en foco: 25 años de sociología i. los temas clásicos

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Cuaderno Venezolano de Sociología Dep. legal ppi 201502ZU4636 Auspiciada por la International Sociological Association (ISA), la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS) y la Asociación Venezolana de Sociología (AVS) Universidad del Zulia Esta publicación científica en formato digital es continuidad de la revista impresa Depósito Legal: pp 199202ZU44 ISSN:1315-0006 EN FOCO: 25 años de Sociología I. Los temas clásicos. Vol.25 Julio - Septiembre 2016 3

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Cuaderno Venezolano de Sociología

Dep. legal ppi 201502ZU4636

Auspiciada por la International Sociological Association (ISA),la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS)y la Asociación Venezolana de Sociología (AVS)

Universidad del Zulia

Esta publicación científica en formato digital es continuidad de la revista impresaDepósito Legal: pp 199202ZU44 ISSN:1315-0006

EN FOCO: 25 años de Sociología I.Los temas clásicos.

Vol.25

Julio - Septiembre2016 3

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Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de SociologíaVol.25 No.3 (julio- septiembre 2016):

Resumen

El artículo presenta un panorama de la evolución reciente de la sociología en Cuba, mirando al desarrollo de la sociología política durante los últimos veinticinco años. Ofrece una descripción sintética de algunos de los procesos más importantes vinculados con la enseñanza universitaria, los estudios de posgrado, las publicaciones y la investigación en la sociología cubana después del triunfo de la Revolución. El análisis muestra la influencia que el marco sociopolítico e ideológico ha ejercido sobre el desarrollo de esta disciplina y su consolidación académica, así como el incremento de sus interrelaciones con las transformaciones que vive la sociedad cubana. Se focalizan los principales momentos de encuentros y desencuentros de la sociología con el contexto sociopolítico en Cuba.

Palabras clave: Sociología; ciencias sociales; política; institucionalización; Cuba

Sociología y política en la Revolución Cubana: Encuentros y desencuentros, de ayer a hoy

Jorge Hernández Martínez

Recibido: 16/06/16 Aceptado: 12/07/16

* Universidad de La Habana, Cuba. E-mail: [email protected] /[email protected]

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Sociology and Politics in the Cuban Revolution Encounters and Setbacks, Yesterday and Today

AbstractOn This article presents an overview of the recent evolution of Sociology in Cuba, looking to the development of political sociology during the last twenty five years. It offers a synthetic description of some of the most important processes related with undergraduate studies, postgraduate studies, publications and research in cuban sociology after the triumph of the Cuban Revolution. The analysis shows the influence which the sociopolitical and ideological frame has exerted upon the development of this discipline and its academic consolidation, as well as to increase its interrelations with the transformations that cuban society currently lives. It focuses the main moments of encounters and setbacks in the sociopolitical context in Cuba.

Keywords: Sociology, social sciences, politics, institutionalization, Cuba.

Introducción

Como parte de las hondas transformaciones que lleva consigo la Revolución Cubana, las ciencias sociales han experimentado un notable desarrollo desde el triunfo de la insurrección a comienzos de 1959, palpable tanto en la evolución teórica y metodológica de esas disciplinas, como en su institucionalización académica, la formación de historiadores, sociólogos, politólogos, antropólogos y filósofos, unido a la realización de investigaciones y la introducción de sus resultados en la práctica sociopolítica. La resonancia de dichas ciencias en la comunidad intelectual latinoamericana y en sentido más amplio, internacional, ha acompañado ese proceso, apreciándose hoy una visibilidad y un reconocimiento que contrastan con el estado en que se encontraban hace casi seis décadas atrás. La sociología cubana se ha distinguido, en ese contexto, por la perseverancia de quienes la han mantenido presente en un escenario que no siempre le ha brindado hospitalidad y condiciones propicias para su quehacer. Aunque esa pauta ha sido, prácticamente, una constante en el trayecto histórico de referencia, entre encuentros y desencuentros en el desenvolvimiento de la disciplina y el entorno nacional, su mayor dinamismo y potencialidad se expresa en los últimos veinticinco años, al concluir la Guerra Fría, con impacto para el conocimiento social en todas las latitudes.

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Como es conocido, a principios del decenio de 1990 fueron significativos en América Latina los efectos de la crisis de paradigmas, plasmada en el eco de la desaparición del sistema socialista europeo, la desintegración de la Unión Soviética, la contracción de los movimientos de liberación nacional y la progresiva recuperación hegemónica de los Estados Unidos. Las interpretaciones sobre el fin de la historia, de las utopías, las ideologías, junto a la crisis del marxismo, el colapso de las izquierdas, adquirió de inmediato carta de ciudadanía, en medio de la avalancha neoliberal continental, y del empeño cubano por continuar sus compromisos con la revolución y el socialismo, como una isla de simbólica rebeldía en un océano capitalista. La historia, sin embargo, haciendo suya una vez más la metáfora del viejo topo, que termina por asomar el hocico en su laborioso e interminable cavado de túneles bajo tierra, sorprendió de modo inesperado con la aparición del movimiento zapatista en México, como expresión armada incluso que rompía con el pesimismo establecido, sin que se hiciera esperar, poco tiempo después, la agitación en el área andino-amazónica con las experiencias de Venezuela, Bolivia y Ecuador, seguidas con menor intensidad por las de Brasil y las del Cono Sur, en plena transición de un siglo a otro. En ese contexto, la progresiva salida de Cuba de los momentos más difíciles de una crisis integral --identificada como “período especial en tiempo de paz”--, que se manifestó entre cierres y aperturas en la esfera del pensamiento, tuvo consecuencias decisivas para las ciencias sociales, los estudios latinoamericanos en sentido general, y para la sociología en particular. Con frecuencia se registran percepciones polarizadas que, con unilateralidad y reduccionismo, la presentan y la descalifican o satanizan, comprometida con el “oficialismo”, cual marioneta reproductora del sistema cubano; o que consagran con admiración o devoción las expresiones “independientes” de disidencia que caracteriza a visiones que retan al sistema. Ambas miradas son simplificadoras y ajenas al prisma sociológico que aspira a una objetividad sin neutralidad axiológica. En Cuba han coexistido censura y apertura, prohibiciones, tolerancias y beneplácitos. Casi nada se explica en blanco y negro. Estado y sociedad civil no son excluyentes, como tampoco superpuestos. No existe unanimidad, pero sí consensos, entre quiebras y rearticulaciones. El proceso es sumamente complejo, cambiante y contradictorio, e imposible de abarcar en toda su profundidad en pocas páginas. El presente artículo da cuenta, apenas, de las claves básicas para establecer una visión abreviada, panorámica, con el riesgo obvio de la esquematización. Como un ave que en su rápido vuelo desciende sólo por instantes.

El presente

En la actualidad, en Cuba existe la carrera de sociología, que se cursa durante cuatro años en las universidades de La Habana (UH) y Oriente (UO), situadas respectivamente en La Habana y Santiago de Cuba --las ciudades más populosas, en las regiones occidental y oriental de la Isla--, recibiendo los egresados el título de licenciatura. Se cuenta además con un programa de Maestría que ofrece la primera de dichas instituciones, y con un Doctorado, que se otorga de modo centralizado por la Comisión Nacional de Grados Científicos, en consonancia con las particularidades legales y curriculares establecidos en el país. Puede afirmarse que la comunidad sociológica cubana es amplia, heterogénea

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en cuanto a su composición por edades, sexo, raza y distribución geográfica a lo largo y ancho de la Isla, así como por su afiliación profesional, destacándose las universidades y las entidades investigativas como los centros que, subordinados a los Ministerios correspondientes de Educación Superior (MES), y de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), concentran las principales cantidades de sociólogos. Por el impacto de su labor, se distinguen el Departamento de Sociología de la UH y el Centro de Investigaciones Sociológicas y Psicológicas (CIPS), del CITMA. A la par, los sociólogos laboran en numerosas esferas, como las de cultura, salud, seguridad social, así como en instituciones políticas y militares. Sin embargo, no cuentan con una asociación profesional, como es el caso de la mayoría de los profesionales de las ciencias sociales, como la economía, filosofía, historia, psicología, junto a otros intelectuales como los periodistas, escritores y artistas. No existe una revista con un una identidad o denominación específicamente sociológica, si bien diversas publicaciones reflejan la producción investigativa y el debate teórico en ese campo. Entre ellas se puede mencionar a la Revista Cubana de Ciencias Sociales, Temas, Universidad de La Habana, Cuadernos de Nuestra América, Casa de las Américas, Marx Ahora y la Editorial de Ciencias Sociales, adscrita al Instituto Cubano del Libro. En la ya desaparecida revista Contracorriente, que tuvo vida entre los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, también tuvieron presencia trabajos de corte sociológico. Junto a lo señalado, han estado presentes, en ocasiones con volatilidad, voces y foros alternativos a los que auspicia la Revolución, con el Estado y sus instituciones, en los que se ha manifestado cierto discurso sociológico y filosófico, pero subordinado y diluido en enfoques y trabajos troquelados desde el periodismo y la crítica política, sin soportes empíricos ni rigor científico, emparentados con la oposición interna y el exilio cubano, que han utilizado la sombrilla del laicado del catolicismo y de la intelectualidad artístico-literaria. A muy grandes trazos, ese puede ser el mosaico o rompecabezas en que se colocan las variadas piezas de la sociología actual en Cuba, en su devenir durante los últimos veinticinco años.

La sociología cubana ha alcanzado hoy madurez teórico-investigativa y estabilidad institucional, si bien no está exenta de contradicciones. No ha dejado de expresarse a través de misceláneas con otros saberes y disciplinas. Por otra parte, no puede decirse que ha hecho contribuciones conceptuales significativas a la teoría sociológica general, aunque ha suministrado referentes para el estudio de fenómenos políticos, como la transición socialista, la cultura política y la revolución latinoamericana. Ha aportado al pensamiento crítico latinoamericano más bien en términos investigativos, a través de hallazgos en diferentes terrenos, caracterizando problemas y logros del país, como los relacionados con la pobreza, exclusión, discriminación, participación, migraciones, derechos humanos. El desarrollo de la sociología cubana en las décadas precedentes ha sido sinuoso, contradictorio, problemático. Su lugar y papel en la sociedad ha tenido que ver con lo imperioso de la investigación como instrumento de la práctica política, lo cual ha facilitado su avance, pero al mismo tiempo, ha sido objeto de escrutinio ideológico y de cuestionamientos sobre su funcionalidad, lo que le ha obstaculizado. A través de diferentes momentos, se ha reclamado su presencia y contribución --lo que define, en esencia, su estado actual--, en tanto que en otros, se le ha silenciado y negado. Su desarrollo ha

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estado condicionado por la lógica y las etapas del proceso revolucionario. Así, la carrera universitaria fue creada en 1969 en la UH, en un período de gran contacto con otros países, con enfoques plurales, en diálogo con las experiencias que tenían lugar entonces en América Latina y otras regiones, en un clima de apertura intelectual; fue cerrada en 1976, en el contexto que sigue al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), al cambiarse el modelo de desarrollo económico, insertarse el país en el patrón del sistema socialista e iniciarse el calco o copia del modelo soviético, pasando el profesorado a la enseñanza de la filosofía o a instituciones gubernamentales a realizar investigaciones aplicadas; y abierta de nuevo en 1990, en la UH y también en la UO, al calor de la crisis del socialismo, el declive de los movimientos de liberación en el llamado Tercer Mundo y de la búsqueda de nuevos caminos. En este período, nacen la Maestría y el Doctorado.

En la sociedad cubana actual, el sociólogo posee prestigio, junto a una notable demanda social y laboral, y está en contacto con los medios académicos internacionales especializados. Participa en los Congresos de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), en los de American Sociological Association (ASA), Latin American Studies Association (LASA) y en los del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Son numerosos los artículos, libros y ponencias que se difunden por esas vías y mediante las nuevas tecnologías de la información.

Las vertientes de la sociología en Cuba abarcan una diversa gama. Entre las que mayor atención recibieron en los años de 1960 estaban la sociología rural y urbana, que tenían como objeto básicamente cuestiones ligadas a los efectos de la reforma agraria, la creación de comunidades, cambios en el modo de vida tradicional, problemas vinculados al delito, la violencia, la juventud. La investigación de otros temas, como los de la religión, mujer, la educación, la comunicación, las migraciones, ganan espacio en los años de 1970, unido a estudios relacionados con necesidades de la docencia, referidos a las corrientes del pensamiento sociológico latinoamericano, estadounidense y en menor medida, europeo. Entre las líneas de trabajo que aparecen más tardíamente, en el decenio de 1990, se hallan las que tienen que ver con la sociología del conocimiento y la sociología política, al ganar cuerpo los estudios acerca del poder, la hegemonía, las instituciones y corrientes políticas, junto a las relaciones internacionales. Podría decirse que este último ámbito --el que vendría a configurar formalmente el campo de la sociología política-- es el que se define en fechas más recientes, en torno a los últimos quince años. Ahora bien, aunque no sea hasta entonces que la política se asume como objeto explícito de la ciencia sociológica, su presencia ha estado implícita desde temprano, como elemento transversal, en las demás esferas, como la de la religión, las migraciones o la comunicación. En una sociedad en revolución, fenómenos que pudieran verse alejados de la política, como la religiosidad, el arte, la literatura, adquieren connotaciones políticas. La política condiciona con fuerza los contenidos y propósitos de la actividad científica, al mismo tiempo que impregna la definición de su objeto.

De otra parte, dada la peculiaridad del abordaje sociológico, al que le son inherentes las superposiciones, intersecciones, solapamientos, traslapes, tangentes, con otras ciencias sociales, es imposible separar las perspectivas --por ejemplo-- de la sociología de la psicología social y la ciencia política. La evolución de la sociología política cubana

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ha tenido lugar en interlocución con las tendencias de estas disciplinas en el mundo, donde están igualmente mezcladas, nutriéndose de las orientaciones epistemológicas de sus expresiones norteamericanas, europeas y sobre todo, latinoamericanas, entre adscripciones al pensamiento crítico y contrahegemónico --identificado con el cambio progresista, revolucionario, posneoliberal--, y contraposiciones con los enfoques que legitiman al neoliberalismo como opción o se mueven en la órbita de dominación imperialista. En este sentido, el movimiento intelectual que durante los años de 1960 y 1970 condujo a la aparición de la teoría de la dependencia en América Latina, a su enfrentamiento con el desarrollismo, así como a la renovación en Europa de corrientes marxistas y a la articulación en los Estados Unidos de la sociología crítica, fue un importante referente. Si bien la Revolución Cubana impactó al pensamiento social y las ideologías políticas a escala global, la relación fue de doble vía, en la medida que recibía el reflujo. Así, el espacio de debate creado, a modo de ejemplo, por la publicación Monthly Review y la resonancia de sus exponentes (Paul Baran, Paul Sweezy, Leo Huberman, Harry Magdoff), unido al impacto del contrapunto entre las concepciones sociológicas elitistas y pluralistas-instucionalistas, como las representadas por Wright Mills y Robert Dahl, condicionó no poco el desarrollo de los estudios políticos en la Isla, en los que temas como los del poder, las clases sociales, las élites, la democracia, la poliarquía se convertían en objeto atención. Asimismo, la obra de autores de las más variadas posturas, como Eric Hobsbawn, Raymond Williams, John Rawls, Anthony Giddings, Giovanni Sartori, Angelo Panebianco, Gianfranco Pasquino ha dejado su huella. La crítica que motivaron miradas como las de Francis Fukuyama y Samuel Huntington, acerca del “fin de la historia” y el “choque civilizatorio”, se insertó en el centro de la sociología política. Ésta reflejó, en resumen, un clima similar al que caracterizó a la disciplina en otras regiones, con mucha cercanía al pensamiento latinoamericano, reflejando los efectos de procesos de tanta magnitud como el fin de la Guerra Fría y los atentados del 11 de septiembre, llamando la atención sobre cuestiones como la crisis, la globalización, el terrorismo, la seguridad, la gobernabilidad, los conflictos.

Los antecedentes Aunque la aparición de la sociología en la sociedad cubana como disciplina académica

se ubica a comienzos del siglo XX, no será sino hasta las décadas de 1930 y 1940 que adquiere un cuerpo institucional definido, al consolidarse su enseñanza en la Universidad de La Habana y apreciarse un discurso con identidad propia, que se aleja de la filosofía de la historia y de la reflexión ensayística que le había caracterizado hasta entonces. No obstante, aún estaba atrapada en las concepciones curriculares de una sociología general, muy vinculada e incluso superpuesta con los horizontes epistemológicos de la pedagogía, la historia, la antropología, la psicología y la moral. Pensamiento social y sociología, serían, en la práctica, sinónimos que se relacionaban con el quehacer profesional de figuras ilustres, intelectuales y profesores, cuya voz encontraba ecos en las aulas universitarias, en revistas y periódicos a lo largo de la primera mitad del mencionado siglo.

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En ese período, los nombres de Enrique José Varona, Roberto Agramonte, son referencias obligadas, a las que con frecuencia se añaden otros, con una participación destacada en la vida pública de la sociedad neocolonial o republicana cubanas, aún y cuando su desempeño fundamental tenía lugar más bien en terrenos como el del periodismo, la crítica sociopolítica o el magisterio. En este caso, la condición sociológica se asociaba a pensadores preocupados por los problemas existenciales, políticos, socioeconómicos. En rigor, no les caracterizaba una actividad investigativa ni una elaboración teórica de carácter sociológico como tal. En este sentido, existía un desfasaje con respecto a las tendencias que marcaban el desarrollo y la consolidación de la sociología en el conjunto latinoamericano, donde se advertía una definición académica de la disciplina anterior a la Segunda Guerra Mundial y un ascenso de la tradición científica luego de ésta, que fue acompañada por la investigación empírica y las corrientes del pensamiento norteamericano.

Con el triunfo de la Revolución Cubana, tiene lugar un impulso a las ciencias sociales en general, y en particular, a los estudios sociológicos, que nacen más bien como una necesidad del propio proceso de transformaciones estructurales y políticas que a partir del mismo año de 1959 alteran de forma radical el tejido social, la estructura de clases, las relaciones de producción, el sistema de gobierno, la economía, la cultura, las representaciones ideológicas, las expectativas, la conciencia colectiva, el proyecto de nación y las relaciones internacionales del país. Es bien conocida la intensidad de los cambios sociales y las dinámicas de conflicto que se establecen desde entonces en la sociedad cubana, al imbricarse el carácter profundamente revolucionario, agrario, de masas y antimperialista del proceso con una definición socialista, en el marco de una muy temprana confrontación con los Estados Unidos e inserción en el campo socialista mundial, sobre la base de una estrecha y creciente relación con la Unión Soviética. El nuevo entorno reclamaba conocimiento científico sobre los problemas implicados, y es así que luego de reforma agraria, de las nacionalizaciones de las empresas extranjeras y de la alfabetización que se promueve a escala de todo el país, se producen cambios en el ámbito educacional y universitario, surgiendo además nuevas instituciones que conllevan una atención central al papel de las ciencias, incluyendo las sociales. Así, en la segunda mitad del decenio de 1960, desde la Universidad de La Habana y la Academia de Ciencias se crea un punto de inflexión que se expresa a nivel intelectual en una mayor autoconciencia nacional, en el despliegue de políticas públicas, que comprenden la realización de investigaciones sociales, la formación de los recursos humanos requeridos para ello, el perfeccionamiento de estructuras institucionales en la educación superior para la enseñanza de las ciencias sociales: historia, ciencias políticas, filosofía, sociología, economía política, demografía, etnología. En unos casos se avanzó con mayor rapidez y éxito que en otros. Se apeló además el envío de estudiantes destacados a los países socialistas --fundamentalmente a la Unión Soviética-- y se incentivó la aparición de publicaciones que permitían la reflexión y la divulgación de la labor investigativa.

En ese contexto, se crea la carrera de Sociología, la cual nace concebida sobre formatos muy influenciados por las concepciones teóricas y metodológicas predominantes en los Estados Unidos, con una visión ecléctica que introducía elementos de una perspectiva marxista, con una proyección latinoamericanista. En esta etapa, la escuela de Sociología

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de la Universidad de La Habana es visitada por figuras reconocidas entonces, como Johan Galtung, Armand y Michelle Mattelart, James Petras, Kalman Silvert, Juan Carlos Marín, Jose Nun, Ruy Mauro Marini, Orlando Fals Borda, entre otros, junto a profesores de la Unión Soviética y la República Democrática Alemana (RDA). Desde el punto de vista metodológico, prevalecía el cuantitativismo, el afán por la medición en la mejor tradición positivista y empirista, el empleo de los métodos matemáticos y la obsesión con las encuestas, o sea, los estudios extensivos. En el plano conceptual, reinaban los conceptos del estructural-funcionalismo y otras corrientes cercanas. En lugar de clase, se hablaba de estratos, en lugar de lucha de clases, de conflictos sociales, en vez de revoluciones, de cambios sociales. Fue amplia la introducción en la enseñanza y en la cosmovisión de los sociólogos en Cuba la obra de autores clásicos y contemporános, desde Augusto Comte, Herbert Spencer, Emile Durkheim, Gabriel Tarde, Ferdinand Tönnies, georg Simmel, Max Weber, Vilfredo Pareto, hasta George Lundberg, Paul Lazarsfeld, Talcott Parsons, Robert Merton, George Homans, Kingsley Davis, CharlesWright Mills, Raymond Aron, Lewis Coser, Ralf Dahrendorf. La influencia del conductismo y el neopositivismo se sintió, así como la de las ideas de la Escuela de Frankfurt, en especial de Theodor Adorno y Max Horkheimer, y de la sociología latinoamericana, a través de las obras de Pablo González Casanova, Fernando H. Cardoso, Enzo Faletto, Theotonio Dos Santos, René Zavaleta, Rodolfo Stavenhagen, Anibal Quijano, entre otros. La sociología en Cuba estuvo marcada en esa época por el eclecticismo, y su auge tuvo lugar junto al desarrollo de la latinoamericanística.

A esta etapa de apertura intelectual, en un contexto histórico marcado por el simbolismo de la Revolución Cubana y su influencia continental y mundial, correspondió un auge de publicaciones en la Isla de autores provenientes del mundo occidental, en buena medida del campo filosófico, como Louis Althusser, Jean Paul Sartre--, y líderes políticos, de variadas pertenencias ideológicas y geográficas, prevaleciendo los del llamado Tercer Mundo, tanto de América Latina como de Asia y África. Es el tiempo en que se difunde la interpretación de que Cuba “exportaba la revolución”. En la medida en que las concepciones del desarrollo y de la política económica cambian, se produce el fracaso de la conocida “zafra de los diez millones” de toneladas de azúcar, en 1970, luego de un período en que respiraba en el país al aliento del romanticismo revolucionario, del asesinato de Che Guevara en Bolivia, y del mencionado Primer Congreso del PCC, se registra un hito significativo, ya aludido, concluyendo la anterior apertura intelectual con un clima de cierre que se expresa en la vida cultural con el impacto en Cuba de la tendencia del “realismo socialista”, que origina una etapa calificada como “quinquenio gris”. La revista Pensamiento Crítico, que jugó un importante rol en la difusión de la producción contemporánea de la filosofía, la sociología y la ciencia política, tanto extranjera como cubana de entonces, fue clausurada, al considerarse que se apartaba de la política oficial. Para las ciencias sociales, y en particular, para la sociología, se trata como de una noche oscura, cuyo amanecer no llega sino hasta la década de 1990, con los efectos del desplome del sistema socialista en Europa del Este y la desintegración de la Unión Soviética. Serían los años en que se desconoció la especificidad del quehacer sociológico, la identidad del oficio del sociólogo, y se generalizó una perspectiva teórica marxista dogmática, ajena al

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espíritu dialéctico que le era consustancial. El arribo de Cuba al último decenio del siglo XX fue en medio de la intensa crisis del citado “período especial”. Fue acompañada de un clima de búsqueda y debate no menos intenso, referido al acontecer interno en la Isla y más allá de sus fronteras, en medio de una contracción de las publicaciones, a causa de las limitaciones económicas.

La definición de la disciplina en su contexto político y teórico

La consolidación de la sociología política, como fenómeno mundial, se beneficia de las repercusiones de la segunda posguerra, en tanto el realineamiento de las potencias capitalistas globales y el surgimiento del sistema socialista, colocan nuevos incentivos y exigencias a las ciencias sociales, propiciando un incremento de los estudios sobre procesos políticos relacionados tanto con la estabilidad, el equilibrio, el consenso, el mantenimiento del status quo, como con el conflicto, la movilización y la participación, la subversión, la revolución, las reformas. Al terminar los años de 1950, quedando atrás en los Estados Unidos la época de cacería de brujas promovida por el macarthismo, recuperada Europa de la devastación, durante el período de 1960-70 el contexto político que cristaliza no puede sino conllevar nuevas demandas intelectuales para las ciencias sociales. A la confrontación global de índole geopolítica, encarnada en la bipolaridad “Este/Oeste”, entre capitalismo y socialismo como sistemas opuestos, acompañada de la carrera armamentista, se sumaba el impacto de la Revolución Cubana en el llamado Tercer Mundo. También, el encadenamiento de procesos que conmovían tradiciones culturales y estructuras de dominación: en América Latina, la agitación de la izquierda y las guerrillas, la aparición del fascismo en otras condiciones, como Estados autoritarios de seguridad nacional o dictaduras; en Asia y África la profundización de la descolonización, en el sudeste asiático, la guerra de Vietnam, en los Estados Unidos, la contracultura, con el brotar del movimiento negro, hippie, de homosexuales, de latinos, mujeres, reclamando igualdad en los derechos sociales, junto a la canción protesta. La ulterior crisis económica mundial de mediados del decenio de 1970, unido al éxito de movimientos de liberación nacional hacia finales del mismo, como los conducentes a la Revolución Sandinista en Nicaragua y a los procesos de Angola y Etiopía, y luego, en la década de 1980, la democratización en América Latina. Las implicaciones para la sociología política no podían ser mayores. La conocida “ley de hierro de la oligarquía” de Robert Michels fue retomada, como también el clásico estudio de Seymour M. Lipset, Political Man. Las obras de Juan Linz, Salvador Giner, Guillermo O´Donnell sobre la quiebra de las dictaduras, la sociedad de masas, la sociedad corporativa, entre otros autores y temas, fertilizaron el terreno de la sociología política. El pensamiento de Antonio Gramsci recobró vitalidad, en su tratamiento de la hegemonía, el bloque histórico y la sociedad civil. Las investigaciones concretas sobre cuestiones tan disímiles fueron intensas. La teoría enfrentaba el reto de asumirlas en el terreno empírico, en sus marcos específicos de expresión o de encuadrarlas en miradas integradoras.

En América Latina, y Cuba no sería la excepción, tuvieron efecto acústico diversas perspectivas, cuya mejor ponderación es a través de las consideraciones de sus exponentes

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acerca de la definición de la sociología política como disciplina y de su campo de estudios. En este sentido, conviene detenerse en algunas de las miradas más influyentes.

Desde el punto de vista de Maurice Duverger, la sociología y la ciencia política son cuerpos disciplinarios similares, “dos fórmulas que de manera general designan lo mismo. En ciertos países, la distinción es puramente administrativa y pedagógica. En los Estados Unidos, donde la sociología y la ciencia política constituyen de ordinario dos departamentos distintos de las universidades, se habla de sociología política cuando un profesor del departamento de sociología se ocupa de los fenómenos del poder, y de ciencia política cuando el estudio de los mismos fenómenos es llevado a cabo por un profesor del departamento de ciencia política. En Europa, el título de ciencia política, todavía poco extendido, sirve generalmente para designar el objeto de las investigaciones de especialistas, cuya formación de base es histórica o jurídica; el título de sociólogo se aplica más bien a filósofos de profesión, o más raramente, a personas de formación sociológica” (Duverger, 1984:30). Sin embargo, más allá de la similitud inicial que les atribuye, establece una matización que, en el fondo, le reconoce especificidad a cada disciplina. “Podría decirse –añade-- que la expresión ciencia política tiende a manifestar una cierta tendencia al estudio aislado de los fenómenos políticos, limitando así sus contactos con otras ramas de las ciencias sociales. Por el contrario, la denominación sociología política parece marcar una voluntad por situar los fenómenos políticos en el conjunto de los fenómenos sociales, por suprimir los obstáculos entre las disciplinas, por señalar la profunda unidad de todas las ciencias sociales. En este sentido es en el que sería preferible la expresión sociología política. Por otra parte, subraya también una más clara voluntad para emplear los métodos de investigación empíricos y experimentales, en lugar del razonamiento filosófico” (Duverger, 1984: 30)

Para Robert Dowse y John Hughes, “el especialista en sociología política tomará prestado, muy probablemente, su aparato conceptual del sociólogo un área de especial preocupación para el especialista en sociología política es el problema del orden social y la obediencia política (…) la sociología política es, por tanto, el estudio del comportamiento político dentro de un marco o perspectiva sociológica” (Dowse y Hughes, 1992: 24).

Por su parte, para Salvador Giner, “la sociología política es el campo de estudio que se ocupa de las múltiples y variadas relaciones existentes entre el ámbito de lo social y el ámbito de lo político, basándose para ello en una doble premisa: a) la política es preciso entenderla en su contexto social. b) la realidad social está intrínsecamente moldeada por los elementos políticos. Esta delimitación genérica del objeto de la sociología política pretende explícitamente obviar la controversia que ha enfrentado habitualmente a los especialistas en esta materia referida a la forma y sentido en que hay que plantearse la relación entre sociedad y política; una controversia que, además, ha estado estrechamente vinculada a la discusión sobre su status como disciplina (...); la sociología política se configuraría como un área de estudio fronteriza que pretende integrar las aportaciones provenientes de la sociología y de la ciencia política, (además de las otras ciencias sociales afines como la historia, la economía o la antropología) y que tiene en el tema del poder su principal objeto de investigación, teórica y empírica: las características y formas del poder, sus bases sociales, su ubicación institucional, su distribución en las sociedades

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contemporáneas o las consecuencias derivadas del ejercicio del poder por las diferentes instituciones políticas y sociales” (Giner, 1998:749-750).

Según Francisco José Llera Ramo, “la sociología política ofrece dos tradiciones intelectuales convergentes, tanto en el plano teórico como en el empírico. Desde un punto de vista amplio, la Sociología Política se ocupa de las bases sociales del poder en todos los niveles institucionales de la sociedad. En el contexto de esta tradición, la sociología política trata de las pautas de estratificación social y de sus consecuencias sobre la realidad política organizada; se trata, por tanto, de una forma particular de enfocar el estudio de la organización y del cambio sociopolítico. Desde un punto de vista más estricto, la sociología política centra su enfoque sobre el análisis organizativo de los grupos y del liderazgo político. De este modo, el núcleo de la sociología política engloba el estudio de la organización política, de los partidos, de la burocracia, del sistema jurídico, de los grupos de interés o del electorado. Se trata, por tanto, de un enfoque institucional y organizativo. El primero es claramente un enfoque sociológico, es decir, una sociología de la política. El segundo puede ser un enfoque politológico» (Llera Ramo, 1996:61).

Se han seleccionado los criterios expuestos atendiendo a que de alguna manera reflejan representan el estado de la cuestión, con un notable esfuerzo por la precisión. En Cuba, no ha existido una opinión única al respecto, si bien los enfoques que se han reproducido se hallan bastante extendidos, en cuanto al reconocimiento de que la sociología política posee una identidad epistemológica y disciplinaria, no sólo basada en cuestiones pedagógicas o administrativas.

Los últimos veinticinco años

En ese marco, se decide abrir de nuevo, en 1990, la carrera de Sociología. Aunque desde una óptica que establecía una estrecha relación de disciplina con la filosofía, donde aún permanecería durante un tiempo la subordinación a ésta, heredada del período anterior, al considerársele como teoría general de las ciencias sociales, se revaloriza el rol del sociólogo, atribuyéndosele la función de contribuir a la dirección, planificación y pronóstico del desarrollo de los procesos sociales. La carrera renace basada en un plan de estudios concebido para cinco años, que mantenía el peso de la formación filosófica y en economía política, manteniendo el énfasis en asignaturas tradicionales, como Metodología y Técnicas de Investigación, de fuerte acento cuantitativo), Estadística y Demografía. Empero, de forma gradual y en un corto período de tiempo, a la luz del nuevo condicionamiento internacional, en que comienza a debatirse la crisis del marxismo, la influencia del postmodernismo y de lo que se concibe como marxismo occidental alcanza los estudios sociológicos y se advierte también una mayor apertura a la historia y actualidad del pensamiento social. Se expanden vertientes como la sociología de la religión, del trabajo, del conocimiento, del desarrollo y de la política. En esencia, se fortalece la formación sociológica, predominando la visión empírica, pero abriéndose camino los métodos cualitativos, como la historia de vidas, el empleo de entrevistas en profundidad, el estudio de casos, como estudio de tipo intensivo. Se enfatiza el papel del sociólogo y de las investigaciones como herramientas que alimenten la práctica social,

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en un entorno en que las ciencias sociales en Cuba miran más bien hacia dentro del país, se abren nuevos caminos de análisis, como el de los estudios sobre la sociedad civil y sus relaciones con el Estado, los problemas sociales, la cuestión del poder, el sistema político, las relaciones de Cuba con los Estados Unidos y la política exterior de la Revolución, entre otros. De manera gradual, se irá profundizando tanto la enseñanza como la investigación en el ámbito de la sociología política.

Algunos hechos descollantes que reflejan el dinamismo de este período: la celebración en La Habana, en 1991, del XVIII Congreso de ALAS, en un momento de revitalización de la sociología en el país, que sirvió de estímulo a la comunidad sociológica cubana, potenció su acercamiento al ambiente latinoamericano e internacional y favoreció los intercambios académicos sucesivos. La investigación con perspectiva sociológica más global y abarcadora llevada a cabo en estos años, fue la realizada entre 1978 y 1984 en la Isla de la Juventud, donde se estudió la estructura social y el modo de vida. Desde el punto de vista metodológico, fueron utilizadas técnicas como la encuesta, la entrevista y el trabajo con la información primaria recogida en documentos y archivos. Ello sirvió de referente para otros estudios, de corte similar, en diversos territorios de la nación. Sin embargo, las interrelaciones institucionales en el período no permitieron la cohesión de las investigaciones que hubiera permitido avanzar hacia imágenes más globales y comprensivas de la realidad, aunque a través de la investigación empírica se obtuvo información de indudable valor aunque de escaso impacto social.

Los cambios organizativos y conceptuales que se introducen en ese período favorecieron el desarrollo de la investigación sociológica y la eficacia de sus respuestas sociales. Las investigaciones se organizaron según las prioridades sociales reconocidas y las instituciones se articularon para la solución de problemas, desde perspectivas multidisciplinarias. Las mayores prioridades giraron alrededor de los estudios sobre la juventud y sus realidades sociales, así como sobre valores y diferenciaciones sociales, participación ciudadana y cuestiones ideológicas. Se llevaron a cabo estudios de carácter nacional que movilizaron a numerosas disciplinas, con centro en la sociología, y referidos a cuestiones políticas, que atendían a la opinión pública, como por ejemplo, el apego de la población al liderazgo histórico de a Revolución, el compromiso con el socialismo, y la aceptación de régimen de partido único. En ello tuvo un relevante papel del Centro de Estudios Sociopolíticos y de Opinión (CESPO), anexo al Comité Central del PCC. Tanto el diseño y concepción de estas investigaciones, podría afirmarse, que fueron primordialmente sociológicos, y que se conjugó la utilización de métodos cuantitativos y cualitativos. El diseño metodológico fue muy complejo. Se articuló la teoría de la socialización con una gran diversidad de técnicas como encuestas, entrevistas, técnicas proyectivas, investigación-acción, observación participante y experimentos sociales. Además, se elaboraron interpretaciones y enfoques globales de la sociedad cubana combinados con enfoques regionales específicos.

La interacción con la sociología en América Latina se consolida en el período, a través de una creciente participación en estructuras como ALAS, CLACSO y LASA. En el caso de esta última si bien con sede en los Estados Unidos, su labor internacional posibilitó ampliar los contactos, las publicaciones, los eventos en interlocución directa de los sociólogos cubanos y de otros países, ocupados en los estudios latinoamericanos, incrementándose la atención

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por los procesos políticos. En este sentido, sociólogos de Cuba ocupan responsabilidades en los órganos directivos de esas instituciones, incluyendo la presidencia de ALAS en una etapa, y durante varias, los niveles directivos en las otras dos. Es común el conocimiento, divulgación y presencia en la producción de las ciencias sociales en Cuba de autores y enfoques como los de Pablo González Casanova, Heinz Sonntag, Roberto Briceño, Juan Carlos Portantiero, Agustín Cueva, Carlos J. Moneta, Manuel Garretón, Guillermo O´Donnell, Marco A. Gandásegui, Atilio Borón, Samir Amin, Emir Sader, Margarita López Maya, Alba Carossio. Publicaciones sociológicas periódicas de diversos países y orientaciones forman parte del acervo profesional cubano: de México, la Revista Mexicana de Sociología y Acta Sociológica; de Venezuela, Espacio Abierto, de Venezuela/Argentina, Nueva Sociedad. También las revistas respectivas de ALAS y CLACSO, Controversias y Concurrencias, y Crítica y Emancipación.

Consideraciones finales

Al mirar desde el presente la evolución de la sociología política en los últimos veinticinco años, queda claro que en la década de 1990 comienzan a producirse cambios importantes, relacionados con el creciente interés en los estudios sobre temas políticos, si bien no pueden diferenciarse con nitidez los que se realizan desde la ciencia política, la sociología o la psicología política. Como se evidencia en numerosas investigaciones, publicaciones y eventos, esta tendencia es universal. Fronteras difusas, puntos de intersección o interpenetración, dibujan un objeto común, en tanto que las metodologías comparten paradigmas, lógicas analíticas, y las perspectivas teóricas más que contraponerse, se complementan. La transdisciplinariedad no sólo es frecuente e inevitable, sino aconsejable en las ciencias sociales, atendiendo a la propia naturaleza de la realidad social. En el estudio de lo político, es secundaria y bizantina la discusión acerca de si el enfoque aplicado es puro, desde el punto de vista de una u otra disciplina. En Cuba, la sociología se define más por su visión integral, holística, sistémica, de la totalidad social, que por abordar tales o cuales parcelas de la sociedad. Desde este punto de vista, la sociología política emprende legítimamente la indagación sobre cuestiones disímiles, como actitudes, representaciones, conductas y relaciones políticas, en la medida en que sus análisis articulan los fenómenos objetivos y subjetivos, materiales y espirituales, los vinculados al poder, las instituciones, las políticas públicas, la ideología, los comportamientos.

Sobre la base de esa consideración, la revitalización en curso de la sociología en Cuba conlleva reajustes y nuevos impulsos que aunque son extensivos a otras de sus vertientes, se manifiestan en la sociología política. Desde Facultades y centros de estudios de no pocas universidades, con un mayor peso en la UH, pero también en la UO y en las de otros territorios, instituciones investigativas del CITMA y del Ministerio de Cultura, se despliegan investigaciones sobre cuestiones sensibles en el país, que involucran lo político de modo directo o indirecto, como las de la estructura social, desigualdades, políticas de desarrollo local, comunitario, regional, el funcionamiento de las instituciones de gobierno y del poder popular en los niveles de la nación, provincias y municipios, los procesos electorales, el ejercicio democrático, la representación y la participación, asuntos de

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género, raza, entre otros. Los procesos progresistas, emancipadores, revolucionarios, que tienen lugar en América Latina desde fines de la década de 1990 y a través de las primeras del siglo actual han ocupado a buena parte de los estudios, incluyendo las experiencias de integración económica y concertación política promovidas al calor de revoluciones como la Bolivariana en Venezuela, la Democrática y Cultural en Bolivia, la Ciudadana en Ecuador y la segunda etapa de la Sandinista en Nicaragua. Los procesos políticos en Colombia, Centroamérica, Brasil, el Cono Sur, el proyecto de dominación y la estrategia geopolítica estadounidense hacia América Latina, el conflicto entre Cuba y los Estados Unidos y las reformas en curso al interior de la Isla, junto al relevo generacional en el liderazgo histórico de la Revolución Cubana, han estado y están en la agenda de la sociología política, así como las tendencias más recientes, que han colocado el debate de las ciencias sociales en torno al cambio de ciclo político actual en América Latina, que para muchos simboliza el fin del auge de la izquierda referido y el comienzo de una nueva etapa. Entre los principales autores: Aurelio Alonso, Fernando Martínez, Mayra Espina, Luis Suárez, Juan Valdés, María Isabel Domínguez, Norma Vasallo, Carlos Alzugaray, Rafael Hernández, Jesús Arboleya, Esteban Morales. Instituciones investigativas y docentes adscritas estructuralmente a la Cancillería y al CCPCC deben sumarse a la mencionadas con anterioridad, así como eventos internacionales que con frecuencia anual auspician las mismas, junto a la UH. Se trata de foros desde los que se realizan estudios políticos, en cuyas actividades participan con regularidad especialistas de otros países.

Los nuevos procesos en la sociedad cubana de hoy, en la que se transforma el modelo de desarrollo económico, se producen aperturas al mercado y la propiedad privada, se despliegan cambios en diversos campos, como el de la política migratoria, cambia la estructura social, se profundizan las diferencias sociales y se restablecen relaciones con Estados Unidos, en una escena latinoamericana en la que se tambalean los gobiernos y fuerzas de izquierda, las ciencias sociales enfrentan retos y oportunidades. Tales temas se hallan entre las prioridades investigativas de las instituciones especializadas y los intereses de los sociólogos en Cuba, más allá de sus posiciones y adhesiones políticas personales. El contexto y las perspectivas no pueden ser mejores, considerando que existe el capital humano --una masa experimentada y plural de investigadores y docentes no desestimable--, una actitud teórica orientada hacia el diálogo con otras miradas y comprometida con el conocimiento de la realidad y la verdad, junto a las lecciones de no pocas décadas de búsquedas, de encuentros y desencuentros. El terreno es fértil, para que se desarrolle, al decir de Bordieu, el oficio del sociólogo, y en palabras de Wrigth Mills, la imaginación sociológica.

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Vol 25, N°3

Esta revista fue editada en formato digital y publicadaen septiembre de 2016, por el Fondo Editorial Serbiluz,Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela

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