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Mensaje 4 Semana 4: El Perdón de Dios “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Efesios 2:8-9. Introducción ¿Está Dios siempre dispuesto a perdonar? ¿Perdona Dios incondicionalmente o debo hacer algún mérito para ganar el perdón de Dios? Si ya Dios me perdonó, ¿por qué debo confesar mis pecados en mi vida diaria? Estas preguntas inquietan el corazón del hombre que busca entrar a cuentas con Dios. El mensaje de la cruz es un mensaje sobre el perdón de Dios. Dios tiene una infinita vocación perdonadora. Esa vocación se corrobora en el sacrificio de Cristo en la cruz del calvario, como la vía para ofrecer perdón gratuito a todo aquel que lo recibe. En eso consiste la gracia de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). 1. El perdón de Dios se expresa como un acto de gracia La gracia es un favor o regalo inmerecido de parte de Dios, quien por decisión unilateral y sin tomar en cuenta el mérito del hombre lo da. La gracia es este movimiento de la manifestación del amor de Dios que sale en busca del hombre, sin mérito o dignidad alguna de parte de éste, para entregarle como regalo la salvación. La gracia excluye, por tanto, las obras como medio para la salvación: “Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia(Tito 3:5). Esta disposición de Dios de dar salvación, no busca recompensa ni beneficio alguno, porque lo que Dios otorga, lo hace como un don, por lo que no podemos pagar, resarcir o compensar a Dios por su gracia (Romanos 3:24). Por ser la gracia una acción unilateral de Dios, el hombre no se hace deudor de ella, pues Dios ya pago el precio en Cristo Jesús. En este proceso es Dios quien toma la iniciativa y provee los medios para reconciliar al hombre con Él. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). El hombre sólo tiene dos opciones con respecto a la gracia de Dios: aceptarla o rechazarla; pero no puede pagar por ella. Una característica de la gracia es que Dios perdona lo inexcusable El hombre no es perdonado porque haya méritos en él para merecer ser perdonado, sino porque Dios así lo decidió. La gracia es extravagante y desafía las leyes naturales de la equidad y la retribución. La gracia estuvo disponible

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Mensaje 4

Semana 4: El Perdón de Dios

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues

es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Efesios 2:8-9.

Introducción ¿Está Dios siempre dispuesto a perdonar? ¿Perdona Dios incondicionalmente o debo hacer algún mérito para ganar el perdón de Dios? Si ya Dios me perdonó, ¿por qué debo confesar mis pecados en mi vida diaria? Estas preguntas inquietan el corazón del hombre que busca entrar a cuentas con Dios. El mensaje de la cruz es un mensaje sobre el perdón de Dios. Dios tiene una infinita vocación perdonadora. Esa vocación se corrobora en el sacrificio de Cristo en la cruz del calvario, como la vía para ofrecer perdón gratuito a todo aquel que lo recibe. En eso consiste la gracia de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). 1. El perdón de Dios se expresa como un acto de gracia La gracia es un favor o regalo inmerecido de parte de Dios, quien por decisión unilateral y sin tomar en cuenta el mérito del hombre lo da. La gracia es este movimiento de la manifestación del amor de Dios que sale en busca del hombre, sin mérito o dignidad alguna de parte de éste, para entregarle como regalo la salvación. La gracia excluye, por tanto, las obras como medio para la salvación: “Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia…” (Tito 3:5). Esta disposición de Dios de dar salvación, no busca recompensa ni beneficio alguno, porque lo que Dios otorga, lo hace como un don, por lo que no podemos pagar, resarcir o compensar a Dios por su gracia (Romanos 3:24). Por ser la gracia una acción unilateral de Dios, el hombre no se hace deudor de ella, pues Dios ya pago el precio en Cristo Jesús. En este proceso es Dios quien toma la iniciativa y provee los medios para reconciliar al hombre con Él. “…Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). El hombre sólo tiene dos opciones con respecto a la gracia de Dios: aceptarla o rechazarla; pero no puede pagar por ella. Una característica de la gracia es que Dios perdona lo inexcusable El hombre no es perdonado porque haya méritos en él para merecer ser perdonado, sino porque Dios así lo decidió. La gracia es extravagante y desafía las leyes naturales de la equidad y la retribución. La gracia estuvo disponible

para un perseguidor de la iglesia como Saulo de Tarso, así como para un malhechor agonizante sobre una cruz al lado de Jesús. También estuvo disponible para un traidor como Pedro, como lo está para cada uno de nosotros: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). De gracia recibiste, de gracia da El llamado cristiano es un llamado para servir de canal de bendición a otros, de instrumento de la gracia de Dios. Este pensamiento se recoge en las palabras de Jesús: “…de gracia recibisteis, dad de gracia” (Marcos 6: 8). Eso incluye el perdón que recibimos de gracia. Necesitamos un cambio de cultura: adquirir la cultura de la gracia La cultura eclesiástica actual, y más aún la cultura secular es más intolerante, condenatoria, censuradora, penalizadora, que restauradora, conciliadora y perdonadora. Creo que esa es la razón por la que muchos creyentes al errar se alejan de las iglesias, para así evitar la humillación, la censura y “la disciplina”. Esto es así, ya que no hemos sido enseñados y entrenados a perdonar, sobrellevar, consolar, restaurar y reconciliar al hermano que ha quedado desnudo a causa de su pecado y falta. 2. El perdón de Dios se expresa en forma total

“Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador,

para que en él recibiéramos la justicia de Dios”. 2 Corintios 5:21 - NVI.

El perdón de Dios presenta varias dimensiones: judicial, paternal y terapéutica, que aplican a Dios en su rol de Juez Supremo, Padre Celestial, y Restaurador. Sólo Dios puede conceder el perdón en forma total que cubra todas estas dimensiones. Perdón judicial La Biblia declara que la condición del hombre es la de un pecador: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y que la consecuencia del pecado es la muerte y la condenación: “Porque la paga del pecado es muerte (separación espiritual de Dios)” (Romanos 6:23). El pecado generó un gran abismo entre un Dios santo y el hombre pecador. Ese abismo es cruzado con un puente que se llama Jesucristo. "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). De modo que en Cristo, Dios concilia dos realidades: la justicia y el amor. En Cristo el pecado es juzgado, y en Cristo el hombre es perdonado. “… en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados…” (2 Corintios 5:19). En Cristo el hombre es justificado en virtud de su fe en la obra expiatoria y redentora de Cristo. Así lo expresan Romanos 5:1 (NVI): “… justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”

La justificación es un acto judicial en el que Dios como Juez Supremo declara sobre la base de la justicia de Jesucristo, que todas las acusaciones y demandas de la ley están satisfechas con respecto al pecador. Este perdón proporciona salvación y posición de justo. Así la justificación proporciona: la cancelación de la deuda del pecado y la imputación o atribución de la justicia. Perdón paternal Puesto que el hombre no es perfecto, y constantemente peca, Dios como Padre amoroso ofrece el hombre la vía para ser restaurado cada vez que sea necesario, tal como lo expresa 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”. El perdón paternal es el que Dios-Padre constantemente proporciona para proveer restauración, confirmación y confianza. El perdón paternal restaura nuestra comunión con el Padre y restaura el daño experimentado por el pecado, y confirma el amor de Dios-Padre para con sus hijos. Testifica, además, de la seguridad del perdón judicial y de nuestra posición como hijos de Dios. El perdón paternal restaura la comunión y los vínculos filiales con Dios y la familia de Dios (la iglesia). Un padre que perdona, restaura y restituye, tal como se aprecia en la parábola del hijo prodigo (Lucas 15:11-32) Perdón terapéutico Dios en Cristo Jesús no sólo se presenta como nuestro redentor que expía (limpia) nuestro pecado, y nos restaura a la comunión con Él, sino también es el medio para nuestra sanidad y liberación. El perdón es liberador; ese es una de sus significados básicos. Y en el plano horizontal, el perdón libera tanto al ofendido (del resentimiento y el dolor) y al ofensor (de la culpa y la vergüenza). Por otra parte, el perdón de Dios nos habilita y empodera para perdonarnos a nosotros mismos y perdonar a otros. Sólo la experiencia de ser perdonado por Dios es la que nos posibilita perdonar a los demás. Este mismo perdón que Dios nos otorga y nos posibilita la reconciliación con Él; es el que nos permite perdonar y reconciliarnos con otros. Cuando reproducimos el espíritu perdonador de Dios en nuestras relaciones, éstas se sanan y restauran, pues el perdón permite diluir toda afrenta, ofensa o agravio. El perdón terapéutico restaura la relación fraternal con los miembros de la familia de la fe, porque permite romper el ciclo de culpa y dolor. Al recibir el perdón de Dios nos abrimos a su amor. Y el amor de Dios es restaurador, sanador y nutridor. El perdón de Dios trae paz a nuestras vidas, al experimentar que nuestra deuda con Él ha sido cancelada. Recibir el perdón de Dios también nos trae a la comunión con Él. Y en la comunión con Él hay crecimiento y sanidad. Hay un extraordinario poder liberador y sanador en el perdón de Dios, una vez que la persona se pone a cuentas con Él, confiesa su pecado, y experimenta su gracia perdonadora y restituidora. Hebreos 9:13-14 también acentúan esta verdad: “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas

de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”. Experimentar el perdón de Dios habilita para perdonar a otros. No existe una acción más terapéutica y sanadora que el experimentar el amor y el perdón de Dios. El perdón de Dios trae libertad al hombre, y lo capacita para poder perdonar a otros. El amor y el perdón de Dios, posibilitan crear el ambiente y el clima de sanidad en nuestro corazón, para apuntalar la convicción y la resolución de perdonar a los que nos han ofendido.