en sí y en las cosas (plotino)
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7/23/2019 En sí y en las cosas (Plotino)
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Actas1º Congreso Argentino de Filosofía – Red Filosofía Norte Grande
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Vázquez, Joaquín
En sí y en las cosas
Algunas cuestiones en torno a lo divino y la mística en Plotino.1
El pasado en Plotino
El mote autoimpuesto de exégeta de Platón parece quedarle chico a Plotino. Su figura
se erige solemne frente al enorme pasado filosófico del que se nutre. Junto a la
presencia rectora del platonismo y eclipsados por el mismo, es posible encontrar
conceptos aristotélicos y estoicos de importancia central para el pensamientoplotiniano. Pero con esta referencia no pretendemos hacer una genealogía, sino,
simplemente, esclarecer una de las connotaciones del adjetivo ‘platónico’, a saber,
una trascendencia cuyo límite no es muy claro. La categoría de trascendencia puede
ser vista desde varias perspectivas en el platonismo, lo que torna problemática su
comprensión. En efecto, puede ser concebida da las siguientes formas: del mundo
inteligible respecto del mundo sensible; del Bien respecto de todo lo existente, de lo
que siempre existe y jamás se genera -modelo desde el que el demiurgo realiza su
obra- respecto del demiurgo y de lo que siempre se genera y jamás existe; del
demiurgo respecto de su obra; o de la belleza que se encuentra en la cima de la
dialéctica respecto de todos los otros tipos de belleza. El término ‘platónico’ ha tenido,
a lo largo de la historia, connotaciones relacionadas con la trascendencia, pero en su
implicancia en lo referente al estatuto de lo divino en Plotino, hay que considerar una
cuestión de suma importancia: lo Uno se halla en sí, pero también está presente en su
producto, por lo que trascendencia e inmanencia confluyen, revelándose insuficientes
para caracterizar a lo divino.
Por el lado de la trascendencia, uno de los antecedentes claros y de mayor
importancia es la caracterización platónica del Bien en República, donde una de sus
notas distintivas es la de hallarse más allá del ser (epékeina tes ousías)2. Plotino
asume dicha característica en su formulación de lo divino, nombrado alternativa e
indistintamente como Bien y Uno. En efecto, lo Uno/Bien goza de una existencia
radicalmente distinta de la del resto de las cosas, una cuasi -existencia -en tanto supra-
existencia- ajena al ser y garantizada por la separación respecto de su producto. Por el
1 Contacto: Joaquín Vazquez Universidad Nacional de Río Cuarto –Universidad Nacional deCórdoba – [email protected] 2 Rep. 509b.
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lado de la inmanencia, podemos ubicar dos vertientes conceptuales, el aristotelismo y
el estoicismo3
. Pero en lo estrictamente atinente a lo divino, rescatamos la formulación
aristotélica del primer motor inmóvil del libro XII de Métafísica, por la que el dios no se
halla separado de la phýsis, sino inserto en ella y siendo acto puro. La consecuencia
que se sigue de ello es que éste sólo puede dirigir su actividad hacia sí mismo, ya que
para él nada es más digno de intelección que su mismidad. La pureza de dicho acto
impone una condición, la separación respecto de lo movido. Esto debe entenderse
desde la doctrina del movimiento, en la que a toda potencia debe antecederle
necesariamente un acto. El movimiento es el paso de la potencia al acto, pero una
potencia primera conllevaría la posibilidad del cambio, completamente ajeno a una
divinidad como el primer motor. Ahora bien, poner como principio del movimiento un
acto puro, satisface las necesidades lógicas, pero no las ontológicas. Esto puede ser
abordado desde una perspectiva plotiniana donde, en efecto, es posible establecer
una doble crítica al dios aristotélico. Por un lado, se cuestiona la falsa unicidad del
mismo: un dios que se autointelige, se duplica. La tentativa aristotélica para evitar el
cambio no tuvo en cuenta que la actividad autodirigida y necesaria, como punto de
partida para toda otra actividad, reintroduce la composición que se ha querido evitar.
Por otro lado, Plotino considera que entre motor y movido debe haber contacto, de lo
contrario, ¿cómo transmitir el movimiento?
Los enfoques platónico y aristotélico, se encuentran sutilmente entramados en
la ontología plotiniana. Ya hemos mencionado cómo lo Uno existe (cuasi -existe) en sí,
resta explicar cómo se encuentra presente en las cosas. Evidentemente, dicha
presencia es una respuesta al problema del contacto suscitado por la relación que el
dios aristotélico tiene con su producto. En el ámbito del ser, su presencia está
garantizada por la compenetración total –que es una reformulación de la identidad
estoica lógos/materia.4 Dice Plotino:
3 La presencia de elementos estoicos en la configuración de la divinidad plotiniana se verá másadelante.
4 Sólo nos limitamos a mencionar dicha identidad porque la profundización en la cuestiónexigiría un desarrollo mucho más amplio del que nos permite la extensión indicada para eltrabajo.
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“…la compenetración ha de hacer al conjunto un todo de partes homogéneas, y
cada partícula, por mínima que sea debe estar compuesta de los componentes que
supone que están compenetrados.” (II 7. 1)
De esta manera, lo divino se halla entramado en cada porción de lo existente y, al
igual que el lógos de la Stoa, vivificando lo inerte. No hay punto alguno donde el dios
no esté. Pero su presencia es también una distancia, una lejanía. Lo Uno genera
desde la potencia. Es dýnamis ton pánton, potencia de todas las cosas. Pero dicha
potencialidad es activa y no meramente pasiva como la aristotélica. Eso asegura su
permanente no-ser, su irreductible e incontenible plenitud allende toda forma.
Cualquier acto –en sentido aristotélico- es una determinación que no puede más que
empobrecer el exceso, el potencial absoluto de la causa y principio de todo lo que es.
En este punto, es preciso destacar que la generación se produce bajo la forma de una
emanación, una irradiación desde el no-ser algo ente -lo Uno/Bien- al ser. Plotino
grafica esa abstracción con las imágenes de la fuente que desborda, deviniendo
cascada tras rebasar sus límites, con la de la vida que se explaya, o el recorrido
concluido e incesante por todos los seres. Entendamos bien esto: la causa se
encuentra presente en lo causado -en lo generado o emanado (como se prefiera)-
pero como ella misma es potencia, jamás podrá ser asida bajo ningún aspecto, sean
estos sensibles o inteligibles.
Por otro lado, hay que destacar que lo primero es la Inteligencia y, por lo tanto,
es también lo más perfecto en esta orilla de la frontera entre ser y no-ser. Eso la eleva
a la categoría de divinidad, encarnando ella el máxima grado de perfección concebible,
generando, por tanto, todo lo que le sigue y transmitiendo la perfección, que se vuelve
una herencia cada vez más dividida entre la descendencia emanada. El recorrido
emanativo vuelve a detenerse hipostáticamente en el Alma, para finalizar, tras la
pérdida absoluta de potencialidad divina, en el mundo sensible y en la materia, no-ser
por impotencia productiva y por existencia no efectiva.
Hasta aquí, hemos caracterizado en líneas muy generales, el esquema
ontológico plotiniano tomando como eje algunas características de la divinidad.
Veremos a continuación como esto sirve de base para el trazado del vector ético-
místico.
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Ascenso y divinización
Una nota distintiva de la filosofía antigua y helenística ha sido el esfuerzo por vincular
o relacionar instancias ontológicas alejadas por medio de prácticas específicas. Cada
escuela ha tenido las suyas y Plotino no es la excepción. Si nos detenemos a
considerar los tres antecedentes importantes arriba mencionados, encontraremos que
tanto la paideia platónica, como la contemplación teorética aristotélica y la máxima
estoica de asemejarse a la naturaleza (homologouménos tei phýsei dsen), suponen
una semejanza en la constitución cósmica y antropológica. De allí que, por la
realización de determinadas prácticas, constricciones apetitivas y ejercicios, el hombre
pueda trocar su condición corruptible y atormentada, por un estado mucho más grato y
perfecto: la sabiduría.
En Plotino, al igual que en Platón, el sabio será aquél que logre remontarse
hasta la cima de la dialéctica, dejando atrás el engaño de lo apariencial y contingente,
dirigiéndose en pos del conocimiento de lo eterno y verdadero. Para ello habrá
adquirido previamente las virtudes que son condición necesaria del ascenso, o bien su
naturaleza le habrá brindado una propulsión excepcional a dicha subida. En efecto,
Plotino considera que el músico, el amante y el filósofo tienen una predisposición
natural para alcanzar el perfeccionamiento ético, pero a eso le agrega una instancia de
perfección ulterior, ausente en el resto de las escuelas, fuera de toda forma ética
predeterminada e indisponible a toda decisión: la mística. La misma consiste en una
experiencia de identificación absoluta con el principio y causa ontológico que se
encuentra allende el ser. Para albergar siquiera una mínima esperanza de tener
tamaña experiencia, el hombre debe alcanzar el estado de sabiduría, condición
necesaria para que ocurra el rapto extático. Antes de llegar a ello, se debe haber
ascendido de las virtudes inferiores a las superiores, de éstas a la identificación con la
luz, es decir, con el mundo intelectivo, para luego, por fin, quedar a disposición de una
irrupción/disrupción fuera de todo parámetro compresivo intelectivo. Dice Plotino:
“La dificultad surge principalmente porque la comprensión de aquél no se logra
ni por ciencia ni por intuición, como los demás inteligibles sino por una presencia
superior a la ciencia. […] Porque la ciencia es razonamiento, y el razonamiento es
multiplicidad.” (VI 9. 4)
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El tipo de presencia que allí adviene es de un orden superior al cognoscitivo: ninguna
forma puede dar cuenta de ello, todo lo reduce y limita. Ni siquiera el razonamiento,
actividad pretendidamente suprema, puede abarcar ese caudal informe, ya que
razonar implica siempre el repliegue sobre sí de un sujeto concreto que queda
alterizado de manera inmediata. Frente a eso se impone la menesterosa no-actuación,
la pasividad de la inacción, la supresión de toda categoría y juicio. Dicha imposición
saca al ser de su inevitable y replegada cuasi -unidad. Allí se gana la presencia
absoluta por vía directa. Hasta entonces, recordemos, la estancia en el ser sólo nos
había brindado la posibilidad de comprensión indirecta de aquello, desde su ausencia,
forma mitigada de la presencia.
La unión -o reunión- de instancias ontológicas distanciadas es el corolario del
proceso de perfeccionamiento y purificación que el alma individual comienza en el acá
para ganar el allá. Las virtudes también son llamadas purificaciones, por lo que el
ascenso dialéctico se torna un proceso purificador, que deja atrás la composición y el
lastre material para remontarse corriente arriba, porque –dice el egipcio- “Propender
hacia él, es ser en mayor grado, y ahí está nuestro bienestar; alejarse de él, es ser
meramente y ser en menor grado.[…]Vivir allá, es vivir de veras; porque la vida
presente, la vida sin Dios, es un rastro de vida y un remedo de aquella…” (VI 9.9)
El ascenso hasta aquí tematizado se inserta en lo que dimos en llamar
divinización, proceso por el que se vinculan instancias ontológicas separadas pero
semejantes. En el caso de Plotino, no se trata sólo de hacer coincidir la actividad
intelectivo-contemplativa del hombre con la disposición inteligible del cosmos, sino
también de poder mantenerse en cierta zona donde se posibilite la última perfección,
aquella que despoja toda identidad, forma y limitación.
A modo de conclusión:
La resistencia de lo inaprensible
En tanto experiencia, la mística rompe el molde empírico de la sensibilidad. La
evaluación de lo acontecido en el rapto siempre es posterior. Pensamiento, palabra y
referencia lingüística, se pliegan al borde, al estricto límite de lo posible, donde
desfallecen en el intento de señalar una zona que, en su advenimiento, cuestiona y
trastrueca la solidez de lo concreto, de lo simplemente aprehensible. Entre dicha
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experiencia y el más radical escepticismo, se asoma la inquietud del ‘apenas’:
¿apenas esto que nos circunda y que llamamos mundo? El sí o el no que la respuesta
exige, tendrá como consecuencia un posicionamiento necesario en torno al lugar en el
que se sitúa el fundamento, pero tanto trascendencia como inmanencia no llegan a dar
cuenta de la plenitud que se alcanza en la mística. Y hasta la noción de experiencia
queda suspendida. En efecto, si el contacto rompe con la identidad, ¿de quién es la
experiencia? Si uno se unifica en el contacto, resulta evidente que su ser-uno es,
cuanto menos, la degradación de una unidad mucho más plena, por lo que, en todo
caso y recordando a Aristóteles, ‘uno’ al igual que ‘ser’, es un término multívoco. Esto
parece una contradicción flagrante, y de hecho lo es, porque los principios de identidad
y contradicción sólo pueden regir en el orden del ser, es decir, en el orden de lo
inteligible. Fuera de ello no hay formas que rijan identidades, no hay eternidad ni
permanencia, sólo una simplicidad incomprensible, un exceso que sin dejar de ser no-
ser, se derrama en las cosas evidenciándose por su ausencia.
No hay categorías comprensivas adecuadas que puedan abarcar este doble
estatuto. En sentido estricto, trascendencia e inmanencia no explican la absoluta
reclusión y donación de sí de lo Uno/Bien, pero tampoco lo hacen las nociones de
presencia y ausencia. Ninguna síntesis de contrarios puede dar cuenta de esto, por lo
que la tarea filosófica de pensar la mística impone una exigencia diferente al
pensamiento: exceder las dicotomías, las oposiciones y reducciones desde una
áskesis que incida y re-incida insistentemente en una referencia ciega hacia el
contorno último de lo dado.5
Bibliografía
BREHIER, E; La filosofía de Plotino; Trad. Lucía Piossek Prebischt; Editorial
Sudamericana. Bs. As. 1950.
GARCÍA BAZÁN, F. Plotino y la mística de las tres hipóstasis. El hilo de Ariadna. Bs.
As. 2011.
PLOTINO, Enéadas I-II; III-IV; V-VI, 3 vols., Traducción e introducción Jesús Igal,
Gredos, Madrid. 1982-1998.
5 Por ‘referencia ciega’ entendemos el intento del pensamiento de meta-posicionarse para dar cuenta de algo en lo que se halla sumergido, de lo que no puede separarse y, por lo tanto, seencuentra impedido de ver.
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SANTA CRUZ, Ma. Isabel, CRESPO, Ma. Inés, Plotino, Enéadas. Textos esenciales,
Colihue Clásica, Buenos Aires, 2007.
HENRY, P, SCHWYZER, H. R., Editio maior (3 vols., Paris: Desclée de Brouwer,
1951-1973) and Oxford Classical Text (1964-1982).