el proceso de joseph k

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El proceso de Joseph K. por Hugo Blumenthal Una mañana, al despertar, Joseph K., llamando para que le traigan el desayuno, pondrá en marcha, sin saberlo, un proceso que lo llevará a su perdición. Acción aparentemente nimia, con la subsiguiente llegada de los agentes, que opera como un indicador imposible de ignorar. Indice de la verdadera puesta en marcha, ya que un proceso en contra no es algo que aparece de la noche a la mañana, sino que es algo que se va incubando y a lo que uno a dado origen; pues la justicia es atraída por el crimen. Sin embargo este proceso, como la vida misma que representa –que no puede predecirse cual si fuera un negocio–, lo va a tomar desprevenido, sin bañar, semidesnudo, en una aparente situación de inferioridad que le va a imposibilitar encararla como una situación a las que ya está acostumbrado enfrentarse en su calidad de abogado (pues él es casi un abogado). Lo que lamentará en un principio creyendo que de haber estado precavido habría resuelto satisfactoriamente el problema, creyendo además que si bien se trataba de un proceso extraño, mantenía al menos una analogía con la justicia ordinaria donde podrían servirle sus conocimientos. Mas como apunta Marthe Robert, 1 K. no se va encontrar ante la realidad de una justicia ordinaria sino simplemente ante una imagen que se supone representa una situación que le va a ser preciso vivir y que por lo tanto le va a ser preciso también comprender ([...] este asunto [...] todos los medios que han desplegado son demasiado importantes para que carezca de significado [...]) 2 . Desde entonces vamos a encontrar un leve sentimiento de su posible culpa, pero muy leve en todo caso. Ese sentimiento se fundamenta en la mirada inquietante y acusadora de los otros, como interesada en Joseph K. (y sustrayendo el “como”). Antes de que se le informe su detención, K. siente el peso de tales miradas. Y si tenemos en cuenta que el narrador no se encuentra simplemente con Joseph K. sino que es el mismo K. (porque no cuenta lo que es obvio para él), –que a veces se toma como objeto, como otro, para juzgarse a sí mismo–, ese sentimiento de incomodidad revela la posibilidad de una falta que quiere mantenerse oculta. Ya sea por ceguera o mala fe, Joseph K. piensa que simplemente se está desarrollando una comedia, y decide participar, por no parecer tonto, pues “por ahora todavía estaba libre.” 3 Pero se equivoca fatalmente, ya que, como observaba Maurice Blanchot, 4 desde la primera frase ha sido expulsado del mundo, excluido de los hombres libres, y en un proceso en el que, quieralo o no, participa. (El proceso, como la política, no admite que nada le sea ajeno. Recuérdese que hasta una opinión apolítica es política). Otro error –y El proceso no es más que una serie de errores, de los cuales K. irá dándose cuenta, Hugo Blumenthal © 2007 1 1 Marthe Robert, Kafka. Trad. cast. de Carlos A. Fayard. (Buenos Aires: Paidós, 1969). P. 104. 2 Franz Kafka. El proceso. Trad. cast. de R. Kruger. (Bogotá: Seix Barral–Oveja Negra, 1984). P. 14. 3 Ibíd. P. 8. 4 K. “[…] imagina que las cosas van a continuar y que aún está en el mundo, cuando desde la primera frase ya ha sido expulsado.” Maurice Blanchot. El espacio literario. Trad. cast. de Vicky Palant y Jorge Jinkis. (Barcelona: Paidós, 1992). P. 71.

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El proceso de Joseph K.por Hugo Blumenthal

Una mañana, al despertar, Joseph K., llamando para que le traigan el desayuno, pondrá en marcha, sin saberlo, un proceso que lo llevará a su perdición. Acción aparentemente nimia, con la subsiguiente llegada de los agentes, que opera como un indicador imposible de ignorar. Indice de la verdadera puesta en marcha, ya que un proceso en contra no es algo que aparece de la noche a la mañana, sino que es algo que se va incubando y a lo que uno a dado origen; pues la justicia es atraída por el crimen.

Sin embargo este proceso, como la vida misma que representa –que no puede predecirse cual si fuera un negocio–, lo va a tomar desprevenido, sin bañar, semidesnudo, en una aparente situación de inferioridad que le va a imposibilitar encararla como una situación a las que ya está acostumbrado enfrentarse en su calidad de abogado (pues él es casi un abogado). Lo que lamentará en un principio creyendo que de haber estado precavido habría resuelto satisfactoriamente el problema, creyendo además que si bien se trataba de un proceso extraño, mantenía al menos una analogía con la justicia ordinaria donde podrían servirle sus conocimientos. Mas como apunta Marthe Robert,1 K. no se va encontrar ante la realidad de una justicia ordinaria sino simplemente ante una imagen que se supone representa una situación que le va a ser preciso vivir y que por lo tanto le va a ser preciso también comprender ([...] este asunto [...] todos los medios que han desplegado son demasiado importantes para que carezca de significado [...])2.

Desde entonces vamos a encontrar un leve sentimiento de su posible culpa, pero muy leve en todo caso. Ese sentimiento se fundamenta en la mirada inquietante y acusadora de los otros, como interesada en Joseph K. (y sustrayendo el “como”). Antes de que se le informe su detención, K. siente el peso de tales miradas. Y si tenemos en cuenta que el narrador no se encuentra simplemente con Joseph K. sino que es el mismo K. (porque no cuenta lo que es obvio para él), –que a veces se toma como objeto, como otro, para juzgarse a sí mismo–, ese sentimiento de incomodidad revela la posibilidad de una falta que quiere mantenerse oculta.

Ya sea por ceguera o mala fe, Joseph K. piensa que simplemente se está desarrollando una comedia, y decide participar, por no parecer tonto, pues “por ahora todavía estaba libre.”3 Pero se equivoca fatalmente, ya que, como observaba Maurice Blanchot,4 desde la primera frase ha sido expulsado del mundo, excluido de los hombres libres, y en un proceso en el que, quieralo o no, participa. (El proceso, como la política, no admite que nada le sea ajeno. Recuérdese que hasta una opinión apolítica es política).

Otro error –y El proceso no es más que una serie de errores, de los cuales K. irá dándose cuenta,

Hugo Blumenthal © 2007

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1 Marthe Robert, Kafka. Trad. cast. de Carlos A. Fayard. (Buenos Aires: Paidós, 1969). P. 104.2 Franz Kafka. El proceso. Trad. cast. de R. Kruger. (Bogotá: Seix Barral–Oveja Negra, 1984). P. 14.3 Ibíd. P. 8.4 K. “[…] imagina que las cosas van a continuar y que aún está en el mundo, cuando desde la primera frase ya ha sido expulsado.” Maurice Blanchot. El espacio literario. Trad. cast. de Vicky Palant y Jorge Jinkis. (Barcelona: Paidós, 1992). P. 71.

intentando evitarlos y solucionarlos–5 será el admitir la ignorancia de esa supuesta ley que encarnan los agentes, y al mismo tiempo asegurar que es inocente,6 con lo que invalida de plano su criterio dentro de la razón que le es tan preciada. Por ello mismo decide al final de ese encuentro “ir con ellos hasta la puerta de la calle y pedirles que le detuvieran,”7 para constatar que lo que le sucede es ciertamente real, y a lo cual los agentes se niegan. No les toca a ellos darle una seguridad, engañosa y reconfortante, y convencerlo de lo que él tendría que convencerse por sí mismo.

Así, la duda va a quedar abierta como un trampa, y en ella precisamente va a caer Joseph K. Ya le va a parecer indudable que se ha comenzado un proceso en su contra y haciendo analogía con los procesos ordinarios asumirá que es preciso afrontarlo, considerándose obligado a presentarse ante la primera citación.8 El proceso ya ha echado raíces en Joseph K. Aunque todavía leves, que aún le permiten asegurar que tiene poder para reconocer a un proceso en su contra como tal. Y lo paradójico es que dice aceptar aquel proceso por lástima,9 lástima por sus jueces (!), cuando el que hubiera acudido ya implicaba su aceptación y más bien lo contrario, negar el proceso, hubiera sido una mejor muestra de su “poder”.

Empieza entonces la interiorización de sus culpas, de las faltas que ha cometido en el desarrollo de su proceso. Se da cuenta de sus primeros errores, y se atormenta por ellos. El resultado de su proceso, sin embargo, no va a importarle por el momento, pues todavía no podrá hacerse la pregunta por la verdadera y presunta culpa que ha desencadenado el proceso, e intuye además que quizá nunca vaya a llegarle tal resultado.10 Lo que realmente comienza a preocuparle entonces es el desarrollo de su proceso, el cual quiere limpio de errores. Interiorizará, no la culpa que podría haber originado el proceso, que nunca se le dice –ni la posibilidad de ser quizá culpable, pues hasta el final se declarará inocente–, sino el proceso mismo, como trampa de la cual difícilmente va a poder lograr una salida. Entonces, con esperanzas, espera que no se le haya tomado en serio aquella primera “defensa”.11

Asimismo se acentúa en K. la idea de que todo el mundo lo ve como culpable, ya no simplemente como sospechoso, y evita a toda costa lo que imagina pueda ser considerado un indicio de su

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5 “La trama del relato está únicamente compuesta por posibilidades sucesivas que el héroe–buscador acepta cada vez como verdaderas, hasta el momento en que sus decepciones le obligan a reconocer su error y revisar todas sus ideas.” Marthe Robert. “Simbolismo y crítica de los símbolos.” Acerca de Kafka. [Pp. 33–59]. P. 42.6 “Tú puedes verlo, Willem. Admite su ignorancia de la ley, pero al mismo tiempo asegura que es inocente.” Kafka. Op. cit. P. 10.7 “Había decidido, si es que realmente se marchaban, ir con ellos hasta la puerta de la calle y pedirles que le detuvieran.” Ibíd. P. 18.8 “Se entendía (K. entendía) que tenía la obligación de ir.” Ibíd. P. 34.9 “[…] su proceder no configura un proceso, salvo que yo mismo lo reconozca. Por ahora lo aceptaré así, sobre todo por lástima, sólo por este sentimiento puedo otorgarle alguna atención.” Ibíd. P. 43.10 “[…] el resultado de mi proceso nada me importa, y menos me preocupa la pena que pudieran darme, suponiendo que el proceso concluya alguna vez, lo que me parece ya improbable.” Ibíd. P. 54.11 “K. estaba esperando una nueva citación. Le resultaba imposible creer que hubieran tomado en cuenta su manifestación de prescindir de los interrogatorios.” Ibíd. P. 50.

culpabilidad.12 Lo cual demuestra hasta qué punto ha llegado la interiorización de su problema, obligado a cambiar su manera de comportarse y ver las cosas, eliminando comportamientos que puedan parecer siquiera sospechosos y viendo todo en razón de ello.

Ya empieza a preguntarse por sus jueces, y aun reconociendo que no cesa de barajar pensamientos relacionados con aquel proceso, cree que le dedica muy poco tiempo.13 Pide un juez que lo condene o lo absuelva, ya no quiere ser arrestado sino juzgado, única posibilidad que, considera, puede resolver su situación. La despreocupación que le motivaba antes el mundo, tanto de las cosas materiales como de las personas, va cediendo poco a poco, en relación inversa con su trabajo, que constituía prácticamente todo su anterior ser (y por lo mismo prácticamente va perdiendo su personalidad, le resultará cada vez más difícil afirmarse en el mundo, al mismo tiempo que se va volviendo más “hermoso” y que el cansancio se va apoderando de él).

A este punto vemos que se encuentra absolutamente atrapado y sin posibilidad de salida. Empieza a considerar en serio el tomar su propia defensa,14 movimiento que nos muestra hasta qué punto llega su preocupación por su proceso, pues ni el abogado más interesado podría preocuparse tanto como él lo considera necesario (es decir, más que él); y ello aunque, al menos en apariencia, el caso si interesaba de manera especial al abogado. Pero para Joseph K., si asume su defensa, estaría arriesgándose a recibir los impactos de la justicia, cosa que de cierta manera desea, para así comprobar hasta qué punto es real su proceso. Además aquella “[...] decisión de salir triunfante significaría quedar libre para siempre,” o al menos así lo cree, y sin embargo todavía lo ata un inconveniente: “¿podría hacer frente al trabajo en el banco?”15 Se halla entonces en una situación que no por falsa deja de ser parecida a la del burro que entre dos platos de comida a igual distancia se muere de hambre al no poder decidirse (aunque tampoco esté seguro de que en ambos platos haya verdadera comida). Es decir, Joseph K. se engaña entre esas dos opciones, y al no poder decidirse le resulta más difícil comprobar la falsedad de ambas. Sin embargo cada vez será más patente su decisión por el proceso,16 aunque anclado y con base en su trabajo. Pero como el proceso no acepta competencia, sólo podrá mantenerse entre ambos con mucho esfuerzo.

Esas posiciones, que tanto le va a costar mantener, van a escindir su ser de manera tal que dentro del cambio que asuma –bien sea “feliz”, haciéndose cargo de su proceso, o bien sea en su oficina del banco, haciendo “como” si trabajase (y aquí el “como” se mantiene)–, fundarán además, en la imposibilidad de deshacerse totalmente de la otra, una culpa nueva; fundada en que cuanto más opera su dispersión tanto más parece seguro su fracaso y menores sus posibilidades de lograr una

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12 “Encontraba muy desagradable verse obligado a ir andando dos pasos más adelante que su acompañante, ya que ello, sobre todo en un lugar así, daba motivo a pensar que era un detenido, al que conducían ante el juez;” y “[…] marcharme al campo podría ser interpretado como una huida, y por consiguiente como un indicio de culpabilidad.” Ibíd. Pp. 65 y 94. Sin embargo puede considerarse que “[…] a la huida no se la rechaza sino en tanto movimiento inútil en el espacio, movimiento engañoso de libertad.” Gilles Deleuze y Félix Guattari. Kafka. Por una literatura menor. Trad. cast. de Jorge Aguilar Mora. (México: Era, 1978). P. 25.13 “¿No deja usted nunca de pensar en su proceso? –No es así –respondió K.– Probablemente pienso muy poco en él;” y “No cesaba de barajar pensamientos concernientes a su proceso […]”Kafka. Op. cit. Pp. 104 y 109.14 “Resumiendo, ya no existía la posibilidad de aceptar o rechazar el proceso. Se encontraba sumido en él, y era imprescindible defenderse.” Ibíd. P. 121.15 Ibíd. P. 127.16 “¡Sólo le faltaba eso: que los problemas que debía afrontar en su profesión incidieran también en la marcha de su proceso!”; y “[...] dejó el banco casi contento de poder dedicarse a su proceso.” Ibíd. Pp. 132 y 135.

autentica libertad. Y todo lo cual agravado si tenemos en cuenta que todos los que rodean a Joseph K. son parte de él mismo, cual ““elementos” [que] se le han escapado desde hace tiempo, [que] desde hace tiempo se han petrificado y se han convertido en cosas muertas [...]”17 Así entonces, como señala Marthe Robert, El proceso apenas representaría “la historia de los esfuerzos de K. para liberarse al encontrar una plenitud cuyo sentido ha perdido.18 Por eso la búsqueda constante de ayuda, de testigos que puedan servir en su proceso, sean mujeres o el mismo Tintorelli.19 Lo que K. ignora es que nunca va a poder encontrar a alguien que le muestre su verdad, y menos cuando piensa que el código que representa su proceso sólo es verosímil siendo una y otra vez rectificado por todos. Y es que el código mismo le es inaplicable debido a la alienación que padece, que le impide ver su propia falta. Por eso su inocencia no resuelve nada en absoluto,20 porque allí no se trata de tener la razón o de ser inocente, sino de poder alcanzar una plenitud de sentido con cada una de esas partes dispersas.

Ya cerca al final, reconoce serias dudas de que su proceso termine bien. “El proceso” –dice K.– “es mi continua obsesión [...] Al principio no dudaba ni un instante del buen fin del mismo, pero ahora ya no estoy tan seguro [...] mi situación empeora día a día.”21 Aceptación sumamente peligrosa, pues asume su proceso como culpa, enorme por demás, que terminará aplastándolo. Sin embargo, no dejan de ser ciertas las palabras de Blanchot sobre las ventajas que le ha otorgado asimismo su proceso: proceso de errores continuos que le permiten finalmente conocer aquello en que se había convertido sin darse cuenta;22 aunque por desgracia ese conocimiento le llega demasiado tarde, cuando ya no existen esperanzas, cuando ya el cansancio lo ha ahogado todo.

Según el capitulo propuesto como final por Max Brod, K. va a aceptar su culpabilidad, sin importar cual sea la culpa que se le impute, y ello simplemente por el peso del proceso, que ya no quiere seguir soportando. Evitará además todo lo que pueda interrumpir –o mejor dicho, aplazar– su condena y su fin. Así hasta llega a pensar, en un momento, arrebatarles al cuchillo de las manos a sus ejecutores y matarse a sí mismo. Resultado de aquel creer y no creer en su culpa, –al menos en lo que el proceso respecta–, y que no logra conciliar. “El héroe de Kafka [...] quiere nacer –venir realmente al mundo–, y como no lo logra, viene a morir. Su muerte es siempre un suicidio.”23 Cree ya profundamente que no puede ser de otra manera, que es la única salida y por lo tanto a ella se entrega. Termina así por perder, por aceptar perder, la mínima parte de sí que aún conserva, “[...] admitiendo que su lugar no existe,”24 al menos no en este mundo.

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17 Robert. Kafka. P. 139.18 Ibíd. P. 137.19 “Estimaba haber obtenido lo más óptimo, si conseguía persuadir al pintor para que le ayudase de la forma que fuese, aun en el caso de que su ayuda no fuera muy decisiva.” Kafka. Op. cit. P. 149.20 Ibíd. P. 143.21 Ibíd. P. 201.22 “El proceso tiene al menos la ventaja de hacer conocer a K. lo que realmente es, de disipar la ilusión, los consuelos engañosos que [...] le dejaban creer en su existencia de hombre de mundo. Pero el proceso no es por eso la verdad; al contrario, es un proceso de error [...] proceso donde si queda una esperanza es para quien avanza no contra la corriente, por una oposición estéril, sino en el sentido mismo del error.” Blanchot, El espacio literario. P. 71.23 Robert. Kafka. P. 115.24 Blas Matamoro. El héroe sin padre. P. 74.

Hugo BlumenthalCali, 1997

BIBLIOGRAFIA

BENJAMIN, WALTER. “Dos iluminaciones sobre Kafka.” Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1969. (Trad. cast. de Jesús Aguirre. Imaginación y sociedad. Iluminaciones I. Madrid: Taurus, 1990. Pp. 199–221.)

BLANCHOT, MAURICE. L'espace littéraire. París: Gallimard, 1955. (Trad. cast. de Vicky Palant y Jorge Jinkis. El espacio literario. Barcelona: Paidós, 1992.)

DELEUZE, GILLES y GUATTARI, FELIX. Kafka. Pour une littéra ture mineure. París: de Minuit, 1975. (Trad. cast. de Jorge Aguilar Mora. Kafka. Por una literatura menor. México: Era, 1978.)

KAFKA, FRANZ. Der Prozess. s.l.: s.d. (Trad. cast. de R. Kruger. El proceso. Bogotá: Seix Barral–Oveja Negra, 1984.)

MATAMORO, BLAS. “El héroe sin padre.” Pp. 60–75. Fotocopias.

ROBERT, MARTHE. Kafka. París: Gallimard, s.d. (Trad. cast. de Carlos A. Fayard. Kafka. Buenos Aires: Paidós, 1969.)

ROBERT, MARTHE. “Franz Kafka y el proceso de la literatura.” en Eco. Tomo XI/6. Octubre de 1965. Pp. 553–581.

ROBERT, MARTHE. “Simbolismo y crítica de los símbolos.” Acerca de Kafka. Pp. 33–59. Fotocopias.

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