el principito un mensaje espiritual

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El Principito Antoine Saint Exupery 7 Comentario de texto de Manuel Ballester Profesor de Educación Secundaria del IES «Tirant lo Blanch». Elche (Alicante) Lo esencial es invisible a los ojos

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Page 1: El Principito Un Mensaje Espiritual

El PrincipitoAntoine Saint Exupery

7

Comentario de texto de Manuel BallesterProfesor de Educación Secundaria del IES «Tirant lo Blanch». Elche (Alicante)

Lo esencial es invisible a los ojos

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ResumenResumen.. El séptimo planetafue la Tierra.Los planetas anteriores estabanhabitados cada uno por un tipo depersona. En la Tierra se encuen-tran juntos multitud de personasdiferentes: cientos de reyes, milesde geógrafos, etc.

Comentario. Este capítulo esmuy breve. Pienso que es debidoa que Saint-Exupéry quiere destacar que aquí hayun cambio de ritmo. Hasta ahora habíamos vistoque el Principito, como fruto del amor, es cons-ciente de que debe madurar y para eso debe salirde si para aprender. Inicia por eso el análisis deuna serie de modos de ser adultos que nos ha ocu-pado los últimos capítulos.Ahora estamos en la Tierra. La Tierra es un plane-ta especial. En un sentido es muy distinto a losplanetas anteriores: es muy grande y en ella cabenmuchos tipos humanos diversos.Desde este punto de vista, la Tierra sim-boliza el mundo real. Hay personas enlas que predomina un determinadotipo de rasgos, pero los tipos puros

son escasos, quizá inexistentes.Se trata más que de personas real-mente existentes, de tendencias;es decir, aspectos de la personali-dad que en unas personas estánmás acentuados que en otras, o deun determinado modo de ser en elque destaca una cualidad sobre lasotras. No obstante el conocer lostipos puros ayuda a entendermejor la realidad.

La Tierra presenta una multitud de modos deser, se nos presentan como modelos. Podemosconstituir a cualquiera de ellos en ejemplo denuestra acción. Los modos de ser aludidos enlos capítulos anteriores eran, en mayor o menormedida, defectuosos. Así ocurre en la realidad:la gente que tenemos a nuestro alrededor estáplagada de defectos, de aspectos que no acabande ir bien.Pero entonces, ¿cómo maduraremos? Igual que

vimos que el Principito obligó al aviador arechazar los distintos dibujos, hasta que

fue creativo. Se trata de ver lo que hayde malo, procurando evitarlo y cons-truyendo (inventando) nuestra vida.

XVI. La multitud

«LaTierra

simboliza elmundo real»

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XVII. La pérdida de la inocencia

Resumen. Las personas mayo-res piensan ocupar mucho espaciosobre la Tierra, pero realmente noes así. De hecho, el Principito, alllegar a la Tierra no vio a nadie.Apareció entonces una serpienteque le informó de que se encontra-ba en el desierto. En el desierto nohay hombres, se está un poco solo.También se está solo con los hom-bres, añadió la serpiente.La serpiente es pequeña como un dedo pero pode-rosa como el dedo de un rey: puede volver a la tie-rra todo lo que toca. Pero no al Principito ya que espuro y viene de una estrella.La serpiente habla en enigmas. Pero los resuelvetodos.

Comentario. La serpiente es un símbolo muyespecial. Es el único que en El Principito aparece dosveces. Volveremos a verlo al final del libro.Ningún animal vive tan pegado a la tierra como laserpiente: sale de la tierra, se arrastra por ella, a vecesparece identificarse con la tierra misma. De hecho laserpiente es el símbolo telúrico por excelencia. Lapresencia del símbolo de la serpiente en diversas tra-diciones culturales y en distintas religiones es muygrande, y en cada una de estas tradiciones presentacaracterísticas peculiares.Saint-Exupéry recibió en su infancia una formacióncatólica, de la que se fue alejando con el tiempo parafinalmente volver a ella en la madurez, que es preci-

samente el periodo en el que escri-be El Principito. En esta época elinflujo del pensamiento cristiano enSaint-Exupéry es notable.Cualquiera que conozca mediana-mente la Biblia podrá comprobarloleyendo Ciudadela, obra plagada deresonancias bíblicas.Por eso me parece de interés usarcomo modelo hermenéutico elpapel de la serpiente en la Biblia

que, como aquí, aparece también dos veces: en elprimer y último libro de la Biblia (Génesis yApocalipsis) .Es conocido el relato del Génesis. Dios coloca algénero humano (Adán y Eva) en el paraíso con unaúnica limitación: no pueden comer del árbol del bieny del mal. Todo lo demás les está permitido. Seencuentran en un estado de pureza e inocencia per-fecta. Aparece entonces la serpiente y entabla un diá-logo con la mujer, le pregunta por qué no puedencomer de ese árbol. Eva no lo sabe. La serpiente sí:si coméis de ese árbol seréis como dioses, conoce-dores del bien y del mal. El resto es conocido.Vemos que la serpiente del Génesis presenta simili-tudes importantes con la del Principito: habla enenigmas, sugiere, dirige la conversación en unadeterminada dirección pero, sobre todo, es conscien-te de la inocencia, de la pureza de los seres con quie-nes habla. La acción de la serpiente les induce aobrar de manera que adquieran conocimiento, elconocimiento del bien y del mal. Saber del bien y del

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mal es saber de la vida, pues la vida humana se fra-gua en esa tensión.Reparemos en un detalle importante: conocer el bieny el mal no es lo mismo que hacer el mal. Obrar males malo, pero saber qué es bueno y qué es malo, noes malo. La serpiente -identificada con el diablo enla tradición bíblica- aparece como la que propiciaque Adán y Eva se decidan a iniciarse en el conoci-miento del bien y del mal. Y eso no implica obrarmal, pero es algo malo. Es malo porque el conoci-miento del bien y del mal supone haber perdido lainocencia. Tras la caída, Adán y Eva son conocedo-res del bien y del mal, pero no son puros (como apa-rece el Principito ante la serpiente en este capítulo):han perdido la inocencia, el Paraíso.En cualquier vida humana ocurre lo mismo. Lainfancia es la edad de la pureza, de la inocencia, tam-bién de la ingenuidad. Pero eso es así hastaque el niño empieza a calibrar lo que estábien y lo que está mal. Entonces vaperdiendo la inocencia, o lo que es lomismo, empieza a tener uso derazón. Pienso que, en este sentido,la serpiente es símbolo precisa-mente de la razón.La razón plantea enigmas y los

resuelve. La razón nos pone ante el bien y el mal, yasí nos hace capaces de elegir uno u otro (ya lovimos, al tratar el tema de la libertad, en el capítulo3). Esa es una dimensión de la razón.Sabemos lo que es bueno y lo que es malo. Vemosgente dominante, vanidosa, egoísta, cegada por elansia de placer, etc. Pero vemos que eso es malo. Yvemos también que podemos elegir ser así. Somoslibres. Podemos querer ir siempre a la nuestra, ypodemos "justificarlo" diciendo que muchos (otodos) obran así. Es igual. Si elegimos esa opción,nosotros estamos convirtiéndonos en ese tipo de per-sona. Y somos responsables. Responsables de nues-tra vida (los demás de la suya).Pero otra dimensión de la razón es la que viene sim-bolizada en la segunda aparición de la serpiente. Enel Apocalipsis, la Virgen María (nueva Eva) aplasta

la cabeza de la serpiente. En la siguiente apa-rición de la serpiente, el Principito

muere. Ya hablaremos de eso más ade-lante. No obstante, me parece deinterés observar desde ahora lanueva coincidencia: en amboscasos la serpiente-razón provoca lamuerte, la destrucción de la ino-cencia.

«Elconocimientodel bien y del

mal supone haberperdido lainocencia»

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XVIII. El respeto

Resumen. El Principitoatravesó el desierto y lo únicoque encontró fue una flor consólo tres pétalos, una flor denada, a la que el Principito lepreguntó por los hombres.—¿Los hombres? Existen, creo,seis o siete. Los vi hace años.Pero nunca se sabe dondeencontrarlos. El viento losmueve. Carecen de raíces.

Comentario. Este capítulo y el siguiente cons-tituyen temáticamente lo relativo a los primerospasos del Principito en la Tierra, es decir, los pri-meros descubrimientos que hace una persona queestá intentando madurar.La flor constituye un símbolo de un determinadomodo de ser. Se trata de la gente que juzga a losdemás según el modelo de su propio modo de ser.Desde la óptica de la flor lo ideal, en el sentido delo bueno, consiste en tener raíces. Por eso ve a loshombres como faltos de algo importante: con eldefecto de carecer de ellas y ser arrastrados por elviento.Hace siglos expresó Séneca la idea de que homosacra res homini , el hombre es algo sagrado, y loque es sacro ha de ser tratado con reverencia. Lapersona ha de ser respetada, considerada siemprecomo un fin, apostilla Kant .Conviene caer en la cuenta de que este respeto queel hombre merece será totalmente ineficaz si se

dirige a una especie de "huma-nidad" abstracta, inexistente.Quien merece respeto es micompañero de trabajo, quienviaja conmigo en autobús, mipadre, mi hijo; en definitiva,las personas concretas que connosotros viven o conviven o,simplemente, se cruzan fugaz-mente en nuestro camino. Estacuestión, importante, es un

aspecto de lo que se ha desarrollado en la filosofíamoderna bajo el epígrafe "diferencia".Para poder respetar se requiere un paso previo:aceptar la diferencia. No se trata de comprender,mucho menos de apoyar. Se trata de algo muchomás básico: admitir que somos diferentes y que,por tanto, tenemos cualidades, actitudes, preferen-cias, etc. muy diversos; y que lo que a nosotros nosentusiasma, a otros les importa un bledo.Cuando aceptamos la diferencia, las dificultades seallanan. Pondré un ejemplo. Si describimos "obje-tivamente" el comportamiento de un bebé, consta-taremos que eructa, babea, ensucia lo que tiene asu alrededor, etc. Y eso que hace el bebé es nor-mal, aceptando que él es lo que es. Lo que hace unbebé estaría mal en un adulto. Pero el niño es dife-rente: cualquier persona normal lo acepta. Eso nosignifica que me resulte agradable que me ensuciela ropa, pero lo entiendo. Puesto que comprendoque el bebé tiene un comportamiento determinado(que, insisto, no tiene por qué resultarme simpáti-

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co) estoy en disposición de ponerme en su lugar,considerar el valor intrínseco de que el bebé estádotado. Y eso es respetar. El respeto tiene su baseen la comprensión de la diferencia de la persona ala que se respeta.Por eso, cuando alguien no se siente comprendido,no se siente tampoco res-petado. El pretendidorespeto sin compresiónparece pobre.La flor de este capítuloestá sola, su incapacidadpara acoger los diferen-tes modos de ser o sudesinterés, la aíslan.Capítulos atrás señala-mos la necesidad que todo hombre tiene de seracogido y valorado. Habría que añadir ahora una

nueva dimensión igualmente importante: la necesi-dad de valorar y de acoger. El hombre está hechopara encontrarse con sus semejantes, para acoger-los amorosamente. Cuando esta tendencia se trun-ca, se amará a sí mismo y despreciará a los demás.La mitología griega desarrolla este asunto con la

historia de Narciso, elhermoso joven que notenía ojos ni oídos paranadie que no fuese élmismo. Narciso secaracteriza por la com-placencia en sí mismo,la autosuficiencia que lelleva a aislarse de talmodo que es incapaz

incluso de reconocer el amor que la ninfa Eco leprofesa.

«La flor de este capítuloestá sola, su incapacidadpara acoger los diferentes

modos de ser o sudesinterés, la aíslan»

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XIX. La vaciedad interior

Resumen. El Principito subióa una montaña elevada con laintención de ver desde allí todoel planeta y todos los hombres,pero lo único que vio fue agujasde rocas bien afiladas. Comenzóa hablar pero sólo respondía eleco, repitiendo lo que él decía.«¡Qué planeta tan curioso!pensó entonces. Está todo seco,todo puntiagudo, todo salado. Ylos hombres carecen de imagi-nación. Repiten lo que se lesdice… En mi casa yo tenía unaflor: ella hablaba siempre la pri-mera…».

Comentario. El Principito va descubriendopoco a poco la aridez del mundo. La Tierra, elmundo real en el que cada uno va forjando su pro-pia personalidad, aparece como seca, puntiaguda,salada. Y aparece así tras el esfuerzo realizadopara descubrirla (para ver todo el planeta y todoslos hombres).El camino hacia sí mismo es difícil. Ocurre que lavida no es un juego que uno abandona cuando yano le divierte o empieza a irle mal porque las últi-mas jugadas no han sido buenas o los otros juga-dores han sido más hábiles o malvados. Nuestrosactos tienen consecuencias que arrastramos a lolargo del camino de la vida.Situarse en la vida supone esfuerzo. En cualquiersentido que se le otorgue a la expresión "situarse

en la vida". Si la tomamos en suacepción más honda, comoequivalente a "tomar las riendasde la propia existencia", talcomo lo hemos hecho a lo largode esta obra, entonces el esfuer-zo ha de ser más duro. Nos va enello no la vida, sino el sentido dela vida.La segunda idea que me parecedestacable hace referencia aleco. Al final del capítulo ante-rior hacíamos referencia al mitode Narciso y Eco, la ninfa quehabía sido castigada por Hera ano hablar nunca la primera ysólo poder repetir las últimas

palabras que había oído. El Principito al final deeste capítulo interpreta el fenómeno del eco dicien-do que los hombres carecen de imaginación.Repiten lo que se les dice… Si volvemos al comienzo de la obra recordaremosal aviador, y su queja por que ninguna de las per-sonas mayores que conocía era capaz de saber loque era su dibujo; es decir, ninguna tenía imagina-ción. Aquí Saint-Exupéry subraya que una de lascualidades de las personas mayores es el vacíointerior que se enmascara cuando la gente tieneconversaciones vacías de significado, como haceel eco repitiendo lo que se dice.El eco es alegoría de la vaciedad interior porque noaporta nada al diálogo, es un mero sonido sin alma.Símbolo de conversación insustancial que sólo

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llena tiempo pero no enriquece a quienes dialogan,donde no hay verdaderas preguntas ni respuestas.Y no hay preguntas porque no se anhela el encuen-tro con el otro, como ocurre con Narciso. O haypreguntas que sólo son apariencias, ya que «cuan-do el que pregunta no se interesa en el asunto, esque desprecia» , como ocurre una vez más conNarciso y la personalidad narcisista.Incluso hay esquemas de conversación, es decir,conversaciones absolutamente predecibles. Bastepensar en el intercambio de palabras entre dos hin-chas de equipos de fútbol rivales, o los militantesde partidos políticos diversos, o sobre el buen omal tiempo que hace últimamente, y así hasta lasaciedad. Este es un tipo de conversación no inte-resante, vacía, que puedo tener con mi vecino en elascensor o con el camarero del bar.Como la realidad humana está cualitativamentediferenciada, podemos establecer en unplano una conversación vacía, perosi con una persona con la que seposee intimidad también man-tenemos fundamentalmenteeste tipo de conversacionesvacías, entonces hay peli-gro. El verdadero problema

estriba en hablar con todo el mundo igual, puestoque eso es signo de no haber distinguido adecua-damente las personas con quienes nos relaciona-mos, de no haber creado distinto tipo de lazos, y,en definitiva, de no tener un verdadero amigo…Si, por el contrario, establezco distintos planos ytengo un nivel de conversación dependiendo de lapersona o el momento, es decir, con mi vecinohablo de fútbol, con la persona que coincido en elascensor, hablo del tiempo, pero con mis amigoshablo de asuntos que tocan mi intimidad, entoncesla cosa cambia.El Principito, siempre pensando en su flor, se dacuenta de que ella, la persona a la que ama, no esasí: siempre hablaba la primera, ella era original,creativa. El Principito va descubriendo aspectosque, ciertamente son negativos y muy extendidos.Pero esos aspectos negativos no le llevan a la des-

esperanza sino a ver con mayor nitidez,por el contraste, lo positivo que hay

en el mundo. El Principito estámadurando y por eso descubre

cualidades en la gente a la quequiere. Está aprendiendo ypor eso está capacitado paraver cosas que antes no veía.

«ElPrincipito está

madurando y por esodescubre cualidades en

la gente a la que quiere»

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XX. Acostumbramiento y devaluación

Resumen. Tras haberpasado por multitud dedificultades encontró uncamino que le condujohasta un jardín de rosasidénticas a la suya. En esemomento descubrió que surosa no era única en el uni-verso, sino una rosa más, una rosa ordinaria.Entonces cayó en la cuenta de que con una rosaordinaria y tres pequeños volcanes (uno quizáextinguido para siempre), no se podía considerarun gran príncipe.Y, tendido en la hierba, lloró.

Comentario. En este relato, la rosa es símbolode la mujer amada. Por eso el jardín de rosas sim-boliza el descubrimiento de las otras mujeres. Yahora le parecen iguales a su rosa.En un primer momento ocurre que la mujer amadase nos aparece como única, irrepetible, absoluta-mente distinta y mucho mejor que todas las otraspersonas. Pero llega un momento en el que un enfa-do o la rutina hace que nos olvidemos de lo que lahacía tan especial y nos hace caer en la cuenta deque esta mujer, en el fondo, es como todas. Laexpresión, dicha en tono peyorativo, ¡Todas lasmujeres son iguales! manifiesta esta situación .Diríamos que se ha roto el embrujo, se ha acaba-do el enamoramiento para entrar en la realidad.Pero la rosa sigue siendo la misma, aunque hayaotras, ¿qué ha cambiado? quizá el modo demirarla. Quizá nos hemos acostumbrado a lo

bueno y empezamos aestar molestos por losaspectos menos agrada-bles de la relación, por elhecho de que en la rela-ción yo también he deaportar algo. No todo esrecibir.

Sea como fuere, ocurre que la rosa, la personaamada, pasa de ser única en el universo a ser unamás, una del montón. No pretendo ahora detener-me en las causas ni en las posibles soluciones . Porel contrario, me interesa subrayar la devaluaciónde la persona amada y su efecto en el Principito.Tras constatar que su rosa es una más, el Principitocae en la cuenta de que lo que él posee es bienpoco: una rosa ordinaria y tres volcanes que no lellegan a la rodilla (uno de los cuales quizá extintopara siempre). Lo primero que constata elPrincipito es que su mundo (no sólo su rosa, tam-bién su mundo) queda devaluado. La conclusiónque se obtiene de todo ello es que no se puededecir que sea un gran príncipe…Observemos la cadencia de las ideas: la deprecia-ción de lo que antes era amado genera la deprecia-ción del mundo, de las cosas en relación a las cua-les se desarrolla la vida para, finalmente, generaruna desvaloración de la propia existencia.Y es que "todas las mujeres son iguales" sólo sesostiene simultáneamente con "todos los hombresson iguales" y, por tanto, no sólo ella es una más,del montón, sino que necesariamente, él tambiénes uno más, del montón.

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La idea expresada en este capítulo no es más queuna concreción de lo que hemos dicho repetidasveces: el hombre es un ser relacional y la rela-ción tiene, por así decirlo, dos extremos: el yo yel tú. Si se valora y aprecia al tú, el yo queda

realzado. Si se deprecia al otro, el yo tambiénsufre.Por eso el Principito, tendido en la hierba, lloró.Porque el llanto expresa el hundimiento del mundoespiritual en el que había vivido.

«Ocurre que la rosa, lapersona amada, pasa deser única en el universoa ser una más, una del

montón»