el ser humano y su dimension afectiva

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El ser humano y su dimensión afectiva Extracto de Antropología Filosófica, Yepes La afectividad es una dimensión muy importante del ser humano, que se encuentra como zona intermedia entre lo sensible y lo intelectual y que se constituye a su vez en punto de encuentro de ambos. En ella habitan los sentimientos, los afectos, las emociones y las pasiones. La importancia que ellos tienen para la vida humana se relaciona con la influencia y muchas veces determinación que ejercen sobre la condcuta. Según la psicología, los sentimientos pueden descomponerse en cuatro elementos fundamentales: La relación entre estos cuatro elementos no es casual o contingente, sino lógica y necesaria, es decir, forman una secuencia constante, que se da en todos los casos. Por ejemplo: si vemos un león suelto (1), sentiremos miedo (2), se nos acelerará el corazón (3), y saldremos huyendo (4). Los cuatro componentes señalados son necesarios para definir un sentimiento: es preciso atender al contexto y al origen u objeto desencadenante, al tipo de perturbación anímica que se produce, a las alteraciones orgánicas consiguientes, y a la respuesta de conducta que generan. Solamente después de analizar en cada caso toos estos elementospodremos llegar a identificar, definir y entender correctamente de qué sentimiento se trata. 1 Objeto desencadena nte y sus circunstanc ias Emoción o perturbació n anímica Alteracione s orgánicas o anímicas Conducta o manifestaci ón

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El ser humano y su dimensión afectiva

Extracto de Antropología Filosófica, Yepes

La afectividad es una dimensión muy importante del ser humano, que se encuentra como zona intermedia entre lo sensible y lo intelectual y que se constituye a su vez en punto de encuentro de ambos. En ella habitan los sentimientos, los afectos, las emociones y las pasiones. La importancia que ellos tienen para la vida humana se relaciona con la influencia y muchas veces determinación que ejercen sobre la condcuta.

Según la psicología, los sentimientos pueden descomponerse en cuatro elementos fundamentales:

La relación entre estos cuatro elementos no es casual o contingente, sino lógica y necesaria, es decir, forman una secuencia constante, que se da en todos los casos. Por ejemplo: si vemos un león suelto (1), sentiremos miedo (2), se nos acelerará el corazón (3), y saldremos huyendo (4).

Los cuatro componentes señalados son necesarios para definir un sentimiento: es preciso atender al contexto y al origen u objeto desencadenante, al tipo de perturbación anímica que se produce, a las alteraciones orgánicas consiguientes, y a la respuesta de conducta que generan. Solamente después de analizar en cada caso toos estos elementospodremos llegar a identificar, definir y entender correctamente de qué sentimiento se trata.

Hay que advertir que usamos aquí la palabra sentimiento de un modo muy genérico, practicamente equivalente a emoción (que en rigor es una perturbación más momentánea y orgánicamente más intensa que el sentimiento,) a afecto (que da nombre al mundo de la afectividad) e incluso pasión (el término con el que los clásicos nombraban a algunos de los afectos) aunque técnicamente las diferencias entre ellos son clraras.

Qué son los sentimientos

Podemos definir los sentimientos como “el modo de sentir las tendencias” (J. Vicente-J. Choza) o como las tendencias sentidas, tanto las sensibles como las intelectivas. La tristeza, por ejemplo,

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Objeto desencadenante

y sus circunstancias

Emoción o perturbación

anímica

Alteraciones orgánicas o

anímicas

Conducta o manifestación

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sería la aversión o rechazo a un mal presente en cuanto sentida. Otro modo de definirlos es decir que son “la conciencia de la armonía o disarmonía entre la realidad y nuestras tendencias” (Id.). Entre la realidad percibida y nosotros puede existir acuerdo o conflicto; cuando tomamos conciencia de uno u otro, surgen los sentimientos, que serían entonces la conciencia de la adecuación o inaecuación entre la realidad y nuestras tendencias.

Así pues, los sentimientos son perturbaciones de la subjetividad ante una valoración o tendencia positiva o negativa respecto de algo real, que “nos afecta”. Precisamente porque los sentimientos son una conciencia de nuestras tendencias, tienen un valor cognoscitivo: “dicen” algo de la realidad que los provoca, como se ve en el caso de las madres, que saben lo que le pasa a los hijos mejor que nadie. Pero también “dicen” algo del sujeto que siente, en concreto dicen de él la manera de estar afectado por los objetos y por el mundo en general.

Reflexión sobre los sentimientos

El puesto de la afectividad y los sentimientos en la vida humana es muy central. Son ellos los que conforman la situación anímica interior e íntima, los que impulsan o retraen la acción, y los que, en definitiva, juntan y separan a los hombres. Además, la posesión de los bienes más preciados y la presencia de los males más temidos significan que nos embargan aquellos sentimientos que nos dan o quitan la felicidad. Es por eso necesario hacer algunas consideraciones más “vivenciales” acerca de los sentimientos, que pueden ayudar a entender este importante papel que desempeñan en la vida humana.

La idea fundamental que podemos obtener de lo dicho hasta ahora es una valoración muy positiva de los sentimientos: refuerzan las tendencias. Esta valoración positiva en modo alguno es irrelevante, pues hay una escuela racionalista de ética, representada por Kant y Hegel, que concede a los sentimientos individuales un valor negativo, como si fuesen algo propio de seres débiles. El racionalismo ético, y también el puritanismo religioso, es rigorista y poco comprensivo con los errores y debilidades humanas: pone el deber por encima de todo.

1.- Actualmente tenemos una valoración de los sentimientos mucho más positiva y acorde con lo real, frente a mentalidades que lo han reprimido, como si fueran una debilidad humana vergonzosa, que se debe extirpar. El peligro que hoy tenemos respecto de ellos es más bien un exceso en esta valoración positiva de ellos, el cual conduce a otorgarles la dirección de la conducta, tomarlos como criterio para la acción y buscarlos como fines en sí mismos: esto se llama sentimentalismo, y ees hoy muy corriente sobre todo en lo referente al amor.

Sin embargo, el dominio de los sentimientos no está asegurado; es una parte de la vida humana que no siempre es dócil a la voluntad y a la razón. Esta es una de las características principales de la afectividad.

2.- Los sentimientos pueden ir a favor o en contra de lo que uno quiere, no los podemos dominar completamente si nos empeñamos en educarlos. Esta posible disarmonía puede producir patologías psíquicas, morales o del comportamiento. Por ejemplo: el miedo a equivocarse genera

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inhibición, uno acaba por no actuar; el miedo a engordar puede producir anorexia, y mesclarse con problemas de autoestima. La aparición o desaparición de los sentimientos, por tanto, no es totalmente voluntaria: enamorarse es un ejemplo típico, “la química”. Cuando uno se enamora cabia todo, en especial el estado de ánimo; pero es algo que le sobreviene a uno. Lo mismo ocurre con un desengaño amoroso: uno quisiera olvidar, pero no puede, y sufre.

Una de las grandes enseñanzas de Platón es mostrar cómo se consigue que los sentimientos colaboren con las tendencias y la voluntad: “Los sentimientos acompañan, son los grandes compañeros del hombre, aunque no tienen la mayoría de edad, cuando se les deja actuar solos pueden crecer desmesuradamente y causar anomalías y patologías”. La virtud que los domina se llama sofrosyne, que significa moderación, sociego, armonía, autodominio, templanza.

3.- Los sentimientos son irracionales en su origen, pero armonizables con la razón. No pueden ser conceptualizados más que en parte, pero de hecho acompañan a los pensamientos y los deseos racionales. Este carácter irracional de los sentimientos, claramente percibidos por los pensadores clásicos, es el causante de que en la vida humana no todo sea exacto, matemático y coherente: hay un ancho margen para la fantasía, el misterio y la irracionalidad.

4.- Los sentimientos producen valoraciones inmediatas, sobre todo de las personas, pero también de situaciones que evocan determinados bienes, males, recuerdos: uno se emociona al volver a lugares donde fue feliz hace tiempo, se habla de “presentimiento”, de “intuición”, etc. Esta valoración espontánea que el sentimiento provoca predispone tremendamente la conducta en uno u otro sentido.

5.- Los sentimientos refuerzan las convicciones y les dan fuerza: cuando las cosas se sienten, son más nuestras. La diferencia entre un buen y un mal profesor es si “está convencido” de lo que dice, es decir, si lo siente como suyo, o recita la lección como si no le importara. Los sentimientos convocan más fácilmente la atención de los demás, hacen que las cosas nos importen, suprimen la indiferencia: quien pone pasión en lo que dice y hace, arrastra a otros a escuchar o seguirle.

5.- La variedad de sentimientos produce la variedad de caracteres, según predominen unos u otros. Así se conforma una parte importante de la personalidad de cada uno. La intensidad y forma de manifestarse de los sentimientos hacen que predominen en la conducta una actitudes u otras:

a) El apasionado pone pasión e intensidad en lo que haceb) El sentimental se deja llevar por los sentimientosc) El cerebral y frio es racionalista e inconmovible al “lenguaje del corazón”d) El “sereno” es aquel cuyos sentimientos tardan en despertarse. Suele sentir entonces

mucho más que los de “lágrima fácil”, que suelen se más volublese) El apático (a-patheia significa sin pasiones) siente poco, porque conoce poco, no tiene

tendencias ni aetencias ni metas, es indiferente.

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6.- Lo decisivo es tener los sentimientos adecuados a la realidad: que haya proporción entre el desencadenante u objeto del sentimiento, y éste mismo y su manifestación. Esto exige no engañarse en el conocimiento de la realidad, objeto o desencadenante que los provoca. Este es el origen de las frustraciones, p.ejm. acerca de la propia inteligencia, y en general, de la propia valía, cuando se piensa, por ejemplo que uno está por debajo de donde realmente merece estar.

Los errores en la autoestima originan sentimientos falsos, de sobrestimación, prepotencia o frustración. Lograr una estimación correcta de la realidad y de uno mismo evita que los sentimientos hagan salidas en falso: poner mucha ilusión en una cosa o persona imposible para nosotros origina frustración y que uno ya no intente nada.

¿Cómo se miden o valoran los sentimientos?

La presencia o ausencia de ellos no se mide solo por la emoción o perturbación psíquica o anímica, es decir, por un estado de ánimo interior, sino también por la conducta o manifestación externa de ese sentimiento.

La emoción es pasajera y volcánica, intensa, pero suele pasar con cierta rapidez porque es más superficial. En cambio, los sentimientos profundos no desaparecen tan fácilmente, pero tampoco se detectan tan fácilmente mediante estados emocionales: se puede sentir algo muy profundamente y durante mucho tiempo sin emocionarse por ello. Por tanto, los sentimientos más profundos son aquellos que se prolongan en el tiempo, por ejemplo el amor de los padres. Si tenemos un acceso de ira hacia una persona tal vez creemos que “no sentimos nada por ella”; es decir, esa ira tapa nuestro verdadero sentimiento; esto ocurre porque los sentimientos se superponen unos con otros.

Por otra parte la forma real de manifestar los sentimientos es a través de la conducta. Lo que una persona siente por otra no es cuetión se sensaciones, emociones o palpitaciones del corazón, sino que se ve en la conducta, por ejemplo cuando alguien afirma que verdaderamente nos aprecia y luego actúa con idiferencia. La conducta delata los sentimientos de modo más directo, visible y auténtico que las palabras. Basta ser un buen observador y mirar a la cara a la gente, o a los gestos, o a la manera de hablarnos: todo esto está diciendo lo que siente por nosotros mejor que sus palabras.

La conducta no mediada por la reflexión y la voluntad, es decir, la conducta apoyada únicamente en los sentimientos –el sentimentalismo-, produce insatisfacción con uno mismo y baja auoestima: adoptar como crieterio para una determinada conducta la presencia o ausencia de un sentimiento que la justifique genera una vida dependiente de los estados de ánimo, que son cíclicos y terriblemente cambiantes: las auforias y los desánimos se van entonces sucediendo la conducta no responde a un crierio racional, sino a como nos sintamos.

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Manifestación de los sentimientos

Los sentimientos hay que aprender a manifestarlos: es necesario hacerlo para tener una relación madura con el entorno y con uno mismo. Aunque muchas personas aprenden espontáneamente, no todas saben hacerlo.

La manifestación de los sentimientos debe ser armónica con el conjunto de la conducta, en la cual intervienen los fines elegidos, las convicciones, la voluntad, la razón, etc… Es decir, los sentimientos deben guardar armonía con las restantes dimensiones humanas y debe ser también proporcional a la importancia que tengan y al objeto.

El arte es quizá el modo más sublime de expresar los sentimientos, porque expresa en primer lugar una realidad, es decir, el objeto desencadenante, y además nuestro sentimiento hacia ella. El arte mismo es todo él una manifestación de los sentimientos y de la capaciad creadora del hombre.

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