encuentro 04

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Quiero soñar en negro, donde el blanco es compañero de camino, por encima de noticias no queridas, por encima de acuerdos, tratados y pactos ya sufridos. Tengo el alma negra, porque el negro es el color que aglutina, es tempestad en las entrañas, y serenidad en lo diario.

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l nacimiento único, singular, irrepetible… El nacimientode todos y para cada uno de los hombres y mujeres. El

profeta Isaías lo expresa diciendo: “Nos ha nacido un niño” (Is9,6). Dios siembra su semilla en la tierra Virgen de María ynos produce un ciento por ciento de vida divina, Jesús, la Pala-bra de Dios se hace vida y luz de los hombres y mujeres, se hahecho carne y mora entre nosotros, en nosotros. En Él hemossido hechos hijos de Dios (Jn 1,1), se nos ha dado la gracia, y la verdad, sustituyendo a lastinieblas del pecado y del error. En Jesús, Dios ha derramado su Espíritu sobre toda carne

(Joel 9,28) y este Espíritu nos ha renovadopor Jesucristo, nuestro Salvador (S. Pablo aTito). Por eso quienes les reciben en sus vi-das son frutos del amor de Dios. De aquí queel Niño nacido en el pesebre de un portal sellame “el Salvador, el Liberador del mal”. Éles el que multiplica nuestra alegría, nuestrogozo, y hace grande nuestro júbilo (Is 9),porque da sentido a la vida humana sobre latierra. Él es el Emmanuel, es decir, Dios connosotros. En nosotros, viviendo en nuestracarne mortal, para hacerla inmortal.

Entenderéis ahora por qué no es un na-cimiento de tantos, sino “el Nacimiento, LaNavidad, porque en Jesús hemos nacido to-dos a una vida nueva, incorruptible, llena deluz y alegría, llena de felicidad sin límites.

El nacimiento histórico y puntual de Je-sús se prolonga en el tiempo histórico delser humano, su encarnación, en la humani-

dad va produciendo el nacimiento puntal en la maduración de cada uno. ¡Ojalá que enestas Navidades no seamos externos pasivos ante el portal, sino que nos adentremos ac-tivos e internamente con María, para dar a luz en nuestras vidas a Jesús, al Emmanuelque nos libere de nuestras miserias humanas, y nos haga felices hasta lo más profundode nuestro ser.

Fernando Trasmonte Cabezas, sacerdote.

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uando este año he recibido la docu-mentación de ambientación para la

Navidad de Cáritas, me he quedado pensan-do durante unos minutos: ¿Cuántas veces hepensado yo dónde están los “últimos”?.

Desde que entré como voluntaria enCáritas hace ya más de diez años, siemprenos han dicho que la misiónde Cáritas era trabajar paralos “últimos”, pero yo meconsidero incapaz de saberquiénes son ellos en mi pue-blo, puesto que es aquí don-de trabajo; podía decir conbastante acierto quiénes loson en el mundo, en Europa,quizás en España, pero de mipueblo, ¿quiénes son los “úl-timos”?

El equipo que trabaja-mos como voluntarios enCáritas, sabemos que es difí-cil entender nuestra labor,que nos critican, que no con-fían en que lo hagamos bieny así es. Nosotros tambiénnos planteamos muchas ve-ces este mismo asunto. Peroyo me pregunto: ¿saben ellosquiénes son los “últimos”?

También nos cuestionamos con fre-cuencia: “¿son los “últimos” los indigentes,los que no tienen nada, los que viven sólode lo que se les da? De éstos hay pocos ennuestra sociedad. Y desde luego procuramos,desde Cáritas, ayudar en lo que podemos.

¿Son los que se sienten solos, los queno les importa a nadie, aunque tengan bienespara vivir, y quizás abundantes? Desde Cári-tas procuramos escuchar, acompañar y ani-mar a estos “últimos”.

¿Son los inmigrantes, que este año en par-ticular, han llegado masivamente, que vienen

sin papeles, sin conocer el idioma, sin un soloeuro en el bolsillo, sin nada que perder, y portanto se arriesgan a lo que sea para sobrevi-vir? En Cáritas nos hemos desbordado conellos, hemos intentado acogerlos, hecho cam-pañas de ropa, alimentos, buscarles trabajo,casa... ¿Eran éstos los “últimos”?

Pero además hay otros“últimos”. Los que piden sinnecesitar, los que malgastan,los que la sociedad arrinconaporque beben, se drogan,gastan sin saber en qué. Ellostambién son nuestros “últi-mos”, y quizás, nos entien-dan menos cuando les ayu-damos, les orientamos, lesreñimos... e incluso por ellollegan a amenazarnos.

Yo reconozco que no séquienes son nuestros “últi-mos”, pero desde aquí hagouna llamada a todos. Si cono-céis alguno, no dudéis en lla-marnos, porque quizás por sísolos son incapaces de pedirayuda, pero si tampoco vo-sotros sabéis quiénes son,no digáis que no sabemoshacerlo, que malgastamos el

tiempo y el dinero, porque tal vez, en cualquiermomento, podemos ser nosotros los que nospodamos encontrar en esa situación y ser, portanto, de los “últimos”.

Jesucristo nos dio un mensaje maravillo-so de humildad que ojalá podamos llevar a lapráctica: “Que no sepa tu mano izquierda loque hace la derecha”.

Yo os invito desde aquí, especialmenteen estas fechas, a que seáis generosos conellos y, sobre todo, a que estéis muy atentospara saber dónde están.

María Pilar Mancha.

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eguro que todos hemos escuchadomuchas veces que la Iglesia somos

todos, pero llenar esta frase decontenido no es fácil y muchomenos si queremos hacerlo deforma cercana y a la vez profunda.Así lo hizo el vicario general dezona, encargado del área de comu-nión y solidaridad del Arzobispa-do de Mérida-Badajoz, José Anto-nio Salguero, que nos visitaba re-cientemente. Sus palabras son elmás vivo testimonio del mensajede Cristo a su Iglesia; ésta es lallamada a la reflexión de todos losque nos llamamos cristianos y que debemosmeditar si realmente ejercemos como tal.

Comentábamos con el vicario acerca delpapel de los laicos en una Iglesia donde cadavez hay menos vocaciones religiosas, su res-puesta no deja lugar a dudas....

«El Concilio Vaticano II está casi por es-trenar en este asunto, la Iglesia somos todosy eso significa que tenemos que crecer mu-cho en esto, la Iglesia sigue siendo para mu-cha gente los curas y las monjas... pero elpueblo llano que no es ni cura ni monja, ¿quées? Pues son bautizados que es precisamentelo más importante que tenemos todos.

Es muy importante el papel del laicado,no como colaborador del cura, ojo que aquíno se colabora, en la Iglesia no se ayudacomo algo externo a nosotros. Yo soy Iglesiay lo soy como madre o padre, como jovenque tengo que dar testimonio de mi fe en miambiente, o valgo para la catequesis, paraanimar la liturgia, para visitar enfermos, traba-jar en Cáritas o participar en las Cofradías,según mis cualidades.

Hay tantísimas cosas que hacer en laIglesia y todas son tan importantes…, por-que no es más importante decir misa que par-ticipar en ella, cuando se participa bien, nohay actores y espectadores en la Iglesia. To-dos estamos acostumbrados a que los haya,pero esto lo tenemos que romper. No se tratade tener más catequistas o más animadores

������� ���������� ������������ de liturgia porque el cura sea mayor o tengacataratas y tengamos que leerle los papeles,

sino porque somos bautizados yesa es la función propia del laicoen la Iglesia.

Tenemos que desclericalizar laIglesia, que los curas pierdan unpoco de papel para que lo tenganlos laicos, el resto de bautizados.El sacerdote tiene su papel y na-die le suplanta, pues igual con loslaicos, tampoco pueden hacerotros su papel sino que debensaberse colocar donde deban es-tar, somos una familia en la que to-

dos estamos y debemos dejarnos estar”.¿Qué se está haciendo en este ámbito?«Bueno se van dando pasos poco a poco,

aunque no con la prisa que a muchos nos gus-taría ciertamente por nuestra mentalidad. Yo soycura del pos Concilio, a pesar de mis años, y enese sentido nos gustaría que las cosas corrie-sen un poco más. De hecho, el poner en manosde laicos, por ejemplo, la responsabilidad de lapreparación de los novios o la coordinación decatequesis, el que haya laicos que se preocupande los enfermos e incluso le llevan la comuniónen nombre de la parroquia como Ministros Ex-traordinarios de la Eucaristía, esto era impensa-ble hace treinta años o menos.

En esta Iglesia hay mucho que hacer, yaún se nos puede ocurrir más, porque seguroque no hacemos todo lo que debemos o po-demos, seguro que hay nuevas pobrezas quepiden respuesta. Me parece que estamos enuna Iglesia muy creativa y tenemos que salirun poco para dejar de ser algo que conservay mantiene para responder a los nuevos retosque se presentan.

Los bautizados deben asumir su papelcomo miembros de la Iglesia, en la que tienetantísima dignidad el Papa Juan Pablo IIcomo el último niño que ha sido bautizado,las responsabilidades son distintas pero yanos dijo San Pablo que «esto es como unCuerpo, cada uno tiene su función que tieneque descubrir en la Iglesia y cumplirla bien».

José Antonio Salguero,vicario general de

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ació por dos razones y las dos nos pa-recieron de peso.

En primer lugar queríamos enseñar a lagente, y enseñarnos a nosotros, que en estavida vale la pena dar algo a cambio de nada.No queríamos salir a la calle a ganarnos la pro-pina de nadie; salíamos a decir a la gente quenos alegraba poderles regalar ese donchiquitito y brillante que era nuestra estrella.

La otra razón era muy misionera: si en elDOMUND habíamos salido a las calles parapedir a los peatones su ayuda para las misio-nes, en Navidad salíamos para agradecer ennombre de los misioneros la apor-tación que entonces les entrega-ron. Eso lo explicábamos en unasoctavillas que entregábamos altiempo que nuestra estrellas.

Los comienzos fueron estupen-dos: entonces se daba mucha me-nos propaganda en las calles y habíabastantes recaudaciones diversaspara obras de tipo asistencial. Cual-quiera que nos veía avanzar pensa-ba que le íbamos a pedir dinero.¡Qué va! Éramos puro regalo.

Daba gusto pensar que en to-das las entradas de las estacionesde metro estaban amigos nuestros que repar-tían sus estrellas. Todo viajero del metro "teníaestrella". Estábamos en todo Madrid. Nospasó el primer año que un señor se empeñó endar una propina al grupo que le regaló la estre-lla. Le dijeron los chicos del grupo que los rega-los no se cobran. Él entendió. Estaban a alpuerta de una cafetería de la calle Juan Bravo.Entró en ella y salió al poco. Se dirigió a loschicos y les dijo: "Chavales no os vayáis deaquí sin tomar un desayuno que he dejado pa-gado para vosotros"; y, según nos contaron,fue también un desayuno de fiesta.

Conservamos algunas de las cartas al di-rector que aparecieron entonces. ¡Os gustaríaleerlas! Nos anunciamos mucho en la radio yalguno de nuestros grupos pasó entero por la

COPE, temprano, para saludar a los que supo-níamos que nos encontraríamos luego en lascalles.

Después de eso vino el encontrarnos enalgunas plazas juntos, los que habíamos esta-do repartidos por la ciudad; y de ahí pasamos acelebrar una fiesta en algunas plazas de ciuda-des de España. En Madrid lo hacíamos en laPuerta del Sol. Globos, bailes, escenificacionesde Navidad y fiesta misionera en toda regla. Avarios alcaldes les gustó, sin duda aquello,porque nos visitaron, nos acompañaron y nosanimaron con sus palabras.

¿Y hoy? Pues hoy sigue todo eso con lariqueza añadida de la experiencia. Ahora re-sulta que reciben nuestras estrellas personasque las repartieron cuando eran más jóvenes.Este reparto lo conocen muchos y no hayque explicar tanto. Pasan de 10 millones lasestrellas que imprimimos para repartir por ciu-dades y pueblos casi siempre el sábado ante-rior a Nochebuena.

¿Y falta algo? Falta que se vayan ani-mando cada día más niños y más jóvenes,que anuncien en las calles el sentido hermo-so de la Navidad. Y falta deciros que es unaalegría inmensa veros en las calles llevar,como nuevos mensajeros, la noticia de la pre-sencia de Jesús entre nosotros.

Xavier Ilundain S.I.

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l primer día de clase nuestro profe-sor se presentó ante nosotros, los

alumnos, y nos desafió a que nos presentá-semos a alguien que no conociésemos to-davía. Me quedé de pie para mirar alrededorcuando una mano suave tocó mi hombro.Miré para atrás y vi una pequeña señora,viejita y arrugada, son-riéndome, radiante, conuna sonrisa que ilumi-naba todo su ser.

Dijo: –«Oye, chi-co, mi nombre esRosa. Tengo ochentay siete años... ¿Puedodarte un abrazo?».

Me reí y respon-dí: –«¡Claro que pue-de!» y ella me dio un gigantesco apretón.«¿Por qué está usted en la facultad en tantierna e inocente edad?», pregunté.

Respondió juguetona: –«Estoy aquípara encontrar un marido rico, casarme,tener un montón de hijos y entonces jubi-larme y viajar».

«Está bromeando», le dije. Yo teníacuriosidad por saber qué la había motivadoa entrar en este desafío con su edad, y elladijo: «Siempre soñé con tener estudios uni-versitarios, ¡y ahora estoy teniendo uno!».

Después de clase caminamos y dividi-mos un dulce de chocolate. Nos hicimosamigos instantáneamente. Todos los días enlos siguientes tres meses teníamos clase jun-

Nos ha llegado un e-mail de Cruz Cadenas Flores al correo de la parroquiay, como estamos a punto de finalizar un año, en este número de la revista queríamos

incluir nuestros mejores deseos para el 2004. No se trata de un año menosen nuestra vida sino un año más que hemos podido compartir y por ello queremos

dar las gracias a Dios.

tos y hablábamos sin parar. Yo quedabasiempre extasiado oyendo aquella «máquinadel tiempo» compartir su experiencia y sabi-duría conmigo. En el curso de un año,Rosa se volvió un icono en el campus uni-versitario y hacia amigos fácilmente donde-quiera que iba. Adoraba vestirse bien, y se

reflejaba en la atenciónque le daban los otrosestudiantes. Estaba dis-frutando la vida... Al findel semestre invitamosa Rosa a hablar en nues-tro banquete de fútbol.Fue presentada y seaproximó al podium.Cuando comenzó a leersu charla preparada,

dejó caer tres de las cinco hojas al suelo.Frustrada y un poco sonrojada, tomó el mi-crófono y dijo simplemente:

«Discúlpenme, ¡estoy tan nerviosa!...Nunca conseguiré colocar mis papeles enorden de nuevo, así que déjenme apenashablarles sobre aquello que sé».

Mientras reíamos, ella despejó su gar-ganta y comenzó: «No dejamos de jugarporque envejecemos, envejecemos porquedejamos de jugar. Existen solamente cua-tro secretos para que continuemos jóvenes,felices y obteniendo éxito: Se necesita reíry encontrar humor en cada día. Se necesi-ta tener un sueño, pues cuando se pierden,uno muere... ¡Hay tantas personas cami-

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nando por ahí que estánmuertas y ni siquiera sos-pechan! Hay una enormediferencia entre envejecery crecer. Si usted tiene die-cinueve años de edad y sequeda tirado en la camapor un año entero, sin ha-cer nada productivo, termi-nará con veinte años... Siyo tengo ochenta y sieteaños y me quedo en lacama por un año y nohago cosa alguna, quedarécon ochenta y ocho años...Cualquiera consigue que-dar más viejo.

Eso no exige talentoni habilidad... La idea escrecer a través de la vida yencontrar siempre oportu-nidad en la novedad. Losviejos generalmente no searrepienten por aquello quehicieron, sino por aquellascosas que dejaron de ha-cer. Las únicas personasque tienen miedo de lamuerte son aquellas quetienen remordimientos”.

Al fin de ese año, Rosaterminó el último año de lafacultad que comenzó tan-tos años atrás. Una semanadespués... Rosa muriótranquilamente durante elsueño. Más de dos milalumnos de la facultad fue-ron a su funeral en tributo ala maravillosa mujer queenseñó, a través del ejem-plo, que «nunca es dema-siado tarde para ser todoaquello que uno puede pro-bablemente ser».

Tengo el alma negra,porque el negro es el color que aglutina,es tempestad en las entrañas,y serenidad en lo diario.

El negro relativiza lo superfluoy sabe volar hacia otros cielos;su color se desgaja en mil pedazosy se adapta a cualquier rincónde cualquier plaza.

Quiero tener el alma negra,para amar las raícesy otros años ya vividos.

Quiero soñar en negro,donde el blanco es compañero de camino,por encima de noticias no queridas,por encima de acuerdos, tratados y pactos ya sufridos.

Que la paz se vista de todos los caloresy que el negro la viva a borbotones,como cálida mañana de otoñoy atardecer en rojo de futuro.

José Cordero.

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