el sabotaje como una de las más bellas artes

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e as ar es,o. tiempo, allí donde dejamos gran parte de nuestras mejores aptitu- des se convierte -como entidad histórica- en el sujeto del odio de todo trabajador y trabajadora. El trabajo, más que un derecho, es una obligación. La insatisfacción en el trabajo. en lo que supone de expropiación de nuestras vidas, ilusiones y deseos, es una constante social, un común emotivo que cualquiera puede reconocer en el rostro madrugador de sus congéneres en el metro o el autobús de las primeras horas de la mañana. En nuestras caras se ins- cribe el absurdo de un mundo que a cambio de unas monedas exter- mina toda una vida, deteniendo a diario nuestro tiempo, suspendien- do las horas que nos pertenecen y de este odio, nace un sueño, que es la muestra irrefutable de que somos entes maravillosos, capaces de sacar de este odio, una de las expresiones humanas más sorpren- dentes. El sabotaje, como una de las más bellas artes inventadas por la humanidad es la revuelta contra la brutal imposición del trabajo. Tra- bajadores y trabajadoras de todos los tiempos han sabido concretar en actos de extremada originalidad todos los saberes que comprende el tejido productivo. Si el buen tra- bajo es aquel que produce exacta- / obligación de los viajeros llevar el importe exacto de los billetes, con lo cual el taquillero obligaba a la mayo- ría de los viajeros a volverse a bus- car cambio. En 15 minutos la esta- ción de trenes se había convertido en un caos en el que casi nadie había conseguido billete con dece- nas de pasajeros buscando cambio, y diez minutos después, la taquilla quedaba cerrada, el tren vacío y muchos viajeros en tierra. En cual- quier caso, para aquellos que subie- sen al tren, la pesadilla no había hecho más que empezar, un amplio abanico de inspecciones detalladas en cada estación y esperas regla- mentarias a otros trenes retrasaban el viaje hasta hacerlo desesperante. La conclusión era rotunda. Lo propio del trabajo humano, que es la aporta- ción de sentido común, experiencia y percepciones subjetivas a la lógica nor- mativa y maquinista del capital, quebra- ba. El trabajo, sin su eje valorizador, la vida, está condenado a morir de viejo, engullido en su propia lógica, incapaz de progresar Trabajando el sabotaje En los tiempos de la guerra, los circui- tos de la producción han campado por nuestras vidas con un objetivo muy cia- ra, exprimimos en forma de beneficio. El trabajo, como lugar privilegiado en el que agoniza nuestra vida y nuestro Por Pablo Panzer 1: I'alge', E.:"EI Sallola¡e". Madrid. Cbe!a, 2001. 110 urante el lercer congreso de la CGT francesa, que se celebró en 1897 en la ciudad de Toulouse, se presentó un breve pero contundente informe sobre el sabo- taje '. Esta práctica obrera, destinada a cortocir- cuitar las lógicas de producción, provocó un enorme debate en las filas del aún por entonces sindicato anarquista francés. La realidad era aplastante, a pesar de la ponencia, de los deba- tes y casos concretos que allí se discutían, el sabotaje como forma de lucha anónima, como expresión del descontento y del rechazo a las condiciones de trabajo era un hecho ligado a multitud de formas de lucha. Valencia, fábrica de Ford España, 1978. Durante las negociaciones que mantenían representantes obreros y la patronal, en un momento de máxima tensión, se produce un hecho ya habitual en la producción fordista: durante tres dias, el número de coches fabrica- dos por la planta valenciana se reduce de 1.104 coches al día a 700. y de éstos más del 50% están abollados, con las piezas cambiadas y el motor o la tapicería dañados 2 La mayoría de la produccíón había sido saboteada en su propia fabricación. La mano de obra -en rebeldía- había construido una mano negra, invisible al mando de la patronal, que ponía en crisis la esencia de la cadena de montaje. la disciplina. Disciplina, obediencia y cumplimiento escru- puloso de las normas son condiciones impres- cindibles para hacer un buen trabajo, pero no sólo. La flexibilidad o la capacidad de modular subjetivamente las normas de trabajo también son un lactor determinante para que la produc- ción salga adelante. Conocer este detalle per- mite un sabotaje que Pouget denominaba obs- truccionismo, el cumplimiento escrupuloso de las normas de trabajo para que el proceso de producción quede ralentizado e incluso parali- zado. Así ocurría en las huelgas de celo de los ferroviarios que, observando de manera impe- cable todas las normas de seguridad, horarios y condiciones laborales conseguían sabotear toda la red ferroviaria. La situación se convertía en surreal, según relata Pouget. El reglamento ferroviario pre- veía que las taquillas habían de abrirse media hora antes de la partida del tren y cerrarse cinco minutos antes de su salida, esto es, 25 minutos para despachar los bille- tes. El reglamento también advertía que era

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Revista: Camisa de Fuerza.Nº: 14

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Page 1: El Sabotaje Como Una de Las Más Bellas Artes

e as ar es,o.

tiempo, allí donde dejamos granparte de nuestras mejores aptitu­des se convierte -como entidadhistórica- en el sujeto del odio detodo trabajador y trabajadora. Eltrabajo, más que un derecho, esuna obligación.

La insatisfacción en el trabajo. enlo que supone de expropiación denuestras vidas, ilusiones y deseos,es una constante social, un comúnemotivo que cualquiera puedereconocer en el rostro madrugadorde sus congéneres en el metro o elautobús de las primeras horas de lamañana. En nuestras caras se ins­cribe el absurdo de un mundo quea cambio de unas monedas exter­mina toda una vida, deteniendo adiario nuestro tiempo, suspendien­do las horas que nos pertenecen

y de este odio, nace un sueño,que es la muestra irrefutable de quesomos entes maravillosos, capacesde sacar de este odio, una de lasexpresiones humanas más sorpren­dentes. El sabotaje, como una delas más bellas artes inventadas porla humanidad es la revuelta contrala brutal imposición del trabajo. Tra­bajadores y trabajadoras de todoslos tiempos han sabido concretaren actos de extremada originalidadtodos los saberes que comprendeel tejido productivo. Si el buen tra­bajo es aquel que produce exacta-

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obligación de los viajeros llevar elimporte exacto de los billetes, con locual el taquillero obligaba a la mayo­ría de los viajeros a volverse a bus­car cambio. En 15 minutos la esta­ción de trenes se había convertidoen un caos en el que casi nadiehabía conseguido billete con dece­nas de pasajeros buscando cambio,y diez minutos después, la taquillaquedaba cerrada, el tren vacío ymuchos viajeros en tierra. En cual­quier caso, para aquellos que subie­sen al tren, la pesadilla no habíahecho más que empezar, un amplioabanico de inspecciones detalladasen cada estación y esperas regla­mentarias a otros trenes retrasabanel viaje hasta hacerlo desesperante.

La conclusión era rotunda. Lo propiodel trabajo humano, que es la aporta­ción de sentido común, experiencia ypercepciones subjetivas a la lógica nor­mativa y maquinista del capital, quebra­ba. El trabajo, sin su eje valorizador, lavida, está condenado a morir de viejo,engullido en su propia lógica, incapazde progresar

Trabajando el sabotajeEn los tiempos de la guerra, los circui­tos de la producción han campado pornuestras vidas con un objetivo muy cia­ra, exprimimos en forma de beneficio.El trabajo, como lugar privilegiado en elque agoniza nuestra vida y nuestro

Por Pablo Panzer

1: I'alge', E.:"EI Sallola¡e". Madrid.P~OOad Cbe!a, 2001.

110 urante el lercer congreso de la CGTfrancesa, que se celebró en 1897 en laciudad de Toulouse, se presentó un

breve pero contundente informe sobre el sabo­taje'. Esta práctica obrera, destinada a cortocir­cuitar las lógicas de producción, provocó unenorme debate en las filas del aún por entoncessindicato anarquista francés. La realidad eraaplastante, a pesar de la ponencia, de los deba­tes y casos concretos que allí se discutían, elsabotaje como forma de lucha anónima, comoexpresión del descontento y del rechazo a lascondiciones de trabajo era un hecho ligado amultitud de formas de lucha.

Valencia, fábrica de Ford España, 1978.Durante las negociaciones que manteníanrepresentantes obreros y la patronal, en unmomento de máxima tensión, se produce unhecho ya habitual en la producción fordista:durante tres dias, el número de coches fabrica­dos por la planta valenciana se reduce de 1.104coches al día a 700. y de éstos más del 50%están abollados, con las piezas cambiadas y elmotor o la tapicería dañados2

• La mayoría de laproduccíón había sido saboteada en su propiafabricación. La mano de obra -en rebeldía­había construido una mano negra, invisible almando de la patronal, que ponía en crisis laesencia de la cadena de montaje. la disciplina.

Disciplina, obediencia y cumplimiento escru­puloso de las normas son condiciones impres­cindibles para hacer un buen trabajo, pero nosólo. La flexibilidad o la capacidad de modularsubjetivamente las normas de trabajo tambiénson un lactor determinante para que la produc­ción salga adelante. Conocer este detalle per­mite un sabotaje que Pouget denominaba obs­truccionismo, el cumplimiento escrupuloso delas normas de trabajo para que el proceso deproducción quede ralentizado e incluso parali­zado. Así ocurría en las huelgas de celo de losferroviarios que, observando de manera impe­cable todas las normas de seguridad, horarios ycondiciones laborales conseguían saboteartoda la red ferroviaria.

La situación se convertía en surreal, segúnrelata Pouget. El reglamento ferroviario pre­veía que las taquillas habían de abrirsemedia hora antes de la partida del tren ycerrarse cinco minutos antes de su salida,esto es, 25 minutos para despachar los bille­tes. El reglamento también advertía que era

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Sabotear es actualizarnuestra imaginación,pensar la paralizaciónsubterránea, el corte

invisible de los canales

mente lo que se manda, el buen sabotaje esaquel que desde esos mismos canales consi­gue arruinar ese mandato y desbaratar su lógi­ca, una pelea subterránea y cotidiana, un des~

arreglo metabólico en el aparato capitalista

Guerras que devoran vidasAhora, nos surge un problema El capital, alnutrirse de vidas, aprende de ellas, asimila suvalor y -en muchos casos- lo reproduce,como subjetividad humana para su propiobeneficio. Así le ocurre a cualquier trabajadoren el sistema !ayalista, produciendo cochesde manera planificadacon grupos de discusiónentre los trabajadoresque -en asambleas­discuten sobre el funcio­namiento de la fábrica yproponen mejoras Omás radicalmente lesocurre a los trabajadoresy trabajadoras del tele-marketing de la India, encargados de atenderal público de EE.UU. y Gran Bretaña, razónpor la cual aprenden el inglés con el acentocorrespondiente, conociendo el argot, y estánobligados a ver la te le y leer los periódicosyanquis y británicos, para poder relacionarse,hablar de política o del tiempo con la cliente­la3 iAlucinante! Aquellas capacidades huma­nas despreciadas por el capitalismo histórico,empeñado en que se cumpliesen las normassin dar mayor valor a las vidas implicadas enel proceso, transforma ahora esas capacida­des indispensables para la producción en

esencia del beneficio. Ser un buen trabajadorsignifica hoy en día tener la capacidad dedesempeñar todo tipo de trabajo y por ello,ser capaz de vivir en el trabajo, comprender lasituación, modularla y adaptarse. La incerti­dumbre y la imprevisibilidad son la esencia deesta nueva precariedad, una nueva situaciónen la que debemos resituar y reorientar el con­cepto de sabotaje. Usando una expresión clá­sica diríamos que, cuando el sabotaje propor­cionó algunas respuestas, nos cambiaron laspreguntas.

En la actualidad, sabotear y cortocircuitarla lógica de produc­ción se traduce enintervenir de modoexpeditivo en la vidaentera sobre la que elcapital, en forma deguerra global y perma­nente, ha impuesto sulógica. La fábrica y lagran empresa, lugares

privilegiados de la producción tradicional,han estallado, toda la esencia concentradade la producción se ha disuelto en los tejidossociales y ha recompuesto su protagonismo,así sucede con los migrantes y las mujeres,por citar algunos ejemplos, pero también hadisuelto su extracción de riqueza, antes con­centrada en la valorización matematizada ysimplificada de las capacidades humanas, yhoy centrada en valorizar toda su compleji­dad vital, desde los call centers de Marrue­cos y la India hasta la infinidad de trabajosde carácter relacional donde la disponibili-

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dad, la diligencia y la amabilidad, junto aotras muchas capacidades adscritas al des­arrollo del lenguaje, son fundamentales

Sabotajes que desbaratan guerrasEn consecuencia, cortocircuitar la lógica del tra­bajo y el capital es, ante todo, sabotear su esen­cia, la vida con la que produce, las subjetividadhumana de la que se alimenta. Sabotear signifi­ca actualizar nuestra imaginación, pensar laparalización subterránea, el corte invisible delos canales. Hay que sabotear la guerra, elchantaje del despido, la presión insoportable deunas condiciones extremas de trabajo, sin ape~

nas derechos, y que no nos dejan pensar.Éste es el primer paso, pensar, imaginar la

posibilidad, investigar de manera seria y siste­mática las posibilidades, como lo hicieron losobreros del siglo pasado, conociendo a la per­fección el engranaje, para hacer un acto de pro­testa como trabajadores, sin necesidad dearriesgar en exceso, pero sabiendo trastocar loesencial del proceso productivo en el que esta­ban inmersos.

Se trata de experimentar, como han hechoalgunas personas del telemarketing en el sabo­taje denominado sin el mute atendiendo a losclientes sin cerrar nunca el canal de conversa­ción, para que se escuchen, no sólo las buenaspalabras, sino también las quejas, las protestasy las frustraciones que se producen en cadaplataforma de telemarketing, para que se obser­ve que el amable teleoperador o teleoperadoraque le atiende es una persona que trabaja encondiciones penosas, en grandes plataformashechas a la medida de los contratos basura, enun empleo monótono y despótico.

Aunque hoy, en el momento que nos encon­tramos, en el que el capitalismo --en su dinámi­ca de guerra contra la vida- el sabotaje a laproducción, a su lógica es, en esencia, la des­obediencia a sus dinámicas globales y cotidia­nas. Con toda la contundencia, como sabotajey como obra de arte presentó un insumiso deCastellón su declaración antimilitarista en laque se negaba a producir beneficio para elcapitalismo-guerra. Negándose a colaborarcon el ejército, como una obra poética, la de lainsumisión, en la que más de 10.000 jóvenesparticiparon, destruyendo la materia prima dela que se nutre la guerra y la producción, lasvidas de sus soldados, de sus trabajadores ytrabajadoras

Igual de artistico y antimilitarista fue el deno­minado War Stopping, el bloqueo desobedientede los trenes europeos que transportabanarmas a Iraq, que incidiendo en el desbarata­miento, el desmontaje del sistema de produc­ción en el que la fábrica se ha impuesto a lo lar­go y ancho de nuestras vidas. Una guerra quecome vidas, lo vemos cada día en la televisión,como también vimos, o mejor, escuchamos, unode los sabotajes más cortos, pero a la vez mássimbólicos de los últimos tiempos. Fue al iniciode la guerra de Iraq, en el informativo de máxi­ma audiencia de Telemadrid, cuando una vozen off clara y rotunda irrumpió en un cambio denoticias diciendo: ihay que salir a la calle l O

2: Per~l Colado, A.: "Queridos camaradas, veinticinco ooosde luchas y derrotas en Foro Espafla". Va~encia, Ed. Al Margen, 2001. pp.32. - 3: Roy, A.: El álge~ra de la justicia ilfin:ta, Barce~ooa, Anagrama, 2002, págs. 168-169.