"el suplicio del aroma de sándalo", mo yan (capítulo 1)

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"El suplicio del aroma de sándalo" es una historia de amor y una crítica a la corrupción política durante los últimos años de la Dinastía Qing, la última época imperial china. La novela transcurre durante la Rebelión Boxer (1898-1901), una lucha antiimperialista librada por agricultores y artesanos contra la influencia occidental.Concebida como una ópera clásica, lírica y virtuosa, "El suplicio del aroma de sándalo" está compuesta por todo tipo de suplicios, y describe los últimos tiempos del universo tradicional chino.“Una refinada pieza de arte narrativo, la novela destaca por sus fascinantes detalles, su sutil ironía y sus multitudinarias voces y perspectivas”.Los Angeles Review of Books (LARB), Jiwei Xiao

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  • Mo Yan

    Traduccin del chino de Blas Piero Martnez

    EL SUPLICIO DEL AROMADE SNDALO1

  • Ttulo original: Tan xiang xing

    Copyright 2001, Mo YanAll rights reserved 2014, Kailas Editorial, S.L.

    Calle Tutor, 51, 7. 28008 Madrid [email protected] 2014 de la traduccin y de las notas: Blas Piero Martnez

    Diseo de cubiertas: Marcos ArvaloDiseo interior y maquetacin: Carlos Gutirrez y Olga Canals

    ISBN: 978-84-16023-01-1Depsito Legal: M-5430-2014

    Impreso en Artes Grficas Cofs, S.A.

    Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperacin de informacin en ninguna forma ni por ningn medio, sea mecnico, fotomecnico, electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso por escrito de la editorial.

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    Impreso en Espaa Printed in Spain

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    ndice

    Nota sobre la traduccin ..............................................

    La cabeza del fnix ...................................................Captulo primero. Meiniang saca la rabia que lleva dentro .....Captulo segundo. Zhao Jia se va de la lengua .................... Captulo tercero. Xiaojia dice tonteras ............................ Captulo cuarto. Qian Ding habla con mucho odio ..............

    El vientre del cerdo ................................................... Captulo quinto. Poner las barbas a remojar ...................... Captulo sexto. Comparar los pies .................................. Captulo sptimo. La cancin triste ................................ Captulo octavo. El altar de los dioses .............................Captulo noveno. La obra maestra .................................Captulo dcimo. Cumplir una promesa ........................... Captulo undcimo. Las pistolas de oro ........................... Captulo duodcimo. La fisura ......................................Captulo decimotercero. La ciudad destruida .....................

    La cola del leopardo ..................................................Captulo decimocuarto. Las partes habladas de Zhao Jia ....... Captulo decimoquinto. Meiniang lo cuenta todo ...............

  • Captulo decimosexto. Sun Bing habla de teatro ................. Captulo decimosptimo. Xiaojia libera su canto ................. Captulo decimoctavo. El subprefecto alcanza la perfeccin potica ..................................................

    Postfacio. Un gran paso atrs ........................................

    Anexo. Unidades de medida empleadas en El suplicio del aroma de sndalo ...................................

    Notas del traductor ....................................................

    589621

    667

    727

    735

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    Nota sobre la traduccin

    La novela larga (, changpian xiaoshuo) El suplicio del aro-ma de sndalo (, Tan xiang xing) se empez a escribir en oto-o de 1996 y fue publicada por primera vez en marzo de 2001 en la Editorial de los Escritores de Pekn (, Beijing zuo-jia chubanshe) con la caligrafa del escritor Jia Pingwa ( ), na-cido en 1952, en la portada. La edicin que hemos utilizado para la presente traduccin pertenece a la Editorial de las Artes y las Letras de Shanghi (, Shanghai wenyi chubanshe) que fue publicada en octubre de 2012 y consta de 418 pginas. Esta edicin cuenta con un postfacio (, houji) de Mo Yan titulado Un gran paso atrs (, da tabu chetui), en donde se exponen las circunstancias bajo las cuales se compuso y se escribi El suplicio del aroma de sndalo. Adems de novela larga, El suplicio del aroma de sndalo se inscribe en la categora de novela histrica china (, Zhongguo lishi beijing xiaoshuo) y es unos de los ejemplos ms logrados de la metaficcin historiogrfica en las letras chinas contemporneas. El suplicio del aroma de sndalo es, segn las pala-bras del propio Mo Yan en su eplogo, Un gran paso atrs, la no-vela ms china y la que ser, sin duda, la ms difcil de comprender y apreciar por parte del lector occidental. El suplicio del aroma de sn-dalo est escrito en la lengua verncula de finales del siglo xix, en plena revuelta de los Puos Divinos de la Justicia y la Concordia

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    (los bxers) y los ltimos aos de la ltima dinasta imperial la dinasta Qing (1644-1911), y en l se emplean muchas de las va-riantes regionales habladas en Pekn y en la provincia de Shandong. Nuestra traduccin ha trasladado este lenguaje al espaol moderno. El suplicio del aroma de sndalo toma prestados, adems, la estructura y el lenguaje de una pera tradicional china. Hay un uso constante de pasajes ritmados sirvindose de diferentes estilos y de juegos de sonidos onomatopyicos a los que la lengua china y la pera tradi-cional la pera de Maoqiang, la de la meloda del gato, en la nove-la son muy dadas y que, a menudo, resultan de difcil transposicin en espaol. Uno de los criterios de esta traduccin ha consistido en conservar en la medida de lo posible esos juegos de sonidos con el objetivo de acercar el texto espaol a lo que un espectador de pera china puede percibir cuando asiste a este tipo de representaciones. A estas dificultades, cabe aadir la falta de una equivalencia en espaol a muchos trminos de la poca que emplea Mo Yan en su narracin. Por ello, hemos preferido no forzar una equivalencia en espaol, que desnaturalizara el texto, y dejar el trmino chino con una nota ex-plicativa. Tanto por el contexto histrico, social y cultural en el que transcurre la novela como por el estilo preciosista y extremadamen-te alusivo el que emplea constantemente Mo Yan en su novela, nuestra traduccin viene acompaada de un aparato de notas situado deliberadamente al final del libro para no entorpecer la fluidez de la lectura y con el fin de que el lector pueda, si lo desea, leerlo. Ello le ayudar sin duda a obtener una comprensin de la novela ms cabal y podr conocer con ms detalle el intenso calado y el valor connota-tivo de esas numerossimas alusiones histricas, culturales y literarias que constituyen El suplicio del aroma de sndalo.

    Blas Piero Martnez, 2014

  • La cabeza del fnix2

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    Captulo primeroMeiniang saca la rabia que lleva dentro

    El sol amanece rojo (parece un incendio ardiendo al este del cielo), y en la baha de Jiaozhou, son los soldados alemanes quienes han hecho su apa-ricin (cabellos rojos, ojos verdes). En los campos han surcado las vas del ferrocarril y han destruido las tumbas de nuestros ancestros (esto sulfura verdaderamente a la gente!). Mi padre lidera al pueblo, y con ellos se di-rige a la guerra para combatir al alemn. Buuum, buuum, buuum, abren fuego los caones. (Estallidos ensordecedores). Pero solo se ven los enemigos entre ellos, los ojos solo ven el rojo, sables que cortan cabezas, hachas que lanzan el tajo, y tridentes que se cruzan, batallas sangrien-tas que duran todo el da, y ya no se sabe cuntos muertos cubren los cam-pos de honor. (Todo esto aterroriza a esta pobre esclava). A mi padre (el die) le han capturado y ahora est preso en los calabozos del sur. Mi sue-gro (el gongdie) le va a infringir el suplicio del aroma de sndalo (oh, padre mo!).

    Del aria El gran dolor3 de la pera de Maoqiang El suplicio del aroma de sndalo4

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    I

    Quin le hubiera dicho aquella maana a mi gongdie5 Zhao Jia que yo haba de ser la que, al cabo de siete das, iba a ejecutarlo con mis propias manos; quin le hubiera dicho a mi gongdie que yo haba de ser la que le iba a dar una muerte a lo grande, la que iba a ejecutarlo como se ejecuta al viejo perro guardin que ha permanecido siempre fiel a su amo y ha obedecido al pie de la letra cada una de sus rde-nes. Ni siquiera en sueos se le hubiera ocurrido. No, tampoco se me hubiera pasado a m, por la cabeza, algo parecido, que yo, una mujer que apenas haba vivido unos pocos aos en este mundo, iba a ser la que iba a ejecutar a su suegro el mismsimo gongdie, e iba a ha-cerlo empuando yo misma el sable. No, nunca se me hubiera pasa-do por la cabeza. Haca apenas medio ao, ese pobre hombre pareca haber cado del Cielo y con el tiempo acab convirtindose en un verdugo a quien no le tiembla la mano cuando debe cumplir con sus obligaciones. Mi gongdie, el que siempre lleva puesto el pequeo go-rro con forma de meln y borlas rojas, el que viste la larga bata al es-tilo de los mandarines y la chaquetilla de mangas anchas, el que lleva en sus manos las perlas de Buda, y el que pasea por los patios como una sombra, el que tiene ocho partes de un ministro ya viejo que piensa retirarse al campo y nueve partes de uno de esos abuelos per-tenecientes a una familia de rancio abolengo que ha llenado el pala-cio con sus hijos y sus nietos. Pero l no es un abuelo entraable ni

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    un ministro, l es el verdugo del departamento de ejecuciones de la Gran Sala6 de la capital, de su tribunal supremo, la primera cuchilla de la gran dinasta Qing, las manos que cortan las cabezas, la cruel-dad que ha pasado de una dinasta a otra, que ha producido todo tipo de especialistas; l ha pasado cuarenta aos en este ministerio, ha cortado innumerables cabezas, ms que las sandas que se recogen en un ao, y se ha servido de sus palabras.

    Al llegar la noche, algo me preocupaba enormemente y no po-da dormir bien; me levant del kang7 y me fui a la cocina para pre-pararme una torta. Era por mi qindie8, mi querido y verdadero padre, Sun Bing, a quien lo haba metido en prisin el magistrado de esa demarcacin provincial, el que es el magistrado de la subprefectu-ra de Gaomi9, Qian Ding, al que llaman el gran padre de nuestra ciudad-condado, Su Seora, el subprefecto de Gaomi, ese perro im-po y cruel; y para colmo el die10 de mi familia nunca estaba satisfe-cho con su vida, nada le vala a mi padre. Yo no dorm bien esa noche, me senta ofendida y confusa. Ms intentaba dormir, ms me ofen-da esa situacin; y ms me senta ofendida por esa situacin, menos poda dormir. Oa a los perros ladrar detrs de la verja. Tambin oa a los cerdos agitados, nerviosos, guarreando de un lado a otro porque tambin intuan lo que les iba a pasar. Los gruidos de los cerdos se haban convertido en los ladridos de los perros, y los perros gruan como los cerdos. En la vspera de la muerte seguan interpretando el teatro de la vida. Pero los perros ladran y gimen, siguen siendo pe-rros; los cerdos gruen y sudan, siguen siendo cerdos; y el die que pierde el qin, es decir, su relacin de parentesco, su obligacin legal de protegerme porque le pertenezco, sigue siendo un die, un padre. Ladridos, gruidos; los van a sacrificar, agonizarn. Morirn agoni-zando, morirn ofendidos. Y de repente, son conscientes de que la muerte est cerca. La muerte de mi querido padre tambin estaba cerca. Este tipo de cosas, comparadas con las que conciernen direc-tamente a la gente, atraen todava ms atencin la gente se queja ms porque el olor de los cerdos y los perros que van a ser sacri-ficados al amanecer sale directamente de mi casa y es un olor inten-so esos animales ya huelen a sangre. Dicen que, bajo la luz de

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    la luna, se ve cmo el alma de los cerdos se desprende de sus cuer-pos. Los cerdos y los perros lo saben: ser maana temprano, cuando el sol rojo aparezca en el cielo, que ellos sern sacrificados. All ven la figura del rey Yan11 el rey de los Infiernos y el dios de la muer-te. Esos animales no paraban de gemir, el ltimo grito antes de ser aniquilados definitivamente. Y t, mi qindie, encerrado en esa celda, qu tipo de condenado a muerte eres? T tambin ests gimiendo como esos perros y sudando como esos cerdos? Sigues cantando la pera de Maoqiang12, la de la meloda del gato? Yo oa lo que se de-ca de esas celdas: haba gusanos que eran gordos como dedos pul-gares, gusanos apestosos que llenaban las celdas de los condenados a muerte y acababan engordndose como vainas de guisantes. T, mi qindie, t que vivas das tranquilos, ignorabas que del cielo te iba a caer esa losa. En un abrir y cerrar de ojos te van a ejecutar en la cel-da de los condenados a muerte. T, mi qindie

    El cuchillo entra blanco, el cuchillo sale rojo Mi marido, Zhao Xiaojia el hijo del gongdie Zhao Jia, es el encargado de matar los perros y despedazar los cerdos, y se ha forjado una buena repu-tacin como carnicero en toda la provincia; es un tipo alto y grande como un caballo, su cabeza es como un meln y ya no le queda un solo pelo, y tiene unos bigotes que le caen por la barbilla. Durante el da parece que no sabe ni dnde est; y por la noche, se convierte en un tronco rugoso. Desde que me cas con l, me cuenta sin descan-so las interminables historias que su madre le contaba sobre los huxu, esos barbudos de la pera de Pekn. Ms tarde, y vete a saber el por-qu, empez a tomarle gusto a ese tipo de personajes y sus historias. Cuando llegaba la noche me molestaba con sus exigencias; quera que le cantase una de esas bellas y tristes melodas, y que me vistiese con los atuendos dorados de una de esas cantantes de la pera peki-nesa a las que les cuelgan de los labios esas barbas largas que deno-minan los bigotes del tigre. Este idiota se me pegaba as cada noche, era un ser pegajoso una de esas vejigas membranosas llenas de ga-ses que tienen los peces para flotar, y haba que tomarlo como vena porque yo era su esposa, y yo me vea obligada a prepararle al-gunas hierbas y drselas para tranquilizarlo. El idiota se acurrucaba

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    en la parte superior del kang y no tardaba en ponerse a roncar, lue-go grua, se chupaba repetidamente los labios un gesto facial que era habitual en l y se pona a hablar cuando ya se haba quedado dormido: Padre, padre, padre clamaba en voz alta, mira, mira, mira, un bobo y una cara bonita. Ojal te pudras en el infierno! Cuando se me acercaba le daba una patada, y l retiraba el cuerpo y se giraba, entonces empezaba a lamerse de nuevo los labios como si hubiese tragado algo delicioso. Luego continuaba soando vete a sa-ber qu, respiraba hondamente y sin parar, le rechinaban los dientes, y eso era todo, esa era la idiosincrasia del simpln que viva a mi lado.

    Me doblo y me siento en un taburete; mi espalda se apoya en el muro y coge el fro de los bosques que ah se yerguen estampados. Veo a travs de la ventana lo que me depara el exterior. La luz de la luna es como el agua, la luz de la luna lo llena todo. Los ojos de los perros brillan detrs de la verja y luce la pequea linterna verde, y un destello, dos destellos, tres destellos, el parpadeo de la luz, un disco, el aura de la linterna. Hay los gusanos del otoo, solos, ahora enviuda-dos, y el lamento de una bestia ese grito intenso, fro y distinto. El sereno que calza las botas enceradas de suela de madera recorre la camilla de piedra verde que se extiende sobre la estrecha calle prin-cipal. Sobre el pavimento empedrado va marcando sus pasos y se oye el bang, bang que marca las horas, el dang, dang del gong, que anun-cia que ya se ha entrado en el tercer geng13 y son ms de las once de la noche. A partir del tercer geng, la noche se cierra y la gente se se-rena. La ciudad duerme, pero yo no puedo cerrar los ojos, como tam-poco pueden hacerlo los perros y los cerdos. Mi verdadero padre, mi die, tampoco puede cerrar los ojos.

    Rarra, rarra, rarra es el sonido que produce el ratn cuando roe la madera, y por eso cojo la escoba y los espanto, y los ratones salen corriendo, despavoridos. Oigo algo en la habitacin del gong-die; de ah viene un sonido amortiguado pero insistente, y las habi-chuelas tiemblan sobre la mesa. Ms tarde lo supe. Esa antigualla no est contando las habichuelas, sino que est contando las cabe-zas que ha cortado durante el da. Una habichuela representa una ca-beza. Ese maldito, esa antigualla con el cabello alborotado lo que

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    prueba que es un mal hijo porque no respeta la piedad filial al no pei-narse correctamente, sigue cortando cabezas hasta cuando suea. Esa antigualla con el cabello alborotado ya lo veo es un fan-tasma con la espada afilada en la mano, y ella decapitar a mi padre, como lo ha hecho con todas aquellas cabezas que han rodado por la calle principal. Los nios irn detrs de su cabeza y le darn patadas como suelen hacer con las cabezas cortadas por el gongdie. La cabe-za de mi padre seguir a los nios, ir con sus pies dando saltos por la calle hasta llegar al portal de mi casa, y luego entrar en el patio. La cabeza de mi padre rodar en el patio de mi casa y a los nios les sustituirn los perros, los cuales se pondrn a jugar con la cabe-za como si fuera una pelota. La cabeza de mi padre ya ha pasado por muchas cosas, y al final acabar siendo un objeto para la diversin de los perros. La larga coleta14 que le cuelga de la nuca servir de lti-go y escoba al mismo tiempo ante la mirada atenta de los perros, que la rodearn y le ladrarn no demasiado contentos; pero jugarn con ella, la llevarn de un lado a otro del patio hasta caer en algn char-co sucio donde los renacuajos relevarn a los perros. Del charco sal-dr la coleta, y al final solo quedar eso de la cabeza de mi padre: la coleta de un buen y fiel sbdito de la dinasta manch de los Qing. El resto se lo habrn comido los renacuajos

    El cuarto geng ha sonado lo ha anunciado el sereno de la ca-lle con el gong, y me ha despertado de la pesadilla en la que estaba inmersa. Mi cuerpo se ha llenado de un sudor fro que se ha secado. Mi corazn no es un corazn, sino una masa deformada que hace de corazn y amenaza con salirse del pecho. El gongdie sigue contando las cabezas, esa antigualla Ahora comprendo por qu se ha con-vertido en este tipo de persona. Mi cuerpo emite fro como si yo ya hubiese pasado a mejor vida. Lo siento lejano, ausente, y separado de mi mente. Hace seis meses que el gongdie ocupa los aposentos del Sol Naciente, los que dan al sur en la residencia principal; y ms que una habitacin con estas caractersticas, es tan fra que se ha conver-tido en una tumba, en un bosque oscuro e impenetrable. Ni siquie-ra los gatos se atreven a perseguir a los ratones. Yo no me atrevo a entrar en sus aposentos. Si me aventuro a entrar, la piel se me llena

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    de pstulas. Zhao Xiaojia, sin embargo, s que entra en esta habita-cin. No le importa quedarse horas y horas junto a su die como un nio que se consuela junto a su padre, y le cuenta historias de todo tipo. As el viejo se entera de lo que se dice en la calle. En esos mo-mentos, el hijo del gongdie no parece tener ms de tres aos. Cuando tiene un mal da, mi marido no sale, simplemente, de los aposentos de su padre. Ni siquiera pasa la noche a mi lado. El muy estpido lo confunde todo: se cree que su padre es su mujer, y su mujer su pa-dre. As acta cuando se le tuercen las cosas. Para mantener la carne maloliente que no se ha podido vender durante el da, Zhao Xiaojia la recoge toda y la cuelga del techo de la casa de su die. Quin se va a atrever a decirle que es un idiota? Pues nadie! Cuando el gongdie sale a la calle, hasta los perros rabiosos se quedan pegados a los mu-ros aullando como cachorros abandonados. Hay algo que parece to-dava ms misterioso. Dicen que cuando el gongdie sale a la calle le da por tocar los troncos de sauces y estos se ponen a temblar y las hojas vibran. Me he puesto a pensar en mi querido padre, Sun Bing. Esta vez la has hecho gorda, t, mi qindie. A ti se te puede comparar con la concubina Yang Guifei15 y sus das en la montaa de Anlu, o con Chen Yaojin16 de la dinasta Tang, que rob y someti al ltimo em-perador de la dinasta Sui. Padre, t has llevado una vida muy difcil, llena de desgracias. Y pienso en Qian Ding, el gran laoye Qian Su Seora Qian, nuestro seor y protector, el que obtuvo el grado de jinshi17 en los exmenes oficiales, el mximo rango en las oposi-ciones a letrado-funcionario, el hijo exitoso de buena familia, el jo-ven funcionario que gestion con brillantez los asuntos internos de la subprefectura y que ha trado prosperidad a sus habitantes, el alto funcionario del rgimen imperial de Qing cuyos padres tambin fue-ron funcionarios, y que es ahora mi gandie18 mi padre adoptivo, mi padre ante la ley, el que debe protegerme de los peligros si estos me acechan, usted, ese viejo mono lleno de energa que ha mirado a otro lado como un vil cobarde. La sabidura popular dice: no debes mirar la cara del monje, sino la de Buda directamente; no debes mi-rar el pez, sino la superficie del agua. Es decir, usted, mi gandie, no debe mirar la cara sentimental de jovencita soltera que le he puesto

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    en el kang durante estos tres aos, lo que debe pensar es que duran-te estos tres aos ha bebido mucho del licor amarillo del frasco que yo le daba. Lo entiende ahora? Usted ha comido mucha de la car-ne de perro llena de buena grasa que yo le ofreca, y ha odo muchos de los maullidos que yo misma le soplaba al odo para camelarle. El licor amarillo, la carne grasa, y sobre el lecho del kang, una joven y usted, el amo y seor de nuestra provincia. Hay que reconocer que estaba mejor servido que Su Majestad Imperial. Lo que yo le ofreca a Su Seora era ms precioso que las sedas y los satines de las man-siones de Suzhou, y el cuerpo que le ofreca era ms dulce que el me-ln glaseado de Guandong19; y todo ello para satisfacer las exigencias del fino paladar de un letrado-funcionario como el suyo. No s cun-tas veces entraste en la Va, es decir, el dao, ni cuntas te convertis-te en una inmortal. Por qu no puede liberar a mi padre? Por qu hizo un trato con esos demonios alemanes para encarcelar a mi pa-dre? Por qu convertisteis a mi pueblo en una hoguera? No tard en darme cuenta de la persona cruel e impa que eras. Mi licor amari-llo no se ha convertido todava en los orines que se encuentran en las palanganas, ni mi carne de perro es la que se da a los cerdos, ni mi ta-lento como actriz y cantante equivale al de las prostitutas, y mi cuer-po no es el cuerpo de un perro.