enigmas - junio 2010 - aparecidos

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reportaje << Esteban Ruíz Es casi con toda seguridad el paradigma de leyenda urbana que ha vencido los márgenes impuestos por el paso del tiempo.Y es que quién no ha oído alguna vez, al calor de la lumbre en un campamento de verano, o al final de una fiesta en casa de algún amigo, que a un “amigo de un amigo” le ha ocurrido… más o menos esto. Aparecidos en las L a madrugada se cierne sobre una carretera cualquiera. El muchacho, cansado y algo “tocado” por la última copa –la que casi siempre mata a la decena anterior– circula a velocidad prudencial.Al enfilar la última curva el corazón le da un vuelco. Alí, semidesnuda, vestida de blanco inmaculado se encuentra una muchacha aterida por el frío que hace autostop. Los efluvios del alcohol abandonan rápidamente su cuerpo; el sus- to ha sido importante. El desconcierto inicial no nubla su sesera; se ve en la obligación de aten- der a la joven, y así lo hace. Para en mitad de la oscuridad, y la chica corre hacia él. “¿Hola, qué tal?”, pregunta a la inesperada paseante nocturna. Ella, mi- rándolo desde la profundidad de sus ojos azules, con una expresión de tris- teza infinita, le ruega: “Por favor, ¿me llevas?”. No parece agresiva, por lo que con un movimiento de mano la invita a entrar en el vehículo. Durante unos minutos recorren la solitaria vía, con el silencio como único tema de conver- sación. Hasta que... Al llegar a la última curva, la muchacha se desespera, empieza a gemir y grita aterrorizada: “¡Frena, frena. Esa curva es mortal!”. Él, sorprendido por la inesperada reacción de su acompañante pisa el pedal con fuerza perdiendo por unos instantes el control del coche y parando en mitad de la vía, tras derrapar peligrosamente. Se lleva las manos a la cabeza, enfa- dado, incapaz de hallar explicación que justifique el extraño comportamien- to. Se gira hacia ella para increparla, para echarla del coche. Pero la joven de ojos tristes ya no se encuentra a su lado... Casos así forman parte de lo que el folclorista y antropólogo norteameri- cano Harold Brunvand denomina “Fenómeno ADUA”, en referencia a que ca- si siempre se produce –o tiene como protagonista fatal– al “Amigo De Un Amigo”. No en vano, para encontrar las raíces de tan universal historia debe- ríamos de remontarnos siglos atrás cuando ni tan siquiera existía el coche –recordemos que el primer vehículo como tal es el inventado a principios del siglo XX por Henry Ford, su legendario modelo T–, en los tiempos en los que carreteras

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Esteban Ruíz

Es casi con toda seguridad el paradigma de leyenda urbana que ha vencido losmárgenes impuestos por el paso del tiempo.Y es que quién no ha oído algunavez, al calor de la lumbre en un campamento de verano, o al final de una fiesta encasa de algún amigo, que a un “amigo de un amigo” le ha ocurrido… más omenos esto.

Aparecidos en las

La madrugada se cierne sobre una carretera cualquiera. El muchacho,cansado y algo “tocado” por la última copa –la que casi siempre mataa la decena anterior– circula a velocidad prudencial.Al enfilar la últimacurva el corazón le da un vuelco. Alí, semidesnuda, vestida de blancoinmaculado se encuentra una muchacha aterida por el frío que hace

autostop. Los efluvios del alcohol abandonan rápidamente su cuerpo; el sus-to ha sido importante.

El desconcierto inicial no nubla su sesera; se ve en la obligación de aten-der a la joven, y así lo hace. Para en mitad de la oscuridad, y la chica correhacia él.

“¿Hola, qué tal?”, pregunta a la inesperada paseante nocturna. Ella, mi-rándolo desde la profundidad de sus ojos azules, con una expresión de tris-teza infinita, le ruega: “Por favor, ¿me llevas?”. No parece agresiva, por lo quecon un movimiento de mano la invita a entrar en el vehículo. Durante unosminutos recorren la solitaria vía, con el silencio como único tema de conver-sación. Hasta que... Al llegar a la última curva, la muchacha se desespera,empieza a gemir y grita aterrorizada: “¡Frena, frena. Esa curva es mortal!”. Él,sorprendido por la inesperada reacción de su acompañante pisa el pedal confuerza perdiendo por unos instantes el control del coche y parando en mitadde la vía, tras derrapar peligrosamente. Se lleva las manos a la cabeza, enfa-dado, incapaz de hallar explicación que justifique el extraño comportamien-to. Se gira hacia ella para increparla, para echarla del coche. Pero la joven deojos tristes ya no se encuentra a su lado...

Casos así forman parte de lo que el folclorista y antropólogo norteameri-cano Harold Brunvand denomina “Fenómeno ADUA”, en referencia a que ca-si siempre se produce –o tiene como protagonista fatal– al “Amigo De UnAmigo”. No en vano, para encontrar las raíces de tan universal historia debe-ríamos de remontarnos siglos atrás cuando ni tan siquiera existía el coche–recordemos que el primer vehículo como tal es el inventado a principios delsiglo XX por Henry Ford, su legendario modelo T–, en los tiempos en los que

carreteras

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