el sentido de si

112
EL SENTIDO DE SÍ UN ENSAYO SOBRE EL FEMINISMO Y LA FILOSOFÍA DE LA CULTURA EN MÉXICO RUBÍ DE MARÍA GÓMEZ CAMPOS L1 siglo veintiuno INSTITUTO editores MICHOACANO MUJER

Upload: pellizcalaluna

Post on 25-Sep-2015

31 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

un ensayo sobre el feminismo y la filosofia de la cultura en mexico por Rubi De Maria Gomez Campos contenido 112 paginas siglo veintiuno editores

TRANSCRIPT

  • EL SENTIDO DE S UN ENSAYO SOBRE EL FEMINISMO

    Y LA FILOSOFA DE LA CULTURA EN MXICO

    RUB DE MARA GMEZ CAMPOS

    L1siglo veintiuno

    INSTITUTO editores MICHOACANO

    MUJER

  • CQ000 04301 /2010 2010

    siglo veintiuno editores, sa. de CV. CERRO DEL AGUA 248. DELEGACIN COVACN, 04310. MXICO. 0

    siglo xxi editores, argentina, s.a. TUCUMN 1821.7 N. CIOSOMG, BUENOS AIRES. ARGENTINA -

    Agradezco con el amor intenso de siempre a Teo, por quien nunca he dejado de sentir

    la admiracin que me acerc a L Por su gran paciencia, comprensin y afecto,

    que se tradujeron en muchas tardes de trabajo y reflexin compartidas. Especialmente por la generosidad

    con la que ha hecho de nuestro tiempo una vida de trabajo y reflexin compartida...

    tarde a tarde, a travs de los aos y en medio de los hijos. Gracias al apoyo invaluable de su amor sabio y a su inslita capacidad de recproca entrega

    fue posible la realizacin de este trabajo.

    G-UFLE 10 tfl

    4cq_u7jr1 'q

    portada de mara luisa martnez passarge

    primera edicin, 2004

    siglo xxi editores, s.a de c.v

    en coedicin con el instituto

    michoacano de la mujer

    isbn 968-23-2533-1

    impreso y hecho en mxico

  • A Emma Justina y a Valentina Por su amor y su 4emplo.

    A todas las diosas hasta hoy innombradas por la gracia recibida de ser mujer y su aliento.

  • Rub de Mara Gmez Campos es licenciada en Filosofa y maestra en Filosofa de la Cultura por la Facultad de Filosofa Samuel Ramos de la Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, donde ha sido profesora-investigadora y coordinadora del Centro de In-vestigacin y Estudios de la Mujer (CLEM). Ha publicado ms de 100 artculos sobre el tema de filosofa y feminismo. Es colaboradora desde 1990 de la revista Fem y coautora, entre otros, de los libros: Lo femenino y lo masculino en perspectiva (Morelia, 1995), Filosofia de la cultura en Mxico (1997), Mujeres, gnero y desarmllo (1998), Mujeres y polticas pblicas (2001), Variaciones sobre arte, esttica y cultura (Mo-

    relia, 2002), y es coordinadora de Filosofia, cultura y diferencia sexual (Mxico, 2001). Entre otros, es premio internacional de ensayo poltico de la revista Nueva Sociedad de Caracas (1994). Actualmente es directora del Instituto Michoacano de la Mujer en el gobierno de Crdenas Batel.

    PRLOGO

    Entre las ruinas de dos espantosas guerras mundiales, la moderni-dad nos dej (suponiendo que haya desaparecido ya) una herencia de grandes adelantos cientficos, sociales e ideolgicos. No es el me-nor de ellos la situacin alcanzada por las mujeres en muchos aspec-tos de la vida social. Una comparacin entre esa situacin, existente a principios del pasado siglo y su estatus actual dara cumplida cuen-ta de esos avances; pero, al mismo tiempo, una revisin geogrfica, por superficial que friera, de su situacin actual en muchos pases, los pondra de nuevo en tela dejuicio. Mxico no estara entre los pases mejor situados. -

    Seguramente, el nmero de asesinatos de mujeres en diversas partes del mundo no tendr mucho que envidiar a las cifras mexi-canas. Si de los asesinatos pasamos a las violaciones, el fenmeno adquiere dimensiones pavorosas, y si de las violaciones pasarnos al abandono impune de la joven embarazada, entonces cobramos conciencia de la ausencia flagrante de los derechos de muchas mujeres frente al hombre en la vida social de Mxico. Claro que, incluso en este terreno, la situacin no es ya la de hace medio siglo, y las mujeres han sabido responder a su evidente posicin social de desventaja con una dignidad y un prestigio que reduce al famoso "machismo" de otros tiempos al lugar miserable que pblicamente le corresponde.

    Estos difciles y lentos progresos se deben a mltiples factores, pero no hay duda de que el ms importante de ellos es el del desa-rrollo del propio movimiento social de las mujeres en defensa de sus derechos. Esa movilizacin, en los pases de mayores alcances "civilizatorios", logr resquebrajar el poder de la vieja sociedad pa-triarcal y abrir el paso a las -mujeres en los medios polticos y acad-micos hasta entonces reservados a los hombres.

    Tambin se produjo en Mxico ese fenmeno y tal es el tema de este libro: el crecimiento de la autoconciencia de la mujer mexica-na ("sentido de s" dice nuestra autora desde el ttulo mismo de su libro) a lo largo del siglo xx.

    Slo contra una larga historia de grandes injusticias fue gene-rndose esa autoconciencia femenina en el mundo. Hace exacta-

    [xi]

  • xii PRLOGO PRLOGO xiii

    mente cien aos, en un libro publicado en Austria en 1903, titulado Sexo y carcter, el eminente psiclogo Otto Weininger deca: "El hombre vive conscientemente, la mujer inconscientemente [ ... ], la mujer recibe su conciencia del varn: la funcin de hacer conscien-te lo inconsciente es la funcin sexual del hombre tpico frente a la mujer tpica." Y, ms adelante: "La mujer de posicin ms elevada est todava infinitamente por debajo del varn que ocupe el nfimo de los lugares." Este libro famoso de Weininger hubo de ser reim-preso el mismo ao de su aparicin yen 1920 estaba en su vigsima edicin. Mario Erdheim, de cuyo esplndido libro La produccin social de- inconsciencia tomo estas citas, explica esas opiniones no slo por la "animadversin a las mujeres que dominaba el ambiente"* sino tambin por la influencia de la antigua tradicin cristiana y, a contracorriente, por "la ascendente significacin del movimiento femenino" a comienzos del siglo xx (p. 138).

    Esa ascendente autoconciencia feminista tena y tiene diversas facetas en el terreno de la cultura: haba que sacar a la luz la tra-dicin de pintoras, poetas, novelistas, actrices, activistas polticas; rehacer sus biografias desde el punto de vista de la mujer; generar una nueva crtica para establecer sus valores; constituir una psi-cologa que diera vuelta, como un guante, a los conceptos de Freud. Hacer, en una palabra, como ya dijo Elaine Showalter en su A literature of theirown (11977), el rbol genealgico del humanismo feminista.

    La constitucin de ese rbol genealgico impone a las mujeres una tarea que puede muy bien convertirse en consigna: esa tarea es la de escribir. Hlne Cixous lo ha dicho con suma claridad: escribir es la "actividad subversiva de la mujer", porque de lo que se trata es precisamente de subvertir los valores que han condicionado lo que Jonathan Culler denomina "ramificaciones de la opresin sexual". Y esa "actividad subversiva" puede empezar por la escritura de la pro-pia vida. La autobiografa femenina cuenta ya, en todo el mundo, con una bibliografa que no deja de crecer. El libro, en cierto modo inaugural, de Charlotte Perkins Gilman, El tapiz amari&,,** ha tenido una secuencia impresionante en el mundo occidental, pero tambin Rigoberta Mench sera su paradigma en el llamado tercer mundo. Y esta actividad de escritura, tambin terica, ha venido a demostrar

    * Mario Erdheim, La produccin social de inconsciencia. Una inlrod,wcin al proceso elnopsicoauallico, Mxico, Siglo XXI Editores, 2003, p. 140.

    ** Charlotte Perkins Gilman, El tapiz amarillo, trad. Margo Glantz, Mxico, Siglo XXI Editores, 2002.

    lo que Hlne Cixous postulaba: su capacidad para subvertir los viejos valores que frenan la plena independencia social de las mujeres.

    Y aqu volvemos de nuevo al libro de Rub de Mara Gmez Campos. Ella ha respondido al llamado imperioso de escribir como mujer, adoptando una nueva perspectiva en el anlisis de la actividad cultural femenina en Mxico, e intentando trazar una rama al menos de su genealoga acudiendo a la reflexin filosfica y al "acercamiento a la propia capacidad discursiva de las mujeres", lejos de los cdigos predefinidos por la cultura masculina.

    Queda claro, pues, que la autora adopta la lnea culturalista que Elaine Showalter mostr en su famoso ensayo "El feminismo en el de-sierto". El terreno en el que la mujer debe dar su batalla no es el de la biologa ni el de la psicologa ni el del lenguaje, sino el de la cultura, entendida en su espectro ms amplio e incluyendo en l a la poltica. "La masculinidad y la feminidad se construyen culturalmente" y, aa-de nuestra autora, "la intencin inicial de este trabajo fue localizar ciertas pautas para comprender la condicin de la mujer en el mbito de la cultura mexicana de principios del siglo xx".

    Se adoptan, pues, los nuevos criterios que hacen de la catego-ra de "gnero" el pivote de la reflexin. En un ensayo anterior, "Gnero, cultura y filosofa", de la doctora Rub de Mara Gmez, recogido en el libro colectivo Filosofa, cultura y diferencia sexual que ella misma coordin para la Universidad Michoacana, la autora su-braya el significado actual de ese trmino: la atribucin social de los rasgos que construyen la "femineidad" y la "masculinidad" en cada cultura. Es el nuevo nfasis de lo cultural sobre lo biolgico segn el viejo dictum de Simone de Beauvoir: "No se nace mujer, se llega a serlo" (o, dicho de otro modo, "nazco con mi sexo pero no con mi gnero"). En el caso de Mxico, "esta opcin nos acerca a una postura particularista que intenta vincular los procesos de emancipa-cin general de las mujeres con las formas de tradicin particular de sus propios contextos culturales".

    Es obvio que haba que partir del gran acontecimiento que fue la Revolucin mexicana: "la transformacin cultural derivada de las luchas sociales de esta poca dice la autora haba promovido un cambio en la situacin social de las mujeres", y con ello la pers-pectiva de una conciencia de su sentido de s mismas. Ms adelante precisa: "me propuse intentar comprender de manera general la relacin entre mujer y cultura en el periodo comprendido entre la etapa prerrevolucionaria y la posterior a la revolucin [ ... ], es decir,

  • XIV PRLOGO

    cmo se relaciona el desarrollo de la filosofa de la cultura en Mxi-co con el avance paralelo de la cultura de las mujeres".

    Y ese avance, que da comienzo conjuntamente con los proleg-menos de la Revolucin, acaba constituyendo una historia excep-cional de talento, coraje y tesn. Hay algunos hitos fundamentales que le sirven a Rub de Mara Gmez para fijar ciertos elementos ideolgico-culturales del proceso feminista.

    El que inicia su seleccin es el Primer Congreso Feminista de Yucatn, celebrado en Mrida, en 1916, en el que participa de ma-nera destacada una mayora de maestras normalistas. Es verdad que en las resoluciones de ese Congreso aparece una retrica romnti-co-modernista que en aquel tiempo era imposible evitar. Pero all se manifest tambin, desde el poder poltico masculino que con-vocaba al Congreso (Salvador Alvarado, gobernador del estado),-y de manen muy significativa, aquella mezcla rara de liberalismo, positivismo y socialismo que defina el nudo de conflictos ideolgi-cos de la Revolucin en aquel momento y que, en el terreno de la mujer, apenas traspasaba los lmites de un paternalismo benfico. Si la Revolucin de 1910 supuso para Mxico la bsqueda histrica de su sentido de s y, paralelamente, el de las mujeres, desemboc tambin en igual intento por parte de la filosofa mexicana que, distancindose del positivismo, empez a tantear los caminos de su propia autonoma.

    Otro paso importante de avance fue la creacin del Consejo Feminista Mexicano en 1923, de tendencia socialista, y, pocos aos despus, la constitucin de la seccin mexicana de la Unin de

    Mujeres Americanas, de intencin sufragista. En 1935, en plena poca cardenista, naci el Frente nico Pro Derechos de la Mujer (FUPDM), en cuyo seno empez a concretarse el "pensamiento de la diferencia" defendido por mujeres tan excepcionales como Juana Gutirrez de Mendoza y Concha Michel, cuyos talentos iban a la par con su valenta. La gran cuestin de la influencia confesional de la Iglesia pospuso en Mxico, como en algunos pases de Europa, la concesin del voto poltico a la mujer (aunque Lzaro Crdenas envi el correspondiente proyecto de ley al congreso de la nacin y qued all congelado). Slo -en 1953, ao en que se aprueba la ley. del voto femenino, puede considerarse cumplida la primen etapa

    del movimiento feminista en Mxico. Los grandes temas a debate durante esa primera poca no se

    reducan a la lucha por el voto. Las ms notables pensadoras de ese periodo plantearon con una fuerza y un tesn que hoy nos parecen

    PRLOGO . . XV

    heroicos, los problemas que relacionaban al movimiento con la educacin, el trabajo, la poltica y la religin, en un contexto que nunca encontr el respaldo social adecuado, ni siquiera el de los filsofos mexicanos para quienes, como indica la autora, "resulta-ba muy claramente cuestionable la marginacin que la filosofa de Europa impona sobre Mxico, pero no tanto la que ellos mismos mantenan hacia las mujeres mexicanas y su pensamiento". La cuestin se plantea entonces as: "Cmo se relaciona el desarrollo de la filosofa de la cultura en Mxico con el avance paralelo de la cultura de las mujeres?"

    Habr que esperar al decenio de los setenta del siglo pasado para empezar a ver cristalizarse esa relacin y, al mismo tiempo, ese sentido de s de la mujer en Mxico, objeto de este libro. Estos ltimos treinta aos han visto la creciente insercin y el reconoci-miento de las mujeres en el mundo cultural y, particularmente, en el mbito filosfico; han visto tambin las muy notables aportacio-nes conceptuales femeninas a la teorizacin de todo este proceso, y el desarrollo, muchas vecel conflictivo y polmico en su propio seno, de la autonoma del pnsamiento feminista respecto del r-gimen patriarcal todava imperante. Era preciso, primero, analizar las posiciones filosficas prevalecientes en el establecimiento mas-culino (Vasconcelos, Ramos, Uranga), para desplegar ante nuestros ojos el "estado de la cuestin". Y seguidamente, el pensamiento de las figuras emblemticas de diversas corrientes feministas: Concha Michel, Antonieta Rivas Mercado, Gabriela Mistral, Nahui Olin y algunas otras, sin olvidar las ms importantes referencias a la teora del feminismo internacional.

    Es as como se debaten en este libro las grandes cuestiones de la diferencia, la identidad femenina, la dualidad, el cuerpo, la ma-ternalidad, la presencia indgena, la interculturalidad y los grandes problemas de la tica contempornea y de la emancipacin. La alternativa emancipadora no puede estar ms clara:, de un lado una propuesta liberal, individualista e igualitarista, dominante en el feminismo internacional (ms pragmtico en el estadunidense y ms terico en el francs); y del otro, una propuesta diferencialista y antiseparatista que, sin pretensiones ortodoxas, predomina, al parecer, en el feminismo mexicano. Ambas posiciones tienen deno-minadores comunes muy considerables que rechazan por igual el esencialismo, el autoritarismo y la exclusin.

    Desde este punto de partida, el panorama se abre de manera compleja y polmica. La doctora Rub de Mara Gmez Campos

  • xvi

    PRLOGO

    hace su contribucin importante a ese debate con estas pginas subversivas si segn dictum ya referido de Fjlne Cixous la escri-tura es la acritud subversiva por excelencia de la mujer. No es el menor de los mritos de este libro el de propiciar esa subversin escritura] de las mujeres de Mxico.

    FEDERICO ALVAREZ Ciudad de Mxico,junio de 2004

    INTRODUCCIN

    Cuando el feminismo comenz a tomar fuerza en Mxico casi a finales del siglo xx, durante los decenios de los sesenta y setenta, los grupos sociales ms tradicionalistas se escandalizaron, a pesar de que las mujeres ya tenan ms de un siglo de participar en el campo laboral.' Entre otras cosas decan que la envidia del hombre motiva-ba la lucha de las mujeres; lo que se consideraba por s mismo como grave.' La interpretacin inmediata era: "Las mujeres quieren ser como los hombres!" Y eso autorizaba a rechazar el feminismo y a descalificar a las feministas, quienes renegaban de los rasgos que bajo la ideologa del gnero obligan a las mujeres a cumplir con paples sociales de subordinacin.

    Todos sabemos que la "naturaleza" de hombres y de mujeres no es la misma, si por naturaleza entendemos la anatoma y la fi-siologa, es decir, si con el trmino naturaleza nos referimos a las condiciones morfolgicas y de funcionamiento orgnico. Pero la condicin humana de las mujeres tanto como la de los hombres no puede negarse, jerarquizarse, ni cuestionarse con base en las diferencias biolgicas a las que nos remiten tales condiciones. El trmino "naturaleza" es expresin de uno de los dos aspectos de la realidad humana: el natural y el cultural, se utiliza general-mente con una carga ideolgica, que slo conduce a equvocos tan graves como el de atribuirles a los hombres y a las mujeres un contenido cultural, de costumbres y hbitos de pensamiento y de vida muy determinados, que no tienen nada que ver con el hecho de poseer un cuerpo especfico. - "La masculinidad y la feminidad culturalmente?yen" culturalmente Este fue el descubrimiento de las feministas polticas y tericas de la "segunda ola", 4 quienes demostraron con sus teoras acerca de la construccin social del gnero que, contrariamente a lo que se

    C Rub de Mara Gmez, "Una perspectiva feminista del mundo actual", en Miijerny polticas p blira.s pp. 9-17.

    'Javier Maras, "Puritanas con piel de lobas", pp. 98-99. 'Catherinc MacKinnon, Hacia tina teora feminista d,.l estado, pp. 222-226. 4 Benno de Ke!jser, "La salud y la muerte de tos hombres", en Estudios degnno en

    Michoacn. Lofemeni no, lo masculino en freis/ec(iva. pp. 67-81.

    [1]

  • INTRODUCCIN

    piensa, el feminismo no es una lucha contra el hombre ni mucho menos envidia de l! como postulaba Freud. Posteriormente otras feministas reconoceran no slo que s haba envidia sino adems la legitimidad de esta envidia.' La misma que expresaron aquellas mujeres que repentinamente se apoderaron de los espacios pblicos considerados slo de hombres (como la calle, las escuelas, los hospitales, los estadios, las universidades, el Congreso, y el museo), y los convirtieron en lo que son hoy, espacios de hombres y de mujeres. La "envidia" no era "envidia del pene", sino de las ventajas sociales que su posesin da.

    La revelacin revolucionaria del feminismo nos haca advertir que bajo la torpe idea de confundir naturaleza y cultura se haba conformado una sociedad en la cual sus miembros, los hombres y las mujeres que la componen, consideraban sus singulares costum-bres como correctas y universales, aunque pan otros grupos sean las ms brbaras y aberrantes. La cultura atribuye una serie de ras-gos a hombres y mujeres, que llegan a definir personas destructivas y a producir una gran desventaja para muchas mujeres. 6 La amenaza de castracin simblica con la que viven los hombres, en las mujeres se cumple de modo wa4 como podemos ver en la prctica de la abla-cin del cltoris que se practica en muchas sociedades. Pero adems, toda la vida de las mujeres es un proceso continuo de castracin simblica que termina por producir una deshumanizacin progre-siva de "lo femenino", internalizada por las mismas mujeres.

    Slo por citar algunas de esas desventajas, podemos decir que: no es verdad que por haber nacido mujer se tenga que dormir con el padrino o el padre durante la noche de bodas ("derecho de per-nada", se llama). Tampoco es verdad que si no nos ponen batitas rosas cuando nacemos y nos laceran el cuerpo (en nuestra sociedad le dicen "agujerear las orejas") nos volvamos masculinas. Ser mujer no tiene por qu implicar que alguien deba casarse con su violador para salvar su honra, como todava ocurre en algunas de las comu-nidades rurales de Mxico; ni debera significar morir sin que las autoridades acten eficientemente para evitarlo, como ocurre en la frontera desde 1998.

    En Occidente las mujeres han sido cosificadas al grado de

    Cf. Rub de Mara Gmez, 'Una perspectiva feminista del mundo actual", en

    Mujeres y polticas pblicas, pp. 9-17. -Javier Maras, 'Puritanas con piel de lobas", pp. 98-99.

    Cf. Rub de Mara Gmez, "Gnero, cultura y filosofa", Filosofa, cultura y dfe,nwia sexuaL

    INTRODUCCIN

    que no slo los hombres las conciben como "su" propiedad sino que incluso ellas mismas se conciben as. Si consideramos que, segn una encuesta en los Estados Unidos, ms de 85% de las mujeres ha sufrido el acoso sexual (entendiendo por esto: desde los mirones indiscretos en los baos, las agresiones en la calle, los exhibicionistas, los manoseos, los "piropos" vulgares, hasta la violacin tumultuaria e infantil),' y sabemos que prcticamente no existen denuncias por este tipo de abusos, podemos ver que nos hemos acostumbrado a vivir en medio de una cosificacin que se apodera de la personalidad, la conciencia, la creatividad, las prcticas y aun del cuerpo de las mujeres.

    LI caso del aborto y su tratamiento legal en Mxico muestra de manera ejemplar lo anterior. La discusin respecto de su posible legalizacin nunca contempla la perspectiva de las mujeres, ni su derecho a la autonoma de sus vidas, entrampada en la definicin de los derechos del nonato; con lo que se concibe a las mujeres slo como un medio de realizacin de los otros, nunca de s mismas. Las mujeres son desvalorizadas, .denigndas y negadas por el solo hecho de ser mujeres durante todas las efapas de su vida, y muchas veces por las propias mujeres, al grado de que llegan a considerar "natural" vivir de formas indignas. De esta manera la naturaleza, expulsada de la definicin unvoca del "Hombre", retorna y encarna no slo a las mujeres, sino lo ms especfico de su dominacin. Esto ha implica-do una prdida del sentidode s4 una especie de olvido del significado humano de las mujeres y con ello de la humanidad misma.

    Para sostener consistentemente lo anterior, debernos analizar la contraparte. La situacin de las mujeres no implica que los hombres no sufran de muchas formas injustas la distribucin de las funcio-nes humanas. Benno de Keijser, 9 un estudioso de la masculinidad, afirma en un artculo en el que analiza "los costos de ser hombre" a partir de la manera en que se educa a los varones en una sociedad machista que: "lo que a las mujeres les quita en calidad de vida los hombres lo pierden en cantidad de aos por vivir". Entre las can-sas ms frecuentes de muerte masculina se encuentra la violencia; el homicidio es la cuarta causa de muerte en Mxico, y supera 11 veces los homicidios a mujeres, que tambin, en la mayora de los casos, son cometidos por hombres. El mayor nmero de accidentes

    8 Catherine MacKinnon, lacia una teora feminista del estado, pp. 222-226. Benno de K4jser, "La salud y la muerte de los hombres", en Estudias de gimnew en -

    Michoacn. .ofemeninoy lo masculino en ften/iertiva, pp. 67-81.

    1'

    (

  • 4 lRoDucctN INTRODUCCIN

    laborales ocurre a los hombres debido a que tradicionalmente ellos ocupan las tareas de mayor riesgo, pero la mayora sucede por causa del alcohol, adems de las muchas muertes masculinas por cirrosis. Todas estas formas de muerte son producto de la concepcin que te-nemos de la masculinidad. Pero aparte de conocer algunos aspectos negativos de la masculinidad que instaura el patriarcado, Benno de Keijser nos permite comprender los costos de la desigualdad sexual, y nos muestra tambin la rigidez que ambos papeles imponen a los dos gneros, y con ello la prdida que el sexismo implica respecto de las posibilidades de crecimiento de toda la humanidad.

    Sin embargo, la situacin de las mujeres es especialmente grave, como se ve en los hechos que hemos caracterizado y en muchos ms. Ser mujer tampoco debera implicar tener que comportarse o ves-tirse de determinada manera pan evitar ser violadas o asesinadas, como ocurre actualmente en muchas partes del mundo, especialmente a las mujeres musulmanas que, todava hoy, se atreven a salir de sus casas en Afganistn. ' Desde el punto de vista cultural las mujeres re-presentan eso que hay que negar, ocultar y dominar; desde el punto de vista masculino individual, lo que hay que seducir y expropiar. Ellas encarnan la altridad de lo humano que se ha definido bajo el modelo de lo masculino. Por ello el hecho de que las mujeres sean hoy incluidas en el proyecto cultural de los varones no altera el significado sobreimpuesto de la inferioridad. Las mujeres concretas an se juzgan como la expresin misma de lo irracional; como el aspecto "natural" de tina culura que siempre ha desdeado a la naturaleza; en un afn de realizacin del artificio humano que, su-puestamente, representara a los varones.

    De ah se derivan casos como el que sigue. En un breve comenta-rio publicado por la revista Letras libres bajo el ttulo: "Puritanas con piel de lobas",liJavier Maras cuestiona los intentos de las feministas por "salvaguardar la dignidad de la mujer" mediante el recurso de la censura, que l concibe como expresin de una moralina injustifi-cable: "persecucin de tetas y culos en la publicidad y dems". Pero esto se queda corto frente a un supuesto atentado de las feministas suizas, quienes han logrado, a pesar de ser su pas considerado como el ms liberal del mundo en materia de sexo, condenarjurdi-camente a quienes contraten los servicios de prostitutas: "y no slo,

    ' Cf. Rub de Mara Gmez, "Una perspectiva feminista del mundo actual", en Mujerety ftoltkar frblicas, pp. 9-17.

    "Javier Maras, "Puritanas con piel de lobas". pp. 98-99.

    sino [tambin] a quien se permita 'aminorar el paso' para hablar con una puta"(i !),dice el autor. La expresin elegida no deja lugar a dudas respecto del desprecio que el potencial cliente siente por sus "defendidas". Ninguna otra profesin, como sabemos, se sustancia-liza reduccivamente en la personalidad, del mismo modo que slo ciertas enfermedades satanizadas socialmente como la epilepsia o el sida se utilizan para definir, y con ello degradar la personalidad toda del enfermo.`

    Tambin llama la atencin el uso de una imagen paradjica de las feministas, que el autor de la nota contrapone a la de -las mo-ralistas, a quienes llama: "mojigatas, puritanas, remilgadas, beatas, represoras, gazmoas". El argumento no deja lugar a dudas. Si re-conocemos la implicacin de la contraposicin propuesta, las femi-nistas seran, por definicin: hipersexuales. Sin embargo,, curiosa-mente, esto no las identifica de ninguna manera con las prostitutas, quienes conservan un lugar dentro de la sociedad (aunque ste sea el ltimo). Derivada de una funcin para algunos imprescindible, su ubicacin en el mundo, as sea degradada, permite a las prostitutas que al menos tengan quien las "defienda", como el autor de la carta; no as las feministas quienes, por la contradiccin de rasgos que se les atribuye, se nos muestran como la anttesis escalofriante de la feminidad legitimada por el varn. Es curioso advertir, nos dice Octavio Paz, "que la imagen de la 'mala mqjer' casi siempre se presenta acompaada de la idea de actividad."` A diferencia de las prostitutas, las feministas encarnan la imagen viva de la sexualidad activa, cuyo ejercicio de autonoma resulta "fuera de lugar" en el imaginario patriarcal. Las prostitutas, quienes slo "alquilan su cuer-po" permanecen as en una posicin pasiva frente a s mismas, siguen siendo "defendibles" frente a las activas feministas, cuya actividad las lleva necesariamente a la contradiccin: moralistas y ninfmanas: "puritanas" pues, y, segn la crtica, "con piel de lobas". Es decir, ni siquiera son lo que aparentan ser; las marca pues el sino de la con-tradiccin. Por otra parte, ingenuamente mucha gente parece creer que fueron las feministas las que inventaron la sexualidad. Pero ni

    2 Se utiliza el trmino peyorativo y semnticamente equivocado de "epilptico" y "sidoso" para hablar de quienes padecen estas enfermedades, como si stas constituyeran la totalidad de su ser. No ocurre as en la referencia a los enfermos de otro tipo de dolencias como la gripe, en cuyo caso tendramos que decir que es un "gripiento".

    "Octavio Paz, El laberinto dt la .soleda4 pp. 42-43.

  • INTRODUCCIN

    siquiera fueron ellas las que "inventaron" la "liberacin sexual"; sta se produjo en un contexto ms amplio de luchas de los negros, de losjvenes, y de otros grupos por ganar identidades diversas, como sealaJuliet Mitchell.' 4

    La contradiccin aparentemente inherente ala imagen femenina de la feminista se produce slo a partir del ejercicio de su autonoma, que dota a las mujeres de un sentido de sL Faltara an, para consolidar tal sentido y con ello eliminar la apariencia de contradiccin de quienes buscan dotar a las mujeres de la dignidad y la autonoma que les falta, que el valor de la actividad y la autonoma de las mujeres fuera comprendido y compartido verdaderamente: reconocido por los dos sexos y por toda la sociedad, lo que redundara en la ampliacin del sentido de s de toda la humanidad; ya que en tanto se niega la humanidad de las mujeres, seguiremos desconociendo los aspectos de humanidad en general que su sentido desdebe expresar.

    Afortunadamente, con la madurez adquirida en los aos de lu-cha, no slo contra el mundo sino contra nosotras mismas, las femi-nistas aprendimos que las ventajas sociales "de que gozan los hom-bres" no son definitivas. Que no somos como ellos? Por supuesto, y qu bueno! A pesar de las altas estadsticas sobre muerte masculina, muchos de los varones todava les cuesta dejar los "privilegios". Pero las mujeres todava nos falta caminar un buen trecho. Los grupos de conciencia de los aos setenta fueron muy hostigados Las feministas no slo eran "feas". Tambin eran "raras"... De ah a considerar que aquellas que buscaban los espacios cerrados para discutir con las de su mismo sexo tenan que ser lesbianas, o "algo peor", haba slo un paso. Y ms con eso de que los grupos feministas defendan el derecho a la libertad sexual: "Seguro que seran prostitutas." Las feministas de los aos setenta pasaban de ser antihombres a la nin-fomana, vertiginosa y alternativamente. Ahora, en el siglo XXI, nos hemos dado cuenta de que, como vimos en el ejemplo anterior, a diferencia de las feministas, hasta las prostitutas ocupan algn lugar social.

    Octavi Paz, al referirse al proceso cultural de la conquista, afirma la importancia y el valor indiscutible de la pertenencia aun grupo humano, as sea en el lugar nfimo de esa sociedad: "La di-ferencia con las colonias sajonas es radical. Nueva Espaa conoci muchos horrores, pero por lo menos ignor el ms grave de todos: negarles un sitio [a los indios], as fuere el ltimo en la escala so-

    INTRODUCCIN

    cial." 15 La razn de esta diferencia radica en la idea instrumentali-zadora que mantenan los espaoles de que "los indios eran bienes que no convena malgastar",' 6 como seala el mismo Octavio Paz. Pero esta idea nos permite mostrar la importancia subjetiva que tie-ne encontrar y mantener un sitio en el cosmos. A diferencia de los indios, las mujeres, y particulannente las feministas, no ocupan nin-gn lugar en la sociedad. El imaginario social las concibe bajo un conjunto de rasgos contradictorios que dan una imagen paradjica: ninfmana y moralista simultneamente, lo que permite negarlas en cualquier situacin, yadems anular el significado de su identi-dad crtica: la autonoma, que en un orden liberal como el nuestro no se le escatima a ningn otro ser humano.

    En este contexto, problemtico de suyo para la consideracin y ubicacin social y cultural de las mujeres, la intencin inicial de este trabajo fue localizar ciertas pautas para comprender la condicin de la mujer en el mbito de la cultura mexicana de principios del siglo xx, lo que incluye el proceso revolucionario y algunos de sus antecedentes, pero sobre todo sus consecuencias en el nivel de la ideologa, la poltica y la cultura. Al conocer de antemano ciertos casos notables de pensamiento feminista en este periodo, me intri-gaba precisar la situacin que dio pie al surgimiento de una visin crtica de la sociedad por parte de algunas mujeres destacadas que lograron descubrir no slo un sentido de s ante s y para s mismas, sino probablemente para la historia y la cultura mexicanas. En ese momento, como ahora, las mujeres no gozaban de gran reconoci-miento histrico y social. Estos casos pueden remitirse al ejemplo paradigmtico de dos ensayistas que parecen ser producto del pro-greso social subsecuente al proceso revolucionario: Antonieta Rivas Mercado y Concha Michel. Mujeres reconocidas aunque recordadas fragmentariamente en funcin de ciertos rasgos y aspectos escasa-mente valorados de su actividad social y cultural.

    Progresivamente me acerqu a su vida y escritos, y al profundizaren el conocimiento de esas existencias osadas y atpicas se me revelaba un hecho histrico: la transformacin cultural derivada de las luchas sociales de esa poca haba promovido un cambio en la situacin social de las mujeres. No slo la de algunas mujeres extraordinarias de las clases poderosas, sino de todas las mujeres. Es decir, el contenido del gnero se haba modificado,

    "Cf. Octavio Paz, op. di., p. 113.

    ' Cf.Juliet Mitchell, La condicin & la mujer. [bid., P. 111.

  • 8 INTRODUCCIN INTRODUCCIN ti

    ycn ello se revelaba la promesa de aparicin de un sentido de s de las mujeres mexicanas. Con este descubrimiento, la pregunta por la mutua relacin e influencia entre el desarrollo cultural y el propio desarrollo de las mujeres se volva inminente. En tina sociedad consciente de que lo femenino y lo masculino no son los rasgos naturales que nuestra biologa nos da, sino una forma de concebirnos y de actuar como seres humanos diferenciados a partir del sexo, la conciencia de nuestra corporalidad resultaba no slo un tema central para reconocer los lmites que la sociedad patriarcal impone a las mujeres, sino tambin un medio para cuestionar las ventajas sociales aparentes, que slo reproducen la dominacin.

    Pero, era la dinmica social la que promova un desarrollo acelerado en la conceptualizacin de la mujer, produca transfor-maciones en su situacin social y, consecuentemente, en la manera de concebirse a s mismas, o eran los espacios sociales conquistados por la mujer y la consecuente conciencia de su situacin, su concien-cia de srecientemente descubierta, lo que aceleraba o permita im-pulsar la transformacin social? Finalmente, qu fuerza origin el impulso emancipador de la mujer? Cmo se produjeron los inicios del feminismo en Mxico? Y lo que es ms enigmtico an, si anali-zamos el limitado avance efectivo en que deriv el esfuerzo laboral y sufragista de la mujer en tiempos posrevolucionarios: fue la nueva situacin y los avances que lograban las mujeres lo que orient la marcha de la cultura mexicana y fren as el propio desarrollo cul-tural de la mujer? Todava ms, existe alguna relacin causal entre las producciones y concepciones tericas de los filsofos que se pre-ocupaban por desentraar el significado de la cultura mexicana y el desarrollo y la autopercepcin de las mujeres?

    Ante estas disyuntivas, me propuse intentar comprender de manera general la relacin entre la mujer y la cultura en el periodo comprendido entre la etapa prerrevolucionaria y la posterior a la re-volucin. Esto implicaba responder a las preguntas: qu son la mu-jer y lo femenino en la cultura mexicana, para la cultura mexicana, y qu es la cultura mexicana para la mujer? Asimismo, en relacin con el contexto particular de la cultura mexicana de principios del siglo xx, cuando se produjeron fenmenos de gran importancia para la consolidacin de la identidad nacional del Mxico moderno, qu signific la influencia del feminismo internacional en la filosofa de la cultura, y cmo se benefici el desarrollo social de las mujeres de los desarrollos terico-filosficos del momento? Es decir, cmo se

    relaciona el desarrollo de la filosofa de la cultura en Mxico con el avance paralelo de la cultura de las mujeres?

    Con el riesgo de parecer reiterativa al mencionar la participa-cin de las mujeres en cada momento de la historia de nuestro pas, la insistencia en la afirmacin de la presencia femenina tiene una razn fundamental: cuestionar la sistemtica ausencia de la mujer en la historia que el discurso oficial nos ofrece y el deliberado olvi-do acadmico que se hace de ella. Pero lo ms importante es que una recuperacin del lugar que lo femenino ocupa nos permitir comprender algunos de los rasgos que, en este contexto, adquira el pensamiento de las mujeres sobre s mismas, y detectar asimismo la influencia -no registrada o reconocida que ejercieron en el proceso de consolidacin de la identidad nacional. El feminismo mexicano se nos revel en este trabajo como una singular forma-cin cultural que permiti a las mujeres su desenvolvimiento en una situacin de crisis social, y que sin embargo se augura como un impulso para la reordenacin del futuro. -

    Pero para comprender a fondo el sentido del feminismo y la rela-cin de la mujer con la cultura de principios del siglo xx en Mxico hace falta introducir un elemento ms. No es suficiente conocer la situacin de vida de las mujeres de las diferentes clases sociales, ni las luchas colectivas que emprendieron, ni percibir las relaciones de gnero desde una perspectiva feminista que tendra que definirse en el presente. Es necesario captar la propia autopercepcin de las mujeres por medio de las escasas expresiones literarias, cientficas o filosficas que realizaron. Y, en nuestra referencia a estas obras, resulta imprescindible tomarlas como expresin de una concien-cia plena. De otro modo, si seguimos haciendo abstraccin de las expresiones explcitas de autocomprensin femenina apoyados en un cdigo de clasificacin de tales productos culturales predefinido segn los criterios de la cultura masculina, seguiremos en un pa-ternalismo que siempre acabar por negar lo que intenta afirmar: rebajando el valor de las producciones tericas de las mujeres.

    Por ello hemos tratado de realizar un acercamiento a la pro-pia capacidad discursiva de las mujeres; interpretamos su decir no como un decir a los dems sino ante s mismas; como dijera Graciela Martnez-Zalce: como "una forma de controlar el lenguaje con el fin de interpretarse". 17 A diferencia del propsito, indudablemente

    Graciela Martnez-Zalce, 'Donde la leyenda rebas a! lenguaje: Antonieta Rivas

    Mercado y Concha Urquiza", Bosqiwjos.. Identidades femeninas, p. 82.

  • 10 INTRODUCCIN INTRODUCCIN 11

    legtimo, que define Jean Franco en el libro Las conspiradoras de comprender las formas discursivas de las mujeres en un contexto coercitivo de cambio poltico y de lucha social e ideolgica: "com-prender las diferentes posiciones discursivas que adopta la mujer en una sociedad mexicana cuya historia ha sido marcada por la discontinuidad y la violencia"," mi propsito aqu es buscar en ese mismo marco el lugar de la autonoma del pensamiento.femenino, locali-zar el impulso recndito de la emancipacin de las mujeres, a costa de los lmites (explcitos e implcitos) que haba en ese momento y todava persisten. La finalidad de contrastar los momentos en los que surgen temas disidentes en el texto social con la lucha por el poder interpretativo es pertinente porque dicho poder no ha termi-nado. Y aunque hoy lo usamos con mayor legitimidad la que nos Ira dado el propio desarrollo cultural, no debemos utilizarlo para desacreditar el valor de la libertad que tambin se expresa en todo intento discursivo como forma de autocomprensin y bsqueda de identidad. Creemos que la revisin de la interaccin dinmica de los temas, gneros del discurso y limitaciones polticas de una poca, debe completarse con una visin intrnseca de los valores y expectativas culturales y de gnero que permean el anlisis en el pasado tanto como en el presente.

    Debido al carcter de exclusin que como cultura especfica las mujeres sufren, su escritura no se ha tomado en su sentido comunicativo sino en el orden de la representacin. Su discurso todava a veces no es recibido como expresin de una subjetividad autnoma, sino como un simple medio de autoidentificacin. No es aceptado como medio de comunicacin, sino ms bien de transmisin y reproduccin de imgenes. Tal representacin se expresa en el pasado: en el momento en que los discursos se elaboraron, sin ser reconocidos o integrados como parte del discurso terico o intelectual del momento; tanto como en el presente: momento posterior en el que se puede comprender su sentido ms general y profundo. Sin embargo, en ninguno de los dos momentos se ha interpretado su discurso como una forma de, expresin de la humanidad misma, debido a una reduccin previa del ser de la mujer a leyenda. 19

    "Jean Franco, Las conspiradoras. La iepreseniacin de la mujer en Mxico, p. 11. "Como seala Martnez-Zalce: La crtica no se ocupa (o lo hace mnimamente)

    de los textos de Rivas Mercado (.1 porque en el fondo tiene el prejuicio de que sus textos son muchas veces cursis, porque no salen de lo ntimo', Graciela Martnez-Zalce, q. cii., p. 83.

    Las posibilidades de interpretacin actuales refuerzan la idea de que la escritura de mujeres no debera tomarse y analizarse, necesariamente, como escritura onrica, inconsciente. Como todo discurso, la escritura de mujeres tambin se puede leer como una forma consciente de expresin; aunque es importante reconocer que est, hasta cierto punto, delimitada y restringida por la cultura masculina que codifica y define el lugar que la accin y pensamien-tos de las mujeres deben ocupar. Pero precisamente es en este sen-tido en el que la escritura de las mujeres debera analizarse como un pensamiento ms filosfico, que el definido institucionalmente como tal: las mujeres escriben no para decir lo que ion, sino para

    preguntarse qu son; los hombres se preguntan, en tal caso, qu ms

    son; y en este sentido la pregunta de las mujeres es ms originaria y veraz. Por lo tanto, debemos partir de comprender que las inuje-res escriban y escriben, en primer lugar para darse tina identidad, para representarse o representar su humanidad ante s mismas, aun tomando prestados los recursos que en una cultura dominada por el hombre les son ajenos: qino el lenguaje. Lo nico que les es propio es su cuerpo, y es a partir de l que las mujeres comienzan a escribir. Realizar as esta tarea, comenzar a pensarnos a travs del cuerpo, es lo que concebimos como "recuperacin del sentido de s", como expresin de una diversidad esencial que podra expresarse

    como estilo, en la medida en que conforma una unidad de sentido que surge de la experiencia del cuerpo vivido. 20

    La realizacin del "sntido de s" de las mujeres, concebida como la sntesis del cuerpo y el espritu, como la capacidad dis-cursiva de darse un sentido o descubrir ante s misma y los otros su propia humanidad, acrecienta el valor mismo de lo humano al reconocer la dualidad del cuerpo y el lenguaje que constituye a cada gnero y asimismo a la especie; en el caso de las mexicanas esto nos permitir comprender un sentido diverso, aun ausente, que completara el significado de la cultura humana. A partir de esta tesis, la hiptesis que sustenta este trabajo es la idea de que existe una relacin entre el discurso diferencialista 2 ' del pensa-miento feminista mexicano y la situacin pluricultural que debe enfrentar el Mxico moderno. El feminismo mexicano se conci-be as, en el contexto diferencialista del Mxico revolucionario,

    ' Cf. Rub de Mara Gmez Campos, "Esttica y feminismo. Sobre los conceptos de estilo y diferencia sexual'.

    21 Por discurso diferencialista entendemos el nfasis mantenido discursivamente en el hecho de la diferencia sexual, sin menoscabo de la bsqueda de autonoma.

  • 12 INTRODUCCIN

    como un sincretismo entre la aspiracin social a la modernidad de la ideologa que impera y la afirmacin de la tradicin cultural que sostienen las mexicanas de este periodo, que se expresa en un rechazo crtico a tina modernidad que se pretende imponer al desarrollo cultural de Mxico. Esto se da en un contexto en el que, adems, la constitucin de la nacin mexicana tena el carcter de una emergencia problemtica, a-causa de la diversidad cultural (tanto de las culturas prehispnicas como de las influencias exter-nas: lo que Jos Vasconcelos llamaba la cultura latina y la cultura sajona refirindose a la influencia espaola y estadunidense), que fue problematizada por los filsofos mexicanos.

    La dificultad inherente a este tipo de trabajo, que intenta vincu-lar varios aspectos disciplinarios (como el anlisis histrico, filos-fico, sociopoltico y cultural), nos oblig a emprender la bsqueda y construccin de un mtodo de investigacin nue logran captar y expresar con claridad la complejidad del fenmeno estudiado. La fi-losofa de la cultura nos permiti construir una perspectiva desde la cual logramos elaborar un anlisis conceptual que interrelacionara todos los niveles planteados, dado que compartimos la afirmacin de Octavio Paz acerca de que "una filosofa de la historia de Mxico no sera sino una reflexin sobre las actitudes que hemos asumido frente a los temas que nos ha propuesto la Historia universal: con-trarreforma, racionalismo, positivismo, socialismo".'

    De esta manera, pronto terminamos realizando una reconstruc-cin histrica de este periodo lgido de transformacin cultural, abocada a la pregunta por el origen y definicin de los rasgos ms sobresalientes del feminismo mexicano, bajo la hiptesis de que existe en l un sentido de verdad referido especficamente al con-texto cultural que enmarca su surgimiento. Este contexto cultural fue el propio proceso revolucionario y el correlativo desarrollo ideolgico y conceptual que, paralelamente al propio desarrollo cultural, se realiz mediante la filosofa de la cultura en Mxico; al-gunos de cuyos exponentes ms relevantes fueron incluidos en este

    trabajo: Jos Vasconcelos, Samuel Ramos, Emilio Unnga y el pre-mio Nobel Octavio Paz. En torno a ellos, a partir del estudio de la fi-losofa de la cultura mexicana, se hizo patente otro descubrimiento. La ausencia de las mujeres en el campo de la filosofa (lo cual no es sorprendente si revisamos la historia de la filosofa universal),junto a la significativa relacin terica y prctica que algunos filsofos

    INTRODUCCIN 13

    mantuvieron con mujeres destacadas del campo cultural (Antonieta Rivas Mercado con Jos Vasconcelos, por ejemplo).

    Descubrimos as que la autonoma, que es el tema de preocu-pacin central de las feministas, est proscrita a las mujeres, debido a razones conceptuales que nos remiten al problema del origen, representado por algunas feministas como Luisa Muraro como el caos que la filosofa busca conjurar. Esto es, la fundacin de la cul-tura patriarcal se sustenta en la identificacin de lo femenino con el abismo original del caos y, con ello, en la expoliacin de la potencia materna. Expoliacin que, adems, el silenciamiento del crimen la agrava. En relacin con la "ley del padre" se ha teorizado mucho. Pero respecto de la madre, an sabemos muy poco. Actualmente, despus de slo treinta aos de la nueva ola dei feminismo y de casi setenta de su origen en Mxico, las jvenes y adolescentes se conciben a s mismas de manen distinta de como eran concebidas a principios del siglo xx. Ya no se las ve "tan feas" ni se las conside-ra "tan machorras" por querer ser autnomas. El sentido de sise ha transformado. Y es que como afirman a mediados del siglo Octavio Paz, "slo hasta nuestros das hemos sido capaces de enfrentar al S espaol un S mexicano y no una afirmacin intelectual, vaca de nuestras particularidades"? Esto se debe en gran parte a la afirmacin de s que las mujeres mexicanas descritas en este trabajo realizaron.

    Parte dei logro reconocido por Paz es producto de la transformacin iniciada a principios del siglo xx: donde debemos situar el origen del feminismo en Mxico y analizar la conciencia crtica de las primeras feministas mexicanas, quienes definieron el rumbo de un feminismo cultural, orientado por el valor de la tradicin. sta fue, creemos, una de las consecuencias ms importantes de la Revolucin mexicana en el nivel ideolgico; la base sobre la cual - se comenz a producir uno de los procesos revolucionarios ms importantes para nuestra sociedad: la insercin y reconocimiento de las mujeres en el mundo cultural. Gracias a sus aportes, ahora podemos hablar del comienzo de un sentido de s de las mexicanas, que todava habremos de elaborar y acrecentar.

    El sentido de s que se aborda en este libro nos remite al tema de la identidad cultural, pero tambin al de la identidad de gnero y, con ello, al problemtico y complejo proceso de constitucin de la

    "Octavio Paz, q. cii., p. 182. 1 "Octavio Paz, ap. di., P. 38.

  • 14 INTRODUCCIN INTRODUCCIN 15

    identidad humana de las mujeres en Mxico. El punto de partida del anlisis son los antiguos procesos de invisibilizacin social de las mexicanas, que representan la significativa y patente ausencia cultural que histricamente las ha caracterizado, en particular por la ausencia de obra culttiral reconocida, lo cual tiene un impacto general en el proceso cultural, que nos conduce a la definicin de tina parcialidad en la identidad humana de todos los mexicanos. La ubicacin y clarificacin de este proceso, que en este libro se in-tenta caracterizar, toma como parmetro privilegiado la dimensin histrica, debido a la necesidad metodolgica de caracterizacin de esta ausencia. Ausencia que muchas veces no se advierte con la claridad con la que puede manifestarse cuando nos remitimos a la historia, en este caso de Mxico.

    El contexto histrico que presentamos fundamenta el desarrollo mismo de la tesis que est sintetizada en la hiptesis: la idea de que exis-ten, en el pasado de la breve historia del feminismo en Mxico (cuyo origen hasta hoy ha sido situado en los decenios de los sesenta y seten-ta), ciertos antecedentes de esta corriente ideolgico-poltica, situados alrededor del proceso revolucionario, que nos permiten comprender su accidentado presente,junto con algunos rasgos generales de con prensin de la identidad de gnero de las mexicanas, como un proceso legitimado culturalmente, de bsqueda de emancipacin general de la sociedad mexicana.

    Esta historia describe una serie de procesos sociales en su rela-cin con la situacin, accin y ubicacin conceptual de las mujeres, pero tambin intenta descubrir el significado cultural de esas prc-ticas bajo el marco terico de la autocomprensin que nos brinda la filosofa de la cultura, realizada en Mxico en este mismo periodo por los autores estudiados (Vasconcelos, Ramos, Uranga) y, ms cer-canamente, por Octavio Paz; pero sobre todo por ciertas corrientes del feminismo contemporneo, desarrolladas particularmente en Italia y Francia (Luisa Muraro, Luce Irigaray), aunque tambin en la misma conceptualizacin de las mexicanas estudiadas (Antonieta Rivas Mercado, Concha Michel, Marcela Lagarde, Elizabeth Salas y la chilena Gabriela Mistral).

    Probablemente el marco terico que fundamenta esta investiga-cin no haya podido ser bastante explicitado por razones cercanas a las que me obligaron a la insistencia en la caracterizacin histrica. La inexistencia de parmetros conceptuales claros y consecuentes con el intento de comprenderlo que histricamente haba apareci-do como un fenmeno inexplicable de manen casual y hasta cierto

    punto contradictorio con una interpretacin lineal de la historia de Mxico. En particular se persigne una idea: la de la autonoma de las mujeres en un contexto tan problemtico como es la etapa revolucionaria, porque creemos que ah se origina el feminismo en Mxico. La idea central nos conduce a la bsqueda de un sujeto social, de gnero femenino, con cuerpo de mujer, que es capaz de proponer algo a la cultura. Un sujeto creativo capaz de realizar lo que aqu llamamos su sentido de 54 por medio de una sntesis concre-ta de cuerpo y de palabra, que es la obra cultural.

    En principio, el proceso revolucionario ha sido concebido como un intento frustrado de emancipacin social; o bien, en labios de Octavio Paz, como un fitilido intento de los mexicanos por revelar su ser, su sentido de s, en trminos de revelacin de su identidad cultural; pero adems, en este contexto de revuelta estril (si no es que conso-lidadora de un dominio ms cruento y sutil que el ejercido desde la Colonia), aparece la imagen contradictoria de las primeras feministas en Mxico, como la imagen distorsionada de ejemplares inslitos que, no obstante, no ocupan ningn lugar claro respecto de sus aportes tericos y prcticos en la historia de Mxico. Curiosamente, no slo la historia acadmica omite la experiencia de esos personajes tan crticos y subversivos, como lo muestran sus escritos, como un antecedente de la lucha de las mujeres en Mxico; tampoco la reciente exploracin histrica de las feministas considera relevantes significativamente sus aportaciones tericas a travs de la escritura.

    Ms an, la historiadorajean Franco, coincidente con la postu-ra misgina de Jos Joaqun Blanco, cree que las expresiones litera-rias y los intentos discursivos y de creacin de obra cultural de stas y otras mexicanas son ms bien una pobre manifestacin cultural, que ms que revelar el sentido de su autonoma muestran ejemplar-mente tina sumisin al poder patriarcal; con lo que la cultura mexi-cana aparece tambin como ejemplarmente patriarcal. El problema es que no existen parmetros tericos que sirvan para demostrar el grado de autonoma, y con ello de humanidad de las prcticas sociales y culturales emprendidas por las mujeres, y esto configura una certeza compartida aun por las interpretaciones feministas que, ante la falta de criterios conceptuales slidos (la teora feminista es an incipiente en la formulacin de su instrumental terico), no se atreven a aventurarse ms all de los lmites establecidos rigurosa-mente por una academia ciega al fenmeno de la diferencia sexual. Y terminan, en funcin de su propio margen de teorizacin, por ratificar la supuesta inferioridad de las mujeres.

  • 16 INTRODUCCIN

    Aqu pensamos que es un error radicalizar la posicin victimi- zadora de las mujeres, como lo es radicalizar la visin crtica frente al "machismo de los mexicanos": un intento autntico de compren-sin, creemos, tiene que caracterizarse por la mesura intelectual y no por la radicalidad visceral de una posicin poltica, ni tampoco por la asimilacin acrtica a un mtodo de exploracin de la rea-lidad, definido previamente frente a parmetros intelectuales "in-cuestionables". El feminismo nos obliga a mantener una posicin epistemolgica crtica que tiene que cuestionar esos parmetros. El

    grado de radicalidad de la crtica feminista, que ha producido en nuestro tiempo una revolucin cultural de magnitudes todava in-sospechadas, nos obliga a reactualizar en forma creativa los paradig-mas tericos en los que debemos movemos, aunque esto produzca la sensacin de una fragilidad conceptual, ya que en esto consiste el valor y la importancia de la crtica feminista. - Es evidente que nuestro conocimiento es limitado frente a cier- tas teoras que acaso podranjustificar y legitimar plenamente nues- tra propuesta, como pueden ser la filosofa del lmite de Eugenio

    Tras, la filosofa de la liberacin de Enrique Dussel, o la teora del reconocimiento de Charles Taylor. Sin embargo, la tesis presentada

    intenta demostrar, yen esto consiste uno de sus principales aportes, que el origen histrico del feminismo en Mxico es plenamente consecuente con el proceso de constitucin de la identidad cultural del Mxico moderno, y que esta emergencia expresa una origi-nalidad: til a la reflexin cultural de Mxico en sus procesos de

    identidad y diferenciacin frente a las culturas hegemnicas, tanto como a la constitucin de nuevos proyectos emancipatorios para las mujeres en el mundo.

    El proyecto universalista del feminismo liberal es cuestionado por los procesos de diferenciacin cultural que han surgido en el seno de tina disputa ms general de la filosofa de la cultura (particularismos y pluralismos en la filosofa de la cultura, de las teoras comunitaris-tas). Pero tambin, el sesgo y la parcializacin de la definicin de lo humano es el riesgo que se elimina del horizonte cultural a travs del nfasis universalista de la teora feminista. Resulta, por lo tanto, imprescindible a la comprensin del tema cultural la vinculacin de

    la preocupacin feminista con la preocupacin filosfica del univer-salismo terico y su peculiar contexto cultural, ya que el tema de lo universal y lo particular es hoy imprescindible para una teora de la emancipacin, de la que puede seguirse una crtica del esencialismo metafsico y patriarcal de la filosofa occidental.

    lmR0DUCCiN 17

    El trabajo se divide en dos partes (cada parte, a su vez, integrada por dos captulos): "Mujer, pensamiento e imagen "y "Filosofa de la cultura y sentido de s". La primera intenta enmarcar mediante el acercamiento que realizamos a algunos aspectos de la poltica, la religin, la sociedad y el mundo acadmico e intelectual el contexto histrico-cultural de las mujeres mexicanas y su ubicacin en la conceptualizacin filosfica de la cultura. La segunda parte est dedicada al estudio de algunos personajes que impactaron la cultura mexicana del siglo xx por medio de sus prcticas de vida, reflexiones y escritos, en un momento en el que las mujeres no go-zaban de reconocimiento acadmico en el mbito filosfico (y en ningn otro).

    En el captulo 1, "El esprit del feminismo en Mxico", aborda-mos una caracterizacin del contexto sociocultural, problemtico y hostil a la afirmacin y expresin plenas de la mujer mexicana. Su desarrollo consiste en tina tibicacin social de las mujeres a partir de sus acciones y prcticas polticas y culturales, que se desarrollaban en correspondencia con el nivel de desarrollo poltico de esta etapa. Tratamos de ubicar aqu el momento preciso de nuestra investiga-cin, en el mbito de los procesos polticos que emergan no slo en Mxico sino en todo el mundo, entre los cuales existen como fenmenos privilegiados, en su particular relevancia significativa: la Revolucin mexicana y el surgimiento de las primeras movilizacio-nes feministas en el mundo.

    En el captulo 2, "Cultura y filosofa mexicanas", mediante un somero recuento de las condiciones tericas y conceptuales que enmarcaban el proceso cultural del periodo revolucionario, mostramos cmo el olvido de la mujer en la filosofa mexicana ha producido un efecto de inconsistencia y fragilidad de esta filosofa frente a la europea, que es anloga a la falta de reconocimiento experimentado por las mujeres pensadoras de Mxico por parte de su comunidad filosfica. La filosofa acadmica reconocida se limitaba a representar en estos momentos la bsqueda del pensamiento masculino abocado a la reflexin sobre la cultura mexicana, y sus condiciones de posibilidad para incluirla en la filosofa universal. Mientras, las condiciones de vida de las mexica-nas se adaptaban a las transformaciones culturales y permitan el desarrollo de su conciencia terica y feminista. Pero su situacin concreta no sufra modificacin alguna en su relacin con los hombres, ni en trminos acadmicos ni en la vida cotidiana, aun cuando stos se crean como algunos de los varones ms progresis-

  • 18 INTRODUCCIN INTRODUCCIN - 19

    tas y crticos que produjo la modernidad mexicana. No obstante, podemos encontrar aportes conceptuales relevantes, no slo en tomo a la cultura y pretensiones generales de la filosofa mexicana sino tambin en relacin con algunos temas de inters feminista.

    En los captulos 3y4 se ofrecen cuatro ejemplos de mujeres que expresaron con su vida y escritos una postura, si no feminista en el sentido en que tradicionalmente entendemos esta categora, al me-nos capaz de transgredir el orden social discriminatorio de la poca inmediatamente anterior (y todava posterior) a la Revolucin. Las primeras que analizamos en el captulo tres, titulado: "Identidad femenina y tragedia cultural", son: Nahui Olin y Antonieta Rivas Mercado. Figuras trgicas de la historia nacional, pero a la vez altivas y fecundas como slo una abuela puede serlo... La claridad y profun-didad de sus posiciones todava nos alcanza para comprender la per-vivencia del tradicionalismo y algunas otras posiciones ortodoxas en torno a la definicin de "lo femenino" en Mxico, as como algunas de las razones del rechazo al feminismo, hasta cierto punto comparti-das por las mexicanas de nuestra actualidad.

    Gabriela Mistral y Concha Michel son las otras a quienes nos acer-camos en el captulo 4, titulado: "Maternalidad y cultura", por medio de un ejercicio de interrogacin y dilogo inmanente; es decir, median-te un intento de interpretar su vida y escritos remitindonos a las evo-caciones personales que, en medio de un mundo idiosincrsico comn (nuestra mutua pertenencia a la cultura latinoamericana y mexicana), nos son afines. Esto es lo menos que podemos intentar pan resarcir un pensamiento que no se ha considerado tericamente a pesar del valor filosfico que posee, sobre todo en lo que se refiere a sus anlisis de la cultura mexicana, su relacin con el tema de la emancipacin de las mujeres, y la valoracin del orden materno que actualmente han reasu-mido algunas corrientes del feminismo contemporneo.

    La seccin de conclusiones est articulada como un ltimo captulo titulado: "Autocomprensin y emancipacin". A partir de las posibilidades tericas que pueden ofrecer la filosofa de la cultura y la teora feminista, tratamos de establecer algunas conclusiones que se derivan de los captulos anteriores respecto de la situacin del feminismo en Mxico. En esta S ltima parte, como en todo el trabajo, intentamos revisar desde nuestro propio tiempo el valor de algunos de los aportes tericos de las pensadoras mexicanas. Proponemos as una forma de consolidacin filosfica del pasado, presente y porvenir del feminismo, particularmente necesaria para la cultura mexicana.

    Debido a la relacin entre la prctica social, la ideologa y el ambiente cultural que las engloba, resulta difcil identificar con claridad el valor de ciertas prcticas sociales especficas y las con-ceptualizaciones que las definen y las rigen. Resulta impreciso asig -

    narle a cualquier fenmeno aislado las virtudes de todo el proceso, o atribuirle alguna preeminencia como constitutivo de la dinmica social. Reconocemos as las dificultades para establecer con clari-dad e indubitabilidad el valor del pensamiento feminista de este periodo. No obstante, queremos apostar a la factibilidad de una definicin del pensamiento feminista de esta poca en torno de las propias ideas que producan y expresaban las mujeres, a despecho del cmulo de restricciones sociales y conceptuales que limitaban (y siguen limitando) una visualizacin autnoma de las mujeres por ellas mismas.

    Se trata en este trabajo de revisar, a partir de la situacin mexi-cana, la relacin entre cultura, filosofa e identidad femenina, a tra-vs de las luchas y de las imgenes y conceptos que se hacan de la mujer, as como de las propias definiciones terico-prcticas que las mujeres hicieron de s mismas, proyectando lo que indudablemente sigue siendo una tarea abierta, todava en la aurora del siglo xxi: la

    consolidacin de un sentido de s que permita elaborar una teora emancipatoria para las mujeres mexicanas.

  • MUJER, PENSAMIENTO E IMAGEN

  • Mujer madre del hombre. Humillada hasta lo ms profundo de

    tu ser. Para el fraile eres la imagen del pecado; para el poltico,

    instrumento del placer; para el artista, quizs un tema esttico y

    para el sabio, un "caso" que no ha podido resolver..

    CONCHA MICHEL

  • 1. EL ESPRITU DEL FEMINISMO EN MXICO

    La historia de la mujer tendra que ser una historia que recuperara la presencia de la mujer en dferntes aspectos: la vida social y personal, la vida econmica; la representacin visual, lingstica y, sobre todo, que enfatizara el aspecto social de la relacin entre los gneros.

    CARMEN RAMOS

    Las concepciones de la mer mexicana y su condicin al comienzo del siglo xx deben ubicarse en el contexto terico del positivismo. Es sta una corriente de pensamiento dominante durante el auge de la modernidad europea, que en Mxico se asimil de forma particular como filosofa del orden o "filosofa oficiosa del Estado", y cuyo fin no es transformar la realidad sino conservarla. Como asegura Octavio Paz: "El positivismo ofrece una nueva justificacin de las jerarquas sociales. Pero ya no son la sangre, ni la herencia, ni Dios, quines explican las desigualdades, sino la Ciencia".' Esto explica por qu, como sostienen Ana Lau y Carmen Ramos respecto de la condicin de las mujeres en Mxico durante el periodo previo a la Revolucin, la aspiracin a la verdad objetiva y cientfica de esta ideologa coexista con la conceptualizacin idealizada de la mujer segn el estereotipo de la dedicacin absoluta al hogar y la vocacin maternal a toda prueba.

    Como muestra de lo anterior podemos citar, entre 'tros, un artculo de 1909 titulado "La separacin de los sexos", 2 de Andrs Molina Enrquez, un periodista lcido en sus anlisis sociolgicos y en sus anlisis sobre el problema agrario, considerado como uno de los precursores de la Revolucin, 5 pero tradicionalista en su concep-cin de la mujer, quien afirmaba:

    'Octavio Paz, El laberinto de la soledad, pp. 142-143. 2 Incluido en los escritos del periodo revolucionario que recopilaron las

    historiadoras citadas. O'. Octavio Paz, op. c.it., pp. 148-149.

    [25]

  • 26 MUJER, PENSAMIENTO E IMAGEN EL ESPRITU DEL FEMINISMO EN MXICO 27

    El hombre, en la unidad humana, es el rgano llegado a la categora de ser distinto,

    enargado de las funciones de provisin de la alimentacin del organismo total: la

    mujer es el rgano llegado a la categora de ser distinto, encargado de las funciones

    de reproduccin.'

    Las condiciones ideolgicas en las que se debata el gnero femenino (es decir, la concepcin de las mujeres) en estos mo-mentos deben concebirse como producto de fases anteriores en el proceso de la historia de Mxico; como la Colonia y la Reforma liberal. Octavio Paz estima el orden colonial como un mundo ce-rrado al futuro, en el que "para ser nosotros mismos, tuvimos que romper con ese orden sin salida, aun a riesgo de quedarnos en la orfandad. El siglo xix ser el siglo de la ruptura", pero al mismo tiempo, asegura, "el de la tentativa por crear nuevos lazos con otra tradicin, si ms lejana, no menos universal que la que nos ofreci la iglesia catlica: la del racionalismo europeo". 5 La visin racionalista moderna produjo, simultneamente, los motivos tan-to como los lmites de la primera bsqueda de emancipacin de las mexicanas.

    Pero tambin debemos ubicar sta en el complejo contexto internacional en el que se produce la primera guerra mundial, y en relacin con la influencia que ejercan los movimientos internacionales de mujeres desde el siglo anterior. 6 Derivado de un proyecto poltico y social ms amplio, el liberalismo del Siglo de las Luces (xviii), el feminismo apareci en Francia como una rplica a un proyecto de igualdad entre los hombres, bajo un concepto de igualdad en el que no participaban las mujeres. En estos momentos de surgimiento el feminismo se conforma como un movimiento que cuestiona el carcter parcial de la Declaracin de los derechos del hombre. Pero las luchas que se desarrollaron se silenciaron con el triunfo de la Repblica, cuando se cerraron los clubes de mujeres y se persigui y asesin a algunas de ellas.

    Andrs Molina Enrquez, "La separacin de los sexos', Ana Lau y Carmen Ramos (comps.), Mujeres y !levoluci,n 1900-1917, p. 110.

    5 Octavio Paz, . dt., p. 127.

    Durante el renacimiento del feminismo como "movimiento social de carcter

    internacional", que integraba tanto al movimiento sufragista (compuesto por

    Inglaterra, Francia y Estados Unidos), como al feminismo socialista (que desde el

    siglo xix tuvo su antecedente en algunas expresiones del socialismo utpico como

    el de Flora Tristn), y al anarquismo, as como "un lugar importante en el seno de

    los otros grandes movimientos sociales" (cf. Ana de Miguel, "Feminismos", en 10 palabras clave sobre mujer, p. 226).

    No obstante, el feminismo se fortaleci durante el siguiente siglo a causa del alto nivel de instruccin que adquiran las mujeres de la pequea y mediana burguesa (periodistas e institutrices), bajo el amparo del proyecto educativo de los liberales y de los socialistas, ya que ambos consideraban a la educacin va regia de liberacin del hombre. El renacimiento de las ideas feministas se produce nuevamente en Francia durante la primera mitad del siglo XIX, en particular entre las obreras y la clase media. 7

    En este momento, debido al carcter propiamente econmico de las reivindicaciones, y en franca vinculacin con las ideas emancipatorias generadas por las corrientes filosficas utpicas, las mujeres todava no llegaban a la conclusin terica de que su emancipacin no poda provenir ms que de ellas mismas. Por lo tanto, sus reivindicaciones se difuminan entre demandas ms generales y tanto en Estados Unidos como en Francia se mantiene el nexo establecido entre revolucin social y emancipacin de las mujeres. En diversas partes del mundo (igual que ocurra en Mxico), las mujeres contribuan directamente con las revoluciones sociales realizadas por los hombres.

    La situacin de las mexicanas no difera, por lo tanto, gran cosa de la de las mujeres de otras partes del mundo. Si las prcticas de vida surgidas aqu en la etapa revolucionaria "haban olvidado la rgida distincin de los papeles masculinos y femeninos", como hacen constar Ana Lau y Carmen Ramos, debemos recordar que las mujeres de otras naciones tambin colaboraron durante los tiempos de guerra al reforzar el desprotegido mbito laboral. Las mujeres de todo el mundo desempearon diversos papeles y actuaciones en las revoluciones, como si no hubieran tenido que respetar ninguna convencin de gnero.

    En Mxico, en el grupo zapatista participaron mujeres comba-tientes. Algunas de ellas obtuvieron incluso grados militares; como Amalia Robles, conocida en el campo de batalla como "El coronel Robles". Can-ana tambin reconoci el valor poltico de las muje-res y se sirvi de l por medio de corresponsales. 8 Slo Francisco Villa, como se podra esperar, no quera mujeres en sus batallones, ni siquiera como soldaderas. Sin embargo, como lo consignan las

    1 C Andr Michel, El feminismo. Debemos reconocer tambin que su poltica favoreci diversos aspectos de

    la vida de las mujeres, por ejemplo, por medio de la promulgacin de las leyes

    del Divorcio y de Relaciones Familiares, en las que se les permiti contraer nuevo

  • 28 MUJER, PENSAMIENTO E IMAGEN EL ESPRITU DEL FEMINISMO EN MXICO - 29

    autoras de Mujeres y revolucin, a pesar de l, las soldaderas de sus - batallones llegaron a ser tan numerosas como el ejrcito mismo". A pesar de sus convicciones machistas han quedado rastros de la participacin de mujeres como correos, espas, contrabandistas de armas y hasta de algunas que obtuvieron grados militares, "como es el caso de Carmen Parra viuda de Aianiz". 9 En Mxico se realizaba as un proceso similar al resto del mundo en lo referente al desa-rrollo social de las mujeres, pero que en realidad podemos identi-ficar adems en cada proceso de transformacin (la Conquista, el movimiento de Independencia, la Revolucin mexicana, etc.), sin que esto niegue que despus de cada movimiento social las mujeres hayan vuelto a retomar su papel tradicional.

    La imagen de la "soldadera", que generalmente identificamos conia de mujeres que acompaaban a "sus hombres" a la guerra, llevando con ellas "el hogar", la analiza Elizabeth Salas, quien a partir de un exhaustivo estudio de la imagen de la mujer guerrera desde la poca prehispnica hasta la poca revolucionaria, demuestra que, paradjicamente, las mexicanas han acompaado siempre a los guerreros, no slo como asistentes sino tambin desempeando funciones blicas y hasta religiosas: "Es importante comprender los papeles de madre/diosa de la guerra, e intermediaria y compaera sexual de los guerreros, desempeados por la mujer en las guerras rituales y antiguas, es importante porque las sldaderas, en gran medida, realizaban estas tareas de defensoras tribales de su pueblo".' 0

    Posteriormente, las primeras luchas feministas de las mexicanas estarn marcadas por esta constante que caracteriz su prctica desde tiempo atrs. Ya en la modernidad, su prctica social habitual las llev a permanecer al lado de sus compaeros y a contribuir en sus luchas sindicalistas; en su incorporacin en los clubes liberales o partidos de oposicin que habran de surgir; o bien, a participar directamente en la accin revolucionaria como combatientes o soldaderas, as como en la conformacin de peridicos y revistas subversivas que

    o Cf. Ana Lan y Carmen Ramos (comps.), Mujo-es y ,wolncihn, 1900-1917, p. 44. Sin embargo, no podemos dejar de preguntarnos si esta clase de participacin de

    las mujeres en las luchas sociales, en este caso mexicanas, ya tena sus antecedentes

    en el movimiento de Independencia (el caso ms conocido es el de Josefa Ortiz de

    Domnguez, pero seguramente hubo muchas ms entre las clases populares). ' Elizabeth Salas, Soldaderas en los ejrcitos mexicanos. Mitos e /i.slrn*z, p. xlv. As

    lo demuestra la existencia de deidades representativas de las funciones blico-

    maternales como Cihuacoatl y Coyolxauhqui (cf. bid., p. 18).

    combatan al rgimen y apoyaban las acciones de los revolucionarios. mexicanas instauraron as una nueva y cada vez ms acentuada

    participacin social y poltica, a pesar de que carecan de los ms ele-mentales derechos polticos, los que slo les otorgaron en 1953 con el derecho al voto>.

    Pero, como observbamos, no slo en Mxico; en todo el mundo los movimientos de mujeres estaban lejos de representar una amenaza a las prerrogativas masculinas. Las primeras feministas europeas y estadunidenses tambin haban unido sus reivindicaciones a las luchas generales emprendidas por los hombres, y hasta se organizaron pan plantear un humanismo antibelicista que pareca representar una prolongacin de su funcin procreadora)' Desde principios del siglo XIX existieron agrupaciones femeninas que se vinculaban con otros grupos desfavorecidos, minoras tnicas y pueblos oprimidos, as como con organizaciones internacionales de lucha por la paz.Vinculado con el movimiento abolicionista en Estados Unidos, el fehiinismo estadunidense permiti a las mujeres "observar las similitudes de su situacin con las de la esclavitud")}.

    A pesar de los rasgos de ,naternalidad, pacifismo y cuidado del otro que caracterizaban al recin surgido feminismo internacio-nal,' 3 la imagen que del feminismo se tena en Mxico gozaba de un gran descrdito, y ste se expresaba en una polmica perio-dstica llevada a cabo entre los hombres. En dicha polmica se perfilaban ya muy claramente las caractersticas ideolgicas que signaban a la cultura mexicana, presa de la tendencia liberal que, igual que en el mbito internacional, mantena una negacin de las diferencias. Aun en el feminismo se expresaba esto. Las sufragistas, por ejemplo, no sostenan esa nica reivindicacin, "las sufragistas luchaban por la igualdad en todos los terrenos ape-lando a la autntica universalizacin de los valores democrticos y liberales".

    'Las primeras sociedades pacifistas compuestas exclusivamente por mujeres

    nacieron en lnglatena en 1820 y en Estados Unidos en 1830", Andr Michel, .4,. cii,,

    p.87. 12 Cf. Ana de Miguel, .4,. cii., p. 229. 13 Durante todo el siglo XIX, en los distintos pases donde se desarrollaban las

    luchas por el sufragio, existan algunas corrientes que valoraban la maternidad y

    demandaban justicia desde su posicin de madres, cf. Elizabeth Cady Stanton, 1.a

    biblia de las ,nujens y Gisela Bock y Pat Thane (eds.), Maiern.i dad y polticas de gnno: la

    mujer en los estados de bienestar euro/leas, 1880-1950. ' Ana de Miguel, .4L ni., P. 228.

  • 30 MUJER, PENSAMIENTO E IMAGEN

    En nuestro pas, con la Reforma yjurez, dice Octavio Paz, "el Estado mexicano proclama una concepcin universal y abstracta del hombre: la Repblica no est compuesta por criollos, indios y mestizos, como con gran amor por los matices y respeto por la naturaleza heterclita del mundo colonial especificaban las Leyes de Indias, sino por hombres, a secas. Ya solas". Es por esta negacin de la diversidad que implic la adscripcin de Mxico a la tendencia universal del liberalismo y a la postulacin de una idea abstracta y unvoca del ser humano, por lo que Octavio Paz aflnnx "la Reforma es la gran ruptura con la madre",' 5 aluda as al ltimo grado dedes-pojo que progresivamente dej a los mexicanos hurfanos de una tradicin propia, desde la cual afirmarse y abandonar la soledad a la que nos arrojan definitivamente la ideologa liberal.

    El sentimiento de abandono y negacin del origen (representado en la madre) al que nos remite la lectura de El laberinto de la soledad, as como el sentimiento de desamparo que nos deja a expensas del dominio de las tradiciones ajenas, son los rasgos ms sobresalientes del proceso que intentamos caracterizar. De alguna manen, como sostiene Paz, estas condiciones fueron las fuentes de la accin revolucionaria de los mexicanos: "la verdad de la Revolucin era muy simple y consista en la insurgencia de la realidad mexicana, oprimida por los esquemas del liberalismo tanto como por los abusos de conservadores y neoconservadores"."> Los mexicanos intentaban, mediante la explosin revolucionaria, llegar a ser ellos mismos y escapar de la disyuntiva excluyente a la que los enfrentaba la modernidad: asimilacin o marginacin.

    Desde el siglo xix, afirmajean Franco, "la clase intelectual laica que surgi con la Independencia era una clase letrada cuya tribuna era la prensa peridica, desde la cual arengaba a quienes seguan siendo infantes (es decir, in-fans sin habla) Y ste era el caso de las mujeres mexicanas, que vivan en un estado de ignorancia man-tenido en parte por la influencia de la religiosidad, que contrastaba con la situacin de las mujeres de otras partes del mundo.4ientras la mayora de las mexicanas no saba ni siquiera leer, en otros pases la lucha de las mujeres estaba plenamente configurada como una lucha

    poltica.

    EL ESPRITU DEL FEMINISMO EN MXICO 31

    iesde 1848 se haba aprobado en Estados Unidos la Declaracin de Seneca FalIs, uno de los textos fundamentales del sufragismo; al comenzar el siglo xx (1904gen Estados Unidos e Inglaterra las mujeres haban creado una organizacin internacional llamada: International Woman Suifrage Alliance, IAW, que se opona a los comits contra el sufragio femenino formados en estos dos pases y tomaba posiciones internacionalistas en esta poca de naciona-lismo. Adems se form en Inglaterra una segunda organizacin para promover el sufragio femenino: Women's Socia) and Political Union, Esta organizacin utilizaba tcticas extremistas como rotura de escaparates, bombas, incendios, interrupcin de reuniones par-lamentarias, huelgas de hambre y hasta suicidios. Probablemente esta imagen contribua a que el feminismo se conceptuara en Mxi-co como una prctica beligerante de "virilizacin" de la mujer y, por ende, cuestionable.

    Lo cierto es que, en 1907, en el momento en que la identidad de las mujeres pasaba por la gran tensin de enfrentar una transformacin social colectjva, permaneca inamovible el reducto de las definiciones esenciales para aquellas que ya se atrevan a demostrar las mismas capacidades que los hombres. A pesar de que en la prctica la accin revolucionaria de las mujeres las llevaba ms all de los lmites sociales de la reclusin en el hogar, el seor Andrs Ortega arengaba:

    Para las mexicanas el pudor es su ms rico tesoro, su aureola ms brillante, su imn

    ms atractivo; y como su contacto diario con los hombres, por causa de asuntos

    acadmicos, cientficos o profesionales, tendra que teir de carmn en ms de una

    ocasin sus ruborosas mejillas, claro es que seria violentar su modo de ser, herirlas

    en mitad del corazn, asesinarlas proditoriamente, masridinizrzd-o!as con Ip que hoy

    torcidamente se llama feminismo.' 8

    Como afirma la filsofa espaola Cristina Molina, en trminos generales la mujer "hoy como ayer, (est incorporada en mayor o me-nor grado al mercado de trabajo; 'lo pblico'; sin embargo sigue siendo definida como esposa y madre, es decir, como perteneciente a la esfera de lo privado-domstico". 1PSegn las historiadoras Ramos

    ' s Octavio Paz, op. cit., pp. 96-97. ' Ibid., p. 157. 17 Jean Franco, Las conspiradom,s La representacin de la mujer en Mxico, p. 18.

    8 "El feminismo", Discurso pronunciado por Andrs Ortega en el acto de ser

    recibido como socio en la Sociedad Mexicana de CeografTa y Estadstica, el jueves 13

    dejunio de 1907. en Ana [-in y Carmen Ramos (comp.), op. cit., P. 95.

    ' Cristina Molina Petit, Dialctica feminista de la. ilustracin, p. 23.

  • 32 MUJER, PENSAMIENTO E IMAGEN

    y-Lau, los logros femeninos que acontecan en este tiempo, adems de ser calificados de excepcionales se reconocan slo en la medida en que no atentaban contra el modelo ideal de feminidad. Sin em-bargo, ello no obstaba para que se profundizara en la discusin del Jugar de la mujer en la sociedad.

    Los parmetros de la discusin eran: la reafirmacin de la funcin reproductiva como nico mbito de realizacin femenina, frente a la reciente emergencia de un pensamiento independiente de autodefinicin de las potencias femeninas, que empezaban a

    .. .1 realizar algunas participantes activas de las luchas revolucionarias. Un ejemplo de este tipo de pensamiento lo constituye el dejuana E. Gutirrez de Mendoza, quien denunciaba con gran valor al frente del peridico liberal Vperlos abusos de la dictadura porfirista:

    La dictadura no se detiene ya ni ante el ridculo. Ha hecho denunciar a Ves/nr y ha

    dictado rdenes de aprehensin pan la seorita Elisa Acua y Rosseti y pan la direc-

    tora de este peridico. Si esto no es cobarde que venga Dios y lo diga. ;Pdbre Mxico.

    pobre Patria ma! Sers la primera nacin donde se encarcelen mujeres por el delito

    de escribir en defensa del pueblo. En cambio tambin ser Porfirio Din el primer

    hombre que tiene miedo a las mujeres y en su espanto se olvida hasta de ocultarlo

    como hasta aqu haba ocultado su cobarda tras de inicuos alardes de fuerza. [ ... ]

    Que se figurar Porsrio Daz que su muy humilde servidorajuana B. Gutirrez de

    Mendoza quiere arrebatarle la matona? Pobre hombrel lamo delira! No tenemos

    derechos, pero silos tuviramos, renunciaramos a octiparel puesto de Porfirio Din.

    Es tan triste ser como l! 20

    En este discurso podemos apreciar el valor y la conviccin revo-lucionaria que mova a algunas mujeres todava consideradas como excepcionales. Pero tambin podemos constatar el uso poltico del gnero que aun las mujeres valerosas y crticas hacan de l: la debi-lidad supuestamente intrnseca de las mujeres la sostenan ellas mis-mas, quienes contradecan con su prctica dicha debilidad. De esta manera advertimos cmo los elementos considerados "virtuosos" de la feminidad, podan tomarte como estrategias polticas y conver-tirse en instrumentos de lucha cuando los usaban ellas mismas.

    Empero, una prueba de que el desarrollo del feminismo en Mxi-co distaba mucho de alcanzar a compararse siquiera con el del Viejo Mundo y Estados Unidos no en relacin con lo que el imaginario

    20 "Ecce Horno!", Ve'4cr, 15 de mayo de 1903, en Ana Lau y Carmen Ramos

    (comps.). 4,. cii., pp. 182-183.

    EL ESPIRITLJ DEL FEMINISMO EN MXICO 33

    masculino definiera como un deleznable proceso de "masculiniza-cin", sino con lo que efectivamente era el feminismo: un proceso cada vez ms generalizado de conciencia y organizacin de las mujeres, a favor de su participacin y reconocimiento como sujeto social nos lo da el mismo Andrs Ortega, al "reconocer" que: "el descarro de algunas de sus hijas es inapreciable en paralelo con el descarro de las de otras naciones del Viejo Mundo". 21

    En la prctica el feminismo mexicano se instauraba slo como.. una mediacin entre la tendencia modernizadora y la tradicin circundante: el nuevo modelo ideal de mujer que la sociedad conceba era el de una mujer dcil e instruida que, siendo capaz de desempear funciones sociales o profesionales exclusivamente masculinas, no abandonaba los rasgos de feminidad que socialmente se le haban asignado. Aunque esta ideologa fuera refutada con la prctica social y poltica de muchas mujeres.

    TRADICIN Y LIBERACIN

    En los pargrafos que siguen y componen este captulo inten-taremos definir con mayor precisin el contexto cultural que defini la conceptualizacin de las mujeres mexicanas durante los periodos pre y posrevolucionario (segunda mitad del siglo xix y la primera del xx). Educacin, trabajo, poltica, feminismo y reli-gin, son los cinco aspectos culturales relevantes que contribuyen, adems de conformar la identidad de gnero de la poca estu-diada, a configurar los rasgos de continuidad que nos permiten definir este contexto.

    EDUCACIN

    Existe en Mxico, como en otras partes del mundo desde tiempos remotos, la tendencia a utilizar la educacin como una fuerza mo-dernizadora. Los gobiernos desde la Independencia, en vinculacin con otros movimientos ideolgicos internacionales, confiaban en su\"poder renovador a travs de la educaciri7 En este caso estu-

    21 Andrs Ortega, "El feminismo", en Ana Lau y Carmen Ramos, 4,. cii.

  • I T

    34 MUJER, PENSAMIENTO E IMAGEN EL ESPRITU DEL FEMINISMO EN MXICO 35

    vieron lla Ilustracin, el positivismo o el anarco-sindicalismo y las ideas socialistas7 22 Tendencias que corresponden histricamente a diversos momentos: subsecuentes, simultneos o correlacionados, de las ideas polticas en Mxico.

    De ah que, al margen de las condiciones de opresin de las mu-jeres trabajadoras, y aun en ausencia del diseo de luchas y estrategias de las mujeres por reivindicaciones propias, el debate periodstico masculino en tomo a la mujer, llevado a cabo durante todo el siglo XIX (sobre todo a principios y finales de ste), se transforman en una discusin acerca de la necesidad de educacin para las mujeres. Por qu se realizaba esta discusin en un contexto en el que la mayora de las mujeres no saba ni siquiera leer, ni mostraban aun el ms mnimo inters por modificar su situacin social, en contraste con el inters que tenan por transformar la de todo el conjunto de la sociedad?

    Tanto, Silvia Arrom como Jean Franco nos dan la pauta para comprender la razn del intento de integracin de las mujeres en la educacin, que no puede explicarse como una bsqueda espontnea dejusticia social o de inters masculino por la igualdad entre los sexos. Ambas le atribuyen a esta discusin razones extrnsecas a la lucha de las mujeres. Segn Anom: la instruccin de las mujeres del siglo XIX se consideraba parte importante de la solucin de los problemas nacionales. 23Para Franco: en la formacin nacional del siglo XIX los dirigentes "queran una nacin ms homognea y como no podan alcanzar la homogeneidad racial, confiaban a la educacin la tarea de transformar a los habitantes en ciudadanos modernos". 24 7-En el siglo XIX, liberar a las mujeres por medio de la educacin era una tarea masculina que representaba al propio desarrollo cultural en la figura ideolgica del momento (el positivismo). La necesidad de desarrollo moderno se impona progresivamente, ha-ca que para mediados del siglo fueran pocos quienes cuestionaban

    ' Franoise Carner, "Las ideas sobre la mujer mexicana en el siglo XIX', pp. 38-40. Cf. Silvia Marina Arrom, Las mujeres de la ciudad de Mxico. 790-1857.

    21 Jean Franco, qi. cii, p. 19. La valoracin por la educacin en pos del progreso moderno era tan grande que, en 1842, el grado de inters que se manifestaba por la educacin incluy una ley que haca obligatoria la instruccin para nios y nias de siete a quince aos, dice Silvia Arrom, y "aunque era inaplicable debido a la escasez de escuelas elementales, la adopcin de esa ley muestra lo que los gobiernos mexica-nos hubieran querido hacer, si no se lo hubieran impedido sus perennes dificultades financieras'. Silvia Arrom, qi. cit., p. 36. Por otra parte, la misma autora seala que polmicas semejantes en torno a la educacin de las mujeres se realizaban en el Viejo Mundo desde el siglo anterior, iniciadas por Benito Gernimo Feijo, padre de la Ilustracin espola (bid., p. 30).

    Ja necesidad de educacin para las mujerej Pero, evidentemente, como seala Silvia Arrom, la incorporacin de las mujeres a la fuerza de trabajo que se desarrollaba en este siglo, y que era lo que sustentaba el inters por ampliar la educacin hacia ellas, exiga modificaciones de los valores tradicionales; esto se expresaba en la ideologa bajo la forma de una aparente contradiccin en la defini-cin del gnero femenino.

    El nfasis propuesto en la educacin generaba tina contra-diccin social que se manifestaba en la preocupacin de los hom-bres que discutan acerca de la definicin del