epistemologia para una csi

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1 EPISTEMOLOGÍA PARA UNA COMUNIDAD SOCIAL DE INVESTIGACIÓN LA INVESTIGACIÓN DE LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS DESDE UN ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA F. A. Martínez Salvá Unidad de Investigación Centrada en la Persona Universitat de València Borrador de trabajo para las II as Jornadas Nacionales De Creación de una Comunidad Social de Investigación. Valencia, 2 y 3 de diciembre de 2005 “Lo que determina el rumbo de la nave no es la dirección del viento, sino la posición de la vela. Así también lo que decide el éxito de la vida no son las circunstancias externas sino la actitud del corazón” E. Chaij PRESENTACIÓN La configuración de nuevos equipos de investigación constituye un momento adecuado para establecer explícitamente la fundamentación epistemológica desde la que se va a investigar. De esta manera, no solamente se avanza en la constitución y coherencia del equipo investigador, sino que se pueden incorporar las aportaciones más recientes y de más interés en estas prácticas. El punto de partida que unió a las personas que conformamos este equipo de investigación lo constituye una amplia etiqueta que ya nos sitúa en unas determinadas coordenadas epistemológicas: el Enfoque Centrado en la Persona (ECP). Sin embargo, esto no es suficiente, este enfoque, que nace dentro del paradigma interpretativo comparte con él unos determinados presupuestos teóricos, pero no todos; e, igualmente,

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Lectura 3 del curso #7: 'Intervencion Educativa para la felicidad de las personas mayores' considerado dentro del plan de estudios del Master en Master en Psicología de la Educación y Desarrollo Humano en Contextos Multiculturales del Instituto CREA y la Universidad de Valencia

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EPISTEMOLOGÍA PARA UNA COMUNIDAD SOCIAL DE INVESTIGACIÓN

LA INVESTIGACIÓN DE LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS

DESDE UN ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA

F. A. Martínez Salvá Unidad de Investigación Centrada en la Persona

Universitat de València

Borrador de trabajo para las IIas Jornadas Nacionales De Creación de una Comunidad Social de Investigación.

Valencia, 2 y 3 de diciembre de 2005

“Lo que determina el rumbo de la nave no es la dirección del viento,

sino la posición de la vela. Así también

lo que decide el éxito de la vida no son las circunstancias externas

sino la actitud del corazón” E. Chaij

PRESENTACIÓN La configuración de nuevos equipos de investigación constituye un momento adecuado para establecer explícitamente la fundamentación epistemológica desde la que se va a investigar. De esta manera, no solamente se avanza en la constitución y coherencia del equipo investigador, sino que se pueden incorporar las aportaciones más recientes y de más interés en estas prácticas. El punto de partida que unió a las personas que conformamos este equipo de investigación lo constituye una amplia etiqueta que ya nos sitúa en unas determinadas coordenadas epistemológicas: el Enfoque Centrado en la Persona (ECP). Sin embargo, esto no es suficiente, este enfoque, que nace dentro del paradigma interpretativo comparte con él unos determinados presupuestos teóricos, pero no todos; e, igualmente,

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dentro de él existen distintas prácticas investigadoras que, además, requieren una atenta revisión y actualización. Por todo ello, vamos a empezar a explicitar, de forma sintética, los presupuestos epistemológicos que constituyen nuestro punto de partida para poder compartirlos y revisarlos progresivamente. Empezamos así una tarea que entendemos ha de ser continua. Esta revisión no la planteamos únicamente de forma teórica, sino que también la queremos experimentar de forma práctica. Por ello, en el pasado mes de octubre acordamos, conjuntamente con la Asociación Universitaria, la creación de una Comunidad Social de Investigación (CSI) que permita comprobar la idoneidad de nuestros posicionamientos epistemológicos. Los dos primeros criterios que queremos aplicar en la CSI son los del diálogo y el cuidado. En próximas acciones exploraremos otros criterios que pueden enriquecer la investigación en resolución de conflictos. 1. DE LA EXPLICACIÓN OBJETIVA DEL MUNDO A LA DESCRIPCIÓN DE LOS MUNDOS PERCIBIDOS Y AL CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD En función de las premisas que se asuman sobre el mundo se asignará a la ciencia uno u otro papel. En este apartado presentamos aquellas que nos parecen más determinantes en la configuración de nuestro punto de vista epistemológico para investigar la resolución de conflictos. El mundo investigado por las ciencias sociales y humanas no se limita a los seres humanos en interacción entre ellos, sino que también incorpora como un elemento más de estas interacciones a la naturaleza. El medio natural constituye el medio en el que se producen las interacciones y, a su vez, interactúa con todos nosotros. Forma parte, sistémicamente, de nuestro sistema humano y social. Participa de nuestras conversaciones, tiene su voz y nos da sus mensajes a la vez que recibe los nuestros sin distorsiones de ningún tipo. Nuestro mundo, social y natural, no se asemeja a una máquina que sigue mecánicamente unas directrices pre-establecidas. De hecho, ni siquiera las máquinas del mundo natural se comportan así. En nuestro mundo las interacciones humanas obedecen a la voluntad de las personas participantes. Su libertad permite siempre elegir entre distintas opciones. Desafortunadamente, no disponemos hoy en día de las condiciones necesarias para hacer un uso pleno de nuestra libertad, pero aún así, no podemos decir que nuestro mundo social-humano-natural siga leyes que ignoren la libertad de las personas participantes. Así pues, no nos encontramos ante un mundo objetivo que explicar mediante leyes que puedan permitir la predicción y su control. Más bien, nos encontramos ante un mundo configurado por las voluntades presentes. La configuración del mundo que realizamos se fundamenta en nuestra subjetividad. La “realidad” que percibimos es una interpretación basada en nuestra subjetividad. Los

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significados que atribuimos a los objetos, situaciones, etc. los construimos cada uno de nosotros desde nuestros aprendizajes previos. Para cada uno de nosotros no existe “el mundo”, sino “mi mundo percibido”. Nuestras interacciones se dan desde construcciones personales de mundos personales, aunque nuestro carácter social, por nuestra propia configuración en un medio social, genera configuraciones personales del mundo que son, también, sociales, compartidas con otras personas. Desde estas premisas concluimos que la ciencia no puede aspirar a obtener las cualidades objetivas del mundo social-humano-natural sino descubrir las interpretaciones personales y sociales que configuran este mundo, este conjunto de mundos personales y sociales. Este conjunto de mundos que tenemos es fruto de nuestras interpretaciones. Con otras interpretaciones y haciendo uso de nuestra libertad, percibiremos otros mundos. Una característica fundamental de los mundos interpretados es que las diversas interpretaciones producen conflicto y con él se genera sufrimiento. Se trate del perceptor del mundo de que se trate, sus percepciones (descriptivas, explicativas, vivenciadas...) no suelen estar exentas de un mayor o menor conflicto con los demás o consigo mismo y el consiguiente sufrimiento. Aquí, la ciencia ya puede proponerse un objetivo: encontrar interpretaciones de la vida que no produzcan conflictos ni sufrimiento de ningún tipo. La posibilidad anterior puede apoyarse en nuevos hallazgos científicos que apuntan nuevas visiones de la realidad que pueden permitir la superación del conflicto. Y es que el hecho de que estemos percibiendo mundos interpretados con conflictos, no significa que tenga que ser necesariamente así, que no pueda existir una realidad que esté detrás de todas las interpretaciones y que tenga principios que excluyan el conflicto. Aludimos con ello a las últimas aportaciones de las ciencias emergentes: física cuántica, teoría del caos, biología molecular, etc. La realidad que se está empezando a conocer muestra principios como el de incertidumbre, el de complementariedad, los de los atractores, los de los fractales, la auto-organización, etc. Estos nuevos principios, que empiezan a superar la explicación de los clásicos, nos van aportando detalles de lo que es realmente este mundo. Sin embargo, sus aportaciones todavía no han podido ser suficientemente desarrolladas ni integradas para este posicionamiento epistemológico. Se atenderán sus aportaciones conforme se desarrolle esta iniciativa con la esperanza de que aporten claridad sobre la naturaleza real del mundo social-humano-natural y sobre cuales son, en consecuencia, los supuestos errados que desvirtúan nuestra existencia mediante el conflicto y, en nuestro caso, que desvirtúan también nuestro quehacer científico. 2. LA VALIDACIÓN CIENTÍFICA DE CONOCIMIENTOS Y ACCIONES. En el proceso de validar científicamente diferenciamos dos cuestiones distintas: si los conocimientos obtenidos sobre la realidad son verdaderos y si los conocimientos obtenidos han cumplido los criterios científicos que establecen su validez. Si un conocimiento es verdadero, entonces se ha de cumplir siempre. Con esta condición advertimos qué pocos conocimientos científicos se pueden asegurar que son verdaderos.

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Sin embargo, sí que disponemos de numerosos conocimientos científicamente validados porque reúnen unos determinados requisitos epistemológicos y metodológicos que los hacen aceptables por alguna comunidad científica determinada. Creemos que verdad y validez científica han de converger finalmente. Actualmente, distintos criterios epistemológicos de validez científica producen distintas aproximaciones a la verdad, o dicho de otra forma, todavía producen conocimientos parciales, incompletos. Los conocimientos válidos científicamente, ya no pueden ser caracterizados con la lógica clásica que interpretaba un mundo objetivo externo a los observadores, sino que ha de reconocer los procesos interpretativos de los perceptores y tratar de trascenderlos para encontrar la realidad que se encuentra subyacente. Sin saber actualmente suficientemente sobre ella, al menos, sí que podemos ir incorporando aquellos aspectos que van caracterizando el conocimiento de excelencia, la sabiduría. Ella, entre otras características, nos permite apreciar el papel de la subjetividad, de los sentimientos, acepta la incertidumbre, la relatividad de los puntos de vista sobre el mundo, la complementariedad de las percepciones, la interconexión existente entre los fenómenos... En definitiva, que, igualmente, la ciencia, como productora de conocimiento, también ha de ser sabia, también ha de incorporar en su quehacer las características de la sabiduría y superar la visión de la racionalidad empírica-instrumental y aceptar nuevos criterios epistemológicos con los que validar conocimientos y acciones. Dos criterios procedimentales que permiten esta sabiduría en la ciencia son, a nuestro modo de entender, el diálogo y el cuidado. EPISTEMOLOGÍA DEL DIÁLOGO Desde una cosmovisión del mundo como lugar de encuentro de seres humanos con diferentes interpretaciones sobre él, y consiguientes enriquecimientos y enfrentamientos, podemos optar por aceptar lo valioso de la diversidad de versiones sobre la realidad y promover aquellas perspectivas que permitan una convivencia en paz. Posiblemente, estas interpretaciones no nos generen una convivencia en paz plena hasta que no encontremos el conocimiento completo de lo real, pero con ellas podemos seguir avanzando hacia él. En este camino de interpretaciones hacia la paz plena, la comunicación entre las partes en interacción es imprescindible y, por ello, el diálogo tiene un papel fundamental. Así pues, la perspectiva comunicativa llega a fundamentar en él la validez del conocimiento. El diálogo se convierte en un medio para encontrar una ética mínima que permita la convivencia pacífica entre los seres humanos y obtener sucesivas aproximaciones a la verdad. El consenso que se pueda encontrar entre los participantes en el diálogo permitirá convertir los intereses particulares en un legítimo interés universal. Siempre falible y revisable, manteniendo abierto un continuo proceso de cuestionamiento dialógico de cualquier acción, verbal o no, y, así, avanzar hacia la verdad.

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El fundamento científico de esta validación está, por tanto, en la intersubjetividad. Los hechos no conllevan un único significado sino distintas interpretaciones y con la intersubjetividad plena se podrá consensuar lo que es cierto. En un mundo donde tenemos conflicto, las distintas interpretaciones pueden presentarse mediante sus correspondientes argumentos y tratar de encontrar el consenso que permita obtener perspectivas de encuentro sobre el mundo. Sin embargo, queda mucho por conocer para que entre todos, dialogando, podamos converger en lo que es la vida y la realidad. Mediante este criterio epistemológico no podemos conocer actualmente verdades consensuadas por las dificultades que entraña:

- No podemos aceptar literalmente las afirmaciones o valoraciones de un

hablante en un proceso de validación científica, lo que decimos no siempre es lo que sabemos,

- lo que decimos es una realización que contiene implícitamente en ella numerosas creencias que dicen mucho más que nuestras verbalizaciones,

- las propias intenciones con las que nos comunicamos son, en numerosas ocasiones de difícil acceso a nuestra conciencia,

- las creencias de partida en nuestros razonamientos contiene numerosos errores,

- los errores en la argumentación también son frecuentes, incluso en la comunidad científica,

- la escucha y comprensión del contenido recibido es realizada desde las propias experiencias y aprendizajes realizados, nunca interpretamos de la misma manera los mismos signos lingüísticos,

- los procesos sociales aumentan en complejidad la tarea de lograr intersubjetividad,

- posibilidad de argumentar desde una lucha de argumentos por tener la razón, - que la intersubjetividad no deje tranquilas a todas las partes, etc.

En definitiva, que, como medio de conocimiento científico comparte algunas las mismas dificultades que anteriores criterios epistemológicos, pero, a cambio:

- disminuye el número de errores debidos a un proceso unilateral de validación científica,

- dificulta la manipulación estratégica de la validación científica, - aumenta el valor de las aportaciones científicas al incluir las distintas

perspectivas interpretativas posibles, - acerca la producción científica a la ciudadanía, - etc.

Así pues, la ciencia necesita validar los conocimientos y acciones mediante el diálogo que aspira al consenso, al entendimiento. Sin embargo, no tiene suficiente con él. El desconocimiento de la realidad, la forma de conocer de los participantes y los errores que pueden darse en los procesos de validación intersubjetiva, requieren asumir una responsabilidad. Para ello se requiere cuidado. El diálogo ha de ser cuidadoso. Veamos en el siguiente apartado cómo puede ser ese cuidado.

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4. EPISTEMOLOGÍA DEL CUIDADO Las éticas del cuidado nacen con la propuesta de evitar todo daño o sufrimiento humano y promover el mayor bienestar posible. En esta concepción es una premisa clave la aceptación universal. Desde la perspectiva del cuidado no se pretende excluir a nadie de éste. Otro postulado es la conexión e interdependencia en que se concibe a la humanidad y, por tanto, la propuesta concluye que lo humano es cuidarnos todos. La conceptualización del cuidado que presentamos es una de entre las posibles y, en todo caso, la planteamos como una opción más que poder utilizar cuando se estime oportuno. 4.1. Describiendo la vivencia del cuidado. Entendemos el cuidado como un modo de relacionarnos entre nosotros, con la naturaleza y con uno mismo, que genera un bienestar de menor a mayor plenitud desde la aceptación del otro, de lo otro y de uno mismo. La máxima plenitud implica la máxima aceptación en todos los sentidos. La aceptación no significa conformismo. Aceptar todo significa necesariamente aceptar la libertad de los demás y de uno mismo, y eso no significa apoyar aquellas acciones que menoscaben el cuidado. Podemos aceptar que los demás falten al cuidado porque libremente así lo deciden y actuar en consecuencia cuidadosamente para apoyar el cambio hacia el cuidado. Cuando se observa falta de cuidado, se trata de mantener éste en quienes puedan y, así, facilitar la observación y el aprendizaje de las consecuencias de los actos no cuidadosos a sus actores, respetando su libertad. Esta actitud resulta bastante controvertida en casos determinados, pero va ligada a la conciencia del pleno empoderamiento personal. Este modo de relacionarnos se realiza mediante un estado personal específico que se puede imaginar dentro de un continuo en el que la aceptación se puede experimentar de menor a mayor plenitud en las distintas dimensiones e interacciones personales o con la naturaleza. Así, este estado se puede manifestar tanto como una sencilla experiencia de tranquilidad como una experiencia óptima de plenitud: experiencia “cumbre” de Autorrealización, de Amor, de Flujo, Mística… Inicialmente, vamos a denominar en este documento a este estado específico como Estado de Cuidado. Vamos a caracterizar el estado de cuidado describiendo su vivencia holística. Fenomenológicamente, podemos reconocer cómo en este estado personal se conjuga sentir, conocer y actuar en todas las dimensiones humanas. Algunas sensaciones, sentimientos, procesos mentales o de acción que acontecen en este estado, en sus manifestaciones más óptimas, son:

- dulzura, paz, alegría... de una menor o mayor intensidad y pureza; - el cuerpo carece de tensiones y recupera armonía y bienestar en todos sus

aspectos: morfológicamente sus distintas partes ocupan su posición natural, fisiológicamente el funcionamiento de los órganos es fácil y se siente como agradable...;

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- “pérdida” de la motivación por los apegos aprendidos y agradable experimentación de las actividades que se presentan, aunque habitualmente nos parezcan sin apenas valor;

- sensación de fluir en el tiempo, no hay prisa, existe una paz intemporal; - se experimenta sensaciones de conexión con todo lo que nos rodea y se

siente que conformamos una unidad; - se encuentra belleza y armonía en el entorno; - sensación de grata plenitud y coherencia entre el cuerpo, los sentimientos,

los pensamientos y la acción; - las relaciones con quienes nos rodean en ese momento parecen más

próximas, sin los obstáculos cognitivo-afectivos que las dificultan en otras ocasiones;

- la acción interpersonal es directa, carente de estrategias; - se aprecia reciprocidad y algún tipo de cuidado en los demás; - se disfruta el presente y se “olvidan” recuerdos condicionantes del pasado o

no se lanzan expectativas sobre el discurrir de los acontecimientos, - nuestra cognición obtiene sus productos con facilidad, directamente, sin

esfuerzo; - de la mente desaparecen los pensamientos amenazantes, incluso en aspectos

que habitualmente generan temor; - las intuiciones aparecen con facilidad; - los conocimientos se distorsionan menos, se ajustan más a la realidad del

cuidado que vivenciamos; - ...

Aunque el listado anterior todavía refleja la vivencia de forma analítica (se pueden identificar las dimensiones afectiva, cognitiva, etc.), se ha de entender que constituye una experiencia holística y que sus características se encuentran fractalmente repetidas en todas las dimensiones de la experiencia humana. Es decir, que el cuidado constituye un estado de fondo idéntico que sucede simultáneamente en todas las dimensiones que se vivencian. Necesariamente se encuentran armonizadas todas ellas en el mismo instante: si existe cuidado en el pensamiento, también existe en la vivencia afectiva, en el cuerpo, en la interacción social, con uno mismo y con la naturaleza. Si se habla con cuidado, simultáneamente la voz suena armoniosa, las frases denotan transparencia, el tono transmite sentimientos de cuidado, la mente se centra en el disfrute del conocimiento, se escucha al otro de forma directa... Las características o cualidades en que se vivencian las experiencias que se describen -armonía, facilidad, presente, dicha, plenitud, aceptación, belleza, fluidez, cariño, etc.- se pueden observar en todas las dimensiones y procesos del cuidado (en menor o mayor intensidad). Con la aceptación plena nos expresamos e interactuamos con plenitud en todas estas cualidades y en todas nuestras dimensiones e interacciones alcanzando la dicha la máxima intensidad. Fondo y forma, mensaje y medio, estructura y contenido armonizan en el cuidado, todo es manifestación única y coherente de aceptación y dicha plena. Este estado cuida nuestra salud, nuestras relaciones, nuestras actividades y, en definitiva, la vida.

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4.2. El cuidado como criterio de validación científica. Como criterio de validación científica, el cuidado es, simultáneamente, medio y fin investigador:

- Como medio en el sentido de que las investigaciones utilizan el cuidado en sus procesos y prácticas de validación.

- Como fin en el sentido de que no puede aceptarse cómo válido otro resultado científico que no sea el de cuidado.

Empezamos, en esta primera aproximación, con una primera afirmación respecto a qué conocimiento es válido científicamente desde esta perspectiva:

Un conocimiento será válido científicamente cuando genere cuidado en quienes lo piensen

4.2.1. Sobre la validación directa de pensamientos. Un principio como éste, planteado así, tiene sus dificultades en su concreción práctica. Efectivamente, aunque podemos ser conscientes de si nos encontramos en un estado de cuidado o no, en cambio no podemos identificar con seguridad si ese estado se debe al efecto de un conocimiento explícito determinado. No sabemos desarrollar este proceso de relacionar directamente, a voluntad, un pensamiento con un estado. Nos suele resultar muy difícil centrar nuestro pensamiento en una idea y observar simultáneamente cómo se desarrollan en consecuencia el resto de procesos mentales, afectivos, etc. Por ejemplo, podemos pensar en la idea de que “la paz es el camino para resolver un conflicto” y experimentar el recuerdo implícito (inconsciente) de aprendizajes conflictivos anteriormente asociados a la idea que nos impidan sentirnos cuidados, pese a que este pensamiento lo hayan constatado otras personas como válido para el cuidado en numerosas ocasiones. Fenomenológicamente resulta claro lo difícil que es observar la experiencia mental, pues pocas personas logran centrar su mente en su pensamiento sin ser interferidos por numerosos pensamientos inconscientes o semi-inconscientes que se producen a gran velocidad, o por perspectivas distorsionadoras, o por condicionamientos previos, o por los propios auto-engaños, o por sensaciones viscerales, o por continuos pensamientos auto-contradictorios, etc. Además de estas dificultades, también se ha de advertir el grado de conocimiento que se posee del conocimiento a validar, pues los significados que se le atribuyan pueden, incluso, ser contradictorios. La mente que no discierne con claridad y que no sabe usar en este sentido sus capacidades no puede observar en ella la validez de un pensamiento puro. Pensar que “la paz es el camino para resolver un conflicto” parece un pensamiento de cuidado pero, sin embargo, no podemos asegurar que una persona está centrada en ese pensamiento cuando se siente, o no, cuidado. Puede tener su mente afectada por otras ideas que no reconoce, tanto en su misma interpretación de la idea como por otras ideas. Como conclusión, no vemos posible establecer científicamente de forma directa, a voluntad, la correspondencia entre un pensamiento y sus efectos de cuidado. Sin embargo, sí que encontramos posible obtener pensamientos que supongan una aproximación científica válida, aunque no se trate de pensamientos previamente elegidos por los investigadores. Podemos aceptar en el proceso científico pensamientos libre y espontáneamente aportados por los participantes y que, según ellos, favorezcan

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el cuidado. Tal vez para ellos, alguna idea propia les tranquilice o les parezca generadora de un estado de cuidado de menor o mayor calidad. En tal caso, podemos entender que tales ideas o pensamientos contienen una carga de significado de cuidado predominante en ellos y que, de forma implícita, guardan relación con conocimientos más profundos que, de por sí, generarían claros e intensos estados de cuidado, en contraposición al efecto de otros significados no cuidadosos que también guardan relacionados. En la medida en que la vivencia de cuidado no es máxima, se requeriría depurar los pensamientos: qué significados se encuentran implícitos en ellos, con qué otros pensamientos se asocian, qué efectos son de cada idea, etc. Tras la oportuna averiguación se puede presentar a la comunidad científica aproximaciones válidas sobre pensamientos que tienen suficiente potencial para el cuidado, que tienen suficiente validez científica y que resultan ser las expresiones cognitivas de cuidado que puede aportar el desarrollo específico de los participantes. La investigación, por tanto, se encuentra, en este aspecto, la primera limitación: la del grado de desarrollo del cuidado en los participantes. Este hecho no impide que en la investigación se propongan otros objetivos distintos, entre ellos el de estimular el avance del estado de cuidado proponiendo pensamientos que eleven al alza la calidad “cuidadosa” de los pensamientos de los participantes. 4.2.2. Sobre la observación del estado de cuidado. Una vez puntualizado qué observación sobre los pensamientos podemos hacer, vamos a continuación a precisar qué aspectos de la vivencia del cuidado pueden tenerse en cuenta y cuáles resultan más sencillos de identificar para relacionar con los pensamientos en un proceso de validación científica. Los pensamientos. Mediante la auto-observación podemos aprender a identificar el estado, en general, de la mente. Si la encontramos agitada, si se suceden bloqueos mentales con facilidad, si se perciben amenazas... podemos concluir que no la rigen los pensamientos de cuidado; sucedería al contrario si se diera la experiencia cognitiva descrita en el apartado de la vivencia del cuidado. Podemos apuntar respecto a la identificación del estado mental que suele ser mucho más sencillo de detectar el estado mental vigente cuando éste tiene una intensidad mayor. Por otra parte, las dinámicas mentales del cuidado son las más difíciles de conocer o inferir por parte de otros observadores. No obstante, sí que podemos hacer inferencias sobre su estado en general a partir de los productos observables de los procesos mentales en el resto de las dimensiones personales (afectivas, corporales, etc.). Manifestaciones sobre las que inferir son las verbalizaciones, el lenguaje no verbal, las formas de actuar, las expresiones afectivas... No obstante, por argumentos ya expuestos anteriormente, entendemos que la observación precisa de las dinámicas mentales es difícil de realizar tanto por uno mismo como por los demás.

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Las vivencias afectivas. Los sentimientos y las emociones constituyen correlatos directos de los pensamientos. Sean de cuidado o no, sean vivencias afectivas plenamente conscientes o no, se sienten los afectos correspondientes al pensamiento de cada momento. Puede ser necesario aprender a observar la vida afectiva debido a la desvalorización y rechazo existente hacia ella en nuestra cultura. Observar la vida afectiva también tiene sus dificultades, pero su carácter expresivo lleva a que aparezca de una u otra forma y de manera más o menos ostensible, es difícil ignorarlas. Igualmente, aunque las vivencias afectivas se traten de falsear, este proceso tampoco se puede realizar permanentemente. Además de la auto-observación, la observación externa de los afectos no está exenta de dificultades, pero se pueden lograr apreciaciones válidas gracias a la capacidad empática y una formación específica. Las sensaciones corporales. Al igual que sucede en las anteriores dimensiones, podemos observar tanto las expresiones corporales de pensamientos de cuidado como de pensamientos no cuidadosos. A simple vista, suele ser más habitual detectar más fácilmente estas últimas expresiones en las sensaciones corporales -tensión muscular, sensación de asfixia, rigidez anatómica...- y en los indicadores fisiológicos correspondientes (tensión arterial, etc.) que las expresiones corporales de los pensamientos de cuidado. Los datos fisiológicos resultan fácilmente cuantificables por medios externos de observación y registro, aunque seguimos sin poder asegurar a qué pensamientos exactos responden. Las acciones. Las interacciones sociales, con la naturaleza y con uno mismo, constituyen la expresión más externa y fácilmente observable del cuidado. Podemos observar tanto las acciones realizadas por los participantes como las que reciben en la interacción con los demás e interpretar hasta qué punto son cuidadosas. Hipotetizamos que estados de cuidado generan acciones de cuidado hacia uno mismo realizadas por el mismo sujeto y, también, por parte de quienes interactúan con él. Como ya se ha indicado, es más sencillo reconocer estados de intensidad extrema: no cuidadosos (especialmente cuando son ataques directos) o de máximo cuidado. Sin embargo, para la amplia gama de acciones intermedias resulta bastante más difícil conocer desde qué estado personal se realizan las acciones. El hecho de tratarse de la expresión más externa del cuidado, implica que no podemos basarnos directamente en esas manifestaciones porque para los participantes estas expresiones pueden tener distintos significados a los aparentes, incluso un significado real opuesto al mostrado. Conclusión propuesta. De acuerdo con las premisas anteriores, entendemos que el indicador más sencillo de observar y más fiel del estado de cuidado y que, actualmente, más fácilmente nos acerca a la validación científica de los conocimientos es la dimensión afectiva. No obstante, esto no implica desconsiderar las otras dimensiones, sino, más bien, observar, en la

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medida de lo posible, su concordancia con la vivencia afectiva. Estas otras dimensiones también constituyen fuentes de validación científica, pero habitualmente tendremos que subordinarlas a la experiencia afectiva. Para completar el principio epistemológico del cuidado de forma más específica nos queda por incorporar el colofón de la vivencia compartida del sentimiento de cuidado. Un conocimiento válido desde esta perspectiva, necesariamente no ha de excluir a nadie de la vivencia del cuidado y, por tanto, ha de poder facilitar la plenitud a todas las personas implicadas en la investigación. Evidentemente, conforme se ha ido indicando anteriormente, esta situación ideal será el horizonte hacia el que progresivamente se puedan ir aproximando los participantes. De esta manera, el principio quedaría formulado de la siguiente manera:

Un conocimiento será válido científicamente cuando armonice con sentimientos de cuidado en los participantes de la investigación.

4.2.3. Concreción de los sentimientos y emociones de cuidado para la validación científica. Proponemos una validación científica de conocimientos desde el cuidado que se base en las vivencias afectivas específicas de la familia de sentimientos propios de la aceptación: amor, alegría, paz, dicha, serenidad, cariño, ternura, tranquilidad, sosiego... Estos sentimientos de aceptación incondicional surgen “de fondo”, sin motivo aparente. Es un estado de ánimo intrínseco que cumple con la característica fundamental de universalidad en el deseo de felicidad para todos y todas. Es decir, que tienen un carácter abierto, no excluyente hacia nadie. También se encuentran permanentemente disponibles en nuestro interior durante toda nuestra vida, aunque no siempre accedemos a ellos. Pueden diferir en pureza y en intensidad. De esta manera, los conocimientos que generan estos sentimientos se considerarían válidos científicamente con el grado de plenitud correspondiente a la vivencia del sentimiento de cuidado. Es decir, que serán apreciaciones subjetivas sobre distintas cualidades. Al menos, científicamente, podemos diferenciar las dos cualidades básicas: sentimientos de aceptación y emociones de ataque. Sin embargo, las dos experiencias afectivas pueden servir para esta validación. Vamos a diferenciar los sentimientos de cuidado de las emociones y, a su vez, clasificar a estas últimas en emociones de aceptación parcial o de ataque. Las emociones de aceptación parcial (“alegría” por un éxito profesional, “amor” pasional en una nueva relación, “tranquilidad” por haber evitado una amenaza...) implican un logro momentáneo y se basan en la correspondiente aceptación de uno mismo pero en cierta exclusión de otros. Estas emociones de aceptación parcial centradas en uno mismo también pueden incluir al grupo más próximo; pero es evidente que carecen de universalidad. La transitoriedad de estas emociones está modulada por el logro de metas personales o vivencias pasajeras especialmente valoradas.

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Las emociones de ataque (miedo, rabia, indiferencia, tristeza...) generan sufrimiento y denotan el rechazo hacia uno mismo y hacia otros en determinados aspectos. Dadas las dificultades para que todos los participantes de una investigación logren sentimientos de aceptación, un paso intermedio aceptable para validar conocimientos científicamente lo constituye la experimentación de las emociones de aceptación parcial o la desaparición de las emociones de ataque. Estas vivencias pueden constituir un paso hacia la plena validez, según esta epistemología, en la medida en que faciliten la posterior consideración y aprecio de la fuente interna de los sentimientos de aceptación incondicional. Así pues, la validación científica se puede lograr con diferentes grados de calidad: evitación de emociones de ataque, logro de emociones de aceptación parcial y vivencia de sentimientos de aceptación. Estos últimos constituyen el nivel en el que sepuede obtener la plena validez científica, y que, hipotetizamos, se corresponderá con la verdad. 4.3. Afloramiento de los sentimientos de cuidado: el sistema de pensamientos de cuidado. Acabamos de presentar una propuesta del cuidado como fin a lograr en las investigaciones de resolución de conflictos. Ahora vamos a presentar la correspondiente al cuidado como medio de la investigación. Es decir, cómo, además de constatar que el resultado final de una investigación son personas que se cuidan en lugar de atacarse, podemos desarrollarla generando cuidado en los participantes. Para ello vamos a describir el sistema de pensamiento del cuidado. En el sistema de pensamiento de cuidado podemos observar: las creencias o pensamientos de cuidado, el proceso de observar con aceptación, el proceso de aceptación del pasado (o deshacer los juicios), el deseo de cuidado y la voluntad de cuidado. El estado de cuidado solamente puede aparecer con los pensamientos de cuidado. Los pensamientos de cuidado son aquellos que tienen, de acuerdo con principios fractales, las mismas cualidades que la experiencia del estado de cuidado expresa en las distintas dimensiones: armonía, amor, conexión, aceptación, fluidez, desapego... Parte de creencias que incluyen en mayor o menor medida la aceptación y éstas son las que permiten observar con aceptación las experiencias y aceptar el pasado deshaciendo las interpretaciones en las que se basaron los juicios que no aceptaron lo sucedido. Los pensamientos de cuidado también pueden tener distintas calidades y el pensamiento óptimo se corresponde con un deseo pleno de cuidado, sin reservas de ningún tipo. Identificar este deseo, de aceptación incondicional, y tener la voluntad de realizarlo constituye una vía para lograr sentimientos de aceptación y el correspondiente estado de cuidado. Otra forma de caracterizar el sistema de pensamientos de cuidado, es por contraposición a su contrario: el sistema de pensamiento de ataque. El ataque constituye un rechazo de uno mismo y de los demás en algún aspecto e implica los procesos de juzgar, criticar y comparar a los demás y a uno mismo. Estos procesos son los que impiden el proceso de observar con aceptación, con cuidado, las experiencias. Sus expresiones afectivas son

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las emociones de ataque o las emociones de aceptación parcial. En la “euforia” por la victoria en una competición existe un juicio comparativo; en la “paz” obtenida tras vencer al “enemigo” se puede encontrar justicia por la convicción de la culpabilidad; en la rabia experimentada por una frustración inesperada puedes juzgarte a ti mismo o a los demás como responsables de un daño... El origen de estos pensamientos de ataque se encuentra en el deseo de ser especial. Para cumplir este deseo hemos de destacar sobre los demás y, para ello, nada mejor que un juicio constante comparando y criticando todo, aunque, finalmente, seamos nosotros mismos las víctimas de este proceso y acabemos “atacados”. En la base de los pensamientos de ataque se encuentran nuestro sistema de creencias de ataque mediante los cuales interpretamos y juzgamos los acontecimientos con rechazo en función de los valores personales. Este sistema de creencias está constituido por recuerdos del pasado que condicionan la observación del presente, distorsionándola y fundamentando expectativas de logros y falsas esperanzas de control. Este sistema de creencias se configura encapsulando unas dentro de otras y dividiéndose, finalmente en creencias de aceptación o de ataque. Un observador experto puede identificar la base substancial de cada creencia. Si se observa detenidamente la experiencia que tiene lugar cuando percibimos el mundo desde este sistema de pensamiento de ataque, podremos ver cómo los pensamientos de ataque se sobreponen a la experiencia y te impiden vivirla con cuidado, no puedes sentir armonía con ella, tienes el deseo de ser especial, con sus correspondientes emociones, siempre con una base de miedo (a perder en la “contienda”, a ser rechazado...). Conforme te centras en ese deseo te distancias de la experiencia, te desarmonizas, no escuchas ni participas en su ritmo... e, igualmente, te distancias de la vinculación cuidadosa con los demás. Estás reviviendo el pasado, mental y afectivamente no estás en la experiencia. En cambio, con el sistema de pensamiento de cuidado se puede pensar con la experiencia y no sobre ella, como sucede con el sistema de pensamiento de ataque, que se basa en nuestros valores o intereses personales. A partir de creencias de aceptación y con la suspensión del juicio, se puede sentir con la experiencia y no te emocionas con resentimientos del pasado o emociones por expectativas de futuro. Pensar y sentir la experiencia resulta entonces algo simultáneo y dichoso. Renunciar al sistema de pensamiento de ataque constituye una vía necesaria para desear y obtener un estado de cuidado. Para ello, es necesario que se puedan observar y constatar en uno mismo los efectos de ambos sistemas de pensamiento y falsar que el deseo de ser especial produzca la felicidad esperada. Solamente cuando vives ambas experiencias con conciencia llegas a desear y optar por el cuidado. El autoconocimiento es fundamental para ello. Desde esta perspectiva, la razón cognitiva ha de permitirse la contemplación de los procesos del sistema de pensamiento de cuidado y operar de forma complementaria a ellos. Esta complementariedad se produce cuando:

- se sistematiza; - se completan aspectos; - se diseñan implicaciones de forma abierta;

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- se valora con mentalidad abierta, sin prejuicios, la adecuación de las producciones a las situaciones investigadas,

- ... Por ejemplo, ante los conflictos, a diferencia de la razón cognitiva, el sistema de pensamiento de cuidado genera conocimientos que resuelven las situaciones de forma no necesariamente lógica, sino con soluciones particulares válidas y compatibles, no necesariamente universalmente aplicables. En todos los participantes se encuentra acomodo afectivo con ellas, pese a un distinto trato ante las normas y pese al distinto aprendizaje de la experiencia que cada uno realiza. Por ejemplo, ante la norma de poner tu ficha de gimnasio en el apartado correspondiente, que puede estar normalmente sobrecargado, puedes tener la ocurrencia de ponerla en otro apartado diferente que apenas tenga fichas. Con ello la encuentras antes, te cuidas, y la infracción de la norma tampoco genera ningún daño a nadie. Tal solución no es universal en su forma, pero también es verdad que la lógica de que todos los participantes van a seguir o infringir una norma tampoco es lógica. Desde el estado de cuidado, en una confluencia de seres humanos podemos vivir nuestras experiencias con distribuciones armónicas, sin conflicto por querer ocupar en el mismo momento el mismo espacio, poseer la misma propiedad... Aceptamos nuestro cuidado y el de los demás. Así pues, las normas que son válidas desde esta perspectiva sitúan la universalidad no en la conducta (nunca se dará que todos los seres humanos deban seguir conductualmente una norma) sino en el sentimiento: una norma será válida cuando facilite o mantenga el estado de cuidado universalmente, sin que nadie sea atacado por ella. El diálogo, desde el cuidado, permitirá constatar esto. El compromiso científico con el valor del cuidado implicará desarrollar conocimientos y prácticas del sistema de pensamiento de aceptación a costa del sistema de pensamiento de ataque. Identificar y estudiar los elementos implicados en ambos sistemas para facilitar, desde el estado de cuidado, el diálogo en las situaciones investigadas es el propósito que proponemos desde esta perspectiva.