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CENTRO DE INVESTIGACION Y MUSEO DE ALTAMIRA MONOGRAFIAS N.o 10 EL SOLUTRENSE VASCO-CANTABRICO UNA NUEVA PERSPECTIVA i por LAWRENCE GUY STRAUS MINISTERIO DE CULTURA DIRECCION GENERAL DE BELLAS ARTES Y ARCHIVOS MADRID, 1983

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C E N T R O D E INVEST IGAC ION Y M U S E O D E ALTAM IRA

M O N O G R A F I A S N.o 10

E L S O L U T R E N S E V A S C O - C A N T A B R I C O

U N A N U E V A P E R S P E C T I V A

i por

L A W R E N C E G U Y S T R A U S

MINISTERIO DE CULTURA

DIRECCION GENERAL DE BELLAS ARTES Y ARCHIVOS

MADRID, 1983

C E N T R O D E INVEST IGAC ION Y M U S E O D E A L T A M I R A

M O N O G R A F I A S N.o 10

EL SOLUTRENSE VASCO-CANTABRICO

U N A N U E V A PERSPECTIVA

por

L A W R E N C E G U Y S T R A U S

MINISTERIO DE CULTURA

DIRECCION GENERAL DE BELLAS ARTES Y ARCHIVOS

MADRID, 1983

Edita: MINISTERIO DE CULTURA Imprime: IMPADISA, S. A. Depósito legal: M-l8471-1983 I.S.B.N.: 84-7483-301-9

AGRADECIMIENTOS

Un estudio de este tipo es a la fuerza un trabajo de colaboración. Desde luego, no habría sido posible realizarlo sin el apoyo y ayuda de muchos otros especialistas o sin la hospitalidad del pueblo español. Ante todo debo mi gratitud a mis maestros, el Padre Dr. Joaquín González Echegaray y el Profesor Dr. Leslie G. Freeman. También agradezco a los directores de museos y demás individuos que me han permitido generosamente estudiar las colecciones que conservan: Prof. Dr. E. Aguirre (Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid), Prof. Dr. M. Almagro Basch y Prof. Dr. M. Almagro Gorbea (Museo Arqueológico Nacional, Madrid) Dr. J. A /tuna (Museo San Telmo, San Sebastián), Prof. Dr. F. Bordes (Instituí du Quaternaire, Burdeos), Dr. G. Colé (Field Museum, Chicago), Dr. H. De/porte (Musée des Antiquités Nationales, Saint-Germain-en-Laye), Srta. Dña. M. Escortell (Museo Arqueológico de Oviedo), fí. P. J. González Heras (Colegio de San Vicente de Paul. Limpias), Dr. M. Grande (Museo Histórico de Vizcaya, Bilbao), Prof. Dr. M-A. García Guinea (Museo Arqueológico de Santander), Sr. D. M. Mallo (Aviles), Sra. Dña. A, Mezquíriz (Museo Arqueológico de Navarra, Pamplona), fí. P. E. Olavarri (Seminaio Metropolitano, Oviedo), fí. P. F. Quiruga (Colegio de los Escolapios, Pamplona), Madame la Comtesse de Saint-Périer (ChSteau de Morigny, Etampes), y Prof. Dr. E. Vallespf (Universidad de Navarra, Pamplona).

Los siguientes especialistas me han prestado muy amablemente información o ayuda invalorable: Dra. M. Alberdi, Sr. Dn. A. Alvarez, fí. P. J. M. de Barandiarán, Prof. Dr. I. Barandiarán, Sr. Dn. M. Berenguer, Dra. M-F. Bonifay, Sr. Dn. J. M. García Cáraves, Prof. Dr. G. A. Clark, Prof. Dra. M. Conkey, Dra. C. Fuentes, Prof. Dr. F. Jordá, Prof. Dr. fí. G. Klein, Sr. Dn. M. Lenoir, Dr. B. Madariaga, Sr. Dn. F. Méndez, Sr. Dn. F. Puente, Sr. Dn. M-A. Puente, Sr. Dn. J-P. fíigaud, Dr. F. Sanchiz, Dra. D. de Sonneville-Bordes, Dr. T. Volmany el Excmo. Conde de la Vega del Sella. Estoy agradecido a todos sinceramente. Agradezco también a todos nuestros colaboradores en la excavación y análisis de la Riera.

Reservo mis agradecimientos especia/es para mis colegas españoles que estaban haciendo sus investigaciones doctora/es a la vez que yo estaba trabajando en la mía. Nuestras conversaciones, cambios de impresiones y de información, fueron muy fructuosos para mí, y espero que lo fueron para ellos también. Mis abrazos, entonces, a los profesores J. A. Moure y M. Cano, F. Bernaldo de Quirós y V. Cabrera, M. González Morales y M. C. Márquez, y al Padre Dr. J. Fernández-Tresguerres.

Su amistad y ayuda han sido imprescindibles. Me benefició muchísimo poder participar en las excavaciones de Cueva Chufín (dirigidas por Cabrera y Bernaldo Quirós), Tito Bustillo (dirigidas por Moure) y Rascaño (dirigidas por González Echegaray e I. Barandiarán).

Esta investigación y la excavación subsiguiente de la Riera (dirigida por G. A. Clark y el presente autor) fueron subvencionadas por becas generosas de la National Science Foundation (EE-UU). Mi trabajo preliminar en 1972 fué subvencionado por la Ford Fundation. Los gastos de análisis del ordenador fueron pagados por el Departamento de

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Antropología de la Universidad de Chicago. Los dibujos de la Riera son de Clark; los demás son míos (los mapas trazados de nuevo por L. Todd, con una subvención económica de la Universidad de Nuevo México).

Quisiera agradecer a mis padres no solamente por su ayuda económica, sino también por su apoyo e inspiración continua a través de los años. También quisiera agradecer a mis tíos por su ayuda en Francia y a mi abuela por el permiso de estudiar las colecciones paleolíticas (incluso solutrenses) de mi difunto abuelo, el Profesor Guy Magnant, en Burdeos.

Dedico este modesto trabajo a mi querida mujer, María del Carmen Rapado Errazti, cántabra y vasca.

Pido disculpa de antemano por mi castellano rudimentario.

La Villa Real de San Felipe de Albuquerque (Albuquerque, Nuevo México).

9 de abril, 1981

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Capítulo 1

INTRODUCCION

La premisa básica de este estudio es que la finalidad de la prehistoria consiste en la comprensión de la vida de nuestros antepasados humanos. Así el objeto no es el análisis de los restos de las tecnologías o de las comidas prehistóricas en sí. La tipología, la estrati­grafía, la cronología, así como también las ciencias paralelas de la palinología, la paleontolo­gía y la geomorfología, son métodos que empleamos en la búsqueda de explicaciones paleoantropológicas. Según la visión teórica que define la cultura como el conjunto de los medios extrasomáticos para la adaptación, los restos de industria y de estructuras prehistó­ricas son indicios que tienen que ser interpretados para llegar a esta comprensión, por parcial que sea. Es decir, que los instrumentos líticos y óseos (y demás restos), tradicional-mente estudiados por los especialistas del Paleolítico europeo, no son más que algunas de las huellas que quedan de unos modos de vivir ya extinguidos. Son los diferentes comportamientos humanos en el pasado los que constituyen el fin de la investigación prehistórica, no las piedras y los huesos en sí. Desde el punto de vista paleoantropológico, la excesiva (o, incluso, obsesiva) concentración en los utensilios y en su clasificación como finalidad propia, se reduce a una especie de coleccionismo refinado. Hay que acordarse siempre que —como parte de su adaptación cultural— los humanos han hecho objetos con motivos funcionales en el orden pragmático, sociológico e ideológico. Por esto, la interpreta­ción de los utensilios no puede hacerse sin una evaluación de su contexto.

Desde hace una quincena de años, el debate teórico principal en la prehistoria paleolítica ha girado alrededor de la cuestión del significado de la variabilidad entre los conjuntos líticos, no solamente del Musteriense, sino también del Paleolítico inferior y superior.

Este debate tiene una importancia clave para el progreso de la ciencia prehistórica. Merece la pena subrayar el hecho de que se interpretan normalmente conjuntos de utensilios (salvo en casos de análisis tecnológicos detallados de la fabricación de piezas individuales) y que estos conjuntos manifiestan una gama de variaciones regulares. Tradicionalmente se ha explicado la variabilidad evidente entre los conjuntos de utensilios del Paleolítico superior como el resultado del paso del tiempo. Esta "expl icación" puramente temporal se encuentra reflejada en el esquema clásico de Breuil (y en los de sus seguidores con la excepción parcial de Peyrony, cuando se trataba del Auriñaciense y Perigordiense, que éste interpretó como dos "culturas" contemporáneas). Pero el cambio tecnológico a través del tiempo constituye sólo una razón posible para las diferencias entre una serie de conjuntos industriales. Las otras causas potenciales de esta variabilidad observada son diferencias estilísticas (o "culturales") contemporáneas, o bien diferencias funcionales entre yacimientos o niveles de ocupación, o también diferencias entre los fenómenos de deposición o de conservación de los restos ("site formation processes"), e incluso los factores debidos al muestreo arqueológico (excavación parcial o total del yacimiento, grado

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de control estratigráfico, empleo o no empleo de cribas, etc.). No se puede presumir a prior/ que una serie de piezas o conjuntos diferentes sean el resultado únicamente de una especie de progreso o de una "evoluc ión" vitalista hipotética. De hecho, dada la primordialidad de la utilidad práctica entre los utensilios líticos y óseos, es más lógico empezar cualquier análisis de la variabilidad arqueológica por la eliminación de la causa funcional, antes de intentar el aislamiento de unas posibles causas estilísticas, diacrónicas o sincrónicas. De todas maneras, la prueba necesaria de una secuencia arqueológica temporal de diferentes conjuntos industriales radica en la demostración inequívoca de varias estratigrafías idén­ticas en cuanto a sus secuencias de conjuntos en la misma región. Sin esta demostración, cualquier argumento puramente temporal sigue siendo de carácter hipotético. Otra cuestión que dejamos ahora sin tocar, es la de las razones por las cuales existen, de hecho, secuencias temporales bien demostradas, ya que no creemos en una fuerza vitalística por la cual los cambios tecnológicos pueden autodeterminarse. Se trataría seguramente de cambios que permitirían al hombre adaptarse continuamente a nuevas condiciones ambien­tales y demográficas. He aquí el tema básico de la paleoantropología.

Cuando empecé mi estudio del Solutrense del norte de España en 1973, tenía varias razones teóricas y prácticas. Dentro del Paleolítico superior de la Europa Occidental (35.000-10.000 B.P.), el Solutrense es un período bastante bien definido y restringido en el tiempo y en el espacio. No creo que las subdivisiones arqueológicas del Paleolítico superior tengan el mismo significado que las culturas etnográficas del presente. Sin embargo, la originalidad de la tecnología lítica del Solutrense y los hechos 1 s de que se encuentre solamente en algunas regiones del sur-oeste de Europa (principalente en Francia y España) y 2 9 que exista durante una época relativamente limitada de unos tres mil años (o quizá algo más), sugieren la posibilidad de considerar al Solutrense como una entidad válida para el estudio paleoantropológico. Por supuesto, entre las unidades cultural-estratigráficas defini­das por Breuil y Peyrony, es el Solutrense el que tiene los límites más "realistas" desde el punto de vista antropológico. En comparación, el complejo Auriñaco-Perigordiense cubrió al menos todo el territorio de Europa libre de glaciación, en el período entre el 35.000 y 20.000 B.P., o sea, de unos 15.000 años de duración. El complejo Magdaleniense, también muy extensamente distribuido, tuvo una existencia —según los prehistoriadores— de unos 7.000 años. Aunque existan puntas líticas con retoque invasor y puntas de muesca en distintas épocas y en muchas regiones del mundo, la tecnología solutrense es bastante distintiva dentro del contexto del Paleolítico superior de la Europa occidental (aunque no sin parecidos con elementos hallados en las industrias precedentes y posteriores). En realidad como veremos más adelante, la definición práctica de una colección solutrense es la presencia de puntas solutrenses, o sea, los fósiles directores de este período.

No pretendemos en este estudio solucionar todos los problemas del Solutrense ni explicar completamente las adaptaciones humanas durante la época del 21.000 hasta 17.000 B.P. en el norte de España. Sin embargo, habiendo estudiado la gran mayoría de los datos líticos y óseos y visitados todos los yacimientos, hemos creído conveniente presentar aquí los hechos principales, junto con algunas de nuestras interpretaciones. Esta obra puede considerarse como un primer avance de análisis de la "segunda generación" de explicaciones prehistóricas. En vez de volver a copiar las figuras de piezas y las ilustraciones de los yacimientos (planos, secciones estrat igraf ías, etc.), referimos al lector a las publica­ciones originales que están citadas en la sección de esta obra que corresponde a cada yacimiento.

Tenemos referencias acerca de unos 33 o 34 yacimientos con piezas solutrenses en las cuatro provincias costeras vasco-cantábricas: Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias (Figuras 1.1 y 1.2). Además hay algunos yacimientos solutrenses en el País Vasco francés, en el sur de las Landas y en el Pirineo occidental cuyas colecciones estudié por lo cual

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vienen incluidos en el Cuadro 1.1 que presenta la lista de las colecciones estudiadas (con sus paraderos). No están incluidos algunos yacimientos citados alguna vez como posible­mente solutrenses (p. ej. Cabárceno, Lumentxa, Atxurra, Lezetxiki). Después de una inspección detallada de los datos y de las colecciones existentes, he concluido que no había evidencia de que las piezas con "retoque invasor" citadas sean realmente solutrenses. Al contrario, he aceptado como yacimientos solutrenses probables algunos cuyas colec­ciones han sido perdidas (p. ej. Cueva del Sel, Peña de Caranceja, Fuente del Francés, la Bona, el Mirón, la Haza), fiándome de las referencias de la época de su excavación. (En el primer caso, estudié una colección que podría ser de la misma cueva, pero con otro nombre: Cueva de la Peña). En algunos casos existen dibujos de puntas solutrenses de las colecciones estudiadas, pero que no están con las colecciones hoy día (p.ej. Sant imamiñe, Cobalejos). En la sección dedicada a cada yacimiento, explico los problemas específicos de procedencia y el estado de las colecciones.

Para mi investigación de la tecnología solutrense, estudié todas las colecciones exis­tentes, no solamente de puntas solutrenses (o de piezas expuestas en vitrinas), sino también todas las piezas, núcleos, restos de talla ("débitage") y utensilios óseos que pude encontrar en museos del norte de España, Madrid, Chicago, París (y en dos colecciones privadas). Por supuesto, existen grandes diferencias entre las colecciones en cuanto a su integridad: algunas consisten únicamente en una (o varias) punta(s) solutrenses; otras, al otro extremo (p.ej. las de Cueva Chufín y las nuevas excavaciones de Cueva Morín y la Riera), contienen hasta los restos más pequeños de talla. En muchas es evidente que no se ha guardado la gran mayoría de las lascas, etc.; en otras colecciones el desecho está muy bien representado, pero faltan las necesarias indicaciones estratigráficas (aunque las piezas puedan llevar su profundidad absoluta). Unicamente en los tres casos de excavaciones mo­dernas (ya citadas) se trata de colecciones que proceden de niveles estratigráficos naturales y relativamente delgados, por lo cual los conjuntos de restos asociados representan, probablemente, unas ocupaciones humanas relativamente cortas. Para las demás colec­ciones tenemos mucha menos seguridad estrat igraf ía a nivel más fino de subdivisión, aunque hay una seguridad general, dado el cuidado practicado por los prehistoriadores tales como el Conde de la Vega del Sella y el Padre J .M . de Barandiarán. La mayoría de estas colecciones podrían representar mezclas de residuos procedentes de estratos bastante gruesos, definidos culturalmente de una manera global. Sabemos por datos publicados y por notas inéditas que los horizontes solutrenses de varios yacimientos estaban compuestos de varias capas distintas. Pero estas subdivisiones no vienen reflejadas en las colecciones de museo en su estado actual. Por falta total o parcial de etiquetas, no se puede volver a reestablecer estas subdivisiones en casos importantes como los de Aitzbitarte, Altamira, Cova Rosa (excavaciones de 1958), Las Caldas (excavaciones de Alvarez), o incluso el Castillo, donde existe también la posibilidad de que hubiera más de un nivel solutrense (véase Breuil y Obermaier 1914:233). Aunque el Conde de la Vega del Sella (1916) subdivi-dió el importante horizonte solutrense E de Cueto de la Mina en cuatro tramos, habiendo observado allí la presencia de varios "lentejones" delgados (Vega del Sella 1915:148), una gran parte de las colecciones en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid sólo lleva la etiqueta "Nivel E", mientras que muchas otras piezas tienen la indicación "E/1+2" o "E/3+4". Por esto, no he podido aprovechar plenamente las subdivisiones originalmente observadas por Vega del Sella en este yacimiento clave. (Afortunadamente, las piezas del nivel subyacente F llevan, generalmente, etiquetas con su procedencia). En mi tesis (Straus 1975a) existen descripciones detalladas del estado y de la naturaleza de las colecciones es­tudiadas. Es evidente que muchas representan amalgamas artificiales de los residuos de varias ocupaciones solutrenses separadas, mientras que las colecciones de las tres excavaciones modernas constituyen los resultados de una resolución estratigráfica mucho más fina y válida en cuanto se refiere a verdaderos conjuntos con sentido de comporta-

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C U A D R O 1.1.

C O L E C C I O N E S D E P I E Z A S R E T O C A D A S S O L U T R E N S E S : P A R A D E R O S Y N U M E R O S

N U M E R O YACIMIENTO COLECCION DE PIEZAS

Peña de Candamo Las Caldas (Alvarez) Oscura (Alvarez) Oscura (Mallo) Buxu Cova Rosa ( Jordá y Alvarez) El Cierro ( Jordá y Alvarez) Coberizas Cueto de la Mina (Vega del Sella)

Nivel E Nivel F Solutrense "s in dividir"

Cueto de la Mina ( Jordá) La Riera (Vega del Sella) La Riera (Vega del Sella) La Riera (Gómez Tabanera) La Riera (Clark y Straus) Tres Calambres Balmori Cueva de la Peña (= Sel?) Cueva Chuf ín Altamira (Sautuola y Alcalde) Altamira (Obermaier) Altamira (Obermaier?) Hornos de la Peña Hornos de la Peña Hornos de la Peña La Pasiega El Castillo (Obermaier) El Castillo (Obermaier) El Castillo Obermaier)

El Pen El Pen Mor(n Mor ín Morln La Bor

Bolinkoba E Bolinkoba D

Isturitz Illa (de St.

M N C N 34 Oviedo 177 Oviedo 115 Aviles (privado) 20 Oviedo (Seminario) 8 Oviedo 217 Oviedo 337 Oviedo 8

M N C M 584 M N C N 117 M N C N 125 Oviedo 14 Oviedo 104 M N C N 39 Oviedo 18 Oviedo 1516 Oviedo 69 M N C N 22 Oviedo 40* M A N (en estudio) 272 Santander 48 Santillana 505 Chicago 17 Santander 39 M A N 61 Chicago 25 Santander 330 Santander 135 M A N 50 Chicago 1 Santander 8 Santander 2 Santander 6 Santander 38 Santander 356* Santander 42 M N C N 5 Santander 138 Limpias 6» Santander 1 Bilbao 174 Bilbao 14 Bilbao 5 Bilbao 527* Bilbao 195 San Sebast ián 134 San Sebas t ián 335 St. Germain-en-Laye 101 Etampes (privado) 474 St. Germain-en-Laye 137 Etampes (privado) 333

ABREVIACIONES

MNCN. Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid); MAN: Museo Arqueológico Nacional (Madrid): Santillana. Museo de Altamira; Oviedo: Museo Arqueológico Provincial; Chicago: Field Museum; Santander: Museo Arqueológico Provincial; Etampes. ChSteau de Morigny; Bilbao. Museo Histórico de Vizcaya; Limpias: Colegio de San Vicente de Paul; St. Germain: Musóe des Antiquités Nationales. (* = posiblemente o probable­mente no solutrense).

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miento relativo a unos momentos breves en el tiempo. Sin embargo, las excavaciones recientes han sido todas muy limitadas en cuanto a su extensión horizontal. En las cuevas Chufín, Morín y La Riera quedaban solamente unos testigos restringidos de los depósitos solutrenses después de las excavaciones o erosiones anteriores. Así las muestras arqueo­lógicas modernas pueden estar condicionadas por la presencia de distribuciones diferen­ciales de restos sobre los suelos de ocupación ("áreas de actividad especializadas"). No deja de ser una ironía el que las antiguas excavaciones, con sus métodos más toscos, hayan expuesto unas proporciones probablemente más representativas de los yacimientos que las nuevas excavaciones con su precisión estratigráfica, pero con su necesaria restricción horizontal (véase Straus 1978a).

Nota Bibliográfica

Esta obra resume en parte el trabajo de mi tesis doctoral (de casi 600 páginas) leída en la Universidad de Chicago (Straus 1975a). He añadido más datos relativos especialmente al medio ambiente y a la cronología solutrense como resultado de nuevas investigaciones en estos campos. También incluyo aquí algunos hallazgos más importantes de las nuevas excavaciones en la Riera que tocan al Solutrense (véase Straus y Clark 1978b; Straus etal. 1980, 1981, 1983 para más detalles). Hasta el presente he publicado varios artículos generales sobre el Solutrense (Straus 1976a, 1977b, 1978b, 1978a), sobre el Solutren­se vasco (Straus 1974a, 1976b), santanderino (Straus 1974/75, 1975b, 1977c; Altuna y Straus 1976) y asturiano (Straus 1974b, 1979a). También se pueden consultar artículos detallados sobre la fauna solutrense (Straus 1977a, 1981 a), las puntas solutrenses (Straus 1977d, 1977e, 1978c), las configuraciones de los asentamientos solutrenses (Straus 1979b), las materias primas líticas (Straus 1980), el arte rupreste (Straus 1983) y la crono­logía (Straus et al. 1977, 1978a, 1978b; Straus y Clark 1978a).

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Capítulo 2

CRONOLOGIA DEL SOLUTRENSE CANTABRICO

Hasta la nueva excavación y publicación de la cueva de la Riera (1976-79), casi no había datos auténticos para construir una cronología del Solutrense cantábrico que fuera independiente de las interpretaciones basadas en la secuencia de fases definidas en Francia. Sólo había la estratigrafía clásica de Cueto de la Mina, descrita en 1916 por el Conde de la Vega del Sella. De hecho, las demás colecciones cantábricas de puntas solutrenses han sido clasificadas por fases "evolutivas" según la aplicación de una presunción a prior/' de la validez estricta del esquema francés. Los argumentos filoge-néticos para la subdivisión por fases del Solutrense francés (y, por extensión, del español) están basados en realidad en una sola secuencia estratigráfica segura , la de Laugerie-Haute en Les Eyzies (Dordogne). (La secuencia de Badegoule es mucho más problemática por estar en parte revuelta y también por no ser continua. El mismo Smith (1966:171-7) tiene dudas, aunque emplea Badegoule para apoyar su esquema basado en la secuencia mucho más clara de Laugerie-Haute).

EL MODELO DE LAUGERIE HAUTE

En la versión corriente de este esquema (Smith 1964, 1966), hay una tendencia consistente en añadir nuevos tipos de "puntas" líticas a la industria, a través del tiempo. A las puntas unifaciales (de cara plana) del "Protosolutrense" y "Solutrense inferior", se juntaban puntas bifaciales (hojas de laurel) en el llamado "Solutrense medio". El "Solutren­se superior" se caracteriza por la adición de "puntas de muesca". La secuencia de fases se termina con la adición de las "hojas de sauce" en el "Solutrense final".

El hecho de que el esquema cronológico de Smith dependa únicamente de la clasificación de las puntas es evidente en los resultados de una comparación estadística de los conjuntos de utensilios retocados del Solutrense de Laugerie-Haute. Se han comparado los conjuntos del Solutrense inferior, medio y superior por pares, con el método de Kolmogrov-Smirnov (véase Freeman 1978b: Apéndice IX) (Cuadro 2.1.).

Hay cuatro casos de diferencias significativas (a nivel de 0,05) entre pares de con­juntos de utensilios que pertenecen, según Smith, a la misma fase. En cambio, hay 12 casos de pares de conjuntos que no son diferentes (al mismo nivel de significación estadística), aunque pertenecen a distintas fases. Así la composición global de un conjunto no es indicativa de su edad relativa.

Si no se puede fiar de los conjuntos Integros de utensilios para distinguir las supues­tas fases solutrenses en el yacimiento clave, es necesario examinar la cronología basada solamente en las puntas líticas típicas del Solutrense. En el sistema de Smith, la diferencia entre el Protosolutrense y el Solutrense inferior depende de un juicio acerca de la calidad de las puntas de cara plana que son características de ambas fases (Smith 1964:90,1966:64).

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C U A D R O 2.1.

C O M P A R A C I O N E S DE LAS COLECC IONES SOLUTRENSES DE LAUGERIE-HAUTE POR EL M E T O D O KOLMOGROV-SMIRNOV.

Nivel " F a s e " Nivel " F a s e " Delta K

Significativamente Diferentes (a nivel de 0,05)

L-H.E.31 Solutrense inferior L-H.0.12a Solutrense inferior 1,66 L-H.E.31 L-H.0.12b 1,75 L-H.E.31 L-H.0.12c 1,74 L-H.0.8 Solutrense medio L-H.0.11 Solutrense medio 2,22

No Significativamente Diferentes (a nivel de 0,05)

L-H.E.31 Solutrense inferior L H.0.8 Solutrense medio 1,23 L-H.E.31 L H.0.10 1,29 L-H.E.31 " " L-H.0.11 1,27 L-H.E.27 Solutrense superior L-H.0.12a Solutrense inferior 1,23 L-H.E.27 L-H.E.29 Solutrense medio 0,50 L-H.E.27 L H.E.30 " " 0,73 L-H E.27 L-H.0.8 1,29 L-H.0.1 Solutrense superior L-H.E.29 " " 1,17 L-H.0.1 L-H.E.30 0,76 L-H.0.1 L-H.0.8 0,50 L-H.0.1 L-H.0.10 1,34 L-H.0.1 L-H.0.11 0,85

En la lista de utensilios del Protosolutrense de Laugerie-Haute Ouest establecida por de Sonneville-Bordes (1960:280; véase también Smith 1966:399), hay dos hojas de laurel, cuya presencia Smith (1966:64) descarta porque no están mencionadas por los Peyrony en su trabajo de 1938 (pp. 34-5). También hay 7 hojas de laurel en el nivel H' de Laugerie-Haute Ouest y 6 en H' de Laugerie-Haute Est (de Sonneville-Bordes 1960: Cuadro XXXII; Smith 1966:408). Entre los niveles a Laugerie-Haute calificados de "Solutrense medio" por Smith (1966), hay uno (L-H Ouest 11 a) que no tiene puntas bifaciales del tipo hoja de laurel, el supuesto "fósil director" de esta fase. Hay otro nivel (L-H Ouest 11) que tiene sólo 6 de estas puntas (3,66% del conjunto total de piezas retocadas).

La variabilidad en cuanto se refiere a las puntas de muesca es aún mayor entre los conjuntos de la supuesta fase superior del Solutrense en Laugerie-Haute. Entre las 147 piezas de los niveles 5-7 de L-H Ouest, no hay ninguna, aunque Smith clasifica estos niveles como "solutrenses superiores" por razones de correlación estratigráfica con L—H Est (Smith 1966:146). Faltan por completo también en los niveles 3 y 4 de L-H. Ouest, y hay sólo una punta de muesca en cada uno de los niveles 1 y 2. Los niveles 25, 27 y 28 de L-H Est, con un total de 382 piezas retocadas, sólo tienen 13 puntas de muesca (3,4%); los niveles 21-23, con 148 utensilios sólo tienen 3 (2,0%), a pesar de ser "solutrenses superiores". También son muy escasos estos "fósiles directores" en la colección Peyrony del Solutrense superior de L-H Est. Son frecuentes únicamente en el nivel H " (Solu­trense superior) de los Peyrony (41 puntas = 24%), pero también existen en el nivel H " de L-H Ouest (13 = 2,9%) (Smith 1966:408; véase también de Sonneville-Bordes 1960:290). El propio Smith (1966:143) admite que "la presencia o ausencia de las puntas de muesca es un factor extremadamente variable y probablemente muy localizado". De hecho, la repre­sentación de los tipos característicos de las supuestas fases del Solutrense no es solamente muy variable en Laugerie-Haute, sino también entre los yacimientos solutrenses en general. Por ejemplo, el yacimiento de Fourneau-du-Diable ("terrasse supérieure") es co­nocido por sus cantidades (absolutas y relativas) inmensas de puntas de muesca (Smith 1966:246).

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El argumento anterior no constituye un intento de demostrar que la secuencia estra­t ig ra f ía extraordinaria de Laugerie-Haute no existe. Pero sirve de advertencia contra su aplicación generalizada como un esquema que refleja únicamente unos cambios tecnoló­gicos temporales y unilineales. La presencia, ausencia o frecuencia relativa de los supuestos tipos fósiles directores —las puntas— son factores muy variables dentro de la propia secuencia de Laugerie-Haute, debido probablemente a las localizaciones espacia­les, a las diferencias funcionales entre ocupaciones del yacimiento, a los errores del muestreo arqueológico, etc. La aplicación más generalizada del esquema puramente cronológico Peyrony-Smith, basado en este único yacimiento, parece ser sumamente arriesgada, especialmente vis a vis de las colecciones cantábricas. Tendría que haber varios yacimientos que duplicaran la secuencia estratigráfica de Laugerie-Haute para comprobar la validez global del esquema de subdivisiones cronológicas basado todavía, en realidad, en aquella secuencia única.

EL M O D E L O DE CUETO DE LA M lNA

Hasta los años 70, la única información cronológica (relativa) sobre el Solutrense cantábrico procedía del yacimiento asturiano de Cueto de la Mina. La estratigrafía solu­trense de este yacimiento, publicada por Vega del Sella en 1916, incluía un nivel cultural superior (E) de unos 50-60 cm. de espesor, un nivel estéril que consistía en unos 35 cm. de productos de descomposición de caliza y éboulis, y un nivel cultural inferior (F) muy loca­lizado (25 cm. de espesor). Siendo un arqueólogo muy cuidadoso, especialmente para su época. Vega del Sella subdividió el nivel E en cuatro tramos (1 -4) arbitrarios (1916:29), pero también encontró una serie estratificada de hogares in situ (1916:42-3), lo cual muestra claramente que el nivel E estaba compuesto de varios suelos de ocupación que podrían muy bien corresponder más o menos a los tramos de Vega del Sella (cada uno con un espesor de unos 12-15 cm.). De hecho en una publicación anterior, Vega del Sella (1915:148) dice que el nivel E estaba intercalado de lentejones de arcilla roja. La existencia de lentejones culturales está confirmada en la monografía del yacimiento, donde Vega del Sella (1916:32) habla de uno con una concentración de hojas de laurel en la base del nivel.

Según Vega del Sella (1916:39-41), hay puntas en los cuatro tramos del nivel E, aunque él pretende ver una "evo luc ión" en sus formas a través del tiempo. También dice que las puntas de base cóncava —igualmente presentes en todos los tramos del nivel E— aumen­tan, mientras que las de base convexa disminuyen cuantitativamente. De todas maneras hay puntas de muesca y de base cóncava ilustradas de los tramos 3 y 4 (Vega del Sella 1916: Fig. 13, Lam. XIV, XV) que tienen las mismas formas y que son tan sofisticadas en cuanto a su talla como las de los tramos superiores (1 y 2) (Vega del Sella 1916: Láminas XXI, XXII, XXIII). En las colecciones de Cueto de la Mina en el MNCN hay 8 puntas de muesca con la etiqueta E/3 + 4 (4,7% del total de piezas retocadas) y 18 con la E/1 + 2 (7,4%). Hay dos puntas de base cóncava en la colección de los tramos inferiores (1,2%) y 5 en la de los tramos superiores (2,1%). Las diferencias no son, desde luego, notables, pero hay que señalar la existencia de 20 puntas de muesca y 7 de base cóncava en la colección del nivel E que no llevan indicación de tramo. Con esta limitación, no parece, sin embar­go, sea posible distinguir los tramos inferiores y superiores del nivel E ni por la calidad ni por la cantidad de sus puntas de muesca o de base cóncava. Vale la pena citar las sabias palabras del propio Conde en cuanto a la validez general de la secuencia de puntas solu­trenses en Cueto de la Mina.

Es claro que. para poder demostrar esta evolución, haría falta hallar una serie de niveles en que estas modalidades se presentasen sucesivamente, cosa que hasta la fecha no ha sucedido; por este motivo me limito a señalar de una manera puramente hipotética (estas) transformaciones... (Vega del Sella 1916:42).

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Además, como veremos más adelante, los conjuntos totales de piezas retocadas de los tramos de nivel E son estadísticamente indistinguibles.

El problema mayor del Solutrense de Cueto de la Mina es el nivel inferior (F). La existencia de este pequeño estrato, muy restingido horizontal y verticalmente, proveía la única evidencia estratigráfica de una fase anterior al Solutrense con puntas de muesca y de base cóncava. Vega del Sella (1916:25-8) encontró en este nivel varias puntas unifaciales y bifaciales; algunas bastante toscas en cuanto a su talla podrían en reali­dad ser esbozos (piezas sin terminar) (como parece sugerir el propio Conde en la etiqueta de su Lámina IX). Sin embargo hay algunas piezas ilustradas en su Lámina X que son hojas de laurel bifaciales bastante elegantes. Basándose en la ausencia de puntas diagnósticas como las de la muesca, Vega del Sella (1916:28) atribuyó inicialmen-te la industria del nivel F al "Solutrense antiguo", aunque aparentemente no sin sus dudas. (En términos modernos se correspondería al "Solutrense medio", a causa de la presencia de hojas de laurel.) Luego, sin embargo, en su monografía sobre la Riera y Balmori, Vega del Sella (1930:100-1) cambió de idea como resultado de excavacio­nes (inéditas) posteriores a la suya en este nivel de Cueto de la Mina. Dice textualmente los siguiente:

Por este yacimiento han desfilado con posterioridad numerosos investigadores que. en su deseo de llevar algún recuerdo de su expedición, han sido autorizados para efectuar algunos escarbes en los niveles conservados en el gran trozo de yacimiento y reservado para testigo, y en estas someras excavaciones se han hallado en numerosas ocasiones puntas de muesca típica solutrense en el nivel que en el t iempo de la pub l i cac ión consideraba c o m o perteneciente al Solutrense inferior.

Todos los que se dedican a excavaciones de esta naturaleza conocen el hecho de que ciertos instrumentos parecen en ocas iones local izados. En Cueto de la Mina, el lugar de los arpones magdalenienses aparecía circunscrito en unos pocos metros cuadrados, y esto mismo debió de suceder con los tipos arcaicos solutrenses y consideré como propios del Solutrense inferior.

Por tanto, resulta que todo el estrato solutrense de Cueto de la Mina, pertenece al Solutrense superior. (Vega del Sella 1930:101; los énfasis son míos).

Este anál is is hecho por el Conde, aunque basado en excavaciones informales posteriores a la suya, es un ejemplo notable de la posición moderna vis á vis de las posibles causas por la variabilidad entre conjuntos industriales. La explicación de que el grupo original de puntas "arcaicas" del nivel F sería el resultado de una localización es especialmente verosímil dada la pequeña superficie de este nivel excavada por el Conde. Sin embargo, este cambio de clasificación ha sido criticado y rechazado por Jordá (1953, 1977), aunque resultaría sorprendente que un prehistoriador tan experimentado y cui­dadoso como el Conde de la Vega del Sella hubiera aceptado la evidencia de estas puntas de muesca si tuviese las más mínimas dudas acerca de su procedencia estrati­gráfica. Y este es precisamente el caso, porque con la evidencia de estas nuevas piezas, tenía él que cambiar la clasificación que había resultado de su propia excavación. Por estas razones sospecho que Vega del Sella tenía sus propios motivos que le predispo­nían a aceptar el testimonio de los hallazgos de sus sucesores anónimos en la "exploración" de Cueto de la Mina.

En efecto, M. C. Márquez (comunicación personal) ha encontrado en el archivo del Conde en Nueva unas notas manuscritas sobre la excavación de Cueto de la Mina en el día 16 de agosto, 1915. En estas notas, que cito con el permiso generoso del actual Conde de la Vega del Sella y de Márquez, el Conde habla de la excavación de una peque­ña trinchera en frente de la boca de la pequeña cueva (= la "segunda secc ión" de la monografía del yacimiento [Vega del Sella 1916: 14-16]?). Allí encontró tres niveles cul­turales por debajo del nivel solutrense superior ("tramo 4 " = nivel E de la monografía). Estos niveles inferiores que él llama "los tramos 5, 6 y 7 en sus notas de excavación, se

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corresponden claramente con los niveles F, G y H de la monografía y, según notas y la monografía, están todos separados por capas arcillosas estériles. Entre las piezas halla­das en el tramo 5, Vega del Sella describe "una punta de muesca solutrense t ípica" y otra punta de muesca sin retoques invasores en su pedúnculo. Dice en sus notas que sería posible que la primera pieza hubiera podido proceder del nivel solutrense supe­rior, puesto que fué hallada cerca de la pared de la cueva, donde los objetos podrían en teoría ser transportados hacia abajo por el agua. De la segunda pieza que menciona, sin embargo, no tiene semejantes dudas acerca de su verdadera posición estratigráfica. Incluye en sus notas un dibujo de la sección trapezoidal del pedúnculo de esta punta y piensa que podría ser "el predecesor de la punta de muesca típica del Solutren­se superior". Emite dos hipótesis de trabajo en sus notas de 1915: o el Solutrense más antiguo de Asturias tenía puntas de muesca, o la punta del tramo solutrense más antiguo de Cueto de la Mina era el resultado de una influencia gravetiense (= antiguo auriñaciense superior) local. En la monografía, no menciona esta pieza y opta por una clasificación del nivel F como Solutrense inferior, sólo para cambiar esta clasifica­ción años después, a causa del descubrimiento de más puntas de muesca en este nivel.

En 1973 descubrí con el MNCM, en unas cajas con indicación del nivel F de Cueto de la Mina, una punta de muesca entera (como una hoja de sauce con retoque invasor unifacial y una muesca poco marcada (Fig. 6.18.8) y tres pedúnculos de otras puntas de muesca. Uno tiene retoque invasor total, otro parcial, y el tercero tiene sólo retoque abrupto y una sección trapezoidal como la pieza descrita y dibujada en las notas del Conde.

Es evidente que, por la presencia indubitable de hojas de laurel, el nivel F de Cueto de la Mina no puede ser un Protosolutrense o un Solutrense inferior en el sentido francés. Queda el problema de las puntas de muesca de este nivel. Hay que seña­lar que una comparación estadística por la prueba Kolmogorov-Smirnov muestra claramente que no hay diferencias significativas (a nivel de 0,05) entre el conjunto de utensilios del nivel F y el del nivel E/3+4, E/1+2 o E total, (Tampoco hay diferencias entre los conjuntos E/3+4 y E/1+2 o entre éstos y el conjunto E total).

Existen, pues, las siguientes razones para concluir que toda la larga secuencia en Cueto de la Mina corresponde al llamado Solutrense superior:

1) el conjunto excavado por el Conde es bastante pequeño (117 piezas reto­cadas) y procedía de una área muy restringida, susceptible a los efectos de localizaciones de utensilios muchas veces muy escasos, tales como las puntas de muesca o las hojas de laurel;

2) el propio Conde había encontrado al menos dos puntas de muesca en este nivel, que figuran en sus notas de la excavación;

3) otras puntas de muesca fueron posteriormente halladas en este nivel con bastante seguridad estratigráfica como para convencer al Conde de la necesidad de cambiar su clasificación;

4) los conjuntos de utensilios del nivel F y del nivel E son estadísticamente muy parecidos.

Niveles Estadística Delta-K

F-E/3+4 F-E/1+2 F-E total

0,51 0,81 0,62

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No hay, entre las antiguas colecciones al menos, evidencias materiales de una cronología de fases solutrenses en la región, puesto que Cueto de la Mina era la única en tener una verdadera secuencia estratigráfica. No hay otra secuencia estratigráfica clara entre las antiguas excavaciones, ni colecciones cuyas piezas lleven etiquetas que permi­tan la reconstrucción de tal cronología. Las secuencias temporales establecidas por Jordá y Corchón proceden de unos esquemas a priori de fases basados en gran parte en la estratigrafía de Cueto de la Mina (y en el modelo francés de Laugerie-Haute). Están lleva­das a cabo por el procedimiento ilegítimo de subdividir unas colecciones (p. ej. Altamira, Castillo, El Pendo, etc.) de piezasentre "momentos"teór icos, aunque no lleven indicación de nivel estratigráf ico dentro del estrato cultural solutrense de los yacimientos en cuestión. Este es un procedimiento totalmente circular que tiene que ser abandonado. Repito lo que decía al respecto el Conde de la Vega del Sella hace 65 años: para construir una secuencia válida de fases arqueológicas, hace falta tener varias secuencias estratificadas auténticas concor­dantes en la misma región. El mero hecho de que existan algunas colecciones solutrenses en Cantabria y Vascongadas (todas con pocas puntas en total) que no tengan puntas de muesca o de base cóncava (Peña de Candamo, Castillo, Hornos de la Peña, Bolinkoba, Santimamiñe), no quiere decir que exista a la fuerza una base cronológica caracterizada por la ausencia de estos tipos. Las puntas de muesca seguramente tenían una(s) función(es) muy distinta(s) de las hojas de laurel, por lo cual no es razonable esperar su hallazgo en cada parte de cada nivel de ocupación de cada yacimiento de edad solutrense. De hecho, hay yacimientos cantábricos con grandes cantidades de estos tipos de puntas (Cueto de la Mina, la Riera, Altamira, etc.) y otros con muy pocos, lo cual sugiere la peligrosidad de inventar unas fases cronológicas alrededor de su ausencia o presencia.

CRONOLOGÍA POR EL RADIOCARBONO

Hasta el presente, hay fechas del radiocarbono de solo tres yacimientos cantábricos: Aitzbitarte, Chufín y, especialmente, la Riera. Están presentadas en el Cuadro 2.2. Aunque en su estado actual no es posible subdividir la colección de Aitzbitarte por los niveles reconocidos durante la excavación por J . M. de Barandiarán, sabemos la procedencia de cada pieza por cuadro y por profundidad absoluta. La fecha del C 1 4 viene de una muestra sacada a una profundidad de -160 cm. por debajo del nivel cero en el cuadro 14-N. Corresponde a la base del horizonte solutrense de este yacimiento (Altuna 1972:155), cuyo espesor total era de 40-60 cm. En el cuadro adyacente (14-0) se halló una de las dos puntas de base cóncava de Aitzbitarte a -170 cm. (10 cm. más profundo que la muestra C 1 4 . La otra punta de base cóncava procedía del cuadro 6-M a una profundidad de -120 cm. Además

C U A D R O 2.2.

F ECHAS DEL RAD IOCARBONO PARA EL SOLUTRENSE CANTABR ICO

Procedencia Muestra Fecha (años B.P.)

La Riera 17 La Riera 17 Chufln 1

Gak-6445 Gak 6444 CSIC 258 GrN 5993 Gak-6983 Gak-6449 Gak-6446 Gak-6447 Gak-6981 Gak-6984

16.900 + 200 17.070 + 230 17.420 ± 200 17.950 ± 100 18.200 + 610

Aitzbitarte 8 La Riera 16 La Riera 15 La Riera 12 La Riera 10 La Riera 8 La Riera 4

17.210 ± 350 19.820 ± 390 20.690 ± 810 20.970 + 620

15.600 + 570 (*)

(*) fecha probablemente demasiado joven, incluso a 2 ó)

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hay dos puntas de muesca que se hallaron en la base de la secuencia solutrense: una en el cuadro 14-K a -140 cm. y la otra en el 12-J a -150 cm., ambas hacia el fondo del vestíbulo de la cueva como la muestra de 1 4CL Así el tramo más antiguo de la larga secuencia solutrense de Aitzbitarte tiene tipos supuestamente diagnósticos del Solutrense superior, con una fecha de alrededor de los 18.000 años B.P., lo cual concuerda bien con la evidencia de la Riera.

El nivel único solutrense de la Cueva Chufín contiene puntas de muesca y de base cóncava. Está fechado en alrededor de los 17.500 B.P. (Straus et al. 1977, 1978a).

Las nuevas excavaciones en la Cueva de la Riera (1976-79) han proporcionado la única secuencia estratigráfica solutrense larga de tipo moderno con fechas C 1 4 . Donde el Conde de la Vega del Sella (1930) ha definido un horizonte cultural solutrense, hemos distinguido un total de 16 niveles solutrenses (algunos con subdivisiones en la forma de lentejones localizados) con un espesor total de 70-90 cm. Se han encontrado puntas solutrenses, lascas con retoque invasor o pequeñas lasquitas de talla de tipo solutrense en todos los niveles desde el nivel 2 (ex-25) hasta el nivel 17 (ex-13). Sin embargo, las puntas de muesca y de base cóncava proceden todas de los niveles inferiores de esta secuencia (niveles 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 10 [ex-24-20]). En cambio, las hojas de laurel más típicas (que se parecen a algunas de las del nivel F del vecino Cueto de la Mina) vienen de los niveles superiores (10, 14 y 15). La punta hallada en el nivel más reciente de la Riera (nivel 17) podría clasificarse como una hoja de sauce de tamaño pequeño. Las fechas del C 1 4 muestran claramente que la sencuencia solutrense de la Riera se extiende desde el 20.500 ó 21.000 hasta el 17.000 años B.P.

No pretendemos, como seguramente harían otros si el orden cronológico de puntas fuese a la inversa, que la estratigrafía de la zona excavada de la Riera represente una secuencia temporal generalizada válida para la región cantábrica. Por una parte, la falta de puntas de muesca y de base cóncava en los niveles solutrenses superiores podría ser un accidente del muestreo, debido a localizaciones del tipo descrito por Vega del Sella y a la superficie relativamente restringida de nuestras excavaciones de "rescate" en la Riera. Lo que sí es evidente es la existencia de los supuestos tipos fósiles directores del llamado Solutrense superior en la base de una secuencia estratigráfica in situ con fechas cronométricamente coherentes que van desde el 21-20.500 B. P. (para el nivel 4) hasta 20-19.000 B.P. (para el nivel 10). En Aitzbitarte tenemos estos tipos (puntas de muesca y de base cóncava) desde la base de una secuencia con una fecha de unos 18.000 años y en Chufín los tenemos a los 17.500 años B.P. Estos datos argumentan contra la construcción de una clasificación cronológica para el Solutrense basada en la presencia o ausencia de puntas de estos tipos. Pueden, según los factores de las localizaciones y de las actividades llevadas a cabo en cada ocupación y yacimiento, estar presentes a través de todo el período que corresponde al llamado Solutrense.

Por ahora no tenemos otras fechas de niveles con puntas solutrenses. El único nivel solutrense de Cueva Morín (nivel 3, con puntas de muesca, entre las cuales hay algunas pequeñas que se parecen a unas de Chufín) descansa sobre dos niveles gravetienses (4 y 5 superior). El nivel 4 tiene 5-20 cm. de espesor. Hay una fecha del C 1 4 del delgado tramo superior del nivel 5: 20.165 + 340 B.P. (calculado según la media vida de Libby, como lo son todas las fechas incluidas en el cuadro 2.2.). Teniendo en cuanta la desviación standard de esta fecha, la delgadez del nivel 4 y la falta de niveles estériles intercalados, el nivel 3 (Solutrense con puntas de muesca) de Cueva Morín podría tener algo menos de 20.500 años B. P. En Altamira el horizonte solutrense (con puntas de muesca y base cóncava) tiene más de 15.000 ± 700 B. P., la fecha asociada con el nivel magdaleniense "III" superyacente.

Hay, además, dos estrados en yacimientos vascos que tienen fechas del C 1 4 que entran

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en el período cubierto por el Solutrense, pero en los cuales no se han hallado puntas solutrenses. El tramo superior (a) del nivel III de Lezetxiki (Guipúzcoa) tiene una fecha de 19.340 ± 780 B.P. (Altuna 1972:410; aunque Mariezkurrena [1979], que da esta misma fecha en su cuadro de fechas de yacimientos vascos, da una fecha de 30.600 B. P. en su texto [p. 238], citando como fuente de referencia la misma obra de Altuna, sin explicación [j]). La atribución "cultural" del nivel Illa (como los demás niveles superiores de Lezetxiki) resulta complementamente problemática (véase, p. ej. Altuna 1972; I. Barandiarán 1967; Mariezkurrena 1979). Su clasificación corriente como "Auriñaciense, parece ser sólo por conveniencia y no ha sido el objeto de un estudio detallado. No tiene puntas solutrenses; tampoco hay en el nivel II, a pesar de la opinión emitida por I. Barandiarán (1967:153) sobre "una punta con retoques faciales en un lado". Habiendo examinado la pieza en cuestión, que comprobé con la figura de J . M. de Barandiarán (1964t>:57, Fig. 3g), concluyo que no es una punta solutrense. Sin embargo, la fecha de 19-20.000 B. P. del nivel Illa deja abierta la posibilidad a que se trate de una ocupación "solutrense" sin puntas (al menos en la zona excavada). No tiene ningún fósil director claro de otra industria y, desde luego, el Solutrense vasco-cantábrico tiene un grado de variabilidad bastante amplio para acomodar este conjunto de Lezetxiki, al menos en teoría.

Otro conjunto vasco entra en la misma categoría que el de Lezetxiki: Urtiaga nivel F. Su fecha de 17.050 ± 140 coincide casi exactamente con las fechas del último nivel con puntas solutrenses (nivel 17) en la Riera (y con la fecha de Chufín). Como Lezetxiki Illa, este nivel ha sido clasificado de distintas maneras: "Magdaleniense inferior", "Magdaleniense indeter­minado" o incluso "Solutrense" (véase Altuna 1972:170-1,414; I. Barandiarán 1972:221; etc.). No tiene puntas solutrenses, pero podría muy bien entrar en la variabilidad que hemos encontrado entre los conjuntos "solutrenses" de esta época (incluso con bastantes hojitas de dorso y buriles, que son típicos de los conjuntos vascos con puntas solutrenses; véase el análisis de Urtiaga F por Laplace y Merino [1979]. Desde luego, la falta de puntas solutrenses en algunos de los niveles que caen dentro de la serie de estratos solutrenses de la Riera debe de servir de advertencia contra el rechazo a priori de un conjunto aislado pero fechado como el de Urtiaga F, cuando se está considerando la gama de datos arqueológicos que corresponden al período del 21.000-17.000 B.P.

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Capítulo 3

EL MEDIO AMBIENTE SOLUTRENSE

LA EVIDENCIA OCEANICA

El período marcado por la fabricación de las características puntas solutrenses correspondió en parte a la época estadial más cruda; el Pleniglaciar superior del W ü r m . Sin embargo, incluyó también episodios de clima casi o plenamente interestadiales. Sabemos, principalmente y con más exactitud, por los análisis de isótopos de oxígeno de las cascaras de foraminíferos hallados en muestras de sondeos del fondo del mar, que la máxima extensión de los glaciares continentales (hasta los 50 grados de latitud en Europa occidental) y el frió máximo del W ü r m fueron alcanzados alrededor del 18.000 B. P. (véase CLIMAP 1976). Esto se corresponde más o menos con el frío extremo del comienzo del W ü r m IV de los autores franceses (véase Laville 1975). En las curvas de la relación 0 1 8 / 1 6 , este episodio rigoroso está señalado claramente (véase Shackleton y Opdyke 1973) como la parte más fria de la etapa isotópica 2.

Afortunadamente, varios estudios recientes tratan específicamente de las condiciones climáticas durante esta época extraordinaria en la Bahía de Vizcaya/Mar Cantábrico. El eminente meteorólogo H. Flohn (1974) concluye que los icebergs llegaron desde el Atlántico Norte hasta los 43 grados de latitud en este mar, y que había un "enfriamiento excepcional" de las zonas adyacentes, con temperatura de unos 12 grados centígrados más baja que hoy. Actualmente, la temperatura media del mar en Villaviciosa (Asturias) es de 18 ° C en verano y 11 ° C en invierno (J. A. Ortea, comunicación personal). Pero según los cálculos isotópicos, la temperatura del agua a lo largo de la costa cantábrica era de 9-10 ° C hace 18.000 años B. P. en agosto y 2-0 ° C en febrero (CLIMAP 1976; Mclntyre y Kipp 1976). La diferencia entre las temperaturas de invierno hace 18.000 años y las de hoy en el Mar Cantábrico es la mayor diferencia observada entre todas las muestras del Atlántico del Norte. En mayo se calculan temperaturas marinas de solo 2-4°C y en octubre-noviembre, 6-8°C (Mclntyre y Kipp 1976). En aquella época el límite sur de las aguas polares se encontraba a los 42 grados de latitud, en contraste brutal con la situación actual. Uno de los fenómenos más marcados era el desplazamiento de la Corriente del Golfo hacía el sur como consecuencia de estas aguas polares. En vez de subir por el Mar Cantábrico hacía Gran Bretaña, Irlanda e Islandia (entonces congelados), la Corriente del Golfo —según los análisis isotópicos— cruzaba el Atlántico en línea recta desde el Cabo Hattaras hasta la costa oeste de la Península Ibérica. Estos desplazamientos hacía el sur de las aguas polares y de la Corriente del Golfo constituyen las anomalías mayores en la época glaciar más álgida (CLIMAP 1976).

Por supuesto, existía una tasa de disminución de temperatura tremenda en el sentido sur-norte fuera de la costa del norte de Portugal y de Galicia (CLIMAP 1976; Mclntyre y Kipp 1976). Según Nonn (1966 citado por Mary, Medus y Délibrias 1975), que hizo investiga­ciones geomorfológicas en Mougas (Galicia), estas aguas marinas extremadamente frías

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habrían podido causar condiciones climáticas terrestres muy rigurosas a lo largo de la costa del Cantábrico. La presencia del molusco ártico, Cyprina islándica, en el nivel solutrense del Castillo es otra indicación de temperaturas marinas muy bajas en al menos una parte de este período (Obermaier 1925a:165-6). (Sin embargo, la ausencia de Littorina littorea en los niveles medios [9-15] solutrenses de la Riera parece confirmar la existencia de condiciones interestadiales ["Lascaux" o "Laugerie"] señalada independientemente por la palinología y la sedimentología [véase Straus et al. 1980, 1981, 1983]).

EL GLACIAR ISMO Y LA EVIDENCIA G E O M O R F O L O G I C A

Existen actualmente pocos estudios publicados sobre el medio ambiente cantábrico del Pleniglaciar superior. Para el período del Solutrense en concreto hay los análisis polínicos de los yacimientos de las Cuevas Morín y Chufín en Santander y de la Riera en Asturias (además del más antiguo estudio de la Cueva de Isturitz [Baja Navarra, Pirineos Atlánticos]) (Leroi-Gourhan 1959, 1971; Straus et al. 1981, 1983; Boyer-KIein 1980). Además se hallan disponibles los estudios geomorfológicos de Butzer (1971a, 1973, 1981) y Laville (1980; Straus et al. 1981, 1983) de los sedimentos de Cueva Morín, del Castillo y de la Riera. Antes de examinar estos estudios detallados, sin embargo, sería conveniente mencionar otras evidencias paleoambientales de tipo más general que se refieren al Pleniglaciar superior del W ü r m en la región vasco-cantábrica.

Los trabajos de Obermaier (1914) y Hernández-Pacheco (1944) han indicado la existencia de varios núcleos glaciares a lo largo de la Cordillera Cantábrica y Picos de Europa durante el W ü r m . (No existen glaciares en la región actualmente). Más reciente­mente, Kopp (1965) ha descrito rasgos glaciares típicos en la Sierra de Aralar (elevación máxima = 1427 m.) que separa las Provincias vascas de Guipúzcoa y Navarra. Hay morrenas tan bajas como 825 m.; una no dista más que 25 km. de la costa actual en Orio, hallándose entre los yacimientos solutrenses de Ermittia y Aizbitarte (Guipúzcoa). Kopp (1965) calcula el límite de las nieves perpetuas a unos 1025 m., y postula una depresión de la temperatura ambiental de alrededor de los 11 grados centígrados en verano y 12-13 grados en invierno. Estos cálculos, aunque algo más extremos, se aproximan a los cálculos para las tempera­turas del agua de mar hace 18.000 años B. P. vis á vis de las de hoy. Naturalmente la cuestión de la edad precisa de las morrenas, valles en U, etc. en la Sierra de Aralar (como en el resto de la Cordillera y Picos de Europa) queda sin resolverse. Sin embargo, estos rasgos no son de edad würmiense, y probablemente corresponden al máximo glaciar más reciente: el Pleniglaciar superior (29.000-13.000 B.P.).

Otro estudio del glaciarismo ha sido llevado a cabo por Lótze (1962) en el sector de Castro Valnera (elevación máxima = 1.707 m.) en el límite entre Santander y Burgos. Allí se encuentran rasgos glaciares muy claros, incluso en el valle alto del Rií Miera, no lejos de los yacimientos solutrenses del Salitre, de la Bona y del Rascaño. El hielo llegó hasta unos 30 km. de la línea de la costa actual de Santander. La zona glaciada de Valnera tenía una superficie de unos 30 km 2 . La morrena más baja está situada a una altura de solo 750 m. Aunque Lótze (1962) calcula un límite de las nieves perpetuas durante los períodos fríos del Wü rm hacía 1.300-1.400 m., Kopp (1965) estima que fuera aún más bajo en el sector de Valnera, y cree que todas las morrenas bajas son de edad würmiense.

Según sus trabajos de campo en los Montes de Reinosa (elevación máxima = 2.175 m.), Butzer (1973) ha corregido los cálculos de Hernández-Pacheco (1944) sobre el límite de las nieves perpetuas en este sector occidental de Santander. Indica una media regional de unos 1.500 m. para el W ü r m , y propone "un clima significantivamente más frío, con abundante precipitación sól ida" (Butzer 1973:269). Los glaciares de Reinosa habrían bajado hasta una

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distancia de unos 20 km. del yacimiento solutrense de Cueva Chufín y 30 km. de la costa actual en Comillas.

Nussbaum y Gigax (1952), como también Butzer (1973), aceptan esencialmente los cálculos de Obermaier (1914) de un límite de las nieves permanentes a unos 1.400-1.500 m. en los Picos de Europa, donde hay evidencias espectaculares del glaciarismo (p. ej. el circo glaciar de Fuente Dé y valles en U con morrenas terminales hasta una distancia de solo 25 km. de la costa actual del oriente de Asturias, una zona con muchos yacimientos solutrenses). Los glaciares de los Picos de Europa (elevación máxima = 2.648 m.) eran con mucho los mayores de la región cantábrica durante el W ü r m . Las morrenas más bajas están a unos 750 m. sobre el nivel del mar. Existen más evidencias del glaciarismo local en la Cordillera entre las Provincias de León y Asturias.

Además de estas evidencias clásicas del glaciarismo en las montañas, hay en la región cantábrica y en Galicia algunos rasgos de actividad geomorfológica de tipo periglaciar como la soliflucción, la crioturbación y la congelifracción al aire libre durante el Pleniglaciar superior (Butzer 1967, 1971b, 1973, 1981; Nonn 1960, 1967, etc.). Aunque Butzer (1973) niega la existencia de cuñas de hielo en la región cantábrica, Clark y Straus (1979:7) han observado al menos una posible en Soncillo (en el norte de Burgos, 20 km. de Valnera). El propio Butzer (1967:101) describe unas condiciones climáticas frías pero húmedas, con mucha evidencia de movimiento de masa de los sedimentos en las pendientes de Budiño (Pontevedra) en la época del 27-18.000 años B.P., según las fechas 14 C. También especula sobre la existencia de frecuentes tempestades en otoño y primavera, y nevadas fuertes en invierno durante el Pleniglaciar superior. En la costa de Lugo, Nonn (1960) encontró evidencia de congelifracción masiva en depósitos de edad würmiense por encima de la rasa.

También halló evidencias locales de crioturbación y de cuñas de hielo en esta zona (Nonn citado por Butzer 1967:100). Mary era/. (1975,1977a) no han encontrado indicios de estos fenómenos en Asturias, aunque sí describen éboulis en La Franca y coladas de soliflucción en Area Longa. LLopis Liado eí al. (1975) citan indicaciones de soliflucción cerca de la costa de Asturias, otro dato más que se puede añadir a la evidencia de condiciones rigorosas en el Pleniglaciar del norte de España.

En Cueva Morín (Santander), donde hay solo un nivel solutrense (2-8 cm. de espesor), tenemos los análisis sedimentológicos de Butzer (1971 a, 1973,1981). El nivel arqueológico 3 corresponde a la capa sedimentológica 24. Se trata de un "limo arenoso pardo, con detritus corroído y anguloso" que parece señalar la "meteorización por hielo" bajo condiciones frías (Butzer 1971a:353-4). Estas condiciones frías del Solutrense tuvieron lugar dentro de un largo período de "oscilaciones frías y más templadas del Pleniglaciar superior" (Butzer 1973:273). Durante la formación del nivel 3 las condiciones eran suficientemente frías (y húmedas) para la producción de una cantidad substancial de éboulis en la cueva.

Los análisis de Butzer (1981) de muestras sedimentológicas sacadas de las viejas secciones estrat igraf ías del Pendo, del Castillo, de Cobalejos y de Hornos de la Peña, todas también en la zona central de Santander, indican la misma inestabilidad climática característica del Pleniglaciar superior. El estrato que, según Butzer, corresponde al Solutrense de Obermaier en el Castillo, contiene abundantes éboulis corrosionados, que para él señalan la existencia de un clima frío durante la ocupación humana. Lo mismo encuentra Butzer en las cuevas de Cobalejos y Hornos de la Peña. También señala Butzer (1981) la inestabilidad de las pendientes (marcada por derrubios) bajo condiciones frías con "elevada meteorización del hielo y denudación" (Butzer 1973:270).

Los sedimentos de la Riera han sido estudiados por H. Laville (1980; Straus eí al. 1981, 1983). Como hemos visto, la secuencia solutrense comenzó entre 21.000 y 20.500

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años B.P. bajo condiciones húmedas, con posibles inundaciones de la cueva por el Río Calabres. En contraste, los niveles 4-8 (20.500-20.000 B.P.), tienen grandes cantidades de éboulis que indican un clima frío. Sin embargo, hay también evidencias de unos episodios más calurosos y húmedos dentro de esta fase rigorosa. La serie de niveles 9-15 (20.000 18.500), que podría corresponder al interestadio de Laugerie (o Lascaux Temprano) definido en Francia, tiene pocos éboulis (y estos erosionados) en un sedimento muy arcilloso, testimonio de un clima más suave y muy húmedo. El nivel 16 (18.200 B.P.) en cambio, tiene localmente grandes éboulis e incluso unos bloques de desprendimiento bastante importan­tes. Señalan quizá un episodio climático bastante más frío y menos húmedo. La secuencia solutrense de la Riera termina con la vuelta de condiciones suaves y húmedas en el nivel 17 (17.000 B.P.). Este nivel y el primer nivel "magdaleniense" (18) están dominados por sedimentos finos con pocos éboulis. Podría tratarse de una fase tardía del interestadio que correspondería al de Lascaux, que tiene las mismas fechas en Francia.

Recientemente Hoyos (1981) ha publicado un análisis sedimentológico de los niveles solutrenses de la cueva de Las Caldas (Asturias). Los niveles de base (19 y 18) —estéri les o con industria banal— se formaron bajo condiciones húmedas y templadas. El ambiente se desecó durante la formación de los niveles 15-17, con alguna evidencia de gelivación. El clima volvió a ser relativamente templado y húmedo en la época de los niveles 14 y 13, con una disminución de la humedad en el nivel 12 (y con evidencias de gelivación moderada). Con indicaciones de inundación de la cueva, los nivles 11 y 10 representan otra época bastante húmeda. Los niveles 9-3 se formaron bajo condiciones frías, con episodios algo suaves en los niveles 6 y 3. Las condiciones frías máximas se alcanzaron en los niveles 7 y, especialmente, 4, con indicaciones de gelivación intensa. Hoyos (1981) emite dos hipótesis cronológicas para la secuencia solutrense de Las Caldas, en la ausencia de fechas del radiocarbono o de cualquier otro método de datación independiente. La primera atribuiría los niveles 19 a 10 al llamado interestadio W ü r m lll-IV ("Laugerie") y los niveles 9-3 al W ü r m IV. La segunda hipótesis restringiría este interestadio sólo al período que corres­ponde a los niveles más templados de la secuencia (10 y 11), y correlacionaría los niveles 19-12 a las fases "Périgord XI" a "Périgord XIV" del W ü r m III de Laville. Estas hipótesis son bastante preliminares y tentativas. Faltan actualmente las bases comparativas, por ejemplo, para distinguir claramente verdaderos interestadios y oscilaciones templadas dentro de períodos estadios y vice versa. La ausencia de fechas independientes hace imposible la tarea de dar una cronología fidedigna a la secuencia de Las Caldas. La cronología basada en la interpretación sedimentológica no es suficientemente sólida para ser la base de una cronología cultural generalizada del Solutrense cantábrico. Sin embargo, Las Caldas, con La Riera, provee una base importante para el estudio realístico del medio ambiente de la época solutrense.

Kornprobst y Rat (1967), en un estudio geomorfológico de Lezetxiki, describen condi­ciones relativamente templadas y secas para el nivel Illa (con industria discutida y fecha de 19-20.000 B.P.). El comienzo del nivel II registra un fuerte descenso de la temperatura con aún mayor sequía.

LA EVIDENCIA PALINOLOGICA

El análisis palinológico del nivel 3 de Cueva Morín (como el de los sedimientos del mismo nivel) indica unas condiciones inestables, pero generalmente rigorosas durante el W ü r m superior (Leroi-Gourhan 1971:362). Como es el caso en las interpretaciones sedimentológicas (con evidencias de aún más éboulis crioclásticos), la palinología indica que las condiciones más rigorosas de la secuencia de Cueva Morín correspondían al nivel 2

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(Magdaleniense con arpones), donde no hay más que 2,4% de pólenes arbóreos. En el nivel 3 hay alrededor de 18% de estos pólenes. El espectro incluye algunos pocos pólenes de avellano, aliso e incluso acebo. Las Graminae y Ericaceae son escasas. Hay relativamente pocos heléchos. Sin embargo, las compuestas, que señalan unas condiciones secas, son muy abundantes, como es el caso en los niveles solutrenses iniciales y terminales de la Riera (estadiales). El medio ambiente de Cueva Morín durante la ocupación solutrense podría caracterizarse como estepario, con bosquecillos muy reducidos sólo en los lugares más favorecidos.

Los sedimentos solutrenses de la Riera han sido analizados también por Arlette Leroi-Gourhan (Straus et al. 1981, 1983). Los primeros niveles con puntas solutrenses (2 y 3) tienen muchos pólenes de Ericaceae, que señalan el comienzo de un paisaje de landas de tipo atlántico. No hay pólenes de árboles, salvo algunos de pino. Esto indica unas condiciones climáticas frías, pero con al menos episodios húmedos (por la presencia de heléchos). Los pólenes de los niveles siguientes (hasta la parte superior del nivel 8) indican condiciones más frías y secas con muy pocos árboles (algún pino, y, rara vez, algún roble o avellano) y bastantes ericales.

Una vegetación más bien de tipo interestadial caracteriza las muestras de los niveles 9-15. Aunque hay una cantidad enorme de pólenes de Ericaceae (landas), hay también una cantidad restringida de pólenes de una variedad de árboles termófilos, que indican la presencia de algunos bosquecillos. Hay avellanos, alisos, abedules, sauces, e incluso encinas, además de pinos y enebros. Las compuestas casi han desaparecido del espectro, habiendo sido importantes en los niveles inferiores.

Desde la parte superior del nivel 16, la vegetación cambia poco a poco. La landa está reemplazada por una estepa seca, con una alta representación de compuestas. Después de un posible empeoramiento de las condiciones climáticas en el nivel 16, hay un ligero aumento de los pólenes de termófilos como robles, olmos, alisos, abedules o avellanos (además de Hederá = hiedra) en el último nivel solutrense y en los primeros magdale-nienses. Había también sauces, probablemente a lo largo del Río Calabres en frente de la cueva. Palinológicamente, sin embargo, no es posible hablar de un auténtico interestadio con los datos actuales. Desde luego, las condiciones indicadas por los pólenes no eran tan relativamente suaves y húmedas como las del período de los niveles 9-15.

Para resumir, los datos sedimentológicos y palinológicos de la Riera concuerdan en sugerir un régimen climático bastante inestable durante el período de 3.500-4.000 años que corresponde al Solutrense. Como característica general, las condiciones ambientales eran mucho más rigorosas que las de hoy en la región cantábrica. Es de notar que inclu­so durante el llamado interestadio, el porcentaje de pólenes arbóreos no sobrepasa el 6-7% en este yacimiento. La vegetación era mayormente abierta —landa o estepa— con bosquecillos que sobrevivían, a veces, en los lugares más protegidos, soleados y húmedos. Dada la evidencia marina de una fuerte depresión en la temperatura del agua durante este período, el hecho de que las condiciones fueran tan rigurosas en la franja costera, donde se encuentra la Riera, no resulta extraño. (Hay que notar que incluso durante el máximo gla­ciar, la línea litoral distaba de la cueva sólo unos 7-8 km., siendo la actual distancia de 1,5 km.).

Recientemente, Boyer-KIein (1980) ha publicado un espectro polínico para el nivel único solutrense de Cueva Chufín (Riclones, Santander). Este yacimiento se encuentra en un valle profundo del interior, en la confluencia de los ríos Lamasón y Nansa. Se encuentra a unos 15 km. de la costa actual por el valle del Nansa. La cueva está a una altura de aproximadamente 150 m. en relación al nivel actual del mar. (La altura de 56 m. dada por Boyer-KIein (1980:104) debe estar equivocada.). Chufín aparece completamente rodeada

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por colinas altas. En contraste, las cuevas de la Riera y Morín se encuentran en la llanura costera (c. 30 m. y c. 60 m. respectivamente), aunque ambas se ubican al lado de unas altas sierras paralelas al litoral. Se han sacado cinco muestras polínicas del nivel cultural de Cueva Chufín. Todos señalan una frecuencia relativa de pólenes arbóreos mucho mayor que cualquiera muestra de edad solutrense en la Riera o Cueva Morín. El AP en Chufín ni­vel 1 oscila desde c. 3 3 % hasta c. 55% . Pinus sylvestris es el árbol dominante, como es normal en los espectros cantábricos del Pleniglaciar superior. Pero también hay cantida­des importantes de pólenes de Alnus, especialmente en la muestra 6, donde el aliso, con c.27%, sobrepasa incluso al pino. Hay siempre Betula, Corylus. Tilia, Carpinus y Olmus. Unicamente en la muestra 5 hay relativamente pocos pólenes de Cichoriae, que están remplazados por los de Graminae, que son muy escasos en las demás muestras. En esta misma muestra hay porcentajes altos de Quercus y Corylus, y, especialmente, helé­chos. Todo esto implicaría un episodio bastante húmedo. Boyer-KIein (1980) cree que todo el nivel solutrense de Chufín corresponde al interestadio de Lascaux, lo cual parece estar confirmado por la fecha de radiocarbono. La presencia de tantos pólenes de árboles en comparación con los porcentajes bajos de Morín y especialmente de la Riera podría ser un reflejo de la posición topográfica de Cueva Chufín. Es posible que, en este valle encaja­do, los árboles termófilos encontraran un refugio durante el Pleniglaciar superior, protegi­dos del viento del mar y con suficiente insolación y humedad al lado de los ríos. (También podría haber diferencias entre estos yacimientos en cuanto al muestreo polínico debido a corrientes de vientos distintos, etc.).

Dos muestras de sedimentos solutrenses de Las Caldas (en el interior de Asturias) han sido analizadas recientemente por M.M. Paquereau (Hoyos 1981:50). La primera (del ni­vel 15) indica condiciones regionales bastante frías y secas, con solo 2 2 % de pólenes arbóreos (casi todos de Pinus sylvestris y 5 3 % de compuestas contra solo 9% de gramíneas. (Los micromamíferos correspondientes, sin embargo, son de tipo moderno y aluden a la existencia de habitats húmedos y protegidos, quizá a lo largo del Río Nalón y sus afluentes). La segunda muestra polínica de Las Caldas (niveles 14-12) muestra la existencia de condiciones generales más húmedas (37% de gramíneas contra 7% de compuestas), con bosques quizá algo más importantes (AP = 35% , en el que Pinus forma el 24%, mientras que Corylus, Alnus y Salix forman el otro 11 % del total de los pólenes). Desgraciadamente, como dijimos anteriormente, faltan fechas para la secuencia de Las Caldas, por lo cual el episo­dio frío del nivel 15 podría ser una de las oscilaciones frías del final del W ü r m III, o un hipotético período fresco dentro del interestadio W ü r m lll-IV, etc.

El último espectro polínico que tenemos de edad solutrense proviene no de la región cantábrica española en sí. Se trata de una muestra sacada en la Cueva de Isturitz en Baja Navarra, no lejos de la frontera franco-española, y analizada por Leroi-Gourhan (1959), en uno de sus primeros estudios publicados. La única muestra solutrense tiene un AP de sólo 3,2%. Pero entre estos muy pocos pólenes arbóreos están representados por unos tipos bastante termófilos {Quercus, Alnus, y, especialmente, Fagus), además del pino. Las Cichoriae representan c.60% del total de las Graminae solo c. 20% . Sin embargo, sólo el Solutrense de Isturitz tiene una cantidad importante de heléchos. Junto con otras plantas de agua, éstos sugieren una humedad al menos local (al borde del Río Arberoue que pasa por debajo del yacimiento). Leroi-Gourhan (1959:623) interpreta la vegetación como una "estepa-parque" con muchas compuestas y otras plantas típicas de estepas como Hippo-phae y Ephedra, pero con bosquecillos, heléchos y plantas de agua localizados a lo largo de los riachuelos. Es posible que las condiciones de base fueran frías y secas, con oscilaciones más suaves y húmedas, puesto que esta muestra podría representar un período de tiempo muy largo. Hay que señalar que Isturitz se encuentra en una zona de montaña (al final de los Pirineos occidentales) a una altura de 209 m. por encima del nivel actual del mar —aún más

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alta que Chuf ín— y a una distancia de más de 30 km. en línea recta de la costa actual en la desembocadura del Río Adour.

Los estudios polínicos de unas turbas localizadas en los acantilados costeros de La Franca (Asturias) cerca de la Riera y Area Longa (Lugo) añaden algunos datos a la evidencia basada en los análisis de los yacimientos prehistóricos en sí. La muestra superior de La Franca, que pertenece probablemente al Pleniglaciar superior, está altamente dominada por NAP. Sólo tiene porcentajes ínfimos de Betula, Pinus y Alnus. Las Graminae dominan el NAP. Sin embargo, en espectros más antiguos del Pleniglaciar superior, hay episodios con porcentajes fuertes de Ericaceae (Mary, Medus y Délibrias 1977a). En la sección 3 de Area Longa, que parece pertenecer al W ü r m reciente, había una vegetación de aspecto muy seco, según Mary et al. (1977a:29, 1977b:290). Casi no hay árboles (sólo algunos pólenes de pino), pero hay cantidades importantes de Ericaceae y Graminae, además de bastantes compuestas. La representación importante de Helianthemum en Area Longa 3 podría ser otro indicio de condiciones esteparias, aunque hay poca Artemisia. Existe una fecha C 1 4 de 16.780 ± 400 B.P., aunque su procedencia exacta en esta secuencia geológica gallega no está especificada (Mary et al. 1977b:290). Estos autores (1977a:30) comparan el espectro polínico de Area Longa 3 con el de Mougas en la costa oeste de Galicia, estudiado por Nonn. Mougas tiene una fecha C 1 4 de 18.200 ±110 B.P. (Mary et al. 1975:21). Según Nonn (cita­do por Mary et al. 1975:21), "las temperaturas bajas de las aguas superficiales a lo largo de las costas atlánticas de España en el W ü r m reciente podría proveer una interpretación de los espectros polínicos que representan una vegetación de tipo excepcionalmente frío por la época". Salvo por Pinus sylvestris, los espectros de Nonn casi no tienen AP. Alude a una época de flora empobrecida de tipo frío, a pesar de estar al borde del mar, un mar bien frío, por cierto, (Nonn 1960).

La impresión general que tenemos actualmente es de una vegetación esencialmente abierta durante el período Solutrense, bajo condiciones muy frías, como indican los datos marinos. En los episodios más crudos, solo había pequeños bosquecillos de pinos y muy po­cos otros árboles. Sin embargo, unos refugios muy localizados han debido de existir, especialmente en valles favorecidos del interior entre la costa y la Cordillera, puesto que unos árboles termófilos están representados en la mayoría de los espectros. El período solutrense también incluyó episodios algo más suaves y húmedos de tipo interestadial moderado, con el aumento ligero del AP (y más importante en el caso especial de Chufín). También la alternación de Ericaceae, Graminae y Compositae podría indicar fluctuaciones en la humedad, aunque no hay acuerdo total entre los palinólogos acerca de las interpreta­ciones climáticas de estas oscilaciones. Los análisis isotópicos marinos, geomorfológicos y palionológicos coinciden en subrayar el frío y la inestabilidad (especialmente en cuanto a la humedad) del período solutrense en el norte de España. Estas condiciones contrastan notablemente con las condiciones benignas de la época actual, con temperaturas modera­das, falta casi total de nieve en la costa, y vegetación de climax (teórica) consistente en unos bosques espesos y extensos con una gran variedad de árboles de hoja caduca termófilos, dominados por varias especies de Quercus y por Fagus sylvaticus.

LA EVIDENCIA PALEONTOLOG ICA

La fauna del período solutrense da menos indicios claros de las condiciones ambienta­les, debido a la flexibilidad ecológica de las grandes especies de ungulados cazados por el hombre prehistórico. El reno —nunca abundante en el norte de España— ha sido identificado hasta la fecha en conjuntos solutrenses de Aitzbitarte, Ermittia, Sant imañe, Castillo y Altamira únicamente (y en cantidades ínfimas). También existe en los proble-

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máticos niveles F de Urtiaga y Illa de Lezetxiki (Altuna 1972). (Parece ser más frecuente en el Magdaleniense superior, con hallazgos en al menos 11 yacimientos de la región vasco-cantábrica, que en aquella época ha debido de servir como territorio auxiliar para las poblaciones super-abundantes de renos en el sur-oeste de Francia. Parece ser, según los pocos espectros polínicos existentes, que, como promedio, había condiciones aún más esteparias durante el Magdaleniense superior que durante el Solutrense). Aunque nunca tuvo importancia como animal de caza en la región cantábrica —en contraste con su papel en el sur de Francia— existen representaciones artísticas paleolíticas muy buenas del reno en las cuevas de Altxerri (Guipúzcoa), las Monedas (Santander) y Tito Bustillo (Asturias) (Altuna 1972). Altuna (1972:407), basándose en el estudio de las edades que tenían 5 renos en el momento de morir, concluye que 3 fueron cazados en verano, por lo cual la presencia de renos en España no puede interpretarse como fruto de una migración invernal hacia el sur de los renos de Francia. El reno es un mamífero adaptado a condiciones frías y a pastos invernales de mala calidad (puede subsistir a base de liqúenes, por ejemplo). No hay duda de que Rangifer habría podido existir en la franja costera española si no hubiese sido por la competencia masiva de otro cérvido de tamaño semejante y de régimen alimenticio igualmente universal: el ciervo (Cervus elaphus).

Otro mamífero que hoy se encuentra solamente en las zonas más nórdicas de Europa (y Siberia), pero que ha sido hallado en depósitos cantábricos solutrenses, es el roedor Micro-tus oeconomus. Hasta la fecha se han identificado restos de esta especie de taiga, estepa e incluso de tundra en los niveles solutrenses de Aitzbitarte, Ermittia (Guipúzcoa), Coberizas (Posada de Llanes, Asturias) y en la vecina cueva de la Riera (nivel 7) (Altuna 1972:234-5; Straus et al. 1980, 1981, 1983) Aunque M.oeconomus vive bajo condiciones climáticas frías, su habitat consiste en lugares húmedos o pantanosos dentro de este ambiente nórdico (Altuna 1972:235).

El caballo (Equus caballus) está presente en todos los conjuntos faunísticos solutren­ses cantábricos con las únicas excepciones de los cuatro niveles en el medio de la secuencia solutrense de la Riera (que corresponden a un interestadio) (Altuna 1972; Freeman 1973; Straus 1977; Straus et al. 1980, 1981, 1983). Aunque nunca muy abundante en cuanto a número mínimo de individuos, la presencia ubicua del caballo primitivo en los yacimientos de la época solutrense (y magdaleniense) podría ser otra evidencia más de la existencia de una vegetación abierta de pradera, estepa, landa o parque. Es un dato seguramente significativo el que el caballo desaparezca casi por completo de los conjuntos faunísticos vasco-cantábricos en el Mesolítico durante el Holoceno, con una vegetación de bosque (véase Altuna 1972, 1980:49). Sólo hay algunos restos de caballo en los concheros asturienses (Clark 1976).

El gran bovino es menos ubicuo que el caballo entre los conjuntos solutrenses. Se trata en el W ü r m casi siempre del bisonte (Bison priscus) —y no del uro (Bos primigenius)— cuando se ha podido hacer una identificación positiva entre las dos formas de gran bovino (Altuna 1972:367-8; Straus 1975a). Sin embargo el gran bovino (bisonte) es bastante frecuente, aunque representado normalmente en cada nivel por pocos números mínimos de individuos, como el caballo. También como el caballo, el bisonte no existe en los conjuntos medios de la secuencia solutrense de la Riera. Sólo hay bisontes y caballos en los niveles solutrenses inferiores y superiores, debido quizá a las condiciones interestadiales, con un ligero aumento del bosque (?). La cabra montes (Capra ibex pyrenaica)y el sarrio (Rupicapra rupicapra), que están muy bien representados en algunos conjuntos solutrenses —especial­mente en zonas escarpadas— no tienen significado ambiental en el contexto vasco-cantá­brico donde abundan sus hábitats preferidos (cuestas rocosas).

Queda por examinar la cuestión del ciervo (Cervus elaphus). Sin duda alguna, este gran cérvido ha sido el animal de caza más importante del solutrense (y magdaleniense), como

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veremos más adelante. Aquí se trata de averiguar su posible significado ambiental. El ciervo domina numéricamente en todas las colecciones faunísticas solutrenses, salvo en algunas que aluden a la caza especializada de la cabra montes. A menudo se ha interpretado la presencia masiva del ciervo como indicio de unas condiciones climáticas relativamente suaves con una importante extensión del bosque en la región cantábrica (véase, p.ej., González Echegaray 1972/3; Freeman 1973, etc.). Podría ser así en Aquitania, donde Cervus parece tener un significado "interestadial" vis á vis de la fauna especializada dominante en los estadios: reno, saiga y caballo. Pero una consideración de los datos polí­nicos cantábricos y del comportamiento del ciervo actual indica que esta interpretación no es válida para el norte de España.

Cervus elaphus (- C. canadensis) es, en realidad, una especie holártica, cuya distribu­ción geográfica se extendía por toda Norteamérica al norte de México y por una gran parte de Eurasia. Encontraba hábitats adecuados para su sobrevivencia y reproducción en una muy gran variedad de ambientes climáticos y vegetativos. Estos hábitats incluían zonas totalmente abiertas como las llanuras norteamericanas y los páramos o brezales de Esco­cia. Por ejemplo, el estudio clásico de los ciervos europeos por Darling (1963) alude a manadas que viven en las Montañas de Escocia en territorios casi totalmente desprovistos de bosques. De hecho, muchas de las poblaciones existentes de Cervus sobreviven hoy día en bosques muchas veces en zonas montañosas (como en las Montañas Rocosas de los E.E.U.U.) debido a la expansión de la población agrícola humana y al exterminio del ciervo en las llanuras del Hemisferio Norte. En efecto, muchos estudios detallados del comporta­miento de Cervus llevados a cabo especialmente en los E.E.U.U., en Escocia y en Polonia demuestran que es una especie que prefiere pacer (comer hierbas, flores, etc.), aunque puede perfectamente ramonear (comer hojas, corteza, ramitas, ongos, agujas de coniferas, etc.), especialmente en invierno cuando hay nieve, o antes de brotar las hierbas y demás plantas de la pradera. Entre los cérvidos, Cervus es quizá el más flexible en cuanto a su habitat y alimentación, mucho más, por ejemplo, que el corzo (Capreolus capreo/us), que es un verdadero animal forestal. Como el ciervo se desarrollaba en las llanuras norteameri­canas junto al bisonte hasta finales del siglo XIX así ha debido de prosperar en los ambientes abiertos cantábricos del W ü r m . Su abundancia en el Solutrense no es una indicación de una vegetación de bosque, sino del hecho de que Cervus sobrevive muy bien en pastos de hierbas, compuestas o brezales. Unicamente tiene una tendencia a buscar refugio en los bosques en invierno cuando hay tempestades o nieve dura y espesa que tapa la hierba. Es muy probable que las manadas de ciervos del Pleniglaciar superior se refugiaran durante las tempestades invernales en los reducidos bosquecillos de pinos y árboles de hoja caduca que sobrevivían en los lugares protegidos de la región cantábrica. La posible concentración de muchos ciervos (especialmente ciervas con sus cervatillos) en sitios muy limitados (p.ej. valles estrechos o colinas que abrigaban estos bosques) habría ofrecido una ventaja a los cazadores solutrenses (y magdalenienses). Habrían podido rodear manadas enteras con el empleo de la táctica de la batida (véase Straus [1981a] para una exposición sobre los hábitats del ciervo, con referencias).

La combinación de ciervo, bisonte y caballo en la fauna glaciar característica del Solutrense (con la presencia minoritaria y esporádica del reno) es lógica, dada la vegetación abierta y las necesidades ecológicas de estas especies. La importancia relativa del ciervo en la región cantábrica vis á vis del reno, sería debida a una mejor adaptación ecológica que le daría ventaja en competencia con el segundo. En cambio, el reno está (y estaba) mejor adaptado a unas condiciones climáticas aún más frías, que le daban aparentemente ventaja sobre el ciervo en Francia durante el Pleniglaciar. Hay que subrayar que los ungulados realmente adaptados a una vida forestal —el corzo y el jabalí— aunque presentes a veces, son muy escasos en el Solutrense cantábrico, lo cual es otra señal de que el habitat del

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ciervo no era el bosque auténtico, si no los pastos abiertos con algún bosquecillo, especialmente durante los episodios interestadiales. Finalmente, otro indicio de que Cervus prosperó bajo las condiciones ambientales del Pleniglaciar superior cantábrico, es el hecho de que entonces los individuos adultos alcanzaron unos tamaños normales de cuerpo mucho mayores de lo que consiguieron en el Holoceno (Altuna 1972:328-30, 407).

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Capítulo 4

LOS YACIMIENTOS Y CONFIGURACIONES DE ASENTAMIENTOS SOLUTRENSES: UN RESUMEN DESCRIPTIVO

La mayoría de los yacimientos solutrenses conocidos en la región vasco-cantábrica están localizados en configuraciones más o menos lineares a lo largo de los principales ríos que descienden desde la Cordillera hasta el mar. Hay, de hecho, una serie de grupos geográficos de yacimientos asociados cada uno con la cuenca de un río (o con un tramo relativamente ancho de llanura costera). Existen, además, algunos yacimientos aparente­mente solitarios (p.ej. Cueva Chufín, Aitzbitarte), cuyo aislamiento podría ser debido a la falta de reconocimientos y descubrimientos arqueológicos en sus zonas respectivas (o a la destrucción de otros yacimientos por agentes naturales o humanos). Entre los grupos de yacimientos puede haber distancias más o menos importantes sin huellas de asentamiento solutrense.

La finalidad de este capítulo es la presentación de los yacimientos solutrenses conocidos, por grupos geográficos, del oeste al este. Describimos brevemente las caracterís­ticas físicas y el emplazamiento topográfico de cada yacimiento. También damos algunos detalles sobre su exploración, la naturaleza de su estratigrafía solutrense, el estado y su composición de sus colecciones, y su significado. Remitimos al lector a los cuadros que resumen todas las industrias líticas y conjuntos faunísticos que he podido estudiar (véase los capítulos correspondientes de esta obra). (Para descripciones mucho más detalladas de cada yacimiento, véase Straus 1975a.) En el cuadro 4.1 damos una visión global de los datos más sobresalientes sobre la situación topográfica de cada yacimiento. Las longitudes que damos son relativos al Meridiano de Madrid.

LA C U E N C A DEL RIO N A L O N (FIGURA 4.1)

Peña de Candamo (2°23'4" Oeste * 43°27'13" Norte} San Román de Candamo, Asturias

El yacimiento solutrense más occidental de la región cantábrica (pero no de la Península Ibérica, puesto que hay yacimientos solutrenses en el sur de Portugal [Roche 1972]) es la covacha de la Peña de Candamo por encima de la orilla derecha del Río Nalón en el centro de Asturias, donde termina, efectivamente, la litología de caliza kárstica. La cueva de la Peña, con arte rupestre, fué descubierta en 1914 por E. Hernández-Pacheco, que publicó el arte y los resultados de su excavación en la "covacha" en 1919. Tomaron parte también en las investigaciones de la Peña de Candamo, el Conde de la Vega del Sella, Hugo Obermaier y Paul Wernert. La Peña de Candamo, con una altura máxima de 266 m., domina el amplio valle inferior del Nalón, unos 15 km. aguas arriba de su desembocadura,

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C U A D R O 4.1.

A L G U N A S CARACTERISTICAS DE LOS EMPLAZAM IENTOS DE LOS YACIMIENTOS

DISTANCIA A LA

COSTA ACTUAL

YACIMIENTOS C U E N C A á £

(ASTURIAS) Candamo Nalón 12 15 19 200 185 300 15 596 10 O S O Las Caldas Nalón 27 39 34 160 5 284 120 596 80 S Oscura Espasa 2 2 14 50 3 125 5 265 0 N Cova Rosa Acebo (Sella) 4 4 11 55 25 423 26 556 0 S SE El Cierro Acebo (Sella) 2 2 9 57 0 142 40 542 0 S SE El Buxu Güeña Sella 12 25 19 350 25 578 100 578 35 O S O Coberizas Cabras 2 2 10 60 0 197 10 724 0 NO Cueto Mina Calabres 2 2 10 35 15 74 20 724 0 S La Riera Calabres 2 2 10 30 5 74 20 724 0 0 Tres Calabres Calabres 2 2 10 30 10 74 20 724 0 S O Balmori (Calabres) 1 1 9 20 0 65 0 724 0 SE Sel Deva 11 18 16 600 0 1081 600 1241 20 ?

(SANTANDER) Chuf ín Nansa 12 16 17 140 20 365 80 920 30 NNO Altamira (Saja) 4 4 10 150 90 167 60 292 0 NNE Caranceja Saja 7 8 13 75 5 187 65 794 35 NNE Hornos Peña Tejas Besaya 18 23 24 280 60 520 160 820 80 S El Pendo (Pas) 8 8 14 80 5 203 70 278 0 S Cobalejos Pas 7 7 13 80 7 180 10 278 0 S La Pasiega Pas 17 20 24 180 80 355 60 820 35 S El Castillo Pas 17 20 24 190 100 355 60 820 35 E Camargo Bahía de Santander 7 7 13 30 10 100 15 300 0 S Mor ín Bahía de Santander 12 12 19 65 15 220 20 459 0 NNO Fuente Francés Miera 9 9 20 25 4 180 10 340 0 S O La Bona Miera 21 25 32 200 20 712 170 1036 120 0 El Rascaño Miera 21 25 32 240 40 712 170 1036 120 S O El Salitre Miera 23 30 34 500 180 814 300 1408 180 0 La Haza Asón 20 23 32 280 75 723 75 957 55 S S O El M i rón Ason 20 23 32 300 95 723 75 957 55 -ONO

(VIZCAYA) Atxeta Ría de Guernica 8 8 15 20 1 265 0 447 0 N San t imamiñe Ría de Guernica 5 5 12 150 70 447 25 558 0 S Bolinkoba Elorrio-lbaizabal 28 35 37 350 65 941 200 1296 100 ESE Atxuri Manar ía Ibaizabal 28 33 37 ? ? 529 160 1068 100 S S O

(GUIPUZCOA) Ermittia Deva 2 3 13 125 125 431 0 610 0 O N O Aitzbitarte Landarbaso-Urumea 8 15 15 220 20 457 100 551 20 O S O

E

8 ALTITUD ALTITUDES

5 ui CIRCUNDANTES UJ " ce - I z 2 < <, z

-•5 5 g DENTRO DENTRO o D O S¡ 5"1 DE 1 km DE 5 km O

Q < (/) C/)CJ ¿ C D ^ < ^ Cü O

en el sector de su cuenca entre las confluencias de los Ríos Narcea y Nora con el Nalón. La entrada en la cueva (y la covacha) se halla cerca de la cima de este despeñadero, a unos 200 m. Es un lugar extremamente estratégico para observar las migraciones de animales de caza a lo largo del valle. Hay una vista desde la covacha hacía el norte, sur y oeste. Existen varios valles tributarios estrechos cerca de la cueva que habrían podido servir como trampas naturales en la caza de animales gregarios. Las cuestas escarpadas de la Peña habrían podido preveer hábitats buenos para los cápridos.

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Figura 4.1. Centro de Asturias

Número Yacimiento 1. Peña de Candamo 2. Cueva Oscura 3. Las Caldas 4. La Viña

Parece ser que la covacha fué la (o una) entrada primitiva de la cueva con sus "santuarios" de arte rupestre, aunque ahora el paso está cerrado por un desprendimiento. Poseyendo una buena vista, la covacha, que solo tiene (actualmente al menos) una pequeña superficie abrigada y una terraza muy estrecha que da sobre el acantilado, está muy expuesta a los vientos del Atlántico. No ha debido de ser un lugar de larga ocupación, y no hay evidencia de restos de ocupación dentro de la cueva en sí. Las pobres colecciones industriales y faunísticas halladas y descritas por Hernández-Pacheco (1919) no indican, desde luego, más que unas ocupaciones cortas y quizá especializadas. La parte intacta del estrato solutrense tenía unos 70-80 cm. de espesor, según Hernández-Pacheco (1919).

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El aspecto arcaico de la colección lítica podría originarse en el hecho de que dos tercios de las 34 piezas retocadas son la cuarcita, que es la materia prima más corriente en el centro de Asturias. Falta de la colección del Museo de Ciencias Naturales (MNCN) en Madrid la mejor punta solutrense: una pequeña hoja de laurel romboidal de cuarcita, de la base del nivel solutrense. A pesar de que Hernández-Pacheco (1919:173) dice que no había encontrado hojitas de dorso, hay una en la colección con una etiqueta indicando como procedencia la parte superior del nivel solutrense. Hay que señalar la presencia de una cantidad relativamente importante de núcleos en esta colección lítica. Por supuesto, la colección es tan pequeña que la falta de puntas de muesca o de base cóncava no quiere decir que se trata de una fase temprana del Solutrense, como pensaba Hernández-Pacheco (1919:173). Tampoco tienen una base empírica las clasificaciones de "Protosolutrense" por Jordá (1953:55, 1955:169; 1965:23) y Corchón (1971 a:170), de "Solutrense f inal" por Jordá (1957:62), de "Solutrense inicial cantábrico" (= Solutrense medio francés) por Jordá (1960:8-9) o de "Solutrense medio" también por Jordá (1963:9, 1964:54, 1968:14, 1977:93). En sus propias excavaciones de sondeo en la covacha de la Peña de Candamo en 1955, Jordá (1956:23, 1964:54, 57, 72, 1968:4, 14) solo encontró una industria banal, sin puntas solutrenses y aparentemente mezclada (hay un fragmento de cerámica en una caja de su nivel de base, 2, en el Museo de Oviedo).

Las Caldas (2°13'33" Oeste * 43°20'2" Norte)

San Juan de Prior ¡o, Asturias

El segundo yacimiento solutrense de la cuenca del Nalón es Las Caldas. Esta pequeña cueva se halla en la cabeza escarpada de un pequeño valle estrecho o cañón que comunica con el valle amplio del Nalón, unos 3 km. aguas abajo del desfiladero del Nalón en Puerto, y unos 25 km. aguas arriba de la Peña de Candamo. El valle de Las Caldas sería ideal para la matanza de manadas de ciervos, bisontes o caballos, arreadas desde la llanura del Nalón. Además, la cueva, que está orientada hacía el Mediodía, está muy protegida de los vientos, hallándose al fondo del valle.

Después de una serie de excavaciones clandestinas. Las Caldas fué excavada en 1968 por A. Alvarez, ayudante del Profesor Jordá en el Museo de Oviedo. Se trata de la colección solutrense, conservada en dicho museo, que tuve ocasión de estudiar. Este conjunto está subdividido entre cuatro capas probablemente arbitrarias (de unos 10cm. cada una). Cada capa tiene puntas de base cóncava. En 1971 y 1973 nuevas excavaciones fueron llevadas a cabo bajo la dirección de M. S. Corchón. Hasta la fecha los resultados de esta investigación quedan inéditos y no he podido ver las colecciones.

La estratigrafía de Las Caldas está descrita de manera somera por Jordá en su reciente libro de divulgación sobre la prehistoria de Asturias (1977:92-6). En las dos trincheras excavadas por Corchón, la sencuencia solutrense empieza con "un suelo de ocupación" donde fueron halladas unas puntas bifaciales asimétricas. El segundo "sue lo" tenía unas "puntas-hojas de laurel de gran tamaño" ; el tercero, "puntas asimétricas y hojas de laurel dtí tipo pequeño"; y el cuarto, "puntas asimétr icas" (Jordá 1977:92-93). Luego viene otro grupo de siete suelos de ocupación solutrenses. Según Jordá (1977:95), hay puntas de muesca y de base convexa en los tres primeros de estos suelos. Aparecen puntas de base cóncava a partir del cuarto suelo de este grupo superior, y más puntas de muesca en los tres suelos más recientes de la secuencia. Jordá (1977) concluye que se trataría de un Solutrense medio (como el supuesto Solutrense Medio de Montaut. Landas, yacimiento clásico de las puntas asimétricas) seguido por un Solutrense superior. Jordá emplea la

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clasificación de Smith (1966) de Montaut como "Solutrense medio" para apoyar su hipótesis. Sin embargo, el propio Smith (1966:327) no parece ser tan seguro: para él, Montaut podría clasificarse como "Solutrense medio pirenaico" según su reconstrucción de la problemática estratigrafía de la vecina Grotte du Pape en Brassempouy. Pero en este yacimiento las puntas asimétricas del tipo de Montaut se encuentran en un estrato encima de las puntas de base cóncava (I) (Smith 1966:322). De hecho, en la colección del Padre Carballo de Cueva Morín hay algunas puntas asimétricas de este tipo (una muy típica). Provenían seguramente del mismo y único nivel solutrense delgado de esta cueva, que, en otra zona vecina, dio a González Echegaray varias puntas de muesca.

No sabemos que tamaños tienen las colecciones de Corchón pero, puesto que excavó en unas zonas bastante limitadas, no puede descartarse la posibilidad de que las puntas de muesca y de base cóncava falten en estas colecciones por razones de localizaciones o por diferencias funcionales entre las ocupaciones tempranas y tardías de la cueva. No hay fechas del radiocarbono para Las Caldas. La colección conjunta de Alvarez está alta­mente dominada por la cuarcita (especialmente entre las puntas: 9 8 % cuarcita contra 7 2 % para los restantes utensilios). Solo hay 177 piezas retocadas: 17,5% puntas, 22 ,7% raspado­res, 10% buriles, 2 2 % denticulados y escotaduras, y 4% piezas rebajadas. Hay muchos núcleos, pero casi ninguna verdadera industria ósea entre los hallazgos de Alvarez en Oviedo. La colección faunística consiste en un mínimo de 6 ciervos (2 jóvenes) y pequeños números de caballos y cabras. Se trata seguramente de una colección seleccionada.

Es evidente, por la frecuencia de sus ocupaciones y la abundancia de sus materiales de varias clases, que Las Caldas era un yacimiento solutrense importante, cuya publica­ción se espera con gran interés. Hay que señalar la presencia de un llamado Magdaleniense medio sobre la secuencia solutrense en esta cueva.

Algunos meses después de terminar de escribir este libro, me enteró que la monografía de las excavaciones de Las Caldas había sido por fin publicada (Corchón 1981). Decidí, pues, añadir las siguientes observaciones sobre este yacimiento. La autora pretende (como es su costumbre) subdividir la secuencia solutrense en varías fases evolutivas: dos subfa-ses del supuesto Solutrense medio (hallado en los niveles inferiores de 17 a 11), el llamado Solutrense superior (niveles 10 a 7) y el llamado Solutrense superior-terminal (niveles 6 a 3). Estos estratos solutrenses fueron excavados en un sondeo (la Cata I) de 1,5 por 1,5 m. y en la limpieza del corte estratigráfico de un pozo ("la Topera"), limpiado anteriormente por A. Alvarez. En total, los conjuntos solutrenses de las excavaciones de Corchón en Las Caldas provienen de una superficie de solo unos 3 metros cuadrados.

Puesto que los conjuntos líticos de los diferentes tramos solutrenses son muy similares (Corchón 1981:223 y Figura 18), la diferencia esencial que ve Corchón entre el Solutren­se "medio" y el "superior" se reduce al inventario de puntas foliáceas. Entre los 336 útiles líticos de la media docena de niveles atribuidos al Solutrense "medio" de ambos agujeros, hay 10 puntas de cara plana y 31 hojas de laurel más o menos clásicas (aunque algunos de los fragmentos —p.ej. el figurado en su Lam. 4, n e 1 — podrían ser de puntas de base cóncava). Estos tipos continúan en los 8 niveles del llamado Solutrense superior y terminal donde también se encuentran un total de sólo 6 puntas de muesca (igualmente escasas en la colección de Alvarez) sobre un total de 700 piezas retocadas. Entre estos 8 niveles atri­buidos al Solutrense "superior" y "terminal", sólo 3 contienen puntas de muesca, lo cual también indica su rareza en este yacimiento (o, al menos, en las zonas excavadas). También hay un total de 14 puntas de base cóncava seguras y otros 4 fragmentos posibles. La mayoría de los supuestos tipos "fósiles directores" del Solutrense "superior", se hallan en realidad en los niveles medios de la secuencia estratigráfica de Las Caldas. Como es el caso con algunos niveles de edad solutrense en La Riera, existen conjuntos en Las Caldas que

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tienen muy pocas o ninguna punta solutrense. La presunción implícita de Corchón de que alguna pieza supuesta temporalmente diagnóstica pudiera ser hallada en cada lugar de una ocupación, es claramente una esperanza falsa, especialmente cuando se trata de unos sondeos y unos conjuntos muy restringidos.

Además de emplear el criterio de la tipología de las puntas —tomado prestado del yacimiento de Laugerie-Haute— Corchón intenta aplicar unos criterios sujectivos sobre el grado de refinamiento o de "a rca í smo" de los útiles para apoyar su esquema de subdivi­siones evolutivas del Solutrense (véase p. ej. Corchón 1981:114, 128). Tiene un modelo explicativo puramente unilineal, basado en un concepto a priori del "progreso" vitalístico (véase p. ej. Corchón 1981: 118, 129. He tratado sobre la falsedad de interpretar la presen­cia de utensilios como raederas, denticulados, bifaces, etc. en conjuntos del Paleolítico superior como "a rca í smos" en varios artículos [véase Straus 1978b y 1980].) Cuando una industria no encaja bien en su modelo "progresista" (como en los casos de los niveles 5 y 3), Corchón (1981:160, 173) la caracteriza como "muy atípica" o "poco característica".

Curiosamente, sin embargo, Corchón (1981:160) reconoce la posibilidad de localizacio­nes para explicar diferencias en el índice de raspadores entre la Cata I y el Corte de la "Topera". (¿Por qué no en el caso de las puntas?). También se especula sobre cambios en el "tipo de habitación" de la cueva a través del tiempo (Corchón 1981:220-3). Repito que en vez de construir un complicado esquema de fases cronológicas (como si toda la variabili­dad entre conjuntos líticos fuese debida sencillamente al paso del tiempo), sería más económico y razonable explicar la diversidad entre los conjuntos por diferencias funcionales entre sucesivas ocupaciones de la cueva o por los efectos del muestreo sumamente limi­tado. Naturalmente, habría que comprobar estas hipótesis con otros datos independientes. Es prematuro —especialmente en la ausencia de fechas del C 1 4 — construir una cronología generalizada de la tecnología solutrense basándose en la secuencia hallada en los sondeos de Las Caldas. Lo mismo se puede decir de la larga secuencia (con fechas del 14-C y excavada sobre una superficie mayor) de la Riera. Estas dos cuevas representan, aparente­mente, dos secuencias de ocupaciones de edad solutrense pero con funciones algo diferen­tes. Su comparación detallada en el futuro sería de gran interés para el estudio del compor­tamiento humano y de los ambientes físicos del W ü r m tardío en Asturias.

Cueva Oscura (2°5'22" Oeste x 43°34'20" Norte)

Per lora, Asturias

El tercer yacimiento solutrense en la zona central de Asturias, Cueva Oscura, cerca de la costa nordeste del Cabo de Peñas, no está en la cuenca del Nalón en sí, sino en el valle del Arroyo de Espasa, a unos 2 km. aguas arriba de su desembocadura en el mar (la Ría de Perán), no lejos de Gijón. Actualmente destruida por una cantera, la Cueva Oscura fué exca­vada por Fernández y Mallo (1965) y luego por Alvarez (Jordá 1969a:289). El nivel solutrense yacía por debajo de un estrato aziliense (con un arpón aplanado), y otro magdaleniense.

He estudiado ambas colecciones —la primera en Aviles (20 piezas retocadas del nivel 6 de Mallo y Fernández) y la segunda en Oviedo (147 piezas retocadas de las capas arbitra­rias 4-8 de Alvarez). El estrato solutrense, excavado en un área de sólo unos 2-3 m 2., tenía un espesor de unos 10-20 cm. (?). Hay 11 puntas solutrenses (6,6%), entre las cuales hay de muesca, de base cóncava y se sauce. Los restantes utensilios de la colección combi­nada incluyen 2 2 % de raspadores, 16% de buriles, 18% de denticulados y 7% de raederas, etc. Hay bastantes núcleos y una pequeña industria ósea con tres azagayas de sección re-

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donda o medio-redonda y algunas piezas más. Con la excepción de la diferencia (funcional o de muestreo?) en cuanto a la frecuencia de puntas, hay semejanzas estrechas entre este conjunto y el de Alvarez de Las Caldas. Ambas colecciones están caracterizadas por la presencia de grandes hojas de una cuarcita amarillo-parda y de un sílex amarillo impresio­nante. Fernández y Mallo (1965:70) dan la fauna hallada en su excavación de manera global, sin especificar los niveles. No pude identificar los restos, por haber sido, por lo visto, tirados. La colección de Alvarez tiene un mínimo de 7 ciervos (1 joven) y algunos pocos caballos y bovinos.

La Cueva Oscura se encontraba en una zona bastante accidentada, con cuestas bajas y pequeños valles que dan acceso al interior. Estaba protegida de los vientos del mar por su situación baja en una colina, aunque daba hacia el norte. Oscura está separada de la zona de Oviedo por una cadena de colinas suaves entre la cuenca del Río Abono y la del Río Mora. Por las rutas más fáciles, está a unos 28 km. de la Peña de Candamo y 33 km. de Las Caldas. En el Pleniglaciar, la zona del Cabo de Peñas ha debido de consistir en unos pastos bastan­te abiertos, quizá con pequeños bosquecillos de pinos en los huecos kársticos protegidos y provistos de agua de fuentes o riachuelos. Es posible que queden aún algunos sedimen­tos intactos en la trinchera de la cantera que fue Cueva Oscura. Al menos cuando visité el yacimiento en febrero de 1974 con el Sr. Alvarez, parecía que los trabajos de la cantera no habían removido por completo los sedimentos profundos del suelo de la ex-cueva.

Recientemente se han descubierto materiales solutrenses en el abrigo de la Viña, no lejos de la ciudad de Oviedo (Cuenca del Río Nalón). Estos hallazgos acentúan la importancia del grupo de yacimientos en la zona central de Asturias (J. Fortea 1981, Zephyrus 32/33:3-16).

LA C U E N C A DEL RIO SELLA (FIGURA 4.2)

Quizá por falta relativa de prospecciones arqueológicas, al presente no se conocen yacimientos solutrenses en la amplia zona entre Oviedo y el valle del Sella. Sin embargo, Vega del Sella halló un yacimiento magdaleniense y dos yacimientos con industria paleolítica superior sin especificar cerca de Infiesto en la cuenca del Río Pilona, el princi­pal afluente occidental del Sella (Hernández-Pacheco 1919).

La cuenca del Sella —como el resto de la región oriental de Asturias— es una zona mucho más montañosa que la zona central de esta provincia. Al oeste de la desembocadu­ra del Sella y justo al lado del mar, está la áspera Sierra de Sueve, con una altura máxima de 1159 m. sobre el actual nivel del mar. Hacia el este, entre el Sella y el corto Río de las Cabras (= Bedón), la Sierra de Santianes, con una altura máxima de 891 m., se prolonga paralela a la costa. Entre el Río de las Cabras (que nace en Onís, formando así un puerto de montaña importante con el Río Güeña que también nace allí pero que corre hacia el oeste en dirección al Sella y el Río Deva, está la impresionante barrera de la Sierra de Cuera y otros macizos asociados como la Peña Llabres. La cima más alta de la Sierra de Cuera, Turbina, tiene una altura de 1315 m., pero dista solo 7 km. de la costa actual en Llanes. Así, la kárstica llanura costera, con varias plataformas de erosión (las " rasas" y las "sierras planas"), es muy estrecha, pero provee una importante vía de comunicación lateral. (Durante el Pleniglaciar, esta llanura costera habría sido más ancha en unos 6-10 km., su­poniendo una regresión marina de unos 100 m). Detrás de la Sierra de Santianes-Cuera, hay un valle importante, aunque generalmente bastante angosto. En este valle corren los Ríos Güeña hacia el Sella y Casoña-Cares, afluentes del Deva, hacia el este. Este valle está, por supuesto, dominado por los Picos de Europa, cuyas cimas superiores a los 2600 m. distan sólo unos 25 km. del mar. Grandes zonas de estos macizos fueron cubiertas por

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Figura 4.2. Este de Asturias y Oeste de Cantabria

Número Yacimiento 1. Cova Rosa 2. El Cierro 3. El Buxu 4. Coberizas 5. Cueto de la Mina 6. La Riera 7. Tres Calabres 8. Balmori 9. Cueva del Sel

10. Cueva Chufín

glaciares durante el Pleniglaciar. La región oriental de Asturias —especialmente su franja costera— es una de las más ricas en yacimientos paleolíticos y mesolíticos del norte de España (o de la Europa occidental). Tiene 9 yacimientos solutrenses conocidos, entre los cuales los más occidentales son Cova Rosa y El Cierro, que se hallan en una zona acciden­tada justo al este del Sella en el concejo de Ribadesella. Están en la cuenca de su pequeño afluente, el Río San Miguel, que entra a la Ría del Sella por vía subterránea (el sistema kárstico de Tito Bustillo).

Cova Rosa (1°26'35" Oeste * 43°26'42" Norte}

Sardedo, Asturias

El yacimiento de Cova Rosa es un abrigo inmenso pero muy protegido que domina un valle ciego (una gran dolina), mirando hacia el Mediodía. Está situado por encima de una cueva que sirve de drenaje a este valle cerrado. Dista 2,5 km. del Cierro, el yacimiento so-

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lutrense más próximo. Tiene a su alrededor una gran variedad de hábitats: las cuestas rocosas de Sueve y del Monte Pagadín (= El Campón, 423 m.) en el cual está situado, la llanura costera del Sella, y los valles estrechos del San Miguel. La fauna de las viejas exca­vaciones es una mezcla de los típicos animales de caza de la época: ciervos, caballos, bovinos y cápridos (Capra y Rupicapra). Dominan numéricamente los ciervos. También hay Patellas y Littorinas recogidas en la zona costera al norte de Ribadesella. Hay una vista panorámica de la llanura costera hacia el este desde la cima de la dolina (225 m.) y desde las laderas del Monte Campón, lo cual da a Cova Rosa las ventajas estratégicas además de las de protección e insolación.

Las colecciones que estudié son las que provenían de la excavación dirigida por Jordá en 1958 (aún inédita salvo por algunas referencias sueltas de Jordá [1960:9, 1963:8, 1964:51, 1969a:289].) En los años 70, Jordá ha vuelto a hacer excavaciones más extensas en este yacimiento importante y ha localizado una secuencia de pisos de ocupación solu­trenses, todos con puntas de muesca (Jordá 1977:95). En las antiguas colecciones hallé puntas de muesca y de base cóncava en todas las tres capas (6-8) en las que Jordá había entonces subdividido el estrato solutrense (espesor total =unos 70 cm.), probablemente de manera arbitraria. Sin embargo, en las nuevas excavaciones, faltan las puntas de base cóncava del suelo más antiguo de los cuatro ahora definidos por Jordá (1977:95). La vieja colección incluye unas 217 piezas retocadas: 17,5% puntas, 17% buriles, 16% raspado­res, 15% denticulados y escotaduras, además de los "normalmente" pocos perforadores y algunas piezas rebajadas. Los núcleos y restos de talla son bastante numerosos. La indus­tria ósea conservada en Oviedo es muy pobre, pero hay una placa de arenisca grabada de la capa 8 y una varilla de asta (?) grabada con un diseño "vegetal". Esta última pieza viene de la capa 6 (solutrense), pero ha sido clasificado inexplicablemente como magdaleniense inferior o medio (véase I. Barandiarán 1972:117; Jordá 1969b:9; Corchón 1971b:34).

El Cierro (1°25'7" Oeste * 43°27'30" Norte)

El Carmen, Asturias

Aunque el Cierro está muy cerca de Cova Rosa, se encuentra en una situación topo­gráfica muy baja sin las vistas panorámicas que tiene el abrigo de Cova Rosa en su vecindad. El Cierro es una cueva con dos bocas al fondo de una dolina, a unos 1,75 km. de la costa actual, que se puede ver desde la cuesta cerca de la cueva donde se encuentra el pueblo del Carmen. El Cierro está al lado de la Cueva de les Pedroses, que tiene arte rupes­tre. Además de sus dos bocas que dan al este y al sur-sudeste. El Cierro tiene el techo derrumbado en la zona que fue excavada por Jordá en 1958-59. Estas excavaciones están inéditas, salvo unas breves referencias (Jordá 1960:6, 1963:8, 12,13). Se ha vuelto a ex­cavar recientemente en el Cierro, pero todavía no hay publicaciones sobre los nuevos descubrimientos del equipo de Jordá en esta cueva.

En las antiguas colecciones del Cierro en Oviedo, hallé tres puntas solutrenses (Fig. b.19.5 y 18) del Nivel IV, que descansaba por encima de un nivel "aur iñac iense" y por debajo de otro "magdaleniense inferior". Esta colección de unas 337 piezas retocadas está altamente dominada por los raspadores (34,1 %), especialmente de los tipos "altos" (12,6%). Los denticulados + escotaduras (25,2%) y las raederas (13,7%) son también extremamen­te frecuentes. La colección faunística es también muy especializada: hay restos de al menos 21 ciervos (3 de los cuales al menos son jóvenes), además de un jabalí, una cabra montes, y algunos caballos y bovinos. En todas estas características, el Solutrense del Cierro se parece al "Magdaleniense III" del Juyo en Santander. Por cierto, el conjunto lítico del nivel

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"magdaleniense inferior" del Cierro se distingue de el de nivel solutrense sólo por su falta de puntas (véase Straus 1975c). Como veremos más adelante, debe de haber alguna relación entre grandes cantidades de ciervos y los raspadores, denticulados, escotaduras y raederas. ¿ S e trataría de la elaboración de las pieles?.

Es posible que los moradores del Cierro organizaran matanzas masivas de ciervos en los alrededores de la cueva en bosquecillos localizados en las dolinas y otros pequeños valles cerrados de esta zona costera, quizá en invierno. Los cazadores habrían podido em­plear el método de la batida a manadas de hembras y crias que se refugiaban en estos sitios de difícil salida. Así se han podido emplear las dolinas con bordes escarpados como corrales naturales. Será interesante ver si las nuevas excavaciones confirman la naturaleza tan especializada de las colecciones líticas y faunísticas del nivel solutrense (y del nivel mag­daleniense) del Cierro.

La clasificación por Jordá (1958:53—4) del nivel de base de la vecina cueva de la Lloseta como posiblemente solutrense carece de fundamento en la realidad, puesto que no se han encontrado piezas típicas de esta industria en tal nivel. Tampoco existe evidencia de una industria solutrense en Les Pedroses, a pesar de una indicación problemática publicada (con dudas) por I.Barandiarán (1972:174).

El Buxu (1°24'29" Oeste * 43°21'51" Norte)

Cardes, Asturias

Tampoco se conocen yacimientos solutrenses en la cuenca alta del Sella, donde se encuentra, sin embargo, el yacimiento magdaleniense a gran altura de Collubil. Pero en la cuenca media del Sella, donde también está localizado el yacimiento aziliense de los Azules, existe la cueva del Buxu con arte rupestre y unos indicios de un yacimiento solutrense. La Cueva del Buxu está localizada en la cabeza de un pequeño valle con pendientes fuertes que entra en la ladera sur de la Sierra de Santianes desde el amplio valle inferior del Río Güeña en el pueblo de Cardes (concejo de Cangas de Onís). La situación del Buxu recuerda bas­tante a la de Las Caldas (y Hornos de la Peña, Aitzbitarte, etc.); es un lugar idóneo para la caza, puesto que el valle ciego habría podido servir como trampa natural una vez que las ma­nadas hubieran sido arreadas desde los pastos llanos del Güeña. Este yacimiento, que está casi a la sombra de los Picos de Europa, tiene fácil comunicación vía el valle superior del Güeña y el valle del Río de las Cabras con los yacimientos solutrenses de la zona costera de Posada de Llanas, y vía el Güeña y el Sella con los El Carmen-Sarcedo cerca de Ribadesella.

Obermaier y Vega del Sella (1918:7), en su publicación del arte rupestre del Buxu, men­cionan sus hallazgos de unas lascas y carbón de madera en el "vest íbulo" de la cueva y sospechan la existencia de un yacimiento arqueológico dentro de la misma. También dicen que había probablemente un yacimiento mayor en la entrada de la cueva que debió ser des­trozado por la erosión. En la primavera de 1970 el Padre E.OIavarri, arqueólogo de la Casa de Santiago de Je rusa lén , hizo tres pequeñas catas en la primera galería del Buxu, cuyos hallazgos quedan inéditos. Pude estudiar sus colecciones líticas en el Seminario Metropoli­tano de Oviedo. En el nivel 2 de la Cata C, hay una punta de muesca solutrense típica (Fig.6.18.12) que permite al menos la atribución del Buxu a esta época. Estaba asociada con un puñado de otros utensilios de tipo paleolítico superior. Desgraciadamente no pude ver la colección de fauna de estos sondeos. Es interesante especular que los tectiformes rectan­gulares en forma de parilla, tan abundantes en el arte del Buxu (como en otras cuevas de la región cantábrica, notablemente Herrerías en Uanes) podrían representar redes, trampas o vallas portátiles empleadas en el encierro de manadas en valles cerrados como el del Buxu

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precisamente. Una vez que los animales habrían sido arreados hacia el fondo escarpado del valle, los prehistóricos puedieron cerrar el paso de retirada con tales redes a fin de asegurar una matanza masiva.

Hay más yacimientos del Paleolítico superior en el valle entre la Sierra de Cuera y los Picos de Europa al este del Buxu (Coimbre, Llonin, etc.), pero hasta el presente no se han hallado piezas solutrenses en estas cuevas aún sin excavar de una manera sistemática.

LA C U E N C A DE LAS C A B R A S (RIO BEDON) Y DEL C A L A B R E S (Figura 4.2)

La cuenca alta del Río de las Cabras, no lejos del puerto entre este río y el Güeña, no tie­ne yacimiento solutrense conocido, aunque hay una cueva con probable yacimiento de ti­po paleolítico superior en el desfiladero de Mere.

La cuenca baja del Cabras/Bedón reúne un conjunto impresionante de yacimientos so­lutrenses en los pueblos de Posada de Llanes y Balmori (Concejo de Llanes). De los cin­co, cuatro (Balmori, Tres Calabres, La Riera y Cueto de la Mina) son cuevas en la ladera sur de la Llera, con una cuesta o plataforma baja (elevación^ 74 m.) que va paralela a la costa. (Estos están técnicamente en la cuenca del vecino y pequeño Río Calabres.). La quinta cueva, Coberizas, mira hacia el mar, pero también está muy protegida por estar localiza­da en una colina en la Cuesta Sabina, un pequeño macizo (elevación máxima = 197 m.)que domina el curso inferior del Bedón. Este grupo de yacimientos en la plataforma costera por debajo de la Peña Llabrés-Sierra de Cuera podría explicarse por la existencia del puer­to de las Cabras que atraviesa el cordal costero, por la existencia de una ría con recursos alimenticios en el cercano litoral pleniglaciar (visible en la curva de nivel submarina -100 m. en el mapa número 937 del Instituto Hidrográfico de la Marina Española), por la exis­tencia de numerosas buenas cuevas en esta zona altamente kárstica, y por la existencia de unos hábitats apropiados para los ciervos, bisontes y caballos (las llanuras y pequeños va­lles de la plataforma) y para los cápridos (los acantilados rocosos de las vecinas sierras). Además todos estos yacimientos están muy abrigados; todos (salvo Cobrerizas) son muiy ensoleados, y tienen agua fresca muy cerca. El cauce del Río de las Cabras contiene cantos y guijarros de cuarcita y de sílex para las necesidades industriales de los prehistóricos.

Coberizas (1°11'35" Oeste x 43°25'30" Norte)

Posada de Llanes, Asturias

La Cueva de Coberizas (o Cueva de la Sabina) es el único de los cinco yacimientos en es­te grupo cuyo estrato solutrense no ha sido descubierto por el Conde de la Vega del Sella. Consiste en un abrigo con dos bocas de cueva: una vacía y la otra con sedimentos y res­tos de un conchero asturiense. En el nivel 4 (7-9 cm.) de su Cata A, G.A. Clark (1971:116-26; 1976:68; Clark y Cartledge 1973: 397-9) halló una punta de base cóncava en cuarcita, bastante parecida a las de la Cueva Oscura y Las Caldas (en forma de "cola de pez"). (Fig. 6.19.6). Con esta pieza había una pequeña industria lítica y un conjunto faunístico estudiado por Altuna (1972:30). Está dominado por el ciervo, pero también hay restos de Sus, Capreolus, Equus, Capra, Rupicapra, Vu/pes, Mustela nivales, roedores y un topo. La presencia del jabalí y del corzo sugiere claramente la existencia de bosquecillos du­rante la época de la ocupación solutrense de Coberizas, quizá en el valle encajado del Bedón. Coberizas, con evidencia de una ocupación solutrense menor (como la del Buxu), dista sólo 2 km. del importantísimo conjunto de ocupaciones solutrenses de las cuevas

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adyacentes de Cueto de la Mina, la Riera y Tres Calabres y 3 km. de Balmori, más hacia el este. Habría podido ser una estación especializada de caza, por ejemplo. Recuerda, por su posición en relación con otro(s) yacimiento(s) mayor(es), a los pequeños yacimientos de la Peña de Caranceja y Atxeta, no lejos de Altamira y Santimamiñe, respectivamente.

Cueto de la Mina (1°10'0" Oeste * 43°25'32" Norte)

Posada de Llanes, Asturias

Cueto de la Mina, localizado en el barrio de Bricia (Posada de LLanes), era uno de los yacimientos solutrenses más importantes de la región cantábrica y servía como clave de los diversos esquemas cronológicos de Jordá (y otros). Este yacimiento, que consiste en un abrigo y una pequeña cueva en la ladera sur de la Llera, fué descubierto y excavado por el Conde de la Vega del Sella (1916). Para su época, la excavación y publicación fueron ejem­plares. Cueto de la Mina contenía una secuencia de niveles auriñacienses, solutrenses, magdalenienses y asturienses (la existencia de un "nivel " aziliense es muy dudosa). Como los demás yacimientos de la Llera (La Riera, que está a 50 m. al este, Tres Calabres, a unos 350 m. hacia el este, y Balmori, unos 1.750 m. hacia el este-nordeste). Cueto de la Mina tiene una situación topográfica muy favorecida está protegido de los vientos del mar por la Llera, pero dista sólo 1,75 km. de la costa actual en Niembro; está muy céntrico en rela­ción con la costa (incluso en el Plenigalciar), la llanura costera y la sierra de Cuera-Peña Llabres. Como el resto de los yacimientos de la Llera, sería un lugar apropiado como campamento base para grupos que cazaban, pescaban y recogían los demás recursos de los estuarios del litoral.

Están comentadas las colecciones industriales líticas de Cueto de la Mina en la sec­ción cronológica (Capítulo 2) de la presente obra. Para los detalles estratigráficos, se puede consultar la monografía de Vega del Sella (1916), además de su artículo sobre el Paleolíti­co superior en Asturias (Vega del Sella 1915) y su revisión posterior que se encuentra en la monografía de la Riera y Balmori (Vega del Sella 1930:101). Las colecciones del Nivel F (25 cm. de espesor), conservadas en el MNCN en Madrid, consisten en sólo 117 piezas reto­cadas, en número reducido de productos de talla (lasca y núcleos) y de huesos o astas traba­jados. Los utensilios están altamente dominados por los raspadores (35%), como es el caso en muchas colecciones solutrenses de la región. Hay también muchos denticulados y es­cotaduras (24%). Hay que recordar que se trata de un estrato horizontalmente muy restrin­gido. Queda poco sin embargo, de la colección faunística citada por Vega del Sella. Además de los restos de Cervus, Equus y Vulpes que hallé en Madrid, la monografía (Vega del Sella 1916:28, 76, 80) menciona Bison, Rupicapra, Arvícola, "aves marinas y nocturnas", Patella vulgata de gran tamaño (como en los niveles solutrenses de la Riera) y Littorina.

Las colecciones del nivel E en Madrid llevan las siguientes etiquetas: E/4, E/3, E/3+4, E/2, E/1, E/1 +2 o E (sin dividir). Puesto que había pocas piezas con la indicación de proce­dencia más exclusiva, hice tres agrupaciones de piezas retocadas para hacer colecciones de los siguientes tamaños: E/3+4 con 171 piezas, E/1+2 con 242 y E (sin dividir) con otras 171. Existe, entonces, un total de 584 piezas retocadas del nivel E de Cueto de la Mina en el MNCN. Además, hay un grupo de 125 utensilios -Hticos, que incluyen muchas puntas de muescas y de base cóncava, que no llevan ninguna indicación del nivel dentro del Solutren­se de este yacimiento (aunque al menos la mayoría probablemente provienen del nivel E). Quedan, pues, en las viejas colecciones de Cueto de la Mina en Madrid un total global de 826 utensilios líticos de las excavaciones de Vega del Sella. (En 1960, Jordá [1967 y comu­nicación personal] hizo una "l impieza" del supuesto corte de la trinchera del Conde en el

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abrigo de Cueto de la Mina para intentar resolver el problema de la clasificación del nivel F. Sólo encontró sedimentos completamente revueltos. Entre otras cosas, halló muchas pun­tas solutrenses de muesca —incluso una completa— y de base cóncava).

Las colecciones líticas del nivel E son estadísticamente indistinguibles. (Tampoco se diferencian de la colección del nivel F, —lo cual sugiere que este yacimiento ha sido emplea­do para actividades fundamentalmente similares a través de muchas ocupaciones solutren­ses). Tienen porcentajes relativamente altos de puntas solutrenses (12-16%), aunque faltan de la colección en Madrid algunas de las "bellas piezas" ilustradas en la monografía del Conde. Incluyen puntas de muesca y de base cóncava en los tres conjuntos. (Las diferencias evolutivas que pretende ver Corchón (1971a:99-100) son ficticias; no se pueden comprobar con las colecciones existentes). Los raspadores forman alrededor del 3 0 % de las piezas en todos los conjuntos E. Dominan por bastante a los buriles. Las raederas son más abundan­tes en los conjuntos del nivel E (11-12%) que en el nivel F(9%), pero los denticulados y es­cotaduras son un poco menos abundantes (18-22%). Los núcleos son abundantes y las hojas y hojitas relativamente frecuentes, pero parece que las lascas no han sido guardadas porque sólo hay muy pocas, como es frecuente entre las viejas colecciones (salvo las de J .M . Barandiarán).

Las colecciones de industria ósea preservadas en Madrid se corresponden con las descripciones de Vega del Sella (1916) para los niveles F, E/3+4 y E/1+2. Hay muchas aza­gayas de todas las secciones posibles; incluso existen tres de sección cuadrangular en el conjunto del nivel inferior F. Hay azagayas con aplastamiento central en los conjuntos de los tramos del nivel E. El conjunto más rico es el que lleva la etiqueta del tramo más reciente: E/1, con un total de unas 102 piezas óseas. Los dos posibles fragmentos de "bastones de mando" (que vienen del tramo E/1+2 según la monografía) se encuentran en el conjunto que sólo lleva la etiqueta " E " (sin dividir) en el MNCN. En este conjunto también se encuen­tran todas las agujas perforadas, dientes perforados y mejores azagayas y además piezas óseas grabadas.

En el tramo E/3+4, Vega del Sella (1916:32, 33, 76) cita al ciervo y caballo como abun­dantes y así resulta en las colecciones del MNCN (de los 8 ciervos, 2 son jóvenes). También ha encontrado restos de Bisón, cuya identificación pude comprobar porque hay una clavija de cuerno con un gran surco interior que no aparece en el cuerno de uro según Altuna (1972:350). Hay también restos de dos cabras y un sarrio (como dice también el Conde), seis fragmentos de molar de un mammut, un húmero probablemente de un gran mustélido iden­tificando por F. Borja Sanchíz (¿el "zorro" de Vega del Sella?), un hueso de gran ave (¿el "buitre" del Conde?), dos vértebras de pez (¿salmón?) y algunas conchas (notablemente Patella vulgata de gran tamaño). Vega del Sella (1916:37, 76) da la misma fauna de mamí­feros para el tramo E/1+2 con la adición de Capreolus, "Hyaena spelaea" y Arvícola amphi-bíus. Aunque no encontró restos de corzo, cabra, hiena o mammut en la colección con etiqueta E/1+2, los hay en la colección " E " (sin dividir), lo cual confirma las clasificaciones del Conde. Como en E/3+4, el ciervo domina en cuanto a NMI, pero merece señalarse el hecho de que se trata de conjuntos faunísticos muy variados, como muchas especies de caza. El nivel E/1+2 tiene, además, Patella vulgata de gran tamaño y otras varias conchas que servían, según Vega del Sella (1916:37), como adorno.

Es evidente que Cueto de la Mina, con su situación topográfica favorecida y céntrica, servía como lugar de asentamiento importante durante el Solutrense (como también durante el Auriñaciense y Magdaleniense). Por el tamaño y diversidad de sus industrias líticas (utensilios y núcleos, especialmente) y de sus conjuntos faunísticos (a pesar de las pérdidas desde su descubrimiento), y por el espesor de sus dos horizontes solutren­ses (divididos entre varios suelos de habitación con hogares observados por Vega del Sella

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[1916:42-3]), es razonable formular la hipótesis de que había una serie de ocupaciones complejas (de larga duración y/o con bastante personal y múltiples actividades) en Cue­to de la Mina. Sin embargo, si la identidad sorprendente entre todas las colecciones (líticas y faunísticas) es un reflejo fiel de la realidad prehistórica, parece ser que el conjunto de actividades principales llevadas a cabo en cada nivel era bastante similar. Desde luego, no se trata de un yacimiento muy especializado, sino quizá de un importante campamento ba­se. Finalmente merece señalarse también el hallazgo de astas de desmogue en E/3+4 y en E/1+2, que podrían indicar alguna regularidad estacional en el empleo de Cueto de la Mina como yacimiento en el Solutrense.

La Riera (1°10'10"Oeste * 43°25'32"Norte)

Posada de Llanes, Asturias

Si con Cueto de la Mina tenemos las debidas reservas acerca de la interpretación de antiguas colecciones, no es éste el caso de la vecina cueva de la Riera. Este importan­te yacimiento, con niveles solutrenses, magdalenienses, azilienses y asturiense (y, quizá, auriñaciense al fondo), fué descubierto y excavado por primera vez por Vega del Sella justo después de su excavación de Cueto de la Mina y publicado años después (Vega del Sella 1930). Forma con Cueto de la Mina una especie de rincón protegido en la ladera sur de la Llera. Mientras que el primer yacimiento mira hacia el Mediodía, la Riera está orienta­da hacia el poniente. El Río Calabres corre delante de estos dos yacimientos (y Tres Cala­bres) antes de sumergirse por el túnel kárstico que le conduce hasta el estuario de Niembro a unos 1,7 km. hacia el norte (Figuras 4.3-6).

Vega del Sella (1930:10) dice que el horizonte solutrense tenía 35-40 cm. de espesor en el interior de la cueva. Sólo habla de un estrato cultural, mientras que Straus y Clark (1978; Straus et al. 1980, 1981, 1983) han definido 14 niveles (además de varios lentejones) con un espesor global de 30-60 cm. por encima de la arcilla de base. En esta arcilla hemos encon­trado dos estratos adicionales que contienen unas industrias líticas pobres con algunos fragmentos de puntas solutrenses (incluso de muesca y una casi de sauce muy bien retoca­da). (Además hay otro estrato al fondo sin indicios solutrenses que podría ser auriñaciense por sus hojas retocadas y raspadores altos). Parece ser que Vega del Sella también había sondeado esta arcilla de base, y encontró en ella "un nivel atípico" (Hernández-Pache­co 1919:25; Vega del Sella n.d. [notas inéditas comunicadas por Márquez Uria]). De hecho, existe una nota manuscrita en un cajón con algunos restos líticos y óseos en el Museo Arqueológico de Oviedo que dice "La Riera. Nivel 5, debajo de la capa roja solutrense". (En 1979, mientras excavaba en la arcilla de base, hallé evidencia de un antiguo sondeo).

En el sistema del Conde, el "nivel 4 " debía corresponder a su estrato solutrense. Por eso, he reunido en mis listas, los restos de industria (y fauna) que llevan la etiqueta "Nivel 4 " de la Riera en Oviedo con las bellas piezas que se encuentran en el MNCN de Madrid. La colección de Oviedo tiene cuatro piezas con retoque invasor, pero faltan auténticas puntas solutrenses. Este pequeño conjunto combinado de solamente 143 piezas retocadas debe ser una muestra mínima de lo que había encontrado el Conde. El paradero del resto de las colecciones solutrenses de la Riera es desconocido. Sin embargo, la colección existente no se diferencia estadísticamente (a nivel de 0,05) de la colección del nivel E de Cueto de la Mi ­na, lo cual nos da alguna seguridad. Las puntas solutrenses restantes forman 7,7% del con­junto, pero faltan tres que están ilustradas en la monografía (con ellas, las puntas ascenderían a casi el 10%). Incluyen también puntas de muesca y de base cóncava (también encontradas por Gómez Tabanera [1976:870] en su pequeña cata). La tercera parte de la

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LA RIERA POSADA DE LLANES. ASTURIAS. SPAIN

Figura 4.3. Plano de la Cueva de la Riera

(con la situación de las excavaciones de Vega del Sella, Gómez Tabanera y Pérez, y Clark y Straus, cuya cuadricula está indicada)

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colección de utensilios de Vega del Sella está compuesta por raspadores y hay bastantes denticulados, escotaduras y raederas, como en los niveles solutrenses de Cueto de la Mina. La colección del Museo de Oviedo presenta también muchos núcleos, "chopping tools" y cantos utilizados (como martillos, yunques, pulimentadoras, etc.) como los descritos por Ve­ga del Sella (1930:40). Los desechos son pocos, pero la industria ósea incluye 17 fragmentos de azagayas sin grabar, 9 con grabados (como las que están representadas en la monografía [Vega del Sella 1930:38, Fig. 23], 3 puntas más grandes, 4 fragmentos de "es­pátulas", 8 posibles punzones y una aguja perforada (también como en la monografía). No hay manera de subdividir esta colección en fases como lo pretende hacer Jordá (1955:179-80) para satisfacer su (entonces) cronología teórica del Solutrense cantábrico.

Quedan algunos restos de fauna del "nivel 4" , únicamente en Oviedo. Domina el ciervo (5). Hay además restos de caballo (2) y de cabra (1) y una Litíorina. De la lista citada por Vega del Sella (1930:41), faltan hoy día solamente Patella y restos de zorro y de lobo.

Las excavaciones de 1976-79 fueron llevadas a cabo en el yacimiento restante, periférico a la zona central de la entrada y vestíbulo de la Cueva de la Riera excavada por Vega del Sella (y sucesores desconocidos). Nos concentramos en la excavación estrati­gráfica detallada de un área en forma de L (además de varios sondeos al fondo de la zona excavada por el Conde, para penetrar la arcilla de base), con un total de unos 16 m 2 . Fueron definidos y dibujados varios suelos de ocupación (con hogares, hoyos, pavimentos y cantos rodados, etc.), normalmente en la superficie de los niveles, que eran por lo general muy del­gados (3-5 cm. como regla general). Se han recogido un total de 1.560 utensilios líticos retocados (incluso "choppers" y un bifaz), 235 núcleos, 32.453 restos de talla (lascas, lasquitas, hojas, hojitas, etc.) en el conjunto de niveles solutrenses de esta zona restringi­da del yacimiento. Hay, además, 9 "martillos", 4 "yunques" y una "moledera" de piedra, y muchos fragmentos de ocre y otras materias colorantes. También hallamos una industria ósea relativamente limitada (85 piezas clasificadas entre azagayas, punzones, espátulas, agujas, colgantes, etc.). Como está explicado en el capítulo sobre la cronología (2), las puntas de muesca y de base cóncava se encuentran en los niveles solutrenses inferio­res de nuestra secuencia en la Riera, pero no aparecen en los niveles superiores en contra­dicción completa con los esquemas teóricos de Jordá y Corchón. Además, los niveles infe­riores están fechados en 20.500-21.000 B.P. y el nivel solutrense más reciente tiene dos fechas de 17.000 B.P.

Hay fundamentalmente tres tipos de conjuntos líticos solutrenses entre los 16 niveles que hemos expuesto. Uno tiene muchos fragmentos de puntas (especialmente de muesca) (>25%), un porcentaje relativamente bajo de denticulados y ninguna (o casi ninguna) rae­dera, porcentajes moderados de raspadores y de buriles, y un porcentaje moderada­mente alto de hojitas al dorso. Este tipo de conjunto de piezas retocadas se encuentra localizado en una serie de niveles delgados hacia el fondo de la secuencia estratigráfica, y está asociado a un tipo de conjunto faunístico altamente dominado por Capra ibex. No tenemos todavía datos sobre la estacionalidad de estos niveles. También los desechos lí­ticos asociados con este tipo de conjunto de utensilios parecen ser muy especializados: hay muchas lasquitas y otros restos de talla secundaria, pero muy pocos núcleos o lascas primarias (corticales, etc.). Parece ser que los cazadores venían a la cueva con sus utensi­lios o esbozos (principalmente puntas) desde otro sitio, y sólo les retocaron o reaguzaron in situ. En apoyo de esta hipótesis tenemos la evidencia de las materias primas líticas: en contraste con todos los demás conjuntos, estos están hechos de una gran variedad de tipos de piedras, algunos "exót icas" que no aparecen en otros niveles de la Riera.

El segundo tipo de conjunto tiene muchos denticulados y escotaduras (23-57%) y mu­chas raederas (generalmente 5-10%). En cambio, tiene pocas (o, a veces, ninguna) puntas

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solutrenses y hojitas de dorso. Los porcentajes de raspadores y de buriles son muy varia­bles (9-25% y 7-15%, respectivamente). Este tipo de conjunto está asociado a unas colec­ciones faunísticas algo variadas pero siempre muy dominadas por el ciervo. Hay más evi­dencias de una amplia gama de actividades relacionadas con la talla lítica. Suelen estar re­presentadas todas las etapas de la fabricación de utensilios líticos. Este tipo de conjunto se corresponde con los niveles medios de la secuencia de ocupaciones solutrenses, que son generalmente muy ricos, con suelos de habitación muy densos y con pequeñas estructuras (hogares construidos, hoyos con piedras quemadas para asar, etc. en contraste con los hogares más bien "informales" de los niveles inferiores que sugieren unos campamentos efímeros para la caza de cabras). Algunas de estas ocupaciones medias tuvieron lugar en in­vierno y primavera, y otras evidencian la caza otoñal, pero no hay indicaciones dentarias seguras de ocupaciones veraniegas entre las mandíbulas de ciervos (u otros animales de ca­za) en los conjuntos faunísticos.

Por último hay dos niveles solutrenses superiores cuyos conjuntos líticos se parecen mucho a los primeros "magdalenienses". Tienen muchísimas hojitas de dorso y porcentajes variables de los demás tipos principales de utensilios. Estos niveles están altamente domi­nados por los restos de ciervo y tienen especialmente muchos desechos de talla de todos tipos. Parece, según los estudios de las mandíbulas de los ciervos, que estas ocupaciones tuvieron lugar en primavera y verano, en contraste con las ocupaciones medias, lo cual podría sugerir una gama diferente de actividades llevadas a cabo en la cueva.

Los datos faunísticos de la Riera están presentados en la sección sobre la caza solutren­se (Capítulo 5). Solo señalo aquí el hecho de que los primeros dos niveles (2 y 3, en la arcilla de base) están dominados numéricamente por el caballo (con una contribución importante en cuanto al peso de carne aprovechable por el bisonte). Los niveles 4-6 están dominados por la cabra montes, y el resto de los niveles (7-17) están dominados por el ciervo, aunque en algunos (14 y 15), hay bastantes cabras también. Los bisontes y caba­llos están presentes en muy pequeñas cantidades, pero faltan en casi todos los niveles que corresponden el interestadio. También están presentes algunos corzos y sarrios a través de la secuencia, pero no hay ningún jabalí o reno en el Solutrense de la Riera. Los cambios faunísticos podrían explicarse por unos cambios en las estrategias de alimentación humana. En el caso del primer cambio, podría tratarse de la substitución del antiguo sis­tema musteriense y auriñaco-perigordiense de caza individualizada de caballos, bisontes y ciervos por el sistema solutrense y magdaleniense de caza masiva de ciervos y cabras junto con la continuación de la caza individual Equus y Bisón. En el segundo cambio (de cabras a ciervos) podría tratarse de un simple cambio en el empleo de la cueva: desde una estación efímera de caza especializada en la vecina Sierra a un lugar de asentamien­to (o campamento de base) con un aprovechamiento más amplio de todos los recursos te­rrestres y acuáticos (salmónidos y moluscos de estuario, especialmente Patella vulgata) de la zona y caza masiva del ciervo. La fluctuación en la presencia de Equus y de Bisón po­dría ser un reflejo de los cambios ambientales, aunque esta última hipótesis es bastante problemática, debido al pequeño tamaño de las muestras de estos dos grandes ungulados. (La desaparición temporal de Littorina littorea —el bígaro— en los niveles 9-15 podría tam­bién explicarse por causas climáticas.)

Es evidente que la variabilidad entre los conjuntos solutrenses de la Riera podría ser debida a muchos factores: el empleo de la Cueva para actividades diferentes, las condicio­nes ambientales reinantes, las especies cazadas, la estación del año, las materias primas, las estrategias alimenticias, el muestreo arqueológico, etc. Pero la secuencia solutrense de la Riera presenta evidencia estratigráfica (y con fechas independientes) que contradice los esquemas cronológicos tradicionales construidos a priori. No pretendemos que esta secuencia tenga validez cronológica generalizada, pero sí, la consideramos como una mues-

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tra de la variabilidad no temporal dentro de la época solutrense, una variabilidad que se refiere tanto a las adaptaciones humanas particulares como a sus reflejos en los conjuntos industriales faunísticos, a los suelos de ocupación, etc.

Tres Calabres 0-0"Oeste x 43°25'32"Norte)

Posada de Llanes, Asturias

Los otros dos yacimientos solutrenses de la Llera, Tres Calabres y Balmori, no tienen la importancia de Cueto de la Mina y la Riera, aunque es muy probable que sus depósitos solu­trenses fueran en su mayoría removidos antes de la excavación del Conde de la Vega del Se­lla. Tres Calabres, una cueva bastante amplia ya casi vacía, mira hacia el sudoeste y, aunque no muy alta, domina el cauce del Calabres y el valle entre la Llera y la Peña Llabres. Fué descubierta y excavada en 1921 -22 por Vega del Sella, que encontró un conchero astu-riense y un nivel solutrense con "puntas de laurel y de muesca" (Obermaier 1925a:188). No sabemos nada sobre el tamaño de las excavaciones del Conde ni sobre la estratigrafía de Tres Calabres. Es posible que sólo excavara una trinchera limitada y que el resto de los sedimentos de la cueva hubieran sido vaciados por los campesinos para abonar sus campos, como es frecuente en la región.

Existen en el Museo Arquológico de Oviedo un conjunto de bellas piezas (incluidas las dibujadas por Jordá en su artículo sobre Tres Calabres [1953]), expuestas en una vitrina, además de dos cajones que llevan la etiqueta "Calabres. Posada. Solutrense". En total hay 69 piezas retocadas, incluida una punta de muesca y una de cara plana asimétrica y tres otras piezas con algunos retoques invasores. En contraste con las viejas colecciones de la Riera y Cueto de la Mina, los buriles (36,2%) dominan a los raspadores (24,6%). (Hay varios niveles en las nuevas excavaciones de la Riera donde éste también es el caso). La industria asimismo incluye algunos núcleos y desechos líticos y ciertas puntas y punzones óseos. No hay restos faunísticos con indicación de Tres Calabres. Tampoco existen referencias biblio­gráficas significativas sobre los restos solutrenses encontrados por Vega del Sella en esta cueva algo enigmática.

Balmori (1°8'55"0este x 43°25'45"Norte)

Balmori, Asturias

Balmori (también llamada la Cueva de la Ería) es una cueva muy grande y complicada al lado de otra en la Llera, que se llama Quintanal, que tiene unos grabados rupestres (González Morales y Márquez 1974). Balmori posee dos entradas: una mira hacia el este-sudoeste y que está al nivel del Pradón de la Ería, y la otra que está orientada hacia el su­doeste a una altura de unos 5,5m. por encima del nivel del Pradón. Es posible que un importante yacimiento arqueológico en la primera entrada haya sido arrastrado por la erosión, dejando sólo algunos cantos, huesos, conchas y sílex dispersados por el suelo (y un montón de astas de ciervo hallado allí por Vega del Sella [1930:47-8]). La segunda entrada, menos susceptible a la erosión, contenía el gran yacimiento excavado por el Conde. Fué Ve­ga del Sella quien encontró un túnel natural entre las dos entradas completamente colmado con sedimientos arqueológicos. Es evidente, sin embargo, que el yacimiento de la entrada superior había sido en gran parte removido antes de los trabajos del Conde a partir de 1915. Desgraciadamente, Vega del Sella (1930) no describe su investigación de la Cueva de Bal­mori con el detalle que da para Cueto de la Mina o incluso la Riera. (Para una revisión completa de este yacimiento y sus problemas, véase Clark [1974/5]).

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Mientras que los pisos superiores no parecen haber sido muy bien diferenciados (el Conde tenía que hacer distinciones ex post fado entre las supuestas unidades magdale­niense, aziliense y asturiense según los utensilios " t íp icos" que halló mezclados), el estra­to de base tenía por lo visto una realidad estratigráfica. Este estrato solutrense consistía en una costra estalagmítica y una capa de arcilla que descansaba sobre unas arenas estériles (Vega del Sella 1930:50, 68, 109). (El Conde no alcanzó la roca madre.). Parece ser que este nivel solutrense era discontinuo y se encontró en el túnel y en el lado derecho de la entra­da superior de la cueva, donde Vega del Sella (1930:78) estaba seguro de que no había mezcla con otros estratos.

La colección solutrense descrita por Vega del Sella (1930:78-81) es muy pequeña: incluía —según las ilustraciones— dos puntas de muesca, un fragmento de punta de base recta, otro de hoja de laurel, una pequeña punta de cara plana sin terminar y otra rota con golpe de buril. En el MNCN existe una colección solJtrense de sólo 22 piezas retocadas. (No hay colección solutrense de Balmori en Oviedo). Faltan las dos puntas de muesca. Las otras "puntas" son bastante toscas. Además hay 9 raspadores, 1 raspador-buril, 3 buriles (sin contar el buril sobre la punta de cara plana), 2 hojitas de dorso (una truncada), etc.

En 1969, M. Mallo Viesca (en presencia de G.A. Clark) encontró un fragmento de pun­ta de cara plana solutrense ¡n situ en un nivel arenoso expuesto en un corte de la antigua trinchera del Conde en el sector interior (vestíbulo interior) de la entrada superior de Balmori. Cuando limpió este corte más tarde, Clark (1974/5) no halló más restos significati­vos en este estrato (E2), que sin embargo contenía un pequeño conjunto faunístico identificado por Altuna (1972:27). Los restos de ciervo son relativamente numerosos; además hay algunos restos de cabra y uno de cada de caballo, topo. Arvícola y Apodemus. Vega del Sella (1930.51, 88, 110) sólo menciona un canino de " l e ó n " que proviene de su estrato solutrense.

Jordá (1955:116) y Corchón (1971 a:101) dicen (equivocadamente) que no hay azagayas con aplastamiento central en Balmori y emplean este "hecho" como una de las bases de sus clasificaciones cronológicas de esta pequeñísima colección. De hecho, existen dos azagayas de este tipo en la colección del MNCN, y están ilustradas en la monografía del Conde (Vega del Sella 1930: Fig. 54, 2 y 3), aunque los aplastamientos centrales no son visibles en estos dibujos (I).

No sabemos si la escasez de la evidencia solutrense en esta gran cueva es un reflejo representativo de una ocupación solutrense realmente muy efímera, o el resultado de una erosión casi total de un yacimiento solutrense mucho más importante. Finalmente, señalemos la existencia de algunas pinturas en Balmori (y en la Riera), descubiertas y descritas por Mallo y Suárez (1973).

LA C U E N C A DEL RIO DEVA DE ASTURIAS Y SANTANDER (Figura 4.2)

Cueva del Sel (0°53'35"Oeste x 43° 17'10"Norte)

La Peñamellera Baja, Asturias

En 1980, Sierra (1908:117) habló de un yacimiento paleolítico llamado "Cueva del A g u a " al sudeste de Panes en el valle del Deva de Asturias. En su mapa, sitúa este yacimiento unos 4 km. al sur del yacimiento magdaleniense (con arte rupestre) de la Loja y 2 km. al este del cauce del Deva en Peñamellera. Alcalde del Río, Breuil y Sierra (1911:53)

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describen un yacimiento del Paleolítico superior en la "Cueva del Se l " en las colinas de Peñamellera, aguas arriba de Panes. Cabré (1915:47) repite que esta cueva se halla donde el Río Sel se sumerge y dice que está situada a una altura de 600 m. sobre el nivel del mar. Dice, además, que tiene piezas magdalenienses y solutrenses de cuarcita. En el mapa topo­gráfico de 1:50.000 (Hoja 56 de Carreña-Cabrales), hay, efectivamente un afluente del Deva que desaparece por debajo de la tierra (por un túnel kárstico) precisamente a 600 m. de altitud en un lugar llamado "Sel del Cantu". Es una zona muy montañosa, cerca del Desfila­dero de la Hermida. (Es el único yacimiento solutrense vasco-cantábrico cuyo emplazamien­to no conozco personalmente.) Sería uno de los yacimientos paleolíticos más altos de toda la región, junto con Collubil en la cuenca alta del Sella y Bolinkoba en la Sierra de Amboto.

En 1920, Vega del Sella, que también excavó en la Loja, hizo un sondeo con Obermaier en una cueva que él llamó la "Cueva de la P e ñ a " en Peñamellera (Márquez 1974:831). Es posible que la Cueva de la Peña sea la misma que la Cueva del Sel (que es probablemente la misma que la Cueva del Agua, puesto que los nombres de cuevas son muy variables en el lenguaje local). Las notas inéditas del Conde se refieren a la Cueva de la Peña como yacimiento "magdaleniense" (M.C. Márquez, comunicación personal). Existe una colección de tipo paleolítico superior en el Museo Arqueológico de Oviedo que incluye 40 utensilios líticos retocados, 4 instrumentos óseos, 22 restos de talla y núcleos. Hay también restos de Cervus y —a pesar de la gran elevación y distancia desde el mar (actualmente al menos 15 km.)— unos bígaros y lapas.

Si la observación de Cabré acerca de piezas solutrenses en la Cueva del Sel es precisa, señalaría al menos la existencia de esta "cultura" en la cuenca del Deva —y a una altura sorprenante— no muy lejos de los glaciares de la región de Fuente Dé. Hay que recordar que el yacimiento solutrense del Buxu se encuentra a una distancia de unos 48 km. hacia el oestenordeste vía los valles del Cares y del Casaño (afluentes del Deva) y el puerto bajo (c. 400m.) entre esta cuenca y la del Río Güeña. Cueva Chufín, en la cuenca del Nansa, se encuentra a unos 10 km. directamente hacia el este de Sel a través de la divisoria (c. 800m.) entre las cuencas del Deva y del Nansa (vía los Ríos Lalarma y Lamasón). Como Sel, Chufín es el único yacimiento solutrense conocido hasta el presente en su cuenca. Sería interesan­te hallar y explorar la Cueva del Sel y buscar otros yacimientos solutrenses en las cuencas bajas del Deva y del Nansa para completar la evidencia de la existencia de otras dos configuraciones típicas de asentamiento solutrense a lo largo de estos valles principa­les desde la costa hasta las sierras del interior.

LA C U E N C A DEL RIO N A N S A (Figura 4.2)

Cueva Chufín (0°46'21 "Oeste x 43° 17'32"Norte)

Rielónos, Santander

El primer yacimiento solutrense santanderino en nuestro itinerario es también el último descubierto. Dos años después del descubrimiento de los grabados y pinturas rupestres de Cueva Chufín (Almagro 1973), fue hallado un nivel solutrense intacto en la superficie por debajo de la visera de la entrada por V. Cabrera, F. Bernaldo de Quirós y el presente au­tor (Cabrera 1977). Cueva Chufín está situado en el barranco del Río Lamasón justo al oeste de su confluencia con el Nansa. Los cauces forman ahora un pantano ("La Palombera") y el interior de la cueva está parcialmente inundada. La amplia entrada de la cueva (una espe­de abrigo profundo) está orientada hacia el norte-noroeste (lo cual no es muy común). Sin

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embargo está bastante protegida de los vientos por la estrechez del cañón del Lamasón. La cueva domina un sitio muy estratégico al lado de lo que fué la confluencia de dos valles pro­fundos y estrechos pero importantes. El valle del Nansa en particular se ensancha aguas arriba de la cueva en la zona del pueblo de Puentenansa donde habrían existido amplios pastos para cérvidos, etc. La cueva de Chufín está además en una zona montañosa con peñas moderadamente altas y escarpadas (como las Sierras del Escudo de Cabuérniga y de la Collada) —hábitats buenos para los cápridos— aunque su propia altura (c. 150m.) no es muy grande. Dista unos 16 km. de la costa actual vía el valle del Nansa. Sólo 10 km. ha­cia el este del problemático solutrense de Sel, Chufín dista unos 28 km. del también muy poco conocido yacimiento solutrense de la Peña de Caranceja en la cuenca media del Río Saja. Hasta el presente, está muy lejos de otros yacimientos solutrenses más seguros. Sólo más descubrimientos fortuitos o exploraciones sistemáticas podrían acabar con el aisla­miento aparente (y seguramente artificial) de Cueva Chufín.

La colección del nivel único solutrense (parcial) publicada por Cabrera (1977; Cabrera y Bernaldo de Quirós 1977) consiste en 272 piezas retocadas que incluyen puntas de mues­ca y de base cóncava. Algunas de las primeras —muy pequeñas— se parecen bastante a las de Cueva Morín. En total, hay un 18,75% de puntas, hay un 24 ,3% de raspadores, pero sólo un 11 % de buriles. Como en algunos niveles solutrenses de la Riera (donde también fueron cribados todos los sedimentos en agua con cribas de 2,5 mm.), hay bastantes hojitas de dorso (10,3%). La pequeña industria ósea incluye algunas azagayas, espátulas, caninos per­forados y huesos cortados.

La fauna, todavía sin cuantificar, está aparentemente dominada por los cápridos seguidos por los cérvidos y, por último, los bovinos. Hay también unas vértebras de peces, restos de aves, batracios y roedores. A pesar de la distancia al mar, existen algunas la­pas como en otros yacimientos solutrenses del interior. En algunos aspectos (porcentajes relativamente elevados de puntas y de hojitas de dorso, dominio faunístico de los cápri­dos), este nivel se parece a los niveles 4-6 de la Riera. Estos últimos tienen alrededor de los 20.000 años B.P., mientras que el nivel de Chufín ha sido fechado en 17.420±200 B.P.

El nivel de ocupación en Cueva Chufín es seguramente un pequeño residuo (preserva­do de la erosión por unos bloques desprendidos en la entrada del abrigo) de lo que fué un yacimiento más importante ya arrastrado. Contenía evidencias de hogares y al menos un ejemplo de huesos de ciervo en conexión anatómica, lo que da testimonio de la integri­dad de este nivel, a pesar de su posición superficial (Cabrera 1977). Se espera la publica­ción detallada de esta excavación moderna con mucho interés.

LAS C U E N C A S DEL S A J A Y DEL B E S A Y A (Figura 4.7)

Peña de Caranceja (0°28'25"Oeste * 43°20'28"Norte)

Caranceja, Santander

El yacimiento de la Cueva de la Peña de Caranceja (ayuntamiento de Reocín) fue descubierto por H. Alcalde del Río el 19 de abril, 1903. Tenía indicios de industria magdale­niense y solutrense (Obermaier 1916:180,1924:169; Cartailhac y Breuil 1906.274). En una carta con fecha del 23 de mayo, 1903, publicada por Madariaga (1972:99), L. Sierra felicita a Alcalde del Río por sus trabajos en este yacimiento y "los apreciables resultados que va obteniendo". En junio del mismo año, Alcalde del Rio envió a Sierra unos huesos de

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Figura 4.7.

Cauro de Cantabria (Santander)

Número Yacimiento 1. Peña de Caranceja 2. Altamira 3. Hornos de la Peña 4. El Castillo 5. La Pasiega 6. Cobalejos 7. El Pendo 8. El Mazo de Camargo 9. Cueva Morín

10. Fuente del Francés 11. La Bona 12. El Rascaño 13. El Salitre 14. La Haza 15. El Mirón

Caranceja (Madariaga 1972:100). Estos fueron, aparentemente, identificados por E. Harlé, el conocido paleontólogo francés (Sierra 1908:103). Sierra visitó Caranceja en el siguiente mes (2 de julio, 1903), y describe la cueva de una manera bastante exacta en su estudio "paletnográfico" de Santander (Sierra 1908:108). Habla de dos nivles: el superior con pie­zas magdalenienses y el inferior con "la base de una hoja de sauce solutrense" junto con huesos de Cervus, un núcleo y dos buriles todos hallados el mismo día de su visita. El yaci­miento paleolítico superior estaba en la entrada de la cueva y en un nicho más arriba y hacia el interior de la cueva, Alcalde del Río halló huesos humanos (Sierra 1908:108). Según Madariaga (1972:74) se trataban de "dos enterramientos de niños, con la osamenta fosilizada". La relación entre estos restos y el yacimiento es desconocida: las colecciones de Alcalde del Río han desaparecido.

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La cueva, que volví a descubrir, se encuentra cerca de la base de un acantilado impre­sionante que domina la orilla derecha de una curva del Río Saja donde la carretera general entre Torrelavega y Cabezón de la Sal pasa entre el río y la Peña de Caranceja, unos 300 m. aguas arriba del puente de Golbardo. El lugar se llama San Esteban, entre las aldeas de Caranceja y Barcenaciones. Es un sitio favorito para los pescadores de trucha hoy día, y habría sido una estación de pesca (y de caza) interesante en el Pleniglaciar. Además de la entrada principal (3 * 3, 5 x 10 m.), que mira hacia el norte-nordeste,tiene otras dos bocas pequeñas y tina red kárstica importante conocida por los espeleólogos de Santander. El suelo actual del yacimiento en la entrada tiene una altura de unos 8 m. por encima del nivel del Río Saja. Las secciones estratiráficas están actualmente tan erosionadas que es imposible " leer" sus detalles. Un estrato negro (¿cultural?) es sin embargo, visible y encontré algunas lascas, hojitas y un posible incisivo humano por el suelo. Hacia el fondo del vestíbulo, a una altura máxima de 1,5 m. encima del suelo, hay unos parches de se­dimentos concrecionados con éboulis cimentados a la pared de la cueva.

La Peña de Caranceja dista solo 5 km. de Altamira que queda en las alturas que domi­nan la orilla izquierda del Saja. La costa actual está a unos 7 km. hacia el norte. El valle del Saja ofrece amplios pastos especialmente en la zona de Cabezón de la Sal, donde tiene unos 4 km. de ancho. Esta es una de las llanuras más importantes de la Provincia de Santander. Sin embargo, en frente de la Peña de Caranceja, el valle es muy estrecho y pasa entre dos acantilados altos de unos 40 m. y casi verticales un sitio muy estratégico para la caza de manadas migratorias de ciervos, bisontes o caballos, quizá cuando cruzaban el río. Merece­ría la pena hacer una limpieza de los cortes estratigráficos de esta pequeña entrada de cueva, que habría podido ser una estación de pesca y de caza relacionada con el gran yaci­miento solutrense (y magdaleniense) vecino de Altamira.

Altamira (0°25'52" Oeste x 43°22'40" Norte)

Santillana del Mar, Santander

La cueva de Altamira está en la ladera norte de una colina encima de Santillana del Mar, a unos pocos metros por debajo de la cima (161 m.). Domina la inmensa dolina en la cual se ubica este histórico pueblo, a unos 4 km. de la costa actual. Se desconocen la forma y orientación precisas de la entrada primitiva de Altamira a causa de los desprendimientos antiguos de su visera. Es de suponer que era un boca bastante baja, y que el gran vestíbulo estaba muy protegido, a pesar de mirar hacia el norte. Altamira se halla en el alto que se­para el tramo oeste-este del valle del Saja (aguas arriba de su confulencia con el Besaya) y el mar. Dista unos 2 km. del Saja y unos 17 km. del yacimiento de Hornos de la Peña en la cuenca del Besaya. También dista 17 km. de Cobalejos, 19 km. del Pendo y 23 km. del Mazo de Camargo, todos yacimientos solutrenses de la llanura costera al oeste de la actual Bahía de Santander separados de Altamira por los cauces inferiores paralelos del Saja-Besaya y del Pas.

Altamira está rodeada por una plataforma costera muy accidentada con dolinas, peque­ños valles y unas peñas con alturas máximas de cerca de los 300 m. Es una zona que habría podido proveer una variedad de hábitats en el Pleniglaciar: pastos bastante llanos y abiertos, pendientes escarpadas, bosquecillos localizados en los sitios protegidos húmedos, y el li­toral. Desde la cima de la colina de Altamira se puede tener vistas muy amplias en todas las direcciones, especialmente hacia la costa y hacia los valles del Saja y del Besaya. Sería un yacimiento de base muy céntrico para la explotación de una gran diversidad de recur­sos marinos, fluviales y terrestres de todo tipo.

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El vestíbulo de la cueva, excavado sucesivamente por Sanz de Sautuola, Alcalde del Río y Obermaier, mide al menos 25x20 m., con un techo alto de 2-2,5 m. Al fondo, hacia la izquierda está la famosísima "Sala de Pinturas" y, en linea recta, se prolonga la galería prin­cipal (o axial) de la cueva que luego gira dos veces y termina en la "Cola de Caballo", una estrecha galería también conocida por sus misteriosas obras de arte rupestre.

El propio Sautuola (1880) no menciona hallazgos de puntas de tipo solutrense. Su colección en el Museo Arqueológico de Santander no incluye tales piezas y ninguna está ilustrada en la monografía de Breuil y Obermaier (1935) en la sección que trata de las primitivas excavaciones. Las primeras puntas solutrenses de Altamira publicadas son las halladas por Harlé en 1881 (Breuil y Obermaier 1935:157, Fig. 128). Otras fueron halladas por E. de Pedreja de Santander y por Cartailhac y Breuil durante su famosa visita de 1902.

La primera excavación sistemática de Altamira fué llevada a cabo en 1904 por Alcalde del Río (1906), aparentemente con la ayuda de Cartailhac y Breuil (1906:256-75; Breuil y Obermaier 1935:150-74). Alcalde del Río excavó un área de unos 20 m 2 donde hoy hay una inmensa columna de cemento, construida para apoyar al techo frágil en frente de la Sala de Pinturas en 1924-25. Encontró dos niveles culturales: el superior (35-45 cm.), magda­leniense inferior (sin arpones) y el inferior (40-80 cm.), solutrense, con puntas de muesca, de base cóncava, etc. No había estrato estéril entre los dos niveles culturales, y A l ­calde del Río no hizo distinciones estratigráficas dentro de su estrato solutrense, a pesar de su espesor y la presencia de varios bloques de desprendimiento interestratificados con los sedimentos culturales. Así, no es posible subdividir las piezas de su colección por supuestas fases cronológicas. Sólo quedan 47 piezas retocadas (¡de las cuales 31 son puntas solutren­ses!) con indicaciones del nivel solutrense de Alcalde del Río en el Museo de Santander (in­cluso dos fragmentos de puntas de base cóncava y uno de punta de muesca con etiquetas equivocadas de Cueva Morín que vienen ilustrados a tamaño natural por Breuil y Obermaier [1935: Figs. 150 y 152] en su sección sobre la excavación de Alcalde en Altamira.). En esta colección solutrense, entre los huesos y astas trabajados, hay un fragmento de escápula con un grabado de cierva muy parecida a las del Magdaleniense inferior del Castillo (y a varios grabados rupestres de ciervas en ambas cuevas) (véase I.Barandiarán 1972:69-71; Almagro 1976:74-84).

En 1924 y 1925, Obermaier excavó una trinchera (8x6x3 m.) al lado de la entrada actual de Altamira (y probablemente cerca de la entrada primitiva). La estratigrafía de Obermaier (todavía visible en los cortes de este hoyo a pesar de la apreciable erosión causada por los vi­sitantes recientes incluso milicianos en 1937 [Carballo 1950:xciv-xcv]) se parece bastante a la de Alcalde del Río. En la superficie hay dos niveles de bloques desprendidos y una espesa costra estalagmítica. Luego viene el nivel magadaleniense sin arpones (50 cm. en esta zona del vestíbulo). Tampoco hay aquí separación estéril entre este estrato y el Solutrense. La división viene entre la tercera y cuarta capa de bloques desprendidos. Aunque Breuil y Obermaier (1935:178) no dan un espesor específico para el nivel solutrense, es evidente por su descripción de la excavación y la sección estratrigráfica publicada (Fig. 164) que tenía unos 65 cm., y descansaba sobre otra costra estalagmítica y una quinta capa de bloques que ya no fue penetrada por Obermaier. Parece ser que las ocupaciones solutrenses fueron inte­rrumpidas por al menos un episodio de desprendimientos. Sin embargo es imposible subdividir las colecciones de Obermaier, puesto que él no hizo ninguna distinción estrati­gráfica dentro de su gran estrato solutrense (al menos, no viene reflejada ni en sus escritos ni en las colecciones en su estado actual). Así las subdivisiones que pretende hacer Jordá (1955:179-80) son completamente arbitrarias y carecen de validez. Corchón (1971 a:152-7, 163), aunque admite que "la estratigrafía del yacimiento es clara y similar en todos los son­deos", distingue de una manera supuestamente cronológica las colecciones de Alcalde

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(más viejas) de las de Obermaier (más recientes) por unas razones "evolutivas" totalmente a prior/' (y sin haber visto la mayor parte de la colección de Obermaier).

Breuil y Obermaier (1935:185-9) dan descripción muy breve de los hallazgos solutren­ses, pero proveen bastantes ilustraciones de calidad excelente de las piezas retocadas líticas y óseas. Los utensilios líticos incluyen un gran número y variedad de puntas solu-treneses (hojas de laurel y de sauce, puntas de muesca, de base cóncava, etc.), algunas ilus­tradas en la monografía faltan de las colecciones actuales de Santillana. Cuando visité A l ­tamira hace años, encontré las colecciones de Obermaier en el desván del antiguo Museo en un estado bastante desordenado. Afortunadamente la mayoría de la industria lítica y la fauna llevaba etiquetas (a veces con la escritura del mismo Obermaier sobre fragmentos de periódicos alemanes de los años 1924 y 1925). He estudiado un total de 522 utensilios líticos (que incluyen 17 piezas del Solutrense de Altamira, probablemente de la excavación de Obermaier, que se encuentran hoy en el Field Museum de Chicago). Es más que el doble de las piezas estudiadas por González Echegaray (1971a).

Las puntas solutrenses componen 13,2°o del total (sería un porcentaje algo mayor si se incluyeran las puntas ilustradas que faltan en la colección). Muchas demuestran una técnica de retoque invasor muy fina y clásica (¿por presión?). En contraste con las coleccio­nes de Cueto de la Mina (y con muchas colecciones solutrenses francesas),el porcentaje de buriles (20,8%) casi iguala al de raspadores (25,1%). Hay muchos raspadores aquillados, en hocico, nucleiformes y "rabots" (cepillos). La gran mayoría de los buriles son diedros (como es generalmente el caso). Sólo hay 12,8°o de denticulados + escotaduras y 3,6% de raederas. Los desechos líticos incluyen unos 56 núcleos y fragmentos de núcleos y sólo 204 lascas, 249 hojas, 83 hojitas sin retocar, 7 golpes de buril. Es obvio que no se guardó la gran mayoría de los desechos, y, de hecho, se encuentran tales objetos cada vez que se excava en los jardines cerca de la boca de la cueva (F. Méndez de la Torre, comunica­ción personal), donde, según una foto publicada por el Instituto Español de Antropología Aplicada (1968:64), Obermaier cribaba las tierras de la excavación.

Además de los pocos desechos de talla, la colección de Santillana incluye unos cantos rodados que servían de martillos o de molederas y hay gran cantidad de ocre (102 fragmen­tos conservados hasta el presente). Finalmente hay un pico.un "chopper" y un "chopping tool" del Solutrense de Obermaier. La mayoría de las piezas óseas trabajadas menciona­das o ilustradas en la monografía de 1935 existen aún en Santillana, testimonio de la integridad fundamental de esta colección. La industria ósea incuye agujas, azagayas (de sección circular, cuadragunlar, oval y de aplastamiento central). La presencia de tres piezas con sección cuadrangular y con grabados geométricos en la colección solutrense (como la azagaya ilustrada por Breuil y Obermaier [1935:Feg. 170,6]) demuestra claramente que este tipo no es un fósil director absoluto del Magdaleninse inferior, como piensa Jordá (1958,1960,1961) aunque quizá abunde más en esta industria como en el caso de la Riera, según los análisis de González Morales (Straus et al. 1981, 1983).

La fauna del Solutrense de Altamira, identificada por Altuna (Altuna y Straus 1976), corresponde bien con la lista dada por Breuil y Obermaier (1935:179-80). Faltan restos de Dama dama, pero es muy dudoso que hubieran realmente existido restos de gamo en este nivel. De hecho, fueron clasificados por Breuil y Obermaier con un signo de interroga­ción. Tampoco hemos podido encontrar los restos de Can/'s lupus o de Lynx, mencionados como escasos por Breuil y Obermaier. Los supuestos fragmentos de molares grabados de Elephas primigenius son en realidad fragmentos de huesos de hiodes de Equus. En vez de encontrar un canino de foca (citado por Breuil y Obermaier), Altuna halló una falange de Phoca cf. vitu/ina. El ciervo domina esta colección grande y variada de fauna (un mínimo de 20 individuos, de los cuales al menos 2 son jóvenes). Hay 6 caballos adultos y 2 jóvenes, 5

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bovinos (probablemente bisontes, aunque no es paleontológicamente seguro), 2 cabras (1 joven), 2 sarrios (1 joven), 2 jabalís, 1 corzo, 1 reno, 5 osos, 2 zorros y la foca. La colección presenta una mezcla de formas de pastos abiertos y relativamente llanos, con otras que seguramente vivían en bosquecillos (los jabalíes y el corzo), y otras que habían preferido los hábitats escarpados y rocosos. También hay huesos de roedores, de águila y de buitre (no citados por Breuil y Obermaier) y conchas de Patella vulgata de tamaño grande y mediano y de Littorina littorea. el gran tamaño y la gran variedad de esta colección faunística sugiere la existencia de unas ocupaciones solutrenses muy importantes en Altamira. Aunque es po­sible que el estrato solutrense se acumulara a través de muchos años (o incluso siglos), hay que recordar que Obermaier sólo excavó una mínima parte de la superficie habitada que se extendía (según los resultados de la trinchera de Alcalde del Río) al menos hasta el fondo del vestíbulo de la cueva.

Altamira habría sido quizá un lugar de agregación (¿estacional?) para muchos peque­ños grupos (bandas) solutrenses (y magdalenienses). Allí organizaban, quizá, batidas masivas de ciervos (matando a jóvenes, adultos y viejos de esta especie, según los análisis de K. Allwarden [comunicación personal]), además de las ceremonias relacionadas con las pinturas y grabados ruprestes (?). Los encuentros también habrían podido servir para la bús­queda de cónyuges entre las bandas de la misma gran tribu linguístico-territorial (?). Incluso visitaron la costa para recoger moluscos en los estuarios (entonces a una distancia de unos 10 km. o dos horas a pie), y, de vez en cuando, algún cadáver de foca muerta (o matada?) en el litoral. (Para más detalles sobre las colecciones y la estratigrafía de Altamira, pueden con­sultarse Altuna y Straus [1976] y Straus [1977]).

Hornos de la Peña (0°20'25" Oeste x 43°15'32" Norte)

Tarriba, Santander

El tercer yacimiento en el sector de las cuencas del Saja y Besaya es Hornos de la Peña en el término municipal de los Corrales de Buelna. Esta gran cueva está situada en la mitad de un tajo del Monte Redondo (348 m.) que domina el Barranco de Tejas, un afluen­te del Besaya. Tiene una altura de unos 280 m. por encima del nivel actual del mar y 60 m. en relación al fondo del pequeño valle del Tejas. El valle del Besaya es muy llano y ancho en la comarca de los Corrales, pero está rodeado por montes. Sus salidas hacia el interior y hacia la costa están restringidas por los desfiladeros del Besaya en Somahoz y en Las Caldas de Besaya, respectivamente. El Barranco de Tejas, que no tiene fácil salida en su curso superior y presenta bordes muy abruptos, sería un sitio ideal para la matanza de manadas de ungulados arreados desde los pastos vecinos del Besaya. De hecho, desde la entrada de Hornos de la Peña hay una vista hacia el noroeste del valle de Besaya, cuyo borde más próximo está a unos 2 km. del yacimiento. Los alrededores del yacimiento son muy montañosos (aunque no de muy gran altura), e incluyen hábitats apropiados para los cápridos. La boca de la cueva mira directamente hacia el Mediodía y es bastante amplia (8 x 16 x 4 m). La cueva, después de este gran vestíbulo, continúa en una serie de galerías estrechas y retorcidas con grabados rupestres. (También hay algunos grabados en el propio vestíbulo, quizá originalmente cubiertos por niveles al menos magdalenienses (?).)

El vestíbulo de Hornos de la Peña había sido vaciado de sus sedimentos (por los campesinos?) antes de la excavación de Alcalde del Río en 1903 y del Instituí de Paleónto-logie Humaine en 1909 y 1910. Breuil, Bouyssonie y Obermaier (con Alcalde del Río?) excavaron varias trincheras en la primera galería interior de la cueva. Sus diversas descrip­ciones de la estratigrafía no son completamente claras (véase Alcalde del Río etal. 1911:88; Breuil y Obermaier 1912:6-7; Obermaier 1916:180; 1924:168-9; 1925a:182). Por debajo de

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la costra estalagmítica, encontraron un nivel magdaleniense sin arpones. Luego había un estrato espeso de más o menos 1 m. de sedimentos arcillosos amarillos con puntas de laurel en la parte superior y piezas auriñacienses en la parte inferior. Dibujan una línea inclina­da en su sección estratigráfica para separar las dos partes. Es evidente, sin embargo, que la distinción era bastante arbitraria, puesto que la estratigrafía no se aclara del todo (Obermaier 1916:180; 1925a:182; 1924:169). Por debajo del tramo auriñaciense había un nivel musteriense en sedimentos arenosos que descansaban sobre la roca madre. Es evidente que se trata aquí de unos residuos de lo que fué originalmente un gran yaci­miento en el vestíbulo de la cueva. Los restos en la galería podrían representar un "basure­ro", quizá algo revuelto por el paso de los hombres (hacia los "santuarios") y de animales tales como los osos. Sin embargo merece la pena subrayar el hecho de que Breuil y Obermaier (1912:7) señalan la localización de las puntas solutrenses en la parte superior del estrato arcilloso. No fueron encontradas, por lo visto, en otras partes de la estratigrafía, lo cual nos da al menos una garantía mínima de la integridad de las pequeñas colecciones existentes. Butzer (1981), en su estudio reciente, no habla de que exista una evidencia obvia de mezcla. Divide la "arcilla amarilla" de 1 m. entre dos niveles algo distintos y separados por una línea inclinada de éboulis. El nivel superior sería el Solutrense y el inferior, Aur iña­ciense.

He estudiado pequeñas colecciones del nivel solutrense de Hornos de la Peña en el Museo Arqueológico Nacional (MAN) de Madrid, Museo Arqueológico de Santander y Field Museum en Chicago. Su procedencia parece ser bastante segura: la colección de Madrid, por ejemplo, lleva una etiqueta que dice "Hornos. Niveau jaune. Moitié supérieure. Sol ." Hay un total de sólo 125 piezas retocadas, pero es posible que este nivel —15-20 cm. de es­pesor— fuera excavado en una superficie de sólo unos 5-6 m 2 en el primer sector de la galería estrecha (puesto que el musteriense apareció en la superficie al fondo de la galería hacia la zona de los grabados). Las puntas solutrenses forman 1 2 % de la colección (todas están en el lote de Santander). No hay ninguna punta de muesca o de base cóncava. Pero, aunque son todas hojas de laurel bifaciales o puntas de cara plana (varias sin termi­nar), algunas están muy cuidadosamente retocadas quizá por la técnica de presión. Por esto no se trata de una industria tosca, si no de una muy pequeña muestra (sacada en una zona restringida y marginada) de lo que había sido seguramente un yacimiento mucho mayor en el vestíbulo. Los raspadores (24,8%) son más que dos veces más numerosos que los buriles (11,2%). Más de la cuarta parte (26%) de la colección combinada está formada por los den­ticulados y las escotaduras, y hay un 7,2% de raederas, lo cual probablemente aporta al aspecto "arcaico" atribuido por varios prehistoriadores al Solutrense de Hornos de la Peña. Los desechos de talla son muy pocos: 7 núcleos, 4 fragmentos de núcleos, 96 lascas, 19 hojas y 7 hojas. Hay que señalar que no hay diferencia estadística significativa a nivel de 0,05 entre la colección de utensilos de Hornos y las de Cueto de la Mina F y E/3 + 4, La Riera (colección de Vega del Sella), Altamira, La Pasiega, Cueva Oscura, El Cierro y Cova Rosa. Todas estas otras colecciones tienen puntas de muesca y/o de base cóncava, y están tradi-cionalmente (salvo por C.M.F.) clasificadas como solutrenses superiores. La falta de estos supuestos "fósiles directores" en Hornos de la Peña podría ser el resultados de factores de muestreo o de diferencias funcionales entre yacimientos de diferentes tipos. No tenemos ninguna base real para dar una fecha relativa dentro del período solutrense a este nivel como lo pretenden hacer Jordá (1955:121; 1957:63; 1960:8; 1963:9; 1964:52) y Corchón (1971 a:128-30).

En Madrid hay una caja de huesos y dientes del Solutrense de Hornos de la Peña. Contiene los restos de al menos 6 ciervos (1 joven), además de varios sarrios, bovinos, caballos, cabras y un corzo. Hay en adición una vértebra de salmón. Hay otra caja en Madrid cuya procedencia no es tan clara (hay etiquetas que dicen "Magda l " y otras, "Solutréen" ) .

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Los restos de Cervus abundan en ésta también, seguidos por los de Capra, Rupicrapa, Equus, y, finalmente, algunos de bovinos. También contiene restos de un osos y de un zorro.

Se puede añadir Hornos de la Peña a la lista de yacimientos del interior situados en unos lugares muy estratégicos desde el punto de vista de la caza, estando en un valle ciego que habría podido servir de trampa o corral natural. También está rodeado por pendientes ideales para los sarrios y, especialmente, cabras monteses. (Pueden consultarse Straus [1975b] para más detalles sobre Hornos y el Castillo).

LA C U E N C A DEL RIO PAS (FIGURA 4.7)

Los yacimientos del Monte Castillo (Puente Viesgo), en la cuenca media/alta del Pas, distan unos 9 km. de Hornos de la Peña vía el puerto bajo (c. 300 m.) entre el Río de Molina (afluente del Pas que corre justo por debajo de la ladera sur del Monte Castillo) y el Río Barcenal (afluente del Besaya que se une con él no lejos de Tarriba). En Puente Viesgo el Pas corre por un desfiladero muy angosto y profundo, pero aguas arriba en la comarca de Iruz y aguas abajo en la zona de la confluencia del Pisueña con el Pas (Vargas-Castañeda), hay valles llanos y anchos con buenos pastos. El Monte Castillo (355 m.) domina el desfila­dero hacia el norte y todo el valle alto del Pas casi hasta Castro Valnera en la Cordillera Cantábrica hacia el sur. Los alrededores de Puente Viesgo son bastante montañosos, con cuestas escarpadas (aunque sin picos muy altos), pero tiene gran número de valles prote­gidos. El Monte Castillo dista unos 21 km. de Altamira, 15 km. de Cobalejos, 17 km. del Pendo, 20 km. de Camargo y 15 km. de Cueva Morín vía las rutas más fáciles y prácticas a pie (los valles). En el Monte Castillo hay dos yacimientos prehistóricos con arte rupestre (El Castillo y la Pasiega, ambos con materiales solutrenses), dos cuevas con arte pero sin yacimiento conocido (Las Chimeneas y Las Monedas) y una cueva con yacimiento (muste­riense) pero sin arte (La Flecha). Nos interesan aquí los dos primeros.

La Pasiega (0°16'40" Oeste * 43°17'25" Norte)

Puente Viesgo, Santander

El yacimiento de la Pasiega está ubicado en la entrada de la Galería B de esta complicada red kárstica (ahora cerrada artificialmente) no lejos de los famosos signos alfa-betiformes y los dibujos de "manos" en rojo. Se encuentra a una altitud de unos 180 m. sobre el nivel actual del mar y unos 80 m. sobre el suelo del valle del Río de Molina justo en frente a la cueva. Está en un tajo impresionante y tiene vistas panorámicas hacia el sur (valle del Pas) y hacia el oeste (divisoria entre las cuevas del Pas y del Besaya). La Pasiega y su arte fueron descubiertos en 1911 por H. Obermaier y P. Wernert durante las excavaciones en la vecina Cueva del Castillo, que dista unos 500 m. de la Pasiega (Obermaier 1925a:262).

Breuil, Obermaier y Alcalde del Río (1913) sospechaban la existencia de un yacimiento arqueológico en la Pasiega, pero éste no fué descubierto (accidentalmente) hasta 40 años más tarde por obreros que hicieron trabajos de mejoramiento para el turismo en la cueva bajo la dirección general de A. García Lorenzo. (Tenemos los importantísimos y muy agrade­cidos datos personales del R. P. J . González Echegaray y del Sr. F. Puente sobre la naturale­za de estos trabajos no estrictamente arqueológicos). Parece ser que una zanja (±3 m2) fué excavada sin controles estratígráficos y que ni García Lorenzo ni el Padre Carballo, entonces Director del Museo Arqueológico de Santander, estuvieran presentes. Los materiales

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hallados fueron llevados al Museo de forma desordenada. Fueron inspeccionados por Carba-llo (1952). Luego, en agosto de 1952 los entonces jóvenes prehistoriadores González Echegaray y E. Ripoll (1953) excavaron personalmente otra zanja (4x0, 5x0, 5 m.) unos 8 m. más hacia el interior de la entrada de la cueva para aclarar el problema de la estratigrafía del yacimiento hallado por los obreros, cuyos materiales estaban mezclados. Desgraciada­mente, aunque hallaron una estratigrafía intacta (costra estalagmítica, niveles de sedimen­tos negro y rojo, roca madre), ésta no contenía industrias típicas. Procedieron a una separa­ción tipológica ex post tacto de las piezas halladas por los obreros entre tres supuestos conjuntos: "musteriense", "solutrense", y "magdaleniense". La piezas atribuidas al Solu­trense eran casi únicamente las puntas. El resto de las piezas de tipo paleolítico superior fueron atribuidos al Magdaleniense inferior (que no tiene fósiles directores absolutos propios). El conjunto "musteriense" consistía en todas las piezas "toscas" (raederas, lascas, etc., especialmente hechos de cuarcita). Así, se trata de una secuancia construida de una manera totalmente artificial, sin base estratigráfica.

Por una serie de razones que presenté en detalle en otro sitio (Straus 1974/5), considero, al menos como hipótesis de trabajo, que la gran mayoría si no todos los mate­riales de la Pasiega sean solutrenses. Por ejemplo, encontré una punta de laurel en el conjunto "magdaleniense" en el Museo de Santander; González Echegaray (comunica­ción personal) también recuerda haber encontrado otra punta entre los materiales conside­rados como "magdalenienses" por su maestro, Carballo. De hecho, el propio González Echegaray tenía sus dudas acerca de la clasificación tipológica teórica de estas colecciones (véase González Echegaray 1971:326), y me había sugerido su revisión.

La colección combinada tiene 331 piezas retocadas, distribuidas entre 47 de los 91 tipos de Sonneville-Bordes y Perrot. De este total, las puntas solutrenses forman un 9,9%, proporción semejante a las de Cueva Morín y de Aitzbitarte. Los buriles (25,6%) dominan a los raspadores, como es también el caso en varios otros conjuntos solutrenses (especial­mente los del País Vasco). La proporción de denticulados y escotaduras (13, 8%) entra perfectamente en la gama de variación asociada con los conjuntos solutrenses de la región. Lo mismo vale para el 6% de raederas, puesto que muchos conjuntos solutrenses tienen cantidades semejantes (o superiores) de este otro tipo "arcaico" (véase Straus 1978b).

Comparé la colección combinada de la Pasiega con las demás colecciones solutren­ses de la región por el método Kolmogorov-Smirnov. No hay diferencia estadística significativa a nivel de 0,05 entre la Pasiega y Cova Rosa, Cueva Oscura o Hornos de la Peña, y a nivel de 0,01 entre la Pasiega y Altamira, y los conjuntos del Pirineo francés: Isturitz F2, Grotte du Pape y Grotte des Harpons. Estos resultados apoyan mi hipótesis de que se trata en la Pasiega de una industria al menos mayoritariamente solutrense. Las puntas solu­trenses (algunas de las cuales faltan actualmente del Museo de Santander) incluyen los tipos de muesca, de base cóncava y de base convexa. Los restos de talla son bastante abun­dantes: 687 lascas, 219 hojas, 481 hojitas, 36 golpes de buril, 69 núcleos y fragmentos de núcleos. Además, hay 37 trozos de ocre (relacionados con las pinturas?). La industria ósea es bastante rica, con dientes perforados, muchas azagayas de varias secciones (algu-unas grabadas) etc.

Había además un fragmento de maxilar humano, encontrado en el supuesto nivel "magdaleniense". Esta pieza inédita, podría en realidad ser uno de los pocos restos humanos solutrenses de toda la Europa occidental. Su estudio y publicación serían interesantes.

La fauna (que no ha sido, por supuesto, dividida por los ficticios niveles tipológicos) incluye los restos de al menos 12 ciervos (4 jóvenes), algunos bovinos (1 joven), 2 individuos

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cada uno de cabra, zorro y oso, y uno de caballo y de sarrio. La alta proporción de ciervos jó­venes podría sugerir la matanza de manadas de ciervas con sus crías.

El Castillo (0°16'40" Oeste x 43°17'25" Norte)

Puente Viesgo

El inmenso vestíbulo (c. 12 x 13 m.) de la Cueva del Castillo está orientado hacia el oriente, y tiene vistas estratégicas sobre el valle del Pas, no lejos del desfiladero aguas abajo del centro de Puente Viesgo. Está a una altura de unos 100 m. por encima del suelo del valle y 190 m. por encima del nivel actual del mar. En el momento de su descubrimiento científico por Alcalde del Río en 1903, el vestíbulo estaba más cerrado que ahora y tenía una entra­da relativamente estrecha (véase Alcalde del Río et al. 1911:112 y plano). Esta fué muy ensanchada por Obermaier para facilitar las excavaciones de 1910-14 (Breuil y Obermaier 1912:8-9). El Castillo contenía uno de los yacimientos más importantes de Europa, con una secuencia estratigráfica de unos 16-18 m. que incluía a niveles achelenses hasta eneo­líticos (Obermaier y Breuil 1913; Breuil y Obermaier 1912, 1013, 1914; Obermaier 1916, 1924, 1925a, 1925b). Después del primer sondeo de Alcalde del Río (1906:72-8), se orga­nizó un gran proyecto de investigación internacional en Santander bajo los auspicios del Principe Alberto I de Monaco, que fundó el Institut de Paléontologie Humaine en París. La excavación del Castillo fué dirigida por Hugo Obermaier; hubo también otras excavacio­nes del IPH en El Valle y en Hornos de la Peña.

Fué en 1911 cuando Breuil, Obermaier y Alcalde del Río descubrieron un nivel solutrense por debajo del potente estrato magadaleniense inferior en un sondeo de 4 x 7 m. (Breuil y Obermaier 1912). Las excavaciones del Castillo terminaron en 1914 con el esta­llido de la Primera Guerra Mundial (véase detalles en Madariaga 1972). En las 4 1/2 campañas de excavación (de 1-4 meses cada una), es probable que quitaran unos 3.000-3,5000 m 3 de depósitos (I) (véase p. ej. la foto sacada al final de la excavación en 1914 publicada por Obermaier [1925a:Lámina 6] ).

El nivel solutrense del vestíbulo del Castillo era el más delgado de todos los estratos, y era seguramente uno de los menos ricos. Así opinaba Carballo (1922:69), un observador contemporáneo de las excavaciones. No existe ninguna descripción detallada del nivel solu­trense del Castillo; además de las referencias cortas de Breuil y Obermaier, empleé unas notas manuscritas y secciones estratigráficas inéditas de los años 1911, 1912 y 1913 de Breuil y Obermaier guardadas por P. Wernert y que pude ver por la amabilidad de los Pro­fesores M. Almagro Basch y M. Almagro Gorbea en el MAN. Parece ser que el Solutrense consistía en unos hogares localizados de color gris 5-13 cm. de espesor (con un promedio de unos 10 cm.) y era más delgado incluso que las capas de arcilla estéril que le separaban del Magdaleniense inferior (1,8-2 m.) y del Perigordiense superior (1 m. de espesor). Este nivel discontinuo solutrense no estaba presente en los sectores frontal, trasero y derecho del ves­tíbulo. Es decir que estaba localizado en el centro del vestíbulo. Sólo existe una referencia (Breuil y Obermaier 1914:233) que menciona más de un nivel solutrense ("niveaux solutréens"). Siendo tan delgado, es difícil creer que haya sido subdividido verticalmente. La referencia podría aludir a los "hogares" horizontalmente aislados con piezas solutrenses (?). El pequeño tamaño de las colecciones solutrenses existentes podría en su mayor parte ser un reflejo auténtico de la delgadez y localización de este nivel, sobre todo, en relación con los demás niveles del Paleolítico superior del Castillo. Como en la pequeña colección de Hornos de la Peña, faltan por completo las puntas de muesca y de base cóncava de la colec­ción del vestíbulo del Castillo. Obermaier et al. encontraron solamente puntas de laurel y de

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cara plana. Estudié las colecciones en el Museo Arqueológico de Santander y en el MAN de Madrid. Además, hallé una hoja de laurel del Castillo en el Field Museum de Chicago.

La colección combinada consiste en 191 piezas retocadas. Inluye, sólo un 5,8% de puntas solutrenses (5 de las cuales fueron donadas a P. Janssens por Carballo, por lo visto después de haber sido dibujadas por Jordá en los años 50, cuyos dibujos fueron copiados por Corchón [1971a: Lámina I ]). Hay puntas de laurel de base convexa, otros fragmentos de puntas bifaciales y otros de cara plana. Algunas de las piezas parecen estar incompletas: se trataría de esbozos sin terminar. Un total de un 11,5% de todas las piezas lleva algún reto­que invasor "solutrense". Los raspadores (15,2%) están casi igualados por los buriles (13%). Hay una cantidad elevada de perforadores de varios tipos (9,9%), lo cual es extraordina­rio. El porcentaje de denticulados y escotaduras es también muy alto (35,6%). Junto con las abundantes raederas (11,5%), estas piezas dan un aspecto "arcaico" al conjunto, que no tiene a la fuerza nada que ver con su posible edad (como en el caso del conjunto solutren­se de Hornos de la Peña). Hay, además de las piezas retocadas, unos 29 núcleos y restos de núcleos, 5 "chopping tools", 2 "choppers", 1 martillo, 9 trozos de ocre y una peque­ña industria ósea muy pobre e indefinida (véase Straus 1975b para más detalles).

Obermaier (1925a:177; 1925b:290) da una lista de las principales formas de anima­les halladas en el nivel solutrense del vestíbulo del Castillo: Equus caballus con restos escasos de fíangifer tarandus, además de Cardium sp., Cyprina islándica, Patella vulgata ("muy abundante") y Purpura (Nucella) lapillus. M. F. Bonifay me ha dado muy amablemen­te una copia de la lista de fauna solutrense redactada por el difunto R. Vaufrey (véase la sección de fauna: Capítulo 5). Hasta que el estudio actual de la fauna del Castillo sea terminado y publicado por el equipo internacional de Bonifay, Altuna. Guérin, eí al., esta lista es la más completa que tenemos para el Solurense de este yacimiento. Además de los caballos, señala la existencia de abundantes restos de ciervos y de bovinos, con restos escasos de Capra y Rupicapra y una variedad de carnívoros: Vulpes, Felis (Panthera) leo, Canis lupus, Ursus spelaeus y U. arctos. En vez de incluir el reno, Vaufrey indica la presencia de Dama, lo que es mucho menos probable en este contexto. Cita los mismos moluscos que Obermaier, con la adición de Turritella communis. Y también añade la pre­sencia de cuervos: Corvus monedula y C. corvax. Entre los poces restos conservados aún en el Museo de Santander hay dos frontales de ciervo (uno derecho y el otro izquierdo), quizá del mismo individuo) con las astas conectadas, lo cual indica que la matanza no tuvo lugar en invierno. La presencia de tantas especies de carnívoros podría indicar que la cueva servía de guarida durante episodios sin ocupación humana (lo cual estaría quizá sugerido por la naturaleza localizada y discontinua de los "hogares" solutrenses). La presencia de molus­cos marinos es sorprendente (aunque no sabemos sus cantidades) debido a la gran distancia desde el Castillo hasta la costa pleniglaciar (unos 24 km. en línea recta).

En 1950 fué excavada una zanja de c. 3 m 2 hacia el fondo de la Gran Sala del Castillo para la instalación de luces y de senderos. Esta Sala es una cámara inmesa con graba­dos rupestres que se halla inmediatemente detrás (hacia el interior) del vestíbulo. Como en el caso de la Pasiega, los hallazgos aquí fueron hechos por obreros bajo la dirección gene­ral del Ingeniero García Lorenzo y del Padre Carballo. Los sedimentos eran al menos en parte revueltos (González Echegaray 1951:36; comunicación personal), y los materiales ar­queológicos fueron separados según los criterios puramente tipológicos. Carballo (1952:76-7) habla de un Magdaleniense que descansaba sobre un Solutrense, sin más precisiones. González Echegaray y Ripoll (1953/4:57-8) dan una descripción de estas piezas y clasifi­can el Solutrense como "superior", mientras que el Solutrense del vestíbulo sería para ellos "inferior". En realidad no hay manera de hacer clasificación cronológica de las tres puntas solutrenses de la Gran Sala (una hoja de laurel romboidal bifacial, una punta bifacial de base convexa y una punta de cara plana, que es probablemente un esbozo). Las primeras

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dos piezas son bastante "elegantes", pero la coexistencia de tales bellas piezas con otras piezas más "toscas" (sin terminar) es bastante frecuente (p. ej. en Peña de Candamo, Cueto de la Mina F, La Riera, Hornos de la Peña, etc.). La punta romboidal de la Gran Sala se pare­ce bastante a las del Pendo y Altamira (donde hay puntas de muesca y de base cóncava) y a las de Hornos de la Peña (donde no había estos otros tipos de puntas en la pequeña área excavada).

Aunque Jordá (1955, 1957, 1960, 1963, 1964) ha cambiado sus clasificaciones cronológicas de las colecciones (del Museo de Santander) del Castillo, nunca consideró que la del vestíbulo era distinta de la de la Gran Sala. Habló primero de un "Solutrense arcaico" o "Protosolutrense" y luego de un "Solutrense inicial cantábrico", relacionados con el Solu­trense medio francés. Corchón (1971 a:116-26), que comete varios errores acerca de los hechos relacionados con las excavaciones y colecciones del Castillo, clasifica ambas colec­ciones como "Solutrense superior" por una serie de razonamientos bastante complicados ad hoc. Sus argumentos que contrarían lo que dice en otros lugares sobre la supuesta edad de otras colecciones solutrenses dan un ejemplo de la esterilidad (sin hablar del casuismo) de este planteamiento puramente filogenético de la prehistoria.

La falta de puntas de muesca y de base cóncava en el Castillo podría ser el resultado de factores funcionales. De mayor interés son los porcentajes altos de perforadores, denticula­dos, escotaduras, raederas y utensilios pesados ("choppers" etc.), y el hecho de que el nivel

'solutrense del vestíbulo fuera realmente mínimo en extensión y en espesor comparado con los otros niveles del Paleolítico. Hay que recordar que al menos el nivel del vestíbulo fué completamente excavado, lo cual es muy poco corriente. Así las colecciones podrían ser muestras válidas. En relación con otros yacimientos como Cueto de la Mina, La Riera, Las Caldas, Cova Rosa, Altamira o Aitzbitarte, la ocupación solutrense del Castillo parece haber sido bastante efímera y quizá especializada.

En la ondulada llanura costera entre la cuenca inferior del Río Pas y la actual Bahía de Santander hay tres yacimientos solutrenses (además de varios otros yacimientos paleolí­ticos): El Pendo, Cobalejos y el Mazo de Camargo. Camargo estaba a unos 3,5 km. al este del Pendo y Cobalejos está a unos 2,25 km. al oeste. Es una zona generalmente baja, pero con muchas pequeñas colinas. Altamente kárstica, está salpicada por dolinas que proveen lugares protegidos y húmedos (donde hoy día —como en el oriente de Asturias— los cam­pesinos plantan frutales y huertos de legumbres). La mayoría del resto del terreno (aparte las pendientes escarpadas donde hay actualmente plantaciones de eucaliptos o vegetación de tipo monte bajo) consiste en praderas abiertas: pastos vacunos.

Cobalejos (0°I4'55" Oeste * 43°23'55" Norte)

Velo, Santander

La Cueva de Cobalejos está en un alto del barrio de Velo encima de Puente Arce (tér­mino municipal de Piélagos). Es una pequeña cavidad con dos bocas en la ladera norte de una colina profunda. La red kárstica es activa a un nivel unos 7 m. por debajo del yacimiento, donde actualmente hay otra cueva con un riachuelo. Cobalejos está a una altitud de unos 80 m. en relación al nivel actual del mar. Se encuentra muy protegida de los elementos y mira hacia el sur, por lo cual está muy soleada, especialmente en invierno. Desde los bordes de la cima de la colina hay vistas panorámicas hacia el Rio Pas y sobre toda la zona costera de Escobedo, etc. La cueva todavía tiene algunos sedimentos arqueológicos.

Cobalejos fué uno de los primeros yacimientos paleolíticos excavados en España, por E. de Pedreja (Sautuola 1880:31). Olvidada y perdida durante medio siglo, esta cueva fué

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redescubierta por J . A. Moure en 1965 que publicó un artículo excelente sobre el yacimien­to y sus colecciones restantes (Moure 1968), Quedan pocos datos sobre el Solutrense de Cobalejos. Cartailhac y Breuil (1906:246) hablan de un nivel musteriense y otro paleolítico superior con lo que es, de hecho, una hoja de laurel (Fig. 167) (ahora desaparecida). Cabré (1915:46) resume la información dada por Cartailhac y Breuil y dice que Cobalejos tenía una industria solutrense. Obermaier (1916:179; 1924:168; 1925:181) habla de restos muste-rienses y magdalenienses superiores hallados por él en 1914, aunque menciona también hallazgos solutrenses hechos por E. de Pedreja. Carballo (1922:68; 1924.92) también cita Cobalejos como yacimiento solutrense.

En el Museo Arqueológico de Santander hay solamente dos piezas atribuidas por Moure (1968) al Solutrense de Cobalejos: una (con etiqueta antigua) es una pequeña "punta" bifacial rota con dorso aquillado; la otra es un fragmento (sin etiqueta) con unos 15 retoques invasores finos pero irregulares (¿una punta sin terminar?). Jordá (1955:123) y Corchón (1971 a:132-3) intentan la clasificación cronológica de este yacimiento dentro de sus respectivos esquemas solutrenses basándose en esta primera (muy dudosa) pieza (¡). Parece bastante claro, por las observaciones (y figura) de Cartailhac y Breuil, que Cobalejos contenía al menos una ocupación solutrense efímera, pero más que esto no se puede decir por falta de información material o bibliográfica.

LA C O M A R C A DE LA BAHIA DE S A N T A N D E R (FIGURA 4.7)

El Mazo de Camargo (0°11'30" Oeste * 43°23'20" Norte)

Revi/la de Camargo, Santander

La cueva del Mazo de Camargo fué probablemente el primer yacimiento paleolítico superior excavado en España, por M. Sanz de Sautuola en 1878 (véase Cartailhac y Breuil 1906:247). Desgraciadamente el Mazo, que formó parte de la Peña del Moro (92 m.), fué destrozado por una cantera hacia los comienzos de este siglo (Carballo 1922,1924; Sierra 1908). Estaba localizado en las afueras occidentales de Revilla de Camargo en el lado norte de la carretera que va a Escobedo y Puente Arce. Aparentemente la cueva miraba hacia el sur y estaba a unos 10 m. por encima del nivel del valle (y sólo unos 25-30 m. por encima del nivel actual del mar). Distaba unos 5 km. de Cueva Morín (hacia el sur—sudeste) y unos 7 km. de la actual playa de Virgen del Mar, donde hay conocidos afloramientos de sílex bueno. Los alrededores de Camargo son relativamente bajos, pero no están lejos Peña Cabarga y el Monte Obeña, ambas montañas relativamente altas, aunque aisladas, en la plataforma costera de la zona de la ciudad.

Sautuola (1880:7) no dio muchos detalles estratigráficos, como es natural dado la fecha de sus excavaciones, pero teorizó (pp. 12-13) que Camargo servía como estación especiali­zada para la caza y la talla lítica, puesto que él pensó que la cueva era demasiado pequeña y abierta a los vientos para servir de lugar de habitación a largo plazo. Cartailhac y Breuil (1906:247) describen algunas de las piezas halladas por Sautuola. Hay que notar que había cuatro puntas solutrenses —una con base cóncava (Fig. 6.19.13) (¡que ellos compararon con las de Brassempouyl). Todas estas piezas existen todavía en la colección Botín del Museo Arqueológico de Santander. Sierra (1908:104-5) excavó en Camargo en 1907 (mientras que las obras de la cantera se proseguían). No menciona ninguna pieza solutrense. Encontró un cráneo humano en su nivel inferior, que, según Carballo(1922, 1924) y Obermaier (1916, 1924, 1925a) era "aur iñac iense" . Por esto, el nivel "medio" de Sierra ha debido de corresponder con el Solutrense de Sautuola. Carballo, en su tesis

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(1922:66) (en que también reivindica el descubrimiento del cráneo de tipo Cro-Magnon!) dice haber encontrado materiales "solutrenses" (sin especificar) en Camargo, aunque, curiosamente, no repite la mención del Solutrense en Camargo en su libro. Prehisto­ria Universal y Especial de España (1924). Cabré (1915) y Obermaier (1916, 1924,1925a) repiten que Camargo contenía una industria solutrense (sin detalles). El cráneo —como toda la colección de Sierra de Camargo— ha desaparecido. Es una pérdida importante, puesto que era uno de los muy escasos y más completos restos de Homo sapiens sapiens del Paleolítico superior antiguo de la Península Ibérica (véase la foto de Obermaier [1925: Lámina 8]).

Como he dicho antes, las cuatro puntas solutrenses descritas por Cartailhac y Breuil están conservadas en el Museo de Santander. Hay un fragmento de punta bifacial de base cóncava, dos fragmentos de otras puntas bifaciales y un fragmento de una verdadera punta de cara plana. También, junto con estas puntas, hay un raspador en hocico, un perforador-buril y un martillo.

Entre las faunas citadas para Cobalejos y Camargo faltan las especies "alpinas", pero hay caballos, bovinos y ciervos en las antiguas listas (sin nivel) de ambos yacimientos. Dado el hecho de que ambos están en la llanura costera, la presencia de estos ungulados (y la falta de los cápridos) es completamente lógica. Sierra (1908:105) habla de jabalí en su nivel medio (¿solutrense?) de Camargo. Es posible que las dolinas y otros pequeños valles de la comarca abrigaran bosquecillos reducidos durante el Pleniglaciar.

Corchón (1971a:134, 163), que dice erróneamente que el cráneo era magdaleniense, clasifica el Solutrense de Camargo como "Solutrense cantábrico medio arcaico", puesto que duda de la procedencia de la punta de base cóncava (aunque fué muy bien documenta­da por Cartailhac y Breuil en 1906).

El Pendo (0°13'28" Oeste * 43°23'12" Norte)

Escobedo de Camargo, Santander

La enorme caverna del Pendo (o de San Pantaleón) contiene uno de los más importantes yacimientos paleolíticos (medio y superior) en España, pero, como en el caso del Castillo (y de Cueva Morín), su nivel solutrense era muy delgado, localizado y pobre. Aunque no sabemos mucho sobre la ocupación solutrense del Pendo, queda aún inmensa cantidad de sedimentos arqueológicos que podrían ser excavados, a pesar de más de un siglo de excavaciones en esta cueva.

Aunque tiene una entrada baja (c.5 m.) y relativamente restringida (c. 12 m. ancho) que mira hacia el sur, la cámara principal del Pendo mide alrededor de 140 m. de largo y 30-45 m. de ancho. Tan alta es que no se puede ver el techo con ninguna luz portátil. Al fondo de esta sala, la cueva se reduce rápidamente y sigue por una serie de galerías estrechas y tortuosas en las cuales hay algunos grabados rupestres. El Pendo está en la ladera norte de una dolina inmensa; un pequeño río se sumerge por debajo de la entrada de la cueva. La situación del Pendo es análoga a la de Cobalejos, pero magnificada. Desde la cima de la dolina (que está a una altura de unos 100 m.) hay una vista panorámica de toda la llanura costera entre la Bahía de Santander y la desembocadura del Pas. El Pendo es un yacimien­to muy protegido y, como observó Carballo (1960:30-1), está más soleado en invierno que en verano, debido a su boca baja, casi al fondo de la dolina. Las ocupaciones humanas fueron, aparentemente localizadas en la zona de la entrada (donde hay luz) en una terra­za entre dos taludes de bloques desprendidos inmensos y de sedimentos que descienden desde la entrada hasta el fondo de la Gran Sala.

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En esta terraza y en el talud interior han tenido lugar excavaciones desde las de Sautu­ola en 1878 y en 1880 (Sautuola 1880:30-1; Carballo y González Echegaray 1952:38; Carballo 1960:17). Alrededor de 1910, Carballo empezó una tanda de exploraciones en el Pendo, primero con Obermaier (1916:178-9), que menciona hallazgos azilienses, magdale­nienses y solutrenses. Cabré (1915:48) habla de utensilios auriñacienses y solutrenses, aunque el propio Carballo (1960) no menciona hallazgos solutrenses en sus primeras explo­raciones de esta cueva. Obermaier (1925a:181) añade que se trataría de un Solutrense superior por la presencia de unas puntas de laurel romboidales. En un artículo más reciente, Obermaier (1932.9) dice que estas piezas venían de sedimentos revueltos, En 1926 Carballo empezó (con obreros) la excavación de un sector a la derecha de la Gran Sala (al lado del cauce del riachuelo y más hacia el fondo de la cueva que sus anteriores prospecciones). Esta trinchera (2x1, 5*2, 5 m.) (Carballo 1960:26) es visible aún. Allí no encontró nada más que arcillas y arenas estériles por debajo de un estrato aziliense/magdaleniense superior. Tampoco halló piezas solutrenses en 1930 cuando excavó a la izquierda de la terraza con G. G. McCurdy o en 1932 con B. Larin a la derecha (Carballo 1960:22, 23; González Echegaray comunicación personal). Los últimos trabajos de Carballo en el Pendo entre 1934 y 1941 consistían en una serie de pequeños sondeos entre los bloques del talud superior y en la terraza. Estos trabajos dieron algunas puntas solutrenses, además de depósitos "asturien-ses", azilienses, magdalenienses y "achelenses" (= Musteriense de tradición achelense) (Carballo 1960:111; Carballo y González Echegaray 1952:38, 49). Nunca fueron especifica­das las características de este nivel solutrense, donde Carballo (1960:112-4; 1957:55) halló una pequeña colección de piezas que incluía una punta romboidal perfecta de cuarzo (con un agujero natural) (Fig. 6.18.20), una punta de muesca casi sin retoque (salvo por los retoques abruptos del pedúnculo) y una punta larga con base ligeramente cóncava. También encontró en este nivel un fragmento de "bastón de mando" que él imaginó ser una "Venus " solutrense.

En las excavaciones de 1953-57 dirigidas por J . Martínez Santa-Olalla a la izquierda en la terraza al fondo del talud superior, no se encontró ningún nivel solutrense claro. Las notas inéditas de 1953 de A. Cheynier (que pude ver por la amabilidad del Padre González Echegaray), un participante en las excavaciones, habla del descubrimiento de varias puntas solutrenses (incluso del tipo de muesca con retoques únicamente abruptos) en "tierras revultas". Sin embargo las secciones estrat igraf ías de Santa-Olalla (también en posesión de González Echegaray) indican el Nivel IV como "solutrense". En este nivel (Sector B), las notas de Cheynier de 1955 describen una azagaya plana romboidal de hueso del tipo "auriñaciense II" Luego, sin embargo, en una carta escrita a González Echegaray en 1967, Cheynier se pregunta si no se trataría de una punta de laurel solutrense (¡aunque de huesol) en vez de una azagaya auriñaciense. Dice además que "el nivel de las puntas de muesca no está definido". Es evidente que las puntas solutrenses del Pendo están localizadas, y que no fueron halladas en la excavación de Santa-Olalla. (Las búsquedas de González Echegaray, I. Barandiarán y el presente autor no han sido fructuosas.) Desde luego la colección existente del Nivel IV (356 piezas) no contiene indicios solutrenses y no se parece a la gran colección solutrense de Altamira (de la cual quité las puntas solutrenses para hacer la comparación). La colección del Pendo tiene 43 ,3% de buriles, casi el doble que tiene la de Altamira. A nivel de 0,05 las dos colecciones son estadísticamente altamente diferentes.

La colección solutrense de Carballo en el Museo de Santander consiste en las tres puntas ya descritas, otras 16 puntas (o puntas retocadas de nuevo en buriles o raspadores, o piezas con retoques invasores) y otras 19 piezas. La colección de Carballo tiene una segunda punta de muesca casi sin retocar, y una tercera muy parecida fué encontrada en la superficie de la cima del talud inferiror en 1974 por A. Cava (Fig, 6.18.16-17). Además de las piezas solutrenses, hay raspadores, buriles, hojas retocadas, denticulados y escotadu-

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ras. (Es curioso la alta proporción de puntas retocadas y reempleadas como otro tipo de utensilios. Quizá las puntas han sido recogidas por los "magdalenienses"?). Desde luego, es una colección muy pequeña dado el tamaño inmenso de la cueva. Es posible que Carballo sólo guardara las bellas piezas, pero también es muy evidente, por la colección y las diversas descripciones publicadas inéditas, que el "nivel " solutrense fuera muy efímero y discon­tinuo.

Jordá (1955:177-9), sin base estratigráfica, intentó subdividir el Solutrense del Pendo entre tres fases cronológicas (!). Más recientemente lo clasifica como "Solutrense cantábri­co inferior" (equivalente al "Solutrense medio francés") (Jordá 1960:8-9; 1963:9; 1964:52), sin mencionar la presencia de las dos puntas de muesca y la punta de base cóncava en la colección de Carballo (!). Aunque no tenemos ninguna evidencia estratrigráfica sobre el Solutrense del Pendo, no sería raro encontrar estos tipos asociados con hojas de laurel romboidales o incluso puntas de cara plana en el mismo estrato o suelo de ocupación. A pesar de la falta total de información estratigráfica, Corchón (1970/71; 1971 a:138-40, 163), clasifica la pequeña colección (¿seleccionada?) de Carballo como "Solutrense medio cantábrico evolucionado".

Carballo nunca especificó la fauna asociada con la industria solutrense del Pendo. Las especies halladas en sus excavaciones en general son las típicas del Paleolítico cantábrico: Equus, Bison, Bos, Cervus, Rupicapra, Ursus (Carballo y González Echegaray 1952:41) y rinoceronte (Carballo 1960:116). Las grandes especies de pastos abiertos parecen dominar en todos los yacimientos solutrenses de la llanura costera de Santander, como es lógico. En el "Magdaleniense III" de la vecina cueva del Juyo, el ciervo domina con mucho (Janssens y González Echegaray 1958; Straus 1977a; Klein et al. 1981).

Cueva Morln (0°10'10" Oeste x 43°2V43" Norte) Villanueva de Villascusa, Santander

Cueva Morín (o el Mazo Moril, Cueva del Rey, etc.) se ubica en el pequeño valle de Obregón, justo al oeste de la Sierra de Gándara, la prolongación occidental de la Peña Cabarga (altura máxima = 568 m.). Este valle sierve de vía de comunicación entre la zona de la actual Bahía de Santander y el valle interior del Río Pisueña. La cueva está en un área extensamente kárstica y da sobre una gran dolina húmeda. Hay otra cueva (la "del Oso") a nivel más bajo en esta dolina, que tiene grabados rupestres (González Echegaray y Freeman 1971:9). El valle de Obregón, que corre hacia la Ría de Solía —un brazo de la Bahía de Santander- es el mejor paso desde la llanura costera hasta el interior en el sector entre el Pas y el Miera. Así, Cueva Morín tiene al lado una llanura costera importante (que fué aún más amplia durante la regresión del nivel marino en el Pleniglaciar superior, cuando la Bahía de Santander estaba seca), las laderas altas y rocosas de Peña Cabarga y los amplios valles especialmente del Pisueña (afluente del Pas). Es un yacimiento bastante céntrico vis é vis de una variedad de hábitats y recursos. Aunque Morín esté orientada hacia el norte-noroeste, su entrada es bastante baja y protegida. Pero, desde luego, no es una cueva con mucha luz. Tampoco está muy elevada (unos 65 m. en relación al mar y unos 15 m. en relación al valle), pero tiene una buena vista sobre la comarca de Villanueva. El vestíbulo de la cueva es bastante grande y alto, y contenía un importante yacimiento musteriense y paleolítico superior. Dista unos 14 km. del Monte Castillo vía los valles del Pisueña y del Pas y unos 12,5 km. de la actual costa en Virgen del Mar.

Cueva Morín fué descubierta por Obermaier y Wernert durante su primera campaña de excavación en el Castillo (Obermaier 1925a:180). Sin entrar detalladamente en el sujeto de

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la complicada historia de las varias excavaciones en este yacimiento (véase González Echegaray y Freeman 1971), se puede decir que los primeros descrubrimientos de puntas solutrenses fueron hechos por Carballo y F. Fernández-Montes en 1915 en un nivel mal definido (Nivel B —8 cm.— "Azilio-tardenoisiense y magdaleno-solutrense" [Fernández-Montes 1938:9]). Existen todavía en las colecciones del Museo de Santander las dos puntas de muesca descritas por Fernández-Montes (1938:32) como "típicas de Solutrense supe­rior".

Carballo siguió sus trabajos haciendo una gran trinchera en los años 1917-19, y el Conde de la Vega del Sella también excavó en Cueva Morín (en otras épocas del año) durante los mismos años y en 1920. El Conde habría amplificado la trinchera de Carballo horizontalmente y, en algunos sectores, verticalmente (véase González Echegaray y Freeman 1971:10-11). A pesar de sus primeros hallazgos, Carballo era bastante escéptico (si no totalmente negativo) acerca de la existencia de un nivel solutrense en Cueva Morín (Carballo 1922:68; 1923:22; 1924:87). Es evidente que en la zona donde Carballo excavó la parte alta de la secuencia del Paleolítico superior (¿en el centro del vestíbulo?) fué al menos muy delgado y discontinuo el nivel solutrense, y muy malamente distinguible de los nive­les magdalenienses y gravetienses adyacentes.

Vega del Sella (1921:107) da más detalles sobre el nivel solutrense efímero. Sólo encontró algunas piezas solutrenses en la última de sus cuatro campañas, en el testigo de la izquierda. Estaban en contacto directo con el Gravetiense y el Magdaleniense superior, sin ninguna zona estéril. Piensa el Conde que había existido originalmente un nivel solutren­se más importante que debió ser en su mayoría arrastrado por corrientes de agua, dejando sólo unos lentejones localizados. De hecho, el Conde no pudo distinguir otros utensilios más que las puntas solutrenses que habrían podido pertenecer a tal nivel solutrense, por lo cual su colección en el MNCN consiste sólo en puntas. Obermaier (1924:167) habla en la versión inglesa del Hombre Fósil de "trazos de solutrense tardío con puntas de muesca". En la segunda edición española, menciona solo "indicios del Solutrense superior" (Obermaier 1925a:180).

En 1967 y 1968 González Echegaray excavó el pequeño testigo con sedimentos del Paleolítico superior al lado derecho del vestíbulo de Cueva Morín. Halló un nivel (3) solutrense en un área de poco más de 4 m 2 . Tenía sólo 2-8 cm. de espesor, con el espesor máximo en la parte frontal del vestíbulo (González Echegaray y Freeman 1971:250). Estas nuevas excavaciones confirmaron completamente las observaciones de Carballo y de Vega del Sella; el Solutrense estaba en contacto íntimo con el gravetiense del Nivel 4 y el nivel(2) magdaleniense superior. Butzer (1971.353) nota unos hiatos en la secuencia estratigráfica entre los niveles 4 y 3 y entre 3 y 2; sugiere que la erosión que causó estos hiatos habría podido ser debida más a agentes humanos que a naturales. Sabemos en efecto, especial­mente en Cueva Morín, que los hombres paleolíticos removían mucho los sedimentos de sus yacimientos, intencionalmente para construir o simplemente por su ir y venir. En resumen,el Solutrense de Cueva Morín, en comparación con los potentes estratos muste-rienses, auriñacienses y gravetienses, era muy discotinuo. Sólo con los métodos cuidadosos modernos ha sido posible distinguir un nivel separado, muy delgado y horizontalmente restringido, con una industria relativamente pobre.

Existía un problema de mezcla entre las piezas solutrenses de la colección de Carballo de Cueva Morín y de la colección de Alcalde del Río de Altamira en el Museo de Santander. (Este hecho no ha sido notado ni por Jordá (1953) ni por Corchón (1971a), que emplearon las dos puntas de base cóncava —realmente de Altamira— para elaborar unas hipótesis bastante complejas acerca de la (o las) edad (es) del pequeño nivel solutrense de Morín. De hecho, no hay ninguna evidencia que apoye la subdivisión cronológica de este nivel como

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pretendía Corchón [1971 a:146-50].) Tres puntas en la colección de Carballo que llevaban la etiqueta de Morín están ilustradas en la obra de Breuil y Obermaier (1935: Fig.152,5, Fig. 150,3 y 4) sobre Altamira como procedentes de la excavación de Alcalde de Río en esta segunda cueva. Por esto no hay garantías sobre el resto de la pequeña colección solutrense de Carballo de Morín, salvo en lo que se refiere a las dos puntas de muesca descritas por Fernández-Montes (en el almacén del Museo de Santander). Un total de 18 piezas son puntas o esbozos de puntas solutrenses (incluso las de muesca, algunas romboidales, una del tipo de Montaut [asimétrica], y de cara plana). Hay otros 19 utensilios distribuidos entre 11 tipos. La colección del Conde en el MNCN consiste en 2 hojas de laurel (una retocada en raspador) y tres puntas de cara plana (una semejante en la forma a una hoja de sauce). Además, había una punta de muesca y otros dos fragmentos ilustrados en la monografía de Vega del Sella (1921: Figs.66b y c, 67a), pero que faltan actualmente de la colección en Madrid.

Clasifiqué personalmente la colección de González Echegaray de su nivel 3 de Cueva Morín y definí 19 piezas retocadas más que las 119 publicadas por él (González Echegaray 1971b:255). Lo hize para obtener una consistencia tipológica entre las colecciones que analicé, pero la diferencia es muy pequeña, y podría venir del hecho de que mi clasificación incluye algunas piezas halladas en 1969, que no fueron publicadas en 1973 por González Echegaray en su revisión del nivel solutrense, por ser demasiado pocas (González Echega­ray 1973:203). La diferencia más grande entre mi clasificación y la suya reside en la categoría de los denticulados y escotaduras, donde yo encontré 8 más que el total definido por González Echegaray. Es de esperar que esta colección (como las de Chufín y de la Riera) se diferencie de las colecciones de las excavaciones hechas con métodos antiguos. A pesar de su relativamente pequeño número total de utensilios, la colección del nivel 3 de Morín

.tiene muchas hojitas de dorso (19) y un porcentaje elevado de estas piezas. Además tiene 5 hojitas de Dufour, 5 hojitas denticuladas, 1 triángulo y entre sus desechos de talla —122 hojitas sin retocar. Incluso tiene dos buriles de Noailles. El cuidado con el cual ha sido exca­vado este nivel intacto garantiza la procedencia solutrense de estas piezas, y confirma su asociación con puntas solutrenses en los yacimientos vascos de Aitzbitarte, Ermittia y Bolinkoba. También los hallazgos de Chufín y de la Riera confirman la presencia de bastan­tes hojitas de dorso en unos contextos solutrenses indubitables.

La colección de Morín sólo tiene un 10,9% de puntas solutrenses. Incluye algunas pe­queñas puntas de muesca. González Echegaray no halló en su sector grandes puntas de laurel como las encontradas por Vega del Sella en el lado opuesto del vestíbulo, pero hay unos fragmentos de posibles hojas de laurel y de sauce. No hay puntas de base cóncava (como tampoco las hay en las otras colecciones). En esta colección, los buriles (10,1 %) casi igualan a los raspadores (11,6%) (la diferencia es algo mayor en la clasificación de González Echegaray). Es el único yacimiento solutrense donde los buriles de truncatura superan a los diedros. Otro hecho poco común, que tampoco tiene nada que ver con las técnicas de exca­vación, es el número escaso de raspadores nucleiformes. A pesar de mi estimación más amplia en los denticulados, el porcentaje aquí es realtivamente bajo (10,9%). En muchos as­pectos, es una colección que se despega de las demás colecciones estudiadas (especial­mente las antiguas).

La pequeña colección faunística estudiada por Altuna (1971; 1972; 1973) incluye algu­nos ciervos, corzos (muy raros en los otros yacimientos solutrenses) y caballos, además de una cabra, un bovino, un zorro, un topo y una ratilla. De los 5 ciervos, 2 eran juveniles cuan­do fueron matados. Es curiosa la falta casi absoluta de cápridos, dada la cercanía de la Sierra de Gándara-Peña Cabarga. No había moluscos en la pequeña zona excavada por González Echegaray (Madariaga 1971).

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LA C U E N C A DEL RIO MIERA (FIGURA 4.7)

En el valle del Río Miera, que cruza el centro-este de la Provincia de Santander, hay referencias acerca de tres o cuatro yacimientos solutrenses, pero ninguno es muy conocido, y las colecciones han desaparecido. Sin embargo, la evidencia de la configuración de los emplazamientos complementa lo que sabemos del sistema solutrense de asentamiento en otras cuencas de la región cantábrica.

Fuente del Francés (0°0'55" Oeste * 43°23'35" Norte)

Hoznayo, Santander

El yacimiento solutrense de la llanura costera del "s istema" del Miera es la Fuente del Francés. Se ubica en la orilla derecha del pequeño Río Aguanaz un poco antes de su conflu­encia con el Miera en un sitio muy pintoresco donde el Aguanaz pasa por un túnel natural. Está en un valle muy protegido, rodeado por pequeñas colinas a una altura de unos 25 m. sobre el nivel actual del mar. Sería un sitio estupendo para la pesca, y tendría en sus alrede­dores pastos abiertos y relativamente llanos y bosquecillos localizados a lo largo de los pequeños valles de Ribamontán. Fuente del Francés se encuentra en la " l lanura" justo de­lante de las primeras laderas de las colinas al pie de la cordillera. La cueva —ahora vaciada y empleada como bar— tiene dos entradas: una al nivel del río y otra, que mira hacia el su­doeste, que domina al río desde unos 4 m. a una distancia de unos 12 m. Es una pequeña caverna, que probablemente no habría podido servir de lugar de habitación para muchas personas durante largos plazos de tiempo. Aunque la Fuente del Francés es el único yaci­miento solutrense conocido en la zona costera de la Provincia al este de la Bahía de Santander, no dudo de que haya más en Ribamontán, que habría sido una área rica en extensos pastos para manadas de ciervos, bisontes y caballos en el Pleniglaciar, como lo es hoy para vacas. Es incluso posible que algunos yacimientos hayan sido inundados por la subida del mar post-glaciar. (La curva del nivel submarino de -100 m. se encuentra a una distancia de 5 km. de la costa actual de Virgen del Mar, a 8 km. frente al Cabo Mayor, 10 km. frente a Galizano y 4 km. frente al Cabo de Ajo, según el Mapa 127 del Instituto Hidrográfico de la Marina Española.)

La primera referencia publicada acerca de la Fuente del Francés es la de Cartailhac y Breuil (1906:247), que dicen que E. de Pedreja había explorado este yacimiento en 1880. En la lista de sus hallazgos mencionan unos raspadores y dos puntas, y dicen que los utensilios son como los de Cobalejos. Sierra (1908:106) da detalles acerca del emplazamiento del yacimiento, que ya había sido destrozado por los dueños del balneario del mismo nombre. Es Cabré (1915:46) quien da la primera calsificación de sus materiales: "Musteriense y solu­trense, sin detalles. Obermaier (1916:171; 1924:161; 1925a:173) añade el Magdaleniense a los depósitos citados por Cabré, sin explicación. Y, por fin, tampoco sin especificar más, Carballo (1922:68; 1924:92) cita la Fuente del Francés entre los yacimientos solutrenses de la Provincia.

A pesar de mis búsquedas en Limpias y en Santander, sólo pude encontrar una caja de la colección de Carballo en el Museo de Santander con etiqueta de Fuente del Francés. Con­tenía unos restos de bovino, caballo, ciervo, jabalí y 5 piezas líticas: 1 buril y 4 objetos de desecho (algunos con un retoque invasor). De este yacimiento, por desgracia, no sabemos más.

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La Bona (0°1'20" Oeste * 43°17'40" Norte)

Mirones, Santander

A una distancia de unos 15 km. aguas arriba de la Fuente del Francés ya en la zona montañosa y escarpada, se encunetran los yacimientos vecinos de la Bona y del Rascaño, que volví a descubrir en otoño de 1973. Están situados en un acantilado por encima del Río Miera en frente del pueblo de Mirones (barrio de Rebollar). Tienen en su entorno directo montes que sobrepasan los 400 m. de altitud. No mucho más lejos hay picos que superan los 700 m. e incluso los 10OOm. Entre Mirones y Angustina (aguas abajo) el Miera pasa por un cañón muy estrecho y profundo, con laderas a veces casi verticales. En él se encuentra también el yacimiento aziliense de Piélago. La Bona y el Rascaño dominan este valle, mirando hacia el oeste desde un emplazamiento bastante bien situado. Sería un lugar ideal no solamente para la caza de manadas migratorias de ciervos etc., que habrían podido pasar por el cañón, sino también de los cápridos, y para la pesca de truchas (como hoy día).

La Bona, que es una pequeña cavidad o abrigo poco profundo, está vacía, aunque se puede ver claramente en las paredes que había tenido un relleno hasta una altura de 0,5 m. encima del suelo actual de la cueva (formado por la roca madre o por arcilla con "indicios" de cabras modernas). Se encuentran algunos cantos rodados y sílex como raspadores, buri­les y hojas retocadas sueltas por la superficie. Quizá el nombre de la cueva viene de su empleo por los campesinos como fuente de abono para sus campos adyacentes. Hoy día es conocida como la Cueva de las Cabras.

Cabré (1915:46) dice que al lado del Rascaño hay otro yacimiento con industria solu­trense excavado por Sierra y añade que sus colecciones se encontraban en Limpias. Obermaier (1924:161; 1925a:173) cita la Bona como "un pequeño yacimiento de Solutren­se superior (puntas con base cóncava y puntas de muesca) descubierto por L. Sierra." Esta cita tan específica de Obermaier nos da algunas garantías acerca del Solutrense de la Cueva de la Bona, pero no pude localizar ninguna pieza solutrense de ella en el Colegio de San Vicente de Paul en Limpias. Allí hay efectivamente algunos restos pobres de la colección del Padre Sierra (lo poco que sobrevivió a la Guerra Civil, cuando el colegio servía de hospital). Entre ellos hay algunas piezas con etiquetas separadas de la Bona y del Rascaño. Del primer yacimiento solo hay unas hojas y lascas, un denticulado y una lasca escotada. De este yacimiento, que parece haber sido únicamente solutrense probablemente una estación efímera y especializada, no sabemos más.

El Rascaño (0°1'20" Oeste * 43°17'40" Norte)

Mirones

La cueva del Rascaño, que es una auténtica cueva con una boca muy angosta y un ves­tíbulo largo, alto y estrecho, se halla unos 20 m. aguas arriba de la Bona. Según los resulta­dos de la excavación dirigida en 1974 por González Echegaray e I. Barandiarán, este impor­tante yacimiento magdaleniense habría sido, al menos en gran parte, una estación especia­lizada en la caza de Capra ibex pyrenaica (véase Altuna 1978). Durante esta excavación y localizada en el testigo del fondo del vestíbulo, encontré personalmente una punta solutrense bifacial con base convexa (Fig. 6.19.19) en sedimentos revueltos (y asociada con fragmentos de tela y de metal) que descansaban sobre la arcilla de base al fondo de la larga secuencia excavada por prehistoriadores anteriores. Esta arcilla en sí no parece haber sido penetrada por los obreros de Sierra, Carballo o Obermaier. Para comprobar el posible con­tenido arqueológico de esta arcilla, excavé un sondeo profundo en ella y halló dos niveles

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culturales a unas profundidades de c. 20 cm. y de c. 85 cm. por debajo de la superficie de la arcilla. No encontré ninguna pieza solutrense en este sondeo limitado ( 2x1 m.), pero si hallé hojas retocadas y otras piezas típicas del Paleolítico superior (que recuerdan la pequeña industria del nivel 1 de los sondeos recientes en la arcilla de base de la Riera). Reciente­mente, R. Burleigh (comunicación personal) ha dado una fecha de unos 27.000 años para el nivel 7, que es el nivel más reciente del sondeo en el Rascaño. El Magdaleniense antiguo del nivel 5, descansa directamente sobre la superficie de la arcilla (nivel 6), que es casi estéril (véase González Echegaray 1979). Así es difícil explicar "los indicios solutrenses" citados por Obermaier (1923:10), que excavó en la cueva en 1921, parándose cuando llegó a esta arcilla. Ningún otro autor de la época habla de hallazgos solutrenses en el Rascaño (incluso Carballo y Sierra que habían excavado en ella antes de Obermaier). Tampoco vuelve Obermaier a mencionar el Solutrense de Rascaño en las ediciones de 1924 y 1925 del Hombre Fósil. No hallé ninguna pieza solutrense en las pequeñas colecciones antiguas de este yacimiento en Limpias, Santander y Madrid (Straus 1981b). Si Obermaier estaba equivocado, queda por explicar la punta encontrado sin contexto arqueológico en 1974. Se trataría o de un vestigio de un pequeña bolsada solutrense muy restringida, del tipo que quizá habrá sido encontrado por Obermaier entre el Magdaleniense arcaico y la arcilla de base, o de una pieza de la Bona perdida por Sierra cuando excavaba en ambos yacimientos en 1912. De todas maneras, tenemos en Mirones uno o quizá dos yacimientos de montaña de la época solutrense que contrastarían notablemente con los yacimientos de la costa en cuanto a su ubicación y evidencia de habitación y (en teoría) de actividades preferentes.

El Salitre (0°2'25" Oeste x 43°15'35" Norte)

Ajanedo, Santander

El último yacimiento solutrense de la cuenca del Miera es del mismo tipo que la Bona y el Rascaño. Se trata del Salitre, una gran cueva también en el acantilado derecho del cañón alto del Miera, unos 4 km. aguas arriba de Mirones en el pueblo de Ajanedo. Está en una co­marca muy montañosa y escarpada, algo por debajo (c. 10 km.) del tramo alto del valle que está en U a causa de la glaciación de Castro Valnera. El Salitre domina la confluencia del Río Carcabal con el Miera desde una altura de unos 180 m. sobre el suelo del valle y 500 m. sobre el nivel actual del mar. Está orientada hacia el Poniente. Se trata de una cueva muy grande de bastante difícil acceso. Tiene una vista muy estratégica de estos valles y sería un sitio fantástico para la caza de cápridos. El amplio vestíbulo aún contiene sedimentos arqueológicos (en vía de exploración por V. Cabrera y F. Bernaldo de Quirós). Siguiendo el Miera, el Salitre se encuentra a unos 30 km. desde el mar abierto actual. Está rodeado por picos con altitudes entre 800 y 400 m.

Según Alcalde del Río et al. (1911.24), el Padre Sierra excavó en la entrada del Salitre. Citan "un fragmento solutrense" junto con otros utensilios típicos del Paleolítico superior. El propio Sierra no habla específicamente de puntas solutrenses en su artículo de 1908 (aunque menciona "2 puntas pseudo-musterienses"). Tampoco especifica la procedencia de la fauna, que incluía en su mayoría huesos de ciervos y cabras, además de algunos de osos, sarrio, caballo y jabalí (Sierra 1908:109; Alcalde del Río et al. 1911:24). Además, encontró algunas conchas de Pantella vulgata y de littorina littorea, que testifican probable­mente visitas hechas a la costa pleniglaciar por los moradores (¿estacionales? - ¿estivales?) de este yacimiento alto de montaña.

Cabré (1915:47) dice que Sierra había hallado "hermosas obras de tipo magdaleniense inferior y solutrense" en el Salitre. Obermaier (1916:170; 1924:160,226; 1925a:173) también menciona la existencia del Solutrense en el Salitre. Carballo (1922:66, 91-2)

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señala que él había también descubierto personalmente unos materiales solutrenses (sin especificar) en este yacimiento (véase también Carballo 1924:92). Sólo las nuevas excava­ciones de este yacimiento interesante pueden resolver los problemas de la estratigrafía del Salitre, que incluiría, según las antiguas referencias, niveles "aur iñac iense" , solutrense, magdalenienses y aziliense. No encontré ninguna pieza del Salitre en Limpias, y en el Museo de Santander (¿en las colecciones de Carballo?) sólo hay 54 lascas y hojas y un raspador nucleiforme en una caja con etiqueta del Salitre. Hay además algunos huesos de Capra ibex y de Equus.

LA C U E N C A DEL RIO A S O N (FIGURA 4.7)

No tenemos indicios de ocupación solutrense en la cuenca inferior del Asón, aunque hay dos yacimientos magdalenienses (el Otero y la Chora) y una cueva con arte rupestre (Cobrantes) en la comarca de Aras, no lejos de la confluencia de las Rías de Rada y de Limpias (el estuario del Asón). Aguas arriba, en un valle interior que se abre sobre la orilla derecha del Asón, está el gran yacimiento aziliense del valle (Rasines). En el valle de Río Carranza, que se une con el Asón entre Rasines y Ramales, hay varias estaciones paleolíticas, incluso los santuarios artísticos de Sotarriza, Cueva Negra y Venta de la Perra. En Ramales de la Victoria, que se encuentra en la confluencia del Asón (que viene del oeste) con el Gándara y el Calera justo por debajo de las altas cimas de la Cordillera, hay otro grupo de estaciones paleolíticas: Cullalvera y Covalanas (con arte rupestre),el Mirón (con yacimi­ento) y la Haza (con arte y yacimiento). Las tres últimas cuevas vecinas se ubican en un acantilado del Monte Pando (481 m.) que domina el barranco del Río Calera. El Mirón está a unos 95 m. sobre el fondo de este cañón y la Haza está a unos 75 m. de altura. Las cuevas se encuentran en una zona alta, escarpada y montañosa; justo en frente de ellas están los picos de la Mortera (723 m.) y de San Vicente (957 m.). Los yacimientos de Ramales distan unos 23 km. de la boca actual del Asón en Laredo. La frontera vizcaína se encuentra a unos centenares de metros de las cuevas.

El Mirón (0°14'10" Este x 43°14'40" Norte) Ramales de la Victoria. Santander

La primera cita sobre un yacimiento en la inmensa cueva del Mirón (cuya boca mide al menos unos 8x10 m. y que mira hacia el oeste) es la de Alcalde de Río (1906:46), la que la llama "Mirones" (aunque se trata de la cueva debajo de Covalanas en Ramales.y no de la Bona o del Rascaño en el pueblo de Mirones). Dice que la mayoría de los sedimentos habían sido removidos con anterioridad (¿para extraer abono?), y que sólo había cantos rodados, huesos y abundantes sílex dispersados por el suelo. Sierra (1908:110) habla de un yacimiento abundante en el Mirón, y da una lista de utensilios paleolíticos superiores y de huesos (especialmente del ciervo), sin especificar su edad o procedencia estratigráfica. Otra referencia semejante es la de Alcalde del Río eí al. (1911:11). Solo Cabré (1915:47) menciona el hallazgo (¿personal?) de piezas "solutrenses", además de otras "magdale­nienses" y "azil ienses" en el Mirón. Obermaier (1924:157), sin embargo, habla solamente de una industria probablemente "aur iñac iense" descubierta por Sierra. No pude localizar ninguna pieza ni en Santander ni en Limpias de este yacimiento, y, en estas circunstancias, tiene que ser considerado como un yacimiento solutrense problemático.

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La Haza (0°14'10" Este x 43°14'40" Norte)

Ramales de la Victoria

En contraste con el Mirón, La Haza es una pequeña cueva, con algunas pinturas del estilo de Covalanas (y de Arenaza en el occidente de Vizcaya y de la Pasiega). Aunque mira hacia el Mediodía, no debió ser un buen lugar para habitación, puesto que está muy expues­ta a los vientos. Sin embargo tiene una vista espectacular sobre la confluencia de los barrancos del Calera y del Gándara. También fue descubierta por Alcalde del Río y Sierra en 1903, que encontraron algunos utensilios, cantos y huesos en lo que quedaba de un yacimiento en gran parte removido para sacar el abono (Sierra 1908:110; Alcalde del Río et al. 1911:11). No dan ninguna clasificación cultural, pero por su descripción se trata de utensilios de tipo paleolítico superior. Cabré (1915:47) dice que la Haza contenía un yacimiento "aur iñac iense" sin dar más explicaciones.

Corchón (1971 a:157-8) dice que en 1955 un sondeo fue practicado en la Haza por el Seminario Sautuola de Santander, y que se halló un puñado de piezas. Entre ellas había una punta bifacial del tipo hoja de sauce, figurada por Corchón (1971 a: Lámina VI, 1). Tiene una base ojival. No pude encontrar ni esta pieza ni las otras en el Museo de Santander, aunque había una caja vacía con la etiqueta "La Haza. 1959". Según el Padre González Echegaray (comunicación personal) la punta fue hallada en realidad durante unas obras para cerrar la cueva y nivelar su suelo.

Así, como en el caso de la cuenca del Miera, tenemos pocas evidencias concretas sobre el asentamiento solutrense en el Asón. Sin embargo, es probable que, como en el primer caso, hubiera yacimientos de alta montaña en la cuenca superior de este río. Probablemente se trataba de yacimientos bastante efímeros, especializados en la caza de los cápridos. No dudo que prospecciones futuras localizarán otros yacimientos de esta época en tales valles para completar las configuraciones lineares de asentamientos desde la Costa hasta la Cordillera.

EL GRUPO VIZCAINO: LA C U E N C A DE LA RIA DE GUERNICA-RIO O C A Y LA C U E N C A SUPERIOR DEL RIO IBAIZABAL (FIGURA 4.8)

Hasta el presente no se conocen yacimientos solutrenes en la zona occidental de Vizca­ya, aunque hay algunos yacimientos del Paleolítico superior en esta área (especialmente Arenaza). Sin embargo, en el centro de la Provincia hay cuatro yacimientos con puntas solu­trenses: Santimamiñe y Atxeta cerca de la actual Ría de Guernica y no lejos del litoral; Atxuri y Bolinkoba en dos desfiladeros vecinos de la Cordillera por encima (hacia el sur) de Durango. Hay un hiato aparente de unos 70 km. (en línea recta) entre el Asón y el centro de Vizcaya. El terreno que separa los dos grupos de yacimientos solutrenses es muy montañoso, sin pasos fáciles. Hay cordales de 400-700 m. (y más) que se prolongan desde la Cordillera hasta el mar (p. ej. Campo Ventoso y Monte Cerrado).

En cuanto a otros yacimientos vizcaínos con supuestos indicios solutrenses, no hay evi­dencia auténtica de una industria solutrense en Atxurra o en Lumentxa, a pesar de las citas [erróneas] de J . M. de Barandiarán [1953:185; 1961c:6; 1962a:16; 1964d]. En esta opinión concuerdo con el propio Padre Barandiarán (comunicaciones personales). Naturalmente siempre podría tratarse de yacimientos de edad solutrense sin fósiles directores. Pero no hay ninguna prueba para tal hipótesis en el momento actual.

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Figura 4.8. Vizcaya y Este de Guipúzcoa

Número Yacimiento 1. Atxcta 2. Santimamiñe 3. Atxuri 4. Bolinkoba 5. Ermittia 6. Amalda

Santimamiñe (1°3'0" Este x 43°20'50" Norte)

Cortezubi, Vizcaya

Aunque el gran yacimiento paleolítico superior y mesolítico de Sant imamiñe está situado a una distancia de sólo 5 km. de la costa actual se ubica en la ladera sur del Monte San Miguel (447 m.) a una altura de unos 150 m. en relación al nivel del mar y 70 m. por

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encima de los valles kársticos de Atxondo y Basondo, que domina. Está en una zona bastante accidentada, aunque se puede ver la llanura de la Ría de Guernica desde la terraza enfrente de la entrada de Sant imamiñe. Dista unos 3 km. del yacimiento de Atxeta, que está al otro lado (oeste) de la Ría en esta llanura. Los yacimientos solutrenses de montaña de Bolinkoba y Atxuri están a unas distancias respectivas de 29 y 27 km., vía la Ría de Guernica, su afluente el Río de Oca, un puerto fácil de unos 250 m. de altura entre el Oca y el Río Orobio (afluente norteño del Ibaizabal), y finalmente vía el Río Mañaria (para Atxuri) o el Río de Mendiola (para Bolinkoba), ambos últimos afluentes meridionales del Ibaizabal.

Sant imamiñe es una gran red kárstica, cuyas pinturas rupestres fueron descubiertas en 1916. El yacimiento, que se encontraba en el vestíbulo alto pero estrecho, fue completa­mente excavado entre 1918 y 1926 por T. de Aranzadi y J . M. de Barandiarán (1935). Desgraciadamente la estratigrafía descrita en la monografía es bastante confusa. Los hallazgos tampoco han sido estudiados de una manera muy sistemática por sus descubri­dores, y las descripciones recientes de I. Barandiarán (1967:183-92) no están basadas en un estudio completo de las colecciones en el Museo Histórico de Vizcaya en Bilbao. Aranzadi y Barandiarán (1935:16, 62-5, Fig. 44) se refieren a una industria solutrense localizada al final de la entrada de la cueva y en el ángulo del vestíbulo que llaman el "r incón del perro". Era un nivel (VII) de arcilla amarilla compacta a una profundidad de 3-4,7 m. de la superficie del relleno, y tenía un espesor máximo de 75 cm. Era el estrato más delgado de todos los niveles paleolíticos definidos en Santimamiñe. Afortunadamente existe en el Museo Histórico de Vizcaya un dibujo de la sección longitudinal bastante detallado, hecho por el propio Padre Barandiarán. Lo pude emplear para mi estudio gracias al Director del Museo, Dr. M. Grande. Según el Padre Barandiarán (comunicación personal) este dibujo es exacto. Además él me testificó que los niveles fueron distinguidos por su color y textura, además de por sus diferencias de industria y de fauna. Todas las piezas llevan etiquetas. Muchos restos de desecho han sido guardados (con indicación de procedencia). Parece que —a pesar de las confusiones de la monografía— la cueva ha sido excavada con bastante cuidado, especialmente en el caso del nivel VII que era restringido horizontal y vertical-mente. Es muy probable que sea un estrato bastante íntegro.

El nivel VII se considera como solutrense por la presencia de una punta (aparentemente de cara plana) foliada romboidal (Aranzadi y Barandiarán 1935:16, Fig. 42f, Lámina 24). Esta pieza falta de la colección en Bilbao. Existen, sin embargo, otras 173 piezas retocadas del nivel solutrense, de las cuales el 37 ,3% son buriles y el 20 ,6% son raspadores. Hay pocos denticulados y escotaduras (9,1%) y raederas (2,9%). El índice del Grupo "Perigor-diense" es bastante alto (15,4%) debido a la presencia de 12 hojas retocadas o truncadas y 15 hojitas de dorso (¡a pesar de la antigüedad de la excavaciónl). De hecho, los restos de talla incluyen unos 485 hojitas y 185 golpes de buril, además de 867 lascas, 250 hojas y 61 núcleos (o fragmentos de núcleos). 38 de las lascas son muy delgadas planas y sin bulbo, y podrían ser resultados del retoque invasor por presión típico del Solutrense. Todas las piezas líticas son de sílex bueno. La colección contiene 5 posibles retocadores de asta, además de alfileres, una aguja, punzones, varias azagayas y un "yunque" de asta.

La fauna con etiqueta del Nivel VII incluye un mínimo de 7 ciervos (2 jóvenes), 2 caballos, y uno de cada, de corzo, cabra, sarrio, bovino, zorro y "reno". La identificación de la última especie está basada en una asta plana. Clark y Thompson (1953:159) también menciona la presencia de un asta de reno (¿el mismo fragmento?) en la colección de Bilbao, sin especificar el nivel. Aranzadi y Barandiarán (1935:38) hablan también de la presencia de astas planas, pero sin clasificarlas como de Rangifer.

Santimamiñe es un yacimiento que tiene muchas ventajas: es muy espacioso y abrigado; mira hacia el Mediodía; domina un valle ciego útil para la caza; está cerca de la

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conocida cantera de sílex de Pedernales (en la desembocadura de la actual Ría de Guernica) a una distancia de 7 km.; la vecina llanura de Guernica habría sido un pasto excelente para ciervos, caballos y bisontes, mientras que hay hábitats apropiados para los cápridos alrededor de la misma cueva. Parece ser un ejemplo de yacimiento solutrense sin muchas puntas solutrenses, quizá por razones de segregación de las actividades de caza en otras estaciones especializadas en el territorio de este yacimiento de base. De todas maneras, comparado con las ocupaciones anteriores (Auriñaco-Perigordiense —3 m.) y posteriores (Madgaleniense superior —2 m. de espesor), la ocupación solutrense ha debido de ser relativamente limitada.

Atxeta (1°0'10" Este x 43°19'50" Norte)

Forua, Vizcaya

Atxeta podría ser una de las estaciones relacionadas con el campamento de Santima­miñe. Ubicada un poco al norte de Guernica, Atxeta es una pequeña caverna en la ladera oeste de la llanura de la ría. Está en un pequeño rincón muy abrigado donde se unen los arroyos de Upeta y Asparro. Este valle estrecho que comunica directamente con la llanura, resultaría a propósito para la caza de manadas de ciervos, puesto que sus bordes son bastante escarpados. La cueva está muy baja (20 m. sobre el nivel actual del mar) y mira hacia el norte. Dista 6,5 km. de la playa de Pedernales.

Atxeta fué descubierta y luego excavada por J . M. de Barandiarán (1960:1961b) en 1959-60. La cueva estaba, según se ve, originalmente provista de un abrigo que se ha derrumbado (dejando cantidad de grandes bloques alrededor de la entrada actual). Lo que queda es una galería muy estrecha. Es muy probable que el sector principal del yacimiento esté enterrado por debajo de los bloques. La pequeña parte interior de la cueva excavada por Barandiarán podría sólo corresponder con la zona más pobre del yacimiento. La estratigrafía superior del yacimiento consistía en una serie de niveles cerámicos, mesolíticos, aziliense y magdaleniense superior, como en Santimamiñe. A pesar de las inundaciones de la cueva evidentes en la estratigrafía superior, el nivel de base (F) no había sido removido por las aguas y estaba intacto (J. M. de Barandiarán comunicación personal). Este depósito arenoso ha sido excavado en sólo medio metro cuadrado entre bloques al aire libre (en la zona que correspondía al abrigo). Este nivel no ha sido localizado en el interior de la galería, por lo cual se puede pensar que la ocupación solutrense se situaba únicamente en la entrada (o que los materiales más recientes de la galería están allí como resultado de las inundaciones que les arrastraron desde fuera).

Barandiarán halló 14 piezas líticas retocadas, la mayoría buriles. Hay un fragmento de punta de cara plana romboidal solutrense, además de una hojita de dorso, un raspador y un cepillo. Entre los pocos restos de talla hay una lasca solutrense con retoques invasores. Todas las piezas (incluso los 3 fragmentos de núcleos) son de silex de buena calidad, como en Santimamiñe. La fauna citada por Barandiarán (1960b:24), que no pude localizar en el Museo Histórico de Vizcaya donde se conserva la colección lítica, consiste en restos de algunos ciervos. Es posible que Atxeta era un yacimiento efímero especializado en la caza, o quizá un lugar de paso entre Sant imamiñe y la cantera de silex en Pedernales.

Bolinkoba y Atxuri se encuentran en la primera (y áspera) línea de montañas de la Cordillera que domina la cuenca del Ibaizabal —el valle central de Vizcaya— en la comarca de Durango. Este cordal incluye los picos de Amboto (1.296 m.), Aitlluitz (1.068 m.), Unzillatz (941 m.), Campotorroto (1.001 m.), Mugarra (964 m.), Muguerra (1009 m.) y Urtemundo (789 m.). Tal cadena de montañas dista unos 27-29 km. de la costa actual. (La altitud de la

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villa de Durango es de sólo 114 m., cerca de la confluencia de los Ríos Manaría y Elorrio con el Ibaizabal.)

Atxuri (1°2'0" Este x 43°8'30" Norte)

Manaría, Vizcaya

Atxuri era una pequeña cueva en la ladera noroeste del desfiladero de Manaría por en­cima de aquel pueblo. Fué completamentje destrozada por una cantera en el comienzo de los años 60. Estaba ubicada en el Monte Atxuri, que forma parte de la Peña Mugarra, y, por lo visto, dominaba el paso entre el amplio valle del Ibaizabal y el Puerto de Urquiola. Sería un sitio ideal para una estación de caza de las manadas migratorias que atravesarían el cañón. También la cueva estaba rodeada por hábitats escarpados favorables a los cápridos.

Cuando J . M. de Barandiarán (I964c,d; m. s. y comunicacón personal) excavó en Atxu­ri, sus estratos estaban ya revueltos por los trabajos de la cantera y por excavaciones anteriores, incluso enterramientos de la edad del Bronce. Según las indicaciones orales del Padre Barandiarán y el manuscrito inédito que me permitió muy amablemente emplear, no había estratigrafía intacta. Sin embargo, él encontró al menos tres puntas de tipo solutren­se: una de base cóncava, una de muesca (Fig. 6.18.13) y otra hoja de laurel romboidal bifacial. Las primeras dos son seguramente solutrenses, puesto que estos tipos no aparecen en la Edad del Bronce de la región (Apellániz 1973; J . M. de Barandiarán comunicación personal; E. Vallespí comunicación personal). Hay muchas puntas de muesca y de base cóncava parecidas en el Solutrense de Asturias y de Santander, y algunas en el de Guipúzcoa y del Pirineo francés. La punta romboidal entera se parece mucho a una de la vecina cueva de Bolinkoba. Es más grande que las puntas bifaciales de la Edad del Bronce. Hay otras dos piezas (un fragmento posible de punta de muesca y otro de punta romboidal) que podrían también ser solutrenses. Todas estas piezas están hechas de los mismos ti­pos de silex bueno (gris, crema, pardo claro) que se encuentran en el Solutrense de Bolinkoba y Santimamiñe. No se puede saber más acerca del resto de la posible industria solutrense a causa de la mezcla con los materiales del Bronce. Tampoco hay datos sobre la fauna. Pero parece razonable considerar a Atxuri como otra posible estación solutrense en un lugar muy estratégico para la caza, muy parecida a Bolinkoba.

Bolinkoba (1°3'15" Este x 43°7'30" Norte)

Abadiano, Vizcaya

Esta cueva se encuentra en un desfiladero impresionante al sudoeste del pueblo de Abadiano. Es una pequeña caverna en forma de champiñón que mira hacia el este-sudeste justo en frente de la parte más estrecha del cañón de Atxarte (c. 75 m.). Está en un acantilado casi vertical, unos 65 m. encima del Río Mendiola. Muy difícil de acceso y muy poco confortable como lugar de habitación —especialmente en invierno— domina, sin embargo, no solamente Atxarte si no también el amplio valle del Elorrio en la comarca de Abadiano. Atxarte es un paso impórtate en la abrupta Sierra de Amboto entre este valle (que forma parte de la gran llanura central de Vizcaya (7-8 km. de anchura) —la cuenca del Ibai­zabal— y Urquiola (y la cuenca del Ebro). La llanura del Ibaizabal y sus afluentes habría sido un pasto ideal para ciervos, caballos y bisontes en el Pleniglaciar, mientras que las cuestas rocosas y escarpadas alrededor de Bolinkoba serían hábitats ideales para los cápridos.

Bolinkoba fue excavada en 1932 y 1933 por Aranzadi y J . M. de Barandiarán, que publicó una pequeña monografía sobre el yacimiento desde su exilio en Sare, donde no

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tenía acceso a los materiales del yacimiento (Barandiarán 1950). El testigo dejado por estos prehistoriadores fue excavado después por el Marqués de Loriana, que publicó un artí­culo con menos valor científico en 1941. Habiendo sido empleado como gallinero, el yacimiento estaba algo revuelto en su parte superior. Aunque Aranzadi y Barandiarán tomaron sus precauciones prescindiendo de los sedimentos removidos, es posible que los agujeros de los postes del gallinero hubieran causado alguna mezcla localizada, incluso en los niveles inferiores (J. M. de Barandiarán comunicación personal).

Había dos niveles clasificados como solutrenses: D (7-20 cm. de espesor) y E (10-15 cm.), "con elementos gravetienses". Por encima del nivel D había un nivel magdalenien­se (C) sin arpones, y por debajo de E había un nivel (F) gravetiense con bastantes buriles de Noailles y puntas de la Gravette. Los niveles D y E eran horizontales, lo cual nos da cier­tas garantías sobre la procedencia de las piezas. Cada pieza está muy bien rotulada con indicación de su cuadro, profundidad de la capa arbitraria de 10 cm. en la cual fue hallada y el número romano que corresponde a su nivel cultural (V = E, IV = D, etc.)

La colección del nivel E en el Museo Histórico de Vizcaya incluye sólo una punta solu­trense, el número 25 de la Figura 12 de J . M. de Barandiarán (1950), cuya procedencia no es completamente clara, ya que lleva la etiqueta del nivel VI (=F) (I). No hay (ni había) otras puntas solutrenses en esta colección, que incluye un total de 195 piezas retocadas. Hay 36,4% buriles y 20,1 % raspadores. Entre los buriles, hay 17 de Noailles, es decir, el 8,7% del conjunto total de utensilios. Hay también dos puntas de la Gravette. El índice Perigordiense es alto: 14,4%. Pero el índice Auriñaciense es también alto (11,8%), debido a una cantidad importante de raspadores aquillados y con hocico y varias hojas "aur iñac ienses" . En con­traste, hay muy pocos denticulados, escotaduras o raederas. Las colecciones de desecho y de industria son bastante limitadas. La fauna está dominada por Capra ¡bex (11 individuos como mínimo, de los cuales 6 son jóvenes). Hay además 3 sarrios, 2 bovinos, 2 caballos, 1 ciervo, 3 zorros, 2 osos y varios roedores.

El nivel D tiene una colección de unas 527 piezas retocadas. Los buriles forman un 28,3% y los raspadores, un 18,8% del conjunto. Hay 26 buriles de Noailles (4,9%). Hay, además, 30 hojas de dorso rebajado, 2 puntas de la Gravette, 16 buriles de truncatura y 30 hojitas de dorso, que dan un índice Perigordiense de 14,8%, como el del nivel E. Sin embargo, el índice auriñaciense es mucho más bajo: 6,85%. Los denticulados y escotadu­ras (8,5%) y las raederas (5,1%) están algo mejor representados que en el anterior nivel. Pero junto a todas estas piezas "gravetienses" hay 5 puntas hojas de laurel bifaciales y 2 puntas de cara plana solutrenses. Además hay al menos otros 4 utensilios hechos sobre puntas de cara plana reutilizadas, y existen otras piezas con retoques invasores. En contraste, el nivel E no tiene más que 3 piezas con retoques invasores, además de la úni­ca punta. El nivel D tiene bastantes restos de talla: 623 lascas (de las cuales unas 50 podrían ser consideradas como lasquitas de retoque "solutrense"). Hay además 289 hojas, 346 hojitas, 70 golpes de buril y 48 núcleos (y fragmentos de núcleos) de todos tipos. Final­mente la colección lítica incluye unos martillos, yunques y pulimentadoras.

La colección ósea es importante: 10 azagayas de sección circular, 20 de sección oval, 3 cuadrangulares, 2 redondas, 4 cuarto redondas, y una con aplastamiento central. Además hay posibles "punzones", alfileres, espátulas, un asta con grabados geométricos y dos ca­ninos de ciervo perforados (uno está también grabado). La fauna conservada en el Museo Histórico, que según J . M. de Barandiarán (comunicación personal) representa todo lo que se halló en este nivel, está altamente dominada por las cabras (la mitad son jóvenes). Además, hay algunos sarrios, y números pequeños de bovinos, ciervos y osos. Los zorros son numerosos y hay también mustélidos y roedores.

Jordá, al parecer sin haber estudiado estas colecciones, las clasifica de distinta manera

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en varias de sus obras sobre el Solutrense del norte de España. Habla de un Gravetiense con influencias "protosolutrenses" para el nivel E (Jordá 1955:128-9) e intenta dividir arbi­trariamente el nivel D en sus fases II y III (a pesar del hecho de que Bolinkoba no tiene ni puntas de muesca ni puntas de base cóncava) (Jordá 1955:129, 178-9). Luego Jordá (1957:61-3) clasifica el nivel E como "Solutrense medio" con pervicencias gravetienses (véase también Jordá 1960:7-9). Pero tiene ciertas dudas.a causa del carácter altamente gravetiense de estos conjuntos en su estudio de 1963. Corchón (1971a:104) también tiene dudas acerca del nivel E, y clasifica el nivel D como Solutrense medio a causa de su punta romboidal. I. Barandiarán (1967:123-7) dice que el nivel E contiene una mezcla de in­dustrias gravetienses y solutrenses, y clasifica el nivel D como Solutrense medio o superior.

Bolinkoba sirve de pieza clave para la teoría de M. Me Cullough (1971) sobre la existen­cia de una cultura (en el sentido etnográfico) caracterizada por la presencia de buriles de Noailles (un buril microlítico de truncatura, generalmente múltiple) y por la abundancia de hojitas de dorso. Esta tradición cultural sería contemporánea del Solutrense en el País Vasco español y francés, según Me Cullough. La creación de esta nueva unidad cultural-estratigráfica, el "Noaillense", se originó en la excavación del Abri Pataud (Les Eyzies, Dordogne) y en la tesis de N. C. David, profesor de Me Cullough. El "Noail lense" es el equi­valente del Perigordiense Ve de Peyrony. Desgraciadamente para la hipótesis "cultural" de David y Me Collough, ha sido demostrado en el Périgord que el buril de Noailles no tiene valor como fósil director cronológico y que su presencia y frecuencia están seguramente causadas por las diferencias funcionales entre ocupaciones de los yacimientos (véase Laville y Rigaud 1972; Rigaud 1978).

Me Cullough (1971) clasifica a los niveles F, E, D y C de Bolinkoba como "Noaillenses". Explica la presencia de puntas solutrenses (especialmente en el D) como el resultado de unas incursiones efímeras de bandas solutrenses en el territorio noaillense, como si real­mente hubiera "tribus" que se identificaran por sus puntas o buriles (Me Cullough 1971: 334-8, 162, et passim). Rechaza la clasificación del Nivel C por González Echegaray (1960; 1971) como Magdaleniense III, puesto que esta clasificación está basada en la presen­cia de fósiles directores óseos (Me Cullough 1971:166), lo cual es bastante absurdo dada su fe en el buril de Noailles como "s ímbolo" de un grupo tribal-linguístico (véase Me Cullough 1971:171-2, 335-7). En esta obra no hay lugar para una discusión detenida de las teorías imaginarias de Me Collough. Tal discusión puede encontrarse en mi tesis doctoral, sin em­bargo, en el capítulo sobre Bolinkoba (Straus 1975: 329-48).

Es evidente, no obstante, que las hojitas de dorso pueden perfectamente existir —inclu­so en altas frecuencias— en conjuntos solutrenses muy fiables, no solamente en el País Vasco, sino también en Santander (Morín, Chufín) y en Asturias (La Riera). También es bastante frecuente el fenómeno de la presencia de buriles de Noailles en niveles con puntas solutrenses: ocurre en Morín 3, Bolinkoba D+E, Isturitz Illa y quizá en Ermittia y Atxuri. Además hay buriles de Noailles en el Solutrense "superior" de Fourneau du Diable, en el Auriñaciense de Caminade y Chanlat, y en el Magdaleniense superior o Aziliense de Valojo-ulx (de Sonneville-Bordes 1960) y en el Magdaleniense superior de Cueva Morín (González Echegaray y Freeman 1971:260). Como en el caso de las puntas solutrenses, la frecuen­cia relativa de los buriles de Noailles puede ser muy variable. En Bolinkoba es alta, mientras que la de las puntas es baja (como en otros conjuntos de edad solutrense). Esta variabilidad puede ser un reflejo de diferencias funcionales o deposicionales y/o del muestreo arqueo­lógico. Basta decir que no veo en las teorías de McCollough una explicación, sino solo una caracterización de varias de las industrias constituidas por elementos típicos del Gravetien­se en diversas épocas. Hablar de tribus solutrenses o noaillenses que compitieron sobre el territorio vasco es una especie de ciencia ficción en el estado actual de nuestros conoci­mientos de la prehistoria.

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Lo que sí es un problema real es la naturaleza del nivel E de Bolinkoba. Es muy probable que su única punta sea el resultado de una mezcla localizada causada quizá por el planta-miento de los postes del gallinero en la cueva (aunque en general el estrato parece intacto). Puede ser que esta punta proviniera del nivel D y que hubiera sido empujada desde arriba. Sería más prudente, quizá, no considerar el conjunto del nivel E como solutrense, sino como gravetiense. El nivel D, sin embargo, parece ser un estrato solutrense más seguro, aunque tenga muchas hojas y hojitas de dorso y buriles de Noailles. Las asociaciones entre las puntas solutrenses y los buriles de Noailles son estrechas e indudables, incluso para Me Coullough (1971:162-3), aunque él (como hace Jordá en otros casos) recurra a subdivi­siones estratigráficas ficticias del nivel D para intentar explicar este fenómeno. A mí me parece más razonable admitir que hay colecciones con pocas puntas solutrenses en el País Vasco (y en algunos otros yacimientos) que tienen porcentajes altos de buriles (incluso fre­cuencias variables del tipo de Noailles) y de piezas rebajadas. El hecho de que este tipo de industria se encuentre ya en bastantes yacimientos (incluso en algunos cuyas excavaciones fueron llevadas a cabo con controles modernos), es una garantía de que no se trata de mezclas artificiales. Además, la mayoría de los conjuntos solutrenses del País Vasco se parecen mucho estadísticamente entre sí, lo cual es otra garantía de su validez. Para terminar con Bolinkoba, merece la pena señalar el hecho de que no solamente los conjuntos líticos sino los conjuntos faunísticos de al menos los niveles E y D se parecen mu­cho; ambos están dominados por los cápridos (incluso muchas cabras jóvenes), cazados qui­zá en masa en los acantilados alrededor de la cueva. Volveremos a tratar de esta relación aparente entre las industrias y las faunas más adelante.

LA C U E N C A DEL RIO DE V A DE GUIPUZCOA (FIGURA 4.8)

Erminia (1°19'30" Este x 43°16'35" Norte)

Sasiola, Guipúzcoa

Sólo conocemos un yacimiento solutrense en la cuenca del Deva en el oeste de la Provincia de Guipúzcoa: Ermittia, a 2 km. aguas arriba de la desembocadura del Deva en la ciudad del mismo nombre. Aunque Guipúzcoa tenga muchos yacimientos del Paleolítico superior, sólo se conocen otros dos con industria solutrense: Aitzbitarte IV y Amalda. Este último, en la cuenca del Río Urola, ha sido descubierto recientemente y está inédito (J. Altuna eí al. 1982, Munibe 34:68-70).

Ermittia, ahora parcialmente destrozada por un túnel de la autopista Bilbao-Behobia, está en un acantilado a una altura de unos 125 m. sobre el Río Deva, que pasa por un cañón muy estrecho y profundo justo antes de entrar en el mar. La cueva domina una curva muy cerrada (en cuello de oca) de este cañón. Es un sitio muy estratégico, pero bastante difícil de acceso. Sin embargo, provee una buena protección contra los elementos porque su boca es bastante estrecha (como la de Rascaño, que también tiene una situación topográfica simi­lar), aunque está orientada hacia el oeste-noroeste. El vestíbulo es un rectángulo de unos 6 * 4 m., detrás del cual se prolonga una galería (ahora en parte derrumbada). Los alrededores de Ermittia son muy montañosos y escarpados. Los picos vecinos tienen 400-600 m. de altura, a pesar de la cercanía de la costa.

Ermittia fue excavada entre 1924 y 1926 por Aranzadi y J . M. de Barandiarán (1928). Excavaron en cuadros numerados y cada pieza de la colección en el Museo San Telmo de San Sebastián lleva además la indicación de su profundidad absoluta. Aunque estaba en pendiente (uniforme), el nivel solutrense (que descansaba sobre un estrato de arcilla esté-

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ril de base) estaba separado del nivel magdaleniense superior por un estrato casi estéril de unos 20 cm. de espesor. El Padre Barandiarán (comunicación personal) me aseguró que había diferencias muy claras y marcadas entre los niveles: el Solutrense era gris con pie­dras (25 cm.) y el Magdaleniense era negro con mucho carbón, mientras que el nivel estéril entre ellos era de arcilla rojiza. Los excavadores no notaron indicios de perturbaciones es-tratigráficas, y Barandiarán (comunicación personal) dice que excavaron muy lentamente y con mucho cuidado. Al parecer cribaron los sedimentos en ésta com en las demás de sus ex­cavaciones.

Empleé la sección estratigráfica longitudinal publicada en la monografía (Aranzadi y Barandiarán 1928: Fig. 28) (téngase en cuenta que los niveles eran más o menos horizonta­les en el sentido transversal) para separar las piezas del nivel solutrense en la colección (y que no llevan etiquetas por niveles culturales). Afortunadamente hallé un hiato casi total en la distribución vertical de las piezas (cuadro por cuadro) en las profundidades que debe­rían en efecto corresponder con el estrato estéril. Sólo clasifiqué las piezas que entraban en las profundidades que correspondían al Solutrense de la sección estratigráfica. Hay un total de 134 piezas retocadas para un nivel de unos 25 cm., excavado en un área de unos 15 m 2 . Sólo hay 2 puntas solutrenses: una muy fina de muesca y otra posiblemente un fragmen­to de punta de cara plana (o de otra punta de muesca sin terminar). Además hallé otros 9 utensilios con retoques invasores "solutrenses". Los buriles (31,7%) dominan poco a los raspadores (27,6%). Aranzadi y Barandiarán (1928: Fig.36) ilustran 3 piezas que podrían ser buriles de Noailles, que no pude encontrar en la colección. (Estas piezas están citadas por Me Cullough[1971 ].) El Índice "Perigordiense" es muy alto (17,9%), debido especialmente a las 22 hojitas de dorso en la coleción. Hay que subrayar que no hay un nivel gravetien­se por debajo del nivel solutrense de Ermittia (en contraste con Bolinkoba). Los propios Aranzadi y Barandiarán (1928:25) observaron que las piezas de dorso eran tan importantes en el Solutrense como en el Magdaleniense superior de esta cueva. Hay muy pocos denticulados, escotaduras o raederas.

La colección de restos de talla del nivel solutrense es muy grande: 1.665 lascas, 235 hojas, 976 hojitas y golpes de buril y 32 núcleos, todo ello testimonio del cuidado de los ex­cavadores. Hay también varias azagayas de diversas secciones (inluso cuadrangulares, circulares y semicirculares). Aranzadi y Barandiarán (1928:27; véase también I. Barandia­rán 1967: Fig.36) hablan de una aguja perforada, otro fósil director tradicional del Solutren­se (pero no del Gravetiense). No la pude localizar.

La fauna del Solutrense de Ermittia, estudiada por Altuna (1972:182) está dominada por los cápridos (12), lo cual es lógico dada la situación topográfica de la cueva. Hay además algunos ciervos, renos (2) y corzos, y uno por cada de jabalí, caballo, ermina, lince, liebre y topo. Hay varios zorros y lobos, además de roedores. Faltan los bovinos. Al parecer había pe­queños bosques en la comarca, debido a la presencia del jabalí y del corzo, a pesar del frío indicado por el reno. La falta del bisonte y la escasez del caballo tendría que ver con la falta de llanuras anchas en la zona occidental de Guipúzcoa. Parece que Ermittia fue una esta­ción solutrense de actividad bastante limitada, dado la pobreza de sus industrias y la especialización de su fauna (y de sus piezas retocadas). Quizá era una estación para la caza de los cápridos, como Bolinkoba, con lo cual tiene muchos parecidos topográficos, industriales y faunísticos.

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LA C U E N C A DEL RIO U R U M E A (FIGURA 1.2)

Aitzbitarte IV (1°47'35" Este * 43°15'50" Norte)

Rentería, Guipúzcoa

El último yacimiento de la región vasco-cantábrica es Aitzbitarte IV no lejos de la fronte­ra franco-española entre Guipúzcoa y Pirineos Atlánticos. Es una cueva bastante grande, con una boca muy amplia, orientada hacia el oeste-sudoeste. Domina por unos 20 m. el cañón del Regato de Landarbaso, un afluente del Río Urumea, cerca de su nacimien­to. Como otros yacimientos (Las Caldas, Hornos de la Peña, El Buxu, etc.), Aitzbitarte está en un sitio muy bueno para la caza de manadas de ungulados en un valle ciego, puesto que los bordes y la cabeza de la Regata son muy escarpados y altos, El terreno alrededor de Aitzbitarte consiste en unas colinas despobladas y salvajes, con bosques, vegetación de monte y algunos pastos. Es una zona bastante accidentada, aunque en línea recta distra sólo unos 8 km de la Bahía de San Sebastián, que es visible desde la cueva. (A pié, siguiendo el Regato de Landarbaso y luego el valle del Urumea, la distancia sería casi el doble.) El valle llano y ancho del Urumea está a una distancia de 4,5 km. aguas abajo de Aitzbitarte vía el Regato. Aitzbitarte está situada muy cerca del paso natural entre el Monte Rhune (900 m.) —el último pico de los Pirineos— y el Monte Jaizkibel (643 m.), que sigue la costa desde Rentería hasta Fuenterrabía y la desembocadura del Bidasoa. Por las rutas más fáciles, Aitz­bitarte dista unos 41 kms. de Ermittia y 60-65 kms. de Isturitz, el importante yacimiento solutrense de Baja Navarra en el País Vasco francés.

LA C U E N C A DEL RIO ARAQUIL (FIGURA 1.2)

Coscobilo (1°29'13" Este * 42°52'58" Norte)

O/azagutía, Navarra

La presencia de puntas solutrenses en el yacimiento de Coscobilo en Olazagutía (Navarra) —ahora destrozado por una gran cantera— es problemática (véase Ruiz de Goaña 1952, 1958; Vallespí y Ruiz de Goaña 1969/70, 1971). Esta cueva se encontraba entre la Cordillera Cantábrica y la Sierra de Urbasa, cerca de las fronteras con Guipúzcoa al norte y con Alava al oeste. Los hallazgos se realizaron durante el curso de los trabajos en la cantera, por lo cual hay una falta de información estratigráfica. Mi inspección de las colecciones en el Colegio de los Escolapios, en el Museo de Navarra y en la Universidad de Navarra (facilita­da por el Profesor E. Vallespí) —todos en Pamplona— reveló la presencia de una industria con bifaces seguramente musterienses (incluso achelenses). También hay piezas típicas del Paleolítico superior, incluso unos buriles de Noailles. El problema gira alrededor de las abundantes piezas foliadas. Muchas de éstas son muy toscas y podrían ser pequeños bi­faces musterienses u hojas de laurel sin terminar. Sin embargo, hay algunas muy bien retocadas y delgadas que podrían ser puntas solutrenses. Si esto es verdad (lo cual sería muy difícil de comprobar), Coscobilo resultaría el único yacimieno solutrense en el norte de España fuera de la zona costera vasco-cantábrico (o de Cataluña). Coscobilo dista unos 60 km. de Aitzbitarte (el yacimiento solutrense más cercano) vía el Puerto de Echegárate y el valle del Urumea.

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EL PAIS V A S C O Y PIRINEO OCCIDENTAL FRANCES (FIGURA 1.2)

Además de estudiar todas las colecciones (y yacimientos) solutrenses en la región vasco-cantábrica española, estudié cuatro colecciones solutrenses importantes del País Vasco y del Piréneo francés: Isturitz F2 (Passemard 1944) (colección de Passemard en Saint-Germain-en-Laye), Isturitz Illa (de Saint-Perier 1950) (colección privada de la Condesa de Saint-Périer en el Castillo de Morigny), La Grotte du Pape a Brassempouy (Delporte 1967) (colección de Piette en Saint-Germain) y la Grotte des Harpons a Lespugue (de Saint-Périer 1920; 1922) (colección de Saint-Périer). Publiqué mis clasificaciones de estas colec­ciones en un artículo (Straus 1976b) y traté de las pocas puntas de base cóncava halladas en los yacimientos franceses en otro (Straus 1977e), en el cual sugerí la existencia de contacto (¿esporádicos?) entre las bandas a ambos lados de los Pirineos occidentales durante el Solutrense. Sin describir aquí estas colecciones en detalle, presento un cuadro de los índices principales de sus piezas retocadas.

Hay en el depósito solutrense de Aitzbitarte, además, 2.406 lascas, 663 hojas, 1.154 hojitas sin retocar y golpes de buril, y 184 núcleos (o fragmentos de núcleos). La pro­porción entre utensilios y restos de talla es algo menos de 0,08. Esto es comparable con el 0,05 de Ermittia y de la colección global de las nuevas colecciones de la Riera, el 0,09 de Santimamiñe VII y el 0,10 de Morín 3. Este dato es otro testimonio más del cuidado de las excavaciones de J . M. de Barandiarán (y del estado fundamentalmente bueno de sus cole­cciones). Aitzbitarte tiene unas 47 azagayas (o fragmentos de azagayas) de sección cuadrangular, circular, semicircular, oval, etc. Hay 4 con aplastamiento central. Además hay "agujas", espátulas, varillas, tubos (¿silbatos?), un "bastón de mando" perforado y grabado, etc.

La fauna solutrense de Aitzbitarte identificada por Altuna (1972:149-166) incluye al menos 9 ciervos (2 jóvenes), un corzo, algunos bovinos y caballos, 1 cabra y 6 sarrios. También hay un reno. La cueva está en una zona con una variedad de hábitats distin­tos: valles anchos con pastos amplios, cuestas escarpadas y pequeños valles que habrían abrigado bosquecillos en el Pleniglaciar. Es evidente que Aitzbitarte, como Las Caldas, Cova Rosa, Cueto de la Mina, La Riera y Altamira, eran lugares de asentamiento muy importantes en el Solutrense (como lo fueron también en otras épocas). Tenemos evidencias que sugieren una gran variedad de actividades y de ocupaciones repetidas a través de mucho tiempo.

Todos los intentos de atribuir parte del depósito solutrense a un Solutrense "medio" (véase I. Barandiarán 1967; Altuna 1972; Corchón 1971a) son evidentemente falsos por definición, debido a la presencia de puntas de muesca y de base cóncava (fósiles directo­res tradicionales del supuesto Solutrense "superior") en el fondo de la secuencia, como ya hemos dicho en la sección de cronología (Capítulo 2).

Las referencias a un nivel solutrense en la cueva guipúzcoana de Lezetxiki (I. Barandiarán 1967:153; Altuna 1972:138) no tienen base, puesto que la supuesta punta solutrense ilustrada por J . M. de Barandiarán (1964b: Fig. 3g) no es tal. Inspeccioné todas las colecciones de Lezetxiki y no hallé ninguna punta solutrense.

Aitzbitarte tiene una larga historia de excavaciones, resumida por J . M. de Barandiarán (1961 a). Por ello, el yacimiento estaba en muy mal estado cuando Barandiarán empezó sus trabajos en 1960. Estas excavaciones continuaron hasta el fin de la campaña de 1964, y cubrieron una área total de unos 50 m 2 de sedimentos intactos en el vestíbulo de la cueva. Desgraciadamente, Barandiarán nunca ha presentado una síntesis de la estratigrafía de este importante yacimiento, y he empleado distintas denominaciones para los niveles en las varias campañas. Sin embargo existe una serie de artículos que contienen elementos de la

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estratigrafía en distintas zonas de la excavación (Barandiarán 1961 a, 1962b, 1963a, 1963b, 1964a, 1965). Es casi seguro que el depósito solutrense, que variaba de espesor entre 40 y 60 cm., comprendía varios niveles separados (algunos con hogares claros, como el descrito por Barandiarán [1963b: 70, Fig. 3.) Desgraciadamente es materialmente imposible distin­guir estos niveles en la colección del Museo de San Telmo. Todos los hallazgos llevan la in­dicación de su profundidad absoluta, pero no de su nivel cultural. Para distinguir al menos globalmente las piezas que provienen del estrato solutrense, empleé las secciones publica­das (que volví a dibujar a la misma escala), las posiciones verticales y horizontales de todas las puntas solutrenses y demás piezas ilustradas en los informes anuales de Barandiarán con procedencia solutrense, y notas personales inéditas de las campañas de excavación en las cuales había participado I. Barandiarán (a quien estoy muy agradecido). También me fueron muy importantes mis conversaciones con J . M. de Barandiarán, I. Barandiarán y J . Altuna, que también había tomado parte en las excavaciones. Así mismo, como en la casi totalidad de los otros casos, inspeccioné personalmente la cueva. Establecí los lí­mites teóricos superiores e inferiores del depósito solutrense en varios sectores del yacimiento. De hecho, este sistema predijo con gran exactitud la verdadera posición vertical de casi todas las puntas solutrenses en la colección cuando comprobé sus profundi­dades reales con mi modelo de la estratigrafía. Cuadro por cuadro y capa por capa, reconstruí el contenido del depósito solutrense sobre una gran mesa en el Museo de San Telmo (como había hecho para Ermittia). Los detalles de este procedimiento se encuentran en mi tesis (Straus 1975a). Afortunadamente, el bloque de niveles solutrenses estaba se­parado del "Aur iñac iense" subyacente y del Magdaleniense suprayacente por unas capas estériles, según las secciones publicadas por J . M. de Barandiarán (1961a: Fig. 59; 1965: Fig. 18). No observé ningún caso claro de mezcla entre las piezas que consideró como pro­cedentes del depósito solutrense. Al contrario, mi método me permitió tomar en cuenta todas las piezas diagnósticas descritas por el Padre Barandiarán.

La colección global incluye unas 335 piezas retocadas, de las cuales 32 son puntas so­lutrenses (9,6%, un porcentaje comparable al 9,9% en la colección conjunta de la Pasiega, 10,9% en Morín 3,8% en Isturitz Illa). Nueve son puntas de muesca y hay dos fragmentos de puntas de base cóncava. No hay puntas romboidales como las de Bolinkoba. Algunas de los supuestos tipos característicos del "Solutrense superior" de Jordá se encontraban cerca del fondo del depósito solutrense de Aitzbitarte, a la misma profundidad o incluso más pro­fundas que la muestra de carbón fechada en el 17.950 ± 100 B. P. (Altuna 1972). Como en los otros yacimientos solutrenses de la región vasca, los buriles (20,7%) dominan a los raspadores (15,3%). Hay un buril de Noailles encontrado en la misma zona con 11 puntas solutrenses. Como es normal, los buriles diedros sobrepasan a los de truncatura, pero aquí, como en las demás colecciones vascas, el porcentaje de estos últimos es relativamente alto (5,4%). Los denticulados y escotaduras forman el 11,8% de la colección y hay un 6,6% de raederas. Sólo tenemos 5 hojas rebajadas y dos truncadas, pero hay 44 hojitas de dorso, que contribuyen a un índice "Perigordiense" del 15,1% (semejante al de los otros yacimien­tos de la región vasca —salvo Isturitz— y a Morín 3, Chufín y La Riera 4,5,15,16 y 17). La verdadera asociación de puntas solutrenses con grandes cantidades de piezas típicas del Gravetiense es indubitable.

Hay que notar que el índice perigordiense es muy alto en Pape y Harpons D; la segunda tiene 24 hojitas de dorso. El índice es bajo en Isturitz, pero la colección solutrense de Saint-Périer tiene 26 buriles de Noailles.

Además de estudiar estas colecciones (y visitar los yacimientos de Isturitz y de Brassempouy), estudié colecciones seleccionadas de Montaut (Mascaraux 1912) (un gran yacimiento al aire libre, que también visité, y que domina el valle del Adour al norte de Brassempouy) en el Instituto del Cuaternario (Universidad de Burdeos) y en el Museo de

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CUADRO 4.2

COLECCIONES FRANCESES

Yacimiento: Isturitz Pape Harpons

Indice F2 Illa

Puntas solutrenses 4,0 8,0 16,1 6,0 Retoque solutrense 12,9 13,9 17,5 20,7

28,7 35,0 20,7 20,7 24,8 24,5 13,9 27,9

Buriles diedros 12,9 5,5 5,8 18,0 7,9 10,5 7,3 4,2 1.0 1,7 1,5 2,7

Denticulados y escotaduras 5,0 5,9 11,0 9,3 6,9 3,4 3,7 6,9

Piezas auriñacienses 6,9 6,1 8,8 5,7 5,0 4,4 14,6 12,6

No. total de piezas 101 472 137 333

Dax. También estudió una pequeña colección de Tercis en Burdeos; visitó este yacimien­to al aire libre y la vecina cueva solutrense de Riviére (al lado opuesto del Adour a poca distancia aguas arriba de su confluencia con "les Gaves Reunís") . Finalmente conozco el emplazamiento de la cueva de Hareguy, otro pequeño yacimiento solutrense, que se halla en el Pirineo vasco francés (Soule), no lejos de la frontera internacional. Como en la región cantábrica, los yacimientos del lado francés se distribuyen entre lugares bajos y otros de montaña, lo que podría sugerir la existencia de sistemas de movimientos estacionales entre pastos altos y bajos para la caza de especies migratorias. La fauna solutrense de Isturitz consiste en abundantes Bovinos además de Equus caballus, fíangifer tarandus y las aves Harpang y perdiz blanca (Altuna 1972:110). Smith (1966:330) también menciona la presen­cia de Saiga tatarica en el F2 de Isturitz, testimonio de un ambiente frío y seco. Desgraciadamente, no existen datos sobre los conjuntos faunísticos solutrenses de los demás yacimientos de la región del Pirineo occidental francés.

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Capítulo 5

LA C A Z A Y LA SUBS ISTENC IA S O L U T R E N S E S

LA C A Z A

En una primera tentativa de síntesis, Freeman (1973: 29-31) resumió todos los datos existentes sobre la fauna del solutrense en un cuadro que demuestra la importancia del ciervo en los conjuntos faunísticos de la época en la región cantábrica. Se han añadido bastantes datos cuantitativos referentemente con los estudios de Altuna (Straus et al. 1980, 1981, 1983) sobre la Riera, además de nuestras identificaciones de los restos que acompañan varias "antiguas" colecciones industriales solutrenses (Altuna y Straus 1976; Straus 1977). Se presentan todos estos datos en dos cuadros: uno (5.1) para las excavacio­nes de tipo antiguo (con menos control estratigráfico o con colecciones faunísticas quizá menos completas) y otro (5.2) para las excavaciones modernas (Cueva Morín y la Riera). (Todavía no se han publicado listas faunísticas de Cueva Chufín o de las nuevas excavacio­nes en las Caldas, el Cierro o Cova Rosa). Para hacer posible las comparaciones, los cuadros dan normalmente los números de individuos por especies de ungulados. (En la mayoría de los casos, son los dientes los que proveen el mayor número de individuos en el cálculo del NMI). También se incluyen en el presente estudio un cuadro (5.3) con los datos no cuantifi-cados sobre la fauna solutrense de los yacimientos del Castillo y de la Peña de Candamo. Entre los niveles solutrenses de la Riera, no se incluyen las subdivisiones o lentejones que sólo tenían algunos pocos restos. Ni el Solutrense de la Riera ni el de Morín tenían res­tos de jabalí (Sus scrofa) o de reno (fíangifer tarandus), presentes en pequeñas cantidades en algunas de las demás colecciones de edad solutrense.

Hay restos de Cervus en todas las colecciones, lo que sólo se da con esta especie. En 36 de las colecciones, el ciervo es la especie que más individuos tiene representados entre los restos conservados. (En otros dos casos comparte este primer lugar de importancia con otro ungulado). En la gran mayoría de las colecciones la que domina numéricamente (25), el ciervo representa el 5 0 % o más del total de individuos de ungulados (1). (Y hay que recor­dar siempre que el método NMI sobrevalora las especies minoritarias vis é vis de las mayoritarias.) La cabra montes, que está presente en casi todas las colecciones, domina en 6 casos, pero sobrepasa el 5 0 % en solo 2. El caballo domina en una colección, y las demás

1 Recientemente se ha publicado un estudio rudimentario de la fauna recogida por Corchón en la cueva de Las Caldas (Soto y Meléndez. 1981). No incluye ni siquiera cálculos de los números mínimos de individuos. Como en la colección de Al­varez de este yacimiento, Ccnus elaphus es el animal que domina de una manera abrumadora, seguido por Capra y Equus. En los niveles del llamado Solutrense superior y terminal (10-3) hay 215 restos de ciervo, 69 de cabra y 24 de caballo. En los nive­les del supuesto Solutrense medio hay 337 restos de ciervo, 68 de cabra y 66 de caballo. No hay restos seguros de bovinos entre los restos identificados del Solutrense de la Cata I o del Corte estratigráfico de la «Topera» (ni en la colección de Alvarez). Es­tos datos parecen confirmar mi conclusión de un bastante alto grado de especialización en la caza del ciervo en los alrededores y durante las ocupaciones de este yacimiento.

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C U A D R O 5.2.

F A U N A SOLUTRENSE DE EXCAVAC IONES M O D E R N A S

Cervus Capreolus Bovinos Rupicapra Capra Equus La R iera 8 elaphus capreolus (Bos Bison) rupicapra bex caballus

Niveles N.8 N.8 % N s N.» °o N.s % N« % T O T A L

2 3 3 16 7 2 11.1 4 22.2 9 50.0 18 4 3 23.1 2 15.4 6 46.1 4 15.4 13 5 6 27.3 12 54.5 4 18.2 22 6 3 33.3 1 11.1 4 44.5 1 11.1 9 4 6 comb. en excav. 3 21.4 1 7 1 1 7.1 2 14.3 6 42.9 1 7.1 14 7 22 53.7 3 7.3 1 2.4 2 4.9 8 19.5 5 12.2 41 7 sup 7 63 6 1 9.1 2 18.2 1 9.1 11 7 "hogar " 5 55.6 4 44.4 9 8 16 61.6 3 11 6 1 3.8 5 19.2 1 3.8 26 9 14 60.9 3 13.1 1 4.3 4 17.4 1 4.3 23 9 sup. 11 68.8 1 6.2 1 6.2 3 18.8 16 10 10 58 8 2 11.8 1 5.9 4 23.5 17 11 6 75 0 1 12.5 1 12.5 8 11 sup. 7 70.0 1 10.0 1 10.0 1 10.0 10 12 5 50.0 1 10.0 4 40.0 10 13 7 63.6 1 9.1 3 27.3 11 14 mf. 3 42.9 1 14.3 2 28.5 1 14.3 7 14 13 52.0 2 8.0 1 4.0 2 8.0 6 24.0 1 4.0 25 14 sup. 4 57.1 1 14.3 1 14.3 1 14.3 7 15 8 40.0 1 5.0 2 10.0 2 10.0 6 30.0 1 5.0 20 15 sup. 7 77 8 1 11.1 1 11.1 9 16 inf. 9 69.2 3 23.1 1 7.7 13 16 9 47.3 1 5.3 1 5.3 1 5.3 5 26.3 2 10.5 19 16 sup. 9 69.2 3 23.1 1 7.7 13 17 inf. 6 54.5 4 36.4 1 9.1 11 17 5 55.6 1 11.1 3 33.3 9 Mor ín : Nivel 3 b 5 41.7 3 25.0 1 8.3 1 8.3 2 16.7 12

8 Straus et al. 1981 (identificaciones de J . Altuna) b Altuna 1971. 1972, 1973

especies en ninguna. El sarrio (y el caballo) iguala al ciervo en un caso. Es evidente que las especies más frecuentemente cazadas en el Solutrense eran el ciervo y la cabra montes.

Sin embargo, como es natural, el empleo del NMI sólo constituye una estimación muy relativa de la importancia de los ungulados cazados. Por razones de descuartizamien­to, transporte parcial de las reses al yacimiento de base desde el lugar de matanza, extracción del tuétano, conservación diferencial de los restos, pisoteo, etc., nunca hay en estos yacimientos esqueletos enteros. Es probable que los cazadores no trajeran las reses enteras a los yacimientos solutrenses, los cuales, siendo todos ellos cuevas, no eran el sitio donde se efectuaba la matanza, sino lugares de campamento estable o, al menos, esta­ciones de caza con duración de habitación (y personal) diferente. Por supuesto, el porcen­taje de la res que llega a ser depositada en una cueva depende del tamaño del animal (cuanto más pequeño, mayor es la probabilidad de transporte íntegro), de la distancia desde el lugar de la matanza, del número de individuos humanos y de su estado de nutrición, de la estación del año, del "papel " o " func ión" de la cueva en el sistema regional de asenta­mientos de la época, etc.

Por todos estos (y demás) motivos, no se puede uno fiar de las evaluaciones del peso de carne aprovechable sacados de los cálculos del NMI. Estos no dan sumas que puedan

93

C U A D R O 5.3.

F A U N A SOLUTRENSE NO CUANTIF ICADA

Especies Peña de Candamo 8 Cast i l lo 6

Cervus elaphus "Dama d a m a " Grandes bovinos Rupicapra rupicapra Capra ibex Equus caballus Panthera leo Ursus spp. Canis lupus Vulpes vulpes Aves. Corvus spp.

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numeroso bastante escaso bastante escaso bastante abundante un hueso muy escaso muy escaso muy escaso presente

X presente a Hernández Pacheco 1919 b Vaufrey m.s. c Obermaier (1925a 177; 1925b.290) habla de "restos escasos de Rangifer tarandus", pero no menciona el gamo. Puesto que los únicos supuestos restos de Dama, un cérvido mediterráneo, del Paleolít ico cantábr ico

los de Altamira y La Pa loma— han sido descartados por Altuna, es más probable de que se trate aquí de un reno. Son animales muy parecidos y del mismo tamaño aproximado fáci les de confundir si hay solo algunos fragmentos de restos.

considerarse como indicios exactos de la composición y cantidad de comida, ni, mucho me­nos, del tamaño de la población humana o de la duración de su estancia en un yacimien­to. Sin embargo, el NMI junto con el cálculo del peso (como también —aunque con aún menos exactitud— el número o peso de huesos por cada especie) pueden dar una visión más o menos válida de la importancia relativa de las especies en la caza prehistórica. Si empleamos los pesos de carne aprovechable dados por Freeman (1973:22), vemos clara­mente que el ciervo (c. 100 kg.), aunque domina numéricamente, podría proveer menos carne en algunos casos que el bisonte (400 kg.) o incluso el caballo (180 kg.), si los "solutrenses" utilizaban las reses de estas especies de la misma manera (aprovechan­do igual la pieza). Por otro lado, en la mayoría de los casos en que la cabra (c. 50 kg.) domina en cuanto al NMI, no ha podido superar al ciervo en cuanto al peso de carne aprovechable, si presumimos la igualdad en el tratamiento y aprovechamiento de las dos especies por el hombre (lo cual no es nada seguro como tampoco es el caso en la comparación entre el ciervo y el bisonte o caballo).

Es evidente por los números mínimos de individuos representados, especialmente en algunos de los finos niveles de la Riera y Morín, que la caza del ciervo era muchas veces masiva, probablemente con matanza de varios individuos a la vez. No es raro un total de 10 a 20 ciervos, incluso entre las colecciones de la Riera, que proceden de una reducida franja al fondo de lo que había sido un yacimiento de tamaño mediano antes de las excavaciones de Vega del Sella y sus sucesores. Solo hay dos casos (Bolinkoba D y La Riera 5) con eviden­cia de una caza tan masiva de la cabra montes (16 y 12 individuos, respectivamente). Unicamente en el nivel solutrense de Altamira y en La Riera 2/3 —ambos estratos relativamente espesos— se ven unas cantidades algo grandes de caballos (8 y 9, respectiva­mente). En el resto de las colecciones, el caballo, como el bisonte, el corzo, el sarrio, el reno y el jabalí, están representados por uno o unos pocos individuos o no están representados en absoluto. El único animal de estos que está representado por bastantes individuos alguna vez es el diminuto sarrio (Rupicapra rupicapra, con 22,5 kg. de carne aprovechable); hay un mínimo de seis sarrios en cada uno de los estratos solutrenses de Hornos de la Peña

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y Aitzbitarte, y 4 en Ermittia. En los primeros dos yacimientos, esta especie parece remplazar la cabra como el blanco principal de la caza en los hábitats rocosas y escarpados que rodean ambos yacimientos (aunque Rupicapra no es a la fuerza una especie tan restringida a la alta montaña como es Capra ibex).

El ciervo, el caballo y el bisonte son los elementos principales de la fauna arqueológica cantábrica a través de todo el Paleolítico. El Solutrense (y el Magdaleniense) se distinguen por las grandes cantidades de ciervos er sus niveles. Parece ser que el Solutrense comenzó una caza masiva o especializada de esta especie, aunque los hombres seguían matan­do bisontes y caballos aislados. Los análisis de R. Klein et al. (1981) indican la matanza de manadas de ciervos en el "Magdaleniense III" del Juyo en Santander. J . Altuna (1976) saca la misma conclusión en su estudio de la fauna del "Magdaleniense superior inicial" de Tito Bustillo (Asturias), y concluye —a base de sus medidas de los huesos— que mataban hem­bras con sus jóvenes. Hemos aplicado la metología de Klein al estudio de los ciervos de la Riera. Se puede llegar a una idea de la estructura de edades de una población cazada con las medidas de la altura de la corona de los dientes. Medí los M 3 y dP 4 de los ciervos de las mayores colecciones solutrenses de la Riera. Aunque las muestras suelen ser relativamen­te pequeñas, este análisis indica la matanza no solamente de ciervos jóvenes y viejos, sino también de ciervos en la flor de su vida (véase Clark y Straus 1982). Klein et al. (1981) interpretan semejantes distribuciones de edades de ciervos en el Juyo como el resultado de unas técnicas de caza como la batida que no son selectivas sino masivas y que causan la muerte a representantes de todas las edades de los animales que podrían formar mana­das (p. ej. ciervas de varias edades con sus cervatillos, añadiendo machos adultos en la época del celo en otoño). En un análisis semejante de la colección faunística solutrense excavada por Obermaier en Altamira (estudiada por Altuna y Straus [1976]), K. Allwarden (comunicación personal) ha encontrado el mismo fenómeno: muchos ciervos en la flor de su vida además de muchos cervatillos y algunos individuos bastante viejos. Todos estos datos podrían sugerir que los "solutrenses" (y los "magdalenienses") solían cazar los ciervos no de una manera selectiva sino masiva.

La situación topográfica de muchos yacimientos sugiere el empleo de valles o de cañones estrechos o ciegos (sin salida fácil) para estas cacerías colectivas del ciervo. Es posible que los cazadores (junto con mujeres, niños y ancianos) arrearan las manadas desde una zona de pastos (valle amplio, llanura, etc.) hasta uno de estos valles encerrados, donde fueron matados con azagayas (o incluso con dardos o flechas). Los humanos habrían podi­do cerrar la bocas de estos pequeños valles con redes o vallas portátiles, acorralando así a los animales. También, en invierno, con nieve, habrían podido rodear manadas que se abri­gaban en bosquecillos como suelen hacer los ciervos hoy día cuando hay mucha nieve y mal tiempo ("yarding"). Durante las migraciones estacionales de los ciervos desde los pastos altos de verano hasta los otros bajos de invierno (documentadas entre los ciervos actuales de Europa y de Norteamérica), los humanos habrían podido matarles en desfilade­ros o en lugares donde tenían que cruzar los ríos.

Tenemos igualmente en el Solutrense de la Riera alguna evidencia de la caza masiva de cabras en los niveles inferiores, cuyas colecciones están dominadas por restos de Capra ibex pyrenaica. En estas colecciones hay cabritos, cabras maduras y viejas. Es evidente que los niveles 4-6 de la Riera representan unas ocupaciones de la cueva especializadas en la caza organizada de las cabras, probablemente en las vecinas Peña Llabres y Sierra de Cuera, montañas con hábitats ideales para esta especie. Aunque La Riera se halla en la pla­taforma costera, dista solo 1,5 km. de la base de las primeras laderas rocosas y extrema­mente escarpadas de estos cordales montañosos. Los yacimientos vascos que más cabras tienen, Bolinkoba y Ermittia, están situados en peñascos rocosos de zonas muy accidenta­das. Este es también el caso del yacimiento solutrense de Chufín, donde dominan asi mismo

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"los cápridos" (Cabrera 1977). Una táctica de caza masiva de las cabras podría consistir en arrear los rebaños cuesta arriba hacia la cima, donde los cazadores estuvieran escondidos.

La caza solutrense puede resumirse como consistente en la "cosecha" de Cervus y, quizá, de Capra, junto con la matanza más individualizada de los animales de mayor peso (Bison y Equus). La caza se completaba con la matanza más esporádica de Rupicapra (pro­bablemente también en los hábitats rocosos y escarpados, o, en invierno en lugares más bajos), Capreolus y Sus (en los bosquecillos) y Rangifer. También tenemos evidencias muy escasas de la recolección de carroña (¿o matanza?) de focas en el litoral (1 canino dePhoca vitulina en Altamira y unas falanges en los niveles 4 y 7 de la Riera [Altuna y Straus 1976; Straus et al 1981a, 1981b]). (Hay también restos escasos de focas en el Magdalenien­se de Tito Bustillo [Altura 1976]). Vega del Sella (1916: 32, 37) cita la existencia de frag­mentos de molares de Elephasprimigenius en el nivel E de Cueto de la Mina. Estos restos, cuya identificación ha sido amablemente confirmada por E. Aguirre (comunicación perso­nal), son los únicos de mamut en el Solutrense cantábrico, y los más recientes de la región, ya que los restos citados en el Solutrense de Altamira como "mammut" por Breuil y Obermaier (1935) han sido identificados como huesos de hiodes de Equus (Altuna y Straus 1976) (1). Es posible, sin embargo, que las piezas de Cueto de la Mina hayan sido recogidas por los "solutrenses" en depósitos más antiguos (?). Aunque el mammut existió en al menos el W ü r m más temprano de la región cantábrica, no fue un animal de caza, por lo menos en el Solutrense. Quedan por explicar las únicas dos representaciones artísticas del mammut de la región cantábrica; la del Castillo y la del Pindal.

En las colecciones solutrenses de la Riera, Cueto de la Mina, Coberizas, Ermittia y espe­cialmente Bolinkoba y Aitzbitarte se encuentran también restos de mustélidos (Mustela niva/is, M. putorius, M.erminea, Martes martes y Me/es me/es). Las de la Riera, Cueto de la Mina, Altamira, la Pasiega, Santimamiñe, Aitzbitarte y especialmente Ermittia y Bolinkoba tienen algunos restos de zorros (Vulpes vulpes). Hay restos del lince (Lynx lynx) en Ermittia y Panthera sp. en Balmori. Quizá los mustélidos y zorros fueron atrapados para sus pieles. El lobo (Canis lupus) está presente siempre, pero sus restos son muy escasos en la Riera, Cue­va Morín y Ermittia. La presencia de restos de lobo, como de oso (Ursus spp.) (en Altami­ra y la Pasiega) y hiena (Crocuta crocuta) (en Cueto de la Mina) no se debe forzosamen­te a la caza; tales animales han podido emplear las mismas cavernas como guaridas y a veces morir en ellas. Naturalmente las colecciones faunísticas solutrenses incluyen una gran variedad, y, a veces, cantidad de roedores (especialmente Arvícola terrestris y Microtus spp.) e insectívoros (Talpa spp., Erinaceus europaeus, Galemys pyrenaica). El hombre pre­histórico probablemente no tenía nada que ver con la presencia de los restos de micro-mamíferos en los sedimentos, aunque sí es posible que los comiera en épocas de necesidad. Los lagomorfos son escasos: hay pocos restos de Lepus europaeus en la Riera y en Ermittia, y de Oryctolagus cuniculus en la Riera (véase Altuna 1972 etc.).

LA PESCA Y LA RECOLECCION DE M O L U S C O S

Además de los mamíferos, hay algunos pocos huesos de aves (¿capturados por sus plumas?) en el Solutrense de Chufín (Cabrera 1977), Castillo (Vaufrey m.s.), Altamira (Altuna y Straus 1976), La Riera (Straus eí al 1981, 1983), Cueto de la Mina, Ermittia y Santimamiñe (Altuna 1972; Straus 1977a). En la Riera hay vértebras de salmónidos en casi

1 Recientemente se han publicado restos de dentina y dos colgantes de marfil encontrados en Las Caldas, que podrían ser de mamut Elephas primigenius según la opinión de E. Aguirre (Soto y Melendezl981: 266; Corchón 1981: 127, 135,138, 142, 155, 172). Se trataría seguramente de hallazgos sueltos por personas de la época solutrense, y no de evidencias de la caza de mamut por ellos.

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todos los niveles solutrenses. Están incluidas las especies Salmo salar (salmón), S. trutta trutta (reo) y S. t. fario (trucha), según las identificaciones de M. M. de la Hoz (Straus et al. 1981, 1983). También hay restos de peces (probablemente salmónidos) en el Solutrense de Cueto de Mina, Hornos de la Peña y Chufín. No hay peces marinos conocidos en colec­ciones solutrenses.

Pero no faltan los moluscos en los niveles solutrenses cantábricos. Sólo tenemos datos cuantificados en la Riera, donde Patella vulgata está presente en todos los niveles solutren­ses. Esta especie constituye entre el 98 y el 100% de los moluscos en estos niveles. A veces hay también alguna Littorina Httorea. Las lapas son de gran tamaño en el Solutrense, pro­bablemente debido a una explotación todavía no demasiado fuerte, según J . A. Ortega (Straus et al. 1980, 1981,1983). El valor medio del diámetro de P. vulgata en los niveles solu­trenses oscila normalmente entre 38 y 45 mm. La cantidad de lapas es bastante importante en algunos niveles de la Riera, especialmente cuando se tiene en cuenta la reducida superficie excavada. Hay incluso un nivel (4) donde la proporción del peso de conchas en re­lación con el peso de los huesos asciende a 0,7 y otro (5) donde sobrepasa 0,5. También en los tramos del nivel E (y en el nivel F) de Cueto de la Mina había conchas de gran tamaño de P. vulgata y algunas de L. Httorea (Vega del Sella 1916). Las lapas muy grandes dominan con mucho entre los moluscos del Solutrense de Altamira, donde también habían algunos bígaros (Breuil y Obermaier 1935; Altuna y Straus 1976). Obermaier (1925a) y Vaufrey (m. s.) hablan de lapas de gran tamaño "muy abundantes" o "abundantes" en el Solutrense del Castillo, aunque este yacimiento distaba unos 25-30 km. de la costa pleniglaciar. Sin embargo, Madariaga (1971:410) sólo anota un fósil en el Solutrense de las nuevas excava­ciones en Cueva Morín. En Cueva Chufín hay "fragmentos de Patella y moluscos terrestres" (Cabrera 1977:164). Hay al menos una lapa en el Solutrense de Peña de Candamo y segura­mente en otros yacimientos solutrenses de la región.

Es evidente que la pesca y la recolección de moluscos había empezado ya en el Solu­trense, pero se restringía probablemente a los ríos y estuarios, sin extenderse al mar abierto. Tenía probablemente una importancia mínima en la alimentación global de los grupos humanos. Sabemos, sin embargo, que la explotación de los recursos acuáticos y marinos iba ascendiendo en importancia relativa en el Magdaleniense, Aziliense y Asturien-se con la adición de más especies y más hábitats (incluso el mar abierto) y con evidencia de sobreexplotación de las lapas (Straus et al. 1980, 1981, 1983). Desgraciadamente no tene­mos, hasta la fecha, datos sobre el aprovechamiento de recursos vegetales en el Solutrense. Pero, de hecho, los ambientes pleniglaciares probablemente no incluían muchos alimentos vegetales apropiados para el hombre. Podemos especular sobre el empleo mínimo de raices, granos, champiñones, y, especialmente durante episodios interestadiales, de bellotas y avellanas.

LA ESTACIONALIDAD

Hasta la fecha tenemos pocos datos acerca del importantísimo factor de la estacionali-dad de los movimientos de los cazadores-recolectores solutrenses. Altuna (1972: 335) describe un fragmento de mandíbula de reno que proviene del nivel F (¿Solutrense sin puntas?) de Urtiaga. Por su composición y estado dentario, Altuna deduce que el individuo había muerto a finales de la primavera o comienzos del verano. En el nivel solutrense de Er­mittia cita un M, de reno con el desgaste propio de un individuo muerto hacia los 9 meses de edad, o sea en febrero o marzo. Estos dos yacimientos se hallan muy cerca de la costa actual. Así es también el caso de Aitzbitarte, cuyo horizonte solutrense tiene un asta de des-mogue de ciervo (Altuna 1972: 320). Yo he encontrado otro asta de desmogue de ciervo en

97

la colección del nivel solutrense (VII) de Santimamiñe, dos en la de Cueto de la Mina E/3 + 4 y una en la del nivel E/1 + 2 del mismo nivel costero. También en el solutrense de Cueto de la Mina hallé un cráneo de ciervo con las bases de sus astas sin cortar, lo cual quiere decir que ha sido matado después de perder sus astas pero antes del comienzo del crecimien­to de las nuevas. En depósitos totalmente revueltos de la vecina cueva de la Riera hemos descubierto otro cráneo de ciervo de este tipo, con las bases de las astas sin cortar. Este hallazgo podría datar del Solutrense, puesto que la mayoría de los sedimentos expues­tos (y revueltos por clandestinos) en la Riera son de esta época.

Normalmente los ciervos adultos pierden sus astas entre febrero y el comienzo de la pri­mavera. Las astas están completamente crecidas de nuevo en junio o julio. Las astas suelen no sobrevivir mucho tiempo por el suelo una vez caídas; se descomponen rápidamente en la superficie. (Incluso los mismos ciervos las comen a causa de su calcio). El conjunto de estos pocos datos de yacimientos costeros solutrenses sugiere la presencia del hombre al me­nos en primavera-comienzos de verano. El único dato que tenemos por el momento sobre un yacimiento del interior proviene del Castillo, donde encontré en la colección solutrense dos huesos frontales de ciervos con astas unidas. Esto nos dice solamente que el hombre ha podido estar en la zona de Puente Viesgo en verano, otoño o comienzos de invierno.

Recientemente, Altuna (m. s.) ha determinado la estación de la matanza por las denti­ciones de ciervos (además de cabras, bisontes, caballos y jabalíes) en la secuencia de la Riera. Sus análisis de las colecciones solutrenses sugieren que el hombre estaba presente en este yacimiento al menos en otoño, invierno y primavera durante las ocupaciones 7-14. Luego hay un cambio rotundo: en las ocupaciones solutrenses 15-17 (y en la siguiente ocupación "magdaleniense", 18) solo hay animales matados a finales de primavera o en verano. Esto podría sugerir un cambio en la utilización de la cueva relacionado con una reo­rientación del sistema regional de asentamiento y de subsistencia.

Otro método de estudiar la estacíonalidad es el análisis de isótopos de oxígeno en el úl ­timo anillo del crecimiento de los moluscos, tales como Patella (véase Shackleton 1973). Aunque hemos proporcionado abundantes muestras de conchas al laboratorio de Shackle­ton en Cambridge (Inglaterra), los resultados para el Solutrense han sido, hasta la fecha, pocos y contradictorios. Esperamos en el futuro poder saber si la recolección de molus­cos era, por ejemplo, una estrategia de urgencia para sobrevivir en la estación de escasez, es decir, en invierno y comienzos de primavera. Sólo con más datos concretos de las denticio­nes y de los moluscos podremos empezar la reconstrucción de los movimientos estacionales de los grupos solutrenses entre los yacimientos costeros y los del interior. Aunque tenía originalmente la idea de que se trataría de unos movimientos bstante mecánicos entre pas­tos altos estivales y pastos bajos invernales, es evidente que incluso las distancias más grandes entre yacimientos costeros y yacimientos de montaña no son muy grandes (25-30 km.). Los yacimientos de la costa habrían podido servir como campamentos de base desde los cuales grupos de cazadores saldrían en expediciones especializadas de corto plazo hacia las montañas. A pié, estas distancias se podrían cubrir en un día. Tampoco es necesario que los ciervos sólo tuvieran migraciones estrictamente estacionales entre las montañas y la costa, aunque ésto es muy posible en épocas con mucha nieve. Los ciervos también han po­dido subir y bajar varias veces en el curso del año, según las condiciones climáticas y alimenticias. Por estas razones, una configuración de movimientos estrictamente bipolares y semi-anuales no es la única posibilidad concebible.

Sin embargo, es difícil pensar en unas ocupaciones de pleno invierno en el caso de muchas de las cuevas del interior. Estas son altas, expuestas a los vientos y difíciles de ac­ceso. En contraste, la mayoría de los yacimientos costeros son muy abrigados, soleados, y protegidos de los elementos. Parece ser que muchas de las cuevas del interior escogidas pa-

98

ra la habitación solutrense lo fueron, debido a factores estratégicos (vistas, presencia al lado de desfiladeros, valles ciegos, etc.), mientras que los yacimientos de la zona costera fueron escogidos por sus características que proporcionaban confort (orientación hacia el sur, protección de los vientos, etc.). Estos últimos eran más probablemente lugares de asenta­miento más "permanentes" o multi-estacionales.

99

Capítulo 6

ANALIS IS DE L A S INDUSTRIAS

LOS C O N J U N T O S UTICOS

En nuestra tesis (Straus 1975a) y en varios artículos, presentamos análisis detallados de muchos aspectos de las industrias de edad solutrense en la región vasco-cantábrica. Re­sumimos aquí algunos de los resultados principales de nuestros estudios. Puesto que la conservación de los restos de talla es tan desigual (buena en las colecciones modernas de Morín, Chufín y La Riera y en las de J . M. de Barandiarán, y generalmente mala en las demás colecciones), nos concentramos en las piezas retocadas, clasificadas personal­mente según la tipología de Sonneville-Bordes y Perrot (1954-56). Los tipos numerados que se hallan entre las colecciones solutrenses cantábricas están alistados (con sus nombres traducidos al Castellano) en el Apéndice I. Todas nuestras clasificaciones de las indus­trias líticas se encuentran en el Apéndice II.

El primer dato notable es la gran variabilidad entre las colecciones en cuanto al número de tipos de utensilios representados en cada una. En el Cuadro 6.1 presentamos el número de utensilios (para las colecciones de más de 100 piezas), el número de tipos representa­dos (de los 91 reconocidos por Sonneville-Bordes y Perrot) y la relación "utensilios / tipos" para tener una idea de la diversidad de cada conjunto. Están separadas las colecciones antiguas (que pueden tener mezclas estrat igraf ías) de las modernas (que representan conjuntos más bien íntegros de niveles muchos más finos). Sin embargo las gamas de valores son semejantes entre el gran grupo de colecciones antiguas y el pequeño grupo de las modernas. El número de tipos representados por conjunto varía desde sólo 19 hasta 63. La relación de utensilios a tipos varía desde 2, 9 (relativamente muchos tipos vis é vis del tamaño total del conjunto) hasta 10,0 (muchos utensilios divididos entre relativamente pocos tipos). Por lo general, exise una relación positiva linear (r = 0, 601; d.f. = 30; p<0,001) entre el tamaño de las colecciones y el número de tipos representados, pero hay varias colecciones que se despegan de esta tendencia. Aitzbitarte, Chufín, Cova Rosa, Morín, Os­cura, Ermittia, Isturitz F2, Pape, La Riera 8 y la colección Vega del Sella de la Riera tienen re­lativamente muchos tipos por relativamente pocos utensilios (industrias diversificadas) mientras que Isturitz Illa, La Riera 17 y 14 tienen relativamente pocos tipos vis é vis de los utensilios que tienen (industrias especializadas).

En el Cuadro 6.2 presentamos los índices de grupos de utensilios (definidos por el siste­ma de Sonneville-Bordes y Perrot [1953], con la adición de " PS " puntas solutrenses, "ID" denticulados y escotaduras, "IRa" raederas, y "IHD"; hojitas de dorso de todos tipos) para las antiguas colecciones solutrenses de la región vasco-cantábrica. En el Cuadro 6.3 vienen los mismos índices para las nuevas colecciones: las de Cueva Morín, Cueva Chufín y La Riera. Ya hemos presentado (Cuadro 4.2) los índices de algunas de las colecciones solutren-

101

C U A D R O 6.1

LA DIVERSIDAD RELATIVA ENTRE LAS COLECCIONES DE PIEZAS R E T O C A D A S SOLUTRENSES

Número de Número de Utensilios Yacimiento Utensilios Tipos : Tipos

177 30 5,9 167 39 4,3 217 45 4,8 337 41 8,2 117 28 4,2

Cueto Mina E 3 + 4 171 33 5,2 242 33 7,3 171 36 4,8

(Cueto Mina E Total) (584) (47) (12,4) 143 43 3,3 522 53 9,8 125 30 4,2 191 37 5,2 331 47 7,0 174 38 4,6 527 63 8,4 134 39 3,4 335 62 5,4

Izturitz F2 101 35 2,9 472 47 10,0 137 43 3,2 333 49 6,8

Cueva Chuf ín 272 52 5,2 Cueva Morln 138 40 3,5 La Riera 4 106 26 4,1 La Riera 5/6 106 23 4,6 La Riera 7 149 29 5,1 La Riera 8 116 30 3,9 La Riera 9 107 19 5,6 La Riera 14 314 34 9,2 La Riera 16 180 30 6,0 La Riera 17 151 19 8,0

215,25 36,5 5,6 (desviación estándar =

2,0)

ses del País Vasco y del Pirineo francés. Se puede ver claramente en todos estos cuadros que existe una variabilidad grande en cuanto a la frecuencia relativa de las puntas solu­trenses (tipos 69-72), como de los demás tipos principales de utensilios. La gama de porcentajes de raspadores (IR) es muy amplia, y no siempre dominan a los buriles, aunque hay colecciones con muy altas frecuencias de raspadores. Existen algunas colecciones con porcentajes muy elevados de buriles, y normalmente son los diedros los que dominan por mucho a los de truncatura (la inversa es solamente el caso de Morín 3 y de dos de las colecciones francesas). En general son las colecciones vascas las que proporcionalmem-te más buriles tienen, y son generalmente las colecciones asturianas las que tienen los porcentajes más altos de raspadores. Hay muy pocos perforadores en las colecciones solutrenses (con las principales excepciones del Castillo y del Cierro).

102

C U A D R O 6.2

PORCENTAJES DE UTENSILIOS EN COLECCIONES ANTIGUAS

Indices

Yacimiento Total PS IR IRA IB IBd IBt IP ID IRa IHD G A GP

Caldas 177 17.5 22.7 8.2 10.0 8.2 0.6 3.3 22.0 10.7 1.1 8.2 2 8 Oscura 167 6.6 22 2 9 6 16.2 11 4 1.2 4.2 18.0 7.2 1 8 11.4 7.8 Cova Rosa 217 17 5 16 1 5 5 1 7 0 14.3 1.8 4.6 14.8 5.1 3.2 5.5 6 4 Cierro 337 0.9 34.1 12 6 10.2 6.6 2.4 6.9 25.2 13.7 0.9 13.2 3 0 C. Mina F 117 15 4 35.0 7.7 6 8 5.1 0 0 23.9 8 6 0.9 8.5 1.7 C. Mina E 584 15.9 30.8 6.3 6 5 3.6 1.5 2.6 17.8 10.6 4.3 7.0 6.2 Riera 143 7.7 33 6 9.6 9.7 5.6 2.1 4.2 18.0 15.4 1.4 11.4 7.8 Altamira 522 13.2 25.1 7.7 20.8 11.1 4.0 4.6 12.8 2.9 0.2 8.3 4.3 Hornos Peña 125 12.0 24 8 3.2 11 2 8.0 0.8 2.4 20.0 7.2 0 3.2 3.2 Castillo 191 5.8 15.2 6.3 13.0 7.9 2.6 9.9 35.6 11.5 0 7.3 1.0 Pasiega 331 9 9 16.3 6.6 25.6 14.5 4.2 1.5 13.8 6.0 2.1 8.1 9.0 Santima­miñe 175 0.6 20.6 5.1 37.2 22.2 4.6 1.7 9.1 2.9 8.6 8.0 15.4 Bolinkoba D 527 1.3 18.8 5.3 28.3 16.2 4.4 3.8 8.5 5.1 5.7 6.9 14.8 Ermittia 134 1.5 27.6 3.0 31.7 25.7 4.5 2.3 3.0 3.0 16.4 5.3 17.9 Aitzbitarte 332 9.6 15.3 6.6 20.7 9 3 5.4 1.8 11.8 6.6 13.1 8.4 15.1

C U A D R O 6.3

PORCENTAJES DE UTENSILIOS EN COLECCIONES M O D E R N A S

Indices

Yacimiento Total PS IS IRA IB IBd IBt IP ID IRa IHD G A GP

Riera 17 151 0.7 6.0 0 4.6 4.6 0 1.3 8.6 1.3 70.9 3.3 70.9 Riera 16 180 0 7.2 0 12.8 10.6 0.6 2.8 21.7 3.3 23.9 2.8 25.6 Riera 15 75 1.3 12.0 1.3 6.7 5.3 0 1.3 22.7 8.0 10.7 4.0 10.7 Riera 14 314 1.0 13.4 4.1 11.1 9.2 0.3 2.6 38.9 10.5 2.9 4.8 6.1 Riera 12+13 65 0 9.2 0 10.8 10.8 0 1.5 56.9 6.2 3.1 1.5 4.6 Riera 11 65 0 9.2 3.1 12.3 7.7 1.5 3.1 49.2 6.2 3.1 4.6 4.6 Riera 10 71 7.0 25.4 1.4 7.0 7.0 0 4.2 32.4 0 0 7.0 2.8 Riera 9 107 0.9 9.3 0 14.9 13.1 0.9 2.8 47.7 7.5 0 0 0 Riera 8 116 5.2 17.2 0 7.8 5.2 0 4.3 35.4 4.3 4.3 1.7 7.8 Riera 7 149 18.8 13.4 2.0 9.4 9.4 0 2.0 22.8 4.7 5.4 4.7 8.7 Riera 5+6 106 32.1 4.7 0.9 8.5 7.5 0 0.9 19.8 0 9.4 0.9 10.4 Riera 4 84 16.7 4.8 1.2 4.8 3.6 0 1.2 14.3 0 9.5 1.2 11.9 Chuf ín 1 272 18.8 24.2 5.9 11.1 5.5 2.9 2.6 4.3 8.5 9.9 11.0 17.5 Morln 3 138 10.9 11.6 5.1 10.1 2.2 4.3 3.6 10.9 1.5 13.8 5.1 18.1

En cuanto a los tipos "arcaicos", hay colecciones con muy pocos denticulados y es­cotaduras (ID = 4-6%) y otras con porcentajes muy altos ( 20%). Es interesante notar que mientras las colecciones sin puntas de muesca o de base cóncava del Castillo y de Hornos de la Peña tienen muchas de estas piezas, las colecciones de Bolinkoba en las cuales también faltan estos supuestos fósiles directores del Solutrense "superior"—tienen muy pocos denticulados y escotaduras. (Véase mis artículos sobre los supuestos tipos "arcai­cos" y sobre la influencia de las materias primas líticas en la tipología [Straus 1978b, 1980].) Generalmente, las colecciones con muchos denticulados y escotaduras también tienen porcentajes altos de raederas y viceversa. (De hecho, hay una correlación positi­va significativa entre las raederas y ambos otros tipos "arcaicos"). No hay ninguna evidencia estratigráfica que sugiera que estos tipos tengan un valor cronológico dentro del

103

Solutrense o que sean verdaderas "pervivencias" musterienses. Los conjuntos de La Riera que son los que mayores porcentajes de estos tipos tienen, caen hacia la parte supe­rior de la secuencia estratigráfica, y no hacia el fondo.

Las colecciones se distinguen claramente en cuanto al índice "Perigordiense": todas las de Asturias y de Santander (salvo algunas de las nuevas de la Riera, Chufín y Morín) tienen índices muy bajos, porque hay muy pocas piezas rebajadas, etc. Al contrario, todas las colecciones del País Vasco (salvo las de Isturitz) con muchas hojitas y otras piezas rebajadas etc., tienen índices Perigordienses muy altos (13-18). Como hemos explica­do en detalle en otros escritos (p. ej. Straus 1978a, 1979a; Straus et al. 1978a, etc.), no existe una industria solutrense normativa o "típica". No se puede distinguir un conjunto solutrense de otro paleolítico superior por las frecuencias relativas de sus utensilios; la ga­ma de variación para los tipos principales es muy amplia, aunque existen regularidades que deben de corresponder con unas diferencias funcionales fundamentales entre ocupaciones o tipos de yacimientos, puesto que no existe ninguna realción cronológica.

En las Figuras 6.1 a 6.15 presentamos los gráficos acumulativos para las colecciones solutrenses principales ( 100 piezas ) que estudiamos. Es evidente que hay unas varia­ciones grandes pero regulares entre ellas, y que estas diferencias en composición no están relacionaas con la supuesta edad realtiva de las colecciones como pretendían Jordá, Corchón y otros. Hay colecciones de la misma edad cronométrica que se distinguen mucho, y otras de diferentes edades (según el 1 4 C ó según su posición estratigráfica) que son casi idénticas

O U ' — i — » — • — » — » — * — » — i — i — i • i i i — i — i — i — — i — l — i — i — i — l — i — i — i — i — i — i — i — » — i — * — í — * — i — i — l — i — • — i — i — i — t — i — i — i — i — i

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Figuras 6.1. - 6.15 Gráficos acumulativos de los conjuntos de utensilios Uticos solutrenses según el sistema tipológico de Sonneville-Bordes y

Perrot.

1 0 4

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Se pueden comparar las colecciones de dos en dos por el método Kolmogrov-Smirnov de dos muestras. Esto se hace por el cálculo de la distancia estadística entre dos colecciones (Delta-K) (Freeman 1971.123, 1978b: Appendice IX). La hipótesis nula implicaría la falta de diferencia estadística entre ellas a nivel de 0,05. En el Cuadro 6.4 subrayamos todos los valores de Delta-k que muestran esta falta de diferencia estadística entre las parejas de colecciones comparadas. (No están incluidas las nuevas colecciones de Chufín y de la Riera). Esta información está resumida en el Cuadro 6.5, donde se ve que las colec­ciones asturianas y santanderinas tienden a parecerse entre sí y distinguirse de las colecciones vascas en general. Las colecciones vascas, or su lado, se parecen entre sí, pero se distinguen generalmente de las demás ( aunque Aitzbitarte es estadísticamente diferente de todas las otras colecciones a nivel de 0,05). Con la excepción de la pequeña, vieja y pro­bablemente seleccionada colección de la Grotte du Pape, solo hay un caso de falta de dife­rencia muy significativa entre una colección "oriental" y otra "occidental": Harpons con Hornos ( Delta-K - 1, 22). Las relaciones estadísticas están ilustradas en la Figura 6.16, donde la línea que reúne dos círculos representa la falta de diferencia estadística a nivel de 0,05.

Hemos conseguido los mismos resultados con un análisis de componentes principales en el cual las colecciones (exceptuando las de Chufín y la Riera) han sido tomadas como los variables y los tipos como los casos ("modo Q"). El programa de análisis (SPSS) creó 5 com­ponentes (o tendencias de covariación) que "explican" el 78,6% de la variación total entre los datos empleados. (Véase la Figura 6,17) Todas las colecciones de Asturias y de Santander (salvo Morín 3) están determinadas por los componentes I y III. Morín 3 sólo forma su propio componente (no. V). Las colecciones vascas están determinadas (exclusiva-

112

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3 9

2 2

00

2 9

2 1.

21

2 3

8 3

97

1 31

3

42

1 28

0

96

1 6

6 3

18

093

2 81

1

84

1 10

3

22

1 23

2

04

2 4

8 2

27

3 19

4

98

2 3

0 2

66

1 27

1

45

7 16

2

22

2 6

8 1

77

co

C U A D R O 6.5

PARE JAS DE COLECCIONES Q U E NO SE DISTINGUEN ESTADIST ICAMENTE A NIVEL DE 0.05.

C. Mina F: C M . E/3+4, C M . E/1+2, C M . E Total, Riera, Caldas, Oscura, Cierro, and Hornos. C. Mina E/3+4: C.M.F., C M . E/1+2, C M. E Total, Riera, Caldas, Oscura, Cova Rosa, Hornos, Mor ín , and Pape. C. Mina E 1+2: C M . F, C M . E 3+4, C M . E Total, Riera, Caldas, and Castillo. CM. E Total: C M . F, C M . E 3+4, C M . E 1+2, Riera, Caldas, and Pape. Riera: C M . F, C M . E 3+4, C M . E/1+2, C M . E. Total, Caldas, Oscura, Cierro, and Hornos. Oscura: C M . F, C M . E 3+4, Riera, Cova Rosa, Altamira, Hornos, Pasiega, and Pape. Cierro: C M . F, Riera, and Hornos. Cova Rosa: C M . E 3+4, Caldas, Oscura, Hornos, Pasiega, and Pape. Altamira' Oscura, Hornos, and Pape. Hornos: C M F, C M . E 3+4, Riera, Oscura, Cierro, C. Rosa, Altamira, Pasiega, Pape, and Harpons. Castillo: C M. E 1+2 and Caldas. Pasiega: Oscura, Cova Rosa, and Hornos Morín: C M. E 3+4.

Bolinkoba D: S an t imamiñe , Isturitz F2, Pape, and Harpons. Santimamiñe: Bolinkoba D, Isturitz F2, and Harpons. Ermittia: Isturitz F2. Aitzbitarte: Isturitz F2: Bolinkoba D, San t imamiñe , Ermittia, Isturitz Illa, and Harpons. Isturitz Illa: Isturitz F2. Pape: Bolinkoba D, Hornos, Altamira, Cova Rosa, Oscura, C M . E 3+4, and C M . E Total. Harpons: Bolinkoba D, San t imamiñe , Isturitz F2, and Hornos.

mente o conjuntamente) por los componentes II y IV. Las colecciones "occidentales" y "orientales" estarían completamente separadas si no fuera por la de Bolinkoba D que está parcialmente determinada por los componenentes II y III. Morín 3 sobresale en estos aná­lisis porque tiene un porcentaje realtivamente alto de puntas solutrenses (11%) como es "normal" entre las colecciones de Santander y Asturias (salvo algunas de las nuevas de La Riera)., pero tiene relativamente pocos raspadores (en relación con los buriles, entre los cuales son dominantes los sobre truncatura), pocos raederas y denticualados y muchas hojas y hojitas rebajadas (como es "t ípico" de las colecciones vascas) y, también muchas hojas retocadas.

Otro análisis de componentes principales ("modo R") emplea las colecciones como casos y los números de ejemplos de los tipos líticos como variables. Sólo se usaron los tipos presentes en más de 6 colecciones, un total de 47 tipos corrientes. Este análisis incluyó 23 colecciones (pero no incluyó las nuevas colecciones de Chufín y de La Riera). En el tercer análisis de componentes principales (también del "modo R"), se incluyeron los 17 estra­tos que tenían también datos faunísticos (números mínimos de individuos para las principales especies representandas en los yacimientos solutrenses: Cervus, Equus, Bos, Bison, Capra, Rupicapra y Vulpes). En ambos de estos análisis del modo R, se ha empleado una matriz de coeficientes de correlación con la rotación "Varimax" para detectar las ten­dencias de covariación. Los grupos de variables están definidos según las definiciones de Freeman (1978a). Estos grupos están definidos por lo que Freeman (1978a) llama variables "determinadas únicamente" (con coeficientes de relación o "factor loadings" iguales o su­periores a 0,800 en un "factor") y otras "casi exclusivamente determinadas"(con coeficien­tes entre 0,700 y 0,800, y sin ningún otro coeficiente tan alto como 0,500) (véase Freeman [1978b: Apéndice XI] para una explicación detallada del método en Castellano). Empleamos esta técnica para buscar configuraciones ó estructuras sencillas entre datos numerosos.

En el Cuadro 6.6 presentamos los resultados del análisis de las 23 colecciones líticas. Tiene 7 componentes que explican el 8 1 % de la variación estadística.

114

ABREVIACIONES PARA LAS FIGURAS 6.16 y 6.1 \

Abreviación Yacimiento CME/3+4 Cueto de la Mina E/3+4 CME/1+2 Cueto de la Mina E/l+2

CME sin div. Cueto de la Mina E (sin dividir) CMF Cueto de la Mina F

R La Riera (Vega del Sella) EC El Cierro LC Las Caldas O Cueva Oscura

CR Cova Rosa H Hornos de la Peña C ( .istillo P La Pasiega A Altamira M Cueva Morín BD Bolinkoba D S Santimamiñe

A4 Aitzbitarte IV E Ermittia

IF2 Isturitz R I3a Isturitz Illa B Brassempouy (Grotte du Pape) L Lespuguc (Grotte des Harpons)

/.una Asturias

Santander

Vascongadas

Figura 6.16. Parejas de colecciones que no se distinguen estadísticamente a nivel de 0.05

115

Figura 6.17. Análisis de componentes principales («Modo Q»)

C U A D R O 6.6

Coeficiente de relación

Componentes y tipos

IV V VI VII

0 ,800 12 32 77 59 12 1 44 3 71 5 74

3 5 36 4 0 41 67

0 ,700-0 ,800 37 2 28 8 58 10 61 13 31 14 76 66 15 75

69

0 ,500-0 ,700 27 16 17 24 3 0 78 93 70 2 3 2 9 29

65 85 65 85 43 43

72 88 88

El componente I explica el 29,4% de la variación total; el componente II, el 17,7%; el componente III, el 11,3%; el componente IV, el 7,7%; el componente V, el 6,3%; el compo­nente VI, el 5,3% y el componente VII, el 3,4%. Sólo los primeros 5 se consideran como sig­nificativos. Los componentes significativos I y II están constituidos por unas constelaciones de tipos intercorrelacionados (monofactoriales) (Cuadro 6.7).

116

C U A D R O 6.7

Componente I

Constelación 1 Constelación 2 Constelac ión 3 Constelac ión 4

Raspador simple Rasp. simple Rasp. simple Raspador doble Rasp s hoja ret. Rasp. s hoja ret. Rasp. s. hoja. ret. Rasp. s. hoja. ret. Buril trunc. obl. Buril trunc. obl Buril trunc obl Buril trunc. obl. Buril trunc. cóncava Bur. truc, cóncava Bur. trunc. cóncava

Bur. trunc. convexa Bur. trunc. convexa Bur. multi. trunc. Bur multi. trunc.

Bur multi. mixto Bur. multi. mixto Hoja trunc. obl. Hoja trunc. obl Hoja trunc. obl. Hoja ret 2 bordes Hoja ret. 2 bordes Hoja ret. 2 bordes

Hoja a u n ñ

Componente II

Constelación 1 Constelación 2 Constelac ión 3

Rasp. aquillado atip. Rasp aquillado atip Rasp. aquillado atip. Buril plano Buril plano Buril plano Rasp hocico alto Rasp. hocico alto Rasp. hocico alto Escotadura Escotadura Escotadura Raspador atípico

Hoja de sauce Hoja de sauce Rasp. nucleiforme Rasp. nucleiforme

Punta de cara plana

Componente III Componente IV Componente V

Buril arqueado Raedera Hoja rebajada parcial Buril diedro ladeado Denticulado Hoja rebajada completa Buril múltiple diedro Rasp. s. lasca Pieza esquirlada

Rasp. hocico plano

En el primer componente es posible que los buriles sobre truncatura y los buriles múltiples sean f uncionalmente equivalentes, como también podrían ser la hoja retocada y la hoja retocada "aur iñac iense" . En general, el componente I incluye utensilios que podrían haber sido empleados para raspar ligeramente, alisar o cepillar, grabar y cortar. Los del componente II serían quizá para perforar o penetrar, cortar, cepillar ó raspar fuertemen­te, etc. No se pueden subdividir los componentes III, IV y V. El III está definido únicamente por unos buriles —quizá empleados para grabar, cepillar o— en el caso del "bur i l " arqueado: raspar. El IV incluye los otros dos tipos "arcaicos" (denticulados —para desme­nuzar (?) y raederas: para raspar ó cortar(?). También está determinado por 2 raspadores. El V está determinado por las hojas de dorso y las piezas esquirladas (que podrían ser núcleos bipolares). Se puede calcular el porcentaje de cada colección solutrense que está compues­to por los utensilios que determinan cada componente (Cuadro 6.8).

Se nota que todas las colecciones con porcentajes altos de tipos que determianan el Componente I son de la zona vasco-pirenaica, y todas las colecciones de esta zona (salvo Aitzbitarte) tienen altas representaciones del Componente I. El otro componente (III) con muchos buriles es también muy característico de estas colecciones. (La excepción —Tres Calabres en Asturias— realmente no debe contar por ser una colección muy pequeña y seguramente muy seleccionada). En contraste, casi todas las colecciones con altas frecuen­cias de tipos característicos de los componentes II y IV (raspadores —especialmente altos—denticulados, escotaduras, raederas y puntas) provienen de yacimientos en la zona occidental. (Cueva Morín es una excepción en ambos casos). No hay ninguna configura­ción clara para el Componente V, aunque en general parece ser más importante entre los yacimientos del este.

117

C U A D R O 6.8

Colección Compo­ Compo­ Compo­ Compo­ Compo­

Colección nente I nente II nente III nente IV nente V

Las Caldas 4 , 5 1 % 2 7 , 1 0 % 1,69% 2 8 , 9 3 % 2 ,25% Oscura 8,87 27,22 3,55 20,70 7,10

6,44 24,41 4,61 16,13 4,60 5,58 33,03 1,76 34,78 0,58

C. Mina F 6,78 48,99 1,70 26,26 0,85 C. Mina E/3+4 4,67 26,30 2,41 33,92 0,58 C. Mina E/1+2 3,69 36,74 2,05 30,87 2,47

14,03 15,04 0,58 26,00 1,16 La Riera (VDS) 9,52 14,96 2,72 31,28 4,40

7,25 23,19 17,37 14,50 2.90 11,26 36,82 2,48 7,44 0,70

Hornos de la P 9,52 23,80 0,79 26,99 2,38 12,68 20,25 5,13 18,42 7,25

Castillo 7,09 22,76 3,04 37,38 0,51 13,76 10,85 0,72 9,42 2,17 22,02 9,30 5,32 14,61 6,64 17,61 13,63 10,60 9,09 2,84 18,68 12,69 8,96 6,72 0,75

Aitzbitarte 10,23 10,54 5,12 14,76 2,11 Isturitz F 2 30,38 10,78 5,88 8,82 1,96 Isturitz Illa 59,42 4,65 2,32 10,38 1,67

29,20 10,22 3,65 10,22 8,76 Harpons 22,52 12,00 12,01 13,21 4,20

El otro análisis de componentes principales del modo R daba la siguiente solución de 7 componentes significativos, que explican el 84,4% de la variación estadística total (Cuadro 6.9).

C U A D R O 6.9

Coeficiente Componentes y Tipos de Relac ión V V VI VII

12 5 14 43 16 58 77

0,800 44 Capra 71 Vulpes

Equus

0,700-0,800 2 30 8 1 Rupicapra

13 61 24 32 (-93) 15 66 75 40 69 74

Cervus Bovino

36 37 17 11 0,500-0,700 23 23 3 41 41 3

35 35 27 72 65 65 85 75

29 29 31 (-70) 59 59 67 76 76 78 88

118

El Componente I explica el 34,2% de la variación; el Componente II, el 19,2%; el III,el 9,5 % ; el IV, el 7,2%; el V, el 5,2%; el VI, el 5,0% y el VII, el 4,0%. El Componente I está deter­minado por los mismos tipos líticos que determinan el Componente II del anterior análisis, con la adición de los principales animales de caza de tamaño grande o mediano. El nuevo componente III y el antiguo componente IV son también casi idénticos. En el Componente VI hay una realción negativa entre los choppers (no. 93) y Rupicapra (y las hojitas de dorso -no. 85). Como antes, hemos calculado los grados de libertad estadística (d.f.) para distinguir las constelaciones de tipos de utensilios y de especies intercorrelacionados que constituyen los componentes (Cuadro 6.10).

C U A D R O 6.10

Componente I

Constelación I Constelación 2 Constelación 3 Constelación 4 Constelac ión 5 Constelac ión 6

Rasp. atípico Buril multi. s. trunc Rasp. aquil. atfp. Rasp. aquil. atfp. Rasp. aquil. atíp. Rasp. aquil. atfp. Rasp. hocico alt. Rasp. hocico alt. Rasp. hocico alt. Rasp. hocico alt. Rasp. nucleif. Rasp. nucleif.

Cepillo Cepillo Cepillo Punta de Punta de Buril plano Buril plano Buril plano Buril plano cara plana cara plana Escotadura Hoja de sauce Escotadura Escotadura Hoja de sauce Equus Equus Equus Equus Equus Cervus Cervus Cervus

Bovino Bovino Bovino

Constelación 1

Raspador sobre hoja retocada Buril sobre rotura Hoja rebajada total Hoja con truncatura oblicua Hoja retocada sobre 2 bordes Capra

C o m g o n e n t e ^

Constelación 2

Buril sobre rotura Hoja rebajada total

Capra Vulpes

Componente III

Constelación 1 Constelación 2 Constelación 3

Raspador sobre lasca Rasp. con hocico plano Denticulado Raedera Raedera Raedera

Perforador atlpico

Componente IV

Constelación 1 Constelación 2

Raspador simple Buril arqueado

En las constelaciones 1, 3 y 4 del Componente I, están asociados los animales grandes y ciervos con escotaduras y con posibles instrumentos para raspar fuertemente. En la constelación 2 se añaden las "puntas" hojas de sauce (¿para matar?), esta vez sin Cervus. En la constelación 5 los caballos y bovinos están asociados con ambas "puntas", y nada más. Es muy difícil explicar las correlalciones del Componente II, pero merece señalar el hecho de que los zorros y las cabras (especialmente los jóvenes que son abundantes en las colecciones) proporcionarían buenas pieles. Quizá los utensilios correlacionados con estas

119

especies tenían algo que ver con la preparación de las pieles (?). Es interesante observar que las colecciones con muchas cabras y zorros, también tienen sarrios y mustélidos (Bolin­koba, Aitzbitarte, Ermittia). El Solutrense de Ermittia también tiene la liebre, otro animal con una piel muy útil. El Componente III está determinado por la raedera, a veces correlacionada con el denticulado y, a veces, con raspadores. Como antes, presentamos en el Cuadro 6.11 el porcentaje de cada colección que está compuesto por los 3 componentes más importan­tes. En los casos de los componentes I y II, damos dos porcentajes: el porcentaje combinado de los utensilios y de las especies (que puede sobrepasar el 100%, puesto que las dos clases han sido sumadas independientemente) y el porcentaje de fauna solo (X).

C U A D R O 6.11

Yacimiento Componente I (°o)

Componente II (%)

Componente III (%)

Oscura 127,18 (100,00) 15,98 (0,00) 23 ,07 Las Caldas 100,92 (81,82) 30 ,04 (18,18) 31,62 Cova Rosa 91 ,54 (66,67) 23 ,07 (8,33) 17,05 El Cierro 127,93 (92,85) 10,83 (3 57) 39,22

116,76 (77,77) 18,74 (11,11) 26 ,26 Cueto Mina E/3+4 93,55 (66,67) 19,00 (16,67) 33,92 Cueto Mina E (sin div.) 88 ,93 (72,73) 16,34 (9,09) 26 ,58 Cueto Mina E/1+2 72 ,89 (46,15) 19,90 (15,38) 31 ,66 La Riera (VDS) 87 ,00 (70,00) 2 6 , 8 0 (20,00) 31 ,29 Altamira 108 ,63 (68,76) 20 ,94 (8,34) 8,97

81 ,73 (57,14) 21,42 (9,52) 27 ,78 Pasiega 91,01 (69,56) 33,72 (17,40) 19,63 Mor ín 72 ,38 (61,53) 17,83 (7,69) 9,78 San t imamiñe 75 ,29 (58,82) 40,01 (23,53) 10,23 Aitzbitarte 69 ,04 (48,27) 12,92 (6,90) 15,66 Bolinkoba D 25 ,63 (15,38) 83 ,76 (56,41) 15,75 Ermittia 27 ,50 (14,81) 52,69 (40,74) 7,47

Es evidente que este análisis aisla las colecciones de Bolinkoba y Ermittia, ambas con altas frecuencias de los tipos y animales que determinan el Componente II, pero con muy bajas frecuencias de los del Componente I. Sant imamiñe también tiene un porcentaje eleva­do de los elementos característicos del Componente II. En general, los valores más altos para los Componentes I y III se encuentran entre las colecciones occidentales. Como siempre, Cueva Morín (y, con un grado menor, Aitzbitarte) se distingue parcialmente de esta configuración.

En realidad la colección "moderna" de Morín tendría que ser analizada junto con las de Chufín y de la Riera, puesto que todas éstas provienen de niveles mucho más delgados y mejor definidos que las demás colecciones. Es evidente que también se cazaban muchos cápridos en algunos yacimientos solutrenses de Santander y Asturias (Chufín, La Riera niveles 4-6), y que estas colecciones pueden contener grandes cantidades de hojitas (y hojas) rebajadas. Sin embargo, es también evidente que en la Riera hay niveles especial­mente 9-15) dominados por el ciervo y que también tienen muchísimos denticulados, escotaduras, raederas y bastantes raspadores. Claro es, también, que los yacimientos con muchos cápridos se ubican en (o cerca de) lugares montañosos, con hábitats escarpa­dos y rocosos. Los yacimientos con muchos ciervos, además de caballos y bisontes, se hallan en (o cerca de) zonas de pastos más o menos llanos y abiertos. De hecho, la mayoría de los yacimientos vascos y pirenaicos se encuentran en zonas muy montañosas o escar­padas, mientras que la mayoría de los yacimientos asturienses y santanderinos están en la plataforma costera o en grandes valles del interior. Desde luego, habría sido interesante saber cual era la fauna y la industria dominante de los posibles yacimientos solutrenses de

120

alta montaña en el sector occidental: Sel, Bona, Rascaño, Salitre, Mirón y la Haza. Pensa­mos que las diferencias aparentes entre los cojuntos orientales y occidentales están relacionadas con las diferencias topográficas esenciales entre los emplazamientos de los yacimientos existentes de estas áreas, y, como consecuencia, con sus diferencias faunís­ticas. No nos sorprende, por lo tanto, que la fauna de Cueva Chufín (en la zona interior accidentada de Santander) o de algunos niveles de la Riera (en la plataforma costera de Asturias, pero al lado de los acantilados de la Sierra de Cuera y Peña Llabres) estén dominadas por los cápridos. La variabilidad demostrada en los índices y gráficos acumula­tivos del método de los Bordes, en los análisis Kolmogrov-Smirnov y en los análisis de componentes principales (modos Q y R) debe ser al menos en gran parte funcional en su naturaleza, aunque todavía no sea posible especificar ni las funciones de los utensilios líticos ni sus "relaciones" prácticas con las diferentes especies de animales. Se necesitan estudios de las huellas de uso de las piezas líticas y análisis de los restos anatómicos conservados en los depósitos en asociación con los utensilios para acercarnos a una reso­lución de este problema de base. Por ello tenemos que esperar la formación de una amplia "segunda generación" de datos solutrenses cantábricos, como los de Morín, Chufín y La Riera.

L A S PUNTAS SOLUTRENSES

Dibujé, medí, fotografié y describí todas las puntas solutrenses que pude encontrar en las colecciones. También estudié las 47 que faltan actualmente de varias colecciones pero que están ilustradas (con escala) en las publicaciones originales. Hasta la fecha he estu­diado más de 760 puntas solutrenses de la región vasco-cantábrica (incluyendo las de las nuevas excavaciones en la Riera y una muestra de las de Chufín, pero no las de las nuevas excavaciones en Las Caldas, El Cierro o Cova Rosa). Desgraciadamente, casi todas las piezas son fragmentos de los cuales no se puede concluir mucho por la falta de medidas significativas. Este hecho puede ser resultado de roturas causadas durante su empleo (como puntas de azagaya, lanza, dardo o flecha, o como cuchillos). Se encuentran en los ya­cimientos en parte por haber sido traídas desde los lugares de matanza en las reses abatidas (para los fragmentos de extremos) o porque todavía permanecían atadas a sus astas (para los fragmentos de bases). Por supuesto, en muchos casos no se puede determinar con precisión de que clases de puntas provienen los fragmentos de base los que nos aportan los indicios más informativos e interesantes. He tratado de aspectos del estudio de las pun­tas solutrenses en tres artículos (Straus 1977d, e; 1978a), además del capítulo dedicado a ellas en mi tesis (Straus 1975a). Aquí presento un resumen breve de las conclusiones más sobresalientes.

El tipo 70 ("hoja de laurel") de la tipología de Sonneville-Bordes y Perrot incluye pocas piezas " t íp icas" en el sentido original de aquella tipología francesa (es decir, punta bi­faciales con dos extremos agudos y bordes convexos). Las piezas vasco-cantábricas también incluyen puntas romboidales (un total de unas 18) (incluso algunas casi con pedúnculo central) (Figura 6.18.18-24), puntas con base convexa (un total de unas 13)(Figura 6.19.19 y 16), recta (Figura 6.19.14) y—especialmente en Asturias y Santander— cóncava (Figura 6.19.1-13 y 18). Estas puntas pueden estar terminadas con elegantes retoques invaso­res en "c inta" hechos probablemente por presión (y a veces con un tratamiento previo por el calor), o con retoques más toscos e irregulares hechos probablemente por percusión.

Las verdaderas "hojas de sauce" (tipo no. 71) son bastante escasas en la región, aunque hay algunas muy típicas, alargadas, con bordes paralelos y muy finamente retoca­das (Figura 6.19.15). Por el contrario, las puntas de muesca (tipo no. 72) son muy

121

Figura 6.18. Puntas de muesca y romboidales

Números Procedencia 2-7, 9, 11, 24 Cueto de la Mina E 8, 22 Cueto de la Mina F 10 Cueva Morín 12 El Buxu 13 Atxuri 14, 15, 18 Altamira 16. 17, 20 El Pendo 19 El Castillo 21 Hornos de la Peña 23 Bolinkoba D

122

1 o Icm

Figura 6.19. Punías de base cóncava, de laurel y de sauce

Númcrps 1-4, 7-10 5, 18 6 11, 12 13, 17 14 15 16 19

Procedencia Las Caldas El Cierro Coberizas La Pasiega Camargo Cueto de la Mina E Altamira El Castillo El Rascaño

numerosas. Las hay con retoques invasores (unifaciales, parcial o totalmente bifaciales) (Figura 6.8.1 -14) y las hay casi sin retoques faciales, con la muesca y el pedúnculo formados por retoques abruptos o semi-abruptos (Figura 6.18.15-17). Ambos tipos de puntas de muesca se encuentran asociadas en las mismas colecciones solutrenses. Entre las puntas de muesca enteras hay una gama muy grande de longitudes 2,3 — 7,0 cm. (con una distri­bución trimodal con modos a c. 3,7 cm., 4,7 cm., 5,7 cm.). Han debido de servir como puntas para armas algo distintas en lo que se refiere a su forma de propulsión.

Las "puntas" de cara plana (tipo no. 69) son frecuentes, pero no muy distintas. La mayoría no están completamente retocadas en la cara dorsal, y, de hecho, tienden a unirse gradualmente con la forma de la hoja continuamente retocada sobre dos bordes (tipo no. 66). Muchas podrían en realidad ser esbozos o simplemente cuchillos.

Aunque las colecciones solutrenses están definidas por la presencia de puntas (salvo para algunos niveles de la Riera que no tienen puntas, pero interestratificados entre niveles que las tienen), hay una gran variabilidad en cuanto a su representación absoluta y relativa, como hemos visto. Además, la mayoría de los ejemplares de los tipos clásicos provienen de unos pocos yacimientos. De las 108 puntas de base cóncava que estudié, 22 son de las antiguas excavaciones en Las Caldas, 24 de las viejas y nuevas excavciones en La Riera, 19 de Cueto de la Mina, 15 de Altamira y 7 de la Pasiega. Es decir, que 87 de estas puntas (80,6%) vienen de solo 5 de los 13 yacimientos en los que el tipo ha sido localizado (sin con­tar los pocos yacimientos franceses con un grupo de ellas). De las 176 puntas de muesca, 14 son de las viejas excavaciones en Cova Rosa, 37 de las viejas y nuevas excavacio­nes en La Riera, 63 (I) de Cueto de la Mina, 26 de Altamira, 10 de las viejas y nuevas excavaciones en Cueva Morín y 10 de Aitzbitarte. Es decir, que 160 de estas puntas (90,9%) vienen de 6 de los 13 yacimientos en los cuales este tipo ha sido hallado en la región vasco-cantábrica. Es curioso que algunos de estos grandes yacimientos solutrenses tienen cantidades importantes de ambos tipos (además de los otros tipos de "puntas"): La Riera, Cueto de la Mina y Altamira. Por el contrario, Las Caldas tiene muchas puntas de base cóncava y ninguna de muesca (al menos en la colección de Alvarez; hay 6, sin embargo, en la de Corchón [1981]). Cova Rosa, Cueva Morín y Aitzbitarte, con muchas puntas de muesca, tienen pocas (o ninguna en el caso de Morín) puntas de base cóncava. Se supone, por sus morfologías tan distintas, que estos dos tipos tenían funciones o mangos diferentes, lo cual explicaría las diferencias en sus distribuciones y frecuencias. Es evidente que estos tipos eran muy importantes en algunos yacimientos para las actividades llevadas a cabo en las cercanías (p. ej. varias clases de caza) y mucho menos importantes en otros yacimientos con distintos "papeles" funcionales.

Sin embargo, aunque no hemos podido discernir ninguna otra diferencia claramente "esti l ística" entre las puntas, es muy probable que la distribución geográfica de las puntas de base cóncava sea un reflejo de diferencias "sociales" o "territoriales" entre grupos de la época solutrense. De todas las piezas de este tipo, sólo se conocen 3 en el País Vasco es­pañol (o incluso en la zona española al este del Río Miera en Santander): 1 en Atxuri y 2 en Aitzbitarte. Además hay una en cada uno de los 3 yacimientos del Pirineo occidental francés: Isturitz Illa, Pape y Harpons (véase Bégouen 1935; Straus 1977e). Esta observación encajaría bien con las de Smith (1973) acerca de las distribuciones geográficas de algunos tipos muy específicos y distintivos de puntas (p. ej. la punta asimétrica de Montaut en el Pirineo occidental; la punta con pedúnculo central y aletas del Parpado en el Levante español). Sugiere, quizá, la existencia de unos territorios solutrenses, cuyas áreas indivi­duales tendrían el tamaño de al menos un par de provincias españolas o departamentos franceses. La presencia de algunas pocas puntas de base cóncava en los yacimientos vascos y pirenaicos (como la presencia de algunas puntas asimétricas en yacimientos santanderinos y asturianos) podría sugerir la existencia de contactos entre los grupos

124

solutrenses vecinos de estas zonas. Estos tipos de contactos en el Paleolítico superior están también sugeridos por la evidencia de fósiles y conchas en el Pirineo central que proce­den de lugares distantes y por semejanzas estilísticas en el arte mueble y rupestre entre yacimientos distantes en la región franco-cantábrica (véase Bahn 1977; Conkey 1980; Sieveking 1976, 1978, 1979; Straus 1983).

Entre las puntas de base cóncava parece ser que la anchura máxima de las piezas fué más estrictamente controlada que la anchura de la concavidad (Straus 1978c:399) (Cuadro 6.12). Quizá la primera dimensión dependía de la mayor eficacia funcional (¿como puntas de lanza?), mientras que la segunda podía tolerar más variaciones según el tamaño del en­mangue personal de uso repetido (¿de hueso o de asta?) empleado por cada cazador. Lo mismo sucede con las puntas de muesca analizadas (Cuadro 6.13). La anchura máxima de las piezas es muy uniforme, mientras que la de la base (el pedúnculo) varía bastante, aunque no tanto como en el caso de las puntas de base cóncava. Es posible que las gráciles puntas de muesca fueran los elementos remplazables en un sistema de armamento compuesto y que sirvieran como puntas de dardo o de flecha propulsadas por el atl-atl (o incluso por el arco).

CUADRO 6.12 Puntas de base cóncava

LONGITUD FRAGMENTARIA YAP IM IFNTO^

MAXIMO GROSOR

Núm. Media S. D. CoV. Núm. Media S. D. CoV.

Caldas 17 4,16 1,28 30,52 Riera 23 3,28 1,46 44,46 Cueto de la Mina . . . 13 4,45 0,84 18,88 Altamira 15 4,92 0,66 13,41 Pasiega 6 3,55 0,53 14,93

22 0,62 0,08 13,32 23 0,55 0,14 25,35 15 0,60 0,14 23,57 12 0,62 0,12 19,47 7 0,59 0,01 2,39

ANCHURA MAXIMA Y A r i M I F N T O ' í

ANCHURA CONCAVIDAD

Núm. Media S. D. CoV. Núm. Media S. D. CoV.

Caldas 21 2,20 0,39 1,75 Riera 24 2,19 0,44 19,90 Cueto de la Mina . . . 19 2,02 0,27 1,64 Altamira 15 2,13 0,27 1,91 Pasiega 7 2,20 0,31 0,38

17 17,73 1,69 22,34 22 16,70 0,40 23,92 13 13,36 0,39 24,71 15 12,68 0,22 13,21

6 14,09 0,36 18,76

MATERIAS PRIMAS LITICAS

En otro artículo reciente (Straus 1980) trató de las materias primas líticas de las industrias solutrenses. Con muy pocas excepciones, las materias líticas empleadas eran el silex (de varios tipos y grados: de nodulo y de vena) y la cuarcita (también de varios tipos y granos). Sólo resumimos aquí los resultados principales de nuestros análisis.

125

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6.13

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0,

71

0,21

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3 4,

10

1,99

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0,

97

0,53

51

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0,76

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0,

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34

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68

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16

1,05

0,

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0,

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0,31

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13

3,59

0,

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6 Pe

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3 1,

75

0,26

14

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0,03

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2 1,

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0,14

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2,20

0,

95

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10

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43

0,12

27

,64

Entre las puntas solutrenses, las de base cóncava están casi siempre hechas de cuarcita. En los datos siguientes, el primer número es el porcentaje de estas puntas hechas de cuarcita; el segundo es el porcentaje del conjunto lítico total que está hecho de esta misma materia: Las Caldas 100/77; La Riera 65/48; Cueto de la Mina 61/36; Altamira 69/5; La Pasiega 83/11. Parece ser que había una selección de la cuarcita para la fabricación de este tipo de punta. También hay una relación muy clara entre la cuarcita y los utensilios "arcaicos" en el Solutrense. Estos son los tipos de "servicio pesado": choppers, chopping tools, picos, bifaces, cepillos, raederas, denticulados, escotaduras, etc. En la Riera se ha demostrado que esta relación es estadísticamente significativa a nivel de p<0,001. Tendrá algo que ver con la capacidad de resistencia o dureza de la cuarcita (?).

En cambio, los demás tipos de utensilios —especialmente los más pequeños, " t íp icos" del Paleolítico superior— tienden a ser hechos de silex, incluso en zonas donde la cuarci­ta domina la litología local. Las puntas de muesca, por ejemplo, están generalmente hechas de silex (con excepción de la mayoría de las de Cova Rosa). Este hecho nos provee otra evidencia más de una posible diferencia funcional entre las puntas de base cóncava y las de muesca, puesto que la cuarcita y el silex tienen distintas características de fractura.

En general, hay una relación aparente entre la composición de los conjuntos líticos so­lutrenses y la litología, que, a su vez, parece influir algo a la tipología (p. ej. la cantidad de tipos "arcaicos"). Las colecciones pirenaicas y vascas son 100% de silex y se encuentran en una zona totalmente dominada por la caliza cretácea con sus canteras de silex. Santander, con una litología menos homógena, que incluye areniscas triássicas con cuarcitas, tiene co­lecciones altamente dominadas por el silex, pero con porcentajes pequeños de piezas de cuarcita. En Asturias la litología cambia, con calizas carboníferas, pero cada vez con más afloramientos de cuarcita a medida que se va hacia el oeste. Probablemente como conse­cuencia de ello, el porcentaje de cuarcita alcanza el 7 7 % como frecuencia numérica en el Solutrense de Las Caldas. En Asturias, los utensilios de silex están fabricados de pequeños pedazos extraídos generalmente en forma de guijarros de los ríos. Este silex (como el de la caliza "Griotte") suele ser de bastante mala calidad, además de proporcionar piezas de reducido tamaño. De allí viene en gran parte el carácter particular ("tosco" o "arcaico") de las industrias del Paleolítico superior en Asturias.

LA INDUSTRIA O S E A

La industria ósea solutrense del norte de España es relativamente importante, pero no tan variada o espectacular por lo general como la del Magdaleniense. Desde luego, no hay ningún yacimiento solutrense que pueda competir con yacimientos magdalenienses como Rascaño, La Paloma, El Castillo, etc. en cuanto a su riqueza en obras de arte mueble. La po­sible excepción es Altamira con sus omóplatos grabados solutrenses. Hay también algunas "bellas piezas" —"bastones de mando"— en el Solutrense del Pendo, Aitzbitarte, El Cierro y, quizá. Cueto de la Mina. Hay, por supuesto, muchos caninos e incisivos (generalmen­te de ciervo, pero también de caballo, bovino y zorro) perforados y, a veces, grabados. Además existen otros objetos de adorno y piezas grabadas (como los huesos de hiodes de Altamira y costillas con "marcas de caza" en varias colecciones). Como novedad, el Solu­trense tiene bastantes "agujas" perforadas, además de otras piezas clasificadas como "alfileres", "punzones", "varillas", "espátulas" , "retocadores", etc. Por supuesto, la categoría de las "azagayas" de asta o hueso es la más importante. Cuando están conservadas, las bases de estas piezas pueden ser fusiformes, a bisel doble, o, más corrien­temente, a bisel simple. En cuanto a las secciones de las "azagayas", la mayoría del total que he visto son circulares (c. 169), ovales (c. 76) o semi-circulares (c. 34). Hay también bas-

127

tantes (circulares) con aplastamiento central (c. 40) (aunque esta característica parece carecer de valor cronológico dentro del Solutrense que le ha sido atribuido por algunos autores [p. ej. Jordá 1977:96]; incluso aparece este supuesto tipo solutrense superior en el fondo de la secuencia solutrense de la Riera). Sin embargo, un buen número de las aza­gayas (c. 59) tiene la sección cuadrangular; entre ellas hay incluso algunas con grabados de dibujo geométrico, ambos supuestos atributos del Magdaleniense inferior cantábrico. Puede ser que este tipo de "azagaya" sea, de hecho, más frecuente en el Magdaleniense temprano —tal es el caso entre las nuevas colecciones de la Riera, pero no es un fósil director cro­nológico absoluto o exclusivo. Este hecho se junta a las semejanzas estrechas que existen en algunos conjuntos líticos y faunísticos del Solutrense y del Magdaleniense inferior can­tábrico para poner aún más borrosa la supuesta diferencia entre estas unidades cultural-estratigráficas (véase Straus 1975c).

EL SOLUTRENSE EN EL ARTE RUPESTRE

En sus conocidas teorías sobre la evolución del arte paleolítico, el Abate Breuil atribuyó una importancia mínima al Solutrense tanto en España como en Francia. A veces descri­bió ésta, como una época de degeneración artística en cuanto se refiere al arte rupestre y mueble (véase por ejemplo Breuil y Obermaier 1935; Breuil 1962). Sin embargo, muchas de las más famosas cuevas vasco-cantábricas con santuarios artísticos, conocidas incluso por Breuil cuando formuló sus teorías cronológicas, contienen pisos de ocupación solutrense. De hecho, algunas de las evidencias claves para fechar los grabados rupestres, los omó­platos grabados de Altamira, fueron halladas en el depósito obviamente solutrense de aquella cueva, un hecho que incluso Breuil y Obermaier (1935:159, nota 66) no pudieron negar completamente (pero véase Breuil 1962:356 contra Almagro 1976: 74 83, 94-99).

Basándose en el argumento lógico de que el arte rupestre debía haber sido realizado, al menos en gran parte, por las mismas personas que vivían en las cuevas que tienen tales representaciones, Carballo (1952) sugirió que el arte de la Pasiega pudiera ser una obra so­lutrense, después del descubrimiento del yacimiento solutrense en la entrada de la cueva. El principal defensor del arte solutrense, sin embargo, ha sido desde hace 30 años el Profesor Jordá (1953, 1955, 1964, 1968b, 1977: 97-106). Los argumentos de Jordá resultaron en parte de los descubrimientos previos de placas grabadas en los niveles solutrenses de Parpalló en Valencia (Pericot 1942).

Considero muy probable que las gentes de la época solutrense hayan contribuido tanto al arte rupestre como al mueble. Es interesante notar la existencia de varias cuevas cantá­bricas con arte rupestre en las cuales se conocen aparentemente sólo restos arqueoló­gicos solutrenses: El Buxu, Peña de Candamo, Cueva Chufín, La Pasiega y La Haza. En estos casos es altamente probable que al menos una gran parte del arte rupestre sea de edad solutrense. Además existen varias otras cuevas con figuras aisladas o santuarios importan­tes que contienen niveles solutrenses (y magdaleniense, etc.) en sus yacimientos arqueoló­gicos: Coberizas, Cueto de la Mina, La Riera, Balmori, Altamira, Hornos de la Peña, El Castillo, El Pendo, Morín (cueva inferior del Oso), Salitre, Atxuri y Santimamiñe. En la cueva vasca francesa de Isturitz, los grabados de la columna estalagmítica de la Gran Sala esta­ban tapados por sedimentos magdalenienses inferiores cuando fueron descubiertos (R. y S. de Saint-Périer 1950:6), lo cual indica su realización durante el Solutrense (o Auriñaco-Perigordiense) de este yacimiento. Finalmente, hay varios santuarios artísticos sin yaci­mientos conocidos que están al lado de yacimientos cantábricos solutrenses: Cullalvera y Covalanas (cerca de la Haza y el Mirón), Santián (cerca del Pendo, Camargo y Cobalejos), Las Aguas y La Clotilde (cerca de Altamira y Caranceja), Las Chimeneas y Las Monedas (cerca

128

del Castillo y de la Pasiega), Micolón (cerca de Chufín), Quintanal y Herrerías (cerca del grupo de Balmori-Posada de Llanes), Les Pedroses (cerca de Cova Rosa y el Cierro) (véase Straus 1983). Además, el yacimiento solutrense de Hareguy (en Aussurucq, no lejos de la frontera franco-española entre la Soule y Navarra) está al lado de tres cuevas con arte rupestre (pero sin yacimientos conocidos): Sinhikole, Etcheberri y Sasiziloaga.

También merece la pena señalar la existencia de un agujero parietal natural rodeado por puntos rojos en cada uno de los tres yacimientos del occidente de Santander y del oriente de Asturias: Chufín, Mazaculos (La Franca) y La Riera. Podría tratarse de un motivo o estilo localizado, quizá de edad solutrense. Chufín sólo tiene industria solutrense; La Riera la tiene mayoritariamente solutrense; y se desconoce aún la estratigrafía pre-asturiense de Mazaculos.

129

Capítulo 7

C O N C L U S I O N E S

El mundo solutrense cantábrico era muy distinto del mundo actual en esta región coste­ra de latitud media-sur. Las condiciones climáticas eran frías y secas con oscilaciones algo más templadas y húmedas. Los macizos más altos de la Cordillera tenían glaciaciones loca­les, a veces bastante importantes, y la costa estaba localizada a un distancia hasta unos 10 km. más al norte de su posición actual. El mar era extremamente frío. Había congelifrac­ción y crioturbación activas en las cuevas y solifluxión en las laderas al aire libre. La vegetación consistía generalmente en praderas/estepas abiertas con hierbas o compues­tas, o en landas de brezales. El árbol más "importante" era el pino, pero, especialmente durante los episodios más suaves, había pequeños bosquecillos localizados con algunas es­pecies termófilas de hoja caduca. Como consecuencia, la fauna de mamíferos estaba altamente dominada por especies que prosperan en pastos abiertos: el caballo, el bisonte e, incluso, el ciervo. Las especies forestales como el jabalí y el corzo eran muy escasas. Sin embargo, había pocos renos, aparentemente mejor adaptados a las condiciones plenigla-ciares aún más crudas del sur de Francia, donde no tenían que competir con los ciervos como al sur de los Pirineos.

El Solutrense del norte de España está fechado por el radiocarbono entre 20.500 ó 21.000 años y 17.000 años B. P. (como en el Levante español y en la cuenca del Ródano). Una duración algo más larga del empleo de la técnica de retoque invasor y de la existencia de las puntas foliadas parece, quizá, más indicada para la región vasco-cantábrica que para el Sur-oeste de Francia, donde las fechas más recientes para el llamado Solutrense superior son de 19.500-19.000 B. P. (en Laugerie-Haute, Abri Fritsch y Roe de Sers) (véase David-son 1974; Delibrias y Evin 1974, 1980; Jordá y Fortea 1976; Straus et al. 1977, 1978a, b; Straus y Clark 1978a).

Las antiguas colecciones líticas y óseas solutrenses no proveen datos reales sobre la cronología realtiva dentro de esta época. Incluso la clásica interpretación de la secuencia de Cueto de la Mina ("Solutrense medio" seguido por el "Solutrense superior") no parece ser válida. Con el supuesto criterio cronológico de la presencia de puntas de muesca o/y de base cóncava, la gran mayoría de las colecciones cantábricas serían clasificables como "solutrenses superiores". Sin embargo, en la larga secuencia solutrense de la Riera, estos tipos aparecen en los niveles más antiguos con fechas C 1 4 . de alrededor de los 20.000 años B. P., pero faltan en los niveles más recientes donde solo hay hojas de laurel senci­llas. Existen, por lo visto, la secuencia inversa en Las Caldas. Las fechas de la Riera están reforzadas por las de Chufín y las de Aitzbitarte. La presencia, ausencia o frecuencia rela­tiva de estos tipos de "puntas" depende (como en el caso de los demás utensilios) de muchos factores que determinan la función de una ocupación arqueológica, el "papel " circunstancial de un yacimiento dentro de un sistema de asentamiento y subsistencia, o el muestreo arqueológico. El desarrollo tecnológico (la "evo luc ión" de los autores franceses)

131

es solamente una causa posible de la variabilidad entre los conjuntos industriales, y en el caso del Solutrense cantábrico, no explica la distribución de las puntas de muesca y de base cóncava (o la de las azagayas con aplastamiento central, etc.). De hecho, la falta de puntas de muesca o de base cóncava en algunos yacimientos (p. ej. Candamo, Hornos, Castillo, Bo­linkoba, Santimamiñe) y su escasez en otros, podría explicarse por las diferencias de actividades llevadas a cabo en (o desde) cada yacimiento. Hay incluso niveles (en la Riera y quizá en Urtiaga y Lezetxiki) de edad solutrense sin ninguna punta en las muestras exis­tentes de sus conjuntos arqueológicos.

La configuración geográfica de los asentamientos solutrenses cantábricos es bastan­te regular. Cada cuenca de río principal tiene al menos un esbozo de una distribución linear de yacimientos. El tipo ideal presenta yacimientos en la " l lanura" costera y otros en el interior montañoso, al norte de las cimas de la Cordillera. En el País Vasco, la configura­ción, aunque tenga aspectos "costeros" e "interiores", es algo distinta, puesto que el terreno sigue siendo generalmente muy accidentado hasta la costa actual al menos. La exploración futura hallará seguramente más yacimientos para rellenar algunas de las lagu­nas aparentes en las distribuciones geográficas conocidas en este momento (p. ej. cuencas del Deva de Asturias y del de Guipúzcoa, cuencas del Nansa, del Asón, del Urumea, etc.), pero también está claro que muchísimos yacimientos (especialmente al aire libre) han sido destrozados o enterrados profundamente.

Es evidente, también, que existen algunos yacimientos solutrenses muy importantes en cuanto al espesor y complejidad de sus secuencias estratigráficas, la cantidad y diver­sidad de sus conjuntos faunísticos e industriales, etc. (p. ej. Las Caldas, Cova Rosa, Cueto de la Mina, La Riera, Altamira y Aitzbitarte). Estos suelen estar en lugares de baja altitud, protegidos, céntricos vis a vis de muchos recursos alimenticios y de materias primas, y no lejos de la costa pleniglaciar. (Todos, salvo Las Caldas, estaban a una distancia de unas dos horas a pie del litoral contemporáneo.). Estos sitios habrían podido servir de campamen­tos "residenciales" de larga duración o de frecuente empleo por grupos relativamente importantes en varias épocas del año, incluso en el invierno. Desde tales lugares, los moradores habrían podido lanzar expediciones especializadas de caza (quizá de los hombres, hacia el interior y los lugares de emboscada estacional, por ejemplo) o de recolec­ción (quizá de las mujeres, niños y ancianos, al litoral de los estuarios para la explotación de los moluscos), puesto que las distancias en ambos sentidos no son muy grandes. Además, desde estos yacimientos de base, habrían podido "forrajear" a diario dentro de un radio más retringido. Han podido existir yacimientos de actividad limitada (como los de la caza de cá­pridos o manadas de ciervos en sus pastos estivales o rutas de migración altitudinal), especialmente en las montañas (p. ej. quizá las cuevas del Sel, Chufín, Hornos, la Pasiega, el Castillo, el Salitre, la Bona, el Rascaño, la Haza, el Mirón, Atxuri y Bolinkoba). También es probable que existieran movimientos de grupos humanos enteros (es decir no solamente de los cazadores, etc. ) entre los yacimientos de base en la zona costera y entre éstos y otros yacimientos del interior (especialmente en verano). Faltan todavía los datos estacionales (y la resolución estratigráfica adecuada) para comprobar estas hipótesis.

No obstante, también existe otro fenómeno que es el cambio de papel de un mismo yacimiento. En el caso de la Riera, es evidente que la cueva servía a veces de campamen­to efímero para la caza de cabras en la vecina Sierra por hombres probablemente venidos de fuera con un utillaje especializado y limitado. En otras ocasiones la cueva servía de lugar de campamento mucho más sustancial (con gran cantidad y diversidad de utensilios, de dese­chos líticos y de fauna, además de estructuras como hogares, hoyos y pavimentos). A veces incluso fue empleada como base para expediciones a la costa, mientras que también servía de base para matanzas masivas de ciervos en el valle longitudinal de la llanura coste­ra asturiana. Claro es que el papel de una cueva empleada como yacimiento humano puede

132

cambiar a causa de razones climáticas, estacionales, demográficas, sociales o circunstan­ciales. Necesitamos más yacimientos estratificados cuya excavación e investigación nos permita el análisis de ocupaciones individuales.

Un hecho curioso que resulta de la revisión total de los yacimientos solutrenses vasco-cantábricos conocidos, es la escasez frecuente de depósitos o materiales solutrenses en muchos de los mayores yacimientos del Paleolítico superior de la región, donde hay, no obstante, estratos y colecciones magdalenienses imponentes (p. ej. el Castillo, el Pendo, Morín, Santimamiñe). En estos yacimientos importantísimos, el Solutrense parece haber sido representado sólo por un nivel delgado, pobre y localizado. ¿Será posible que la pobla­ción solutrense haya sido más densa en Asturias que en Santander oriental y en Vascongadas?. O bien ¿esta distribución de yacimientos solutrenses importantes es un acci­dente del muestreo arqueológico? De hecho, en cuanto al número de yacimientos conocidos en cada período, hay un aumento notable de casi el doble, desde los 18 auriñaco-perigor-dienses (en un período de unos 15.000 años) a los 33 solutrenses de la región vasco-cantábrica. Pero, aunque el número de yacimientos "magdalenienses inferiores" y "supe­riores" es casi igual (35 y 36 respectivamente) que el de los solutrenses durante los mismos períodos de tiempo (3000 años cada uno), los estratos magdalenienses suelen ser mucho más potentes, lo cual podría sugerir una población regional aún más densa. El mismo fenó­meno de aumento demográfico en el Magdaleniense ocurre claramente también en el sur de Francia.

Como regla general, se pueden distinguir dos tipos de yacimientos. Los hay cuyos emplazamientos procuran una buena protección de los elementos e insolación; éstos están normalmente en la zona costera. Hay otros, a veces con mucha menor protección o confort y con acceso más difícil, cuyos emplazamientos, en cambio, tienen vistas panorámicas de pasos o desfiladeros, o bien dominan valles ciegos, útiles para la caza de manadas de ani­males. Los yacimientos de zonas montañosas están situados en lugares idóneos para la caza de los cápridos (especialmente Capra ibex);

Los análisis de los conjuntos líticos muestran la existencia de una gama muy amplia de variabilidad en cuanto a su composición de utensilios. Los conjuntos se distinguen generalmente entre los que tienen muchas piezas (especialmente hojitas) rebajadas y buri­les, y los que tienen muchos raspadores, raederas, denticulados y escotaduras (y, a veces, puntas). Estas diferencias están bien marcadas y se manifiestan en los análisis descrip­tivos (índices y gráficos acumulativos del tipo Bordes), en las comparaciones bivariables y en los análisis multivariables. De hecho, hay dos tipos de industrias con puntas solutrenses entre los conjuntos estudiados: uno que se parece bastante al tipo "gravetiense" y otro al tipo "magdaleniense III cantábrico" (el que está dominado por los raspadores altos). Naturalmente, la mayoría de las colecciones estudiadas representan los residuos mezclados de varias ocupaciones de cada cueva ("palimpsestos '), pero la regularidad y la claridad de las diferencias indican su realidad, que ha sido en parte confirmada por las colecciones "modernas" de Cueva Morín, Chufín y la Riera.

Además de distinguirse entre ellos por sus utensilios líticos, los conjuntos que también tienen restos faunísticos se dividen en dos grupos. El primero —asociado con la industria caracterizada por muchas piezas rebajadas y buriles— está dominado por los cápridos, junto con zorros (y mustélidos). El segundo —asociado con la industria dominada por raspa­dores, raederas, denticulados y escotaduras— tiene muchísimos ciervos, además de caballos y bisontes. Entre las antiguas colecciones parece ser que los conjuntos se divi­den en dos: unos que provienen de la zona vasco-pirenaica y otros de Santander y Asturias. Sin embargo las recientes excavaciones en Chufín y la Riera refuerzan nuestra idea de que se trata de diferencias fundamentalmente funcionales entre los yacimientos, y no "cultu-

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rales" (o étnicas). Esto es evidente porque la industria de Chufín, un yacimiento ubicado en una zona muy escarpada del interior de Santander, tiene muchas piezas de dorso y viene acompañada por una fauna aparentemente dominada por los cápridos. Igualmente, los niveles solutrenses tempranos de la Riera (unos 3.000 años más que el nivel único de Chufín) también tienen bastantes hojitas de dorso y conjuntos faunísticos dominados por Capra ibex. A pesar de estar en la " l lanura" costera asturiana , la Riera se halla casi en la base de las laderas rocosas y muy escarpadas de la Peña Llabres-Sierra de Cuera. Desde luego, no pretendo explicar toda la variabilidad industrial observada en términos tan senci­llos, pero parece claro que está al menos en parte relacionada con las diferencias topográ­ficas del emplazamiento de los yacimientos, con la principal fauna cazada y también con el empleo o papel de cada yacimiento en cada momento (cuando se trata de colecciones de niveles finos separables) o bien como "promedio" (cuando se trata de viejas colecciones amalgamadas).

Una conclusión importante de este estudio, es el hecho de que no se puede identificar un conjunto "solutrense" sólo por su composición industrial, definida por frecuencias relati­vas, puesto que la variabilidad es tan grande y porque hay conjuntos con puntas solutrenses con muchos elementos que son "t íp icos" de otras épocas. Tal grado de variabilidad existe, de hecho, también entre los conjuntos anteriores y posteriores al Solutrense. No hay un conjunto modelo solutrense, sino una variedad de conjuntos que corresponden seguramen­te a diferentes actividades o a diferentes condiciones deposicionales (o errores del muestreo arqueológico). Lo que sí distingue una industria "solutrense" de otras del Paleolítico superior regional es la presencia (muy variable en su frecuencia, según la naturaleza de cada yacimiento) de puntas foliadas o de muesca. El hecho de que estos fósiles directores puedan ser muy escasos (o incluso ausentes) en ciertos yacimientos o niveles, sugiere que sería mejor definir el "Solutrense" cantábrico como un grupo de industrias que corresponde al período comprendido entre los 21.000 y 17.00 años B. P. según el radiocarbono. Hay que recordar siempre que el concepto de "Solutrense" (como el de cualquier otra "unidad cultural-estratigráfica") es una creación más o menos arbitraria de prehistoriadores como G. de Mortillet y H. Breuil (p. ej. 1913). Tiene una realidad sólo como entidad analítica, pero no como una auténtica "cultura" o "sociedad" en el sentido etnográfico.

Mi estudio (y, por supuesto, los de Altuna) de las coleciones faunísticas de edad solutrense indican la presencia de dos tipos fundamentales de conjuntos: los dominados por ciervos y los dominados por cabras. También señala la existencia de unas estrategias de caza masiva de ciervos (y de cabras), con la matanza de individuos jóvenes, adultos y viejos, quizá por la táctica de la batida. Este tipo de "cosecha" de estas especies, sugerido originalmente por Freeman (1973) para el Magdaleniense III marca un cambio drástico en el sistema de subsistencia del paleolítico cantábrico. Antes del solutrense, los prehistóricos cazaban los ciervos solamente en pequeños números (o solitarios), como en los casos del bisonte y del caballo, y no cazaban tanto la cabra, especialmente en el Musteriense.

Otro fenómeno que merece ser subrayado es el primer empleo sustancial de los recur­sos acuáticos (moluscos y salmónidos) en el Solutrense. Esta estrategia, como la matanza masiva de ciervos y cabras, que empezó en aquella época, se acentuaría en el Magdalenien­se y culminaría en la formación de los concheros asturienses del Preboreal y Boreal, con evidencia de la sobreexplotación de Patella y una expansión de esta estrategia hasta el lito­ral del mar abierto. Como he dicho en otros lugares (véase Straus 1977a; Straus et al. 1980), sospecho que todas estas estrategias de intensificación fueron el resultado de una población humana regional crecida. Existe como evidencia, el gran aumento en el número de yacimientos en la época solutrense vis é vis del de la época auriñaco-perigordiense.

Mis análisis de las puntas solutrenses indican una localización geográfica muy estricta en la distribución de las puntas de base cóncava. Casi todas se encuentran entre los Ríos

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Nalón y Pas, lo cual podría sugerir la existencia de una entidad tribal/lingüística en aquella zona (4.000 km2), síes que la manera de enmangar las grandes hojas de laurel correspondía en parte a unas diferencias estilísticas y no puramente pragmáticas. La existencia de un puñado de puntas de base cóncava en el País Vasco y Pirineo francés podría indicar la existencia de unos contactos sociales entre dos o tres de estas unidades. No veo, sin embargo, una relación necesaria entre esta distribución geográfica de las puntas de base cóncava y las diferencias fundamentales entre los conjuntos líticos, porque los conjuntos "occidentales" de la Riera (niveles 4-6) y de Chufín (todos con muchas hojitas de dorso y cápridos) tienen numerosas puntas de base cóncava. También es de notar la representación muy desigual de las puntas dentro de los yacimientos: algunos tienen cantidades (absolu­tas y relativas) muy grandes, mientras que otros tienen muy pocas. Entre las puntas de base cóncava y de muesca existe una tendencia marcada a controlar la anchura máxima de la pieza muy estrictamente. Este atributo crítico estaría quizá relacionado con las calidades óptimas de penetración, según el método de propulsión empleado para cada tipo de punta (lanza de empuje a mano, dardo con "atl-atl", o incluso flecha con arco para las puntas gráciles de muesca).

Otro resultado interesante es la relación aparente entre las materias primas aprovecha­bles y la tipología. Los utensilios "arcaicos" (y las puntas de base cóncava) están mayormente hechos de cuarcita, y dominan en áreas con una litología donde abunda esta roca. (Por esto los conjuntos de Asturias tienen muchas veces un aspecto "arcaico" o "tosco".) Sin embargo, ésto tampoco puede explicar las diferencias fundamentales entre los conjuntos líticos solutrenses del norte de España, puesto que los buriles, raspadores, hojitas de dorso y otros tipos de "puntas" aparecen independientemente de la litología reinante en las diferentes zonas. De todas manera, es evidente que las materias primas líticas juegan un papel importante, aunque secundario, en la variabilidad industrial solutrense y paleolítica en general.

Sólo es posible, por el momento, llegar a estas conclusiones tentativas. Sospecho la existencia de yacimientos cuyos papeles o funciones principales eran bastante distintos dentro de los sistemas de asentamiento y de subsistencia solutrenses. Esta conclusión procede de las evidencias industriales, faunísticas y topográficas. La distinción ha debido ser bastante grande por estar reflejada incluso en las antiguas colecciones que provienen de estratos gruesos, compuestos seguramente de los residuos de muchas ocupaciones individuales. Desde luego, las diferencias no son temporales ni estilísticas. La naturaleza exacta de estas diferencias funcionales nos es aún desgraciadamente desconocida.

Lo que hace falta ahora para entender la variabilidad son más excavaciones y análisis cuidadosos. Necesitamos evidencias sobre la estacionalidad de varias ocupaciones distintas en yacimientos de diferentes zonas para reconstruir los modelos de movimientos de los grupos de cazadores-recolectores. También necesitamos estudios de los trazos microscópi­cos debidos al uso de piezas líticas, análisis faunísticos detallados de los elementos anatómicos para acercarnos a la resolución del problema de las funciones de los utensilios y de los yacimientos. Sería interesante tener más información petrográfica sobre las materias primas líticas empleadas y sus canteras. Y harán falta muchos más estudios paleoambien-tales (geomorfológicos y palinológicos) y fechas d e C 1 4 . Es de esperar que con estas bases, se podrá construir una secuencia cronológica independiente de las industrias, una crono-estratigrafía de fases climáticas fechadas por el radiocarbono, para poder comparar conjuntos claramente sincrónicos o diacrónicos. Es importante poder "controlar" el medio ambiente para poder reconstruir los sistemas de asentamiento y de subsistencia solutren­ses en diferentes épocas específicas. Hay que esperar que los movimientos estacionales, los empleos funcionales de las cuevas, y las estrategias de susbsistencia hayan sido distintos según las condiciones paleoambientales. Es necesario tener ideas más concretas sobre los

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medio ambientes pleniglaciares para poder juzgar su posible papel en los cambios del comportamiento humano y para poder separar posibles causas "c l imát icas" de otras "demográficas".

Ante todo, sin embargo, el estudio general tienen que estar basado en un planteamien­to teórico y regional. Esta obra representa un primer intento de ver el problema solutrense desde un punto de vista diferente del enfoque clásico filogenético, un punto de vista expresamente antropológico. Espero que este estudio sirva de base para futuros trabajos de análisis del Solutrense vasco-cantábrico.

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APENDICE I

Tipos de utensilios definidos por de Sonneville-Bordes y Perrot encontrados en colecciones solutrenses cantábricos

1. Raspador simple 42. Buril de Noailles 2. Raspador atípico 43. Buril nucleiforme 3. Raspador doble 44. Buril plano 4. Raspador ojival 47. Punta de Chatelperron atípica 5. Rasp. sobre hoja retocada 48. Punta de la Gravette 6. Rasp. sobre hoja auriñaciense 49. Punta de la Gravette atípica 7. Raspador en abanico 51. Microgravette 8. Raspador sobre lasca 52. Punta de Font-Yves 9. Raspador circular 57. Pieza con muesca

10. Raspador unguiforme 58. Hoja de borde rebajado total 11. Raspador aquillado 59. Hoja de borde rebajado parcial 12. Rasp. aquillado atípico 60. Hoja con truncadura recta 13. Rasp. alto en hocico 61. Hoja con truncadura oblicua 14. Rasp. plano en hocico 62. Hoja con truncadura cóncava 15. Raspador nucleiforme 63. Hoja con truncadura convexa 16. Cepillo 64. Hoja bitruncada 17. Raspador-buril 65. Hoja de ret. continuo s. un borde 18. Raspador-hoja truncada 66. Hoja de ret. continuo s. dos bordes 19. Buril-hoja truncada 67. Hoja auriñaciense 20. Perforador-hoja truncada 68. Hoja de escotadura 21. Perforador-raspador 69. Punta de cara plana 22. Perforador-buril 70. Hoja de laurel 23. Perforador 71. Hoja de sauce 24. Perforador atípico 72. Punta de muesca solutrense 25. Perforador múltiple 73. Pico 26. Microperforador 74. Pieza de escotadura 27. Buril diedro derecho 75. Pieza denticulada 28. Buril diedro ladeado 76. Pieza esquirlada 29. Buril diedro de ángulo 77. Raedera 30. Buril sobre rotura 78. Racleta 31. Buril diedro múltiple 79. Triángulo 32. Buril arqueado 83. Segmento de círculo 34. Buril s. trunc. ret. derecha 84. Hojita truncada 35. Buril s. trunc. ret. oblicua 85. Hojita de dorso rebajado 36. Buril s. trunc. ret. cóncava 87. Hojita de dorso denticulada 37. Buril s. trunc. ret. convexa 88. Hojita denticulada 38. Buril transversal s. trunc. lat. 89. Hojita con escotadura 39. Buril transversal s. escotadura 90. Hojita de Dufour 40. Buril múltiple s. trunc. ret. 92. Otros 41. Buril múltiple mixto (93. Chopper y Chopping Tool)

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APENDICE II

Inventario de la Industria Lítica Solutrense

Peña de Candamo Las Caldas (Alvarez) Cueva Oscura (todo) Tipo

Total % Cum. ° o Total ° o Cum. ° o Total

1 1 0,57 0,57 1 0,60 0,60 2 6 3,29 3,86 5 3,00 3,60 3 1 0,60 4,20 5 1 3 1,80 6,00 8 1 9 4,94 8,80 1 0,60 6,60

10 1 0,60 7,20 1 1 3 1 0,60 7,80 12 3 1,64 10,44 1 0,60 8,40 13 1 6 3,29 13,73 6 3,60 12,00 14 1 6 3,29 17,02 8 4,80 16,80 15 4 10 5,65 22,67 8 4,80 21,60 16 1 0,60 22,20 17 2 1,13 23,80 21 1 0,57 24,37 22 1 0,60 22,80 23 1 3 1,65 26,02 2 1,20 24,00 24 3 1,64 27,66 4 2,40 26,40 26 1 0,60 27,00 28 1 0,60 27,60 30 12 6,58 34,24 14 8,40 36,00 31 1 3 1,65 35,89 4 2,40 38,40 32 1 0,60 39,00 34 1 36 1 0,57 36,46 37 2 1,20 40,20 43 1 0,57 37,03 44 1 0,56 37,59 5 3,00 43,20 58 3 1,64 39,23 4 2,40 45,60 59 1 0,57 39,81 6 3,60 49,20 60 1 0,57 40,37 65 1 6 3,29 43,66 15 9,00 58,20 66 2 6 3,29 46,95 6 3,60 61,80 67 2 1,20 63,00 69 2 1 0,57 47,52 4 2,40 65,40 70 2 28 15,82 63,34 5 3,00 68,40 71 1 0,56 63,90 1 0,60 69,00 72 1 0,57 64,47 1 0,60 69,60 73 1 1 0,60 70,20 74 20 11,30 75,77 16 9,60 79,80 75 8 19 10,73 86,50 14 8,40 87,40 76 2 1,20 88,60 77 1 19 10,73 97,23 12 7,20 95,80 84 1 0,57 97,80 85 1 2 1,13 98,93 2 1,20 97,00

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Peña de Candamo Las Caldas (Alvarez) Cueva Oscura (todo) Tipo

Total 1 4 Cum. % Total c, & Cum. % Total % Cum. %

87 1 0,60 97,60 88 2 89 3 1,80 99,40 Total 34 177 167 Núcleos 19 58 54 Lascas, etc. 5 505 140 Hojas 8 194 134 Hojitas 1 33 14 Choppers 2 2 Martillos 2 Almoladeras 4

Cueva de Las Caldas (1971 y 1973)*

«Solutrense medio» «Solutrense superior» «Solutrense terminal» Tipo

Total % % Acum. Total % % Acum. Total % % Acum.

1 3 0,98 0,98 2 6 1,78 2,76 3 1 0,29 3,05 4 5 5 1,48 4,53 7 2 0,59 5,12 8 2 0,59 5,71

10 1 0,29 6,00 11 12 13 1 0,29 6,29 14 1 0,29 6,58 15 16 17 6 1,78 8,36 19 1 0,29 8,65 20 21 1 0,29 8,94 22 2 0,59 9,53 23 4 1,19 10,72 24 17 5,05 15,77 25 27 3 0,89 16,66 28 1 0,29 16,95 29 10 2,97 19,92 30 10 2,97 22,89 31 2 0,59 23,48 34 1 0,29 23,77 35 4 1,19 24,96

3 0,71 0,71 1 0,36 0,36 3 0,71 1,42 2 0,72 1,08

1 0,36 1,44 2 0,47 1,89 1 0,23 2,12 1 0,23 2,35 5 1,81 3,25

1 0,23 2,58 1 0,23 2,81

3 0,71 3,52 4 1,45 4,70 3 0,71 4,23 3 1,09 5,79 3 0,71 4,94 2 0,72 6,51 1 0,23 5,17 2 0,47 5,64

1 0,36 6,87 9 2,12 7,76 2 0,72 7,59

25 5,90 13,66 18 6,52 14,11 2 0,74 14,13 5 1,18 15,31 4 1,45 15,56 2 0,47 15,78 1 0,36 15,92

10 2,36 18,14 6 2,17 18,09 10 2,36 20,50 8 2,90 20,99 2 0,47 20,97 5 1,81 22,80 2 0,47 21,44 1 0,36 23,16 2 0,47 21,91

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«Solutrense medio» «Solutrense superior» «Solutrense terminal» Tipo

Total ° 0 ° o Acum. Total ° o ° o Acum. Total ° o ° o Acum.

36 3 0,89 25,85 2 0,47 22,38 1 0,36 23,52 37 1 0,36 23,88 38 8 2,38 28,23 2 0,47 22,85 39 2 0,59 28,82 1 0,23 23,08 40 4 1,19 30,01 1 0,36 24,24 41 2 0,59 30,60 3 0,71 23,79 1 0,36 24,60 42 1 0,29 30,89 43 1 0,23 24,02 1 0,36 24,96 44 4 1,19 32,08 4 0,94 24,96 50 1 0,36 25,32 52 1 0,23 25,19 57 1 0,23 25,42 58 2 0,47 25,89 5 1,81 27,13 59 4 1,19 33,27 7 1,65 28,54 7 2,54 29,67 60 3 0,89 34,16 4 0,94 29,48 2 0,72 30,39 61 1 1 3,27 37,43 1 1 2,59 31,07 8 2,90 33,29 62 4 1,19 38,62 6 1,41 32,48 3 1,09 34,38 63 1 0,23 32,71 2 0,72 35,10 64 2 0,59 39,21 3 0,71 33,42 4 1,45 36,55 65 33 9,82 49,03 32 7,55 40,97 16 5,80 42,35 66 6 1,78 50,81 13 3,07 44,04 4 1,45 43,80 67 1 0,23 44,27 69 10 2,97 53,78 7 1,65 45,92 4 1,45 45,25 70 31 9,22 63,00 46 10,84 56,76 3 1,09 46.34 72 6 1,41 58,17 73 1 0,29 63,29 2 0,47 58,64 2 0,72 47,06 74 30 8,92 72,21 39 9,20 67,84 22 7,97 55,03 75 18 5,35 77,56 38 8,96 76,80 33 1 1,96 66,99 76 6 1,78 79,34 4 0,94 77,74 5 1,81 68,80 77 24 7,14 86,48 15 3,54 81,28 10 3,62 72,42 78 8 2,28 88,76 10 2,36 83,64 23 8,33 80,75 84 3 0,71 84,35 3 1,09 81,84 85 5 1,48 90,24 2 0,47 84,82 3 1,09 82,93 86 1 0,36 83,29 88 3 1,09 84,38 89 1 0,29 90,53 1 0,23 85,05 1 0,36 84,74 90 4 0,94 85,99 6 2,17 86,91 92 31 9,22 99,75 59 13,92 99,91 36 13,04 99,95 Total 336 424 276 Núcleos, etc 114 149 276 Lascas 3.270 5.021 3.011 Hojas 249 451 288 Hojitas 29 198 220 Golpes de buril 2 10 Otros desechos 211 604 507 Martillo 1

' (según Corchón 1981).

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Cova Rosa El Cierro

Tipo Total Cum. % Total Cum. %

1 . 2. 3. 5. 8. 9.

11 . 12. 12. 14. 25. 26. 27. 18. 21 . 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31 . 32. 34. 35. 36. 40. 41 . 44. 57. 58. 59. 60. 61 . 63. 64. 65. 66. 69. 70. 71 . 72. 73. 74. 75.

1 0,46 0,46 1 0,29 0,29 5 2,30 2,76 15 4.49 4,78

2 0,60 5,38 2 0,92 3,68 1 0,29 5,67

10 4,61 8,29 16 4,79 10,46 1 0,29 10,75 6 1,79 12,54

4 1,84 10,13 9 2,69 15,23 5 2,30 12,43 8 2,39 17,62 3 1,38 13,81 19 5,69 23,31 5 2,30 16,1 1 29 8,69 32,00

7 2,10 34,10 3 1,38 17,49 4 1,20 35,30 1 0,46 17,95 1 0,29 35,59 1 0,46 18,41 6 2,76 21,17 5 1,49 37,08 2 0,92 22,09 15 4,49 41,57

3 0,90 42,47 2 0,92 23,01 1 0,46 23,47 2 0,60 43,07 1 0,46 23,93 1 0,46 24,39 1 0,29 43,36

19 8,75 33,14 16 4,79 48,15 9 4,15 37,29 3 0,90 49,05

2 0,60 49,65 1 0,29 49,94

2 0,92 38,21 5 1,49 51,43 1 0,46 38,67 2 0,60 52,03 1 0,46 39,13 1 0,46 39,59 1 0,46 40,05 2 0,60 52,63 1 0,46 40,51 5 2,30 42,81 4 1,84 44,65 1 0,29 52,92 1 0,46 45,1 1 2 0,60 53,52 2 0,92 46,03 3 0,90 54,42 1 0,46 46,49

1 0,29 54,71 18 8,29 54,78 7 2,09 56,80

4 1,84 56,62 5 1,49 58,29 10 4,61 61,23

5 2,30 63,53 3 0,90 59,19 4 1,84 65,37

19 8,76 74,13 1 0,29 59,48

19 8,76 82,89 49 14,54 74,02 11 5,07 87,96 36 10,68 84,70

141

Cova Rosa El Cierro

Tipo Total % Cum. % Total % Cum. %

76 1 0,46 88,42 1 0,29 84,99 77 11 5,07 93,49 47 13,65 98,64 83 2 0,92 94,41 1 0,29 99,22 85 5 2,30 96,71 3 0,90 100,12 87 2 0,92 97,63 89 3 1,38 99,01 90 1 0,46 99,47 92 1 0,46 99,93 Total 217 337 Núcleos 42 209 Lascas, etc 386 417 Hojas 183 65 Hojitas 101 48 Choppers 2

Cueto de la Mina F Cueto de la Mina «Solut.» C. Mina E (sin div.)

Tipo Total % Cum. % Total Total

1 2 1,71 1,71 2 10 2 6 5,12 6,83 1 3 1 0,85 7,68 3 5 5 4,27 11,95 1 3 8 3 2,56 14,51 7 12 9 3

10 1 3 11 1 0,85 15,36 1 10 12 1 0,85 16,21 2 13 4 3,42 19,63 1 1 14 3 2,56 22,19 1 3 15 15 12,82 35,01 7 14 16 1 1 17 1 0,85 35,86 3 18 1 22 1 0,85 36,71 23 9 2 24 1 1 27 1 0,85 37,56 1 30 4 3,42 40,98 9 4 31 1 0,85 41,83 1 32 1 0,85 42,68 35 2 2 36 1 37 1 40 1

142

Cueto de la Mina F Cueto de la Mina «Solut.» C. Mina E (sin div.)

Tipo Total % Cum. % Total Total

44 1 0,85 43,53 4 57 2 59 1 0,85 44,38 61 1 65 6 5,12 49,50 10 4 66 3 3 67 2 69 5 4,27 53,77 2 7 70 9 7,69 61,46 2 14 71 1 0,85 62,31 1 72 3 2,56 64,87 1 20 73 1 74 13 1 1,1 1 75,98 13 1 75 15 12,82 88,80 23 14 76 1 77 10 8,55 97,35 10 15 85 1 0,85 98,20 10 5 88 1 0,85 99,05 1 92 1 0,85 99,90 3 Total 117 125 171 Núcleos 14 6 11 Lascas, etc. . . . 4 4 6 Hojas 6 25 12 Hojitas 14 28 12 Choppers 1 1 2 Martillo 1 Amoladeras . . . 1 1

C. Mina E (Total C. Mina E/3+4 C. Mina E/1+2

C. combinado)

Tipo Tipo Total % Cum. % Total % Cum. % Total % Cum. %

1 3 1,75 1,75 2 0,82 0,82 15 2,57 2,57 2 4 2,34 4,09 2 0,82 1,64 6 1,03 3,60 3 2 1,18 5,27 5 0,86 4,46 5 1 0,58 5,85 3 1,24 2,88 7 1,20 5,66 8 10 5,85 1 1,70 6 2,48 5,36 28 4,79 10,45 9 1 0,41 5,77 4 0,68 11,13

10 2 1,18 12,88 2 0,82 6,59 7 1,20 12,33 11 1 0,58 13,46 2 0,82 7,41 13 2,23 14,56 12 1 0,58 14,04 7 2,89 10,30 10 1,71 16,27 13 3 1,75 15,79 2 0,82 1 1,12 6 1,03 17,30 14 1 0,58 16,37 4 1,65 12,77 8 1,37 18,67 15 21 12,27 28,64 34 14,05 26,82 69 11,81 30,48

143

Tipo

C. Mina E/3+4 C. Mina E/1+2 C. Mina E (Total combinado)

Total % Cum. % Total % Cum. % Total % Cum. %

16 1 0,58 29,22 17 2 1,18 30,40 18 21 1 0,58 30,98 23 2 1,18 32,16 24 28 1 0,58 32,74 30 3 1,75 34,49 31 1 0,58 35,07 32 2 1,18 36,25 35 2 1,18 37,43 36 40 41 44 1 0,58 38,01 48 1 0,58 38,59 57 2 1,18 39,77 58 59 61 65 17 9,94 49,71 66 67 69 4 2,34 52,05 70 6 3,52 55,57 71 2 1,18 56,75 72 8 4,68 61,43 73 74 9 5,26 66,69 75 27 15,79 82,48 76 1 0,58 83,06 77 20 11,70 94,76 84 85 9 5,26 100,02 88 Total 171 Núcleos 36 Lascas, etc 14 Hojas 29 Hojitas 19 Choppers Amoladeras 1

0,82 27,64

8 2 2 6 3

1 4

14

2 1 1

18

14 39

2 26

1 1 1

1 242

38 1 1 37 62

1 2

3,31 0,82 0,82 2,48 1,24

5,78 16,1 1 0,82

10,75 0,41 4,55 0,41

30,95 31,77 32,59 35,07 36,31

1,24 37,55

0,41 37,96 1,65 39,61

2 0,82 40,43 5 2,07 42,50

5,78 48,28

0,82 49,10 4,54 53,64

7,44 61,08

66,86 82,97 83,79 94,54 94,95 99,50 99,91

2 7 1 1

12 3 3

13 5 2 7 1 1 1 5 1 2 2 5 1

35 3 2

13 31

3 46

1 24 80

4 61

1 25

2 584

85 31 77 92

3 4

0,34 1,20 0,17 0,17 2,05 0,51 0,51 2,23 0,86 0,34 1,20 0,17 0,17 0,17 0,86 0,17 0,34 0,34 0,86 0,17 6,00 0,51 0,34 2,23 5,31 0,51 7,89 0,17 4,1 1

13,70 0,68

10,45 0,17 4,28 0,34

30,82 32,02 32,19 32,36 34,41 34,92 35,43 37,66 38,52 38,86 40,02 40,23 40,40 40,57 41,43 41,60 41,94 42,28 43,14 43,31 49,31 49,82 50,16 52,39 57,70 58,21 66,10 66,27 70,38 84,08 84,76 95,21 95,38 99,66

100,00

144

Balmori La Riera (VDS) Tres Calabres Tipo

Total Total % Cum. % Total % Cum. %

1 5 3,49 3,49 2 2 1,40 4,89 3 1 0,69 5,58 5 1 3 2,10 7,68 8 3 2,10 9,78 9 3

10 5 3,50 13,28 1 1,45 1,45 11 1 2 1,40 14,68 2 2,89 4,34 12 5 3,50 18,18 1 1,45 5,79 13 3 2,10 20,28 2 2,89 8,68 14 2 1,40 21,68 1 1,45 10,13 15 4 14 9,79 31,47 8 1 1,59 21,72 16 3 2,10 33,57 2 2,89 24,61 17 1 2 1,40 34,97 1 1,45 26,06 23 3 2,10 37,07 5 7,25 33,31 24 1 1,45 34,76 25 1 0,69 37,76 27 2 1,40 39,16 1 1,45 36,21 28 1 1 1,45 37,66 29 2 1,40 40,56 3 4,35 42,01 30 3 2,10 42,66 4 5,79 47,80 31 1 0,69 43,35 8 1 1,59 59,39 32 1 0,69 44,04 3 4,35 63,74 35 1 1 0,69 44,73 2 2,89 66,63 37 1 0,69 45,42 40 1 0,69 46,1 1 41 1 1 0,69 46,80 1 1,45 68,08 43 1 0,69 47,49 1 1,45 69,53 44 1 1,45 70,98 58 3 2,10 49,59 59 1 0,69 50,28 1 1,45 72,43 60 1 0,69 50,97 65 5 3,50 54,47 2 2,89 75,32 66 1 1 0,69 55,16 67 1 2 2,89 78,21 69 3 1 0,69 55,85 1 1,45 79,66 70 3 5 3,50 59,35 71 1 0,69 60,04 72 2 4 2,80 62,84 1 1,45 81,11 74 8 5,59 68,43 3 4,35 85,46 75 16 1 1,19 79,62 3 4,35 89,81 76 1 0,69 80,31 1 1,45 91,26 77 22 15,39 95,70 6 8,69 99,95 83 1 0,69 96,39 85 1 2 1,40 97,79 86 1 89 1 0,69 99,17 90 1 0,69 99,86

145

Balmori La Riera (VDS) Tres Calabres Tipo

Total Total % Cum. % Total % Cum. % Total 25 143 69 Núcleos 27 4 Lascas, etc 10 4 Hojas 11 2 Hojitas 4 4 Choppers 4 Amoladeras 4

La Riera (1976-79)

Niveles 2 y 3 Nivel 4 Nivel 5 Tipo

Total % % Acum. Total ° o % Acum. Total % % Acum.

1 3 2,83 2,83 2 2 2,94 2,94 5 1 0.94 3,77 8 6 11,76 11,76 2 1,89 5,66 2 2,94 5,88

14 1 1,47 7,35 15 5 9,80 21,56 23 1 0,94 6,60 24 1 1,96 23,52 1 1,47 8,82 29 1 1,47 10,29 30 2 3,92 27,44 7 6,60 13,20 2 2,97 13,23 31 1 1,96 29,40 3 2,83 16,03 1 1,47 14,70 34 1 0,94 16,97 36 1 0,94 17,91 41 1 1,47 16,17 44 1 1,96 31,36 3 2,83 20,74 58 1 0,94 21,68 1 1,47 17,64 59 1 0,94 22,62 60 1 0,94 23,56 61 1 1,96 33,32 1 0,94 24,50 62 1 0,94 25,44 1 1,47 19,11 65 6 11,79 45,08 15 14,15 39,59 11 16,18 35,29 66 3 5,88 50,96 2 1,89 41,48 70 1 1,96 52,92 8 7,55 49,03 7 10,29 45,58 72 2 3,92 56,84 20 18,87 67,60 9 13,23 58,81 74 10 19,61 76,45 6 5,66 73,56 3 4,41 63,22 75 7 13,72 90,17 6 5,66 79,22 9 13,23 76,45 76 1 1,96 92,13 1 1,47 77,92 77 1 1,96 94,09 3 2,83 82,05 85 13 12,26 94,31 9 13,23 91,15 87 1 1,96 96,05 2 1,89 96,20 88 2 1,89 98,09 3 4,41 95,56

146

Niveles 2 y 3 Nivel 4 Nivel 5 Tipo

Total % % Acum. Total % % Acum. Total % % Acum.

89 1 0,94 99,03 1 1,47 97,03 90 2 3,92 99,97 1 1,47 98,50 92 1 0,94 99,97 1 1,47 99,97 Total 51 106 68 Núcleos 4 2 4 Lascas, etc 525 1.207 1.109 Hojas 7 55 12 Hojitas 60 158 115 Martillo 1 1

La Riera (1976-79)

Nivel 6 Nivel 7 Nivel 8 Tipo

Total % % Acum. Total % % Acum. Total % % Acum.

1 1 0,67 0,67 1 0,86 0,86 2 3 2,59 3,45 5 1 0,67 1,34 2 1,72 5,17 8 10 6,71 8,05 13 1 1,21 16,38 9 1 0,67 8,72

12 1 0,67 9,39 14 2 1,34 10,73 15 4 2,68 13,41 1 0,86 17,24 17 1 0,6 14,08 23 1 0,67 14,75 1 0,86 18,10 24 2 1,34 16,09 4 3,45 21,55 27 1 2,56 2,56 1 0,67 16,76 29 1 0,86 22,41 30 2 5,13 7,69 10 6,71 23,47 3 2,59 25,00 31 1 2,56 10,25 3 2,01 25,48 2 1,72 26,72 32 1 0,86 27,58 41 1 0,86 28,44 43 1 0,86 29,30 48 1 0,86 30,16 52 1 0,86 31,02 60 2 1,34 26,82 1 0,86 31,88 61 2 1,34 28,16 1 0,86 32,74 64 1 0,67 28,83 65 4 10,26 20,51 16 10,74 39,57 13 1 1,21 43,95 66 1 2,56 23,07 2 1,34 40,91 2 1,72 45,67 70 16 41,02 64,09 14 9,40 50,31 4 3,45 49,12 72 2 5,13 69,22 14 9,40 59,71 2 1,72 50,84 74 4 10,26 79,48 19 12,75 72,46 13 1 1,21 62,05 75 5 12,85 92,33 19 12,75 85,21 28 24,14 86,19

147

Nivel 6 Nivel 7 Nivel 8 Tipo

Total % ° o Acum. Total ° o ° o Acum. Total ° o ° o Acum.

76 77 78 85 1 87 88 89 90 2 Total 39 Núcleos Lascas, etc 1.277 Hojas 8 Hojitas 35

2,56 94,89

5,13 100,02

1 0,67 85,88 7 4,70 90,58 1 7 1 3

2 149

18 2.140

19 129

0,67 4,70 0,67 2,01

91,25 95,95 96,62 98,63

1,34 99,97

2 1,72 87,91 5 4,31 92,22

5 4,31 96,53

1 1 1

116 27

2.434 15

110

0,86 0,86 0,86

97,39 98,25 99,97

La Riera (1976-79)

Tipo Nivel 9 Nivel 10 Nivel 11

Total % ° 0 Acum. Total ° o Acum. Total ° o ° o Acum.

1 1 0,93 0,93 2 2 1,87 2,80 5 8 7 6,54 9,34

10 12 13 14 15 24 3 2,80 12,14 27 2 1,87 14,01 29 3 2,80 16,81 30 9 8,41 25,22 31 34 35 1 0,93 26,15 43 44 1 0,93 27,08 58 60 61 65 10 9,35 36,43 66 3 2,80 39,23 70

148

2 2,82 2,82 3 4,61 4,61 2 2,82 5,64 7 9,86 15,50 2 2,82 18,32

1 1,54 6,15 1 1,54 7,69

1 1,41 19,73 4 5,63 25,36 1 1,54 9,23 2 2,82 29,59 2 3,08 12,31 1 1,41 31,00 3 4,61 16,92

3 4,22 35,22 2 3,08 20,00 1 1,41 36,63

1 1,54 21,54

1 1,54 23,08 1 1,54 24,62

1 1,41 38,04 1 1,54 26,16

1 1,41 39,45 5 7,04 46,49 5 7,69 33,85

4 5,63 52,12

Nivel 9 Nivel 10 Nivel 11 i ipo

Total % ° o Acum. Total % ° o Acum. Total % % Acum,

71 1 0,93 40,16 72 1 1,41 53,53 74 17 15,89 56,05 6 8,45 61,98 12 18,46 52,31 75 34 31,78 87,83 17 23,94 85,92 20 30,77 83,09 76 2 1,87 89,70 2 2,82 88,74 4 6,15 89,23 77 8 7,48 97,18 4 6,15 95,38 78 1 0,93 98,1 1 7 9,86 98,60 85 2 3,08 98,46 88 1 1,54 100,00 90 1 0,93 99,04 92 1 0,93 99,97 1 1,41 100,01 Total 107 71 65 Núcleos 23 9 10 Lascas, etc 2.164 2.309 1.019 Hojas 1 1 8 7 Hojitas 79 63 34 Martillos 2 1 Yunques 1 1 1 Amoladera . 1

La Riera (1976-79)

Niveles 1 2 y 13 Nivel 14 Nivel 15 Tipo Tipo

Total % % Acum. Total % % Acum. Total % % Acum.

1 2 0,63 0,63 2 2 3,08 3,08 12 3,80 4,43 1 1,3 1,3 5 1 0,32 4,75 1 1,3 2,6 8 3 4,62 7,70 12 3,80 8,55 3 3,9 6,5

10 1 0,32 8,87 1 1,3 7,8 12 4 1,27 10,14 1 1,3 9,1 13 4 1,27 1 1,41 14 5 1,58 12,99 15 1 1,54 9,24 2 0,63 13,62 2 2,6 11,7 24 1 1,54 10,78 8 2,53 16,15 1 1,3 13,0 27 2 3,08 13,86 4 1,27 17,42 2 2,6 15,6 28 1 0,32 17,74 29 3 0,95 18,69 30 3 4,62 18,48 13 4,11 22,80 1 1,3 16,9 31 2 3,08 21,56 8 2,53 25,33 1 1,3 18,2 36 1 0,32 25,65 39 1 0,32 25,97 44 4 1,27 27,24 1 1,3 19,5

149

Niveles 12 y 13 Nivel 14 Nivel 1 5 Tipo

Total % % Acum. Total % ° o Acum. Total ° o ° o Acum.

58 1 1,54 23,10 59 61 62 65 3 4,62 27,72 66 1 1,54 29,26 70 74 13 20,00 49,26 75 24 36,92 86,18 76 1 1,54 87,72 77 4 6,15 93,87 78 1 1,54 95,41 85 2 3,08 98,49 88 1 1,54 100,03 90 92 (choppers) Total 65 Núcleos 10 Lascas, etc 343 Hojas 12 Hojitas 44 Martillos Yunque

5 1,58 28,82 2 0,64 29,46 2 0,64 30,10 1 0,32 30,42

30 9,49 39,91 7 9,2 28,7 2 0,64 40,55 3 0,95 41,50 1 1,3 30,0

53 16,77 58,27 6 7,9 37,9 70 22,15 80,42 1 1 14,5 52,4

5 1,58 82,00 10 13,2 65,6 33 10,44 92,44 6 7,9 73,5

3 0,95 93,39 5 6,6 80,1 9 2,85 96,24 9 1 1,8 91,9 2 0,64 96,88 8 2,53 99,41 5 6,6 98,5 2 0,64 100,05 1 1,3 99,8

316 76 48 12

5.412 2.912 20 12

300 67 2 1

La Riera (1976-79) Cueva Chufín*

Nivel 16 Nivel 17 Nivel 1

Total % % Acum. Total % % Acum. Total % % Acum.

1 1 0,5 0,5 11 4,07 4,07 2 3 1,7 2,2 2 1,3 1,3 10 3,69 7,76 4 1 0,37 8,13 5 , . 1 0,37 8,50 6 , , 5 1,84 10,34 8 3 1,7 3,9 1 0,7 2,0 13 4,78 15,12

10 , , 1 0,5 4,4 1 0,7 2,7 3 1,10 16,22 11 , , 12 4,41 20,63 12 3 1,10 21,73 13 1 0,37 22,10 15 ,. 5 2,8 7,2 5 3,3 6,0 6 2,21 24,23 17 2 0,73 25,04 22 1 0,37 25,41

150

La Riera (1976-79) Cueva Chufín*

Nivel 16 Nivel 17 Nivel 1 Tipo

Total % % Acum. Total % % Acum. Total % % Acum.

23 1 0,5 7,7 1 0,7 6,7 4 1,52 26,93 24 4 2,2 9,9 1 0,7 7,4 2 0,73 27,66 26 1 0,37 28,03 27 3 1,7 11,6 28 1 0,5 12,1 1 0,37 28,40 29 1 0,5 12,6 1 0,7 8,1 3 1,10 29,50 30 12 6,6 19,2 4 2,6 10,7 10 3,68 33,18 31 2 1,1 20,3 2 1,3 12,0 1 0,37 33,55 34 1 0,5 20,8 2 0,73 34,28 35 2 0,73 35,01 36 2 0,73 35,74 37 1 0,37 36,1 1 40 1 0,37 36,48 41 1 0,5 21,3 43 4 1,52 38,00 44 2 1,1 22,4 3 1,10 39,10 48 4 1,47 40,57 51 1 0,5 22,9 1 0,37 40,94 57 2 0,73 41,67 58 7 2,50 44,17 59 1 0,5 23,4 1 0,37 44,54 60 1 0,5 23,9 2 0,73 45,27 61 2 1,1 25,0 1 0,73 45,64 62 1 0,37 46,01 63 2 0,73 46,74 65 14 7,7 32,7 5 3,3 15,3 8 2,94 49,68 66 2 1,1 33,8 2 0,73 50,41 67 2 0,73 51,14 69 24 8,82 59,96 70 19 7,02 66,98 71 1 0,7 16,0 2 0,73 67,71 72 6 2,20 69,91 74 19 10,5 44,3 5 3,3 19,3 7 2,50 72,42 75 21 11,6 55,9 8 5,3 24,6 5 1,84 74,26 76 21 11,6 67,5 1 0,7 25,3 18 6,63 80,89 77 6 3,3 70,8 2 1,3 26,6 23 8,47 89,36 78 1 0,5 71,3 1 0,37 89,73 84 2 1,1 72,4 85 42 23,2 95,6 107 70,9 97,5 21 7,68 97,41 86 1 0,37 97,78 87 5 1,84 99,62 88 1 0,5 96,1 89 2 1,3 98,8 90 6 3,3 99,4 1 0,7 99,5 1 0,37 99,99 92 (chopper) 1 0,7 100,2

151

La Riera (1976-79) Cueva Chufín*

Nivel 16 Nivel 17 Nivel 1 Tipo

Total ° o ° o Acum. Total ° o ° o Acum. Total ° o ° o Acum.

Total 181 151 272 Núcleos 43 24 Lascas, etc 4.785 1.929 Hojas 18 22 Hojitas 235 258 Martillos 1 1

(•según Cabrera y Bernaldo de Quirós)

Altamira (Alcalde) Altamira (Obermaier) El Pendo (Carballo) Tipo

Total Total Cum. ° o Total

2 0,39 0,39 15 2,86 3,25

1 0,19 3,44

6 1,15 4,59

1 0,19 4,78 6 1,15 5,93

14 2,69 8,62 12 2,30 10,92

8 1,53 12,45 54 10,34 22,79 12 2,30 25,09 3 0,59 25.68 1 0,19 25,87

14 2,68 28,55 8 1,53 30,08 1 0,19 30,27 1 0,19 30,46 8 1,53 31,99 3 0,59 32,58 2 0,39 32,97

37 7,09 40,06 8 1,53 41,59 2 0,39 41,98

12 2,30 44,28 6 1,15 45,43 3 0,59 46,02

1 2 3 4 1 5 7 8

11 12 13 1 14 15 16 17 2 22 23 24 25 26 27 28 29 30 1 31 32 35 36 37

2 1 2 1

152

Altamira (Alcalde) Altamira (Obermaier) El Pendo (Carballo) Tipo

Total Total % Cum. % Total

38 39 40 41 1 43 44 49 57 1 58 59 60 61 1 62 63 65 2 66 1 68 69 13 70 7 71 5 72 6 73 74 2 75 2 76 77 78 85 89 1 92 2 Total 50 Núcleos Lascas, etc Hojas Hojitas Chopper Martillos Amoladeras

3 0,59 46,61 1 0,19 46,80 4 0,79 47,59 2 0,39 47,98 1 0,19 48,17

16 3,06 51,23

1 0,19 51,42 1 0,19 51,61 4 0,79 52,40 6 1,15 53,55 6 1,15 54,70 3 0,59 55,29

45 8,62 63,91 19 3,63 67,54

1 0,19 67,73 20 3,83 71,56 15 2,85 74,41 14 2,68 77,09 20 3,83 80,92

1 0,19 81,11 50 9,58 90,69 17 3,26 93,95

2 0,39 94,34 19 3,64 97,98 3 0,59 98,57 1 0,19 98,76 2 0,39 99,15 5 0,96 100,1 1

522 56

204 249

90 1 5 7

2 4

5 2 2 3

2 3

38 2

153

Tipo La Pasiega El Castillo Hornos de la Peña

1 2 0,60 0,60 1 0,52 0,52 5 4,00 4,00 2 1 0,52 1,04 1 0,80 4,80 4 1 0,30 0,90 2 1,05 2,05 5 3 0,90 1,80 2 1,05 3,14 3 2,40 7,20 8 10 3,02 4,82 5 2,62 6,28 7 5,60 12,80

10 2 0,60 5,42 11 4 1,20 6,62 2 1,60 14,40 12 3 0,90 7,52 3 1,57 7,85 3 2,40 16,80 13 8 2,41 9,93 3 1,57 9,42 4 3,20 20,00 14 7 2,11 12,04 6 3,14 12,56 2 1,60 21,60 15 12 3,62 15,66 3 1,57 14,13 3 2,40 24,00 16 2 0,60 16,26 2 1,05 15,18 1 0,80 24,80 17 4 1,20 17,46 5 4,00 28,80 18 1 0,52 15,70 19 2 0,60 18,06 21 1 0,52 16,22 22 1 0,80 29,60 23 1 0,30 18,36 5 2,62 18,84 1 0,80 30,40 24 4 1,20 19,56 12 6,28 25,12 1 0,80 31,20 25 2 1,05 26,17 26 1 0,80 32,00 27 4 1,20 20,76 28 4 1,20 21,96 1 0,52 26,69 1 0,80 32,80 29 2 0,60 22,56 3 1,57 28,26 30 27 8,16 30,72 6 3,14 31,40 9 7,20 40,00 31 11 3,32 34,04 5 2,62 34,02 32 2 0,60 34,64 35 5 1,51 36,15 4 2,09 36,11 36 4 1,20 37,35 37 3 0,90 38,25 1 0,80 40,80 38 3 0,90 39,15 39 1 0,52 36,63 40 2 0,60 39,75 1 0,52 37,15 41 5 1,51 41,26 1 0,52 37,67 43 9 2,72 43,98 1 0,80 41,60 44 4 1,20 45,18 3 1,57 39,14 3 2,40 40,00 58 8 2,41 47,59 59 9 2,72 50,31 3 2,40 46,40 61 2 0,60 50,91 1 0,52 39,66 62 1 0,80 47,20 63 4 1,20 52,11 64 1 0,52 40,18 65 23 6,97 59,08 5 2,62 42,80 12 9,60 56,80 66 14 4,20 63,28 4 2,09 44,89 3 2,40 59,20 67 2 0,60 63,88 69 11 3,32 67,34 5 2,62 47,51 7 5,60 64,80 70 14 4,20 71,54 6 3,14 50,65 8 6,40 71,20 71 7 2,10 73,64

154

Tipo La Pasiega El Castillo Hornos de la Peña

72 1 0,30 73,94 74 22 6,61 80,55 27 14,14 64,79 9 7,20 78,40 75 24 7,21 87,76 41 21,47 86,26 16 12,80 91,20 76 7 2,1 1 89,87 1 0,52 86,78 77 20 6,01 95,88 22 1 1,52 98,30 9 7,20 98,40 84 2 0,60 96,48 85 7 2,10 98,58 88 3 0,90 99,48 1 0,52 99,34 89, 1 0,80 99,20 92 1 0,30 99,78 1 0,52 99,86 1 89 100,00 Total 331 191 125 Núcleos 69 31 16 Lascas, etc. . . . 1.290 159 94 Hojas 219 29 19 Hojitas 517 6 7 Choppers 7 1 Martillo 1 1

Morín (Carballo + , ._ , . v d e l s ) Morin (Echegaray)

Tipo Total Total % Cum.%

5 1 2 1,45 1,45 7 1 0,72 2,17

10 5 3,62 5,79 11 1 2 1,45 7,24 12 3 2,17 9,41 13 1 0,72 10,13 14 1 0,72 10,85 15 1 0,72 11,57 17 1 0,72 12,29 20 1 24 1 2 1,45 13,74 26 3 2,17 15,91 27 1 0,72 16,63 30 1 1 0,72 17,35 31 1 0,72 18,07 35 1 1 0,72 18,79 36 3 2,17 20,96 37 2 1,45 22,41 38 1 0,72 23,13 41 2 1,45 24,58 42 2 1,45 26,03 44 2 58 2 1,45 27,48

155

Tipo

Morín (Carballo + V. del S.)

Total

Morín (Echegaray)

Total

59 60 61 65 66 69 70 71 72 74 75 77 78 79 85 86 87 88 90 Total Núcleos Lascas, etc. Hojas Hojitas Martillos Amoladeras

1 0,72 28,20 2 1,45 29,65 1 0,72 30,37

27 19,57 49,94 4 6 4,35 54,29 9 3 2,17 56,46 9 1 0,72 57,18

2 1,45 58,63 10 9 6,52 65,15 2 5 3,62 68,77 4 10 7,25 76,02 1 2 1,45 77,47

1 0,72 78,19 1 0,72 78,91

14 10,15 89,06 2 1,45 90,51 3 2,17 92,68 5 3,62 96,30 5 3,62 99,92

47 138 46

1.165 60

136 2 1

Santimamiñe Bolinkoba D Bolinkoba E ipo Total % Cum. % Total % Cum. % Total % Cum. %

1 12 6,86 6,86 9 1,70 1,70 5 2,56 2,56 2 1 0,19 1,89 1 0,51 3,07 33 3 0,57 2,46 1 0,51 3,58 4 3 0,57 3,03 1 0,51 4,09 5 1 0,57 7,43 18 3,41 6,44 3 1,54 5,63 6 2 1,03 6,66 7 2 0,38 6,82 8 1 0,57 8,00 17 3,22 10,04 4 2,05 8,71

10 1 0,57 8,57 2 0,38 10,42 11 2 1,14 9,71 8 1,51 11,93 6 3,08 11,79 12 3 1,71 11,42 4 0,76 12,69 2 1,03 12,82 13 6 1,15 13,84 1 0,51 13,33 14 4 2,29 13,71 10 1,91 15,75 5 2,56 15,89

156

Santimamiñe Bolinkoba D Bolinkoba E Total % Cum. % Total % Cum. % Total % Cum. %

15 7 4,00 17,71 13 2,46 18,21 6 3,08 18,97 16 5 2,86 20,57 3 0,57 18,78 3 1,54 20,51 17 6 3,43 24,00 1 1 2,09 20,87 4 2,05 22,56 18 2 0,38 21,25 19 1 0,19 21,44 r 0,51 23,07 22 1 0,57 24,57 1 0,19 21,63 23 1 0,57 25,17 13 2,47 24,10 1 0,51 23,58 24 2 1,14 26,28 6 1,15 25,25 3 1,54 25,12 26 1 0,19 25,44 27 4 2,29 28,57 6 1,15 26,59 4 2,05 27,17 28 1 0,57 29,14 7 1,34 27,93 6 3,08 30,25 29 3 1,71 30,85 4 0,76 28,69 4 2,05 32,30 30 19 10,86 41,71 49 9,30 37,99 14 7,18 39,48 31 13 7,43 49,14 19 3,61 41,60 9 4,61 44,09 32 5 2,86 52,00 2 0,38 41,98 34 2 0,38 42,36 1 0,51 44,60 35 6 3,43 55,43 1 1 2,09 44,45 7 3,59 48,19 36 2 1,14 56,57 4 0,76 45,21 37 4 0,76 45,97 3 1,54 49,73 38 6 1,15 47,12 1 0,51 50,24 39 2 0,38 47,50 40 2 0,38 47,88 41 3 1,71 58,28 3 0,57 48,45 2 1,03 51,27 42 26 4,93 53,38 17 8,72 59,99 43 5 2,86 61,14 4 0,76 54,14 2 1,03 61,02 44 4 2,29 63,43 1 0,19 54,33 1 0,51 61,53 48 2 0,38 54,71 1 0,51 62,04 49 1 0,51 62,55 57 1 0,51 63,06 58 2 1,14 64,57 21 3,99 58,70 8 4,13 67,19 59 3 1,71 66,28 9 1,70 60,40 2 1,03 68,22 60 1 0,57 66,85 2 0,38 60,78 2 1,03 69,25 61 4 2,29 69,14 9 1,70 62,48 2 1,03 70,28 62 2 1,14 70,28 2 0,38 62,86 1 0,51 70,79 63 2 0,38 63,24 64 1 0,19 63,43 65 10 5,71 75,99 38 7,21 70,64 11 5,65 76,44 66 3 1,71 77,70 24 4,55 75,19 6 3,08 79,52 67 3 0,57 75,76 6 3,08 82,60 69 2 0,38 76,14 70 1 0,57 78,27 5 0,96 77,10 1 0,51 83,11 74 10 5,71 83,98 22 4,17 81,27 7 3,59 86,70 75 6 3,43 87,41 23 4,36 85,63 5 2,56 89,26 76 5 0,96 86,59 4 2,05 91,31 77 5 2,86 90,27 27 5,12 91,71 6 3,08 94,39 78 1 0,57 90,84 4 0,76 92,47 84 1 0,19 92,66 85 15 8,57 99,41 28 5,31 97,97 10 5,13 99,52

157

Santimamiñe Bolinkoba D Bolinkoba E Total % Cum. % Total % Cum. % Total % Cum. %

86 1 0.19 98,16 87 1 0,19 98,35 88 1 0,57 99,98 6 1,15 99,50 89 2 0,38 99,88 90 1 0,19 100,07 92 1 0,51 100,03 Total 175 527 195 Núcleos 61 48 10 Lascas, etc 858 623 199 Hojas 250 289 136 Hojitas 670 416 200 Chopper 1 Martillos 1 Amoladeras 1 10 1

Ermittia Aitzbitarte Harpons Tipo

Total % Cum. % Total % Cum. % Total % Cum. %

1 11 8,20 8,20 5 1,49 1,49 15 4,50 4,50 2 2 1,50 9,70 7 2,09 3,58 4 1,20 5,70 3 3 0,89 4,47 1 0,30 6,00 4 2 1,50 1 1,20 2 0,60 5,07 5 4 3,00 14,20 1 0,30 5,37 18 5,41 1 1,41 7 1 0,75 14,95 8 1 0,75 15,70 4 1,19 6,56 7 2,10 13,51 9 1 0,30 6,86

10 1 0,75 16,45 3 0,89 7,75 11 1 0,75 17,20 6 1,78 9,53 3 0,90 14,41 12 1 0,75 17,95 4 1,19 10,72 4 1,20 15,61 13 2 0,60 11,32 2 0,60 16,21 14 2 1,50 19.40 10 2,98 14,30 1 0,30 16,51 15 11 8,20 27,60 5 1,49 15,79 7 2,10 18,61 16 7 2,10 20,71 17 7 5,20 32,80 8 2,38 18,17 10 3,00 23,71 18 1 0,75 33,55 1 0,30 18,47 1 0,30 24,01 19 1 0,75 34,30 1 0,30 18,77 21 2 0,60 19,37 22 2 1,50 35,80 1 0,30 19,67 23 2 1,50 37,30 3 0,89 20,56 5 1,50 25,51 24 1 0,75 38,05 3 0,89 21,45 4 1,20 26,71 27 12 9,00 47,05 6 1,78 23,23 2 0,60 27,31 28 7 5,20 53,25 5 1,49 24,72 11 3,30 30,61 29 2 1,50 54,75 1 0,30 25,02 4 1,20 31,81 30 8 6,00 60,75 11 3,28 28,30 19 5,71 37,52 31 4 3,00 63,75 8 2,38 30,68 24 7,21 44,73

158

Tipo Ermittia Aitzbitarte Harpons

Total Cum. % Total Cum. % Total Cum. %

69,75

70,50

32 1 0,75 64,50 33 34 35 3 2,25 66,75 36 37 3 2,25 69,00 38 39 40 41 1 0,75 42 43 44 58 1 0,75 59 61 1 0,75 71,25 62 63 65 3 2,25 66 2 1,50 67 69 1 0,75 70 71 72 1 0,75 74 2 1,50 75 2 1,50 76 77 4 3,00 78 1 0,75 79 80 81 83 2 1,50 84 85 21 15,67 86 1 0,75 87 88 89 90 92 Total 134 Núcleos 32 Lascas, etc 1.665 Hojas 235 Hojitas 976 Martillos

73,50 75,00

75,75

76,50 78,00 79,50

82,50 83,25

84,75

100,42 101,17

4 1 2 7 3 3

3 3 6 1 1 4 5

1 14

1

17 3 1

1 1 26 13 2

22 3 5 3 2 7 2

37 2 5 2 2 2 5

335 184

2.406 663

1.154 1

1,19 0,30 0,60 2,09 0,89 0,89

5,07 0,89 0,30 3,28 7,76 3,88 0,60 6,56 0,89 1,49 0,82 0,60 2,09 0,60

1 1,04 0,60 1,49 0,60 0,60 0,60 1,49

31,87 32,17 32,77 34,86 35,75 36,64

1,50 46,23

0,89 37,46 0,89 38,35 1,78 40,13 0,30 40,43 0,30 40,73 1,19 41,92 1,49 43,41

1 0,30 43,71

0,30 44,01 4,18 48,19 0,30 48,49

53,56 54,45 54,75 58,03 65,79 69,67 70,27 76,83 77,65 79,14 80,03 80,63 82,72 83,32 94,36 94,96 96,45 97,05 97,65 98,25 99,74

1 5 5 1 2 2 2 3

8 5 3 2

10 18 4 4

12 2 2

15 16

1 23

1

0,30 1,50 1,50 0,30 0,60 0,60 0,60 0,90

2,40 1,50 0,90 0,60

3,00 5,41 1,20 1,20 3,60 0,60 0,60 4,50 4,80 0,30 6,91 0,30

46,53 48,03 49,53 49,83 50,43 51,03 51,63 52,53

7 2,10 54,63

57,03 58,53 59,43 60,03

63,03 68,44 69,64 70,84 74,44 75,04 75,64 80,14 84,94 85,24 92,15 92,45

20 6,01 98,46

4 1,20 99,66

1 0,30 99,96

333 8

24 67 32

2

159

Isturitz Illa Isturitz F2 Grotte du Pape Tipo

1 49 10,34 10,34 2 3 7 1,48 11,28 4 2 0,42 12,24 5 82 17,30 29,54 6 7 2 0,42 29,96 8 13 2,74 32,70 9 1 0,21 32,91

11 1 0,21 33,12 12 1 0,21 33,33 13 14 4 0,84 34,77 15 2 0,42 34,59 16 2 0,42 35,01 17 5 1,06 36,07 18 4 0,84 36,91 19 22 2 0,42 37,33 23 7 1,48 38,81 24 1 0,21 39,02 27 8 1,69 40,71 28 29 2 0,42 41,13 30 9 1,90 43,03 31 7 1,48 44,51 34 1 0,21 44,72 35 23 4,85 49,57 36 15 3,16 52,73 37 5 1,05 53,78 38 3 0,63 54,41 40 6 1,27 55,68 41 10 2,1 1 57,79 42 26 5,49 63,28 43 44 1 0,21 63,49 47 2 0,42 63,91 57 58 2 0,42 64,33 59 5 1,05 65,38 60 61 9 1,90 67,28 62 1 0,21 67,49 63 2 0,42 67,91 65 20 4,22 72,13 66 27 5,70 77,83

160

4 3,96 3,96 2 1,46 1,46 1 0,99 4,95 2 1,46 2,98 2 1,98 6,93 5 3,65 6,63

2 1,46 8.09 12 1 1,89 18,82 9 6,57 14.66

2 1,46 16,12 1 0,73 16,85

4 3,96 22,78 4 2,92 19,77

1 0,73 20,50 1 0,73 21,23

2 1,98 25,75 3 2,19 23,42 3 2,97 28,72 2 1,46 24,88 5 4,95 33,69 1 0,73 25,61

1 0,73 26,34 2 1,98 35,67 1 0,73 27,07

1 0,99 36,66 2 1,46 28,53

1 0,99 37,65 2 1,46 29,99 1 0,99 38,64 4 3,96 42,60 2 1,98 44,58 1 0,73 30,72 5 4,95 49,53 5 3,65 34,37 2 1,98 51,51 3 2,97 54,48 5 3,65 38,02

1 0,73 38,78 2 1,46 40,21

1 0,99 55,47 3 2,97 58,44 2 1,46 41,67

1 0,73 42,40

2 1,98 60 42 1 0,99 61,41

1 0,73 43,13 2 1,98 63,39 6 4,38 47,51

5 3,65 51,61 1 0,99 64,38 1 0,99 65,39 3 2,19 53,80

1 0,73 54,53 1 0,99 66,38

12 1 1,89 78,27 3 2,19 56,72 4 3,96 82,23 9 6,57 63,29

Isturitz Illa Isturitz F2 Grotte du Pape Tipo

Total % Cum. % Total % Cum. % Total % Cum. %

67 21 68 69 2 70 32 71 4 72 74 12 75 16 76 1 77 16 78 1 85 89 Total 461 Núcleos 1 Lascas, etc 1 Hojas 23 Hojitas 2 Martillos

4,43 82,26 2 1,98

0,42 82,68 1 0,99 6,75 89,43 1 0,99 0,84 90,27 2 1,98

2,53 92,80 3 2,97 3,37 96,17 2 1,98 0,21 96,38 3,37 99,75 7 6,94 0,21 99,96

101 1 1

30

84,21 1 0,73 64,02 1 0,73 64,75

85,20 86,19 13 9,49 74,24 88,17 1 0,73 74,97

8 5,84 80,81 91,14 7 5,11 85,92 93,12 8 5,84 91,76

1 0,73 92,49 100,06 5 3,65 96,14

1 0,73 96,87 4 2,92 99,79 1 0,73 100,52

137

12 22

2

COLECCIONES MENORES

El Buxu Coberizas Riera (1972) C.Mina (Jordá) Atxeta Atxuri

Tipo Total Tipo Total Tipo Total Tipo Total Tipo Total Tipo Total

27 1 12 1 15 1 31 1 14 1 24 1 44 1 23 1 30 2 65 2 30 1 31 2 72 1 70 1 58 1 75 2 74 2 65 3 Total . . . 8 75 1 66 1

Total . . . 8 70 1 71 1 72 1 74 1 75 1 85 2 Total.. 18

69 2 8 1 69 2 70 5 16 1 70 2 71 1 30 6 72 1 72 6 31 1 Total . . . 5 Total.. 14 32 1

40 1 44 1 69 1 85 1 Total.. 14

161

Castillo (1950) Camargo Cobalejos Rascaño La Haza

Tipo Total Tipo Total Tipo Total Tipo Total Tipo Total

24 1 14 1 69 1 70 1 70 1 63 1 22 1 70 1 66 1 70 3 Total . . . . 2 69 1 Total 5 70 2 74 1 75 1 Total 8

162

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170

INDICE

Página

Agradecimientos 5

1 INTRODUCCION 7

Nota Bibliográfica

2 CRONOLOGIA DEL SOLUTRENSE CANTABRICO 15

El Modelo de Laugerie Haute 15 El Modelo de Cueto de la Mina 17 Cronología por el Radiocarbono 20

3 EL MEDIO AMBIENTE SOLUTRENSE 23

La Evidencia Oceánica 23 El Glaciarismo y la Evidencia Geomorfológica 24 La Evidencia Palinológica 26 La Evidencia Paleontológica 29

4. LOS YACIMIENTOS Y CONFIGURACIONES SOLUTRENSES: UN RESUMEN DESCRIPTIVO 33

La Cuenca del Río Nalón 33 Pena de Candamo 33 Las Caldas 36 Cueva Oscura 38

La Cuenca del Río Sella 39 Cova Rosa 40 El Cierro 41 El Buxu 42

La Cuenca de las Cabras y del Calabres 43 Coberizas 43 Cueto de la Mina 44 La Riera 46 Tres Calabres 53 Balmori 53

La Cuenca del Río Deva de Asturias y Santander 54 Cueva del Sel 54

La Cuenca del Río Nansa 55 Cueva Chufín 55

Las Cuencas del Saja y del Besaya 56 Pena de Caranceja 56 Altamira 58 Hornos de la Peña 61

La Cuenca del Río Pas 63 La Pasiega 63 El Castillo 65 Cobalejos 67

La Comarca de la Bahía de Santander 68 El Mazo de Camargo 68

171

Página

El Pendo 69 Cueva Morín 71

La Cuenca del Río Miera 74 Fuente del Francés 74 La Bona 7 5

El Rascaño 75 El Salitre 76

La Cuenca del Río Asón 77 El Mirón 77 La Haza 78

El Grupo Vizcaíno: La Cuenca de la Ría de Guernica Rio Oca y la Cuenca Superior del Rio Ibaizabal . . . . 78 Santimamiñe 79 Atxeta 81 Atxuri 82 Bolinkoba 82

La Cuenca del Río Deva de Guipúzcoa 85 Ermitia 85

La Cuenca del Río Urumea 87 Aitzbitarte IV 87

La Cuenca del Río Araquil 87 Coscobilo 87

El País Vasco y Pirineo Occidental Franceses 88

5. LA CAZA Y LA SUBSISTENCIA SOLUTRENSE 91

La Caza 91 La Pesca y la Recolección de Moluscos 96 La Estacionalidad 97

6. ANALISIS DE LAS INDUSTRIAS 101

Los Conjuntos Líticos 1 01 Las Puntas Solutrenses 121 La Industria Osea 127 El Solutrense en el Arte Rupestre 128

7. CONCLUSIONES 131

APENDICE I 137 APENDICE II 138 BIBLIOGRAFIA 163 LISTA DE FIGURAS 173

172

LISTA DE FIGURAS

Figura Título Página

1.1. Mapa de los yacimientos solutrenses del País Vasco 9 1 2 Mapa de los yacimientos solutrenses de Asturias y Cantabria 10 4 1 Mapa de los yacimientos solutrenses del centro de Asturias 35 4.2. Mapa de los yacimientos solutrenses del este de Asturias y oeste de Cantabria 40 4 3. Plano de la Cueva de la Riera 47 4.4. Sección estratigráfica longitudinal de la Riera (línea D E) 48 4 5 Sección estratigráfica transversal de la Riera (línea 4 5) 49 4 6. Sección estratigrafía transversal de la Riera (línea 9-10) 50 4 7. Mapa de los yacimientos solutrenses del centro de Cantabria 57 4 8. Mapa de los yacimientos solutrenses de Vizcaya y este de Guipúzcoa 79 6 1 Gráficos acumulativos solutrenses de el Cierre, la Riera (VDS), Cava Rosa, las Caldas y Cueva Oscura

de Perán 104 6.2. Gráficos acumulativos solutrenses de Cueto de la Mina 105 6 3 Gráfico acumulativo del Nivel 4 de la Riera 105 6.4. Gráfico acumulativo del Nivel 5 6 de la Riera 106 6 5. Gráfico acumulativo del Nivel 7 de la Riera 106 6 6. Gráfico acumulativo del Nivel 8 de la Riera 107 6.7. Gráfico acumulativo del Nivel 9 de la Riera 107 6.8. Gráfico acumulativo del Nivel 14 de la Riera 108 6 9. Gráfico acumulativo del Nivel 1 6 de la Riera 108 6.10. Gráfico acumulativo del Nivel 17 de la Riera 109 6.11. Gráfico acumulativo solutrense de Cueva Chufín 109 6.11a Gráficos acumulativos solutrenses de Altamira, Cueto de la Mina E y Laugene-Haute Est Niveles

21-23 110 6.12. Gráficos acumulativos solutrenses de la Pasiega, Cueva Morín y Altamira 110 6.13. Gráficos acumulativos solutrenses de el Castillo y Hornos de la Peña 111 6.14. Gráficos acumulativos solutrenses de Aitzbitarte, Ermittia, Santimamiñe y Bolinkoba 111 6.15. Gráficos acumulativos solutrenses de Isturitz, Grotte du Pape y Grotte des Harpons 112 6.16. Parejas de colecciones que no se distinguen estadísticamente a nivel de 0,05 115 6.17. Análisis de componentes principales («Modo Q») 116 6.1 8. Puntas de muesca y romboidales 122 6.19. Puntas de base cóncava, de laurel y de sauce 123

173