lo po-lítico y lo cultural. De dicha imbri-cación se derivan al menos quince

Page 9: Escritos desde la Sala

Juan Camilo Escobar Villegas / ARCHIVOS

9

elementos que podrían orientar una clasificación temática para todos los documentos de una biblioteca o un archivo misceláneo.

En consecuencia, la ficha que se elabora para cada documento tiene una casilla denominada cam-po temático que da cuatro opciones y otra casilla llamada temática es-pecífica en la que se ofrecen quince opciones para agrupar documentos de la BPP. El formato básico es en-tonces el siguiente:

Ficha técnica dinámica para la Bi-blioteca Digital Patrimonial de la BPP en Medellín:

1. CÓDIGO.2. AÑO DE PRODUCCIÓN.3. ÉPOCA A LA CUAL SE REFIERE.4. TÍTULO(S) Y SUBTÍTULO(S).5. AUTOR (ES).6. LUGAR(ES) DE PRODUCCIÓN.7. EDITOR(ES), PROMOTOR(ES),

PRODUCTOR(ES).8. TIPO GENERAL DE DOCUMEN-

TO (ARQUEOLÓGICO, ESCRITO, ICONOGRÁFICO, ORAL O SONO-RO, AUDIOVISUAL, GESTUAL).

9. TIPO ESPECÍFICO DE DOCUMEN-TO: ARQUEOLÓGICOS: OBJETO PERSONAL (bastón, pipa, reloj, sombrero, medalla, diploma, juego, etc.), OBJETO DE CASA: (puerta, porcelana, adorno, va-sija, álbum, etc.), objeto de ciu-dad (banca, señal, nombre calle, etc.), objeto institucional y/o de trabajo (herramienta, mue-ble, diploma, moneda, billete, etc.). ESCRITOS: manuscrito, mecanuscrito, digituscrito, im-preso (libro, capítulo, prólogo, reseña, hoja suelta), partitura, grafiti, estadística, gráfica, pe-riódico, revista, folleto, separa-ta, suplemento, catálogo, dedi-catoria, comentario al margen. ICONOGRÁFICOS: foto, carica-tura, pintura, dibujo, grabado, ilustración, logotipo, escultura, instalación, postal, estampilla,

mapa, plano, portada libro, ca-rátula disco, publicidad, afiche, cabezote periódico, membrete, exlibris, sello, firma). ORALES Y SONORAS: grabación audio y sonido (conferencia, entrevista, radio, música, discurso, sermón, etc.). AUDIOVISUALES: cine, televisión, documental, video, conferencia, debate. GESTUA-LES: postura y movimiento del cuerpo, forma de mirar, mue-ca, tono de voz, olor y forma de asepsia, pedos, llantos y risas, silencios, sonido de la voz (grito, silbido, estornudo, eructo, mu-letilla).

10. CAMPO TEMÁTICO (económico, social, político, cultural).

11. TEMÁTICAS ESPECÍFICAS: ECO-NÓMICAS. Geografías. Oficios. Infraestructuras. Sensibilidades económicas. Representaciones mentales económicas. SOCIALES. Grupos humanos. Gestualida-des. Sociabilidades. Sensibilida-des asociativas. Representacio-nes mentales de la sociedad y de las formas de sociabilidad. PO-LÍTICAS. Gobiernos y gobernan-tes. Proselitismos. Tensiones políticas. Sensibilidades políti-cas. Representaciones mentales de lo político y la política. CUL-TURALES. Educación. Ciencias, artes y letras. Sistemas de va-lores. Sensibilidades culturales. Representaciones mentales ante las distintas formas de cultura.

12. FONDO INSTITUCIONAL: docu-mento de estado, documento civil (institución económica, cívica, política no estatal, cul-tural) y documento de archivo familiar.

13. CONTEXTO DE PRODUCCIÓN.14. RESUMEN Y DETALLES PARTI-

CULARES.15. SOPORTE MATERIAL DE EXIS-

TENCIA.16. IDIOMAS.

Page 10: Escritos desde la Sala

ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas

10

17. DIMENSIONES O DURACIÓN.18. UBICACIÓN FÍSICA Y/O DIGITAL.19. PROCEDENCIA (compra a; do-

nación de, producción BPP).20. IMAGEN DIGITAL DOCUMENTO.21. ENLACES A OTRAS FUENTES CO-

NECTADAS22. ENLACE A SU TABLA DE CONTE-

NIDO (si la posee).

Por último y como se insinuó antes, la BPP ha puesto en marcha una ficha como la que aquí se pre-

senta, pero está montando también una política de consulta para que los usuarios e investigadores de su plataforma puedan ayudar a me-jorarla. Se trata de abrir una base de datos interactiva en la cual se puedan sugerir nuevas referencias y nuevos datos que mejoren la ficha técnica de un documento patrimo-nial que, con frecuencia, carece de información precisa con la cual se pueda comprender mejor sus proce-sos de producción y circulación.

Casa de ciegos y sordomudosFotógrafo: Anónimo / Archivo Fotográfico. Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

Francisco Velásquez y compañerosFotógrafo: Benjamín de la Calle / Archivo Fotográfico. Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

Page 11: Escritos desde la Sala

Humberto Barrera Orrego / ARTE

11

De ectoplasmas, urracas y hagiografíasNo se sabe cómo llamarían mi-

siá Susa Cardona y don Chepe Cano a su hijo primogénito, Francisco Antonio, por allá en su infancia yarumaleña. Posiblemente lo ha-brán llamado Pacho, o Pachito, un hipocorístico común en Antioquia; tanto, que así le escribía hace 200 años don José Manuel Restrepo a su cuñado Francisco Montoya, que por entonces comerciaba en Jamaica. Documentos de la época dicen que, de puertas afuera, los paisanos del pintor en ciernes lo llamaban Cani-to, no solo porque era menudo de talla, sino también para diferenciar-lo del papá. Mauricio Restrepo Gil recoge la tradición de que la familia Cano vivió en un arrabal al oriente de Yarumal, en la actual carrera 21, entonces un callejón sin empedrar y un lodazal en temporada de lluvias, en la casa señalada con el número 13-59, que fue reemplazada por un palomar de cemento. Dice también Mauricio que el niño recibió nocio-nes de lenguaje y aritmética en la escuela de don Antonio Osorio, pa-dre de Miguel Ángel, el futuro Bar-ba Jacob.

Las crónicas señalan que, años después, al maestro lo llamaban Paco, apelativo que tal vez comenzó durante su viaje a Europa, porque no es habitual entre nosotros, en tanto que en España, donde estuvo visitando el Museo del Prado (visi-tó otros países y otros museos) y se prendó del retrato de Juan Martí-nez Montañés salido de la mano de Velásquez, es pan de cada día. “Don Paco” suena a señor que fuma en pipa; “don Pacho” puede ser (sin ánimo de menoscabar) el señor del granero de la esquina.

Sea como fuere, el niño Canito, que desde su más temprana infancia

mostró afición por labrar muñecos de madera y de arcilla y pintar mo-nicongos, pronto empezó a ayudar a los gastos de la casa pintando cua-dros de santos para sus familiares y conocidos, que tal vez le darían algo de calderilla por tan devotas obras. Se conoce un san José pintado por Canito a sus diez y seis años, con mano más bien torpe.

Es de suponer que su mamá le habrá inculcado la fe del carbonero típica de la cultura antioqueña de la época, tan imbuida del padre Aste-te y de inciensos y procesiones, tal como aparece diseccionada sin mi-sericordia en el “San Antoñito” de Tomás Carrasquilla. En el libro que Química Amtex le dedicó al pintor aparece bajo el número 56 un retra-to de su madre, doña María Jesús, enteca, digna, fatigada y añosa, con un rosario al cuello y un libro en la diestra, que bien podría ser la His-toria sagrada u otro texto pío (en aquellos días, la santa madre Igle-sia prohibía terminantemente a sus fieles la lectura de la Biblia). Es un buen retrato (saldrían otros mejores del pincel de Cano), y no sabemos si es también una protesta muda

Autorretrato. Museo Universidad de Antioquia

Page 12: Escritos desde la Sala

ARTE / Humberto Barrera Orrego

12

por tanta religiosidad como debe de haber recibido en su hogar. El tes-tamento del artista, en particular el pasaje que alude a la madre, parece corroborar este aserto.

Por otra parte, no había mucho qué hacer en el pueblo de las tres efes —un mote por demás injusto: hay pueblos más feos o más fríos y más faldudos y con mucho menos carisma—. No había colegio: el que quisiera y pudiera estudiar tenía que trasladarse a Medellín o a la Ciudad de Antioquia. No había luz eléctrica (pero tampoco la había en la Bella Villa). Un muchacho des-pierto buscaría hacerse amigo del cura, el médico o el juez para que le prestaran libros de sus bibliotecas: Virgilio, Petrarca, las Florecillas de san Francisco. Nada de novelas francesas o ensayos de librepensado-res condenados al infierno del Index librorum prohibitorum. Los menos ambiciosos se enrolaban en las filas conservadoras para ser carne de ca-ñón en una de tantas guerras civiles que desangraron el siglo XIX.

Pese a haber nacido entre las “rastrojeras y helechales” que pla-gaban el alto Boquerón, campo del combate de Chorros Blancos, Cani-to era un adolescente ávido de sa-ber, dueño de unos llamativos ojos verdes, y pronto trabó amistad con varios miembros del Club de los Amigos, una asociación que busca-ba el aseo y ornato de Yarumal y fundar una biblioteca pública. Su amistad fructificó en el encargo de labrar en arcilla un busto de Bolívar para conmemorar el primer cente-nario de su nacimiento, así como en la ilustración de las portadas y vi-ñetas de las tres copias que se elabo-raban de cada número del periódico manuscrito Los Anales del Club.

Pero Cano tenía miras más altas. Frisaba en los diez y ocho años de

edad cuando resolvió radicarse en Bogotá. La guerra de los radicales contra el presidente Rafael Núñez frustró su deseo, y se quedó en Me-dellín esperando que amainara la tormenta, hospedado en casa de Melitón Rodríguez Roldán, empre-sario de pompas fúnebres casado con Mercedes Márquez Cano, pri-ma hermana del joven Francisco Antonio. Éste derivaba el pan dia-rio de hacer de todo, era una suerte de hombre orquesta, pero más que nada vivía de dibujar retratos de los difuntos que llegaban a la fune-raria, porque la fotografía era una ilustre desconocida en las montañas de Antioquia.

Las artes funerarias de la era vic-toriana, cuyos servicios compraban los ricachones de Medellín, eran a la vez suntuosas y aterradoras: vano intento de negar la cuchilla igua-litaria de la Parca. Palios de varas rematadas por plumas de avestruz teñidas de negro, cascadas de cres-pones negros, catafalcos pontificios de terciopelo negro, ciriales y cris-tos de plata batida, ángeles adustos con un dedo sobre los labios. Un remanente de todo aquel esplendor son los ostentosos mausoleos del Ce-menterio de San Pedro.

Don Melitón era un hombre muy caritativo. Me contaba doña Ga-briela Arango de Méndez, nuera del renombrado fotógrafo Melitón Ro-dríguez Márquez, a la que tuve el placer de conocer hacia 1988 en la Fotografía Rodríguez —que abría sus puertas en el No. 54-27 de la carrera El Palo—, que el hombre que se ganaba la vida con la muer-te ajena le preguntaba cada día a una de sus hijas4 cuánto necesitaba

4 Los hijos de don Melitón Rodríguez Roldán fueron, no en orden cronológico: Horacio Ma-rino, Luis Melitón, Rosa, Mercedes, Gabriela, Paulina, Amelia, Rafaela y María Luisa. (Datos amablemente proporcionados por don Gilberto Martínez.)

Page 13: Escritos desde la Sala

Humberto Barrera Orrego / ARTE

13

para el gasto del día siguiente. Lue-go formaba varios montoncitos con las monedas sobrantes, las envolvía en papel de estraza y al anochecer, embozado en su ruana, arrojaba los breves paquetes por los postigos de las ventanas de familias pobres ver-gonzantes.

Pero, muy pronto, una nube negra se cernió sobre la familia Rodríguez Márquez y su negocio funerario. Por aquellas calendas llegó a Colombia, algo trasnochada, la moda del espiritismo, y Medellín no podía ser la excepción: había que probar la novedad de las “mesas giratorias” (Virginia Woolf hace en Flush una encantadora descripción de tales prácticas). Don Melitón y su mujer pronto organizaron reuniones espiritistas en el local de la agencia funeraria, situada seguramente en su casona de la carrera Cúcuta, a las que concurrían varios amigos y parientes, ávidos de emociones prohibidas, en medio de la siniestra escenografía del recinto. Francisco Antonio sin duda asistió a tales sesiones, y quizás también, llevado del ejemplo de sus primos, habrá leído algunas obras

de Allan Kardec y del delirante ex seminarista Eliphas Lévi, graduado de nigromante.

A partir de tales experiencias, la vida y las creencias de Cano die-ron un giro de 180 grados, y no so-lamente por causa de las doctrinas mismas. Quién sabe qué lengua de-vota le llevó el chisme al obispo Ber-nardo Herrera Restrepo, que, bácu-lo en mano y ardiendo en ira santa, lanzó rayos y centellas de excomu-nión desde el púlpito de La Cande-laria —entonces la catedral— sobre los aterrorizados feligreses y ordenó que no le dieran encargos a la fune-raria de Rodríguez y que nadie les vendiera alimentos, lo que equiva-lía a una condena a muerte a fuego lento. Esta medida tan poco evan-gélica puso en aprietos a la familia del empresario de pompas fúnebres, e hizo que Canito cuestionara la va-lidez de una religión que predicaba el amor de Dios mientras ponía en práctica métodos más propios del padre Torquemada que del modes-to carpintero de Nazaret. De esta manera, los Rodríguez comenzaron a pasar apuros y afugias. No pere-cieron de hambre porque algunas

Reb

eca.

Mus

eo d

e A

ntio

quia

Page 14: Escritos desde la Sala

ARTE / Humberto Barrera Orrego

14

personas caritativas, al amparo del crepúsculo, dejaban jíqueras con panela, granos, hortalizas y otros víveres en el zaguán de su casa, de-volviendo así el favor que otrora les había hecho don Melitón a familias menos favorecidas.

La situación se prolongó hasta el advenimiento del quinto obispo de Medellín, Joaquín Pardo Verga-ra (más tarde primer arzobispo de la ciudad), el cual levantó la exco-munión y obró con tan tierna so-licitud, que el lunes 23 de abril de 1894, ante el altar de la ermita de la Veracruz, presenció el matrimonio del futuro pintor con su prima se-gunda, María Sanín Márquez, como si se tratara del enlace de una de las familias más empingorotadas. Uno de los testigos fue José Ignacio, el hermano menor de Canito.

Francisco Antonio Cano viajó a Europa a mediados de 1898 con un auxilio del Congreso de la República en compañía de su amigo Luis Zea Uribe, médico de veinticinco años de edad que planeaba especializarse en psiquiatría en varias universida-des europeas, y de la esposa de éste, Clorinda Hernández. Sus tertulias a bordo del buque que los trasladó al otro lado del charco deben de haber sido apasionantes. Lo cierto es que veinticinco años después, el psiquia-tra Zea Uribe publicó en París un li-bro polémico, Mirando al misterio, que versa sobre doctrinas vetadas por la Iglesia, como el espiritismo, la reencarnación, el karma y otros asuntos esotéricos.

No es este el lugar para expo-ner las penurias y aprendizajes de Cano en París y otras capitales de Europa. Su estancia fue fructífera y aprendió que el mundo era más ancho que el angosto círculo de Ya-rumal, Medellín o Bogotá. Descolló en géneros como el retrato, bodego-nes con torrentes de rosas y paisajes idílicos, en los que sus progresos son notorios. Entre el número de sus re-tratos sobresalen el de la angelical Concha Ospina Vásquez, hija del presidente Mariano Ospina Rodrí-guez, y el del general Juan Pablo Restrepo, participante en la Guerra de los Mil Días, anciano y calvo: se pueden contar uno a uno los pelos de su barba nevada. Por el contra-rio, sus pinturas del género religioso son artificiosas, carentes de alma, como si se tratara de disfraces de Navidad o Semana santa en vivo. Igual cosa puede afirmarse de sus óleos de tema histórico, no sé si por-que estaba harto de guerras civiles o porque los asuntos “patriotas” lo convencían menos que los religiosos. Luego de lo que presenció en la fu-neraria de la carrera Cúcuta, la ac-titud de Cano frente a las religiones

El Cristo del Perdón. Museo de Antioquia

Page 15: Escritos desde la Sala

Humberto Barrera Orrego / ARTE

15

La Virgen de los Lirios. Colección Privada

Page 16: Escritos desde la Sala

ARTE / Humberto Barrera Orrego

16

cambió radicalmente. Así lo mani-fiesta sin pelos en la lengua, acorde con su estilo, en el testamento que redactó “a los sesenta y siete años y un día de haber venido al mundo”: “muero fuera de toda religión por-que no pude entrar a ninguna, que todas las de que he podido tener idea me son igualmente respetables, que creo firmemente en que uno es algo más que materia”, etc.

Tal vez su único cuadro religio-so que puede calificarse de magis-tral sea el Corazón de Jesús de 1905, pintado probablemente a raíz del accidente en que perdió la vida su hermano José Ignacio al caer de un andamio en mayo de aquel año, mientras decoraba la fachada de un edificio en el Parque de Berrío. En aquel óleo, Jesús tiene unos ojos límpidos “como acabados de pescar del fondo del mar” (el portentoso símil es de Virginia Woolf), y es in-negable que sus labios gustaron el vino áspero de las bodas de Caná. Está cercano, es de carne y hueso, pero a la vez es una epifanía como la que presenciaron Cleofás y su compañero, tal vez el evangelista Lucas, durante la cena luminosa del villorrio de Emaús.

En mi opúsculo F. A. Cano: de Yarumal a París, refundición de un artículo publicado en la revista Yes-ca y pedernal de agosto de 2002, ex-puse mi tesis sobre el escepticismo imperante en las pinturas religiosas de Cano a causa de sus vivencias espiritistas en casa de don Melitón Rodríguez Roldán, y di a conocer mi apreciación de que el Corazón de Jesús de la referencia es un autorre-trato de Cano, que en 1905 contaba casi cuarenta años de edad. Pro-

fundamente abatido por la muer-te trágica de su único hermano de padre y madre, plasmó en el lienzo su estupor ante el misterio de la di-vinidad y la muerte. Otros cuadros suyos de tema hagiográfico parecen parodias, algo así como los retratos que hizo Goya de la familia de Car-los IV: llevados de la necesidad, am-bos pintores plasmaron lo que se les pedía, pero hay en su obra un dejo de parodia, de sarcasmo: expresión del fuero soberano del artista.

En el mismo opúsculo divulgué datos hasta entonces desconocidos por los biógrafos del Maestro: el nombre y el rostro de su mujer, Ma-ría Sanín Márquez, y las fechas de nacimiento de sus cinco hijos, bau-tizados en la iglesita de la Veracruz, dos de los cuales murieron párvu-los. Pero no faltan las urracas par-lanchinas que se adueñan de todo lo que brilla para vestirse con arreos ajenos y darse coba. Ciertos “inves-tigadores” han proclamado sin pu-dor a los cuatro vientos mis hallaz-gos y no han tenido la hidalguía de dar el crédito, como si fueran ellos los descubridores. Por suerte, tarde o temprano los arreos usurpados dejan en evidencia a los impúdicos depredadores.

Conviene recordar estas cosas cuando el calendario señala el ses-quicentenario del nacimiento del augusto pintor yarumaleño, cuyos restos yacen a dos metros de pro-fundidad, “sin señal de sepultura ni insignia”, según su última vo-luntad, en el Cementerio Central de Bogotá. Su cuerpo se habrá disuelto lentamente bajo un dosel de raíces vivas, pero parte de su alma pervive en un puñado de obras espléndidas.

Imágenes tomadas del libro: “F.A. Cano: De Yarumal a París” Humberto Barrera Orrego/2008.

Page 17: Escritos desde la Sala

Mauricio Restrepo Gil / CARICATURA

17

Ecos de una exposición

Entre el 19 de junio y el 29 de agosto de 2015, en la Sala El Mundo de la Biblioteca Pública Piloto, estuvo expuesta al público la muestra titulada “Panorama de la Caricatura en Antioquia en el siglo XX”, organizada con base en el Fondo de Caricatura de la Sala Antioquia.

La exposición consistió en: una muestra gráfica compuesta por 23 paneles de 1.70 cm de alto por 1.20 de ancho, con reproducciones de las caricaturas seleccionadas, y cuyos originales, negativos de ellas o reproducciones en periódicos, se conservan en la Sala Antioquia en los diferentes formatos que recoge la colección; un catálogo de 91 páginas con reproducción de parte de las caricaturas incluidas en la exposición, y textos de Luz Posada de Greiff y Jairo Morales Henao sobre los caricaturistas y periódicos regionales que difundieron mucho el género, y una muestra documental con libros, revistas, álbumes, libros artificiales y caricaturas sueltas.

El diseño de la exposición y del catálogo fue obra de José Gabriel Baena, muerto poco antes de que se inaugurara la muestra y comenzara a distribuirse el catálogo. Fue el último trabajo que hizo José para la Piloto, la ciudad, la región y el país. Aún no salimos del estupor que nos produjo su muerte.

Los periódicos El Mundo, El Colombiano y su suplemento dominical Generación, publicaron artículos sobre la exposición, incluyendo material con reproducción de muestras de su componente gráfico.

Page 18: Escritos desde la Sala

CARICATURA / Mauricio Restrepo Gil

18

Este trabajo, que se venía preparando y ambientando desde casi veinte años antes –con la aparición regular de artículos sobre el tema en Boletín Cultural y Bibliográfico Escritos desde la Sala–, tuvo repercusiones tal vez más significativas que las mencionadas hasta aquí. Hijos, nietos y conocidos de los caricaturistas incluidos, llegaron a la Piloto para ver la exposición. Como resultado del agrado que tuvieron al ver la exposición, algunos de ellos se aproximaron a la Sala Antioquia y como gesto de estímulo y agradecimiento, ofrecieron donar copias de caricaturas poco conocidas de sus antepasados, conservadas por ellos en sus archivos familiares, promesa que algunos ya cumplieron.

El eco más significativo ha sido, sin embargo, la recuperación, acogida en estas páginas, de un caricaturista olvidado de Yarumal, Pablo Emilio Puerta, activo en ese municipio en las primeras décadas del siglo XX, debida a nuestro colaborador sobre temas de la música popular, Mauricio Restrepo Gil. Que este paso sea el comienzo de una recuperación vasta de caricaturistas olvidados de nuestros municipios. Se ha fortalecido la conciencia sobre el valor cultural del trabajo del caricaturista y acerca de la importancia del Fondo de Caricatura de la Sala Antioquia de la Biblioteca Pública Piloto.

El editor

Pablo Emilio Puerta, primer caricaturista Yarumaleño

La tradición de la caricatura yaru-maleña es muy limitada, sin embar-go, podemos rescatar algunos pocos ejemplos: Enrique Mery, Emilio Euse, Sergio Tulio Sierra y Pablo E. Puerta.

Pablo Emilio Puerta nació en Campamento el 16 de septiembre de 1889, en el hogar de don Rubén María Puerta Tamayo, próspero comerciante, quien sentó sus reales en Yarumal a fines del siglo XIX, y de la ilustrada matrona Zoila Rosa Gómez Acebedo, quien escribía ar-tículos literarios en los periódicos de la época. Fueron sus hermanos: Luis Carlos, Jesús María, Herminia —casada con el comerciante Paulo Pablo Puerta en su juventud

Page 19: Escritos desde la Sala

Mauricio Restrepo Gil / CARICATURA

19

Emilio Acebedo—, María Teresa —casada con el Dr. Gabriel Mejía Osorio—, Elisa —casada con el co-merciante José V. Fernández—, Do-lores, Celia Rosa, María, Cecilia y Ester.

Muy joven viajó a Medellín, donde adelantó estudios secunda-rios y los complementó con forma-ción en fotografía y pintura. Poco después, junio de 1910, se fue a es-tudiar a Bogotá, donde estuvo por una corta temporada.

Según la revista Diana, pu-blicada en Yarumal, en el número correspondiente al mes de julio de 1909, su director, el poeta, Francis-co Jaramillo Medina escribió: “Lla-mamos gustosamente la atención del público acerca de los admirables trabajos fotográficos que está lle-vando a cabo el joven Pablo Emilio Puerta. Su labor es digna del más alto encomio. Creemos seriamente que ese joven va a rayar muy alto en los futuros tornos del arte. Si hoy no deja qué desear, mañana será un artista digno de vasto renombre”.

Car

icat

ura

Pab

lo E

Pue

rta

Page 20: Escritos desde la Sala

CARICATURA / Mauricio Restrepo Gil

20

Caricatura Pablo E Puerta

Page 21: Escritos desde la Sala

Mauricio Restrepo Gil / CARICATURA

21

En 1915 realizó una serie de carica-turas, con los personajes típicos y sobresalientes de la población: bo-bos, ricos, profesionales, músicos, hacendados, bohemios, periodistas y hasta locos, las cuales recogió el doctor Gabriel Mejía Osorio, y lue-go entregó al famoso Club Yarumal, en donde se exhibieron por años; ac-tualmente, reposan en la Casa de la Cultura del municipio.

La caricatura de Puerta es muy elaborada, sus finos trazos, y el conjunto de técnicas que utiliza: sombra, color y el atuendo de cada uno de los retratados, convierten es-tos ejemplos raros de la caricatura nacional, en un nuevo filón para el estudio de ésta técnica.

Pablo Emilio fue tío de Her-nán Merino, caricaturista y dibu-jante de reconocimiento nacional, cuya obra fue publicada por los principales periódicos y revistas de la época, aproximadamente entre 1940 y 1970, “La inclinación artís-tica de Hernán, (escribió su herma-no Javier, en un libro dedicado al caricaturista: Historia de la carica-

tura en Colombia Vol. 3), no surgió por generación espontánea, pues la abuela materna escribía artículos en los albores de este siglo XX y el tío Pablo Puerta fue un dibujante cuyos retratos de los personajes del pueblo adornaban las paredes del Club Social de Yarumal”. La ma-dre de Hernán Merino, doña Celia Rosa, había nacido en Yarumal en junio de 1901, y se casó allá mismo con el señor David Merino, natural de Guarne, el 24 de abril de 1919.

Pablo Puerta fue profesor también de algunas escuelas públi-cas de Yarumal; además, como ya se dijo, tuvo su estudio fotográfi-co, “Foto Puerta”, en el marco de la plaza de la localidad, y su obra pictórica se hizo presente en telones que adornaron teatros, colegios y algunos locales de comercio.

En el decenio de 1920 fijó su residencia en la ciudad de Cali, donde continuó su labor y se supone que allí murió.

Caricatura Pablo E Puerta

Caricatura Pablo E Puerta

Page 22: Escritos desde la Sala

HISTORIA / Eulalia Hernández Ciro

22

Sentir el archivo: el cuerpo del delito en los expedientes judiciales

El Archivo Histórico Judicial de MedellínEulalia Hernández Ciro1

María Mercedes Gómez Gómez2

Como recordaba el historia-dor francés Marc Bloch, el conoci-miento de los humanos en el pasado –e incluso en el presente– tiene que ser un conocimiento por huellas, es decir, siguiendo las marcas de un fenómeno que nuestros senti-dos pueden percibir. Obedeciendo a políticas de la memoria de cada época, según las intencionalidades y usos de la historia y aquellos fil-tros que deciden qué se conserva o qué no o, incluso a condiciones de azar, algunas de estas huellas repo-san en edificaciones y/o dispositivos como los Museos, los Archivos y las Bibliotecas. Otro tanto, como las formas de las ciudades, los paisajes, las arquitecturas, los objetos y las palabras, cuyos usos y significados revelan costumbres, están al aire libre, perviviendo de generación en generación. En ambos casos, más allá de sus contenidos escritos, vi-suales y auditivos, estas huellas in-volucran una materialidad que da cuenta de condiciones espacio tem-porales específicas de producción,

de circulación y de apropiación. Esta riqueza material, en el caso particular del Archivo Histórico Ju-dicial de Medellín hace que no baste leer, literalmente, los Expedientes y Sumarios que los conforman, sino que precisa dejar que los sentidos, como el tacto, el olfato, el oído y la vista, se comprometan. El olfato detectivesco y la sensibilidad antro-pológica, deben ser parte del oficio del historiador, para escuchar e in-terpretar todas las voces y juegos de poder allí participantes. Más allá de «hacer trabajo de archivo», se trata de sentir el archivo. Aproximación emocional y creativa que no diluye el estatuto científico de la historia y la posibilidad del conocimiento del pasado.

Así, si en un primer momen-to evocamos un archivo judicial, pensaríamos que es un arrume de papeles foliados, escritos por me-dio de un libreto ya conocido donde ofendidos, acusados, testigos, peri-tos y jueces, a través de fórmulas estipuladas por el universo jurídico, le dan curso a una investigación, y en ello, quizás, no hay mayor no-vedad; pero cuando traspasamos los expedientes y nos detenemos, lo que descubrimos son seres de carne y hueso, con dramas y con histo-rias, que acudieron a estas instan-cias para resolver un mal de amores que convertía a las mujeres en la comidilla de la sociedad; y que, ade-más, los jueces, en su carácter más

1 Historiadora, Universidad Nacional de Co-lombia, Sede Medellín. Magíster en Estudios Socioespaciales del Instituto de Estudios Re-gionales -Iner- Universidad de Antioquia. Estu-diante del doctorado en Historia de la Universi-dad Nacional de Colombia, sede Medellín.2 Comunicadora social y periodista, Universi-dad Pontificia Bolivariana. Historiadora, Uni-versidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Magíster en Estudios Socioespaciales del Insti-tuto de Estudios Regionales -Iner- Universidad de Antioquia. Estudiante del doctorado en His-toria de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

Page 23: Escritos desde la Sala

María Mercedes Gómez Gómez / HISTORIA

23

humano, sostenidos en la razón mo-derna, pero hijos inapelables de su época, estaban mediados por los há-bitos y costumbres; y que, asimis-mo, los testigos contaban sobre los rumores que salían por las puertas y ventanas y corrían por las calles de un lado para otro; entonces, nos ubicamos ya en lo cotidiano como aquello que subyace a la escenogra-fía del orden judicial.

A todo ello, si le sumamos las pruebas que en ciertos delitos no obedecían a un arma, sino a las car-tas de amor que los amantes a hur-tadillas se escribían; a esos retratos que intercambiaban para mantener su imagen constante sobre el amado y a esos relatos que quedan consig-nados como declaraciones tomadas a sindicados, ofendidas y testigos y que también hacen parte de esta riqueza de acervos documentales, en tanto son una ventana de acer-camiento a la oralidad, principal forma de comunicación de los sec-tores populares que, al igual que la desgravación de las cintas magneto-fónicas de investigadores sociales o de la escritura en los cuadernos de campo de los antropólogos, se reve-lan en el mundo de la palabra ha-blada. Por los estrados judiciales los testimonios de mujeres y hombres dedicados a la tierra, sastres, za-pateros, chapoleras, empleadas del servicio doméstico, maestras, costu-reras, tenderos, empleadas de alma-cenes, secretarias, cajeros de banco, prostitutas, tejedores de sombreros, choferes, coristas de iglesia, etc., un sinnúmero de oficios que están inmersos en esa categoría de lo po-pular, constituyen para el historia-dor una importante veta de inves-tigación, ya que por la fragilidad de estas fuentes y por las políticas de memoria y conservación, hace más complejo viajar al pasado y acceder a ese universo de los sujetos que, le-

jos de héroes y tumbas, jamás ha-blaron o escribieron pensando en la posteridad, sino en el acto mismo de la existencia.

Fue así como llegamos a la investigación Palabras de amor: vida erótica en fragmentos de papel. De la escritura y los re-latos populares en el Archivo Histórico Judicial de Medellín, 1900-1950, desarrollada en el marco de la IV Convocatoria de las Becas Investigación en Patrimonio Cultu-ral de la Secretaría de Cultura Ciu-dadana. Alcaldía de Medellín 2013. Lo que nos facilitó ver en la ciudad, fue la riqueza de este archivo, donde no solo se despliegan las fuentes ne-cesarias para la producción de una historia institucional sino, además, la potencia para develar el mun-do de la vida (Luckmann y Schutz, 1973), es decir, lo que le permite a la historia leer a la humanidad no en los actos excepcionales, sino en esas prácticas que se extienden en la cotidianidad. En este sentido, la historia llega hasta las emocio-nes, sensaciones y sentimientos, así como a las apropiaciones de los discursos de la gente del común, tejiendo una mentalidad que regu-la el mundo social. Este archivo es un archivo polifónico porque en él reposan múltiples voces que al uní-sono, se conjugan para desnudar la mentalidad de una sociedad.

Los delitos estudiados para desmenuzar ese mundo fueron la seducción, el estupro, el rapto, la corrupción y el incumplimiento de promesa matrimonial en el pe-ríodo 1900—1950, que son un gru-po de procesos en los cuales había dos particularidades: la primera, que en la mayoría de expedientes, en las pruebas allegadas, se encon-traban cartas de amor y retratos; y la segunda, que la voz de las mu-jeres allí consignadas, se levantaba

Page 24: Escritos desde la Sala

HISTORIA / Eulalia Hernández Ciro

24

para hablar de ellas mismas y de sus sentimientos que iban desde la vergüenza y el dolor hasta el placer de su cuerpo. Fueron revisados más de setenta casos en los cuales fuimos descubriendo los modos de cortejo entre las parejas, —donde las cartas de amor eran fundamentales—; las formas de seducción de los cuerpos y hasta las descripciones de sus rela-ciones eróticas, así como la manera en que esa pequeña intimidad de las parejas se iba desvaneciendo, pri-mero, ante la mirada curiosa de las gentes y luego, expuesta en los juz-gados para determinar los delitos que las mujeres o, mayormente sus padres, denunciaban por un engaño masculino que les había costado la honradez a sus hijas, es decir, una virginidad perdida por fuera de la institución matrimonial, porque lo común a estos delitos es, finalmen-te, el cuerpo femenino como el cuer-po del delito.

A manera de ejemplo y para ilustrar qué podemos encontrar en este tipo de expedientes, narrare-mos brevemente, uno de los casos estudiados y los actores y actrices que intervienen fugazmente en los procesos. A través de esta pequeña narración, apreciaremos el mate-rial y lo que a nuestro modo de ver, entraña un valioso archivo para la ciudad, donde reposan historias que aún esperan ser contadas, porque, entre otros asuntos, queda por re-componer esas narrativas que, al mejor estilo de las novelas de folle-tín, las radionovelas o las telenove-las, son contadas por seres de carne y hueso, sin un libreto previo.

Maruja y Mariano, Medellín, 1942

Cincuenta y siete folios es-critos a máquina de escribir, que hoy se conservan como el Documen-to # 12702 en una de las cajas del

AHJM, condensan el Sumario por el delito de Estupro a Mariano Cadavid Montoya, denunciado por Maruja Marín en 1942 ante la Sec-ción de Detectivismo de Medellín. Denuncios, autos, certificados mé-dicos, retratos, oficios, declaracio-nes, notificaciones, fotos del sindi-cado y la ofendida, telegramas, son las piezas que componen este suma-rio y que, entre dos portadas de car-tón, guardan historias de amor y de desamor, de lugares de la ciudad y sus alrededores, de representaciones sobre el deber ser de mujeres y hom-bres, de prácticas cotidianas, entre otros.

Maruja, que vivía cerca de la plazuela de San José en Medellín, y que a sus 17 años había trabaja-do algunos meses como mesera en la cantina del Salón de Radio Cór-doba y como taquillera en el Circo España, formuló un denuncio cri-minal sobre Mariano, por el delito de estupro en la persona de aquella. Este delito consistía en acceso car-nal en menor de edad, al que se le sumaba una promesa de matrimo-nio incumplida. En el primer folio del expediente se encuentra la de-nuncia de Maruja en la cual contó que, después de repetidas salidas con Mariano, un domingo de aque-llos de 1942, la había llamado por teléfono para invitarla a pasear, como era lo usual. Pero ese domingo no fueron a merodear por la ciudad, sino que según la narración de Ma-ruja, ella acompañó a Mariano has-ta su oficina, donde la encerró para acceder carnalmente a ella, no sin antes mediar la promesa de matri-monio: «Empezó a pedirme que me le entregara, que no tuviera miedo que él se casaba conmigo y como yo no quisiera, el me cogió y me qui-tó la bata y luego los pantalones y en una cama me acostó» (AHJM, 12702, 1942: F. 2 V).

Page 25: Escritos desde la Sala

María Mercedes Gómez Gómez / HISTORIA

25

Así consta en la denuncia in-terpuesta por Maruja, donde, acto seguido, se establecían las diligen-cias para avanzar en el proceso, me-diante peritajes y testigos, la buena o mala conducta social de los impli-cados —estos delitos estaban tipifica-dos en el Código Penal como aquellos en contra de la moral y las buenas cos-tumbres— Mientras que se ordenaba hacer las diligencias para esclarecer sobre Mariano Cadavid, cuáles eran «las condiciones que caracterizan la personalidad del procesado al tiem-po del sumario; la conducta anterior del procesado; sus condiciones de vida individual, familiar y social, y qué daños y perjuicios de orden mo-ral y material causó la infracción»; a Maruja, se le practicaba un exa-men médico para establecer si había sido desflorada o no y hacía cuánto aproximadamente, si tenía signos de fuerza y violencia, sí estaba em-barazada y cuál era según su fisono-mía corporal, la edad de la ofendi-da. Los médicos del Hospital de San Vicente de Paúl, cumplieron con el examen de rigor requerido por el Jefe de Detectivismo, donde como peritos declararon que no había ras-tros de violencia, pero si «desgarra-duras viejas y totales, desfloración completa. Signos de presunción de un embarazo en curso del cuarto mes […] la edad posible es de unos 17 años» (Ibídem, F. 12 R).

Posteriormente empiezan a desfilar por el proceso un sinfín de testigos como vecinos, antiguos je-fes y compañeros de trabajo, para pronunciarse acerca de las accio-nes y reputación de Maruja, sobre la cual recaía ya una duda por su condición de mujer, en tanto una «verdad naturalizada»: Eva como la tentación. Entre esas voces, un locu-tor de la cantina de Radio Córdoba, antiguo compañero de trabajo, dijo haber observado «buena conducta

como señorita dentro del estableci-miento», sin embargo, «por decires callejeros, porque no me consta», se enteró de que Maruja corría sus aventuras con varios hombres. Lo que sí aseguraba, porque lo observó directamente, fue que «a la García le gusta el licor y hace uso inmode-rado de él». Otras voces, como las de su jefe en el circo España, decla-raron durante su desempeño como taquillera que, «me pareció una muchacha de buenas cualidades morales y de magníficas costumbres en sentido general y no la llegué a ver salir del circo con amigos en son de parranda» (Ibídem, F 13 V y 14 R).

El juez se debate, entonces, entre las dos versiones: de una mu-jer que se embriagaba con frecuen-cia y que no tenía una vida honesta, que acostumbraba frases vulgares y que se le veía a altas horas de la no-che y de la madrugada en la calle; y por otro lado, una mujer moderada y apacible, que salía a algunos sitios de distracción como La Primavera y el Jordán, mostrando siempre en ellos, una buena conducta. En el ex-pediente se adjuntaron numerosas fotografías de Maruja, una de ellas, recostada en el carro de Mariano, con el puente de Occidente como fondo, recuerdo de uno de los viajes que emprendieron juntos. Renglón seguido del peritaje médico, el re-trato a blanco y negro de Mariano, el cual conservaba como evocación en ausencia del amante.

Una vez recogidas las de-claraciones, allegadas las pruebas y estudiadas por el juez, se conclu-yó: «El despacho tiene, pues, como demostrado el elemento material de la infracción. No por eso afirma ni puede afirmar la existencia del cuer-po del delito». Y continúa: «el pro-cesado se dedicó a hacerle el amor, a solicitarle la entrega de su cuer-

Page 26: Escritos desde la Sala

HISTORIA / Eulalia Hernández Ciro

26

po, y prometerle que muy pronto se uniría con ella en matrimonio. Es lo cierto, que la presunta ofendida, se entregó al varón, una, dos y más ve-ces. Y cuando se dio cuenta de que este ya no cumpliría sus promesas, formuló el denuncio correspondien-te» (ibídem, F 16 V). El caso fue, finalmente, sobreseído por carecer de pruebas suficientes para llevar al ofendido a pagar con la cárcel, con el matrimonio o con una indemni-zación económica, la falta sobre el cuerpo de Maruja. No obstante este dictamen, el Juez no consideró ni si-quiera el dato de que Mariano Cada-vid era un hombre casado; mientras los calificativos morales de la con-ducta de Maruja ocuparon la ma-yoría de líneas, no mereció ningún comentario la conducta del propio Mariano, ni tampoco sus paseos fre-cuentes con amigas y amigos, pese a su estado civil.

Además de los relatos y de-claraciones del expediente, de aquel amorío solo quedaron cuatro vesti-dos de seda «debidamente confec-cionados», un tocador, un escapa-

rate, una radio y unas fotografías -aquellas «vistas» tomadas de los paisajes, recorridos y retratos del ser amado. Imágenes y presentes y retratos que equivalía también, a las palabras, deseos y promesas em-peñadas en la correspondencia eró-tica, como parte del jugueteo amo-roso, de ese cortejo de la seducción. De este modo, entre relatos, se van tejiendo historias que se encuentran en el devenir de lo humano; de las instituciones, a los sujetos y de los sujetos al mundo social, en una su-perposición de capas que se entrela-zan en el mundo de la vida, donde emergen otras esferas que se hace más difícil historiar por la escasez de fuentes, ya que para concluir con Simonnet: «la exploración de las intimidades es una tarea difícil: el amor no deja fósiles, y a menudo borra las huellas de sus pasos» (2010: 8), pero en este archivo hay peque-ñas huellas, susurros de esas inti-midades que quedaron suspendidas en el tiempo, esperando que de los estrados judiciales y del mundo del derecho, pasasen a la historia, para siempre.

Circo España. 1939. Fotografía: Francisco Mejía. Archivo Fotográfico.Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

Page 27: Escritos desde la Sala

María Mercedes Gómez Gómez / HISTORIA

27

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Histórico Judicial de Me-dellín. Expedientes de estupro, rap-to, seducción e incumplimiento de promesa matrimonial, 1900-1950.

_______Documento No. 12702.

Betancur, Jorge Mario (2013). Déjame gritar. Medellín: Editorial Planeta.

Bloch, Marc (1982). Introducción a la Historia. Fondo de Cultura Eco-nómico: México.

Bourdieu, Pierre (2010). La domi-nación masculina y otros ensayos. Buenos Aires: Editorial La Página.

De Beauvoir, Simone (2013). El se-gundo sexo. Colombia: Debolsillo.

De Rougemont, Denis (2007). El Amor y occidente. México: Editorial Leyenda.

Duby, George Et Al (1991). Historia de las mujeres en occidente. La Edad Media. Tomo II. España: Taurus.

Foucault, Michel (1998). Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. España: Siglo XXI Editores.

Giddens, Anthony (1995). La trans-formación de la intimidad. Sexuali-dad, amor y erotismo en las socieda-des moderna. Madrid: Cátedra.

Jelinek, Elfriede (2008). La muerte y la doncella. España: Pretextos.

Kristeva, Julia (2004). Historias de amor. México: Siglo XXI editores.

Monsiváis, Carlos (2013). Misógino Feminista. México: Editorial Océano.

Onfray, Michel (2002). Teoría del cuerpo enamorado. Por una erótica solar. España: Pretextos.

Perrot, Michel (2011). Historia de las alcobas. España: Ediciones Siruela.

Shakespeare, William (1949). Romeo y Julieta. Madrid: Aguilar.

Simonnet, Dominique (2010). La más bella historia de amor. Fondo de cultura Económico: México.

Schutz & Luckmann (1973). Las es-tructuras del mundo de la vida. Bue-nos Aires: Amorrortu editores.

Vargas Llosa, Mario (2005). La tía Julia y el escribidor. Alfaguara: México.

Wilde, Oscar (2002). La balada de la cárcel de Reading. Argentina: Anagrama.

Wallach, Scott, Joan (2008). Género e Historia. México: Fondo de Cultu-ra Económica.

Zemon, Davis, Natalie (1999). Mujeres de los márgenes. Tres vidas del siglo XVII. Madrid: ediciones Cátedra.

Page 28: Escritos desde la Sala

CRÓNICA / José Raúl Jaramillo Restrepo

28

La película de esa tarde La estampida fue de tal magnitud, que varias sillas queda-ron rotas –eran como escaños de parque, para seis espectadores—y, al quedar atravesados sus costilla-res, provocaron que algunos de los asistentes cayeran y fueran pisotea-dos. Todo ocurrió porque en ple-na proyección de una película del Oeste, cuando se había desatado un combate entre soldados salidos de un fuerte encargado de controlar esa parte del territorio y un grupo de indios armados con carabinas Winchester, y el jefe estaba sitiado tras una roca desde donde se des-prendían pedazos provocados por los disparos de los carapálidas— desde la cual sobresalían su plu-ma de colores ceniza y blanco y el cañón humeante de su arma—, en ese preciso momento de máxima tensión nuestra —con el solo ruido del proyector y del agua que salía a torrentes del único sanitario del salón—, los no menos de tres do-cenas de muchachos que cada do-mingo, en el sofoco de las dos de la tarde, íbamos al Teatro Parroquial, fuimos sorprendidos por una pier-na que salió por el cielorraso, en la mitad de la sala, con el consiguiente chorro de polvo de zarzo con tela-rañas y cadáveres secos de cuanto bicho circula por esas oscuridades. No dudamos de que fuera el jefe apache en su huida; con él ya

nos unía un lazo de solidaridad to-tal por su valentía y su habilidad y su defensa solitaria. Lo que no deseábamos -¡cla-ro que no!- era tenerlo entre noso-tros, dadas su bravura y el terror que mostraban sus ojos, a más de haberlo visto recargando su arma para continuar resistiendo el des-igual asedio del bien uniformado y mejor pertrechado ejército invasor de su tierra. Entre el portero encargado de recibir la boleta de grueso car-tón, y el cura Betancur, dueño del Teatro, nos atajaron y convencieron para que regresáramos en calma a continuar viendo la película. Pero ya la función no siguió lo mismo, pues solo nos preocupaba pensar que quien estaba rondando allá arriba pudiera caer de un momento a otro sobre nuestros jóvenes cuer-pos. Después de varios días nos dimos cuenta de que había sido al-guien que se había logrado colar al local con el ánimo de ver cine sin necesidad de pasar por la taquilla expendedora de los boletos. Una semana después la pe-lícula nos mostró una historia de amor en un tren que circulaba por valles florecidos con fondo de cordi-lleras de pedernal, garzas en impe-cable formación geométrica, y vol-canes apagados. Y, para nuestro desánimo, no hubo balacera.

Car

icat

ura

Obr

egón

Caricatura Obregón

Page 29: Escritos desde la Sala

Jairo Morales Henao / CRÍTICA LITERARIA

29

Sin punto final

No es fácil reconocer el Manri-que de Jaime Espinel, tan actuante en buena parte de su obra (Manri-que’s micros y otros cuentos neoyorki-nos, Agua de luto, Alba negra, Cárde-no réquiem), con todo y sus guapos y bandidos de barrio, en el Manri-que de las páginas de Óscar Duque Cano, en Sin punto final, su primer libro de cuentos (Fondo Editorial EAFIT, 2011). Para utilizar un lu-gar común, la tela se ha ensombre-cido: los mangones, potreros, so-lares, quebradas y calles anchas y arborizadas en los que jugaban o se asediaban de niños y muchachos los personajes de Jaime, han sido su-plantados o cercados por estrechas y empinadas escalas de cemento, se han trocado en peligrosas calle-juelas laberínticas, en pasajes asesi-nos, en muros donde los grafitis han borrado con su lenguaje siniestro la cordialidad con que un potrero miró alguna vez a los habitantes de una calle empeñados en darle con su amor y sudor estatuto de cancha de fútbol; el mismo sol, que era como el sedoso paréntesis de luz que apa-ciguaba entre guayacanes el regreso resentido a casa de un guapo que en Espinel recién dejaba la cárcel, ha adquirido en Sin punto final un algo angustioso de perro callejero apa-leado, refugiándose de una persecu-ción a piedra y garrote limpio, esca-bulléndose por hendijas, vidrieras y persianas, o ha tomado un cariz de metales amenazantes que transfor-man en ilusión la idea de protección que se le han asignado los hombres a sus viviendas.

En los relatos de Duque Cano ese barrio se ha trasmutado en un lugar opresivo, del que parece que-rer evadirse el aire y de donde se es-fumó hace mucho el último retazo de vida pobre pero mansa, y en él transcurre, no la existencia, sino el

acorralamiento de unos personajes aferrados con ferocidad de náufra-gos a un horizonte que no les ofrece otra cosa que la subsistencia más precaria, precariedad que incluye la conservación de la vida, pero a la que ellos, cifra de descontenta hu-manidad, le arañan la dicha magra de una cerveza, un partido de fút-bol, un sancocho colectivo, una con-versación, un juego de cartas, un programa de tangos, un cuerpo para amar entre muebles sucios y rotos, antes que un balazo o una puñalada los saque de esas calles. Sus perso-najes, o con más exactitud, el ámbi-to opresivo en el que son, recuerdan la calle que se inventó Macedonio Fernández, y al hombre que tenía allí su habitación, calle que se vol-vió tan peligrosa que, alguna vez, al regresar a casa, aquel porteño no la pudo encontrar porque la calle se había refugiado en su casa.

La pobreza, el desempleo, el re-busque, todas las formas de la vio-lencia, las bandas delincuenciales, la corrupción, la amenaza directa o tácita, y el peligro subsecuente de perder la vida en cualquier mo-mento por una bala perdida, una liquidación ex profeso, un “error”, son el caldo espeso en el que flotan y jadean los destinos que cruzan estas páginas, y constituyen el hilo deso-lado que hermana a todos sus perso-najes y situaciones: al hombre que torturan en “El corredor”, campa-nero eficaz y leal de la banda de El culibajito, con la prostituta de “La contorsionista”, menos entrampa-da, más derecha, mirando bien las cosas, que su cliente del momento, ejemplar padre de familia y per-vertido secreto, que la conduce a la muerte a manos de su esposo (pudo ser otro cliente) –los dos carecen de escapatoria, y pagan el precio–;

Page 30: Escritos desde la Sala

CRÍTICA LITERARIA / Jairo Morales Henao

30

al muchacho de “Como granos de maíz” con la familia condenada de “Ataúdes de colores”. El narrador protagonista del primero de estos dos cuentos lame la mano de “T”, su tirano y patrón en el rebusque, y quien lo esclaviza, incluso sexual-mente, hasta hacer de él poco más que un animal, porque solo de esa manera garantiza techo, un pedazo de pan y la botella de sacol para ena-jenar el hambre y su ser, abyección que romperá movido por la belleza de una niña de la calle seducida por ese jefe desalmado, liberación por la que pagará, desde luego; el pago de la familia de “Ataúdes de colores” es de otro orden: llega al barrio con su industria siniestra para la que tie-nen demanda permanente: a diario caen asesinados niños y muchachos, fatalidad colectiva de balas y ham-bre que muy pronto les llega a ellos y los envía a los mismos ataúdes de los que malviven, y que concluye por dejar a la madre sola, privada de sus hijos, convertida en una amasijo de dolor solitario (no conozco en la narrativa antioqueña de las últimas décadas, una metáfora más exacta y desolada de ese carnaval de muer-te que se llevó una generación de ni-ños y jóvenes desde mediados de los años 80 del siglo pasado y comien-zos de la nueva centuria): el pago difiere en uno y otro de estos dos cuentos, pero el drama de derrota que atraviesa el tributo es el mismo;

idéntico fondo tenebroso hermana también a los vecinos fundadores del barrio, en “El muro”, con el solitario fundador de “Alguien cuida estas calles”; el barrio de los primeros dejó de ser dato afable, recuerdo de los “duros primeros tiempos” de la fundación, cuando hicieron el banqueo en aquella loma para que los muchachos tuvieran su cancha de fútbol y donde levantaron ese muro en el costado norte, pues querían delimitarla y sentirla así más de ellos; pero ahora

se trocó en notificación constante de la abyección que sufren: el muro (donde se anunciaban antes las verbenas populares) pasó a oficiar de tablero en el que se agradece, mes tras mes, a “Don F”, autor de la humillación y el silencio que los cerca y obliga a vivir con la cabeza agachada ante los emisarios de la violencia, los muchachos dueños del barrio, mientras ellos, los veteranos, los fundadores, padecen estupefactos aquella plaga que no solo no vieron venir sino ni siquiera brotar del propio suelo barrial, porque esos niños y muchachos son sus niños y muchachos: parecen provenientes de otro planeta, hechos con otra sangre, con una sangre brutal, asesina. ¿Son estos nuestros hijos, nuestros nietos?, se preguntan sin palabras; esa nueva juventud la sufre igualmen el soli-tario celador de “Alguien cuida es-tas calles”, el viejo “cela”, un fósil conmovedor, un anacronismo de los viejos tiempos, de los hombres y muchachos de antes, que son los viejos de ahora, supérstite por com-pleto innecesario ahora que son ya los muchachos quienes a la vez “cuidan” y aterrorizan ese encogido agrupamiento de casas y calles; un estorbo el “cela”, ese solitario radi-cal, como lo es también Manuel, el poeta y pintor que por unas horas le devuelve al muro su vieja dignidad, atrevimiento que paga, como paga su sobrevivencia digna, su resisten-cia a desaparecer, el viejo “cuida-dor”.

Cáñamo erizado de espinas, angustia, despojo y muerte que hermana a todos ellos –incluido ese perdedor esencial de “El premio”, nada extraño en ese gremio de perdedores que reúne el libro– con el periodista de “Sin punto final”, quien les ha dado existencia literaria, perennidad a sus criaturas (personajes en las calles del Manrique de su infancia y juventud, seres

Page 31: Escritos desde la Sala

Jairo Morales Henao / CRÍTICA LITERARIA

31

entrevistos en avenidas y rincones centrales de la ciudad) mientras pasa las horas en su Santa Elena particular de periodista derrotado por las amenazas originadas en sus denuncias sobre la corrupción en “Quincalla”, trasunto obvio de Medellín. Ha “dado el brazo a torcer”. Renuncia al valor, a la honestidad en su ejercicio periodístico, para conservar la vida, convirtiéndose en objeto de doble acoso: por quienes lo amenazan, y por su propia conciencia. Enton-ces, se da una tregua escribiendo los cuentos que componen el libro. Y al hacerlo, tal vez sin darse cuenta ple-namente, encuentra sus pares más ciertos en esos personajes salidos de su pluma de periodista vacante. ¿Cómo pudo ocurrírsele, si es que llegó a pensarlo, que iba a escapar de ese destino común, si su linaje no es otro en el fondo que el de Tarzán, emblema de la banda del Culibajito; que el de Manuel, solo que a diferen-cia de éste no hace lo que sabe que

debe hacer en la página en blanco del muro de la cancha sino en las páginas del periódico? Como los viejos vecinos de “El muro”, como “El corredor” o los héroes de “Al-guien cuida estas calles” y “Como granos de maíz”, él también, en sus orígenes, está hecho de las mismas callejuelas y estrecheces, de silen-cios iguales, de los mismos techos y manteles escasos de la infancia, de idéntico acoso existencial y pro-visionalidad económica, y también del canto coral del mundo que to-dos entonaron en su momento, ese riachuelo de alegrías, no por escasas menos reales. La diferencia es esta-blecida por la palabra, que él posee y ellos (sus personajes) no, pero es precisamente el uso de la palabra, libre y certera en la denuncia de lo que sucede en Quincalla, lo que lo tiene de regreso a esa misma cerra-zón en la que viven sus personajes. Una bendición para estos porque ahora tienen quien los cuente y los cante.

Page 32: Escritos desde la Sala

CRÍTICA LITERARIA / Jairo Morales Henao

32

El título, Sin punto final, dice claramente que la escritura no con-cluirá ahí. La del periodista, se en-tiende, alter ego y “quien ha escrito el libro”, un libro literario, no una crónica periodística. Y el lector, hablo del llamado “lector ideal”, aquel genérico en el que piensa todo autor al escribir, espera esas conti-nuaciones, o más bien la fidelidad al oficio que garantice la continuidad de la tarea, pero sin mala concien-cia. Quiero decir, que los relatos que prolongarán este primer volumen se deberán elaborar sin la conciencia de pertenecer a un orden menor en el estatuto de la palabra, que sería la literatura, porque el primer rango le estaría reservado al periodismo. No, entonces, un periodista resignado a no serlo más, refugiándose en la lite-ratura de manera vergonzante, pues sabemos que la poesía y la ficción literaria son la mejor perspectiva para quien aspira a otorgarle peren-nidad y universalidad al sufrimien-to, a la humanidad de aquellos seres que le son entrañables. En la buena literatura se le hace esguince a la ca-ducidad y transitoriedad de lo que es la materia de la que vive el pe-riodismo: la actualidad noticiosa, la denuncia que impacta de momento pero que está destinada a ser devo-rada por la siguiente denuncia. En la literatura, los hechos cantados y contados –inventados con base en la realidad o radicalmente imagina-dos– conservan su lozanía original, las de ese presente de la creación, que no se arruga como todo “perió-dico de ayer”, según dice la canción, sino que trasciende la particulari-dad de lo noticioso porque su hori-zonte es el símbolo, la universalidad de un drama humano individual.

El optimismo redentorista se en-cuentra desterrado de estas pági-nas. Los condenados de la tierra, los atrapados sin salida, sucum-ben, no tienen escapatoria. Otros continuarán sus viacrucis. Muerta

“La contorsionista”, llegará otra a remplazarla en aquella casa de per-versiones en el Centro de Quincalla. Muerto en aquella tortura o asesi-nado posteriormente, El Corredor, y capturado o muerto algún día Tar-zán, la banda se recompondrá con otros hombres, o surgirán bandas nuevas, pues nunca faltarán hom-bres sin otra salida que aquella de la delincuencia; no carecerán nunca esos barrios de familias condenadas a ser barridas, como le ocurre a la de “Ataúdes de colores”; se reprodu-cirán como hongos esas existencias minúsculas y destrozadas, como las del Cuidador y el esclavo de T.; y continuarán encontrándose en esos rincones suburbanos, viejos arrin-conados y silenciados por la vio-lencia y los cambios avasallantes, como los de “El muro”. Lo decisivo es que la literatura no los olvide, que los escritores continúen dándo-le a ese mundo la dignidad literaria, la estatura dramática que alcanzan en este libro de cuentos.

Sin punto final completa y actuali-za una geografía humana y literaria con acompañamiento de libros que le son contemporáneos como Los pasos de la furia, de Carlos Agui-rre (Editorial U de A, 2009) o Bue-nos muchachos, de David Betancur (Editorial U de A, 2011). Desde luego, el libro de Duque Cano cono-ce antecesores –y empleo aquí esta palabra no como equivalente de in-fluencias literarias claramente pre-dominantes o únicas, sino más bien como predecesores en tematizar los ámbitos de nuestros barrios– como el ya mencionado en la valiosísima obra cuentística de Jaime Espinel, a la que se podría agregar la de li-bros como En la parte alta abajo, de Helí Ramírez, y, desde luego, la de ese antecedente ineludible entre nosotros que es la obra de Darío Ruíz Gómez, de manera especial los cuentos cuyas historias ocurren en La Estación Villa. A estos y otros

Page 33: Escritos desde la Sala

Jairo Morales Henao / CRÍTICA LITERARIA

33

fabuladores les debemos la funda-ción y conquista del Medellín litera-rio contemporáneo, especialmente el mundo de sus barrios populares y de clase media. Cada uno de es-tos autores ha realizado su tarea no, por supuesto, como parte de un proyecto colectivo, de un disperso objetivo sociológico, periodístico o político de denuncia, donde la lite-ratura sería solo un instrumento, no una creación autónoma; pero sus relatos, aunque originados en experiencias vitales particulares, y en procesos de formación literarios y de la sensibilidad absolutamente individuales, han compartido de todas maneras unas circunstancias históricas, políticas, sociales y eco-nómicas comunes, lo que establece puntos de contacto entre sus obras, proximidades ineludibles impuestas por el mismo ámbito o por ámbitos que se cruzan en el espacio o el tiem-po. Uno es el Buenos Aires de Bor-ges y otros los de Sábato, Cortázar, Mújica Láinez, Kordon y Arlt. Pero sus distintas fábulas porteñas cru-zan aquí y allá sus coordenadas.

En la dirección que acabamos de anotar, Sin punto final amplía el pla-no literario de Medellín y lo actuali-za. Es un silencio más que se rompe, un relato ficticio que nos entrega un conocimiento específico sobre perso-najes en un lugar igualmente especí-fico, la ciudad y uno de sus barrios, y en un lapso definido de su aconte-cer. Un conocimiento que es el ofre-cido por la literatura acerca de los hombres: el de sus vidas como expe-riencia total. Conocimiento defini-do por William Carlos Williams en estos términos: “El cuento no es un recorte de periódico. No es realismo. Es, como todas las formas de arte, tomar los materiales cotidianos (o no) y usarlos para elevar la concien-cia de nuestras vidas a niveles más altos por medio del arte: es lograr

decir algo”. También podría expre-sarse como lo hizo María Esther de Miguel, más breve, pero tal vez más agudamente: “La imaginación per-mite ver cómo es la realidad del otro lado”. Sin punto final consigue esto. Una realidad cercana a la ofrecida por los autores mencionados como los que entre nosotros se han ocupa-do de un mundo urbano, histórico y literario, afín al de Duque Cano, y que se encuentra muy, pero muy lejos de lo que eran nuestros barrios promediando el siglo XX, según lo recrea un libro que, además de her-moso y conmovedor, es importante leer por el contraste que establece con la violencia y la degradación recogidas en las páginas que hemos reseñado. Hablamos de El olimpo de mi barrio, el libro de relatos de Fa-bio Zuluaga Ángel (Editorial Uni-versidad de Antioquia, 2012). Es tanta la distancia entre esos mun-dos, que el de Zuluaga Ángel (La Mansión) parece mucho más distan-ciado en el tiempo del Manrique de Duque Cano que lo que en realidad está, escasas tres o cuatro décadas. El contraste entrega una revelación impactante sobre la enormidad de los cambios producidos en ese lap-so en Medellín. El vecindario de El olimpo de mi barrio, bajo la luz de esa diferencia, da casi la impre-sión de mundo de cuento de hadas, de inocentes y atemporales viejos tiempos de los comienzos. El “casi”, y esto agudiza el contraste, es por-que los personajes de este libro fue-ron seres históricos que tejieron los días de la infancia de su autor, y que este trasmuta, con el elixir de la li-teratura, en su mitología infantil. Una mitología plácida, entrañable. No exenta de la cuota de dolor pro-pio de la condición humana, pero, todos modos, un dolor a otra esca-la. Eso le fue negado al periodista de Sin punto final por todo lo que hemos señalado. Ninguno de los dos autores podía traicionarse.

Page 34: Escritos desde la Sala

CRÍTICA LITERARIA / Andrés Fernando Giraldo

34

Da igual horizonte o pareda propósito de La calle por cárcel, de

Jorge Iván Agudelo

En un ensayo sobre Juan Carlos Onetti1, el escritor Jairo Mo-rales Henao describe el lenguaje de los primeros cuentos del autor uru-guayo como un lenguaje “preciso y escueto, aunque no pobre, des-pojado de raíz de toda inclinación al exceso, a la ampulosidad”; de acuerdo con Morales Henao, el es-tilo de Onetti se caracterizaría por “un ritmo cortado, que huye de la prolijidad enunciativa y que, por lo mismo, confía tanta materia na-rrativa al silencio, la ambigüedad y la sugerencia”. Una descripción similar podría hacerse del lenguaje poético de La calle por cárcel. Una de las primeras cosas que llama la atención en la lectura de este libro de poemas es la completa ausencia de amaneramientos y de ampulosi-dad en el lenguaje y en el desarrollo de los temas poéticos. Se trata de una poesía que rehúsa la palabre-ría y el exceso y que confía toda su fuerza a la conjunción de un estilo preciso (aunque no por ello carente de sutileza y belleza) y al desarro-llo de un universo poético que deja traslucir una poética coherente, la cual da unidad a las diferentes par-tes del libro.

La poesía de Jorge Iván Agudelo es una poesía simple y franca, que se desmarca al tiempo de la solemnidad (ya sea de talan-te reflexivo o de talante lírico), que busca sus motivos en la tradición y en la reflexión sobre la misma, y del prosaísmo de una poesía que se pretende antipoética, que recurre al tono coloquial y a la cotidianidad.

No hay en La calle por cárcel un tono grave ni patetismos de ningún tipo, pero tampoco ligereza ni descui-do deliberado del lenguaje. Es más una poesía que opone a la gravedad una duda distante y burlona, pero descree de los intentos de reducir la poesía al reporte y la anécdota.

Derrota

(Una foto de Céline)

Adelante

los hombros caídos

una cabeza

entre rodillas

¿cuántas hormigas

ves surcar el baldosín

en tu derrota?

El asunto central de La calle por cárcel es (tal vez) la ciudad; la vida en la ciudad e inseparable de ella. Pero no la ciudad vista desde la desconfianza y la negación, sino la ciudad vivida, vista desde sus ca-lles, incluyendo también a aquellos que las habitan: indigentes, gami-nes, borrachos, prostitutas. La ciu-dad vivida es en este caso la ciudad contemplada desde una perspectiva particular, subjetiva, y no la ciudad tomada simplemente como ocasión de registros, de las historias y dra-mas que tienen lugar en ella. No se trata de un simple inventario de ocasiones y perfiles sino de la ciudad distorsionada por los recuerdos, in-tereses y obsesiones del poeta. En este sentido la de La calle por cárcel es una poesía subjetiva. Incluso en aquellos poemas más descriptivos (como El parque administra sus de-

1 Morales, Jairo. Para llegar a Santa María. En: Revista Universidad de Antioquia, 2009, No. 297.

Page 35: Escritos desde la Sala

Andrés Fernando Giraldo / CRÍTICA LITERARIA

35

rrotas, De los audaces y Niños perdi-dos asaltan calles) se reconoce el tono y la mirada particulares del poeta. Pero un subjetivismo en cualquier caso no de las emociones y tampoco de los pensamientos, sino de la acti-tud, de las preferencias y manías del que habla a través de los poemas. La derrota, el hastío, la decadencia, el dolor, son elementos que enfatiza y en los que se detiene la mirada que el poeta echa a la ciudad a través de sí mismo; pero el tono que acompa-ña esta mirada –es de recalcar– no es de patetismo ni gravedad, sino en algunas ocasiones de socarronería y en todo caso de un distanciamiento voluntario.

Si en la infancia

las botellas fueron valientes soldados

ahora se amotinan

y atacan a su pequeño comandante.

El libro está dividido en tres apartados: ‘La calle por cárcel’, ‘Tumba a ras de mar’ y ‘Los claus-tros y los días’. En la primera parte

aparece la ciudad con el entramado de sus personajes y lugares: la ciu-dad vista y recorrida, ocasión del festejo y la felicidad pero también de la muerte y el sufrimiento. Los poemas de esta parte son poemas que se desarrollan en la exteriori-dad de la calle y en el presente de la vigilia; el parque, el bar, la fies-ta son estaciones del periplo que se (nos) propone aquí. Estos poemas pueden verse como el resultado de la actividad de un transeúnte; al-guien que se arroja a la calle y son-dea la ciudad, sin apartar la mirada del subsuelo de la misma. Los habi-tantes de la calle, su condición en la ciudad, son ocasión de varios de los poemas del libro; poemas en los que se revela el tono y la mirada del au-tor: ni denuncia ni sentimentalismo de ningún tipo y tampoco actitud reflexiva; sólo la mirada distancia-da pero solidaria del que se rehúsa a pasar de largo pero también a de-jarse implicar.

Pero además del subsuelo está también la superficie de la ciu-dad. La diferencia, sin embargo, no parece substancial en estos poe-mas. Las miserias de la indigencia se compensan con otras miserias propias de la vida holgada, tal vez mayores. La simpatía del poeta se decanta en todo caso hacia los ex-cluidos y los derrotados, en contra del tipo humano satisfecho y obe-diente, de la disposición de ánimo que uno de los poemas denomina ‘tintas medias’ (pág. 25). No se tra-ta meramente sin embargo de una poesía de la decepción. Además de los guiños de solidaridad hacia los vencidos, hay en algunos poemas una especie de celebración de la ciu-dad en su pura apariencia y ocasio-nalidad.

Los poemas que constituyen la segunda y la tercera parte, en contraposición a los de la primera, son poemas de la interioridad y del

La calle por cárcel

Page 36: Escritos desde la Sala

CRÍTICA LITERARIA / Andrés Fernando Giraldo

36

pasado, que se desarrollan dentro de la casa —más aún, de la cama— y en la dimensión del sueño o el re-cuerdo. En los poemas de ‘Tumba a ras de mar’, la casa y la cama son lugares de un naufragio: el naufra-gio que representa para el que se re-cluye la pérdida de familiaridad con el exterior, con la calle; el extravío del que de repente se ve expuesto a sí mismo y a sus recuerdos en el en-cierro de la casa. La horizontalidad del postrado es la barcaza en que se hunde, su tumba. La soledad, la orfandad, el miedo, el cansancio, la inseguridad son las coordenadas en que se halla el náufrago. Aquí el presente, el día, el cuerpo y lo exte-rior se disuelven en un vacío noctur-no formado por sueño y divagación. La ciudad es perdida y se ve como la costa inalcanzable que fantasea y presiente el náufrago.

(…)no hay horizonteque divida la noche de las aguasni una sirenani la luz del faro menos la tierra a lo lejossólo tu cuerpo como una boya inútil

o un tronco astillado

En “Los claustros y los días” los asuntos predominantes son la infancia y la adolescencia, inseparables de la casa. La infancia representa a lo largo del libro la úni-ca posibilidad de redención para el desencanto del transeúnte y la or-fandad del náufrago. El hastío y el desconcierto tienen sus contrapesos necesarios en las ‘sagradas visiones de la infancia’, que son evocadas sin embargo con cierto escepticismo: la de aquel que sabe que se trata de una evasión que juega con lo irrecu-perable.

Hansel y Gretel

Las piedras pisadasson las migajas de un cuento

¿la infanciadejó algún rastro?

Pero si la decadencia de la adultez busca redención en la eva-sión hacia la infancia, la adolescen-cia no es más que un intento de eva-sión de ésta. En un caso el camino va de la calle a la casa y al sueño; en el otro del sueño y la casa a la calle. En ambos casos la evasión es señal de malestar, de la carencia de algún elemento unificador que otorgue sentido a las relaciones entre ambos y haga distancia ante la muerte. No es casual que la enfermedad aparez-ca como la ocasión de ambas fugas –la del niño hacia la calle y la del hombre hacia la casa y el sueño de la infancia–; la mayor cercanía con la muerte, la consciencia de la fra-gilidad del cuerpo y la contingencia insuperable de la propia situación, mueven el impulso de una reden-ción que al final se sabe imposible.

La poesía de La calle por cár-cel se despliega a través de una serie de oposiciones: la calle y la casa, el sueño y la vigilia, lo familiar y lo extraño, la infancia y el presente, el encierro y el afuera. Estas opo-siciones no se resuelven mediante ningún elemento exterior que medie entre cada una y las concilie —no hay escape posible al juego de eva-siones—, sino mediante la conscien-cia —resultado del ir y venir entre las mismas— de que no existe en último término una diferencia sus-tancial entre cada oposición. La ca-lle y la casa son cárceles contiguas; la vigilia está hecha de sueños y los sueños de vigilia; la infancia es an-siedad de otro presente cuyo cum-plimiento es anhelo de infancia; el enclaustrado sólo aspira a salir y el liberado sólo a enclaustrarse.

Page 37: Escritos desde la Sala

César Valencia Trejos / PERSONAJES

37

Otto y su Riosucio del alma César Valencia Trejos1

Narrar, precisar, establecer crítica literaria o historiografíar sobre la Obra y Vida del humanis-ta Otto Morales Benítez, es quizá replicar lo que un número conside-rable de escritores, investigadores y estudiosos han esbozado sobre este “Maestro de Maestros”: el que enseña a los que enseñan, como lo enunciara el ex presidente Belisario Betancur, al titular su Conferencia en la Academia de la Lengua, en ho-menaje al doctor Otto al cumplir 90 años de edad.

Multitud de rigurosos estu-dios se han plasmado sobre el pen-samiento de uno de los más eruditos colombianos. Sobre el particular se conocen 20 libros y probablemente en el futuro aparecerán otros. Se distinguió por ser uno de los ensa-yistas más prolíficos, reveladores y rigurosos sobre los distintos asuntos de la nacionalidad colombiana.

Enumerar acerca de los lo-gros políticos, académicos, de sus 138 libros y de 41 sin editar, en la modalidad de ensayo, los prólogos a cientos de libros de escritores, de las cátedras, premios y becas que llevan su nombre; de los homenajes que en el Continente y los que en la nación, en diversas regiones le tributaron, es un prolongado compendio.

Se aproximaron más de tres centenares de escritores y periodis-tas para comentar su Obra citemos ligeramente los títulos y autores de algunos libros editados por estudio-sos:

Fernando Ayala Poveda: Otto Mora-les Benítez: la palabra indoamerica-na; el historiador y crítico paname-ño Carlos Alberto Mendoza, publicó dos libros: Trayectoria evolutiva del liberalismo y posición de Otto Mora-les Benítez y el estudio: El Mestiza-je e Indoamérica: el mensaje de Otto Morales Benítez. El profesor mexi-cano Leopoldo Zea dedicó su libro: América como Autodescubrimiento, entre otros, al doctor Otto; el cal-dense Javier Ocampo López, autor de más de un centenar de libros, es-cribió su obra: Otto Morales Benítez: sus ideas y la crisis nacional y dedi-có al doctor Otto su libro: Historia de la cultura hispanoamericana siglo XX.

1 César Valencia Trejos. Riosucio, Caldas 1951.Comunicador Social - Periodista, Fundación Universidad Jorge Tadeo Lozano, Bogotá. Director por 28 años del programa diario de Radio: “POR LOS CAMINOS DE CALDAS”, Director mensuario por 16 años de “EL CAFI-CULTOR”, Cofundador de la Corporación Car-naval de Riosucio y Presidente de la Corpora-ción Encuentro de la Palabra, durante 17 años.

Page 38: Escritos desde la Sala

PERSONAJES / César Valencia Trejos

38

El lingüista Óscar Piedrahita Gon-zález publica Tesis de Otto Morales Benítez: memorias del mestizaje, un libro esencial en el Continente; el pro-fesor universitario Ricardo Sánchez Ángel divulgó El demonio del ensayo en la obra de Otto Morales Benítez; Luis Carlos Adames dio a la publici-dad Otto: el periodista que negoció la paz; el historiador nacido en Apía, Risaralda, Albeiro Valencia Llano, publica Otto Morales Benítez: de la región a la nación y al continente.

Asimismo, Vicente Landínez Cas-tro, oriundo de Villa de Leiva, nos sorprendió con su libro: “Miradas y aproximaciones a la obra múltiple de Otto Morales Benítez”. Por su parte el historiador, ensayista y po-lítico santandereano Antonio Cacua Prada, anunció 10 libros inéditos sobre las reflexiones del doctor Otto.

En Bogotá, desde agosto de 2001, sus dos hijos Olympo y Adela, fundaron el Centro para el estudio de la Obra de Otto Morales Benítez, en una antigua casona del barrio La Soledad, con el fin, como lo expre-só la Antropóloga Adela Morales de Look: “Mi hermano Olympo y yo hemos decidido establecer este Centro con el afán de interpretar lo que muchas personas han veni-do manifestando de diversas formas acerca de la necesidad de estudiar una obra tan prolífica y que aporta muchos planteamientos importan-tes para el conocimiento y entendi-miento de nuestra realidad nacio-nal, social, económica y política”. Es decir, allí tenemos el almendro de la investigación sobre la Obra y Vida del doctor Otto. Valdría la pena replicar esta enseñanza con un proyecto que avivemos las gentes de Riosucio, liderado por sus admi-nistraciones y dirigentes, alrededor de la casa donde nació el doctor Otto, cuya fachada fuera remodela

por el ingeniero y arquitecto belga Agustín Gooavaerts, reconocido en Medellín por sus edificaciones ar-quitectónicas. A propósito, hemos abandonado varias construcciones donde deberíamos disfrutar de mu-seos y revelar el valor que encierran nacionalmente los riosuceños entre otros, además, del doctor Otto, Da-nilo Cruz Vélez, Enrique Becerra Franco, Jorge Gärtner de la Cues-ta, Rómulo Cuesta, Ariel Escobar Llanos, Helbecio Palomino Salas, los artistas Buenaventura y Ángel María Palomino, Manuel Antonio Cataño, los periodistas y militares hermanos Díaz Morkum, el com-positor de música popular Antonio María Posada Correa y tantos que nos han dado presencia y nos han enaltecido.

El empresario manizaleño Eduardo Arango Restrepo, le dijo en un acto académico en Maniza-les: “Otto, deja de publicar a ver si te alcanzamos tus lectores” y como siempre, el auditorio se llenó de la sin igual carcajada, que acabó con la solemnidad de un acto de tras-cendencia regional que allí se lleva-ba a cabo. Esto para ratificar que detenernos en sus realizaciones es extenso.

Este inventario es apenas un breve registro de lo que se ha publicado sobre el doctor Otto. En consecuencia, los invito para que nos detengamos en lo que el autor escribió con pasión y generosidad sobre nuestro pueblo, palabras que se escuchan en el Continente y que han hecho conocer el Carnaval, el Encuentro de la Palabra, nuestras expresiones, costumbres, artistas y escritores de este terruño.

Vicente Pérez Silva escribió en la introducción del libro Icono-grafía y fragmentos de prosas de Otto

Page 39: Escritos desde la Sala

César Valencia Trejos / PERSONAJES

39

Morales Benítez, publicado por la Fundación Universidad Central, en el año de 1995: “Hijo de su provin-cia a la que ama entrañablemente, no concibe la vida sino en función de la tierra de su origen. Una vida ajustada a los sueños de su infancia y a los preceptos que dimanan del Ingrumá: el cerro centinela de una hermandad progresista y solidaria. Las facetas míticas y las picardías del Diablo de Riosucio, también po-blaron su temprana imaginación de mágicos resplandores”.

Repetidamente lo acompa-ñó su indeclinable querencia por su terruño, podríamos afirmar que no había intervención o publicación que no referenciara a Riosucio; se sentía orgulloso que lo identifica-ran con todos nosotros y nuestras expresiones culturales y mentales. En charlas informales con los más importantes personajes de la vida nacional o departamental o con se-res elementales, siempre exaltaba a Riosucio y relataba con admira-ble gracia episodios y anécdotas de célebres seres de esta comarca. Así mismo, quienes han iniciado el aná-lisis de su Obra, coinciden en resal-tar su espíritu de provinciano cos-mopolita.

En su obra Raíces Humanas nos trae una manifiesta síntesis de su origen: “Del minero heredamos un cierto júbilo permanente. Del labrador tomamos una vocación por las acciones colectivas, por los aspectos de la comunidad. Y ese es-píritu cívico, que se enciende cuan-do se trata de declarar nuestro amor a Riosucio. Y de esta amalgama, y de la desconfianza primigenia y re-cíproca, nos queda el palique buido, la maliciosa interpretación de los hechos que conduce a un apunte sagaz, que concluye en una sonrisa que ilumina la picardía de la con-

versación. Del brillo y abundancia de las fiestas, nos ha llegado la pa-sión por la música y el diálogo que es proverbial en todo hijo de este si-tio. Todavía hay tragos regionales, como el “guarapo”, que nosotros levantamos como símbolo de lo que nos ha dejado una raza de labrado-res. Su nombre congrega en pasión jubilosa a todo aquel que allí nació, a aquel que de paso por haber vivi-do con nosotros, supo gustar de los dones y zumos de nuestra bebida re-gional….”. Y en otro aparte de este libro, escribió: “Todos nos sentimos atados entrañablemente, por un vigor hondo, que nace de una iden-tidad en nuestro destino. Riosucio adquiere una dimensión propia, en la cual se manifiesta el sentido co-lectivo que preside cada uno de sus hechos”.

En el libro Diálogos, resul-tado de una extensa entrevista publicada en 270 páginas: “Inte-rrogantes sobre la identidad cul-tural colombiana”, el antioqueño Augusto Escobar Mesa, en una de sus respuestas el Morales Benítez recuerda en varias oportunidades a sus coterráneos: “Mi generación del colegio tenía unos rasgos comu-nes con nuestra identidad riosuceña que nos permite identificarnos fá-cilmente. Manejaba una inteligen-cia chispeante, alegre, con cierta tendencia a la burla, pero sin que-jumbres matreras, eran gentes con aptitud para la especulación mental para enfrentar los teoremas y los silogismos, para reclinarse sobre el microscopio o mirar por un teodo-lito las soluciones que apremia la civilización…No era la actitud de una generación, era la herencia que habíamos recogido en los hogares, en la esquina del diálogo, en la so-carrona manera de juzgar el mundo que tiene el riosuceño”. Y más ade-lante agrega: “También cuentan

Page 40: Escritos desde la Sala

PERSONAJES / César Valencia Trejos

40

los que vinieron de fuera a nutrir nuestra comunidad con sus conoci-mientos, con su trabajo con sus ex-periencias de toda índole. Cuando nacimos como Municipio, los sabios franceses Boussingault y Roulin estuvieron aquí y dejaron enseñan-zas, ejemplos. A ellos se les recibió con esplendor porque el oro permi-tía lujos y derroches en los vinos y en los manjares. Y así ocurrió con todo viajero que por aquí transitó. Ellos trajeron, entonces, voces de otros mundos, mensajes de nuevas experiencias y, especialmente, los escritores, los poetas, los expertos en finanzas u hombres que llegaban a compartir la guerra o el gobierno; en este lugar tuvieron su asiento. Fuimos afortunados porque mu-chos venían doblados de poetas, ello explica -fuera de la natural predis-posición colectiva de mis paisanos- el gran ímpetu intelectual que nos golpea y continúa incitando con sus antenas de brillo y de luz a la juven-tud de mi tierra”.

En una lectura en la sesión solemne de la Sociedad Geográfica de Colombia, en agosto de 1998, que tituló “La geografía como factor de integración”, expresó: “Existía una profesora, Purificación Calvo de Va-negas expertísima en sabidurías pe-dagógicas…ella designaba a Mar-ta, la más bella, para representar nuestro calificado Departamento: el Gran Caldas y luego continuando en la pesquisa de los rostros y cuer-pos más armoniosos, aparecían sus límites: el Tolima que era Marina; el Valle, Nohemí; Antioquia Dolori-tas. Éstas iban rodeando a Marta. Así quedaba la lección infalible, la que no se olvidaría…”.

En otro fragmento de esta leyenda puntualizó: “En nuestro Colegio de Varones, don Genaro Bueno Cock llegaba a la hora de cla-

se con pausados y cautelosos despla-zamientos. Eran suaves y finas sus maneras de gran señor. Desplegaba sobre el tablero un mapa de Colom-bia y principiaba a leer los versos que mencionaban los milagros de las montañas, ríos, llanos, ciudades y pueblos remotos. Teníamos que aprenderlos de memoria. Luego, los recitábamos con ímpetu, señalando dónde comenzaba la Sierra Neva-da de Santa Marta y cómo había unas regiones extensísimas en el Huila y que eran gloria de nuestros ancestros: San Agustín. Nos hacía entender, entre soneto y elegía, al Chocó con sus lluvias y relámpagos; la Guajira desértica que vigilaba, desde el Cabo de la Vela, el destino nacional. Descendíamos por entre versos pareados hasta la Amazonía, la Orinoquía y el misterio de las sel-vas de gloriosos follajes”.

Continuando esta indaga-ción de textos, en una lectura en la clausura de estudios de bachille-res de la Institución Nacional “Los Fundadores”, que designó como “Mi Colegio de Riosucio: Apuntes para la biografía de una generación de provincia”, una disquisición de elogio al plantel, a profesores y a sus condiscípulos se refirió en los si-guientes términos: “Porque este es “mi Colegio”. De aquí no me dejo despojar. Pasé años esenciales de mi vida —los mejores de los sueños — entre su recinto. Claro está que en otro sitio, con muros más pobres, con aulas casi menesterosas, sin es-pacios para movernos en las horas de descanso. Desconocíamos los campos de deporte. No había luga-res de esparcimiento para nuestro ímpetu juvenil. Los servicios míni-mos de aseo, apenas se presentían. La luz entraba, por las ventanas modestísimas, llena de una timidez que no le permitía irrumpir con su explosión de luminosidad.

Page 41: Escritos desde la Sala

César Valencia Trejos / PERSONAJES

41

El moho, un verde inquie-tante que invadía rincones y algu-nos trechos de los corredores y pa-redes, nos hacían compañía. Los asientos eran rudimentarios, muy primitiva su elaboración. Las es-calas para ascender al único piso utilizable, traqueaban con nuestros pasos. Sus tablas se arqueaban con humildad y daban, con recato, que-jidos que denunciaban la proximi-dad de su derrumbamiento”.

En su libro Líneas culturales del Gran Caldas un compendio que exalta y rescata valores humanos e intelectuales de estos departamen-tos, declara su afecto por su primi-genia tierra: “No puedo pensar la vida sino en función de la tierra de mi origen. A la cual además, como labriego y ganadero, he dedicado tantas horas de unción a sus precep-tos telúricos. Con la ventaja que es uno de los privilegios que resguar-dan mis desplazamientos: ajusté mi vida a lo que soñé desde la infancia: que fueran evidentes las concordan-cias entre lo que pensaba o lo que predicaba o realizaba… El mío es la infancia; lo que armó y cruzó mi adolescencia…”.

El doctor Otto Morales Be-nítez inauguró en la Universidad Autónoma de Manizales, la Cáte-dra Caldense, un vibrante y excelso reencuentro con la región, que los dirigentes abandonaron por su ava-ricia y espíritu centralista, esta ex-posición fue publicada por el Banco Central Hipotecario en 1984. Es en esta publicación cimera en el exa-men riguroso de Caldas, en donde cita en repetidas ocasiones a otros autores que fundaron el destino de nuestro Municipio. Allí se puede es-clarecer qué dijo Purificación Calvo de Vanegas acerca de nuestra his-toria; en este tratado se citan los escritos de los científicos franceses

Juan B. Boussingault y Francisco Deseado Roulin, quienes vivieron en Riosucio y sus páginas son otra muestra de la importancia que tuvo nuestra comunidad.

En este libro como en otros de sus escritos recalcó lo expresado por el pensador Rafael Uribe Uribe en el Congreso de 1896, de quien re-clama la creación del Departamen-to de Caldas y se enorgullece que propusiera que la capital de nues-tro Departamento fuera Pereira, Riosucio o Manizales. Se regocija procurando supremacía a nues-tro pueblo como una población de gran jerarquía económica, política, social y cultural. Este libro como constante de su producción litera-ria, es un emblema de incitación permanente para que estudiemos lo nuestro con más sentido de per-tenencia y de identidad local y re-gional como afluentes de la historia nacional. Como constante pensando en su tierra de origen, esta Cátedra Caldense es otra muestra auténtica de su fervor por su patria chica.

Publicó Memorias del Mes-tizaje en el año de 1984, una An-tología de temas relacionados con nuestro Continente, cuestión en la cual profundizó y fundó su teoría general del mestizaje. Él afirmó en sus investigaciones que se había nu-trido de Riosucio: “Porque allá lo indígena, lo negro, las colonizacio-nes, los extranjeros atraídos por la abundancia minera, se fueron amal-gamando y han constituido uno de los núcleos étnicos con más opulen-cia en sus expresiones”.

En este libro publicó “Declaración de amor al Diablo del Carnaval”, una de las páginas admirables sobre el Carnaval. Conjuntamente con la Colonia de riosuceños residentes en Bogotá y el Encuentro de la Pala-

Page 42: Escritos desde la Sala

PERSONAJES / César Valencia Trejos

42

bra se publicó: “Facetas míticas del Carnaval de Riosucio”, y posterior-mente el autor escribió un texto donde incluye los anteriores dos en-sayos y agrega uno nuevo: “Alaban-zas del diablo y su Carnaval” que consta de XII capítulos en donde analiza y hace referencias universa-les del Diablo en las distintas épocas y sociedades. Este ensayo lo dedica a rendir un Homenaje al artista po-pular Gonzalo Díaz Ladino, quien ha elaborado 11 efigies del Diablo, el Viacrucis de la Iglesia de la Can-delaria y plasmado cientos de carte-les promoviendo el cine y pinturas de personajes nativos.

Detenerse en la interpre-tación de lo escrito por el Maestro Otto, es un ejercicio intelectual que

valdría la pena que las nuevas gene-raciones y los estudiosos lo afronta-ran y procuráramos otorgar mayor altivez a los raizales.

El humanista Otto consignó en varias de sus obras la importan-cia y papel de la provincia, en donde se halla la esencia de la nacionali-dad colombiana, escribió en el libro “Raíces Humanas”: “De allí que sea tan importante vigilar y cuidar la provincia. Cuando ella se ensom-brece, vemos que el rostro de la pa-tria se congestiona”, y en el periódi-co OCCIDENTE en el número 230 de noviembre 7 de 1953, en la pá-gina tercera, publicaron el discurso: “Canto de amor a Riosucio”, pro-nunciado en el Teatro Cuesta con motivo de la coronación de su Ma-

Page 43: Escritos desde la Sala

César Valencia Trejos / PERSONAJES

43

jestad Helena Palomino Ramírez, Reina del Civismo de ese año y allí inscribió su flamante consigna: “En defensa de la provincia debemos librar todos los combates”, que se mantiene activa, por la estructura del país y que el Encuentro de la Palabra le-vantó como su rúbrica. Esta consig-na la registra 10 años después en el año de 1963, cuando publicó “Raí-ces Humanas”, en donde dedicó un amplio capítulo a la Fundación de Riosucio.

La pluma de este paladín, quien ejerció la palabra como su destino e itinerario, no descansaba para subrayar sobre su pueblo de origen; en el libro inédito: “Riosucio de Caldas: atalayas desde el Ingrumá” en su primera sección que intituló: “Cuasinotas para un capítulo de memorias infantiles”, se lee: “Mi pueblo, Riosucio en Caldas, tiene acentos sociales muy peculiares. Goza de una personalidad cuajada de dones. Unos dimanan de la forma histórica como se integró. Otros, que se fueron conformando a través de los caracteres de sus habitantes. Ha prevalecido la alegría y cierto afán de comprensión del mundo, sin inclinaciones a lo dramático. Se vive una constante cultura popular que nos conduce, nos despierta y nos compromete…”. En este libro advierte que aspira esencialmente acercarse al sentido de su niñez y quizás al principio de su adolescencia.

Este es otro aporte y otra sensatez del hombre universal que no se desprendió de su pueblo. En el libro que cito, describe los aspectos cardinales de una localidad: las calles, los sitios, los barrios, la diversidad de comestibles, las plazas, la galería, las iglesias, los personajes notables de la época, los

periódicos, las hojas volantes, la peluquería, la música, las ferias, el cine, los teatros: Cuesta y Puerta, los artesanos, los arrieros, el civismo, la actividad política, las limitaciones del sexo, de los libros de los escritores riosuceños de la época y detalla una vez cómo era su casa, en fin se detiene con talante sociológica a la vida cotidiana de sus habitantes y fantasías.

Es un deleite leer cada página, sus datos, su visión y sobre todo cómo exalta sus múltiples y diversos recuerdos, cómo los matiza con su alegría característica y cómo los enuncia con precisión histórica. Es emocionante encontrar los nombres y apellidos, no sólo de los más notables sino de las gentes elementales, cómo relata la riqueza de las comidas típicas y en general de los artesanos.

En uno de los apartes hace la siguiente descripción: “…en la manga de “El Vergel”, al terminar un bellísimo potrero de pasto de micay, había una pequeña y muy limpia casa. Allí vivía una familia. No recuerdo sino el nombre de dos muchachas de deslumbrante be-lleza: Marina y Julia. La primera, era cercana a mi amistad. Era una mona deslumbrante: bello su rosto, con una cabellera blonda, abundan-te, con un copete primoroso que “caía para el lado de los sueños”. Su forma era escultural. No tenía una sola forma de su cuerpo que no fuera proporcionada y sensual. Co-rríamos juntos por la manga; reco-gíamos los frutos de los árboles que allí se tenían; conversábamos largos minutos al pie de un pozo donde ella recogía el agua para su casa. Sus movimientos eran de un sua-ve y encantador ritmo. Tenía unas manos largas y suaves. Sus piernas espigaban en el encanto de un tor-

Page 44: Escritos desde la Sala

PERSONAJES / César Valencia Trejos

44

neado armonioso. Su cuerpo de una riqueza carnal proporcionada para deslumbrar con sus movimientos. No teníamos ni ella ni yo, noticias de las dulzuras del amor y de los sa-cudimientos que nos puede produ-cir, engolosinándonos…me queda el brillo de su melena cuando el sol caía sobre la frente; la perfección de sus formas -las celebro-, ahora en la lejanía de los años, sus hermosí-simos pies atravesando la pradera. Ellos caían sobre el pasto como una dulcísima caricia…Declaro que esa niña me inquietaba. Me gustaba su compañía…”.

Otro de los estudios publi-cados por el doctor Otto es “Teoría y aplicación de las historias locales y regionales”, editado en el año de 1995, por la Universidad de Caldas, que reúne una serie de ensayos, los que examinan la importancia de la microhistoria, la identidad y di-versidad cultural de la provincia, los procesos de conformación y ex-presiones de los pueblos del Gran Caldas y ante todo su particular mirada crítica de las relaciones del Estado central y las comarcas, es quizá el aporte más significativo hecho al quehacer de los “Encuen-tros de la Palabra”. En este manual en su capítulo X, titulado: “Temas incompletos para formular una teo-ría aproximada acerca del “riosu-ceñismo”, que pronunció en la Bi-blioteca Nacional de Colombia, el 9 de agosto de 1991, como preámbulo a los coloquios de Riosucio, renue-va su fervor por lo que él en repe-tidas ocasiones calificó: “Mi Riosu-cio entrañable”, escribió como una admirable sentencia de amor filial: “Mi credo riosuceño”, quizá su ma-yor consagración de identidad con Riosucio.

En uno de sus últimos libros: “Memorias: (De cómo se forma un escritor), aún inédito, retorna una vez más y recaba cómo su pueblo lo formó y le dio aliento para su formación y proyecto de vida. En este libro enaltece a nuestra cultura popular, se detiene en personajes y situaciones, se embelesa con su sa-bia palabra en ennoblecer a su tie-rra natal, en las primeras líneas ex-presa: “Me formé, como muchacho de pueblo, compartiendo múltiples escenas, muchas sin comprender-las en su intensidad y magnitud. Es que esa, es la condición de vivir en un pueblo. Si se tiene inquietud, uno se vincula a los más extraños acontecimientos. Se desplaza, sin una vigilancia apremiante, por la diversidad de los sitios. Se es una in-dividualidad. No está separado del mundo circundante, como el que crece en las ciudades. Al contrario, el pueblo le ofrece, a uno, los más disímiles medios. Uno, los aprove-cha con una inquieta y beligerante curiosidad. Entonces, se participa en lo que atrae y entusiasma. No hay peligros que conduzcan a pro-hibiciones constantes y amenaza-doras. Como en el pueblo hay una convivencia solidaria –la mayoría se conocen o se vive en una relación espontánea− se consiente esa in-tromisión. Como la diferenciación de clases no es un obstáculo –por-que casi no se sienten o padecen- se tiene derecho a ese mundo abierto, lleno de sorpresas en los múltiples aspectos de la existencia. Uno en esa edad incipiente participa, como espectador, del mundo global de las fiestas a las muertes. La misma in-quietud de los años iniciales propi-cia ese ambiente, en el cual no hay posibilidad de inquisición que a uno se le cierre…”. Este libro premoni-torio y como preparación para sus últimos días, engrandece nuestra historia por el caudal de sus datos y

Page 45: Escritos desde la Sala

César Valencia Trejos / PERSONAJES

45

su agraciada forma de narrar los su-cesos que le tocó vivir en sus prime-ros años de existencia. En este libro anuncia igualmente que entregará sus Memorias en lo político, que de-ben contener sorpresas inimagina-bles por su cercanía al poder y des-tacados dirigentes nacionales. En este relato, probablemente poda-mos conocer más detalles acerca de por qué no se firmó la esquiva paz, cuando estuvo tan cerca de hacer-lo. Recordemos que él es uno de los colombianos que más escribió sobre la violencia y planteó soluciones. Cuando integró la “Comisión inves-tigadora de las causas de la violen-cia” en el Gobierno de Alberto Lle-ras Camargo, su primera visita la realizó a Riosucio y cuando fue Co-misionado de Paz del presidente Be-lisario Betancur Cuartas, también estuvo allí para reunirse con repre-sentantes de las guerrillas. Y tal vez en estas historias nos confiese qué ocurrió en tres ocasiones que no lo-gró ser Presidente de la República. Cuando anunció estas Memorias en-fatizó: “Buscaré otra oportunidad para recrear en otras “Memorias”, lo que le dio tanta euforia humana y doctrinaria a mi peregrinar de li-beral de izquierda, luchando por la justicia social”.

Otra veta para regodearse y colmada de reflexiones y preceptos, son las epístolas que durante largos años dirigió a las diferentes perso-nas organizadoras del Encuentro de la Palabra; en estas cartas, se apre-cia la dimensión preferente que le entrega a nuestro pueblo y sus gen-tes. Allí se puede leer el sentimiento y el respeto que sin desmayo mantu-vo el doctor Otto por Riosucio: “Lo que he escrito tiene su raíz en ese sitio del sueño y la esperanza. Pero, además, siempre he proclamado,

con orgullo, mi origen y el nombre de Riosucio lo invoco para que me ampare e impulse. En el país y en el extranjero, mis amigos asocian ese nombre conmigo. Mi obra proclama su orgullo ancestral. Mi vocación es de un devoto del Ingrumá. Me cen-tro en la euforia de lo que me ha en-tregado mi tierra para mi escritura. Y me solazo proclamándolo”.

Al doctor Otto le podemos aplicar a la perfección las palabras de uno de los pensadores más im-portantes del hemisferio en el siglo XX, a quien él admiró, escribió va-rios ensayos sobre su obra y con el cual mantuvo una conversación y amistad permanente y fluida, el fi-lósofo Danilo Cruz Vélez, quien en una carta que nos dirigió en julio de 1989, cuando lo invitamos a un Encuentro de la Palabra afirmó: “Yo pasé mi niñez y mi juventud en Riosucio, pero emigré a los 17 años de edad, cuando en 1937 mi familia se fue a vivir a la capital de nuestro departamento. De suerte que hace más de medio siglo que vengo alen-tando en otras latitudes. Sin embar-go, siempre he llevado conmigo ese paisaje presidido por el Ingrumá como el horizonte primigenio de mi vida. Parece que el hombre se insta-la en el mundo en los primeros años de su existencia y que, después de esta instalación, ya no puede cam-biar de mundo. Esto explica que uno, por mucho tiempo que perma-nezca en una ciudad extraña, nun-ca pueda borrar ese aire de foraste-ro que lo rodea, y que lo distingue a primera vista de los naturales del lugar. Y ello explica asimismo que nuestro modo de hablar permanez-ca siempre, por decirlo así, teñido por el paisaje donde nuestra lengua comenzó a sonar, inclusive cuando hablamos una lengua extranjera”.

Page 46: Escritos desde la Sala

PERSONAJES / El editor

46

José Gabriel Baena, el hacedor(Medellín, 1952 – 2015)

No me ha sido posible escri-bir sobre José como siento que de-bería hacerlo. Estuvo muy cerca de mí durante más de 20 años de tra-bajo hombro a hombro en la Biblio-teca. A cuánto ascenderá la suma de exposiciones, catálogos, plegables, libros y boletines que hicimos en todo ese tiempo, con Miguel inclui-do, desde luego. ¡Cómo nos rindió el tiempo! ¡Cómo pudimos hacer tanta cosa, me pregunto ahora que ellos dos no están! Y todo eso mientras cada uno cumplía sus funciones in-dividuales como empleado, escribía lo suyo y compartíamos una bohe-mia también intensa, de conversa-ción, sueños, proyectos y copas.

José es autor de un grupo de nove-las muy inteligentes, eruditas, locas y brillantes que, por ahora, le han quedado grandes al medio, que ha preferido salir del paso ignorándo-las, pero a las que ya les llegarán sus lectores. Su valor lo garantiza así. Es autor también de una obra pe-riodística voluminosa, aguda, polé-mica, sarcástica, que algún día será seleccionada y recuperada en libros.

Durante más de dos décadas fue el diseñador gráfico de la Piloto. Li-bros, exposiciones, catálogos, todo. Diseñó todos los números de este boletín desde el número 1 hasta el 22. Y son incontables en dedicación y en esa dicha que da el trabajo que se ama, las horas invertidas a este medio de difusión de la cultura an-tioqueña, del pasado y el presente, acogida en estas páginas, trabajo adelantado sin interés distinto a su realización.

Bajo su máscara de hombre duro, de ironista de todas las horas, de pesimista de oficio, vivían el poe-ta y el hacedor cultural infatigable. Necesitaba esa epidermis para pro-teger una ternura que no le daba respiro y que lo amedrentaba, y que no siempre reprimió, como lo reve-lan muchas de sus páginas y gestos, como lo que escribió a la muerte de Miguel

José, te quedo debiendo el artículo. Todavía estás muy al lado mío para poder hacerlo.

José Gabriel

Page 47: Escritos desde la Sala

Luis Carlos Rodríguez / MÚSICA

47

Músico Envigadeño: Don Pedro Pablo Santamaría

Pedro Pablo Santamarìa

Apenas hoy, después de grandes esfuerzos por rescatar sus obras académicas, se nos presenta un creador de indiscutibles calidades. Pianista, pedagogo musical, director de coros, bandas y orquestas, compositor que se dio a la tarea de cultivar los géneros populares, pero con una innegable intención academicista en su producción original. El maestro antioqueño Pedro Pablo Santamaría es una de las figuras menos conocidas de la historia musical de nuestro país.

Pedro Pablo Santamaría Vasco nació en Envigado, el 29 de junio de 1886. Miembro de una fa-milia con profundos intereses en la música (su padre fue por muchos años organista y director del coro en la parroquia de Envigado, y su hermano Jaime fue muy popular director, pianista, gestor musical e impulsor de compañías escénicas en la capital antioqueña).

Desde muy niño mostró sus cualidades, facilidad e inclinación para la música, por lo que en la an-tigua Escuela de Música Santa Ce-cilia de Medellín, recibió formación

inicial con los profesores Gonzalo Vidal, Germán Posada Berrío y Je-sús Arriola, estudios que no inte-rrumpió pese al cierre de la institu-ción por la Guerra de los Mil Días. Al reabrirse la Escuela, continuó su educación musical formal, y fue tan aventajado discípulo, que pronto fue nombrado en la cátedra de ins-trumentos de viento.

Por decreto del 10 de mar-zo de 1915, el maestro Santamaría fue nombrado como “Músico Mayor de la Banda Militar del Regimien-to # 8 - Girardot”, acantonado en Medellín y dirigido por el maestro Gonzalo Vidal. En 1917, fue confir-mado como subdirector de la Banda y nombrado Profesor en el Instituto de Bellas Artes de Medellín.

Al suprimirse la Banda De-partamental, el maestro envigade-ño fundó “La banda Josefina”, que dirigió por dos años, animando gran cantidad de retretas.

Desde entonces, su producción ori-ginal también empezó a llamar la atención del público y de la crítica.

Pedro Pablo Santamaría hizo parte de la generación post-centena-ria, que vio en la grabación de dis-cos una interesante oportunidad de difundir su trabajo artístico, en las voces y las agrupaciones orquesta-les que, desde Nueva York, Méjico y otras ciudades del orbe, registraban y difundían la mejor música popu-lar de los creadores americanos.

Fruto de ese ambiente, Santamaría logró imponer lo que entonces se llamaron “éxitos de ventas”, piezas instrumentales y vocales de gran popularidad y reconocimiento. Entre ellas, destacó un ciclo de Canciones, sobre textos del poeta y periodista Augusto

Page 48: Escritos desde la Sala

MÚSICA / Luis Carlos Rodríguez

48

Duque Bernal, uno de los más famosos letristas del Cancionero colombiano. Estas hermosas piezas vocales se han conservado en históricas grabaciones, en las voces de los más famosos cantantes de la época. Evelio Pérez, entre los locales, y Carlos Mejía y Margarita Cueto, entre los extranjeros, fueron sus intérpretes estelares.

Se conservan dos de esas canciones del compositor antioque-ño Pedro Pablo Santamaría sobre versos de Augusto Duque Bernal en grabaciones históricas, por lo que advertimos las lógicas deficien-cias técnicas. Se trata de la danza o habanera titulada Sueño de Rui-señor en versión grabada en vivo de una audición radial, por el tenor Evelio Pérez, acompañado por la Orquesta del maestro italiano Pie-tro Mascheroni, y del pasillo Triny, en grabación realizada en marzo de 1929, por el dueto mejicano de Mar-garita Cueto y Carlos Mejía.

En 1924, el maestro Santa-maría presentó una obra al concur-so musical realizado con motivo de la Feria Exposición Nacional cele-brada en Medellín. Era su Sonata para piano en Do mayor, con la que obtuvo el segundo puesto en el certamen. El primer lugar, reserva-do para una pieza orquestal, fue ga-nado por el maestro Gonzalo Vidal.

Esta interesante partitu-ra fue rescatada del olvido, en el Suplemento Musical de la Revista Universidad de Antioquia, a fines de 1987, en edición facsimilar de una copia manuscrita. En dicha publi-cación, escribió el maestro Rodolfo Pérez González: “En el tratamiento de la forma sonata con amplio de-sarrollo, así como en las modulacio-nes y el tratamiento técnico del ins-trumento, se descubre Santamaría como compositor de grandes ejecu-torias. No cabe duda de que se trata de uno de los más notables ejemplos de la literatura pianística en Colom-

bia y por ende en Antioquia, donde este género ha sido tan escasamente cultivado”.

La Sonata para piano en Do mayor del compositor antioqueño Pedro Pablo Santamaría está integrada por los clásicos tres movimientos, propios del género (1. Adagio, 2. Andante y 3. Allegro con brío). Se escuchó en versión de concierto, realizado el 26 de agosto de 1986 en la Sala de Música del Banco de la República de Medellín, por el recientemente fallecido pianista Guillermo Rendón Calderón, registro que conservamos como un tesoro.

Otros reconocimientos y distinciones que recibió el maestro Santamaría, fueron los siguientes: En 1934, con ocasión de la inaugu-ración de los equipos transmisores de La Voz de Antioquia, ganó el pri-mer premio en el concurso abierto por la emisora, con su Fantasía en re mayor para piano y orquesta, y un premio adicional con un Bam-buco sobre versos de María Luisa Carnelli. Su Danza del Remordi-miento fue premiada en el concur-so abierto por la UNE, pieza que fue adaptada para el drama Si ha-blaran los perros de Emilio Franco. En abril de 1937, Santamaría obtu-vo un ruidoso triunfo en el concurso abierto para premiar la mejor obra musical sobre el bello himno patrió-tico La Tierra de Córdoba de Jor-ge Isaacs, cuando Medellín celebró el centenario del natalicio del poeta (recordemos que a este himno tam-bién puso música su maestro Gonza-lo Vidal, 30 años antes). En julio de 1937, con ocasión del Segundo Con-greso Nacional de Música celebrado en Medellín, ganó el premio único con su composición titulada Chini-ta, sobre versos del poeta Libardo Parra Toro (Tartarín Moreyra). En 1945, su Himno Oficial constitu-yó uno de los mejores números del homenaje al centenario del Padre

Page 49: Escritos desde la Sala

Luis Carlos Rodríguez / MÚSICA

49

Jesús María Mejía. Así mismo, fue ganador del premio “Emilio Muri-llo” con su Canción Escolar.

En su labor musical, el maestro Pedro Pablo Santamaría fue también organista en las pobla-ciones de Fredonia y La Ceja y, por muchísimos años, Maestro de Ca-pilla en la Iglesia La Candelaria de Medellín.

En su Catálogo se cuentan unas 120 partituras en total, des-tacándose, además de las mencio-nadas y escuchadas, una Fantasía sobre Aires Colombianos; las canciones Toda en mi ser y Amor y brasa, también sobre versos de Augusto Duque Bernal; la danza instrumental Exótica, varios him-nos y villancicos; algunos arreglos para banda y orquesta, y un valioso inventario de obras pertenecientes al ámbito de la música religiosa.

Santamaría fue actor de significativa importancia en el de-sarrollo de la vida artística de la ciudad de Medellín, estimuló la práctica de la música coral, partici-pó activamente en las festividades religiosas más importantes y mere-ce una mención especial su desem-peño como formador de juventudes.

En enero de 1958, Santama-ría renunció a su cargo como orga-nista en la iglesia de la Candelaria de Medellín, y dos años después, el 29 de marzo de 1960, falleció en Me-dellín a los 74 años de edad.

Además de las ya menciona-das, se recuerdan el Pasillo Rojo del maestro antioqueño Pedro Pa-blo Santamaría, que se hizo famoso en interpretación de las más desta-cadas agrupaciones instrumentales de la primera mitad del siglo XX, y que aún es todo un tema de an-tología. Fue grabado más reciente-mente en la impecable versión del Trío Instrumental Colombiano (Je-sús Zapata Builes, bandola; Hernán

Darío Betancur Chavarriaga, guita-rra, y Jesús Luis Betancur Mejía, tiple).

Una de las primeras pero más interesantes y desconocidas obras del maestro Santamaría, es su Cuarteto de Cuerdas. Se trata de un verdadero ejercicio académico, en cinco movimientos, siguiendo los cánones clásicos, guiado por Gonza-lo Vidal y concluido en octubre de 1917. Concebido inicialmente como un “estudio” para Cuarteto de Cuerdas, como dice en la primera página de la partitura manuscrita original, “el maestro Vidal, después de felicitar a su discípulo y amigo Pedro Pablo Santamaría, declara que este trabajo es la revelación de un talento excepcional, unido a una tenacidad sin precedentes en la his-toria del Arte en Colombia”. Son sus movimientos: 1. Tiempo de Mi-nuetto; 2. Andante; 3. Allegretto; 4. “Elegía lunar” (Lento), y 5. Allegro Moderato.

En el año de 1960, la obra fue interpretada por el Cuarteto de Cuerdas Antioquia, y luego de un injusto olvido, fue rescatado por los organizadores del Festival Internacional Música de Cámara Colombiana, y presentado en dos ediciones de este certamen (octubre de 2004 y agosto de 2006). Quedó registrado en video, en versión de concierto, por el Cuarteto de Cuerdas Santafé (Luis Darío Baracaldo y Francisco Iragorri, violines; Raúl Vladimir García, viola, y Laura Ospina, cello.

Envigado. Calle “Presbítero Cristóbal Restrepo y Vé-lez”.1915. Fotografía: Melitón Rodríguez. Archivo Fotográfico Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

Page 50: Escritos desde la Sala

POESIA / Jesús Botero Restrepo

50

El Imperio de las cosas supérstites1

En treinta años o mucho menos, un tercio de centuria a lo sumo,

En treinta años breves como el palpitar de una ala de mariposa,

habrá muerto el deseo y las pieles suaves que me circundanestarán cubiertas, desde adentro, con una impalpable capa de polvo.

Los ojos, sometidos antes a centenares, a miles de llamadas y convocatorias,

yacerán llenos de una espera que nunca terminay esas pieles u otras, mejores, se hallarán lejanascomo estrellasen su estricto y nudo color inolvidable.

El tacto no podrá recorrer nunca más sus acostumbradas colinas,sus indubitables valles, sus tácitos desiertos,porque el tacto mismo, las manos estarán fijadas como raícesa la sólida redondez de la tierra, a la granulosa materiaque ha venido reclamándolas desde siempre.

A Jesús Alonso, mi hijo, el gran compañerode un buen trecho de este viaje.

1 (Revista Universidad de Antioquia, Medellín, núm. 217. Jul-sep 1989, pp.53-55.)

Page 51: Escritos desde la Sala

Jesús Botero Restrepo / POESIA

51

Los oídos que escucharon la canciónque alguna vez se creyó(en una tierna tarde única nunca repetida, nunca siquiera bosquejada de nuevo)la sola voz de corazón (¿era Gardel, era Lara o esa mujer que llamaba Margarita Cuetoo era quién? ¿O era simplemente el tiempo diluyéndose y cantando su interminable canción,el tiempo enrollándose como sierpe eterna, tan inasible e inacabadacomo el mismo oro triste del atardecer, como los caminos, como los ríos,como la sombra y como la noche?)esos oídos ya no podrán escuchar ya nada porque mediante sonidos ajenos,mediante el estruendo del jazz, las bocinas de los carros o el estallidos de las bombas,los ablandarán, los fragmentarán hasta el punto del silencio.Y la tristeza y el amor y la melancólica dulzura de estar vivorodeado de seres desesperadamente amados y a quienes no se desearía nunca abandonarserán nada, apenas soplo, una nube de verano o una silenciosa lluviaque desciende con miedo y con ansiedad sobre una tierra seca¿Y los perfumes? ¿Y el agónico frenesí aromado de la rosa?¿Y el gélido punzón de la estrella de la madrugada?¿Y las voces que uno solo escuchó? ¿Y el trenzarse de las manos, de los ojos,de los labios, del alma y la soledadqué serán, donde se hallarán entonces? Una tierra como la lunarodeará todo eso, una tierra-voz-sorda, una tierra -sonido- hueco, una tierra-solamente-tierra,una tierra- serenidad al fin involucrará todo el pasado,lo demolerá, lo volverá un puñado simple de polvo.

Page 52: Escritos desde la Sala

POESIA / Jesús Botero Restrepo

52

Y las noches de la luna y la serenata de Beethovenal medio día de un día cualquierasofocante y distinto y las notas del piano como pétalos de una margarita blancos o de lutoque se van deshojando sin fin, carecerán de apoyo en el aire muerto,en el extinto recuerdo y en el vivo olvido que se repite.

El “buenos días” lo dirá otra boca para otro oído,El “feliz noche , mi amor” rebasará los lindes de la noche y de otros rostrospara transformarse en la paloma dela arca que nunca regresa voluntariamenteo que se extravió a pesar de que quería regresar.

Sólo quedarán las cosas supérstites:El zapato sin habitante en donde se refugian al fin los caracoles,el pañuelo que recogió un lloro solitario,la casa habitada pero vacía, el sol que dora los tejados,que bruñe las playas para alguien útiles, para alguien ya desuetas,el sol que calienta los caminos sin un determinado caminantey que abofetea sin cansarse el rostro múltiple y renovado del mar.

Y las noches íntimas, Y la piel de los lugares secretos.Y los luctuosos ámbitosen donde se cuece la pasión del hombre al mismo tiempo que el deveniry las desgarradoras estocadas de la esperanza, serán nadafrente a la tapa de la botella que se consumióy que queda rodando sin oficio en el montón de basura,en la calle fantasmal y polvorienta, en el último rincón del mundo,cuando la fiesta hace años está concluidao frente a la guitarra de féminas caderasque sonó entonces pulsada por dedos febrilesy cuyas cuerdas estruja ahora no se sabe sin con rabia o con desprecio

Page 53: Escritos desde la Sala

Jesús Botero Restrepo / POESIA

53

el dedo único del viento, del viento perdido entre túneles interminables o prisionero simplemente del azar.

Los símbolos del banquete se resisten a morir, no así el protagonista, ¿Por qué?¿Será la calidad fútil de una mirada, del parpadeo de una estrella.de voraz orgasmo, lo único que concluye en sí mismo,que se cierra sobre sí mismo como un resorte ciego?¿Y Beethoven termina en Beethoven? ¿ Y la serenata? al final de la serenata?¿Y la tarde del sol, la playa, el bronce animado, el camino y la melancolíase borran siempre con la tinta de la noche o con el tímido avance del atardecer?

En cambio la piedra, el zapato, la corbata que se aflojó para el momento del éxtasis,la llave que dejó de usarse, el relicario y la luna sin miradas que la busquen con asombro,el tablón del náufrago, el silencio, el tren quito en la quita estación,el jet móvil que cayó en el bosque y la luz, todos vacíos.siguen reinando en un mundo hosco y extraño, opaco y deslustrado,como si el tiempo no existiera para ellos.

Mas a pesar de la quietud, el frío y la rabia inexpresada de las cosas supérstites o que sobrepasan la vida del hombrey de que éste o sus huesos podrían adosarse a ellas con algún amor por una eternidad,no hay por qué atenerse sino a esas dualidadesfugitivas del tiempo y el río(el tiempo que vuela y el río que corre desoladamente)en la luna y las fogatas ( la una que brilla y las otras que arden en las noches de un solo hombre)

Page 54: Escritos desde la Sala

POESIA / Jesús Botero Restrepo

54

del sonido y la furia que se producen cuando ese hombre siente que puede serdesalojado de su reino.

Porque la vida auténtica supera todas esas cosas que merodean en torno al sery que a ratos perecen vivir una vida sin orillas ni formasy ellas valen porque el hombre las quiso, porque las amó en una tardedesesperadamente,en una mañana habitual o porque las odió y las signó al fin con su olvido.Y los ávidos sentidos no enviarán más mensajes de ellas el cerebroy el cerebro mismo que una vez por lo menos creyó entender a Eliot o a Joycedescifrar a Ezra Pound o a Mallarmé, se habría vaciado en la tierra y su recipienteserá a su vez otra cosa más lanzada a una árida duración.

Dejémoslas entonces ahí en su esplendorosa resistencia, en su casi eterna inviolabilidad,en su quieto o móvil vivir estólido, en el ámbito difunto cargado de deseos incumplidossimbolizados en el roble que cae en medio de la tempestad y que correo la humedad y el viento.

O en la cápsula espacial guardada en el museo o en la pequeña cápsula que pulverizó los sueños de un hombreo en el aro esponsales o en la gloria herrumbrosa de la espaldao en la estatua donde se refugian las últimas golondrinas de cada verano.

Page 55: Escritos desde la Sala

Jorge Alberto Naranjo / POESIA

5555

Octúbridas*

Luz tempestaria,soplanares arduos,brumiones, brumas,vendales y húmides-así llegó hasta el final octubre-.

Aramas turbulentas, tórpidos.Len solanares,lum tempestánterosclinaba el rayo.Clangor lejano de la tromba plúmbea.

Los tempestantes expulsaban culmaspor sus bocas véndricas.Y poco a poco se fue nublando:nublar de nubes, neblar de niebla,nublos, neblinas y neblinares.

La lluvidera se encajó allá arriba.Después se vino por cascadas de aguae iban llegando con la llonorosataracatrones.

Y había en el fondo como un son quejoso.Se deformaban las acuotensasy las fibraba al pasar del viento.Serpiente véndrica furor de véndalissilbar y ul ules. Y juches, juches.Los soplanares arrastraron moles.

Luz tempestariavendal, brumiones.La clina estránsita sesgado el cielopreñado de húmides;Todos los seres de la tempestad

Se convocaron al final de octubre,y en la lluvideras y nubosariascayó su pena sobre el gayplanar.Se fue en las aguas del mes de octubre,se fue en las aguas, se perdió en el mar.

*Este poema se publicó en el N° 22 de este boletín, pero salió incompleto por razones ajenas a la voluntad. Nos resarcimos de ese error publicándolo en su integridad.

Page 56: Escritos desde la Sala

FOTOGRAFÍA / Pablo Guerrero

56

Club Fotográfico Medellín

Historia

A principios del año 1955 la Unesco, entidad dependiente de la ONU, creó la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina. Fundador y primer director fue el doctor Carlos Víctor Penna, quien desarrolló innumerables acti-vidades culturales y artísticas como actos inaugurales de la Biblioteca, entre los que sobresalió una exposi-ción de fotografía bajo la acertada dirección de un comité integrado por el Reverendo Padre Andrés Ri-pol O.S.B., don Joaquín Jaramillo Sierra, don Antonio García Her-nández y el doctor Gonzalo Restre-po Álvarez. A este acto se le dio el carácter de concurso instituyendo el

trofeo “Biblioteca Publica Piloto de Medellín” que se otorgaría cada año al ganador del primer puesto. La primera exposición se llevó a cabo en la Biblioteca a principios del mes de mayo con resultados sorpren-dentemente satisfactorios por la calidad de los múltiples y magnífi-cos trabajos que se presentaron. El jurado calificador estuvo integrado por el Padre Andrés Ripol, Joaquín Jaramillo y don Antonio García. El ganador del primer premio fue el ingeniero Julio Restrepo de León a quien se le asignó el trofeo elabo-rado en plata y diseñado por el ar-quitecto John Sierra R. el segundo premio lo obtuvo Colin Stanley y el tercero Pablo Guerrero.

Trofeo Club Fotográfico

Page 57: Escritos desde la Sala

Pablo Guerrero / FOTOGRAFÍA

57

El resultado tan grato de la exposición por el contenido de arte y cultura, sumando el fogoso entusiasmo de los participantes en las mismas, sembró la inquietud de crear un club fotográfico que recibió el nombre de Club Fotográfico Me-dellín (CFM) el día 15 de mayo del mismo año de 1955. Los socios fun-dadores fueron 25, a saber: Alberto Arango, Horacio Álvarez, José Ma-ría Betancur, Enrique Bial, Edwin Bridge, Luis E. Correa, Antonio García, Fernando Gómez, Pablo Guerrero, Raúl Isaza, Joaquín Ja-ramillo, Marco A. Lalinde, Juan G. Londoño, Bernardo Maya, Octavio León Mesa, Miguel A. Montealegre, Enrique Montoya de G., Samuel Piedrahita, Gonzalo Restrepo, Ál-varo Restrepo, Julio Restrepo, Car-los Restrepo, Enrique Rosenhain, John Sierra y José Tejada. Su pri-mer presidente, el doctor Gonzalo Restrepo Álvarez.

Desde aquel día hasta la fe-cha, 60 años, la actividad del Club ha sido permanente y siempre en grado ascendente. Algunos porme-nores: se han llevado a cabo reu-

niones semanales ininterrumpidas y siempre con denodado entusias-mo de donde han nacido ideas para concebir programas de gran interés: Concursos mensuales permanen-tes con temas dados. Tres Bienales en su primera década, 1960, 1963 y 1966 otorgando el Gran Trofeo CFM, ganadas en su orden por Gon-zalo Restrepo, Pablo Guerrero y Joaquín Jaramillo. Estas Bienales fueron exhibidas exitosamente en México, Perú, Brasil, Argentina y Canadá. Se han desarrollado expo-siciones públicas de carácter local y proyección regional y nacional. Han tenido lugar 30 Salones Colombia-nos de Fotografía y tres Bienales a partir de 1998 en el actual período. Las exposiciones públicas del Salón Colombiano se complementan con recorridos itinerantes en las princi-pales ciudades del país.

En el ámbito internacional el CFM ha tenido la iniciativa de promover su obra en el exterior y es considerado como el más importan-te aporte al desarrollo y difusión de la fotografía colombiana. Para ello suele atender invitaciones y parti-cipaciones en diferentes aconteci-mientos como competencias, con-venciones y exposiciones mundiales que tienen lugar en los cinco conti-nentes con resultados halagüeños como distinciones, premios, publi-caciones y reconocimientos de me-ritorias entidades fotográficas del

Brujería - Hernán Escobar

Bodegón - Edwin Bridge

Page 58: Escritos desde la Sala

FOTOGRAFÍA / Pablo Guerrero

58

mundo. Resaltan éxitos en Francia, Inglaterra, España, Suiza, Alema-nia, Austria, Argentina, Brasil, Ja-pón, China, Rusia, entre otros.

El CFM es considerado el decano de los clubes fotográficos de Colombia gracias a los méritos y programas anotados, pero no es menos valedera su dimensión in-ternacional que muchísimas satis-facciones le han deparado gracias a su afiliación a la Fédération inter-nationale de L’Art Photographique (FIAP).

La Federación Internacio-nal del Arte Fotográfico es un mo-vimiento nacido oficialmente en 1947, dirigido a mejorar las técnicas y elevar el estado de la fotografía a un común lazo cultural y artístico entre las naciones mediante el in-tercambio de ideas y contribuyendo con sus asociaciones internacionales a la paz del mundo.

El Congreso FIAP es el even-to más importante en su estructura teniendo lugar cada dos años y cada vez en un país diferente. La FIAP es manejada por una junta directiva o

Peregrino - Gonzalo Restrepo

Page 59: Escritos desde la Sala

Pablo Guerrero / FOTOGRAFÍA

59

directorio elegido por el Congreso y cada uno de sus funcionarios es ase-sorado por comisiones de especialis-tas en los diferentes campos.

Existen asociaciones afi-liadas en gran número de países y extendidas sobre ambos hemisfe-rios y se celebran reuniones repre-sentativas y cambios de puntos de vista en asambleas periódicas. La Federación organiza una exposición internacional Bienal y hace circular mensualmente boletines entre sus miembros. Estos boletines dirigen la atención hacia materias de inte-rés artístico y técnico en la prensa fotográfica y proporcionan a sus miembros informes regulares del trabajo de las ramas y comités.

Las copias del salón bie-nal circulan para su exhibición en las sociedades afiliadas de todo el mundo, con el objeto de permitir no solamente a los fotógrafos sino a todos los ciudadanos de cada na-ción conocer algo de las actividades de otras naciones, en un idioma vi-sual que pueden entender todos. La Federación publica un anuario de fotografías representativas que sin-tetizan la exposición bienal.

La FIAP fue fundada por el doctor Maurice Van de Wijer, belga, quien desde 1946 estableció lazos entre diferentes asociaciones fotográficas nacionales a través del mundo. El primer Congreso, acto oficial de la fundación de la FIAP, tuvo lugar en Berna, Suiza, en 1950, con la participación de 10 países. Los idiomas oficiales son el francés y el inglés, aunque sus textos tam-bién son traducidos al alemán y es-pañol.

La FIAP es una federación internacional cuyos afiliados son los miembros corrientes de las fe-deraciones nacionales de fotografía. Cuenta con más de 85 asociaciones nacionales de los cinco continentes y representa los beneficios de más de un millón de fotógrafos indivi-duales. La FIAP estimula en grado sumo la fotografía entre la juven-tud. También garantiza su patro-cinio o sus auspicios hacia eventos fotográficos internacionales. Sola-mente la aceptación en estos even-tos avala el otorgamiento de distin-ciones artísticas FIAP.

Los premios honoríficos FIAP son altamente apreciados

Paisaje - Juan Ernesto Correa

Page 60: Escritos desde la Sala

FOTOGRAFÍA / Pablo Guerrero

60

y deseados en todo el mundo. Los otorga a los fotógrafos que con su trabajo demuestren una excelente e impecable técnica y un altísimo nivel artístico. Confiere igualmente distinciones honoríficas o títulos a personalidades que, por su dedica-ción y entrega, hayan contribuido eficientemente a la influencia de la FIAP en el mundo y a la promoción del arte fotográfico. Es satisfacto-rio anotar aquí que tres miembros del CFM han sido distinguidos con títulos FIAP, a saber: Gonzalo Res-trepo Álvarez y Joaquín Jaramillo Sierra con el título Hon EFIAP, Honorable Excelencia FIAP, en gratitud a sus labores realizadas en desarrollo de la fotografía, y Pablo Guerrero con el título AFIAP, Ar-tista FIAP, en reconocimiento a sus esfuerzos y a su excelente trabajo fotográfico de meritorio valor artís-tico. Igualmente han recibido esta distinción Gloria Elena Restrepo y Carlos Arango.

La FIAP dispone de un im-portante patrimonio que es con-siderado como una gran fototeca que conserva y detalla las huellas

del arte fotográfico universal. Este patrimonio está dispuesto en el Mu-sée de L’Elysée, en Lausana, Suiza, que garantiza y enfatiza el archivo fotográfico FIAP. Este patrimonio pertenece en propiedad a la FIAP quien puede disponer de él en cual-quier momento. Ya son varios los socios del Club Fotográfico Medellín que con obras variadas han contri-buido a este patrimonio, cosa que de por sí enorgullece a sus autores y engrandece el prestigio del Club a nivel internacional y de esta manera determina el alto grado fotográfico que se cultiva en nuestra ciudad de Medellín.

La historia del Club Foto-gráfico Medellín es indudablemen-te muchísimo más extensa pero en aras a la brevedad de este espacio se ha extractado lo esencial con el ánimo de hacer un reconocimiento a la eficiente labor cultural y artística que la fotografía ha deparado a Me-dellín, a Antioquia y a Colombia, en sus 60 años de vida.

Pablo Guerrero, AFIAPMedellín 15 de mayo de 2015

Paraíso - Libertus Poling

Page 61: Escritos desde la Sala

Diego Molina / NARRATIVA

61

Venganza

Toma aire hasta donde el vo-lumen de sus pulmones se lo permi-te. Su asistente y esposa, da la señal y dos hombres corpulentos lo dejan caer en el tanque lleno de agua, cierran herméticamente la tapa de acero y un telón cae ante el público.

Tiene 60 segundos para esca-par. Comienza deshaciendo con los dientes una costura deliberadamen-te suelta de una manga de la camisa de fuerza. 50 segundos. Se libera un poco de la tensión. Con la mano de-recha busca en su cabeza, saca una pequeña llave y abre el candado que lo mantiene atado a las cadenas con pesas que lo hunden en el fondo del tanque. Falta de oxígeno. 30 segun-dos. De entre cada media obtiene

una llave con la que logra abrir los candados que mantienen unidas sus piernas. Es libre de moverse. Bur-bujas. 15 segundos. Se sumerge ha-cia el fondo, en la esquina inferior derecha se encuentra la llave con la que abrirá la puerta metálica. Bus-ca…14 segundos, 13 segundos, 10 segundos. Ella no pudo olvidarla, piensa.

Afuera, su asistente sonríe satisfecha y pide aplausos estri-dentes para el escapista. Adentro, mientras los segundos se escapan, 2,1,0. Houdini recuerda los ruidos de pasos y el viento colándose por una puerta entreabierta que sintió la noche anterior cuando se amaba con Marie.

Page 62: Escritos desde la Sala

MISCELÁNEA / La pipa del editor

62

¿Recuerdan las radionovelas?

Uno de los aciertos más agra-dables de la colección bibliográfica Bicentenario de Antioquia fue la edición del guion de la radionovela La secta de los estranguladores, de Alberto Upegui Benítez, realizada por el Fondo Editorial Universidad EAFIT, en 2012.

Al primer contacto, y con solo ojear y hojear las páginas con avi-dez, antes de intentar una lectura, este volumen me sumergió sin tran-sición en dos lugares situados muy atrás en el tiempo: mi casa y la de mi abuela materna, a mediados y fi-nes de los años 50 del siglo pasado. Y al mismo lugar en las dos casas: a la mesa del comedor, porque era allí donde más permanecían las ra-dios (mi madre la trasladaba en los días de planchado de ropa a la pie-cita casi que diminuta pero cálida, olorosa a ropa limpia y recién plan-chada).

Recuerdo que en otras casas permanecía en la sala, sobre una

mesita alta, arrimada contra una de las paredes, diferentes a la mesa de centro. En un viaje relámpago de la mente al pasado me vi sentado en un taburete, los codos en la mesa o con la cabeza apoyada en los brazos extendidos sobre ella, todo lo cerca posible al RCA Víctor, de pasta ma-rrón oscuro, de mi casa, o a la radio de colores blanco y negro de la casa de la abuela, y cuya marca he olvi-dado, siguiendo la aventura de una radionovela o de un serial de aven-turas con un ansia del mismo orden a aquella con la que devoraba las páginas de Peneca y las novelas de Emilio Salgari, Alejandro Dumas, Julio Verne o Xavier de Montepin.

Evoquemos títulos, que todo aquel que pase del sexto piso o haya ingresado al séptimo agrade-cerá que le recordemos. Renzo el gi-tano, Kabir el árabe, Las aventuras de Chang Li Po, Los tres Villalobos (me puedo dar el lujo de sacar del cubilete de mi memoria los nombres de su tres protagonistas: Rodolfo, Miguelón y Machito), Reportaje en Túnez y Las aventuras del capitán Silver (han llegado fácil el nombre del grumete, Paco, y el anuncio re-petido del capitán en todo progra-ma, como un cabezote: “Que zarpe La lobo de mar”). Pero hubo muchas más cuyos títulos fueron definitiva-mente al olvido. Lo que no sucedió con su fascinación, que sobrevive en mí como la espuma dorada de tardes y noches cercadas por el riesgo del aburrimiento, cuando cansado de leer y con los amigos desaparecidos de la calle, riesgo conjurado enton-ces con eficacia por el esplendor de la acción, el misterio, las intrigas, y el suspenso de esas aventuras radia-les. Pienso ahora que esas horas de radio las vivía, desde luego sin dar-

Page 63: Escritos desde la Sala

La pipa del editor / MISCELÁNEA

63

me cuenta, como una prolongación de mi pasión lectora.

Porque la imaginación no fun-cionaba menos que en la lectura de un libro: razón de la hermandad de sus placeres respectivos, esa sensa-ción inconsciente de que se trataba de lo mismo, en espacios diferentes pero contiguos: leer la aventura u oírla. Todo había que imaginarlo. La voz del narrador y los efectos sonoros con sus indicaciones sobre lugares, atmósferas y acontecimien-tos, y que precedían o acompaña-ban la acción y los diálogos de los personajes, cumplían con la misión, más que de ubicar al radioescucha, de ponerlo a soñar (hablo por mí) con lugares exóticos y aventuras que muy probablemente nunca co-noceríamos ni nos ocurrirían. Re-produzco una de las indicaciones escénicas que trae el guion de La secta de los estranguladores, particu-larmente jugosa:

Control: ruidos confusos corres-pondientes a una estación de fe-rrocarril, pitazos de trenes, rui-dos de estos cuando arrancan o llegan, voces de cargadores, “Al-cen ese bulto”, “Abran paso, por favor”, “Cuidado, hágase a un lado”. Gentes que se saludan: “Qué tal, amor mío”, “Cuanto tiempo sin verte”, “El carro no espera”,etc…, mezclados con gri-tos de vendedores: “¡Novedades! Excélsior”, “Edición de la tar-de”, “Última hora”, “¡Tacos de maíz! Los mejores”, “A los tacos de Nena”, Ándele, no más, arrí-mese”. Por último todo se calla y se siente el ruido de una ventani-lla de automóvil que se cierra y un carro que arranca. Mixer.

Bastaba un momento con voces y sonidos semejantes para echarme a volar. Cascos de caballos

a todo galope y balazos en Los tres Villalobos; la Lobo de mar rompien-do el oleaje en alta mar en medio de una tempestad que le hace difícil dar alcance a la barcaza en la que intentan escapar unos conspirado-res de nacionalidad indeterminada, pero en todo caso enemigos de la democracia, como lo ha constata-do por telégrafo el capitán Silver; el alboroto de una taberna portuaria a la que una pista ha conducido al sagaz y arriesgado detective chino Chang Li Po, que en el primer ins-tante trata de sobreponerse al bu-llicio de gritos, voces y brindis, al entrechocar de vasos, a la espesa nube de humo de los tabacos que enrarece todos los semblantes –lejos han quedado las sirenas de los bu-ques–, para constatar si se encuen-tra allí su sospechoso del momento. De todo esto y más hay sobreabun-dancia en La secta de los estrangu-ladores. Aventura, viajes por todas las latitudes del mundo, misterio, suspenso, magia, romances, cons-piraciones, emboscadas, raptos, asesinatos, y los ingredientes todos del folletín, raíz remota de este tipo de relatos, se mezclan en este guion hasta la truculencia más desborda-da. Porque se trataba de entretener, de sacarnos, como lo hacían los bue-nos novelistas que frecuentábamos, de la modestia y estrechez de nues-tra circunstancia, de la normalidad de nuestro horizonte.

Al publicar este guion en formato de libro, EAFIT ha hecho más que editar un libro, ha recupe-rado un fragmento de nuestro pasa-do y propuesto una tarea: rastrear esos guiones y editarlos. Son parte de nuestro pasado radial, litera-rio y de nuestro pasado de niños y hombres. Somos esas radionovelas como somos lis libros que leímos. Su poder de transportarlo a uno a ese pasado lejano les confiere cierta condición semejante a la de las án-

Page 64: Escritos desde la Sala

MISCELÁNEA / La pipa del editor

64

foras, botellas y lámparas de las Mil y Una Noches, que encierran espíri-tus dispuestos a salir de su encanta-miento para hacer de un momento anodino uno deslumbrante. Con esa actitud es que debe leerse este volu-men, no con la del dómine repleto de conocimientos literarios, incapaz de suprimir el mohín despectivo por considerar esto un bajo género po-pular.

También constituye esta edi-ción un homenaje a Alberto Upegui Benítez, una de las personalidades más vigorosas y multifacéticas de la brillante generación de escritores antioqueños que incluye a: Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saave-dra, Gonzalo Cadavid Uribe, Jesús Botero Restrepo, Mario Escobar Velásquez, Alberto Aguirre, Uriel Ospina, Jaime Sanín Echeverri, Regina Mejía de Gaviria, Pilarica Alvear Sanín, Ignacio Isaza, Don Upo, María Helena Uribe de Estra-da (recientemente fallecida), gene-ración de la que sobreviven Rocío Vélez de Piedrahíta y Óscar Her-nández. Alberto Upegui Benítez fue un sol muy particular de esa ge-neración. Su incontenible personali-dad proteica lo condujo a trabajar en muchos filones. Bibliotecario, profesor de literatura, periodista, editor, traductor, columnista, libre-tista y director radial. Un queha-cer tan amplio –aunque conectado todo a su condición de hombre de la cultura– dio como resultado que

mucha de su obra no fuera recogi-da en libros y viva la condena de la dispersión de las publicaciones pe-riódicas. Afortunadamente, fuera de quienes aún lo recuerdan y ad-miran, dejó un doliente, su hija, Lía Cristina Upegui, que conservó su archivo y biblioteca, y tuvo el acier-to de cederlo a la biblioteca de EA-FIT, donde no solo se custodia ese legado, sino que se difunde, como lo muestra esta edición de La secta de los estranguladores.

Previamente al guion que hemos reseñado, apareció en 2010, auspiciada por su hija y diseñada e impresa en Editorial Artes y Letras S.A.S., una cuidadosa y magnífica compilación de escritos suyos, muy bien editada, y que ofrece un pano-rama bastante completo de la am-plitud de sus intereses intelectuales. Edición que se debe y puede tomar como un primer paso muy sólido en la tarea, que es de todos, de resti-tuir esta figura fecundante de nues-tra cultura al lugar que le corres-ponde. A quienes nos levantamos como lectores en la sobreabundan-cia de acción, intriga y misterio de los clásicos del género del siglo XIX ya citados, en las radionovelas que ofrecían lo mismo, y que posterior-mente nos sumergimos en la nove-la negra, se nos hace agua la boca esperando ver editados o reeditados títulos de Alberto Upegui Benítez como El misterio de la casa siniestra o Los crímenes del sótano.

Page 65: Escritos desde la Sala

La pipa del editor / MISCELÁNEA

65

Don Pastor, de Envigado

Durante mi niñez y juven-tud en Envigado, decir “Don Pas-tor” era sinónimo de nombrar a Pastor Garcés. El segundo apellido, Londoño, no aparecía en los regis-tros del habla popular, que recuer-de. Pero el “Don” que antecedía al nombre no faltaba, hacía parte de éste porque implicaba un reco-nocimiento, un reconocimiento de señorío, un eco de la acepción anti-gua de la palabra latina Dominus: señor.

De baja estatura, menudo, de movimientos vivos y nerviosos. Pero aun visto desde lejos, irra-diaba una energía que hacía olvi-dar esa condición física. Vestía con atildamiento, de saco y pantalón de paño, camisa de manga larga y corbata. No lo recuerdo de sombre-ro, un aditamento de la vestimenta masculina que ya tendía a desapa-recer por esos años de fines de los 50 y los 60 del siglo XX.

Tenía un almacén, el Alma-cén Ideal, y con su esposa Lucelly Sierra tuvo y crió una familia nu-merosa, diez hijos. Pero si su vida se hubiera limitado a estos dos componentes, eso no lo habría des-tacado del promedio de destinos normales que cumplen con la ley natural: nacer, crecer, reproducirse y morir. Y no se le recordaría como se le recuerda, por su familia y más allá de ella, por los envigadeños de entonces, los que hacemos parte de

lo que he llamado en otros textos, “el Envigado profundo”, y con esa expresión aludo a los que no nos arrasó la hojarasca del dinero fácil por encima de lo que fuera, inclu-yendo el respeto por la vida. Venía-mos de otros lugares espirituales, de unas tradiciones que aguanta-ron, que resistieron con eficacia y en silencio.

Ese “Envigado profundo” recuerda a don Pastor porque fue un buen padre de familia y un co-merciante honrado, y eso bastaría para hacerlo con aprecio, para jus-tificar su existencia ante los demás. Ser un buen hombre es ya gran cosa. Pero lo recuerda por mucho más que eso. Lo que no tuvo en ta-lla física lo suplió más que sobra-damente con dos componentes de su ser de los que estuvo dotado de una manera más que generosa: la bondad y una energía de hacedor de bien y de belleza que no le dio respiro. En él se cumplió de manera cabal aquel pensamiento del escri-tor francés Gaston Bachelard: “La única plenitud del hombre es traba-jar hasta el último aliento de vida”. Trabajar, desde luego, en la línea del bien y la belleza. ¿Qué otra cosa hizo Don Pastor día a día?

Que esto que digo son más que frases de alcance exclusiva-mente personal, lo demuestra un reciente hecho cultural muy signi-ficativo: la presentación del libro Tras la senda de Pastor, en el Centro Cultural Débora Arango, en Envi-gado, el día 26 de noviembre, edi-ción a cargo de sus hijos y diseñada e impresa por Ediciones Mi Libro. Sus descendientes quisieron cele-brar de esa manera el centenario de su nacimiento. Es una edición muy bien concebida, estructurada y rea-lizada. Esta última frase quiere de-cir que el libro es un prisma donde

Don PASTOR

Page 66: Escritos desde la Sala

MISCELÁNEA / La pipa del editor

66

se recogen las facetas fundamenta-les que nuclearon la existencia de Pastor Garcés Londoño (Envigado, 1915 – 1979). El hombre de fami-lia, el hombre cívico, el periodista, el tertuliante, el escritor de cartas, el amigo, el hombre de fe religiosa, el poeta.

Perteneció a la Sociedad de Mejoras Públicas de Envigado, de la que fue presidente por un perío-do, y a la que siguió perteneciendo siempre. Hizo parte de la Sociedad San Vicente de Paúl, también hasta el fin de su vida; la huella más des-tacada de su paso por esa Sociedad fue la erección del Barrio Pío XII (por este y otros logros, en 1977 fue nombrado Presidente Honorario de la Sociedad San Vicente de Paúl de Colombia). La Sociedad Jesús de la Buena Esperanza supo tam-bién de su participación. En la ac-tividad de las tres daba salida a su conciencia ciudadana (en el sentido antiguo de la palabra “civitas”, el hombre consciente de pertenecer a una ciudad y obligado por eso a contribuir con el mejoramiento de la vida colectiva), a trabajar por un Envigado mejor para todos, y a su caridad de sello cristiano, que lo obligaba a darle la mano con ale-gría y decisión a los más pobres. Para un cristiano de su clase, serlo era más que ir a misa. Dicho con más claridad: para él no era basta-ba con pertenecer solo a la Socie-dad de Mejoras Públicas. Fue un escritor de cartas, esa costumbre aniquilada hoy por el correo electrónico. En esas car-tas confluían o se expresaban va-rias facetas de lo que para él cons-tituía plenitud de vínculo con los seres y las cosas entre los que vivía: su familia (el amor a su esposa re-quiere mención aparte), los amigos, los problemas múltiples de la vida ciudadana que requerían ajustes o correcciones (la formas de la publi-cidad comercial, los salarios de los trabajadores, el papeleo impues-

to a padres de familia e hijos para aceptarlos en colegios y escuelas, el estado de calles y fachadas en su pueblo, valorización y avalúo catastral, los absurdos del siste-ma carcelario, el castigo para las faltas de los niños, el horario noc-turno de los cafés, la tramitología y el papeleo, la burocracia, los sa-larios de “los padres de la patria”, etc.). Esta última correspondencia tuvo salida en la sección “Cartas al Director”, del periódico El Colom-biano. En un lenguaje directo pero elegante y respetuoso, manifestaba sus opiniones sobre esos asuntos con un sentido común sobresalien-te y una independencia de criterio que mostraban el ideario personal de un hombre libre.

En la correspondencia fa-miliar hay una carta conmovedora, que, como dice la frase de cajón, lo pinta de cuerpo entero (página 44 del libro). Próximo a someterse a una operación que ha ocultado a los suyos hasta lo último, se despide porque es una operación riesgosa. Es una página y media admirable. No sabe uno con qué maravillarse más, si con el mucho amor por los suyos, la delicadeza en el trato para con ellos, o con la resignación ale-gre para esperar la posibilidad de la muerte, resignación resultado de una fe religiosa que lo abroquela contra toda debilidad y toda duda. Y esto no es una retórica. Lean esa carta.

Las misivas y poemas dirigi-dos a su esposa necesitan mención aparte porque son manifestación de algo que no es común: continuó tratándola siempre como si fuera novia, sin que perdiera ante él y los demás estatuto de esposa. Rehuyó el lugar común machista de ence-rrarla en la casa y rutinizar el vín-culo, lo que conduce directa y muy prontamente a la extinción del sen-timiento. Hasta el final le cantó y agradeció como si estuviera en la fase del cortejo inicial. Celebraba

Page 67: Escritos desde la Sala

La pipa del editor / MISCELÁNEA

67

los aniversarios de matrimonio con poemas o cartas que no dejaban de acompañar el festejo familiar. De paso, eso demostraba que para él la escritura era parte consustancial de la vida, debía acompañarla y fijar-la, darle perennidad. El libro cuen-ta, y este es un dato muy significa-tivo de lo que decimos, que aun ya en la madurez de sus vidas, atentos al nada fácil asunto de velar por diez hijos, vinculado don Pastor a tanta actividad, que, como todos sabemos, se desglosan en minucias incontables, no dejó de invitarla los miércoles a comer, y solos. La cortejaba. Le hacía zancadilla a la rutina. Por eso su amor por ella irradia en esas páginas esa frescura de los noviazgos de antes, cuando había romance.

“Los hombres de la tinta” llama bellamente Carpentier a es-critores, editores, impresores, libre-ros, periodistas. Don Pastor per-teneció también a esa logia en sus variantes de poeta, escritor de te-mas diversos, colaborador, funda-dor y director de periódicos, especí-ficamente de Expresión, el periódico que fundó en 1959 y que alcanzó la entrega N° 50, meta explícita desde antes que saliera el primer número. Fue un periódico apolítico, cívico, cultural y exaltador de los valores cristianos y humanos del munici-pio, la región, el país y el mundo. El periódico da cuenta de la persona-lidad múltiple de su fundador y di-rector, y es un capítulo importante en la historia del periodismo envi-gadeño. Desde sus páginas se ade-lantaron campañas por el bienestar de sus conciudadanos en todos los órdenes, con un espíritu crítico, gran sentido común y respeto por el otro. Nada que apuntara al bien, a una vida sobre bases racionales, podía ser extraño en sus páginas.

Si se acerca la lupa a ese pe-riódico, llama la atención la gran capacidad de convocatoria de su

director, y el apoyo que obtuvo de personalidades muy disímiles entre sí, y de contera muestra cómo esos personajes no llevaban sus diferen-cias a la negación de todo valor en el otro –¡qué distancia con los tiem-pos que corren!–. Dos ejemplos de mucho significado: se da cabida a una carta de Fernando González en la que propone una segunda edición de la Monografía de Envigado, de don Sacramento Garcés, y que no se había vuelto a editar desde su pri-mera edición, en 1930, y cuyo autor aún vivía y hacía parte del Comité Editorial del periódico. A una apre-ciación superficial se podría pensar que era casi un contrasentido que un pensador de la talla del “Brujo de Otraparte”, reconocido nacional e internacionalmente, no mirara por encima del hombro una obra tan modesta como la monografía de un municipio (y le hicieron caso, porque en 1965 salió la segunda edición). El otro ejemplo tiene que ver con la pertenencia de Hernando Garcés Uribe al equipo del perió-dico. Como hombre y como poeta llevaba una vida y adelantaba una obra de muy distinto orden a la de don Pastor, tan hogareña y tan en la órbita de la fe cristiana su poesía. Don Hernando (sobre quien escribí y publiqué en el suplemento lite-rario de El Colombiano hace unos años un texto titulado “La tiza, la copa, la poesía”, como parte de una serie titulada Cartones enviga-deños), desde luego, recibía las pre-ferencias de admiración respetuosa y distante de muchacho ya muy lector y que emborronaba en secre-to sus primeros poemas, ingenuos y malos. Don Hernando, bohemio y copisolero (era común verlo solo, al pie de un mostrador, la copa a un lado, el semblante abstraído), escribía y publicaba poemas en la órbita de sus admirados poetas malditos: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, en la del sen-sual y sombrío D’Annunzio, tam-

Page 68: Escritos desde la Sala

MISCELÁNEA / La pipa del editor

68

bién en la del melancólico Silva; más que suficiente, pues, para ga-nar mis preferencias de muchacho literato (y futbolista y ajedrecista también, afortunadamente). Tanto que sus facetas otras de maestro de escuela y colaborador de la revista de la empresa Coltejer, Lanzadera, donde publicaba páginas de humor y notas de correcciones idiomáti-cas, poco o nada contaban para mí (ahora las valoro mucho).

Pero como dice la frase de ca-jón: “Los años no pasan en vano”. Sigo admirando a don Hernando, siendo solidario con su quehacer poético y existencial. Pero en mi horizonte cabe la admiración por la existencia de don Pastor, y en el caso de que hablo, porque no viera inconveniente alguno en darle cabi-da en su periódico a aquel hombre tan diferente a él en los órdenes de la vida y la poesía. Sin mohines ni reservas trabajaron juntos: los aco-gía el horizonte común y superior de la cultura, utilizada aquí la pa-labra en su sentido más amplio de plenitud de vida y de vida civiliza-da. Don Pastor admitía la diferen-cia como componente enriquece-dor, como humanidad integradora. Y este libro que se acaba de presentar en su tierra, En la senda de Pastor, debe su acierto, es decir, su poder de crear interés y admi-ración en esa vida, a su condición de prisma que cuenta y canta las facetas todas que la hicieron, a no callar ninguna, a haber dejado que, en mucho, don Pastor se dijera des-de sus propias palabras (cuya lite-ralidad se respetó por completo) y su quehacer múltiple. Un prisma con un eje: el definido por el sacer-dote envigadeño Alberto Restrepo González en las palabras liminares, cuando dice que lo central en don Pastor fue su condición de hombre bueno. Palabras certeras. Solo que esa bondad, como hemos visto, re-basaba lo que en el lenguaje común se conoce por tal. Y aquí le tengo

una sorpresa al lector de esta nota, quien hasta ahora podía creer que leía una reseña convencional. No he hablado del poeta. Escribió versos hábilmente escritos e hilvanados, y también verdadera poesía, aque-llos poemas donde discurre una auténtica emoción del mundo, una conmoción ante las honduras de la existencia, ante el dolor y la pena, y también ante las epifanías que se le dan al hombre. El buen lector sa-brá cuáles son esos poemas. Y esta corriente de verdadera poesía se conecta con la totalidad de su vida porque es la fuente del amor, el en-tusiasmo y la generosidad con las que la asumió. Es por eso la estela de su existencia toda su mejor, su verdadero, su gran poema. La que adquirió la expresión versificada es una derivación de ese poema cen-tral que fue su quehacer total, su ser. No hay otra manera de mirarlo. Porque…

don Pastor pertenecía a esa clase de hombres que fueron definidos muy bien, y casi que con las mis-mas palabras (lo que no puede ser coincidencia) desde dos lugares tan asombrosamente distantes como lo son un gran jugador de fútbol, Ga-rrincha, el eximio puntero derecho del fútbol brasileño, y la gran escri-tora Marguerite Yourcenar. En una entrevista famosa, concedida a Ál-varo Cepeda Samudio, Garrincha le dijo: “Yo vivo la vida, no dejo que ella me viva a mí”. Y la escritora anotó en la entrevista recogida en el libro Con los ojos abiertos: “Hay dos clases de personas. Aquellas que vienen al mundo y despliegan todas sus potencialidades. El resto es car-ne de cementerio”. Sobra especificar a qué franja de las aquí resumidas perteneció don Pastor. En esta pá-gina no hemos hecho otra cosa que decirlo, que desplegarlo, y con mu-cha admiración y reconocimiento por esa vida, y con amor por el “En-vigado profundo”.

Page 69: Escritos desde la Sala

DEMOPAZ / Gloria Inés Palomino Londoño

69

DEMOPAZ

Carlos Gaviria

El pasado 27 de agosto en ho-menaje que se realizó, en la bpp, en memoria de Carlos Gaviria Díaz re-cibimos agradecimiento de DEMO-PAZ a la Biblioteca Pública Piloto.

El pergamino de reconocimien-to fue redactado por el Presidente de esta Fundación y allí consignó su última firma oficial; así lo explicó su esposa María Cristina Gómez de Gaviria.

El acto de entrega previsto para el mes de marzo fue aplazado en su momento y por ello se realizó en la fecha antes mencionada.

La Cátedra DEMOPAZ (2011 -2015) nos dio la oportunidad de escuchar importantes planteamien-tos a cargo de: Carlos Gaviria Díaz, Rodolfo Arango, Germán Umaña Mendoza, Tulio E. Chinchilla, Al-fredo Molano, Héctor Abad Facilo-lince, Marco Palacios Rozo, Cecilia Orozco Tascón, Ana María Cano, Héctor Rincón, Germán Castro Caicedo, María Jimena Duzán,

Ramiro Bejarano, Alfonso Gómez Méndez, Fernán González, Eduar-do Montealegre, Nicanor Restrepo Santamaría, entre otros y el regis-tro de las diferentes intervenciones, está disponible en el sitio Web de la bpp.

De parte de la bpp expresamos nuestra gratitud y reconocimien-to a DEMOPAZ por la importante tarea que ha venido adelantando en estos años, propiciando una re-flexión profunda sobre los temas coyunturales de nuestro país y acer-cando a quienes han tenido la opor-tunidad de asistir, a estudiar los planteamientos para la democracia y la paz.

Atentamente,

GLORIA INÉS PALOMINO LONDOÑO

Directora General

Page 70: Escritos desde la Sala

Gloria Inés Palomino Londoño / DEMOPAZ

70

Reconocimiento de la Fundación Demopaz a la Biblioteca Pública Piloto. Marzo de 2015

Page 71: Escritos desde la Sala

71

Últimas publicaciones del Fondo Editorial Biblioteca Pública Piloto 2015

Volumen 150

Volumen 148Volumen 147

Volumen 149

Page 72: Escritos desde la Sala