entre los muros, profesora campos

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La escuela del film cuenta con condiciones que –comparadas con la experien-cia cotidiana que enfrentamos en esta región del mundo– pueden resultar idea-les: buena infraestructura, espacios para el debate con los colegas y los directi-vos, adelantos tecnológicos a disposición de los alumnos, docentes y autorida-des con buena formación, creatividad y predisposición al diálogo, espacios para la participación de representantes estudiantiles, familias que responden a las convocatorias escolares… Ninguna de las coartadas habituales para expli-car los fracasos y las frustraciones de la experiencia educativa está disponible. Los debates entre los docentes sobre la disciplina y las sanciones dejan en cla-ro que tampoco el castigo resuelve los temas de fondo.

Entre los muros no busca ni ofrece respuestas fáciles: los intentos de M. Marin se ven, ocasionalmente, coronados por algún modesto éxito. Por ejemplo, la deliciosa escena en que el problemático Souleyman logra encontrar un camino alternativo para hacer la tarea y construye su autorretrato a partir de fotogra-fías de su grupo familiar, con pequeños epígrafes. El adolescente recibe la feli-citación del profesor, con expresión de feliz incredulidad, tan fuerte es el te-mor de que el elogio sea solo una burla. Sin embargo, el contacto logrado es efímero. Poco después, el mismo alumno, justamente cuando intenta llevar a cabo un acto noble –defender a sus compañeras de un abuso de autoridad del docente–, se ve acorralado por los conflictos con sus compañeros, sus dificul-tades para controlar la agresividad, la compleja problemática familiar y la nor-mativa institucional, que acaban determinando su expulsión.

Y el creativo y tolerante profesor también debe afrontar un justificado cuestio-namiento de alumnos y colegas, cuando pierde los estribos y les falta el respe-to a sus alumnas.

Al final del film, la perspicaz y desafiante Esmeralda abre un resquicio a la utopía. Perplejo, Marin la escucha comentar con toda naturalidad su fascina-ción por La república de Platón –que leyó por su cuenta– y explicar a la clase su interpretación de la mayéutica socrática:

Esmeralda: —Mmm.. Hay un tipo… ¿cómo se llama..? ¡Sócrates! Aparece y para a la gente por la calle y les hace preguntas: ¿Estás seguro de saber lo que

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estás pensando? ¿Tienes la certeza de saber lo que estás haciendo? Y por ahí va… Entonces las personas se quedan confusas y se hacen preguntas. Es muy fuerte.

Marin: — ¿Y sobre qué cosas pregunta?

Esmeralda: —Sobre todo. El amor, la justicia, la religión, las personas… sobre todo.

El film se cierra, pues, recuperando esta antigua apuesta al diálogo sin precon-ceptos y a la capacidad de interrogarse como fuentes de construcción de saber. Ideas antiguas de un hombre considerado, en su tiempo, el más sabio del mun-do.

ENTRE LOS MUROS por Adriana Herenú

Se trata de una película cuyas escenas transcurren en una escuela secundaria pública de Pa-

rís. Allí acuden adolescentes de distintos barrios y variada condición social; además de di-

ferentes orígenes, chinos, árabes, africanos.

Es una escuela con un tipo de gestión aparentemente muy democrática, donde se realizan,

por ejemplo, reuniones con la presencia de los profesores, los directivos y también los re-

presentantes de los padres y los alumnos. En una de esas reuniones se produce una situa-

ción incómoda porque las dos representantes de los alumnos están distraídas, se ríen, co-

men, parecen no estar atendiendo ni cumpliendo con la función para la que fueron designa-

das. Pero lo más relevante acontece posteriormente en la clase, donde las alumnas toman

parte de lo dicho en la reunión y lo ponen en contra del profesor de lengua. En ese momen-

to se generan una serie de hechos encadenados que culminan con un alumno expulsado de

la escuela. Estas reflexiones se centrarán en esas escenas de la película.

El profesor de lengua sabe cuál es su oficio y se ubica desde allí para accionar; no obstante,

no se lo ve anclado en sus certezas sino reflexionando, en un entrenamiento constante, don-

de aparece a veces el humor, la apertura; y también, por momentos, el rigor; en un intento

por marcar el estatuto de su autoridad.

Los distintos hechos que se van sucediendo habilitan la pregunta acerca de la tensión en la

relación entre el profesor y los alumnos. Por un lado, se vislumbra una relación más com-

pleja donde el profesor deja fluir lo diferente, aunque le afecte; y por otro, aparece la rela-

ción asimétrica donde el profesor sabe y tiene la palabra; y el alumno no sabe y presta la

atención.

En este juego, en medio de esas tensiones, lo que irrumpe es la incertidumbre del profesor

que no sabe, que se queda sin respuestas, sin certezas; sobre todo en momentos en que se

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evidencia con toda su potencia aquello que muestra a los alumnos que ya no son los que

eran; o sea aparece una realidad diferente, fuerte, potente que no condice con la representa-

ción que se tiene de ella. Esto requiere de una tremenda plasticidad, de una acción verdade-

ramente artística de creación que a veces es posible y a veces no; en esos casos invade el

malestar, la bronca, la decepción.

Admitir la diferencia es reflexionar, darse cuenta, cuál es el obstáculo en cada situación

para concretizar lo humano, lo subjetivo. O sea es darle lugar al acontecimiento que irrum-

pe y construir allí un “entre” que le de consistencia al encuentro entre los alumnos y el pro-

fesor; y esto se logra permitiendo circular la sensibilidad.

La escena singular por excelencia es justamente la elegida para esta reflexión; que muestra

el incidente que se produce en el aula, donde el profesor se ve desbordado; reacciona con

palabras ofensivas y se desencadena la expulsión de un alumno. Es propiamente la diferen-

cia lo que hace que una situación sea singular. En este sentido acontece lo inédito, ese pro-

fesor que antes accionó pacientemente, abierto, sensible, implicado en cierto juego con los

alumnos; por momentos irónico; se desborda, la situación lo supera; se ve encerrado, agra-

viado, provocado y no puede dar lugar a lo que irrumpe; entonces lo que hace es pararlo,

reprimirlo, imponer su autoridad. Cabe acá una aclaración; pensar lo diferente y darle lugar

nos aleja del reino de lo UNO que ontológicamente hablando sería la pregunta por la esen-

cia, por la naturaleza; cuál es la esencia de la escuela, cuál es la esencia del alumno; o sea

cuál es el SER. Si nos separamos de la pregunta por la esencia, nos instalamos en la refle-

xión sobre los modos de ser; la manera de ser escuela o de hacer escuela, la manera de ser

profesor. Entonces sobrevienen preguntas en este sentido:

¿Cómo hacer escuela en épocas desinstitucionalizadas donde el poder disciplinador ya no

funciona con exclusiones discursivas ni censura?

¿Cómo hacer escuela, cómo hacerse humano en tiempos veloces sin una base fuerte, lláme-

se como sea: autoridad del maestro, de los padres, proyecto de Estado; ideología, ciencia?

¿Quién no reclama esos andamiajes en algún momento? A gritos se pide. Que los padres se

hagan cargo, que ejerzan su autoridad, que la escuela cumpla su función, que el Estado

haga lo propio, que el docente recupere su autoridad.

Estas preguntas nos introducen en un terreno de incertidumbre donde hay que pensar en lo

que antes no se pensaba; donde hay que dar lugar a esa realidad veloz y caótica; donde hay

que construir un “entre” consistente para componer encuentros capaces de viabilizar verda-

deros contratos sinalagmáticos; esos pequeños pactos que regulen las relaciones que ya no

pueden ser pensadas desde las representaciones que han quedado desencajadas.

La singularidad, que es lo propio, lo distinto no surge sin acomodar las representaciones,

las certezas, a la realidad tal como es. Es más, esas representaciones tiñen la realidad, la

distorsionan. La singularidad adviene como producto de un movimiento del pensamiento

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que detecta y formula los problemas reales que le ponen freno al devenir que produce ac-

ción, experiencia y cambio.

¿Qué es lo singular en la escena en que el profesor es indagado por los alumnos a propósito

de la reunión que habían tenido todos los miembros de la comunidad, incluidas las delega-

das de los alumnos? Probablemente lo singular no es que las alumnas hablaran y no presta-

ran atención en la reunión; lo singular es cómo las alumnas tergiversaron los datos, toman-

do una mínima parte de lo dicho por el profesor; dejándolo en una situación incómoda, te-

niendo que dar explicaciones. Lo singular ahí es, también, la imposibilidad de concretar una

verdadera comunidad entre el profesor y los alumnos, una comunidad capaz de crear sus

propios pactos, sus acuerdos. Entonces, hay una norma, una ley, pero no se traduce en una

consistencia emocional; no logra construir ese “entre” capaz de erigirse como verdad para

los sujetos; de modo que no se logra la implicación necesaria para hacer un cuidado del

otro, para protegerlo, no surge la suavidad. La ley no tiene que entenderse, saberse, como

un imperativo categórico universal, sino como contrato sinalagmático, que sea capaz de re-

gir las acciones de quienes intervienen en el encuentro. La construcción de ese “entre” per-

mite el pacto, la implicación, el compromiso de cuidar a los otros. Ese asunto no es una ley

universal, no es un imperativo; es una construcción.

ENTRE LOS MUROS  por Gaby Jotinsky

La trama se desarrolla en una escuela parisina. En las primeras escenas vemos la integra-

ción de los docentes a la institución con un ánimo enfático por el trabajo por venir. Luego

todo se centra en el microcosmos de un aula.

Un profesor intenta acercar la gramática francesa al grupo de alumnos de múltiples etnias

del cual está a cargo. Una serie de situaciones transmiten tensión al espectador, a los treinta

minutos nos emerge la necesidad de salir al aire libre y librarnos de tan pesado ambiente,

pareciera que uno se hunde en la densidad de olores de esa clase de casi veinte adolescen-

tes, que hablan intermitentemente entre ellos y desafiantemente hacia el profesor. A quien

todo le es cuestionado. Todo.

El clima se va enrareciendo, el profesor busca trazar puente con sus alumnos, posibilitarles

ámbitos y canales de expresión.

La tirantez lleva a un exabrupto por parte de Francoís. Les dijo “zorras” a dos de sus alum-

nas. Estalló. Tambaleó en su pensante y correcto actuar. No por eso menos juzgable, no ol-

videmos que Francoís es un profesor…

Padres que a veces no entienden lo que pasa en la escuela, colegas que quieren abandonar

la tarea, situaciones de violencia dentro del aula, expresiones de desazón. Francoís quedó

solo. ¿Cómo soportar? ¿Cómo seguir creyendo?

Se pierde el horizonte, se pierde la autoridad, se pierden los límites, se pierde el respeto, se

desdibujan los espacios. Sin embargo, no se pierde el deber ser.

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Dos momentos más que nos dejan pensando, que nos interrogan:

Una alumna luego de la charla de final de año se acerca al profesor y expresa: “No aprendí

nada, todos tienen algo para decir, pero yo no”. ¿Es posible no aprender nada durante todo

un ciclo lectivo? Horas, días, meses. Un año sin aprender: Nada!

Una última imagen. Un partido de fútbol. Docentes y alumnos enfrentados pero, jugando

juntos.

Ficha técnica y artísticaTítulo original: Entre les mursFrancia, 2008, 128 minutos.Dirección: Laurent Cantet.Guión: Laurent Cantet, François Bégaudeau, Robin Campillo.Producción: Carole Scotta, Caroline Benjo, Barbara Letellier, Simon Arnal.Fotografía: Pierre Milon, Catherine Pujol, Georgi Lazarevski.Montaje: Robin Campillo, Stéphanie Léger.Intérpretes: François Bégaudeau, Vincent Caire, Olivier Du-peyron, Patrick Dureuil, Frédéric Faujas, Laura Baquela, Ju-liette Demaille.

Comentario. La escena inicial de la película nos sumerge en un aula, en una clase. Y prácticamente no saldremos de ella en toda la filmación. Frente a la clase, el protagonista del film es un profesor de francés. Esto cobrará, como veremos más adelante, su importancia.Este profesor se halla poseído por una tenacidad casi sin lími-tes, excesiva. Lleva su tarea con mucho más celo que sus co-legas. Sostiene la escena, su docencia, más allá de lo previsi-ble. Para esto hecha mano a todo tipo de recursos: tanto peda-gógicos como psicológicos. Intenta, por ejemplo, que sus alumnos “elaboren” los obstáculos que los limitan, o las histo-rias que los retienen. Llegado el caso, deviene un terapeuta.Hay otro exceso también y sobre todo del lado de los estu-diantes del politécnico. La rebeldía de la que hacen gala supe-ra lo esperable en mucho. Uno de los alumnos, por ejemplo,

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concurre a clases siempre sin sus útiles. Otra alumna se niega a leer, aún cuando el profesor se lo pide y exige firmemente.En cierta forma, un exceso responde a otro. Ambos, hasta cierto punto, se equilibran. Podríamos incluso suponer un “pacto” que hace que las cosas se sostengan (de hecho, en otro plano, tal pacto existe: los alumnos son verdaderos alum-nos de un colegio francés).Todo esto ocurre entre los muros (tal el título del film) puesto que, como ya hemos dicho, no salimos de sus límites en la na-rración. Hasta podríamos sostener que se trata de una película en el estilo wall to wall (salvo por algunas escenas en el patio de la escuela, al aire libre). Podría haberse filmado como una obra de teatro con sólo adaptar unas pocas partes. En esto se emparienta a una amplia tradición: por ejemplo la notable rea-lización Providence, de Alain Resnais (sólo su escena final está filmada en exteriores), Hace un año en Marienbad (si la memoria no nos traiciona fue filmada casi enteramente en el interior de un hotel), también de Resnais, asimismo Doce hombres en pugna, Náufragos, de Hitchcock, la más recien-te El arca rusa (filmada mediante una sola toma), etc.En la escena más dramática del film, el profesor perturbado insulta a dos alumnas. Utiliza la expresión “pétasse”. A con-secuencia de esto se produce un incidente que termina con la ceja partida de una alumna. El término el profesor, recordé-moslo una vez más, enseña lengua proviene inicialmente del francés hablado en Québec, Canadá. Se introduce hacia 1980 aproximadamente; luego, según parece, pasa a usarse en Fran-cia. Y, por supuesto, es una expresión completamente colo-quial. En el film, los subtítulos lo traducen al castellano por “zorra”, vía el inglés “fox” (como en el viejo soul “Looking for a fox”, buscando una prostituta; y como es usual en los subtítulos a los que nos han acostumbrado). Vamos así, vía un eufemismo improvisado, del argot francés al slang norteame-ricano, y se pierde el sentido de “pétasse”, que no sólo refiere a una prostituta profesional, también remite a una adolescente un tanto ligera, provocativa. En todo caso, habría que subtitu-lar “gato” y no “zorra”, pero advirtiendo que se trata de “gati-tos”.Curiosamente, una hipótesis sobre el origen de la expresión “pétasse” remite a los jóvenes francófonos aficionados al cine extranjero, con frecuencia americano. Este cine suele traducir-se en un francés hexagonal, argótico. El circuito empieza en el cine, sigue en las calles, y vuelve al cine. (Nuestro circuito, nuestro subtitulado castellano, agrega un vector que va del cine al cine y no llega a la calle. Pero que en cierta forma re-crea, duplica el origen de la expresión).Estas observaciones no tendrían mayor importancia si no fue-

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ra porque el profesor enseña francés a chicos que ya hablan un francés muy particular, coloquial. Esto se halla presente en muchos de los diálogos y hace en buena medida a la “rebe-lión” estudiantil; da un poco el clima de la cosa, de lo que ocurre en esa clase, constituye una de sus aristas. Nos en-contramos, entonces, con una suerte de dialecto, de jerga, el argot, en el interior de una lengua, o con una lengua en el in-terior de otra, es decir, hallamos dos muros.El insulto, o cuasi insulto de creer al descargo que oímos de parte de François, constituye el exceso del profesor en su pun-to máximo: abandona su lengua y su función, identificado a su clase.Llegados aquí podemos decir que el objeto, el tema del film, es el desborde. Y particularmente el desborde de la significa-ción. En ese continente que provee el entre muros se produce la rebelión de los estudiantes, su oposición a casi todo, la te-nacidad excesiva del profesor, la palabrapétasse en sí mis-ma un hecho de significancia de la lengua (de desborde del código) puesto que se forma al parecer por la influencia de pute, putaine y poufiasse, eclipsando apétard, el inciden-te en que una alumna sufre un corte en la ceja, la expulsión de un alumno, el lenguaje coloquial un tanto exagerado en su uso, y los más diversos insultos y descalificaciones.Las marcas que los alumnos exhiben (el fútbol, la ropa que usan, etc.) concurren con el lenguaje que utilizan. Aquello que falta en el lenguaje y la marca corporal (aquello que falta para que el cuerpo goce de sí) gira en una órbita similar. En ese sentido, la escena que nos muestra a la madre de uno de los alumnos hablando  una lengua extranjera, y traducida por su hijo, ante la incomprensión completa de los docentes, es para-digmática.“Madames, Messieurs: no gozamos de la misma manera cuando decimos lo mismo. Por eso no me entienden”testi-monia la señora.Toda esta cuestión condiciona de algún modo a la segregación y no puede serle ajena.En este plano, el film cita y destaca dos textos que queremos emparentar. Son estos, La República, de Platón, y El diario, de Ana Frank. En el primero se reivindica a “ese tipo”, Sócra-tes, que interroga a la gente hasta hacerles perder estabilidad y  certeza. Sócrates se hallametafóricamente, por la atopía de la Polis en la que se instala,  extramuros. En cambio, Ana Frank se encuentra literalmente intramuros. Es el lugar que le permite sobrevivir al nazismo hasta ser descubierta y donde escribe su diario.La suerte corrida por Ana Frank y Sócrates, así como el “en-cierro” al que nos somete el film, nos habilita a abordar una

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última cuestión. Si atendemos a la composición social de la clase, vemos que se trata de chicos de sectores marginales de la Francia actual. Algunos vienen, o sus padres provienen, de Martinica, otros de Malí, incluso hallamos un alumno chino. Estos hechos llevan al tema de la segregación, al racis-mo. Hay una cuestión ligada al lazo concentracionario (aun-que sólo sea porque están todos en un solo y mismo lugar). Recordemos una reflexión de Lacan que viene al caso: “El re-chazo de la segregación se halla naturalmente en el principio del campo de concentración” (cf. en Autres écrits, Seuil, Pa-rís, 2001, el prefacio que Lacan escribe a la tesis de Anika Ri-fflet-Lemaire, p. 395, en nota). El Lager, el campo de exter-minio, aparece allí donde lo rechazado de lo simbólico retorna en lo real (este concepto, admitámoslo, es un viejo conocido, pero se ha utilizado poco para pensar temas ligados a la segre-gación, al racismo, y aun al holocausto). El problema cierto pensamiento “progresista” tropieza precisamente en este pun-to no radicaría entonces en eliminar la segregación “lingüís-tica” el rasgo o aún el concepto que encontramos en su base. No podría tratarse de penalizarla, prohibirla o denun-ciarla. Con todo, sería preferible, para decirlo de otra manera, llamar “negros” a los negros y no “hombres de color”. Cuan-do se usa este eufemismo las cosas devienen muy ligeramente más peligrosas.

ntramuros

por Faig, Carlos

Título original: Entre les murs

Laurent Cantet / Francia / 2008

La escena inicial de la película nos sumerge en un aula, en una clase. Y prácticamente no saldre-mos de ella en toda la filmación. Frente a la clase, el protagonista del film es un profesor de francés. Esto cobrará, como veremos más adelante, su importancia.

Este profesor se halla poseído por una tenacidad casi sin límites, excesiva. Lleva su tarea con mucho más celo que sus colegas. Sostiene la escena, su docencia, más allá de lo previsible. Para esto echa mano a todo tipo de recursos: tanto pedagógicos como psicológicos. Intenta, por ejem-

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plo, que sus alumnos “elaboren” los obstáculos que los limitan, o las historias que los retienen. Llegado el caso, deviene un terapeuta.

Hay otro exceso también y sobre todo del lado de los estudiantes del politécnico. La rebeldía de la que hacen gala supera en mucho lo esperable. Uno de los alumnos, por ejemplo, concurre a clases siempre sin sus útiles. Otra alumna se niega a leer, aún cuando el profesor se lo pide y exige firmemente.

En cierta forma, un exceso responde a otro. Ambos, hasta cierto punto, se equilibran. Podríamos incluso suponer un “pacto” que hace que las cosas se sostengan (de hecho, en otro plano, tal pacto existe: los alumnos son verdaderos alumnos de un colegio francés).

Todo esto ocurre entre los muros (tal el título del film) puesto que, como ya hemos dicho, no salimos de sus límites en la narración. Hasta podríamos sostener que se trata de una película en el estilo wall to wall (salvo por algunas escenas en el patio de la escuela, al aire libre). Podría haberse filmado como una obra de teatro con sólo adaptar unas pocas partes. En esto se empa-renta a una amplia tradición: por ejemplo la notable realización Providence, de Alain Resnais (sólo su escena final está filmada en exteriores), Hace un año en Marienbad (si la memoria no nos traiciona fue filmada casi enteramente en el interior de un hotel), también de Resnais, asi-mismo Doce hombres en pugna, Náufragos, de Hitchcock, la más reciente El arca rusa (filmada mediante una sola toma), etc.

En la escena más dramática del film, el profesor perturbado insulta a dos alumnas. Utiliza la ex-presión “pétasse”. A consecuencia de esto se produce un incidente que termina con la ceja parti-da de una alumna. El término el profesor, recordémoslo una vez más, enseña lengua proviene inicialmente del francés hablado en Québec, Canadá. Se introduce hacia 1980 aproximadamen-te; luego, según parece, pasa a usarse en Francia. Y, por supuesto, es una expresión completa-mente coloquial. En el film, los subtítulos lo traducen al castellano por “zorra”, vía el inglés “fox” (como en el viejo soul “Looking for a fox”, buscando una prostituta; y como es usual en los subtítulos a los que nos han acostumbrado). Vamos así, vía un eufemismo improvisado, del argot francés al slang norteamericano, y se pierde el sentido de “pétasse”, que no sólo refiere a una prostituta profesional, también remite a una adolescente un tanto ligera, provocativa. En todo caso, habría que subtitular “gato” y no “zorra”, pero advirtiendo que se trata de “gatitos”.

Curiosamente, una hipótesis sobre el origen de la expresión “pétasse” remite a los jóvenes fran-cófonos aficionados al cine extranjero, con frecuencia americano. Este cine suele traducirse en un francés hexagonal, argótico. El circuito empieza en el cine, sigue en las calles, y vuelve al cine. (Nuestro circuito, nuestro subtitulado castellano, agrega un vector que va del cine al cine y no llega a la calle. Pero que en cierta forma recrea, duplica el origen de la expresión). Estas ob-servaciones no tendrían mayor importancia si no fuera porque el profesor enseña francés a chi-cos que ya hablan un francés muy particular, coloquial. Esto se halla presente en muchos de los diálogos y hace en buena medida a la “rebelión” estudiantil; da un poco el clima de la cosa, de lo que ocurre en esa clase, constituye una de sus aristas. Nos encontramos, entonces, con una suerte de dialecto, de jerga, el argot, en el interior de una lengua, o con una lengua en el interior

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de otra, es decir, hallamos dos muros. El insulto, o cuasi insulto de creer al descargo que oímos de parte de François, constituye el exceso del profesor en su punto máximo: abandona su lengua y su función, identificado a su clase.

Llegados aquí podemos decir que el objeto, el tema del film, es el desborde. Y particularmente el desborde de la significación. En ese continente que provee el entre muros se produce la rebe-lión de los estudiantes, su oposición a casi todo, la tenacidad excesiva del profesor, la palabra pétasse en sí misma un hecho de significancia de la lengua (de desborde del código) puesto que se forma al parecer por la influencia de pute, putaine y poufiasse, eclipsando a pétard, el inci-dente en que una alumna sufre un corte en la ceja, la expulsión de un alumno, el lenguaje colo-quial un tanto exagerado en su uso, y los más diversos insultos y descalificaciones.

Las marcas que los alumnos exhiben (el fútbol, la ropa que usan, etc.) concurren con el lenguaje que utilizan. Aquello que falta en el lenguaje y la marca corporal (aquello que falta para que el cuerpo goce de sí) gira en una órbita similar. En ese sentido, la escena que nos muestra a la ma-dre de uno de los alumnos hablando una lengua extranjera, y traducida por su hijo, ante la in-comprensión completa de los docentes, es paradigmática.

“Madames, Messieurs: no gozamos de la misma manera cuando decimos lo mismo. Por eso no me entienden” testimonia la señora.

Toda esta cuestión condiciona de algún modo a la segregación y no puede serle ajena.

En este plano, el film cita y destaca dos textos que queremos emparentar. Son estos, La Repúbli-ca, de Platón, y El diario, de Ana Frank. En el primero se reivindica a “ese tipo”, Sócrates, que interroga a la gente hasta hacerles perder estabilidad y certeza. Sócrates se halla metafórica-mente, por la atopía de la Polis en la que se instala, extramuros. En cambio, Ana Frank se en-cuentra literalmente intramuros. Es el lugar que le permite sobrevivir al nazismo hasta ser des-cubierta y donde escribe su diario.

La suerte corrida por Ana Frank y Sócrates, así como el “encierro” al que nos somete el film, nos habilita a abordar una última cuestión. Si atendemos a la composición social de la clase, ve-mos que se trata de chicos de sectores marginales de la Francia actual. Algunos vienen, o sus padres provienen, de Martinica, otros de Malí, incluso hallamos un alumno chino. Estos hechos llevan al tema de la segregación, al racismo. Hay una cuestión ligada al lazo concentracionario (aunque sólo sea porque están todos en un solo y mismo lugar). Recordemos una reflexión de Lacan que viene al caso: “El rechazo de la segregación se halla naturalmente en el principio del campo de concentración” (cf. en Autres écrits, Seuil, París, 2001, el prefacio que Lacan escribe a la tesis de Anika Rifflet-Lemaire, p. 395, en nota). El Lager, el campo de exterminio, aparece allí donde lo rechazado de lo simbólico retorna en lo real (este concepto, admitámoslo, es un viejo conocido, pero se ha utilizado poco para pensar temas ligados a la segregación, al racismo, y aun al holocausto). El problema cierto pensamiento “progresista” tropieza precisamente en este punto no radicaría entonces en eliminar la segregación “lingüística” el rasgo o aún el con-cepto que encontramos en su base. No podría tratarse de penalizarla, prohibirla o denunciarla.

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Con todo, sería preferible, para decirlo de otra manera, llamar “negros” a los negros y no “hom-bres de color”. Cuando se usa este eufemismo las cosas devienen muy ligeramente más peligro-sas.

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Julio 15, 2009

Entre los muros: un film que (se) interroga sobre la educación

La película de Laurent Cantet está basada en la obra del escritor y docente François Begau-deau, que también protagoniza el film, encarnando a M. Marin. Junto a él, un grupo de ac-tores no profesionales, seleccionados entre los estudiantes de una escuela media de París, recrean la vida en la escuela.

La extraordinaria calidad del resultado hizo que Entre los muros se alzara con el premio mayor en el Festival de Cannes de 2008, barriendo con el glamour, la celebridad y las su-perproducciones. Entre los muros es no solo un film ineludible para los educadores sino un sugerente material para compartir y discutir con los alumnos.

"Soy profesor de tablas de multiplicar. A veces logro enseñar matemática." Así se presenta uno de los personajes a los colegas recién llegados. La escena se desarrolla en una escuela media de un barrio popular de París, pero la experiencia podría repetirse en cualquier ciu-dad, en cualquier escuela. Ese es el principal encanto de Entre los muros: los personajes, los diálogos, los conflictos que atraviesan a docentes y alumnos a lo largo de la película reapa-recen en cualquier comunidad educativa marcada por la segmentación social y cultural, por la dificultad para adecuar los objetivos de la escuela media a las demandas e intereses de los estudiantes, por la brecha generacional...

Desde el sugerente título, la película de Cantet plantea las dificultades de trascender la lógi-ca que impera "entre los muros" y trata de dar cuenta de las inquietudes y dificultades que los estudiantes traen desde más allá del muro, desde el mundo en el que deben vivir sus vi-das.

Es interesante pensar la relación del film con otro trabajo que retrató la escuela francesa de los años 40: Los 400 golpes, de François Truffaut. Allí se mostraba un institución extraor-dinariamente rígida, con jerarquías inflexibles, gélidos métodos de enseñanza y castigos se-veros. (Sobre Los 400 golpes de Francois Truffaut puede verse este texto.)

Sin duda, ni la relación entre el docente y los alumnos de Entre los muros es comparable a los niveles de autoritarismo que planteaba Truffaut, ni la escuela o la sociedad francesa son las mismas. Sin embargo, las preguntas permanecen: ¿qué hacer con "la diferencia"?

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¿Qué pasa cuando un joven no encuentra, ni en la familia ni en la escuela, puntos de orien-tación, contención emocional o un marco de relaciones que le permitan un desarrollo inte-lectual y emocional adecuado?

El aula es espejo de una sociedad marcada por los problemas ligados a la inmigración –di-ferencias lingüísticas, culturales, religiosas, emocionales–. Allí los docentes se encuentran tironeados entre el deseo de atender –y entender– las demandas de los alumnos y la necesi-dad de enseñar ciertos contenidos disciplinares y de cumplir con las exigencias instituciona-les, cuyo ritmo de cambio no se adecua fácilmente a lo que ocurre más allá de los muros.

Los cuestionamientos de los chicos encuentran siempre el camino para “meter el dedo en la llaga”, para detectar con agudeza las debilidades de los adultos y del sistema, y buscan ex-presarlas, ya sea con timidez o con insolencia.

Una de las escenas más notables de la película corresponde al diálogo que prepara la pro-ducción de un autorretrato. Cuando el profesor intenta indagar sobre la resistencia de los chicos a hablar de sí mismos surgen planteos como: “Usted nos pregunta para que hable-mos, pero no es verdad”, explica una de las chicas. “¿Qué cosa no es verdad?” –pregunta Marin–. “Que le interese saber de nosotros..” es la franca y dura respuesta. A partir de allí, se plantea una conversación de una enorme riqueza acerca de la privacidad, el pudor, el te-mor al rechazo que todos ellos padecen.

Isabella Boscov, en su reseña para Veja cinema, subraya la diferencia entre esta obra y ciertos clásicos de Hollywood –como Semilla de maldad– en los que la buena voluntad de un do-cente carismático logra barrer con las resistencias de los adolescentes, desvanecer la hostili-dad e instaurar la armonía. En Entre los muros los conflictos nunca se resuelven de manera definitiva. Hay una tensión permanente entre la tendencia a exigir a los alumnos lo que no pueden dar –por ejemplo la adecuación a códigos que les resultan bizarros e incomprensi-bles– y la dificultad para percibir y dar cauce a sus verdaderas capacidades.

La escuela del film cuenta con condiciones que –comparadas con la experiencia cotidiana que enfrentamos en esta región del mundo– pueden resultar ideales: buena infraestructura, espacios para el debate con los colegas y los directivos, adelantos tecnológicos a disposi-ción de los alumnos, docentes y autoridades con buena formación, creatividad y predisposi-ción al diálogo, espacios para la participación de representantes estudiantiles, familias que responden a las convocatorias escolares… Ninguna de las coartadas habituales para expli-car los fracasos y las frustraciones de la experiencia educativa está disponible. Los debates entre los docentes sobre la disciplina y las sanciones dejan en claro que tampoco el castigo resuelve los temas de fondo.

Entre los muros no busca ni ofrece respuestas fáciles: los intentos de M. Marin se ven, oca-sionalmente, coronados por algún modesto éxito. Por ejemplo, la deliciosa escena en que el problemático Souleyman logra encontrar un camino alternativo para hacer la tarea y cons-truye su autorretrato a partir de fotografías de su grupo familiar, con pequeños epígrafes. El adolescente recibe la felicitación del profesor, con expresión de feliz incredulidad, tan fuer-te es el temor de que el elogio sea solo una burla. Sin embargo, el contacto logrado es efí-mero. Poco después, el mismo alumno, justamente cuando intenta llevar a cabo un acto no-

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ble –defender a sus compañeras de un abuso de autoridad del docente–, se ve acorralado por los conflictos con sus compañeros, sus dificultades para controlar la agresividad, la compleja problemática familiar y la normativa institucional, que acaban determinando su expulsión.

Y el creativo y tolerante profesor también debe afrontar un justificado cuestionamiento de alumnos y colegas, cuando pierde los estribos y les falta el respeto a sus alumnas.

No hay ángeles ni demonios en la clase de Cantet, tampoco salidas obvias al laberinto en que nos mete, donde la incomprensión y la frustración acechan a cada paso. Pero también la sorpresa, el hallazgo inesperado. Al final del film, la perspicaz y desafiante Esmeralda abre un resquicio a la utopía. Perplejo, Marin la escucha comentar con toda naturalidad su fasci-nación por La república de Platón –que leyó por su cuenta– y explicar a la clase su interpre-tación de la mayéutica socrática:

Esmeralda: —Mmm.. hay un tipo… ¿cómo se llama..? ¡Sócrates! Aparece y para a la gente por la calle y les hace preguntas: ¿Estás seguro de saber lo que estás pensando? ¿Tienes la certeza de saber lo que estás haciendo? Y por ahí va… Entonces las personas se quedan confusas y se hacen preguntas. Es muy fuerte.

Marin: —¿Y sobre qué cosas pregunta?

Esmeralda: —Sobre todo. El amor, la justicia, la religión, las personas… sobre todo.

El film se cierra, pues, recuperando esta antigua apuesta al diálogo sin preconceptos y a la capacidad de interrogarse como fuentes de construcción de saber. Ideas antiguas de un hombre considerado, en su tiempo, el más sabio del mundo.

Entre los muros comentado por sus responsables:

Entrevista con Esmeralda,en francés: http://www.youtube.com/watch?v=mQFxNC1AArA&feature=related

Comentario del director Laurent Cantet, en inglés con subtítulos en portugués:http://www.youtube.com/watch?v=qbe6MwzImQ4&feature=related

Fuente: Educ.ar