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1 Apuntes para el desarrollo de una política revolucionaria de lucha para los trabajadores de nuestro país El bloque dominante atraviesa una profunda e irreversible crisis de hegemonía Desde la segunda mitad de la administración Frei y coincidiendo con el fin del ciclo de crecimiento económico iniciado en 1986, el impacto de la crisis asiática en nuestra economía y el empeoramiento en las condiciones de vida de sectores medios y populares producto del propio funcionamiento del modelo, el bloque dominante y su agente político hegemónico, la Concertación, entraron en una crisis progresiva de pérdida de hegemonía, iniciándose, por lo tanto, una reversión en la tendencia de la lucha de clases, en nuestro país, desde fines de la década del ´90, con ciclos sectoriales, paulatinos y escalonados de movilización, cuyo mayor desarrollo se dio en los sectores estudiantil secundario (2006), pobladores con deuda habitacional (2007) y trabajadores subcontratistas de la industria minera, agroexportadora y forestal (2007 y 2008). El punto más bajo de legitimidad del agente político hegemónico del bloque dominante, la Concertación, se dio durante la primera administración Bachelet, desfondándose finalmente en las elecciones del 2009. La derecha asume la administración del Estado “por defecto”, sin constituir una mayoría ni política ni social, ni menos, teniendo capacidad para reemplazar a la Concertación en el rol de agente político hegemónico. Entre el 2011 y el 2012 se produce un brusco ascenso de la lucha de clases, con ciclos masivos y simultáneos de movilización de sectores medios y populares, profundizándose la crisis de pérdida de hegemonía del bloque dominante, a tal nivel, que el régimen político de dominación se mantiene funcionando con niveles mínimos de representatividad y se ha puesto en duda, no sólo la continuidad del régimen político binominal vigente y la constitución política del país, sino también el liderazgo que desde fines de la dictadura tuvo al interior del bloque dominante la fracción monopólico- financiera asociada al capital transnacional (los grandes grupos económicos), con su modelo de capitalismo híper-liberalizado primario exportador. La crisis de hegemonía del bloque dominante, se expresa fundamentalmente como una crisis en el régimen político de dominación. Es una crisis jurídico-política y por eso se plantea la necesidad del cambio de la Constitución Política vigente. Es por esto que esta crisis se podría resolver, en primera instancia, en ese ámbito, con un reacomodo

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Page 1: Encuentro Nacional de Trabajadores Revolucionarios.pdf

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Apuntes para el desarrollo de una política revolucionaria de

lucha para los trabajadores de nuestro país

El bloque dominante atraviesa una profunda e irreversible crisis de hegemonía

Desde la segunda mitad de la administración Frei y coincidiendo con el fin del ciclo

de crecimiento económico iniciado en 1986, el impacto de la crisis asiática en nuestra

economía y el empeoramiento en las condiciones de vida de sectores medios y populares

producto del propio funcionamiento del modelo, el bloque dominante y su agente político

hegemónico, la Concertación, entraron en una crisis progresiva de pérdida de hegemonía,

iniciándose, por lo tanto, una reversión en la tendencia de la lucha de clases, en nuestro

país, desde fines de la década del ´90, con ciclos sectoriales, paulatinos y escalonados de

movilización, cuyo mayor desarrollo se dio en los sectores estudiantil secundario (2006),

pobladores con deuda habitacional (2007) y trabajadores subcontratistas de la industria

minera, agroexportadora y forestal (2007 y 2008).

El punto más bajo de legitimidad del agente político hegemónico del bloque

dominante, la Concertación, se dio durante la primera administración Bachelet,

desfondándose finalmente en las elecciones del 2009. La derecha asume la administración

del Estado “por defecto”, sin constituir una mayoría ni política ni social, ni menos, teniendo

capacidad para reemplazar a la Concertación en el rol de agente político hegemónico.

Entre el 2011 y el 2012 se produce un brusco ascenso de la lucha de clases, con

ciclos masivos y simultáneos de movilización de sectores medios y populares,

profundizándose la crisis de pérdida de hegemonía del bloque dominante, a tal nivel, que el

régimen político de dominación se mantiene funcionando con niveles mínimos de

representatividad y se ha puesto en duda, no sólo la continuidad del régimen político

binominal vigente y la constitución política del país, sino también el liderazgo que desde

fines de la dictadura tuvo al interior del bloque dominante la fracción monopólico-

financiera asociada al capital transnacional (los grandes grupos económicos), con su

modelo de capitalismo híper-liberalizado primario exportador.

La crisis de hegemonía del bloque dominante, se expresa fundamentalmente como

una crisis en el régimen político de dominación. Es una crisis jurídico-política y por eso se

plantea la necesidad del cambio de la Constitución Política vigente. Es por esto que esta

crisis se podría resolver, en primera instancia, en ese ámbito, con un reacomodo

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contingente, temporal e inestable del bloque dominante (reformas constitucionales

limitadas), o con su desplazamiento, también contingente, temporal e inestable, por una

nueva alianza social que está en proceso de construcción.

No se trata por tanto, de que se abra un periodo pre-revolucionario o una crisis

revolucionaria. Por el contrario, se trata de la apertura -al interior de un periodo aún

vigente de estabilización de la lucha de clases en el país-, de una fase de ascenso en la lucha

de clases, de reconfiguración y desplazamiento de las alianzas políticas al interior de un

bloque dominante desgastado, y de corrección o rectificación del modelo económico en

algunas áreas específicas (educación, salud, previsión).

Solos la irrupción de la clase obrera, como fuerza organizada y confrontada contra

el enemigo de clase, contra el bloque dominante y sus expresiones políticas contingentes,

pueden provocar una avance sustancial (profundización) de esta fase de lucha de clases,

llevándonos a una fase superior de confrontación entre clases.

Para resolver esta crisis de hegemonía del bloque histórico, el bloque en el poder

debe enfrentar dos tareas cuya solución es contradictoria y mutuamente excluyente entre

a. Debe aumentar el ritmo de crecimiento de la economía, para lo cual debe

profundizar necesariamente el modelo, aumentando aún más las contradicciones y

desequilibrios sociales que engendra.

b. Debe recomponer y legitimar el régimen político-institucional de dominación para

asegurar la gobernabilidad del capitalismo en Chile.

El intento de dinamizar el crecimiento económico nacional, fundamental ganancias

para la burguesía monopólica-financiera, sólo puede profundizar la crisis de pérdida de

hegemonía y de coherencia interna del bloque dominante, porque implica profundizar las

dinámicas que están en la base del ciclo de ascenso de la lucha de clases. El intento de darle

mayor gobernabilidad a la economía neoliberal, reformando el régimen político,

necesariamente implica la posibilidad de desmontar algunos de sus mecanismos de

funcionamiento, lo que necesariamente desorganiza al modelo y su política de alianzas.

Esto significa que, si bien la etapa que se abre es de reacomodo al interior del

bloque dominante y de retoma de la iniciativa por parte de la Concertación/PC, en su

intento de reconstruirse como agente político hegemónico y darle gobernabilidad global al

sistema a la vez que se impulsan reformas pro crecimiento, también es cierto que por sus

mismas características, será una etapa de conflictividad social y articulación social y política

de los sectores afectados por el capitalismo rentista neoliberal.

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La etapa de ascenso de la lucha de clases que se ha abierto los últimos años (2011-2014), ha

sido impulsada mayoritariamente por sectores medios y se centra en la disputa por mayor

regulación al rentismo de los grupos económicos, y por cómo se distribuye de una manera

más equitativa el ahorro acumulado en el país, en manos de los grupos económicos y el

Estado.

La fase de ascenso de la lucha de clases que se ha abierto los últimos años (2011-

2014), se ha articulado mayoritariamente en torno a dos ejes: La disputa por el control del

excedente económico producido en el país (esto es, la distribución del ahorro acumulado

en las grandes empresas, las AFP´s y el gobierno), y la demanda por regulación estatal a las

actividades de los grandes grupos económicos.

En el primer eje de articulación podemos situar las masivas movilizaciones por el fin

del lucro, educación gratuita y desmunicipalización de los estudiantes, pero también el

movimiento en masa de fondos de ahorrantes en las AFP´s, estimulado por

Felices&Forrados, los levantamientos de Aysén y protestas de Tocopilla y Chiloé, así como

las movilizaciones de enfermos catastróficos por el acceso a medicamentos de alto costo.

En el segundo eje de articulación encontramos las movilizaciones contra HidroAysén,

contra las termoeléctricas en Barrancones y en Huasco, en Caimanes contra las mineras, en

Freirina contra Agrosuper, en Petorca y Paine (entre otras localidades) por el agua, y

también el movimiento de usuarios de isapres judicializando las alzas de planes.

Esta fase de ascenso de la lucha de clases, por sus contenidos, ha sido la expresión

de la frustración de expectativas, el descontento y la toma de distancia o desvinculación de

los sectores medios respecto al modelo neoliberal y al rol rector que en él cumplen los

grandes grupos económicos, que es la otra cara de la crisis de pérdida de hegemonía

política y de coherencia interna del bloque dominante. Esto no quiere decir que se haya

generalizado un rechazo al capitalismo entre estos sectores, sino sólo que han adquirido

una conciencia fundamentalmente económico-reivindicativa con matices.

Aunque los sectores populares también se han movilizado, y muy radicalmente,

extendiendo y legitimando la violencia política popular, la dirección y conducción global de

los distintos movimientos, en esta etapa, ha correspondido básicamente a sectores medios.

Incluso, en relación con la demanda de regulación estatal de la actividad de los

grandes grupos económicos, al interior mismo del bloque dominante se dieron una serie de

pugnas inter-burguesas entre accionistas minoritarios y controladores de grandes

empresas, algunas de las cuales se encuentran aún en desarrollo (La Polar, Soquimich,

Enersis, Corpbanca)

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A pesar de que el movimiento de trabajadores fue fundamental en la reversión de la

tendencia de la lucha de clases en el país durante la década del 2000, los trabajadores no

han logrado ser los protagonistas de las más importantes y masivas movilizaciones en el

ciclo abierto el 2011-2012, y menos, los portavoces del descontento acumulado de la

población general, y no lo van a ser en la medida en que no logren superar (y subsistan) los

mecanismos que inhiben tanto su organización independiente como la expresión de sus

demandas.

Esto sólo muestra, en esta etapa, la falta de independencia de la clase trabajadora y

los sectores populares (que permanecen todavía subordinados al bloque dominante o a las

expresiones del reformismo pequeñoburgués) y por tanto, los límites estructurales para

que la crisis orgánica del bloque dominante pueda transformarse en una crisis del

capitalismo en Chile.

Los trabajadores son fundamentales tanto para la apertura de un nuevo ciclo de luchas, como

para el sentido que tendrá este. No habrá proceso de democratización ni de cambio del

régimen político, sin la modificación sustancial del régimen laboral y sin la incorporación de

los trabajadores a la lucha política.

Durante el periodo de instalación de grandes complejos industriales a mediados de

los ´90, los trabajadores subcontratistas del montaje industrial lograron, a través de su

organización, de la acción directa y el desconocimiento del marco legal patronal, obtener

importantes mejoras económicas y beneficios por parte de las empresas mandantes. Sin

embargo, las formas de organización y de lucha de los montajistas industriales no lograron

extenderse a otros sectores laborales, ya que la situación del sindicalismo a nivel nacional

no era distinta de la situación del resto de las organizaciones populares del país, marcada

por el desgaste, la dispersión, la desorganización y la desmovilización. Todas, dinámicas

propias de una derrota estratégica del movimiento popular, de la conformación de un

bloque histórico de las clases dominantes y de la apertura de un largo periodo de

estabilización en la lucha de clases.

Así como la lucha de los montajistas industriales no logró replicarse, tampoco

lograron un mayor nivel de desarrollo o extensión, iniciativas como la articulación de la

Coordinadora de Sindicatos Base Cerrillos-Maipú o la coordinadora de sindicatos del Grupo

Luksic. Menos, creaciones intelectuales ajenas a la realidad, como los colectivos de

trabajadores. En el campo del sindicalismo institucional, la dispersión del movimiento de

trabajadores significó una serie de fraccionamientos burocráticos de la principal central de

trabajadores del país.

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Sin embargo, a partir del fin del ciclo de crecimiento económico 1986-1996, de la

crisis asiática, del desgaste político de la Concertación y de las movilizaciones de fines de

los noventa y principios del 2000, se comienza a vivir una etapa de paulatina reversión en la

tendencia de la lucha de clases en el país, que se hace evidente con el desarrollo del

movimiento estudiantil secundario y, principalmente, con las luchas de los subcontratistas

del cobre (2007-2009-2010), de los subcontratistas de la industria forestal (2007), de los

trabajadores temporales de la agro industria (2008) y de los trabajadores salmoneros

(2007-2008).

Con independencia de los resultados finales y la valoración que se pueda hacer de

ellos, la unidad de los trabajadores de distintas empresas subcontratistas y un fuerte

trabajo sindical de base, de carácter asambleario y democrático, logró, nuevamente a

través de la acción directa por fuera del marco legal patronal, presionar a las empresas de

grandes grupos económicos y sentarlas a negociar de manera informal acuerdos inter-

empresas, que terminaron favoreciendo a una gran cantidad de trabajadores.

A pesar de que en todas estas luchas se planteó de hecho la negociación inter-

empresas y como reivindicaciones generales la negociación colectiva, el derecho a huelga

efectivo, el fin al subcontrato (o al menos la igualación de condiciones entre los

trabajadores de planta y los subcontratos) y el fin de la utilización de múltiples RUT, todas

las movilizaciones lograron ser contenidas sectorialmente y no se dieron las condiciones

para que se lograran constituir instancias de organización federativas (como la Confech,

Aces y Cones, que son todas organizaciones de hecho), ni transformarse en un movimiento

unitario, diverso, descentralizado y nacional, como el movimiento estudiantil. Por lo mismo,

el impacto político en el régimen político y la institucionalidad de estas movilizaciones fue

mínimo, en comparación con el movimiento estudiantil.

Finalizando el ciclo de grandes movilizaciones abierto el 2011-2012, y a diferencia

de las luchas previas de los trabajadores, la maduración del proceso de unidad,

organización de base democrática y movilización de los trabajadores portuarios (que venía

del mismo periodo que los otros movimientos sindicales) logró, más allá de reivindicaciones

económicas concretas del 2013 y 2014, una de las más importantes victorias políticas e

ideológicas sobre el empresariado durante los últimos 20 años: La recuperación del sentido

de la huelga (en este caso paro) de solidaridad, que no es cualquier solidaridad, sino

solidaridad de clase, y mostrarle al conjunto de los trabajadores del país el poder real,

concreto y efectivo de ésta.

Adicionalmente -y no es menor-, los portuarios lograron hacer entrar en

contradicción a los grandes empresarios exportadores de la minería, la agroindustria y la

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manufactura con los grupos económicos controladores de los puertos, y a estos entre sí,

respecto a la manera de enfrentar de mejor manera a los trabajadores. La amenaza de

movilizar el apoyo internacional de los trabajadores en los puertos de destino, finalmente,

decidió la intervención del gobierno central y el fin del conflicto.

Durante el primer trimestre de 2014, ante una movilización de trabajadores de la

minería, los portuarios del norte volvieron a demostrar su solidaridad de clase negándose a

embarcar cobre de la minera en conflicto, como una forma de apoyar a los huelguistas.

El sentido de este recuento, es plantear que existen las bases para la apertura de un

ciclo de movilización de los trabajadores, que probablemente será liderado por los

trabajadores que han logrado desarrollar las formas de organización y de lucha más

efectivas en el último periodo: los trabajadores portuarios y trabajadores subcontratistas y

de planta de la minería.

Existen además contenidos sectoriales -fin al subcontrato, negociación colectiva,

huelga efectiva, fin del multi-Rut y negociación inter-empresa, entre otros-, que afectan

directamente la situación de los trabajadores en cuanto a ingreso y condiciones laborales,

pero también, en su otro aspecto, la distribución del ingreso de los factores productivos y

el control del excedente, por lo que golpean efectivamente al patrón de acumulación

capitalista en su modalidad neoliberal. Nos referimos a la postura de los trabajadores

frente al proceso de reforma tributaria y reforma previsional en curso, que están

generando el contexto necesario para ampliar las demandas de los trabajadores al tema

tributario y previsional en una perspectiva precisa: contra los grandes grupos económicos y

las transnacionales.

Es en este punto en que la fracción monopólico financiera asociada al capital

transnacional, eje del bloque histórico de las clases dominantes, se debiera transformar en

el objetivo común de la diversidad de movimientos sociales articulados durante esta etapa

de ascenso de la lucha de clases, y la coyuntura en que los trabajadores organizados

podrían asumir la dirección y conducción del movimiento de masas, en un sentido mucho

más avanzado que los sectores medios.

De una u otra forma, distintos sectores han venido planteando la necesidad de

articular las luchas. Sin embargo, sólo la lucha de los trabajadores golpea a los grupos

económicos en la fuente original de su poderío: las relaciones sociales de producción. Y es por

esto, que la lucha de los trabajadores es fundamental para definir el carácter de clase del

movimiento en su conjunto, e incluso, la posibilidad de articulación de un nuevo proyecto

popular, que no se encuentre subordinado a la movilización política y social de los sectores

medios, sino que, por el contrario, esté en condiciones de incorporarlos.

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Esta podría ser el fin de una fase de la lucha de clases, marcada por el poder sin

contrapeso de los dueños del poder y la riqueza. Dependerá ahora de los trabajadores y el

pueblo definir si será posible construir una nueva realidad, o si deberemos seguir

aguantando golpe tras golpe de la patronal. Dependerá de los trabajadores y el pueblo,

definir cuáles serán las características de la etapa que se abre.

Creemos que es imprescindible crear una corriente política revolucionaria al interior del

movimiento de trabajadores, que, a través de una serie de enfrentamientos parciales, y

enfrentado a sus enemigos de clase, logre constituirse en una fuerza social con perspectiva

anticapitalista y de poder.

Desarrollar fuerza social revolucionaria implica, necesariamente, luchar por

polarizar y agudizar el enfrentamiento con los dueños del poder y la riqueza, buscando el

quiebre de lo que los miristas llamaron el acuerdo inter-burgués y que está en la base de

constitución del bloque histórico de las clases dominantes.

En paralelo, implica generar las condiciones sociales, políticas e ideológicas que

permitan articular un bloque alternativo, que pueda reemplazar al actual bloque

dominante.

La fracción empresarial con mayor poder, en torno a la que se articuló este

acuerdo, son los grandes grupos económicos y el capital transnacional. Por tanto, buscar el

quiebre del acuerdo inter-burgués significa desbaratar sus alianzas económicas, políticas y

sociales.

Este proceso se viene dando de manera estructural desde 1996 aproximadamente.

La etapa de ascenso de la lucha de clases de 2011 a 2014 lo ha profundizado, pero en razón

del carácter de clase del movimiento social de estos años, el foco principal de conflicto ha

estado en la distribución del ahorro generado por el modelo y en la regulación estatal de

los excesos de los grupos económicos.

De los distintos escenarios que se abren, creemos que la posibilidad más probable

es que se produzca un desplazamiento o ampliación del foco del conflicto, de la

distribución de los excedentes (gasto social) y de la demanda por mayor regulación estatal

en algunas áreas de la economía, a las condiciones mismas del proceso productivo y la

distribución del ingreso de los factores productivos, esto es, a las condiciones laborales, los

salarios y las condiciones de retiro, lo que debiera contribuir a profundizar la crisis de

pérdida de hegemonía y de coherencia interna del bloque dominante y aportar elementos

para la configuración de un proyecto político popular.

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Proponemos avanzar en los siguientes objetivos políticos:

a. Contribuir al desarrollo del proceso de activación y movilización de los trabajadores, en la

perspectiva de la profundización de la crisis de pérdida de hegemonía y de coherencia

interna del bloque dominante, y de impedir, en conjunto con otros sectores del pueblo, la

continuidad de las políticas neoliberales en el país.

b. Fortalecer una corriente revolucionaria unitaria en el movimiento de trabajadores, cuya

perspectiva sea el socialismo y el paso del poder a manos de los trabajadores y el pueblo, y

sus principales herramientas, la organización de la clase trabajadora y el impulso de la

movilización, la acción directa y la participación democrática de las bases sindicales.

c. Combatir las posiciones ideológicas neoliberales y las posiciones vacilantes de la

izquierda tradicional en el campo de los trabajadores.

d. Establecer bases de trabajo regional, zonal y local, y de alianzas con otros sectores

sociales, en los mismos niveles, en una perspectiva de lucha y de profundización de la crisis

de las clases dominantes.

Encuentro Nacional de Trabajadores Revolucionarios

Invierno del 2014