el viejo

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Page 1: el viejo

Tenía medio hora de refrigerio, tiempo que aprovechaba para ver a su compañera de escuela, solicitó permiso al telegrafista para tomarse el mismo entre la entrega de un telegrama y otro, mientras pedaleaba iba calculando el tiempo de demora, este se calculaba entre cada cuadra recorrida, las casas visitadas, la entrega o la confección del aviso de visita si no respondían el llamado, la suerte le sonreía había cruzado a varios destinatarios en el camino, distancias que no recorrería, aumento la velocidad de la bicicleta y entrego su ultimo telegrama, miró su reloj y sonrío al pensar que estaría dos horas con Gladys, esa rubia de ojos celestes que había conquistado su corazón, no le importaba compartirla entre el abuelo de ella y los clientes del almacén de ramos generales, donde también el alemán abuelo de Gladys, había anexado un pequeño bar, para satisfacer las necesidades de los paisanos que de regreso del arreo de los animales al matadero, usaban para calentarse con una grapa, ginebra o caña, a tempranas horas, pero como ese día de invierno lloviznaba, era posible que quedara algún paisano en el bar.

Dejo la bicicleta parada en un árbol, al lado del palenque en el cual se encontraba marrado un alazán que relincho cuando vio al mensajero con su traje gris, abrió la puerta del almacén, y vio a un paisano, recostado sobre el mostrador, de la faja y cruzado sobresalía un gran facón de unos 40 cm de hoja, con mando de madera y funda de cuero, era demasiado grande para la estatura del paisano de 1.60 de altura, y 50 kilos de peso, de su mano derecha pendía una copa de ginebra, su mirada fija en el vaso, vestía, con bombachas marrones alpargatas de lona yute totalmente mojadas, un sueter colorado y un pañuelito rojo punzo atado en el cuello, cubierto por una boina negra dejaba escapar las canas blancas, el joven saludo con un” buen día señor”, el hombre reaccionó desconcentrado, mirando a su derredor y viendo que el saludo era para el, se incorporó se quito la boina en señal de respeto y saludo con un “guen día”, el joven se sintió incomodo al ver las arrugas de la cara del paisano, como era posible que una persona tan mayor, tratase a un adolecente con tanta sumisión, calculaba el mensajero que el anciano tendría más de ochenta años, y buscó con su mirada a la compañera, viéndola detrás del mostrador del sector de almacén hablando con su abuelo, ella sonrió cuando el la miró, los dos sentían latir fuertemente sus corazones y una sensación rara en la boca del estomago, quería saltar sobre el mostrador y correr a abrazarlo, pero su abuelo no lo permitiría o quizás si, ella le había mantenido, en alemán, una charla en la cena el día anterior, le había manifestado que a pesar de tener los dos catorce años que habían puesto casi de novios, hasta la aprobación del abuelo, su tutor.

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El alemán le dijo al muchacho que pasara del otro lado del mostrador, cuando el joven se puso enfrente del alemán tuvo que levantar su cabeza para mirarlo a los ojos, sentía temor, y en un mal español le advirtió de las penalidades que le vendrían si ella sufría por el. La conversación unilateral finalizó al entrar cuatro paisanos que se sentaron en una mesa cerca de la ventana y junto al hogar, pidieron sus ginebras y un mazo de cartas para jugar al truco, el anciano miró al joven y es cortésmente le invito que se tomara una caña quemada, este con respeto le agradeció el gesto manifestando que no tomaba alcohol, primero porque sus padres no les gustaba y segundo porque la ley prohibía a los menores la ingesta de alcohol, como también la permanencia de ellos en los boliches, muchacho calentó agua para cebar unos mates, por ese motivo el alemán los había hecho pasar detrás de la barra.

Entre los palenques donde los paisanos ataban a sus caballos, se estacionó una estanciera, camioneta policial usada en esos años, se apearon dos policías con sus uniformes marrones y sus tiradores y correas de cuero negro que cruzaban sus pechos, del lado derecho de sus caderas la funda con la Ballester Molina 11.25, del lado izquierdo la famosa y temible macana de goma maciza, entraron al boliche a los gritos, el joven los conocía, siempre provocaban a los jóvenes y niños, uno muy gordo con un vientre prominente, muy prominente, pelo negro y grasoso, nunca se lo veía de civil, aun con uniforme se lo veía en las carreras de caballo, o en la timbas apostando y siempre tenia que salir ganando, sino iban todos presos, lo peor era la afición que tenia por lo varones. el otro un rubio flaco con bigotes finos, sospechado y comentado en el pueblo de su afición por las mujeres, sin importar su estado civil o edad, se comentaba que nadie se atrevía a formalizar una denuncia contra ellos, ni siquiera el comisario podía actuar sin una denuncia, se les atribuía varias desapariciones de personas del pueblo, el gordo grito con su voz chillona.

-todo el mundo con sus documentos en mano, el que tenga asiento que se “asiente”,

esa expresión de mal gusto causo en el joven un gran disgusto como es posible que puedan existir policías tan mal educados pensaba en silencio, los jugadores del truco, se miraron asombrados, nadie en esa época salía a la calle con documentos, solo tenían la libreta para las elecciones,

los dos policías miraron al anciano que seguía como si fuese sordo recostado sobre sus codos arriba de la barra, el joven por el reflejo de la vidriera del frente del boliche, veía la acción de frente y reflejado como un espejo, tenia una doble visión, los agentes se acercaron al anciano uno por la derecha i otro por la izquierda.

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El policía gordo a su izquierda se acercó al anciano casi cabeza con cabeza y chilló

-No escuchaste viejo de mierda, que te tenes que sentar?

El anciano pito su cigarro, miro la ginebra y le dio un sorbo que acabo con el contenido,- miro al alemán y le pidió una nueva copa.

Los milicos se pusieron rojos de bronca el polcia flaco quizo sacar su macana y el viejo, le pego una trompada en el hígado, el flaco se retorció de dolor cayó al piso boqueando para recibir aire, el gordo alcanzo a sacar su macana y encaro al paisano, este saco su mojada alpargata de yute, el gordo se rio, y encaró, recibió un alpargatazo en pleno rostro