en la pampa del tamarugal, desierto de atacama, norte de

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See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/338610119 El Formativo en Tarapacá (3000-1000 aP): Arqueología, naturaleza y cultura en la Pampa del Tamarugal, Desierto de Atacama, norte de Chile Article in Latin American Antiquity · January 2020 DOI: 10.1017/laq.2019.92 CITATION 1 READS 294 18 authors, including: Some of the authors of this publication are also working on these related projects: FONDECYT 1181829 “Monumentos arqueológicos y memorias materiales: Historias andinas de larga duración en Pampa Iluga, Tarapacá (900 AC-1600 DC)” View project "CAMHUDES": Aproximación interdisciplinaria para el estudio de la relación HumanoCamélido en los Andes. Mirada comparada en la larga duración. View project Mauricio Uribe University of Chile 118 PUBLICATIONS 1,388 CITATIONS SEE PROFILE Dante Angelo University of Tarapacá 24 PUBLICATIONS 143 CITATIONS SEE PROFILE José M. Capriles Pennsylvania State University 94 PUBLICATIONS 751 CITATIONS SEE PROFILE Victoria Castro Alberto Hurtado University 26 PUBLICATIONS 163 CITATIONS SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Dante Angelo on 06 February 2020. The user has requested enhancement of the downloaded file.

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El Formativo en Tarapacá (3000-1000 aP): Arqueología, naturaleza y cultura

en la Pampa del Tamarugal, Desierto de Atacama, norte de Chile

Article  in  Latin American Antiquity · January 2020

DOI: 10.1017/laq.2019.92

CITATION

1READS

294

18 authors, including:

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

FONDECYT 1181829 “Monumentos arqueológicos y memorias materiales: Historias andinas de larga duración en Pampa Iluga, Tarapacá (900 AC-1600 DC)” View project

"CAMHUDES": Aproximación interdisciplinaria para el estudio de la relación HumanoCamélido en los Andes. Mirada comparada en la larga duración. View project

Mauricio Uribe

University of Chile

118 PUBLICATIONS   1,388 CITATIONS   

SEE PROFILE

Dante Angelo

University of Tarapacá

24 PUBLICATIONS   143 CITATIONS   

SEE PROFILE

José M. Capriles

Pennsylvania State University

94 PUBLICATIONS   751 CITATIONS   

SEE PROFILE

Victoria Castro

Alberto Hurtado University

26 PUBLICATIONS   163 CITATIONS   

SEE PROFILE

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ARTICLE

El Formativo en Tarapacá (3000-1000 aP): Arqueología, naturaleza y culturaen la Pampa del Tamarugal, Desierto de Atacama, norte de Chile

Mauricio Uribe , Dante Angelo, José Capriles, Victoria Castro, María Eugenia de Porras,Magdalena García, Eugenia Gayo, Josefina González, María José Herrera, Roberto Izaurieta,

Antonio Maldonado, Valentina Mandakovic, Virginia McRostie, Jorge Razeto, Francisca Santana,Calogero Santoro, Jimena Valenzuela y Alejandra Vidal

En este trabajo se describen las relaciones que las sociedades humanas establecieron con su entorno durante el período For-mativo (3000-1000 aP) en la Pampa del Tamarugal, Desierto de Atacama, desde una perspectiva teórico-metodológica quepone el acento en el potencial del registro ecofactual. Éste, al mediar entre lo cultural y lo ambiental, proporciona informaciónvital para una mejor comprensión de la relación entre naturaleza y cultura construida por estas sociedades. Queremos demos-trar que este proceso forma parte de una larga historia de racionalización del desierto y de sus recursos silvestres, locales eintroducidos, así como de la vivencia particular que tuvieron estas comunidades andinas. Por consiguiente, proponemos quela intervención humana en la Pampa del Tamarugal puede ser entendida como un cambio no sólo ecológico y económico, sinotambién cosmológico.

Palabras clave: Andes Centro-Sur, Tarapacá, Formativo, arqueobotánica, zooarqueología, arqueología simétrica

In this article, we illustrate the relationships that human societies established with their environment during the Formativeperiod in the Pampa del Tamarugal (3000–1000 BP), Atacama Desert, Chile. We employed a theoretical-methodologicalperspective that emphasizes the explanatory potential of ecofacts. By mediating between humans and environment, this per-spective provides a better understanding of how these societies constructed nature and culture. The purpose is to show that

Mauricio Uribe,Roberto Izaurieta y Jorge Razeto ▪ Universidad de Chile, Departamento de Antropología, Santiago, Chile([email protected], autor de contacto, [email protected], [email protected])Dante Angelo y Calogero Santoro ▪ Universidad de Tarapacá, Departamento de Antropología, Instituto de AltaInvestigación, Arica, Chile ([email protected], [email protected])José Capriles ▪ Pennsylvania State University, Department of Anthropology, University Park, Pennsylvania, Estados Unidos( [email protected])Victoria Castro ▪ Universidad Alberto Hurtado, Departamento de Antropología, Santiago, Chile ([email protected])María Eugenia de Porras y Antonio Maldonado ▪ Universidad de la Serena, Centro de Estudios Avanzados en ZonasÁridas, La Serena, Chile ([email protected], [email protected])Magdalena García ▪ Universidad Católica del Norte, Instituto de Arqueología y Antropología, San Pedro de Atacama, Chile([email protected])Eugenia Gayo ▪ Universidad San Sebastián, Departamento de Ciencias Biológicas y Químicas, Concepción, Chile([email protected])Josefina González y Valentina Mandakovic ▪ Investigadoras independientes, Santiago, Chile( [email protected], [email protected])María José Herrera ▪ Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, Argentina([email protected])Virginia McRostie y Alejandra Vidal ▪ Pontificia Universidad Católica de Chile, Departamento de Antropología yFacultad de Ciencias Biológicas, Santiago, Chile ([email protected], [email protected])Francisca Santana ▪ University of Oxford, School of Archaeology, Oxford, Reino Unido([email protected])Jimena Valenzuela ▪ Investigadora independiente, Iquique, Chile ([email protected])

Latin American Antiquity, pp. 1–22Copyright © 2020 by the Society for American Archaeology

doi:10.1017/laq.2019.92

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at https://www.cambridge.org/core/terms. https://doi.org/10.1017/laq.2019.92Downloaded from https://www.cambridge.org/core. University of Western Ontario, on 15 Jan 2020 at 19:05:22, subject to the Cambridge Core terms of use, available

this process was part of a long history of rationalization of the desert, its resources, and the lived experience of the Formativecommunities that occupied that landscape. Therefore, we propose that this human intervention in Pampa del Tamarugal can beunderstood not only as an ecological and economic change but also a “cosmological” one.

Keywords: South-central Andes, Tarapacá, Formative period, archaeobotany, zooarchaeology, symmetrical archaeology

Este artículo describe las relaciones que lassociedades humanas del lugar más áridodel mundo establecieron con sus recursos

animales y vegetales, tanto silvestres comodomesticados, durante el Formativo de Tarapacá.En un estudio reciente (Santoro et al. 2017) abor-damos la influencia de los cambios ambientalesen el desarrollo de las sociedades del Desiertode Atacama, donde expusimos las respuestashumanas a dichas variaciones. Resaltamos lacapacidad, continuidad y transformación dedichas poblaciones para intervenir su medio, através de innovaciones económicas y simbólicasque desplegaron en esta parte de los Andes.Ahora ponemos el acento en el potencial arqueoló-gico del registro ecofactual, tanto arqueobotánicocomo zooarqueológico —el que generalmenteaparece como anexo a la cerámica, tejidos, meta-lurgia y otros artefactos considerados indicadorestemporales y culturales indiscutidos. Este registromedia entre lo cultural y ambiental, proporcio-nando información vital sobre los cambios de laépoca y para una comprensión renovada de la rela-ción entre naturaleza y cultura forjada por estassociedades.

El estudio se enmarca en la Pampa del Tama-rugal, sintetizando ocho años (2008–2016) deprospecciones y excavaciones en los sitios deRamaditas, Guatacondo, Pircas, Caserones yTarapacá−40, ubicados en la región de Tarapacá(Figura 1; Tabla Suplementaria 1). Ellos ofrecenevidencias reveladoras de las transformacionesculturales del Formativo (Formativo temprano:3000-1750 aP; Formativo tardío: 1750-1000aP), conceptualizadas como una serie de logros“neolíticos” (Núñez y Santoro 2011). Estas pro-puestas sostienen y enfatizan el paradigma delFormativo como producto directo de economíasagrícolas, transformando radicalmente la organi-zación humana del Holoceno. Nuestro propósito,en cambio, es demostrar que dicho procesoforma parte de una larga experiencia del territo-rio, sus recursos y la concepción de las comuni-dades Formativas sobre ellos (Uribe y Adán

2012). Por consiguiente, se evitan interpretacio-nes que estiman tales transformaciones socialescomo mera reacción a los cambios ambientaleso por difusión cultural (Rivera 2005; Riveraet al. 1996). Al contrario, estas sociedades seríanexpresión de largas interacciones con el entorno,nutriéndose de innovaciones y creatividadesancestrales, no siempre afortunadas ni absolutas,pudiendo inclusive resistir o adelantarse a loscambios ambientales. Efectivamente, los cemen-terios más notables y las primeras arquitecturasFormativas de Tarapacá tienen fechas algo ante-riores a la época de gran pluviosidad en losAndes durante el Holoceno tardío (Adán et al.2013; Maldonado y Uribe 2015; Pellegrinoet al. 2016; Urbina et al. 2012; Uribe et al. 2015).

La Dicotomía Naturaleza-Cultura

En un esfuerzo descolonizador de las mentalida-des y las ciencias sociales, la apertura hacia nue-vos horizontes interpretativos implica un quiebrecon la tradición de pensar el pasado en términoslineales, cartesianos y evolutivos. Por lo tanto,este intento de revisar la historia del Formativoen pleno Desierto de Atacama, todavía dominadapor los paradigmas clásicos en la arqueologíaandina (Kaulicke 2007), obliga a una renova-ción. Este ejercicio reflexivo está inspirado enperspectivas antropológicas que cuestionan ladicotomía naturaleza-cultura (Paleolítico-Neolítico) y, en consecuencia, los enfoquesmonistas y homogeneizadores (Descola 2012;Descola y Pálsson 2001; Ingold 2000). Replan-tear la conexión entre naturaleza, sociedad y cul-tura significa reposicionar la comprensióneco-antropológica de la disciplina (Descola yPálsson 2001), asumiendo que lo verdadera-mente importante son los campos de significa-ción concernidos en esa relación con elmedioambiente (Razeto 2016). En particular, laPampa del Tamarugal ofrece un escenario rele-vante no sólo para imaginar un Formativo máshumano, sino también porque es un campo

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privilegiado para explorar formas de comprenderrelacional y simétricamente sus trayectoriasculturales (Uribe 2008; Uribe y Adán 2008, 2012).

La dicotomía naturaleza-cultura ha mantenidoun lugar relevante en la tradición antropológicaque se anida en una contradicción fundamentalde la teoría evolutiva, donde la cultura aparececomo el componente que permite diferenciar gra-dualmente a los homínidos de su condición natu-ral (Darwin 2009 [1871]). Este camino conllevacierta negación del medioambiente en la historiahumana, así como el distanciamiento de la condi-ción cultural respecto de la circunstancia biológicainmanente al ser humano (Latour 2007). Estacomprensión dicotómica de naturaleza y culturatambién marcó la pauta de los estudios arqueoló-gicos nacionales (Rivera 1973), incidiendo en lareconstrucción de la prehistoria anclada a unaimagen radical del desierto más árido delmundo, la expresión pura y extrema de una natu-raleza hostil y determinante respecto de la cultura.Amparado en los postulados de Childe (1995),frente a ese ambiente, el Formativo se presentócomo un modelo precursor y progresista por exce-lencia, asumiendo un alineamiento absoluto conel Neolítico, en tanto cultura establecida e historiaindiscutida, a la que se agregó la variable andina

para generar una interpretación holística y exitosadel agente local (Muñoz et al. 2016; Núñez 2005;Núñez y Santoro 2011).

Con aquellos supuestos nos parece imposibleconectarse o identificarse plenamente con lassociedades del pasado y menos empatizar consus pensamientos. Thomas (2002), en su intentopor comprender el Neolítico, reconoce comonecesario asumir la práctica arqueológica comointentos de precomprensión, interpretación y rein-terpretación continuamente activos, siempre impli-cando entendimientos parciales e imperfectos. Elautor alerta que cuando explicamos la culturamaterial del pasado no necesariamente nos acerca-mos a la realidad empírica, sino que creamos unainterpretación de una interpretación y múltiplesinterpretaciones. Por lo tanto, se devela el carácterhistórico y situacional de los paradigmas interpre-tativos, entendiendo que en la relación entre natu-raleza y cultura existe un trasfondo crítico propiodel Occidente. En este contexto, la “crisis de lanaturaleza” también es una crisis de la “identidadde la naturaleza”, cuya noción se ha transformadoa través de los tiempos de acuerdo con factores his-tóricos, socioeconómicos, culturales, políticos eideológicos (Escobar 1999). Por consiguiente, laidea de naturaleza corresponderá a la idea propia

Figura 1. Mapa del área andina centro-sur, Pampa del Tamarugal, principales áreas de asentamiento y sitios emble-máticos del Formativo.

[Uribe et al.] 3EL FORMATIVO EN TARAPACÁ (3000-1000 AP)

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del investigador, mediatizada por la sociedad aanalizar desde el sitial social y académico-teóricodel mismo (Razeto 2016).

Si la antropología consiste en tensionar la sub-jetividad desde la experiencia del mundo a travésde una doble hermenéutica de interpretar inter-pretaciones (Giddens 1993; Viveiros de Castro2002), asumimos que para la arqueología hacerantropología implica descifrar la experienciadel mundo que tuvieron pueblos y comunidadesdesde los vestigios “materiales”. Es decir, busca-mos acceder a su interpretación del mundo a tra-vés de una triple hermenéutica horizontal que, aldesprendernos de los preceptos analíticos esen-cialistas que reproducen una verdad establecida,posibilita un mosaico de supuestos para visuali-zar y visibilizar lo empírico. Nuestra opciónimplica una apertura al Formativo en el Desiertode Atacama como paisaje a experimentar, racio-nalizar y representar, simultáneamente nicho oreferente de prácticas materiales y ámbito de den-sidad simbólica (Appadurai 2001; Berque 2008;Descola 2012; Maderuelo 2005; Roger 1997;Sosa 2012; Tuan 1977). En consecuencia, pro-movemos entender el Desierto de Atacamacomo lugar construible en vez de espacio vacío(Massey 1991), la economía agraria como fluc-tuación permanente entre lo silvestre y domesti-cado (Descola 2012), la aldea como el espaciopúblico del habitar (Heidegger 1993) y lo simbó-lico y ritual como tiempo sagrado (Frazer 1981).Siguiendo a Ingold (2000), la relación entre natu-raleza y cultura se nos devela dialógica donde elmedio ambiente es un término relativo, porqueno puede haber ningún organismo sin entornoy ningún entorno sin un organismo que le aportesignificado.

Antecedentes de un Desierto

Extendiéndose por la Depresión Intermedia,entre el piedemonte de los Andes (1.000–2.000 m snm) y la vertiente oriental de la Cordi-llera de la Costa, la Pampa del Tamarugal (19°17′S-21°50′S) es una cuenca endorreica de9.675 km2 que se despliega entre las quebradasde Tana-Camiña y el Río Loa. Actualmente pre-dominan condiciones de aridez extrema debido ala elevada evaporación (mayor de 2.000 mm poraño), ausencia de precipitaciones locales (menor

de 5 mm por año) y baja humedad relativa(Houston 2006). La disponibilidad de agua sub-terránea en salares, manantiales y a través de flu-jos superficiales discretos se relacionadirectamente con la red hidrológica altoandina,donde las precipitaciones se incrementan. Estosrecursos hídricos derivan de la infiltración yescorrentía de las lluvias estivales en precordi-llera y altiplano (Houston 2002; Jayne et al.2016; Magaritz et al. 1990). Ocasionalmente,precipitaciones estivales mayores en las cuencasandinas generan flujos aluviales hacia la pampa,los cuales se expresan como descargas violentasde agua y barro con gran poder destructor, parti-cularmente en el sector distal del Tamarugal(Sepúlveda et al. 2014).

Las descargas de aguas subterráneas y esco-rrentías superficiales (fluviales y aluvionales),constituyen la única fuente de agua fresca parala población, manteniendo su importancia eco-nómica hasta la actualidad (Rojas y Dassargues2007). Estos recursos hídricos permiten eldesarrollo de bosques del género Prosopis (P.tamarugo y P. alba), los que junto con especiesarbustivas y pastos forman parte de la vegetaciónhalo-freatófita que predomina en torno a lossalares pampinos (Calderón et al. 2015; Chávezet al. 2013). En las quebradas fluyen cursosperennes e intermitentes donde se desarrolla unmatorral ripariano denso compuesto por taxoneshigrófitos (Cortaderia atacamensis, Equisetumgiganteum, Escallonia angustifolia), freatófitos(Geoffroea decorticans, Prosopis spp., Schinusmolle) y halófitas (Distichlis spicata, Tessariaabsinthioides; Luebert 2004; Villagrán et al.1999). Los flujos aluviales ocasionales aportanla humedad superficial que mantiene parches dis-cretos con especies anuales o geófitas (Nolanatarapacana, Tetragonia microcarpa, Tiquiliaatacamensis), además de otras arbustivas o arbó-reas (Atriplex atacamensis, Caesalpinia aphylla,Schinus molle).

Aunque hay escasez de archivos geo-históricospara el período 8500-2300 aP que determinanun hiato paleoambiental, la relación sistemáticaentre los patrones hidrológicos de la pampa yvariaciones de la pluviosidad en la cuenca andinadurante el Cuaternario (Gayo, Latorre, Jordan,Nester, Estay, Ojeda y Santoro 2012; Gayo,Latorre, Santoro, Maldonado y De Pol-Holz

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Figura 2. Gráfico de las condiciones hidroclimáticas de los últimos 18.000 años (Gayo, Latorre, Jordan, Nester, Estay,Ojeda y Santoro 2012; Gayo, Latorre, Santoro, Maldonado y De Pol-Holz 2012; Grosjean et al. 2001; Maldonado yUribe 2015; Nester et al. 2007; Pueyo et al. 2011) y paisaje actual de la Pampa del Tamarugal.

[Uribe et al.] 5EL FORMATIVO EN TARAPACÁ (3000-1000 AP)

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2012; Nester et al. 2007), permiten hipotetizardirección, cronología e impactos de sus fluctua-ciones (Figura 2). Nuestros registros polínicospuneños de paleo-madrigueras para Tarapacá,entre los 3.500 y 3.750 m snm, sugieren variacio-nes altitudinales de los pisos vegetacionales porcambios en las precipitaciones altiplánicas (Mal-donado y Uribe 2015). Esto implicó oscilacionesen la cobertura vegetal, en la dinámica (frecuenciao intensidad) de los flujos aluviales y la recarga delos acuíferos de la pampa, así como la expansión oretracción del desierto. Para comienzos del Holo-ceno, hacia los 10.000 años aP, estos indicadoressugieren la expansión de vegetación mixta de lospisos puneños y la estepa altoandina, asociados acondiciones más húmedas que las actuales. Esdecir, en las zonas altas hubo precipitacionesmayores con un respectivo descenso o extensiónde sus pisos vegetacionales. Contrariamente,entre 6000 y 3300 aP, se observa una gran propor-ción de elementos prepuneños que sugieren elascenso de este piso a alturas mayores, vinculadocon la disminución de las precipitaciones altiplá-nicas. Durante el Holoceno tardío, entre 2200 y720 aP, la presencia alta de polen de Poaceaeindica una nueva expansión de la estepa a alturasinferiores, demostrando el aumento de precipi-taciones, posiblemente con dos máximos entorno a 2000 y 1100 aP. Los últimos 720 años,en cambio, se caracterizan por el aumento de Che-nopodiaceae, lo cual apunta al ascenso del pisoprepuneño por disminución de precipitaciones,resultando evidente hacia 500 aP.Cierto aumento de polen de Fabaceae en algunosdepósitos entre 1000 y 500 aP podría estar aso-ciado a una fase transicional entre condicionesmás húmedas (estepa altoandina) y más áridas(piso prepuneño).

Coincidentemente, nuestras evidencias macro-botánicas del sector sur del Tamarugal (21°S)confirman que a partir de 2250 aP ocurrierontransformaciones en los patrones hidrológicos yecológicos locales concomitantes con el fortaleci-miento de precipitaciones en el Salar del Huasco(Gayo, Latorre, Jordan, Nester, Estay, Ojeda ySantoro 2012; Gayo, Latorre, Santoro, Maldo-nado y De Pol-Holz 2012; Nester et al. 2007).Verificamos tres intervalos para el Holoceno tar-dío, los que habrían expandido formaciones vege-tacionales ribereñas (2240-2040 aP, 1600-1300

aP y 1050-680 aP). Estos confirman incrementosen la disponibilidad de recursos hídricos superfi-ciales y subterráneos, los cuales resultaron atracti-vos para las poblaciones ya instaladas en lamedida que ofrecieron más recursos bióticos y laoportunidad de manejar el agua superficial. Estopermitió intensificar las actividades agrícolas yde recolecta en lugares actualmente carentes devegetación, escurrimientos superficiales y nuevosasentamientos humanos (Gayo, Latorre, Jordan,Nester, Estay, Ojeda y Santoro 2012). Efectiva-mente, el evento de 2240-2040 aP (ca. 290-90aC), en gran parte, coincide con la ocurrencia deelementos culturales innovadores, ya iniciado elFormativo.

Entre Silvestre y Domesticado

Sobre Plantas

Los antecedentes arqueobotánicos del nortechileno dan cuenta de la presencia y manejo delos recursos vegetales durante todo el desarrolloprehispánico, especialmente a partir del Forma-tivo. Desde el Arcaico verificamos una altapresencia de taxones pertenecientes a familiascon valor económico y cultural como Cactaceae,Amaranthaceae, Cyperaceae, Fabaceae yPoaceae, lo que permite apreciar la intensifica-ción del manejo de estos recursos. En el Forma-tivo tarapaqueño, identificamos que los taxonescon mayor recurrencia son Prosopis sp., Scirpussp., Opuntia sp., Eulychnia sp. y Echinopsis sp.,así como Chenopodium sp., que incluye varieda-des silvestres y domésticas (Figuras 3 y 4; Garcíaet al. 2014; Mandakovic 2017).

En el caso específico de Prosopis secciónAlgarobia, nuestras fechas ubican su apariciónhacia 4200 aP en el norte chileno (McRostie2013, 2014; McRostie et al. 2017), por lo quese discute un origen nativo y exclusivamentesilvestre. No obstante, Prosopis secciónStrombocarpa (e.g., tamarugos) serían endémicosde la región, registrándose desde 12.400 aP(Gayo, Latorre, Santoro, Maldonado y De Pol-Holz 2012). En tanto, Scirpus presenta diversasespecies generalmente asociadas a cordelería ycestería, al igual que Gossypium sp. o algodón.Además, la recurrencia de algunas especiescomo S. californicus y S. americanus se rela-ciona con sus rizomas engrosados, apreciados

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como alimentos por las poblaciones precolombi-nas (Heiser 1978; Wollstonecroft y Erkal 2003).También existen varias especies de cactáceascomestibles de los géneros Echinopsis yOpuntiaen las tierras altas (Villagrán et al. 1999), ademásde Eulychnia sp. en la costa (Muñoz-Schick et al.2001); restos de semillas y espinas para instru-mentos hablan de su uso desde momentos arcai-cos. El género Chenopodium actualmentepresenta más de 27 especies en Chile (Martico-rena 2019), entre ellas la quínoa, uno de los seu-docereales más importantes en los Andes junto alamaranto. Los estudios han revelado sus varieda-des y estadios de domesticación, dando cuenta deuna manipulación de ejemplares silvestres desdelos 5000 aP (Bruno 2006; Langlie et al. 2011;Muñoz 2004). Paralelamente, varias otras

especies de este género tienen igual importanciacomo la cañihua (C. pallidicaule) y la kiwicha(Amaranthus caudatus, C. caudatus).

Alrededor del 2000 aP, se observa el cambiomás notable en el área cuando los grupos costerosintroducen productos agrícolas que se masificanen el interior (Moragas 1995; Muñoz 2004;Núñez 1982; Rivera 2005). En Tarapacá, losprimeros cultivos, correspondientes a calabaza,quínoa y maíz, aparecen asociados con cazado-res-recolectores del Arcaico tardío, como seobserva alrededor del 6000 aP en el sitio deTiliviche 1b, a unos 40 km de la costa (Núñez1986; Rivera 2005). A pesar de la presenciade plantas cultivadas en sitios costeros y delinterior, no se cuenta con evidencia de domestica-ción ni producción local. Por lo tanto, estos

Figura 3. Muestra arqueobotánica de Guatacondo, Pircas y Caserones. Plantas silvestres: (a) algarrobo (Prosopis sp.);(b) molle (Schinus molle); (c) junquillo (Scirpus sp.); (d) Tarasa operculata; (e) cebil (Anadenanthera colubrina); (f) col-gantes de madera; (g) huincha vegetal; (h) ovillo vegetal; (i) Cactaceae.

[Uribe et al.] 7EL FORMATIVO EN TARAPACÁ (3000-1000 AP)

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primeros cultivos debieron ser introducidos enforma domesticada, aunque luego adaptados alas condiciones hiperáridas de Tarapacá (Figura 4).

En el Formativo temprano, los cultivos seencuentran circunscritos a sitios de la Pampadel Tamarugal, donde se desarrolló su produc-ción en campos agrícolas extensos alrededor deasentamientos domésticos (García et al. 2014;Rivera y Dodd, 2013; Vidal et al. 2015). Entreellos, Ramaditas y Guatacondo presentan maíz

y papa (Solanum tuberosum), junto con Prosopissp. y diversas herbáceas como Atriplex sp.,Cercidium sp., Chenopodium sp., Euphorbia sp.y Sphaeralcea sp. (Meighan 1980; Rivera 2005;Rivera et al. 1996). Entre los microrrestos destacapolen de Chenopodiaceae-Amaranthaceae, con-sumidos en grandes cantidades (Rivera 2005);también se identificaron fitolitos deChenopodiumsp. y, en menor medida, Zea mays (Rivera 2005;Rivera et al. 1996). Nosotros hemos recuperado

Figura 4. Muestra arqueobotánica de Guatacondo, Pircas y Caserones. Plantas cultivadas: (a) maíz (Zea mays); (b)palomita de maíz; (c) amaranto (Amaranthus sp.); (d) pallar (Phaseolus lunatus); (e) algodón (Gossypium sp.); (f) quí-noa (Chenopodium quinoa); (g) calabaza (Lagenaria siceraria); (h) hoja de maíz.

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más de 1.000 ejemplares de semillas deChenopo-dium sp. en Guatacondo 1 (García et al. 2014),frente a escasas semillas y pericarpio de Lagena-ria siceraria ymazorcas demaíz en Guatacondo 2y Guatacondo 4 (Tabla 1). El maíz fue minoritariodurante el Formativo temprano, pues representano más del 1%–2% del registro vegetal tanto sil-vestre como cultivado (García et al. 2014). Deigual manera, nuestros análisis de isótoposestables en restos humanos (Figura 5), demuestranque el maíz (C4) no fue relevante en la dieta deesos momentos según valores moderados deδ13C (−18,8‰ a −13,1‰ para colágeno y−13,5‰ a −9,2‰ para bioapatita; Santana-Sagredo et al. 2015). Esto sugiere que tampocofue significativo en términos económicos y suproductividad pudo estar condicionada a

situaciones adaptativas y sociales. En contraste,la quínoa alcanza una presencia notable (99,3%de los restos cultivados). Confirmamos que quí-noa, amaranto, calabazas y papas fueron losprincipales cultivos del Formativo temprano.Hoy es indiscutible que estos se plantaron enlas conocidas llanuras de Guatacondo y PampaIluga en Tarapacá, exhibiendo enormes exten-siones de campos de cultivo y canalizaciónartificial (Vidal et al. 2015).

Durante el Formativo tardío, hemos determi-nado que los productos cultivados aumentaronsignificativamente en Caserones (14% de los res-tos comestibles), aunque las plantas silvestrescontinuaron teniendo gran valor (86%; Tabla1). En conjunto, Pircas y Caserones muestranun rico y combinado registro de Amaranthus

Tabla 1. Frecuencias de Plantas Alimenticias, Fauna Terrestre y Fauna Marina.

Formativo Temprano

FormativoTemprano-Tardío Formativo Tardío

Ramaditas % Guatacondo % Pircas % Caserones % Total %

Plantas Alimenticias(Cantidad)

Silvestres 44 100 2.824 73,3 1.413 98,9 18.509 86

22.790 84,8Domesticadas − − 1.028 26,7 15 1,1 3.029 14 4.072 15,2FaunaVertebrada(NMI)

Artiodactyla 1 50 3 23,1 25 18,1 4 9,8 33 17Aves − − − − 7 5,1 2 4,9 9 4,6Camelidae 1 50 2 15,4 1 0,7 11 26,8 15 7,7Canidae − − − − 1 0,7 − − 1 0,5Insecta − − − − 3 2,2 − − 3 1,5MamíferoIndeterminado

− − 5 38,5 10 7,2 − − 15 7,7

Osteoichtidae − − 2 15,4 71 51,4 20 48,8 93 47,9Rodentia − − 1 7,7 19 13,8 4 9,8 24 12,4Indeterminado − − − − 1 0,7 − − 1 0,5

FaunaInvertebrada(NMAX)

Argopectenpurpuratus

− − − − 1 3,6 − − 1 3

Aulacomya atra − − − − − − 1 33,3 1 3Austromegabalanuspsittacus

− − − − 1 3,6 − − 1 3

Choromytilus chorus − − − − 3 10,7 − − 3 9Concholepasconcholepas

− − − − 1 3,6 − − 1 3

Littorina peruviana − − − − 1 3,6 − − 1 3Loxechinus albus − − − − 1 3,6 2 66,7 3 9Oliva peruviana − − − − 10 35,6 − − 10 31Polinices uber − − − − 1 3,6 − − 1 3Prothotaca taca − − − − 1 3,6 − − 1 3Tegula atra − − 1 − − − − − 1 3Turritella cingulata − − − − 1 3,6 − − 1 3Indeterminado − − − − 7 25 − − 7 22

[Uribe et al.] 9EL FORMATIVO EN TARAPACÁ (3000-1000 AP)

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Figura 5. Gráfico bivariado con valores δ13C y δ15N de colágeno humano correspondientes a Tarapacá 40 y Cáñamo 3 (interior y costa).

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sp., Cactaceae, Cistanthe sp., Cryptantha sp.,Cucurbitaceae, Chenopodium sp., Exodeconusintegrifolius, Geoffroea decorticans, Gossypiumsp., Malesherbia sp., Phaseolus spp., Phaseolusvulgaris, Phaseolus lunatus, Prosopis sp.,Scirpus sp., Schinus molle, Tarasa operculata yZea mays (García et al. 2014; Núñez 1982,1986). En Caserones, además, se recuperarontaxones foráneos correspondientes a Anadenant-hera colubrina, Arachis hypogeae y Cactaceae.El cultivo de las especies introducidas debió serefectivo gracias a la estabilidad proporcionadapor el manejo previo de las plantas locales,sobre todo de Prosopis spp. y, en particular, delalgarrobo, manteniendo una economía mixtapor milenios. Según nuestros estudios, este pro-ceso es corroborado por rasgos morfológicosbien desarrollados en semillas de quínoa y mazor-cas de maíz, las que representan un 62,3% de lasplantas cultivadas (Vidal-Elgueta et al. 2016).

A partir del tamaño del maíz (promedio =58 mm; desviación estándar = 20,38 mm), Pircasy Caserones indican diferentes intensidades deproducción y funciones del cultivo entre épocastempranas y tardías del Formativo, incluso res-pecto a períodos posteriores. Morfológicamente,las corontas de Pircas no muestran variacionesfenotípicas de tamaño en mazorcas o granosentre los períodos Formativo tardío e Intermediotardío (Vidal-Elgueta et al. 2016). Sin embargo,en contextos funerarios sólo se registraronmazorcas grandes, lo cual sugiere que estosejemplares fueron seleccionados como ofrendas(Mandakovic 2017). Los análisis discriminantesde corontas y granos del Formativo temprano ydel Formativo tardío en adelante muestran dife-rencias significativas (Vidal-Elgueta et al.2019). Los análisis genéticos de microsatélitesde estos ejemplares indican baja diversidad yuna heterocigosidad observada menor a la hete-rocigosidad esperada. Asimismo, no se observandiferencias en las frecuencias alélicas entre maí-ces tempranos y tardíos de la secuencia local(Vidal-Elgueta et al. 2019). Por lo tanto, hemospropuesto que los agricultores de Tarapacá reali-zaron un proceso de selección para mejorar eltamaño de las mazorcas durante un corto períodode tiempo, amparados y avalados en sus ancestros.

Entonces, el paisaje de bosques de Prosopisfue activado por los grupos humanos en la

medida que se asentaban allí de manera másestable o recurrente, conllevando cambios inten-cionales y no intencionales en los ecosistemas,donde se procuró manejar el árbol para proveersede frutos, mejorar suelos y sombrear, entre otros.En efecto, en el Formativo temprano llegamos adeterminar que el algarrobo constituye el 73,3%y 100% de las plantas silvestres de Guatacondo yRamaditas, respectivamente (Mandakovic2017). La intensificación del algarrobo produjoel desarrollo de un sistema agroforestal sin prece-dentes en la pampa, prolongándose en el tiempo(Núñez y Santoro 2011). Alrededor del 4000 aPlas comunidades tarapaqueñas introdujeron plan-tas domésticas y, entre ellas, el maíz; pronto seextendió el uso de este recurso y, finalmente,cerca del 2400 aP dio paso a una cultura agrícola,sin disociarse de las plantas silvestres sino apo-yándose en ellas (Mandakovic 2017; Núñez1982).

Sobre Fauna

La excelente conservación de restos animales hapermitido reconocer la importancia y variabili-dad de los recursos zooarqueológicos a niveleconómico, social y simbólico a lo largo deltiempo (Latcham 1938). Paradójicamente, unaspecto fundamental para entender la interacciónentre humanos y fauna aquí es el marcadocontraste entre la vasta productividad marítimafrente al interior, cuyo potencial siempre estuvolimitado por la aridez. En la costa, basuralescompuestos mayoritariamente por restos de crus-táceos, moluscos y peces permiten relacionar lasocupaciones de Tarapacá hasta Arica con patro-nes de subsistencia a base de recursos litoralesdesde los 10.000 años aP, durante el Arcaico(Arriaza et al. 2008).

En el Formativo, los sitios del interior mantie-nen el consumo de productos costeros, aunquejunto con otros altoandinos, incluidos camélidossilvestres como domesticados. A partir de aquí,comienza a incrementarse la importancia socioe-conómica de estos recursos en directa relacióncon el rol de ambos para articular diferentespisos ecológicos con fines agrícolas y de inter-cambio (Núñez y Dillehay 1978). En Tarapacá,los análisis de fauna en sitios arqueológicosson bastante limitados. Aquí contribuimos conlos datos de nuestras recientes investigaciones

[Uribe et al.] 11EL FORMATIVO EN TARAPACÁ (3000-1000 AP)

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(Tabla 1), específicamente, sobre evidenciasóseas y restos de vertebrados como coprolitos,cueros, escamas, fibras, hilados, pelos, vellonesy otros (Figura 6). Además, incluimos registrosde invertebrados, en especial de conchas. Enlos sitios de la pampa, los restos de peces

representan el 47,9% de los elementos identifica-bles con presencia destacada en Pircas, dondeabarcan el 51,4%. Aparecen especies comobaunco (Doydixodon laevifrons), corvina (Cilusgilberti), jurel (Trachurus symmetricus), merluza(Merluccius gayi), pejeperro (Semicossyphus

Figura 6.Muestras zooarqueológicas de Ramaditas, Guatacondo, Pircas y Caserones: (a) Camélido, hueso formatizado;(b) Condrictio, diente con uso; (c) Passeriforme, hueso formatizado; (d) Fibras de Vicugna vicugna (arriba) y Lamaglama (abajo), con sus patrones de referencia (derecha); (e) Argopecten purpuratus, valva; (f) Tegula atra, columela;(g) Polinices uber, concha (g); (h) Oliva peruviana, concha; (i-l) Contenedores y herramientas en Choromytilus chorus,Fissurella sp., Protothaca thaca y concha indeterminada; (m-z) cuentas, preformas y desechos en distintas conchas.

12 LATIN AMERICAN ANTIQUITY

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maculatus), rollizo (Pinguipes chilensis) y tibu-rón (Chondrichthyes). Todas son especies quepueden ser capturadas en orilla, utilizando red,lienza o arpón, ya sea en bordes rocosos o areno-sos, pero también en alta mar como los tiburones.En Caserones los restos de peces representan el48,8%, incluyendo principalmente baunco,cabrilla común (Paralabrax humeralis), corvina,jurel, tiburón y otros indeterminados. Guata-condo, por su parte, presenta frecuencia y diver-sidad menores con sólo 15,4% de peces, entre losque aparecen vértebras de ejemplares indetermi-nados. Pese a ello, se suman las especies identi-ficadas por Follet (1980) como ayanque (Sciaenagilberti), bonito (Sarda chilensis) y lenguado(Paralichtys sp.). Ramaditas, en tanto, exhibeprincipalmente fauna terrestre correspondiente arestos de camélidos en su totalidad, sin especifi-car evidencias ictiológicas, aunque se mencionasu existencia (Rivera 2005; Rivera et al. 1996).

En cuanto a los mamíferos, son frecuentes losartiodáctilos (cf. Camelidae), con un gran por-centaje de elementos fragmentados producto dela acción antrópica y procesos posdepositaciona-les (e.g., combustión, fracturas, pisoteo, etc.). EnGuatacondo y Pircas representan el 23,1% y18,1% de la muestra, respectivamente, mientrasque en Caserones alcanzan un 9,8%. Los restosde Camelidae (7,7% del total) están representa-dos por elementos del esqueleto apendicular yprovienen de todos los sitios, con clara presenciaen Caserones (26,8%). Los análisis de pelos yfibras (Figura 6) indican el manejo combinadode especies silvestres y domésticas como vicuña(Vicugna vicugna) y llama (Lama glama). Ade-más, hay una presencia importante de subpro-ductos que incluyen cueros, vellones ycoprolitos, fragmentos óseos formatizados ocon huellas de uso que sugieren el uso completodel animal. También en Guatacondo, Pircas yCaserones están presentes roedores que com-prenden especies de la subfamilia Sigmodonti-nae, aunque en Caserones también seidentificaron restos de Chinchillidae. Las avesincrementan esta diversidad con Passeriformesy Phoenicopteridae, representadas por fragmen-tos óseos y plumas, además de huesos largoscon huellas de manufactura y uso. En Caseronesdestacan plumas pequeñas y anaranjadas, atribui-bles a flamenco o parina.

Para momentos Formativos tardíos, Pircas yCaserones se comportan de manera más intensa,asociada con mayor actividad doméstica y cere-monial en dichos poblados. En Pircas sobresalela elevada frecuencia de peces seguidos por artio-dáctilos, junto con una considerable diversidadde taxones de aves, camélidos, cánidos y roedo-res. Caserones también presenta un gran porcen-taje de peces seguidos por artiodáctilos, muyprobablemente Camelidae, además de aves,camélidos, reptiles y roedores. Los estudios pre-vios de Núñez (1982, 1984) en ambos sitios dancuenta de armadillos o quirquinchos, aves, camé-lidos, cánidos, cuyes, vizcachas y otros mamífe-ros indeterminados en baja frecuencia;asimismo, confirman la diversidad de recursoscomo aves, cefalópodos, mamíferos, moluscosy peces, estos últimos en alta frecuencia.

Respecto a la fauna invertebrada (Tabla 1;Figura 6) constatamos que la especie más repre-sentadas es Oliva peruviana (31%), seguida porchoro zapato (Choromitylus chorus) y erizo(Loxechinus albus), presentes en fragmentospequeños (9% en ambos casos). Para el Forma-tivo temprano, Guatacondo proporciona unamuestra mínima correspondiente a caracolnegro (Tegula atra). Otros trabajos desarrolladosaquí (Meighan 1980; Mostny 1970) sugieren laexistencia de talleres para procesamiento demoluscos, mencionando la presencia de conchasgrandes y pesadas que aparentemente fueroncolectadas como herramientas y adornos másque como alimentos. En los cementerios de Gua-tacondo se han registrado ornamentos de conchasque incluyen cuentas e incluso grandes conchasperforadas de Bulimus, un molusco de aguadulce y tierras tropicales. Para Pircas, Núñez(1984) señala un comportamiento similar de losrestos ictiológicos y moluscos; sin embargo, noproporciona otros antecedentes, aunque nuestrosregistros corroboran su presencia, sobre todo deOliva peruviana.

En momentos tardíos, Pircas y Caseronesexhiben una muestra malacológica aún másnumerosa y diversa, que supera los demás sitiosanalizados (Valenzuela 2009). Nuestros registrosincluyen 13 especies de invertebrados marinos,alta diversidad de categorías morfológicas yvariados usos dados a las conchas o exoesquele-tos. Se observa la presencia recurrente de cholga

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(Aulacomya atra) y erizo (Loxechinus albus) quecomúnmente no se utilizan en la elaboración deartefactos o cuentas, sugiriendo ser alimentos;al igual que los apretadores o chitones (Chitonspp.), lapa (Fissurella spp.) y, en menor medida,picoroco (Austromegabalanus psittacus). Estasevidencias son complementarias con aquellasde carácter ictiológico, confirmando su consumoalimenticio, en función de la concentración yactividad social. Tanto peces como moluscoseran deshidratados y trasladados hacia lapampa, constituyendo importantes bienes deintercambio aportados por las poblaciones coste-ras (Moragas 1995).

La variabilidad de moluscos amplía el uso deciertas conchas como contenedores de pigmen-tos, cuentas y herramientas. Entre los contenedo-res de pigmentos aparecen conchas de chorozapato, señorita (Scurria viridula) y almejas(Euromalea rufa); para las cuentas también seemplearon choro, conos (Turritella cingulata),Tegula spp. y venéridos no determinados. Tam-bién se registraron conchas sin modificacionesde otro caracol negro (Prisogaster niger),Littorina peruviana y Turritella cingulata. Porúltimo, se identificaron fragmentos pequeños yconchas enteras de Oliva peruviana, así comonódulos de almeja (Protothaca thaca) e instru-mentos sobre venérido. En general,Choromytiluschorus es la especie más explotada, de la cualse consignaron trozos o nódulos, cuentas, prefor-mas, desechos de talla y fragmentos de valva conrestos de pigmento. En Caserones, hay contextosde talla malacológica, sobre todo en recintos degrandes dimensiones que incluyeron la elabora-ción de manufacturas (Valenzuela 2009). Enestas áreas se encuentran varias etapas de lafabricación de artefactos, algunas de las cualesdestacan por las conchas marinas como materiaprima. Por ejemplo, en un recinto se registraronsiete cuentas hechas en columela de Tegula spp.junto con otras de mineral de cobre, concen-trando el 70% del mineral muestreado en elsitio. Este espacio también destaca por la con-centración de artefactos y materias primas parala confección de objetos de hueso (e.g., diáfisisde camélido y hueso de ave), junto con la pre-sencia de cuero, fibras, pelos, plumas, vellonesy guano, una herramienta en diente de tiburóny restos de peces. Tales evidencias sugieren

cierta especialización artesanal en Caserones,caracterizada por la diversidad de materiales yla organización de la manufactura, donde se con-jugaron varias etapas del proceso. Confirmandolo anterior, excavaciones entre 1960 y 1970(True 1980) documentan la presencia de ador-nos y cuentas en conchas marinas, destacandolas conchas de Oliva peruviana, sin ápice ocon orificio y colgantes de Turritella cingulata.Estos ejemplares también provienen de unamisma estructura y todos se encontraron enhe-brados con lana o fibra vegetal.

Guatacondo, Pircas y Caserones, al menos,revelan la existencia de una misma tradicióneconómica y cultural durante el Formativo quemantuvo acceso evidente a la costa (a 60–90 km), desde donde obtuvieron de maneradirecta y sustancial los recursos de la dieta (pes-cados y mariscos). Lo anterior es confirmadopor los valores considerables de δ15N entresus poblaciones (costa ≥ 20‰; interior ≈15‰), detectados por nuestros análisis isotópi-cos (Figura 5; Santana et al. 2012). Paralela-mente, se manejó fauna terrestre y animalesdomésticos, en especial camélidos, los que tam-bién formaron parte de la alimentación. Aun-que, en su caso, fue más significativa lautilización de subproductos como cueros,fibras, pieles, materia prima ósea formatizadao expeditiva, además del empleo del animalvivo como medio de transporte y carga (Gonzá-lez 2010). No obstante, se confirma la importan-cia del espacio costero para el interior comoreferente social, económico y cultural. Rescata-mos la apreciación de Muñoz (1983), quienplantea que durante el Formativo existió unmodo alimenticio común, donde el litoral fuela base sobre la cual las poblaciones se desple-garon hacia el interior, constituyendo un sis-tema de asentamiento con gran movilidad. Enefecto, durante este período, la identidad tarapa-queña se distingue por combinar elementos dellitoral y la pampa, los que fueron integradosen términos simbólicos, económicos e identita-rios. Esta circulación de alimentos, materias pri-mas y manufacturas demuestra la interacciónentre grupos humanos a larga distancia a travésde personas o animales que facilitaron la comu-nicación de recursos e ideas que modificaronvigorosamente el paisaje.

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Culturizando la Pampa

Durante el Formativo, entre la costa e interior deTarapacá, el manejo vasto de los recursos silves-tres y domésticos, junto con la implementacióncreciente de la agricultura en la pampa, no sehabrían desarrollado de manera automática sinodentro de la continuidad del modo de vidacazador-recolector preexistente, especialmentedel litoral del Desierto de Atacama (Santoroet al. 2017). Este proceso fue previo y paraleloal aumento de la pluviosidad en la vertiente occi-dental de los Andes (Figura 2), reactivando losflujos riparianos y subterráneos de la pampa.Dichas condiciones mantuvieron una cubiertaforestal extendida y rica compuesta por diversi-dad de Prosopis spp., tanto locales, introducidosy mejorados, donde el algarrobo fue relevantecomo recurso de alimentación, además deabono, combustible, sombra y manufacturas(McRostie et al. 2017). La evidencia vegetal yde isótopos estables en restos humanos de Tara-pacá−40 (Figura 5) confirman el importante con-sumo de plantas silvestres (C3) junto conalimentos marinos de manera moderada(Santana-Sagredo et al. 2015), paralelo a un con-sumo gradual de cultivos como el maíz (C4). Éstese integró marginalmente a la dieta durante el

Formativo temprano, para intensificarse duranteel Formativo tardío y consolidarse con posterio-ridad (García et al. 2014). Dicha gradualidadtuvo relación con la experiencia y experimen-tación del ambiente, el cual por sus condicionesextremas requirió adecuación racional y comple-mentaria con la intensificación de la recolecciónde recursos silvestres. Luego se implementó elcultivo de plantas resistentes a la aridez (ama-ranto, calabaza, papa, quínoa, etc.), se manejaronciertas características del maíz a partir de selec-ción de tamaño, a la vez que se desarrollaron tec-nologías de cultivo aprovechando la amplitud dela pampa (Figura 7), flujos de agua y sedimentosestivales más regulares (García et al. 2014;Vidal-Elgueta et al. 2019).

Aunque se trató de grupos dispersos alta-mente móviles entre el interior y la costa, simila-res a sus predecesores arcaicos, la aparición deTarapacá−40 alrededor de 3000 aP (Uribe et al.2015), igual que del cementerio de Guatacondohacia los 2700 aP, antecede un proceso de seden-tarización creciente en la pampa, donde se desa-rrolló la arquitectura aldeana. Aquí, laconvergencia de muertos y vivos propició estrate-gias de colaboración y reciprocidad interfamiliarde acuerdo con el surgimiento de asentamientosmayores (Figura 8), más concentrados y con

Figura 7. Elementos del paisaje: (a) campos de cultivo en Pampa Iluga, Quebrada de Tarapacá; (b) geoglifo Gigante deTarapacá o Tunupa, Cerro Unita.

[Uribe et al.] 15EL FORMATIVO EN TARAPACÁ (3000-1000 AP)

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Figura 8. Asentamientos mayores: (a) aldea de Guatacondo, en el que destaca la plaza circular; (b) aldea de Caserones,en el que destacan plazas, casas comunales y muro doble perimetral.

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gran inversión en espacios públicos como recintoscomunitarios, plazas y montículos ceremoniales(Adán et al. 2013; Pellegrino et al. 2016). Estotambién se extendió a una elaborada intervenciónde la geografía local con arte rupestre de granescala en afloramientos rocosos, quebradas y,especialmente, geoglifos con representacionesnotables, como la gran figura antropomorfa concabeza radiada (Figura 7; Gallardo y Cabello2015).

En el Formativo temprano, alrededor de 400aC, la aldea de Guatacondo 1 (Figura 8), con supatrón celular constituido por una gran plaza cen-tral en torno a la cual se distribuyen las unidadesresidenciales de manera dual (este-oeste), con-cuerda con casos de grupos que representanmodelos paradigmáticos de organización comuni-taria (Lévi-Strauss 1991; Parker Pearson yRichards 1994). Guatacondo, con 4.900 m2 cons-truidos y una plaza de 1.430 m2, más que unaaldea en sentido estricto da cuenta de la inaugura-ción de espacios para contener nuevas formas deparentesco y trabajo colectivo en un orden socialnovedoso (Pellegrino et al. 2016; Rapoport1969). Lo anterior fue articulado con la estaciona-lidad de los recursos, sobre todo con aquellos aso-ciados a los flujos estivales de la quebrada y loscampos de cultivo adyacentes. La nueva condi-ción aldeana estaría racionalizada en términos deespacio y tiempo conforme al habitar un entornonatural árido, aunque potencialmente predecibley fértil. Esto se proyectaría hacia el Formativo tar-dío, aproximadamente 200 dC, bajo el mismoprincipio, aunque dentro de un régimen más con-trolado según se manifiesta en un segundopoblado correspondiente a la aldea de Caserones(Figura 8). Aquí la superficie residencial aumentaa 15.996 m2 y sus cuatro plazas alcanzan3.415 m2, en orientación norte-sur, de elaboradopatrón ortogonal y con un muro de circunvala-ción. Esta arquitectura aldeana, pública y ceremo-nial del Formativo tarapaqueño parece articular ladinámica cazadora-recolectora, agronómica y deintercambio entre la costa y el interior (Urbinaet al. 2011; Uribe 2012). Entre ambos núcleosse gestó una red de asentamientos variada con dis-tintas formas, materiales, escalas, agregación yperdurabilidad que se instalaron a lo largo yancho de la pampa, donde hemos registrado 322sitios domésticos menores (con superficies desde

1 hasta 300 m2), correspondientes al 47,7% delos hallazgos Formativos en el 5% del Tamarugal(Figura 1). Apenas un par de ellos se convirtió enasentamientos de mayor relevancia social y presti-gio comoGuatacondo y Caserones, constituyendolugares centrales a nivel regional.

Por lo tanto, estas transiciones del asenta-miento móvil y efímero a uno estable y perenne,del disperso al aglutinado, del abierto al cerradoy, finalmente, del espacio silvestre al domesti-cado no son sólo una cuestión funcional (Flan-nery 1972). A nuestro juicio, responden a unatransformación cosmológica que involucró con-cepciones nuevas tanto de espacio y tiempocomo de persona y sociedad (Pauketat 2012; Par-ker Pearson y Richards 1994). La diversidad demodificaciones craneanas durante el Formativoque hemos documentado en Tarapacá−40(70,4% de los cráneos con modificación), expre-san una comunidad intencionalmente diversa,expuesta a situaciones sociales y ambientalesvariadas (Arias y Herrera 2010; Uribe et al.2015). Igualmente, las manufacturas más inno-vadoras y masivas del período, como textileríay cerámica, aluden a conocimientos compartidospor grupos heterogéneos, aunque eficientementecomunicados bajo esa cosmología común(Agüero 2012; Uribe y Vidal 2015). En conse-cuencia, las identidades, tensiones y arregloscolectivos debieron estar vinculados con susconcepciones cosmológicas.

Ideas Finales

Hemos ordenado nuestro compilado de estudiossobre el Formativo en la Pampa del Tamarugal entorno a una materialidad ecofactual, asumiendoque esta permite una visión distinta a la centradasólo en los cambios ambientales y revolucionestecnológicas. Coherentes con el marco teóricoescogido, no nos interesa explicar el cambio entérminos de causa y efecto, sino exponerlo paraun caso particular (Contreras 2016), dentro deuna argumentación sin pretensión de linealidadni progreso, donde la naturaleza y la cultura dia-loguen de manera relacional o simétrica. Desdeesta perspectiva, lo que denominamos transfor-mación cosmológica en Tarapacá (Pauketat2012) es explícito y concreto en los flujos depoblación y recursos hacia la pampa, al igual

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que en sus intervenciones agronómicas, arquitec-tónicas y ceremoniales que son innovadoras.Todos estos elementos biológicos e inmueblesque destacan por su potencial arqueológico dancuenta de un enorme contraste frente al tenue yefímero impacto cultural que tuvieron loscazadores-recolectores previos de la costa ypuna (Santoro et al. 2017). Las condicionesambientales coincidentes con el Formativo per-mitieron un vuelco y el desarrollo de un modode vida distinto en la pampa, pero no como sim-ple adaptación o respuesta tecno-económica,sino más bien lo que en otras partes se denomina“construcción de nichos” o una “terraformación”(Bradley 1993; Cherry y Leppard 2017; Zeder2016). La creación de espacios colectivos paradepositar a los muertos, la construcción deestructuras públicas, las acumulaciones de ofren-das a gran escala en forma de túmulos y geogli-fos, junto al manejo de campos, bosques yregadío en la pampa, deben ser vistos comoexpresiones equivalentes a lo ambiental.

Mejores o peores, las características deextrema aridez del territorio se mantuvieron enel tiempo, por lo cual la colaboración e ingenio,así como una movilidad y estacionalidad sincro-nizadas a partir de los asentamientos centrales,debieron constituir estrategias cruciales paraajustar eficientemente poblaciones diversas ycondiciones extremas. Los marcadores biológi-cos de estrés (Tabla Suplementaria 2) entre losindividuos de Tarapacá−40 son moderados.Esta condición podría estar vinculada con elmanejo eficiente de los recursos hídricos, anima-les, vegetales y forestales, así como con disputasterritoriales y circulación que se intentaban nor-malizar a través de sus muertos y ancestros(Goldstein 1980; Morris 1991; Saxe 1970). Sinembargo, la situación social tampoco puedeidealizarse y con seguridad existieron tensionesy resistencias a los cambios que estaban suce-diéndose. Efectivamente, también aparecen indi-cadores que aluden a problemas por el costo devivir en mayor cercanía y a mayor escala demo-gráfica. Por ejemplo, algunos individuos de Tara-pacá−40 presentan alta incidencia de violencia(Tabla Suplementaria 2), apreciándose traumasde cráneo en 40% de los adultos, tanto hombrescomo mujeres, incluida la muerte de algunas acausa de golpes múltiples en su cabeza,

superando los índices propuestos para momentoscontemporáneos en otras partes de los AndesCentro Sur (Arias y Herrera 2010; Arkush yTung 2013; Herrera et al. 2017). Entonces, nosparece lógico que, a diferencia de Guatacondo,en Caserones se clausurara el espacio domésticoy público a través del doble amurallamiento delasentamiento, no tanto para defenderse de unenemigo externo, sino por el control de la efer-vescencia social y económica del Formativo.

La prehistoria de Tarapacá, como muchas, nosólo se reduce a una sucesión progresiva de asen-tamientos aldeanos y a una economía agrícolacomo llevan a pensar sus vestigios. Más bien,es la expresión del diálogo permanente entrehumanos y naturaleza, donde el despliegue espa-cial y material combinado de lo económico(plantas, animales, agua y tierra), social (pobla-dos y plazas) y simbólico (cementerios, túmulosy geoglifos) nos lleva a pensar en una concep-ción de la naturaleza no sólo como contenedorao escenario. Quizás fue un par, entendido comoente o numen criador y protector de vida que,probablemente, anuncia la concepción andinadel uywiri (Colque 2003; Martínez 1976). Lalarga historia de ocupación, manejo y conviven-cia de estos elementos en paralelo a la innovacióncultural constante convirtió un espacio aparente-mente vacío en un paisaje totalmente culturizadoque, una vez abandonado, devino en el Forma-tivo que nos legaron a la posteridad.

Agradecimientos. Proyectos Anillo SOC-1405, FONDECYT1181829, FPCI 100417, CAPES FB-0002-2014, FONDAP151100 (CR2), FONDECYT Postodoctorado 3160759, PCIPII20150081, UTA Mayor-3070. Investigaciones autorizadaspor el Consejo de Monumentos Nacionales (Ord. N°002737,14 Julio, 2014, Chile).

Declaración de Disponibilidad de Datos. Disponibles en losrepositorios de los proyectos CONICYT-Anillo SOC-1405 yFONDECYT 1130279; también pueden ser solicitados a losautores.

Materiales Suplementarios. Para acceder a los materialessuplementarios que acompañan este artículo visitar https://doi.org/10.1017/laq.2019.92.

Tabla Suplementaria 1. Fechados de Radiocarbono de losSitios Mencionados, Calibrados con la Curva SHCal13(Hogg et al. 2013), Considerando 2⌠ en el Programa OxCal4.2.4 (Ramsey y Lee 2013).

Tabla Suplementaria 2. Frecuencias de ModificaciónCraneana, Caries, Traumas Craneales e Indicadores de Estrés(Tarapacá−40).

18 LATIN AMERICAN ANTIQUITY

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