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Guillermo Niño de Guzmán (Lima, 1955) En la más pura tradición fundada por Ribeyro, Guillermo Niño de Guzmán se define como “cuentista”, más que como narrador, y es reconocido por la minuciosa dedicación con que pule sus trabajos, lo cual ha condicionado que sus publicaciones no sean tan numerosas como las de otros escritores. También periodista, ha sido corresponsal de guerra en Bosnia (1994) y en el frente de la guerra peruano-ecuatoriana en 1995, con lo que su narrativa adquiere una experiencia de primera mano, como puede verse en su cuento “Las primeras luces” , basado precisamente en los hechos de la guerra con Ecuador Pilar Dughi (Lima, 1956-2006) Nació en Lima y estudió literatura y psiquiatría en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad de París. Dedicó su vida a las letras, a la medicina psiquiátrica y a la defensa de los derechos de la mujer. Fue directora de la Asociación Civil Manuela Ramos y miembro del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. Su sorpresivo fallecimiento en marzo de 2006 dejó trunca una obra literaria caracterizada por su diversidad técnica y temática, y su compromiso con la defensa de los derechos humanos, especialmente desde la perspectiva de género. Su cuento “El cazador” , es una dramática reconstrucción del terror por el que atravesaron miles de comunidades de la selva y los Andes durante la época de la violencia Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994) Ribeyro representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño. Quién sabe cuánto le debemos por dejarnos entender nuestra propia forma de ser. Aunque escribió también novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título “La palabra del mudo”, de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en sus Prosas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna “patria” literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario “Decálogo” para quienes escriben cuentos:

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Page 1: EscritoRes

Guillermo Niño de Guzmán (Lima, 1955)

En la más pura tradición fundada por Ribeyro, Guillermo Niño de Guzmán se define como “cuentista”, más que como narrador, y es reconocido por la minuciosa dedicación con que pule sus trabajos, lo cual ha condicionado que sus publicaciones no sean tan numerosas como las de otros escritores. También periodista, ha sido corresponsal de guerra en Bosnia (1994) y en el frente de la guerra peruano-ecuatoriana en 1995, con lo que su narrativa adquiere una experiencia de primera mano, como puede verse en su cuento “Las primeras luces”, basado precisamente en los hechos de la guerra con Ecuador

Pilar Dughi (Lima, 1956-2006)

Nació en Lima y estudió literatura y psiquiatría en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad de París. Dedicó su vida a las letras, a la medicina psiquiátrica y a la defensa de los derechos de la mujer. Fue directora de la Asociación Civil Manuela Ramos y miembro del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. Su sorpresivo fallecimiento en marzo de 2006 dejó trunca una obra literaria caracterizada por su diversidad técnica y temática, y su compromiso con la defensa de los derechos humanos, especialmente desde la perspectiva de género. Su cuento “El cazador”, es una dramática reconstrucción del terror por el que atravesaron miles de comunidades de la selva y los Andes durante la época de la violencia

Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994)

Ribeyro representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño. Quién sabe cuánto le debemos por dejarnos entender nuestra propia forma de ser. Aunque escribió también novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título “La palabra del mudo”, de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en sus Prosas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna “patria” literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario “Decálogo” para quienes escriben cuentos:

1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.

2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.

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4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.

5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.6. El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos,

etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que

pone en juego su destino.9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.10.El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el

desenlace es que el cuento ha fallado.

Cerraba este decálogo con la ironía que caracterizó a su obra: “La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo”.

Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936)

Al igual que con Arguedas (con quien además el Nobel ha mantenido un diálogo en permanente conflicto, llegando a considerársele como un conflicto con “la sombra del padre”), de la obra de Vargas Llosa es la novelística lo más relevante, siendo uno de los más importantes exponentes de la llamada “novela total”, aquella que es capaz de construir un universo entero y autosuficiente. Sin embargo, hay entre sus cuentos verdaderas joyas en las que se puede observar la maestría de un autor ejemplar en cuanto al método de escritura, la construcción de la trama, la descripción de situaciones psicológicas, los conflictos humanos…

Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939)

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En el caso de Bryce estamos ante un autor que, a través de la ironía y el humor, nos lleva a las profundidades más insospechadas de la naturaleza humana. Han sido también sus novelas lo que más reconocimiento le ha brindado, pero sus cuentos son verdaderas obras maestras del arte del relato breve. Si Un mundo para Julius, su más famosa novela, puede llevarnos a las lágrimas desde la mirada de ese niño sensible que observa los contrastes de la riqueza y la pobreza, del amor y la injusticia, los relatos reunidos en La felicidad ja ja nos llevan de paseo por el conflicto humano de una forma hilarante gracias a lo que se ha llamado su “oralidad”: una capacidad extraordinaria de narrar como si hablara; de escribir como si pudiera hacernos escuchar más que leer a sus personajes.Estas son las lecturas para esta semana:

Julio Ramón Ribeyro, “Los huaqueros”: blog y PDF Julio Ramón Ribeyro, “Alienación”: blog y PDF. Mario Vargas Llosa, “Día domingo”: blog y PDF Alfredo Bryce Echenique, “Anorexia y tijerita”: