emblemas de identidad en la arquitectura moderna mexicana: los
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Vanessa Nagel Vega
Escuela Técnica Superior de Arquitectura / Universidad Politécnica de Madrid
Directora de tesis: Dra. Ana Esteban Maluenda
Doctorado en Análisis, Teoría e Historia de la Arquitectura
Emblemas de identidad en la arquitectura moderna mexicana: los edificios
prehispánicos y virreinales en las publicaciones periódicas extranjeras
(1949-1968)
Introducción
El estudio de la arquitectura moderna mexicana, a través de la presencia que tuvo en el extranjero,
forma parte sustancial de las interpretaciones actuales sobre la misma. Esta investigación doctoral se
centra en la revisión de los canales de difusión internacional de la arquitectura moderna mexicana
durante las décadas de 1950 y 1960. Las diferentes lecturas e interpretaciones que se deriven de esta
investigación engrosarán los argumentos para revalorar nuestra arquitectura del siglo XX, que, en
casos excepcionales, ha sido reconocida como Patrimonio de la Humanidad.1
Dentro de este marco de investigación se presenta el argumento de una identidad moderna
sustentada en la tradición y mostrada en los medios extranjeros. Este trabajo revisa algunos de los
recursos de identificación de la arquitectura en las publicaciones periódicas, así, veremos que algunos
edificios y objetos prehispánicos y virreinales tuvieron el papel de verdaderos emblemas que fueron
publicados junto con los edificios contemporáneos de nuestro periodo de estudio. Estos elementos
indicaron una clara línea de lectura sobre la continuidad cultural y constructiva ininterrumpida en
México, desde tiempos mesoamericanos hasta la modernidad, y que se concibió como parte
fundamental de la identidad nacional, consolidada y destacada en las publicaciones extranjeras.
La arquitectura en la construcción de la identidad nacional
El primer antecedente que debemos mencionar son los procesos de construcción de la identidad
nacional en relación con la arquitectura. Si bien esta construcción es un tema que cuenta con amplios
estudios, y que no se limita al periodo del México independiente o al posrevolucionario,2 en relación
a nuestro periodo de estudio, nos centramos en el panorama cultural de las primeras décadas del siglo
1 La lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO es un legado de monumentos y sitios de una gran riqueza natural y cultural que pertenece
a toda la humanidad. México cuenta con 31 sitios inscritos en la lista, de los cuales, 4 bienes son naturales y 27 bienes son culturales.
De éstos últimos, sólo dos son ejemplos de arquitectura del siglo XX: la “Casa-estudio Luis Barragán [2004] y el Campus Central de la
Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México [2007] (UNESCO 2014). 2 Antes de la Independencia ya se puede hablar de búsquedas de identidad desde el hombre manierista novohispano de finales del siglo
XVI (Cf. Manrique 255) y en los criollos del siglo XVIII (Cf. Pérez Montfort 15).
XX, época en que a cada elemento artístico, cultural y arquitectónico se le encontró su lugar dentro
del gran imaginario nacional (Pérez Montfort 149).
Otro aspecto a tomar en cuenta para nuestro análisis es que la fotografía es considerada la
disciplina que más ha contribuido a difundir el conocimiento de la arquitectura (Cf. González Flores).
De esta manera, la fotografía se incorporó, a principios del siglo XX, como un recurso más en la
construcción de la imagen nacional, destacándose el papel de los propios fotógrafos, quienes fueron
un agente más en este proceso de construcción al documentar y catalogar el patrimonio nacional
(Casanova y Konzevik 6).
En las primeras décadas del siglo xx se buscaron los “motivos arquitectónicos, paisajes urbanos y
monumentos arqueológicos que identificaran visualmente al país naciente. La repetición retórica de
las mismas locaciones es un reflejo de la imperiosa necesidad de producir un catálogo de iconos
monumentales representativos de una nacionalidad en construcción” (González Flores 31). Un punto
muy importante de este proceso histórico es que se “intentaba recuperar ideológicamente, por medio
de la fotografía, un pasado arquitectónico” (Casanova 12). Así, los fotógrafos revelaron las imágenes
que identificarían visualmente al país naciente.
Ahora bien, en esta producción de catálogos, se puede hablar de un predominio de ejemplos
prehispánicos y barrocos, sin embargo los casos del siglo XVI (Cf. Nagel Vega), neoclásicos y
modernos, también engrosaron estos inventarios de imaginarios nacionales, llegando a conformar
sustancialmente la imagen arquitectónica del país. Ya en 1956 −una vez consolidados y aceptados los
ideales arquitectónicos nacionales− confirmamos la postura oficial de la Sociedad de Arquitectos
Mexicanos (SAM), con la publicación de un extenso volumen con los ejemplos arquitectónicos más
sobresalientes de los últimos 4000 años. Esta publicación habló de lo prehispánico como la “raíz de
nuestra cultura”, de la nueva nacionalidad que surgió con la conquista durante el siglo XVI como la
“creación de la nacionalidad mexicana en su momento más trascendental” (4000 años 66). Pasando
por la “exuberancia” del barroco hasta alcanzar los albores del siglo xx, en que una vez “terminada
la cruenta lucha revolucionaria, la paz ve levantarse un nuevo orden social, acompañado de una nueva
arquitectura, cuyo fin es el de dar realidad a los ideales sociales surgidos en la lucha” (Id. 139). Esta
perspectiva oficial fue compañera constante de los logros más importantes de la modernidad
arquitectónica tanto en publicaciones periódicas, como en libros, catálogos o exposiciones
internacionales, durante las décadas de 1950 a 1960.
Legitimar la identidad con el reflejo al exterior
Entendemos la construcción anterior de la identidad nacional desde el concepto teórico
esencialista, siguiendo la definición de Jorge Larrain, ésta sería una postura “que concibe a la
identidad nacional como un conjunto ya establecido de experiencias comunes y valores
fundamentales compartidos, constituido en el pasado como una esencia, de una vez y para siempre”
(58), esto es, se tomaron diversos elementos y se consideraron como invariantes del carácter nacional.
Con esta intención se dieron a conocer al mundo. Ahora bien, para el estudio actual de este
reconocimiento externo, es decir, el verse a sí mismo en el espejo de los medios internacionales,
seguimos la definición de Fernando Luiz Lara, cuando dice que la nacionalidad se afirma al ser
consumidos –a través de las revistas– por el resto del mundo. “Reflejar en la distancia lo que ocurre
en el país es un juego de legitimación” (Cf. Lara), juego que –a juicio del autor− no puede ser puro
pues es visto a través de filtros: los de la cultura de cada país.
Emblemas de identidad en los medios impresos
Analicemos ahora la relación entre la arquitectura moderna y la histórica3 que, como hemos visto,
conformó parte de la identidad mexicana en las primeras décadas del siglo xx. A esta arquitectura
ancestral, así como a varias piezas escultóricas monumentales, las he nombrado aquí emblemas, por
su cualidad de representación simbólica, es decir, la arquitectura de épocas antiguas fijó la tradición
que a la vez sería constituyente esencial de la identidad nacional moderna.
Así, en los libros más importantes que difundieron la nueva arquitectura mexicana, siempre se
integraron referencias visuales a lo prehispánico y lo virreinal, aspecto que repitieron con éxito las
publicaciones periódicas y que estudiaremos con detalle más adelante. Tenemos entonces, de 1937,
The new architecture in Mexico, de Esther Born, que se ilustró con la pirámide circular de Cuicuilco
junto a un dibujo que relacionaba las formas regulares de Le Corbusier con la estructura
mesoamericana. En 1952, Irving E. Myers, abrió un capítulo de antecedentes titulado “La herencia
cultural”, con la fotografía de una cabeza colosal olmeca y, pocos años más tarde, también desde
Nueva York, Henry-Russell Hitchcock, en su catálogo a la exposición del MoMA de 1955: Latin
American Architecture Since 1945, recurrió a vistas muy conocidas de Teotihuacán y el interior ultra
barroco de Tepotzotlán.
Se mencionó antes el catálogo 4000 años de arquitectura mexicana, a cargo del arquitecto Pedro
Ramírez Vázquez, editado por la SAM, volumen que integró las obras más representativas de la
arquitectura nacional desde los albores de la cultura en el valle de México, con Cuicuilco, hasta las
obras modernas de la Ciudad Universitaria. La selección del material de este catálogo tuvo un impacto
decisivo en la difusión de la arquitectura mexicana, pues fue la base de la exposición itinerante “3500
años de arquitectura mexicana”,4 que se presentó en varias ciudades europeas y norteamericanas con
3 Con el concepto de “arquitectura histórica” nos referiremos, en este texto, a la producida en el territorio que hoy es México, y que
abarca tanto a las culturas prehispánicas como la correspondiente al periodo virreinal. 4 Esta exposición itinerante tuvo su origen en la “Exposición de Arte Mexicano”, inaugurada en el Palacio de Bellas Artes en noviembre
de 1953 y clausurada a finales de ese año. La sección de arquitectura se presentó en la sala 20 con el título: “La arquitectura
enorme éxito mediático, prueba de la buena gestión que en relaciones internacionales mantenía
entonces el Colegio Nacional de Arquitectos Mexicanos (CNAM) y la SAM.5 Esta obra fue asimismo
material de base que recirculó años más tarde en el ámbito internacional, al ser sus imágenes utilizadas
en varias publicaciones periódicas.
Otro libro que no podemos dejar de mencionar es Moderne Architektur in Mexiko, de Max Cetto,
de 1961, cuyo fin principal fue recopilar la arquitectura moderna más recientes, pero que no pudo
prescindir de la justificada muestra de arquitectura histórica, abriendo la introducción con la
inevitable fotografía de la pirámide del Sol en Teotihuacán.
Nuestro periodo de estudio lo cierra la publicación Matrix of Man, de Sibyl Moholy-Nagy, de
1968. Si bien no es una publicación dedicada exclusivamente a la arquitectura moderna mexicana,
mostró, entre otros ejemplos, la recién finalizada unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco, en cuyas
imágenes, que dieron la vuelta al mundo, se destacaron tanto los vestigios prehispánicos como la
iglesia virreinal.
Ahora bien, siguiendo la definición de emblema que se ha dado antes: ¿cómo diferenciar un
emblema de un mero capítulo introductorio cuya intención sería simplemente la de resumir la historia
de la arquitectura antes de mostrar los alcances modernos? En este punto se vuelve fundamental el
análisis de las publicaciones periódicas, pues es ahí donde confirmamos este uso de los elementos
históricos como representación simbólica y pareja indisoluble de la arquitectura moderna mexicana
fuera de sus fronteras.
Emblemas de identidad en las publicaciones periódicas extranjeras
Si bien se puede hablar del inicio de la difusión de la arquitectura moderna mexicana en las
publicaciones periódicas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (SGM),6 no es sino hasta finales
de la década de los años cuarenta cuando encontramos una relación directa entre la identidad nacional
y la tradición, vinculada a la modernidad. Así, en 1949 México está ansioso por mostrar sus avances
de país avanzado y organiza, a través de la SAM y el CNAM, una exposición de arquitectura mexicana
contemporánea y sus antecedentes históricos” a cargo de Alberto T. Arai, entonces director del Departamento de Arquitectura del INBA,
con el apoyo de la SAM. En el panel de acceso ya aparecían las siluetas de dos edificios por demás emblemáticos: la pirámide del Sol y
la catedral metropolitana. (Cf. AM Redacción 1954 182-183) Los años siguientes, el mismo material visitaría varias ciudades usando
indistintamente el nombre de “3500 años de arquitectura mexicana” o “4000 años de arquitectura mexicana”. 5 Esta exposición fue la carta de presentación de la arquitectura mexicana contemporánea en numerosos congresos internacionales. (Cf.
AM Redacción 1955 115-116) “Después de mostrarse en Londres, en los próximos meses la exposición viajará a París y La Haya, con
motivo del IV Congreso de la UIA.” (Cf. AM Redacción 1956 251-253) Coincidiendo con la 88a Convención Nacional de la UI en Los
Ángeles en mayo de 1956, se mostró la exposición titulada “3500 años de arquitectura mexicana”, material reunido por la SAM, misma
que fue mostrada anteriormente en Europa. (Cf. AM Redacción 1957 51-52) Ceremonia en Bellas Artes para hacer entrega del Gran
Premio de Honor a la arquitectura mexicana, otorgado por la Sociedad de Artistas Franceses al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez,
como representante de la SAM y del CNAM, por la exposición titulada “4000 años de arquitectura mexicana”, mostrada en París y otras
capitales europeas en meses anteriores. 6 El fin de la SGM no marcó el inicio de la difusión de la arquitectura moderna mexicana, pues ésta tiene antecedentes que nos sitúan
desde inicios de la década de 1930 con las primeras obras residenciales en Jalisco de Luis Barragán (Cf. Canales 232). Sin embargo, a
nivel mundial, inició un periodo de auge constructivo y de su difusión masiva a nivel internacional.
contemporánea, dentro del marco de la 81a Convención Anual del American Institute of Architects
(AIA) en Houston, Tejas. Ésta es seguida de una visita turística a México, en la que destacó el recorrido
a edificios históricos en vez de a los contemporáneos, que fueron los que ocuparon la totalidad de la
exposición tejana. La reseña, publicada en Architectural Record (ARec) en julio de 1949 destacó la
importancia de estos emblemas como parte de la modernidad alcanzada por el país vecino.
En España, si bien hay antecedentes de difusión de la arquitectura moderna mexicana antes de
alcanzar la mitad del siglo XX,7 será hasta febrero de 1950, en la Revista Nacional de Arquitectura
(RNA), cuando el primer artículo dedicado por completo a las obras más importantes construidas hasta
ese momento en la capital,8 vieran la luz, precedidas −sin aparente relación− por el dibujo de un chac-
mool en el sumario. Esta imagen sin duda relacionó el imaginario del país “azteca” con las obras
contemporáneas de arquitectura. El impacto que los ejemplos mostrados pudieran brindar como
primera impresión, fueron también tamizados por la reproducción de un mapa virreinal de la capital
mexicana.
En 1952, desde Nueva York, una de las obras más importantes de la modernidad nacional, abrió
su difusión con las fotografías de una pirámide prehispánica, de una iglesia barroca, del detalle de un
talud−tablero y de la mano de obra tradicional, sobre la foto de fondo de un camino rural sinuoso que
no mostraba indicio alguno de modernidad. Así, Architectural Forum (AF), en septiembre de 1952,
dio a conocer a sus lectores la magna obra de la Ciudad Universitaria con este guiño a la tradición,
no sólo como la puesta en valor de sus edificios históricos sino como la legitimación de una
modernidad sustentada en la mano de obra tradicional en la construcción.9
El año 1955 vio la luz el primer monográfico de una revista especializada dedicado a México.
L’Architecture d’Aujourd’hui (AA), en abril, no sólo usó la información que ya había preparado la
SAM para la exposición itinerante a que se ha hecho mención, sino que diseñó una portada en la que
combinó un detalle de arquitectura contemporánea –el muro de acceso a la Biblioteca Central de la
Ciudad Universitaria, en la que se ve la piedra volcánica, característica inconfundible de esta obra en
su conjunto− que muestra un diseño inspirado en la iconografía prehispánica, con unos glifos de la
escritura maya. Así, junto con los colores patrios, el mayor impacto de esta portada fueron las
7 Desde 1946 encontramos muestras de lo más reciente construido en México, así, la revista madrileña RNA publicó algunas fotografías
que formaron parte de la Exposición Iberoamericana de Arquitectura, una de ellas, una casa de viviendas en México diseñada por el
arquitecto Mario Pani (Cf. RNA Redacción 1946 104). Pocos años después, en julio de 1949, la misma Revista Nacional de
Arquitectura, publicó una crítica a la reciente arquitectura mexicana, aparecida originalmente en México en la revista Hoy y firmada
por Antonio Rodríguez; la aportación española al artículo son los dibujos del arquitecto Joaquín Vaquero Turcios. (Cf. Rodríguez 311-
314). El mismo año de 1949, en un número especial dedicado a las plazas de toros, se contó con el ejemplo mexicano recién terminado
en la Ciudad de los Deportes de la capital (Cf. RNA Redacción 1949 434-437). 8 Se publicó el Conservatorio Nacional de Música, la Escuela Nacional de Maestros y el Centro Urbano Presidente Alemán, el primer
gran conjunto de vivienda de interés social del país. Todas las obras fueron autoría de Mario Pani. 9 En el artículo dedicado a la Ciudad Universitaria se publicaron dos fotos más de arquitectura histórica: Teotihuacán en relación a los
frontones (110) y las cúpulas de la llamada “capilla abierta” de Cholula, junto a la vista de la cubierta de los laboratorios de la Facultad
de Ingeniería (113).
referencias a una tradición que para entonces encontraba su legitimación en diversos medios
extranjeros.10
Como contraejemplo de la postura francesa, mencionemos que la londinense The Architectural
Review (AR) no recurrió a este medio cuando, en junio de 1955 reseñó la exposición temporal que la
Royal Institute of British Architects (RIBA) exhibía en su sede, acompañando a esta reseña con sólo
unos ejemplos de lo más reciente e “internacional” de la arquitectura moderna mexicana.11
Al iniciar la década de 1960, en el breve lapso de tres años, se publicaron cuatro importantes
números monográficos dedicados al país. En Madrid, Arquitectura (A) en agosto de 1962; en Londres,
Architectural Design (AD) en septiembre de 1963; en París, L’Architecture d’Aujourd’hui, en el
mismo mes y año que en Londres, y en Los Ángeles, Arts & Architecture (A&A), en febrero de 1964.
Este aumento exponencial en la difusión de la arquitectura moderna mexicana estuvo ligada,
seguramente, a la organización de las jornadas de trabajo posteriores a la sesión oficial del VII
Congreso Internacional de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA), que fue un despliegue de
relaciones internacionales, otra vez, encaminadas por la SAM y el CNAM y que fructificaron en la
asistencia de más de dos mil arquitectos de todo el mundo al país (Pani 344).12
Las portadas de estos monográficos evitaron el uso corriente de la época, esto es, apostar por la
fotografía de un edificio contemporáneo, destacándose así por el uso de imágenes prehispánicas. De
esta manera, el calendario azteca, una cabeza monumental olmeca, un sello mixteco y el plano de
Tenochtitlan en 1510 superpuesto a un plano actual del centro de la ciudad de México, fueron los
emblemas que anunciaron las realizaciones más recientes de la arquitectura moderna de la década de
1960.13
Cierra nuestro periodo de estudio el año 1968, fundamental en los medios impresos por su relación
con la arquitectura olímpica. Dos publicaciones españolas que dedicaron números especiales al tema,
Arquitectura en agosto de 1968 (Ramírez Vázquez 2-4) e Informes de la Construcción (IC) en
noviembre del mismo año (IC Redacción 5), usaron tanto ejemplos de arquitectura prehispánica como
10 No nos podemos detener en el análisis de contenidos de los números monográficos mencionados, pero es importante destacar que
éstos siempre estuvieron acompañados de estudios introductorios sobre la arquitectura histórica, ampliamente ilustrados y de gran
impacto en su diseño gráfico. Este tema está siendo desarrollado en profundidad en la investigación doctoral de la que aquí apenas se
muestra este esbozo. 11 En esa reseña se publicó, de Carlos Lazo, la Secretaría de Comunicaciones y Trasportes, en DF y el Banco de México en Veracruz,
y de Mathias Goeritz el museo El Eco. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar que cuando la misma revista dedicó un artículo
a la Ciudad Universitaria en noviembre de 1953, tomó para su portada un detalle del gran mural escultórico −obra del artista Diego
Rivera− que recubrió parte del Estadio Olímpico, inspirado en el mundo prehispánico y en el que se mostraba, no casualmente, la mano
de obra tradicional. 12 Ese año de 1963, Arquitectura México (AM) publicó un número especial triple, también en septiembre, coincidiendo con el XXV
aniversario de la revista. 13 Cabría comentar aquí una portada más, pero por no ser un número monográfico queda en esta nota al pie de página. En junio de
1965, Architectural Forum publicó en su portada un detalle de la zona arqueológica de Uxmal, Yucatán, en relación al edificio de
oficinas de la IBM en Cranford, New Jersey, en que el autor, Victor Lundy, evocó el espíritu prehispánico en este edificio
contemporáneo (Cf. AF Redacción 1965 37-43).
dibujos inspirados en los códices precolombinos, para acompañar a los últimos ejemplos de
arquitectura monumental14 que construyó el país durante nuestro periodo de estudio.
Conclusiones
Es importante destacar aquí tres aspectos. Primero, que la identificación y uso de ciertos edificios
y piezas que hoy seguimos considerando emblemáticas del país, fue una construcción realizada en las
primeras décadas del siglo XX, cuando los periodos prehispánico y virreinal fueron finalmente
integrados en el discurso oficial de la identidad nacional. De esta manera, sus edificios y objetos se
volvieron heraldos de identidad y fueron presentados como parte de la tradición que legitimó la
originalidad de la arquitectura moderna.
Tampoco podemos soslayar que se ha aislado la información para destacar los aspectos que dan
título a esta ponencia, si bien estamos convencidos que el papel de los ejemplos históricos que
acompañaron la arquitectura moderna es legítimo, en el sentido de que su función como portadores
de la identidad nacional sustentada en la tradición es contundente. Sin embargo, no hay que dejar de
mencionar que no todos los casos de difusión en los medios internacionales utilizaron este recurso de
difusión.
Una última consideración sería importante. Este ensayo estudió los ejemplos históricos con los
que se quiso legitimar la arquitectura moderna durante las décadas de 1950-1960. Una mirada rápida
y por demás sintomática de la situación actual nos mostraría que la arquitectura que ahora engrosa
los referentes de identidad de la arquitectura mexicana y legitima a la contemporánea son los ejemplos
más relevantes de la arquitectura moderna: Ciudad Universitaria, el Museo Nacional de Antropología
e Historia, las Torres de Satélite o la casa-estudio de Luis Barragán. Es muy pronto para saberlo, pero
es importante cuestionarnos si nuestra arquitectura actual tiene la calidad y singularidad para
convertirse, en el futuro, en los nuevos emblemas para la arquitectura del siglo XXI.
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