el partener de mauricio kartún

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1 EL PARTENER de Mauricio Kartun

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Una gran obra.

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EL PARTENER

de Mauricio Kartun

Page 2: El Partener  de Mauricio Kartún

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ESCENA I

Una pieza pequeña y sucia, en los fondos de un restorán. Cama alta de hierro, colcha de

mondongo gris. Olor a la cueva del oso. Dan ganas de abrir la única ventanita del cuarto: una

banderola alta, sobre la pared lateral. Es mediodía, y el oso duerme con ronquidos como

vómitos. Un roperito rengo y descascarado. De una de sus puertas cuelga, en una percha, un

imponente poncho rojo.

Parado en medio de la habitación, Nico, trata de acostumbrarse a la penumbra. Viste raro;

pantalón torero, negro y lustroso. Escotado chaleco de fantasía. Camisa blanca con yabó sobre

la que ha injertado una corbata fuera de moda. Una campera bataraza marrón. Embarrados

zapatos de taquito, y un bolsito de lona abandonado sobre el piso. Tiene dieciséis años, y una

oscura esperanza de bigote. Tose tratando de despertar al otro. Aguarda. Mira alrededor. Va

hacia una pared y enciende la luz del cuarto: una bombita pelada que cuelga de un cable

grasoso y pelusiento. Pachequito, sobre la cama, como un barco encallado. Un brazo enorme

colgando hacia el suelo. Los pies asomando bajo la frazada. Porra y bigotes. La boca abierta y

desdentada. Abre los ojos con dificultad. Ve a Nico. Se sobresalta. Gira de cara a la pared y

finge seguir durmiendo.

NICO.- Le dije al patrón quién era y me dejó pasar. Dijo que le diga que se despierte, que es

mediodía. (Pausa.) Dice que lo tiene cansado ya.

PACHECO.- (Se incorpora violento. Un histriónico gesto de ira.) ¡Si tiene un problema conmigo

que me lo diga en la cara! (Se lleva una mano a la boca como disimulando algo.) ¡No soy hombre

yo de aguantar patrón! ¡Limpiamos las cuentas y... (Nico lo acompaña al unísono.) ...aire a las

pilchas! (Pachequito lo mira molesto. Pausa.)

NICO.- Se tapa la boca.

PACHECO.- ¡Maneo verdades chúcaras que quieren escapar de este corral!

NICO.- Le faltan dos dientes.

PACHECO.- (Transición. Tocado.) ¿Quién te dijo?

NICO.- Dormía con la boca abierta.

PACHECO.- (Quita la mano lentamente.) Así que nos volvemos a encontrar. La vida es una trenza

gaucha con tientos que no paran de cruzarse.

NICO.- Hace tres meses que lo busco. Me dijeron en Variedades que estaba acá en Campana.

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PACHECO.- (Halagado.) ¿Y en Variedades sabían?

NICO.- Llegó una denuncia del buffetero de una peña. Por ponerse en pedo y...

PACHECO.- (Interrumpe molesto.) ¡Hable propiamente! ¿O no lo he educado yo a usted?

¡Ebriedad se llama la infracción! Así pone la ley.

NICO.- Sí. Por ebriedad, y por querer culearle a la mujer.

PACHECO.- ¡Loco celoso! Qué me iba a gustar esa vaca.

NICO.- ¿Los dientes fue de él? (Pachequito responde con gesto airado. Se levanta y va hasta el

roperito. Viste solo calzoncillos y zoquetes. Con una llavecita que cuelga de su cuello abre el

candado. Nico se le acerca. Pacheco comienza a sacar ropa.) Cámbiese también la ropa interior.

Le voy a dar una jabonada.

PACHECO.- (Con forzada dignidad.) Las mudas me las friegan solamente mis mujeres.

NICO.- Y ahora anda con mal de amores.

PACHECO.- (Violento.) ¡Cosas mías! ¿Desde cuándo te preocupan los calzones de los hombres?

NICO.- ¿No hincha siempre con eso usted? Que el día que uno caiga en el hospital, le pueden

encontrar cualquier cosa menos los calzoncillos cursientos.

PACHECO.- No pienso caer en el hospital en lo que queda del día. (Comienza a vestirse. Nico se

saca la campera. Pausa tensa.) Anda en ropa de trabajo.

NICO.- Me puse para el viaje. Usted dice siempre que hay que andar...

PACHECO.- (Interrumpe.) ¡Usted dice! ¡Usted dice...! ¿Qué vengo a ser yo al final...? ¿El oráculo

vengo a ser?

NICO.- No. Mi papá. (Pausa.) Venía repleto el tren. Lleno de estudiantes. Un picnic. (Saca del

bolsillo dos mandarinas. Le alarga una.) Me convidaron.

PACHECO.- Me sobra la comida por todos lados. (Se agacha y saca de debajo de la cama un plato

con empanadas.)

NICO.- Se reían de la ropa. Nunca vieron.

PACHECO.- Nenes de mamá. (Suelta con asco el plato sobre la cama y tomando una zapatilla

persigue una cucaracha que ha salido de entre las empanadas.) ¡Animal del diablo...! ¡Ni dios

sabe por qué te ha salvado del diluvio! (Reventándola de un zapatillazo.) ¡Ganas de arruinarme el

desayuno! (Apartando el plato con desdén.) Comida es lo que me sobra. Una paraguayita en la

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cocina que me tiene así. Una admiradora. (De un pisotón alcanza a otra cucaracha.)

NICO.- La yunta. Nunca andan solas. Bah... usted me dijo una vez.

PACHECO.- El lugar no es gran cosa pero el trabajo es aliviado. El número es un exitazo. Hago un

par de entradas por noche.

NICO.- Me dijo el patrón que está de mozo cantor.

PACHECO.- (Ruborizándose.) ¡Cantor mozo que no es lo mismo! ¡Un artista que si se cuadra da

una mano en el salón! ¡Yo no le ando haciendo ascos al trabajo! (Fastidiado.) Mozo cantor... (Toma

una empanada y comienza a masticarla concentradamente.) Hiciste bien en venir. También yo

tenía ganas de verte. De charlar un rato. Con el asunto del apuro, al final la última vez...

NICO.- Se escapó.

PACHECO.- (Cabeceando.) Así que eso piensa de su padre.

NICO.- (Conmovido.) Se escapó y me dejó en el Argerich.

PACHECO.- Así que para usted una gira vendría a ser... como es... una huida, vendría a ser.

NICO.- Ni una nota fue capaz...

PACHECO.- ¡Lindo criterio el de esta muchachada de aura...!

NICO.- No fue capaz de poner la cara.

PACHECO.- ¿No le dejé plata, yo? ¿O no significó nada ese puñado de billetes?

NICO.- Me dejó tirado en el hospital.

PACHECO.- (Disimula su turbación.) ¡Véalo al novelero igual que su madre! ¡Tirado en el

hospital! ¡Ni que fuera uno vaya a saber qué! ¡¿Qué quería que hiciese con usted en ese estado?!

¿Dónde vio un zapateador criollo enyesado hasta acá?

NICO.- ¡Me tenía que llevar igual! ¿Somos un dúo, no?

PACHECO.- ¡Claro, porque sobra la plata!

NICO.- Yo me arreglaba con nada.

PACHECO.- Arrastrando esa pierna por los caminos de Dios... Para que quede rengo al final y

resentido con su padre.

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NICO.- Me dejó por la Carmen. Por eso me dejó. Hizo dúo con ella.

PACHECO.- Me tenía que ganar la vida ¿no? Alguien tenía que reemplazarlo. Se daba bastante idea

con lo norteño. Me enseñó algunas cositas... Y bueno... Me hizo la partener.

NICO.- ¿Sabe cómo me lo vi venir? Si siempre hace lo mismo. Cuando le pide a alguna que le

enseñe cosas de su tierra, es porque ya le anda queriendo hacer los bajos.

PACHECO.- Acusá nomás... Que tengo la conciencia como agua de manantial.

NICO.- No le da vergüenza... Tan grandote, enconcharse así.

PACHECO.- No me destrates, Nico, te lo pido.

NICO.- ¡Qué! ¿Me va a negar que esa mujer lo traía loco?

PACHECO.- (Pausa larga.) Sos muy potrillo, Nico. No podrías entender. Tu padre es un hombre

fogoso. Y un fogoso, Nico, en el fondo es un débil. (Una confesión muy íntima.) Nico... Me pasa

con las pelirrojas. Misterios del corazón que es bueno que vaya sabiendo. Les veo esa piel... esos

cabellos rojizos... como el espíritu de una tierra allende al mar, que se me hace irresistible... que me...

NICO.- (Interrumpe fastidiado.) Deje de joder con eso, papá. La Carmen era bolita.

PACHECO.- (Furioso.) ¿Era colorada o no era colorada?

NICO.- Se teñía. ¡Pero era bien chola!

PACHECO.- ¡Lo único que me faltaba...! ¡Racista! (Larga pausa. Nico comienza a sacar las

cobijas con intención de tender la cama.) ¿Qué hacés?

NICO.- Tiendo. (Por el piso.) Después le doy una baldeada con acaroina. Se lo van a comer las

cucarachas.

PACHECO.- Primera que veo. Las trae el calor. (Pausa molesta.) Al final se fue...

NICO.- ¿Quién?

PACHECO.- La Carmen. En Urdinarrain. ¡Aire a las pilchas!

NICO.- Ya sabía. Me dijo el patrón.

PACHECO.- ¡Viejo trompeta! ¿No tengo vida privada yo...?

NICO.- Yo le pregunté. Si estaba ella no entraba. No me llevaba yo con ella.

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PACHECO.- (Se encoje de hombros.) Carácter de mierda la boliviana.

NICO.- (Toma un balde y un trapo. Se remanga los pantalones.) Dígame de dónde saco agua.

PACHECO.- Está la canilla del tualé de damas. Sale más fuerte. (Nico va a salir. Pacheco lo

detiene.) Nico... Usted es un muchacho de buen corazón. La verdá... ¡No está bien que usted y yo

tengamos rencores! Todos hacemos macanas de vez en cuando... Yo también le he perdonado

algunas a usted... ¿Por qué no hacemos las paces de una buena vez...?

NICO.- (Enternecido.) Yo las tengo hechas, Pachequito.

PACHECO.- Llámeme tata...

NICO.- Usted sabe cómo lo quiero, tata...

PACHECO.- No sabés la emoción que me das, cuñado... (Le pone una mano en el hombro y lo

contempla emocionado.) También a mí me llama la sangre con un grito tan fuerte, que me deja sin

voz... ¡Y mirame así... Que pavote! No poder decirte, amigo, lo que te quiero... (Los ojos de Nico se

nublan. Pacheco lo abraza.) Que al menos las horas que estemos juntos sean un recuerdo que sólo

este escapulario pueda guardar... (Se golpea el corazón.) ¡El zurdo! (Pausa emotiva.) Vaya nomás

que aquí lo espero. Tenemos mucho por charlar en este fogón... ¿A qué hora tiene tren de vuelta?

NICO.- No papá... Quédese tranquilo. Esta vez no nos vamos a separar. Vine para quedarme con

usted.

PACHECO.- (Sonríe incómodo.) Así que así es la cosa... Esteeee...

NICO.- (Patea el piso.) Zapatear todavía no puedo, pero el hueso soldó por demás. Dice el médico:

"Se podrá romper en otro lado, pero ahí..." ¿Cómo es que dice usted...? "Un garrote de ñandubay".

Por el trabajo no se haga problema. Estoy ensayando un número nuevo. Algo que me sale de adentro.

Una cosa muy moderna... va a gustar mucho.

PACHECO.- (Muy turbado.) Sí, sí... no, si no es eso... pero... (Transición) ¡La cosa está fiera,

Nico!

NICO.- (Tratando de entender.) Las hemos pasado, papá.

PACHECO.- Entendeme compadre, no es que yo no quiera...

NICO.- Cuántas veces... Y al final nunca faltó... Como dice usted: "Dios aprieta pero no ahorca".

PACHECO.- Eso era antes. Ahora ahorca también. Mirá Nico, la plaza está a la miseria. Vengo de

hacer Santa Fe y Entre Ríos. A gatas pude pucheriar... ¡Unos piojos que parecen caracoles!

NICO.- Tenemos amigos papá. Vamos para el lado del sur... No nos falló nunca: Parrilla Gasparini,

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la peña El Mangruyo, Dolores, Vivoratá...

PACHECO.- ¡Qué me hablás de gira como está la cosa! Ni carteles me han quedado ya. De imprenta

nomás, una inversión. Viaje, comida... ¿De dónde voy a sacar semejante capital?

NICO.- Se pide, papá... Ya lo hemos hecho.

PACHECO.- No va, Nico... No va. ¡¿Te creés que me gusta este sucucho?! ¿Te parece que este

trabajo es digno de un artista? ¡La miseria me ha obligado!

NICO.- Yo lo administro papá... Lo cuido con la bebida.

PACHECO.- El dúo no va...

NICO.- ¡¿Cómo no va...?! ¡Soy su partener! ¿Qué hace un partener solo en la vida?

PACHECO.- ¿Y yo que querés que invente? Es al pedo mear contra el viento... ¡Harto golpeado

estoy ya!

NICO.- ¡Un tiempo que trabajemos los dos acá y se recupera...!

PACHECO.- ¡¿Qué vas a hacer acá...?!

NICO.- Trabajo en la cocina.

PACHECO.- ¡Les sobra personal!

NICO.- Lavo platos.

PACHECO.- Tienen.

NICO.- Por la comida.

PACHECO.- (Acorralado) ¡¿Qué comodidad tengo para ofrecerte?!

NICO.- Tiro una cobija en el suelo.

PACHECO.- ¡Como un perro!

NICO.- (Apretando los dientes) ¡Como a un perro me está echando usted!

PACHECO.- No me digas una cosa así, hermano, que me partís el corazón.

NICO.- Me echa, ¿sí o no...?

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PACHECO.- ¡Por tu bien, Nico...! ¡Caigo, y en mi caída busco dejarte a un lau...!

NICO.- Eso es de tango. No nos gusta el tango a nosotros. Somos del folclore nosotros.

PACHECO.- ¡Somos, no! No somos nada. Yo soy, y usted es. Yo soy recitador criollo y usted

zapateador infantil.

NICO.- (Se planta.) ¡¿Qué tengo yo...?! ¡¿La lepra tengo?! ¡¿Todo el tiempo se la va a pasar

escapándome?! ¿Sabe cuántas veces me largó duro, ya? Dos veces con los Maristas... Con la tía en

Cañada... Con mamá en Villa la Ñata, y después en Colonia Turca... Ahora en el hospital... ¡¿Me

tengo que pasar la vida buscándolo?! ¡Basta! ¡Esta vez se va a tener que quedar conmigo!

PACHECO.- (Golpeado.) Nico, por favor, no la hagas más difícil... (Va hacia él.) Todos somos

buenos gauchos, pero el poncho no aparece... Acá no te podés quedar. (Nico niega tozudamente.

Pacheco lo toma de un brazo. Nico se suelta violento.)

NICO.- ¡Me llega a tocar de nuevo; lo cago mordiendo!

PACHECO.- No me des ese disgusto...

NICO.- ¡A mí no me toque!

PACHECO.- No me basuriés, hermano.

NICO.- ¡No soy su hermano! ¡Soy su hijo!

PACHECO.- No te hagas odiar al cuete. (Sentencioso.) ¡Soy blando pero de abajo. Arriba no

aguanto montura!

NICO.- ¡No se haga el Cafrune, viejo forro!

PACHECO.- ¡Se me disparan las manos como malones! (Se muerde un puño.)

NICO.- ¡Gordo puto! ¡Falso de mierda! (Se cubre esperando el golpe que finalmente llega. Un

cachetazo como un camión. Nico cae.) ¿No se da cuenta viejo pelotudo que uno no puede vivir así?

(Pausa. Toma su bolso.) ¿Qué espera...? ¿Se cree que me va a hacer moquiar? ¡Cuando las gallinas

meen, voy a llorar yo! (Va hasta la puerta.) Zapateador infantil hace rato que no soy más. Ayer

cumplí los dieciséis.

PACHECO.- (Los dientes apretados. Le alarga la mano sin mirarlo.) Que sea con felicidad,

amigaso.

Nico va a tomarle la mano. Se abre la puerta interrumpiendo el gesto que queda como

congelado. Entra Nydia. Ha pasado largos los treinta. Pizpireta. Afectada. Un vestido blanco

demasiado juvenil para su figura regordeta.

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NYDIA.- Pachi, soy yo... ¡Ay disculpen...! (A Pacheco.) No sabía...

PACHECO.- (Notablemente turbado.) No, no... Si ya...

NYDIA.- Estoy aquí en el... Cualquier cosa doy una vuelta y regreso luego.

PACHECO.- (Asintiendo rápidamente.) Sí, sí.

NICO.- No, está bien... Yo ya me iba. (Nydia queda sin saber qué hacer. Nico provocador.) Hay

ropa para lavar.

NYDIA.- (Sonríe nerviosa.) Te confundiste querido... Yo no soy... Yo soy...

PACHECO.- Está bien, está bien... Nico ya se estaba yendo.

NYDIA.- ¿Nico...? ¿El es...?

PACHECO.- Sí, me vino de visita, pero ya... Ella es Nydia.

NYDIA.- (Ladeando la cabeza con un gesto afectado que ella cree encantador.) Nydia... Primero

"i" griega, después "i" latina. Pachi me contó que...

PACHECO.- Sí, sí.

NYDIA.- (Incómoda.) Bueno... lamento no tengamos oportunidad de... ¿no? Me hubiera encantado

que... Somos colegas. Tengo conservatorio en casa (Pacheco resopla nervioso.) Una cosa sin

pretensiones pero seria. ¿No Pachi...? Mis pichones han hecho un culto de lo nativo.

PACHECO.- En fin... Buen...

NYDIA.- Una pandilla de pollitos con ganas de saber... ¡Y yo la mamita gallina! ¿No Pachi...? Tu

padre, justamente, que es un artista tan inquieto, apenas nos conoció me pidió que le enseñe los aires

de esta tierra... (Pacheco tose con violencia.) ¿Dije algo? (Nerviosa.) Pachi siempre me dice que soy

una charlatana. Que voy a hacer... ¡Medio polvorita soy ¿no?! (Sigue hablando por inercia.)

Cuando estoy con gente, no sé... Debe ser como estoy todo el día sin hablar. Vivo sola con mi papá,

que es un hombre muy... muy... (A Pacheco.) ¿Estoy hablando mucho, no?

PACHECO.- No, por favor...

NYDIA.- Me pongo peor con el estreno... (A Nico.) No sé si te contó que hicimos un dúo. (Un

silencio.) Dentro de unos días debutamos en Vivoratá. (Otro silencio peor.) Bueno... en fin... No va

a faltar oportunidad para charlar un poco... Más adelante digo. (Silencio largo e incómodo.) En fin...

(Por decir algo.) ¿Ya te ibas?

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NICO.- (Va hasta el ropero y sacando la ropa del bolso comienza a tirarla con violencia en los

estantes.) No. Ya me quedaba. (Bajan las luces.)

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ESCENA II

Al subir las luces Nico y Pachequito compartiendo la cama, uno para cada lado. Los pies

desnudos del padre frente a la cara del hijo.

PACHECO.- (Tratando de sintonizar una vieja radio portátil atada con piolín.) ¡No va, Nico...

Un trío no va...! ¡Tres en el tablado es una multitud! ¿Qué te creés que es...? ¡¿La Fiesta de la

Vendimia...?! ¡Una peñita de morondanga, es! (Nico calla ofendido.) Ni los gastos cubrimos.

(Agitando la radio.) ¡Mirá, mirá cómo ando...! ¡Ni para pilas tengo! Dos semanas que las hago tirar

metiéndolas al horno. (Poniéndose la radio en el oído.) ¡Ruido no hace, pero el olor llega hasta

Zárate! (Se la alarga.) Olé... Tamales ayer. Hoy pastel de carne. (Nico retira la cabeza molesto.)

¡Encima la gorda, puro melindre...! ¡Que no puede dejar al padre solo...! ¡Que tiene que volver cada

tres días...! ¡Ya me está cansando, también!

NICO.- (Sin abandonar su enojo.) Y dejelá...

PACHECO.- (Molesto.) ¿Qué soy yo...? ¿No tengo palabra, yo...? ¡Tengo mis compromisos con la

señorita! (Se escuchan afuera algunos ruidos y la voz de alguien que pasa canturreando.

Pacheco se sobresalta. Ansioso.) Esteee... Es la muchacha esta... Buena amiga... Guaraní. (Se agita.

Parece un chico. Finalmente se levanta y pone una silla junto a la ventanita.) Yo la chichoneo...

Es dada la paragüita... (Se sube en la silla y se asoma dificultosamente por la abertura estrecha.)

¡Adiós la flor del mburucuyá...! ¡Cómo me gustan sus cantos...! (Le hace a Nico gestos de

complicidad. Por la radio que aún tiene en la mano:) ¡No...! ¡Buscaba alguna musiquita que me

arrulle... Que me ayude a buscar el sueño...! Varón que anda solo: ¡Qué otro rimedio! ¡Se ríe

conmigo, ve lo que le digo...! ¡Voy a cantar un compuesto amoroso para la niña!: (Canta.) "Si un día

quieres matarme/no necesitas puñal/dejá un rato de quererme/y el golpe será mortal" (Risas. Remata

haciendo la guitarra:) ¡Te'lundí te'lundí te'lundí...! (Risas.) ¡Y sí...! ¡Para voz no hay como la

mía...! (Ríe. Aparte a Nico.) ¡¿Pa' qué la hago reír si tiene todos los dientes negros...?! ¡Ganas de

que me desilusione, nomás! (Ríe solo. Nuevamente hacia afuera:) Vamos a ver... A lo mejor

después... ¡Es que ya estoy desnudito...! (Un tiempo.) Adiós mi moza... ¡Hasta luego! (Queda un

rato aún sobre la silla sonriendo. Descubre la mirada recriminatoria de Nico, y disimula

volviendo a manosear las perillas de la radio.) ¡Al final parió la burra...! ¡Me costó pero te agarré!

Se escucha el murmullo de una audición nocturna, que acompañará la escena con leve

presencia. Vuelve a la cama tratando de mantener cuidadosamente la orientación de la radio.

NICO.- ¡¿Acá también con La Peña del Transportista...?! ¿Siempre la misma porquería escucha

usted...?

PACHECO.- ¡Mirenló al hijo de rico...!

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NICO.- No digo por eso. Somos artistas. ¿Qué tiene que ver usted con los camioneros?

PACHECO.- (No contesta. Se encoje de hombros. Se acuesta. Al tiempo.) Qué se yo... (Piensa.)

Andamos en el camino, ¿no? (Pausa.) ¿Hace rato que no ves a tu madre? (Nico calla.) Te hablé

Nico.

NICO.- Sí.

PACHECO.- ¿Si qué?

NICO.- Que sí. Que hace rato.

PACHECO.- A lo mejor... ¡Me parece, ¿no?! Sería bueno que te pases una temporadita con ella...

(Nico niega con la cabeza.) Aunque no te lleves bien con él... Cuidando no discutir. Buscando de no

estar cuando él...

NICO.- No.

PACHECO.- ¿Por qué, Nico, sos así...?

NICO.- Porque no.

PACHECO.- Te imaginás... Para una madre... ¡Que el hijo no la vaya a ver! Es como un... como un...

NICO.- Fui el martes.

PACHECO.- (Se ilusiona.) ¿Y...?

NICO.- En el hospital me prestaron una bicicleta. Una señora de la caridad. Le dije que era para

ejercitar la pierna.

PACHECO.- ¿Estuviste con ella...? ¿Y no te dieron ganas...?

NICO.- Pedalié toda la tarde.

PACHECO.- ¡Qué no hace un hijo por...!

NICO.- En la avenida Márquez casi me revienta un semi.

PACHECO.- ¿Pero la viste, sí o no...?

NICO.- ¿Sabe lo que es ese barrio...? Sube el río: el agua hasta acá. ¡Un barrial...! La bici la tuve que

llevar a pulso desde el asfalto. ¿Al final para qué...? Para que me diga..(Calla.)

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PACHECO.- ¿Qué?

NICO.- ¡Cinco cuadras a pulso!

PACHECO.- ¿Te diga, qué?

NICO.- ¡Una mierda Rincón de Mildberg!

PACHECO.- Nico, ¿me estás haciendo el pavo, o qué...?

NICO.- (Pensativo.) No estaba. Me volví.

PACHECO.- ¡¿Cómo no estaba...?! ¡Dijiste que...!

NICO.- (Estalla.) ¡No estaba! ¡No estaba! ¡¿No sabe lo que quiere decir no estaba...?! ¡¿Me meto en

sus cosas yo?! ¡¿Le ando preguntando de sus cosas yo?! ¡Al fin y al cabo es mi vieja no la suya! (Se

dan la espalda. Pausa. Pacheco se levanta y comienza a ponerse los pantalones.) ¿Adónde va...?

PACHECO.- Al baño voy. ¿O le tengo que pedir permiso para miar?

NICO.- Para ir al servicio no necesita ponerse los pantalones.

PACHECO.- Tengo sed. Voy hasta adelante a buscar...

NICO.- (Señalando la mesa. Un pequeño bidón y una botella.) En el bidón hay Carioca de

naranja. Liviano como le gusta a usted. Si está muy dulce, en la botella tiene para aguarlo.

PACHECO.- (Molesto.) Está bien. Igual tengo que ir a miar.

NICO.- (Mete la mano bajo la cama y saca una escupidera enlozada.) Conseguí.

PACHECO.- (Turbado.) No veo para qué.

NICO.- Si va al mostrador se chupa. Lo echan del forro del culo. (Le alarga imperioso la bacinilla.)

Yo después lo tiro.

PACHECO.- (Se la arrebata de un manotazo y le echa un meo como una puteada. Resopla.) ¡Me

tenés de hijo, Nicolás Pacheco...! ¡De hijo me tenés!

NICO.- (Va hasta la mesita y le sirve jugo.) Tiene que cuidar el trabajo. Acá por lo menos podemos

ensayar.

PACHECO.- Ensayar ustedes que son charabones. Yo estoy ensayando de sobra. ¡Veinticinco años

tengo de ensayo! Practiquen ustedes que andan con los pasitos. Con... con... el zarandeo, queseyó. A

ver si encima se me cagan pisando. ¡Lindo par de bailarines...! ¡Vilcapugio y Ayohuma: dos

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desastres nacionales...!

NICO.- Bailarina una sola. El número mío no es de bailar. De hablar es.

PACHECO.- ¿De qué...?

NICO.- Bailar, la Nydia nomás. Yo hablo. Cuento.

PACHECO.- (Sorprendido.) Vendría a ser... ¿Como lo mío?

NICO.- No. Mejor.

PACHECO.- (Se enerva.) Me... me va a hacer la competencia.

NICO.- Ni parecido. Esto no se ha visto nunca. (Pacheco aguarda intrigado. Un tiempo.) Cuento

historias para hacer llorar. (Los ojos de Pacheco un dos de oro.) Le tiran el chico lejos a cualquier

verso suyo. Además las hago yo. No tengo que andar con los libritos ahí, diciendo las cosas de otro.

PACHECO.- ¿Y qué historias inventás vos?

NICO.- (Seco.) De la vida.

PACHECO.- ¿Y qué sabés vos de la muerte 'el turco...?

NICO.- Yo sé. Más que usted sé.

PACHECO.- (Fastidiado.) ¿Así, cólega, que me copia el oficio...?

NICO.- Lo suyo no me interesa. Está más viejo que nosequé lo suyo. Yo pienso en el público. Le doy

cosas nuevas. No como usted. ¿No se da cuenta que el arte tiene que cambiar? ¿Que hacerse más

moderno...? ¡Qué se va a dar cuenta!

PACHECO.- ¡Lindo pensamiento un criollo! ¡Así que la tradición no se le representa un valor a

usted! ¡El futurista! ¡Para qué mierda se viene a meter con lo mío! ¡Si quiere cambiar cambie lo

suyo! ¡Al malambo cambieló!

NICO.- No zapateo más yo. Bailar es de maricones. De mujer es. (Rabioso.) De mujer gordita y

charlatana.

PACHECO.- (Caliente.) ¡Véalo al poeta!

NICO.- Los poetas hacen versitos. ¡¿No escuchó que estas son historias?! Es otra cosa. De escritor es

esto.

PACHECO.- (Larga pausa. Está intrigado. Como quien no quiere la cosa.) ¿Y cómo vendrían a

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ser...?

NICO.- Vaya a verme y pague la entrada.

PACHECO.- (Disimula la ansiedad.) Si no sé ni lo que es, no sé como mierda lo voy a incluir en el

número.

NICO.- (Duda.) Hay una que se trata de un mecánico de la aviación. (Calla.)

PACHECO.- ¡Y dele...! (Como ayudándolo crece en la radio un acordeón remoto.)

NICO.- (Traga saliva. Rápido, monocorde, y con la cabeza gacha.) Era un hombre bueno, manso

y culto. Vivía en una linda casita con jardín y chimenea. Un barrio de chalet en Palomar...

PACHECO.- (Lo para con un gesto.) ¡Aro aro! ¡Aguante padre que la novia es macho! ¿Así me lo

va a decir...? No veo que le saque el jugo así. (Nico sale de la cama en calzoncillos. Se para. Cierra

los ojos con fuerza concentrándose.) ¿Va así en cuero? Lo que es un éxito si va así en cuero no va a

ser...

NICO.- (Firme.) ¿Me va a dejar de una vez...? ¿O lo quiere ver el día del estreno? (Pacheco se

aquieta. Un tiempo.) Con poncho va. Tengo que comprar. (Aunque ninguno lo mira, cobra

presencia el enorme poncho que cuelga en su percha.)

PACHECO.- (Tocado.) ¿Usted con poncho... como yo? (Nico asiente. Pacheco incómodo.) Bueno

está bien pongaseló. Pero no me pisotee el flequerío. (Nico se lo pone. Le queda muy largo.

Retoma su narración. Se va posesionando y narra con ingenuo histrionismo.)

NICO.- Estaba casado con una rubia. Una mujer despampanante y hacendosa llamada Roxana. Y

tenían un hijo, Fernandito. Un niño apenas de seis años para siete. El sueño del hombre era un

Renault Fuego colorado. Pero el sueldo de la Fuerza Aérea no le alcanzaba. "Tenemos que juntar,

viejita...", le decía a la Roxana; y ella en las compras caminaba y caminaba, cuidando el pesito. Así

con mil sacrificios juntó para el adelanto y le entregaron la cupé. ¡Qué emoción aquella tarde cuando

llegó con el vehículo! La Roxana lo acariciaba orgullosa y Fernandito lo miraba deslumbrado y feliz.

Esa noche, él los llevó al centro. Fueron a comer pizza y a ver los números del Patio de Tango.

Volvieron a Palomar muy tarde cantando música romántica mientras el niño dormía en el asiento de

atrás. Pasaron los días y el mecánico Quintana lo tenía hecho un chiche. Era su orgullo mayor. Le

lustraba las cubiertas con pomada y le puso un pasacasette. Los sábados a la tarde eran sagrados. Lo

lavaba de arriba abajo y le daba una encerada hasta que quedaba joya joya. (Pausa.) Ese sábado, no

sabía por qué, pero el hombre tenía un mal presentimiento. Estaba dale que dale a la franela mientras

Fernandito jugaba con el volante haciendo que manejaba. El chiquito, que mucho no entendía porque

era muy chico, se puso a jorobar con un destornillador que había en la guantera. Con esa inocencia

que tienen los niños, empezó a clavar el destornillador en el tapizado haciendo un agujerito al lado

del otro. Dale y dale con la herramienta sobre la butaca. A él le parecía lindo, y hacía que trabajaba

como el papá. De pronto Quintana se asoma por la ventanilla y ve el desastre. ¡Malaya! ¡Se le subió

la sangre a la cara y se puso loco! "¡Mocoso de porquería! ¡Yo te voy a enseñar comportamiento!" Y

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ciego de rabia agarró el plumero que había sobre el techo y empezó a azotar con el mango las

pequeñas manos del menor. ¡Cómo chillaba el pequeño! Pero el padre, loco de la cabeza, no

escuchaba razones. Pegaba y pegaba hasta que los dedos del niño se bañaron en sangre. (Pausa

emotiva. Trans.) La madre llegó para calmar los nervios. Sin derramar una lágrima porque era muy

varoncito, Fernandito se fue a dormir a su cunita. Quintana en la vereda quedó temblando y

rechinando los dientes. Pasaron los días, y todo parecía irse olvidando. Sólo una cosa preocupaba a la

pareja: las manos del niño, que seguían cada vez más hinchadas y estaban tomando un color violeta.

Una noche el chico se despertó delirando. Volaba de fiebre y dispararon al hospital Diego Thompson.

El especialista les dio la triste nueva: había gangrena. La ciencia luchó cinco días y perdió su batalla.

Le amputaron las dos manos a la altura de las muñecas. Los padres estaban trastornados. Quintana

pasaba las noches sin pegar un ojo atormentado por el recuerdo y la culpa. Finalmente le dieron el

alta. Era una mañana soleada y cálida. Quintana lo fue a buscar con la Fuego. Fernandito se sentó en

el asiento del acompañante sin decir una palabra. Su padre tampoco hablaba. Tropezón, Caseros, y el

silencio se hacía insoportable. De pronto el chico, mirando el tapizado agujereado empezó a hablar

humildemente: (Se posesiona. Habla entrecortadamente.) "Papito... Yo sé que me castigaste

porque me porté mal. Pero papito... Si yo no lo hago más, y trabajo mucho, y gano mucha plata, y te

puedo comprar un asiento nuevo... ¿vos me devolvés mis manitos...?" (Pausa larga.) Llegaron al

chalecito en Palomar. El niño quedó en el jardincito mirando triste la vereda. De pronto un estruendo

sacudió la paz del barrio. Quintana con un arma que tenía, se había saltado la tapa de los sesos (Baja

la cabeza indicando el final. Pausa.)

PACHECO.- (Estalla.) ¡Pero deje de hinchar las pelotas con esas porquerías! ¡¿No tiene otra cosa

más linda para andar pensando?! ¡Si quiere trabajar conmigo se ensaya un lindo numerito de baile!

¡Qué hacer llorar ni chancho enfermo! ¡Y deme para acá ese poncho que le queda grande! (Se

acuesta y se tapa.) ¡Déjeme dormir de una vez, y vaya a vaciar la escupidera que llega hasta aquí el

olor de la miada! (Nico con dignidad saca la escupidera de bajo la cama y sale al patio con ella.

Pachequito se incorpora apenas. Un irreprimible gesto emotivo.) ¡Ah pollo el de mis huevos...!

Apagón.

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ESCENA III

Madrugada de calor y mosquitos. Por la ventanita abierta de par en par llega desde el salón un

ritmo lejano de chamamé tropical. Nico y Nydia ensayan la coreografía del Escondido.

Transpiran. Nydia -un saquito sobre los hombros y un pañuelo bordado en cada mano- baila

con forzada prestancia. El mentón alto y una sonrisa, puesta como un sello, que ella supone

enigmática. Nico en cambio, aburrido, repite las figuras con indisimulable disgusto. La camisa

abierta hasta el ombligo.

NYDIA.- (Pasa la música, marcando su ritmo, y mostrando con los dedos los compases.)

¡Tuntaraira... tuntaraira... tuntaraira... tarairarairarairará! ¡Adentro! ¡Tararirarirarira tararirarirará!

¡Otra! ¡Tararirarirarira tararirarirará! ¡Una vueltita redonda! (Sigue.) ¡Zapateo! ¡Pa-pi-to pa-pá pa-pi-

to pa-pá...! (Se detiene fastidiada.) No Nico, no... No hay otro fundamento para el artista...

NICO.- ...que la transpiración. Dos veces me lo dijiste ya.

NYDIA.- Las cosas son como son. (Le marca el zapateo.) Pa-pi-to pa-pá pa-pi-to pa-pá pa-pi...

(Nico resopla.) ¡Es una danza apicarada...! es... es... ¡Toda de acá...! (Alza el mentón y mueve el

pañuelo con gesto cursi.) La dama se oculta y el caballero representa la búsqueda. Es... es... Todo

intencionado. Es... es...

NICO.- ¡Una huevada! (Nydia agacha la cabeza avergonzada.) El varón hace que no la encuentra y

ella le está aplaudiendo en la oreja. ¡O es sordo o se hace el boludo!

NYDIA.- (Golpeada.) Yo... yo... ¿Por qué me hablas en esos términos...? Yo no lo inventé al

Escondido.

NICO.- Todas las danzas lo mismo. ¡De afeminado son!

NYDIA.- Vos antes bailabas.

NICO.- ¡Zapateaba, que es distinto! El malambo no es un baile. Es un... Es un... ¡Es distinto!

NYDIA.- Yo... si querés... Hablamos con tu padre. Hacemos un número de malambo.

NICO.- ¡Mujeres que bailan malambo! ¡Já! ¡Eso sí que no tengo visto!

NYDIA.- No creas... Ha habido casos... Yo lo he enseñado mucho y... (Nico hace un gesto

despectivo.) Sería un número original. (Pausa. Dificultosamente.) Nico... yo no quiero robarte nada.

Yo no quiero que vos pierdas nada. ¡Pero esto para mí es muy importante! ¡Vos no te lo podés

imaginar! Yo... no he salido de Campana. Yo... no soy una nena. Siempre aquí. Pendiente de mi

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papá, vos sabés. Con su hemiplejia, sin mí, que lo cambio, que le doy de comer... Para mí esto...

Salir, actuar es como... es como... ¡Por favor te lo pido no me hagas contra en esto! Yo soy una

mujer, Nico, y necesito cosas que vos no podés entender porque sos... (Duda.)

NICO.- Sí. Un chico.

NYDIA.- (Lo mira extrañada.) No. (De pronto han quedado enfrentados y cercanos.) Un

hombre.

Nico se sorprende. Se miran un instante. Como continuando la coreografía deshacen la figura

volviendo cada uno a su esquina. Pausa.

NICO.- (Dificultosamente.) Perdoná. (Pausa.) Estuve medio guaso. La verdad que estuve como el

culo. (Nydia se tapa la boca conteniendo una risita. Nico la mira de reojo. Se afloja. Al tiempo.)

Si querés seguimos.

NYDIA.- (Por el chamamé.) ¡Esa música...! No ha parado en toda la noche. ¿Qué hora es ya?

NICO.- Cerca de las cuatro. Los sábados aprovechan. La gente se queda hasta la madrugada.

NYDIA.- En un rato me voy.

NICO.- Debe estar por venir. Ya a esta hora no sirven más. Cerró la cocina. (Toca la pared lateral.)

Por el calor se nota.

NYDIA.- (Apantallándose con la mano.) ¡Con razón!

NICO.- Ya no sirven más, pero se quedan por las propinas. (Un tiempo. De pronto.) ¿El saquito no

te lo sacás nunca?

NYDIA.- (Ríe.) ¡Como un uniforme! La marca en el orillo de la Nydia Catá. Qué sé yo... Cosas de la

familia. Mi finada mamá era muy detallista. Si fuera por ella: ¡Guantecitos de encaje! (Le muestra.)

Dos pañuelos: uno para bailar y otro para secarse. Qué sé yo... A mí me gusta. No sé... Cosas

distinguidas. La apariencia es importante ¿no?. Se habla de lo que se ve... y... y... (Se detiene.

Pausa.) Si hablo mucho decimeló. No puedo escuchar el silencio yo que ya lo tengo que llenar de

cháchara, yo.

NICO.- Está bien.

NYDIA.- Como en toda la noche casi no me diste corte... Yo soy así. Donde me dan un poquito de

cuerda me... me... ¿De qué hablábamos?

NICO.- Del saquito.

NYDIA.- ¿Ves lo que te digo? Tanto palique al final ni sé lo que hablo. (Piensa.) En las peñas se

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fijan mucho. Los detalles, qué sé yo. Son como un distintivo. ¡Hasta su disco tiene cada uno! ¡Yo soy

el Pala Pala! (Ríe.) Una entra al salón y ya se lo ponen. Todo el mundo se conoce. Ustedes no se dan

cuenta porque vienen de afuera; pero es como una familia. Con sus simpatías... Sus peleítas...

(Piensa. Agita la cabeza como alejando un pensamiento.) ¡Yo desde chica: viernes y domingo,

sagrado! Podré estar con la depresión pero allí: unas castañuelas. Mi saquito, mi sobre ¡Y Aura...!

Basta revolotear el pañuelito para que se forme una cola de pretendientes. (Ríe.) Al final es como un

juego. ¡Si todos nos conocemos de años! ¡Como hermanos! (Piensa. Trans. Para sí.) Con los que

tenía que pasar ya pasó. Y con los otros no va a pasar nunca. (Queda pensativa. Se saca el saco con

rabia. Su espalda es pecosa y sensual.) ¡Semejante calor y yo con este saco!

NICO.- (Algo nervioso.) Te van a comer los mosquitos.

NYDIA.- (Sentándose en la cama.) Poneme. (Nico toma un frasco de pelente y le frota

tímidamente la espalda.) Por eso cuando llega alguien nuevo... ¡Tu papá, la verdad, se los ganó a

todos con la simpatía! Tiene una manera de recitar... ¡Llorábamos todos! Si no hubiera tenido ese...

malentendido con la buffetera... todavía... (Piensa. Transición) ¡Cuando me dijo de hacer un dúo,

casi me caigo de la emoción! ¡Achalay, Nydia, me dije...! ¡Llegó por fin! El problema es mi papá,

que lo tengo que dejar con una señora que me lo atiende. ¡Son los fines de semana...! Yo voy y

vuelvo... ¿Mucho no va a ser, no? (Se pone mal.) Igual me puso la cara del perro. Se la pasa

poniéndome la cara del perro. Me llama con la campanita y después no me habla. Me pone la cara del

perro nomás.

NICO.- Dice Pachequito que te tiene de sierva. Que es un clavo. Dice que él que vos lo dejaba en una

residencia.

NYDIA.- (Angustiada.) No. No... Se muere.

NICO.- ¿Por...?

NYDIA.- Me lo dijo una vez. "Me muero". (Pausa.) Mientras lo tenga vivo... (Pausa.) De la familia

no se da con nadie. No lo aguantan. Es muy severo papá. Malo no es. Es severo. Suena la campanita

y hay que estar al lado de él. ¡Vieras cómo es! Hablar puede, pero no quiere. Pura campanita. Por el

ruido nomás ya sé lo que quiere. Si se hizo encima. Si quiere la sopita de leche. Que le ponga la tele.

Ve nada más que los programas de gimnasia. (Se enternece.) ¡Un atorrantito es! ¡Le gustan las

chicas en malla! (Pausa.) La deuda que tenemos con los padres es impagable, Nico. Todo es poco.

Se sacan el pan de la boca. (Piensa.) Impagable... (Pausa.) Así me enseñaron ellos.

NICO.- Yo no le debo ni un boleto del colectivo.

NYDIA.- No digas una cosa así.

NICO.- Si es la verdad.

NYDIA.- (Pausa.) Cada casa es un mundo.

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NICO.- Sí. Y en todos se dan maña para joderte igual. (Se escuchan afuera risitas y susurros.)

PACHECO.- (Afuera.) ¡Está bien! ¡Está bien...! Yo puedo solo... (Abre la puerta y sigue hablando

afuera. Ha bebido mucho. Boca bola, las palabras se le patinan. Recita con íntima entonación.) "India bella mezcla de Diosa y pantera... Doncella desnuda que habita el..." ¿El qué es que habita...?

¡El guayrá! (Risa cálida.) Mirá que es dulce tu lengua, guayna ¿eh? Dulce y tibia como pocas es tu

lengua. (Pausa larga y sugestiva. Nydia y Nico en silencio molesto. Pacheco se asoma: botas,

chiripá y delantal blanco. Los descubre. Se sobresalta. A su acompañante.) Me está esperando el

Nico levantado... Mañana hablamos... (Secretea algo nerviosamente. Finalmente entra y cierra la

puerta.) ¡Te quedaste hasta tarde al final...!

NYDIA.- Quería saber si tenías novedades. Estuvimos ensayando hasta ahora. El escondido sale un

relojito.

PACHECO.- (Camina dificultosamente. Le alarga a Nico un plato cubierto con una servilleta.)

El desayuno... (Nico fastidiado lo toma y va hasta la cama. Saca el otro plato del que escapa la

consabida cucaracha. La persigue a los pisotones. Pacheco ensaya un grotesco zarandeo.) ¡Zapateo...! (Trastabilla y cae violentamente al piso. Nico y Nydia lo levantan rápidamente y lo

arrastran a la cama.)

NICO.- ¿Para qué toma si le hace mal...?

PACHECO.- Cosas mías... ¡Soy grande ya ¿no?!

NYDIA.- Nico tiene razón, Pachi. No tenés buena bebida vos.

PACHECO.- ¡Adiós mi plata! ¡Hoy tengo en contra al cuadro nativo!

NICO.- Lo ve el patrón así, se le arma. ¿Qué anda buscando...? ¿Que lo echen de acá también?

PACHECO.- Por ahí... (Intenta sacarse dificultosamente las botas. Nydia lo ayuda.) ¡Ya me está

cansando también este boliche de porra! ¡Un pelado en la cinco que me basurió toda la noche...! ¡Le

hice tres veces "La leyenda del mojón"! ¡Cara de chancho... dele sudar! ¡Decía que me tenía un

empleo...! A la final me pidió que le hiciera unos chivitos, así de gaucho, en una quinta. ¡Bien

aburrido que me tiene, sí!

NYDIA.- Un poco de paciencia, Pachi. Faltan unos días... Allá va a ser distinto.

PACHECO.- (Calla. A Nico.) Tendría que tomar unos mates, a ver socio si... ¿eh?

NICO.- La cocina ya cerró.

PACHECO.- Del mostrador.

NICO.- La máquina express también debe estar fría.

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PACHECO.- En la hornallita entonces. (Más enérgico.) ¡Con un poquito de paciencia que ponga...!

NICO.- (Fastidiado. Toma la pavita y va a salir. A Nydia.) ¿Te traigo algo...? De adelante digo.

NYDIA.- No, mil gracias... Te agradezco la amabilidad. (Nico sale. Al encontrarse sola con

Pacheco, se separa disimuladamente de la cama.)

PACHECO.- Vení...

NYDIA.- Puede volver el Nico...

PACHECO.- No es eso... Hay unas cosas que te tengo que hablar.

NYDIA.- (Desconfía.) No es que... ¡Pero entendé la situación! Vos has tomado... Tenés que dormir...

PACHECO.- (Se sienta en la cama. Nydia retrocede.) ¡Pero caracho!

NYDIA.- Yo... Soy una mujer moderna... Si hay que tener relaciones... Bueno, se tienen ¿no?. Pero

entendeme. Yo tengo mi forma de ser... Necesito tiempo para estas cosas. Aquí además me siento tan

a la vista...

PACHECO.- (Intenta interrumpir.) Oíme un poco...

NYDIA.- ...Aquí en Campana, digo. Todos se conocen. Hablan... ¡Cuando salgamos de este pueblito

que.. que... ¿Vivoratá es grande, no? Es más...

PACHECO.- (Interrumpe.) ¡No vamos a Vivoratá! (Nydia queda paralizada.) No caminó lo del

trío. Eso es lo que te tenía que decir.

NYDIA.- (No reacciona.) Ah.

PACHECO.- Me voy para Ingeniero White. Unos piringundines. Ahí se trabaja todos los días, así

que ir y volver, difícil.

NYDIA.- Ah. (Pausa larga. Conteniéndose.) Yo... Yo me mandé a coser el vestido... Es una belleza

el modelo... (Comienza a llorar quedo.) De media estación...

PACHECO.- Mire amiga... A lo mejor es mejor así... Usted tiene sus compromisos... Su papá...

NYDIA.- ¿Es por eso, no? (Se excusa.) Yo no lo puedo dejar en un... ¡Yo lo pensé mucho pero no lo

puedo dejar!

PACHECO.- ¡Y está muy bien...! Déle ese alegrón... en los años que le quedan...

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NYDIA.- Yo... Yo... ¡Te pido que no me hagas esto!

PACHECO.- (Molesto.) ¿Y qué querés que invente yo...?

NYDIA.- Yo... yo en Campana me ahogo. Yo necesito salir un poco... Tener algo... Te pido por lo

que más quieras... Lo único que tenía era la peña y ni eso me ha quedado.

PACHECO.- ¡Ideas que vos te hacés! Esa gente te aprecia mucho...

NYDIA.- ¡Me hicieron el vacío...! ¿No entendés? ¡Por tu culpa me hicieron el vacío! (Recuerda

como alucinada.) Levanté el pañuelo una vez... otra vez... ¡Y nada! ¡Puras risitas! Me puse roja de la

rabia y me fui a la pista sola. Se fueron todos a sentar. En una peña es lo peor que te puede pasar...

Que te hagan el vacío. Cuando cruzaba la pista un guarango me hizo un ruido con la boca. Seguro fue

Pestrelli. ¡El asqueroso! Antes de casarse con Dorita salió un tiempo conmigo. ¡Tenía un olor a pie

que mareaba, el asqueroso! (Pausa.) La señora del guardarropa me contó lo del día de la pelea. Yo

no sabía los detalles. Me dijo que el buffetero los encontró en el water. Ella estaba arrodillada y te

estaba... (Estalla en llanto.) ¡Qué vergüenza! ¡Y yo como una estúpida bailando el Pala Pala...!

PACHECO.- Para qué revolver la herida, Nydia... Lo pasado pisado.

NYDIA.- Te pido por lo que más quieras, ayudame... (Se acerca y le toma la mano.) ¡Por tu madre

te lo pido...! ¡Por la memoria de tu santa madre...!

PACHECO.- Yo... Yo no sé... Yo...

NYDIA.- Busquemos la forma... Trabajo los fines de semana... Algo... (Lo manosea. Se aferra a

una esperanza.) A lo mejor vos... Lo de recién lo tomaste como un desprecio...

PACHECO.- Yo... yo...

NYDIA.- ¡Sí! ¡Sí! Seguro lo tomaste como un desprecio... ¡Por eso no querés que...! ¡Te

equivocás...! (Sin dejar de llorar comienza a levantarse las polleras.) Si vos tenés ganas yo... yo...

te hago lo que vos me pidas (Pacheco niega con la cabeza.) ¡Tomame Pacheco...! (La pintura

corrida. Sus muslos gordos. Su bombachita floreada. Un cuadro grosero y triste. Se abre la

puerta y entra Nico con la pavita en la mano.)

NICO.- ¿Qué pasa...? (Enérgico a Nydia.) ¡¿Qué pasa...?! (Nydia hipando se baja la pollera y

comienza a arreglarse nerviosa.)

PACHECO.- (Balbucea confundido.) Yo... yo no sé... No pasa nada.

NYDIA.- Yo... No sé... Qué me pasó. Me.. me... descompuse. Algo que me hizo mal... (Comienza a

ponerse el saquito.) Estoy tomando un antibiótico. Para la muela. Se ve que... se ve que... (Reprime

un nuevo acceso de llanto.) Ya estoy muy bien... Muy bien. ¿Dónde está mi sobre...? (Nico se lo

alcanza. Saca un pañuelito.) Este no... este es para bailar... (Saca otro.) Acá está. (Se seca las

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lágrimas.) Ya me estoy yendo... Nico, parece que no me lleva a Vivoratá. Dice que se van a

Ingeniero White. (Nico mira a Pacheco.) Ustedes tienen que entender. Yo dejarlo no puedo... No se

porta bien conmigo, pero si lo dejo se muere. (Se arregla el pelo.) Estoy despeinadísima. No

importa. Estoy acá nomás. A esta hora la gente conocida no anda por la calle... (Respira hondo.)

Bueno... la Nydia Catá se va a su hogar. Que sueñen con los angelitos. (Va hasta la puerta.) Nico...

decile a tu papá que no sea malito ¿eh?. Que no sea malito. (Sale. Nico y Pacheco quedan en

conmovido silencio.)

NICO.- ¿Por qué le mintió?

PACHECO.- ¡Más respeto con el padre...!

NICO.- Ingeniero White no podemos ni pisar. Le debe a cada santo una vela.

PACHECO.- Cosas de los mayores.

NICO.- Se la quiere sacar de encima.

PACHECO.- ¿Qué soy yo...? ¿Un falsario vengo a ser...?

NICO.- ¡Y ahora entonces ¿qué número sigue?! ¿Ahora me va a sacar de encima a mí también...? ¿A

mí también me va a mentir? ¡No le da vergüenza la paraguaya. Tiene veinte años menos que usted!

PACHECO.- ¡¿Y qué tengo yo con la paragüita, a ver...?! ¡Son cosas de la camaradería del

compañerismo de trabajo!

NICO.- Ya van tres tardes que lo viene a buscar a la siesta. Dice que usted le pidió que le enseñe la

Galopa.

PACHECO.- (Turbado.) ¡América, Nicolás Pacheco, es una tierra pródiga en danzas!

NICO.- Sí, pero usted no quiere bailar. Usted la quiere cojer. (Pacheco queda un instante envarado

y luego suelta la risa.) ¿Qué le pasa ahora...?

PACHECO.- Me conocés el galope, Nico... ¡Lo que es la verdá es la verdá! (Maniobrando

grotescamente con la ropa.) Ayudame con el delantal... (Nico lo hace. Pacheco lo abraza y lo tira

sobre la cama junto a él.)

NICO.- Suelte... déle... ¿Qué le dio...?

PACHECO.- (Aferrándolo como en un juego.) ¡Ay Nico, hijo querido, qué cansado me tiene

todo...!

NICO.- (Simula una resistencia. Está conmovido.) Me dijo hijo. (Pausa.) Nunca me dice hijo.

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PACHECO.- Será que no me sale hacer el padre.

NICO.- ¡El padre...! ¡La facha! ¡Tiene un pedo que no puede ni decir pichicho!

PACHECO.- Venga con el tata... (Lo abraza contra su pecho. Nico se deja hacer. Un gesto de

fastidio que disimula mal su felicidad.)

NICO.- ¡Deje... che!

PACHECO.- Estoy grande ya, negrito mío ¿no?

NICO.- Sí. Ya sería hora de que siente cabeza.

PACHECO.- ¿Y cómo vendría a ser eso...? Usted que es un muchacho serio.

NICO.- Yo qué sé. ¿A mí me dice...? No escaparse más. (Quedan abrazados en silencio.)

PACHECO.- (Se ríe.) Es una bendición ser padre, Nico. La cagada es que hay que dejar de ser hijo.

NICO.- Así es hacerse grande ¿no?

PACHECO.- (Piensa.) Mirá las cosas que decís... ¡Está crecido mi gurí! ¿Le has visto ya la cara a

Dios...?

NICO.- Deje de joder. Se cree que soy como usted, que es lo único que piensa.

PACHECO.- ¿Pero sí o no? (Nico no contesta.) Mire m'hijo que es una cuestión de salú. Se le cuaja

sinó. ¡Andan después con unas ojeras que parecen calamares! (Nico ríe.) Acá viene la parte de la

cinta donde el padre lo aconseja al hijo gaucho... (Ríe. Se cachetea.) ¡Serás bruto Pachequito las

cosas que le decís al muchacho...! (Quedan los dos en silencio, mirando al techo.)

NICO.- ¿Ve cómo es...? ¿Se tiene que poner en pedo usted, para ser un poco gente...? (Pausa.) ¿Sabe

de qué me acuerdo ahora...?

PACHECO.- Tuteame.

NICO.- ¿Qué...?

PACHECO.- Que me digas de vos.

NICO.- Te... No me sale. (Ríe nervioso.)

PACHECO.- Dale.

NICO.- Te... acordás cuando vivíamos con mamá en la pensión de Montes de Oca. Ust... vos...

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actuabas en el Píccolo Navío. Los lunes que tenías franco me acostabas en la cama grande con

ustedes.

PACHECO.- Te hacía dormir cantando la marcha de Boca. (Pausa.) La pensión. Han pasado cosas,

carajo... (Pausa. Empieza a cantar con voz áspera.) "Boca Juniors... Boca Juniors... gran campeón

del balompié..." (Sigue por un largo rato. Nico cierra los ojos.) ¿Cómo era que se llamaba la

pensión? Un nombre raro. Mirá que hace tiempo. (Pausa.) A tu madre nomás, seis años por lo menos

que no la veo. (Un tiempo.) Era una gloria tu madre entonces. Había que verla. Lo que tienen las

Charrúas: te ganan con lo dulce. (Pausa.) A la que vi una vez, a tu tía. Sigue con el colectivero, dice.

Tu primo se le fue para Río Gallegos. Trabaja en vialidad. (Pausa.) ¡Qué solo está el gaucho en la

pampa, ¿no Nico?! (Nico no contesta. Se ha dormido.) Te dormiste. Mejor. ¡Las pavadas que dice

el paisano Pacheco! ¡Si no hay padres como los criollos! Fijesé en la tradición, amigo. Las leyendas

fijesé: La Durmisa se va al baile y lo deja al hijo Crespín durmiendo solo. Le vienen a avisar que se

le quema el rancho. "Una piecita más y voy...", dice la vieja. "Una polquita, un chamamé..."

"¡Durmisa! ¡Mamita!" la llama el Crespín. "¡Salvame que me quemo vivo!" cuando llega al rancho,

al final, el muchacho está hecho un churrasco. "¡Vieja atorranta...!", le dice Dios, "Acá nomás te

convierto en pajarito". Y sale volando la Durmisa. "¡Crespín...! ¡Crespín...!" por toda una eternidad.

(Pausa.) ¡¿Y al final de cuentas, que querían de la pobre...?! ¿Que haga como la Difunta Correa, la

Deolinda, que para ser buena madre se tuvo que hacer charque en el desierto...? (Como voces

llamando lejanas.) ¡Deolinda...! ¡Deolinda...! ¡Durmisa...! ¡Crespín...! Qué orfanato esta tierra,

mamita... No habemos dos que hagamos un par... (Queda un rato pensativo. Con un movimiento

mecánico mete la mano bajo el colchón y saca una petaca de "Tres Plumas". La abre con los

dientes y le pega un trago feroz. Nico se revuelve. Esconde rápido la botella.) ¡Shhh...! ¡Shhhh!

"Boca Juniors, Boca Ju..." Tranquilo hijo... tranquilo que estoy aquí. (Lo arrulla. Pausa.) Cangas de

Narcea se llamaba la pensión. Mirá que ha pasado tiempo. (Queda largo rato mirando a Nico.) Los

hijos son una bendición, sí... Una bendición. La parte dulce de la vida. (Pausa.) Dulce, como los

pezones de la paraguayita. (Se mueve con mucho cuidado hasta bajar de la cama. Queda un

tiempo pensando. Dudando.) Está empezando a refrescar. Baja el sereno. (Toma el poncho. Va a

ponérselo. Parece arrepentirse. Se lo saca y abriga con él, amorosamente a Nico. Murmura.) Crespín... Crespín...

Toma de la petaca hasta vaciarla. La luz baja hasta la oscuridad total.

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ESCENA IV

El cuarto en penumbras. La ventanita cerrada y la cortina corrida. Golpes suaves sobre la

puerta que nadie responde. Finalmente alguien abre. La luz de la mañana recorta apenas la

figura de Nydia que se asoma escudriñando la oscuridad. Arrastra con esfuerzo un gran bolso.

NYDIA.- (Voz baja.) Pachi... Nico... soy yo.

NICO.- (Apenas visible en la penumbra. Solo sobre la cama en la misma posición de la escena

anterior.) Pasá.

NYDIA.- (Por el bolso.) Se salió la manija. Habría que pasarle un alambre. Un hombre que se dé

maña. (Pausa.) Son como las doce. (Pone sobre la mesita un paquete.) Facturas. (Pausa larga. Su

voz como un murmullo. Como si se contara a sí misma.) Al final me decidí. (Pausa.) La señora no

me terminó el vestido. Una pena. Se lo pagué igual. Si alguna vez andamos cerca... Lo clásico no

pasa de moda. Igual, en el bolso no me entra un alfiler. (Pausa.) Dejé un cartelito en la puerta de

casa. Para mis pollitos. También por el humo: puse Gamexane. No vaya a ser que llamen a los

bomberos. Las plantas de maceta las di todas. Lástima la retama del fondo. Pero es fuerte la retama.

"Con que le caigan las dos lluvias de enero..." Así decía mamá el año que fuimos a Alta Gracia. Qué

casualidad, hoy el chofer del taxi lo conocía a papá del correo. Le hizo acordar de una fiesta una vez.

Un Veinticinco de Mayo. Los empleados pusieron una placa en el mástil. Era muy respetado papá en

el correo. No le contestó una sola vez al taxista. Se debe haber molestado el señor. En la... residencia

me dieron a llenar unos papeles. El pidió de ir al baño. Al rato me vino a buscar la enfermera. El

quería que vaya yo. Estaba sentado en el inodoro. Las piernas flaquitas. Cerré la puerta. Entonces

agarró la campanita, se corrió un poco, y la tiró entre la caca. Yo no me moví. Levantó la mano. Tiró

la cadena, y se quedó mirándome con la cara del perro. Cuando salía le dije a una enfermera que lo

vaya a limpiar. Leía el Vosotras la enfermera. Moda primavera-verano. (Pausa larga.) ¿Puedo abrir

la ventana?

NICO.- Sí.

NYDIA.- (Corre hasta la ventana. La abre y respira a bocanadas. La luz ilumina el cuarto.) Un

historia de las que hacés vos. Querés hacerla, hacela. Te la regalo.

NICO.- Para mí demasiado blandengue. Ponele que era en Nochebuena si querés. Y que todo fue al

pedo. (Pausa.) Pacheco se fue con la paraguaya.

NYDIA.- Ah. (Suspira. Va hasta la silla y se sienta junto a la mesa con gesto extraviado.)

NICO.- Hijo de mil puta como siempre. Como una rata se escapó. Ni el poncho se pudo llevar.

(Revolea el poncho.) Basura. Se lo quemo. Ahí nomás donde lo encuentre: en la cara se lo quemo.

(Pausa.) No fue capaz de dejar una nota el guacho conchudo.

NYDIA.- (Triste.) Qué boquita. (Pausa.) ¿Le vas a ir atrás?

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NICO.- Un perro de presa. De mí no se va a reír.

NYDIA.- (Suspira.) No tengo suerte yo. Mejor. Menos problemas ¿no? Partir es morir un poco.

(Abre el paquete de facturas. En forma elegante pero sin pausa comienza a comerse una tras

otra.) Traje de La Unión. La Mar del Plata, mucho factura vienesa pero bien pijoteros que son con el

huevo. Pura cúrcuma. ¿Sabías que el amarillo es cúrcuma...? (Se atraganta. Tose violentamente. Se

recompone.) Como apurada. La ansiedad. Lo mío es todo ansiedad. (Pausa. Suspira.) Qué vida esta.

Las cosas que pasan.

NICO.- Creí que te ibas a descomponer.

NYDIA.- ¿Por?

NICO.- Las mujeres son lloronas.

NYDIA.- Me pasa una cosa que no sé. Como una paz. Me quedaría siempre así. Como en un limbo.

Sin pensar. (Pausa.) Lo voy a tener que ir a buscar a la residencia. No importa. Les digo que me

equivoqué. Un petit papelón. Tengo pago todo el mes. (Pausa.) Después. Más tarde. Mejor no

pienso. En casa no se puede ni entrar. Puse Gamexane. Qué estúpida.

NICO.- Por mí no hay apuro. Me quedo hasta mañana. Arreglé de trabajar esta noche en la cocina.

Para el pasaje.

NYDIA.- Ah.

NICO.- El patrón me ofreció el puesto de Pachequito.

NYDIA.- ¿Y?

NICO.- No.

NYDIA.- ¿Por...?

NICO.- No soy figura yo. Yo soy partener.

NYDIA.- Ah. (Pausa.) Así que mañana...

NICO.- Sí.

NYDIA.- Vas a ir a Vivoratá.

NICO.- ¿A qué? Un pelo de sonso, no tiene. El falso es como el tero: En un lado pega el grito y en

otro tiene los huevos. (Pausa.) Me voy para Calamuchita. Clavado se fue para allá. Tiene un

compadre de la conscripción ahí, que puso parrilla.

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NYDIA.- (Un tiempo.) Una picardía Vivoratá... Habiendo trabajo, digo. Como están las cosas hoy

día...

NICO.- Para el dúo había trabajo.

NYDIA.- Ah. Para el dúo.

NICO.- (La mira. Queda pensativo.) Está muy dura la plaza. Unos piojos que parecen caracoles.

NYDIA.- (Un tiempo. Va hasta la cama y comienza a tenderla.) Te doy una manito. Para no estar

de brazos cruzados. (Al levantar la colcha cae al piso una camisa y un calzoncillo. Nydia los

levanta.) Les doy una jabonadita. Los llevás limpios. Con este calor se secan seguro.

NICO.- (Ruborizado. Le saca los calzoncillos de un manotazo.) ¡Dejá! Mis mudas me las friegan

solamente... (Calla.) Me las lavo yo solamente.

NYDIA.- Perdoname. Estoy tan acostumbrada con mi papá, que para mí... un calzoncillo usado, para

mí... la ropa de los hombres... No hay diferencia.

NICO.- Yo no soy tu papá.

NYDIA.- No, no digo... Digo, vos sos un hombre como mi papá y... ¡Vivo metiendo la pata...! Si te

molesté decímelo.

NICO.- (Dificultosamente.) Yo no soy hombre de aguantar callado. Si algo me molesta... ¡Aire a las

pilchas! (Un tiempo de emotivo silencio. Repite.) Aire a las pilchas...

Se tapa la cara con la almohada. Un largo llanto quedo. Nydia permanece allí callada, un largo

rato. Luego:

NYDIA.- Bueno... La Nydia Catá se va a buscar a su papi... (Toma el bolso y lo arrastra hasta la

puerta. Mira el cuarto despidiéndose. Sale y cierra.)

NICO.- (Levanta apenas los ojos llorosos. Fuerte, a la puerta.) Lo caro allá es el alojamiento. (Un

tiempo. La puerta vuelve a abrirse. Nydia nuevamente.)

NYDIA.- (Sin mirarlo.) ¿Ah sí...?

NICO.- (Traga saliva. Tampoco la mira.) Sí. Mal que mal, con el pasaje uno se arregla.

NYDIA.- (Nerviosa.) Es lo que tiene Córdoba. En temporada: un hormiguero. Se aprovechan.

NICO.- No digo de Calamuchita. De Vivoratá, digo.

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NYDIA.- Ah. (Pausa. Durita.) Yo algo tengo. Para los primeros días.

NICO.- Sobre la ruta hay una pensión que me conocen. Es medio ruidosa porque adelante hay

gomería; pero es económica. Se podría tomar... una pieza.

NYDIA.- Ah. (Se miran por fin. Pausa. Nydia se acerca y vuelve a tomar los calzoncillos.) Lavo

bien yo. Me queda espumosa la ropa.

NICO.- (Sonrojado.) Sacá las cosas del bolso. Te voy a arreglar la manija. (Nydia pone el bolso

sobre la cama. Abre el cierre. Saca alguna ropa. Duda. Sin mirar a Nico comienza a

acomodarla en el ropero.)

NYDIA.- Los afiches son lo de menos ¿no? Más adelante se vería. Lo importante es estar bien

ensayados. Para el artista no hay otro fundamento que la transpiración.

NICO.- (Tararea sonriendo triste.) Pa-pi-to pa-pa... pa-pi-to pa-pá...

NYDIA.- (Sin dejar de acomodar la ropa, corrige zapateando lentamente:) Cor-ti-ta la tren-za

chi-qui-to el bo-tón... Cor-ti-ta la tren-za chi-qui-to el bo-tón... (Nico se le une, bailando a sus

espaldas. Un par de mudanzas, apenas, y en un gesto largo pero definitivo, se pone el poncho de

su padre.) Cor-ti-ta la tren-za chi-qui-to el bo-tón... (Se enfrentan. Sobre Nico, erguido, el poncho

no parece tan grande.) Cortita la trenza. Chiquito el botón.

APAGON